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El mundillo intelectual de Cristóbal Colón*, por Ernesto Poblet *Adelanto del libro "HISTORIA CON HUMOR Y MORALEJA Argentina y América", de Ernesto Poblet. Alonso Sánchez de Huelva. Martín Behaim o Martín de Bohemia. Los Profetas. El Filósofo Catalán Don Ramón LLull. Dante Alighieri. El Error de Colón. Imago Mundi. Roger Bacon y Toscanelli. Bullían en la cabeza de Colón dos culturas que a veces le afloraban mediante conflictos confusos que lo llevaron a cometer grandes aciertos y grandes errores. En ocasiones se mostraba entusiasmado por constituirse en un cruzado de la fe con la carga de fanatismo, crueldad e intolerancia que ello implicaba -o esclavista- al extremo de llenar las bodegas de sus barcos abarrotadas de indios para venderlos como novedosa mercancía en Europa. Era el hemisferio medieval de su pensamiento. Por otro lado aparecía el gran estratega que concibió la empresa megatérica de depararle al mundo de finales del siglo XV el encuentro insospechado con ese continente inmenso que se extendía de polo a polo como una muralla colosal. Era otro Colón. El modernista que supo acopiar los conocimientos vertiginosos que surgían de los escasos centros de estudio de la época. Los grandes filósofos, cosmógrafos, astrónomos, matemáticos, físicos, etc., incidieron en su formación visionaria. El Colón obstinado en encontrar el sponsor adecuado que le financiara la loca y peligrosa expedición hacia el Oeste de la Península. El que recorrió imperturbable tres de las más poderosas cortes regias de Europa y que no llegó a la de Francia por el oportuno llamado de Isabel La Católica. El astuto genovés -sospechado de ancestros catalanes judaizantes- que no trepidaría en mimetizarse de portugués, inglés, español o francés según quien le proporcionara los medios económicos. Hasta intentó el apoyo financiero de poderosos señores “privados” para su empresa. Así merodeó y frecuentó la casa del conde de Medinacelli mendigando su protección lo que sólo le sirvió para abrir ciertas puertas en la corte de los reyes, que no es poco. Lo mismo hizo con el duque de Medina-Sidonia que cortésmente se negó a la extraña aventura. Intentaremos indagar en el entorno intelectual de Colón, los libros y personajes que le influyeron, los sucesos que lo motivaron y un secreto calificado que lo ayudó a concebir su magno atrevimiento. ALONSO SÁNCHEZ DE HUELVA (Yo no creo en los fantasmas pero que existen, EXISTEN…)
La apasionante historia de este ignoto andaluz podría llevar a cansar las pestañas de los investigadores. La verosimilitud de los acontecimientos que se narran en torno de este fantasma de la historia llevan a alimentar alguna certeza sobre su existencia. Lo que ocurre es que los datos son escasos y no hay posibilidad de ampliarlos. Aún desde el escenario de la mera hipótesis vale la pena creer que don Alonso Sánchez de Huelva alcanzó a conocer las costas de América unos diez años antes que Colón. El problema es llegar a comprobarlo del todo. ¡Y vaya si es un problema…! Empezó esta historia de don Alonso como un simple cuento de marineros con todas las características de un chimento de comadres. Después ascendió a transformarse en La Historia del Piloto Perdido. Al comienzo el protagonista del “rumor” se llamaba a secas “Alonso Sánchez”. Con el tiempo pasó su nombre a españolizarse del todo agregándosele el apelativo “de Huelva” por ser natural de ese lugar. Pasado ya el medio milenio merecería conocérselo como “Don Alonso Sánchez de Huelva y del Edén”. Don Alonso habría partido desde un puerto de Vizcaya rumbo a las costas británicas. Llevaba a bordo una tripulación de su mismo origen naturales todos de la provincia andaluza de Huelva- dato no menor que otorga un algo de credibilidad al episodio. Al menos se conocen ciertos nombres que con posterioridad al hecho aportaron algunas manifestaciones testimoniales. El viaje de este navío fantasmal se alteró en un accidente brusco frente a las costas inglesas. Estas costas parecían destinadas a causarles sinsabores duros a los marinos españoles. El buquecito comercial quedó a la deriva y, según afirman los más calificados historiadores, a causa de un violentísimo temporal se le desarbolaron las jarcias, se partió en dos el timón y le inutilizó las áncoras. En esas condiciones debieron enfrentar las inclemencias del mar y la meteorología. ¿adónde los llevarían las corrientes y los vientos…?. Dependían de los caprichos del itinerario, de las limitaciones del agua potable y de los víveres a bordo. Sólo les quedaba esperar algún milagro. El que realmente ocurrió. ¿ Por efecto de la divinidad, la providencia, el destino, la magia o la casualidad…? ¿O todo junto?. Navegaron a la fuerza o a la buena de Dios nuestros espectros por esos mares desconocidos durante doce o catorce semanas. Ya desfallecientes se estrellaron en los escollos del paraíso terrenal. Esta terminología no es una simple metáfora para otorgarle al relato un mayor dramatismo dantesco. Son las palabras que utilizó uno de los misteriosos sobrevivientes llamado Juan de Umbría y que no fue el único. Cayeron en esas tierras extrañas ya casi al borde de la agonía. Se encontraron
con una vegetación exuberante, espléndidas aves coloridas y playas de arenas blancas y nativos extravagantes que los adoraban como a dioses. Que los ayudaron y trataron como jamás vieron a seres humanos prodigar tanta generosidad, bonhomía y alegría. Los rudos marinos andaluces se convencieron de su arribo al mismísimo edén que describe la biblia judeo-cristiana. Fue así que esos arcángeles desnudos les ayudaron a calafatear y reparar el barco, proveerse de agua dulce y víveres, para acercarse de regreso a los puertos de España. A todo esto el capitán-piloto don Alonso Sánchez no cesó de trabajar intensamente desde que salió despedido con violencia de las costas británicas en su navegación a la deriva hasta el “paraíso” y de vuelta en busca de las costas de Africa o Europa. Reconstruir y dibujar cartas marinas fue su obsesión enfermiza. No dejó estrella sin observar, cálculos sin hacer, captó las señales que pudo y cuanto elemento le ofreciera la naturaleza lo registró en sus cuadernos. Cuadernos que nunca se conocieron y parecieron destinados a un solo destinatario que se encargó de escondérselos a la historia y a sus soberanos bajo siete llaves. Siguió don Alonso la ruta que le ofrecía el sol. En su viaje caprichoso que lo condujo sin timón hacia el paraíso- el sol llevaba una dirección. El rumbo contrario sería el que lo conduciría a las costas buscadas. Este viaje de regreso hacia el Este resultó penoso y fatal. Hambres, fiebres y escorbuto diezmaron la tripulación que llegó casualmente a la Isla de la Gomera -en Canarias- con sólo seis moribundos. Se registran los seis nombres de estos cuasi-fantasmas que debieron ser auxiliados en la mencionada isla: el piloto y capitán Alonso Sánchez de Huelva en muy mal estado de salud, Pedro Fernández, Juan Bermúdez, Pedro Francés, Franco Niño y don Juan de Umbría quien ostentó haber visto el paraíso terrenal. Merodeaba por esta isla un traficante genovés adicto como pocos a los mares y la cartografía. Un marino pecoso y rubicundo, de modales distinguidos, al servicio del rey de Portugal no obstante su tonada italiana. Hombre magnífico, al escuchar los relatos de los moribundos movió sus influencias, interesó a la señora Inés de Peraza, Condesa de la Gomera y feudal de las Canarias. El magnífico señor pagó los gastos de los náufragos, se ocupó personalmente de asistir al capitán Alonso Sánchez quien sobrevivió seis días falleciendo prácticamente en sus brazos. Alcanzó el andaluz a narrar sus peripecias, sus experiencias y anotaciones y entregar íntegra esa documentación como insólito y precioso legado al genovés aportuguesado Christovâo Colombo que lo asistía con
samaritana, devota dedicación. Sabedor de estos secretos se nos presenta en el escenario un Colón estimulado por la información que obtuvo del fantasmagórico náufrago fallecido. Conocía así la cartografía de una ruta hacia el Oeste de la Mar Océana por la que se llegaba a las lejanas tierras del Oriente de las cuales tanto hablaron Marco Polo y los marinos portugueses que llegaron a Catay (China) y al Cipango (Japón) y las Indias. Lo que más lo entusiasmaba a don Cristóbal era la confirmación de llegar a estos maravillosos lugares por una distancia mucho más corta que la ruta de Marco Polo. Se lo acreditaban los trabajos de Alonso Sánchez que no se los comentó a nadie. Don Cristóbal se equivocaba en eso justamente. Si alguien lo hubiere alertado que las distancias hasta el extremo Oriente eran seis veces más largas que las presumidas por él, hoy todos los americanos seríamos brasileños. Los cosmógrafos, cartógrafos y matemáticos que convocó el rey de Portugal para analizar el proyecto de Colón lo rechazaron por este preciso error y estaban en lo cierto.
Si Colón no persistía en la creencia de que el paraíso que conoció don Alonso Sánchez eran la tierras del Cipango y el Catay, los sabios portugueses podrían haber aceptado la tesis novedosa y extraordinaria del genovés y los portugueses pasarían a ser los protagonistas del encuentro con ese continente que se atravesaba de polo a polo. Y que bien merecido se lo tenían por las eficientes investigaciones náuticas que mandó desarrollar don Enrique el Navegante. Claro que en ese caso el Río de la Plata hoy sería otro inmenso sambódromo y vaya a saber si se llegaba a cultivar nuestro querido tango. Asombra la tenacidad de Colón para no deprimirse por la negativa del rey de Portugal y sus distinguidos asesores científicos. Marchó a llevar su proyecto a los reyes católicos que también lo rechazaron con idéntico dictamen de los sabios españoles. Siempre lo mismo. En lugar de creerle que el Cipango estaba cerquita, apenas cruzando el mar océano, los hombres sabios entendían que la redondez de la tierra indicaba que las codiciadas costas orientales deberían encontrarse situadas en el otro extremo del globo. Mucho más lejos, seis veces más lejos precisaban. Y estaban en lo cierto. MARTÍN BEHAIM O MARTÍN DE BOHEMIA
He aquí un alemán cuya vida incidió notablemente en Colón y sus andanzas con los reyes de Portugal y de Castilla. Behaim y el Almirante tenían buena relación entre sí. Se conocieron en Lisboa cuando ambos vivían circunstancialmente en esa ciudad. Sus vidas fueron bastantes contemporáneas. La capital portuguesa albergaba en esos tiempos a lo más granado de las ciencias geográficas. En 1884 Behaim es nombrado por Juan II de Portugal en carácter de geógrafo de una expedición que recorrería las costas y profundidades del Africa internándose en espacios desconocidos de este continente y los mares circundantes. Varios historiadores han sostenido que el alemán -profundo estudioso y movedizo viajero- llegó hasta el Estrecho de Magallanes antes de los viajes de Colón. En consecuencia sería otro de los que descubrieron el continente con anterioridad a nuestro Magnífico Almirante de los Mares. Son los estudios y documentos cartográficos que elaboró Behaim los instrumentos que demostraron el enorme error de Colón en creer que los archipiélagos y tierra firme del nuevo continente eran la Indias Orientales, o el Japón o la China. La gloria de este Martín de Bohemia surge de constituirse en el primer geógrafo que construye un globo terráqueo o esfera terrestre como se le llamaba en sus tiempos. Es el más antiguo de los globos que representan la tierra y puso una necesaria realidad gráfica acerca de nuestro planeta para que definitivamente se lo conozca tal como corresponde. Ahí ofrecía Behaim la representación del Ecuador, un meridiano, los trópicos y las constelaciones del zodíaco y otorgó una idea exacta de cómo científicamente era concebido el mundo antes del descubrimiento de América. Esta reliquia de la ciencia se conserva en Nürenberg y al parecer ha sido salvada de los bombardeos de la segunda guerra si es que se encontraba allí en esos momentos. Se distinguió también don Martín de Bohemia por redactar las primeras tablas de las declinaciones del sol e introdujo el uso del astrolabio (1). Este importante cosmógrafo, con su globo terráqueo, demostró el estado de los conocimientos geográficos antes de la hazaña de Colón. Sin proponérselo, el alemán arrojó luz a los sabios que rodeaban a Juan II de Portugal y a los reyes católicos de España para negarle a Colón el patrocinio de sus proyectos. No podían estar de acuerdo con los criterios insistentes del genovés acerca de la cercanía de la China y el Japón. Ocurría que Colón se empecinaba por la cartografía que le había dejado don Alonso Sánchez y -al parecer- jamás dejó de ocultar su secreto que le permitía negociar las exageradas capitulaciones que les arrancó con su porfía a los soberanos de Castilla y Aragón. Para todo eso le sirvieron los forzados estudios del malogrado don Alonso. Soliviantado como se encontraba con su secreto insistió en las gestiones ante los reyes de
Portugal, Inglaterra y España recibiendo un categórico rechazo de parte de cada uno.(2) Cuando se disponía a llevar el proyecto al rey de Francia le anunciaron en Andalucía la decisión de Isabel La Católica de apoyar su emprendimiento. La situación política del reino había cambiado. No existían ya los conflictos con los árabes que se retiraron de la península. Siempre agrandado -los mapas del piloto de Huelva bien escondidos- don Cristóbal pidió a cambio del éxito de la expedición los siguientes títulos, honores y concesiones:
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- Designación como Almirante del Mar Océano. Con las mismas prerrogativas y honores que las del Almirante Mayor de Castilla. Esto equivalía a ocupar el primer puesto en la Corte después de los reyes y por delante de la autoridad eclesiástica. - Virrey y Gobernador de todas las tierras que se descubriesen. - Transmisión a su descendencia de los títulos u honores que se le concediesen. (Vale decir a perpetuidad). - Derecho al décimo -deducidos los gastos- de toda mercadería embarcada. Oro, especias, piedras preciosas, etc. Brillante e incumplible negocio al no ofrecer las obligaciones de responsabilidad de un Estado y resultar imposible su control.
LOS PROFETAS Obsérvese esta falta de límites y raciocinio en las capitulaciones que exigió Colón a los distintos soberanos Y nunca dio un paso atrás. El factor “riesgo” lo utilizó a su gusto y piaccere para negociar. Se aferraba a las certezas que le otorgaban los mapas y mediciones del aparecido arcángel Alonso de Huelva. Hay que adicionar -siempre con esas misteriosas cartas marinas detrás- la habilidad de don Cristóbal para transmitir como un marketing arcano el argumento de la inspiración divina y el mandato de Dios. Si él conseguía que le financiaran la expedición, le dieran a cambio los colosales privilegios que pedía al soberano y -en pocos meses- por una ruta directa llegaba al paraíso o Cipango o Catay o las Indias… ¿quién se atrevería a negarle o desconfiar del origen divino de su empresa cuando ya tres famosísimos genios de la antigüedad lo habían “profetizado” a través de estudios, dramas y poemas célebres…? Zacarías predijo la entrada triunfal del Dios de los Judíos en Jerusalen
para el domingo de Ramos con una antigüedad de cinco siglos, otro profeta -Isaías, más de seis siglos atrás- anunció que Juan el Bautista vendría como precursor de Cristo. Creyera o no don Cristóbal en estos vaticinios, hizo suyas las “profecías” insertas en las obras literarias nada menos que de Séneca, Dante Alighieri y los trabajos científicos de Ramón Llull. En aquellos años de Colón todavía deambulaban en todos los ambientes los disparates atroces que se dijeron durante la edad media. En 1332 un explorador inglés llamado Johan de Mandeville basaba su prestigio en narraciones fantasiosas (cuasi-cómicas) amparado en esa impunidad que lo favorecía debido a la ignorancia reinante. Decía haber entrevistado a “hombres monóculos” con un solo ojo u “hombres canes” con rabo y cabeza de perro. “Vió” al Ave Fénix en pleno renacer de sus cenizas. Se han encontrado entre los escritos de Colón algunas referencias a estas crónicas delirantes que le hacían aflorar su formación mitad medieval en contraposición con su mitad cientificista. Demostraba con holgura sus modernos conocimientos en los cenáculos que acompañaban al rey de Portugal pero al mismo tiempo desconcertaba con expresiones escritas dando crédito a delirios asombrosos. Creyera o no Colón en los designios divinos para su empresa es algo que se ha estudiado bastante. Lo que no deja dudas es que utilizó con habilidad cuanto suceso o rumor esotérico favoreciera sus objetivos. Un hombre que admiraba los dislates del charlatán Johan de Mandeville fácilmente podría creer que las cartas marinas que le legara Alonso Sánchez de Huelva fueran enviadas por Dios. No trepidaba en afirmar aún ante los sabios- que su proyecto provenía de una inspiración divina. Llegó a prometer a la reina Isabel una cruzada para recuperar Jerusalen de los musulmanes. Afirma e intenta probar Salvador de Madariaga su ascendencia judía y las prácticas clandestinas de ritos y observación de dogmas -de esta religión- mediante un libro muy bien documentado y de imprescindible lectura (3). Colón ha dado mucho que hablar y escribir y todo indica que no se ha agotado su temática. En medio de esa farragosa literatura que se inaugurara ante la epopeya del Nuevo Mundo que “descubrieron” los navegantes, científicos, empresarios y monarcas del Viejo Mundo, reaparecieron las asombrosas predicciones de Séneca, el Dante y el catalán-mallorquín Ramón Llull. Colón las conoció y se conmovió en extremo al sentirse profetizado en varios siglos como le ocurriera al Dios de los cristianos. Sólo faltaba que otro profeta de la antigüedad indicara una estrella -como la de Belénque se posara en Génova el día del nacimiento de este “Nuevo Marinero” asimilado al que fue guía de Jasón el Jefe de los Argonautas
Obsérvese este pasaje de la tragedia - “Medea” escrita por Séneca (4) refiriéndose a esos argonautas que se internan en lo profundo del Asia en busca de un fabuloso tesoro, el vellocino de oro. Lo dice uno de los personajes del drama: “…vendrán en los tardos años del mundo ciertos tiempos, en los cuales el mar océano aflojará los atamientos de las cosas y se abrirá una tierra inmensa; y un nuevo marinero, como aquel que fue guía de Jasón descubrirá un nuevo mundo. Ya no será entonces la isla de Thule (Islandia) la postrera de la tierra. ¿Quién fue Medea…? Tratábase en el mundo de la mitología griega de una dama mezcla de princesa y hechicera, hija del rey de Cólquida, comarca del Asia cerca de Armenia, donde era tal la riqueza en oro que se decía que los palacios se construían con este metal. Medea se enamoró de Jasón el jefe de los Argonautas, héroes griegos que navegaban en el navío llamado Argos. Estos héroes se acercaban a Cólquida o Colcos con el objeto de apoderarse del vellocino de oro que era custodiado por un dragón y varios toros. Jasón se robó el valioso animal con la complicidad de Medea que no ha sido una hija muy fiel. Después Jasón abandona a Medea y ésta -despechada- se encarga de matar a todos los hijos que tuvo con el jefe de los Argonautas. Por último Jasón muere aplastado por su propio navío. Esta tragedia que registra la mitología ha sido elaborada como drama teatral por Eurípides en el año 431 a/c., por Séneca en el 45 d/c. y más recientemente por Corneille en 1635. ¡Cómo no se va a sentir aludido Colón cuando una tragedia tan taquillera a través de los siglos difunde en los escenarios expresiones como “se abrirá una tierra inmensa” o del nuevo marinero que descubrirá un nuevo mundo!. Se halagaría Colón al sentir que Séneca casi mil quinientos años atrás-lo comparaba con la épica expedición de los Argonautas. MORALEJA SUBJETIVA: El ego entusiasta no le habrá permitido reparar a don Cristóbal en la ilicitud del objeto de Jasón. Robarle a un rey de lejanas tierras sus tesoros e instigar a su hija la princesa Medea hacia la traición, el deshonor y el filicidio. Las narraciones mitológicas contienen mucho de simbolismos y alegorías…. EL FILÓSOFO CATALÁN RAMÓN LLULL En el caso de Llull y Dante se predicen datos sobre la existencia del continente americano atravesando el “más allá” de las columnas de Hércules que cerraban el Mediterráneo a la altura del Estrecho de
Gibraltar. No aluden a la persona del magnífico descubridor. Sorprende el catalán Ramón Llull, “el Doctor Iluminado” como se lo llamaba con justicia. No se trataba de un literato que en su fantasía acertaba con una metáfora inspirada en la ficción o en algún dato vago que lo acercaba a la premonición. Casi doscientos años antes de Colón se despachaba con esta afirmación de sabio prodigioso y seguro: “Siendo la tierra esférica, se forma en nuestro mar un dilatado arco de agua que, estribando por una parte en las costas occidentales de Europa y África, y por otra en un continente que se supone haber en las regiones opuestas del Occidente…” Colón debió conocer esta opinión tan certera acerca de la existencia de un continente en ese lugar desconocido del mar, expuesta con tanta claridad por un experto en el estudio de las mareas. Llull cultivó todas las ramas del saber de su època. La “lógica del mundo” intuída por Llull fascinaba aún en el siglo XVII al racionalista alemán Gottfried Wilhelm Leibniz, quien se inspiró en ella para elaborar su teoría metafísica. Personaje polifacético y admirable este Ramón Llull cuyo nombre también se lo conoce italianizado como Raimundo Lulio. Teólogo y filósofo que vivió entre 1235 y 1315. Sus doctrinas filosóficas determinaron escuelas de renombrada preponderancia por largo tiempo: “el lulismo”. Autor de creaciones y principios científicos que contribuyeron a los adelantos marítimos tan necesarios en su época. Aplicó sus conocimientos de la aritmética y la geometría al arte de la navegación. Ilustraba sus explicaciones con variedad de figuras y previó la influencia del sol y la luna en las mareas. Trazó un astrolabio y un aparato que permitía determinar la situación de la nave en cada momento. Ha sido autor de poemas considerados joyas de la poesía mística catalana. Entre sus numerosos libros cabe citar abundantes títulos por temáticas en el campo de la lógica, la teología, la filosofía, la astronomía, la medicina, la mística, etc. Sus estupendas prédicas alcanzaron popularidad entre los infieles. Por ello fue perseguido y martirizado en Túnez a los 81 años. En viaje de regreso a su Mallorca natal falleció por las heridas recibidas en la lapidación. Pero terminaron beatificándolo. DANTE ALIGHIERI El inmortal padre de la poesía italiana bien podría haber tomado datos del científico Llull o de la tragedia de Séneca. Treinta años menor que el catalán , es posible que la fecunda obra de éste haya llegado a sus oídos. También el drama de Medea (Séneca) puede haberlo inspirado lo
suficiente para determinar el asombroso itinerario que hace Ulises en el Canto XXVI de “El Infierno” en la Divina Comedia. Dante vivió doscientos años antes que Alonso Sánchez de Huelva. Al revisar ciertos versos de la Divina Comedia parecen inspirar las supuestas rutas y datos que habrán surgido de la aventura del andaluz y que sólo conoció y guardó especulativamente don Cristóbal Colón. No sería la última vez que la frondosa imaginación de un escritor llegare a acertar con una realidad ignorada. Recordar a Julio Verne y otros muy pocos. “¡Oh hermanos!, dije, que por tantos miles de riesgos ya llegasteis a Occidente, en esta ahora tan breve vigilia de lo que en los sentidos remanece, no querais ya negaros la experiencia, de ir, con el sol, al mundo despoblado.” Ulises está narrando a Virgilio y Dante su viaje. La llegada a Occidente es lo que después se conoció como el Continente Americano. Navegar con el sol al mundo despoblado es lo que le ocurrió -a la fuerza- al andaluz Alonso Sánchez. “Del otro polo, todas las estrellas yo veía en la noche; El nuestro, bajo, ya no emergía del nivel marino. Encendida y extinta, cinco veces la lumbre se mostró bajo la luna, Desde que entramos en el arduo trance, cuando asomó una montaña oscura Por la distancia, y pareció tan alta como ninguna de las antes vistas.” El “otro polo” es el hemisferio sur. El “nuestro” se refiere al hemisferio norte que “ya no emergía del nivel marino”. Los dichos de Ulises hacen durar el viaje un lapso de cinco lunas. Torcuato Luca de Tena (5) aclara que la nave de Ulises es previsible que haya tardado “dos lunas más” que las tres que posteriormente tardó Cristóbal Colón en su primer viaje. Dante calculó con seriedad la velocidad de los “remos alados” que cita en el poema- notoriamente más lenta de la que desarrollaría Colón en sus modernas carabelas del año 1492. “Nos alegramos pero volvió el llanto, pues un turbión nació en la tierra nueva, Y él repercutió de frente a nuestro barco. Lo hizo girar tres veces con el agua; la cuarta, arriba le mandó la popa, Y la proa le hundió cual Alguien quiso, y al fin se cerró el mar sobre nosotros.”
Luca de Tena en su obra citada interpreta con entusiasmo el final del Canto XXVI de la Divina Comedia: “Las estrellas del otro polo, es decir del otro hemisferio, del hemisferio meridional, a que se refiere Ulises, no son otras que las que forman la constelación de la Cruz del Sur, que ya se ven brillar a los siete grados Norte, muy poco por encima de la línea ecuatorial. Pues bien situándonos a siete grados Norte y a la vista de Tumuc Humac que forman la frontera natural de Brasil con la Guayana Francesa y que, por cierto, están situadas en la distancia más corta de Europa, medida desde el Estrecho de Gibraltar. ¡La gloria del legendario Ulises no fue tanto haber descubierto literariamente el continente deseado -tercamente intuido desde la antigüedad- como haber tenido a Dante Alighieri por fabulador, cronista de Indias, redactor de sus cuadernos de bitácora y capitán…” Abandona Ulises las célebres columnas de Hércules atravesando el Gibraltar y se interna en el mar desconocido. Recorriendo en esas aguas enigmáticas y presuntivamente minadas de monstruos casi el mismo periplo que siglos después hicieron -inauguralmente- Alonso Sánchez de Huelva sin que quedaran pruebas y oficialmente Cristóbal Colón. El primero que desde España lo hizo por aire -desde Palos de Moguer en 1926- fue el aviador gallego Ramón Franco Bahamonde. Cruzó el Atlántico en el pequeño hidroavión Plus Ultra con destino final en la ciudad de Buenos Aires. Para acotar las asombrosas predicciones del Dante me resta transcribir los versos con que Ulises se sitúa geográficamente en la salida de su Mare Nostrum:
“Vi ambos litorales hasta España, hasta Marruecos, la isla de los sardos, y las otras que el mar en torno baña. Viejos y lentos yo y los compañeros Éramos cuando llegamos al estrecho En el que sus señales puso Hércules, Para que el hombre más allá no avance: A mano diestra yo dejé a Sevilla, En la otra mano había dejado a Ceuta.” EL ERROR DE COLÓN Salvador de Madariaga hace una buena referencia sobre las fuentes de información y la bibliografía consultada por don Cristóbal. Para esos
momentos en que se salía de las sombras de la edad media para arribar a la modernidad que deparó en sus finales el siglo XV no dejan de asombrar los libros que leyó Colón en los cuales dejó sus marcas mediante anotaciones y glosas en los espacios marginales. Así como reparó en las tragedias de Séneca quedó demostrada la influencia que ejercieron las obras del Cardenal Petrus de Alliacus, especialmente el libro de moda desde 1480 , el entonces célebre Imago Mundi. A tal extremo convenció este texto de cabecera al gran almirante que no se detuvo a analizar un error que provenía de fuente no precisamente científica pero que se avalaba en la autoridad de un contexto admirado y venerable como el Imago Mundi. Colón llevó su proyecto a Juan II de Portugal. Impresionado e interesado este rey lo hace evaluar por sus consejeros Roderigo, maese José el Judío y el Obispo de Ceuta. Colón contaba a su favor con su experiencia de marino práctico, con las argumentaciones que sabía exponer extraídas de los libros de viaje (caso Marco Polo) y el “inobjetable” Imago Mundi. Con esta última obra intentó probar lo simple, rápido y cerca que resultaría alcanzar las Indias siguiendo una ruta occidental transatlántica. Para él el escenario marítimo hacia el Oeste de Portugal no era de manera alguna extenso por la sencilla razón de que solamente una séptima parte de la totalidad del mundo está constituido por agua, siendo tierra las seis partes restantes. Con esta lógica basada en esa teoría, el espacio de agua para atravesar los navíos sería muy poca, entonces la costa oriental de Asia debía encontrarse a unos pocos días de viaje enfrentando el Atlántico con rumbo al Oeste de las costas portuguesas. IMAGO MUNDI ¿De dónde sacó Colón esa teoría tan equivocada sobre nuestro planeta con seis partes de tierra y una sola de agua…? Se encontraba muy bien documentado con los mejores estudios de los portugueses de Don Enrique el Navegante, del catalán LLull y la redondez de la tierra y la bibliografía que nos consta había profundizado. Pues incidieron dos factores. Por un lado el libro “Imago Mundi” que le metió en la cabeza la teoría de las seis partes de tierra y una séptima de agua. Por el otro las cartas marinas secretas de Alonso Sánchez de Huelva que para Colón hicieron el efecto confirmatorio de la tesis de Imago Mundi. Si el marino Alonso Sánchez fue o volvió a las Indias, Cipango o Catay en tan breve tiempo, creyó a pie juntillas que a poca distancia hacia el Oeste las comarcas tan lejanas para Marco Polo por el otro lado serían cercanas embarcándose por el Atlántico.
¿ Y de dónde el Cardenal Petrus de Alliacus pudo haber cometido ese error en una obra tan seria y reconocida en aquel mundo de los descubrimientos…? Probablemente se deba a los datos de origen científico en su confusión con criterios teológicos basados en la fe. El Cardenal fundó su tesis de Imago Mundi en una autoridad como los Apócrifos, 2 Esdras, VI, 42, 47 que textualmente sostiene: “Al tercer día Vos ordenasteis que las aguas debían juntarse en la séptima parte del mundo: seis partes habéis secado y así la habéis mantenido con la intención de que plantadas y cultivadas, algunas podrían serviros… Al quinto día Vos dijisteis con respecto a la séptima parte donde se habían juntado las aguas, que ella produciría criaturas vivientes, aves y peces: y así sucedió. Colón creía con entusiasmo y sinceridad en sus ideas y era profundamente religioso ¿cristiano…? ¿judío simulado…?. Los dogmas de su fe eran para él realidades vivientes que nunca cesaban de inspirar su conducta y ese fervor espiritual se había extendido a su confianza ciega en la misión que encaraba. Colón se había trazado el objetivo de descubrir las tierras y los pueblos del otro lado del Atlántico y colocarlos bajo el dominio benigno de sus soberanos y el fiel cumplimiento de las capitulaciones que supo conseguir. ROGER BACON Y TOSCANELLI La tesis de Imago Mundi no sólo se sustentaba en los Apócrifos. El aporte científico que se pudo extraer de ese libro provino de otro sabio del siglo XIII llamado Roger Bacon (6). En base a las ideas de Bacon rescatadas en el libro de Petrus de Alliacus- y apoyada por otros científicos contemporáneos, Colón pudo producir una carta y un mapa del cosmógrafo italiano Pablo del Pozzo-Toscanelli. Este gran cartógrafo de origen florentino intentó demostrar la existencia de un camino más corto que el del cabo de Buena Esperanza para llegar a las Indias. En su momento envió a Colón una copia de sus trabajos y le expuso sus ideas acerca de la nueva ruta. Se supone que Colón utilizó con agrado esta información de primera fuente científica que avalaba su tesis. Con este cúmulo de acreditados datos no pudieron los sabios de Juan II ni después los de los Reyes Católicos disuadir a Colón de su error. Notas: (1) ASTROLABIO: Instrumento que se utilizaba para observar la posición
de los astros y determinar su altura sobre el horizonte. (2) La gestión con el monarca inglés la realizó su hermano Bartolomé Colón en su nombre y sin éxito alguno. (3) “Vida del Muy Magnífico Señor Don Cristóbal Colón”. Salvador de Madariaga. Editorial Sudamericana. Octubre de 1991. (4) LUCIO ANNEO SÉNECA nació en Córdoba en el año 4 d/c. Filósofo del estoicismo y fecundo dramaturgo. De influencia muy notable en el pensamiento moderno. Agripina le confió la educación de su hijo Nerón. Séneca llegó a Cónsul en Roma. Al caer en desgracia con el Emperador le ordenan su muerte. Se corta las venas en el año 65 rodeado de sus amigos. (5) TORCUATO LUCA DE TENA. “América y sus enigmas” Pág. 18. PLANETA. 1993 (6) ROGER BACON. “El Doctor Maravilloso”. 1214-1294. Sabio inglés y religioso de la orden de los franciscanos. Matemático. Fue el primero en proponer la reforma del calendario juliano y en demostrar las deficiencias del sistema astronómico de Ptolomeo. En física y óptica fue un verdadero precursor de Galileo y Newton. Sostuvo la necesidad de apoyarse siempre en el resultado de las investigaciones en todas las cuestiones científicas. Fue acusado de hechicería por sus experimentos químicos pero lo salvó la protección del Papa Clemente IV.