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Para Alison y su abuela, Genevieve, dos personas que disfrutan oír aventuras con mucha a...
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ediciones Lerner/Minneapolis
Para Alison y su abuela, Genevieve, dos personas que disfrutan oír aventuras con mucha acción y un poco de historia. —MTB para Jai —JLP Nota para el lector: muchos miembros de la Sociedad de Amigos en la década de 1880 usaban la palabra thee, que equivale a “vosotros”, en vez de “tú” o “ustedes”, para dirigirse al prójimo. Traducción al español: copyright © 2008 por Lerner Publishing Group, Inc. Título original: Allen Jay and the Underground Railroad Texto: copyright © 1993 por Marlene Targ Brill Ilustraciones: copyright © 1993 por Lerner Publishing Group, Inc. Todos los derechos reservados. Protegido por las leyes de derechos de autor internacionales. Se prohíbe la reproducción, almacenamiento en sistemas de recuperación de información y transmisión de este libro, ya sea de manera total o parcial, de cualquier forma y por cualquier medio, electrónico, mecánico, de fotocopiado, de grabación o de otro tipo, sin la autorización previa por escrito de Lerner Publishing Group, Inc., excepto por la inclusión de citas breves en una reseña con reconocimiento de la fuente. La edición en español fue realizada por un equipo de traductores hablantes nativos del español de translations.com, empresa mundial dedicada a la traducción. ediciones Lerner Una división de Lerner Publishing Group, Inc. 241 First Avenue North Minneapolis, MN 55401 EUA Dirección de Internet: www.lernerbooks.com
Library of Congress Cataloging-in-Publication Data Brill, Marlene Targ. [Allen Jay and the Underground Railroad. Spanish] Allen Jay y el ferrocarril subterráneo / por Marlene Targ Brill ; ilustraciones de Janice Lee Porter. Includes bibliographical references and index. p. cm. — (Yo solo historia) “Título original: Allen Jay and the Underground Railroad”—T.p. verso. ISBN 978-0-8225-7784-3 (lib. bdg. : alk. paper) 1. Underground railroad—Juvenile literature. 2. Fugitive slaves—United States— Juvenile literature. 3. Jay, Allen—Juvenile literature. 4. Slavery and the church— Society of Friends—Juvenile literature. 5. Quakers—United States—History—19th century—Juvenile literature. I. Porter, Janice Lee. II. Title. E450.B851 2008 973.7'115—dc22 2007006311 Fabricado en los Estados Unidos de América 1 2 3 4 5 6 — DP — 13 12 11 10 09 08
eISBN-13: 978-1-58013-699-0
Nota de la autora Allen Jay y su familia vivieron en Randolph, Ohio, durante la década de 1840. La familia Jay pertenecía a un grupo religioso llamado la Sociedad de los Amigos, o los cuáqueros. Para ellos, todas las personas eran iguales. Por esa razón, los cuáqueros se vestían con prendas sencillas y parecidas y trataban de vosotros a los demás, tanto a los desconocidos como a sus amigos. Lamentablemente, la mayor parte de los afroamericanos que vivían en el Sur de los Estados Unidos no eran tratados como iguales. Eran esclavos. Los esclavos trabajaban todo el día sin recibir pago alguno a cambio. Sus patrones se consideraban dueños ellos, como si se tratara de animales. Si los esclavos se escapaban, los patrones los perseguían y los castigaban. A menudo, los torturaban o mataban. Las personas que los ayudaban a huir también recibían un castigo.
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Aunque era peligroso, los padres de Allen, Isaac y Rhoda Jay, ayudaban a los esclavos a escapar. La familia Jay era parte de un grupo secreto llamado el Ferrocarril Subterráneo. Las personas que trabajaban con el Ferrocarril Subterráneo escondían esclavos fugitivos en sus graneros, áticos y habitaciones secretas. Los guiaban desde un escondite seguro hasta el siguiente. Los fugitivos viajaban a pie, en carreta o a caballo, y seguían rutas secretas hasta Canadá. Allí, todas las personas recibían el mismo trato ante la ley. La familia Jay no contaba a nadie lo que hacía, ni siquiera a sus hijos. Allen, de once años de edad, sabía que sus padres alimentaban y escondían desconocidos de piel oscura que aparecían y desaparecían misteriosamente. Pero no entendía mucho sobre la esclavitud, hasta que un día se encontró cara a cara con un fugitivo.
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1 de julio de 1842 Allen colgó la última camisa en el tendedero. Su madre estaba demasiado débil para estos quehaceres pesados. Por esta razón, la tarea recaía en el hijo mayor. Todos los lunes, Allen lavaba, hervía, almidonaba y colgaba la ropa. Cuando terminaba, podía jugar. 5
Esa tarde, Allen fue al granero a buscar su caña de pescar. Cuando cruzó el patio de enfrente, vio un caballo acercarse al galope por el camino que llegaba a la granja de los Jay. A los pocos segundos, el médico de la familia se detuvo en la puerta principal.
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—¡Amigo Jay! ¡Amigo Jay! —gritó el médico. El padre de Allen salió del granero y fue rápidamente a la puerta. —Vuestro caballo tiene alas hoy —comentó Isaac Jay—. Parece que tenéis prisa.
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El médico se inclinó hacia Isaac. —Un esclavo fugitivo se esconde en el bosque —susurró el médico.
—El amo del esclavo y sus hombres lo siguen de cerca. Están armados —advirtió. El médico tomó a Isaac por el hombro y agregó: —Tenga cuidado, amigo. El padre de Allen asintió con la cabeza. El médico hizo girar al caballo y se fue al galope. Allen se acercó a su padre y notó cierta preocupación en su rostro. Allen se preguntaba si el amo del esclavo vendría y le dispararía a su padre. Recordó otras historias de cuáqueros que habían ayudado a fugitivos. Algunos habían recibido golpizas. A otros, les habían incendiado la casa.
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Isaac Jay miró a su hijo. —Allen —explicó—, pronto veréis a un hombre de piel oscura. Llevadlo al maizal que está detrás del gran nogal. El maíz tiene la altura suficiente para esconderlo. Pero si lo hacéis, no debéis mencionarlo ni a mí ni a nadie —e Isaac Jay se dio la vuelta y regresó al granero. 10
Allen quedó inmóvil. ¿Qué debía hacer ahora? Un crujido que venía del bosque interrumpió sus pensamientos. Vio que alguien se movía entre los árboles y la maleza. Allen se acercó al bosque sin hacer ruido. El crujido paró.
De repente, un hombre con un arma salió de la maleza. Allen retrocedió pegando un salto. Ambos se miraron fijamente sin decir ni una palabra. El hombre tenía ropas harapientas y los pies le sangraban. Su piel oscura estaba cubierta de heridas y cicatrices de latigazos. —¿Es usted el hijo del amo Jay? —preguntó el hombre. Su mirada alternaba rápidamente entre el camino y la casa. —Sí. . . , sí —tartamudeó Allen—. Soy Allen, su hijo. El hombre bajó el arma.
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Allen se armó de valor para hablar. Siempre le costaba un esfuerzo pronunciar las palabras claramente. Que lo entendieran bien ahora era más importante que nunca. —Seguidme —dijo lentamente Allen—. Mi padre me pidió que os llevara a un escondite. —Entiendo —contestó el hombre. 14
Allen lo condujo por la orilla del bosque hasta la parte trasera de la granja. Agachados, penetraron corriendo en el maizal. Allen llevó al hombre hasta un claro bajo el nogal. —Debéis quedaros en silencio y que no os vean —murmuró Allen—. Alguien vendrá a buscaros más tarde. 15
—Apiádese de mí —rogó el hombre—. Me llamo Henry James. Huí anteayer y, desde entonces, no he comido ni bebido nada. Tenía la mirada triste y cansada. Los labios se le habían agrietado por el calor.
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—Volveré pronto con comida —le contestó Allen. El muchacho miró alrededor para asegurarse de que nadie pudiera ver a Henry James. Quebró una planta de maíz y, agitando la tierra mientras caminaba, borró las huellas que dejaba. Observó el sembradío para asegurarse de que no hubiera ninguna mata fuera de lugar. Luego, Allen cruzó el bosque corriendo hacia la casa. Ojalá el amo del esclavo estuviera a horas del lugar. Su padre necesitaría tiempo para planear el escape seguro de este fugitivo. Allen disminuyó su paso al acercarse al granero. “Alguien podría estar observando”, pensó. 17
Allen abrió la puerta de la cocina. Milton, Walter, Abijah y Mary estaban pelando chícharos en la mesa. Su madre se levantó de la silla mecedora. —Sentaos, Allen —le ordenó en voz baja—. Tengo algo para daros. —Pero, madre —protestó Allen. —Callad, hijo —respondió. Allen se deslizó en el banco junto a Walter. —Mary, por favor pon un poco de tocino y pan de maíz en una canasta —dijo Rhoda Jay. Allen se preguntaba cómo su madre sabía que debía preparar alimento a esta hora inusual del día. ¿Y por qué estaban adentro todos sus hermanos?
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—¿Para quién es el pan de maíz? —preguntó el pequeño Milton. —Para cualquier amigo que encontremos en el camino —respondió su madre, con una sonrisa.
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Rhoda Jay le entregó la canasta llena a Allen. —Entregad esta canasta a cualquier persona que creáis que tenga hambre —indicó. Allen tomó la canasta y una jarra de leche. Luego, volvió apresurado al maizal. 20
Cuando Allen se acercó al nogal, escuchó el crujido de ramas que se quebraban. El oscuro cañón de un arma se asomó entre las plantas de maíz. Allen no se movió. ¡Clic! Sabía que el arma estaba lista para disparar.
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—Por favor, no disparéis —rogó el muchacho. Henry bajó el arma y con ella empujó las plantas hacia un costado. —Me dio un gran susto —dijo Henry, con voz temblorosa. Allen suspiró con gran alivio y se acercó. —Servíos —ofreció Allen, mostrándole al hombre lo que traía. Henry tomó la jarra. Bebió un largo, sediento trago. —Esto es una maravilla, amo Allen —agradeció Henry James. —Podéis descansar aquí hasta que mi padre venga a buscaros. Ahora debo marcharme —explicó Allen.
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Allen se abrió paso entre las plantas hasta salir del maizal. Cuando avanzaba por el bosque, oyó voces. Se escondió detrás de una pila de leños antes de que nadie lo viera. Allen espió entre los leños y vio a su padre frente a seis hombres a caballo. Los forasteros tenían armas.
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—¿Está seguro de que no vio a mi fugitivo? —un hombre interrogó al padre de Allen con rudeza. Isaac Jay negó con la cabeza. —Ya os lo he dicho —respondió—. Nunca miento. El amo del esclavo gruñó con desconfianza. —Entonces, ¿qué le parece si lo busco en su casa? —gritó. —Sois bienvenidos —aceptó Isaac Jay con tranquilidad—. Pero debéis tener los documentos necesarios. —Eso podría llevar tiempo —gritó el amo del esclavo—. Volveremos mañana muy temprano. Luego refunfuñó algo a sus hombres y se fueron al galope.
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Esa tarde, Allen no oyó nada más sobre el esclavo fugitivo ni los hombres furiosos. Y no se animó a preguntar. Cuando Isaac Jay regresó a casa a comer, casi no habló. Esa noche, la madre de Allen mandó a sus hijos más pequeños a dormir temprano. El padre de Allen fue hasta el granero. Volvió un poco más tarde y, desde la puerta, le pidió a Allen que saliera. Old Jack, el caballo de la familia, estaba afuera con el carruaje enganchado. —¿Os gustaría ir a la casa de vuestro abuelo? —Isaac Jay le preguntó a su hijo. —¿Juntos? —preguntó Allen, confundido. 28
—No. Esta vez iréis solo —respondió su padre. Nunca antes Allen había cruzado el bosque en la oscuridad. Allí había osos, gatos monteses y serpientes. Ahora, tal vez también había cazadores de esclavos. Pero Allen sabía lo que su padre le pedía.
La madre de Allen detuvo a su esposo por el brazo. —No debéis enviarlo —le dijo—. Es muy peligroso. —Pero debo ir, madre —insistió Allen—. Si el amo del esclavo y sus hombres regresan esta noche, mi padre debe estar aquí.
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—Me llenáis de orgullo —dijo su padre—. Si conocéis a alguna otra persona que deba acompañaros, es mejor que también la llevéis.
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Rhoda Jay le dio a su hijo un fuerte abrazo. Allen subió al carruaje y tomó las riendas. —Id deprisa y no os desviéis del camino principal —le advirtió su padre—. Podéis pasar la noche en la casa de vuestro abuelo. Allen guió a Old Jack hasta el maizal. Detuvo el carruaje al lado del campo, cerca del nogal. —Soy Allen —anunció en un susurro—. Debemos darnos prisa. Henry James subió al carruaje y se acurrucó en el espacio que había a los pies de Allen. 32
Dejaron atrás la cálida luz que brillaba desde las ventanas de la casa de la granja. Una nube cubrió la luna. La oscuridad los rodeaba mientras avanzaban por el camino lleno de baches. Ni Allen ni Henry dijeron una palabra. ¿Intentarían atraparlos los cazadores de esclavos? Allen trató de no pensar en el miedo que sentía. ¿Y si Henry le disparaba para robarle a Old Jack? Allen sacudió las riendas para que Old Jack fuera más rápido. Tenía las manos húmedas y se mordía el labio inferior.
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—¿Le da miedo estar conmigo? —preguntó Henry. Allen no podía responder. —Tome, amo Allen. Lleve el arma —dijo Henry—. Si ve que alguien se acerca, me la pasa rápidamente. Saltaré del carro mientras usted sigue marchando. No quiero que le pase nada malo. Le entregó el arma a Allen. El muchacho dijo que no con la cabeza. No podía tocar el arma. —No voy a regresar jamás —prometió Henry—. Podrán matarme, pero azotarme, nunca más.
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Luego Henry le relató a Allen historias de su vida como esclavo. Henry había trabajado todos los días y casi todas las noches en los campos de Kentucky. Había visto cómo mataban a su hermano a golpes.
Habían vendido a su hermana a otro amo que vivía muy lejos. Ahora Henry estaba decidido a conseguir la libertad en Canadá. Allen se sintió culpable por haber desconfiado de Henry.
De pronto, Allen oyó que algo se movía entre las hojas. Empezó a temblar. Una sombra cruzó a gran velocidad delante del carruaje.
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Old Jack se encabritó asustado. Allen tiró de las riendas hasta que los dedos le dolieron. Poco a poco, el caballo se calmó.
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—¿Qué sucedió? —susurró Henry—. ¿Necesita el arma? —No —respondió Allen con una risita nerviosa—. Fue sólo un viejo conejo que cruzó el camino. Henry no se rió.
Allen y Henry viajaron durante más de hora y media. Allen temía que cada sombra fuese un cazador de esclavos. Tenía sueño, le dolía la espalda, sentía el frío de la noche húmeda y estaba cansado de tener miedo. 43
Finalmente, Allen vio una luz. Venía de una cabaña: la cabaña del abuelo Jay.
Allen bajó de un salto del carruaje y ayudó a Henry a salir. Llamaron a la puerta. Su abuelo los saludó en su ropa de dormir. El abuelo Jay parecía sorprendido, pero sabía qué hacer. —Entrad rápido, vosotros dos —dijo el anciano—. Allen, despertad a vuestro tío Levi. 44
Allen obedeció. El tío Levi se vistió y salió para ensillar los caballos. El abuelo puso alimento en una bolsa para Henry. Henry le agradeció al abuelo Jay y lo siguió hasta el granero.
Antes de que Henry y Levi partieran, Allen le extendió la mano a Henry. —Que tengáis un buen viaje a Canadá —le deseó Allen, pronunciando con gran esmero. Sus palabras sonaron firmes y claras. Henry James tomó la mano del muchacho. —No lo olvidaré nunca, amo Jay —afirmó, estrechando la mano de Allen—. Usted es un muchacho muy valiente.
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Epílogo Treinta minutos después, Henry y Levi entraron a un gran campamento de afroamericanos liberados en Mercer County, Ohio. El asentamiento era una importante escala del Ferrocarril Subterráneo. Una familia del campamento albergó a Henry hasta que el viaje hacia el norte fuera seguro. En unos meses, la familia Jay supo que Henry había llegado a Canadá. Allen creció y se convirtió en un reconocido maestro y ministro cuáquero. También se hizo famoso como orador, para sorpresa de muchos. Allen había nacido con un hueco en el paladar y, por esa razón, a veces era difícil entender lo que decía. Pero sus elocuentes mensajes de paz y amor llegaron al corazón de muchos cuáqueros. Cuando fue anciano, Allen escribió la historia de su vida y de su encuentro con el esclavo fugitivo en un libro que llamó La autobiografía de Allen Jay.
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El Ferrocarril Subterráneo siguió funcionando hasta después de la Guerra Civil. Esta guerra entre los estados puso fin a la esclavitud en los Estados Unidos. Para ese entonces, más de 60,000 esclavos fugitivos ya habían sido liberados a través del Ferrocarril Subterráneo. La cantidad era pequeña, comparada con los cuatro millones de personas que habían sido esclavizadas. El éxito del Ferrocarril Subterráneo fue un gran golpe para quienes apoyaban la esclavitud. El joven Allen Jay y otros líderes de su grupo ayudaron a poner fin a una de las más crueles prácticas de la historia de los Estados Unidos.
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LA GRANJA DE LA FAMILIA DE ALLEN JAY ES una de las “paradas” del Ferrocarril Subterráneo. Los padres de Allen dan comida y refugio a los esclavos que huyen desde el Sur, arriesgando su propia vida como “conductores” secretos. Un día de 1842, el padre de Allen le pide que ayude a un esclavo fugitivo. ¿Tendrá Allen el valor suficiente? ¿Lo logrará? En esta apasionante historia real acompañas a Allen en su encuentro con Henry James, un afroamericano que lucha para encontrar la libertad.
Títulos de la serie Yo solo Historia: Allen Jay y el Ferrocarril Subterráneo Botones para el general Washington Bronco Charlie y el Pony Express Caminando bajo la nieve Kate Shelley y el tren de medianoche La Bandera de Estrellas Centelleantes
La Dama de Cobre La niña que ponchó a Babe Ruth Mantén las luces encendidas, Abbie Salvar a la Campana de la Libertad Will y Orv