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UNION SOVIETICA: UN SUEÑO QUE NO FUE "La Historia se ha quedado sin culpables. Es tan grave y tediosa la expectativ...
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UNION SOVIETICA: UN SUEÑO QUE NO FUE "La Historia se ha quedado sin culpables. Es tan grave y tediosa la expectativa que será insoportable. Esa es la gran esperanza"
NOTAS EN ESTA SECCION La deconstrucción de la esperanza, por Manuel Vázquez Montalbán, 1999 El fracaso y el triunfo del neoliberalismo, por Atilio Borón ¿Otro mundo o muchos mundos?, Luis Mattini "Welcome" Trotsky, Celia Hart, 2005 La desaparición de la URSS bajo la óptica de Abraham, Gilbert, González, 0sz1ak y Sevares, 1991 Unión Soviética: la transición frustrada, por Ariel Dacal Díaz La Unión Soviética contra el socialismo, por Noam Chomsky, 1986 Crisis en Rusia, el fracaso del libre mercado, Alan Woods y Ted Grants ¿Estamos ante tiempos finales?, por Adrián Salbuchi La evolución del socialismo, Radio Internacional de China ¿Por qué incomoda tanto Cuba?, por Fray Betto El futuro de la Historia, entrevista a Howard Zin Comunicado del Partido Comunista de la Federación Rusa (2005)
1919 - A dos años de la revolución de octubre Lenin atraviesa la Plaza Roja
1945 - El Ejército Rojo ingresa triunfante en Berlín y finaliza la guerra Diciembre 1991 - La bandera de la URSS es arriada del Kremlin
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La deconstrucción de la esperanza Manuel Vázquez Montalbán, El País, 11/99 La caída del muro de Berlin es a la vez línea y catástrofe imaginaria. Habermas se plantea si hay que aprender a fuerza de catástrofes cuando se enfrenta a la obligación de hacer un diagnóstico del siglo XX, convergente con el de Hobsbawn en La Era de los extremos: El corto siglo XX, 1917-1991. Si bien la caída del muro fue saludada como el inicio de una historia sin bipolarizaciones y sin chantajes atómicos, diez años después asistimos a algo parecido a una deconstrucción de lo tan difícilmente construido por la razón solidaria y humanista a lo largo de más de un siglo: la filosofía del desarme, la descolonización y la construcción del Estado social. Como si mediante la ingeniería genética el ave fénix del capitalismo se resignificara emergente de los cascotes del muro de Berlín, su antigua lógica reaparece maquillada de modernidad, justificando con la coartada de la globalización el desarrollo armamentista y el intervencionismo militar, las relaciones de dependencia fatales entre globalizadores y globalizados y la no función del Estado social, presentado como un lastre para la extensión de la red de poder económico y mediático que fijará un nuevo orden. Una inteligentísima derecha que niega la división entre izquierdas y derechas, hegemoniza el discurso cultural mientras copa la parte sustancial de la red mediática global y deja la iniciativa programadora en manos de los centros de diseño económico, propiciando un economicismo determinista ciego ante el coste social y ecológico del crecimiento. Si bien el mercado aparece como el Gran Legitimador de lo bueno y lo malo y por lo tanto de lo necesario, el discurso se uniforma y se centraliza mediante la progresiva inculcación de pautas culturales regresivas en consonancia con el totalitarismo del pensamiento único neoliberal. En ocasiones se produce la aparente contradicción de que esa reforma neoliberal basada en la libertad de iniciativa frente al gregarismo estatalista debe apoyarse en un neoautoritarismo militarizado para cumplir sus objetivos de hegemonía, como ocurrió en el Chile de Pinochet. Los neoliberales tienen en Monte Peregrino su montaña sagrada, de la que descendió Hayeck en 1948 con las tablas de la ley antimarxistas y antikeynesianas, pero la derecha neoliberal autoritaria se ha apoderado del mensaje y lo ha convertido en los mandamientos canónicos de su proyecto histórico. El control economicista de la política ha dejado casi sin función a los políticos y tiende a convertir los Parlamentos nacional-estatales en simples teatros donde se desarrolla la dramaturgia de una democracia para profesionales. Aunque al parecer el muro de Berlín sólo se desmoronó sobre el costillaje comunista, diez años después se constata la impotencia de respuesta por parte de otras izquierdas, la socialdemócrata la más importante. Al final de la década de la catarsis y la autocomplacencia, las propuestas de la Tercera Vía de Blair, Giddens y Shroeder son meros restos del naufragio keynesiano disfrazados de radicalidad de verbo y de propósitos, aunque el propio Giddens es consciente del riesgo y lo exorciza por el simple procedimiento de enunciarlo: "(...) la imagen sola no es suficiente. Debe haber algo sólido tras el montaje pues si no el público ve muy
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pronto lo que hay detrás de la apariencia. Si todo lo que el Nuevo Laborismo tuviera que ofrecer fuera astucia mediática, su permanencia en la escena política sería corta y su contribución a la revitalización de la socialdemocracia, limitada". La propia lógica interna de los aparatos de poder de la socialdemocracia real fuerza a ocupar el espacio del social-liberalismo para disputar la hegemonía al neoliberalismo puro y duro, pero en ningún momento de esos análisis emerge la idea de la alternativa realmente modificadora: se trata de paliar los efectos de los nuevos centros de poder factuales que al pertenecer a la galaxia de lo cosmopolita han perdido incluso el carácter inquietante que tuvieron las grandes potencias o la en otro tiempo llamada oligarquía monopolista. Sólo se asume lo lingüísticamente correcto. Las izquierdas no reconocen enemigos, la Historia se ha quedado sin culpables, salvo en el caso de genocidas psicópatas. Nadie espera nada del futuro que no aporte la tecnología y la esperanza humanista emancipadora e igualitaria se convierte en espera no de lo bueno o lo malo, sino de lo inevitable. Es tan grave y tediosa la expectativa que será insoportable. Ésa es la gran esperanza.
El fracaso y el triunfo del neoliberalismo Atilio Borón El neoliberalismo coloca a nuestra sociedad frente a una gran paradoja. El neoliberalismo ha demostrado ser un rotundo fracaso en materia económica, pero al mismo tiempo su triunfo ideológico ha sido algo fenomenal, pocas veces visto en la historia de nuestras sociedades. Y creo que esta paradoja, esta combinación tan extraña entre fracaso económico y triunfo ideológico es lo que le da al fenómeno esta multiplicidad de características y sobretodo la dificultad de desarrollar una estrategia efectiva de ataque por parte de la de la izquierda. ¿Por qué fracaso económico?. El neoliberalismo no es una forma de desarrollo. No hay un sólo ejemplo en el mundo que atestigüe que con la forma neoliberal se puede pasar del subdesarrollo al desarrollo. Ningún país de los que hoy se han desarrollado lo hicieron siguiendo el modelo neoliberal. Uno podría decir: «Pero, ¿ y en América Latina?» Bueno tomemos en América Latina los tres o cuatro casos más importantes. El primer ensayo es el que se hizo en Chile del cual voy a hablar después; el segundo el de Bolivia, que ha fracasado
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rotundamente; en tercer lugar el caso mexicano. El presidente que fue el gran "modernizador" de ese México que entraba al NAFTA y de la mano de todos los ideólogos neoliberales proponía una reestructuración de la sociedad y la economía mexicana, hoy en día es prófugo internacional de la justicia, acusado por corrupción, y lo que es peor, presidió el derrumbe de la economía mexicana, un derrumbe calamitoso cuyo efectos, el famoso «efecto tequila» reverberaron en América Latina. No hay un sólo economista riguroso y competente que pueda afirmar hoy que la economía mexicana, después de doce años de reestructuración neoliberal, es una economía más sólida, más desarrollada, más competitiva, que produce mayores bienes y que ha garantizado el bienestar colectivo de los mexicanos. El experimento terminó en un fracaso rotundo. Recuerden que hace tres o cuatro años atrás las tapas de las principales revistas de la llamada «Comunidad Económica Internacional» frecuentemente mostraban el rostro sonriente de Salinas de Gortari, del Secretario de Hacienda Pedro Azpe como las grandes figuras del momento, los constructores del nuevo México. Hoy a esas personas hay que buscarlas en las páginas de Interpol y no por razones de corrupción sino porque el modelo se vino abajo, se derrumbó el peso mexicano y la economía mexicana está en una situación muy, muy mala. El caso argentino. Sabemos qué es lo que ha quedado de toda esta ilusión vendida por Cavallo y compañía. Cavallo decía siempre a sus críticos: «Estamos haciendo lo mismo que México», hasta que llegó el efecto tequila y dijo: «Argentina no es México». Hasta cinco minutos antes venía asegurando que él veraneaba con Pedro Azpe, chequeaban las informaciones e iban monitoreando el avance de estas economías hacia el desarrollo. El fracaso del experimento argentino es impresionante. Quedó un sólo elemento en pie, que es la estabilidad económica y el gran enigma es cuánto tiempo va a durar. Todo el resto, deuda externa, déficit fiscal, situación del empleo, aumento de la pobreza, superconcentración de riqueza, vulnerabilidad financiera, desindustrialización, desarticulación regional. No hay un sólo indicador presentable. Cuando Cavallo se va lo echan porque ya era absolutamente insostenible su situación. El gobierno tardó tres días en conseguir un sucesor; no había quién tomara esa papa hirviente que era la economía argentina siguiendo las recetas del neoliberalismo. Tanto es así que el presidente argentino confesó que finalmente el ministro actual es éste porque los otros no aceptaron. En un país tan exitista como éste, donde la victoria tiene muchos padres y la derrota es huérfana, es bastante sintomático que el gobierno argentino haya demorado tres días en encontrar tan brillante experimento económico. Quedaría el caso chileno que es un caso sui generis. Yo les voy a decir simplemente tres cosas sobre el caso de Chile. Chile es, de todos los países que adoptaron el modelo neoliberal, el menos neoliberal de todos, de lejos. En Chile la empresa del cobre, la corporación del cobre, que fue estatizada por el gobierno de Salvador Allende, sigue estando en manos del estado chileno a pesar de todo el argumento neoliberal que han desarrollado los economistas. Aquella empresa fundamental, ha seguido en manos del estado. En la Argentina, el equivalente hubiera sido que no se hubieran privatizado ni YPF ni las Telefónicas. En Chile no se privatizó, por muchas razones: primero porque los aportes que ingresan al tesoro chileno por las exportaciones del cobre rondan en torno a los 1700 millones de dólares por año que van directo a la caja fiscal. Es una suma mayor que los impuestos totales a las ganancias que tributan todas las empresas en Chile. Ahí tenemos un caso muy claro en donde el decálogo neoliberal del Banco Mundial, según nos dice John Williamson, uno de los primeros mandamientos privatizadores no se cumplió. Segundo elemento fundamental en el caso chileno: Chile es el único país en toda América Latina en el cual el tamaño del estado lejos de disminuir fue creciendo. El consenso de Washington dice que hay que achicar el estado, bajar el gasto público, hacer menor la proporción del gasto público sobre el total de la economía. Se cumplió al pie de la letra en todos los países. Lo vemos en México, en Bolivia, en Argentina. En Chile, no. Chile es el único país que hoy en día después de casi veinte años de gobierno neoliberal tiene una proporción de estado mayor que la que tenían antes en relación al conjunto de la economía. La Argentina, para dar una cifra muy común, bajó de un gasto público en relación al producto bruto en un orden del 33% al 26%, y sigue bajando. Brasil ha seguido bajando, en México también. Para efectos comparativos, les digo que los países europeos en su promedio, en un conjunto tienen una proporción de gasto público que fluctúa en torno al 44%, y que los países que tienen mayores servicios sociales, mayores prestaciones sociales como Suecia, la proporción del gasto público sobre el PBI es del 55%. En el otro extremo está el país más desamparado del mundo, desde el punto de vista de la prestación social, que es Gabón, en África, donde el tamaño del estado es equivalente al 3.5%. La Argentina y todo América Latina salvo Chile han ido moviéndose desde estar cerca por debajo del promedio europeo en dirección a Gabón. A eso ellos le dicen que estamos avanzando cerca del primer mundo. En realidad estamos yendo en el camino contrario; la única excepción es el caso chileno. Tercero: Chile es el único país de América Latina en donde es ilegal entrar con una valija con un millón de dólares una mañana, jugar a la Bolsa de Santiago de Chile al mediodía e irse a la noche con las ganancias a Nueva York. ¿ Qué quiere decir esto? Que tiene un mercado financiero relativamente regulado. No tanto como en Europa pero mucho más que en Argentina, donde como muchos de ustedes saben entrar con valijas llena de dólares, en la aduana de Ezeiza. Es casi un pasatiempo de la clase gobernante y es legal. También se puede en Brasil y en México. En EE.UU. cualquiera de ustedes que viaje con más de 10 mil dólares tiene que declarar eso y allí comienza la fiscalización. ¿ Cuál fue el resultado de todo esto ? Que debido a esa regulación que hace que ese flujo de capital financiero tenga que permanecer un año por lo menos en Chile y además que casi un tercio de ese flujo financiero permanece durante el tiempo de la inversión en manos del Banco Central, en Chile no hubo efecto tequila. Y no lo hubo no porque Dios fuera
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chileno, que es una discusión que está más allá de mi entendimiento, sino por una cuestión más simple. Porque tienen una legislación sensata que impide la locura que hay en Argentina, Brasil, México, Venezuela, etc. que es que so pretexto de la globalización el capital financiero entre en circulación sin ninguna clase de control. Entonces se cae una Bolsa mañana en Singapur y estos países caen uno tras otro siguiendo el efecto dominó. El caso chileno es uno de los casos que difícilmente pueda adjudicarse al mérito del neoliberalismo, porque tiene tres rasgos fundamentales, yo diría que son los tres mandamientos más importantes que han sido violados, más allá de que este gobierno, evidentemente, está muy lejos de haber producido los bienes y la calidad de vida que propagandiza. Ni hablemos del costo social. Pero se ve que, inclusive, en el caso chileno, el problema que hay es que el neoliberalismo como tal ha fracasado. Si esto es así, ¿cuáles son los ingredientes del triunfo? Como se decía antes yo creo que lo más importante es el triunfo ideológico. El triunfo ideológico es lo más importantes, y lo preocupante porque aún si el neoliberalismo fracasa como proyecto económico, si la gente, si la sociedad, si las clases populares, no tienen elementos para descifrar ese fracaso, y esos elementos son provistos por un discurso ideológico, una propuesta ideológica, un conjunto de categorías que permitan descifrar ese resultado, la gente va a seguir pensando que el neoliberalismo funciona muy bien. Y yo creo que el triunfo del neoliberalismo ideológicamente se verifica de manera bastante clara en los siguientes aspectos. En primer lugar, en un proceso de creciente mercantilización de derechos que han venido padeciendo las sociedades latinoamericanas. Es decir, cuestiones que antes eran consideradas derechos inalienables de nuestras sociedades, de los sectores populares o de la población en general, por ejemplo, el derecho a la educación. Hoy en día se ha creado un nuevo consenso, un nuevo sentido común de que en realidad eso es un bien, no es un derecho. Yo quiero llamar la atención de que este cambio de terminología de derecho a bien no es un producto accidental, no es un accidente del lenguaje. Es toda la prédica del Banco Mundial que en los últimos veinte años ha insistido en que hay que renombrar algunas cosas en materia económica porque los nombres convencionales son nombres que confunden a la gente y hace que piensen que tienen un derecho a la educación. En realidad la educación es un bien; quien lo quiera adquirir debe estar dispuesto a pagarlo, y un Estado comprensivo estará dispuesto a decir: «Bueno, aquellos que quieran una cantidad módica de este bien, totalmente insuficiente como es la escuela primaria, el Estado se los puede regalar aunque en realidad se los cobra en impuestos. Pero los que quieran más, secundaria, universidad, postgrados, tiene que pagar porque son bienes. Como el que quiere cortarse el pelo, en una peluquería le darán el servicio, el que quiere una ropa, se la compra . Esto ha ido metiéndose en América Latina, haciéndose carne en materia de educación, de salud, de vivienda, de recreación, es decir ha habido un retroceso enorme y esta es la gran victoria del neoliberalismo: haber transformado los derechos en bienes que son ahora bienes que deben conseguirse en el mercado. En segundo lugar, la otra gran victoria ideológica ha sido la satanización del Estado. El neoliberalismo ha tenido un éxito rotundo en convencer a la gente de que el Estado es algo malo, intrínsecamente perverso y que hay que destruirlo. Acá en Argentina es un caso maravilloso. Esto surgió como producto de una campaña perfectamente orquestada por los medios de comunicación de masas con un discurso permanente, coherente, persistente, lanzado las 24 horas del día, y que a la larga terminó de convencer a la gente de que el Estado era el enemigo a destruir. Obviamente que para esto tenemos que recordar que se contó con la inestimable colaboración de una serie de gobiernos a cuál más corrupto, a cuál más despótico, e importantes sectores de la burguesía que hicieron todo lo posible para que este Estado funcionara mal, dándole entonces pábulo a la crítica en contra del Estado que se hacía y, además hay que decirlo, a la inestimable colaboración de las camarillas sindicales que en el seno del Estado o en un conjunto de sindicatos vinculados a empresas estatales fueron copartícipes de este proceso de destrucción del Estado que nos da entre otras espectacularidades folklóricas el hecho de que cuando se producen las privatizaciones en Argentina no son sólo los burgueses los que se acercan a la mesa a comprar, también vemos a dirigentes sindicales capaces de poner 20, 30, 40, 50 millones de dólares para comprar alguna parte de las empresas privatizadas. Lo cual habla de un infinito nivel de corrupción de esa camarilla sindical que lamentablemente hemos padecido en este país.
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Tercer elemento, y yo creo que el más importante. Se ha dicho que el neoliberalismo se anotó un gran triunfo al convencer prácticamente a todo el mundo de que no hay otras alternativas. El neoliberalismo obtuvo un éxito rotundo en el momento que impuso a la sociedad la ideología de que no hay alternativas. Margaret Thatcher lo planteó en su primera campaña: " No hay ninguna otra alternativa: esto o el desastre; esto o el Apocalipsis". En este sentido, las sociedades latinoamericanas, y el caso argentino es bien interesante, han vivido permanentemente bajo la extorsión y el chantaje. La extorsión y el chantaje del terrorismo de Estado en la época de la dictadura y después la extorsión y el chantaje de la hiperinflación. Y es muy interesante, hace dos años en Río de Janeiro, contaba Perry Anderson que en una reunión de técnicos y expertos un economista del Banco Mundial dijo: todavía en Brasil no vamos a tener suerte en un programa de ajuste. Anderson le preguntó por qué. Y los técnicos respondieron: porque todavía el pueblo brasileño no ha sentido en carne propia el dolor lacerante de la hiperinflación. En Argentina se pudo hacer porque después de 5.000% de inflación por año, la sociedad se entrega y acepta los rigores de un programa neoliberal. Y en Brasil esto todavía no sucede. Y fíjense que es interesante después ver qué pasó con el plan real, la manera cómo el gobierno creó las condiciones para que cuatro meses antes de las elecciones presidenciales Fernando Henrique Cardoso apareciera como el salvador, el mesías que puso fin a la amenaza de la hiperinflación en Brasil. Recordemos nosotros que en el momento en que se lanza la campaña presidencial en Brasil, Lula tenía más del 40% de intención de voto y Cardoso no llegaba al 15%. Después de esta «hazaña» de derrota de la amenaza hiperinflacionaria aparece la amenaza de «si quieren detener este peligro, la única receta que hay es la receta neoliberal. Yo creo que este es el punto fundamental que hay que salir a discutir, porque si se acepta el punto de vista del neoliberalismo, que a nivel de masas está muy instalado, es evidente que no vamos a tener la capacidad de pensar en algo distinto. En ese punto es fundamental decir: vamos a ver cuál es el modelo de reemplazo, alguna propuesta para no tan sólo hacer que el esclavo se rebele contra el amo, sino que el esclavo vea que hay una cosa diferente a la esclavitud, que hay un sistema, una forma de organización social que ser puede diferente y superadora a todo aquello. De lo contrario nos va a ocurrir lo que se nota en amplios sectores de la oposición política argentina donde ante la total aceptación de este modelo neoliberal se atribuyen los problemas estructurales de este modelo a la soberbia de los dirigentes; que ahora que la oposición está más fortalecida hay que hacer que el presidente sea menos soberbio, ignorando que aquí hay una lógica de desarrollo, que este modelo está funcionando muy bien. El modelo, desde la óptica de los grandes empresarios, funciona muy bien. Ahora hay una pequeña turbulencia política porque la gente está presa de ese mal humor, pero que haya cada vez más pobres es síntoma de que el modelo funciona muy bien, que cada vez hay mayor concentración de la riqueza quiere decir que el modelo funciona, que cada vez hay mayor fragmentación regional, es porque funciona muy bien, somos cada vez más dependientes de la deuda externa, es porque funciona muy bien. Porque ese es el circuito de acumulación de los grupos dominantes. Entonces acá el tema es plantear la alternativa, porque sino vemos como después de la huelga última muchos dirigentes exhortaban al gobierno por un lado a dejar de ser soberbio, a moralizar el modelo. El modelo no se puede moralizar, tiene que funcionar así, funciona con un alto nivel de corrupción
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donde quiera que sea. Aquí, en la China, en Inglaterra. Entonces hay que dar un combate muy fuerte para superar este desarme ideológico de la izquierda. Ahí me permito hacer un juego de palabras, una metáfora. Muchos autores hablan de que en la década del 30 cuando el capitalismo estaba realmente asediado por una parte por la existencia de la Unión Soviética y por otra por la crisis de los fascismos y la gran recesión, algunos autores burgueses celebraron el advenimiento de Keynes, el genial economista de Cambridge, diciendo : Keynes fue el Marx de la burguesía. Probablemente nosotros estamos necesitando ahora el Keynes del proletariado. Es decir, aquel que produzca un conjunto de fórmulas concretas para ver cómo se sale de esta crisis. No tanto que vaya a reescribir los tres tomos de El Capital, sino que diga: aquí hay 20, 25 medidas que hay que hacer, son 1, 2, 3,....que fue lo que hizo Keynes en la famosa Teoría General: aquí la salida de la crisis es por el lado de la demanda, la demanda significa aumento de la intervención estatal, esto significa que tenemos que inventar una política económica, no es una empresa difícil. Sin embargo a mí lo que me alarma es ver cómo algunos compañeros de la izquierda se piensan que nosotros estamos poco menos que congénitamente incapacitados para pensar una salida al neoliberalismo. Esto creo que obedece en primer lugar a la abrumadora hegemonía ideológica del neoliberalismo. Como decía muy bien el compañero, todos tenemos algo de liberales adentro, y es cierto, hay una hegemonía tan abrumadora porque está en todos los medios, en la vida cotidiana, que es muy difícil pensar. Además cuando se entra al terreno más concreto por ejemplo de la ciencia económica, tenemos que vernos con dos supertanques del pensamiento como son el Banco Mundial y el Fondo Monetario. Ustedes piensen que el Banco Mundial tiene una legión de 7.000 economistas trabajando en Washington y en todo el mundo, que están altamente preparados, con grandes sueldos, con todas las facilidades, bancos de datos, bases bibliográficas, computadoras, información de primera agua que nosotros no podemos tener, y que están permanentemente segregando ideología, segregando fórmulas, su misión es esa. Entonces, ¿que es lo que ocurre? Acá hay muchos economistas que son críticos, y que en una charla privada son capaces de despedazar al modelo neoliberal. Pero a la hora que yo le pido que vamos a desplegar un comunicado en los diarios, una solicitada diciendo esto que hemos conversado, no lo pueden hacer porque hay una dependencia estructural. La profesión de los economistas hoy depende de la plata, del Banco Mundial y de las grandes empresas; esto tiene que ver con la crisis de las ciencias económicas, crisis aterradora no solamente en Argentina y en América Latina que es un escándalo, una vergüenza, sino también en los países europeos. Hay una crisis brutal, hay una pérdida de objetivos básicos. Aquí llegó Garys Becker que fue hace poco premio Nobel de economía. Lo trajeron por dos días a decir , que para combatir el problema del desempleo había que flexibilizar por completo el mercado de trabajo, acabar con el movimiento obrero, liquidar todas las viejas conquistas sociales. Es decir, «si los trabajadores están dispuestos a trabajar gratis o por lo menos por un dólar al mes se acaba todo el problema del desempleo». Ese es el premio Nobel. Se imaginan ustedes lo que serán los otros, que son los humildes peones. Lo que dice, en términos cotidianos, es una cretinada indefendible. Ahora, ¿por qué lo hace? Porque hay un sistema mundial de los economistas como profesión que hace que aquel economista que decida sacar la cabeza y decir: «todo esto es un sin sentido», ese tipo está desocupado por el resto de sus días. Entonces vamos a ver cómo armamos estructuras que contengan a estos compañeros, gente que tiene familia, que tiene hijos, padres que atender, que yo sé que en este momento trabajan en el Ministerio de Economía de este país, que me tiran datos por debajo de la mesa, pero también me dicen «júrame que esto no lo vas a decir en público y si lo decís, no me citás». ¿Cómo resolvemos este tema? No le podemos decir a este compañero que se inmole. Bueno, son muchos. Esto tiene que ver con un aspecto de esta hegemonía de las ideas neoliberales que es el Banco Mundial, que es el gran organismo subsidiador de investigaciones que hay en nuestros países.
En segundo lugar, el papel de los medios de comunicación. En tercer lugar, el retraso ideológico de la izquierda. Yo creo que ahí nosotros no podemos pensar que todas las culpas son de que esta burguesía ha sido muy artera en su estrategia de dominación. Lo decía muy bien Regalado, cuando llegamos a dar con las respuestas nos cambiaron las preguntas. Tenemos que tener la respuesta más rápida. No podemos demorarnos 40 años en darnos cuenta que la planificación total de la economía no funcionaba. ¿Por qué? Porque hubo economistas marxistas, que lo venían diciendo en la Unión Soviética y fuera de ella. Que ahora descubramos eso, de que los mercados son importantes, 45 años después que Oscar Lange lo denunciara por primera vez en el debate en Polonia. Nos demoramos 50 en
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llegar a la respuesta. Es de esperar de que ahora no nos demoremos otros 50 en dar una respuesta porque evidentemente así nos condenamos a la obsolescencia. Y esto, ¿por qué es así? Yo creo que en general en la izquierda en América Latina, todavía sobrevive la cultura de las consignas. Es muy interesante lo que Palmiro Togliatti, que fue uno de los comunistas más lúcidos que hubo en Europa, decía: «En la lucha contra el fascismo uno de los problemas más graves que había es que los compañeros de nuestro partido son demasiados afectos a las consignas y tienen poca pasión por estudiar el fenómeno, lo novedoso realmente de la dictadura fascista». A mí me parece que eso todavía sigue pasando. Sigue sobreviviendo una cultura muy fácil, liquidamos con dos o tres grandes frases muy grandilocuentes lo que es el neoliberalismo y olvidamos algunos pequeños hechos molestos que aquí se plantearon. Por ejemplo, cómo explicar que el neoliberalismo gana elecciones. Hay que explicar eso, no es tan sencillo. El neoliberalismo acá no vino por un golpe militar. En Chile lo impuso Pinochet, acá se ganó y Menem obtuvo 49,9% de los votos en una elección diciendo: «voy a seguir el camino, voy a profundizar este camino» Y los datos revelan que entre la población desocupada aquellos que votaron por Menem llegaron al 57% . O sea que si hubieran votado sólo los desocupados en las elecciones del 14 de mayo del 95, Menem ganaba con el 57%. ¿Qué vamos a responder? Simplemente con una consigna fácil: «Falsa conciencia del lumpenaje?» No, basta de esa pavada, porque si hay un 20% de lumpenaje, este capitalismo ya es una cosa muy especial. Entonces tenemos que estudiar para ver qué es lo que pasa. Me parece que este retraso es importante. ¿Por qué digo que el tema de los medios es fundamental?. Nosotros (cuando digo nosotros digo izquierda en un sentido muy amplio) somos hijos de la cultura gutemberguiana. Somos hijos de la cultura del libro. Marx y toda la tradición marxista es la culminación de lo que podríamos llamar el iluminismo, la ciencia, la razón. Eso es bueno, y no hay nada de qué arrepentirse. Me diferencio tajantemente en esto de todos los sociólogos postmodernos o postmarxistas que hacen una crítica de la razón. Eso es una locura directamente. Creo que es muy importante recuperar esa herencia. Es cierto, somos hijos de la razón porque la razón derrotó al dogma y al oscurantismo medieval, de manera que no vamos a abandonar esas banderas, por favor. Pero al ser hijos de la razón en una época donde la razón circulaba a través de un libro, esto hace que nosotros en este momento estemos recluidos en esa cultura. Y la cultura del libro, la cultura de la palabra escrita es hoy un cultura de élite, ya no es más una cultura de masas. Este es el tema que creo que en la izquierda no estamos conectados. La cultura del libro fue la cultura de masas hace 100 años atrás, cuando los dirigentes obreros en América Latina y Europa se preocupaban por la prensa obrera, porque habían dado primero la batalla por la alfabetización universal y después para que leyeran los periódicos. Ustedes vieron los diarios obreros, socialistas y comunistas de países como Francia, Italia, Alemania. Eran el vehículo fundamental de la lucha ideológica. Hoy en día ya no es más porque la gente no lee más, leemos unos pocos. Y esto más vale que nos lo grabemos en la cabeza. Yo soy profesor y les digo: mis alumnos no leen. Tienen mucho más tiempo de contacto frente a una pantalla de televisión o de computación que frente a un libro. De manera que ahí hay un problema muy grave porque toda esta cultura gutemberguiana del libro, el panfleto y del folleto se tropieza con el hecho de que hoy en día si queremos transmitir ideas tenemos que dominar los métodos audiovisuales, el lenguaje audiovisual y sino no podemos comunicarnos o nos comunicaremos con una pequeña elite, aquellos que todavía leen. ¿Qué obrero, qué trabajador, qué estudiante de ciencias sociales hoy acomete la empresa de leer El Capital? ¿Cuántos? Vamos a ser honestos. La Facultad Ciencias de Sociales tiene 8.000 estudiantes. Probablemente habrá 100 que yo sé que han leído algo de El Capital, y no creo que lo hayan hecho mucho más allá de los primeros capítulos del tomo 1. El resto no, aun cuando sean compañeros que están totalmente compenetrados con la causa de la izquierda, que quieren el comunismo, que quieren el socialismo, que quieren superar el capitalismo. El problema es cómo nos comunicamos. Y ahí aparecen los dos o tres problemitas. En primer lugar esos medios son monopolios privados, en casi todos los países. Hay en algunos casos en Europa de combinación de monopolios privados con presencia estatal, pero en América Latina no hay nada que pueda contrarrestar el peso fenomenal que tiene, por ejemplo la Red Globo en Brasil que hizo los dos últimos presidente de ese país. Cuando digo hizo, es que los proyectó en una campaña nacional que de otra manera no se hubiera podido armar. O el peso fenomenal que tiene la Red Televisa en México que repercute en toda América Latina. Acá este conglomerado de dos o tres canales de televisión, el Canal 13 que tiene Clarín, las radios más importantes como Radio Mitre, Telefé, Editorial Atlántica y el emporio multimedio de América, son tres oligopolios que tienen un control absoluto, porque acá no tenemos canal público de televisión. Segundo obstáculo, aún cuando supongamos que nos dieran ese espacio, en general, nuestra gente está programada para funcionar con otro medio, y lo que quiero decir, para aquellos que están muy metidos en la cosa de computación, acá no es un tema de cambiar el disquete. Nosotros estamos todavía pensando de que se trata de hacer lo mismo, que cuando se escribe se habla. Y no, es un lenguaje completamente diferente. Hay un tiempo de transición en donde esta dirigencia de izquierda pueda adoptar lo que son las formas propias de la comunicación audiovisual, porque la cultura gutemberguiana es la cultura del relato, es la cultura del razonamiento profundo, el ida y vuelta, yo puedo ir, volver para atrás. La cultura más mediática es una cultura completamente diferente. No es una cultura de profundidad, es la cultura de efectos; el golpe de efecto, la palabra justa, el gesto, la mirada es lo que decide una intervención, no lo que dice. Yo he hablado mucho de esto con gente que estudia científicamente acá y en
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otros países. Cuando aparece alguien en la televisión, al día siguiente, ¿qué es lo que la gente recuerda? La cara. Porque después cuando le preguntan qué dijo responden: -No sé. -¿Y le gustó? -En ese momento sí. -¿Pero por qué le gustó? -No sé. Son preguntas que revelan un nivel primarísimo, rudimentario pero ese es el nivel de los medios que hoy importa. Entonces, ¿de qué manera la izquierda puede instalarse en esa cultura postgutemberguiana, o la cultura audiovisual y poder adoptar un estilo de comunicación que siga las líneas irregulares de flashes?. La comunicación televisiva es básicamente un flash. Hay que tirar una palabra justa, apropiada y nada más porque no hay tiempo de hacer un razonamiento. Allí hay un problema muy fuerte y yo creo que las dificultades que tenemos para dar ese combate ideológico son durísimos en ese terreno. ¿Tenemos esperanza? Yo creo que sí. Tenemos esperanza porque a pesar de ese diagnóstico sobre el avance ideológico del neoliberalismo es evidente que nosotros tenemos un elemento muy importante a nuestro favor y es que objetivamente tenemos la razón. Es decir, los diagnósticos nuestros son análisis verdaderos. A la larga esa verdad por gravitación va a prevalecer; pero a la larga, como decía Keynes, podemos estar todos muertos. Mientras tanto hay que ver de qué manera podemos avanzar. Yo pienso que tenemos posibilidades, tenemos buenos argumentos, tenemos buenas críticas, tenemos que empujar más en la dirección de poner en discusión una serie de aspectos que han sido dogmatizados. Tenemos que ver la manera de crear instituciones que permitan viabilizar estas propuestas transformadores que tienen un costo muy grande, como por ejemplo para los economistas que se atrevan a decir estas cosas. Y yo creo que si ésto se hace en el momento en que la balanza de la correlación de fuerzas se vaya inclinando hacia la izquierda, hacia la crítica al neoliberalismo, que es algo que ya empieza a advertirse en algunos países europeos en movimiento muy lento, ahí tenemos que tener la propuesta a mano porque sino esa oportunidad se va a desperdiciar. Atilio Borón es coordinador del centro de investigaciones EURAL (Europa- América Latina) America Libre www.nodo50.org/americalibre
¿OTRO MUNDO O MUCHOS MUNDOS? Por Luis Mattini Después de la catástrofe con los implosión de la URSS en 1989, la izquierda afín al ex movimiento comunista internacional quedó anonadada y paralizada por lo menos por una década. Cierto es que a todos nos conmovió hasta los tuétanos sobre todo por lo imprevisto y porque a pesar de sus graves defectos, de algún modo creíamos que aquel socialismo real era un enfermo curable. La izquierda opositora, aquella que se inspira en el movimiento engendrado por Trotsky y una seguidilla de variantes, cantó victoria a lo Pirrio. Desaparecía el más grande escollo para la marcha hacia un “socialismo científico” sin las “perversiones” stalinistas. Polonia era el ejemplo para el trotskismo, China para el maoísmo. Los comunistas argentinos, huérfanos de la guía exterior, no fueron capaces de mirar hacia adentro, y viraron sorpresivamente hacia Cuba, olvidando que Fidel había sido tachado de “demócrata pequeño burgués” y el Che de gran aventurero. La Habana remplazó a Moscú y ahora las cartillas de catecismo de Marta Hanecker reemplazaron a los manuales de la Academia de Ciencias. Por ellas nos enteramos que “el stalinismo no es el leninismo”.
Las causas de la implosión de la URSS fueron adjudicadas a la omnipotencia del imperialismo y a la traición de los dirigentes soviéticos. En el mejor de los casos a las erróneas políticas económicas. Los economistas marxistas parecían desconocer que la Unión Soviética fue , hasta la década del setenta, después de Japón, la economía mayor crecimiento, a pesar que habían soportado la guerra que destruyó 1700 ciudades y 70 000 aldeas, más unos veinte millones de muertos soviéticos. Además se largaron a la carrera espacial con notable éxito y despilfarro de fuerzas productivas. Esa vilipendiada industria soviética era capaz de producir un fusil AKA sin rival en su época, poner un robot en la luna, hacer aterrizar los astronautas en un espacio acotado dentro de su territorio y al mismo tiempo sus hojas de afeitar no servían ni para tusar caballos. Asimismo emularon al capitalismo en la depredación del Medio Ambiente, no tanto por necesidades económicas como por soberbia científica. Lo que quiero señalar es que ni la omnipotencia imperial, ni traiciones internas ni falta de capacidad productiva fueron las causas principales del derrumbe.
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Por otro lado, liberado de la contención stalinista, tampoco el movimiento obrero mundial se volcó la revolución como pensaban los trotskistas. Para colmo de males los chinos, olvidando la sutileza atribuida a los orientales, ni siquiera disimularon con glasnot ni perestroica, directamente se asumieron como una competitiva potencia capitalista gobernada por el partido comunista. Con la sentencia “no importa el color del gato sino que cace ratones” modernizaron, industrializaron, se insertaron en el mercado mundial a costa de las penurias de sus campesinos. Vietnam, después de haber vencido tres imperios en una de las guerras de liberación más notables de la historia, no pudo construir un estado económicamente independiente y próspero como soñaba Ho Chi Mihn. Por el contrario, a los veinte años de la caída de Saigón, sus políticas económicas no se diferenciaron sustancialmente de las de nuestro ministro Cavallo. ¿Europa del este? Cumplió con ácido humor húngaro, su larga marcha hacia el capitalismo. En ese contexto mundial fueron pasando los años del señoreo del menemismo. La izquierda diciendo lo mismo de siempre. El Che, muerto y no peligroso, fue santificado en el bronce, una manera de rematarlo por las dudas, y el experto norteamericano James Petras pasó a ser el custodio de la moral revolucionaria de los latinoamericanos. El llamado “progresismo” empezó a tomar cada vez mayor distancia del “eurocentrismo” para aproximase al…”americanocentrismo”. Los Estados Unidos pasaron a ser modelo pese a todo. Desde luego, criticando su carácter imperialista, pero el sentimiento fue algo así como decir: “Lo malo es que son imperialistas, porque fuera de eso, es la sociedad democrática y de las oportunidades para todo el mundo”. Algunos lo comparaban con la Atenas del siglo IV, iluminadores de cultura frente a la “decadencia” de la vieja Europa y la supuesta pobreza material, espiritual e intelectual de nuestros países, sin ver su rápida transformación en el Estado teocrático terrorista. El bíblico peligro amarillo se transformó en peligro islámico. La sociología y las “ciencias políticas” estadounidenses, con algunas pinceladas de Habemas y retoques hegelianos, fue la fuente de inspiración de la manga de “asesores” del FREPASO en donde la “gestión” reemplazó a la política, con el agravante de ser una de las peores gestiones de que se tenga memoria. Con una papa en la boca hablaban de “la era del conocimiento” ocultando el tamaño de sus orejas con la vestimenta de moda. La imagen tomó el lugar de las ideas, las que pasaron a ser monopolio de cuatro o cinco profesores de filosofía, devenidos por arte de un periodismo asombrosamente ignorante en “filósofos”. El turquito Menem había convencido a todos, amigos y opositores, de sus ojos celestes y la marcha hacia el primer mundo.
Sin embargo, desde el lado profundo de los pueblos se buscaban no sólo explicaciones a lo que había pasado sino nuevos caminos. Cuando Irak ocupó Kuwait y los estadounidenses usaron el pretexto para atacar a Sadam, un grupo de sobrevivientes de la izquierda de los setenta que habíamos roto con formas orgánicas desarrollamos nuevas experiencias, sostuvimos que correspondía oponerse a la guerra, por la guerra en sí misma, exigiendo la paz, no sólo el no a la agresión norteamericana sino también el retiro de Sadam de Kuwait. Desde luego éramos un grupo muy pequeño y apenas si alguien nos escuchó, pero allí donde nos conocieron, nos trataron poco menos que de traidores a los “intereses del proletariado mundial”, intereses representados en ese momento por Sadam, quien dicho sea de paso, liquidaba kurdos y comunistas al mejor estilo de Chan Kai Sek, aunque en lugar de usar las calderas de las locomotoras, empleaba las armas químicas brindadas por los EE.UU. Gran parte de la izquierda se guiaba por ese concepto campeón del maniqueísmo “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”
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Agotada esa experiencia que se completó en una revista que supo llamarse XX-XXI y que no pasó de unos pocos números, empecé a trabajar con los jóvenes que constituyeron el grupo llamado “El Mate” y que publicaban la revista “De mano en mano”. Desde esa práctica fuimos elaborando hipótesis y revisando las teorías . Por otro lado con Miguel Benasayag, viejo militante del PRT que reside en París trabajábamos en la misma dirección. En el ínterin nacía el neozapatismo que obró como un excelente incentivo. Poco después el grupo El Mate organizó las “Cátedras Che Guevara” las que, en los casos que mantuvieron la autonomía de los partidos, fueron laboratorios de pensamiento critico y creador. Esta nueva generación evitaba fundir al Che en el bronce, lo revivía en una nueva práctica social en la que surgía la modalidad de lucha popular que empezó llamándose fogoneros, para generalizarse como el nombre de piqueteros.
Hicimos relecturas del marxismo clásico, revisamos sobre todo el pensamiento latinoamericano, abrevamos también en corrientes más discutidas, tanto la escuela e Francfort, como filósofos franceses difíciles de digerir, tomamos algunas cosas y descartamos las más, seguimos los trabajos de Negri, con quien tenemos una relación polémica. Compartimos o discutimos con otros grupos que empezaban a proliferar, “La mesa de los sueños”; “Retruco”, La corriente “Mariategui”, la Cátedra libre de Derechos Humanos, la revista “Acontecimiento”, etc. Pero el incentivo principal estaba dado por lo que ocurría en lo que hoy algunos llaman “la izquierda social”, ese movimiento que se abría paso a fuerza de cortes de ruta y la creación de experiencias autónomas en todo el país.
Una de las primeras hipótesis fue el cuestinamiento a la teoría del poder. Para las nuevas generaciones, ha sido quizás más fácil, pero para quien esto escribe, que había participado en la construcción y desarrollo de una de las organizaciones que más seriamente tuvo en el país un planteo y una práctica de toma del poder, en el cual pusimos el cuerpo y el alma, tal cuestionamiento no podía ser menos que desgarrante. Y lo fue, debo admitirlo, treinta años de militancia en un mismo sentido no se sacuden alegremente. Sostengo, por experiencia propia, que se necesita más coraje para esto que para asaltar cuarteles y comisarías. Empezamos a comprender el poder como algo más que la estructura coercitiva del aparato del estado, entenderlo como una relación social, un entretejido en el cual todos tenemos parte. En segundo lugar cuestionar la teoría de la toma del poder como modo de cambiar la sociedad. Si el poder es esencialmente una relación social, algo más inasible que el aparato coercitivo del estado, en realidad el poder no es “tomable”, a lo sumo lo que se toma el aparato del estado. Revisando la vieja expresión, se puede
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“tomar” el gobierno, no el poder. En tercer lugar la critica al partido. El partido leninista (y todo partido lleva su marca) fue el más formidable aparato para la toma del poder, es decir para la captura del aparato del estado. Por lo tanto si no nos proponemos tomar ese aparato, no necesitamos el partido. No sólo no es necesario, sino que aquellas virtudes como máquina político-militar para el asalto al poder, se transforman en una estructura castradora de la creatividad colectiva que busca la emancipación por otras vías. En cuarto lugar cuestionamos el papel del sujeto como algo predeterminado por la historia, por su supuesta ubicación material en la sociedad. El sujeto no nace, se hace, podríamos decir. ¿Que eso no es novedad? ¿Que siempre hubo corrientes criticas de un marxismo mecanicista, determinista? Es verdad, sólo que intentamos recuperarlas en su totalidad incorporando prácticas que habían sido desestimadas y descalificadas por “no proletarias”. En quinto lugar una reconsideracion de la subjetividad, rescatando conceptos como la pasión y el deseo, que exceden en mucho la estrecha fórmula “factor subjetivo” como expresión de la simple conciencia. El mito moderno de la “conciencia”, condición necesaria, pero absolutamente insuficiente, pone en tela de juicio toda consideración pedagógica, todo sistema educativo y además, es lo que explicaría la pasividad de la izquierda tradicional en la década del sesenta y el setenta. ¿Puede pensarse que a esa izquierda le faltaba conciencia? En sexto lugar los cambios en las estructuras de las clases sociales, la desindutrializacion que dispersa al obrero fabril y proletariza a la gran masa de la sociedad. El fin de la “cultura chimenea”. El concepto de lucha de clases no desaparece, por el contrario sigue siendo un fuerte asidero teórico como base material cualquier teoría de emancipación , pero cambian radicalmente sus características. En sexto lugar el papel de las vanguardias. Relativizada la idea de la toma del poder, se diluye la necesidad de una vanguardia permanente, se puede empezar a hablar de muchas y ninguna vanguardia y cada una en situación.
En séptimo lugar el concepto de situación, muy desarrollado por Miguel Benasayag, que intenta salir de la trampa de la subordinación de la parte al todo. Esto significa que cada lucha tiene su nudo en la rebelión contra la injusticia en concreto, dentro de la situación y en independencia de una supuesta “estrategia” o “destino final”. Puede coincidir con determinada “estrategia”, pero su núcleo, está en la propia situación. Significa también invertir la visión “progresista”, que ubicaba al comunismo al final del camino. El comunismo recobra su carácter libertario como punto de partida y no de llegada. En octavo lugar la cuestión del pensamiento y en ella una crítica a la teoría del conocimiento de la
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modernidad adoptada por el marxismo oficial. Diferenciación entre conocer y pensar, relatividad el papel del cerebro en favor de todo el cuerpo y fijar los límites de la razón “cerebral”. Por último, y sin agotar el asunto, el verdadero contenido de subversión, radicalidad, libertad, que implica un universo muchísimo más amplio que luchar sólo contra la plusvalía. Esto significa replantearse la categoría “revolucionario” como una especie de identidad adquirida sólo por un enunciado: “yo soy revolucionario”, para ubicarla en el acto de rebeldía y de real subversión. Dicho de otra manera, ubicarla en el acto y no en la declamación. Consecuentemente, la rebeldía excede en mucho a la clase obrera, se extiende a otros protagonistas sociales, los cuales, en los hechos, han demostrado que la más de las veces han estado por delante de la clase obrera industrial, sujeta a la disciplina fabril y el sindicalismo o a la espera de que el partido señale cuál es el momento de alzarse.
Estas y muchas otras cosas fuimos discutiendo, experimentando, confrontando con las experiencias de los protagonistas, con nuestra propia práctica social, intercambiando con otros grupos del país y de diversos países, escribiendo en revistas de poca circulación, algunos libros, en fin puede hablarse de una década fructífera dentro de la “década perdida” del menemismo, perdida para los intelectuales clásicos que quedaron sin Dios con las caídas.
En 1999 publiqué parte de estas conclusiones en un libro “La política como subversión” No se trata de un trabajo completo ni mucho menos. Apenas las primeras conclusiones e interrogantes de lo que he resumido más arriba, con mucho de mi coleto anterior, es decir con cierto ajuste de cuentas con un pasado más lejano. Dos años después me topé con los borradores de lo que luego seria el libro de John Holloway “Cómo cambiar al mundo sin tomar el poder” Leía con asombro cómo este intelectual británico radicado en México, había llegado a conclusiones similares a las nuestras y, por lo menos en mi caso, por vías distintas y sin contacto entre nosotros. Confieso mi ignorancia, no sabía que existiera John Holloway. En efecto, si bien hay matices y algunas diferencias importantes, sobre tofo en la propuesta política, podría decirse que el libro de Holloway brinda sólida conceptualidad teórica a mis sonambulismos experimentales. En octubre de 2001 nos encontramos en la presentación del libro “Contrapoder”, organizada por el Colectivo Situaciones y ambos constatamos la coincidencia. Quizás convenga mencionar que “Contrapoder” es una polémica del Colectivo Situaciones y otros amigos, entre ellos el propio Holloway, con Antonio Negri en la cual yo participo. Recordar también que todavía no había llegado el libro “Imperio”, de Negri y Hard, que levantó tanta polvareda.
Los hechos del 19 y 20 de diciembre de 2001 - en los que participé como uno más entre mis vecinos - venían a confirmar parte de las hipótesis conque trabajamos los últimos diez años. Sólo como tendencia, como indicación que empezábamos a apuntar bien. Pero, lejos de quedarnos con la clásica “comprobación práctica” vimos que los acontecimientos abrían nuevos y más complejos interrogantes. Estamos en buen camino, pero muy retrasados con respecto a la riqueza rupturista de los hechos.
Mientras tanto la izquierda clásica, la que desde 1946, por lo menos, viene perdiendo el tren en nuestro país, la que había quedado anonadada por la caída del muro de Berlín, la que se sintió “traicionada” por los camaradas soviéticos, la que en innumerables viajes y estadías a veces por años haciendo cursos en Moscú, no había tenido la menor sensibilidad para ver lo que estaba pasando, creyó, cree, que ha llegado su hora. Bienvenido que sea así, que esa valiosa fuerza militante se ponga de una vez por todas a trabajar en serio por la emancipación. Pero, desgraciadamente, sus “intelectuales orgánicos” en vez de revisar a fondo, constatando con esta nueva realidad, las teorías acumuladas en miles de tomos marxistas, parecen regresar a lo más oscuro de la era del dogmatismo, llámese este stalinista, maoista o trotskista. El rasgo más saliente es la condena a todo intento de pensamiento y otorgar el título de “intelectuales” (como pensadores) a divulgadores del dogma a veces poniéndolos al lado de los reales pensadores. No se trata, desde luego, de establecer comparaciones de magnitud, sino de diferenciar entre aquellos que intentan pensar de los divulgadores (o peor aún “traductores”) de un saber cristalizado, que ahora vienen a descubrir y enseñarnos a nosotros, los guevaristas, que nacimos luchando contra el stalinismo,… que el “stalinismo no es el leninismo”. Pero , más allá de irritarnos por la pedantería de esta divulgadora, lo grave es que semejante aserto implica tomar al leninismo como algo puro, sagrado, no pasible de crítica. De la misma forma actuaba Kausky en “defensa del marxismo” contra el leninismo. El pensamiento que surge de experiencias como las del zapatismo o los MTD de Solano, por sólo nombrar algunos, es mucho más rico que toda la obra de Kausky, arquetipo del divulgador. Por supuesto, esta izquierda no rescata a Kausky, sólo
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porque aquel fue calificado por su discípulo, Lenin, como “renegado”, pero parece no advertir los cientos de Kauskys que se reproducen con un verbo revolucionario. Como estos divulgadores autollamados “intelectuales orgánicos”, aún jactándose de ser muy “dialécticos”, siempre han visto las cosas desde afuera, en todo sentido, desde el centro hacia la periferia, desde el todo hacia la parte, desde la estrategia hacia la táctica, desde lo universal a lo particular, desde Washington hacia el mundo, desde Buenos Aires al interior…desde el local del partido hacia la calle, desde Moscú, ahora desde La Habana, desde Pekin y hasta desde Colombia, Venezuela o Brasil, en fin, desde el cerebro hacia el cuerpo, cuando critican nuestras búsquedas, nos atribuyen “padres” que forzosamente deben venir de afuera. Ese afuera tiene que ser “el norte”. Seríamos entonces, “los seguidores de intelectuales “de moda” como Holloway o Negri”. Lo divertido es que tuvieron que llegar dos libros “de afuera”, “del norte” (“Cambiar al mundo sin tomar el poder” e “Imperio” ) para que estos divulgadores se enteraran que existíamos. Sospecho que no conocen ni uno de la más de la docena de libros de Miguel Benasayag, ni lo que produce el colectivo Situaciones, Jorge Cerletti, el periodista Raúl Zibechi y otros, ni que se está desarrollando un movimiento alternativo, autónomo surgido de las entrañas del país profundo y sobre todo de las nuevas generaciones. Si de “moda” quiere hablarse, precisamente fue esa lista de divulgadores que sacaban número para pegarles los que pusieron de moda a John y a Antonio.
No, señores, no somos ni hijos ni discípulos de Holloway, Negri y Hard, si bien es cierto que nos alienta su esfuerzo y sobre todo su coraje intelectual. Pero afortunadamente la tierra es una esfera y, como los caballeros de la tabla redonda, no existe cabecera de la mesa donde se siente el rey. Y nos parece natural que vengan del norte, si de geografía hablamos, porque ya en la escuela primaria habíamos aprendido que los continentes están “corridos” hacia un polo que hemos llamado norte. En ese hemisferio se encuentra Europa (donde está preso Negri) Estados Unidos (donde radica Hard) y Japón, digamos los centros del poder capitalista. Pero en el mismo hemisferio está México (país de adopción de Holloway) Venezuela, Colombia, Las Guayanas, Surinam, Panamá, Costa Rica, República Dominicana, Haití, Puerto Rico, Grenada, Jamaica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, Belice, Canadá, las islas del Caribe… ¡Ah! y Cuba (¿No sabía Ud. que Cuba está en el hemisferio norte, pegada a EE.UU?) Está también China, La India, Turquía, Palestina, Jordania, Israel, Argelia, Tunicia, Libia, Egipto, Sudan, Arabia Saudita, Yemen, Nigeria, Etiopía, Siria , Irán, Irak, El Chad, Mauritania, las Guineas, Marruecos, Afganistán, Pakistán, Tailandia, Vietnam, Corea, Camboya, Laos, Birmania, Nepal, Mongolia, Filipinas, Siberia, Somalia, Malasia, en fin, no he nombrado a todos, por supuesto, pero suficiente como para invitar a los lectores a echar un vistazo a un mapamundi para recordar que el hemisferio norte contiene tres veces más territorio que el sur y es inmensamente más poblado. Y más aún, en el hemisferio norte hay mucho mayor pobreza y “subdesarrollo” que en el sur.
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Norte versus Sur; Este versus Oeste; Occidente versus Oriente, Rosas o Sarmiento, tratados como si fuera River o Boca; las grandes antinomias conque nos entretuvo el siglo veinte, antinomias manipuladas por un sistema social, económico cultural y político que ha dado llamarse capitalismo y que habíamos asumido, pese a todo, como una forma superior de civilización o por lo menos como un paso ineludible hacia una civilización superior. El que esté libre de ese pecado que arroje la primera piedra. Rosas o Sarmiento, distintas vías, pero capitalismo al fin. Pregúntele a los pueblos originarios de la pampa que opinan del “Restaurador de la leyes” o del “Gran Maestro”. En América Latina los únicos que tienen derecho a hablar al respecto son aquellos indígenas que resistieron primero militarmente y después culturalmente, también los los hippies, algunos locos y otros marginados. Dados los hechos, podríamos aceptar que el capitalismo fue un paso ineludible por una razón de necesidad, por aquella incapacidad de la cultura agraria medioeval europea de satisfacer las demandas del crecimiento de la población; pero otra cosa es seguir pensando que es una forma “superior” de civilización. Hoy, iniciando el tercer milenio de la era cristiana no hay mayor barbarie que la civilización capitalista. Todavía con variantes, desde la brutalidad del Estado teocrático norteamericano, restos del estado de bienestar en Europa o el pragmatismo de los chinos. Pero el rasgo del capitalismo actual es que impone su hegemonía, su uniformidad, en todo el globo terrestre. No existe isla desierta donde refugiarse para hacer aunque más no sea una vida de bohemios. Cada metro cuadrado del globo terrestre es un sitio de lucha anticapitalista que se lleva a cabo como si estuviéramos dentro de una gigantesca cárcel en donde no hay nortes ni sures, sino pabellones, celdas, patios, corredores, celadores, guardias y en donde, a pesar de todo, en la resistencia vivimos espacios de libertad. Seguir hablando en metáforas sacadas de la geografía, “norteños”, “sureños”, “orientales”, “occidentales” es oponer a la uniformidad capitalista otra uniformidad, una serialización que la pretenciosa razón supone más justa. No existe “otro mundo posible” porque el mundo como concepto no existe, “El mundo”, como totalidad, es una abstracción, es la cárcel de lo único, una de las mayores trampas de la razón capitalista. Pensar “otro mundo”, otra serialización alternativa a este, es pensar en otra cárcel porque sería seguir pensando en términos de único. Existen muchos mundos en este lugar del universo llamado La Tierra. El mundo capitalista sólo puede ser superado por muchos mundos. Del mismo modo. a esa bien lograda expresión “pensamiento único” para definir el carácter actual del capitalismo, no se le puede oponer otro “pensamiento único” alternativo, un supuesto pensamiento único “de izquierda”, sino un pensamiento diverso como diversos son los pueblos, diversas son las lenguas y diversa es la vida misma. www.herramienta.com.ar
"Welcome"... Trotsky Celia Hart, Cuba, 27 de Agosto del 2005 La película alemana Good Bye Lenin carece de una dimensión. Lo sé porque viví allá, en la RDA hasta poco antes de la caída del Muro. Ese Muro estaba derribado antes de erigirse. La inmensa tragedia que constituyó el tránsito al capitalismo en la Europa del Este no puede medirse por el par de años que transcurrieron desde la vulgar y decadente perestroika hasta que vimos derribarse festinadamente las estatuas de Lenin. No se le puede decir adiós a Lenin, pues nunca se le dio la bienvenida. Tan sólo importaron una imagen, marginándolo, convirtiéndolo en un sumiso payaso de la burocracia estalinista. Al Lenin que le trataron de decir adiós en aquella película, no era para nada representativo del iniciador del socialismo en el mundo. Aquellas estatuas estaban vacías de contenido... sospecho que también de forma. Eso sí. No lo entenderemos mientras permanezcan ocultos en muchos sitios la vida y el pensamiento de León Trotsky. Puede ser irónico mas la única manera que podemos traer a Lenin de vuelta es entendiendo por cuáles razones fue desterrado su mejor contemporáneo. No sabremos entender lo que pasó si no comprendemos el oscuro mecanismo por el cual la casta burocrática soviética se adueñó del socialismo, traicionó la internacional, y desmontó el espíritu revolucionario del mundo. Por supuesto nos queda una alternativa: Descubrirlo todo desde el principio, cosa que nos llevará el tiempo
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que es cada vez más escaso, además estaríamos rechazando información de primera mano. Es como si naufragara un barco, y el maquinista enviara notas expresas de cómo y porqué naufragó, y entonces con dosis elevadas de irresponsabilidad pretendiéramos zarpar, por los mismos mares y con las mismas intenciones sin investigar las causas de la catástrofe, enterrando como avestruces el mensaje embotellado en la arena. Comparto con Hugo Chávez su discurso de urgencia donde, más o menos parafraseando a Federico Engels, expresa nuestra disyuntiva, la cual se balancea entre el socialismo y las cucarachas. Sí, las cucarachas, pues la barbarie sería una variante casi idílica de pensar en los días actuales, luego de calcular groseramente el numero de veces que podríamos exterminar la vida en la Tierra. El siglo XX no ha terminado de hablar. La vicisitudes por las que pasó la práctica revolucionaria está en gran medida engavetada. Y si alguien puede hablarnos del siglo XX es precisamente León Trotsky. Ernest Mandel lo dijo mucho mejor: "De todos los más importantes socialistas del siglo XX Trotsky fue el que más claramente reconoció las tendencias fundamentales del desarrollo y las contradicciones principales de la época, y también fue Trotsky quien formuló más claramente una adecuada estrategia emancipadora para el movimiento obrero internacional." 1 Sí, necesitamos a Lenin, mas hoy no vendrá a nosotros sin que escuchemos lo que Trotsky debe decirnos. Ellos defendieron lo mismo, tan sólo Trotsky lo sobrevivió y supo interpretar en su propia vida y con su propia muerte los poderes del exterminio del socialismo. Reto en este instante a cualquier pensador que de manera sincera pretenda interpretar la historia que no tenga que recurrir, incluso para rebatirlas, a las experiencias trotskistas. Los que las obvian, los que las pasan por alto no son verdaderos leninistas. Dicen que sin Lenin no hay Carlos Marx útil, yo diría que sin Trotsky no hay Lenin. Todos los pensadores marxistas, sobre todo todos los marxistas verdaderamente revolucionarios son imprescindibles para entender a Carlos Marx, el cual no tenía la bola de cristal. Tan sólo le puso dirección a las ideas revolucionarias, a la filosofía y, por primera vez en la historia, los hombres haríamos concientemente el túnel hacia nuestra felicidad... globalizada. Usemos el siguiente símil. El socialismo se supone ser un túnel, una vereda por donde podamos transitar. Es ese mundo que tenemos que ganar, perdiendo sólo nuestras cadenas. Pues bien: La Revolución de Octubre fue el primer intento por cavar este túnel, que nos apuntó Carlos Marx. Pero el estalinismo nos lo dinamitó por dentro. Durante su construcción fueron colocadas las dinamitas para su destrucción. Trotsky fue entonces el ingeniero que dijo donde estaban los explosivos. No hubo manera de escucharlo, y ya sabemos el fin. Tierra arrasada. Ahora se habla muy poéticamente que el túnel que construiremos será el socialismo del siglo XXI. Sea del XXI o del XXXI, el túnel puede ser dinamitado por exactamente las mismas insuficiencias y seguiremos llenos de lágrimas esperando el socialismo del venidero siglo... Eso sí , esta vez convertidos ya en cucarachas. La posibilidad del tránsito al socialismo es un descubrimiento científico. No es un poema, ni una manera de hablar. La única forma que tenemos de acceder a él es a través de la lucha de clases. Así de sencillo. El socialismo del siglo XXI es tan sólo porque estamos en el siglo XXI. Es casi una obviedad decirlo. El descubrimiento del origen de la explotación capitalista es una verdad científica del mismo valor y de la misma objetividad que el movimiento de traslación de la Tierra en torno al Sol. No necesitamos a Einstein para que nos explique a través de la Ley de la Relatividad General y las geodésicas, la causa por la que pasamos del verano al otoño. Newton es más que suficiente. Los resultados son idénticos y las matemáticas infinitamente más sencillas. No necesitamos entender los huecos negros, o las teorías de Hawking para colocar un satélite en órbita. Puede ser que las comunicaciones, la informática etc., hayan complicado un tanto la realidad del capitalismo moderno, pero la esencia, (el pollo del arroz con pollo) sigue siendo la misma que hace siglos atrás. No hacen falta los "economistas cuánticos" o la "matemática tensorial" para explicarnos el origen de la explotación y la depauperación del sistema capitalista en la actualidad El llamado socialismo del siglo XXI es equivalente a decir que debemos construir un avión del siglo XXI. Pero ese avión deberá vencer la gravedad, como hizo el del siglo XX. En el siglo XXI, tal cual desde hace unos cuantos miles de millones de años, la constante G de Gravitación Universal sigue siendo la misma que calculó Newton (G = 6,7 x 10-11 m3 / Kg . s2 ). Coincido que debemos fabricar aviones más cómodos, rápidos y seguros, pues las exigencias del siglo XXI difieren de las del siglo XX, pero la razón última de una pieza que deba vencer la gravedad es la misma. Haciendo un parangón pudiéramos decir que nuestro avión que trató de vencer la gravedad en 1917 tomó altura y se estrelló contra la superficie terrestre. Mas nos vale buscar las
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causas antes de tanto discurso futurista, pues por mucho siglo XXI que haya, G sigue invariante. Del siglo XIX al XXI las razones primigenias de la explotación capitalistas son las mismas: La expropiación del trabajo. Entonces sólo hay una manera de transitar "del reino de la necesidad al reino de la libertad". Basta ya de caracolear, que cada instante de tiempo está en nuestra contra. El avión se nos cayó y creemos ahora que por tener computadoras, celulares o INTERNET, éste podrá desafiar la gravedad sin tener en cuenta G ¡No señor! La gravedad seguirá siendo la misma hasta que colapse el planeta. Más nos vale apurarnos, dejarnos de retórica y asumir de una buena vez que el enemigo sigue siendo el mismo. Tal vez más vulgar, guerrerista y peligroso, pero el mismo. Apurémonos, eso sí, en saber quiénes somos nosotros. Y entonces ¿por qué León Trotsky? No es obstinación por una figura histórica como muchos me acusan. Es tan sólo porque este hombre tiene muchas pistas de la caja negra de aquel avión que quiso hacer despegar la historia. Hoy hace 65 años que León Trotsky fue asesinado de la manera más grotesca. 65 años después nos salpica todavía aquella sangre. Debió bastar aquel asesinato para extinguir el derecho del Kremlin a pretender alguna vez monopolizar y acuñar el pensamiento socialista, pero lo siguió haciendo y a estas alturas está convertido en estatua de sal. Con la medalla de la Estrella Roja de Ramón Mercader se acuñaba, entre vítores secretos y cobardes, la defunción del socialismo verdadero. Ese asesinato constituyó uno de los actos de terrorismo de estado más perversos en la historia, pues el glorioso Octubre del 1917 se suicidó aquel 20 de agosto. Mercader después de cumplir la condena en México estuvo en Cuba. No me entero todavía con quién se reunió, ni por dónde caminó, ni siquiera si pudo mirar de frente las palmas de Martí, ni las cenizas de Mella. Murió en Cuba, por más que me cueste aceptarlo, el hombre que tuvo en sus manos, sin él imaginarlo, la misión de tratar de desaparecer la izquierda de las ideas del socialismo... estuvo en los 60, en esos años luminosos del Che Guevara... Me parece que es absolutamente imposible. Por supuesto, el camino de la supervivencia ideológica de la revolución cubana no tiene nada que ver con Mercader, la GPU y el estalinismo. Todo lo contrario, lo que hace sobrevivir a mi revolución ha sido precisamente el espíritu de León Trotsky, aunque paradójicamente no lo sepamos, porque ha estado oculto en los pliegues de la memoria histórica. La verdad es testaruda y se abre paso como el agua lenta , pero constante e indetenible... Hay un canal misterioso en la revolución cubana que nace con el Partido Revolucionario Cubano, se funde con Mella, después con lo más radical del movimiento 26 de Julio, culminando de manera sublime en el Che Guevara. El canal del compromiso irrestricto de clase y del internacionalismo. Allí, silencioso, desconocido y difamado anda León Trotsky con pícara sonrisa. ¿Por qué durante muchos años le han prohibido a Trotsky relacionarse con la revolución cubana? Nunca lo he podido saber, porque si alguna revolución ha sido radical e interminable ha sido la nuestra, si alguien apeló por las revoluciones radicales e interminables fue sin dudas León Trotsky. Tal vez Martí no se equivocó cuando dijo que en política lo real es lo que no se ve.
De Julio Antonio Mella tendremos que hablar mucho, mucho más en otro momento y analizar con más
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profundidad su labor en México. Entre otros contamos con los trabajos excelentes de Olivia Gall 2 y Alejandro Gálvez Cancino 3 donde de manera absolutamente clara y precisa y con una carga documental excelente analizan la labor comunista de Mella en ese período. Al margen de que Mella citara a Trotsky una vez que regresara de la URSS y pudiera conocer los objetivos de la Oposición de Izquierda a través de Andrés Nin, (asesinado, para variar, por la GPU en la guerra civil española), o que le escribiera a un camarada en el libro La plataforma de la Oposición: "Para Alberto Martínez con el objeto de rearmar el comunismo. Julio Antonio Mella" 2. su trotskismo declarado no es lo que más debe importarnos. Mucho más trascendentes fueron sus posiciones radicales en México. De hecho y por su consecuencia política "los trotskistas consideran a Mella como el iniciador de la corriente que más tarde conformó la Oposición de Izquierda en el partido Comunista Mexicano 3 a decir de la historiadora Olivia Gall. ¡Y fue Julio Antonio Mella quien nos introdujo en el camino del socialismo en Cuba! Quien tendió ese puente hermoso entre Martí y el bolchevismo, quien fundió nuestro mejor pasado reciente, con el reciente futuro del mundo. Y a pesar de lo que se pueda decir, por más que algunos quieran enjaularlo en una patética bandera patriotera y le asignen un discurso escaso, es este Mella valiente, vigoroso, polémico ¡Y nunca otro! el primer comunista cubano. El estalinismo que contagiamos después y que de alguna manera tuvo relevancia por unos años en la revolución socialista es eso no más... un virus contagioso, a pesar del cual y no sin batallas logró sobrevivir el ideal del socialismo, porque éstas estaban en la esencia misma del proceso revolucionario. Los partidos estalinistas no contribuyeron ideológicamente a nuestro proceso, ni cuando echaron a Mella del partido, ni cuando pactaron con Machado, ni en muchas otras ocasiones ¡Gracias a Dios! Por ahí andan algunos camaradas trotskistas con mucho que contarnos, fieles a la revolución socialista.... y agradecidos por haber sido ayudados y escuchados por otro marxista consecuente que engalana junto a Mella el logotipo de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba: El Che. Y es precisamente al Che al que quiero invitar, con todo y su estrella en la frente a dar esta bienvenida a León Trotsky en el 65 aniversario de su asesinato. El Che Guevara, símbolo del comunismo más radical, también llegó a instrumentar un trotskismo que no conocía. Y es tan sólo porque las verdades teóricas de Trotsky tienen la misma constancia que el valor de G, la constante de Gravitación Universal. El Che llegó a muchas de las tesis del pensamiento de Trotsky por su propia cuenta, sin saberlo nunca... sin que se lo dejaran saber. Les expondré un par de ejemplos con los cuales empecé a descubrir una comunión secreta entre ambos: El Che Guevara fue de todos los revolucionarios que ha existido el que mejor entendió los principios de la revolución permanente... A tal punto que murió por tratar de defender sus principios. Pero no tan sólo por morir llevando a la práctica estas tesis, sino también por arribar intelectualmente a sus esencias: Por ser el 65 Aniversario del asesinato de León Trotsky me permito repetir los tres aspectos de la revolución permanente. Primer aspecto "La teoría de la Revolución Permanente resucitada en 1905, declaró la guerra a estas ideas demostrando que los objetivos democráticos de las naciones burguesas atrasadas, conducían en nuestra época, a la dictadura del proletariado, y que ésta ponía a la orden del día las reivindicaciones socialistas" 4. El Che fue terminante en eso. Déjenme decirlo en voz de Néstor Kohan: "Él (el Che) en ningún momento acepta que en América latina (y en el mundo diría yo) las tareas consistan en construir una "revolución nacional", "democrática", "progresista", o un capitalismo con rostro humano, que deje para el día de mañana el socialismo. Plantea de una manera tajante, muy polémica, que si no se plantea a la revolución socialista, eso es caricatura de revolución, que a la larga termina en fracaso o en tragedia, como pasó tantas veces" 5. Son dos planteamientos idénticos. Los países subdesarrollados no tienen por qué razón esperar que un inglés o alemán decidan organizarse para hacer la revolución. Es más, el propio Trotsky mencionó en el Manifiesto de la Conferencia de Emergencia de la Cuarta Internacional, de mayo de 1940 "…la perspectiva de la revolución permanente no significa en ningún caso que los países atrasados deban esperar la señal de los países avanzados, ni que los pueblos coloniales deban esperar pacientemente a que el proletariado de los centros metropolitanos los libere. ¡Ayúdate a ti mismo! El segundo aspecto de la teoría, caracteriza ya a la revolución socialista como tal. A lo largo de un período de duración indefinida y de una lucha interna constante van transformándose todas las relaciones sociales. La sociedad sufre un proceso de metamorfosis (...) Este proceso conserva forzosamente un carácter político
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(...). Las revoluciones de la economía, de la técnica, de la ciencia, la familia, (...) se desenvuelven en una compleja acción recíproca que no permite a la sociedad alcanzar el equilibrio 4. Y dijo el Che en El Socialismo y el hombre en Cuba: "En este período de la construcción del socialismo podemos ver el hombre nuevo que va naciendo. Su imagen no está todavía acabada, no podría estarlo nunca ya que el proceso marcha paralelo al desarrollo de formas económicas nuevas" 6. Según el Che "el único descanso de los revolucionarios es la tumba". El tercer aspecto: es el internacional. Dijo Trotsky: "Este aspecto de la teoría de la revolución permanente es consecuencia inevitable del estado actual de la economía y de la estructura social de la humanidad, únicamente un reflejo teórico. El internacionalismo no es un principio abstracto, sino únicamente un reflejo teórico y político del carácter mundial de la economía (...) La revolución socialista comienza dentro de las fronteras nacionales; pero no puede contenerse en ellas. La contención de la revolución proletaria dentro de un régimen nacional no puede ser más que un régimen transitorio, aunque sea prolongado, como lo demuestra la experiencia de la Unión Soviética. Sin embargo, con la existencia de una dictadura del proletariado, las contradicciones interiores y exteriores crecen paralelamente a sus éxitos. De continuar aislado el Estado proletario caería tarde o temprano, víctima de dichas contradicciones (...)" 4 Dijo el Che refiriéndose a los revolucionarios: "Si su afán de revolucionario se embota cuando las tareas más apremiantes se ven realizadas a escala local y se olvida el internacionalismo proletario, la revolución que dirige deja de ser una fuerza impulsora y se sume en una cómoda modorra, aprovechada por nuestros enemigos irreconciliables, el imperialismo, que gana terreno. El internacionalismo es un deber, pero también es una necesidad revolucionaria" 6. No voy a detenerme demasiado. Si alguien luchó por hacer cada vez más socialista la revolución cubana fue el Che. El Che se lanzó a la construcción del socialismo en una tierra atrasada y profundizó día a día su carácter socialista... y lo abandonó todo en nombre de la revolución mundial. No conozco otro que haya hecho lo mismo. No creo que haya habido mayor fidelidad a las tesis de la revolución permanente. Si las condiciones en Bolivia eran o no eran propicias... es tema para otro análisis y no el de la revolución permanente. Podemos criticarle que fue un revolucionario demasiado permanente o demasiado consecuente. Y otro aspecto que con las debidas diferencias de circunstancias acercan el pensamiento de Trotsky al del Che es, sin dudas, la decidida opción por la economía planificada. Es cierto que Trotsky optó al principio por la NEP en el joven estado soviético, dada las terribles condiciones económicas del llamado Comunismo de Guerra. Pero después, casi desde el comienzo, Trotsky criticó este estado de cosas. Sostuvo como nos dice Isaac Deutscher "que con la transición a la NEP, la necesidad de planificar se había hecho más urgente (...) Precisamente porque el país volvía a vivir bajo una economía de mercado debía tratar de controlar el mercado y prepararse para ejercer su control. Volvió a platear la demanda del Plan único, sin el cual era imposible racionalizar la producción, concentrar los recursos en la industria pesada y establecer el equilibrio entre los diversos sectores de la economía" 7 Las posiciones del Che a favor del plan y su proverbial animadversión a la NEP son harto conocidas. De hecho el Che insistía que Lenin de haber tenido tiempo la hubiera reconsiderado. Y no sólo al plan: El Che se pronunció en sus últimos años sobre la democracia socialista. Escribió Michael Löwy en Rebelión: "Sabemos que en los últimos dos años de su vida Ernesto Guevara avanzó mucho en su toma de distancia hacia el paradigma soviético (...) Entre estos documentos se encuentra una crítica radical al Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS, redactado en 1966 (...) Una de ellas es muy interesante, porque demuestra que en sus últimas reflexiones políticas Guevara se acercaba a la idea de la democracia socialista". 8 Ahí está el Che, sin haber estudiado suficientemente a León Trotsky, acuñando las tesis trotskistas más consecuentes. Quizás nunca lo supo, pero no importa. Eso indica solamente que esas tesis son verdad y a su vez le otorga, paradójicamente, mucha más fuerza y vigor al pensamiento de Trotsky. En 1965 el Che le escribe a Armando Hart estando en Tanzania acerca de sus convicciones para el estudio de la filosofía marxista. En el apartado VII le dice "y debería estar tu amigo Trotsky, que existió y escribió según parece". 9 Podrán imaginarse entonces lo poco que conocía sobre el fundador del Ejército Rojo. Sin embargo pudiera parecer que en su último año pudo acercarse bastante a su literatura. Juan León Ferrer, un compañero trotskista que trabajaba en el Ministerio de Industrias me lo ha comentado. El Che recibía además el periódico de su organización y fue el Che quien lo sacó de la cárcel después de su regreso de África. El compañero Roberto Acosta, ya fallecido, tuvo gran camaradería con Guevara. Según Juan León Ferrer durante las zafras azucareras debatían estos temas. Este camarada sostiene que el Che se había leído La Revolución
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Permanente y es sabido que a Bolivia marchó con La Historia de la Revolución Rusa. en su mochila de combate. Y así podríamos poner muchos más ejemplos donde de alguna manera estos dos revolucionarios ejemplares encendían la luz por la misma ruta. Los dos dirigieron a un ejército y a un naciente estado socialista de manera brillante y exitosa, asumiendo a Carlos Marx desde el estribo del caballo; los dos fueron ideólogos revolucionarios que tomaron el poder e intentaron profundizar sus procesos revolucionarios manteniéndose fieles a Lenin y Fidel respectivamente, reclinados, eso sí, a la izquierda de ambos. Por representar el ideal más acabado del internacionalismo y la consecuencia revolucionaria, fueron los dos brutalmente asesinados.
Ernesto Guevara me hizo trotskista. Cuando tuve acceso a Trotsky, muy tarde para mi gusto, me di cuenta que muchas de esas cosas... ya me las había dicho desde niña el Che. Al leer sus primeras páginas confirmé aquello que tantas veces sentí en sus textos: que la revolución no tiene nada que ver la idiosincrasia nacional. Y que, por esto, en el socialismo no tenían espacio los pronombres "nuestro " o vuestro", que la teoría revolucionaria , al igual que las leyes de la física tenía el mismo idioma universal. Que tal como señalara Armando Hart en otra época: "Nuestra lucha no es solamente por Cuba, sino por todos los trabajadores y explotados del mundo. Nuestras fronteras son morales. Nuestros límites son de clase" 10 Lo que más reconozco en Trotsky es eso... la manera de hablar, la pasión que me despiertan todavía sus discursos. Fue lo mismo que me conquistó del Che Guevara. Por eso milito en su ejército y en el del Che sin traicionar a ninguno. Ambos esgrimen con la misma verdad de luz la palabra, el fusil y el corazón. Camaradas: Alcancemos de una vez nuestra mayoría de edad. Son demasiadas las injusticias de la explotación; demasiada grande la evidencia de la única solución; y son ya demasiados nuestros muertos. León Trotsky nos vuelve a convocar a la lucha ¡Démosle la bienvenida sin trámite alguno! Su anfitrión es el Che Guevara y los pueblos de América Latina que claman por el socialismo. Trotsky ganó de forma dramática la partida teórica. Armemos nuestros movimientos revolucionarios sin dilación con confianza. Trotsky y el Che están en nuestro partido. Sacudamos de una buena vez el árbol desenmascarando a los nuevos reformistas que no dejan avanzar a la revolución bolivariana que está llamada a ser la punta de lanza, el primer peldaño de una revolución continental sin precedentes. Recordemos una vez más que el Sol, las estrellas... y la gravedad terrestre son nuestros aliados. ¡Proletarios de todos los países uníos! Notas 1.Ernest Mandel Trotsky as alternative. Verso, 1995 2.Alejandro Gálvez Cancino. Julio Antonio Mella. Un marxista revolucionario. Crítica de la Economía Política, 1986 3.Olivia Gall. Trotsky en México. Colección Problemas de México, 1991 4.León Trotsky. La revolución permanente. Fundación Federico Engels. 5.Ernesto Guevara . El socialismo y el hombre en Cuba. Marcha, Montevideo, 1965. 6.Néstor Kohan. Ernesto Che Guevara. Otro mundo es posible. Editorial Nuestramérica, 2003.
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7.Isac Deutscher. El profeta desarmado. Ediciones ERA,1968. 8.Michael Löwy. Ni calco ni copia: Che Guevara en búsqueda de un nuevo socialismo. Rebelión, 5 de Agosto de 2002 9.Ernesto Guevara. Carta dirigida a Armando Hart en 1965. Contracorriente, 1997. Ver ref.5, pág159. 10.Armando Hart Saludo del CC del PCC al XXIII Congreso del PCUS. Política internacional de la Revolución cubana, editora política, 1966. El Militante Argentina - web - @ I + D 2003 |
La desaparición de la URSS bajo la óptica de Abraham, Gilbert, González, 0szlak y Sevares El derrumbe del régimen soviético no implica el fin de la Historia ni de las ideologías Nota del 19 del 09 de 1991 IVANA COSTA La desaparición de la Unión Soviética como tal establece el límite histórico del siglo XX. Desde una perspectiva filosófica, estos últimos acontecimientos definen al siglo; y los pensadores argentinos coinciden en que el derrumbe al que todos asistimos (por primera vez un sistema cae frente a las pantallas de la TV) no justifica hablar de Fin de las Ideologías, ni, menos aún, de la Historia. Pero no es la primera vez que la caída de un régimen, se interpreta como el Fin de la Historia. No hay gran novedad en la polémica sentencia de Francis Fukuyama, el funcionario que se ocupaba de sovietología dentro del Departamento de Estado norteamericano hasta que, hace dos años, anunció que aquel momento había llegado. Sólo que esta vez la profesía no advierte sobre un final apocalíptico, sino que se canta como himno de gloria a la economía de mercado que ha vencido al comunismo soviético, al parecer su último adversario. El artículo de Fukuyama ¿El fin de la Historia?, Más eficaz como slogan que como tesis filosófica, vendió hasta ahora más que cualquier revista pornográfica, según los principales editores europeos. Allí el autor dice basarse en la noción hegeliano-marxista de Historia: no como una sucesión de hechos, sino estadios del pensamiento. A raíz, de lo ocurrido en la Unión Soviética, Fukuyama insistió: "No hay más Historia en el sentido hegeliano, como una evolución ulterior posible de la conciencia del hombre acerca de lo que desea como formas de gobierno". En cambio para Horacio González, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), estos mismos hechos "forman parte de la vida, no de la muerte de la Historia". " A los hombres de esta época os queda una gran enseñanza de lo que ocurre en la URSS –aclara": lo cercano que está el pasado de nosotros. Todos teníamos un vínculo posible con la Revolución Rusa que estos acontecimientos revivieron, aún en quienes creían saldada esa relación". "Para esta generación de intelectuales argentinos lo asombroso es la persistencia de ciertos nudos irresueltos de aquella construcción filosófico-política, y esto revela que esos subsuelos históricos estaban presentes. Se sabe que la de Fukuyama -prosigue González- es una lectura muy mala, muy superficial de la noción hegeliana de Historia, la plantea como grandes unidades acuerdistas continentalistas (imperialistas o no), de mercados comunes; algo de lo que también hablaba un político argentino de cuyo nombre no me acuerdo. En fin, unidades muy pobres, de carácter sectorial. Pero la Historia es estado de ebullición, es siempre lugares inesperados; y esto que ocurre hoy demuestra la terquedad de la historia. "El fin de la Historia y el fin de las ideologías como su consecuencia no creo que sea algo que pueda afirmarse hoy -opina Oscar Oszlak, presidente de la sociedad Argentina de Análisis Político y docente de Ciencias Políticas y Ciencias Económicas de la UBA", en todo caso dependerá de la capacidad de adaptación del capitalismo a las contradicciones que se le presenten a partir de ahora, que serán inéditas. Por su parte, Isidoro Gilbert, periodista autor de La ilusión del progreso apolítico, militante comunista y especialista en temas soviéticos, sostiene que "todo esto no puede llevarnos a la agorería de decir que estamos ante el fin del socialismo o de las ideologías. Es un dislate. En realidad, más que nunca, cuando parece que estamos ante el mono-poder de los Estados Unidos, se vuelve necesaria la reflexión sobre una ideología socialista capaz de resolver los problemas que el capitalismo no podrá solucionar nunca,
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esencialmente, el de la injusticia en el mundo".
Julio Sevares, economista, sovietólogo, docente e investigador del Centro de Estudios Avanzados de la UBA, analiza que "la Historia no es sólo un sistema político determinado. Puede pensarse en un momento en el que en todo el mundo haya un mismo sistema parlamentarista liberal burgués, aun en China. Vietnam y el mundo árabe. ¿Y? Decir que por eso se acabó la Historia o que ahora empieza el período de aburrimiento me parece un disparate gigantesco Seguirá habiendo subideologías; las ideas nacionales o religiosas empezarán a funcionar como movilizadoras sociales", afirma Sevares. "Las 'ideologías' tal como se conocen, empezaron en el siglo XVIII; y, aunque regidas por otros modelos, antes de eso las sociedades funcionaron; el hombre nacía, moría, amaba, odiaba, pensaba y se mataba mutuamente (que es lo que ha hecho con más fervor desde que está sobre la tierra). -"El fin de la Historia no existe -enfatiza Tomás Abraham, docente en la UBA y director del Colegio Argentino de Filosofía -, lo que sí puede existir es el fin del mundo. Entonces podrá haber fin de la Geografía, pero jamás fin de la Historia El mundo moderno no tolera la miseria -agrega Abraham -: la crea, la produce, la goza (según muchos), pero no va a poder dormir, no va a tener el sueño tranquilo, mientras haya en la esquina un pibe muriéndose de hambre. Es parte de nosotros y no se puede parar. Como decía Immanuel Kant: la revolución es un virtualidad permanente'. Podrá fracasar mil veces; llamarse socialismo acá y democracia allá, pero es algo que no va a poder detenerse nunca." Para Tomás Abraham, el socialismo "es una corriente cultural, no sólo política, que está en plena vigencia, que siempre actuó modificando el capitalismo y que está presente también ahora. El mundo dividido en dos –agrega - había sumido al socialismo en un stress, y ahora llegó el momento del relax para el pensamiento socialista: la hora de repensarse, un momento de crisis y rejuvenecimiento---. ¿Hay una manera de explicar lo que sucede en la Unión Soviética que no involucre al fracaso del socialismo? "Los ideales socialistas de justicia, libertad y democracia no murieron, pero sí fracasó esa izquierda que vende tristeza y pobreza, que mantiene su mentalidad puritana y sus fetiches: respecto del confort, de la religión como opio de los pueblos y de la solidaridad como artículo de una constitución" sintetiza Abraham. El "fracaso" del socialismo Desde las ciencias políticas. Oscar Oszlak- llama la atención sobre la idea de 'nación': "En crisis en todo el mundo, no solo en la URSS, que además, no es un estado nacional estrictamente ya que con los procesos de glasnost y perestroika, emergieron otras nacionalidades que estaban latentes. En la URSS -dice Oszlak- hay una pérdida de los cuatro atributos que definen a un estado nacional al mismo tiempo y con una asombrosa aceleración de los tiempos históricos: ellos son: el reconocimiento externo de una soberanía política, el ejercicio de la coerción física, un aparato burocrático, y una producción simbólica: lengua, tradición y todo aquello que ayude a fortalecer los lazos de pertenencia de una sociedad; sobre este último punto se afirma la legitimidad de un sistema. Y ésta fue desplazada ahora por la ideología capitalista, que parece dirigirse como más eficiente para resolver los problemas de una sociedad". "Yo no me animaría a ser tan categórico dicendo que fracaso el socialismo; sí fracasó un sistema económico incapaz de producir progreso individual. En ese sentido, el modelo chino se muestra como más exitoso -concluye Oszlak-, ya sea porque puede sostener sus lazos de pertenencia en una cultura milenaria y una identidad nacional mucho más nítida, ya sea porque inició un proceso de apertura desde la economía (y no
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desde la política) más gradual, que hace que hoy 100 millones de chinos trabajen en los 20 millones de microempresas privadas existentes, que se haya triplicado su ingreso per cápita y que tenga un crecimiento del l5% anual. La debacle parece previsible si se analiza a la sociedad soviética como producto de grandes errores: "Haciendo una humorada - afirma Sevares - uno puede decir que la URSS es una serie de malos entendidos, que comenzó con la idea de desarrollar el socialismo marxista en un país atrasado cuando había sido concebido para un país industrializado; llegó a la Revolución esperando otra en Alemania que le sirviera de apoyo que nunca llegó y ahora inicia una revolución capitalista a la espera de soluciones mágicas que tampoco se van a producir". Revista La Maga
Unión Soviética: la transición frustrada Ariel Dacal Díaz Cuba Literaria El intento de transición al socialismo en la URSS ha suscitado los más diversos debates durante décadas, haciéndose más definitorio el antagonismo ideológico que el tema entraña, tras el colapso soviético. Aún cuando el corolario final fue el desdeño de una preciosa oportunidad para socavar las bases del dominio burgués; repensar, comprender y asumir (sobre todo asumir) las características del proceso soviético en su conjunto brindan elementos sustanciales para las alternativas anticapitalistas que demanda el siglo XXI. En esta dirección desarrollamos nuestro trabajo, partiendo, dado su peso esencial en la comprensión de la historia de la URSS tanto dentro como fuera de sus fronteras, de las problemáticas siguientes: ¿quiénes detentaron el poder en la Unión Soviética?, ¿qué mentalidad portaban?, ¿en qué momento se puede hablar de ruptura con el proyecto bolchevique?. En estas páginas intentamos algunos apuntes sobre estas interrogantes. “La clase imprevista” [1] Stalin fue el rostro visible y representante de la burocracia que gradualmente rompió vínculos con la esencia bolchevique y que deshizo los endebles mecanismos de participación política de las masas.
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Sería entonces oportuno preguntar ¿de qué fuentes se nutrió la burocracia soviética?. A los principales cargos administrativos ascendieron figuras de relieve secundario dentro de la revolución debido, entre otros factores, a que muchos viejos combatientes de la vanguardia perecieron durante la contienda civil, o se separaron de las masas al ocupar cargos de menor relevancia, acomodándose a las nuevas condiciones de poder. Al mismo tiempo, el poder soviético estuvo forzado a utilizar individuos del anterior aparato gubernamental, incorporando personal técnico y especializado, así como a las masas campesinas que fueron proletarizadas. De este modo se desclasó al partido de Lenin, cuyo requisito de ingreso de nuevos militantes debía ser el resultado de un largo y riguroso proceso de comprobación, excepto para los trabajadores que hubieran laborado en la industria por más de diez años[2]. La burocracia soviética se formó a partir de un proceso complejo, fuera de los modos históricamente conocidos. Luego se hizo del poder, dominó el conocimiento y su divulgación, controló los medios de producción de ideas, garantizando por décadas su reproducción. El proceso de burocratización tuvo sus orígenes desde el inicio mismo de la Revolución, pero su consagración como sector dominante en la sociedad tuvo lugar en la década del 30. Lenin explicó el surgimiento de la burocracia como una excrescencia parasitaria y capitalista en el organismo del Estado obrero, nacida del aislamiento de la Revolución en un país campesino, atrasado y analfabeto[3]. Sobre este nuevo grupo de dirigentes, tenía sus propias ideas, sus sentimientos y sus intereses, Trotski destacó que “estos hombres no hubieran sido capaces de hacer la revolución, pero han sido los mejores adaptados para explotarla”[4]. La materia prima para la actividad “ideológica” de quienes detentaron el poder en la URSS fueron las grandes masas de analfabetos que, ciertamente, se liberaron de la oscuridad, y del mismo modo resultaron fácilmente manejados en nombre de algo mejor, sumiéndose en la ignorancia secundaria de que era ese precisamente el fin último a alcanzar como sociedad. Salvo en los sectores más avanzados políticamente, dicho sea de paso la minoría, las ideas del socialismo no habían calado en la población que habría de ser educada y preparada en el debate revolucionario. Esta clase imprevista que se privilegió del poder estatal era, en teoría, la representante de los intereses de las masas, mientras que en la práctica, administró la propiedad pública beneficiándose de ella. Es cierto que los miembros de la burocracia no poseían capital privado; pero sin ningún control por el resto de los sectores sociales, dirigieron la economía -extendiendo o restringiendo tal o cual rama de la producción- fijaron los precios, articularon el reparto, controlaron el excedente. De este modo mantuvieron el partido, el ejército, la policía y la propaganda que los sustentaba. Con el transcurso de los años, sobre todo a fines de los setenta, se acuñó en el campo socialista el término “ellos y nosotros” que reflejaba las diferencias que se fueron revelando y que tenía raíces bien profundas, tempranamente señaladas por muchos revolucionarios, que manifestaban la estratificación de la sociedad, o más concretamente, su preservación. El análisis respecto al tema de la burocracia tiene una de sus aristas más polémicas en sus vínculos o autonomía respecto a otras clases. Para algunos autores, esta no podía convertirse en elemento central de un sistema estable, pues solo es capaz de traducir los intereses de otra clase. En el caso soviético se balanceaba, según este criterio, entre los intereses del proletariado y de los propietarios. Por otro lado, algunos autores afirman que la burocracia no expresaba intereses ajenos, ni oscilaba entre dos polos, sino que se manifestaba como grupo social consciente según sus propios intereses. Los hechos revelaron que la clase burocrática monopolizó completamente el poder y la propiedad. Ella se impuso en la lucha por el poder después de haber abatido a todos sus opositores. Pero manifestó sus difusos intereses en el solapado discurso de ser representante del proletariado. Durante décadas, la clase dominante no se atrevió a restaurar la propiedad privada de los medios de producción, hasta que en 1991, de manera develada, comenzó a tejer lazos con la burguesía rusa. Según el Instituto de Sociología de la Academia de Ciencias de Rusia, más del 75% de la "elite política" y más del 61% de la "elite de los negocios" tienen origen en la Nomenklatura del período "soviético". En consecuencia, las mismas manos retienen las posiciones sociales, económicas y políticas dirigentes en la sociedad. La burocracia misma es la que ha transformado las formas económicas y políticas de su dominación, manteniéndose como dueña del sistema; pero nuevamente en nombre de una clase. La mentalidad soterrada
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¿Mediante qué códigos de cultura política dominó la burocracia soviética?. Partamos de que las masas que ejecutaron la Revolución en 1917 portaban la mentalidad de la servidumbre, sin ninguna experiencia democrática, y el desarrollo de la conciencia del proletariado, clase llamada a encabezar la Revolución, era patrimonio de un pequeño número de hombres. Las masas rurales, mayoría en ese momento, eran portadoras de los elementos más conservadores, elevados por el alto nivel de analfabetismo existente. Por su parte, la burocracia usurpadora, detentadora del poder, fue otro ejemplo histórico de como los vencedores incorporan la mentalidad de los vencidos. En este caso heredaron como códigos de la dominación el control absoluto, el elitismo político, la idea de que la “muchedumbre” no sabía ni era capaz de dirigirse, por lo que necesitaba una figura que sintetizara los destinos del país. Téngase en cuenta que uno de los rasgos más apreciados por el ciudadano promedio de Rusia respecto a sus dirigentes es la imagen de hombre fuerte, capaz de enfrentar con determinación las dificultades cruciales del país. Vinculado a lo anterior, como norma de los dominadores se desvinculó la responsabilidad de la figura máxima respecto a los problemas, creando un ambiente místico a su alrededor. Aparejado a ello en el imaginario social se impuso el criterio de que eran las capas intermedias de los dominadores las responsables del estado de cosas existentes. Este hecho se concretó en que, si bien el estallido bolchevique concebía nuevos códigos respecto a la política y la participación de las masas, no sólo como fuerza motriz en la explosión subversiva, sino como elaborador y ejecutor de las decisiones políticas, reflejado en que los soviets, de órgano espontáneo de lucha de las masas adquirieron funciones de Estado; con el advenimiento del estalinismo dichos principios fueron destronados y la oportunidad de lograr la participación política de las masas, incluyendo los mecanismos de movilización, real y autónoma, fue cercenada. En ese proceso, las organizaciones políticas y de masas sufrieron una considerable atrofia. Esta misma mentalidad se manifestó en el “orgullo gran ruso” sobre el cual Lenin hizo llamadas de alerta. La burocracia practicó sus políticas imperiales durante el período soviético; acuñado en el término “el hermano mayor” por el que fue conocido en Europa del Este y por la doctrina de la soberanía limitada puesta en blanco y negro por Brezhnev. Por otro lado, esos componentes de la mentalidad rusa son la base para entender por qué las condiciones de vida de la clase dirigente soviética eran análogas a las de la burguesía. En fecha tan temprana como 1936, Trotski destacó un ejemplo ilustrativo que develaba el mantenimiento de la estratificación. El mariscal, el director de una empresa, el hijo de un ministro, disfrutaban del apartamento, de villas de descanso, de automóviles, escuelas para sus hijos, clínicas reservadas y otras muchas prebendas, a las que no tenían acceso la criada del primero, el peón del segundo y el vagabundo. Para el primer grupo esa diferencia no era un problema. Para el segundo era lo más importante. Un individuo que añoraba en la sociedad soviética rasgos, bienes y modos de vida que formaban parte de la cultura capitalista, era la prueba más evidente de que, al menos en él, no había florecido la nueva mentalidad socialista, el nuevo individuo, y la nueva percepción. El socialismo soviético posterior a Lenin, matriz del socialismo real, no fue nunca una alternativa válida, articulada y viable frente al predecesor sistema. La sustitución cultural no llegó, entendiendo que el socialismo es, sobre todo, un proyecto que se sustenta sobre una nueva cultura. Por tanto, la resultante no fue “una sociedad socialista (tampoco capitalista, es cierto), sino una nueva forma –estatista, burocratizada- de dominación y explotación, opuesta a la naturaleza emancipatoria, justa y libertaria del socialismo”[5].
La ruptura
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La práctica política de la clase burocrática soviética fue una ruptura con las ideas leninistas en los más diversos espacios de la sociedad soviética. Brindamos a continuación algunos apuntes que corroboran esta hipótesis. El líder de Octubre destacó que “es necesario tener presente que la lucha exige de los comunistas que sepan reflexionar. Es posible que conozcan perfectamente la lucha revolucionaria y el estado del movimiento revolucionario en todo el mundo. Sin embargo para salir de la terrible escasez y miseria lo que necesitamos es cultura, honestidad y capacidad de razonar”[6]. La burocracia impidió la polémica revolucionaria, obstaculizando la participación política efectiva de las masas. Los dirigentes soviéticos desentendieron que el socialismo no puede triunfar contra la libertad de pensamiento, contra el hombre, sino al contrario, mediante la libertad de pensamiento, mejorando la condición de existencia de ese hombre. La dogmatización que sufrió el marxismo, la persecución y descrédito de quienes intentaron defenderlo, la síntesis errada marxismo-URSS (incluyendo sus desastrosas consecuencias internacionales), y la imposibilidad de desarrollar otras líneas de pensamiento, provocaron la formación de generaciones de soviéticos desprovistos del necesario bagaje teórico conceptual para enfrentar los desafíos históricos contemporáneos. Es sobre todo en la naturaleza autoritaria de la burocracia soviética donde debe buscarse el freno a la transición cultural propuesta por el proyecto bolchevique. La falta de participación real, de espacios cívicos de contestación y control del poder, afectaron todos los niveles de la vida social, desde el funcionamiento económico hasta la lucha étnica. En consonancia con lo anterior, y analizando el proceso de aprobación de la Constitución Soviética, Trotski señaló que “es cierto que el proyecto se sometió en junio a la aprobación de los pueblos de la URSS. Pero en vano se buscaría, en toda la superficie de la sexta parte del globo, al comunista que se permitiera criticar la obra del comité central o, al sin partido, que se aventurara a rechazar la proposición del partido dirigente”.[7] Una muestra de ese catastrófico desatino fue intentar diluir la individualidad en un colectivo cada vez más abstracto, con enmarcado irrespeto a lo distinto, esquematizando un modelo de ciudadano recio, inflexible, como si el hombre soñado pudiera realizarse por decreto. Lo que hubo de fondo fue una concepción demasiado simplista del hombre, ignorando completamente la psicología y sus modificaciones en atmósferas diversas. La dirigencia soviética no solo reveló su incapacidad de mantener con vida el espíritu revolucionario en el proceso de enfrentamiento a las circunstancias históricas en que interactuaron, sino que imposibilitaron cualquier vestigio de pensamiento divergente, crítico, desafiante de la autoridad. Bajo el pretexto de ser el guía de la sociedad, el PCUS se convirtió en una maquinaria que frenó, desvirtuó y violentó los procesos naturales de la sociedad. La diferencia entre Lenin y Stalin, entre muchas otras cuestiones, es que, este último, aprovechando algunas condiciones creadas en vida del gran líder revolucionario, desvirtuó el sentido de la dirección partidista hacia el totalitarismo[8]. Lenin había preparado el Partido Bolchevique para dirigir a los obreros, no para domarlos o subyugarlos[9]. Con la hipercentralización económica que conllevó este proceso, la burocracia soviética, como parte de su distanciamiento del control de las masas, manejó hasta el mínimo detalle, los hilos de la producción frente a un mediocre andamiaje de niveles intermedios compuesto por técnicos, gerentes y especialistas, siendo una verdadera plaga que fue imposible desmontar a lo largo de la existencia de la URSS. El historiador Eric Hobsbanw recuerda que “poco antes de la (Segunda) Guerra (Mundial) había ya más de un administrador por cada dos trabajadores manuales”[10]. El modelo soviético presentó a partir de ese momento dos problemas esenciales que evidencian, desde la propia teoría marxista, el distanciamiento entre el socialismo como estadio superior del desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción y la realidad soviética. Por una parte, se eliminaron arbitrariamente (1928) el resto de los tipos socioeconómicos que podían converger en la edificación de las bases para la nueva sociedad. Por otro lado, se crearon “islotes económicos” (complejos industriales, mineros, agrarios) violándose la división social del trabajo, al tiempo que se obviaba la cooperación necesaria entre sectores y ramas de la economía. Con esta práctica se frenó la especialización y la introducción de nuevas técnicas, lo que impidió un uso racional de los recursos. Debido a la estructura vertical y voluntarista que se impuso al proceso productivo, el
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desarrollo de un sector iba en detrimento del otro, sin la debida integración entre ellos. En este esquema, las unidades productivas, lejos de ser autónomas, eran presas de la desmedida primacía de los criterios políticos sobre las necesidades económicas.
Los obreros continuaron disociados de los medios de generación de riquezas. No se convirtieron en dueños reales de estos debido a que los elementos burocráticos-administrativos los mantuvieron distanciados de la propiedad efectiva. La adulteración estuvo en identificar la estatalización de la propiedad con la socialización, limitándose a esto la complejidad y profundidad de lo que Marx había entendido como superación del modo de producción capitalista[11]. También en la cuestión de género se apreció la ruptura con los ideales de la Revolución de Octubre. El nuevo Estado obrero concedió amplios derechos jurídicos y políticos como el derecho al divorcio, al aborto, la eliminación de la potestad marital, la igualdad entre el matrimonio legal y el concubinato, etc. Alexandra Kollontai, fue la primera mujer elegida por el Comité Central del Partido Bolchevique en 1917 y la primera en ocupar un puesto de gobierno en el nuevo estado: Comisaria del Pueblo para la Salud, y más tarde fue la primera mujer embajadora de la historia. A partir de 1926, bajo el régimen de Stalin, se instituyó nuevamente el matrimonio civil como única unión legal. Más tarde se abolió el derecho al aborto, junto con la supresión de la sección femenina del Comité Central y sus equivalentes en los diversos niveles de organización partidaria. En 1934 se prohibió la homosexualidad, y la prostitución se convirtió en delito. No respetar a la familia se convirtió en una conducta "burguesa" o "izquierdista" a los ojos de la burocracia. Los hijos ilegítimos volvieron a esta condición, que había sido abolida en 1917, y el divorcio se convirtió en un trámite costoso y pleno de dificultades[12]. Las instituciones detentadoras de violencia también se hicieron funcionales a los nuevos intereses. En sus orígenes, el Comité de Seguridad del Estado (KGB)[13] tuvo como objetivo combatir la contrarrevolución, los sabotajes y la especulación, objetivos de legítima defensa frente a la oposición reaccionaria que generó la Revolución. Pero esas lógicas motivaciones iniciales se modificaron progresivamente con el ascenso de la burocracia al poder hasta convertirse en el órgano preservador de los intereses del Estado burocrático, cuyo objetivo fue eliminar la oposición de las propias fuerzas revolucionarias[14]. A esto se añade que los oficiales del KGB gozaban de sueldos elevados, amen de buenos destinos en el extranjero, viviendas confortables y disfrutaban de otros privilegios dentro URSS que también fueron mellando su crédito moral. Sin duda fue un sector privilegiado dentro de la sociedad, lo cual resulta comprensible atendiendo a su función real de guardián de los intereses de la burocracia. El Ejército Rojo fue creado desde la base en enero del año 1918. El Estado obrero necesitaba su propia institución armada para defender sus interese, máxime las agresiones que no se
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hicieron esperar por más de 14 países al unísono. Como nuevo concepto, la política de los dirigentes bolcheviques estaba abierta a constante debate, en lo cual los uniformados tuvieron un rol importante, y naturalmente, el ejército profesaba las mismas ideas del partido y el Estado. Pero el Ejército Rojo no escapó a las reaccionarias arremetidas de la burocracia, la que de inmediato lo comenzó a transformar en defensor de sus intereses, arrancándole progresivamente su esencia popular. La medida que refleja con mayor claridad este proceso fue el decreto que restableció el cuerpo de oficiales, dando un golpe demoledor a los principios revolucionarios que originaron esta institución armada, uno de cuyos pilares fue precisamente la liquidación de los cuerpos de oficiales, dándole importancia al puesto de mando, pues este se gana con la capacidad, el talento, el carácter, la experiencia, etc. Esa medida tuvo un objetivo político al darles a los oficiales un peso social. De ese modo se ligaban más estrechamente con los grupos dirigentes, debilitando su unión con la tropa, deviniendo en ruptura del canal por donde se comunicarían las tropas y la dirigencia política. El cuerpo de oficiales veló celosamente por la “pureza” y fidelidad de los uniformados al “Partido” y al “Estado Socialista”. Igualmente se fue apagando el espíritu de libertad y debate que había en las filas del Ejército, en estrecha correlación con el criterio de que “ningún ejército puede ser más democrático que el régimen que lo nutre” [15]. Uno de los elementos más sensible fue la ruptura de los principios básicos del programa bolchevique por el cual los sueldos de los más altos funcionarios no debían sobrepasar la media del salario obrero. A la altura de 1940, cuando un obrero ganaba 250 rublos mensuales, un diputado recibía 1000 rublos, un presidente de república 12.500 rublos y el presidente de la Unión 25.000 rublos en igual período[16]. Para los años de la Perestroika existía el conocido “abastecimiento especial” lo que elevó el nivel adquisitivo de los miembros de la nomenclatura muy por encima de lo que percibía un obrero o un ingeniero. El líder bolchevique previó, basado en hechos que tuvo que enfrentar en sus últimos meses de vida política, el peligro de que “el gran ruso” heredado de los años de dominación y explotación zarista permaneciera en la política del nuevo Estado. “En tales condiciones –señalaba Lenin– es natural que la libertad de separarse de la unión (…) sea un simple pedacito de papel incapaz de defender a los no rusos de la embestida de ese hombre realmente ruso (…) ese opresor que es el típico opresor ruso. No hay duda de que los obreros soviéticos y sovietizados, que constituyen un porcentaje ínfimo, se ahogarán en ese océano de la canalla gran rusa chovinista como una mosca en la leche”[17]. El hecho real, a pesar de lo que aparecía en la Ley de leyes y otras regulaciones, implicaba la imposibilidad de afirmar que las repúblicas que conformaban el Estado soviético coordinaran sus actividades con el Centro sino que se subordinaban directamente a Moscú. Stalin no hizo otra cosa que nombrar desde arriba a los responsables políticos. Las élites de las repúblicas, aunque arribaran a posiciones de determinada importancia a nivel de las repúblicas, escasamente podían obtener puestos relevantes a nivel de la Unión, donde el predominio ruso llevaba el peso fundamental[18]. El jefe de la Revolución rusa prestaba especial interés a los conceptos emanados de la práctica política frente al tema de la Unión. “Una cosa es la necesidad de unirse contra los imperialistas de Occidente, defensores del mundo capitalista. En eso no cabe duda alguna (…) Otra cosa es cuando nosotros mismo caemos, aunque solo sea en cuestiones de detalles, en actitudes imperialistas hacia las nacionalidades oprimidas, socavando así nuestra sinceridad de principios, toda nuestra defensa de principios de la lucha contra el imperialismo” [19].
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Apuntes finales El socialismo soviético posterior a Lenin no fue una alternativa válida, articulada y viable al capitalismo, porque la burocracia usurpadora no fue, ni podía serlo, portadora de una ideología superior, de un proyecto cultural, entendido como instrumental quirúrgico para realizar la nueva sociedad, o crear las condiciones para lograrlo. Los hombres que se hicieron del poder no eran los comunistas reflexivos y cultos que Lenin previó como materia prima imprescindible para afrontar y vencer el gran reto histórico que Rusia asumió en 1917. En realidad su práctica política fue una ruptura con ese principio. Estos hombres, paulatinamente extendidos en la sociedad y convertidos en sector dominante, fueron un subproducto de la Revolución y revelaron su incapacidad para timonear la historia rumbo al objetivo cimero: la creación del socialismo. Los actuales políticos rusos son el rostro burgués oculto durante décadas por la burocracia soviética. El régimen de Yeltsin convirtió a los hombres del partido, a los miembros del gobierno, y de la seguridad, en negociantes y propietarios. No obstante la posposición de la transición al socialismo que los acontecimientos de la URSS suponen para Rusia, queda en pie la irreversible importancia del triunfo revolucionario de Octubre, señalado por Lenin en 1922, donde reza que “puede ser que nuestro aparato estatal sea defectuoso, pero dicen que la primera máquina de vapor también era defectuosa. Incluso no se sabe si llegó a funcionar, pero no es eso lo que importa; lo importante es que se inventó. No importa que la primera máquina de vapor haya sido inservible, el hecho es que hoy contamos con la locomotora. Aunque nuestro aparato estatal sea pésimo queda en pie el hecho de que se ha creado; se ha realizado la invención más grande de la historia; se ha creado un Estado de tipo proletario”[20]. Es este un punto referencial imprescindible para la elaboración y ejecución de las alternativas anticapitalistas del siglo XXI. *Ariel Dacal Díaz es jefe de la Redacción Política de la Editorial Ciencias Sociales de Cuba Notas [1] El título de este epígrafe fue sugerido por el artículo de Alexei Goussev, La clase imprevista: La burocracia soviética vista por León Trotsky. En: Herramienta. [2] Robert Weil. “Burocratization: The problem with out the class name". En este artículo, el autor hace un pormenorizado análisis de este grupo social, de sus orígenes, de sus características y del modo en que se imbrica con el poder, lo cual sería un útil complemento a quines se interesen por esta problemática tan esencial para entender el proceso soviético. En: Revista Socialism and Democracy. Spring/Sommer, 1988. [3] Tomado de Ted Grant y Alan Wood, Lenin y Trotski, qué defendieron realmente. En
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Fundación Federico Engels [4] León Trotski. ¿Qué es y a dónde se dirige al Unión Soviéticas? La revolución traicionada. Pathfinder. Nueva York. 1992 [5] Adolfo Sánchez. “¿Vale la pena el socialismo?” En: Revista El viejo topo, noviembre 2002, número 172. (6] Vladimir I. Lenin. “Informe Político al undécimo congreso del Partido”. En: La última lucha de Lenin. Discursos y escritos., 1922-1923. Pathfinder, Nueva York, Estados Unidos,1997, p65 [7] León Trotski. ¿Qué es y a dónde se dirige al Unión Soviéticas? La revolución traicionada. Pathfinder. Nueva York. 1992, p-211 [8] Régimen en el que los dirigentes imponen a la fuerza un único sistema indispensable para el conjunto de la sociedad y penaliza incluso la idea de una alternativa. Robin Blackburn. “Después de la caída”, p-177. En una graficación más amplia, dominación de un partido de masas dirigido por un líder carismático, una ideología oficial, el monopolio de los medios de comunicación de masas, el monopolio de las fuerzas armadas, un control policial terrorista, un control centralizado de la economía Philippe Bourrinet. “Víctor Serge: totalitarismo y capitalismo de Estado (Deconstrucción socialista y humanismo colectivista)” [9] Los bolcheviques, en contra de sus intenciones, se vieron obligados a establecer el monopolio del poder político. Esta situación, considerada extraordinaria y temporal, originó enormes peligros en un momento en que la vanguardia del proletariado se veía sometida a la creciente presión de clases ajenas. T. Grant-A. Wood Lenin y Trotski, qué defendieron realmente. 10] Eric Hobsbawn. Historia del siglo XX. 1914-1991. Serie Mayor, España, Barcelona, 1998, p-383 [11] Jorge Luis Acanda. Sociedad Civil y hegemonía. Ob. Cit., p-264 12] Adriana D´Atri. Un análisis del rol destacado de las mujeres socialistas en la lucha contra la opresión y de las mujeres obreras en el inicio de la Revolución Rusa. 20 de octubre de 2003. En Diario electrónico alternativo Rebelión. [13] Hasta la muerte de Stalin, los servicios secretos de la URSS funcionaron con distintos nombres: Cheka, GPU, OGPU, NKVD, KGB, MGB. En 1953 se fusionó el MGB (Ministerio de Seguridad del Estado) y el MVD (Ministerio de Asuntos Interiores) y tomó el mando del emergente Komitei Gosudarstvennoi Bezopasnosti (KGB). [14] Aunque este órgano nunca desatendió su función de policía política del régimen, su etapa más aberrante en cuanto a crímenes y desprecio humano fue la encabezada por Stalin, quien se apoyó en uno de los seres más despreciables que recuerda la trágica etapa del stalinismo: Beria, quien estuvo frente al KGB durante 15 años, acumulando un expediente criminal que abarcó 50 páginas en el folio de cargos por el que fue juzgado tras la muerte de su jefe, y que lo condujo al pelotón de fusilamiento. Fue el hombre que garantizó la seguridad de Stalin y quizá su colaborador más eficiente, dotado de una pudrición moral única, lo que le permitió permanecer tanto tiempo junto al Secretario General del PCUS. Para más detalles ver: Maximovich, Ala. “Lavrenti Beria”. En: Revista Sputnik. No 12, Moscú, diciembre, 1988. [15] León Trotski. La revolución traicionada… Ob. Cit, p-184 16] Suzzane Labin. Stalin el Terrible. Ob. Ct., p-136 17] Vladimir I. Lenin. La última lucha de Lenin. Ob. Ct., p-204 [18] En muchas ocasiones dentro de las demarcaciones territoriales que no eran parte de la Federación de Rusia, los representantes rusos eran favorecidos con los mejores puestos en sectores claves de la economía y la política, lo que, a decir de Bárbara Sarabia, inclinaba
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sutilmente la balanza hacia el Centro, pues de las repúblicas periféricas se extraían las materias primas importantes, concentrándose el desarrollo industrial en las regiones eslavos y del Báltico, convirtiéndose en beneficiarias del atraso económico y tecnológico en que paulatinamente se sumían las repúblicas del Asia soviética. Bárbara Sarabia. “Reflexiones en torno al desmonte de la URSS” En: La Perestroika en tres dimensiones: expediente de un fracaso. Investigaciones, Centro de Estudios Europeos, La Habana, 1992, p- 108 19] Ibd., p- 210 [20] Vladimir I. Lenin. Ob.Ct., p-70
La Unión Soviética contra el socialismo por Noam Chomsky, Our Generation, 1986 Cuando los dos grandes sistemas de propaganda mundiales están de acuerdo sobre alguna doctrina, se requiere un esfuerzo intelectual para escapar de sus grilletes. Tal doctrina es que la sociedad creada por Lenin y Trotsky, y moldeada más tarde por Stalin y sus sucesores tiene alguna relación con el socialismo en un sentido preciso históricamente o con significado de este concepto. De hecho, si hay una relación, es la relación de la contradicción. Está suficientemente claro por qué ambos enormes sistemas de propaganda insisten sobre esta fantasía. Desde sus orígenes, el Estado Soviético ha intentado aprovechar las energías de su propia población y la gente oprimida de otros lugares en servicio de los hombres que sacaron provecho del fermento popular en Rusia en 1917 para conseguir el poder estatal. Una enorme arma ideológica empleada para este fin ha sido la proclama de que los directivos del Estado están llevando a su propia sociedad y al mundo hacia el ideal socialista; una imposibilidad, como cualquier socialista—seguramente cualquier marxista serio—debería haber entendido a la primera (muchos lo hicieron), y una mentira de proporciones de mamut, como la historia ha revelado desde los primeros días del régimen bolchevique. Los amos han intentado obtener legitimación y apoyo mediante la explotación del aura de ideales socialistas y del respeto que está correctamente acorde con ellos, para ocultar su propia práctica ritual, ya que ellos destruyeron todo vestigio de socialismo. Acerca del segundo principal sistema de propaganda mundial, la asociación del socialismo con la Unión Soviética y sus clientes sirve como poderosa arma ideológica para reforzar la conformidad y la obediencia a las instituciones capitalistas, para asegurar que la necesidad del auto-alquiler a los propietarios y directivos de estas instituciones será contemplada virtualmente como una ley natural, la única alternativa a la mazmorra “socialista”. Así, el liderazgo soviético se retrata a sí mismo como socialista para proteger su derecho de manejar el club, y los ideólogos occidentales adoptan la misma postura para prevenir la amenaza de una sociedad más libre y justa. Este ataque articulado contra el socialismo ha sido altamente efectivo para minarlo en el periodo moderno. Uno debe tomar nota de otro instrumento usado de manera efectiva por los ideólogos capitalistas estatales en su servicio al poder y privilegio existentes. La denuncia ritual de los así llamados Estados “socialistas” está repleta de distorsiones y a menudo de simples mentiras. Nada es más fácil que denunciar al enemigo oficial y atribuirle cualquier crimen: no hay necesidad de tener que cargar con las demandas de pruebas o lógica mientras uno marcha en el desfile. Los críticos de la violencia y atrocidades occidentales a menudo intentan establecer la realidad récord, reconociendo las atrocidades criminales y la represión que existen mientras exponen los cuentos que son mezclados al servicio de la violencia occidental. Con regularidad predecible, estos pasos son interpretados de primeras como apologías del imperio del mal y sus sirvientes. Así se preserva el Derecho a Mentir en el Servicio del Estado, y la crítica de la violencia y atrocidades del Estado es socavada. Vale la pena también mencionar el gran atractivo de la doctrina leninista para la “intelligentsia” moderna en periodos de conflicto o sacudida. Esta doctrina permite a los “intelectuales radicales” el derecho a mantener el poder estatal y a imponer la cruda regla de la “Burocracia Roja”, la “nueva clase”, en los términos del análisis de Bakunin de hace un siglo. Como en el Estado bonapartista denunciado por Marx, ellos se convierten en “los sacerdotes del Estado”, y en la “excrecencia parasitaria sobre la sociedad civil” que dirige con mano de hierro. En periodos en los que hay poco desafío a las instituciones capitalistas de Estado, los mismos compromisos
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fundamentales llevan a la “nueva clase” a servir de directivos e ideólogos estatales, “golpeando al pueblo con el bastón del pueblo”, en palabras de Bakunin. No es muy extraño que los intelectuales encuentren la transición desde “comunismo revolucionario” a “celebración de Occidente” tan fácil, volviendo sobre un guión que ha evolucionado de tragedia a farsa durante el pasado medio siglo. En esencia, todo lo que ha cambiado es la valoración de dónde está el poder. La sentencia de Lenin de que “socialismo no es nada sino el monopolio capitalista estatal hecho para beneficiar a todo el pueblo”, el cual por supuesto debe confiar en la benevolencia de sus líderes, expresa la perversión del “socialismo” hacia las necesidades de los sacerdotes del Estado, y nos permite comprender la rápida transición entre posiciones que superficialmente parecen diametralmente opuestas, pero que de hecho están bastante cercanas. La terminología del discurso político y social es vaga e imprecisa, y constantemente degradada por ideólogos de uno u otro color. Sin embargo, estos términos tienen al menos algún residuo de significado. Desde sus orígenes, el socialismo ha significado la liberación de los trabajadores de la explotación. Como observó el teórico marxista Anton Pannekoek, “esta meta no es alcanzada y no puede ser alcanzada por una nueva clase dirigente y gobernante que sustituye a la burguesía”, sino que sólo puede ser “realizada por los mismos trabajadores siendo dueños de la producción”. La apropiación de la producción por los productores es la esencia del socialismo, y medios para conseguir esto han sido ideados regularmente en periodos de lucha revolucionaria, contra la amarga oposición de las tradicionales clases dominantes y los “intelectuales revolucionarios” guiados por los principios comunes de directivismo leninista y occidental, adaptados a circunstancias cambiantes. Pero el elemento esencial del ideal socialista permanece: convertir los medios de producción en la propiedad de productores libremente asociados y de este modo en propiedad social de gente que se ha liberado de la explotación de su patrón, como un paso fundamental hacia un más amplio reino de libertad humana. La “intelligentsia” leninista tiene una agenda diferente. Ellos concuerdan con la descripción que Marx hace de los “conspiradores”, quienes “se apropian del proceso revolucionario en desarrollo” y lo distorsionan para sus fines de dominación; “De aquí su más profundo desdén por un alumbramiento más teórico de los trabajadores sobre sus intereses de clase”, los cuales incluyen el derrocamiento de la Burocracia Roja y la creación de mecanismos de control democrático sobre la producción y la vida social. Para los leninistas, las masas deben ser estrictamente disciplinadas, mientras que los socialistas lucharán para lograr un orden social en el cual la disciplina “se convertirá en superflua” ya que los productores libremente asociados “trabajan según su propio acuerdo” (Marx). El socialismo libertario, además, no limita sus intentos al control democrático de los productores sobre la producción, sino que busca abolir toda forma de dominación y jerarquía en cada aspecto de la vida social y personal, una lucha sin fin, ya que el progreso en conseguir una sociedad más justa llevará a nueva intuición y entendimiento de formas de opresión que pueden estar ocultas en la práctica y conciencia tradicionales. El antagonismo leninista a los más esenciales rasgos del socialismo fue evidente desde el mismo comienzo. En la Rusia revolucionaria, los soviets y los comités de fábrica se desarrollaron como instrumentos de lucha y liberación, con muchas imperfecciones, pero con un rico potencial. Lenin y Trotsky, al asumir el poder, se dedicaron inmediatamente a destruir el potencial liberatorio de estos instrumentos, estableciendo el mando del Partido, en la práctica su Comité Central y sus Líderes Máximos- exactamente como Trotski había predicho años antes, como Rosa Luxembourg y otros marxistas de izquierda advirtieron en esos momentos, y como los anarquistas habían entendido siempre. No sólo las masas, sino incluso el Partido debía estar sujeto a “vigilante control desde arriba”, mantenía Trotsky mientras hacía la transición desde intelectual revolucionario a sacerdote de Estado. Antes de hacerse con el poder del Estado, el liderazgo bolchevique adoptó mucha de la retórica de gente que estaba unida a la lucha revolucionaria desde abajo, pero sus verdaderos compromisos eran bastante diferentes. Esto era evidente antes y se convirtió en clarísimo cuando asumieron el poder del Estado en Octubre de 1917. Un historiador simpatizante de los bolcheviques, E. H. Carr, escribe que “la inclinación espontánea de los obreros a organizar comités de fábrica y a intervenir en la dirección de las fábricas fue inevitablemente alentada por una revolución que llevó a los obreros a creer que la maquinaria productiva del país les pertenecía a ellos y podía ser manejada por ellos a su propia discreción y para su propia ventaja” (el énfasis es mío). Para los obreros, como un delegado anarquista dijo, “Los comités de fábrica eran elementos del futuro... Ellos, no el Estado, deberían ahora administrar”. Pero los curas del Estado sabían más, y se movieron enseguida para destruir los comités de fábrica y para reducir a los soviets a órganos de su control. El 3 de Noviembre, Lenin anunció en un “Decreto de Refuerzo sobre el Control de los Trabajadores” que los delegados elegidos para ejercitar tal control iban a ser “responsables ante el Estado del mantenimiento del orden y disciplina más estrictos y de la protección de la propiedad”. Cuando el año acababa, Lenin señaló que “nosotros pasamos del control de los obreros a la creación del Consejo Supremo de Economía Nacional”, que iba a “sustituir, absorber y suplantar la maquinaria del control de los obreros” ( Carr ). “La misma idea de
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socialismo está encarnada en el concepto de control de los obreros”, se lamentó un sindicalista menchevique ;el liderazgo bolchevique expresó el mismo lamento en acción, demoliendo la misma idea de socialismo. Pronto Lenin iba a decretar que el liderazgo debía asumir “poderes dictatoriales” sobre los trabajadores, quienes debían aceptar “incuestionable sumisión a una voluntad única” y, “en los intereses del socialismo”, debían “obedecer incuestionablemente la voluntad única de los líderes del proceso de trabajo”. Mientras Lenin y Trotsky procedían con la militarización del trabajo, la transformación de la sociedad en un ejército del trabajo sometido a su voluntad única, Lenin explicaba que la subordinación del trabajador a “la autoridad individual” es “el sistema que más que ningún otro asegura la mejor utilización de los recursos humanos”- o como Robert McNamara expresó la misma idea, “la vital toma de decisiones... debe permanecer en la cúspide... la amenaza real a la democracia viene no de la demasiada dirección, sino de la poca dirección”; “si no es la razón la que dirige al hombre, entonces el hombre pierde su potencial”, y la dirección no es otra cosa que el mando de la razón, lo que nos mantiene libres. Al mismo tiempo, el “faccionalismo”—por ejemplo, cualquier cantidad mínima de libre expresión y organización—era destruido “en los intereses del socialismo”, ya que el término fue redefinido para sus propósitos por Lenin y Trotsky, quienes procedieron a crear las estructuras proto-fascistas básicas convertidas por Stalin en uno de los horrores de la edad moderna. El fallo al entender la intensa hostilidad hacia el socialismo por parte de la “intelligentsia leninista” (con raíces en Marx, sin duda), y el correspondiente mal entendimiento del modelo leninista, ha tenido un impacto devastador en la lucha por una sociedad más decente y un mundo habitable en Occidente, y no sólo allí. Es necesario encontrar una vía para salvar el ideal socialista de sus enemigos en ambos centros de poder mundiales, de aquellos que siempre buscarán ser los sacerdotes del Estado y los directivos sociales, destruyendo la libertad en el nombre de la liberación.
Crisis en Rusia: El fracaso del libre mercado Por Alan Woods y Ted Grant Rusia se encuentra en una encrucijada. Los estrategas del capital se están enfrentando a una situación totalmente diferente a la que esperaban cuando colapsó el antiguo régimen estalinista. Pensaban que sería una tranquila transición al capitalismo, y eso es lo que no han conseguido. Occidente se ha quemado los dedos, el colapso en la "confianza" se expresó con el elocuente lenguaje del dinero contante y sonante: no invertirán. Su política actual es: nada de dinero para Rusia a menos que mantenga el programa de reformas. Esta idea quedo perfectamente clara cuando el presidente Clinton fue a Moscú para aconsejar al pueblo ruso que no eligiera el "camino fácil", es decir, el regreso a la economía nacionalizada y planificada, debían elegir el camino duro: el camino de la "reforma de mercado". Es decir, le dijo al pueblo ruso que debía tener más de lo mismo, seguir con la misma política que ha ocasionado la actual catástrofe. La razón para la alarma en las salas de reuniones y despachos occidentales está bien clara. La burguesía ve que con el colapso en la tentativa de ir hacia el capitalismo, surge la posibilidad de regresar a algún tipo de economía nacionalizada, planificada y centralizada. Esta perspectiva les aterra, no sólo por lo que significaría para Rusia, sino debido a su impacto en todo el mundo, comenzado con las denominadas economías emergentes (o mejor dicho sub-emergentes). La crisis mundial del capitalismo se expresa en el efecto dominó de la crisis económica que comenzando en Asia, se extendió a Rusia y ahora amenaza a toda América Latina. Ciertos gobiernos como ocurre en Malasia están intentando protegerse introduciendo medidas proteccionistas y control estatal, atentando contra la política de "libre mercado" impuesta por el imperialismo a través del FMI. Esto es sólo el anticipo de la inevitable reacción en contra del "libre mercado". Los estrategas del capital lo ven como una amenaza mortal para su sistema, y no se equivocan. El pesimismo de la burguesía occidental se expresa en las páginas de los periódicos más serios. El Financial Times (18/8/98) se quejaba: "Rusia ha sufrido una derrota que podría acabar en desastre, no sólo para Rusia, sino para el resto del mundo". Los marxistas ya lo advertimos Persiguiendo su propio sofisma, los jesuitas de la escuela occidental de economía política dicen que el fracaso en Rusia, Indonesia, Malasia, Corea del Sur y los demás que eran puestos como brillantes éxitos del
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"mercado", no es el fracaso del capitalismo, sino sólo de un modelo defectuoso de capitalismo. Desde el principio los marxistas explicamos que sólo se podría desarrollar un tipo de capitalismo en Rusia, el capitalismo "compinche" o mafioso. El capitalismo en Rusia, y en las demás economías emergentes de Asia y América Latina, ha entrado demasiado tarde en la escena de la Historia para desarrollar un papel progresista. Hace cien años Peter Struve señaló que cuanto más al Este vas, más podrida, corrupta y degenerada se convierte la burguesía. Aunque formalmente independientes, estos países están bajo el talón de EEUU, Japón y la UE. A través del mecanismo del mercado mundial están más subordinados y dominados por el imperialismo. La corrompida burguesía rusa que surgió tras el colapso del estalinismo es similar en muchos sentidos a la burguesía de los países ex coloniales corrupta, parasitaria y dependiente del imperialismo. Bajo este régimen, la poca inversión que llegó de Occidente fue a parar principalmente a las materias primas, petróleo, gas, níquel y otros metales en los que es fabulosamente rica Rusia y que, con un estado lógico de los asuntos, lo haría un país próspero. Pero el naciente capitalismo ruso mostró rápidamente su bancarrota, en el sentido literal de la palabra. Este capitalismo compinche no tenía ningún interés de desarrollar la economía rusa. Su perspectiva era transformar Rusia en un proveedor de materias primas, con el propósito de enriquecer a la oligarquía dominante. No desarrollaron los medios de producción, como históricamente hizo la burguesía en occidente, e incluso hasta cierto punto en el Sudeste asiático hasta su colapso. Se comportaron como conquistadores persas, saqueando al Estado y al pueblo, derrochando su riqueza en lujo, o enviándola al extranjero. El resultado final sería reducir a Rusia a la situación de país semicolonial, algo que provoca inevitablemente la resistencia, no sólo de las masas, sino también de una considerable parte de la antigua burocracia incluyendo el ejército, el complejo industrial militar y las burocracias regionales, que no han ganado nada y han perdido todo en el movimiento hacia el capitalismo. Durante los últimos siete años, todas las demás tendencias políticas hablaban de la supuesta "victoria final" del capitalismo en Rusia, sólo los marxistas insistimos en que el proceso no había terminado, que eran posibles diferentes resultados, pues existían muchas y serias contradicciones, y que, en condiciones de crisis económica mundial este podría volverse en su contrario, en especial en el caso de un movimiento de la clase obrera rusa. Ahora estas predicciones están haciéndose realidad ante nuestros propios ojos. Colapso financiero y económico El capitalismo compinche en Rusia ha demostrado ser incapaz de desarrollar las fuerzas productivas. Esta es la clave para comprender la actual situación. Marx y Engels explicaron que la viabilidad de cualquier régimen depende de su habilidad para desarrollar las fuerzas productivas. Durante los últimos seis años hemos visto una caída de la producción del 60%. Este colapso es distinto al de cualquier otro en la historia, mayor que el 30% de EEUU después de 1929, y sólo comparable a una derrota catastrófica, o más bien dos derrotas, en la guerra. Occidente envió a sus doctores económicos para practicar sus nocivos experimentos con el pueblo ruso. Prometieron que todo el dolor (dolor para las masas, no para ellos o para sus compinches rusos), sería recompensado al final con la prosperidad. Ahora todas estas promesas se han convertido en cenizas. El intento de introducir el capitalismo ha fracasado. Siete años después del comienzo de la "reforma", somos testigos del total colapso de la economía rusa. Lenin dijo que la política es economía concentrada. El colapso económico está acelerando el proceso, estamos ante un importante punto de inflexión donde la cantidad se está transformando en calidad y todo se está convirtiendo en su contrario. Uno de los principales problemas al que se enfrenta el Gobierno ruso es la incapacidad de conseguir dinero. Naturalmente, el pago de impuestos nunca fue el punto fuerte de la mafia. Los llamados nuevos rusos se negaron a pagar sus impuestos. Esta es una manifestación secundaria del parasitismo de la naciente burguesía rusa, a la que no le preocupa ni la actividad productiva ni el destino del pueblo y el estado ruso. Su horizonte estaba y está limitado a los negocios para enriquecerse mientras enviaban sus beneficios a Occidente. Durante los últimos siete años salió más capital de Rusia a Occidente que el que entró en concepto de inversiones. La suma de capital que salió de Rusia se estima que alcanza los 140.000 millones de dólares, más que suficiente para renovar y modernizar la industria, si se hubiese utilizado para un fin productivo. El parasitismo y la podredumbre de la naciente burguesía, su completa incapacidad para desarrollar las fuerzas productivas se expresa en la crisis financiera y la crisis del estado ruso. La Unión Soviética, con todas sus faltas y defectos, antes producía la mayoría de la comida y bienes básicos necesarios para su población. Ahora ha cambiado todo. Rusia importa más de la mitad de su comida. En el caso de Moscú la cifra alcanza
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casi el 80 por ciento. En tales circunstancias, el colapso del rublo presagia consecuencias calamitosas para el pueblo de Rusia. Además de la ruina de la industria productiva y la agricultura rusas, profundamente dependientes de Occidente, también se ha producido una severa crisis de las finanzas del estado y un colosal endeudamiento. Para hacer frente a la ausencia de ingresos por impuesto, el Gobierno se vio obligado a financiar su gasto con los conocidos GKO bonos del Estado. Estos bonos a corto plazo ofrecían rendimientos del 60 por ciento o más; en estas circunstancias era una cuestión de tiempo que el Estado entrase en bancarrota. Simplemente se pagaba el gasto de hoy acumulando enormes deudas para el futuro. Cuando el Gobierno no tenga ya dinero para pagar el interés de estos bonos se encontrará con una gran crisis financiera. Las deudas de Rusia han alcanzado la increíble cifra de 194.000 millones de dólares, y no puede devolverlas, situación que ha obligado a Rusia, en la practica, a suspender pagos. Esto ha causado las protestas de los inversores extranjeros, que ahora pueden esperar recibir sólo 15 ó 30 centavos por dólar invertido. El resultado es obvio, los inversores extranjeros evitan Rusia como una plaga, incluso las patéticas cifras de inversión extranjera que existían antes se agotarán, hundiendo a Rusia en una crisis aún más profunda. Hemos recalcado repetidas veces que el elemento clave en toda la situación era la pasividad de la clase obrera. Cuando colapsó el estalinismo los trabajadores estaban desorientados. La experiencia de décadas de estalinismo causó confusión, en ausencia de un auténtico Partido Comunista, estaban sin dirección y no había otra alternativa. En algunos casos, como los mineros, estaban de acuerdo con el movimiento hacia el capitalismo. Pero la clase obrera aprende de la experiencia. La experiencia de los encantos del mercado en estos siete años ha demostrado lo que significa en realidad el capitalismo: acumulación de salarios atrasados durante meses, que el Gobierno no podrá pagar en años. Con el colapso de la economía ha hecho aparición el trueque primitivo, las fábricas pagan a sus trabajadores con las mercancías que producen. Los trabajadores se ven obligados a vender en las esquinas pepinos en vinagre búlgaros, calcetines o cualquier otra cosa para poder alimentar a sus familias. Larry Elliott, redactor económico de The Guardian, explicó a Tribune (4/9/98). "La producción se ha reducido a la mitad del momento en que el comunismo colapsó. Las cosas son peores en las zonas rurales y una parte importante de la economía está funcionando sobre la base del trueque". Para un país que tuvo éxito en construir una economía poderosa, verse reducido a este nivel es traumático. Pero a partir del trauma y la amargura causadas por el hambre surge la necesidad para luchar. Aquí también los acontecimientos de los últimos meses y semanas marcan un importante punto de inflexión. Crisis del régimen No hay duda de que Ziugánov, secretario general del PCFR, intenta asustar a la burguesía rusa y a Occidente para que haga concesiones al comparar la situación a la que existía en enero de 1917, en vísperas del derrocamiento del zar. Al hacer esta comparación, dijo más de lo que deseaba. Hay fuertes paralelos con el régimen de Rasputín y el actual régimen del Kremlin. La crisis del Gobierno es un nuevo síntoma de la crisis revolucionaria que se está desarrollando. Un estudio de la Historia demuestra que la revolución no comienza por abajo, sino en las alturas de la sociedad. El estrato dominante siente que la sociedad está en un impasse y busca una salida. La crisis se revela en primer lugar en una serie de escisiones desde arriba, un choque entre los "conservadores" y los "reformistas", es decir, un choque entre un sector que está a favor de continuar a la antigua usanza, y otro que quiere llevar adelante reformas y concesiones desde arriba para evitar una revolución desde abajo. Esto describe con seguridad la actual situación en Rusia. Alexis de Tocqueville señaló que el momento más peligroso para un régimen autocrático es precisamente cuando comienza a cambiar de rumbo. Como el zar Nicolás (a quien parece que admira) y el Rey Luis XVI de Francia, Yeltsin posee una fatal combinación de testarudez y ceguera, mezclado con dosis de pequeña astucia animal en defensa de sus propios intereses. Yeltsin siempre ha sido un elemento impredecible en la ecuación. Como comentaba el Financial Times: "Después está la carta más descabellada de todas, el propio Yeltsin. Todas las reuniones, análisis y discursos parlamentarios públicos a fin de cuentas no tienen nada que ver. Lo que cuenta realmente es la voluntad del presidente, y durante los últimos cinco años Yeltsin ha proporcionado una amplia manifestación de lo volátil que puede ser". El impasse de la burguesía se revela en estas escasas líneas. Un individuo que sufre de avanzada demencia senil y años de abuso del alcohol y que permanece a la cabeza del Estado ruso podría precipitar la situación en pocos días. En las primeras etapas de la actual crisis, Yeltsin parecía estar preparado para ceder algunos de sus poderes.
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Después se retractó de sus palabras, sus giros no son accidentales. Está apegado al poder para salvar su piel y los intereses sustanciales de su familia. Yeltsin teme ser destituido porque su familia ha saqueado la economía de la misma forma que la familia Suharto en Indonesia. Está aterrorizado por la perspectiva y eso explica porqué no está preparado para ceder sus poderes constitucionales. Los intereses de este hombre podrían hundir a Rusia en una caos mayor. Ya su testarudez ha obligado a los dirigentes del PCFR a oponerse, a pesar de todo, a Chernomirdin. Los vaivenes desesperados de Yeltsin en los últimos meses no se pueden explicar simplemente en términos de inestabilidad personal, aunque indudablemente entra como un factor que agrava y complica la situación desde el punto de vista de Occidente. Es una expresión de la profunda crisis del régimen, que está en un impasse total. La repentina destitución de Chernomirdin y su sustitución por Kiriyenko en primavera tomó a todo el mundo por sorpresa. Después en un intento desesperado cambió la situación, Yeltsin intentó reponer a Chernomirdin, pero era el peor candidato que podría haber elegido por su pasado. Fue líder del Gobierno durante cinco años y las encuestas mostraban que el 95% de la población detestaba a Chernomirdin, que era visto como el responsable del colapso económico. La caída de Chernomirdin, candidato de Yeltsin, tras su rechazo en la Duma fue una señal clara de que algo fundamental había cambiado, suponía no sólo un incidente accidental, sino una crisis del propio régimen. Las tendencias centrífugas en las regiones La bancarrota económica y el colapso de la inversión productiva han tenido peores consecuencias en las regiones. El elevado grado de autonomía que los distintos dirigentes regionales han arreglado para arrebatar al centro no ha conducido a una mejora. Al contrario, las provincias que no han conseguido nada del movimiento hacia el capitalismo durante los últimos siete años, están ahora enfrentados con el completo colapso y el hambre de este invierno. Estos dirigentes regionales tienen sus propios intereses, y entran en conflicto con los que están en el poder en Moscú. La parte del león de la inversión de Occidente (en cualquier caso no muy considerable) fue canalizada a Moscú y en menor medida a San Petersburgo, donde fue despilfarrada en el parasitario sector servicios y financiero ambos se enfrentan al colapso. Los beneficios de estas inversiones fueron desviados a Occidente, pero el interior industrial ruso no se ha visto beneficiado de la inversión. Esto produce todo tipo de nuevas contradicciones, creando una situación explosiva. Estas contradicciones caen de manera más pesada sobre los hombros de la clase obrera de las regiones, pero también afecta al sector de la burocracia que no ganó nada de la introducción del mercado. Esto ha creado nuevos conflictos dentro de la propia oligarquía. En la actual crisis los burócratas regionales, aterrorizados por una explosión, han tomado medidas, que esperan calme a la población. El gobernador de Kaliningrado, Leonid Gorbenko declaró el "estado de emergencia" aunque legalmente no tuviera poderes para hacerlo. Su objetivo era acumular reservas de comida y combustible, para mantener bajos los precios y garantizar los suministros esenciales para las escuelas y hospitales. En Siberia, el recién elegido gobernador Lebed ha congelado los precios del gas, el petróleo, la electricidad y el transporte local. También declaró que los precios de los productos locales y productos alimenticios esenciales estarían controlados por decreto. Explicó que estas medidas le situaban en el umbral de violar la ley, "Pero estoy decidido a evitar el hambre en la región. Los hombres de negocios deberían comprender que estoy actuando en su interés para evitar una situación en la que una multitud de gente hambrienta y enojada tome las calles" (The Guardian, 9/9/98). Medidas similares se han tomado en Perm, Novgorod, Smolensk, Omsk y Chiuvasia. Si los trabajadores no tienen éxito en tomar el poder en sus manos y transformar la sociedad, existe el peligro de que Rusia finalmente se rompa en feudos locales. Basta con recordar lo que ocurrió en Yugoslavia para comprender que este proceso sería una catástrofe y una pesadilla para todo el pueblo de Rusia. Sin embargo, es poco probable que esto ocurra, porque una vez la clase obrera entre en acción todo cambiará. Es posible que la revolución comience en las provincias, y no como en el pasado en Moscú y San Petersburgo. Después de todo en Albania, el movimiento comenzó en el sur y más tarde llegó a Tirana. Sin embargo, el hecho de que el colapso económico se haya extendido a Moscú y San Petersburgo supondrá que pronto alcanzará al resto de Rusia.
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El ejército y el peligro del bonapartismo Algunos comentaristas han especulado con la posibilidad de que un hombre fuerte tome el poder y corte este proceso. Hablan de una solución bonapartista, algún tipo de golpe de Estado. La verdad es que no faltan candidatos para el empleo de dictador, pero no es una cuestión del deseo subjetivo o de un individuo. Las leyes de la contrarrevolución son similares a las de la revolución. No puede ser llevada a cabo en cualquier momento y en cualquier circunstancia. Depende de la correlación de fuerzas de clases en la sociedad. Sobre todo depende de la situación interna del ejército. Pero esto no existe en el vacío. El ejército siempre refleja una sociedad en general, y el ejército ruso refleja la sociedad rusa. Donde la sociedad está dividida en contradicciones extremas, como en el caso de Rusia, esto tiene un profundo efecto sobre el ejército, que tiende a dividirse en líneas de clase. Ya hay informes de motines en la flota del Mar Negro y el Financial Times informaba de que: "Mal pagados y subalimentados, los soldados individuales han tenido que disparar sobre sus oficiales". Este es un síntoma claro de la crisis revolucionaria que se está desarrollando. ¿Si los soldados están disparando a sus oficiales cómo se puede utilizar al ejército contra la clase obrera? Sería un arma inútil de la reacción bonapartista, que normalmente ocurre cuando los trabajadores están desmoralizados y pasivos como resultado de graves derrotas. Esto podría ocurrir en el futuro, si los trabajadores fracasan en tomar el poder en sus manos y transformar la sociedad en líneas socialistas. Antes de que tal escenario de pesadilla se produzca, la clase obrera se moverá muchas veces. Por tanto la perspectiva bonapartista es pospuesta, porque no pueden recurrir a las tropas. Alexander Lebed, el ahora gobernador de Siberia y ex general, es uno de los candidatos obvios para el empleo de dictador de Rusia. Como la mayoría de los militares, la comprensión que tiene Lebed de la política es bastante primitiva, pero sí que comprende que la perspectiva del bonapartismo en este momento está plagada de dificultades. En realidad Yeltsin probablemente consideró la posibilidad de suprimir el Parlamento y gobernar por decreto. La razón por la que no lo hizo no es porque no quisiera, sino porque no podía. Sopesando las acciones que se le presentaban a Yeltsin tras el rechazo de la Duma a Chernomirdin, The Economist decía: "Una cuarta opción, más peligrosa, sería declarar el estado de emergencia y gobernar por decreto sin referencia a la Duma. Pero el presidente está demasiado débil para que tan imprudente plan tuviese éxito. ‘Las autoridades caerían en 24 horas’, dijo Lebed". La perspectiva para Rusia no es la reacción bonapartista, sino movimientos revolucionarios de la clase obrera. Esto es lo que aterroriza a la burguesía, tanto a la rusa como la occidental. El único escenario que todos desechaban y que nosotros mantuvimos todo el tiempo, ahora es tomado en serio por los estrategas del capital. El mismo artículo del The Economist señala que: "ahora la clave es si se pueden evitar consecuencias políticas y sociales más miserables; si el malestar puede entrar al final en erupción entre los pobres, o quizá incluso entre el ejército.
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Tanto los soldados, como las fuerzas de seguridad y los trabajadores clave, como los mineros y los conductores de tren se han contenido. El malestar en las calles, espontáneo u organizado está aún por estallar. Si esto ocurre, la elección de un nuevo primer ministro podría ser irrelevante" (Idem). El ejército se ve afectado en todas las revoluciones. Pero en este caso no estamos ante un ejército burgués clásico. Este ejército normalmente se escinde en líneas de clase con las tropas pasando al lado de los trabajadores. Lo que ocurrió en Albania es útil para comprender lo que puede ocurrir en Rusia. Frente a una insurrección de las masas en Albania el año pasado, no sólo fueron las tropas normales las que se pasaron al lado de la revolución, sino también importantes capas de los oficiales, probablemente la mayoría. Cuando las masas albanesas entraron en los cuarteles, no encontraron resistencia. Las puertas se abrieron y los soldados distribuyeron las armas a la población. Muchos oficiales ayudaron a adiestrar a los insurgentes en el uso de las armas, especialmente en el sur, donde el movimiento fue más lejos. En el caso de Rusia, los oficiales están divididos al igual que toda la sociedad rusa. No es una simple división entre los trabajadores y la élite dominante. La antigua burocracia no es una masa homogénea, está también dividida. Están aquellos que han conseguido mucho de la transición al capitalismo, como los Chernomirdin, pero también está el grueso de la burocracia, en especial la del Complejo Militar Industrial y la de las regiones fuera de Moscú y San Petersburgo, que han ganado muy poco. Esta división se refleja en el ejército y en el estado en general, un estado que la burguesía todavía no ha logrado moldear en un instrumento seguro de la clase dominante. "Siete años después, el estado ruso consiste en un puñado de instituciones poco enraizadas, una presidencia, un parlamento, un banco central y poco más, que no han ganado la confianza pública, y que son empequeñecidas por un impenetrable cinismo, incompetencia, chantaje y un peso muerto burocrático" (The Economist, 5/9/98). ¿Vuelta atrás? Enfrentados con el dramático colapso de la economía rusa, los estrategas del capital, tras haberse negado con firmeza a esta posibilidad en el pasado, ahora hablan abiertamente de la posibilidad de una "vuelta atrás" de Rusia, a alguna forma de economía planificada centralmente. Tal posibilidad, como explicamos hace tiempo, está implícita en toda la situación. Realmente muchos rusos darían la bienvenida a los "viejos buenos días", bajo Breznev, con algunas reformas y más democrático, algunos ¡incluso sin ellas!. A pesar de la burocracia y el régimen totalitario, la economía nacionalizada y planificada garantizaba un empleo, una pensión, cuidado sanitario y educación, y nadie pasaba hambre. Comparado con los horrores del capitalismo, esto parece como una edad dorada. Sin embargo ésta no es la perspectiva de Ziugánov, y menos la de Yeltsin u otros representantes de la oligarquía. Estos caballeros han levantado el espectro de la vuelta atrás frente a Occidente para sacar más dinero de ellos. En realidad quieren continuar con el proceso hacia el capitalismo. El problema es que no pueden, Rusia necesita mucho dinero, y Occidente les ha ofrecido una cantidad minúscula comparada con sus necesidades. Se calcula que Rusia necesitaría 50.000 millones de dólares anuales durante diez años para desarrollar su economía sobre bases capitalistas, pero sin esta cantidad de dinero es imposible. En la visita de Clinton a Moscú, les dijo a los rusos que deberían elegir la "opción dura" del capitalismo y, si lo hacían, se verían recompensados con la ayuda de Occidente. Pero los rusos ya han escuchado esto antes, y saben que todas las promesas de ayuda por parte de Occidente se quedan en nada. Son escépticos, y su escepticismo no ha disminuido por el hecho de que Clinton no mencione una suma de dinero. El profundo colapso económico, y la ausencia de una perspectiva seria de inversión real o ayuda de Occidente aumenta la perspectiva de retorno a algún tipo de régimen estalinista, por ejemplo alguna forma de economía centralizada y planificada pero sin el control democrático y la dirección de la clase obrera. La posibilidad de volver a alguna forma de economía planificada viene directamente del impasse que sufre Rusia. El régimen actual está hendido con escisiones en todas las direcciones. La burocracia está interesada sobre todo en salvarse a sí misma. Enfrentados con una recesión en Occidente y el colapso de las "reformas de mercado" en Rusia, la idea de que el "antiguo régimen" era más estable y garantizaba sus privilegios debe ser una idea que progresa entre esta capa de la burocracia. Frente a una crisis cada vez más profunda, y amenazados con la revolución desde abajo, la burocracia y el estado podrían escindirse. No pueden depender de los cuerpos de hombres armados. La posibilidad de una vuelta atrás no está en absoluto descartada, en especial en caso de una recesión mundial. Este régimen temporalmente tendría el efecto de empujar la economía hacia adelante, pero más tarde todos los males del anterior régimen estalinista, burocratismo, ineficacia, corrupción y nepotismo resurgirían. Como
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ya hemos dicho en el pasado, este sería un régimen débil precisamente porque la clase obrera rusa no es la pequeña, e inculta clase trabajadora de los años veinte, sino la fuerza decisiva en la sociedad. No toleraría este régimen durante mucho tiempo, sino que rápidamente lo borraría para instalar un auténtico régimen de democracia obrera. La perspectiva de un régimen neoestalinista aterroriza a Occidente. Significaría que Rusia arrastraría tras de sí a los Estados bálticos, y a la mayoría de las antiguas Repúblicas Soviéticas, sumidas en una crisis profunda, y que con toda probabilidad voluntariamente volverían. Los estados Bálticos han tomado el camino del mercado, y se verán afectados porque la mayoría de sus exportaciones van a Rusia. Bielorrusia ya ha avanzado duramente en el camino hacia el capitalismo, y está en serias dificultades, con una inflación anual del 60 por ciento y la moneda en bancarrota, el rublo bielorruso, ha caído respecto al dólar de 60 a 100 en sólo un mes; el ucraniano no está mucho mejor. Ucrania se puede ver obligada a dejar de pagar su deuda. Sólo tiene reservas de 800 millones de dólares, suficiente sólo para pagar las importaciones de un mes. Si Rusia cae, Ucrania va detrás, ya que está en una posición incluso peor que la de Rusia. Los ucranianos tienen un proverbio: "Si está lloviendo en Moscú, pronto lloverá aquí". Esto es verdad, el colapso del capitalismo en Rusia rápidamente producirá la misma situación en Ucrania. Ya los ucranianos están mirando con nerviosismo a Rusia y sacando sus conclusiones: "Culpan de la crisis rusa a la reforma (el capitalismo) ‘dice un banquero occidental con residencia en Kiev’ , y la reacción refleja es que no debemos tener reforma aquí" (The Economist, 5/9/98). Europa del Este también se enfrenta a una creciente crisis, que probablemente seguirá, comenzando con países débiles como Bulgaria y Rumania. Incluso países como Polonia, Hungría y la República Checa se enfrentarán con serias dificultades. A pesar de que en estos países el proceso de restauración capitalista ha ido más lejos, y que están más vinculados a Occidente, el futuro del capitalismo será puesto en duda también, en especial cuando sean alcanzados por la crisis mundial del capitalismo. Se producirán grandes movimientos de la clase obrera, en un cierto momento habrá crisis y escisiones en los partidos comunistas, situando los procesos revolucionarios en el orden del día. Los imperialistas están aterrorizados con tales perspectivas, que tendrían enormes repercusiones en Occidente. Por eso están ejerciendo una tremenda presión sobre Moscú para que siga con el capitalismo. Pero se dan cuenta de que su influencia está ahora muy limitada. La fracción de la naciente burguesía que les respaldaba (Chubais, Mentsov, Kiriyenko) ha sido expulsada del poder, han perdido incluso el control de los acontecimientos. En cualquier caso, su consejo fue desastroso en el pasado y lo es más en la actualidad. La insistencia para que Rusia se defienda de Occidente, con elevadas tarifas arancelarias y medidas para el control estatal, incluyendo la nacionalización de los bancos (una medida esencial para evitar el colapso del sistema financiero) va en contra de los intereses de la oligarquía. De mala gana, los imperialistas están obligados a aceptar una coalición gubernamental encabezada por el ex estalinista y amigo de Saddam Hussein, Primakov, con la participación de los comunistas. ¿Qué puede hacer una coalición gubernamental? ¿Qué puede hacer una coalición con el PCFR? No resolvería ninguno de los problemas que tiene la clase obrera. Una coalición con el PC temporalmente puede ralentizar el proceso de desintegración económica. Pero tendría muy poco tiempo de respiro, posiblemente unos pocos meses. Las opciones son muy limitadas, la única alternativa a la antigua política deflacionaria todavía defendida por Occidente, es la emisión de grandes cantidades de papel moneda en un intento desesperado de tapar los agujeros en las finanzas públicas. En lugar de deflación, habría hiperinflación. Frente a esta situación un sector de la burocracia y los militares proponen la emisión de dinero, que va contra todos los consejos de los "expertos" económicos occidentales. Mijail Berger, redactor del diario ruso Sevodnya decía: "La única salida para el Gobierno de conseguir dinero es emitir créditos o imprimir rublos. Siempre he sido enemigo de la inflación, pero ahora pienso que no hay alternativa. El Gobierno no tiene otra fuente de conseguir dinero". La burocracia no ha aprendido nada y ha olvidado todo. Trotsky explicó que la inflación es la sífilis de una economía planificada. También lo es de una economía capitalista. A largo plazo socava la inversión y conduce al caos. Joseph Piradashvili, director de una empresa de exploración de gas explicaba que: "Los créditos blandos son ahora ineludibles. Me doy cuenta que crearía inflación, pero ahora parece el mal menor". El hecho de que Occidente no esté dispuesto a dar más dinero deja al régimen ruso con la opción de emitir dinero, es decir la inflación. El régimen está considerando esta opción como una "solución" a sus problemas. Pero no es en absoluto ninguna solución. Cualquier cosa que haga la burguesía rusa será equivocada. Si no emiten rublos no podrán pagar a los trabajadores sus salarios, si emiten rublos reducirán el valor de los
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salarios a la nada y se enfrentarán a una espiral inflacionaria. Esperan escapar con este truco sin que los trabajadores se den cuenta. Pero los trabajadores pronto descubrirán que es un fraude. Saben lo que significa la inflación, ya los precios de las mercancías importadas se han doblado, y los precios de las mercancías rusas se han disparado. Esto explica porqué los mineros y otros trabajadores reivindican una escala móvil de precios y salarios. La emisión de rublos es una solución a un muy corto plazo de tiempo. Conduciría a una crisis de la economía e incluso a un colapso más profundo, que llevará a una explosión de la clase obrera. El rublo está cayendo aún más. Perdió dos tercios de su valor en tres semanas, mucho peor a lo ocurrido con la moneda indonesia, que cayó un 84% en un año. Las tiendas están vacías, debido al pánico a comprar. También hay problemas con los mayoristas que no traen mercancías porque no saben qué precio poner. El pueblo está desesperado. La televisión británica mostraba tiendas vacías. Entrevistaban a una anciana y decía que en los "viejos días" siempre había comida, y ahora no hay nada. Y añadía "lo mejor que puedo hacer es ir a casa y colgarme". Ziugánov cuando compara la situación con 1917, refleja cual es el ambiente que se está desarrollando entre las masas. Una vez las masas se den cuenta del significado de esta política (y no tardarán mucho en verse los efectos) se producirá una explosión de la lucha de clases. Todo señala a procesos revolucionarios en pocos meses. Las masas no estarán satisfechas con un puñado de concesiones que no resolverán nada. ¿De qué servirá el pago de los salarios si rápidamente quedarán sobrepasados por el aumento de los precios? Ya los trabajadores han planteado consignas políticas, pidiendo la renuncia de Yeltsin. Esta presión desde abajo explica por qué Ziugánov insistía tanto en su oposición a Chernomirdin y Yeltsin. Sin embargo, Occidente quiere que Yeltsin se quede, atemorizados por quién podría sustituirle. Le aconsejaron que renunciara a Chernomirdin y presentara un candidato más aceptable a la Duma y, en esa perspectiva algunos de los observadores burgueses más astutos están llegando a la conclusión de que una coalición que incluya al PC es la única alternativa para asegurar la estabilidad. Comprenden que si Yeltsin insistía en mantener un conflicto sobre este tema sólo habría dos resultados posibles. El primero hubiera sido la disolución de la Duma y convocar elecciones anticipadas en tres meses. Y el resultado más probable de estas elecciones sería una mayoría absoluta del PC y así Ziugánov habría llegado al Gobierno. Este Gobierno estaría sometido a enormes presiones de las masas, ya no tendría la excusa de estar en minoría y los trabajadores le presionarían para que solucionase el lío ocasionado por los capitalistas. La otra posibilidad habría sido que Yeltsin disolviese la Duma y gobernase por decreto. Existe una constitución bonapartista que le permite hacer esto. Pero como hemos dicho ya, la correlación de fuerzas ente las clases y el estado del ejército descartan esta opción. Sería una provocación a las masas y se convertiría inmediatamente en una situación revolucionaria. Este escenario aterroriza a la burguesía, tanto a la de Occidente como a la Rusa. Explica porqué algunos sectores han llegado a la conclusión de que el mal menor sería que el PCFR entre en el Gobierno. En las actuales acondiciones, una coalición gubernamental es la mejor opción desde un punto de vista burgués. Ahora bien, en primer lugar sería un Gobierno en crisis, y probablemente un Gobierno de corta vida. Incluso una coalición gubernamental puede verse obligada a renacionalizar algunos sectores de la economía y llevar adelante medidas para aliviar la situación de la clase obrera. Esto entraría en conflicto con el FMI, el Banco Mundial y la burguesía occidental en general. El propio Primakov es un elemento desconocido. Mientras que es verdad que se declara partidario de las "reformas" de mercado, Occidente no confía en él. No saben cómo afrontaría una crisis o un desorden. Antes de la Segunda Guerra Mundial, León Trotsky predijo que, en determinadas circunstancias, los dirigentes reformistas en el Gobierno se podrían ver obligados a ir más allá de sus intenciones. Lo que empujó a Ziugánov a oponerse a Chernomirdin, fue la enorme presión recibida desde abajo entre las masas de trabajadores. Esto es lo que aterroriza a Occidente y a Ziugánov, más que otra cosa. La burguesía todavía recela del PC, la mayoría de ellos están aterrorizados con el "comunismo". No confían en Ziugánov a pesar de todas sus palabras de lealtad al capitalismo. No es una cuestión de Ziugánov, sino de la presión de la clase obrera que viene de abajo, esto es lo que les alarma. El Partido ‘Comunista’ Ante la ausencia de una organización de masas tradicional de la clase obrera en Rusia, el vacío lo está ocupando el Partido "Comunista" encabezado por Ziugánov. Pero éste ha expresado su lealtad al "mercado" y todas sus obras, ha jugado el papel de "responsable hombre de Estado". No quiere hacer nada que pueda alentar a las masas y, debido a esto, tiene un papel importante que jugar desde el punto de vista de la burguesía. En las negociaciones iniciales parecía que el PC había alcanzado un acuerdo con Yeltsin y
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Chernomirdin: se produciría una intervención parcial del Estado, algunas nacionalizaciones y alguna mejora de las condiciones de vida de las masas, y sobre todo una reducción de los poderes de Yeltsin. Ziugánov pedía tres ministros. En un momento en que las masas están pasando hambre y caos, el dirigente del PCFR está obsesionado con maniobras parlamentarias en la búsqueda de una coalición con la burguesía, justo lo contrario de todo lo que defendía Lenin. El problema para Ziugánov es que ni uno solo de los problemas básicos de la clase obrera puede ser resuelto sobre bases capitalistas. Independientemente de la política que adopten, las cosas irán de mal en peor. Si Ziugánov entra en una coalición gubernamental con Primakov, tendrá que aceptar la responsabilidad de todas las calamidades que sufra el pueblo ruso. La conclusión es ineludible: habrá un otoño caliente con movimientos explosivos de la clase obrera. En esta situación el PC necesita algo que ofrecer a las masas. Eso explica porqué hablan de nacionalizaciones. También explica porqué el PC rechazó la candidatura de Chernomirdin, es decir, el régimen no le daba a Ziugánov lo que quería.
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Los marxistas no somos indiferentes al Parlamento. No somos anarquistas. Pero el Parlamento debe ser utilizado, como lo hicieron los Bolche-viques, como parte de una campaña para movilizar, agitar y organizar a las masas fuera del Parlamento en la lucha revolucionaria para cambiar la sociedad. Pero los parlamentarios del PCFR muestran todos los síntomas del mal incurable calificado por Marx como "cretinismo parlamentario". En vez de utilizar su posición en la Duma, donde tienen la mayoría, para agitar a la clase obrera fuera del parlamento, se limitan a maniobras e intrigas palaciegas. Desde que fueron elegidos, los lideres del PC han demostrado su completa falta de voluntad. En todas y cada una de las ocasiones anteriores, cuando el Gobierno ha estado en crisis (y fueron varias) Ziugánov se limitó a dar una de cal y otra de arena, al principio haciendo el papel de oposición y luego en el último minuto cediendo. Los diputados del PC, después de todo, como resultado de sus puestos en la Duma, disfrutan de toda una serie de privilegios, buenos salarios, que a diferencia de los trabajadores, les pagan siempre a tiempo, gastos abundantes, pisos en Moscú, etc. Una sola llamada de Yeltsin amenazando con disolver la Duma y convocar elecciones fue siempre suficiente para tener a estas damas y caballeros corriendo a la mesa de negociación a firmar un acuerdo que significaba una capitulación. Sin embargo, esta vez las cosas son algo diferentes. Al principio, parecía la vieja rutina. Bastaba observar la conducta de Ziugánov después del segundo voto en la Duma que rechazó la candidatura de Chernomirdin. Al principio se opusieron enérgicamente e inmediatamente después realizaron una propuesta de compromiso. Ziugánov declaró que tenía una pequeña lista de cinco candidatos a los que podía apoyar: Luzkov, el alcalde de Moscú, Yavlinsky, actual ministro de exteriores, Stroyev, portavoz del Consejo de la Federación y Oryol, el gobernador de la región central de Rusia. Al final, Yeltsin no tuvo otra alternativa que proponer a Primakov como nuevo candidato a primer ministro. Si Ziugánov se hubiese mantenido firme, Yeltsin se hubiese visto obligado a disolver la Duma y celebrar elecciones en las que el PCFR hubiese ganado la mayoría. Las masas hubiesen tenido la oportunidad de votar arrolladoramente contra estos políticos que les han decepcionado y han arruinado el país. Incluso sin mucho entusiasmo hacia Ziugánov, necesariamente se habría convertido en el principal beneficiario de la ira del pueblo. Pero este panorama aterroriza al dirigente del PCFR. Una campaña electoral en estas condiciones sociales, pondría a las masas a sus pies y presionaría al PC a
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actuar, y esto es lo último que desean hacer. Ziugánov teme ganar las elecciones con una gran mayoría que le obligara a demostrar lo que puede hacer y le colocaría bajo el escrutinio de una clase obrera despierta y critica. Ziugánov teme a las masas tanto como Yeltsin. Preferiría ser una minoría en un gobierno de coalición en el que los partidos burgueses tuviesen la mayoría. El periódico del Partido comunista británico, Morning Star decía "El Sr. Ziugánov quiere que el Presidente realice una amplia consulta entre los diferentes grupos del poder para encontrar un candidato que sea aceptado por todos. Rehusó decir a quien preferiría como Primer Ministro, pero elogió al alcalde de Moscú, Yuri Luzh-kov" (Morning Star, 9/9/98). Esto fue publicado sin ningún tipo comentarios en el periódico del PCB, y demuestra a que nivel han llegado. Ninguno de los candidatos propuestos por el PCFR eran miembros del Partido Comunista. En otras palabras, los dirigentes del PCFR, incluso ahora, están dispuestos a involucrarse en el proceso de transición al capitalismo. Mientras la prensa "comunista" mantiene un discreto silencio, los comentaristas burgueses hablan con una maliciosa ironía de las últimas capitulaciones de los dirigentes del PCFR. The Guardian comenta: "La pasada noche los comunistas, el único partido importante en el Parlamento, declararon en un llamamiento al pueblo ruso, que estaban dispuestos a formar Gobierno. El llamamiento, una replica de su programa electoral de 1996, prometía trabajo para todos, préstamos baratos y viviendas asequibles, estas palabras sonaban extrañas después de que Ziugánov, poco antes dijese que él no quería dirigir un Gobierno" (The Guardian, 10/9/98). "No hay tiempo para aprender en el trabajo" había dicho. "Necesitamos a alguien que entienda el mercado". Poco después de que Yeltsin nominara a Primakov, el portavoz de la Duma, Gennady Seleznyov, miembro del partido comunista, dijo: "Es la decisión mas razonable y Primakov, por supuesto, conseguirá el apoyo de la Duma Estatal" (Reuters, 10/9/98). Esto indica que la dirección del PC, estaría dispuesta a entrar en un Gobierno de coalición, si no inmediatamente, por lo menos en el próximo periodo. Si Ziugánov entra al Gobierno con la idea de descabezar el movimiento de la clase obrera, únicamente creará las condiciones para un movimiento más explosivo desde abajo. Debemos estar preparados para cambios repentinos en la situación. Todo esto explica porqué Ziugánov está tan desesperado. El problema es que la entrada de los dirigentes del PC en el Gobierno no resolvá nada, por una simple razón; no tienen nada que ofrecer a las masas. Se abrirá una nueva y convulsiva etapa, con grandes movimientos de la clase obrera, que conducirán a crisis y escisiones en el seno de las organizaciones comunistas. La revolución albanesa La situación en Rusia se puede comparar con lo ocurrido en Albania cuando colapsaron los bancos piramidales, o con Alemania en 1923. La clase obrera podría haber tomado el poder en Albania. A pesar de que Albania había llegado bastante lejos en el camino de la restauración capitalista, y habían privatizado casi todo, cuando la población se vio arruinada, la revolución apareció en el orden del día. En aquel momento fuimos los únicos que explicamos que lo que estaba sucediendo en Albania era una revolución. Predijimos la posibilidad de que en Rusia se produjese una situación similar a la de la Comuna de París. Esto es precisamente lo que ocurrió en Albania. Los trabajadores albaneses no tenían dirigentes como en Rusia, pero eso no les impidió luchar una vez que la situación alcanzó un punto crítico. Enfrentados con semejante movimiento, el ejército se pasó al lado de las masas y la policía fue disuelta a la fuerza. Se verá el mismo proceso en Rusia, pero la fortaleza de la clase obrera es mucho mayor. En nuestro documento Albania, la Comuna de París y la Revolución de Febrero, publicado el 23 de junio de 1997, escribimos: "Hay muchos paralelismos entre la revolución albanesa y la Comuna de París. La insurrección en París ocurrió como resultado de toda una serie de contradicciones insoportables que fueron madurando durante un largo periodo. Francia, al igual que Albania estaba en manos de un grupo de bandidos, que saqueaban el país para enriquecerse. La situación empeoró tras el desastre de la guerra franco-prusiana, la camarilla dirigente tenía más interés en combatir a la clase obrera de París que al ejército prusiano. Las contradicciones pasaron a un primer plano cuando el Gobierno, en un claro acto de provocación, intentó apoderarse de la artillería de la Guardia Nacional de París, y se encontró con una sublevación espontánea. En palabras de Marx, los trabajadores de París "tomaron el cielo por asalto". El colapso del sistema piramidal en Albania, fue un incidente similar al asalto de la artillería en París, fue un fenómeno accidental la chispa que provocó la explosión, pero no fue la verdadera causa. Esta se produce debido al descontento que se va acumulando en la sociedad durante décadas; las privaciones de las masas, la bancarrota de las clases medias, el odio a la corrupción y la ineficacia de un Gobierno de ladrones, aventureros y estafadores. Aunque las circunstancias concretas fueron diferentes, en esencia la situación es la misma".
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Acontecimientos similares son posibles en Rusia. En Albania la revolución comenzó con el colapso del sistema piramidal, en Rusia podría ser la combinación de distintos factores, hiperinflación, escasez de comida, etc., Desgraciadamente la revolución albanesa fue derrotada gracias a la dirección del ex partido comunista. En las elecciones, el 65 % de la población voto por los ex comunistas que formaron Gobierno, pero continuaron practicando un programa burgués y desilusionaron a las masas. Rusia, sin embargo es diferente de Albania. Albania es uno de los países mas atrasados de Europa con una vasta población rural. Mientras en Rusia la clase obrera no tolerará la situación y se moverá para tomar el poder en sus manos. La clase obrera La situación en Rusia todavía no es prerrevolucionaria, pero se encamina claramente en esa dirección. La situación en las provincias es explosiva, si la clase obrera toma el poder en una sola ciudad transformaría por completo la situación. Lo más importante es que los trabajadores comienzan a moverse. La lucha de los mineros, el piquete de Moscú, y sobre todo la incorporación de nuevos sectores, demuestra que el movimiento está alcanzando una nueva etapa. "Los trabajadores rusos, sin cobrar durante meses, comenzaron a participar directamente incluso antes de la crisis. Esta primavera, los enojados mineros del carbón bloquearon en varias ocasiones las vías de ferrocarril para protestar por los atrasos en los salarios. En ciudades deprimidas como Vladivostok, se han producido huelgas y manifestaciones del sector publico, que han agrupado desde profesores a conductores de ambulancias, se han convertido en un acontecimiento semanal. Algunos soldados mal pagados y algunas veces mal alimentados, llegaron a disparar a sus oficiales al mando". "La multitud de trabajadores sin cobrar y soldados encolerizados se ha visto engrosada por una clase media que ha perdido sus ahorros tras la ultima devaluación del rublo y por las crisis bancaria" (Financial Times, 2/9/98). Es inevitable que se produzcan nuevos y mayores movimientos obreros. Pero la clave de toda la situación el factor subjetivo está ausente. Hay una terrible contradicción entre la situación objetiva, que se mueve rápidamente en una dirección revolucionaria, y la debilidad crónica de la dirección revolucionaria. Los éxitos y fracasos futuros dependen de la habilidad de los marxistas rusos para resolver esta contradicción en el espacio de tiempo más corto posible. En última instancia, todo depende del movimiento de la clase trabajadora rusa, el movimiento ha empezado, y se intensificará en el próximo periodo. De momento el movimiento de los mineros parece haber parado. Es inevitable. Hay un elemento de cansancio y fundamentalmente por el hecho de que los trabajadores no tienen dirección. Sin embargo, esta tregua temporal no durará mucho. En esta etapa inicial, los trabajadores esperarán a ver los resultados del próximo gobierno de coalición: si las cosas cambian, y sobre todo, si se les van a pagar los salarios. Pero una vez sea evidente que este gobierno no puede ofrecer ninguna solución a sus problemas, el movimiento explotará de nuevo y con mayor violencia. Todo el proceso se acelerará. Casi con toda probabilidad podemos esperar ver nuevos acontecimientos en este otoño. Esta situación ejercerá una gran presión sobre el PCFR y sobre los sindicatos, provocando nuevas crisis y convulsiones. En varias regiones ya se han producido escisiones en el PCFR (Kaliningrado, Kemerovo), pero no son nada comparado a lo que veremos en el futuro. La naciente burguesía ha manifestado una cínica indiferencia ante los sufrimientos las masas. Los imperialistas, personificados en el FMI, fueron igualmente complacientes cuando les exigieron ir más lejos con los profundos recortes como condición previa a recibir préstamos. Estos "bondadosos cristianos" (a los que debemos añadir a Tony Blair) inventaron todo un nuevo vocabulario, con extrañas reminiscencias del "nuevo lenguaje" de George Orwell, para encubrir el genocidio económico que su política está causando en Rusia; "dosis de austeridad", "disciplina de mercado", "terapia de shock" y palabras similares. En lugar de realizar un análisis científico, recurrieron al viejo truco de justificar todo con las supuestas peculiaridades del pueblo ruso, su paciencia y su pretendida aptitud para resignarse ante el sufrimiento, etc. Tonterías similares son expresadas con frecuencia por los intelectuales de izquierdas en Moscú para ocultar su desmoralización y su falta de fe en la clase obrera. La perspectiva para Rusia puede resumirse en una forma muy simple: o la clase obrera toma el poder o existe el peligro de caos e incluso de la ruptura de Rusia, con terribles consecuencias para las masas. Recuerda al escenario descrito por Lenin en su famoso texto La catástrofe que se avecina y cómo combatirla. A través de su experiencia los trabajadores rusos comprenderán la necesidad de realizar una política genuinamente revolucionaria. Las décadas de estalinismo no han borrado las tradiciones del bolchevismo y
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Octubre. La necesidad de formar soviets, o consejos obreros, crecerá en el desarrollo de la lucha. Comenzando con los elementos más avanzados, los trabajadores comenzarán a exigir un retorno a la política de Lenin en 1917. Empezando con las capas mas avanzadas, como Lenin hizo en Febrero de 1917, los marxistas rusos deben desarrollar un programa de demandas transicionales que sean capaces de encontrar un eco entre las masas. Naturalmente, los marxistas deben participar enérgicamente en todas las huelgas y manifestaciones, apoyarán todas las luchas de los trabajadores, y volverán a los soviets, a través del llamamiento al establecimiento de comités de acción o comités de salvación. Estos comités han aparecido en diferentes ocasiones durante los últimos años. La tarea debe ser extenderlos en todas partes y unirlos, local, regional y nacionalmente. A pesar de todo, la aparición de un movimiento espontáneo des-de abajo, aunque se expresase con la formación de soviets, en sí mismo no resuelve el problema más de lo que lo hizo la Revolución de Febrero de 1917. Sólo la toma del poder puede conseguirlo. Para esto, se necesita un partido revolucionario, pero por el momento no existe. Las masas no entienden a las pequeñas organizaciones, incluso aunque tengan una política y un programa correctos. Los trabajadores diran: "estamos de acuerdo con vuestras ideas, pero sois demasiado pequeños". Debemos ver las cosas a través de los ojos de las masas, no a través de los nuestros. Los trabajadores miran al PCFR, no porque apoyen la política de Ziugánov, sino porque en esta etapa no ven otra alternativa. Con el PCFR en el Gobierno algunos de los elementos mas avanzados se escindirán. Los marxistas necesitarán orientar a estas capas avanzadas y ganarlas. El movimiento comunista en Rusia esta ya dividido, con algunas de las capas mas avanzadas criticando con la política de Ziugánov. Es natural y representa un paso adelante en la conciencia. Sin embargo, estas capas avanzadas son un pequeña minoría. Si no quieren aislarse de las masas, deben entender que, debido al vacío actual causado por la extrema debilidad del factor subjetivo, las masas inevitablemente mirarán hacia el PC en las primeras etapas de la revolución. Las encuestas demuestran ya esto. Los genuinos comunistas en Rusia deberían volver a las ideas de Lenin y estudiar su táctica. Hay que leer y estudiar su clásico: La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, y aplicarlo a la Rusia actual. En semejante situación los marxistas exigirían a los dirigentes del PCFR "la expropiación de los multimillonarios". Harían un llamamiento a Ziugánov para que tomara el poder, nacionalizara la economía y volviera a la política de Lenin. El PCFR debe romper la coalición , romper con los ministros burgueses y tomar el poder. ¿Que no lo hacen? ¡Peor para ellos! Los mencheviques y los social revolucionarios también rehusaron tomar el poder, que era lo que Lenin y los bolcheviques pedían insistentemente. Eso hizo que se pusieran al frente de las masas y pasaran de ser una pequeña minoría a una mayoría decisiva en los soviets. Nuestra artillería debe apuntar contra el principal enemigo la burguesía y sus representantes políticos. Nacionalizar lo privatizado, expropiar a los oligarcas, escala móvil de precios y salarios, control de los trabajadores para evitar el sabotaje de la burguesía y organizar la producción y la distribución de la comida y otras necesidades básicas, controlar los precios y acabar con los especuladores. Pero esta situación no podrá mantenerse a menos que el poder pase a manos del proletariado. Transformar la sociedad en las líneas señaladas por Lenin, sí obtendría una respuesta por parte de las masas.
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Hacia la Revolución Mundial ¿Cuál es el efecto de la crisis en Rusia en los acontecimientos mundiales? Rusia no representa mucho en la economía mundial. Pero la crisis en Rusia ha afectado a las economías emergentes. Una tras otra, estas economías están cayendo como fichas de dominó, y los inversores se están retirando apresuradamente de ellas. Como explicaba Tribune: "El Instituto Financiero Internacional de Washington dice que si Rusia devuelve todos los pagos de los inversores extranjeros perdería 200.000 millones de dólares". El mismo articulo citaba a Larry Elliott, redactor económico de The Guardian: "Estos bancos van a sufrir un gran golpe en sus beneficios. Ahora van a decir que hay que tener más cuidado con el dinero en circulación a las economías emergentes, como Brasil o Venezuela, y también serán menos partidarios de hacer préstamos en sus propios países. Así que estamos ante una crisis de los créditos similar a la de los años treinta". La crisis se extenderá a toda América Latina. Podemos verlo en Brasil y Venezuela. Colombia se ha visto obligada a devaluar su divisa anticipándose a la crisis financiera de su vecina Venezuela. El pesimismo de la burguesía no solo se refiere a Rusia, sino al conjunto de la situación mundial. Se refleja en las alzas y bajas de la bolsa. Son síntomas de la inseguridad de la burguesía. Estados Unidos y Europa Occidental son todavía la llave de la situación. Las perspectivas más optimistas de la burguesía residen en la "esperanza" de que la actual crisis no se convierta en una depresión económica. En este sentido es útil recordar la situación previa al crash de 1929, entonces la crisis comenzó en los países periféricos y después alcanzo al corazón. La actual crisis comenzó en el sudeste asiático, está afectando seriamente a Japón, se ha extendido a Rusia y no se parará ahí. La burguesía en Occidente no podrá dominar la situación una vez comience la recesión. Los comentaristas burgueses tratan de reconfortarse afirmando que Alemania no se verá afectada, ya que sólo una pequeña parte de sus exportaciones va a Rusia. Sin embargo, tiene fuertes vínculos con países como Polonia y Hungría. El 15% de las exportaciones alemanas van dirigidas a Europa del Este. Si la crisis rusa se extiende a Europa del Este, golpeará las exportaciones alemanas, justo en un momento en que parecía que los alemanes tenían una leve mejoría. Esta situación afectaría al crecimiento de Europa occidental. Ya existen informes que muestran una ralentización de la economía alemana. En el segundo trimestre del año, el índice de crecimiento anual cayó al 1,7%, después de haber alcanzado el 4,3% en el primer trimestre. The Economist también expresa las sombrías perspectivas a las que se enfrenta el capitalismo mundial: "En la reunión anual del Banco de la Reserva Federal de Kansas City en Jackson Hole (Wyoming), que tuvo lugar el fin de semana, algunos de los banqueros más importantes admitieron en privado que estas son la peores condiciones económicas globales que han visto en su vida. La lista de pérdidas económicas hacen la lectura deprimente. Japón y la mayoría del Sudeste Asiático están en una recesión profunda. Se espera que el PIB
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caiga hasta el 15% en Indonesia este año, entre el 6% y el 7% en Corea del Sur y Tailandia. El gobierno ruso ha pagado con su deuda; sus apuros económicos empeoran día a día. China podría responder a su grave caída económica, devaluando su moneda, y el dólar de Hong Kong está ya bajo una enorme presión. América Latina está ya al borde del abismo económico. Incluso algunas economías desarrolladas como las de Gran Bretaña y Canadá están cayendo. Y Wall Street ha sufrido una fuerte caída. La caída en los precios de las acciones durante los últimos dos meses ha dilapidado casi cuatro billones de dólares de la riqueza financiera mundial, equivalente al PIB de Japón. Las economías que facturan dos quintas partes de la producción mundial ya están en recesión o se encuentran en sus puertas". En lugar de convertirse en un nuevo camino para la inversión extranjera, Rusia se ha convertido en un elemento nuevo y convulsivo que azota la inestabilidad del capitalismo mundial. No sólo los efectos económicos, también los efectos políticos serán incluso mas dramáticos. Una revolución en Rusia tendría un efecto electrizante, primero en toda Europa del Este, China y en los países coloniales, especialmente con la perspectiva de una próxima depresión. El hecho de que la burocracia china diera dinero a Rusia, 500 millones de dólares, demuestra que temen un contagio de los efectos de la crisis rusa en China. Una vez el capitalismo empiece a colapsar en sus eslabones mas débiles, los efectos podrían extenderse rápidamente a los países avanzados. El capitalismo japonés está en una crisis profunda. El avance del Partido Comunista de Japón en las recientes elecciones, a pesar de las políticas reformistas de su dirección, es un síntoma de la creciente crisis social y política. En Europa Occidental durante el último período hemos presenciado un movimiento de los trabajadores tras otro. Incluso en EEUU se está produciendo una recuperación en el movimiento huelguístico. La depresión mundial que se avecina tendrá como consecuencia el cuestionamiento del sistema capitalista. En Rusia este proceso ya ha comenzado. Existe un rechazo general al sistema capitalista y a su funcionamiento. Este fenómeno adquirirá un carácter mundial una vez se desarrolle la crisis. El marxismo es la única respuesta Todo el proceso en Rusia se encamina hacia la revolución. La clase obrera está comenzando a moverse. Se refleja en las huelgas y manifestaciones a lo largo y ancho del país, también se puede ver por el giro hacia el PCFR en el frente electoral. Lo trágico de la situación es la ausencia de un partido genuinamenente leninista. Los trabajadores rusos, a pesar de todo, no han perdido las tradiciones revolucionarias de 1905 y 1917. Siempre que hay un movimiento serio de la clase obrera organizan comités de trabajadores elegidos democráticamente, soviets. Estos se extenderán como un reguero de pólvora una vez el movimiento se ponga en marcha. La llave de toda la situación descansa ahora en la dirección de la clase obrera. O la clase obrera tiene éxito llevando adelante la revolución y transformando la sociedad, o en el largo trayecto Rusia se enfrentará a la receta de una dictadura policiaco-militar. Lo importante es que los trabajadores rusos han comenzado a luchar. Tienen la oportunidad de mostrar a los trabajadores del mundo lo que podría ser un genuino régimen socialista. La clase obrera rusa ya no es débil numéricamente como en 1917. Ahora es la arrolladora mayoría de la población. Una revolución victoriosa, que condujese a la toma del poder a la clase obrera rusa con el programa de Lenin y Trotsky sacudiría a todo el planeta. Cambiaría el curso de toda Europa Occidental. El dominio de los dirigentes reformistas de derechas de las organizaciones obreras desaparecería rápidamente ¿Qué podrían decir en estas circunstancias? ¿Larga vida al mercado? Pero el mercado está alcanzando un punto a escala mundial que les estallará en sus narices. El mismo tipo de escenario de los que hemos sido testigos en las calles de Moscú mañana se reproducirá en Londres, París, Tokio y Nueva York. Una nueva oleada de revoluciones socialistas estarán al orden del día en un país tras otro, en el momento en que la crisis económica comience a golpear. Se están preparando las condiciones para un choque decisivo entre las clases. La única solución a los problemas de los trabajadores, en Rusia y en cualquier otra parte del mundo, consiste en la ruptura radical con el capitalismo, éste es un sistema enfermo y decadente que amenaza el futuro de toda la humanidad, y su sustitución por un nuevo orden social, basado en un sistema de planificación racional y democrático, ésa es la verdadera condición para la emancipación de la raza humana: el socialismo mundial. www.engels.org
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¿Estamos ante tiempos finales? Adrian Salbuchi En 1971, en su obra - hoy inhallable - “Between Two Ages: America’s Role in the Technetronic Age” (publicada en castellano con el título “La Era Tecnotrónica” por Ed. Paidós, Buenos Aires), el politólogo polaco-estadounidense Zbigniew Brzezinski lanzaba el desafío de avanzar hacia un sistema mundial unificado de lo que, ya entonces, se avisoraba sería la “globalización”. Para lograrlo, solo era cuestión, según él, de “socializar el capitalismo” y “capitalizar el socialismo”. “Hay que encontrarse a mitad de camino” con el socialismo marxista dijo Brzezinski, preanunciando la Tercera Vía hoy impulsada desde la London School of Economics. Todo por supuesto en aras de la panacea de un democratiquísimo Nuevo Mundo Feliz, a forjarse una vez desplazada la mastodóntica Unión Soviética. Pues aunque a principios del siglo XX, la Unión Soviética conformaba un potencial modelo de globalización, su crecientemente estrepitoso fracaso en el gerenciamiento económico-financiero forzó la decisión - hacia los años setenta y desde instancias muy, muy por encima del Polítburo moscovita, de la Casa Blanca en Washington y del 10 Downing Street londinense – de promover la globalización venidera según el dogma de la “democracia” y la economía de mercado, en el sentido de que este sistema democrático conforma el sistema político favorito del poder del dinero. El dilema consistía entonces en cómo lograr ese Nuevo Orden Mundial sin llegar a un peligroso enfrentamiento potencialmente termonuclear entre la URSS y sus aliados del Pacto de Varsovia, por un lado, y el “Mundo Libre” liderado por Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel, por el otro. Eso era en el lejano año 1971. Poco tiempo después, el banquero-petrolero David Rockefeller le encomendó a Brzezinski (entonces director del poderoso CFR, Council on Foreign Relations neoyorquino presidido por don David), que fijara las bases ideológicas para una nueva organización privada de planeamiento geopolítico – un “think tank” - a la que se le encargaría la tarea de gerenciar la infiltración capitalista dentro de la orbe soviética, para así terminar de minar sus endebles bases marxistas-leninistas, al tiempo que se promovería el ideario socialdemócrata dentro del “mundo libre”. Esa organización hoy es conocida como Trilateral Commission, fue fundada en Tokio en Junio de 1973 y diseño buena parte de este operativo de pinzas o tenaza, regido desde instancias superiores del poder planetario que desembocó en el actual Nuevo Orden Mundial globalizado. Reuniendo intereses financieros, industriales, y políticos de Estados Unidos, Europa Occidental y Japón, la Trilateral Comisión contaba entre sus fundadores a hombres como Giovanni Agnelli (il Cappo del Grupo FIAT que instaló gigantescas plantas capitalistas en plena Unión Soviética), James Carter (ya por entonces ungido como futuro presidente de Estados Unidos), Sir Henry Kissinger (operador geopolítico del partido republicano), Raymond Barre (ex-premier francés), Akio Morita (fundador de la Sony), el propio Brzezinski y otros 300 luminarios del Superior Gobierno Mundial “que se conocen entre sí y manejan todo el mundo”, según alguna vez se le escapara imprudentemente en los años veinte el industrial Walter Rathenau, fundador de la AEG – Allgemeine Elektrizitäts Gesellschaft – la General Electric germana de la que habla Lenin en una de sus interesantes obras (“El imperialismo como estadio superior del capitalismo”) . Desde sus inicios, la Trilateral Commission operó como una suerte de brazo internacional del más antiguo y complejo Council on Foreign Relations (CFR) y su hermana mayor británica, el Royal Institute of Internacional Affairs (RIIA, también conocido como “Chatham House”, nombre de la noble casona que alberga su sede en St. James’s Square en Londres) . La estrategia dio excelentes resultados pues, menos de veinte años después, caía el Muro de Berlín y se reunificaba Alemania (1989), y en 1991 colapsaba y se desintegraba la ex-Unión Soviética y el Pacto de Varsovia se esfumaba como una pompa de jabón. Veinte años demandó ese proceso. Nada malo considerando que se trató de un complejísimo proceso de reingeniería geopolítica planetaria que, incluso, se llevó a cabo de manera insólitamente “pacífica”. Desde entonces, se ha ido conformando una suerte de nueva “ideología” globalizadora, basada en la estandarización de lo “políticamente correcto”, el encumbramiento del sistema financiero por encima de los Estados nacionales y el dogma universal de la sacrosantidad del “mercado de capitales”, la ”mano invisible” que todo lo ordena (¿alguién se preguntará alguna vez por el brazo que mueve esa mano “invisible”, y por el
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cerebro que dirige ese brazo?) y el vástago de ambos, la Usura parasitaria apátrida e inmoral. Eran aquellos años marcados por la crisis del petróleo (1973), el gobierno de Carter (integrado en su casi totalidad por miembros de la flamante Trilateral Commission), el reciclado de los “petrodólares” hacia Latinoamérica (especialmente hacia la Argentina a partir de Marzo de 1976, una vez instaurado el gobierno “amigo” del “Proceso” cívico-militar astutamente regenteado por José Martínez de Hoz y estúpidamente custodiado por Videla, Agosti y Massera). Fue entonces cuando comenzó el drama – ya hoy catastrófico – de la “deuda externa argentina”. Fue entonces cuando se creó la sucursal local del CFR y de la Trilateral Commission en la Argentina: el CARI (Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales), fundado en Junio 1978 por Sir Henry Kissinger, Mariano Grondona, Fernando de la Rúa, Adalberto Rodríguez Giavarini, Roberto Alemann, Nicanor Costa Mendez, Jorge Wehbe, Rosendo Fraga y Roberto Lavagna, entre otros). Fue entonces cuando se le comienza a dar forma al modelo de Nuevo Orden Mundial en lo político a través del dogma socialdemócrata, que hoy impulsa la “transversalidad” política conocida como “Tercera Vía”, según la encarnan sus conspicuos adherentes como Bill Clinton, Felipe González, Tony Blair y Néstor Kirchner. Hoy, Argentina yace confundida, debilitada e inmersa en una decadencia sin precedentes, cuya podredumbre fluye desde las máximas instancias del Poder público y privado. Hoy Argentina se desliza hacia un abismo que amenaza con su disolución territorial, gracias a treinta años de perfeccionamiento del principal instrumento operativo de dominio del Nuevo Orden Mundial sobre nosotros: la deuda externa. Hoy, Argentina dispone - como ningún país del mundo - de instrumentos poderosos para pelear esa deuda fraudulenta e inicua, que le permitirían demostrar su ilegitimidad estructural. Pero nadie lo hace. Pues la Argentina ha sido ocupada por los agentes gerenciadores y operadores encubiertos (o no tan encubiertos) del Enemigo Usurero Planetario. Y esa ocupación nacional abarca la Casa de Gobierno, el Ministerio de Economía, el Banco Central, el Congreso, los máximos Tribunales de la Nación, los multimedios monopólicos y las fuerzas del dinero. Pues en los países marcados para su destrucción todo - en última instancia -; todo lo define el dinero. El Traductor Gráfico, agosto 2004 © Adrian Salbuchi, Héctor Giuliano, Dénes Martos – Agosto 2004
La evolución del socialismo by SPA Radio Internacional de China La teoría del socialismo científico apareció en el siglo XIX con los grandes trabajos de investigación y de reflexión de Carlos Marx y de Federico Engels que les dieron leyes, principios y estructura a las concepciones del socialismo utópico. Luego de un estudio a fondo del capital, su significado y su proyección en la historia, Marx llegó a decir que hasta ese momento, mediados del siglo XIX, se había reflexionado mucho sobre la historia y que ya era tiempo de cambiarla y efectivamente, los cambios empezaron, primero, con la Comuna de París, en 1871, un efímero gobierno del pueblo reprimido con ferocidad por el ejército francés. Se trataba, según la concepción de Marx, de que los beneficios de la economía no fueran a dar sólo a las manos de los dueños del capital sino también a los trabajadores, los proletarios, que eran, a fin de cuentas, los que producían la riqueza sin disfrutarla, en absoluto. Mucho más tarde, durante la Primera Guerra Mundial, las contradicciones sociales en Rusia, el eslabón más débil de la cadena del capitalismo mundial se agudizaron tanto que crearon las condiciones objetivas para que allí se produjera el gran cambio propuesto por Marx: la gran revolución proletaria. Y fue a Vladímir Ilich Lenin, el gran líder revolucionario, a quien le correspondió conducir lo que se conoce en la historia como la Revolución de Octubre, cuyo triunfo, en 1917, le permitió al propio Lenin fundar el primer país socialista. Con esto, la teoría científica del socialismo quedaba convertida en realidad. Bajo la influencia de la gran Revolución de Octubre, una serie de países de Europa, que habían experimentado dos guerras mundiales y sufrido la Crisis Económica Capitalista Mundial, eligieron el camino socialista, hecho que significó una gran expansión del socialismo que incluía a la Unión Sovietica y a los países europeos, incluso a los de Asia. De este modo, el socialismo se desarrolló vigorosamente en el ámbito
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mundial. Al mismo tiempo, la actividad obrera en muchos países capitalistas entró en un importante ascenso y las acciones encaminadas a conseguir la liberación nacional en Asia, Africa y América Latina se alcanzaron un significativo desarrollo. Más de 100 países se indenpendizaron logrando, con ello, hundir radicalmente el sistema colonialista mundial. Esta significativa presencia de la actividad socialista en el escenario histórico del siglo XX ha cambiado en gran medida la fisonomía política, económica y social del mundo. En primer lugar, el socialismo logró con un éxito incuestionable en explorar la factibilidad de establecer un nuevo sistema social. Sus experiencias en este sentido, fueron muy valiosas. En segundo lugar, el socialismo contribuyó enormemente en la proscripción de las guerras y en el mantenimiento de la paz mundial. En tercer lugar, el socialismo cumplió un rol decisivo en el destierro del anacrónico y cruel sistema colonialista. En cuarto lugar, la contribución del socialismo en la promoción de la evolución de la historia y del desarrollo de la civilización humana es un hecho destacable. Por ejemplo, el sistema de economía planificada socialista introducida por la Unión Soviética no sólo significó una referencia para los países capitalistas sino una forma de administración política aprovechable para su propio sistema. Así, la intervención del Estado y el control através de la planificación pasaron, de hecho, a ser utilizados ampliamente por el capitalismo, en general. Sin embargo, es un hecho innegable que en los años 90, el socialismo sufrió una crisis tan grande, que significó el derrumbe total del régimen soviético. Para nosotros, esa crisis y esa debacle sólo fue el fracaso de un modelo socialista, el régimen soviético. No fue, de ningún modo, el fracaso del sistema ni de la teoría del socialismo, sino la frustración de la manera especial cómo la Unión Soviética había concebido el socialismo. En esto se puede advertir que el proceso del desarrollo y afianzamiento del socialismo es largo y zigzagueante. Hay referencias históricas que explican la inoperancia del régimen socialista creado por la Unión Soviética, una de ellas, ser el primer país socialista y, por tanto, el hecho de no haber tenido ninguna experiencia en organizar un Estado bajo los principios del socialismo. A su debido tiempo, en los años sesenta, China hizo observaciones precisas sobre esto. Ahora podemos ver más claro que el régimen soviético se sostenía en el dogmatismo y la unilateralidad subjetiva. Estos defectos revelaban que se había creado un Estado socialista sobre la base de una mala interpretación del socialismo científico. En algunos países socialistas de Europa del Este, los partidos gobernantes se desviaron del marxismo, como pensamiento guía, o lo abandonaron. El estancado sistema político y económico provocó un lento desarrollo de la economía, lo cual ayudó al Occidente capitalista a introducir en esos países la estrategia de la evolución pacífica y conduciéndolos de ese modo a notorias desviaciones del movimiento socialista mundial, como el cambio drástico que experimentaron los países de Europa del Este y la misma desintegración de la Unión Soviética. Frente a todo esto, queda una inquietante pregunta: ¿cuál es el futuro del socialimo? De acuerdo con las razones que dieron nacimiento al sistema socialista y de acuerdo también con el proceso de su desarrollo, podemos asegurar que el socialismo cuenta con una gran vitalidad y la mejor prueba de esto se halla en los enormes éxitos logrados por China, que ha interpretado correctamente los postulados socialistas partiendo de las peculiaridades de su realidad histórica. El desarrollo de un socialismo con características chinas toma en cuenta, en primer lugar, que, después de la Guerra Fría, el mundo avanza hacia la multipolaridad y que la expectante situación de los países en desarrollo y el equilibrio de fuerzas entre las grandes potencias son importantes factores disuasivos que evitan el estallido de guerras de dimensión mundial. También tiene en cuenta que la mayoría de países, incluidas las grandes potencias, toman el mantenimiento de la paz y el desarrollo económico como el punto de partida de sus principales políticas. Por eso, la corriente principal que rige las relaciones internacionales son la búsqueda de puntos de interés común y el afán de evitar enfrentamientos. A todo esto hay que añadir otro aspecto importante: el ineludible avance de la globalización económica y, con ello, el aumento de la interdependencia entre los países. Por eso, entre los países socialistas y los capitalistas no sólo existen contradicciones sino también vías que permiten que unos aprendan de los otros y formas que posiblitan la cooperación. Por último, después de resumir las experiencias positivas y negativas y sacar de todo ello útiles lecciones, los países socialistas se han dado cuenta de que la evolución del socialismo es un proceso largo, por eso tienen que diseñar las políticas que correspondan a la realidad. De este modo, en un ambiente favorable, el socialismo se desarrollará y crecerá en mayor grado y llegará a superar al capitalismo con sus propias ventajas, ya que el socialismo es, en el curso de la historia, una etapa cualitativamente superior al capitalismo. Radio Internacional de China http://espanol.cri.com.cn/spanish/2000/Nov/16481.htm
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¿Por qué incomoda tanto Cuba? Fray Betto El fracaso del socialismo en el Este europeo, la derrota sandinista en Nicaragua, la represión de los estudiantes chinos en la Plaza de la Paz Celestial y la súbita desintegración de la Unión Soviética son motivos de euforia para los que pregonan el «fina l de la historia» y la victoria irreversible de la economía de mercado. Pero a quien osa soñar con la vida repartida para todos, tales acontecimientos engendran perplejidad, desaliento o el abrahámico deseo de rescatar la esperanza «contra toda esperanza» . En medio de la catástrofe, Cuba resiste. Es el único país del hemisferio occidental que implantó el socialismo. Y eso, a 400 kilómetros de EEUU. Para los que dieron oídos a las sibilinas previsiones de Francis Fukuyama -como dice Antonio Callado, un ej emplo de modernidad, pues es estadounidense con cara y nombre de japonés- agotada la historia, queda la fatalidad que, implacable, suprime del mapa todo lo que se resiste a la dictadura del mercado. El socialismo habría contraído una enfermedad que no tie ne cura, y Cuba sería un enfermo en fase terminal. En Miami, el millonario cubano Más Canosa tiene ya lista la nueva Constitución cubana, mientras muchas familias exiliadas pagan abultadas sumas a una empresa que se dispone a rescatar todas las propiedade s -casas, mansiones, haciendas, fábricas, empresas- expropiadas por la Revolución. En el festival neoliberal que asola el planeta, con la creciente privatización de los servicios públicos, la estatalización cubana es señalada como un pequeño dinosaurio co nducido al Museo de la Historia y que, congelado en sus ideas, se resiste a morir. ¿Por qué incomoda tanto Cuba? Es un país con casi 11 millones de habitantes, cuatro veces aislado: por la geografía, por el bloqueo de EEUU, por el final de la Unión Soviética y por la falta de divisas. Una nación cuyo perfil en los medios sólo no es peor que el de Irak de Sadam Hussein: gobernada por un dictador sanguinario que se complace en mandar opositores al paredón, no respeta los derechos humanos y no admite oposición política. Si al menos Cuba permitiese la pluralidad partidaria -dicen algunos- la defensa de su Revolución resultaría más fácil. Si al menos suprimiese los fusilamientos, -dicen otros- no podrían acusarla de barbarie. ¿Y por qué Fidel Castro no se presenta como candidato a presidente de la República admitiendo que haya otro s contrincantes? Cuba incomoda, pero no por las razones mencionadas, tan alardeadas por los medios de comunicación. Eso sólo es arenilla en los ojos. Cuba incomoda por el hecho de decir no al capitalismo, por el hecho de haber sido el único país de América Latina que c onquistó condiciones dignas de vida para la mayor parte de su población. En Cuba no hay niños abandonados como en las calles de Brasil; ni multitudes de analfabetos, como en las montañas de Bolivia; ni multitudes de desempleados, como en Perú; ni familias millonarias indiferentes a la suerte de los mendigos, como en los barrios nobles de Caracas; ni latifundistas que exterminan campesinos, como en las selvas de Guatemala. Cuba no es el paraíso, pero en un continente de miserables, quien puede comer es rey . Allí, el socialismo extendió a todos la sobrevivencia biológica (en 1993, morían 10 niños de cada 1000 nacidos vivos), el acceso a la escuela, la salud, el trabajo, el salario digno. Hay problemas, y muchos, como las cuarterías en Habana Vieja, las fave las en Santiago de Cuba, la mala distribución de los productos, el mercado negro, la creciente prostitución en La Habana y la falta de mecanismos políticos que permitan a los descontentos y soñadores apuntar críticas y alternativas, sin el riesgo de verse incluidos en el rol de los contrarrevolucionarios. La Revolución se acostumbró al monocultivo y a la exportación de azúcar, confirmando la división internacional del trabajo impuesta primero por España, luego por EEUU y finalmente por la Unión Soviética. No se intentó crear una infraestructura industri al, tal vez confiando en la indisolubilidad del matrimonio con los rusos. Ahora bien, aun en los casamientos indisolubles un día muere uno de los dos. La escasa industria del país se centraba en la construcción civil y en la fabricación de materiales bási cos de consumo doméstico, escolar, deportivo o cultural. Se trataba de dar a la nación un bienestar negado al país. Cuba desnudó la hipocresía del discurso liberal, que promete a todos desarrollo, libertad y paz. Pasados 100 años de efectiva hegemonía de la economía de mercado en América Latina, el panorama es desolador. El 70% de la población vive bajo la línea de pobreza, y el 40% bajo la línea de la miseria. Un millón de niños desnutridos mueren cada año en el continente. Y hoy nadie duda que jamás hubo una intención altruista en los dólares remitidos por el Primer Mundo a nuestros países. Detrás de cada dólar es taba la certeza de una inversión lucrativa y de aumento de la dependencia política, a través del soborno de gobiernos, de la corrupción de autoridades, de la expansión de los intereses de los carteles y de las empresas transnacionales. La Alianza para el Progreso no aplacó el hambre de la población del nordeste brasileño, pero
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ciertamente refrenó el sentido de brasileñidad de la élite de aquella región. Los préstamos siempre llegaron a nuestros países atados a proyectos específicos y, sobre todo, en busca de la multiplicación de lucros y servicios, convirtiendo en eterna la deuda externa, versión monetarista de la dependencia cultural. Cuba osó desenmascarar ese mecanismo que hace de América Latina y también de Africa y de Asia, regiones necrófilas. En nuestros países se nace para morir. Sólo en Cuba los bienes de la tierra y los frutos del trabajo humano son fraternalmente repartido s. La Revolución promovió las reformas agraria y urbana, permitió que todos tengan techo y extendió el derecho de la tierra a los campesinos. La campaña de alfabetización erradicó la ignorancia. Negros, hijos de obreros y de agricultores, o mujeres, que e n nuestros países estarían condenados al subempleo, a la marginalidad o a la delincuencia, en Cuba se gradúan en medicina o ingeniería, trabajan en investigaciones científicas o dan clases en la Universidad, conquistan medallas de oro en juegos olímpicos y escriben bellas páginas de historia de arte en nuestro continente. Considero capital el consejo de Jesús: no quitar la mota del ojo ajeno sin apartar la viga que nos ciega. ¿Cómo puedo tirar piedras a Cuba si vivo en un país y un continente que producen más muertes que vidas? ¿Cómo condenar a Cuba por sus errores, si conozco muy bien lo que ocurre en el interior de la Iglesia? ¿Y cómo exigir que David tire su honda, si Goliat, tan próximo, amenaza aplastarlo? www.sjsocial.org
El futuro de la Historia Una entrevista con Howard Zinn por David Barsamian Howard Zinn, profesor emérito de la Universidad de Boston, es uno de los historiadores más distinguidos de los Estados Unidos. Fue un participante activo de los movimientos por los derechos civiles y en contra de la Guerra del Vietnam. Su influyente libro Estados Unidos, es ampliamente utilizado en las aulas universitarias. También es autor de Declarations of Independence y Nadie es neutral en un tren en marcha.[1] Su último libro es The Zinn Reader. En The Zinn Reader escribió "Fue muy importante para mí, en el momento en que estaba tomando conciencia de la cuestión crucial de las clases, el leer El Manifiesto Comunista de Karl Marx." El año 1998 marcó el 150 aniversario del Manifiesto. La pregunta es inevitable: ¿Es Marx aún relevante hoy en día?
Desconozco si lo sabes, pero ya decidí tratar esta cuestión incluso antes del 150 aniversario. Lo hice a través de una obra de teatro. Se titula Marx in Soho. Se trata de un monólogo en el que Marx aparece en la actualidad - es una fantasía, por supuesto. La razón por la cual quería escribir algo sobre Marx es que hay ciertas cosas que dijo en el siglo XIX que resultaron ser inadecuadas para el entendimiento del mundo tal y como es hoy en día. Tenía una visión distorsionada sobre cuánto tiempo tomaría el que se produjese una
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revolución socialista. Hubo un momento en el que él y Engels pensaron que las revoluciones de 1848 en Europa conducirían a las revoluciones obreras. No fue así. Marx no llegó a ser consciente de la capacidad de supervivencia del capitalismo, de la aptitud del sistema para idear obstáculos a la revolución, su poder para suprimir movimientos revolucionarios y su habilidad para alejar a la clase obrera de la idea del cambio revolucionario. Aunque Marx presenció los eventos de mediados del siglo XIX en los EE.UU. y fue durante un tiempo corresponsal del New York Tribune, no supo anticipar el hecho de que el sistema estadounidense sería capaz de mantener a raya a los movimientos revolucionarios por medio de diversas de tácticas. Me refiero a "tácticas", como si se tratara de algo deliberado, pero creo que probablemente no sea del todo acertado llamarlas "tácticas". Dejémoslo en que se dieron ciertos desarrollos dentro del capitalismo estadounidense que posibilitaron su supervivencia. Uno de ellos fue el hecho de que el capitalismo en los EE.UU., gracias a la enorme riqueza del país, fue capaz de responder a los movimientos obreros haciendo concesiones, de responder al sindicalismo aceptando una subida de los salarios y la reducción de las horas de trabajo. El sistema hizo frente a las crisis económicas con reformas, como en la década de los treinta con el New Deal. De ese modo creó un sector de la clase obrera más satisfecho, el cual se ha mantenido conforme con el sistema o, cuando ha estado disconforme, no ha sido con el capitalismo como sistema sino con manifestaciones específicas del mismo. Así, la mayoría de los trabajadores de los EE.UU. no interpretan sus problemas como sistémicos, sino como problemas que son corregibles a través de reformas. Por lo tanto, el sistema ha sido capaz de sostenerse al poseer la riqueza suficiente para distribuir regalos entre parte de la clase obrera al mismo tiempo que mantenía unos enormes beneficios. En los días de la Primera Guerra Mundial, W.E.B. Du Bois, uno de los intelectuales norteamericanos más sagaces, observó que el sistema estadounidense estaba siendo capaz de otorgar ciertas recompensas a sus trabajadores gracias a la explotación de otra gente en el extranjero. Percibió el carácter imperialista de la Primera Guerra Mundial y de las potencias occidentales, y halló que las potencias occidentales, extrayendo la riqueza del Medio Oriente, Latinoamérica y Asia, eran capaces de dar una pequeña parte de sus beneficios a su propia clase trabajadora, pudiendo así hacerla partícipe de cierta unidad nacional, lo que al mismo tiempo les permitiría reclutarla en la guerra que querían mantener. Es muy diferente tener una clase trabajadora que representa el 80 por ciento de la población y que está furiosa contra el sistema a tener una clase trabajadora de la cual la mitad de ella se siente satisfecha con los obsequios recibidos, dejando a una minoría en la pobreza más absoluta. Esa minoría puede ser grande, en los EE.UU. puede haber unos 40 millones de personas en circunstancias angustiosas sin asistencia médica, con una alta incidencia de mortalidad infantil, pero no llega a ser lo suficientemente grande como para llevar a cabo el tipo de revolución obrera que Marx y Engels esperaban. Pienso que Marx tampoco vio, y esto fue señalado por Paul Sweezy y Paul Baran en sus análisis post-marxistas del capitalismo, que la crisis económica que los marxistas esperaban después de la Segunda Guerra Mundial no tuvo lugar a causa de la militarización del capitalismo. Una especie de Keynesianismo militar se puso en funcionamiento, por el cual a través de una enorme suma de dinero destinada a contratos militares, el gobierno creaba empleo y ponía "inyecciones" venenosas a largo plazo, pero que a corto plazo mantenían el sistema. or otro lado, hay análisis del sistema capitalista de Marx que resultaron ser muy lúcidos. Probablemente el más obvio sea sobre la creciente concentración y centralización del capital a escala global. Lo que ahora llamamos economía global, o globalización, ya fue predicho por Marx. Anticipó un mundo cada vez más interrelacionado económicamente. Anticipó las empresas convirtiéndose en megacorporaciones, las fusiones, y la posesión de los recursos materiales de todo el mundo concentrándose cada vez en menos manos. Se comenta a menudo que Marx habló del empobrecimiento del proletariado y el correspondiente incremento en la riqueza de las clases altas, la polarización entre riqueza y pobreza. Y muy a menudo se dice que Marx se equivocó en esto. En los EE.UU. no es tan evidente por esa gran clase media que no se encuentra ni en un polo ni en el otro. Si lo miras desde una perspectiva global, el capitalismo global ha evolucionado en esa dirección . Si comparamos la riqueza de los países ricos y la de los países pobres, especialmente si consideramos la riqueza del sector de mayor ingresos de los países ricos y el 90 por ciento de la población de los países pobres, nos encontramos con una polarización de la riqueza más marcada de lo que era en el siglo XIX. Una de las cosas sobre la que Marx llamó la atención fue el hecho de que una vez que el dinero es introducido en la economía mundial, la búsqueda de riqueza se vuelve infinita. Ya no se trata de posesiones materiales, de tierras, como durante la época feudal. Una vez que el dinero ha sido introducido, ya no hay un
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límite a la acumulación de riqueza. Los defensores de las virtudes capitalistas señalan que la URSS se apropió de Marx, de su nombre y del prestigio del socialismo. Puesto que la Unión Soviética fracasó estrepitosamente, tanto los análisis de Marx como la filosofía política socialista han quedado desacreditados. Sé que eso es lo que se ha dicho. Pero el marxismo solamente podía haber sido desacreditado si la Unión Soviética hubiera creado el tipo de sociedad que Marx y Engels proponían como una sociedad socialista. Pero cuando Marx y Engels hablaban sobre la dictadura del proletariado tenían una idea muy concreta de lo que querían decir con ello. Querían decir que la mayoría de la gente, la clase trabajadora, estaría a cargo de la sociedad. Con 'dictadura del proletariado' no querían decir que un partido político se auto-constituyese en portavoz de la clase trabajadora. De hecho, un partido nunca podría ser tal portavoz, y mucho menos un comité central, un Politburó o un solo individuo. Marx y Engels no imaginaron ese tipo de dictadura. En un momento dado, Marx habla sobre la Comuna de París de 1871 y su carácter marcadamente democrático, por el que los communards, la gente que se reunía para legislar, tomaban decisiones en el contexto de interminables discusiones diarias, cada hora, 24 horas al día, en las calles de París en las que participaba la gente de París. Y Marx dice: ¿queréis saber a qué me refiero con la dictadura del proletariado? Ahí tenéis a la Comuna de París. Cuando Marx hablaba sobre como sería una sociedad socialista, está claro que no esperaba que esa sociedad creara gulags, que encarcelara disidentes y ejecutara no sólo a los capitalistas, sino también a camaradas revolucionarios, como ocurrió en la Unión Soviética y China. Marx y Engels entendían la dictadura del proletariado como un fenómeno temporal durante el cual el carácter socialista de la sociedad se haría cada vez más comunal y más democrático, y el estado, como dijeron, cada vez sería menos necesario. Marx y Engels declararon en el Manifiesto Comunista que su objetivo era el libre desarrollo del individuo. La Unión Soviética y otros países se han llamado a sí mismos marxistas y han establecido estados policiales que actuaban contra el espíritu de las ideas de Marx. Así que me alegré mucho de que con la desintegración de la Unión Soviética ya no se asociara el socialismo con la Unión Soviética, que ya no se pudiera decir "éste es un lugar donde existe el socialismo". Me pareció que entonces se podría despejar el ambiente y que podríamos empezar a hablar del socialismo como se hablaba a principios de siglo en los EE.UU., antes de que la Unión Soviética existiera, cuando el Partido Socialista era una fuerza vigorosa en los EE.UU., cuando su candidato a la presidencia recibía casi un millón de votos. Había periódicos socialistas por todo el país que probablemente eran leídos por varios millones de personas. En aquella época la Industrial Workers of the World (IWW) era una fuerza muy efectiva organizando huelgas y revueltas por todo el país. Es muy interesante ver que el socialismo en este país disfrutó de su momento más álgido antes de que la Unión Soviética existiera. Entonces la gente podía tomar en consideración las ideas socialistas sin la imposición de un ejemplo foráneo y distorsionado. La gente encontraba aquellas ideas muy razonables. Veían que Eugene Debs, Mother Jones, Emma Goldman, Jack London, Lincoln Steffens, y otra gente admirada en los EE.UU. se habían convertido al socialismo porque habían sido testigos de lo que el capitalismo estaba haciendo con las personas. El socialismo en aquella época era de sentido común, como la idea de que puedas tomar la riqueza del país e intentar utilizarla de manera racional y humana. Los reaganitas se atribuyen el mérito del colapso de la Unión Soviética. Dicen que la agresiva política armamentística y la expansión del ejército en tiempos de Reagan colaboraron en llevar a la bancarrota a la URSS. ¿Cuál es su opinión sobre eso? ¿Tiene alguna explicación alternativa de por qué la Unión Soviética colapsó? Siempre tengo una explicación alternativa. No me cabe duda de que la militarización de la economía soviética fue un factor para el empobrecimiento de la Unión Soviética. Pero eso fue un desarrollo a muy largo plazo. No fue sólo durante Reagan que tanto la Unión Soviética como los EE.UU. se enzarzaron en una carrera de armamentos en la que invirtieron una proporción exorbitante de su riqueza nacional en el ejército. Ese también ha sido un factor para que los EE.UU. tengan una estructura de servicios sociales menos generosa con sus ciudadanos que, digamos, los servicios sociales de países mucho más pobres como los países escandinavos, Nueva Zelanda, Francia o Alemania, con sus sistemas de sanidad universal. Sin pretender saber exactamente qué fue lo que provocó el colapso de la Unión Soviética, pienso que uno de los factores verdaderamente importantes fue la creciente insatisfacción con el sistema, con el estado policial, con la falta de libertad. Estoy pensando en el creciente contacto de la Unión Soviética con el resto del mundo, volvemos al fenómeno descrito por Marx, a ese mundo cada vez más interrelacionado, donde la gente y los bienes viajan cada vez más a través de las fronteras, la cultura es diseminada por todo el mundo, y la gente
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sabe lo que está ocurriendo en otros países. Creo que para la gente de la Unión Soviética, conforme viajaban más y la radio y la televisión les suministraba más información, su propia sociedad se fue convirtiendo en más desagradable. Las restricciones a las libertades de movimiento y expresión se convirtieron en insoportables. Pienso que desarrollaron una disidencia clandestina. Se sabe que existía una prensa y literatura clandestina, por la cual textos autoeditados circulaban ilegalmente extendiendo ideas subversivas. Todo esto tuvo un efecto corrosivo en una sociedad muy dictatorial. Supongo que las tiranías, a veces al cabo de muchos años, colapsan necesariamente. Quienquiera que sea el líder de un país rival en el momento del colapso se atribuirá el mérito, como en este caso lo hizo Reagan. ¿Le sorprendió la transformación pacífica de la Unión Soviética y sus estados satélites, con la excepción de Rumania? Se trataba, a todos los efectos, de dictaduras militares que experimentaron una transferencia de poderes pacífica. Creo que ese es un hecho fascinante y un episodio histórico muy importante a ser investigado. Reafirma la noción de que es posible llevar a cabo importantes cambios sociales sin recurrir a la violencia, sin un baño de sangre. Para mí es una reivindicación de la idea de que tenemos que abandonar el uso de la fuerza militar para provocar cambios sociales. De hecho, los cambios sociales pueden producirse como resultado de las acciones de un gran movimiento popular. El recurso a la fuerza militar para provocar cambios sociales, el recurso a la insurrección armada o a lo que un movimiento revolucionario llama lucha armada es la evidencia de que el movimiento revolucionario no ha ganado suficiente apoyo entre la población. Creo que en cuanto se producen expresiones populares en masa por las calles, como ocurrió en Alemania del Este, y se hace evidente que la resistencia es abrumadora, las cosas no pueden seguir igual. Así que para mí esta es una prueba decisiva. O tomemos el ejemplo de la Unión Soviética. En los EE.UU. estuvimos a punto de utilizar armas atómicas contra la Unión Soviética para destruirla. La tiranía cayó por sí misma, mayormente por causas internas. Creo que uno de los ejemplos más llamativos de que los cambios sociales pueden y deben tomar lugar sin violencia masiva es lo que ocurrió en Sudáfrica. Fue muy revelador que el Congreso Nacional Africano [African National Congress (ANC), partido de N. Mandela], que ciertamente estaba dispuesto a llevar a cabo actos de sabotaje e incluso actos esporádicos de violencia, no buscaba una guerra civil total en Sudáfrica. Sabían que esto resultaría en millones de personas muertas, la mayoría de ellas sudafricanos negros. Estuvieron dispuestos a invertir más tiempo, más energía, a utilizar una variedad de tácticas y, finalmente, el apartheid colapsó. ¿Quién hubiera predicho que Mandela, en prisión durante 27 años, se convertiría en el líder de la nueva Sudáfrica? Aunque no cabe duda de que la nueva Sudáfrica no ha resuelto todavía problemas fundamentales, el poder político negro al menos crea una posibilidad de cambio que era impensable bajo el antiguo régimen. Ud. participó en teatro durante los años sesenta. Escribió una obra sobre Emma Goldman titulada Emma.[2] Ha sido representada en los EE.UU., Japón e Inglaterra. ¿Qué fue lo que le atrajo de esta figura? Mi primer contacto con Emma Goldman fue siendo un adolescente a través un libro llamado Critics and Crusaders, agotado hace mucho, pero que tuvo una gran influencia sobre mí. Se trataba de una colección de ensayos sobre diversos radicales de la historia americana. Dedicaba un capítulo a cada uno, y entre ellos se encontraba Emma Goldman, la anarquista y feminista. Leí el capítulo sobre ella, y luego me olvidé de él, del mismo modo que la cultura estadounidense se había olvidado de ella durante mucho tiempo. Había sido una figura muy importante a principios de siglo. Fue relegada a un segundo plano no sólo por la cultura general, sino también por la cultura de izquierdas, porque el Partido Comunista era la fuerza dominante en los EE.UU. durante los años treinta y cuarenta. Emma Goldman era anticomunista. Había escrito un ataque muy duro contra la Unión Soviética tras su experiencia allí. Fue condenada al olvido no sólo por el establishment, sino también por la izquierda. No supe nada sobre ella hasta que un día, en una convención en Pennsylvania a mediados o finales de los sesenta, me encontré con otro historiador llamado Richard Drinnon que me dijo que había escrito una biografía sobre ella titulada Rebel in Paradise. Esta biografía de Emma Goldman es sensacional. Me llevó a leer su autobiografía, Viviendo Mi Vida.[3] Lo que me llamó la atención era que, entonces en los años sesenta, la Nueva Izquierda se había distanciado de la doctrina tradicional del Partido Comunista y, sin llegar a ser anarquista, compartía muchas de las preocupaciones anarquistas en su oposición al estado, al dogmatismo, en su deseo por provocar cambios revolucionarios en la cultura de manera simultánea a los cambios en la política y la economía. Así Emma Goldman pertenecía, bajo mi punto de vista, a una concepción del universo de la Nueva Izquierda. Descubrí que mis estudiantes, lejos de encontrarla anticuada e irrelevante tal y como temía cuando empecé a
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repartir sus escritos en clase, se encontraban atraídos por sus ideas y su postura ante la vida, su enérgico feminismo, su anarquismo, su postura contra el estado, contra el capitalismo, contra la religión, contra todas las normas tradicionales de comportamiento sexual y el matrimonio. Era un espíritu libre. Entonces surgió la posibilidad de la obra de teatro. ¿Cuáles fueron las influencias en su obra teatral? ¿Tenía algún modelo, estaba interesado en la obra de Bertolt Brecht, por ejemplo? Fue una variedad de influencias en mi vida lo que me llevó a escribir para teatro. Primero, había miembros de mi familia que habían estado relacionados con el teatro. Mi mujer fue actriz durante un tiempo en Atlanta y aquí en Cambridge. Mi hija actuó en Atlanta en la producción de El Diario de Ana Frank en 1962. Interpretó el papel de Ana Frank y ganó un premio a la mejor actriz del año en Atlanta. Nuestro hijo era músico y actor y consagró su vida al teatro, y aún lo hace, llevando un pequeño teatro en Wellfleet, Cape Cod. Asistimos a las primeras funciones en Broadway de Muerte de un Viajante, y Un Tranvía Llamado Deseo de Tennessee Williams. Las ideas políticas y la imaginación teatral de Brecht me fascinaban. Cuando comencé en el teatro, aprendí ciertas lecciones muy positivas. Aprendí que convertirse en un miembro del mundo del teatro, es algo muy distinto a ser un académico. Inmediatamente entras a formar parte de un proyecto en grupo. La vida académica y universitaria es muy solitaria. En teoría eres miembro de un departamento, tienes colegas, pero en la práctica nunca es así. Estás solo. Escribes tus cosas solo. No se trata de una labor colectiva. El teatro se convierte en una labor colectiva inmediatamente, inevitablemente, en cuanto tu obra es asumida por el director. El director se convierte en un igual, de hecho más igual incluso que tú. Cuando irrumpen los actores, el decorador, el figurinista y el director escénico, ya tienes un pequeño colectivo trabajando en el proyecto. Todo el mundo quiere que esto salga bien tanto como tú. Por todo ello, fue muy inspirador encontrarme de pronto con un grupo de gente trabajando todos juntos en este proyecto. Los actores y actrices ensayan seis semanas y suben al escenario todas las noches durante otras seis semanas y se entregan en cuerpo y alma a cambio de nada o de muy poco, porque aman y creen en lo que están haciendo. Tengo una enorme admiración por esas personas. Volviendo a Brecht, tuvo una actuación magistral y, todo hay que decirlo, muy dramática ante el Comité de Actividades Anti-Americanas de la Cámara de Representantes (House Un-American Activities Committee, HUAC). Fue muy divertido. El testimonio de Brecht ante el Comité coincidió con la investigación a Hollywood. La transcripción completa del testimonio se puede encontrar en el libro Thirty Years of Treason, de Eric Bentley, donde se reproducen los testimonios de los actores, escritores y directores que comparecieron ante la HUAC entre 1947 y 1948. Brecht desconcertó a los miembros del Comité. No sabían qué hacer con él. Sus respuestas eran como adivinanzas que los forzaba dentro de laberintos de confusión de los que nunca salieron. Le preguntaban, por ejemplo, "Sr. Brecht, ¿Es cierto que usted escribió las siguientes líneas en su obra El Alma Buena de Se-Chuan?" y él respondía, "No, creo que no lo ha entendido bien. ¿Lo ha leído usted en alemán?" Puedes imaginarte el nerviosismo que se apoderó de los miembros presentes del Comité. Cierta persona que presenció o escuchó su testimonio ante la HUAC dijo que era como un zoólogo siendo examinado por simios. Charlie Chaplin es una de las grandes personalidades culturales del siglo XX. También fue investigado durante la caza de brujas de Washington. ¿Fue por razones políticas? ¿No fue deportado? Chaplin no era un ciudadano estadounidense, y no le permitieron quedarse en el país. No cabe duda de que fue por razones políticas, ya que había apoyado diferentes causas progresistas y de izquierdas, y también por las películas que hizo. Aunque no querían declarar sus películas subversivas, no cabe duda que lo eran. Tiempos Modernos era una devastadora crítica al sistema industrial capitalista. Por supuesto, no querían admitir que su película El Gran Dictador era una película vigorosamente antifascista en un momento en que muchos líderes del gobierno eran tolerantes con el fascismo. El resto de sus comedias, las comedias mudas, estaban permeadas de conciencia de clase con sutiles, y no tan sutiles, críticas de la policía y de un sistema que condenaba a la gente a la pobreza: el vagabundo, el inmigrante. Todo esto no le hizo ganarse la simpatía de los defensores del establishment estadounidense. Las obras de Chaplin no eran adustas polémicas, sino que eran enormemente entretenidas y divertidas. Precisamente eso es lo que las hacía especialmente peligrosas. El sistema es capaz de hacer frente a críticas del sistema dogmáticas, arduas y aburridas. Pero le enfurece que las películas de alguien crítico y de izquierdas sean vistas por cientos de millones de personas en todo el mundo porque son divertidas y entretenidas. Hubo veces en que la HUAC deliberadamente no llamó a testificar a ciertas personas porque
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eran demasiado populares. Tengo un amigo, un estudiante activista, que es hijo de Robert Ryan, el actor. Me dijo, y no creo que le importe que lo diga, que su padre, que era un progresista que había apoyado causas antifascistas y que tenía una verdadera conciencia sobre el sistema estadounidense, no fue citado ante la HUAC, al contrario de mucha otra gente, porque era una figura muy popular. Era del estilo de John Wayne, un héroe, un tipo duro, 100% americano. Demasiados estadounidenses se identificaban con Robert Ryan en esa manera heroica. Era anglosajón, guapo, heroico, no cuadraba con el estereotipo del subversivo. Se podría decir que prefirieron citar para testificar a escritores judíos para ejemplificar el comunismo, haciendo que el fanatismo se convirtiera en una característica del anticomunismo. Los EE.UU. destinan 98 millones de dólares al año a la Fundación Nacional para el Arte (National Endowment for the Arts). Esto es debatido acaloradamente. ¿Cuál sería una situación ideal en términos de subvenciones? Hay países en Europa occidental donde los gobiernos destinan proporcionalmente 100 veces más que los EE.UU.. Dinamarca, Holanda, Alemania, Inglaterra y los países escandinavos subvencionan el arte en mucha mayor medida en que lo hacen los EE.UU.. A pesar de eso, esa mísera suma de dinero, menor que la asignada a bandas militares, se convierte en el objeto de un acalorado debate sobre si el arte debería ser subvencionado cuando es escandaloso, quizá política o culturalmente, quizás porque contiene desnudez o lesbianismo o cualquier otra cosa que es ofensiva a gente que aún vive en otro siglo. Con "otro siglo" no me refiero al siglo XXI, me refiero al siglo XIV. En una sociedad decente el arte ha de estar subvencionado porque los artistas necesitan ser remunerados; los escritores y los pintores han de sobrevivir. Recuerdo que, en un vuelo desde Ciudad del Cabo a Londres, conocí a una alemana que se subió en Frankfurt. Resultó ser una actriz. "¿Qué le trae a Londres?" pregunté. "Voy de vacaciones" contestó. Me dijo que el gobierno alemán le concedía un salario anual. No le preguntan en qué obra va a actuar o si va a actuar todas y cada una de las semanas del año. Cuando hay obras de teatro, actúa en ellas. Cuando no las hay, se va de vacaciones. Pero ella cobra un salario anual, lo mismo que nuestros congresistas cobran un salario anual, aunque pasan un montón de tiempo haciendo otras cosas aparte de acudir al Congreso. Hay una postura que dice que si aceptas subvenciones del gobierno, aceptas sus restricciones, controles y limitaciones. ¿Cuál es su postura en el asunto? Este sistema empobrece a los artistas. Ya que buena parte de nuestros impuestos se destinan a tonterías, como armas nucleares, creo yo que tenemos el derecho a exigir que parte de nuestros impuestos se destinen al arte. Por supuesto que cuando esto ocurre hay fuerzas sociales que intentan determinar el contenido del arte, pero eso es un problema distinto. Así, tenemos pendiente una doble batalla en la cultura, una para hacer que el gobierno subvencione el arte, otra para garantizar que esa subvención no se vea acompañada de control político. David Barsamian es fundador y director de Alternative Radio en Boulder, Colorado. -------------------------------------------------------------------------------1.- Zinn, H. Estados Unidos (Hondarribia: Hiru, 1998); Nadie es neutral en un tren en marcha: historia personal de nuestro tiempo (Hondarribia: Hiru, 2001) 2.- Goldman, E. Viviendo Mi Vida (Madrid: Fundación de Estudios Libertarios Anselmo de Lorenzo, 1995) 3.- Zinn, H. Emma : una obra de teatro en dos actos sobre Emma Goldman, anarquista americana (Hondarribia: Hiru, 2001)
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Comunicado del Partido Comunista de la Federación Rusa (2005) Se cumplen catorce años de la destrucción de la URSS y la prohibición del PCUS Sovietskaya Rossia Partido Comunista de la Federación Rusa (Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S.Comín) En agosto de 1991 mediante el engaño y la traición de los enemigos de Rusia y sus valedores extranjeros, fue destruida la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Fue prohibido el Partido Comunista de la Unión Soviética. Han pasado los años, y se han disipado como el humo las innumerables promesas, se han perdido las esperanzas en la vida desahogada y despreocupada que prometían los agudos conocedores de los valores humanos. No sabemos donde se han metido los dos “Volga” (1) que nos prometía Chubais gracias a las privatizaciones de fábricas y empresas. Como una pompa de jabón, después de que los trabajadores viesen como sus ahorros perdían todo su valor, se evaporaron las primeras inversiones del incipiente mundo de los negocios ruso durante el periodo de devaluaciones. La educación y la sanidad gratuitas, no son ya sino un grato recuerdo en la memoria de la gente. Han sido liquidadas las conquistas sociales logradas durante el Poder Soviético, a base de sudor y sangre. La carestía de la vida, el irrefrenable aumento de los precios y de las tarifas, junto a los salarios de miseria, se han convertido en algo tan cotidiano, como el equipo de reformadores, salidos del mismo mimbre, que mucho hablan de la mítica bajada de la inflación, pero nada de la grandeza y florecimiento de nuestro país, ni de una vida digna para los ciudadanos de Rusia. Pero si las promesas de los “reformadores” no pasaron de ser un farol, por desgracia las advertencias de los comunistas rusos se cumplieron totalmente. Desde los tiempos del famoso” ¡Qué hable el pueblo!”(2), y a pesar de las intrigas y persecuciones de los enemigos de Rusia, hemos logrado recomponer y fortalecer el Partido Comunista de la Federación Rusa. Unir a un amplio movimiento de fuerzas patrióticas de Rusia, relanzar la prensa partidista y patriótica, encabezar los movimientos de protesta.
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El que el PCFR se haya convertido en la única amenaza real en la lucha con los enemigos de Rusia, lo demuestra el hecho de que seamos objeto de acoso permanente por parte de las estructuras de poder. Muchos de nuestros camaradas se encuentran en las cárceles. El terror informativo y la manipulación de las campañas electorales, son la principal conquista de la nueva Rusia “democrática”. A marchas aceleradas se están vendiendo nuestros recursos naturales y nuestra tierra. Y todas estas “conquistas” las corona el genocidio del pueblo ruso, que ha pagado con nueve millones de vidas de sus hijos e hijas, la reforma de Rusia. Hoy, según los estudios sociológicos, la mayoría de los que han sobrevivido a este periodo de marasmo, no irían a defender la “Casa Blanca” (3), como hicieron en agosto 1991. En estas condiciones, nosotros, los comunistas rusos declaramos que ha llegado el momento de exigir responsabilidades, uno a uno, a todos los que han estado engañando al pueblo todo este tiempo, a los que de manera ilegal, se han apropiado de las riquezas del país: fábricas, minas, yacimientos, explotaciones, creadas con el esfuerzo de generaciones de soviéticos. Los que convirtieron en papel los ahorros de toda una vida de trabajo, los que dejaron pudrirse e hicieron morir a millones de mujeres, ancianos y niños inocentes. Ha llegado el momento de que rindan cuentas por sus actos. No podemos confiar en la justicia divina. Es hora de que los enemigos y traidores de nuestra Gran Patria sean juzgados por tribunales populares, juzgados por todo el mundo. Sus crímenes no tienen plazo de prescripción. Notas de la T. (1) Modelo de coche de fabricación soviética, utilizado habitualmente como vehículo oficial. (2) En julio de 1991, el actual Sec.Gral. del PCFR Guennadi Ziuganov, firmó --junto con otros líderes del partido (Projanov, Varenikov,Gromov, Rasputin, Starodubtsev) opuestos por aquel entonces a la deriva ideológica del PCUS-- un llamamiento bajo el título de “Qué hable el pueblo”, publicado el 28 de julio en el diario “Sovietskaya Rossia”. El comunicado leído por los miembros del Comité de Salvación, el 19 de agosto, recordaba mucho ese llamamiento. (3) En 1991 defender la “Casa Blanca” (así se denomina coloquialmente al edificio que albergaba la sede del Soviet Supremo de la Federación Rusa) significaba ponerse del lado de Boris Yeltsin. 03-08-2005 - Ha muerto Pierre Broué, historiador y militante marxista revolucionario Jaime Pastor Pierre Broué ha muerto el pasado 26 de julio a la edad de 79 años. Su vida estuvo intensamente asociada a la militancia y a la investigación histórica, tareas que para él eran inseparables. Fue durante mucho tiempo miembro de la Organización Comunista Internacional en Francia, vinculada a una de las corrientes del trostkismo, conocida como "lambertista", hasta su expulsión de la misma en mayo de 1989, colaborando posteriormente con la revista "Démocratie et Socialisme". Fue profesor del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Grenoble, director y animador del Instituto León Trotsky y de los "Cahiers Léon Trotsky" y director, a partir de los años 90, de la revista "Le marxisme aujourd'hui". Fue autor de un buen número de obras sobre la historia del movimiento obrero, del stalinismo y del trostkismo (entre ellas "El Partido Bolchevique", "Los Procesos de Moscú", "El asesinato de Trotsky" y "Trotsky", resultado éste último de un trabajo de investigación de treinta años sobre este viejo revolucionario) así como sobre el movimiento obrero alemán de los años 20 (en "La Revolución alemana") y el movimiento obrero español de los años 30 (destacando "La Revolución y la Guerra de España", en colaboración con Emile Témime, obra que se convirtió en un referente fundamental para las nueva generación antiestalinista de los años 60, y, más recientemente, "Stalin y la revolución española"). Algunas de esas obras fueron publicadas en castellano, aunque desgraciadamente hoy sólo se pueden encontrar ya en las bibliotecas. Hace apenas unos meses acababa de publicar sus "Memorias políticas", una selección de recuerdos y retratos de muchos militantes a los que había conocido. En los años 90, tras la caída de la URSS, publicó también diversos trabajos sobre el balance del stalinismo y participó con mayor intensidad en un buen número de actos públicos y actividades de debate político, como cuando vino a Madrid
- 59 y a Barcelona en varias ocasiones invitado para discutir sobre la revolución española de julio de 1936, la guerra civil y el POUM. Fue entonces cuando algunos pudimos conocerle personalmente y comprobar no sólo su amabilidad y su extraordinaria memoria sino también sus enormes ganas de seguir luchando contra las mentiras de tantos historiadores e ideólogos, decididos a aprovechar la derrota del "socialismo real" para enterrar con él el sueño emancipatorio de un comunismo digno de ese nombre y libre de todas las falsificaciones del stalinismo. Con la desaparición de Pierre Broué hemos perdido a uno de los grandes historiadores del movimiento obrero. El mejor homenaje que podemos hacerle es recordar sus obras y seguir recomendándolas a las nuevas generaciones.