MAINIUEL FERNÁNDEZ-GALIANO
SÓCRATES Y LOS HOMBRES DE HOY ¿Fue Sócrates un filósofo? Si por filósofo se entiende el que ...
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MAINIUEL FERNÁNDEZ-GALIANO
SÓCRATES Y LOS HOMBRES DE HOY ¿Fue Sócrates un filósofo? Si por filósofo se entiende el que tiene una filosofía, no. Si se entiende el que busca una filosofía, tampoco . Pero fue algo más. Fue, efectivamente, una existencia filosófica, una existencia instalada en un «ethos» filosófico que, en un mundo asfixiado por la vida pública, abre, ante un grupo privado de amigos, el ámbito de una vida intelectual y ,de una filosofía asentándola sobre nuevas bases y poniéndola en marcha, tal vez sin saber demasiado adónde iba, en una nueva dirección . Son palabras muy conocidas' de Xavier Zubiri, quien no sólo es un excelente conocedor e intérprete de la Filosofía griega, según mostró Tovar z en un breve ensayo, y no sólo nos ha dado un airoso estandarte de combate para nuestras luchas en pro de las Humanidades s con su no es que los griegos sean nuestros clásicos; es que, en cierto modo, los griegos somos nosotros, sino que además puede perfectamente abrir el cortejo de hombres con talante socrático a los que hoy saludaremos : también él, en un mundo asfixiado por la vida pública, abrió, hace ya algunos decenios, el ámbito de la búsqueda de sí mismo y de las cosas ante un grupo privado de amigos . Son palabras que, además, definen perfectamente al viejo filósofo y explican las razones por las que nuestro mundo, a pesar de todo, tiene por fuerza que seguir venerando la memoria de quien nos enseñó el antidogmatismo, la independencia intelectual, la bella siembra de inquietudes buscadoras entre los demás, especialmente entre quienes, más jóvenes que nosotros, tendrán tiempo de ahondar en nuestros esquemas provisionales . Con lo cual no haremos más que continuar una tradición milenaria . José Antonio Maravall, hace ahora veintitrés años, condensó en un breve artículo' toda una preciosa serie de datos sobre esa triple línea de admiradores y aun adoradores de Sócrates que no cesa a lo largo de la Edad Media : la consideración genérica del gran pensador como inmortal maestro de la Filosofía -así ya en Dante, quivi vid'io Socrate e Platone / che'nnanzi allí altri piú preso li stanno, con referencia, claro está, al único Aristóteles 5, y, por ejemplo, en la Visión dantesca de 1 Zubiri en pág. 205 de «Sócrates y la sabiduría griega», en Naturaleza, historia, Dios, Madrid, 19512 , 149-218. 2 Tovar, «Zubiri y los griegas», en Ensayos y peregrinaciones, Madrid, 125-131 . a Zubiri en pág. 301 de «El acontecer humano : Grecia y la pervivencia del1960, pasado filosófico», o. c., 295-325. 1 Maravall, «La estimación de Sócrates y del saber clásico en la Edad Media española», en Rev. Arch . Bibl . Mus., LXIII, 1957, 5-68 . e Inf., IV, 134-135. 59
Alfonso de la Torre, donde Séneca y Sócrates presiden la casa de la Razón-; la incesante lucha en pro de un socratismo cristiano, como lo denomina Gilson, en que representaría un jalón importante san Bernardo con la exhortación al conocimiento de sí mismo; y el respeto inmenso hacia la muerte heroica de Sócrates, que da lugar, ya desde san Justino, a una comparación con Jesús, de que luego hablaré más de una vez, y a las magnificaciones renacentistas que culminan en el Sancte Socrates, ora pro nobis de Erasmo y de que es ejemplo nuestro, si no se quiere ir más lejos, el condestable don Pedro de Portugal con su afirmación de que el griego llegó al grado heroico de la virtud, que es la santidad . Pero esto nos llevaría muy lejos . Gruesos volúmenes requeriría el rastreo de la figura socrática a lo largo del Renacimiento, la época barroca y la Ilustración, y no soy la persona más capacitada para hacerlo, y menos aquí. Me contentaré, senci llamente, para no desairar a esta Sociedad en que tanta ilusión he puesto desde un principio, a espigar descuidadamente, dejándome casi toda la mies en el campo, unos cuantos ejemplos de amor y adhesión a Sócrates, todos de nuestro siglo, casi todos de nuestro país, que me han ido saliendo al paso desordenadamente en mis lecturas y que cualquier amante de las Humanidades de menos edad y con más ocio que yo podría multiplicar por cien o por mil . Probablemente el paralelo Sócrates-Jesús, prescindiendo aquí de toda consíderación teológica, es demasiado fácil y está demasiado manído . En el conocidísimo manual de Jean Brun, por ejemplo, hay un pequeño e inteligente capítulo' dedicado e. este antiguo tema que, después de Hegel y Marx, han tratado en nuestro siglo, verbi gratia, René Schaerer y Deman'. Siempre vienen a los puntos de la pluma las mismas similitudes: la condena y muerte injustas, inspiradas por un grupo de presión al que la figura del filósofo o del Dios hecho hombre molesta y perturba ; la lucidez y serenidad con que se acepta el destino; la presencia en torno al héroe de un grupo de amigos más bienintencionados que competentes o leales ; la posterior historia de la vida y palabras del mártir a cargo de cronistas como Platón, Jenofonte o los evangelistas, etc. Hay algo, sin embargo, que falta en la historia de Sócrates : un Judas. Critón vacila, se extraña, pero no cede ; y los discípulos infieles, Alcibíades y Critias, han muerto ya a la hora del proceso . ¿Será quizá Nietzsche, muchos siglos después, el Judas de Sócrates? No exactamente. El filólogo de Basilea y luego filósofo, como ha visto muy bien Dodds', se suele situar en actitud ambivalente ante el antiguo maestro. Está tan cerca de mí -dice- s que casi siempre estoy peleándome con él. Por una parte, Nietzsche admira 1° al viejo médico y plebeyo que Bajaba sin misericordia tanto su propia carne como la carne y el corazón del «aristócrata»; por otra veía en él al funesto paladín de una falsa Ptica, destructor del sano y humano elemento dionisíaco de la tragedia, asesinada, en un momento de declive y fatiga espirituales, por la moral, la dialéctica y la jovialidad, llena de suficiencia, del teorizante . Todo esto es -debería seragua pasada, y sólo como apasionantes documentos cabe leer hoy los resultados de la polvareda polémica -Rohde, Wilamowitz, Wagner- que se levantó` en torno s Brun, Socrate, París, 1960, 116-120. ' Deman, Socrate et Jésus, París, 1944 . s Dodds, Plato. Gorgias, Oxford, 1959, 387-391 . s En pág. 333 de «Wissenschaft und Weisheit im Kampfe», en Werke in drei Blinden, ed . Schlechts, III, Munich, 19602, 333-348 . i° Más allá del bien y del mal, traducción española de Sánchez Pascual, Madrid, 1972, 157. u Los escritos están recogidos por Gruender, Der Streit um Nietxscbes «Geburt der Tragódie», Híldesheim, 1969 . 60
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catedrático reciente de griego al que pronto abordaremos, se niega rotundamente a embarcarse en otras tareas que no sean la regeneración moral de España después de la tremenda derrota . El panorama, pues, no puede ser más negro en cuanto a los estudios clásicos, y no es raro que hombres como Leopoldo Alas, Clarín, presenten en sus escritos pocas huellas de formación grecolatina . No obstante, dicho año, el de su muerte, presencia la aparición en Barcelona de un libro de cuentos titulado El gallo de Sócrates, con nombre tomado a una de sus breves narraciones . Hoy podemos manejar cómodamente esta última, la que aquí nos importa, gracias a la edición de Cuentos escogidos de G. G . Brown `9, cuya introducción resulta muy útil en varios aspectos . Es obra extremadamente discutida -has been all things to all people, anota Brown- y negativa, en que se explaya amargamente lo que pudiéramos llamar torturado unamunismo de Alas, inestable en su ideario, krausista y antikrausista a un tiempo, anticlerical y vagamente deísta, satirizador implacable de los científicos y creyente en la verdadera ciencia. Aquí demuestra conocer bastante bien el tema socrático aunque, como siempre ocurre en aquella época, con noticias de segunda mano : su alusión a Esculapio, o sea Asclepies es señal indeleble de mediación francesa . Pero tiene razón en cuanto a la incomprensibilidad de aquellas últimas palabras famosísimas del Fedón, sobre las que tanta tinta ha corrido y que aún no entendemos los modernos Z° . Ni puede ser, como vio bien Wilanowitz Zl, que Sócrates quiera dar gracias a Asclepio por haberle librado de la vida -das Leben ist keine Krankheit, und Asklepios heilt kein Übel der Seele- ; ni, menos todavía, que el filósofo agradezca el haber dejado este vivir sin dolor, sin la horrible agonía de Cristo ; ni convence a nadie el hecho de que, sin precisar más, Platón anote aquí el encargo que el moribundo, no queriendo morir con deudas pendientes, da a su fiel Critón para que cumpla tal o cual promesa medio olvidada . El gallo de Clarín habla con precisión y lucidez ; en la duda hay que optar por la tesis que no cueste sangre ni ocasione matanzas de inocentes ; quizá Sócrates hablaba con alguna ironía incomprensible; pero el pobre Critón es como todos los discípulos del mundo, una larva alicorta que se dedicará en lo futuro a interpretar mal al maestro . Además el gallo pertenece al corral del orador y sofista Gorgias, igualmente despreciable, porque, a fuerza de querer probar todo, no prueba nada. El que demuestra toda la 1956 ; Millare , «Algunas observaciones sobre Menéndez Pelayo y las Letras clásicas», en La ,nao* r~^aa, X. 1956 . 1.8-19; Oroz, «Don Marcelino Menéndez Pelayo y la poesía latina», en An . Univ . Chille, CXIV, 1956, 7-25 ; Ruiz de Elvira, «Eti. Marcelino y la Filología clásica», en An . Univ . Murc . Fac. Filos. Letr ., XVII, 1958-1959, 3.0-4 .1 tr ., 133-139; Sánchez Reyes, Don 1Vlarceliro. Biografía del último de nuestros humanistas, Santander, 1956 ; Muñoz Cortés, «El 1,rian ;smo de Menéndez Pelayo desde la perspectiva de la Filología moderna», en An . Univ. Murc . Fac. Filos. Letr., XV, 1956-1957, 3 .° tr ., 493-519 ; Pabón, Menéndez Pelayo y la poesía clásica, Madrid, 1957 ; Soler, Don Marcelino Menéndez Pelayo, traductor de los autores griegos y latinos, mem. Lic., Madrid, 1958 ; Andoín, Un e pañol ejemplar como humanista y como hombre, Valladolid, 1959 ; Herrero, Menéndez Pelayo, humanista, Cuenca, 1961 ; Lázaro Carreter, Vida y obras de Menéndez Pelayo, Salamanca, 1962 ; Laín Entralgo, «Menéndez Pelayo y el mundo clásiso», en Cuad . Fund. Past., VII, 1963, 11-38 ; Hernández Vista, «Los escritores hispancrromanos : prejuicio y juicio estético de Menéndez Pelayo», en Rev. Lit., XXVI, 1964, 5-33 ; Aguilera, «Un artículo inédito de Menéndez Pelayo y algunas consideraciones sobre su "13íblioteca de traductores españole ."», en Homenaje al profesor Alarcos Garciá. II . Colaboración, Valladolid, 1965-1967, 123-150 ; d'Ors, «Cuatro precursores de la ciencia de nuestro tiempo», en Nuestro Tiempo, núms 241-242, julio-agosto, 1974, 9-26 ; Sánchez Reyes, Biografía de Menéndez Pelayo, Madrid, 1974 ; Sáinz Rodríguez, Menéndez Pelayo, ese desconocido; Madrid, 1975 . is Cuentos escogidos, ed . e intr . de Brown, Oxford, 1964 (el nuestro está en las págs . 222-226) . z° Cfr., p. ej ., Hackforth, Platos Phaedo, Cambridge, 1955, 190, n. 2 . 21 Wilamowitz, Platon, Berlín, 1962', 57 . 62
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