BmLIOTECA DE JURISPRUDENCIA, FILOSOFIA
:t HISTORIA
ENSAYO DE
SEMÁNTICA (CIENCIA DE LAS SIGNIFICACIONES) POR
MIGUEL B...
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BmLIOTECA DE JURISPRUDENCIA, FILOSOFIA
:t HISTORIA
ENSAYO DE
SEMÁNTICA (CIENCIA DE LAS SIGNIFICACIONES) POR
MIGUEL BRÉAL Miembro del InslÍtuto de Francia.
Precio: CINCO pesetas.
MADRID
LA ESPAÑA MODERNA Calle de Fomento, nOmo 7.
ENSAYO DE· -SEMÁNTICA
OBRAS PUBLICADAS per L..t. ESPAÑA HODERlW..t., qae le hallaD de "eDCa eD 110 AdmlDlstraclóD, FomeDto, '7, JIIadrld. y qoe recemeDdamoll especialmente á Doeslroll f."oreccdores.
AGUANNO.-La Génesis y la evolución del Derecho civil, 16 pesetas. GIURIATI.-Los Errores judiciales, 7 pesetas. GRAVE.-La Sociedad futura, 8 pesetas. GROSS.-Manual del Juez, 12 pesetas. KELLS-INGRAM.-Historia de la Economla polltica, 7 pesetas. KOCHS.-Higiene general, 3 pesetas. KRUGER.-Historia, fuentes y literatura del Derecho romano, 7 pesetas. LOMBROSO, FERRI, GAROFALO y FIORETTI.La Escuela criminológico-positivista, 7 pesetas. MARTENS.-Derecho internacional público y privado (3 tomos), 22 pesetas. MAX· MULLER.-Origen y desarrollo de la, religi~n, 7 pesetas. MOMMSEN.-Derecho público romano, 12 pesetas. ROGERS.--Sentido económico de la historia, 10 ptas. SOHM.-Historia é Instituciones de Derecho privado romano, 14 pesetas. STAHL.-Historia de la Filosofla del Derecho, 12 pesetas. SUMNER-MAINE.-EIAntiguo Derecho yLa Costumbre primitiva, 7 pesetaB.-La. Guerra, según el Derecho internacional, 4 pesetas.-Historia del Derecho, 8 ptas.-Las Instituciones primitivas, 7 ptas. WESTERMARCK.-El Matrimonio en la. especie humana, 12 pesetas. Obr•• de H. SpeDcer p.bllcadas por LA ESPAÑA 1I10DERlW..t.
Los Datol! de la Sociología (2 tomos), 12 pesetas.-La. Induooiones de la Sociologla y las Instituciones domésticas, 9 pesotas.-Las Instituciones sociales, 7 posotas.-Las Instituclonel poUticas (2 tomos), 12 pellet8s.-Laslnstituciones eclesilislicas, 6 pesetas.-Las Instituciones profesionales, 7 pesetas.-Las lnllUtuciones industriales. 8 pesetas.-La Justicia, 7 pesetas.-La Moral de los diversos pueblos y la moral personal, 7 pesetas.La Beneficencia, 6 pesetas.- El Organismo social, 7 pesetas.El Progreso, 7 pesetas.-Exceso de legislación, 7 pesetsll.-De las leyes en general, 8 pesetas.-Etica de las prisiones, 10 pesetas.
BmLIOTECA DE JURISPRUDENCIA, FILOSOFÍA É HISTORIA
ENSAYO DE
SEMÁNTICA (CIENCIA DE LAS SIGNIFICACIONES) POR
MIGUEL BREAL Miembro del Instituto de Francia.
-
MADRID
LA
ESPA~A
MODERNA
Calle de Fomento, ndm. 7.
ES PROPIEDAD
11758.-Imp. de Ga.briel L. Homo, Sa.n Berna.rdo, 99. Tel8f.3O'.i!S.
fJedico esle lihro ¡J
la memoria de mi 'luerida mujer
cuyo pensamienlo iza eslado presenie en lodas las izoras de mi lrah'!/o.
ENSAYO DE
SE:b.lI:·ANTIOA
IDEA DE ESTE TRABAJO
Silcédense los libros de gramática comparada, asl para aso de los estudiantes como del público en general; y, sin embargo, no creo que lo que ofrecen sea exactamente lo que importaba dar á conocer. Para quien sabe interrogarle, el lenguaje está lleno de lecciones, ya que en él deposita la especie humana desde hace tantos siglos las .adquisiciones de su vida material y moral; pero hay que tomarle, al efecto, por el lado que habla á la inteligencia. Si nos circunscribimosA los cambios de las vocales y de las consonantes, reducimos ese estudio á las proporciones de una rama secundaria de la acústica y de la fisiologla; si nos contentamos con la enumeración de las pérdidas que sufre el mecanismo gramatical, parece como si asistiésemos á la mera ruina de un edificio; si nos encerramos en vagas teorias sobre el origen del lenguaje, afiadimos, sin gran ventaja, un capitulo á la historia de los sistemas. En mi sentir, hay otra cosa que hacer. Extraer de la Lingüistica lo que de ella puede desprenderse como alimento para la reflexión, y-no temo
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afiadirlo-corno regla para nuestro propi~ lenguaje, puesto que cada uno de nosotros colaboramos, por nuestra parte, á la evolución de la palabra humana: he 'ahi lo que merece sacarse á luz; he ahi lo que yo he tratado de hacer en este volumen. ,No hace aún m':lcho, la Lingüistica hubiese creldo desmerecer confesando que pod(a servir para alguna cosa práctica. Presumia existir para si misma, y se ,preoc~paba tanto del beneficio que pudiese reportar al común de los hombres como el astrónomo de la previsión de laS mareas, cuando calcula la órbita de los cuerpos celestes. Au~que 'mi~ 'cole~as estimen que es rebajar nuestra ciE:incia, n~,creo'que,sean justificadas tales pretensiones. No éúadran al estudio de una obra humana como ~llengu~je,de una obra comenzada y proseguida en 'viSta de un'objetopráctico¡ y'~edonde, por consiguiente, no podría separarse 'en ningún momento la idea de la. utilidad. M~s aún: 'creo que,seria privar á estas investigaciones lo que constituye IIU valor. La LingUistica habla al hO,mbré de él mismo: le hace ver cómo ha construido, cómo ha perfeccionado lentamente, 'en medio de obstáculos de todas índoles, y á pesar de momentáneos retrocesos, el instrumentornAs indispensable de civilización. También la compete decir por qué medios se conserva ó se altera ~se instrumento que se nos confla y de que somos responsables ... Extrafia sorp,resa debe ser, para el lector que piense, oir decir que el hombre no entra para nada en el desarrollo del lenguaje, y que las palabrasforma y sentido-llevan una existencia que les es propia. El abusp de las abstracciones y de las metáforas: tal ha sido, tal 'es aún el peligro de nuestros estudios. llemos visto tratar á las lenguas como seres vivos: se
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nos ha dicho que las palabras nadan, trababan combates, se propagaban y morian. No habria nada que oponer á estas maneras de hablar, si no existiesen personas que las tomaran al pie de la letra. Pero, puesto que existen, no debe ~esarse de protestar contra una terminologia que, entre otros inconvenientes, tiene el de dispensarnos de inquirir las causas verdaderas (1). Las lenguas indo-europeas 'están condenadas al lenguaje figurado. Les es tan 'imposible librarse de él como al hombre, según el proverbio árabe, saltar fuera de su sombra. A ello las obliga la estructura de la frase: es una tentación perpetua á animar lo que no tfene vida, á convertir en actos lo que es un simple estado. Ni aun la seca gramática puede sustraerse á tal tentación: ¿qué otra cosa es que -un comienzo de, mito, cuando se dice que Myxw presta BUS tiempos á 'l'qx." 6 que clavo toma una 8 en el plural? Pero los lingüistas deberian estar más en guardia que nadie contra ese lazo ... No es sólo el hombre primitivo, el hombre de la na-turaleza, el que se toma á si propio por medida y por modelo de toda cosa, el que llena el cielo y el aire de seres semejantes á él. La ciencia no está exenta de ese error. Mirase el cuadro genealógico de las len(1) A.l escribir esto, pienso en toda una serie de libros y de artículos, tanto extranjeros como franceses. El lector francés se acordará sobre todo del librito de Arsenio Darmesteter, La Vida de las palabras. El autor ha prolongado y extremado IR comparación en tales términos que á veces parece creer en sus metáforas; defecto perdonable si se piensa en el calor de la redacción. Yo he sido amigo, mientras vivieron, de los dos Darmesteter. esos A!!vins de la filologra francesa; he tributado homenaje á su memoria, y sentiría decir nada que pudiera ofenderla. (Véase, al fin de este volumen, mi arUculo sobre La Vida de las palabra.v.)
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guas, según se describe y aun dibuja en más de una obra:, ¿no es produ~to del más puro antropomorfismo? ¿Qué no se ha escrito sobre la diferencia entre las lenguas madres y las lenguas hijas'! Las lenguas no tienen hijas; tampoco dan á luz dialectos. Hablar del protohelénico, ó del proto-ario es copiar un habito de pensamiento propio de otro orden de ideas, es ajustar las hipótesis de la lingülstica al mOd,elo de la zooiogla. Lo mismo acontece con esa lengua indC?-europea proétnica que no se cansan de construir y de reconstruir tantos lingüistas: es lo 'que hadan los griegos ,cuando, para dar: cuenta de las diferentes razas, imaginaban .1os antepasados Eolo, Doro, Ion y Aqueo, hijo ó nieto de Hellen(~). ' '. Pocos libro~ hay que, en 'reducido volumen, contengan tantas paradojas como el librito en que Schleicher expone sus ideas sobre el origen y el des~rrollo de las lenguas. Ese espiritu, tan claro y metódico por lo común, ese botánico, ese darwiniano, revela en tal obra ,hábitos de pensamiento que se hubiesen esperado más bien en algún disdpulo de la escuela mistica. Asi, segUn él, la-época de 'perf~cci6n de las lenguas pertenece á un pasado remoto, anterior á .toda historia: 6Rcuanto entra en la' historia un pueblo, y empieza á tener una literatura,'se declara una decadencia irreparable. El lenguaje se desarrolla en sentido contrario á los progresos del esp~ritu. i Ejemplo notable del poder que pueden ejerce'r las primeras impresiones, las ideas recibidas en la rnfancia (2)1 ,
,
(1) A.quf es ocasión de recordar este pensamiento de Gothe: Der,Menschbegreiftniemals wie anthropomorphisch er ist.Véase también el ,reciente trabajo de M. Victor Henry: Ántino· mies lingu,istiques. (2) .En UD principio Schleicher había estado -destinado al estado eclesiástico. Después habla sido hegeliano.
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Dejando á un lado los cambios de fonética, que son del dominio de la gramática fisiológica, yo estudio las causas intelectuales que han presidido á la transformación de nuestras lenguas. Para introducir orden en esta investigación, he clasificado los hechos bajo cierto número de leyes; más lejos se verá lo que entiendo por ley, expresión que no ha de tomarse en el sentido in;tperativo. No se trata tampoco de leyes sin excepción, de leyes ciegas, según reputan las de la fonética algunos escritores. Yo he procurado, á la inversa, selialar los l1mites en que se detiene cada ley. He puestode ~anifiesto que la historia del lenguaje, alIado de cámbios proseguidos con rara consecuencia, presenta también una porción de ·tenta.tivas esbozadas, que se han quedado á mitad de camino. Seria. la primera vez que se encontrase, en las cosas humanas, una marcha en linea recta, sin fluctuación ni rodeo: Las obras humanas, al contrario, se nos .presentan como cosa laboriosa, entorpecida de continuo, ya por las supervivencias de un pasado que es imposible anular, ya por empresas colaterales concebidas en otro sentido, ya por los efectos ine:lperado8 de las propias tentativas presentes . . .. Varias ,eces he empezadoY,dejado el libro que hoy me decido á entregar al público, y del cual anticipé, á titulo de ensayo, algunos fragmentos (1). ¡Cuántas veces, retrocediendo ante las dificultades del asullto, me prometi no volver sobre él! Y, sin embargo, no habrá sido inútil para la obra esta larga incuba.ción. Por lo menos, veo mAs claro ahora en el desarrollo del lenguaje que hace treinta alios. Mi progre(l) En mili Mélaf'lgts de mllthologie el de linguislique, en el Annuaire de Z'../lSlociation d~s éludes grecques, en las Métlloir. de la Société Ile linguistique, en el Journat des savants, etc.
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ha consistido 'en .dejar á un lado todas las causas segundas y fijarme en la única causa verdadera, que es la inteligencia y la voluntad humana. Hacer intervenir la voluntad en la historia_ del lenguaje parece casi una herejía: tal empen'o se ha puesto en apartarla y desterrarla de ella desde, hace- cincuenta afios. Pero, si se ha hecho bien en renunciar A la antigua ciencia, los investigadores, cayendo en el extremo opuesto", s~ han contentado con una' psicología demasiado sencilla. Entre los actos de una voluntad consciente, reflexiva, y el puro fenómeno instintivo, ha.y puesto de sobra para muchos estad~s intermedios, y ·nuestros· ~ngüistas habrían, aprovechado poco las leccion~sde la filosofía contemporánea; si continuasen impon!éndonos la elección entre los dos extremos de 6.se. f(lllema. Hay que cerrar lós ojos A la eviden~iap~r~'~9~;ver que Alos cambios del lenguaje preside una voluntad oscura, pero perseverante. ¿Cómo hay que representarse esa voluntad? , Creo que hay que representársela bajo la forma de millares, de millones,de miles de roillanesde ensayos emprendidos Atientas, las más de las veces desafortunados,· A veus seguidos de un éxito parcial, y que·, guiados, corregidos y perfeccionados de esa suerte, vinieron á precisarse en Cierta dirección. El objeto, en materia de lenguaje, es hacerse cqínprender. El nifio ejercita su lengua durante meses en proferir vocales y en articular consonantes; ¡cuántos abortos antes de llegar á pronunciar claramente una silaba I Las innovaciones gramaticales son de la misma índole, con la·di· ferencia de colaborar en ellas todo un pueblo. ¡Cuántas construcciones torpes, incorrectas, oscuras, hasta encontrar la expresión no adecuada (no la hay), pero, Al' menos, suficiente, del pensamiento! En ese largo 80
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trabajo no hay nada que no emane de la voluntad (1). Tal es el estudio á. que invito á. todos los lectores~ No se espere encontrar en él hechos de naturaleza muy complicada. Al contrario, como siempre ocurre alli donde está en juego el espiritu popular, sorprende la sencillez de los medios, sencillez que contrasta con la extensión y la entidad de los efectos obtenidos. He buscado deliberadamente mis ejemplos en las lenguas más generalmente conocidas; fácil será aumentar el número; fácil será. también sacarlos de regiones menos exploradas. Como las leyes que he tratado de indicar son más bien de orden psicológico, no dudo que se comprueben fuera de la familia indo·europea. Lo que he querido hacer es trazar algunas grandes lineas, marcar algunas divisiones y como un plano provisional en un terreno no explotado aún, y que reclama el trabajo mancomun'ado de varias gen-eraciones de lingüistas. Ruego, pues, al lector, que mire este libro como una simple Introducción á la ciencia que he propuesto llamar Semántica (2). (1) «Un soplo (exclama en alguna parte Herder) se trueca en la pintura del mundo, en el cuadro de nuestras ideas y de nuestros sentimientos _. Es presentar las cosas como filósofo prendado del misterio. Habla más verdad en el cuadro traudo por Lucrecio. ¡Siglos é infinidad de esfuerzos han sido menester psra que ese soplo produjese un pensamiento clara· mente formulado! (2) l:'l!-'4\1'tIXi¡ 't~Xvr¡, la ciencÍa de las significaciones, del verbo CfTlIJ4[~, «significar., en oposición á la Fon4ticCJ, la ciencia de los sonidos.
PRIMERA PARTE LAS LEYES INTELECTUALES DEL LE_GUAJE
CAPITULO PRIMERO LA LEY DE ESPEOIALIDAD
Definici6n de la palabra ley.-Falaa idea reinante aoerca de laa lenguaallamadas rintétictU y analttictU. - La especia lidad de la funoión es una de las cosas que caracterizan á las lenguas BnaUticaa,
Llamamos ley, tomando la palabra en el sentido filosófico, á la relación ,constante que se descubre en una serie de fenómenos. Se verá esto más claro con uno ó dos ejemplos. Si todos los cambios que se verifican en el gobierno y en los hábitos de un pueblo, se verifican en el sentido de la centralización, decimos que la centralización es la ley del gobierno y de los hábitos de ese pueblo. Si la literatura y las artes de una época 8e distinguen por cualidades de orden y de medida, decimos que el orden y la medida son la ley de las artes y de la literatura de esa época. De igual modo, si la gramática de una lengua tiende de una manera constante á simplificarse, podemos decir que la simplificación es la Zey de la gramática de esa lengua.. Y, para.. llegar á nuestro asunto, si ciertas modificaciones del pensa-
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miento, expresadas en un principio por todas las palabras, se reservan poco á. poco para un pequefio número de palabras, ó aun para una palabra, que asume la función P9r sI sola, decimos que la especialidad es' la ley que ha presidido á esos cambios. No podría pensarse en una ley previamente concertada, ni menos impuesta en nombre de una autoridad su~ perior.
'.
, Todo. el mundo conoce la. distinción, ya vulgar en fuerza deI repetfrse, eatre las lenguas llamadas 8intéti-. • ca, y Jas lenguas llamadasanaUticas. Todo el mundo puede .decir también más Ó menos completamente en· qué consiste la diferencia .. Pero cómo y por qué causas se ha realizado esa evolución es cosa.sobre la cual reinanaÚD las ideas más vagas y más inexactas. Nadie ha expresado mejor queJo J. Ampére, enun libro justamente criticado, pero· que, -'en este punto, representa todavia á la hora actual las. ideas de la mayoria, de' qué modo suele concebirse la relación existente entre el latín y las lenguas románicas. Cito' sus palabras: eLa antigua síntesis gramatical en cuya virtud estaba organizada la lengua que muere, esa síntesis se halla destruida; las flexiones gramaticales se han perdido; no se distinguen ya' suficientemente los casos de ios nombres ni los tiempos de los verbos. ¿Qué ha.cer para salir de esta confusión? Se discurre expresar por palabras separadas las relaciones que expresaban los signos gramaticales confundidos Ó abolidos; se suplen por preposiciones las ,terminaciones que distingulan 108 casos de los sustantivos; se reemplazan por auxiliares las que marca.ban los tiempos de los verbos.
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Se indican los géneros por articulas y las personas por pronombres .• c... En todas las lenguas se ha empleado el mismo remedio contra el mismo mal, se ha discurrido el mismo expediente en el mismo conflicto (1) .• De modo que se habrfan inventado procedimientos nuevos para reparar ruinas, para remediar un mal, para salir de la confusión. Presentar las cosas de este modo (y repito que la misma idea existe aún en la mayoria. de los lingüistas, aun en los que han sido mAs severos con ese libro) es desconocer la verdadera sucesión de los hechos, es hacer ininteligible la historia de las lenguas. En realidad no habido que reparar ruinas, puesto que las terminaciones desechadas habian llegado á ser inútiles hacia mucho tiempo. Las lenguas antiguas no conociero¡. ningún conflicto. En vez de esa historia inverosimil, seria tiempo de escribir otra· más sencilla y verdadera. A la cabeza de esa historia deberá colocarse la ley de especialidad. Una tendencia del espiritu, que se explica por la necesidad de claridad, es sustituir los exponentes variables, adheridos, por exponentes invariables, independientes: tendencia conforme con el fin general del lenguaje,_que es hacerse comprender con el menor trabajo posible. Pero, como las condiciones en que está colocado el lenguaje no permiten la creación ea:: nihilo, ese esfuerzo se realiza lentamente, por medio y á expensas de lo que antes existIa.
Un primer ejemplo, muy tangible, nos le proporcionan el comparativo y el superlativo. (1)
HistoirlJ de Za Zangue franfiaise, 2.- ecHo., págs. 3 y 10.
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En las lenguas antiguas, el adjetivo expresa la gradación por medio de sufijos. Esos sufijos empezaron por Ber numerosos y diversos. Así: el comparativo podía indic"arse por las sllábas ro (superu8~ inferus), te1'O (interus, ea:terus), ior (purior, lai'gior). El superlativo podía indicarse por las silabas mo (summus, infimus), timo (intimus, ea:timus) , issim() (dulcissimus). Ellatin, tal y como le conocemos" había renunciadp á. esa diversidad, no conservan"do para c~da. gradó más que 8010 sufijo .rior, issimus). Primera simplificación/ . . SiA~llat1ri .pasamos , al ~rancés, vemos /que tiene aún algunos comparativos' ál~ usanza antigua, herencia del latin::graignor,lo,!t;or, ~aut;or, ju"enor, gencior (1)., Tiene también. algunos'superlat~vos: pesme (pessimus), ~roisme ~roa:imusJ.., Pero ese mecanismo, privado ya de sIr verdadero sentido, acaba por desaparecer, y no, como se ha dicho; a. conSecuencia de la alteración fonética (porque esas palabras eran perfectamente viables), sino por la acción de la ley de espe-cialidad. Una sola palabra asume' en francés la función de tod~s esos comparativos y 8uperlati~os. Lo mismo en las demás lenguas romances. En francés, plusj en italiano, piuj en espafiol, más; en portugués, mais,~ en rumano, mai. Pero lo que hay que notar es.:que esa palabra privilegiada que sucede á todos los comparativos de otro tiempo es, á. su vez, un comparativo. Pl~s representa el antiguo latino ploius (= griego "ltAE!O'ol); el espafiol más y el portugués mais representan magis. Ese vocablo es, pues, el último superviviente de una especie ex.ting~ida (y extinguida no sin intención), que reem-
ya.
(1)
un
Comparativos de grand, forl, haut, jeune, gent.
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plaza por si solo á todos los otros. Las únicas excepciones son algunos comparativos como mejor, peor, menor, usados tan frecuentemente que no los ha suplantado el nuevo procedimiento, sobre el cual tenian, por otra parte, la ventaja de la brevedad. Ya por este primer ejemplo podemos yer en qué consiste la ~ey de ~specia1idad.Entre todas las palabras de cierta especie, marcadas con cierto sello gramatical, hay una que poco á poco se destaca" y se hace el exponente por excelencia de la noción gramatical que cifra; pero al mismo tiempo pierde sU,valor propio, y no es_ ya más que un instrumento gramatical, uno de los rodajes de la frase. Cuando decimos un temps plus long (un tiempo más largo),. une journée plus courte (un dia más corto), la 'palabra plus sirve para determinar el adjetivo á que precede; pero por si misma no tiene más contenido semántico que la desinencia ior (1). Se adivina al propio tiempo por qué la ley de especialidad ,necesita siglos para ejercer su influjo. Las palabras son demasiado significativas por si para prestarse de buenas á primeras á ese papel de auxiliares. Hace falta que un largo uso en asociaciones diversas haya preparado lentamente losesplritus á despojarlas de esa demas[a de valor. No es, pues, la calda de las desinencias, según se dice, lo que trajo, como una especie de remedio extremo, el empleo de plus y de magis; ese empleo principia en una época en que las desinencias eran de uso corriente. Hasta se encuentra el empleo simultáneo de (1) Eso no obsta para que continúe empleándose la palabra plus, en el sentido de 'ltAETOV, y con su plena é íntegra significaci6n. Ejemplo: ~ En voulez-IJous plus? (¿queréis más?) -Qui peut le plus peut le moins (quien puede lo más puede lo menos).) Tendrem03 en adelante numerosos ejemplos de esta segmentación de los sentidos.
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los dos procedimientos: Plauto escribe magis dulciu3, magis facilius, mollio1" magis. Estos ejemplos nos presentan la idea comparativa empezando ya á elegir domicilio muy particularmente en cierto adverbio, aunque siga' aún en pleno vigor el mecanismo-io1', issimus.
Vengamos ahora á la sustitución' de las antiguas declinaciones por las preposiciones. Se sabe que cada s~8tantivo denotaba al comienzo las relaciones de dependencia, de interioridad, de ins-. trumento,' ~tc., ~ediante 'modificaciones de su parte final. Pero ese medio de, expresión, era complicado é insuficient~ ,a 1a vez. Era complicado por la circunstancia de que los sustan~vos, no estando constituidos todos de igual manera; presentaban en un mismo caso formas diferentes (genitivo:, domini, 1'osae, arbo1'is, ·et· cétera) .. Era insuficiente, porque los casos de la declinación eran demasiado poco numerosos para expresar 'todas las relaciones que' el espiritu podia concebir (1). Tal fué la razón ~e, que alIado de esos casos se colocasen adverbios que servian para determinarlos. Pero la ~ostumbre de c'olocarel mismo adv.erbio alIado del mismo caso no podia menos de producir en los espiritus, á la larga, un efecto de que tendremos otros ejemplos mas en lo sucesivo: entre la ~exión, y la particula de lugar ó de tiempo la inte,ligencia creyó descubrir una relación especial, una relación de causa á efecto. En vez de mirar el adverbio como un simple determi(1) Los casos de la declinaci6n indicaban bien ellllgar adonde se va, el lagar de donde 80 viene. el lagar en donde BO está, Pero no habla desinencia para decir «81 través de', para docir «sobre'. para decir «con~, para decir «alrededor de», etc.
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nante del caso, la inteligencia popular vió en él la razón de ser del caso: paralogismo perfectamente conocido, que la filosofía designa con la fórmula cum hoe, ergo propter hoc. Pero, cuando el paralogismo es de todo el mundo, se sabe que dista muy poco de producir la impresión de una verdad. En materia de l~ngua je, lo que el pueblo cree percibir paea al estado de realidad. Los adverbios de lugar y de tiempo como cbt6, mp[, ht!,~, ...n«, 1tcrpá, después de servir de acompafiamiento al genitivo, al dativo ó al ac~sativo, vinieron á. ser la causa de estos casos: de adverbios, que eran, pasaron á. ser preposiciones. La mente los dotó de una fuerza transitiva (1). En la lengua homérica la transformación está ya realizada en sus tres cuartas partes (2). Lo está totalmente en los más· antiguos monumentos que nos han cORBervado la lengua latina. Al contrario, en los textos védicos vemos aún en el estado de adverbios las palabras que han pasado Asar las preposiciones tan conocidas pe,., ob, acl, sub, super, ab •.. A partir del día en que la lengua posee preposiciones, la existencia de la declinación está. amenazada. ¿A qué, en efecto, esos casos que no anaden nada al (1) En laSiotaxls de Delbrück se encontrarán numerosos ejemplos de este cambio de papel, de este tránsito de los antiguos adverbios á preposiciones. Pero, en punto al orden y al encadenamiento de los hechos, mi opinión no ooincide con la . del autor del Grundrias. (2) En esta frase: ~AEcpá¡x.¡II Curó &ixpuov '1jXEII (a palpebris lacri mam demisit), ami está acompanando al genitivo más bien que rigiéndole. Lo mismo pueda deoirse de E'It[ con el dativo: oTaI~ E'It[ ZE~ 6'1XE XCEXÓ" ....61'0" (quibus Jupiter imposuit malam sortem). O del acusativo con 'ltEP[: V'!aov 'l:T¡II 1tEpt 1t6,,1:0I0 ciTcdpI'toc; lqucpávcil'tcn (iosulam quam oircum pontusiotJnitus ambUlo Se 'podría suponer también, en estos ejemplos, que la partíoula dé -lugar determina los verbos.
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sentido? ¿No basta la preposición? Basta perfectamente, y aun bace mejor servicio, porque denota de una manera precisa y explicita relaciones que la flexión indica de una manera vaga y general. Además, es de uso más cómodo, porque es siempre semejante á si misma, fácil siempre de reconocer. Sin embargo, como nada se hace deprisa cuando se trata d('l hábitos seculares comunes A grandes masas de hombres, las desi-. nencias no desaparecen al punto y de una vez. PrinCipian por 'tornarse inciertas. Se usan con distracción, ~econf~deri unas con otras ... . Los. 'primeros síntomas. de esa transformación se remontan mucho mAs lejos de l~ que suele creerse. Se 'ba'citado fre9uentemente el pasaje de Suetonioen que, hablando de 'las costumbres ,del emperador Augusto, dice que éste, para mayor claridad, no teml'a afiadir preposic!ones A los nombres y conjunciones A los, verbos. El pasaje es ,interesante en si miSmo. Pero bay que Dotar sobre todo las últimas palabras: (praepositio1les) quae detractae afferunt aUqúit'obscuruátis, e~si gratiam augent (1). Era, pues, elegante, de buen tono, \ pasarse 'sin la ayuda de las preposiciones y de las corijunciones:'era el antiguo lenguaje :latino. Pero el emperador adoptó el Uso nuevo: se sabe que solia afectar hábitos rústicos. Deesa habla rústica tenemos otro testimonio contemporAneo: es la dedicación y el reglamento de un temo plo de la Sabinia, en el afio 67 antes de J. C. (2). Ese regla~ento prevé el caso en que se hiciesen donaciones altemplo: Si pecunia ad id templum data erit ... , Quod ad eam aedem donum datum erit ... En vez del dativo, tenemos la construccién moderna: cA este templo .• (1) (?)
Vida de Octavio AugUllto, 86.
C. I. L., IX, 3.513.
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Notemos que se trata de un documento oficial, jurídico y religioso á la vez. La lengua oficial tiende á ser arcaica, si no padece en nada la precisión; pero, desde el instante en que la precisión está en juego, no retrocede ante el neologismo. Ya poco tiempo después de Augusto asistimos á la decadencia de las desinencias de caso. En Pompeya se· escribe: Cum discentes, ccon sus discípulos-; eum collegas, ccon sus colegas •. En una inscripción de Misena, del afio 169 después de J. C., se lee: per multo tempore. En otra, casi del mismo tiempo: ex liUeras (1). Ellatin de Africa, des,de la época de Adriano, ofrece á menudo e~te género de defecto,. Un ingeniero de Lambese, que .sabe muy bien su lengua., se equivoca, no obstante, en este punto, y escribe: a rigorem, sine curam (2), Si descen~emos otros dos siglos, vemos más in~ierto cada vez el uso de las desinencias, más frecuentes cada vez el de las preposiciones. En la Peregrinaeión de Silvia (siglo IV) se hallan locuciones como éstas: Fundamenta de habitationibus ipsorum." Fallere vos super hane rem non possum... Valde instruetus ~e scriptw·is ... Y aún: Lecto omnia de libro Moysi, cleíao todo lo del libro de Moisés., AlIado de las preposici~ nes latinas se encuentra la preposición griega xa:o(~. Cata singul08 hymnos fit .oralio (3). En su libro sobre El laUn de Gregorio de Tours, M. Max Bonnet adv~erte que Gregorio se equivoca en el uso de los casos cuando van precedidos de una. preI
(1) C.1. L., VII, 10.5. . 0; X, 3.344. Boissier, ~urnal des Savants, 1896, p. e03. (3) Se sabe que esta preposición ha pallado después á las lenguas románicas: espai'lol, cada uno; italiano, caduno; antiguo francés, cha1Ln, cheün. 2 (2)
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posición (1). Y no es que no conofca. la declinación latina' y no sepa el valor de cadacp.so; es que, cuando emplea una de las prepoBicionescum, de, ad, per, in, ,ab, le es indiferente usa.r el acusativo ó el ablativo. No es, pues, por ignorancia, por desgaste de las formas, por imposibilidad de entenderse., por lo .que se recurrió, como en último extremo, una vez destruida la deciinación, á otro medio de representar las mismas ideas. No: los primeros ejemplos del cambio se encuentran en l.a cumbre de la jerarquiaromana yen el más bello m:omento de la literatura. La lengua de los negocios débió-ser la' que primero acogiese· 180 innovación, preparando asilas v:1as á ~n nuevo sistema gramatical. '. , El hecho más importante de la historia de nuestras lenguas, el que caracteriza singularmente el tránsito de la sintesis al análisis, entra, pues, en el dominio del principio de especíalidtrd. Hay, con todo,un empleo de los casos en que las preposiciones' nó ofrecen nin· gún auxilio: es en lo tocante á la distinci6n'del sujeto y el régimen: Por .eso la' distinción del nominativo y del acusativo es la que ha durado mé.stiempo. Vol:ve. remos sobre este punto al tratar deJa construcción. A medida que los antiguos adverbios se trocaban en preposiciones, prevaleció el uso de colocarlos regular· (1) P. 522. Hablando de la confusión de los casos, dice
~. Bonnet: «Licito es dlol.dar 'qUq haya entrado en ella por mu·
cho el desga~te de las formas. No hay que olvidar, en efecto que sí el acusativo singular no se distingue del ablativo, ]~ mayoria de las veces. más que por una m, que probablemente se articulaba con trabajo, no sucede lo mismo con el plural y con el singular neutro de la tercera declinación. Aquí las deIilinencias as é 1s,. os é i!, esLé ibus, es y ebu!¡usé. ibu.Y. us y ore, en é ine, eIC., hablan conservado sus sonidos perfectamente distintos. No 'se necesitaba tanto para ayudar á discernir los caS08.
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mente delante del sustantivo. Permitaseme hacer sobre este particular una observación que creo importante. Si no pareciese raro hablar asi, yo diría que jamt\s han sido más afortunadas nuestras lenguas, que jamás se han librado de mayor peligro que el dia. en que el latin tuvo la idea de transformar en preposiciones las partículas como in, ad, per, cum, que hasta alli era costumbre adherir á su régimen á manera de postposiciones. Formas como meCUln, tecum, vobiscum, sem.per, paulisper, quoad, atestiguan aún ese estado que atravesó.ellatfn, y de que no llegaron á li!alir nunca sus hermanos, el umbrío y el oseo. En umbrio, por ejemplo, no sólo cum, sino in, ad, peT, todas las antiguas locuciones de esta especie siguieron siendo postposiciones. «En el alta¡r, hacia el altar, sobre el altar-, se dice asacum, asamen, asamad, y á consecuencia de la negligencia de la pronuncia.ción, asaco; asame, asama. e En el limite, hacia el limite, sobre el limite-, se dice termnuco, termnume, termnu·ma. Y asl sueesiv&mente. Ya en el siglo 1 de la era cristiana, por las faltas que se cometen, se ve empezar la confusión. Entre el sustantivo y la. pequefta palabra que le sigue se hacen asociaciones viciosas. Si ellatln no se hubiese apartado de ese camino, su declinación hubiese tomado un giro muy diferente. En vez de empobrecerse, se hubiera enriquecido, porque se hubieran formado nuevos casos. En vez de conducir á las lenguas romances, ellatin hubiese conducido á un idioma semejante al vascuence. Por una justa apreciación de las exigencias de la claridad, las lenguas modernas se han hecho m's rigurosas cada vez sobre este punto. Han exigido que nada viniese á separar la preposición de su «régimen-.
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----------------Mientras el latin tolera aún algunas intercalaciones (1), el francés no admite excepciones á esta regla. -------------
En ninguna parte se ven tan bien como en inglés los efectos del principio de especialidad. El inglés no ha renunciado á. su genitivo; pero ha hegho del exponente del genitivo un uso ta'n libre, que obtiene de él los mismos servicios que si fuese un!!, ,palabra. independiente. Después de adoptar como desi· nencia uniforme de todos los' sustantivos una simple 8, lÍa movilizado esa,8 en términos de poder ponerla después de dos 6 de varios sustantivos. The queen of Great-Britain's n'avy.-Pope and Addison's age. Dé este modo el inglés ha sabido dotarse de dos var~eda des ~iferentes de genitivo: unacori s, otra con o{; una. progresiva,'otra. regresj.va. Ejemp~o cur~oso que deo, muestra cóino, por la flexibilidad, puede perfeccionarse el mecanismo y émlancharse los recursos de una' lengua (2). La. conjugación inglesa va ~ ofrecernos otro ejemplo de la l~y de especialidad. ,• Entre las lenguas modernas,'laI:lás anaUtica es sin ninguna duda el inglés. ~e ha solido decir que ese ca.(1) Por eso no podemos aprobar la moda nueva que se ha estableoido desda hace algunos afios con respecto á la preposi· ci6navec.' ' (2) Como advierte Mr. Jespersen, hay cierta elegancia matemática en esa sustitución de las desinencias tan variadas del latín por tina simple letra. Pero no cabe duda de que los anti· guos senUan cierta complacencia en esa variedad: era como una serie de acordes musicales cuya resonancia y mezcla les gustaba oir. El lenguaje se ha despojado de ese lujo un poco infantil.
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rácter anal1tico era debido á la mezcla de la gramática anglo-sajona y de la gramática francesa: explicación que, enunciada de ese modo, es inexacta. Lo que es cierto es que las clases superiores de la sociedad, sirviéndose del francés durante varios siglos, hablan abandonado el uso del inglés á las clases populares. Ahora, como acabamos de ver, la parte culta de la nación es la que amortigua la evolución del lenguaje. Allf donde las aristocracias no se preocupan de ]80 lengua nacional, esa ev~lución adquiere un movimiento acelerado. La conjugación germánica, con SI..S reglas complicadas, que son una gran dificultad para el extranjero, no deja de ser también bastante dificil para los indlgenas. Jacobo Grimm cuenta en alemán hasta doce ·clases de conjugación, de que se· encuentr:a.n igualmente en inglés ejemplares más ó meo·os bien conservados. Quiero hablar de verbos comq, 1 give, 1 gave¡ 1 bind, 1 bound¡ 1 dig, 1 dug¡ 1 hold, 1 held, etc. Se lIabe cómo remedia est~ dificultad el inglés moderno: en vez de esos presentes y pretéritos de forma· ciones múltiples, emplea, ó, por 10 menos, es duefio de emplear el presente 1 do y el pretérito 1 did, haciendo del verbo una palabra invariable. El cambi.o empezó. por los giros interrogativos y negativos. Luego el verbo do,.continuando sus progresos, se introdujo en las frases simplemente afirmativas. Supongamos que, por un nuevo paso hacia adelante, se impone á las frases afirmativas, llega á ser en ellas da un uso constante y obligatorio; el inglés habrá sustituido por su verbo auxiliar todos los. otros verbos. Élse encargará entonces de expresar las ideas de tiempo, de persona, de modo, asl como la de afirmación, que cada verbo denotaba hasta a11l por su cueñta. Desde ahora el.
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verbo do se halla tan dispuesto para todos los usos que pueda servirse de auxiliar á sI mismo. Pero la universalidad del uso tiene su reverso. Cuando do acompana á otro verbo, no es. ya más que un instrumento gramatical. Por una división que parece• riasumamente sutil, si se hubiese hecho desde un prin· cipio y con todo cálculo, el inglés pone en una'parte la expresión 'concreta del acto, y en otra parte las ideas de afirmación, de persona, de tiempo, de modo~ En un diálogo como éste: Does he consent' --':''He doesn't~' todo el movimiento de la acción, todo el apresto gramatical se acumula en el auxiliar: Pero es raro que el principio de especialidad triunfe . . , desde el primer momento. La histor~a de las lenguas está sembrada de intentos fa.llidos y de éxitos á medias .. Muchos siglos antes de que el inglés hubiese hecho de su verbo do un verbo auxiliarí se habia empleado ya ese verbo para_obviar ciertas dificuI'tades de la conjugación. Se habia e~timado más sencillo, para. construir el perfecto de ciertos verbos, uti,lizar el perfecto del verbo do. En gótico el aprovechamiento no puede ser mAs visible: s~ki-da, eyo busqué-, sóki-dédum, ' enosotros bUBcamos-, , Se sabe que·ese es el origen del pelfecto llamado eJébil-, El en~ayo no resultó mAs que á medias.Tenfa el inconveniente de llegar en un tiempo de slntesis.EL auxiliar se unió al verbo principal, y formó con él un t<;ldo indisoluble; de modo' que la conjugación germAnica, en vez de simplificarse, contó una serie más de formas. Podemos unir á estehecho la suerte del futuro y del condicional en las l~nguas romAnicas. Sabido es que esas lenguas habla.n encontrado en el verbo habere un
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exponente tan sencillo como cómodo. Ovidio escribía en sus Pónticas: Plura quidem mandare tibi, $i quaeris. h6bebam: Sed timeo tardae causa faisse morao.
Tenemus aquí el principio del condicional moderno. Véase el del futuro en un sermón de San Agustín; se trata del fin del mundo: Petant aut non petant, venire habet. PErO, habiéndose Boldado el auxiliar al verbo principal, abortó la tentativa, al menos desde el punto de vista del principio de especialidad. Retrocedamos aún una decena de siglos, yencontraremos tentativas completamente semejantes en imperfectos como amabam, en futuros como amabo, en perfectos como amavi y como duc~si. Aquí vienen á adherirse al verbo principal los verbos que significan «ser- (en sánscrito bhu y as, en latin ¡uo y esse). Pero, lanzados en medio de una conjugación sintética, esos auxiliares Bon al punto absorbidos. Nos es posible, en fin, descubrir una primera tentativa desde el periodo indo·europeo. El futuro (griego U-, sánscrito dasjami) compuesto con el auxiliar as, así como los otros tiempos compuestos con el mismo auxiliar, son ensayos que demuestran cuántas veces ha recurrido el lenguaje al mismo medio antes de realizar al fin el progreso á que tendía.
CAPITULO II L~ LEY DE REPARTICIÓN
Pruebas de la. existencia de una repartición.-Límites del principio de repartición.
Llamamos crepartición~ al ordeI! intencional por cuya :virtud palabras que deberían ser sinónimas, y. que lo eran, en efecto, han adquirido,· sin embargo, sentidos diferentes, y no pueden ya emplearse una PC?r otra. ¿Hay una rep~rtición?-La mayoría de los lingüis· tas la niegan. Cuando· se- hallan en presencil:l. "de he· chos demasiado· visibles, dicen que ef;Ds hechos no· en· tran en cuenta, que se trata de una repartición doctá, de ninguna. manera popular. Es la mismá fl:l.lta de análisis psicOlógico que hemos consignado. al principio: no admitir )& intervención de la voluntad humana más que cuando ha habido voluntad consciente y. reflexiva. Bueno es advertir por el pronto que él pueblo no es de ese parecer. Admite la existencia de una repartición: no cree que haya en e1.lenguaje términos abso· lutamente idénticos· (1). Teniendo conciencia de que el lenguaje estA hecho para servir al cambio de las ideas, A la expresión. de los sentimientos, á la discusión de los. intereses, se niega á creer en una sinoni· mia que será iniítil y peligrosa. Ahora, como él es á (1) De ahf la pregunta que Fe oye tan frecuentemente: ¿Qué dife,encia hay? ..
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la vez el depositario y el autor del lenguaje, su opinión de que no hay sinónimos hace que en realidad los sinónimos no existan much~ tiempo: ó bien se diferencian, ó bien uno de los dos términos desaparece. Lo que ha traido el descrédito sobre este punto SOll las distinciones ensayadas en el silencio del gabinete por pretendidos doctores en lenguaje, á quienes nadio habia llamado á semejante tarea: No hay mas distinciones aceptables que las que se hacen sin premeditación, bajo la presión de las circunstancias, por inspiración súbita y en presencia de una necesidad real, por los que andan en roce con las cosas mismas. Las distinciones que hace el pueblo son las únicas verdaderas y-las únicas buenas. En: el mismo momento en que ve las cosas, asocia a ellas las palabras. Vamos a poner ejemplos. , Siempre que se hallan en presencia dos lenguas, ó simplemente dos dialectos, ose realiza un trabajo de clasificación, que consiste en atribuir categorias a las expresiones sinónimas. Según se considere á un idioma. como súperior ó inferior, se ve a sus términos subir ó descender en dignidad. La cuesti(lll de lingüistica es en el fondo una cuestión social ó nacional. M. J. Gilliéron describe las consecuencias producidas por la invasión del francés de un dialecto suizo (1). A medida que se adopta una voz francesa, el vocablo del pais, desdefiado y rechazado, se hace vulgar y trivial. Antiguamente, el aposento se llamabapazle¡ desde que se ha introducido la pala.bra frg¡ncesa °chambre, pa'ile designa un zaquizam1. En Bretafia, dice el abate Rousselot, los jardines se llamaban antes courtilsj ahora que se cónoce la palabrajar"dín, la apelación rústica (1) Le Palois de la commune de Vionnaz (Ba.,- Valais), en In Biblioteca de la Escuela de altos estudios, 1880.
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El-¡ S AYO DE SEMÁNTICA
se pronuncia con una. punta de desdén. Poco importa que los dos términos sean del mismo origen. El saboyano emplea parf' sus padres los nombres franceses de pere y mere, mientras que reserva para el ganado las antiguas palabras de pdré y mdré. Entre los ro· manos coquina significaba «cocina:»: el asco popina, , que es la misma palabra, designó un tabernucho. Se dirá quizá que 'esas palabras se diferencian naturalmentepor las cosas que designan, y que jamás se las ha comparado entre sI. Eso seria sostener que ia inteligencia popular no es capaz de atender á' dos opjetos á ,la vez. Yo c~eo; ~l contrario, que ha habido comparaeió~, y que el ~érmino popular debe á esa comparación, una decadencia que, de otro modo, no se comprenderla. En materia de lenguaje, la significación es el gran regulador de la meDioria; las palabras nuevas necesitan asociarse á alguna palabra de análogo sentido, para toma,r puesto en nuestra mente. ,El pueblo tiene, pues, sus sinónimos, que dispone,Y subordina según sus ideas. A compás que aprende nuevas voces, las inserta entre las ya conocid,;,s. Nada de exti'afio tiene que éstas, sufran un desplazamiento, un retroceso. As!, mientras baya poblacion~sque se mezclen, habrá que registrar nuevos ejemplos 4e repartición. Para atajar sus efectos, babria que poner adua~ nas ó cotos al lenguaje. Lo que el pueblo bace por instÍlito, lo bace con la misma espontaneid~d toda ciencia que se forma, todo análisis que profundiz!lo, toda discusión que quier4¡l ser fecunda, toda opinión que quiere reconocerse y definirse. Platón, para combatir las ideas de la es~uela jónica, reprocha á Thalesel haber confundido los principios ó a:pXIZ[con los elementos ó crtotXE!IZ, pues, si 108 elementos son el agua, el fuego, la tierra y el aire, los ,
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principios son algo más general é imperecedero, como los números. La. distinción que hace aquí el pensador griego, no por ser filosófica y profunda deja de ser también, desde el punto de vista de la lingUistica, del mismo orden que las citadas antes. Por un discernimiento inmediato, las dos voces, sinónimas hasta am, quedan diferenciadas. ¿Pondremos los hechos de este género fuera de la historia del leDguaje? ¿Nos a¡'rIes garemos á segregar de ella el lado más importante? La historia del lenguaje es una serie de reparticiones. No ha ocurrido otra cosa.' en el origen de las lenguas. No o~urre otra cosa en los primeros balbuceos de la infancia, pues por repartición reserva el nUlo poco á. poco para objetos determinados las silabas que aplica indiferentemente en un comienzo á todos los seres que encuentra. Veamos ahora algunos resultados de la repartición en un periodo antiguo de nuestras lenguas. La rlllz man parece haber servido en un principio para nombrar confusamente todas las operaciones del alma, porque la encontramos expresando el pensamiento (mens), la memoria (memini, fLÉ¡J-~"l(JJU, ·(.LIfL~axlll),la pasión (¡d~), y aun quizá. la locura (fLa:~¡a:) (1). Pero una psicologla menos rudimentaria ha introducido orden enesta mezcla, conservando alguna~ palabras, reemplazando otras por Idnónimos, dando, en fin, á cada una su dominio especial. Tal selección no se ha hecho A la ventura: aquí podria reproducirse, con una fuerza particular en este terreno puramente humano é histórico, toda la argumentación de Fenelón. No!!otro8 acostumbramos á establecer diferencia entre el valor activo, que va al encuentro del peligro (1) A. Meillet, De lndo-Europaea radice meno Parfs, Bouil100,1897.
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para combatirle, y el valor pasivo, que consiste en soportar serenamente el infortunio. Aunque ambas cosas pueden existir en un mismo hombre; son, en el fondo, dos sentimientos diferentes, como Be puede ver observando adónde conduce la exageración 'del uno y del otro. El valor activo, llevado demasiado lejos, conduce á la temeridad; el valor pasivo, extremado más de lo justo, degenera en apatía. Podrá creerse que el lenguaje debió de reproducir desde los tiempos antiguos una distinción tan natural. Nada de eso. En la lengua de Homero las dos ideas parecenconfundirse,/ y e~ "mismo verbof¡Ap.áw, qúe quiere decir eatreverse-, significa también eSOportar-; el mismo adjetivo 'tA1\¡1wI/,que quiere decir -po.ciente-, significa también caudaz-el): ,Después de Homero la poesia gnómica nos suministra otros ejemplos de esa confusió'n: -Forzoso es (dice p.n proverbio) soportar lo que los ' dioses envlan á los mortales.-
mas
Yen otra parte: cSé sufrida, alma mio., en la desgracia, aunque sufras lo que no puede sufrirse.,
,
Sólo, pues, por una distinción hecha posteriormente se confió á. 'toA¡.táw y su familia la audacia (y aun la audacia extrema1a ha,sta -la temeridad y la ins?len· (1) Ilo, XX; 19; Od., XXIV, 162, etc. (2) Teognis, v. 591, 1.029
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cia), mientras que la constancia y la resignación pasaron á ser patrimonio de 't(ÍA'XI; y 'tA1\p.wV (1). Hoy nadie sofiaria en designar con los mismos tér· minos dos ideas tan distintas como el placer de los sentidos y el placer ideal causado por el sentimiento completamente intimo de la esperanza. Sin embargo, hubo un tiempo en que la misma expresión servia para las dos ideas. El griego sacó de esa raiz una serie de voces que expresan la esperanza: EÁ1t[~. EA1t¡~W. EA1tO(.LClt. Ellatfn tomó de ella 1308 palabras que denotan el placer: volupe, voluptas (2). Por una y otra parte, la idea que quedaba sin representante encontró otros simbolos: 1\00~ (de "¡Oo(.LClt, cgustar-) se hizo el nomore del placer en griego, y spes, cla respiración, el alivio-, el nombre de la esperanza en latin. De esta suerte, remontándose al pasado, encuentra uno en sü camino conglomerados semAnticos que ha costado siglos deshacer. Hoy aún no está terminada la obrá enteramente. La. diferencia entre s~ntir y.pensar se marca hoy en los verbos, pero apenaE! aparece en el sustantivo sentiment (3). También el adjetivo sensible, que en francés pertenece á la parte afectiva del alma, ha podido adquirir en inglés la acepción de cinteligen~e, razonable-o Sabido es que en latIn sentir pertenece m~s bien al pensamiento, según se ve en compuestos como dissentío, consentío, y en derivados como sententia. (1) En las lenguas modernas la raíz tol, contenida en 'tOAp.tíw,na servido para nombrar la paciencia, en ale'mán (Ge-dut-d). Se encuentra también en el lalfn tolerare. (2) En el verbo U1tW empozabd. por una v ó F, como se ve en el perfecto iOA1tCl (por FlFoA1tCl). (3) La observación no podrIa aplicarse exactllmente á la palabra .espaftola sentimiento, mucho más definida que la francesa.-(N. DEL T.)
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ENSA YO DE SEMÁNTICA
Por una confusión, que no ha desaparecido aún enteramente, las lenguas antiguas designan con una misma palabra al cmalo:. y al cdesgraciado:.. El adjetivo 'ltov-r¡pó~ tiene las dos acepciones (1). En la infancia de las sociedades la pobreza es objeto de aversión tanto como de compasión: en este tono se habla de los mendigos en Homero. I1'lV~ renunció' poco á poco á ese equivoco, para .atribuirse exclusivamente é. la' idea de perversidad, mientras que su congénere 'ltÉII"K designó el indigente. . Cuanto más se acercan las pala~i"as por su forma, más invita á la repartición .. He a.quf una sentencia, bastante extraordinaria á prfmera vista, que nos ha sido conservada por Varrón:. Religentem esse oportet, religiosum netas. Las dos .palabras,·eligens y religiosus, etimológicamente sinónimas, sonopue~tas entre sI. El selltido del proverbio es que la religión es una buena cosa, pero no la superstición. Hay cierta espeeie de elegancia, Á que el pueblo dista mucho de ~er insensible, en dife~enciar asl palabras que 81I.enan casi lo mismo (2). Las exigencias del pensamiento son el primer agente de la repartición. Asl, se ha dado el caso d~ que coincidan 81 griego y el alem~, al distinguir e~tre Mann y Mensch, entre !i~1ÍP y a~Opw:-:o~. Entre !iv1ÍP y (MFW'ltO~ no habrla, originariamente ninguna diferellcia de sentido: el uno significaba chom,:bre:., el otro cque tiene cara de hombre:.. Homero, I
(l) I1oV'lPd: hm&p((x, 1tovr¡pov O<¡¡ov, üowp. I1ovr¡pa ~pa"fILCl'tCl. De la misma rafz que ha dado 'lt6v~, ·'penalidad., 'ltEV[Cl, «pobrezu, 'lttvofJ.lll, (estar en la indigencia •• V. el doble Btlntido de méchant en francés. ,. (2) Volveremos sobre este punto en el capítulo de la Ana-
logra.
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hablando de los eti9pes que habitan en el extremo de la tierra, los llama E~XCl'tOI ci",op(i¡~. Pero una antitesis, para la cual no podría faltar ocasión, ha hecho que poco á poco se distingan una de otra ambas palabras, y hayan sido opuestas la una á la. otra. Herodoto, hablando del ejército de los persas, dice Jerges pudo advertir en las Termópilas 8't1 1t0).).01 plv Ci~Opw1tO' EtEV, oAlrol & cM(lE!;. La distinción se hizo después familiar para los griegos. Jenofonte, tratando del amor á la gloria que constituye el precio de la vida, afiade que en eso se conocen los hombres: df~Op~ XClI OÚXÉ't1 chOpw1tol f1ó...ov VOf1I~Óf1EVOI. Nada, ni en el sentido etimológico de av~p, ni en el de ihepw1to~, los predestinaba á esta oposición (1). Cuando el espiritu popula.r llega á idear una vez cierto género de repartición, tiende naturalmente á completar sus series. Sabido es que hay lenguas donde los diferentes actos de la vida no se designan del mismo modo cuando se trata de un'personaje de alta dignidad ó de un hombre ordinario. Los camboyanos no designan los miembros del cuerpo, ni las operaciones diarias de la vida, por los mismos términos cuando se trata del rey ó de un simple partioular. Para decir que un hombre come, se usa la palabra si; hablando de un jefe, se dirá pisa j si se habla de un bonzo ó de un rey, será 80~. Hablando á un inferior, -yo» se dice anh; hablando á un superior, knhom; hablando á un bonzo, chhan (2). Los sectarios de Zoroastro, que con(1) El adjetivo (Ci"'O?WT:o<;" empezó siendo adjetivo) es el que adquiere la significación más general. Lo mismo acontece con Mann y Men.ych. Lo mismo ocurre también con los hombrelJ y los huma'Tlo.-. (2) En francés tenemos algo parecido. pero s610 en estado rudimentario. Para marcar la diferencia.entre el hombre y los animales, el pecho se designa con las palabras poitrine y poi c trail, respectivamente, la nariz con las voces narinell y na8eaux,
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sideran el mundo dividido entre dos potencias contrarias, tienen un vocabulario doble, según hablan de una criatura de Ormuzd ó de una criatura de AhrimAno Estos ejemplos nos muestran á la repartición marcando una impresión más ó menos profunda, bien fl8i como tal hábito de espiritu, apenas marcado en unos, aparece gobernando toda la vida en otros . . Nada es más natural ni más necesario, en el fondo, qu·e la repartición, puesto que nuestra inteligencia recoge las palabras de diferentes edades, de diferep.tes medios, y se veria ~ntregada á la confusión más absoluta, si no introdujese, por su parte, cierto orden y arreglo. Lo que hacen las colecciones de sinónimos, 10 hacemos todos: cuando se examina los términos que él uso distingue ó subordina, se ve que ¡a etimología rara vezjustifica las diferencias que establecemos nosotros. Si tomamos~ por ejemplo, las palabras g¿nero y especie, ¿qué motivo ha.brá para dar á la primera m~s extensión que á la segunda? Si tomamos. las p¡üabras división, brigada, regimiento, batallón, esos términos técnicos; tan exactamente subordinado·s unos á otros, notiene.~, s~n embargo, 'nada .qúe los designase especialmente para t~l ó cual puesto .. Quizá reconoceriamos una cosa semeja_~te, si pudiéramos remontarnos hasta la época. en· que se constituyó la serie de los nOlObres de número. , ': Pasando de las ideas materiales Alas ideas morales, .. ' . veríamos mejor aún los efectos de la repartición. Entre 1110· estima, el respeto y la. veneración, no se descubre gradación ninguna impuesta por la '·etimología. Han sido menester int~ligencias dotadas de exactitud etcétera. No hay que decir que la etimologfa no entra aquf para nada.
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y precisión, ha sido menester una sociedad ordenada y preocupada de las jerarqufas, para establecer ciertas distinciones: ¿es esa una razón para excluir tales distinciones de la historia del lenguaje? Sabemos poca cosa sobre la creación del lenguaje; pero la repartición es su verdadero demiurgo: ha sido esa segunda creación, esa melior Natura de que habla Ovidio al disefiar las edades sucesivas del mundo.
Pero la repartición, como todas las leyeB á que papasamos revista, tiene sus limites. Ante todo, claro es que necesita encontrar una materia en qué ejercitarse. Como no crea, sino que se aplica á lo que existe para sacar partido de ello y perfeccionarlo, hace falta que se den en la lengua términos que diferenciar. Podrlamos citar. ciertas confusiones de que no ha.n logrado librarse, por falta de una palabra, aun los idiomas más perfectos. Al revés: el espiritu1 no consigue siempre fecundar todas las riquezas que el lenguaje le ofrece. El mecanismo gramatical, por la combinación de los elementos existentes, puede producir una cantidad de formas que e'mbarace á la inteligencia. Jorge Curtius consigna que el número de las formas personales del verbo griego se eleva á 268, número considerable, aunque muy inferior aún al del verbo sánscrito, que llega hasta 891. Pero la repartición no ha podido sacar partido de esta ~bundancia: ya es mucho que el griego haya sabido diferenciar sus cuatro pretéritos (imperfecto, aoristo, perfecto, pluscuamperfecto). Entre el futuro primero y el futuro segundo, entre el perfecto primero y el perfecto segundo. la observa3
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ción más atenta no ha podido descubrir ninguna diferencia semántica. Además de esta sobreproducción de tiempos, tenemos una sobreproducción de verbos. Si toma~os, v. gr., la raíz 'fUY, ch~ir", tenemos alIado de 'fEÚYW, un verbo 'fUITlÍvw, que posee la misma significación. AlIado de Cf'T)!-L[, se tiene 'fIÍaxw. AlIado de 1t[p.1th,J-U, ,se tiene 1tA1\6w. El verbo que significa e extender. está representado por 'tdvw I 'tl'tCl[VW y 'tClWw. Los tres verbos ~!1[vw, E;[E;1J!U y ~O'XW significan e marchar .". La extinción de las formas inútiles (1) viene á disminuir felizmente el peso de este capital muerto. Otro_ limite de nue~tro p~incipio :emana del' grado mAs ó menos avanzado de civilización. Hay -matices que no están hechos más que para los pueblos ,cultos. En la sinonimia se conoce qué objetos han preocupado sobre-todo elpensamientQ de una nación. Las distinciones las hacen primeramente algunas inteligencias más perspicaces que, las' otras; después se convierten en patrimonio común de todos. El entendi\ miento, como se ha dicho, consiste en ver la diferencia de las cosas se'mejantes. Ese entendimiPlnto se comunica por el lenguaje hasta cierto .puntó, porque cada cual aguza su mente, al ejercitarse en reconocer las diferencias sólo percibidas al principio por las inteligencias más favorecidas. ' Un punto que toca más bien al filósofo que al lingfl.ista, seria saber cómo, se efectúa en nosotros esa repartición, ó, para decir las cosas de una manera un poco tosca, pero inteligible, si tenemos en la cabeza un diccionario-'de sinónimos. Yo creo que en las inteligencias firmes y reflexivas existe ese diccionario, pero que sólo se abre en caso de necesidad y á instan,
(1) Véase al fin de esta primera parte.
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cia del dueño. A veces la palabra justa brota desde el primer instante. Otras veces se hace esperar: entonces entra en función el diccionario ratente, y env[a, unos tras otros, los sinónimos que tiene en reserva, hasta que se dé á conocer el término deseado.
CAPíTULO nI LA IRRADIACIÓN
Lo que debe entenderse por esta palabra.-La irradiación puede crear desinenCias gramaticales.
Llamamos asl, á falta de' otro término, á una serie de hechos que no ha sido arin denominada, ni observada apenas, en rigor, hasta el presente, á pesar deser de un~ importancia real para la psicología del lenguaje (1). Algunos ejemplos permitirán comprender de qué Be trata. Los verbos lathl.os en seo, como maturesco, marce.co, se· llaman comúnmente «incoativos-, porque parecen denotar un comienzo de acción ó una acción que se efectúa poco á poco. Pero ese matiz no pertenecIa primitivamente á la desin«;mcia seo. No se encuentra en 'nQsco, «conozco-; scisco, ~decido-j pasco, «apaciento-: etc. No se encuentra tampoco en las lenguas congéneres (2). ¿De dónde, pues, le tomó el (1) Hay que exceptuar, sin embargo, é. los dos sabios americanos Mr. Wheeler y Mr. Bloomfleld, cuyos trabajos se encontrarán 'citados mAs adelante. Mr. Ludwig llamó primeramente la atención sobre este punto, bajo el nombre de Adaptación. (2) V. en griego EÚp[axW, «encuentro~, 'tl'tpWCf".tW, «hiero., OlI.lpá=w, (corro~, etc. En Homero axw se agrega indistintamente i todos los verbos. Véase, por ejemplo, Odisea, XVII, 331 Y 335, XVIII, 324, etc. Esa misma desinencia se encnentra también en sánscrito, pero tampoco tiene el sentido incoativo.
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latin? Proviene de verbos como adolesco, {loresco, se"7lesco, etc. No se crece, no se florece, no se envejece en un instante: la idea de una acción lenta y gradual, introducida primero en estos verbos, ha aparecido después inherente al sufijo: ha irradiado hacia él. Algo semejante pasó con los verbos llamados desiderativos' como esurio, nupturio, empturio. Si siguen la conjugación, bastante rara, en io, se debe, en mi sentir, á que han tomado por modelo á sitio, -tener sed-. La silaba que precede á la desinencia no es otra cOf:a, á pesar de la diferencia de cantidad, que los sufijos tor ó sor, que forman tantos sustantivos en latin: -emptor, -comprador-; scriptor, cescritor-; esor (por ed-tor), cel que come- (1). La nota·desiderativa pene· tró tan bien en esta desinencia, que Cicerón, hablando de Pompeyo, podiá. escribir á Atico, s~guro de ser comprendido: Sullaturit animuB eju8 'et proscripturit. Recordemos aqui un~ discusión del siglo XVIII que demuestra lo fácil que es engallarse en este punto: ·es más sencillo dar la etimologia, verdadera ó falsa, de una desinencia, que determinar su nacimiento y pro· pagación. A propósito de estos verbos en urire, el presidente de Brosses escribia en su Mecánica de las lenguas: -La terminación latina urire expresa un deseo vivo y ardiente de hacer algo: micturire, esurire¡ por donde parecé que fundamentalmente se formó sobre la base de urere y del signo radical UT, que, en tantas lenguas, significa fuego. As! la terminación uTire era muy apropiada para determinar un deseo ardiente.Voltaire, más reflexivo, protesta. Olfateando algu(1) Hay una diferencia de cantidad, porque elautljo tor tuvo primitivamente, según los coaos, o larga ú o breva. V. en griego p1\'tw~, P'Í'topot;'.
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na de esas teorias á que era dado el Presidente, le hace objeciones. «Donde está la idea de arder en ve'I"bos como 8caturire, emanar,.? .. Ese sistemita es muy defectuoso: nueva razón para desconfiar de los sistemas."
.Existe en griego un grupo de verbos terminados en ICUal, que expresan una enfermedad del cuerpo ó del alma: OOovttcÍlIl, «padecer de los dientes,. J de Uoús, «diente,.; , a1t)''IllluzlIl, .. padecer'del b~zo,., de a1t),1\1I, «bazo,,; lapu¡yUÍlll, «padecer de laganganta,., de lapu"(~, «garganta., etc. El sentido de enfermedad parece tan inherente á estos verbos, que se ha podido unir esa desinencia á toda clase de palabras: ....6),u~ ,«plomo,., p.oAubOUÍIIl,. «tener la tez plomiza,.; lIOO~, «piedra,., AIOUZIIl, «tener el mal de 1?iedra,.. Después sobre este tema.se han podido bordar variaciones: opuntlÍlIl (hablando' de un árbol), «no producir más que hojas,.; nA~&¡;lálll, «tener necesidad de eléboro-; a'tp:l't'll"(IC1W, «te~er la enfermedad de querer ser estra. tega,.. . , La idea de enfermedad ha pen'etrado en esta desinencia, pero no se encontraba en ella originariamen·te. El punto dé partida, debe buscarse en algunos sustantivos en '(l, como ~OaA ....[a,·«oftalmia"j ¡u:AanO).'a, «me1anco11a .. (1). De ahl partió el movimiento: movimien(L) Pero, por sI, tal formación en la no implica nada de este linaje: app.oll[a, «uni6n.; &&tay.a;A!a, «cnsei'lan:La»; .... ~aWbp¡a «Me·
diodfa., etc.
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to. que produjo un grupo que se podrla llamar el grupo nosológico.
Citemos ahora un ejemplo sacado del francés. Tenemos un sufijo despectivo dtre, que forma palabras como mardtre (madrastra), belldtre (hermosote), doucedtre (dulzón). Su historia es instructiva; hay que tomarla un poco de lejos. El lugar de origen se encuentra en griego, donde habia verbos en a.~(J), sin ninguna significación desagradable: Oa.UfUÍ~(J), cadmiro-; cnto~~(J). eme aplico-; ox.oAá~(J), cme tomo descanso-o De aqul sustantivos en aOTriP, como ¡¡~y.aCM:1\p, -juez-; tP"(!lo't1\p,cobrero-. En el número de los mismos vemos deslizarse ya algunas palabras de apariencia sospechosa: 'ItCI'tpan1\p, .el que aparenta el padre-; (L'Il'tplÍlrtEtpa, cla que aparenta la ,madre-; EAataCM:1\p, cel que simula el olivo- (es decir, el olivo bravio). Esta clase de palabras agradó á los romanos. En general, puede notarse que todo lo que se dirige á la malignidad pasa fácilmente de un pueblo á otro. La. Jengua latina tuvo, pues, sus palabras patraster, filiaster. Cicerón, ~n su correspondencia, forja el vocable Fulviaster, cel que imita á Fulvio, un segundo Fulvio-. Dellatin, la formación en aster pasó á las lenguas derivadas, donde tuvo pleno éxito. Todas las lenguas románicas se sirven de ella. El francés la. utiliza con mayor libertad que el griego y el1atin. Decimos rous· sdt'l'e, verddtre, saumdtre, opinidtre, médicdtre. El sentido despectivo, que apenas existia en griego, que apareco ya en laUn, ha entrado, pues, decididamente, en este sufijo.
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El alemán moderno posee una especie de verbos que se pueden llamar despectivos, porque expresan la acción uniendo á ella una idea de desestima y de ironla. Terminan en -eln. As!: de klug, cinteligente., se forma klügeln, chacerse el entendido, sutilizar»; de Witz, cingenio., se forma witzeln, cafectar agudeza, chacharear» ¡ de Iromm, creligioso», se forma (rommeln, cafectar piedad». A veces' el verbo en elnse saca directamente de otro verbo: deuten, cinterpretar.¡ deuteln, csutilizar sobre un texto». La idea despectiva entró con el tiempo en esta desinencia, que originariamente no tenia ninguna significación de ,esa índole. La formación en eln viene de antiguos sustantivos en el, como se ve en Zweifel y zu:eileln, Sattel y satteln, Wechsel y wechseln, Handel y handeln. Pero, como entre esos nombres habia algunos de sentido diminutivo, como Würlel, ~dado.¡ Schnitzel, cviruta,' .desper. dicio»; Áugel, cojito»¡ bastó esta circunstancia para impregnar á la desinencia verbal de cierto sabor. Decir que estos son productos de la an,alogia es una ,explicación insuficiente¡ el espiritu popular múltiplicó estos verbos,porque la irradiación habia introducido en ellos una significación especial (1). La. misma id~a diminutiva es, si puedo hablar asi, una idea de segundo movimiento. Los sufijos que sirvieron para formar diminutivos enI griego yen latin no tenían ese sentido' en el origen. Pero, una vez introducido en ellos ese sentido, se propagan indefinidamente. Sabida es la fecundidad que deMplegó el latin en éste punto. Como Un jardinero que se dedica á di· versificar una flor adoptada por la moda, el espiritu (1) Se podrían hacer observaciones semejantes sobre nuos· tras palabras francesas en ilter, como sautiller; en eté, como tacl¡elé etc. I
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popular, una vez tomado el gusto, produjo diminutivos de todas formas (1). Hasta se ve entonces al sufijo diminutivo unirse á pronQmbres. Sirvan de ejemplo ullus (por unulus), singuli, ningulus. Todo el mundo sabe cuál es la riqueza del italiano. Algo semejan.te se observa también en ciertos dialectos del alemán moderno (2). La irradiación puede llegar á ser una causa de error para el lingüista, si se empena en querer encontrar en la. palabra el enunciado textual de lo que dice al espiritu. Apenas conozco sufijo un poco significativo que no se haya tratado de explicar con ayuda de un sustantivo ó de un verbo. Muy recientemente aún se ha querido ver en monumentum, argumentum, el verbo memini (3). Por otra parte, Pott querfa reconocer en nombres patronímicos como 'A'tpdor¡~, Ilr¡),Etor¡~, el sustantivo Er~, -apariencia», aunque hubiesen debido sugerirle dudas nombres como IlptCIfL(or¡~, TE),a¡.tw.,,((íO~, en que el mismo sufijo se presenta bajo una forma diferente. Del mismo modo, Corssen ha. crefdo ver un verbo kar, -hacer», en palabras como volucer, ó como ambulacrum, una rafz bhar, -llevar,., en celeber, cribrum. Verdad es que el error cometido por los sabios le comete también el pueblo. Pero hay que confesar que éste se engana con más idea. El inglés sweet-heart, que se escribe como si significase .dulce corazón", está formado con el mismo sufijo que niggard, sluggard, coward. Habrfa, pues, que escribir 8weetard, (1) Citaremos como muestras: animula, apicula,avuflculus, agellus, corolla, bacillum, etc. Un diminutivo hay, en el fondo, en somnolentus, fraudulenf,us, violare ... (2) V. Grimm, Gramdtica alemana, IlI, 688. (3) Se Babe que el sufijo mentum es el desarrollo de men: augmen, augmentum¡ sllgmen, segmentum.
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cmeloso, almibarado- (1). Pero sweet·heart tiene, SiD duda, más color . . De igual suerte, en alemán adjetivos como trübse· lig, armselig, producen hoy la misma impresión que si procediesen de Seele, calma-, cuando son el desarrollo de un sufijo abstracto sal, que ha quedado en Trübsal, Mühsal. Tan general es la impresión, -que un adjetivo como arbe#selig, vertrauenselig, parece regularmente formado, y á imitación de armselig se .ha hecho seelenarm. Existe en latin una forma de participio, destinada, según las gramáticas, á expresar una. idea de obliga· ción. Se Nunc est bibendum. . encuentra, ya en activa: , -Denegandum est exceptionem.-Dandum est operam¡ ya en pasiva: Asperum et vix ferendum.- Urbem dU[I; militibus diripiendam dedit.-Danda opera esto Pero, sea la construcción la que quiera, afirman las gramáticas-y la idea. que tenemos dellatln justifica su aserto-:-que en el participio se contiene un sentido de obligación. Esta idea de obligación, sin embargo, no entró en él desde el principio. En, efecto: los participios en dus., da, clum, como los gerundios correspondientes, no ex· presaban en el origen otra cosa quela idea de la acción, ya pasiva, ya activa. As! lo demq.estran perfectamente las antiguas fórmulas oficiales. eHan concurrido á la redacción del acta- se dice en latin: Scribendo adfuerunt~ eRa presidido á la ejecución de la obra- se dice: P.raefuit operi faciundo (2). Los escritores latinos (1) Sayce, lntrodu,ction to the science of language, n, 346. (2) Ó aún operis faciundo (Orelll, 6.757), haciendo de faciundum un sustantivo neutro, semf'jante por su sentido al francés confectio1l.
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nos han deja.do, por otra parte, ejemplos bastante nu· merosos de ese sentido puramente activó ó pasivo. Tito Livio cuenta que los galos fueron acuchillados mientras recibian el oro del rescate de Roma: inter accipiendum aurum caesi santo Cicerón, en su Tratado de los Deberes, habla sucesivamente de la injusticia cometida ó sufrida. Termina la primera parte con estas palabras: De inferénda injuria satis dictum esto .Basta con lo dicho sobre las injusticias que .uno mismo comete.He multiplicado adrede los ejemplos en atención á las falsas ideas que reinan aún sobre este punto (1). La necesidad no es más que un matiz subsidiario que penetró por supererogación en las formas de este género. Para explicarse cómo penetró, hay que considerar ciertas fórmulas como: Decemviri creati sant legibus sc,·ibund.is.-QuaUuor viri marum curandarum. Póngase en estas fórmulas un sustantivo en lugar del verbo, y el sentido será igual. Sin embargo, el sustantivo nada encierra. en si que denote la. idea de obligación.
Todo el mundo conoce la distinción que la lingüistica establece entre. el elemento material- y • el elemento formal- de las palabras. En todas las épocas se ha preguntado si esos dos elementos son del mism() origen, ó si no hay entre ellos alguna diferencia de naturaleza. Yo no tengo que tratar ahora esta cues(1) La verdadera solución la ha dado M. L. Havet. Los ejemplos han sido reunidos por nuestro inolvidable discfpul<> S. Dossom, De participii gerundivi significatione, Hachette, 1887. Véase también lo que yo he dicho en las Ml!moires de La Socil!té de tillguistique, VIII. 307.
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tión. Sólo quiero hacer ver que puede ocurrirnos considerar como pertenecientes al e elemento formal,. letras Ó slIabas toinadas del eelemento material,.. Es un fenómeno de irradiación. Un ejemplo nos ofrecen los perfectos griegos en XCl, como }.l).uXCl, 'ltErp[}.1jXCl. Jorge Curtius h~ demostrado, con rara perspicacia, que esa x no es _diferente de la e de facio, jacio, y q,ue aparece aún englobada en la parte -material,. del· vocablo en ciertos verbos como~xw, ipúxw,6Alxw (1). Ha bastado que estuviese contigua á la desinenci~'para que se hiciese desinencia. Llamar á tal ~enóme~o' eatracción" Ó eadherencia,., esnombrarle sin expUéarle. La. necesidad de un exponente claro y cómodo há realizado aqul esta metamorfosis, hacIendo incorPorar á la desinencia lo q~e no le pertenecla, y enriqueciendo el elemento formal á expensas del elemento material. La cosa empezó en algunos perfe~tos como 8!OtllU, lO"t1j1<.%. Pero, en cuanto la x fué un elemento significativo, entró en todos los verbos. He aqul otros dos· ejemplos elegidos en el extremo contrario de la historia de las lenguas indo-europeas. Mr. Wheeler nos dice cómo el pueblo de los Estados Unidos halla modo de dar un singular á palabras tomadas, con ó sin razón, por plurales, como Chinese, Portuguese. Al lado de Ohinese (pronúnciese Chaznis) ha hecho un· singular Chinee (pro,núnciese Chazni)¡ al lado de Portuguese ha hecho Portuguee. De esta manera la desinencia -se pasa al estado de elemento eformal,. (2) . \
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. (1) V. sus Grundzage (5.& edic.). M. Ascoli habfaconjeturado ya algo semejante. Es la misma e que nos ofrece el latín en fecundus, jucundus. (2) Parece también que á la palabra francesa chaise se le ha dado un singular, shay. Wheelor, Analogy, p. 14.
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Oyendo el alemán hablado, podría creerse que existe una segunda persona del verbo que termina en e: Da bistef-Lebste auch noch1- Was meinstef-Jetzt haste 's. El orig~n de esa e no es dudoso: hay que ver en ella un resto del pronombre de segunda persona du, cuya consonante se ha j:lxtinguido, y cuya vocal ha formado cuerpo con el verbo. Pero, si esas segundas personas viniesen de una edad lejana, se tomaria la vocal por un resto de desinencia. Estos dos ejemplos...:......uno, de los primeros periodos de la lengua griega; otros, de nuestros dill.s-prueban que se realizan préstamos del elemento materia.l al formal, siendo la causa de este transformismo la irradiación.
CAPÍTULO IV LA SUPERVIVENCIA DE LAS FLEXIONES
Lo que es.-Ejemplos sa~8doa de la gramática francesa. Del arcaísmo.
Cuando desaparece una flexión, ya bajo el influjo de las leyes fónicas, ya por otra causa, no hay que creer que va á dejar de existir para el espiritu. Se mantiene aún' para éste durante mucho tiempo, grao cias á la tradición, gracias al puesto que ocupa la palabra en la frase, gracias también á ciertas comparaciones que hace instintivamente z:¡.uestra memoria con construcciones análogas. Esta supervivencia de la flexión no es una cosa indiferente, ni sin influjo en la sintaxis. Se aclarará esto con algunos ejemplos. Tenemos en nuestras gramáticas francesas una regla, que á primera vista puede parecer arbitraria, pero que no deja de apoyarse en una justa idea de la lengua. No es licito emplear una palabra en calidad de complemento de dos verbos, si éstos exigen casos diferentes. Aunque la palabra en cuestión SE.'a exteriormente idéntica en los dos casos, la prohibición subsiste. No se permite decir, por ejemplo: Vous savez que fe VOttS ai toujoursrespecté et porté une vi"e affection (<<sabéis que siempre os he respetado y profesado un vivo afecto-). ¿A qué se .debe esa prohibición?-Se debe :\ In. supervivencia, en el fondo de nuestro esplritu, de una
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declinación materialmente abolida. La idea del dativo, que continúa existiendo en nosotros, no permite la mezcla con el acusativo, aunque éste sea el mismo en el ejemplo presente. La regla, lo repito, no es artificial: todos lo comprendemos al leer la frase defectuosa. Es que hay una reminiscencia que nos sirve de guia. Transportando la frase á la tercera persona, habria que decir: Vous savez que fe le respecte et lui porte une vive affection (1). El recuerdo, medio presente, de le y lui impide á los dos vous confundirse. Por la misma razón hay que decir, repitiendo el pronombre, aunque el pronombre no cambia: Je te reraercie et te serre la main (2). Vemos aqul una flexión destruida que continúa imponiéndose al e~piritu gracias á su asociación con una forma similar. Merced á algunos preciosos res~os de este género, se puede decir que la declinación de los pronombres subsiste casi integra en franoés. El dativo continúa haciéndose sentir cuando deci· mas: cAccordo-moi ta protection, donne-toi du repos, ne nous faisons pas d'illusions, n'allez pas vous cqer-cher des regrets.~ De igual modo existe el acusativo. Pugnaria con (1) Algunos dirfan en castellano: cUsted sabe que yo lo res1>eto y le profeso un vivo afecto»; pero sabido es que. entre nosotros, es ya muy "acHante y variable el uso de las formas .singulares de este pronombre. y que li su distinción como casos quizá acabe por sustituir, en obsequio de la claridad, la -distinción pura y simple do géneros.-(N. del T.) . (2) En sus Remarques sur la lang!/e fra'l(;aile, Vaugelas hace mención de esta regla: cEsta regla (dica) es muy bella y muy conforme á la pureza del lenguaje .• Es lo que Guillermo de Humboldt expresa, por su pl.rte, en estos términos: «Es sinken die Formen. nicbt aber die Form, die vielmebr ¡bren 81'en Geist über die neuen Umgestaltungen ausgos!! ...
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nuestra sintaxis interior el decir en una sola frase: eOli se sont cachés, qui a dispersé nos amis?Otra forma latina que continúa viviendo, aunque en apariencia haya sucumbido, es el neutro. Quizá aún hacemos más uso de él que los latinos. Decimos: eLo bello, lo verdadero, lo bueno, lo honrado, lo útil, lo agradable, lo infinito, lo inteligible, lo contingente, lo necesario, lo absoluto, lo divino.- Llena de neutros esta la lengua filosófica. Lo mismo la critica literaria: .10 delicado, lo novelesco, lo atroz-o eXavier de Maistre (dice Sainte-Beuve) encontró su puesto por lo ingenuo, lo sensible y lo encantador.- La Bruyere, hablando de Rabelais: cDonde es malo, va más allá de lo peor ... Donde es bueno, llega hasta lo exquisito y lo excelente.Esta facultad de emplear los adjetivos en un género que parece haber desaparecido de la lengua se debe á la presencia de cierto número de pronombres neutros salvados del naufragio, á saber: le (eje ne le souffrirai pas, ~e le pardonnerez-vous?=cno lo sufriré; ¿me lo perdonará V.?-) ce (cce fut la cause de ses malheurs, ce n'est pas qu'il soit méchant-=eeso fué la causa de sus desgracias; eso no quiere decir que él sea malo-), que (eque ferons-nous, que vous en semble?-=e¿qué haremos? ¡qué os parece de esto?), quoi (equoi de plus inaensé, unje ne sais quoi-=qué més insensato, un no sé qué-). Han bastado estas palabras y otras semejantes para mantener el género neutro en la mente y en la lengua, y para permitirle una extensión que no lleva camino de detenerse. Vemos aún que sustantivos femeninos como quelque chose, rien, han perdido su g6nero para pasar al neutro.
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He aqui un ejemplo de supervivencia tomado fuera de los pronombres. El francés ha perdido su declinación, y, sin embar· go, continúa empleando ablativos absolutos. cLui m01't, toutes nos espé1'ances sont anéantiesll=cMuerto él, todas nuestras esperanzas se desvanecen» ).-cLa nouvelle s' étant 1'épandue, des att1'oupements se f01'm~. 1'enh=cHabiéndose difundido la noticia, se formaron grupos.») ¿Qué otra cosa tenemos aqui que proposiciones absolutas á la usanza latina? Ante una construcción de este género falta nuestro análisis lógico. Es uno de los ejemplos que demuestran lo dificil que es separar una lengua de los origenes y la oscuridad que amenazarla el francés si dejase. de ilustrarse á la luz dellatin. Otro ejemplo es el genitivo que, como se sabe, ha persistido mucho tiempo en ciertas locuciones: Z' Hó· teZ-Dieu, le pa1'vis Notre-Dame, Zes quat1'e fils Aymon. Pero, habiéndose hecho oscura esta construcción, la inteligencia popular la ha transformado, como se va á ver dentro de poco. ' Estas supervivencias son instructivas, porque nos indican á pensar que no ha ocurrido otra cosa en las lenguas antiguas, y que alli donde hay alguna prohi-. bición ó alguna tolerancia inexplicable, tenemos quizá la. acción prolongada de un estado de cosas anterior. Asi debe interpretarse sin duda la regla conocida bajo la fórmula 'tri ~(i¡(l 'tplxu.
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La ley de supervivencia, como la ley de repartición, tiene sus limites. Cuando una flexión no está ya representada más que por un corto número de ejemplares, y por ejemplares desfigurados dificiles de re· 4
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conocer, la inteligencia, desprovista de dirección, no sabe ya á qué atenerse. Una prudencia instintiva, que es producto de muchos ensayos poco afortunados, hace que se renuncie entonces á construcciones demasiado diflciles de comprender. Es raro que el pueblo carezca de esta precaución. Lo que no comprende lo abandona ó lo transforma. Ha transformado, por ejemplo, la construcción geJ?-itiva de que acaba de hablarse. En expresiones como: la place MaulJert, le quai Hen1'i IV, no es ya un genitivo lo que percibimos, sino que nos parece que pronunciamos el nombre mismo de esas vías públicas.. As! se ha formádo una construcción que ha concluido por adquirir el mayor desarrollo, y á la cual debemos la mayoria de los nombres de nuestras calles y plazas I sin hablar de las mil invenciones de la industria (1).
Puede ocurrir que las supervivencias se mantengan en la lengua literaria,' cuando ya han desaparecido de la lengua del pueblo. As! escomo la poesia ha con· servado el hábito de las inversiones, que no son otra cosa que una libertad de los antiggos tiempos. A condición de que no dafien á la claridad, esos restos de una edad anterior son preciosos: comunican al lenguaje digniddad, gracia y fuerza. I Pero es menester que la desviación no sea excesiva. Si las libertades de la sintaxis suponen la existencia de flexiones abolidas y olvidadas desde hace mucho tiempo, no puede menos de producirse cierta oscuridad. La forma más sutil del a1'calsmo es recurrir á medios gramaticales que (1) La rue Montmartre, le boulevard Malesherbe •• la place Vietor-Hugo, etc. Les plumes Saint·Pierre, les lampes Swan, etcétera.
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ya. no existen en la. conciencia. popular. Si es relativamente fácil volver á poner en circulación palabras antiguas, es mucho más dificil resucitar y hacer comprender los giros antiguos. La supervivencia. es, pues, una ley del lenguaje cuyos justos llmites debe medir cada cual, según el idioma y según la ocasión (1). (1) Véase lo que he dicho respecto del alemán en mi libro: De "enseignement des Zangues vivantes, p. 65.
CAPÍTULO V FALSAS PERCEPCIONES
Falsas desinencias del plural. -'-Falsas desinencias de los casos .....:.La a~ofonía. .
Lo dicho nos lleva á hablar de un fenómeno próximo pariente del anterior: .180 falsa percepción,.. A menudó creemos percibir la desinencia donde no existe. AsI: un. inglés,' ai pron~nciar el plural oa:en~ cree oir en la' silaba en la nota del plural; sin embargo, aqul tenemos simplemente el tema anglo-sajón oxen, cbuey~: sánscrito, uksan. La verdadera nota de la pluralidad ha caldo. Fácil es verá qué se debe esta ilusión. Es que el s~gular, habiendo perdido la mitad del tema, se halla reducido á la sUaba ox. Desde entonces, entre el SID' guIar yel plural hay una diferencia que se interpreta como destinado á la expresión del número. El pueblo tiene el sentido de la utilidad, pero de ninguna manera la preocupación de la. historia. Emplea lo que po. see; si sufte pérdidas, utiliza lo que le queda. Dota de sentido á silabas que no le poselan. La percepción es, pues, falsa desde el punto de vista de la historia, pero sólo desde el punto de .vista de la historia.. El mismo ejemplo puede servir para el alemán. Y el alemán ha llegado á convencerse de que posee una. desinenéia hasta el punto de movilizar esa silaba y usarla libremente. No sólo declina: der OChll, die Oehllen, sino que hace: der Mensch, die Menschen, y
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aun, declinando palabras .de origen extranjero: def' 80ldat, die 80ldat-en. El alemán tiene otra silaba cuya historia es más instructiva aún. Cuando se dice que Kind hace en plural Kind-ef', se da á entender que er .es la desinencia del plural. Sin embargo, er no es otra cosa que el sufijo e8 Ó er que tenemos en ellatin gener-is, en el griego 'Ytvt(a)-~. Lo cual no ha sido óbice para que toda una categorfa de palabras haya seguido ese modelo: die Weiber, die LU,mmer, die DU,cher, die Büeher, die Glitter. Puede, pues, decirse que 11,1. creencia que lleva hoy á reconocer en, Hind-er, Weib-er, Htius'er, una desinencia del plural es, desde el punto de vista de la historia, una falsa percepci6n, lo cual no impide que haya pasad.o á ser una desinencia regular del idioma (1). Los hechos de este género son mas fáciles de observa~ en las lenguas modernas que en las antiguas. Se adivina. fácilmente la razón, que no es sino la falta de documentos anteriores. Sin embargo, vemos que ~n latin la e de dulce, nobíle, hace el efecto de ser el signo del neutro, aunque el neutro se reconozca simplemente en la falta de desinencia. Basta citar el griego Y8~, neutro tOpe, ó €!)xapt~, neutro €OXapt, para ver que la e de dulce ocupa el puesto de una antigua i final. .Si se pudiese interrogar á un contemporáneo de Augusto sobre la impresión que le producfan palabras como onu8, scelus, hubiese dicho sin duda que la sflaba us tenfa por objeto marcar la desinencia. Un griego, en el imperfecto nU€, en el aoristo g).uae, pensaba (l) El inglés child, que antiguamente hacfa en el plural cildru, cildre, ha añadido aún encima la sfIaba en: children' Sobre la identidad primitiva de Kind y Child, v_ las Mémoires de la Société de tinguistique, t. VII, p. 445.
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oir la tercera persona, aunque la selial de esa tercera persona (una t) hubiese caldo. Otra especie de falsa. per~epción es creer en la. presencia de formas gramaticales que jamás existieron. En latin la declinación tiene en plural un caso menos que en el singular; en efecto: el dativo y el ablativo no poseen, ni poseyeron nunca probablemente, más que una. sola y misma de$inencia plural. Sin embargo, no se percibe esa falta. Se percibe tan poco que los lingüistas no están l\,ún' de acuerdo sobre cuál de los dos casos es el que falta. Acabamos de ver queJa pérdida de una desinencia.. puede . (l,umentar el valor.. significativo de lo. que-eobre. . vive. Los .fenómenos bien conocidos del Umlaut y del . Ablaut deben á eso la mayor parte de su importancia. Se sabe que la diferencia de vocal que existe entre man y men,entre Vater y Vater, no es de ningún modo primitiva, sino que la -suavización. de la a transformándose en e ó a se debe á la influencia de una silaba. final presente en lo antiguo, pero arrebatada después por el desgaste del tiemJ?o. Esa diferencia de vocal basta. para distinguir el plural dell'lingular. Y aun tiene tanto más valor cuanto que en el dla es la única. nota. que marca una relación gramatical importante. Este modo de marcar el plural, si pubiese podido introducirse dondequiera, hubiese tenido el mérito de li brevedad y dela elegancia. No es posible pensar en la diferencia entre man y men sin pensar inmediatamente en la diferencia que 'existe en la conjugación entre los diversos tiempos de ciertos verbos: sing, sang, Bung. Aqul también la apreciación actual de la lengua no está de acuerdo con la. historia. Parece como' si esa diferencia de vocales hubiese sido inventada expresamente para mu.rcar la va,
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riedad de los tiempos, Sin embargo, no es asi: retrocediendo algunos sig10s, se comprueba que no es mAs· que un acompa.flamiento de otros· exponentes, que Bon los exponentes significativos y verdaderos. La diversidad de las vocales es debida á razones secundarias, razones de acentuación ó de contracción. Pero la idea. sugerida por la lengua moderna es que el cambio de i en a está destinado á indicar el pretérito, y el cambio. de la i en u á marcar el participio.. No siendo significativo en BU origen, ese cambio de vocal se ha hecho significativo. Quizá haya aún entre ese advenimiento á la significación y la caida del material flexivo una conexión más intima, porque cabe sospechar que el pueblo. no deja perder lo que le es útil Bino cuando comprende ya que tiene medio de reemplazarlo.
CAPITULO VI DE LA ANALOGÍA I I
Idea falsa sobre la analogfa.-Casos en que el l~nguaje se dejal guiar por la analogfa.~A. Para evitar alguna dificultad.-II B. Para conseguir más claridad.-C. Para subrayar una'l oposici6n 6 una semejanza.-D. Para ajustarse á una regla, antig~a 6 nueva.-Conclusiones sobre la analogla .
. En los libros de lingüistica, publicados desde hace qUÍDce'ó veinte anos,.ocupa un gran'puesto la analogia, y no. sin motivo, 'porque el hombre es naturalmente imitador, y si tiene alguna expresión que inTentar,propende á modelarla con arreglo á un tipo existente antes .4ue esforzarse en una creación original. Pero es engafl.arse presentar la analogia como una causa. La analogillo no es más que un medio. Las verdaderas causas vamos á tratar de mostrarlas (1). Las lenguas recurren á la analogia: A. Para evitar alguna dificultad de expresión.Cuando se encuentra una formación más ventajosa, la antigua pierde, en cierto modo, su fuerza de extensión, y queda reducida A lo qu.e posee, privada de toda, ocasión de enriquecerse más. Pero desde el punto y hora en que no se enriquece ya, se empobrece. El hAbito hace que, bien en un punto, bien en otro, la antigua form'ación se abandone. Acaba por no tener ya más que un corto número de ejemplares que per(1) Supongo que es intitil repetir lo que he dicho al principio sobre esa voluntad semi-consciente que preside á la cvolu ci6n del lenguaje.
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manezcan fieles A ella, ejemplares, á su v,ez, más incompletos é inciertos de día en dia. Un ejemplo notable nos ofrece el griego con sus dos conjugaciones en ¡.u yen 1.11, que vemos en competencia desde los tiempos más antiguos, pero con un constante retroceso de la conjugación en ¡.u, con un constante progreso de la conjugación en 1.11. La primera es, sin ninguna duda, la más antigua (1), como es la más complicada y la más dificil. Pues es una formación cerrada, reducida á un centena de verbos (aunque muy importantes), cuyo número no aum«;lnta ya. Desde la época homérica la conjugación en ¡.u, no sólo aparece cerrada, sino atacada en su propio dominio. AlIado de&'xw¡u vemos producirse un verbo 8uxvúw. El verbo El¡J.[, «ser., hace en el participio w", según el modelo de AÚW". El verbo ET¡.u, «ir., hace en 'el optativo 101¡.u, según el modelo de AÚOq.u. Los verbos de reduplicación, como 1t[ml.ll, p.1p."I.II, ylyvop.a!, que eran de la misma clase que '!:[OTifU, Il¡ilw¡.u, x[X,P1JIU, dejaron decididamente la conjugación en ¡.u para pasarse á los verbos en 1.11. La conjugación en ¡.u presenta, pues, el espectáculo de una. formación arruinada, batida en brecha. Cada una de 1&:1 pérdidas que ha sufrido ha sido una ganancia para la conjugación en 1.11. La memoria no carga voluntariamente en dos meca.nismo~ que funcionan A la vez para un solo y mismo resultado: por poco que vacile, las formas empleadas má.s á menudo se presentan primero. La ~onjunción en 1.11 ofrecia la ventaja de una acen(1) Algunos lingüistas han sostenido, en estos últimos adol, que la conjugaci6n en ¡.u era la má,s moderna. No podemOl ver en esa tesis mAs que una paradoja ingeniosa, que la sola inspeoci6n dellatfo. hubiera debido impedir nacer.
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tuación más uniforme, de una variedad menor de vocales, de una simetría más visible; esa o ó esa E que viene á colocarse entre la raíz y la desinencia (AÚ-O-p.EV, AIÍ-E-'tE) es como una obstrucción que Jmpide los conflictos. La mayor facilidad debía asegurar la victoria á la conjugación en bI_ En latín las cosas están más adelantadas aún. La lucha ha terminado ya. ¿Quién sospecharía, sin la luz proyectada por las lenguas congéneres, que .<;istere, bíbere, gignere, serere,' son antiguos verbos de red uplicáción, semejantes á 'tI01\ue, OLOwfl.!? Los supervivientes de la antigua conjugación, esse, terre, velle, y algunos otros, se clasifican entre los verbos irregulares. y aun no son irregulares más que en parte de sus formas. Prosiguiendo· en el pueblo el tra.bajo de regularización, velle dió en bajo latín voUre, de donde el francés vouloir; posse dió potére, de donde el franc,és pouvoir. Los últimos restos, pues, han sido absorbidos poco á poco. ; Sin embargo, tal es la lentitud de esas evoluciones, que aun hoy, en todas las lenguas románicas, queda un testimonio, único á la verdad, de la cqnjugación en ¡.u. Es el verbo ser que, por s,-!s anoma.lias, denuncia su origen más antiguo. Por supuesto, ha sufrido muchos. ataques. En espafiol se tiene somos, sois, son, como si el latin fuese sumus, '8utís, sunt. El italiano saca un gerundio essendo de un infinitivo ya modernizado essere. ~ que ha pasado con los verbos ha ocurrido también con los sustantivos. Una declinación más fácil, más clara, gana terreno sobre las otras declinaciones. Ya en las inscripciones de Delfos se encuentra 'tEOVCZXÓ'ttX~1 Q;rwvo~,i\la1iOpoe~ 'tploe~, iv 'tor~ ox'tw hÉoe~1 etc. Es un comienzo que anuncia lo que pasará en lo sucesivo con
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esa tercera declinación, de un manejo demasiado de· licado. A imitación del dativo !X-ywvou;; vino después un nominativo c!ywvov. As! se preparan las formas modernas como &Pxov"to/, yÉpOv"to/. Ya antiguamente, alIado de cpÚA~, fUÍp'ttx;, ouilt"twp, se encuentra los nominativos cpúAalto(, ;ui~, Ott.lIl"tOpOt; (1). Algo semejante ha pasado con el femenino. Los nombres de la tercera declinación se han convertido eIÍ. nombres de la primera: en vez de 'j'A6E, el griego moderno dice ~ 'PA6yct; en vez de rl¡v Eh!o-x, dice n.v Eh!eav. Evidentemente el escollo era el dativo plural: la variación.de las declinaciones empieza siempre en este punto. El participio presento O:ltoúwv. hubiese debido dar la forma po~o cómoda IÍltOúoua/. Pero ya en la lengua de Homero se encuentra 0:1lou6vuaat (2). Estas formas en Eaa/, que tuvieron nacimiento entre los temas como "tErX~, se hacen muy frecuentes en las inscdpciones, donde se lee, por ejemplo,Q:px6V"tEaat, i6v'tEaat H66V"ttaO"t, o:ywvEO"at, 'ltáV"tEO"at, d'EPYE't'I}aáV"tEO"at. Comparando CrywvEaat y o:ywvo/~, se convence uno de que en los dos casos el objeto es el mismo: se trataba de evitar lÍylilat. En latin encontramos los mismos hechos, y de una manera más visible aún, Se ha retocado ya en más de una mitad la declinación consonántica. Las diferentes flexiones se han referido al tipo de la declinación en i (avii, collis). Fácil es dar~e cuenta de ello comparando, v. gr., el griego.cpÉpóV"t.wv y ellatinfe1'entium, el griego cpÉpov"t-ct y el latin fe1'ent·ia, el griego
(1) Los hechos son los mismos en la India. Véase Otto Franke, Die Sucht nach (Z. Stámmen im Pt2li. (Annalas de BeZ'zenberger, XXII, p. 202.) (2)
Odi,ea, 1,362.
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,.tpovt-~
Y ellatin terent-cll (por ferenteis) (1). Hay que recordar que la pronunciación latina contrae las palabras, abrevia ó apaga las alIabas finales: causas todas que debían hacer poco definida la declinación. El retoque se extendió gradualmente hasta ciertos nominativos. Así: juven, cjoven- (sánscrito juvan), de dondejuven-tus, pasó á ser juvenisj aus, coído-, de donde au(s)dire, auscultare, cescuchar-, pasó á ser ausis, aUTis. B. Para conseguir mds claridad. - Hasta donde cabe, es menester que las formas gramaticales no se presten á ningún equívoco. Si son demasiado ,cortas, demasiado débiles, pueden llegar á. ser ininteligibles. Es lo que habría sucedido, por ejemplo, con los genitivos plurales de la segunda declinación. El antiguo genitivo en um (griego IIlV,) de que aún existen ejemplos en ciertas locuciones (2), cede el puesto á un genitivo en orum tomado de los pronombres, y que tiene además la ventaja de ser simétrico con las formas en arum de la primera declinación. El s':lperlativo terminaba primitivamente en 'to<;. De esta formación sencillisima -han quedado 'tp('to~, d'tIXp,;~, atxa:'to~. Sabido es, efectivamente, que los números ordinales se forman con ayuda de los mismos sufijos que sirven para denotar los grados de comparación. Pero ,
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(1) Hay aún algunas rar,!ls huellas del estado anterior. Aulo Gelio (XIX, 7) cita de Levio la expresión silenta loca. Silenta es ún plural neutro á la manera de eplAOÜV't-IX. Pero ellatfn ha perdido la costumbre de esos neutros: dice veloc-ia, locuplet-ia, ,implic-ia. En el genitivo plural se tiene aún parentum, animantum; pero la forma ordinaria es ium (adulescentium, infantium, discordium). (2) Prae(ectus (abrum, duo milía sestertium, templa deum, etcétera.
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ese exponente 'tot;, demasiado sencillo y demasiado cor~ to, podIa. d~r margen á equivocaciones. Segregando la Cl de &lUI, el griego obtiene un sufijo más completo:' Cl'tOt;; de ahí superlativos como !l1tCl'tot;", ~axCl'tot;", 1!ÚfJ.Cl'to.;. Para mayor claridad, al sufijo Cl'to.; afiadió la lengua la 't del comparativo 'ttpo~; desde entonces se tuvo el sufijo 'tCl"tOt; que permite oponer 'P¡Á'tCl'tO~ á 'P¡Á'ttpo~ (1). El deseo de formas explicitas per.mite explicarse cómo, en francés, los antiguos números ordinales tier&, quart, quint (le tierB parti, un quart voleur Burvient ...), han sido sustituidos por·troiBieme, quatrieme ..• De los antiguos ordinales latinos no quedan más que los dos primeros; pero ya deua;iéme, en vez de Becond, es familiar á nuestros .()Idos. En la. conjugación, ciertos participios pasados corrIan el peligro de hacerse extraflos al verbo de donde salieron. ¿Quién percibe aún el parentesco de poids, que habría que escribir poiB, y de pendre, de toise y de tendre, de route y de rompre (2)? Era útil tener una forma. que acusase mejor las afinidades. As! se explica el favor que ha encontrado el participio enutus: pendu, tendu rompu (a). El movimiento vino de algunos raros precursores que se descubren en el bajo la.tin:pendutuB, dece~nutum, incendutum, los cuales son producto, á su vez, de la imitación (ladn. Bolutus, Bta(1) Debemos este modelo de estudio histórico á. M. Ascoli, en los Studien de Curtius, IX, 342. (2) Todavía eu el siglo XVI las fracciones se Vaman en mÍ!.temáticas les nombres roupts (dos números' rotos,). La rJute (autu) designa una Vla hecha rompiendo el bosque y el terreno. (3) Los nUlos, al decir yo he rompido, se ajultan á 101 mode 101 que les ofrece la lengua; ya ha tiempo que se los mira como eficaces auxiliares de la regularidad gramat!eal. En vez de 1 came. 1 caught, ee les oye decir en inglés 1 comed, 1 catched.
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tutus) (1). Gracias á esa silaba final, el francés ha res-
tablecido las lineas confusas de su conjugación. En vez de nous prenmes, nous faismes, que hubiera debido dar en latin p'l"endimus, facimus, se ha dicho 1I0US p'l"en'ons, nous fais- ons.¡ en vez de vous p'l"ents, que hubiera debido dar ellatin prenditis, se ha dicho vous p'l"en-ez. ¿De dónde vienen estas desinencias más llenas? La segunda persona del plural ]0 indica de sobra. Han sido tomadas de la primera" conjugación (2). Pongamos otro ejemplo sacado de la conjugación griega. Los aoristos segundos de verbo a como 'tEOlJIU tenfan una desinencia muy corta en la" tercera persona del plural: lOEV, If~, IITtCElO, EfXV, l'fuv, etc. La lengua homérica abunda en formas de este género. Pero se ve su inconveniente: esas terceras personas del plural se asemejaban demasiado á las primeras del 11in guIar . El medio empleado ha sido muy sencillo: gracias á una prolongación tomada del aoristo primero, se tuvo 1fGt¡C7ClV, '(lTtrzl:av, Ifcpa:arzv, ld.ul:rzv, cz..i8EGCElO (3).
Un hecho, sorprendente á primera vista, pero que atestiguan pruebas numerosas, es que los sufijos más usuales en nuestras lenguas modernas son sufijos importados. Asf: el griego nos ha permitido formar nuestras palabras en isme (cismo~), como optimisme, socialisme¡ en iste (cista~), como artiste, fleuristej en ise'l" (cizar~), como auto'l"ise'l", fertilise'l". El alemán nos ha proporcionado el sufijo a'l"d como en vantard, ba(1) Los verbos latinos que tienen el perfecto en ui, como habui, tenui, fueron de 109 primeros en tomar un participio en utus. (2) Los únicos supervivientes que no han sido alterados 80n: vous dites (dicitis), vous faites (faciti3). (3) Ourtius, Das Verbum, I, 74.
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vard. El italiano el sufijo esque (cesco-), como en gigantesque, romanesque. En rigor, las palabras en al, como national, provincial, en atew' (cador-), como ordonnateur, provocateur, están formadas con ayuda de sufijos latinos, puesto que esos mismos sufijos, cuando han entrado en francés por via popular, han tomado otro aspecto. La necesidad de tener formas explicitas, que se destaquen claramente ante los ojos, es lo" que ha procurado ese favor á las desinencias extranjeras: desgastadas las nuestras con el tiempo, y habiéndose mezclado con la parte anterior de la palabra, no resaltan con la misma evidencia. El mismo hecho se observa entre nuestros vecinos. Se sabe el éxito que ha obtenido en alemán nuestra desinencia-le, que ha dado los sustantivos en........ei, como BlJcke7'ei, Zaube1'ei. Los ingleses han tomado de nuestra segunda conjugación esa silaba ish que se encuentra, no sólo en finish, nourish, donde el modelo es proporcionado por el francés, sino en pubUsh, distinguish, adonde el sufijo se ha transportado por imitación. En todas las naciones y en todas épocas ha habido puristas para protestar contra esas invasiones. Pero los que forman el lenguaje, queriendo ante todo ser comprendidos, y comprendidos con el menor esfuerzo, se curan poco de la procedencia de los materiales que utilizan. C. !?ara subrayar una oposición á una semejanza. -El lenguaje nos revela aqui un hecho de psicologia: el espiritu, que acostumbra A asociar las ideas por pares, tiende á soldar entre si las contrarias, dándoles la misma apariencia exterior. Esto, amén de ayudar á la memoria, da más relieve á la palabra. cCuando consideramos una facultad (dice el filósofo inglés Bain),
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nada más natural que la disposición á volver la vista á la otra cualidad, que forma contraste con ella.Empezaremos por los ejemplos más sencillos. El día y la noche forman una antitesis tan antigua como el mundo: por el modelo de diu, el latin, desviando el ablativo nocte de su' declinación, ha hecho noctu. Por el modelo de diu'l'nus ha hecho nocta'l'nus (1).
Otra oposición no menos antigua es la de la vida y la. muerte. A ejemplo de "ivus el latIn hizo mO'l'tuas. Según las reglas de la lengua latina, mO'l'iof' debla hacer mO'l'tus, como o'l'io'l', ea;perior, hacen ortus, ea;pertus (2). Pero, encontrándose á todas horas la ocasión Cle la antItesis (3), la silaba final del uno se comunicó al otro. Las expresiones cantes- y cdespués- están asimismo destinadas á influirse. Al lado ',del adverbio antid, transformado después en ante, el latIn formó un adverbio postid, transformado en poste y post. Postid se conservó en postid-ea, que tiene por modelo á antid-ea. En la base se encuentra la silaba pos, cdespués- (4). Se ve que, para determinar una creación por analogi,a, no es menester que la lengua presente modelos en gran número. En IOBeasos que acabamos de citar bastó una sola palabra; pero es porque los dos términos estaban en oposición directa. La. analogia, podria (1) Se ha sostenido recientemente que noctu os el que determinó la existencia de diu; pero, para establecer la verdadera filiación, basta recor!iar el sánscrito divas ó djus, «díu (puT'lJeajus, «ay en). (2) La forma mortus es, efectivamente, la que el verbo ha recobrado en las lenguas románIcas. 3) Mortuum out vivum.- VIVO ET MORTVO. C. l. L_, VI, 6.467; IX, 4.816, eto. (4,) Sánscrito pas, «después~, pa¡;·cat.
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decirse, deja. sentir su poder en razón de la situación. As! es como en francés hemos hecho el adjetivo mé1'idional, cuyo sufijo, que no se encuentra en ninguna otra parte, seria imposible de explicar, sin su contrario septent1'ional. Hay locuciones que serian inexplicables, si no se las ~omparase con sus contrarias. As! l¡.L'lt6Owv (hablando de un estorbo, de un obstAculo), no se explica mAs que por lX1t6&,¡v, cfuera de los. pies» (1). Los griegos, que conocian ya la analogia por antitesis, la dieron un bello nombre: cnJ\lExapop.i¡ xtl't' ÉY!lvaÓ'tY\'t«. La imagen está tomada de alguna cabeza de ganado que se separa: de sus compaileras y va á seguir A otro rebalio. Vamos á poner ahora ejemplos de analogia que sirven para subrayar una semejanza. Los nombres de parentesco como TaX"nÍP, p.1\'tW. eu~. terminabafi su dativo plural en "', y el griego ul~, chijo", que no tenia ninguna razón para eso, hacia igualmente uldcn. M. J. Wackernagel cita un caso semejante en sánscrito (2). La palabra pati, que quiere decir á la vez camo" y cesposo", tiene dos genitivos, uno (regular) -patts- cuando significa camo». otro (irregular)---,-patjus-cuando significa cesposo". Este patju8 viene de genitivos como pitus, cdel padre", mdtus, cd.e la madre". El griego tenia un sustantivo oMap (genitivo oij()a~), cubre", cuya antigüedad atestiguan el latin ube1' y el aleman Eute1', as[ como el sánscrito üdhal'. Esos nombres en -ap, -Cl'tOC;, se multiplicaron para denotar 1101(1) La analogla por oposlci6n se encuentra. igualmente en la antltesis f¡¡1Er~ y bp.tr~ f.LCl~ Y ¡uxp6c;. V6aae también (Mém. SOCo ling I IX) lo que yo he dloho del adverbIo G'tlll'!tfí. I
(2)
Diario de Kuhn, XXV, 289.
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guna parte del cuerpo. Se tiene r6~'tt, e las dos rodillas-, Wa:'tt, elas dos orejas-, 1tpoaW1tCl'tt, elos dos ojos-, y aun xtÍpt¡ap, e la cabeza- . Se cuentan, en fin, en todas las lenguas, algunas voces que, aproximadas por el sentido, han sido aproximadas también por la forma. El griego, por ejemplo, tiene Acípurl; y 'PCÍflUrl;, criJptrl; Y O'cÉA1ttrl;¡ el sáoscrito tiene angustha, eel pulgar-; ostha, eellabio-; klJstha, eel vien tre -; upastha, e el regazo _; las lenguas célticas tienen sus palabras en arn y en o1'n: vagos restos de clasificación, comparables á esas alineaciones que atestiguan aún, en el emplazamiento de las ciudades destruidas, que los hombres procuraron alli antiguamente edificar en orden sus vivienda.s (1). En la sintaxis, sobre todo, es donde hay ocasión de observar esta clase de simetrla. Por ella encuentran so explicación muchas construcciones que repugnan á la pura lógica. Si los verbos que significan -tomar, arrebatlt.r, quitar-, se construyen en latin con dativo,' es porque edar, atribuir, ofrecer-, se construyen con dativo. &i se dice di/lidere alicui, es porque se dice credere alicui. Si se dice, con genitivo, obU"iscitur Rostré, es porque se dice, con genitivo, meminit nostri (2). En fin, si se dice, con el ablativo, in urbe, que parece implicar una contradicción, puesto que el ablativo denota una idea de alejamiento, es porque se decía ea; urbe, ab urbe. Así es como en aleman in dem HauB, zu den Haus, donde in y zu se construyen con (1) Véase Bloomfield, On adaptation o{ sufflxu iR conqeneTic ctasses 01 substantives. Baltimore, 1891. -Zimmer, Ámericam Journal of Philology, 1895, p, 419. (2) Obliviscor significa. literalmente ~:tmaril1ear, borrarse•• La metáfora emana de una letra que palidece. Varron (De L., L. V, 10) llama á las palabras fuera de uso: obli~i/J C'M'ba.
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dativo, ha llevado á emplear el dativo en locuciones como aus dem Haus, von dem Haus. Asl como se dice en inglés ag'ree with, some one, se dice dilfer with some one. Basta "ir hablar á las personas que saben imperfec~ tamente una lengua y observar las faltas que cometen, para ver que se dejan guiar de ordinario por aso'Ciaciones de este género. D. Analogia para aiustarse á alguna regla antigua ~ nueva. -Estas palabras necesitan explicación. Se trata aqul de una regla no formulada, que el hombre se esfuerza en adivinar, que vemos á los niftos tratar de descubrir: el pueblo, suponiéndola, la crea. La idea de que ell~nguaje obedece á leyes fijas está profundamente grabada en el esplritu del pueblo; nada, por otra parte, es más racional, porque el lenguaje, sin leyes, dejarla de ser inteligible y faJtarla á su primer y único objeto. Vemos que en el hombre del pueblo una iilfracción de lo que cree regla provoca la risa ó el desdén. Las formas que desorientan por un aspecto insólito ,se miran, pues, como defectuosas y se refieren al tipo -considerado como regular. Asl es como las axcepciones van siendo cada vez menos numerosas y acaban por desaparecer. Los lingüistas, conservadores por -oficio, ,8uelenser poco favorables á tal regularización. Pero la analogla cumple aqui una misión necesaria, sin Id. cual no habria ya á muy poco más que ,oscuridad y desorden. Pero es necesario que el pueblo no tenga que resolver problemas demasiado dificiles: si tropieza con la,zos en su camino, cae en ellos. Isidoro de Sevilla registra un verbo de la primera conjugación usado en .su tiempo, pro8tl'are, .postrar-; ese verbo salió de
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p'l"ost'l"avi, por haberse hecho demasiado dificil de encontrar el camino que conducía. á p'l"oste'l"no. Ya. en latin clásico se tiene delere, eborrd.r, destruir», sacado del perfecto delevi, el cual es un compuesto de linere. Babia un verbo praesta'l"e, compuesto de s-tare, que hacía en el perfecto praestiti, eaventajé-; otro verbo praestare, derivado de praestus (prae·situs), epreparado, presto», hizo igualmente praestiti, epreparé-. La memoria del pueblo es corta. Vemos un plural como omnes (por homines) enriquecerse con un neutro omnia y con un singular omnis; vemos un femenino felia; (de tela, eteta») producir un masculino yo un neutro (1). Es interesante ver con qué puntualidad se .obedece y aplica la regla, una vez admitida. El lingüista queasiste á este espectáculo, y que, conociendo los elementos puestos en juego, ve pasar por la hilera los materiales más dispares, no puede menos de admirar su funcionamiento. Se ha llamado impropiamente á esto una violencia (Systemzwang). No hay violencia: no hay más que obediencia voluntaria á la. regla.. He aquí algunos ejemplares. Estamos acostumbrados á ver á los verbos griegos tomar en el imperfecto y en el aoristo el aumento silábico ó temporal. Pero no estamos preparados á ver que el aumento modifique un a\Íverbio ó un pronombre. Es, sin embargo, lo que pasa cuando palabras compuestas como om~0'f'úA~, eretaguardia», Cllh6fLOAO~, edesertor-, dan nacimiento en Jenofonte á imperfectos como wma6o'f'IJAcÍltEI y á aoristos como 1jU1:op.6A1jaE. Nadie se extrafia de eso, salvo el filólogo, que ve en ello un ejemplo de la lógica popular. En griego mo(1)
Felicia arma. Felix amen.
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-demo, donde el aumento subsiste, !le le coloca sin va. delante de las preposiciones: se dirá, v. gr., t'ltpo~~'" «yo querfa mejor-; i¡v6x.A1)0'1l, «yo he desarreglado-. El griego antiguo habla empezado ya, diciendo
,~ilar
¡Ú8EUGE.
Que el latln tomase un participio pasivo ó medio 'como amamini, laudamini, y que hiciese de él una se~unda persona de la conjugación, sobreentendiendo .estis, no tiene mucho de asombroso; es como si en ,griego se dijese Cf"AOÚ¡UVOl EO''te, 'tq.r.w¡uvol EO''te. Pero donde la ,analogia comienza su obra es cuando encontramos amaba mini, amemini, amare mini, formas heteróclitas, aunque perfectamente inteligibles. Interesa observar sobre todo, la anaJogfa cuando 1)e- encuentra enfrente de alguna dificultad imprevista. La reduplicación de la sUaba inicial de los verbos, obligatoria en el perfecto, se hacia casi imposibl,e con los grupos .-Jt, O"t, O'X, Ó con las letras ~, ~. Sabido es de -qué manera sorteó la dificultad el griego. En este caso, .en vez de reduplicación, se contenta con aumento. Creería uno ser testigo de alguna transacción como las que nos presenta la historia de las instituciones y de las leyes. O si esta comparaCión atribuye demasiado influjo á la razón consciente de sl misma, parece que se asiste al trabajo da algún animal ingenioso que construye su morada con materiales desigualmente apropiados para ese uso. Lo que importa observar sobre todo es el fin perseguido oscuramente. A quien estudia el verbo griego le es imposible desconocer una intención de completar los cuadros: alIado del aoristo indicativo lÁUO'Il se encuentra un aoristo imperativo AuO'á'tw, un aoristo optativo ÁúOCZl¡.at, y un aoristo participio AÚO'll(. La Il que se
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encuentra en estas diversas formas es como su firma ~ La inteligencia de las masas Be revela aqui por uno de sus lados má.s interesantes: por los medios más sencillos vence las dificultades que en toda especie deartes ú oficios opone la materia al obrero.
Por lo que antecede, se ve lo que hay que pensar dela analogla. Considerando el uso que se hace de ella. en algunos libros recientes, parecerla. como una gran esponja pasada al azar por la gramática para revolver y mezclar sus formas, para borrar sin mo'tivo las, distinciones más legitimas y más útiles. No es rse su; carácter: está, al contrario, al servicio de la razón, razón _un poco corta, un poco desnuda de memoria, peroque no deja de ser por eso el verdadero y necesariomotor del lenguaje. Se ha discutido mucho sobre si cen la juventud denuestras lenguas .. tenia la analogia tanto poder comohoy. c¿Se pueden admitir (dice Curtius) formacionesanalógicas en tiempos tan lejanos? .. Las. formaciones· , analógiMs no me parecen muy verosimiles más que en los perlodos recientes ... ¿No es ciertamente una casualidad que se haya empezado por llamar la atención sobre esos hechos con ocasión de las lenguas mo.dernas, sobre todo de las lengpas románicas? .. En este punto DO podemos ser de la opinión del sabio helenista. Si se ha empezado por llamar la. atención hacia esta parte con ocasión de 'as lenguas románicas, es porque las l~nguas románicas dejan ver al descubierto SUB orlgenes, ventaja que falta á las· épocas antiguas. Pero, como las causas que acarrean los cambios son causas inherentes al espiritu é impuestas por las condiciones de todo lenguaje, no hay
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ningún motivo para creer que hayan obrado menos poderC'samente en el pasado. ¿Es verdad, como también se ha dicho, que la analogia sea una fuerza ciega, que va hasta el fin sin dejarse detener por nada? Es dificil creerlo cuando, dejando á un lado ]a teorla, se coloca uno en presencia de los hechos. La experiencia prueba, al contrario, que la analogla tiene limites, cuyo estudio es tan interesante, por lo menos, como el del fenómeno mismo. Razones de claridad ó de armonla bastan para tenerla 8. raya. Una última cuestión seria saber si la analogla merece esa" especie de desestima en que ciertos lingüistas" parecen tenerla. Llevada demasiado lejos, las lenguas llegarfan 8. ser dema.~iado uniformes,y, por consecuencia, monótonas y pobres. EL filólogo y el escritor, tanto por profesión como por gusto, estarán siempre de parte de los vencidos, es decir, de las formas que la analogfa amenaza absorber. Pero, gracias 8. la analogla, el nUlo, sin aprender una tras otra todas las palabras de la lengua, sin verse obligado 8. ensayarlas una á una, se hace cluefio de ellas en un tiempo relativamente corto. Gracias á la" analogla, estamos todos seguros de ser comprendidos aun cuando llegamos 8. crear una palabra nueva. Hay que mirar, pues, la analogla como una condición primordial de todo lenguaje¡ si ha sido una fuente de claridad y de fecundidad, ó si ha sido una. causa de uniformidad estéril, eso es cosa que sólo la historia individual de cada lengua puede decirnos.
CAPÍTULO VII ADQUISICIONES NUEVAS
Necesidad de indicar las adquisiciones alIado de las pérdidas_ . -El infinitivo.-La pasiva.-Los sofijos adverbiales.-Oonalusiones históricas.
Asl como se distinguen más fácilmente los vacios que se hacen en una sociedad que las fuerzas nuevas que se manifiestan, asl es más común ver notar las pérdidas sufridas por el lenguaje que ver describir los recursos que recibe. La evolución gramatical se efectúa tan lentamente y por un progreso tan sensIble, que las más de las veces pasa inadvertida para el observador. Con todo, es poco creible que, durante un espacio de cuatro mil afi08, las lenguas indo-europeas hayan experimentado mermas constantes, sin compensación de ninguna indole. La historia de las pérdidas se ha hecho frecuentemente; la de las adquisiciones está por escribir. Vamos á enumerar algunas á titulo de indicación. No hay que creer, por supuesto, que se trate de creaciones ex nihilo: amoldar á' nuevos usos la materia transmitida por las edades anteriores, tal es la forma b~jo la cual vemos elaborarse el progreso. En primer lugar I el infinitivo. Esa forma tan preciosa, la primera que los niflos aprenden, la primera que, en dos pueblos puestos en con tacto y que tratan de entenderse, pasa del uno al otro, no ha existido, sin embargo, en todo tiempo. Es,
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á la inversa, producto de una lenta selección: hay que ver en ella el fruto de una unión tardíamente realizada entre el sustantivo y el verbo. La fecha relativamente reciente dAl infinitivo puede presentirse ya, al ver lo que se apartan uno de otro, en este punto, el latln y el griego, tan acordes en todo el resto de la conjugación: no hay ninguna semejanza entre )a desinencia. de AlytlV y la de legere, entre tT_ y esse. Yaun, sin salir de la lengua griega, comparando formas dialectales como l¡.quv, tr_, l¡a-, nos convencemos de que ese idioma no habia fijado aún su elección hasta una época bastante reciente. El latin, á primera vista, parece más decidido; pero, á poco que se mire, se ve que está más lejos aún de realizar la unidad de infinitivo, porque reparte su función entre tres formas: el infinitivo propiamente dicho, el supino y el gerundio. Sólo en las lenguas modernas es un hecho consumado esa unidad. El infinitivo representa la idea verbal despojada de todos los elementos accesorios y adventicios. No conoce la persona y el número. La idl"la de la voz (activa, media y pasiva) le es, en el fondo, extrafia (1). La idea misma de tiempo no ha entrado en él sino por una especie de superfetación y gracias á retoques tardíos. Ciertos gramáticos han querido hacer del infinitivo un modo de verbo; pero no es un modo, sino, como declan. con razón los antiguos, la forma más general (n Un vino agradable de beber.-Un consejo dificil de seguir. - Una ofensa imposible de perdlJnar.-En griego: XIIAiw; ~v, 1.í~tO~ 8Clu¡uíalZl, p~OtoV p.aOtrv. -En laUn: mirabile visu, diflicile dictus, etc. Cicerón (Ad Fam .. IX, 25) nos da de pasada este ejemplo de cambio ocurrIdo en el sentido. Nune adeS ad imperandu11', lIel ad parendum potiu.s: sic enim antiqui. loquooantur.
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del verbo
(tC '(EVtXW'tCl'tOV pf¡¡J.Cl),
el nombre de la acción
(ISvofJ4 1tpárfJ4'to~) (1).
Para comprender la importancia de esta forma, basta leer algunas Hneas de una lengua moderna. Mitad verbo, mitad sustantivo, pero 1ibre del bagaje embarazol!o que pesa sobre esas dos clases de palabras, el infinitivo hace los mismos servicios. Como el verbo,. tiene la fuerza transitiva; como el verbo, puede 8S0ciarse á un sujeto; como el verbo, puede ir acompa.!lado de un adverbio ó de una negación. Mas, por otra parte, usado como sustantivo, puede ser sujeto ó complemento; se coloca después de preposiciones como a t de, para, si, y siempre sin el estorbo de )as desinencias. Es á propósito para expresar una exc)amación t un deseo, una orden. Está menos expuesto, en fin, á esa condensación del sentido, á esa cristalización, á esa concreción de que tendremos que hablar más ade· lante, y que amenaza á todos los sustantivos, aun á. los sustantivos abstractos (2). En presencia de semejantes ventajas, se pregunta uno qué cs )0 que ha podido retardar tanto la creación del infinitivo. Para responder á esta pregunta, hay que dirigir la vista atrás un instante y considerar el plan general de nuestras lenguas. Siempre que se trata de clasificar las lenguas según su mayor ó menor perfección, ~costumbramos á hablar de la familia indo-europea, como la que ocupa el grado superior de la escala. Con todo, no hay que pensar mucho para descubrir en ella 10 que miramos como una característica de los idiomas poco adelanta(1)
(2)
Iflfinitorumvis in nomen rei re.,olit'Ur. (Priscian!>.) Oomparese, por ejemplo, frui, y {ructw, regere y re-
gio, etc. Véase m6s adelante el capitulo de las palabras abs-
tractas.
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dos. Ciertas lenguas de América pueden decir «mi. ca~ beza, tu cabeza., su cabeza.», pero no «cabeza» en ge~ neral. Eso es bárbaro seguramente. Sin embargo, noocurría otra cosa con el verbo indo-europeo, que podía. decir 'flpw, 'flpEI~, rpipu, pero no rpi{xIV. En el plan primitiVl', la acción era referida siempre á unlf. persona. Una forma como 81&!¡u, 818061, representa por si sola toda una. proposición: contiene á la vez el verbo y su sujeto. Nuestras lenguas no están, pues: tan lejos del estadollamado holofrástico, en que la palabra era por si sola una frase. El infinitivo es una conquista de la abstracción. Ha habido que buscarle fuera del verbo, entre los sustantivos. La elaboración del infinitivo estaba ya empezada, pero no terminada, en la época proétnica; se han necesitado siglos para que cada idioma fijase suelecciÓn en cierta forma de sustantivo, y para que esta forma fuese dotada, con exclusión de las demás ~ de algunas de las propiedades esenciales del verbo. Aqul es donde cabe apreciar las ventajas de lo que se Ila~a Ja.falta de transparencia ó la alteración foné· tica. Esa supuesta decadencia no ha contribuido poco é. dar toda su -utilidad al infinitivo. Es dificil saber con certidumbre á qué caso de la declinación perteneclan las formas griegas como ~EUyWfLEyal, lBE!.", 'fEpEaOal' Pero esa hidecisión ha. servido para hacerlas más fáciles de manejar. Lo mismo acontece con el infinitivo latino. Si lás formas por el estilo de videTe, audiTe, acabaron por sobreponerse á las formas del modelo de visum~ auditum, se debe quizá. á que alli la ~arca de la declinación es más oscura. Recordaré á este propósito un hecho que demuestra. perfectamente la importancia que el infinitivo ha adquirido en nuestras lenguas. Cuando en los siglos XIII
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_y XIV se enriqueció el alemán con una porción de ver· bos franceses, lo!! adoptó bajo la forma dfll infinitivo, sfiadiendo, de un modo bastante raro, las desinencias -alemanas. As! como se encuentra en Wolfram van Es· chenbach fischie1"en, «atar-; leischieren, «dejar-; los-chieren, «alojar-; parlieren, «hablar-, y otros muchos. De aqu! resulta. que al presente, cuando el alemán dice ich spaziere afia.de el infinitivo espacier, «es· 1 ·paciar -, la. desinencia de la primera persona . Nada prueba más claramente cómo la. idea del verbo, en -nuestras lenglla~ modernas, se ha encarnado en el infinitivo (1).
Se preguntará. cómo el griego, habiendo pose!do antiguamente el infinitivo, pudo dejarle caer en desuso en la Edad Media. Esa pérdida es, en efecto, uno de los fenómenos más sorprendentes de la lingüIstica indo-europea: porque decir, como se ha dicho hace poco, que el infinitivo griego se perdió porque se em'pleaba con demasiada frecuencia, es ·una explicación que excede del alcance de las inteligencias ordinarias. Pero hay que advertir que la fa.lta del infinitivo ha llegado á ser, sobre todo, una laguna dolorosa el dia en que el neo-griego, encontr~ndose en presencia de las (1) M. Leo Wiener (American JournaL 01 philology, 1895. pá.g. 330) ha discutido recientemente esta explicación de 101 verbos alemanes en ieren Opina este sabio que hay que buscar el origen de cales verbos en los nombres en ier, i~rre, como fl,CJitierre, de donde sale fl,oitieren_ Pero los hechos no parecen muy de acuerelo con esta explicación Los sustantivos que hay que suponer faltan las más de las veces. Además, en verbos como condewieren, franeés conduire, vemos claramente dos desinencias superpuestas; hay, pues, derecho para admitir en los otros una superposición aniloga.
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otras lenguas de la Europa moderna, h&r sentido 1& necesidad de igualar sus recursos sintáxicos. Hay quecreer que ni las liturgias de la Iglesia, ni los cantos populares, en su lenguaje breve y sencillo, hablan experimentado tai necesidad. Lo. locución Oa (OUEI TYCl) COn el subjuntivo supl1a. la falta. El instrumento intelectual se pierde con el desuso: uno. forma rara vez empleada se borra de la memoria (1). Por una extrafla inversión de las cosas, se creyó enotro tiempo que los verbos hablan empezado por el infinitivo. cLos hombres (dice un escritor de comienZOtl del siglo XIX) no se E7:x;presan en un principio más que de una manera general; sólo posteriormente llegan á analizar, á particularizar cada idea. Conforme las lenguas alcanzan su madurez, las formas infinitivas. desaparecen, pero con justa medida: sirven aún para. dar variedad al estilo, aunque ya se nota que van siendo menos frecuentes. - Es imposible ~errar.los ojos á la verdad de una manera mAs resuelta. El infinitivo resume siglo$ de esfuerzos: es la. más reciente delas formas verbales. Como el infinitivo, la. pasiva es del número de esos medios de expresión que se inclina uno á cleer mucho· más antiguos de lo que son en realidad. Silvestre de Sacy, que ha escrito para uso de sus hijos Principios de gramdtica general, presenta. la pasiva como una de las formas necesarias del verbo. Dilo tres razones. La pasiva es necesaria: 1. o, cuando se quiere expresar una acción sin nombrar el sujeto· agente: cYo soy afiigido-; 2. 0 , cuando se quiere hacer resaltar el objeto que sufre la acción más bien que el sujeto que la ejecuta: cEI imperio romano fué funda, (1) Se encuentra ya en IOB evangelio! apócrifos: imSouAWaIllfUY -DplTCEI iYCl Q.TCOa-tE[),lIlfLEY.
au.1Il
Yver..
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-do por Augusto~; 3.°, para variar el discurso é impedir la monotonia. Un lingüista de una e~cuela diferente, pero demasia,do inclinado, por su parte, á las teorias, Hartung (1), -explica. la activa y la ,pasiva reduciéndolas á direcciones en el espacio. La activa responde á la pregunta quo (de donde el acusativo); la pasiva responde á la pregunta unde (de donde el ablativo ó el genitivo). Inútil es mostrar lo artificioso de estas explicacio· nes. La pasiva no es una forma antigua: cabe adivi'narlo sólo con ver lo que difieren, en cuanto á las desinenéias, epÉp0(J4t y feror. La pasiva es una forma que las diversas lenguas indo-europeas se dieron mucho tiempo después de concluido en sus lineas generales el sistema de su conjugación. La mayor parte de ellas, y sobre todo ellatin y el griego, llegaron á. crearla apoderándose de la forma reflexiva. Para comprender cómo la forma reflexiva puede ,hacer veces de pasiva, me contentaré con citar algunas frases en que hoy aún nos servimos del mismo .giro: -Los grandes pesos se tr~nsportan mejor por la vía marítima.-Esta forma de vestido no se lleva ya.-Esos sucesos se han olvidado pronto.-El mundo de la naturaleza se divide en tres reinos.~ y en italiano: Dicesi, temesi. Y aún: avvenimenti compiutisi. No es que la idea de la pasiva fuese dificil de concebir: -yo soy golpeado- no es más dificil de comprender que -yo golpeo ... La dificultad procedía de otra parte: proced1a del plan de nuestras lenguas, que está (1)
Enciclopedia de Ersch y Gruber, III, t. XIII, pág. 172.
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en contradicción con la idea p~siva, porque las lenguas indo-europeas presentan la frase bajo la forma de un pequeflo drama en que el sujeto es siempre agente. Hoy aún, fieles á ese plan, dicen: cEl viento agita los árboles ... ~ El humo sube al cielo ... Una superficie pulimentada refleja la luz ... La cólera ciega al espiritu ... El tiempo pasa deprisa ... » Cada una de esas proposiciones contiene el enunciado de un acto atribuido al Bujeto de la frase. Era, pues, menester que la pa!,iva misma se imaginase bajo la forma de un acto. Es, en efecto, lo que han hecho mlestras lenguas. Han creado más ó menos tardlamente la pasiva presentándola bajo la forma de un acto que vuelve al sujeto. Pascitur significó cél se alimenta», antes de significar eél es alimentado». dl&iaxofU'1 significaba eyo me enseflo á mI mismo.• , antes de significar cyo soy enseflado». En este punto, las lenguas germánicas y eslavas son particularmente instructivas. Encontramos en ellas las etapas sucesivas de la metamorfosis_ En antiguo escandinavo, theirfinna sik quiere decir: cellos se encuentran [el uno al otro]». De ahi salió una forma their finnask, cellos se encuentran. [es decir: están, moran], y finalmente, eellos son encontrados» {es decir: inveniuntur]. Cosa parecida se ve en lituanio yen eslavo. Y aun la familia letto-eslava es, por la transparencia de sus formas, la que primero nos ha puesto sobre la via del origen de la pasiva. Tenemos, pues, aqui un nuevo ejemplo d~ la intención que preside á las evoluciones del lenguaje, al par que de la sellcillez casi infantil con que esa intención llegaásus fines. La pasiva parecia directamente opuesta á la idea expresada por nuestros verbos; y, sin embargo, en idiomas distantes unos de otros, la pasiva encontró su expresión por un medio idéntico.
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Quiero poner un ejemplo más de esa inteligencia oculta, pero tan atenta, que se aprovecha hasta de los menores accidentes para suministrar al pensamiento un nuevo recurso. Todo el mundo sabe que el adverbio es un antiguo adjetivo ó sustantivo procedente de los cuadros reguares de la declinación. Asl:primum, ceterum, potiuB, son antiguos acusativos; crebro, sUb,ito, vulgo, son antiguos ablativos. Pero, ¿de dónde proceden los adverbios en e, como pulchre, recte' Eso es lo que hasta ahora no se ha investigado bastante. Ellatin solla cambiar de declinación sus sustantivos, ó adjetivos, cuando recibian un prefijo ó entraban en un compuesto. Animus hace exanimis, fama hace in/amis, clivus hace proclivis, poena hace impuniB, y asi sucesivamente. El ablativo de estas palabras en il era eid ó e. En una época en que la lengua latina no se habia fijado aún, cabia, pues, elegir entre infirm1/,s ó infirmis, praeclarus ó praeclaris, cuyo ablativo era infirmo ó infirme, praeclaro ó prae¿lare. El uso no dejó de sacar partido de esta doble forma: dió la preferencia á la forma en e que se destacaba mejor de la declinación ordinaria. No sólo se prefirió esta forma para el adverbio, sino que se generalizó; de modo que se tuvo también firme, clareo El oseo amprufid, que corresponde allat~n improbe, es un testimonio que no permite ninguna duda sobre ese origen. La lengua latina entró asl en posesión de una desinencia propiamente adverbial, de que hizo, como se sabe, el más amplio uso (1). (1) Véase Mém. Soco ling'J VlI. 188.
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Una observación de una naturaleza algo diferente se nos presenta aqul. Acabamos de citar dos 6 tres ejemplos de las adquisiciones hechas por nuestras lenguas (1). Son, seguramente, preciosas é importantes. Sin embargo, por útiles que sean, no Se acercan, ni en valor, ni en número, á las adquisiciones capitalizadas anteriormente; es decir, á ese aparato gramatical que constituye el fondo común de las lenguas indo-europeas, y que era ya cosa antigua y perfectamente fijada en la época en que aparecen por primera vez el sánscrito, el griego, ellatin, el germánico, el eslavo y el céltico. Con eso se tiene, si no me engafio, un medio de medir con la mirada la antigüedad de las lenguas indo-europeas. Por antigüedad de las lenguas indo-Quropeas no entiendo la antigüedad de una raza, cosa dificil de concebir y de comprender, sino la antigüedad de una civilización. Para que una gramática y un sistema morfológico alcancen el grado de unidad y de fijeza que registramos desde un principio en las lenguas arias, se necesita cierta perpetuidad en la tradición. Esa perpetuidad supone, si no una literatura, al menos fórmulas, cantos, textos sagrados transmitidos de edad en edad. Como no hay ninguna razón para suponer que las cosas hayan seguido en esos antiguos tiempos una marcha más acelerada, eso nos permite estimar grosso modo la extensión del pasado. Se acaba de ver el tiem(1) Se podrla citar también, en las lenguas eslavas, la creación del (género animado., que descansa en una distinción morfológica entre los sustantivos que designan los seres dotados de vida y los que no la tienen. Esa distinción vino con el tiempo y gracias á un puro accidente de la lengna. Véase el trabajo de A. Meillet, en la Bibliothéque de t' Ecote des hautes études.
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po que se ha necesitado para que cada una de nuestras lenguas tenga un infinitivo, una pasiva y desinencias adverbiales. Y aun la elección no es cosa definitivamente resuelta sino después de largos siglos. Por otra parte, la adquisición de instrumentos nuevos, como el articulo y los verbos auxiliares, no ha exigido menos tiempo. Debemos, pues, conceder para el perlodo anterior, harto más importante, un número de siglos por lo menos equivalente. Puesto que la duración histórica que podemos abarcar con la mirada, desde los primeros cantos védicos hasta nuestros dJas, comprende unos tres mil afios, no es excesivo seguramente pedir otrQs tres mil afios para el periodo ~nte rior. N o se ha necesitado menos para fundar la separación del nombre y del verbo, para estab~ecer la conjugación y la declinación, para descargarlas de las partes inútiles, para crear el mecanismo de lk for"mación de los nombres, para constituir, alIado de la declinación sustantiva, una declinación pronominal, para dejar á la analogía asentar el comienzo de su imperio, para echar, en fin, los cimientos de la sintaxís. Si se admite para el pasado la medida de tiempo que suministra la observación de las épocas modernas, seis mil afios son el mínimum en que puede, calcularse el período de civiliza.ción representado por nuestra familia de lenguas.
CAPITULO VIII EXTINCIÓN DE LAS FORMAS INÚTILES
Dificultad d~ este estudio.-Formall superabundantes producidas por el mecanismo gramatical.-Ventajas de la extinci6n.-¿Hay formas fatalmente oondenadas á desaparecer?
La extinción de las formas inútiles debe entenderse, no sólo de las que, habiendo existido durante un tiempo más ó menos largo, quedan fuera de uso, sino también de las formas que, teniendo virtualmente derechos á la existencia, no se han realizado nunca. Se comprende que éste sea el reino de la hipótesis.- Sin embargo, esta especie de infanticidio verbal tiene su puesto en la historia del lenguaje. A considerar las cOl:las como simples estudios, se creerla inevitable el exceso de producción. Si el griego siguiese al través de todos los tiempos y de todos los modos los tres verbos Ad11:w, A[11:W y AI(.L11:cívw, que significan igualmente «abandonar~, Ó los tres verbos ~[~1l(J.I, !h['tiW y !3áaxw, que significan igualmente «marchar~, se tendrIa una abundancia de formas que abrumarla el esplritu. Pero todo el mundo sabe que no hay nada de eso: la sabidurla semiconsciente que preside á la elaboración del lenguaje cercena las formas inútiles. Lo que no sirve se suprime. De ahI las conjugaciones mixtas. De ahl paradigmas como h!11:w, OI11:0V; !3a1vw, 16Tjv; AavOávw, UaOOIl.
Aunque mixtas, esas conjugaciones no dejan de ser regulares. Como está en la naturaleza del esplritu po-
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pular proceder con orden, lleva el orden también á sus segregaciones. El aoristo segundo heredó siempre las formas·más cortas, en tanto que el presente conservó, por lo común, lo que quedaba de las formas más desenvueltas. El juego de la conjugación griega se debe, pues, á una sucesión de llenos y de vacios. No es que no queden aún riquezas inútiles. El sánscrito tiene hasta siete formaciones distintas del pretérito. Ciertos verbos griegos poseen dos aoristos, dos futuros, dos perfectos. Pero, á medida que las lenguas avanzan en edad, se desembarazan de sus superfluidades. La fluctuación que permite á la lengua homérica elegir entre tres. ó cuatro formas no· existe ya en el griego de Luciano (1). La extinción de las formas inútiles va tan lejos, que reune verbo:! diferentes en una sola y misma conjugación: fero, tuli; bP2lol, ET80\l; U)'w, ETTCOV, EYp'l\XCZ; yo voy, yo tul, yo iré. Nuestras gramáticas los presentan como verbos defectivos que se han completado recíprocamente; mas, para que se ajusten tan bien, ha sido necesario segregar primero todas las partes repetidas (2).
La supresión de ciertas voces permite OpOSIcIones más acentuadas. El femeni,no de eVI1\p era cX\lE!PCZ, que (1) Se ha supuesto, por otra parte, no sin verosimilitud, que la fluctuación de la lengua homérica serla menor si no hubieBe mezcla de diversas versiones de los textos (2) A veces la invención de un procedimiento muy sencillo entrega Ii la inteligencia popular más forP18i1 de las que puede utilizar. De ese número es el empleo de los verbos auxiliares, El dla en que se empezó á decir impruntatum habeo se inaugur6 un mecanismo más rico de lo que se crela y cuyos productos no han podido recibir siempre una aplicación determinada.
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subsiste en composición; pero, como palabra simple, ha desaparecido, dejando el puesto á ¡uv'¡. En alemán la oposición de Mann y Fraa es debida á la supresión del masculino Fro (1). En francés habla. un masculino dame (2), que ya no se emplea, pero que ha subsistido durante mucho tiempo en dame-Diea. A veces la supresión se verifica de otro modo. Rex. podla d8ol' un adjetivo reginas, como se tiene divinas. Pero, habiendo sido descartado ese masculino, quedó el par: rex regina (3). Cuando la lengua dispone de dos términos correlativos, como 'lt6~; 't6ao~, 'ItOt'~, 'tOt'~, como qaantas, tantas, caalis, talis, la supresión del-uno debe tener por. consecuencia el cambio de sentido del superviviente. Es lo que sucedió en latin con totas, que suponla un correlativo qaotas (4). Se debió decir en un principio: tota teTra, qaota esto Se ve asl cómo la lengua,latina, por vla de supresión, adquirió una palabra que significa ctodo~. Cosa análoga pasó en griego. A '2t~ debla responder en un principio un pronombre 't~. Esa clase de supresiones no son pérdidas; al contrario, la lengua gana con eso en rapidez y en energla. M~sculfno
que se encuentra aún en Frol1hof, «corte se«derecho sefioriab, Fronleichnam, «cnerpo de Duestro Sefior». (2) De donde vidame (vice dominus). (3) Estas especies de claros hechos en el vocabulario (alguDOS bastante recientemente) son más visibles aún en ciertos Dombres de animales, como toro y vaca. (4) No se confunda con quótus, derivado del nombre de número, quót. (1)
tl.orial~,·Fronrecht.
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Cabe juzgar los idiomas tanto por lo que pasan en silencio como por lo que expresan. Observando otras familias, se ve que los que echaron los cimientos de la gramática indo· europea fueron relativamente moderados. La declinación parece no haber tenido nunca' más que un número de casos bastante reducido. La conjugación, aunque más exuberante, no alcanzó, sin embargo, los desarrollos que en otras partes vemos. No marca el género; no distingue entre la acción momentáneay la acción continua; se guardó dEdas vanas distinciones honoríficas; no trató de encerrar demasiadas cosas en una misma palabra (1). _Nuestras lenguas, en general, se han abstenido de marcar muchas vanas distinciones que, no yendo al fondo de las cosas, son como un gasto frlvolo de inteligencia. En japonés, por ejemplo, cambian las palabras según se cuentan cuadrúpedos ó peces, días ó medidas, de longitud. En vascuence hay una conjngación ceremonial (2). Así como hay profundas diferencias en el arte de los diversos pueblos, complaciéndose 108 unos en los pormenores, mientras otros abarcan la naturaleza en sus lineas generales, puede haber también en el lenguaje superfluidad embarazosa. La extinción de las formas inútiles, ya las deje perecer por el abandono una razón más madura, ya las ataje la inteligencia antes de su copcepción, tiene, pue8, su papel necesario. (1) Dice, por ejemplo, en una sola palabra: 'law¡.l.cu, «yo me .coloco., 'la'tClaal, «tú te colocas», 'la'tCl'tCll, «él se coloca». Pero no ha tratado de decir en una sola palabra: eyo te coloco» 6 «él meeoloca•. (2)Sayee: Introduclion to the science 01 language, 1, 206 (3." odie.)
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Es interesante ver cómo, estando representada una misma idea por dos t6rminos sinónimos, la lengua. se desembaraza de uno de los dos, pero no tan completamente que no subsistan algunas huellas. El nombre del viejo ea rlpwv en griego, senex en latin; los dos términoscoexistlan el uno al lado del otro en un perIodo anterior, y vemos en sánscrito alIado de garan, que corresponde exactamente á r'pwv, la palabra sanas, cviejo», que es della familia de senex. El griego hizo su elección; ellatin lo-mismo; pero hicieron elección diferente. Sin embargo, el griego dice 'aún ~- tipXClI (por oposición á vial) para desjgnar á los magistrados salientes; dice también l'vOt xcz¡mol para designar los frutos del afio anterior. La lengua polltica y la lengua de la agricultura han conservado, pues, excepcionalmente el sinónimo caldo en desuso. Ellatin, á su ve-z, para designar un hombre gastado por la. edad, dice ae-ger (por aevi-ger), compuesto cuya segunda parte es la ralz de rÉflCllv (1). La composición salvó aqul el Idnónimo sacrifica.do. Eso no sirve sino para ver más claramente el arreglo hecho en las dos lenguas. Habiendo expresado ellatin la idea de oir por la lo~ cución perifrástica audiTe, que significa propiamente crecoger en la oreja (2)-, el antiguo verbo cluo se hacIa ya inútil y debla. desa.parecer. Pero lo que prueba que existió en un tiempo mt\s lejano, es el sustantivo eliens (compárese con el alemán der GehOrige). (1) En sáoscrito gar, «gastarse, envejecer». El participio gema se dice, por ejemplo, de vestidos usados.-La contracci6n del primer miembro es la misma que en ae-tas (por aevitas), ae-ternus (por aevi-ternus). (2) De a-us (griego o~), coreja», y dio (d_ con-dio), ccolocan. 8e puede unir el sinónimo aus-cultare.
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¿Hay extinciones de palabras ó de formas que sean impuestas por la fonética? Se ha sostenido muchás veces. Pero, cuando vemos lo poco que se'detiene el instinto popular para salvar lo que no quiere perder, llegamos á poner en duda esa supuesta necesidad. Si habia alguna palabra expuesta á desaparecer en el tránsito del la Un al francés, era la palabra avis. Y, no obstante, véase con qué facilidad se ha mantenido y multiplicado, bajo las formas oiseau (avicellus), oie (avica, auca), oison (aucio). Si se trata de un verbo, el frecuentativo viene á tomar el puesto de la forma simple: á premere, á pellere, les hubiese costado trabajo hacerse admitir en francés; pero decimos presser, pousser. El verbo fiare daba poca cosa; pero se han tomado los compuestos como su/fiare, csoufler., confia"e, cgonfler •. Parece que ellatin hubiese podido verse en un apuro para distinguir ciertos homónimos. Habia dos verbos luere, el uno con la significación de clavar., y el otro de un sentido opuesto, puesto que queria decir cmanchar- (lues, cla mancha-). Pero la lengua evitó sin dificultad el equivoco, por medio del compuesto polluere, que tomó por su cuenta el sentido del verbo simple. Aqu1 aún, como en todas las leyes que hemos estudiado en esta primera parte, vemos en acción un pensamiento inteligente, no una necesidad ciega. Dondequiera que fijamos los -ojos con atención, vemos desvanecerse esa supuesta fatalidad que seria, según se dice, la ley del lenguaje. Las leyes fónicas no reinan sin restricción; distan t3.nto de poder destruir una palabra indispensable, ó simplemente útil, como de poder salvar una palabra superflua.
SEGUNDA PARTE C6MO SE HA FIJADO EL SENTIDO DE LAS PALABRAS
CAPITULO IX LAS SUPUESTAS TENDENCIAS DE LAS PALABRAS
De d6nde procede la «tendencia peyorativa.• -La dendencia á debilitarse•. -Otras tendencias no menos imaginarias.
En esta segunda parte nos proponemos examinar qué causas .llevan á las palabras, una vez creadas y provistas de cierto sentido, á estrechar ese sentido, á extenderle, á transportarle de un orden de ideas á otro, á elevarle ó rebajarle en dignidad; en resumen: á cambiarle. Esta segunda parte es la que constituye propiamente la Semdntica, ó ciencia de las significaciones. Una ilusión contra la cual parece ociosa toda advertencia, y que, sin embargo, es frecuente, y hasta se cubre en ocasiones con una apariencia científica, es el error que se puede resumir bajo el nombre de tendencias de las palabras. Nada es más quimérico en el fondo. ¿Cómo podrían tener tendencias las palabras? Sin embargo, oimos hablar de tendencia cpeyorativa»
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de tendencia á debilitarse, etc. Un filólogo eminente ha publicado un trabajo, muy instructivo por lo demás, que se titula: Ein pessimistischer Zug in der Entwicklung der Wortbedeutungen (1). Otro escritor, Mr. Abel, en una memoria sobre ,los verbos ingleses que expresan una idea de mando, dice que to command tiene una tendencia á descender, pero que se inclina, no obstante, en el buen sentido. Hay que incluir esas tendencias entre las «fuerzas. de que poblaba la naturaleza la ciencia de la Edad Media. Equivaldria á tomar al pie de la letra la afirmación de nuestros economistas de que el metal plata tien,e una tendencia á bajar constantemente de valor. La supuesta tendencia «peyorativa» (2) es consecuencia de una disposición muy humana que nos lleva á velar, á atenuar, á disfrazar las ideas enojosas, ofensivas ó repulsivas .. Aulo Gelio advierte que antiguamente la palabra periculum podla tomarse en buen sentido; y, en efecto, significa literalmente «experien· cia. (3). Si ha llegado á un sentido desagradable, es por efecto de un puro eufemismo; nosotros decimos igualmente de un ejército 'en derrota que ha sido eprouvée (<<probado.). Valetudo significa «salud., pero ha llegado á designar lo contrario, como cuando decimos: «con licencia por causa de salud •. -Decir de un hombre que miente es cosa grave; preferimos hablar de su imaginación. Es lo que expresaba en un principio el verbo mentiri, formado de mens, como partiri de pars, Ó 80rtiri de sors.-El alemán List, (1) Reinhold Bechstein en la Germania de Pfeiffer, t. VIII. (2) Esta palabra no debe mirarse realmente como un neologismo, puesto qu.e en nuestro idioma existe la voz anUcllada peyorClr (empeorar).-{N. del T.) (3) De la misma familia de palabras que ha dado experiri, peritus.
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eastuto-, empezó por ser un sinónimo de Kunst, esaber, habilidad- (1). Se decIa Gottes List, cla sabiduria de Dios-.-El inglés silly, que quiere deeir ctonto_, responde al anglo-sajón saelig, al alemán selig, y significaba originariamente cdichoso, tranquilo, inofensivo- (2). Se podrían multiplicar indefipidamente los ejemplos. No hay ah! otra cosa que una necesidad de guardar miramientos, una precaución para no herir:precaución sincera ó fingida, y que no sirve mucho tiempo, porque el oyente va á. buscar la cosa detrás de la palabra, y no tarda. en identificarlas. , La. supuesta tendencia peyorativa reconoce aún otra causa. Está en la. naturaleza de la malicia humana el complacerse en buscar un vicio ó un defecto detrás de una cualidad. Nosotros poseemos en francés el adjetivo p1'ude, que tenia en otro tiempo una. bella. y noble acepción, puesto que es ,el femenino de p1'eux, chaza6.oso-. Pero el ingenio de los cuentistas (quizá. también algún rencor contra virtudes demasiado altaneras) desvió ese adjetivo hacia el sentido equivoco que hoy tiene (cgazmo6.o, mojigato-). Las palabras que se refieren á las relaciones de los dos sexos son de las más expuestas á cambios de esta índole. Se recuerda la noble significación que tienen todavía en Corneille el nombre de amant y el de maft1'e&se. Luego han venido á menos, como el alemán Buhle. Hay que ver aquí el inevitable resultado de una falsa delicadeza: al dar nombres honestos á. las cosas que no lo son, se deshonra los nombres honestos. En alto alemán medio Minne designa los afectos del (1) Del gótico leisan, «saben. (2) El alemán albern, dontQ:\~. corresponde al antiguo alto alemlin alawdr, «bueno, amistoso'_ De igual manera simple en francés, einf(J},tig en alemlin_
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alma de una manera general: el recuerdo, la amistad, el amor y hasta el amor de Dios. Pero hacia fines del siglo xv la palabra debió ser desterrada del idioma como contraria á la decencia, y no ha vuelto á rehabilitarse hasta nuestros dlas, después 4e un largo reposo, gracias á los estudios sobre la Edad Media. Frente á esta supuesta tendencia peyorativa ha-· brla que poner, para ser justos, una tendencia _meliorativa~. La cortesía tiene refinamientos singulares, el afecto usa rodeos curiosos que hacen que términos de significación desfavorable. hayan pérdido lo que tenían de ingratos. La amistad, como si anduviese pobre de adjetivos apropiados, cambia la censura en elogio y hace de la reconvención una alabanza más sabrosa. El italiano vezzoso (vicioso) se define -che ha in se una certa grazia e piacevolezzalO. - El inglés smart (el mismo que en alemán hadado Schme1'z) se ha hecho sinónimo de _vi vo, agudo, ingenioso •. - El lector francés sabrá encontrar ejemplos en nuestra lengua. En cuanto á la pérdida de energía de las palabras, dimana de otro hecho no menos común: la exageración: Afftigé significaba en su origen -aplastado, destrozado por el dolor~ ; ha perdido mucho, empleándose extemporáneamente. - Abfme1' (-abismar.) ha tenido en francés la misma suerte que en latin fatigo, el cual empezó por poseer un sentido muy noble y muy vigoroso (1). Gdter, meu1't1'i1', géne1', tOU1'men(1) Virgilio le emplea hablando de las persecuciones de los dioses: Áspera Juno Quae mare nunc terrasque metu coelumque (atigat.
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'er (1), SOl! ejemplos del mismo género. -En inglés, estar anxious to see you quiere decir simplemente que se desea veros.-En griego moderno, xáfl-\lW, cfatigarse~, ha pasado á ser el término ordinario que significa chacer~ ; x&p.KU fl-o! Tf¡v XciptV, chacedme el fa vor~. Como se ve por el último ejemplo, la atenuación va acompafiada á menudo de una especie de decoloración, debida á que la palabra se emplea en toda especie de agrupaciones y de asociaciones. El adverbio alemán sehr (que deberla escribirse s€r) significa ccruelmente~ (2). Se decia: er ist sehr leidend, ,ehr betrilbt. Pero la decoloración ha sido tal, que se ha acabado por decir: er ist sehr brav, sehr {roh.
El que se atiene á la etimologla, sin tener en cuenta la atenuación del sentido, puede caer en extrafios errores. ¿Qué no se ha escrito sobre el Compelle intra'fe del Evangelio? Estas palabras son la traducción del griego livá.yxcraov dG'EAOETy, cinvitalos á eritrar~ (3). No hay abi ninguna coacción. Ellatin invitare, que expresa la misma idea, es un derivado de invitus. Empezó por significar -hacer violencia~. Pero un exceso de cortesia llevó á emplearle en ocasiones que, desde la época de Cicerón, le condujeron al sentido de cinvitar~. Está emparentado con fatisco. Fessus, que es de la misma familia, ha perdido también mucho de su energla. (1) Ya en latin: Ne torseris te (Plinio el Joven, IX, 21). (2) Versehren. "asoLu)), unveTlehrt, Ino herido», son de la misma familia. El jefe de la familia es el antiguo alto alemán s(!r, "dolor», (3) Lue., XIV, 23.
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El verbo alemán nothen ó nothigen es un ejemplo del mismo hecho.
Otra tendencia, que no es menos quimérico atribuir al lenguaje, en vez de buscar su causa en los hechos de la historia, es la tendencia á la nivelación. Herr, en alemán, era un titulo reservado á los nobles: es el comparativo de un antiguo adjetivo que significaba celevado- (1). La Cámara de los senores se llama aún en BerBn das Herren Háus. Pero este titulo no es más magnifico hoy que en francés el de Monsieu7. Hay decad~ncias que pueden alcanzar hasta á los pronombres. Er y sie, después de haber sido fórmulas de cortesía, como ella en italiano, han descendido de su categoría, porque un refinamiento de obsequiosidad, para subir un grado, las ha sustituido con el pronombre plural (2). La propensión á generalizar lo que tenía al principio una extensión restringida da cuenta de algunos hechos que á primera vista desorientan. Oliente, en latin, quería decir cel que obedece, el servidor-. Un patricio de Roma tenía clientes. La palabra designó despué~ al que, llamado ante el tribunal, invocaba la protección de un patrono para defenderle. Pero el sen· tido de esta expresión ha acabado ,por falsearse entre los modernos, al pasar á labios del médico y el negociante, porque es contrario á la etimología dar el nombre de cobediente- al que pide, encarga ó manda.
(1) Para ios villanos se empleaba Meister. Ejemplos: Herr Hartmann von Aue, Meister Gottfried von Strassburg. (2) Véase, en el Dicoionario de Grimm, la palabra ero
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En nuestras sociedades modernas el sentido de los vocablos se modifica con más rapidez que en la antigüedad y aun entre las generaciones que nos han.precedido inmediatamente. Hay que ver en esto una consecuencia de la guerra de los partidos, de la mezcla de las clases, de la lucha de los intereses y de las opiniones, de la diversidad de las aspiraciones y de los gus:... tos. No hay sino pensar en el grado de des~én á que llega entre nosotros. el término de bourgeois, tan rOespetado en otro tiempo; es tal que la lite~atura de nuestros vecinos del Este, para dar' la misma nota de depreciación, usa la palabra francesa, dejando á Bü1'ger su valor primitivo. Otra causa de aceleración dimana de la producción industrial. Los pensadores y los filósofos tienen el privilegio de crear palabras nuevas que impresionan por su amplitud y por el aspecto ~ient!fico de su contextura. Esas mismas palabras pasan después al vocabulario de la critica, y hallan acceso de ese modo entre los artistas; pero, una vez admitidas en el taller del pintor ó del escultor, no tardan en salir de él para difundirse en el mundo de la industria y del come'rcio, que las usa sin medida ni escrúpulo. As! es como en un tiempo relativamente corto el vocabulario de la metafisica va A alimentar el lenguaje del reclamo. La lengua, como se ve, sufre de muchos modos las fluctuaciones del exterior. Pero, ademAs de esas causas extrfnsecas, hay cambios que se explican por la naturaleza misma del lenguaje; vamos á procurar darlos A conocer.
CAPITULO X LA. RESTRICCIÓN DEL SENTIDO
Por qué las p~labra9 son desproporcionadas necesariamente con las cosas.-Oómo corrige la inteligencia esa desproporción.
Un hecho que domina toda la materia es que nuestras lenguas, por una necesidad cuyas razones van á verse, están condenada.s á una perpetua falta de proporción entre la palabra y la cosa. La expresión es, ya demasiado amplia, ya demasiado estrecha. Nosotros no nos damos cuenta de esa falta de exactitud, porque la expresión, para el que habla, se aj usta de suyo á la cosa, gracias al conjunto de las circunstancias, gracias al lugar, al momento, á la intención visible del discurso, y porque en el oyente, que entra por una mitad en todo lenguaje, la atención, yendo derecha al pensamiento, sin detenerse en el alcance literal del vocablo, le restringe ó le extiende según la intención del que habla. Como los hechos de restricción son los más frecuentes, los examinaremos en primer lugar. Para designar el techo de la casa los latinos -tenían la palabra teg·men, formada de un verbo, tegere, ccubrir,., y de un sufijo, men, que sirve para marca r el instrumento. Pero tegmen convenfa también y se em-
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pleó igualmente para denotar el abrigo proporcionado por un árbol, una coraza ó cualquier especie de cubierta ó envoltura. Si, en vez de tegmen, recurro á tectum, encuentro una palabra más restringida. ya por el uso, pero que ofrece próximamente la misma combinación del verbo y de un sufijo. Tec-tum es todo lo que está cubierto; por consiguiente, el techo de una habitación, la bóveda de una caverna, el baldaquino de una cama, lo mismo que la techumbre de una casa. Hay que descender hasta el francés toit para. encontrar al fin la palabra bastante restringida por el uso, y afiadamos bastante difIcil de reconocer por la forma, para convenir única y especialmente á la cubierta de una casa. Ya por este primer ejemplo cabe entrever cuál es la. causa de la desproporción entre el nombre y la cosa. Proviene de que el verbo es la parte ,esencial y capital de nuestras lenguas, la que sirve para hacer sustantivoR y adjetivos. Ahora, el verbo, por naturaleza, tiene una significación general, puesto que denota. una acción considerada en si misma, sin otra determinación de ninguna especie. Combinado ese verbo con un sufijo, se puede sin duda as.ociar la' idea verbal á un ser que obra ó á un objeto que sufre la acción, ó á un objeto que es producto ó ins"trumento de la acción j pero, conservando esa acción su significación general, el sustantivo ó el adjetivo as! formado tendrá también un sentido genera.l. Será forzoso limitarle por el uso (1). (1) Para las palabras mis antiguas serIa mlis justo deoir raú tlerbal. en lugar de verbo. (2) De fela, detal). Se sabe qne la misma ralz fe} «amamantar., ha dado filius. 7
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De esa condición fundamental de nuestras lenguas procede la cantidad enorme de palabras de significación general que han adquirido un sentido especial con el tiempo. A medida que una palabra se restringe, el lenguaje se halla obligado á recurrir por segunda, por tercera, por cuarta vez, al mismo verbo. Asi, al lado de tegmen, tenemostegmentum, tectura, tegumentum, tectorium, teges, toga, palabras todas de sentido general, reducidas después á cierta categoria de objetos.
Habia en latin un sustantivo felis ó {eles que significaba .180 hembra •. Ese nombre convenia á la hembra de todos los animales; por lo menos, de todos los animales mamiferos (2). Pero poco á poco ha venido á designar solamente la hembra del gato, yen el sentido de cgata. ha llegado á nosotros. ¿Cómo se explica esta restricción? Los antiguos, á quienes no se hablan ocultado los hechos de esta lndole, querian ver en ellos el efecto de una elección, de una preferencia (u't' E(oX,,!\v). Pero las cosas, en realidad, son más sencillas. No ha habido elección, ó, por lo menos, la elección se ha hecho de suyo. Cuando los griegos de hoy llaman al caballo !).oyov, eso no quiere decir que el caballo, como se ha interpreta,do, sea el animal por excelencia, menos aún «que no le falte más que hablar-, sino que el jinete, hablando de su montura, se ha acostumbrado á decir «el anima1-. Cada. oficio, cada condición, cada género de vida contribuye á esa. restricción de las voces, que es uno de los aspectos más instructivos d€! la semántica. En Roma el heno se designaba con el término más general fenum, «el producto ... Para el campesino griego los
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ganados se llamaban 'td: X~, «los bienes-o En griego, emprendedor se decía 'ltEIpc1'tt\~1 del verbo mtpdll), «intentar, emprender.; pero, si consultamos el uso de la lengua, vemos que se trata de una sola especie de empresa, del latrocinio en el mar, de la piratería.
Estos géneros de restricciones son tanto más variados cuanto más adelantada es la civilización de un país: cada clase de población tiende A utilizar para su uso los términos generales de la lengua, y después se los restituye con ]80 marca de sus ideas, de sus ocupaciones particulares. Así, la palabra species, que designa de la manera más general la especie, fué empleada por los drogueros de la Edad Media para las cuatro especies de ingredientes en que comerciaban (azafrán, clavo, canela, nuez moscada); de modo que, cuando el vocablo volvió á la lengua común, se habia. convertido en nuestras épices (<<especies.). Seria fácil multiplicar estos ejemplos. Se conocen los cortes con que separan los diccionarios losdiferentes sentidos de una misma palabra. Las más de las veces se trata de una palabra general cuyo sentido se ha diversificado por restricción.
Al emplear esas palabras na.die piensa en la falta de proporción. Por el instante son bien adecuadas al objeto realmente. Si, por una causa cualquier-a, envejece la voz en todas sus acepciones, salvo una sola, pasa á las edades futuras con el valor único que la. queda, para el mayor asombro del etimólogo. La palabra alemana Getreide (en alto alemán medio getre. gede) es UIl' derivado del verbo tragen, «llevar., y po-
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dia decirse antiguamente de todo lo que se lleva, como el traje, el equipaje; se decia también de lo que lleva en si ó produce la tierra, especialmente del trigo, y en esta sola acepción sobrevive~ Cuanto más general es su significación, mejor se adapta el verbo á las diversas profesiones. Asi, facio, en la lengua de los templos, significa presentar una ofrenda, ofrecer una vlctima. De ahi locuciones como lacef'e catuZo, lacere tUf'e, -sacrificar un perro, ofrecer incienso- .-Ese mismo verbo facio, en la lengua polltica, se aplica 1\ la acción combinada. de un partido para alcanzar un fin (1). Se ha encontrado en los muros de Pompeya que, como se sabe, fué sepultada en pleno periodo electoral, una porción de inscripciones con este imperativo: Caupones, {acite ... Pomari, ladte ... Lagnari, lacite ... Unguentaridacite ... Lo que quiere decir: -¡·Entendeosl ¡Uniosl. Se comprende desde entonces el sentido de la palabra factio. Lo que caracteriz& 1\ la facción es el lazo, es el pacto que liga entre si 1\ todos los adictos (2). Adulterare es un compuesto de alterare: tenia casI el mismo sentido.· Se decia adulterare colores, -cambiar los colores.-, adulterare nu",mos, -falsifica.r las mon~das., adulterlJ1'e jus, -falsear el derecho». Pero, como ·se ha dicho también adulterare matrimonium, salló de aqul un sentido especial que ha pasado á los derivados adulterium y aduleer. (1) Cicer6n esmbe qué todos los hombres de reputaei6n perdida le agrupan alrededor de César: omnes damnatoB, omnes ignominia affect9B illac facere.- Véue también la 10onci6n: Tecum facio (hago causa común contigo) • . (2) Entendido en este sentido, lo contrario de talio es deficio. Lo que menol perdona una facci6n 6 parüdo el la defeceWR de uuo de 101 IU10I.
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Se debe ver cuán indispensable es que nuestro conocimiento de una lengua se apoye en la historia. Sólo la historia puede dar á las palabras el grado de precisión de que necesitamos para comprenderlas bien. Supóngase, por ejemplo, que, para conocer las magistraturas romanas, no poseemos otro recurso que la etimologia. Tendremos: el que va delante (praetor), el hombre de la tribu (tribunusJ, y as! sucesivamente. Estas palabras no se aclaran, no adquieren un sentido preciso más que, gracias al recuerdo que tenemos de ellas, por haberla visto en los relatos de los historiadores, en los discursos de los oradores, en las fórmulas de 101! magistrados. Al mismo tiempo que explica estas voces, la historia introduce en ellas una porción de nociones accesorias que no son aprobadas. Obra á la manera de un cristal que, condensando"las imágenes, las hace más precisas. Pero hay l~ diferencia de que el mejor microscopio no nos puede hacer ver en los objetos otra cosa que lo que contienen, mientras que en palabras como tribunu8, con,ul, creemos percibir una porción de ideas que no contienen, y que sólo se encuentran en nuestro recuerdo. La restricción del sentido ofrece particular interés cuando se apli~a á las palabras de la vida moral. Citaré uno ó dos ejemplos, sacados de las lenguas germánicas. En alemán, el sustantivo Muth no se usa ya apenas más que en el sentido de «valor.; pero basta ver algunos derivados y compuestos, y fijarse en algunas locuciones, para descubrir el sentido de alma y de inteligencia, que en otro tiempo tenia. G1-oSBmuth, «generosidad»; Hochmuth, «orgullo»; Unmuth, «descontento»; Uebermuth, «presunción»; anmuthen, «pretender»; einmüthig, «unánimemente»; Gemüth, «alma». Wie ¡st
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es dir zu Muthe, .,¿en qué disposiciones estás?- Muthmaassen, "conjetura.r-. Siu duda por haber figurado en compuestos como Rittersmuth, Mannesmuth, es por lo que la palabra se ha restringido al sentido de. valen tia. La significación general se ha conservado en el inglés mood, .,humor, disposición- (1). De igual manera, Witz apenas se toma ya má.s que en el sentido muy particular de agudeza. Pero este término tenia antiguamente una significación muy elevada: expresaba el saber ó la sabiduria (del verbo wissen). No es menester ir muy lejos para descubrir las huellas de esta antigua acepción: se trasluce en Aberwitz, Vorwitz, Wahnwitz, y en el verbo witzigen, .,volver juicioso-. Aqui aun el inglés ha permanecido más arcaico: wit, .,inteligencia-. El motivo de estas restricciones puede ofrecer ma.teria, en cada caso, para una investigación interesante. A veces, se trata de un sinónimo que adquiere extensión, y reduce proporcionalmente el dominio de su colega. Otras veces se trata de un acontecimiento histórico que viene á modificar y á renovar el vocabulario. AsI, la palabra Busse, que queda decir .reparación- (en la acepción propia y en la figl1rada), ha adquirido, con el cristianismo, el sentido de .penitencia-; una vez impreso el sello religioso, todos los demás empleos han caldo en desuso (2).
Además de las restricciones de sentido de que ofre(1) Hay que notar el cambio de género que se ha efectuado en algunos de estos compuestos alemanes: die Sonftmut.h, die W .. hmuf.h. Muth era neutro eo el origen. (2) Se dice, sin embargo, LückenbÜ.<sfr. «suplefaltas». Existe en Brcslau una Alt~ üsserstros.\e, (calle de los remendones•. Cauer, Programa del gimnasio de Hamm, 1870.
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ce la lengua evidente y permanente testimonio, en el habla de cada uno se hacen aplicaciones perpetuas del mismo principio, pero que no dejen huella duradera, porque varian según el tiempo yel lugar. Alle'l' ti la ville, .. ir á la ciudad., es una frase familiar á todos los campesinos, pero que debe traducirse, según la región, por un nombre diferente. Puede suceder que los acontecimientos de la historia arranquen una de esas expresiones del medio limitado en .que tenia su puesto para lanzarla á la circulación general. Urbs era el nombre de la ciudad de Roma para los C8ID:pesinos del Latium y de la Sabinia. Pero las legiones romanas, llevando la palabra consigo, la hicieron familiar á todo el mundo antiguo: para el galo, para el espafiol como para el africano ó el sirio, U'I'bs fué el nombre que designaba la ciudad de las ~iete colinas. La restricción del sentido ha causado en todo tiempo el asombro de los etim910gos. Se conocen las observaciones y objeciones de Quintiliano respecto d~ homo: .. ¿Creeremos (dice) que homo viene de humus, porque el hombre ha. nacido de la tierra, como si todos los animales no tuviesen el mismo origen (1)? Es muy cierto, sin embargo, que homines significa .. los habitantes de la tierra •. Era una manera de oponerlos á los habitantes del cielo, Dii ó Supe'l'i. l1)
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CAPITULO XI AMPLIAC!ÓN DEL SENTIDO
Causas do la ampliaci6n delsentido.-LoB heohos de ampliaoi6n son otros tantos datos para la historia. - Son una consecuencia del progreso del pensamiento.
La ampliación del sentido es el reverso de lo que acabamos de observar. Puede causar sorpresa ver existir simultáneamente dos movimientos en sentido opuesto; pero hay que tener en cuenta que no es la mÍli;ma la causa de los dos. Mientras que la restricción dimana, como se ha visto, de las condiciones fundamentales del lenguaje, la ampliación tiene una causa externa: es resultado de los acontecimientos de la historia. Se aclarará esto con ejemplos. En Roma una hacienda sobre la. cual se habla tomado hipoteca se llamabapraedium. La palabra es un compuesto de vad~um, -prenda. (1), y de la pre~ posición prae. Pero, por una notable ampliación del sentido, toda propiedad rústica acabó por llamarse (1) Vadium era voz de!lusada en latín clásico. donde se sustHuía por t;adimonium, pero reapareci6 on el latín de la Edad Media; de ella hemos sacado nosotro!l el francés gage. El gótico ga-wadjan. el anglo ssjón weddian. de donde el inglés wcd y el alemán wD.tten, proceden, se 6ún creo. del latín. Loa términos jurídicos, resp~cto de los cuales importaba entenderse bien. pasaban de los romanos á los bárbaros.-Sobre esta familia de palabr&;, véase mi Diccionario etimol6glco latino, .oz VIU, vadi~.
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praedium. Probablemente la lengua juridica es la que hizo este cambio, porque 108 inmuebles dotales se llamaban praedia dotalia. EL carácter particular en cuya vista se ha dominado un objeto puede, pues, quedar en la sombra y hasta 01· vidarse enteramente. La palabra, en vez de designar sólo una categoría, llega á. designar la especie entera. El sustantivo francés gain, cganancia, provecho", atestigua la vida agrícola de nuestros ascendientes. Gagner (gaaignier) era apacentar; un gagnage era un pasto; el gaigneur era el labradori el gain (ga'in) era la. cosecha. De ello queda un testigo que no ha varia.do: es el re-gain, cel retoRo, la segunda hierba,.. En cuanto al simple gain, conforme se ha. complicado la. vida, ha extendido su significación: ha designado el producto obtenido por toda especie de trabajo y aun el que es adquirido sin trabajo. A la vida ágrícola pertenece igualmente .el latin pecunia, que designaba en un principio la riqueza en ganado, y que ha acabado por designar toda especie de riqueza. Lo que es menos conocido es que, en la Edad media, se efectuó el cambio inverso entre los celtas de la Gran BretaRa. Como se habia establecido una. transacción entre el sistema antiguo de cambio en especie y el sistema nuevo de cambio monetario, ciertos técnicos designaban alternativamente, ya una moneda, ya su equivalente en tierra. ó en ganado. En antiguo galés, 8cribl (latin 8crupulum) es una moneda¡ entre los galeses del siglo !..II, ysgrubl, tiene el sentido de ganado, animal de labor. En la Bretafia armoricana, el latfn solidus se ha trasformado en saout, que designa el ganado en general (1). Entre los anglo-sa(1) J. Loth, Revista de l!l historia de las religiones, 1896, artículo lIobre el derecho céltico de M. d'Arboia de Jabainville.
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jones, á la inversa, el antiguo feoh, «ganado», vino á designar una suma de dinero (1). Alternativas de riqueza y de empobrecimientos explican estos hechos, de que los contemporáneos no tienen conciencia. Importa al historiador observar esta clase de transformaciones del sentido: porque constituyen para él indicaciones tanto más seguras, cuanto que son involuntarias. No hay que trasladar estos hechos al capitulo de la metáfora. La metáfora es el reconocimiento instantáneo de una semejanza entre dos objetos. Aquf, al contrario, se trata de una lenta variación del sentido: el pueblo seguia empleando, sin darse cuenta, la palabra pecunia, cuando ya la fortuna del ciudadano romano no consistia en rebaños únicamente. Las ideas generales que ha adquirido la humanidad en el curso de los siglos no hubiesen podido recibirnombre sin esta ampliación del sentido. ¿Cómo se hubiera podido designar el tiempo y el espacio? El tiempo era originariamente «la temperatura, el ca· lor». La palabra es del mismo origen que tepor (2). Después se designó de este modo el tiempo (bueno ó malo) en general. En fin, se ha llegado á la idea. abstracta de la duración. El espacio era el lugar donde corren los carros (spatium, voz tomada del griego a-raotoy, dorio a~cioulv) (3). Para hablar de los caballos que se desvian de su carrera se usa el verbo ea:spatiari. Cicerón, queriendo decir que la elocuencia se ha extraviado, dice: Defte(1) Del inglés (ee, «recompensa. salario, honorarios~. (2) En sánscrito existe el nentro tapas, «calOr». La relación de tempu.~ y tepor es la misma que la de decus y decor, fulgur y fulgor. Ha quedado algo de la idea de la tomperatura en el verbo temperare. (3) V. Mém. Soco ling., VI, p. 3. Respecto de la snstitnción de la d por la t, compárese cotolleum=xOOWvtOY, citrulI=xiopo~.
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xit de spatio curriculoque majorum. Después la palabra adquirió el sentido general de extensión y de espacio.
El verbo es la parté del discurso 'que presenta los ejemplos más numerosos de ampliación. Una vez que la lengua, para designar un acto, ha elegido, de uno ó de otro n:odo, una expresión, no se tarda en olvidar la circur:stancia-á veces indiferente ó fortuita-que llevó á denominarle as1. ¿Quién piensa, al pronunciar el verbo brillt,1.r, en la piedra preciosa beryUus, de donde se sacó? Los que crearon el verbo plumbicare, de que el francés ha hecho plonger, cSllmergir., debieron perder de vista bien pronto el plomo que servia para cargar la red ó la sondalesa, y aplicaron la misma expresió& á todo lo que desciende, á todo lo que se va al fondo del agua. Está en la naturaleza del esplritu pro· ceder de esa manera, porque el acto en sl mismo, en calidad de impresióIi presente, se impone mucho más á la atención que la circunstancia ya lejana que nos llevó á nombrarle por primera vez. En Roma habla. un censo que se hacfa cada cinco afios, y á que acompafiaba una ceremonia religiosa, llamada .purificación.: lustrum, lustratio. Como en esa ocasión el magistrado y los sacerdotes recordan las filas del pueblo, el verbo lustrare adq~irió el sentido de crecorrer, pasar revista-o Virgilio pudo decir, pues, hablando del mar Ausonio que debe recorrer Eneas: Et salis Ausonii lUlltrandum navibus aequor. ,Pocos piensan, al decir que se hallan accabUs d'un malheur, accablés d'une nouvelle (cabrumado~ por .una desgracia, abrumados por una noticia-), que generalizan una expresión tomada de la guerra de sitio,
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que el sustantivo cadabalum, de donde ha salido caable, y de aqul accabler, se formó del griego M'I:®oA1\. «trastorno, ruina», Menos aún pensaban los romanos, cuando hablaban del esplendor del cialo ó de un triunfo espléndido, que el verbo splendeo debia su origen á un color enfermizo de la piel, A la morbidez de 180 tez (1),
La ampliación del sentido es frecuente sobre todo con las palabras compuestas. Después de haber unido dos términos para hacer de ellos un todo, no se consi· dera ya mb que el conjunto. Vindemia, por ejemplo, que contiene 180 palabra vinum, se aplica A otras cosechas que las del vino: vindemia olearum, mellis, turis. Parricidium, que es la muerte dada á un padre, se extendió, con ayuda. de la alteración fonética, á toda clase de crímenes, yeso hasta el punto de que ya los romanos buscaban etimologías bastante lejanas. Tocamos aquí á lo que las antiguas 'retóricas llamaban un abuso de lenguaje (catacresis). La. verdad es que la catacresis no existe más que en los primeros tiempos y para. el que se cifie á: la letra; para d común de los hombres esas expresiones no tardan en ser naturales y legitimas, As!: en sánscrito, una cuadra de caballos se llama a~va-goshtha, aunque goshtha sea un compuesto que contiene la pa.labra go, «vaca». Tenemos asimismo en Homero: Toa 'l:ptaxtAUU '{1t1tOI EAO~ xcÍ'ta: ¡JouxoAÉOV'l:O,
(1) ~ItA1\v, «el bazo»: un hombre enfermo del bazo estaba 'p!enidus (compárese con rabidus de rubies). Los antiguos colocaban en este órgano el asiento de la Ictericia.
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y el mismo abuso de lenguaje, bajo una forma un
poco diferente, se encuentra en este otro verso:
Asi como es justo recomendar e las metMoras conen cambio, tratándose de las palabras alejadas de su significación primera por un largo uso, y e~ las cuales no hay, por otra parte, metMora, sino ampliaCión de sentido, seria pueril poner trabas á su empleo por el recuerdo de su punto de partida. El progteso dellenguaje consiste en emanciparse de sus origenes sin violencia. No se hablarla, sise quisiese reducir todas las palabras al alcance exacto que t,,nlan en un comienzo. Arma2'e naves es una expresión consagrada; pero nos oculta una especie de abuso del lenguaje puesto que armare significaba ccubrirse la espalda- (2). Hay que dejar al lingüista la t~rea de buscar esos lejanos puntos de partida. La ampliación del sentido es un fenómeno normal, que debe tener su puesto en todos los pueblos de vida intensa y pensamiento activo. secuentes-~
(1) Porque en \3oUlt.OA~ y en bt~~6¡L()1'l le halla contenida la palabra !30~, «buey». (2) .Armus, «espalda., dió armare, de donde procede arma, que empezó por designar lal armal defensivas, en oposIci6n 6. tela, las armal ofenlivas . .Armorum atque telorum portationea (SaluIUo).
CAPITULO XII LA METÁFORA
ImportaBcia de la metáfora para la formaci6n dellenguaje.Las metáforas populares.-Procedenciaa diversas de las expresioues metaf6ricaa.-Pasan de una lengua' otra.
A diferencia de las causas precedentes, que son cau· sas lentas é insensibles, la metAfora transforma el sentido de las palabra!!, crea expresiones nuevas de una manera súbita. La percepción instantánea de una se· mejanza entre dos objetos, entre dos actos, determjna su nacimiento. Se hace adoptar, si es justa ó si es pintoresca, ó simplemente si llena una laguna del voca· bulario (1). Pero la metAfora no es tal más que en sus comienzos; á poco, la inteligencia se habitúa á la imagen; su éxito mismo la hace palidecer, llega á ser una representación de la idea, no mucho más colorea· da que la palabra propia. Se ha dicho que las metáforas>:de un pueblo permiten adivinar su genio. Es verd~d en lo tocante á algunas; pero hay que confesar que la mayoria apenas nos ensenan mt\s que lo que sabfamos; nos dan el espfritu de todo el mundo, que no varia mucho de una nación á otra. Vamos á citar algunos ejemplos, rogando de antemano al lector que perdone su sencillez. Se trata, no de hacer admirar esas imágenes, que ~r
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ya no lo son, sino de mostrar cuán llena de ellas está la lengua. Como hay que limitarse, las tomaremos todas de la misma lengua: el latino Veamos, por ejemplo, cómo nombra el pueblo romano lo que es bueno y lo que es malo. Bueno es lo que va recta y ordenadamente (recte atque ordine) , lo que es pleno y tiene peso (integer, gra"is). Pero la ligereza es mala senal (levis, vanus, nullíus, momenti). Lo que está de través se hace el simbolo de toda perversidad (pravus). La inteligencia es como una punta que penetra (acumen), pero la necedad se asemeja á un cuchillo embotado (hebes) Ó á un manjar sin sal (insulsus). Un carácter sencillo se compara á un ·vestido q.ue no tiene más que un pliegue (simplex)¡ los motivos alegados en falso son guarnicioI?-es que dis.imulan la falta de tela (praetextum). La mezcolanza de colores (vafer, f'arius) no está lejos del engallo. Hasta aqui las metáfpras del lenguaje no presentan nada que no sea intachable. Vamos á ver aparecer ahora algunos rasgos de moral utilitaria. Pensar es calcular (putare, reputare) (1). La estimación ó peso de las monedas presta. su nombre á toda clase de estima (aestimare, e3{istimare, pendere). Deliberar es (1) Putare, A. su vez, llegó al senUdo de ccalcnlar»por una metáfora. Putare rationes, «ajustar cuentas». Putare, purum {acere, dice Varron y Festo. Era la expresión consagrada para la poda de 108 árboles y de las vií'las: putare vitem, arbores. La palabra, en sn sentido propio, se conservó en antigno francés: poder, pouer (<<poner ettailler la vigne., en Olivier de Serres); poa¡ «podar., en dialecto de la· Suiza francesa. Ese poder, «limpiar», ba pasado al alemán: butzen, putze'l (den Baum, den 8trauch, ~ie Hecke putzen); despnés se ha dicho: den Bart, die Haare putzen; en tin, la palabra ha pasado al sentido de tecado y de adorno (die Putzmacherin, cmodlsta» j.
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también pesar (deliberare) (1). Lo que puede comprarse barato es menospreciable (vilis) (2). De la ro.· reza viene el precio que atribuimos á los objetos (ca· rus, caritas). Es inútil seguir ... Se ve de qué naturaleza son estas enseftanzas. Todo eso se parece á los dichos de algún campesino dotado de buen selltido y de honradez, pero no exento de cierta cautela rústica. Es ~lgo menos que los proverbios, porque éstos denotan. ya una experiencia más prolongada, una facultad mayor de combinación. Véase otra metáfora que pertenece al miamo orden de ideas. Para íos antiguos romanos todo gasto superfluo era una infracción de la regla, una desviación de la rectitud de la vida, ó, como decimos hoy, un desarreglo, un desorden. De ah1la palabra lUXUB, palabra tomada de la lengua quirúrgica. Catón, dando. una receta para las dislocaciones y las fracturas, dice: Ad luxum aut ad tracturam alliga, sanum fiet. (De Re rustica, 160): Quizá la palabra, como tantos otros términos de medicina, es de origen griego: AoE6t;, «de .través», AoEów, cdislocar», de ah1luxación. Habia, sin duda, muchas clases de desarreglo comprendidas bajo ebd, palabra. Occultiores in luxus et malum otium resolutus, dice Tácito hablando de Tiberio.
Se sabe cuánto trabajo se tomaron los antiguos para clasificar las metáforas, para. rotularla.s por géneros y especies. Dicen con razón que su número es inmen(1) De libra, da balanzat. (2) De la misma ralz que ha dado lJenum, da venta,.
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ancJ'uÉL
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so (1). Ese número eá1tiis:yor atur de-lb tj),Úfsuponian, porque' e'sté.n lejos de liaberlas reconocido todas. Em8tinguel'e habia .tomado ya el sentido de apagar; Bin embargo, la llama se compara aqui á mi dardo ó á una-lanza' cuya; punta. se' rompe. Erudire pasaba por la palabra propia expresiva de «instruir.; sin embargo, la expresión se refiere al hecho de desbastar una rama de árbol. La voz tl'anquillitas, aplicada al alma, no haocia ya. en tiempo de Virgilio, el efecto de una expresión figuráda. a pesar de contener una comparación con la transparencia del cielo ó del agua (~). A veces'-la' pérdida del recuerdo de la meté.fora es tan completa que indUce á error. Cicerón se asombra de qué los canipesinolfhayan teirido la idea de dar el nomb'te'de perIa (gemma) 'á las yemas de los árboles, cuan:do'lo'queocme es lo contrario; que, por Virtud de, una imaginación no' exenta de poésfa, las ,perlas recibieÍ'onsu nombre' de las' ye'mas'a punto de abrirse (3). Cuando la lingüfstica convierta hacia el sentido de las palabras una' parte de la atención que dirige de:" m~iado exclusivamente hacia la letra, podré. construir, para los diversos idiomas, un intetesante''{j'ins::' tructivo catálogo que muestre el contingente' de; metáforas suministrado por cada clase de ciudadanos, por'cadaprofesiónú ofiCio: El tejedor dió á la lengua latin:a 'las pa.labras que quieren decir «empezar.: or(1) Qulntilláno;'vm; G.Arsenlo'Darmestete'i' 'ha ensayado ona oladlló'á'Ol6n;' s~bf'e la: ooal remitimos el PrcSlogo, no' pn· blicadó 'aún;' de 'sü rficCiéinario' etlmol6gioo. (2)' M€m6irésde·la 8ócillé'de'liniitiistitjúe, v, 346'•. (3) Nilm.'gemmare'vit8s,'loxu'n(lm ease'iJi'herbis, laetas €lsía legetes etlam rustlcl dicont (De Dr., In, 38). Laetu8, 'qtÍl{Ci~ r6n ~oónlldé'rá como oná" 'me'táfora,' es"fgualment8' la palabra propia (cplngües oOleoh88~ J.
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diri, ~~ordium, primordia. Ordiri era disponer los hilos de la. cadena pa.ra ha.cer un tejido. Cicerón, que percibía aún la. imagen, pone, no sin intención, en boca de uno de sus interlocutores: Pertexe, Antoni, quod exor8U8 es (1). Plauto había dicho ya de igual manera: Neque o:z;ordiri primum, unde occipias, habes, Neque ad dete:z;undam telam certos termino••
La palabra ordo, con la larga serie de sus significaciones tan variadas y tan importantes-en pol1tica, en la guerra, en la administración, en las artes-eB, A su vez, un presente del humilde oficio del tejedor (2). Los auspicios tenían tal importancia, que no es extrano encontrar su recuerdo en la lengua. común: el objetivo propitius, que denotaba el vuelo hacia adelante (3); el adjetivo sinister, que denotaba los presagios funestos; los verbos aucupari, «espia!»; augurare, cconjeturar-; autumare, «afirmar-, todos los cuales contienen el sustantivo avis; el adverbio extemplo, empleado en un principio para los presagios que surgían en el interior del templum celeste; el v~rbo contemplará, tomado de la ocupación ordinaria de los augures, son de ello unánimes testimonios. No fué menos fecunda la lengua del derecho. Sólo citaré esa curiosa. palabra rivalis, aplicada á propietarios vecinos que se servlan de una misma corriente (1) El vocablo es probablemente muy anterior Ii la lengua latina. Tenemol en Hesiquio esta glola: rtp&&;· ~1}t;;. (2) Or., 11, 33.-Es interesante notar que el verbo ordiri ha sobrevivido en francés precisamente en su acepción primitiva: ourdir (<
cvolan.
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de agua, y que ha pasado A ser el nombre de toda especie de rivalidad (1). El genio diferente de las naciones se trasluce ya en algunas antiguas meté.foras. Asi, los griegos, para ex~ presar la idea de «recurso, de expediente-, empleaban 'It~. «¿Qué remedio hay para mis males?-, exclama &v 'lt0p0~ l(([Itli)lI yb.olW (2). un personaje de Euripides. La palabra~. que d~igna propiamente un tránsito," una travesia, particularmente por el mar (8), cuadra perfectamente en un pueblo que conoció desde temprano los 6rpi dAEuGCZ. Un negocio imposible es il1rOPOII 'ltp41'!J4. Losrecursos financieros de un Estado se llaman 'ltÓPOl. Hoy aún, entre los griegos, «poder-se dice q...• • Aveces toda una perspectiva histórica se descubre ante nosotros en una metáfora. El novelista griego Longus, en DafniB y QT,oe, habla de un lazo para coger lobos, de una trampa hecha en la tierra. Pero el lobo no se deja coger:czla6Iiw'tCZITap~ aEoO'f'aplVlK'.Ese oocptCwevoca el recuerdo de Protágoras, de Sócrates, de Platón y de todo un largo pasado de discusiones filosóficas. La palabra in{fueneia, de que hoy se hace tanto uso, nos transporta Alas antiguas supersticiones astrológicas. Se 8uponia que emanaba de los astros cierto fluido que obraba sobre "los hombrea y sobre las cosas. Boileau emplea aún la palabra en su sentido primitivo, cuando habla en su .Arte po¿tiea de la infiuencia secreta que el cielo ejerce sobre el poeta al nacer. La palabra italiana influenzá hace alusión á alguna creencia análoga.
T"
(1) Habla en Roma nna Le:c rivalicia (Fel!ltns, p. 340), qne regnlaba la! relaciones entre rivales. (2) Alcestes, V, 213. (8) Bcmtopot;, cel Bósforo).
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Todas las lenguas podrian constituir ~1 su ~useo de metáforas. En alemán, el verbo einwirken, usado tan á menudo de la manera más abstr,acta, responde allatln inte::cere. Y asimismo ellatln e::cprimere, que se repite tanto en ese libro (1), procede de bellas artes, puesto que denota la idea de una impresjón: él por sI solo podrla decirnos, si ya no lo supiéseD;los, que. los antiguos cono clan el repujado. Muchos usos a.bolidos se perpetúan en locuciones trilladas; al decir de un personaje que está revestido de un titulo ó de una dign~dad, nadie piensa hoy en la investidura (2).
las
Una satisfacción que la lengua reserva al obseI:va.~ dor, satisfacción tanto más viva cuanto menos buscada, es ver abrirse é iluminarse súbitamente, al hablar, alguna metáfora, cuyo valor no Be habrá comprendido hasta 0.111. No conocemos entonces un secreto acuerdo entre nuestro propio pensamiento y la afieja~berencia de la palabra. Ninguna cosa muestra tan bien el poder que, aun hoy, con nuestras lenguas ha tanto tiempo fijadas, continúa ejerciendo la acción individual. Tal imagen, nacida en una cabeza privilegiada, pasa á ser,' difundiéndose, propiedad común. Cesa entonces de ser. una. imagen, y se trueca en apelación corrient~. Entre Jo lI. tropos del lenguaje y las metáforas de los poetali hay (1) Expresar se dice en IraaOOs exprimer.-(N. d~l T.) . (2) ¡Cuántas exprelionesllo debemol al teatrol Representar un papeZ en un asunto, tener una escena con alguien, un personaje que se mantiene entre bastidores, UR drama que ocurrió ayer, una mutación de escena, un personaje m~do, etc.. Este nombre mismo de persona, que Cicer6n empleaba 'ya oo~o nOlotrOl, el una palabra de teatro, puesto que lignifica cmAI~.
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180 misma diferencia que entre un producto de uscrcomún y una conquista reciente de 180 ciencia. El escri-
tor evita las figuras que se han' hecho triviales; prefiere crearlas nuevas. Asi se transforma el lenguaje. Es 10 que han olvidado á veces nuestros etimólogos, siempre propensos á admitir una supuesta raiz verbal, como si la imaginación no hubiese sabido nunca transportar de un orden de ideas á otro una palabra hecha.
Una especie particular do metifora, sumamente frecuente en todas las lenguas, procede de la comunicación entre los órganos de nuestros sentidos, que nos permite transportar al oldo sensaciones experimentadas por la vista, ó 801 gusto las ideas que debemos al tacto. Hablamos de tonos calientes, de un canto amplio, de un reprocht} amargo, de un humor negro, con la certidumbre de ser comprendidos de todo el mundo~ La critica moderna, que usa y abusa de este género de transposición, no hace más que desenvolver 10 que se encuentra en germen en el lenguaje mAs sencillo. Un 8onidograve, una nota aguda, empezaron por,ser imá· genes. El pueblo transporta á objetos inanimados adjetivos cuya idea toma del hombre: dirá ,una linterna sorda, cegar una vla de agua, de igual modo que los griegos decian ya.XCIlIfdv j3tAO( (surdum iaculumJ, cuando el arma arrojadiza se quedaba. corta, y !ÚAtlL\ICl 'f'W~ (voa; atra), tratándose de una voz ronca. Los indos llaman andha'kúpa, «poyo ciego., á un pozo cuya boca es ocultada por plantas. A veces no se s,abe ya á punto fijo de tt6' órgano partieron esas expresiones: en punto adjetimucho tiemvo clarus, v. gr., S8 ha podido pregun
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po si proviene de la VÍstp. ó del oído. Sin las palabras aeies~ aCUB~ aeutuB, aeer ~ no sabríamos que el francés aigre (cagrio.) no ha pertenecido siempre al sentido del gusto.
La lengua homérica no carecía de palabras para la idea de .. meditar, preparar •. Pero eso no impidió que el poeta crease er verbo ~u(Jao&¡.uúw, que significa literalmente c intus aedifieare ••
cUsando buenas palabras, edificaban el mal en el fondo de su corazón .• y en otra parte: 'AH'
ckÚCIl\lX[VljCJ!
xlÍp"l, XtOOi
~u(J(Jo&¡.uÚW\l
(1) •
.. Movió la cabeza en silencio, edificando el mal interiormente .• Para la misma idea, Homero tiene aún el verbo fL"lXMw, que del griego pasó allatin (2). Es dificil reconocer las metáforas más antiguas. Habiendo desaparecido el estado de cosas que las su(1) 04., XVII, 66, 465. -Se notará que es exactamente la misma expresi6n que el latln industrius (de indu y struere). Ha quedado algo del antiguo sentido peyoratlvo en la locuci6n: de industria. (2) No siempre en mala parte: W"tl~
nlZlci",
l~EupE fL"lXM\I 'tL'" 'A/l¡L1\'tt¡.' Xtlx/i)v (Eurlpides, Al~., 221.) cEncuentra algún recurso para los males de Admeto' Un hombre sin rocursos, una OOS8 imposible, ee llaman Iip.1\X~,
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girió, nos vemos en presencia de una ralz de significación incolora. Es lo que nos explica cómo los gramA.ticos indos, al trazar sus listas, pudieron inscribir tantas ralees que significan .pensar, saber, sentir-o Si nos fuese posible remontarnos mA.s lejos en el pasado de la humanidad, encontrariamos, sin duda, presente dondequiera la metáfora, como en las lenguas que mejor conocemos.
Antes de dejar este asunto, que es inflnito, queremos todavia mencionar un punto. Las metáforas no quedan encadenadas á la lengua en que nacen. Cuando son justas y expresivas, viajan de idioma en idioma, f se convierten en patrimonio del género humano. El historiador, pues, 'tiene que distinguir entre las imágenes que, por lo sencillas, han debido encontrarse en mil lugares de una manera independiente, y las que, inventadas una vez en cierta lengua, se han transmitido y adaptado después. Las metáforas se traducen, según lo demuestran ejemplos como decidir y entscheiden, descubrir y entdecken, comprender y begreifen, stI,cumbir y unterliegen, confirmar y besttitigen (1). Lo dificil es reconocer en cada
caso si hay préstamo y quién le recibe. En las viejas naciones de Europa existe un fondo común de metáforas debido á cierta unidad de cultura. Las naciones llegadas un poco tarde al mismo grado de civilización no tardan en apropiarse ese fondo, traduciendo tales (1) Sobre estas imitaciones, de que se encuentran ejemplol en todas las lenguas. véase L. Duvau, en las Mémoires de Za SocüU de linguiBtique, VIII, p. 190. Un ejemplar interesante es el franoés compagnon. ((companero,), que tiene IU prototipo en el g6tioo galllaibc (de hlaifa, (pan.).
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expresione~
metafóricas. Ser~~ poco .equitativo censurárselo, porque usaJ;l del mism,o. d,ere.cho q\le sus hermanas mayores, y no hay ning.\ltla razón para privarlas de él. Pienso en este ins.tante en el pueblo griego, á quien se censura por hacer lo que cada Bación europea hl;L hecho á su hora (1). Citaré un solo ejem-. plo. Pa.ra expresar: eYo no estoy de ~cuerdo con ·V .• , los griegos dicen: i"(w otv OIJfJ-'fC'Ivlil. ¿N o es lo que dice también el alemán: lch stimme nicht mit lhnen überein' O simplemente: Es stimmt nicht. ¿Era cosa de vedárselo, porque nosotros ~emos tenido á bien crear la palabra symphonie' Fuer~ de qt¡.e ~.qu~ qui,e~ tiene todas las traza.~ de ser el original es el ~ri~go, p,orque Y1l en los p~piros egip.c~os del tie~po de 10.8. PtC?lomeos. tenemos ~YOv q.~blll.pdo de un aCffer(j,p. entre dos partes. La ley de las metáforlJ,s es la misma que la de t,odos los signos~ Luego que una metáfora. pasa á ser el nombre del objeto, partien~o de esta segunda etapa, pue· de volver á emplearse metafóricamente, y asl en adelante~ A es" se debe que, para los filólogos, las lenguas modernas sean de un estudio más complicado que la.s antigua~. Mas, para el nmo que aprende á hablarlas, nQ existe tal complicación: el último sentido, el más alejado del origen, es á menudo el primero que aprende. Lo que se llama el argot Ó el sZang (ejerga-) se compone en gran parte. de metáforal:l más ó menos vagamente indicadas; sin em,bargo, es una lengua que se aprende tan pronto como las otras. (1) Véue imitaciones del latín por el antiguo Jounal de Kuhn, XXX, 255, artículo de Zimmer.
lrland~s,
CAPITULO XIII DJl: LAS PALABRAS ABSTRACTAS Y DE LA CONDENSACIÓN DEL SENTIDO
La. riqueza de nuestras lenguas en palabras abses considerable. Tendremos que inquirir después de dóncle próced~ esa riqueza y cómo ha. sido el mAs activo instrumento de progreso. Por ahora queremos estudiar un hecho que, á falta de otro término, denominaré condensaci6n (1). He aquf lo que es. Una pall;Lbra abstracta, en vez de conservar su sentido ablftracto, en vez de seguir siendo el exponente de una acción, de una cualidad, de un estado, pasa á ser el nombre de un objeto material. ·Este hecho es suma· mente frecuente: ya la voz asl modificada conserva los dos s~ntidos, ya, olvidándose la idea abstracta, subsiste sólo la significación material. Ese fenómeno se remonta tan lejos com,o la historia de nuestras lenguas y continúa á nuestra vista. Empezaré por ejemplos sacados de las le~guas antiguas. Un sufijo muy sencillo, que seria para formar nombres de acción, era el sufijo femenino ti (nominativo -ti-s), que encontramos en griego bajo la forma 01'~ en voces como 'Y''lE01'~, cel nacimiento - ; .....,(i)01'~, el conoci· miento-; xpt!01't;", cel uso-; XflI01~, -la decisión-; '!t't(i)01tt;", -la calda-, etc. Ese sufijo dió en latin la palabra vestís, que significa -la acción de vestirse-. Pero de esa tract~
(1) EpaislÍ8sement dice el autor, yai'lade en una nota: el'l la traducoi6n exaota dellatfn C()ncretio.-(N. det T.)
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significación general pasó la palabra A la del objeto que sirve para tal uso, y vestiR se trocó en el nombre del vestido. Si vestis es femenino, eso proviene de la época en que era un nombre abstracto. Citemos otro ejemplo tomado de la alimentación. El sufijo latino tu·s da sustantivos abstractos como cantus, adspectus, gemitus, conatus, cultus. Entre esos sustantivos se encuentra fructus, cIlio acción de gozar, de disfrutar., de fruor. Plauto le emplea aún en su sentido propio (1). Pero ese nombre abstracto se solidificó para designar los frutos de la tierra y de los Arboles, hasta el punto de que, cuando se dice «vivir del fruto de su trabajo., parece que se usa la palabra en sentido metafórico. El sufijo que, en latin, dió los nombres en tas, como dignitas, cupiditas, y en griego los nombres en ~, como OtlUlL6~, cIlio justicia-, 'P'A6't"'1l~, «la amistad-, serviII. para formar nombres expresivos de una cualidad, de un estado. Pero le vemos ya volverse opaco en ciertas voces latinas: civitas era en un principio la cualidad de ciudadano; después la misma palabra designó el conjunto de los ciudadanos; acabó por sign~ficar cIlio ciudad-o Facultas formado del adjetivo faciZis ó facul, denotaba la posibilidad de hacer; pero facultates se convirtió en sinónimo de riquezas. El mismo sufijo existe en sAnscrito yen zend bajo la forma tati ó tat. Ya en los Vedas, deva-tat designa, no sólo la cualidad ó la naturaleza divina, sino el conjunto de los dioses (como cuando nosotros decimos la cristiandad (2). Legio empezó por ser cIlio leva-: es voz formada (1) (2)
Ca.~ina, IV, 4.16. Scio, 8ed meus fruclu8 ellt prior. Rig - Veda, IlI, 19, 4: 11 'lJaha tUvaiatim; draemos los
dioseu.
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como internecio, obsidio. Luego se convirtió en nombre de una unidad militar perfectamente determinada, ela legión-o Para indica! la idea de ela leva-, hubo que crear nuevas palabras, tales como delectus. Un cambio parecido sufrió classis, que es el griego XA7jau;, dorio xAllal~, y que vino á ser el nombre romano de la flota, después de haber designado en un principio el ejército en general. El sentido primitivo era eelllamamiento» (1). Regio, formado como legio, significaba ela. dirección-, Recta regione, een linea recta-o E regione, een frente-, Deftectare de recta regione, edesviarse de la bueDa dirección-, Pero este sentido cedió el puesto á un sentido mucho más material: regio significó un pafs ó un cuartel de una ciudad, El sufijo latino tion, que ha. adquirido tan gran importancia, y que está emparentado con el precedente, formaba nombres abstratos, como lectio, admi,'atio, Pero desde los tiempos más antiguos empieza á dejarse sentír la condensación. Portio empezó por ser la acción de repartir; luego pasó á ser el nombrp, de la porción (2), Mansio era la acción de detenerse: en Cicerón se opone á discessus, Se dijo después de las casas de postas escalonadas en los caminos, y dió, en fin, la voz francesa maison (3) (<
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materiales son del género femenino: de abstractos han pasado á ser concretos, pero sin variar de género (1). ¿Hay que creer qué nuestros antepasados tenian una facultad de abstracción que ha ido disminuyendo en sus descendientes?-Seria, á mi jllicio, una gran ilusión. Insistiremos más adelante en este punto de 108 nombres abstratos, 9.ue contiene en parte el secreto de la riqueza de nuestras lenguas. Por el momento basta recordar que, siendo el lenguaje una obra en colaboración, toda palabra abstracta corre el riesgo de cambiar de sentido cuando, al pMar' de boca en boca, llega del inventor 6. la multitud .. La historia de las-religiones, la de las instituciones, la de las ciencias mismas podrlan proporcionarnos la prueba. Con mayor razón estaban expuestas A la Diismasuerte' esas abstracciones del lenguaje, abandonadas desde la primera hora al espiritu popular.
Las lenguas modernas abundan en ejemplos del mismo cambio ,de significación. Encontramos en todas las profesiones nombres abstractos convertidos en nombres de algún objeto tangible. El músico entiende por overtura la pieza de orquesta que precede á una ópera, el comerciante despacha las novedades de la estación, el hombre de negocios habla de sus crUi· tos)el.intendente provee á lassubsi8tencia8 del ejército, y' asi sucesivamente. Fácil es observar en ciertos (1) Existen indicios, que permiten creer que los nombres latinos en t~8, oomo exercitus, amictu8, tueron primeramente femeninos. Se lee en Ennio: Non metus ulta tenet. Recnérdense también los femeninos griegos' como 'ltp«X~ I «acción' I e,h'tÚt; I «encantamento',
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sustantivos los grados de esta transformación. La Bruyere, en el retrato del Distraido, dice: .Escribe una segunda carta, y después de cerrar las dos, equivoca Z'adru.e-. Aqul adre.se se toma aún en el sentido de directio. En el siglo XVII, economfa, Zimo~na, ca· ridad no se hablan coagulado hasta constituir objetos materiales como en nu,~tt:o.B.. d1as. (1). Hay aqui para el etimólogo una mina de sorpresas. En el dialecto veneciano de la Edad Media se encuentra. una voz. rita que si~nifl.ca, cd,e~cendeQcia.- ¿De dónde procede ese ritd que, ya por su desinencia,des· orienta al lector? Aproximaciones indudables han demosq:-ado que se tr¡l.ta.,de la p~}.a.Qra. he'1edita, que, despojé.ndose.de su. signifi~ión a..bstracta, en. vez. de la heren9ia, lI:a,d~sjgnado lQa."heJ;ederos.(2). Algo semejante. ha. pasado.. cqn el. al~DJán..K,in~, que, significa. cnUlo-, pero que.prime~9:signiflcó cla..ra.za~, como se ve en eJ inglés m(;Jn,,#~~, cgé~r.o,huma.nQ~. (1) Aunque el infinitivo opone mÚl rellatenoia.! elte.oam. bio, oblervamol, no obstante, qu~, oierto, ,número: de infiniU:" VOl, como devoirJ plaisir, loisir, no le han'eximido de él. (2) RaJna, en iu'Oompte.r r.ndua de ".A~demie· de.r Lineei, 1891, p. 338.
CAPITULO XIV LA POLISEMIA
Lo que el e9 la poUlemia.-Por qué es un Ilgno de elviUza-
clón.-A qué se debe que no ocasione confusión.-Una nueva acepción equivale á UDa palabra nueva. -De la polisemia Indirecta. .
Se acaba de ver algunas de las causas por cuya virtud adquieren las voces un nuevo sentidó. No son se· guramente las únicas, porque el lenguaje, á mAs de tener sus leyes propias, recibe el influjo de los acon~e cimientos exteriores, acontecimientos que se sustraen á toda clasificación. Pero, sin proseguir ese examen,' que seria infinito, queremos presentar aqui una observación esencial. El sentido nuevo, sea el que quiera, no pone fin al antiguo .. Existen los dos, el uno al lado del otro. El mismo término puede emplearse alternativamente en el sentido propio ó' en el metafórico, en el sentido restringido ó en el extenso, en el sentido abstracto ó en el concreto ... A medida que una palabra recibe una significación llueva, parece multiplicarse y producir ejemplares nuevos, semeja.ntes por su forma, pero diferentes por su valor. Llamaremos á este fenómeno de multiplicación polisemia (1). Todas las lenguas de las naciones civilizadas participan de él: cuantas mAs significaciones ha (1) De1tOAÚI;, «mucho, numeroso'. y
~ro~1
«siguIficaoión».
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acumulado un término, mayor diversidad de aspectos de actividad intelectual y social se debe suponer que representa. Se dice que Federico II veía en la multiplicidad de acepciones una de las superioridades de la lengua francesa: queda decir, sin duda, que esas palabras de sentidos múltiples eran prueba de una cultura más avanzada. Hay que representarse la. lengua como un vasto catAlogo en que se consignan todos los productos de la inteligencia humana: muchas 'veces el catálogo, bajo un mismo nombre de exponente, nos remite á düerentes clases. Citemos algunos ejemplos de esa polisemia. Llave, que es voz tomada de las artes mecánicas, pertenece también á la música. Raiz, que proviene de la. agricultura, entra igualmente en el dominio de las matemáticas y de la lingüística. Base, que pertenece A la arquitectura, tiene su puesto en la química y en el arte militar. Y asi sucesivamente ... No ocurria otra cosa en las lenguas antiguas. I~~, en un libro gramatical, designa la sintaxis, yen un relato de guerra el orden de batalla. MUOI;, que es el nombre de los miembros del cuerpo humano, es también un término de prosodia y de música. El sustantivo «tpoP'~ derivado del verbo cirpopl~CI), cdelimitar, definir», designaba, por una parte, la delimitación material de un territorío, y, por otra, la definición de un objeto ó de una idea. En esta. última acepción ha proporcionado la palabra aforismo á la medicina y á la filosotla¡ del primer sentido queda el Monte aforismo, contrafuerte del Pentélico. El sustantivo Ém81l.11Ia:, seguido de un nombre propio, designaba en tiempo del Imperio romano el viaje del soberano al través de sus Estados. Se lee, por ejemplo, en una inscripción de Siria: É1tlot¡p.lfl Otoll
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Pero, en la lengua médica, la misma palabra, seguida del nombre de una enfermedad, significaba un mal contagioso reinante en cierta comarca, una epidemia.IÚ@lrt en griego moderno, designa, según los ca'3os, una flauta, una fIstula, una jeringa ó un tunel. 'A8pIClVOil.
Se preguntará cómo no se contrarian e,sos sentidos unos á otros; pero hay que tener en cuenta. quelaspalabras se hallan colocadas cada vez en un medio que determina de 'antemano su valor. Cuando vemos al médico á la cabecera de un enfermo, ó cuando entramos en una farmacia, la palabra prescripción adquiere un color determinado que nos impide pensar· ni remotamente en códigos ni en poderes legislativos (1). Si vemos la palabra Áscensión impresa á la puerta de un edificio religioso, no nos viene á las mientes la menor idea de los aerostatos, de excursiones á las montafias,ni de la elevación de las estrellas. No tenemos siquiera el trabajo de suprimir las oCas acepciones de la palabra: esas acepciones no existen para nosotros, no traspasan el umbral de nue~tra conciencia. As1 debe ser, puesto que la asociación de las ideas se realiza afortunadamente en la mayor1a de los hombres según el fondo de las cosas, y no según el sonido. Lo que decimos de nosotros no es menos cierto traUndose del que nos escucha. Está en la misma situación: su J)ensamiento sigue, acompafia Ó precede al nuestro (2). Habla interiormenteála vez que·nosotros: (1) Traducimos la idea, no las palabras del aator, que no tendrfanaplicaci6n 'naestro idioma.-(N. del T.) (2) Victor Egger. La Parole intérieure.-«A menado 10 qae llamamos oír comprende an comienzo de artioulaclón silenciosa, movimientos débilel, elbozados, en el aparato vocab (Ribot.)
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no está, pues, mé.s expuesto que nosotros á dejarse perturbar por significaciones colaterales que duermen en lo más profundo de su esplritu.
Una nueva acepción equivale á una palabra nueva. Pruébalo el precepto, nada artificioso, sino confirmado por el sentir general, de <¡ue hay' que repetir la palabra, si se toma sucesivamente en dos sentidos distintos. Pero se permite la rima de una. palabra consigo .propia, si los dos sentidos son bastante lejanos (1). No seria, pues, exacto tratar las palabras como signos que desaparecen de una. vez. Tal palabra, en BU sentido propio, puede haber caido en el olvido hace tiempo, y sobrevivir, no obstante, en una. acepción indirecta.. Danger, en su sentido propio, que es epOder~, no existe ya¡ pero continúa. empleándose como foinónimo de peril (epeligro») (2).
A veces, por haber permanecido más ó menos tiempo en alguna' región particular d~ la lengua, un vocablo está inscrito dos veces en el catálogo general con una ortografia distinta. A~l tenemos nosotros eleg desseins de Dieu» y eles dessinsde Raphael»¡ ela Chambre des Comptes» y eles Contes de la reine de Navarre». En todas las naciones, en todas las lenguas, hay diferencias asl, con las cuales se da importancia el (1)
Les accommodements ne font rien en ce poin~, Lell aflronts a l'honneur ne le réparent point. CORNEILLE.
(2) Se dijo en un principio: etre au danger (en poder) de ses ennemis, ~irer quelqu'un du danger de mort. Es el bajo latln dominiarium. 9
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semi-saber, aunque en el fondo no tengan nada de sorprendentes, y aunque á veces no dejen de tener alguna v~ntaja (1). Es dificil establecer una regla sobre este punto. Sin embargo, yo propondría ésta: Respetar las distinciones antiguas y hechas de buena fe; abstenerse de crearlas de propósito deliberado. Tan cierto es que la bifurcación de los sentidos puede hacer de una voz dos ó varias, que los cambios gramaticales que modifican la una respetan la otra. El verbo latino legere cambia su e en i en los compuestos: elige'1'e, collige'1'e. Pero, cuando significa "leer-, conserva su e: perlegere, '1'elege'1'e. Un autor del siglo XVII (2) hace notar que bon tiene por comparativo meilleu'1', excepto cuando se toma en mala parte, queriendo decir "simple, inocente-, como en este ejemplo: "OS asombráis, decls, de que él haya sido assez bon (.bastante inocente-) para creer todas esas cosas; y vos me parecéis á mi bien plus bon (.mucho más inocente-) por imaginaros que las ha creldo.- Las distinciones de este género existen en todas partes. Un autor alemán apunta que roth (.rojo-) hace en el comparativo rother, eXG.epto cuando se trata del color polltico, en cuyo caso hace rother. En vez de ridiculizar observaciones de este linaje, es preferible buscar su causa: es que las reglas gramaticales se mantienen por el uso, y que la palabra, en su sentido derivado, como de una época posterior, se ha sustraldo á la regla. Estamos acostumbrados á formar de del el plural cieux: "eeluí quí regne dans les cieux.- (.El que reina en los (1) Hay unas cuantas palabras de estas en calidad de nombres propios. como RegnauU, Renault. Renaud, etc., que, partiendo de un mismo tipo, se repiten en el Almanaque Bottin con BU ortograffa especial. (2) Nicolás Andry.
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cielos.») Pero diremos de un pintor que se esmera en sus cielos, no por el gusto de hacer una distinción futil, sino porque la critica de arte no se ha creado su lengua hasta el siglo XVIII.
No hemos agotado aún este punto de la polisemia. Existe una polisemia indirecta ó de segundo grado, que es bueno no confundir c0D: la otra, aunque por 10 común se las amalgama. Uno ó 40s ejemplos harAn eomprender en qué se diferencian. ' En latIn, t,.un~us designa un tronco de árbol; quiere decir también cmutilado, incompleto». Pero se haria mal en pasar de un sentido á otro; existe un intermediario que no hay que omitir. De t'l'UnCUB, ctronco de árbol», vino truncare, ccortar,' desmochar un árbol-o Este truncare es el que produjo el objetivo truncus, que no tiene ya con el precedente sino un parentesco mAs lejano. Otro ejemplo es ellat1n examen, que signi.fica á la vez cenjambre» y cexamen». Para cono.car la razón 1:Ie esta polisemia, hay que dirigirse al verbo exige re, que significa, ya cechar fuera», ya cpesar-. Suetonio dice que César tenia afición A las perlas, y que le gustaba pesarlas en su mano: sua manu exige'l'e ponduB. Sólo, pues, por los verbos de que derivan, se unen los 1:Ios sentidos (1). Asi una voz, por una serie mAs ó menos larga de (1) Un ejemplo en francés de esta polisemia indirecta es grenadier, que designa alternativamente un soldado (granadero) y nn árbol (el granado). Para encoatrar el punto de unión
hay que remontarse á la granada. De esta faIsQ polisemia se alimenta sobre todo el juego de vocablos.
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intermediarios, puede llegar á significar casi lo opues· to de lo que significaba en un principio. Maturus queda decir «matinal-: lux matura era la luz del alba. Aetas matura era la adolescencia. Faba matura, el haba temprana, en oposición á faba serotina. Un invierno temprano, matura hiems. De ahí vino el verbo maturare, «apresurar-, que Virgilio emplea en alguna parte con fugam (1). Aplicado á los produc· tos de la naturaleza, matu'rare adquirió el sentido de madurar, sazonar, y como no se madura más que con el tiempo, el adjetivo maturus, influido por el verbo, acabó por hacerse un epiteto que significaba ,«juicio· 80, reflexivo-. Maturum consilium, «un designio maduramente preparado-o Genturionum maturi, «los más antiguos entre los centuriones- (Suetonio). Esta acepción es, pues, casi la opuesta de la que maturus tenia en su origen. El diccionario que uniese los dos sentidos podría ac~editar la opinión, sostenida hace algunos afios por un sabio, de que el lenguaje empezó por la identidad de los contrarios. , (1)
Maturate fugam, regique haee dicite vestro. (LEn., 1,146.)
Maturandum Annibal ralus, ne praevenirent Roman;. (Tito Livio, XXIV, 12.)
CAPITULO XV DE UNA CAUSA PARTICULAR DE POLISEMIA
Por qué una locución puede ser mutilada, siu perder nada de BU significación.-La abreviación, causa de irregularidades en el desarrollo del sentido.-Las locuciones que se llaman cpreiiadan.
Una causa muy frecuente de polisemia, causa que se sustrae á todas las previsiones y clasificaciones, es la abreviación. Acontece, por ejemplo, que." de dos voces primitivamente asociadas, .se suprime una. Con esa súbita ablación, el término que queda parece cambiar bruscamente de sentido. En tal caso, DO seria justo decir que hay ampliación ni restricción. El fenómeno realizado es de otra naturaleza: como un heredero que entra instantáneamente en posesión de un bien hasta a1l1 indiviso, el último superviviente sucede.á toda una locución, y absorbe su sentido. Este fenómeno merece que nos detengamos un momento, porque no hay nada que demuestre mejor la verdadera naturaleza del lenguaje. De dos palabras habitualmente unidas, puede suprimirse una. sin que padezca en lo más mlnimo la locución de que forma parte; á veces hasta gana en energla la expresión. Es que, habiéndose combinado las r'ignificaciones de las dos palabras, éstas no forman ya más que ~n solo signo. Ahora, un signo puede acortarse, abreviarse, reducirse á una mitad; siempre que sea posible reconocerle, él llena siempre el
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mismo oficio. Se comprende las extrafias acumulaciones de sentido que deben efectuarse, porque nada impide que la supresión recaiga sobre la parte esencial. Es inútil establecer categorías, según que lo suprimido sea la primera ó la segunda palabra, según que el adjetivo sobreviva al sustantivo ó inversamente. No hay más regla que ésta: la parte que subsiste equivale al conjunto; el signo, aunque mutilado, sigue siendo adecuado al objeto. Los ejemplos de este hecho son innumerables: nuestros articulos de diccionario no tendrian la longitud que tienen, si los verbos no hubiesen absorbido en si la significación de un complemento que desde entonces puede omitirse, si los adjetivos no se hubiesen enriquecido con el valor de un sustantivo sobreentendido, si frases enteras no se hubiesen resumido en una sola palabra. Muchas singularidades.aparenteR se desvanecen á la luz de este simple hecho. Empecemos por citar algunos ejemplos en las lenguas modernas, ya que gene~ ralm,ente se hallan más recargados de significación que las antiguas (por la sencilla razón de que la experiencia del género humano es más larga). Verdad es que, cuando estos hechos se ofrecen á nosotros en el presente, apenas nos parecen dignos de notarse; pero lo que pertenece al pasado, si es más dificil de reconocer, no por eso es de otra naturaleza.
Todo el mundo sabe que en francés la Cámara es la Cámara de los Diputados, y que, cuando se habla de los miembros del Gabinete, hay que entender el Gabinete de los ministros. En presencia de esta palabra ministro nos veriamos ya confusos, si no supiésemos
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que en Roma, en los tiempos del Imperio, minister significaba cservidor del principe». A su vez, el principe nos traslada hacia una abreviación más antigua, princeps senatus (e primero del Senada»). Asi as~men las palabras, de edad en edad, la significación de acompafiantes que han desaparecido. Sin esta especie de intussuscepción, el lenguaje no tardaria en tomar desarrollos excesivos. Se ha creido notar que el poder absoluto favoreceria especialmente la multiplioación de este fenómeno, porque la idea del soberano pone en cierto modo fuera de linea todo lo que le atafie ó se refiere á él. Asi, en Versalles ellever era el clever» del rey, y tener la pluma significaba imitar la letra del rey y llevar su correspondencia. Pero no hay aqui mas que un hecho que se reproduce en todas las épocas y en todos los grados de la sociedad. En la lengua judicial, instruir es instruir un proceso. En la lengua. de la ensefianza, instruir á los nilios es proveerlos de los conocimientos necesarios. En Roma aeris con/essus era un hombre que reconoda una deuda; la locución completa hubiese sido aeTis aZieni. En todas las situaciones, en todos los oficios, hay cierta idea tan presente en el pensamiento que parece inútil enunciarla en el discurso. Lo único expresado es el epiteto que sirve para especificar esa idea. De ahi e~a porción de adjetivos que, a la larga, toman puesto entre los sustantivos. El geómetra habla de la perpendicular, de la oblicua, de la diagonal. El calígrafo de la redonda, de la inglesa, de la bastardilla. A la clase de música debemos las blancas, las negras. Estas abreviaciones son tan conocidas que es inútil detenerse en ellas. Pero se notará con qué fidelidad se conserva el género del sustantivo sobreenten-
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dido: decimos á la francesa, á la ligera, á la derecha, aunque hace tiempo haya dejado de enunciarse el sustantivo, que·es moda, manera, mano (1). La familia entre los romanos se componía de los hijos y de los esclavos; de ahílos dos adjetivos liberi y famuli. Los dos, de tiempo inmemorial, se han he· cho sustantivos. En Grecia el hermano de padre y madre era xiz,.I'(V'I'toe;. El hermano de padre solamente ó¡L61ta'tpoc;' Ú ¡¡'lta'tpo~. El hermano de madre, ciOEAcpoc;. Con todas esas palabras había que sobreentender en un principio eppci'ttllP, que, habiéndose hecho inútil, salió de la lengua ordinaria, pero quedó en la lengua politica., No hay duda de que, si pudiésemos remontarnos más allá del periodo indo-europeo, muchos sustantivos de este período se revelarían á nosotros como adjetivos.
Se comprende el vasto campo que abren á la polisemia esas supresiones. El adjetivo novellus (francés nouveau) (2) es uno de esos diminutivos tan usuales en la lengua familiar de los romanos. Se dijo, pues, novellae hablando de las villas jóvenes, y sobreentendiendo vites. Pero los legistas romanos, hablando de las constituciones dadas al imperio después de la codificación de Justiniano, dijeron igualmente Novellae (las Novelas): sobreentendían leges. Estos hechos son (1) La mayoría de los problemas relativos al género debe relolverse asf. Oriens y occidens son masculinos por sobreentenderse sol. Prosa el femenino á caula de oratio. Ovil e es neutro á cauaa de stabulum. N o habla mOl aqul, por supuesto, mlÚl que de los sustantivos de segunda formaoión. (2) y espanolnouet.-(N. del T.)
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tan frecuentes, que es inútil multiplicar los ejemplos: se sabe cuánto abusa de éstos equivocos la afición al juego de vocablos. Las palabras que desi~nan un objeto de uso cotidiano, como hoja, carta, tabla, deben su polisemia á la supresión del determinativo. Se errarla colocando esta variedad de significaciones en el nombre mismo: ha entrado en él con el tiempo por la abreviación de la locución. En semejante caso, la etimologia podría llegar á ser el guia más falaz, si al conocimiento de las palabras no se uniese el de las cosas.
La antigua filologia, que habia notado cierto número de hechos de este género, inventó, para caracterizarlos, una denominación original. Cuando el verbo absorbe en si la signifi~ción de su complemento decia que era un verbo pref1ado. La expresión es pintoresca, aunque inexacta, porque es lanza.r un reto al orden habitual de las cosas, y violentar toda cronologla y toda historia natural, poner la gestación despu¿s de la existencia separada. Sea como ~uiera, esta absorción es sumamente frecuente, sobre todo en la lengua de las diferentes profesiones y de los diversos estados. El sentido del complemento entra entonces, en cierto modo, en el verbo, y le da qna significación enteramente caracterlstica. En el lenguaje de la devoción se saba lo que es un cristiano que practica ó un enfermo administrado. ¿Qué más general que el verbo deponer' Pero, cuando se habla de un testigo que depone, todo el mundo comprende que se trata de informes suministra.dos á la justicia. Amainar puede decirse de todo lo que cede ó afloja; pero, en térmi-
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de marina, es recoger las velas (1). En presencia de un oyente enterado de las cosas, es natural que se suprima lo que se entiende de suyo. En el siglo XVI la expresión una mujer poseída no se prestaba á ninguna duda: era una mujer poseída del demonio. Cuando nuestros periódicos anuncian, en la sección de Tribules, une affaire de mreurs, el lector comprende que I!e trata de un atentado contra las costumbres. DOS
A veces la supresión modifica el sentido del vocablo superviviente, en ventaja suya. Tenemos un ejemplo. caracterlstico en la palabra 'ltot'lln'\~ (2). Se cree comúnmente que el poeta, á los ojos de los griegos, era celcreador,., y el poema cuna creación,., Eso es muy bello y coloca muy alto al poeta. Pero la realidad es un poco diferente. Después de una primera. época, la de los aedas, en que los poetas eran sus propios intérprEltes, vino otra en que se empezó á distinguir el autor de los versos del cantor ó actor que no. hacia más que reproducirlos en público. Se dijo ento.nces fLEAmv 'ltOt'll't1\t; ó il'ltliiv 'ltot'lln'\~, en oposición á ~t¡J~ ó Ú1tOXpt't1\c:. Luego, por abreviación, 'ltot'll'tlÍC:, cuando se trataba. de odas ó de dramas, significó el autor de los versos, exactamente como cuando, al fin de una obra teatral, llama hoy el público cal autor,.. Pero esa dualidad se borró poco á poco de la memoria. El poeta t sin tener ya necesidad de un intérprete, pero conservando el mismo nombre, pareció ento.nces deber su (1) Este último. punto. es una adaptación más bien que una traducción del original.-(N. del T.) (2) Véase sobre Est'! palabra un articulo. de M. Weil en el Á,~.nuaire de l'.Association pour l'encouragement des Mudes grecques, 1884.
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titulo á alguna concepción más elevada: se rodeó de esa aureola de nobleza con que su nombre nos aparece hoy. Debemos la expresión latina defunctus, para designar á los muertos, á una locución no exenta de belleza en susencillez. La expresión completa es defunctus vitd, es decir, -el que ha cumplido con la vida-, considerada ésta como función seria y dificil. Defunctorum memoria es el recuerdo de los que, habiendo servido en su tiempo en el ejército de los vivos, recibieron la licencia. Por una idea análoga, migrare, en Gregorio de Tours, significa cmorir-. Hay que sobreentender: ad dominum Ó a saeculo. Transcribamos aquDas reflexiones de M. Max Bonnet (1). «Todas las locuciones fijas tienen de común que las palabras, á fuerza de ir juntas, reobran en cierto modo una sobre otra, y toma cada una una parte de la significación d~ la otra ... Puede suceder tambiéa que una de las dos, por sI sola, despierte en el espíritu del lector la idea habitualmente expresada por ambas.-
• Quiero terminar este capitulo con algunos ejemplos de locuciones en que la ábreviación en palabras muy usadas ha ocasionado un cambio notable de significación. Cuando se dice en francés: entendre un orateur, entendre un discours, se emplea entendre en significación de oir. Pero, en realidad, signilica «aplicar-. lntende1'e está por animum intendere (2). El cambio de signifi. Le latin de Grégoire de Tour.,. p. 255. (2) La construcción regular exigia el dativo. Decimo1! aún: .11 ne veut entendre ti rien.-Je ne sais auqueZ entendre. (1)
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cación es antiguo, l;l0r lo demás. Se lee ya en Gregorio de Tours: Quod saepe conspicit et intendit (1). De/endere significa en su origen eapartar-; de/endere ign,em a tectis, defendere hostes ab urbe. Por abreviación se dijo de/endere urbem, de/endere domos.Mactare signicaba «enriquecer, acrecentar.; por abreviación, en vez de decir: mactare deos bOlJe, se dijo: mactare bovem, «sacrificar un buey • .-Adolere significaba «aumentar, enriquecer .. ; por abreviación, en vez de adolere ara m ture, se dijo: adolere tus, «quemar incienso •. Asi ellenguaje, dondequiera que se le examina de cerca, muestra un pensamiento que permanece intac~ to, mientras la expresión se reduce 'y abrevia. A pesar de las alteraciones bruscas á que estas elipsis exponen á la historia de las palabras, hay que ver en ellas el trabajo normal y legitimo de la inteligencia. (1) La locución condenada por lal gramáticas: fixer un bul, fixer une per&onne, cfijar (101 ojos en) una cosa ó persona', el enteramente de la milma clase. Pero tiene el inconveniente de Tenir en una época. en que el idioma no l!Ie prel!lta ya tanto á eltas abreviacionel.
CAPITULO XVI LOS NOMBRES COMPUESTOS
Importancia de la signiflcaci6n.-Del ol'den de los términos.·Por qué ellatfn forma menos compuestos que el griego.Limites de la oomposición en griego.-De los compuestos sáncritos.-Los compuestos no tienen nunca más de dos términos.
La composición de los nombres es ul?- asunto atractivo de la lingUistica. indo-europea, porque ah! se ve más que en ninguna parte la influencia del genio de la.s diferentes naciones y hasta la acción del individuo, de suerte que en tal punto la gramática ·confin·a ya algo con la critica literaria. AsI, esta materia, desde que la teoria india ha despejado el camino y marcado provisionalmente divisiones,. se ha hecho objeto de investigacionesnumerosas (1). Lo que más falta á estos estudios hasta el presente "es el lado semántico; leyendo esos trabajos, no parece sino que todo ello se reduce á las cuestiones de acen· tuacióD, de vocal, de enlace y de orden de los términos. Temo que se haya olvidado lo esencial, á saber: el sentido, porque el sentido, y no otra cosa, es el que (1) Se encoD.trará una lista bibliográfica en los Studien de Curtius, V, p. 4, Y VII, p. 1; UDa enumeración de las obraa más recientes en Brugmann, Grundriss , 1, p. 21. CUemoa aól0 aqul dos trabajos fraDceses, ambos importantes: Meunier, Les Oomposés syntactiques en grec, en latin, en franr;ais (Durand, 1872); Ars. Darmestoter, Traité de la formation des noms composés (2.& edic., 1884.)
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cónstituye el compuesto. yel que. en último análisis. decide de la forma. Se necesita (es la condición primordial) que. á pesar de la presencia de dos términos. el compuesto produzca en la mente la impresión de una idea simple: 'Axp61toAI~ designa, no UDa ciudad más ó menos elevada, sino la fortaleza, la ciudadela; ooA6p.'l't~ es sinónimo del adjetivo astuto¡ 1tOAÚ'tpo1tO~ corresponde exactamente allatfn versutus. Esa es la condición necesaria y es al par la condición suficiente. As! en francés, beau-frere, belle-fille, grand-pere, aun sin tener nada que los distinga exteriormente, son compuestos, porque la inteligencia sin detenerse sucesivamente en los dos términos, no percibe ya más que el conjunto (1). Se ha querido distinguir esto~ compuestos franceses de los compuestos semejantes á Q;xp61tOAI~1 llamándofos yuxtapuestos. Pero la linea de demarcación no es visible más que para el gramático. Se ha apellidado igualmente yuxtapuestas á palabras como acuaeductus, terraemotus, legislator, jurisconsultus, fideicommissum, porque el primer término lleva la marca de una desinencia; mas para el latino, eran compuestas, yeso mismo explica las particularidades de fonética y de gramática que fln algunas de ellas se advierte, como crucifixus, manifestus, t'riumvir. Crucifixus abrevió su primera i. Manifestus desfiguró el ablativo manü (2). Triumvir inmovilizó un genitivo plural, que tenia su razón de Ber en locuciones como lis trium virum. En (1) Beau-fr~re, «hermano polItico.=coi'lado.-BeUe·fille «hija polfticu=nuera ó hijastra, según 109 casos.-Grandp~re, «padre mayon=abuelo.-(N. del T.) (2) Festus, participio pasado de fendJ, «chocan. Res ma-nifesta es una cosa que se puede tocar con el dedo.
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'Cuanto la mente junta en una sola idea dos nociones hasta alll separadas, se hacen posibles toda clase de reducciones ó de petrificaciones del primer término (1). Pero estos son hechos accesorios, cuya presen-cia ó ausencia no altera en nada el fondo de las cosas. La verdadera composición tiene su criterio en la inteligencia (2).
Se ha disertado largamente sobre el orden de los términos, que no es el mismo en todas las lenguas. Es conceder mucho valor á una cuestión de importancia secundaria. El orden de los términos en las voces compuestas es determinado generalmente por el orden habitual de las palabras en la frase. Legislator, que es una yuxtaposición, está construida con arreglo á los hábitos dellatin. Signifer, que es un nombre compuesto,está construido igualmente como lo estarfan las tlos palabras en la serie del discurso. La ventaja de este orden es que deja á la parte principal cc:>locada en último término, la libertad de tomar la flexión del nominativo, la del acusativo ó la de cualquier otro easo, sl"gún la construcción general de la frase. Pero sabido es que el griego se aparta con bastante frecuencia de este orden; los ensayos de explicación que se han presentado para interpretar con sujeción al tipo sánscrito compuestos como 'P').~EYO~, no han po-· dido ser menos convincentes. N o se ha tenido bastan(1) Decimos en plural librepensadores, en vez de librespensadores.-(N. del T.) (2) Estas consideraciones deberían ser decisivas cuando se discu~e sobre la ortograffa de nombres como arc-en-ciel, che{d'reuvre. cul de-sac, etc. No hay duda de que debería favorecerse la unificaci6n.
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te en cuenta que aqul entramos en un dominio en que empieza á tener mAs ~nflujo la originalidad propia de cada pueblo. El individuo no puede crear á voluntad una flexión nueva de nombre ó de verbo, porque los elementos de que se han formado las flexiones gramaticales ha tiempo que quedaron fuera de la circulación; pero, tratándose de compuestos cada una de cuyas partes presenta un sentido por sI propia, constituye una palabra por sI misma, no está vedado á la iniciativa. individual formar'los á su modo. La costumbre que existia entre los griegos de elegir, para nombres propios, compuestos como 8E60wpoc;', Ntx6G'tp!l't'o~. AEWX¡X~, y de invertir en otra ocasión el orden de sus términos, para formar después 6.wp68E~, I'tprtO~[x1\. Kpt't6J.1Z~, pudo ccntribuir al hábito de manejar libremente esas palabras. Vemos aqul desarrollarse en el lenguaje una libE'ftad consciente de ¡¡1 misma..
Se ha debatido el punto de por qué el latin forma menos compuestos que el griego, y se ha dado por razón una falta de -fuerza plástica-, lo cual es una petición de principio á la vez que una metáfora vacia de sentido. Es cierto que no faltó á los poetas el deseo de imitar los compuestos de la lengua griega. Los ensayos de·esa especie no faltan. ¿Por qué esos compuestos tienen trazas de préstamos? ¿Por qué los latinos fueron los primeros en flonreirse al oirlo~? Sin duda porque la inteligencia de la masa necesita ser preparada para las creaciones de los poetas por la lengua de cada dla. Ahora, los antiguos compuestos como princeps, pauper, simplex, aparecfan ya demasiado reducidos y contraldos por la pronunciación, hablan perdido ya
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demasiado de su transparelicia, para servir de iniciación y de guia (1). Con ocasión de los nombres compuestos, al tener que encontrar el equivalente del griego 6¡LotOP.lpEtCl, es cuando deplora Lucrecio la pobreza de la lengua latina, patrii sermonis egestas. Quintiliano hace una observación análoga: Res tota magis Graecos decet, nobis minus succedit. No hay que creer, sin embargo, que el latin carezca de compuestos: si quisiésemos reunirlos todos, la lista seria larga. Sólo la lengua del calendario ofrece cierta colección, como armilustrium, regifugium, fordicidia, etc. No tiene menos el Derecho: judex,manceps, justitium, etc. Lo que falta á la lengua latina son esos bellos epitetos de puro adorno tan abundantes en la poesia griega, como cip'(Upó'to~o~, 13w'nti~tfXZ, ~E6tfF!JJY ... Se ve que faltó el modelo dela poesla épica.
Al multiplicar los compuestos de esa clase, el griego parece haberse impuesto un limite. Los crea para designar una cualidad permanente, Ulla acción cons· tante, pero no para indicar un hecho pasajero ó un atributo accidental. Aquiles se llamará, por ejemplo, WXÚ1toup (cligero de pies-)j pero, para marcar que acaba de ser herido en el pie, no se dirá ~A1)'t6r.ou¡; Ó 'tp«ll't61tou¡;. Briareo el de los cien brazos se llama EXCl't6UEtp; pero el griego no tolerarla un compuesto lX'tIX't6)'.Etp, cque tiene los brazos extendidos-, ó At66)'.Etp, -que tiene una piedra en la mano- (2). Reserva á la frase y al verbo (1) Si el inglés no tuviese más que compuestos como world (por werd -old, .edad de hombre») ó lord (por hlaward, .que dispensa el pan'), la lengua inglesa no hubiese conservado el uso de los compuestos en mayor escala que el francés. (2) En sánscrito, grava-hasta, de gravan, «piedru, y hasta 10
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la tarea de marcar esos estados transitorios. Se sabe que no pasa lo mismo en sánscrito: aqul ocurre á cada. instante que un compuesto recargado de circunstancias momentáneas absorbe en 81 el movimiento de la frase, á la cual, después de eso, no quedará ya nada que decir. La composición es para el sánscrito como una segunda vla abierta, que le permite esquivar, ó poco menos, toda sintaxis. Asl, de krodhas, «cólera-, y gUa, «vencido-, se hará un compuesto gita-krodhas, «que tiene vencida su cólera, que domina su cólera-o De prapta, «obtenido-, y givika, «provisión-, se hace prapta givika, «que tiene lo necesario para vivir-, De kama, «deseo-, y tjaktum, infinitivo del verbo tjag, «abandonar, apartarse-, se hace tjaktu-kama, «que tiene el deseo de irse-o Palabras como las que acabamos de citar son ordinarias en sánscrito. Esta lengua introduce también en el epiteto circunstancias extranas á la persona, como serfa la hora del dla ó el número de los concurrentes. De matri, «madre-, y sastha,«sexta-, el sánscrito hace matrf-sastha, epi teto de los cinco hermanos PAndavas acompanados de su madre. Es lo que se traduce por «teniendo á su madre por sexta [companera]-. De asthi, «hueso-, y bhüjas, comparativo de bhüri, «mucho-, el sánscrito hace asthi-bhüjas, que significa «compuesto en su mayor parte de huesos, que no tiene más que la piel y los huesos-o De da((a, cdiez-, y avara, «inferior-, hace dafta-avara, eplteto de una reunión de diez personas por lo menos. Hay aqul un verdadero abuso, que ha extendido la facultad de composición fuera de sus justos llmites, y que, »mano», es un epfteto del sacerdote que aplasta el soma.V. F. Justi, Zu.~ammensetzung der Nomina.
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ode rechazo, ha tenido por consecuencia atrofiar los otros medios de expresión. Podria suponerse, es verdad, que los gramáticos indos, fieles á sus ideas sistemáticas, han interpretado A veces como compuE'stos, y tratado como tales, frases cortas en que las palabras se ~uceden, según una construcción bastante relajada, en que no hay -que buscar reglas de concordia ni de subordinación. Es una sospecha que no puede evitarse, cuando se ve las explicaciones extraordinarias A que recurren los comentaristas. Vemos, por ejemplo, que, en una narración, nih9"asa-parama (suspirando mucho) se traduce por cmirando los suspiros como la cosa suprema.-, y cinta·para (muy pensativa) por cteniendo 'Como primer bien la meditación-. Se pregunta uno si no son esas interpretaciones artificiales, y si detrás de -esos supuestos compuestos no se oculta un estado;de la lengua mucho menos rigurosamente.ordenado (1). Un examen de las lenguas modernas de la India., cuyos hábitos se traslucen al través del sánscrito, contribuirá á resolver estas dudas. Me he permitido esta digresión para mostrar cómo las diferentes partes de una lengua se hallan en una dependencia mutua, y cómo, desarrollando una de ellas más de lo debido, hay la exposición de debilitar alguna otra. Añadiré que el a:lemán moderno, que hace gran uso de la composición, no deja de correr .algún peligro del mismo género, no en Gothe y Scbíller, ni en los escritores de la misma categorIa, sino (1) Para volver á los ejemplos citados más arriba, se comprenderla muy bien la interpretación siguiente: eLos ciaco hermanos Pandavas, su madre sexta.» Y así los demás. En francés se dice: .~I viene, los cabellos erizados, la cara en fuego», sin que 8ea posible explicar, desde el punto de vista. de la sintaxis francesa, lo que son elol miembros de frase.
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en el lenguaje ordinario, de que nos ofrece muestras la última. plana de los periódicos (1). He dicho antes que en esta parte de la gramática empieza á mostrarse el genio de las diferentes naciones. A la lengua griega pertenecen esos compuestos de apariencia bastante extrafla, y que han dado tanto que hacer; cuyo primer miembro termina en e7l: cpeAl}a!p.oA'ItIX;, camante de los cantos», 'tEf'll¡tXOPO~, cque se complace en el baile», AUat1tOVoc;. cque descansa de la fatiga", cp(ltatp.Eipo'to~, • destructor de los hombres,.. wAEa[oexoc;. cque destruye la cRsa,., 'Af'xEa!Aaoc;, cque defiende los pueblos», H;e[xaxoc;, cque quita el mal,., awat1tOAt(, cque salva la ciudad,., etc. No han faltado las explicaciones para dar cuenta de ese primer término: no es ésta ocasión de discutirlas. Creemos que el pUI!to de partida fué alguno de esos giros enfáticos que tan fácilmente inventa la imaginación popular, tales como olla.. Salvación de la ciudad, el Baluarte del pueblo». Lo que es seguro es que nada parecido se encuentra en otra parte. Algo anUogo ensayaron los poetas latinos. Versicolor debe recordar á ci¡J.Eecp!xpooc;-; fluxipedult quiere parecerse á HXEa[1tE1tAoc;'. Pero esas formaciones no pudieron alimentar!e nunca en latino Al contrario, aun hoy forman los griegos compuestos de esta especie: c'ÚEeel'.Épau~oc; significa cpararrayos», y ciAE~tEip6XtO~, -paraguas,.. Gusta coleccionar las creaciones de la lengua griega en este género: 0al!.É8ufLoC;, cque muerde el corazón», HÉ1toAtc;',.expugnador de ciudades", x!UpÉxay.o~, cque se regocija del ma},., Wúop1\'twp, cque presume de orador», (1)
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vorlage. - Vierwaldstmterseeschraubendamprschi(tge.~ellschatt. -Das einjáhrig(reiwUlige Berechtigungswe.~ep,.-B6·,te verschied Frau ..• Che(-redacteurs wittwe der AUgemeinen Xeitung.
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«que se cree sabio., 'Fvop.'lP¡~, «que ensefia los muslos. (hablando de las doncellas de Esparta), ,.d¡LboAofl\P~, «que retarda la vejez. (sobrenombre de Afrodites entre los espartanos). . He de mencionar aún otra formación que se ha desarrollado principalmente. en las lenguas germAnicas. El alemAn contenia cierto número de compuestos como himmel-blau, «azul como el cielo., schnee·weiss, e blanco como la nieve. ,stock-Iest, «firme como un tronco., en que la primera palabra sirve de ejemplo . á la cualidad denotada por la segunoa. La lengua mo
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Las lenguas que prefieren la derivación á la composición son de una materia menos dócil, se prestan fácilmente á la creación de vocablos nuevos, para los cuales necesitan, no sólo elegir un sufijo, sino preparar la parte anterior de ]a palabra. Así, el francés, para sacar derivados de freTe se sirve dellatin (fraterne~, fraternité). Claro es que los idiomas que· emplean habitualmente compuestos y en que los mismos sufijos son antiguas palabras independientes, no tienen que luchar con dificultades de este género. Citaré un solo ejemplo. El viajero Bleek, hablando de 108. chasquidos de lengua-en inglés, eliek-usados entre los hotentotes, designa ciertos dialectos que por excepción no los emplean con el compuesto clickless. Ni el francés, ni ninguna de las lenguas románicas podría aqul entrar en lucha con el inglés. Pero no es un azar, sin duda, que la idea de la .pureza», la idea á \que deben su origen la Academia de la Ol'usca y la Academia francesa, haya nacido en las naciones que se sirven de derivados. No se crea, con todo, que un pueblo se halle incapacitado nunca para formar las palabras nuevas que necesite. Si nosotros volvemos al latin, es porque el francés ha crecído en cierto modo á la vista del latiD, y porque una antigua costumbre, fortalecida de siglo en siglo, nos lleva hacia ese lado. Si hubiese faltado ese gran depósito, el genio popular hubiese buscado por otro camino. La homogeneidad de ciertas lenguas, como ellituanio, se debe á que lo han sacado todo de sI mismas. Costumbre, facilidad mayor: he ahí lo que se encuentra; no hay que hablar de necesidad, ni de leyes fatales.
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Recordaré, al concluir este capitulo, el principio que . domina la materia. Sea la que quiera la longitud de un compuesto, jamás comprende más que dos términos. Esta regla no es arbitraria: se debe á la naturaleza de nuestro espiritu, que asocia las ideas por pares. Puede suceder que cada uno de los dos términos sea á su vez un compuesto. Asl, en la palabra aristofanesca G'tpt~&X01t!E'loupy!crJ el segundo término 'ltcrVoupy!cr es un derivado de 1tcrvoOp'y~ J formado de 1t/lv y de lpyov; y G'tpt",6Bnc.~ contiene, á su vez, dos palabras. Pero es claro que cada. una de las dos partes no se cuenta más que por un solo elemento. Lo importante en semejaIlte caso es poner el corte en el sitio conveniente: es la dificultad de las lenguas' que abusan de la composición.
CAPITULO XVII LOS GRUPOS ARTICULADOS
Ejemplos de grnpos arUcnlados.-Sn ntilidad.
Al modo de las piezas de un engranaje, que estamos tan acostumbrados á. ver ajustarse unas con otras que no sofiamos en figurá.rnoslas separadas, el lenguaje presenta voces unidas por el uso hace tanto tiempo que no ex,sten ya aisladas para nuestra inteligencia. Eso es lo que llamo grupos articulados. Tienen una gran importancia en sintaxis. Bastará. citar locuciones como porque, siemp"e que, aunque, supuesto que, á fin de que. No hay lengua que no tenga cierto número. El pensamiento de los antepasados las ajustó asl, y las legó á las edades posteriores como un apoyo ó como una palanca. Lo que son los formularios en el derecho ó en la administración lo son esos' grupos articulados en el razonamiento de todos los dlas. La mayorla de los hombres los usan sin haber fijado en ellos nunca su atención. Se incrustan tan bien en nuestra mente, que determinan los movimientos de nuestro pensamiento. No se los reconoce bien má.s que cuando se compara la lengua materna con una lengua extrafia. Dondequiera que están en contacto dos poblaciones diferentes, las faltas y los errores que se cometen por una y otra parte revelan su presencia (1). (1) Hogo Schnchardt ha estudiado desde este punto de vilta
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Si llegasen á desaparecer las clases ilustradas, los grupos articulados formarían una sola pieza, y el agregado, no las partes, es lo que sobreviviría para s,uministrar los elementos de la lengua del porvenir. Todo el mundo sabe que 'la palabra en el estado aislado no existe muy claramente en la conciencia popular, y que está expuesta á soldarse en ella con lo que precede ó lo que sigue. Nuestras oficinas telegráficas, donde las pa.labras se cuentan una á ~na,' deben tener sobre este punto una buena cosecha de observaciones. Nosotros nos servimos, para interrogar, del grupo estoce (c¿es que? .. »)¡ para marcar la duda, del grupo peut·étre que (cpuede que»)¡ para explicar el motivo de una acción, del grupo c'est que (ces que»): otras tantas locuciones que parecen hoy de una sola pieza. En griego moderno el futuro se marca por me· dio de la particula o" seguida del subjuntivo: o" Ati1\, «él dirá». Esa particula o" no es otra cosa que la amalgama del grupo OtAEI YIICI, «él quiere que- (1). Estas observaciones deben hacernos prudentes respecto de las partículas antiguas, tan cortas, pero tan cargadas de sentido muchas veces, que Pott comparaba á las sustanCias ligeras de las cuales basta una cantidad mIniina para modificar el gusto y el sabor de un manjar (2). No sólo esos grupos articulados conservan integra la significación de los elementos de que se componen, la lengua hablada por los eslavos y por los alemanes de Austria. Trata de reducir á cuadros yi cifras las faltos que ocasiona por una y otra parte un recnerdo intempestivo de la len. gua materna. Son las mismas faltas que se c::>meten en el colegio. (1) En el dialecto epirota, en vez de O", se encuentra aún {)eAá.
(2) Véase, por ejemplo, el delicado análisis de la partfcnla latina an, por James Darmesteter, en las Mémoires de la Socié· té de linguistique, t. V.
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Bino que obtienen también un valor que no les pertenece en propiedad, y que resulta del puesto que ocupan habitualmente en la frase. Tomo como ejemplo la palabra francesa cependant, donde creemos percibir hoy una oposición. Nada hay en esa palabra que marque la oposición. Pero como sucede á menudo que s~ enumeran dos hechos concomitantes para oponerlosentre sI, poco á poco ha penetrado en ella la idea adversativa. Creemos, de igual manera, percibir un valor de oposición en las conjunciones latinas quamvis, quanquam, etsi, etiamsi, licet, etc. Todas esas palabras son simplemente afirmativas, y aun algunas exageran la afirmación, permitiendo extenderla cuanto se quiera, para hacer resaltar tanto más el hecho subsiguiente, que vendrá á limitar ó contradecir la primera proposición (1). El oyente, advertido por el uso, prevétan perfectamente este segundo aserto, que desde el primero siente nacer la antitesis. Estas locuciones que han pasado al estado de grupo indisoluble pueden conservar formas gramaticales queno existen ya en el lenguaje corriente. Así, el latln duntamat contiene el aoristo de subjuntivo del verbo tango, análogo á l~, l~'lI. Un antiguo sustantivo neutro regum, que significa -dirección., se halla contenido en el adverbio ergo, por e rego, -en linea recta, por consiguiente. (2). En el alemán nur tenemos una pequena proposición: ne 'waere, -si no fuese •. El griego moderno ll~, que denota una invitación (~),aATÍaWp.Ev, lit; datA6wat), representa el antiguo imperativo li'l'E~, -permite •. (1) Quamvis .,is mole.,tus, nU71quam te esse confUeboT malum (Cicerón, Tusc, lI, 25,61. Se trata del dolor.) «Sé cuanto q";BTQS molesto; nunca confesaré que eres un mal., (2) Compárese con e regione.
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Ellenguaj~, conforme le miramos más de cerca, nos revela nuevas estratificaciones semánticas. Se ha necesitado ese largo trabajo para que un razonamiento un poco seguido pudiese comunicarse áotro sin desviación ni oscuridad. Hoy. el beneficio de ese trabajo está. á disposición de todo el mundo: es tan fácil manejar esos grupos articulados, que dan tentaciones de creer que han existido siempre. El niJio aprende su manejo. como aprende á servirse de la herencia de BUB padres. Oon todo, la vista de 10B pueblos poco adelantados nos muestra que, no sólo les cuesta más trabajo hacerse comprender, Bino que, no encontrando ningún apoyo para su pensamiento, tienen que esforzarse más ·para. conservarle presente en su espiritu y permanecer duefios de él. La imitación puede transportar de un idioma. á otro estos grupos articulados que han sido los instruinentos de la sintaxis y mediante los cuales se desarrolla. el periodo. Hasta da uno en pensar que la forma del periodo no se ha inventado más que una vez: cuando se lee algún Senado-consulto latino ó a.lguna de esa.s Epistolae dirigidas por los emperadores romanos á las provincias, se reconoce 80111 la misma disposición qU& en los edictos de nuestros parlamentos y en las ordenanzas de nuestros reyes. La parte más inmaterial del lenguaje no se pierde. La fonética y la morfologia tienen razón para distinguir 10 que es de imitación docta. y 10 que es de tradición popular: entre esos dos elementos no se realiza la fusión. Pero en semántica esa distinción carece de utilidad. Aqui la cadena del progreso, aun interrumpida en ciertos momentos, siempre puede reanudarse.
CAPITULO XVIII CÓMO SE DAN LOS NOMBRES A LAS COSAS
Los nombres dados á las co:.-as, son necesariamente incompletos é inexactos -Opiniones de los filósofos de Grecia y de India.-Ventajas de la alteraoión fonética. - Los nombres propios.
Hemos reservado para el fin de esta segunda parte la cuestión que se plantea por lo común al principio de todo estudio sobre ellengu..je: ¿cómo han procedido los hombres para' dar nombres á las cosas? Lo que hemos visto en los capitulos anteriores nos dicta la respuesta. De todo lo que precede podemos sacar una conclusión: no es dudoso que el lenguaje designa las cosas de una manera incompleta é inexacta. Incompleta: porque no se ha agotado todo lo que puede decirse del sol cuando se ha dicho que es brillante, ó del caballo cuando se ha dicho que corre. Inexacta: porque no se puede decir del sol que brilla cuando está puesto, ni del caballo qúe corre cu~ndo estA quieto, herido ó muerto. Los sustantivos son signos ligados á las cosas: encierran, ni más ni menos, la parte de verdad que puede encerrar un nombre, parte necesariamente tanto más peque:fl.a cuanta más realidad tenga el objeto. Lo más adecuado al objeto, en nuestras lenguas, son los nombres abstractos, puesto que representan una simple operación del esplritu; cuando yo tomo las dos
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palabras comprensibilidad, inmortalidad, todo lo que se encuentra en la idea se encuentra en la palabra. Pero, si tomo un ser real, un objeto existente en la naturaleza, será imposible que el lenguaje introduzca en la palabra todas las nociones que ese ser ó ese objeto despierta en el espíritu. Forzoso es que el lenguaje elija. Entre todas las nociones, el lenguaje elige una sola; crea as! un nombre que no tarda en hacerse un signo.
Para que ese nombre se haga aceptar, menester es, sin duda, que en el origen tenga algo de justo yexpresivo; menester es que satisfaga, por algún lado, al espfritu de aquellos á quienes es propuesto primeramente. Pero esa condición no se impone más que al principio. llna vez aceptado, pierde rápidamente su significación etimológica. De otra suerte, ésta podrfa llegar á ser una dificultad y un estorbo. Una porción de objetos son denominados inexactamente, ya por ignorancia de los primeros .autores, ya por algún cambio que ha alterado la correspondencia entre el signo y la cosa significada. No obstante, las palabras prestan el mismo servicio que si fuesen de una perfecta exactitud. Nadie piensa en revisarlas. Se aceptan gracias á un· consentimiento tácito de que ~o tenemos cOllciencia siquiera. El lector reconoce aquf una materia que dió pábulo á las discusiones de Grecia y de India. El comienzo del debate se encuentra para nosotros en el Cratilo de Platón. Sócrates da la razón sucesivamente á las dos opiniones: primero, á la que sostiene que hay para cada cosa un nombre que la ·pertenece por naturaleza; de'3pués', á la que admite que la propiedad del nom-
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bre reside en el consentimiento de los hombres. Esta discusión duró todo el tiempo que hubo escuelas de gramática en Grecia y en Roma. Lo que se sabe menos es que el mismo debate ocupó á las escuelas de los brahmanes .• Si la hierba se llama trina por su cualidad de pinchar (tr!), ¿por qué no se aplica. ese nombre á todo lo que pincha, como, por ejemplo, á una aguja ó á una lanza? Y, por otra parte, si una columna se llama sthüna porque se mantiene derecha (stha), ¿por qué no se la llama también la que sostiene ó la que se encaja (1)?Sea por una creencia más ó menos razonada en una exactitud necesaria del lenguaje, sea por respeto hacia la sabidurla delos antepasados, en ninguna época, ni en ningún pueblo, se ha dejado nunca de consultar á las palabras sobre la naturaleza de las cosas. A veces no era á la lengua materna, demasiado conocida y demasiado cercana, á la que se diriglan esas contiuItas, sino á alguna lengua más antigua. Esta convicción de la ilp66't'l)t; il\lop.t.l'twII se halla difundida universalmente. Sin embargo, un poco de reflexión hubiera debido bastar para comprender que, siendo el lenguaje una obra de improvisación, en que el más ignorante tiene á menudo la mayor parte, yen que el azar de los acontecimientos ha impreso extensamente su huella, no es JOuy cuerdo pedirle lecciones de fisica ó de metaflsica. Esa ha sido, sin embargo, una manla de todaS las épocas. No quiero decir nada de los antiguos ni de los sabios de la Edad Media; pero vemos aún al jefe de la escuela sensualista en el siglo XVIlI, á Condillac, ceder á la misma ilusión. Acaba de razonar sobre las cualidades ó apariencias de los cuerpos ... Dado (1) JAska, Nirukla) al principio.
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que las cualidades (dice) distinguen á los cuerpos y que son maneras de ser suyas, hay en los cuerpos algo que esas cualidades modifican, algo que es su sostén ó sujeto, que nos represent~mos debajo, y que, por esta razón, llamamos sustancia, de substare, estar debajo .• El antepasado de los ideólogos discurre aquí como un 1dmple discipulo de la escolástica. ¿Cómo podría instruirnos el lenguaje sobre la sustancia y la cualidad? N o puede darnos más que el eco de nuestro propio pensamiento: registra fielmente nuestros prejuicios y nuestros errores. Puede asombrarnos, A veces, á la manera de un nifio, por la franqueza. de sus respuestas ó la candidez de sus representaciones; puede ofrecerno~ preciosas noticias históricas de .que es depositario involuntario (1); pero serIa desconocer su carácter querer tomarle por maestro. ¿Tienen más exactitud las palabras creadas por los literatos y los sabios? No hay que B'ar mucho. En el 'Siglo XVII Van Helmont, por un recuerdo más ó menos presente del neerlaudés gest 1 «espIritu», llama gases á los cuerpos que no son ni sólidos ni lIquidos. Eso es tan vago y tan incompleto como spiritus en latin ó .¡,uX"¡ en griego. Por un sentimiento de patriotismo, un quImico francés, que descubre un nuevo metal, le llama gallium; un sabio alemán, no menos patriota, responde con el germanium: designaciones que nos ensenan tan "poco sobre el fondo de las cosas como los nombres de Mercurio ó de Júpiter dados á los pla(1) Aunque hubiesen perecido todos los monumentos de la cerámica y de la escultura, las palabras effigie, figura, fingere, DOS dirfan que los romanos no fueron extralios á las artes plásticas. El sustantivo invidia bastarla para revelarnos que existla en Roma la Buperstición de la jettatura Tal es la naturaleza de las noticias q ae nos proporcion.a el lenguaje.
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netas, ó los de amp~re y de volta dados recientemente á cantidades de electricidad. Todo el mundo sabe que hay nombres de ese género dll:dos por error: hacen, no obstante, el mismo oficio que los demás. Cristóbal Colón llama indios á los habitantes del Nuevo-Mundo. Un departamento francés debe á una falsa lectura el nombre de Calvados (1).
Podemos, pues, resumir de esta manera: Cuanto más se desprende la palabra de sus origenes, tanto más se halla al servicio del pensamiento: según las experiencias que hacemos, se estrecha ó se extiende, se especifica ó se generaliza. Acompafia al objeto á que sirve de etiqueta al través de los acontecimientos de la historia, subiendo en dignidad ó descendiendo en la opinión, pasando A veces á lo contrario de la acepcióh inicial, y siendo más apta para estos diferentes papeles cuanto más completa es su conversión en signo. La alteración fonética, lejos de dafiarla, la favorece, en cuanto oculta las relaciones que tenia con otras palabras que han quedado más cerca del sentido inicial ó han marchado en direcciones diferentes. Pero, aun sin intervenir la alteración fonética, el valor actual y presente de la palabra ejerce tal poder sobre el espiritu, que aparta de nuestro pensamiento la significación etimológica. Los derivados pueden alejarse impunemente de su primitivo, y el primitivo, á su vez, puede cambiar de significación sin que se alteren por ello los derivados . . (1) Ss sahe que Calvados está por Salvador. El error procede de una carta de la diócesis de Bayeux, de 1650, que contiene estas palabras: Rocher du Salvador. Sin el defecto de lectura, el peñasco no hubiese tenid'-, jamás semejante suerte.
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Aun.que la palabra latina ~enus, que era primitivamente neutra, y significaba .gracia, alegria:., hubiese sido adoptada para designar á la Afrodite griega, el verbo veneror, .tributar gracias, honrar:., no dejó de conservar por eso su sentido religioso y casto.
Se ha sostenido que los nombres propios, como Alejandro, César, Turena, Bonaparte, formaban una especie aparte y quedaban fuera de la lengua. Hay, sin duda, algunas razones en favor de esta opinión: vemos primeramente que para esa categoria el sentido' etimológico no tiene valor ninguno; ademá~, pasan de una lengua á otra sin traducirse; en fin, siguen generalmeIÍ te las transformaciones fonéticas de una marcha más lenta. No obstante, se puede decir que entre los nombres propios y los nombres comunes no hay más que una diferencia de grado. Son, por decirlo asi, signos elevados á la sbgunda potencia. Si el sentido etimológico no se cuenta para nada, acabamos ue ver que no ocurre otra cosa c0D: los sustantivos ordinarios, cuyo progreso consiste precisamente en emanciparse de su punto de partida. Si pasan de una lengua á otra sin traducirse, tienen esa particularidad ~n común con muchos nombres de dignidades, funciones, usos, invenciones, etc. Si participan algo menos de las transformaciones fonéticas, eso se debe al cuidado especial con que se conservan, yeso tienen también de común con ciertas palabras de la lengua religiosa ó administrativa. La diferencia con los nombres comunes es una diferencia completamente intelectual. Si se clasificase los nombres por la cantidad de ideas que despiertan, los nombres propios deberían estar á la cabeza, por11
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que son los más significativos de todos, por ser los más individuales. Un adjetivo como augustus, al hacerse el nombre de Octavio, asumió una porción de ideas que eran extrafias á él en un principio. Por otra parte, basta comparar la palabra César, entendida del adversario de Pompeyo, y la palabra alemana Kaiser, que significa cemperador-, para ver lo que pierde en comprensión un nombre propio al hacerse nombre común. De donde se puede concluir que, desde el punto do vista semántico, los nombres propios son lós sustantivos por antonomasia.
TERCERA PARTE ·CÓMO SE HA FORMADO LA SINTAXIS
CAPÍTULO XIX DE LAS CATEGORÍAS GRAMATICALES
Lo que debe entenderse por categorías gramaticales. - Cómo existen esas categorfas en la mente.-¿Son innatas ó adquiridas?-¿Son todas del mismo tiempo? La~ categoría.s gramaticales tales como el sustanti-vo, el adjetivo, el pronombre, el adverbio, ¿han exis· tido en todo tiempo ó son una adquisición gradual? La cuéstión no se confunde con el problema del origen del lenguaje, porque hay lenguas que, aun hoy, no distinguen categorlas gramaticales, y cabe perfectamente que nuestros idiomas hayan pasado por un estado aná~l.lgo. Se trata, pues, de hechos relativamente recientes, en punto á los cuates no debe declararse imposible a prio1'i, la observación. No s610 no es imposible, sino que los medios de información suministrados por la historia de las lenguas iudo-europeas se remontan bastante lejos para permitirnos asi!!tir á. la formación de varias de esas categorial>. Empecemos, pues, por las más modernas.
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Una de las más recientes es el adverbio. Las palabras como o'(XOt, 'ltlOoI, Xa¡uzl, EU, XCly'Ii)~, o!Í'tw<; humi, dom i recte, val de, primum, rUT!IUm, hic, illic, son sustanti· vos, adjetivos ó pronombres con flexiones regulares. Pero, cuando una voz ha dejado de estar en una rela· ción inmediata y necesaria con el resto de la frase,. cuando sirve para determinar mejor alguna otra po.. labra, aunque sin ser imprescindible, está preparada. para tomar el valor de un adverbio. A poco que deje de Ber perfectamente clara en su estructura; á poco, sobre todo, que se pueda ver en ella la menor aparien· cia de irregularidad, es incluida una categoria aparte. No es que haya que suponer nada preestablecido é innato en el espiritu. Lo que ha.y es que, como nuestras lenguas indo-europeas están hechas de tal modoque distinguen exteriormente las palabras según el papel que representan en la frase, el espíritu se ha acostumbrado á ciertas desinencias que ha visto más á menudo en este papel de complemento un poco libre y superabundante, y ha hecho de ellas las desinencias. adverbiales. Tal es especialmente el origen de las desinencias w<; en griego, e y ter en latin . •EI primer contingente de este género le formaron, sin duda, algunas palabras que es licito creer anteriores á la invención del mecanismo gramatical, y que por la singularidad de su aspecto, por la falta de desinencia., invitaban al espiritu á ponerlas en una clase aparte (1). Lo que prueba la edad reciente de la categorla del adverbio es que las distintas lenguas indo· europeas no el!tán de acuerdo en cmmto á la elección de las desinencias: el griego no tiene nada semejante á los ad(1)
Tales son (para citarlas bajo su forma griog:\)
l'ltl. ::p6, lvl, etc.
a..6,
7:oF[~
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vf"rbios latinos en timó en e, ni el latIn nada. semejante á los adverbios griegos en oov, 01lV , !<;, 6EV, 01Z. Este desacuerdo, que no existe en lo tocante á las desinendas de la. conjugación ó de la declinación, es indicio -de una formación menos antigua. Y, sin embargo, se puede afirmar que hoy la categorla del adverbio existe en la inteligencia. En francés, no sólo le sirve de exponente una desinencia especial, que es un antiguo sustantivo reservado para. ese uso, sino que, aun sin esa desinencia, reconocemos el adverbio por el papel que desempefia en la. frase: eH faut parler haut- (ehay que ,hablar alto-J.
Más moderna aún que la categoria del adverbio es Iá, de la preposición. En la época de la separación de nuestros idiomas no hay una sola preposición verdadera. Ya hemos indicado niás arriba cuál es el' origen {le esta parte del discurso. Llegó un tiempo para todos nuestros idiomas en que los casos de la declinación, no pareciendo bastante claros ó bastante precisos por si propios,recibieron un adverbio como escolta. El ablativo, V. gr., que marc:l. por sI mismo el aleja. miento, fué acompañado, sin embargo de ab, ó de ea;. El,acusativo, que denota el lugar adonde se va, fué acompaúado de in ó de ad. Esas palabras ab, ea;, in, -€Ld, eran adverbios de lugar, como se ve a~n, por lo que atañe á la mayorla de ellos, remontándose á su más antigua forma y á su empleo más antiguo. Pero la costumbre de verbos unidos á cierto caso sugirió la idea de una relación de causa á efecto: esa breve palabra, que era un simple acompañamiento del acu~ativo ó del ablativo, pareció regirlos. Desde enton-
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ces los rigió, en efecto: de adverbio pasó á ser prepo· sición. La categorla de la preposición se ha impreso hasta. tal punto en nuestro esplritu como la de una palabra que quiere ser seguida de un régimen, que nos cuesta trabajo c.omprender una preposición emplead á sola: llama, espera cBU complemento •. En tiempo de Plauto y de Terencio prae podla emplearse aún como adverbio (1). Pero un poco más tarde no se le encuentra ya más que seguido de un ablativo. Las lenguas. romanas, fleles continuadoras, en esto, del latin, han heredado preposiciones ~ntjguas, las han formado nuevas y se han esforzado en separar más claramente cada vez la preposición del adverbio: la distinción que no establece todavia Corneille entre dans y dedans, entre SOU8 y dessous, etc., ha pasado á ser una. regla del francés moderno.
El acuerdo que reina sobre este puntó entre las diversas lenguas de Europa (porque en todas partes vemos formarse de la misma manera las preposiciones} muestra que, dado el plan general de su gramática, la creación de esta categoria estaba indicada de antemano: Desde el momento que las desineDcia~ necesitaban del concurso de una voz para precisarlas, esa voz, después de cierto tiempo, debla parecer la causa. de las desinencias. Es inte;-esante ver cómo se ha enriquecido esta ca-o tegoria sucesivamente con palabras recibidas de todos los puntos del horizonte. Vemos en francés participios como excepté, passé, hormis, vu, durant, pen(1) Plauto, Amph., J, 3, 45. Abi prae, Sosia,' ja7ll ego sequo1·. -Terencio, Eun., V, 2, 69. 1 praej sequor.
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dant, adjetivos como sauf, sustantivos como ckez, hacer veces de preposiciones. Ya en latin penes, secundum, hablan tenido la misma suerte (1). Las preposiciones de edad más avanzada tienden é. perder su significación para convertirse en simples instrumentos gramaticales. En inglés se antepone á menudo al infinitiv.o la partfcula to, simplemente para indicar que se trata de un infinitivo. La presencia de estas palabras, en apariencia vadas, es lo que ha hecho mirar la. creación del lenguaje como una obra superior á la. razón humana.
Algo semejante ha ocurrido con la categorla de la conjunción. Si se considera. una. palabra tan despojada. de sentido como nuestra conjunción que, cuesta trabajo concebir cómo la inteligencia ha podido crear V hacer aceptar luego un signo tan abstracto. Pero las cosas se explican conforme remQntamos el curso de las edades. La conjunción que recobra su puesto entre les pronombres. El subjuntivo que hoy parece regir es, al contrario, anterior á ella. Por una ilusión análoga á la que acabamos de ver tocante á las preposiciones, el espíritu crea entre las dOd palabras una relación de causa á efecto, relación que se ha hech() real, puesto que, en materia de lenguaje, los errores del pueblo se truecan en verdades poco á poco. La historia de las conjunciones latinas, como ut, ne, quominus, quin, etc., nos ofrece hechos enteramente semejantes. Esas palabras tenlan primitivamente una significación plena; pero esta significación se ha per(1) Se lee en Plauto praesente testibus y en Terencio praesente nobis. Es lo que se puede llamar formaciones «preposicionales., que han quedlldo á mitad d'e camino.
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dido en el movimiento de la frase, á la cual sirven de gozne desde entonces. El origen pronominal de las antiguas conjunciones, como~, ut, las hace muy á propósito para tomar sucesivamente una significación de tiempo ó de causa. Pero el mismo hecho se observa también en conjunciones procedentes de sustantivos. Citaremos un ejemplo tomado del alemán. La palabra alemana weil, cporque-, es un antiguo sustantivo incorporado á la categoria de la conjunción. Se dijo primeramente die wíle, die weile, ctodo el tiempo que, mientras que-. Lutero la emplea de este modo, y Grethe, amante del lenguaje popular, la ha empleado también muchas veces. Pero, de la idea de tiempo, la voz ha pasado á la de causa, como sucedió en latin con quoniam. Hoy weil hace el efecto de una palabra abstracta que anuncia que se va á indicar el motivo de un hecho.
Puesto que las tres categorías del adverbio, de la preposición y de la conjunción no han existido en todo tiempo, sino que se han formado en una época relativamente reciente, por una lenta elaboración, no es temerario suponer algo semejante, en una época más antigua, con respecto á las categorías del sustantivo, del adjetivo y del verbo. No es que la idea de un objeto, de una cualidad, de una acción, haya esperado el nacimiento de las lenguas indo-europeas; no hay lengua que no tenga palabras para representar los objetos de la naturaleza, como hombre,piedra, montana, ó las cualidades de los objetos, como grande, pequeflo, alto, baio, lejano, próximo, ó las acciones más visibles, como andar, correr, comer, beber, hablm·.
169 , Pero no es esd lo que llamamos la categorla del sustantivo, del adjetivo y del verbo. La categorla del sustantivo comprende nombres que representan simpleH concepciones del espíritu, y que son tratados 'exactamente de la misma manera que los demás sustantivos. La categorIa del adjetivo comprende palabras que no corresponden á ninguna cualidad, como cuando se dice en griego: 'tpl'tcxro~ 1'i},6EV, «vino á. los tres días», ó en latin: noeturnus obambulat. La categoría del verbo supone un sistema de personas, de tiempos y de modos. Esas categorías, entendidas aSl, no son contemporáneas del primer despertar de la inteligencia. Se han formado poco á poco, como las del adverbio y de la preposición, aunque demasiad9 antiguamente para que podamos seguir su evolución. POR MlGUEL BRÉAL
La especie de palabra que debió distinguirse primero de todas las otras es, según nosotros, el pronombre. Creo más primitiva esta categoría que la del sustantivo, porque pide menos invención, porque es más instintiva, más fácilmente comentada por la mímica. No hay, pues, que dejarse inducir á error por esa denominación de .pronombre» (pro nomine), que viene de los latinos, los cuales tradujeron á su vez el griego Q:V'tWVU/J-LCX. El error ha durado hasta nuestros dlas (1). Los pronombres son, al contrario, á mijuicio, la parte más antigua del lenguaje. ¿Cómo el yo hubiese carecido nunca de una expresión para designarse? Desde otro punto de vista, los pronombres son lo más móvil que hay en el lenguaje, puesto que jamás (1) Los pronombres (dice aún Reisig) son una invención de la comodidad (eine Erfindung der Bequemlichkeit), para sustituir, :ya á un sustantivo, ya á un adjetivo.
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so ligan definitivamente á un ser, sino que viajan perpetuamente. Hay tantos yo como individuos que hablan. Hay tantos tú como individuos á quienes puedo dirigirme. Hay tantos él como objetos reales ó imaginarios encierra el mundo. Esa movilidad se debe á que no contienen ningún elemento descriptivo. Asf, una lengua que no se compusiese más que de pronombres se parecerla al vagido de un nmo ó á la mlmica de un sordomudo. La necesidad de otro elemento, del cual se formaron el sustantivo, el adjetivo yel verbo, era, pues, evidente. Pero no es menos cierto que el pronombre viene á colocarse en la base y en el origen de las lenguas: sin duda por el pronombre, quevenía á oponerse á las ctras clases de palabras, empezó la distinción de las categorías gramaticales.
CAPITULO XX LA FUERZA TRANSITIVA
De dónde viene la idea que tenemos de una fuerza transitiva residente en ciertas palabras.-Verbos que cambian de signiflcacIón al hacerse tral1sitivos.- La fuerza transitiva es lo. que da unidad y cohesión á la frase.- El antiguo mecanismogramatical pierde su valor originario.
Al modo de las piedras de un edificio que, por haber estado unidas mUl;ho tiempo y exactamente, acaban por no componer ya má.s que una sola masa, ciertas palabras que el sentido acerca se adosan y se aplican una á otra. Nosotros nos acostumbramos á verlas enlazadas de esa suerte, y, en virtud de una.. ilusión de que ofrece otros ejemplos el estudio del lenguaje, suponemos alguna Llerza oculta que las mantiene unidas y las subordina. Asi arraiga en los espiritus la idea de una e fuerza transitiva» re~idente en cierta clase de palabras. Todo el mundo conoce la diferencia entre los verbos llamados neutros y los verbos llamados transitivos: los primeros se bastan á si propios, expresan una acción que forma sentido completo (como correr, andar, dormir); los otros reciben después de sIlo que se llama un complemento. Se ha debatido sobre cuáles de esos verbos eran los más antiguos. Para mi no es dudosa la respuesta: no sólo son los más antiguos los verbos neutros, sino que se debe admitir un periodo en que no habia más que verbos neutros. Creo, efec-
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tivamente, que las palabras se crearon para tener plena significación por si mismas, y no para servir á una sintaxis que no existía aún. Habiendo sido asociados frecuentemente algunos de esos verbos á palabras que especificaban su término, que dirigían BU acción hacia cierto objeto, la inteligencia Be habituó hasta tal punto á un apéndice de esa índole que llegó á esperar lo que la hacia el efecto de una adición obligada, de una dirección indispensable. Poi." un transporte ideal, de que se encuentran ejemplos en otras partes que en la lingüistica, nue~tra inteligencia cre yó descubrir en las palabras lo que es efecto de nuestra propia costumbre; desde entonces hubo verbos que exigian después de si un complemento: estaba creado el verbo transitivo (1). De este hecho ha surgido una doble consecuencia: . 1.., se ha m.odificado el sentido del verbo; 2.&, se ha 1iebilitado el valor significativo de las desinencias de la declinación. Empecemos por poner algunos ejemplos de verbos que han cambiado de sentido. . La raíz pat expresa un movimiento rápido como el de un cuerpo que cae ó un ave que vuela. Dió en griego nt1t'tw, ccaer-, 1tÉ'tOP.C1t é !1t'tC1p.C1t, e volar-. En latin dió petulans, ímpetus, acipiter, praepes, propitius. Pero al hacerse transitivo,. e~ verbo pete re denotó la tendencia hacia un fin (pete1'e loca calidiora, petere so· .lem), y acabó por denotar una solicitud ó pretensión (1) Se ha convenido en reservar el nombre de verbos tranflitivos á 1011 que se construyen con acusativo. En un sentido más amplio se puede llamar transitivos, también á los verbos -que, como P.tl-'-v1Íax.w, ;(pi'i:702!, se constrúyencon genitivo ó dativo. Lo que importa no es la elección· d~ tal ó eual caso, sino la estrecha conexión establecida por el espíritu, tan estrecha -que el verbo parecería incompleto sin su acompail.amiento.
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(peteTe cOTlsulatum, honores). De ahi petitio,
appetitus.
Esta sucesión de significaciones es tan natural, que la encontramos en las otras lenguas. El griego !xvLO¡UZt, próximo pariente de ilxw y de lxtívw, significa eir». Pero construido con el acusativo, pasa al sentido de erogar». Me contentaré con citar estas palabras de Esquilo (Persas, 216): 8EO~ &; 'ltpoG'tpomLT~
!Xyouplvr¡ ...
«Implorando á los dioses con !lacriflcios... ~
Dió, en e~ta acepción, el derivado !xL'tll~, esuplicande donde !Y.E'tEÚW, eimplorar». En sánscrito, el verbo ja, cuya significación ordinaria es eir», pasa al sentido de erogar», si va seguido de un acusativo. El védico tat tva jami (literalmente ete hoc adeo)>> se interpreta por tat tva jace, eyo te pido esto».
t~.,
He aqui, ahora, una asociación de ideas opuesta á la preceden te. Los verbos que significan eretirarse,., cuando se hacen transitivos, adquieren la significación de eceder, abandonar,. . Cedo significa propiamente eretirarse»: es el sentido que conservó en recedo, discedo, decedo. Cedere alicui significó, pues, eretirarse por consideración á alguien, cederle el paso». Habiéndose heeho luego la idea de ceder el paso, sfmbolo de toda especie de concesión, cedo tomó la significación d~ «ceder-. Después, por un nuevo progreso, se construyó con un acusativo y significó eotorgar, conceder-. Cedere multa multis
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de iure suo. - Cedere possessionem. - Cedere victoriam (1). La misma sucesión de significaciones se encuentra en griego. E'{xw significa retirarse. E'Cr.t!y OVpclWY, XA!a¡.Lafo, 'ltoHp.ov, «retirarse de la puerta, de un trono, de la guerra-. Los egcoliadores le traducen por Ú1t0Xwp!w, 'ltczp:r:xwp!w,
Se dijo después: t!X[!V 0pr~, ovp.tj'l, civáp.~, c ceder á la cólera, á la pasión, á la necesidad-o Pero E'{XW, habiéndose construido con el acusativo, adquirió también la significación de cdejar, abando· nar-. Nestor, haciendo recomendaciones á su hijo para una carrera. de carros, le dice que, al dar la vuelta, -debe excitar con BUS gritos al caballo de' la derecha y 'soltarle las riendas: • . 'tO\l ocE!ov ylt1tOV c;i '¡I~!IX XEpa!v.
KÉY~IX' bfLOy.J,l¡a~, ETE(U d
Esta sucesión de ideas ed tan natural, que cabe esperarse encontrarla también en otras lenguas. En alemán, por ejemplo, cretirarse de un negocio- Be dice: 'Von einem Geschlift abtl'eten. El verbo aqui es neutro y tiene su significación primera. Pero se puede decir, haciendo transitivo ese mismo verbo: Jemanden einen Acker, ein Recht, ein Land abtreten, -ceder á alguien un campo, un derecho, un territorio (2).- En inglés, (1) Inversamente. obstare ha llegado en francé3 al sentido de qu.ilar. Se dijo primoramente: «6ler la retrai:o B quelqu'un, lui 6ter les moycns de vivrc». (2) Jacobo Grimm, en su DIccionario. ha invertido el orden de las CJsas. Considera el sentido transitivo como el máa anHgno. Traduce por deculcare, y cita como primer ejemplo: den ab.1atz vom sch'"uh, den schuh vam fu,iz ab'rel.en. En la locuci"Jn: e1n IJa7ld abtreten, (ceder un territorio», cree ver una imagen: mit dem tusze van sich abtreten. La metá.fora serIa rara, por lo menos.
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-el verbo ¡orego ó torgo significa igualmente .retirar;se- y • ceder-.
Hay bastante distancia entre el sentido de .mantenerse en pie- y el de «comprender, saber-o Es, sin -embargo, la distancia que ha recorrido la ralz sta, no una vez, sino tres, por lo menos. Tenemos el griego ·{a't~J.t, que, combinado con E'ltt, da i'ltIG'ta¡.uL!, .saber-, de donde tmn1\¡J.ll, .la habilidad, la ciencia-o Tenemos, por otra parte, el alemán stehen, que ha dado verstehen, .. comprender-, de donde Verstand, .. inteligencia-. Ya en alto alemán, medio verstdn, y en a.ntiguo alto alemán firstdn, significan .comprender-. En fin, en inglés tenemos stand, de donde understand, .comprender-, á que precedió el anglo-sajón jorstandan, con el mismo sentido. Para darse cuenta de este cambio, hay que recordar que las primeras artes no se ensenaron con los libros: eran artes prácticas en que habla que empezar por aprender la actitud y la posición convenientes. Tal fué el arte de lanzar el venablo, ó de manejar la maza, 6 de hacer brotar el fuego, ó de domar los caballos. Hay que considerar, por otra parte, que t'lt¡Q..t~¡ur:t es un verbo de forma media, es decir, un verbo reflexivo: significa literalmente .tenerse-. Verstehen, en alemán, es aún á menudo un verbo reflexivo. Se dice: si eh auf etwa& verstehen¡ er versteht sieh au¡ Astronomie, aut Literatur, auf Politik. Vemos desde entonces cómo un verbo que significa tenerse, puede pasar al sen~ido de saber: Er vel'steht si eh au¡ das Speerwe1'{en, au{ das Pterdebiindigen.
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Homero (IZ., XV, 282) emplea el participio lr.ta"tci¡U\IO~ con el dativo: ToTat o' ~r.Et't· ay6pEuE e&r~. 'Avop(.dfLo\lO~ u!~, AI'twJ..lilv IlX' clIpta"to~ ,Ema't~vo~ fLEV altov'tt, 'EaOJ...~~ o'b a'tIXol'tl •
• lis autem concionatus ~t Thoas, Andraemonis filius, Aetolorum longe praestantissimus, peritus quidem jacuti, litrenuus etiam in stataría."
Los comentadores proponen sobreentender p.ápv:za6a1. Pero no es necesario; se podria traducir en alemán sin elipsis: .'fich aut den Wurfspiess verstehend. Desde entonces no habia que dar más que un paso para decir, como se encuentra ya en Homero: 1ZvT¡p cp6pr.uno~ i1tta't<ÍfLE\O~ ¡(al a:Cto'l'~. Ó también lma"t<ÍfLEVOt 1toJ..!fLOto. En fin, se tiene ya i':>!a'tapIXt con el acusativo: 1tOnd: o'E1t[a'tIX'tO lpjIX.
Enteramente semejante es la historia de los dos vervos germánicos. El alemán dice con el acusativo: Verstehst du mich'!-Keiner hat die Sache verstanden. Yen inglés: Do you undeTstand me?- Who has understood the apologue' Esos tres ejemplos muestran de la manera más cIara que la fuerza transitiva no se limita á establecer un vinculo entre el verbo y su complemento: transforma el sentido del verbo. De estos hechos hay que saca.r una conclusión his· tórica. Cuando se recorre las listas de craices:t, hechas por los gram~ticos indos, y adoptadas, salvo rectificación, por la ciencia moderna, se ve que la mayoría tiene ya el sentido transitivo. Esto demostraría, si fuese necesario, la antigüedad de la sintaxis. Pero á menudo se correría el riesgo de alejarse mucho de la ver·
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dad, si se creyese que el sentido atribuido a esas rafces es el sentido inicial y originario. Muchas, al adquirir un valor transitivo, debieron cambiar de acepción. Los ejemplos que acabamos de poner lo demuestran. Los que creyesen que la rafz man significó desde su origen .pensar- ó la rafz budh .saber-, cometerfan el mismo error que si, en un diccionario histórico latino, se inscribiese • pedir , rogar-, como primera acepción de petere. Pasemos ahora á la segunda .consecuencia, qué ha. sido debilitar el valor significativo de las desinencias de la declinación. Es interesante observar cómo la fuerza. transitiva entra poco a poco en lucha con el valor originario de los casos, ó-para hablar sin metáfora-cómo la fuerza de la costumbre hace que en cierto caso se considere a la larga como el caso complemento por excelencia. Se dijo primeramente con el acusativo: petimus urbem, porque el acusativo indica el lugar hacia. donde uno se dirige. Pero, mediante la analogfa, se dijo también: linguimus urbem, {ugimus urbemj de modo que el acusativo, de caso local que era, se hizo caso gramatical. Nada podio. ser más destructor del valor originario de las desinencias. Sequor significaba literalmente .yo me adhiero-; corresponde al griego I[1tO¡'UII, que toma después de sf el dativo. Pero se ha dicho: sequi {eras, sequi virtutem.Medito1' significa .yo me ejercito.; corresponde al griego fLEAt-twfUlt, de que es copia mas ó menos exacta. Pero se ha dicho meditari versus, meditari a1'tem cithaToedicam (1). (1) Meditor, meditatio, son términos de escuc]a. ó de gimna-
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Una vez adoptado el tipo del verbo transitivo, se multiplica rápidamente. Verbos como dolere, {le1'e, tre· mere, que, por naturaleza, parec[an deber quedar sin complemento, se construyen corrientemente con el acusativo: Tuam vicem doleo.-Flebunt Germanicum etiam ignoti;-Te Stygii tremuere lacus. El espIritu de imitación puede ir muy lejos en este punto. Convertido amo en verbo transitivo, pasaron á serlo igualmente ardeo, pereo, depeTeo, demo1·ioT. Encontramos en los poetas cómicos: ls amore illam deperit.
Todas las lenguas antiguas no llegan aún, sobre este particular) al mismo punto. El griego ha conservado más tiempo que ellatin la apreciación del valor de los casos. Asl, cierto número de verbos griegos toman tras de sI el genitivo. A causa de la idea positiva expresada por el genitivo, le vemos empleado con los verbos que significan ccomer» y e beber-. En francés se dice de igual manera: boire da vin, y no boil'e le vino DlVEIV O'{VOLl, ¡¡Oa"to~, jciAlZlt"tO~, es la construcción habitual. Por una razón semejante, se ve el genitivo en los verbos que significan cgustar, tocar, tomar, obtener- (1). Cuando Th&c· tis, implorando á Zeus, le toca la barba, el poeta dice: ltlZ1 U.AIZ~ x.E1p1 )'EVdOLl. Siempre por la misma causa se emplea el genitivo con los verbos que significan aio que pasaron de Grecia á Italia: representan el griego ¡aAE¡aAl"tT¡, ¡aAE...-r¡¡.uz. Un ejercicio militar se llamaba meditatio campestrisj un ejercicio oratorio, meditatio rhelorica. Virgilio emplea la palabra como verbo neutro y en el sentido propio cuando dice: meditantem in praelia taurum. 'tllv,
(1)
8ry,ávEIV, .yIZÚEIV, "tLlUáVEIV.
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cdesear:o, como '!E:JO:r:t, O¡¡i¡EC6:u, EmOu(J.Elv (1). Héctor siente el deseo de abrazar á su hijo:
Los verbos que denotan la actividad de los órganos como coir, ver~ conocer. saber, acordarse~, completan esta serie. Hay, en efecto, una diferencia entre la toma de posesión efectiva y directa, que expresa el acusativo, y el alcanCe más ó menos superficial que expresa el genitivo, y que cuadra á estos verbos de significación intelectual. El latin conservó un solo ejemplar de los verbos de esta clase, memini, que toma el genitivo, como para atestiguar que esta construcción no fué siempre extrafia á las lenguas de Italia. Pero ya el mismo memini se encuentra con un complemento en acusativo: Suam quisque homo l"em meminit, dice Plauto. Y Virgilio: Nume)'os memini, si verba tenerem. El latin, al nivelar su sintaxis, conservó, sin embargo, el recuerdo de un estado más antiguo y más semejante al griego. Los verbos que significan cdesear~ Ó camar~ acabaron por tomar el camino común, y fueron seguidos del acusativo j pero los adjetivos ó participios derivados de esos verbos permanecen fieles á la antigua construcción. Se continuó diciendo con el genitivo: cupidus lamae, amans laudis, aunque cupe.re y amare hubiesen dejado de emplearse de esa manera bacia mucho tiempo. La. construcción con el genitivo se conservó en sánscrito igualmente. Se mantiene aún, para algunos (1) Es lo que han desconocido excelentes gramáticos, pre!!riendo suponer una elipsis. Asr Kühner (§ 415) explica EmOufLli) 'tI'¡; Q'0'P!II~ por 5ltLOUP.Gl EmOup.!IIY 'tij~ a0'l'[:I~.
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verbos, en alemAn moderno: lss des Brodes. Geniesse dieser Freude. Wir pflegen der Ruhe. No se suprime, pues, el antiguo mecanismo grama.tical, sino que se despoja de su.valor originario en beneficio de un orden nuevo. La frase, en este nuevo periodo del lenguaje, se compone de palabras, de las cuales unas son regentes, otras regidas _ La sintaxis confisca en su provecho la significación individual de las reflexiones. Es 10 que se podr1a llamar, imitandouna expresión de lamitolog1a germánica, «el crepúsculo de las desinencias-o En esta ad~ptación á nuevos usos, ¿hay que ver una decadencia ó un progreso? La cuestión puede parecer ociosa, puesto que cada época se forja el lenguaje que necesita. Pero, si hubiese que responder, yo dirfa que en esa adaptación debe verse un progreso. Si está en la naturaleza de todas las artes transformarse, ¿cómo la más necesaria de las artes, la que está hecha para. acompanar al pensamiento en cada uno de sus pasos, no habría transformado la materia que le legó la infancia de la humanidad? El progreso salta á la vista. Las palabras, que estaban, por decirlo as1, encerradas en 81 propias, contraen poco á poco lazos con las otras palabras de la frase. Esta, aunque compuesta de piececitas inmóviles y relacionadas, nos aparece, ya. como una. obra. de arte que tiene su centro, sus partes laterales y sus dependencias, ya como un ejército en marcha cuyas divisiones todas se enlazan y sostienen.
CAPITULO XXI EL CONTAGIO
Ejemplos del contagio.-Las palabras negativas en francés.El inglés but.-EI participio pasado activo. -La conjuución 6i.
En otra ocasión propuse dar el nombre de contagio " un fenómeno que se presenta bastante á menudo, y que consiste en comunicarse á una palabra el sentido de las que las rodean. Cla.ro es que este contagio no es otra cosa que una. forma particular de la asociación de ias ideas. El francés ofrece un ejemplo muy conocido, pero tan concluyente que no puedo dispensarme de recordarle. Todo el mundo sabe lo que ha pasado con las palabras pas, point, ríen, plus, aucun,.personne, jamai8. Servían para reforzar la única negación verdadera, á saber: neo Je n'avance pas (passum).-Je ne vois point (punctum).-Je ne sais rien (rem).-Je n'en connais aucun (aliquem unum).-Je n'en veux plus (plus).-Il n'estpersonne (persona) qui l'ignore.-Je ne l'oublierai jamais (jam magis). Estas palabras, por su asociación con la palabra "'fIe, se han hecho, á su vez, negativas. Han llegado á serlo hasta el punto de que pueden pasarse sin su 'compd.fiera. Qui va la? Pel'sonne (nadie). -Pas d'argent (sin dinero Ó nada de dinero.) - Sans la connaissance de soi-m{)me, point de solide vertu (sin el
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conocimiento de si mismo, no hay sólida virtud).cSon style est toujouI:S ingénieux, jamais recherché (su estilo es siempre ingenioso, jamds rebuscado). Es interes.ante para la semántica consultar, respecto de estas voces, un diccionario usual y un diccionario histórico. Esa comparación es como un sondaje hecho en la inteligencia. Las dos respuestas que se obtienen son contradictorias, pero, aunque opuestas entre si, una y otra tienen su razón de ser y su legitimidad. La Academia francesa, en su diccionario, antepone el sentido negativo á todos los otros. AUCUN, dice la edición de 1878, adj. Ninguno, ni uno. - RIEN. Nada, ninguna cosa. Por lo cual no hay que censurar á la Academia. 1?ntraba en su plan explicar las palabras según la impresión que hoy producen. Es, por otra parte, la que producían ya en el siglo XVII: ... Laissez faire. ils ne sont pas an hont, J'y vendrai ma chemise, et je veux: rien on tont (1). HACINE (Plaideurs J.
y aun en el siglo XIII: Car de ríen fait-il tont sailIir, Lui qni a rien ne pent faiblir.
Oigamos ahora á Littré: cAUCUN, alguno.-RIEN, algo.» Se ve cuál es la distancia entre el sentido originario y el debido á la larga permanencia en las frases negativas. Hay que añadir, no obstante, que la mudanza no se ha efectuado solamente por las frases ne(1) «... Rien on toub, todo ó nada.-(N. det T.)
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gativas, sino también por las interrogativas: eDe tous ceux qui se disaient me.s amis, aucun m' a-t-il secouru?-eAuriez,vou8 jamais cru?-eAvons-nous rien négligé?Hay circunstancias en que el sentido queda á mitad de camino entre las dos acepciones: eH m'est défendu de rien dire. (1).-eJe doute qu'au~un homme d'honneur y consente-· (2). No es, pues, el contacto directo,· no es la vecindad material de la negación la. causa del cambio. La acción contagiosa ha sido producida por el sentido general de la frase.
Algo parecido e~iste en inglés. El inglés but, que viene del anglo-sajón büean ( beutan), significa. propiamente efuera- (3). Cuando tiene el sentido de esolamente .. , está por ne'but. La negación ha acabado por suprimirse: eSólo tenemos cinco panes y dos peces. (Matth., XIV, 17): We have here but five loaves and two fishes. Tal es el texto de la versión autorizada. Pero el Evangelio anglo-sajón dice: We nabbad (ne habbad) her buton fif hlafas und twegen flscas. En el curso del tiempo la negación se ha hecho superflua, por haber asumido su sentido la particula. but. (1) «Me está vedado decir nada ó cosa alguna~.-(N. del T.) (2) «Dudo que ningún hombre de honor (6 un hombre de honor) consienta en ello.~-( N. del T.) (3) Holandés buiten. De aqul en oposición á Binnenzee, cel mar de dentro», Buitenzee, «el mar de fuera». Storm, Philotogie anglaise, p. 8.
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El contagio ofrece, en mi sentir, la verdadera ex· plicación de un hecho de la lengua francesa que ha. ocupado mucho á nuestros gramáticos: la conversión del participio pasado pasivo en participio activo. En estas frases: cJ'ai re9u de mauvaises nouvelles, j'ai pris la route la plus directe» (1), re<¡u pris (crecibido», domado») tienen hoy una significación activa que de· ben á la vecindad del auxiliar haber. La prueba de que tienen una significación activa es que en lenguaje telegráfico dice: cRe<;u de mauvasis nouvelles. -Prie la ligne directe.» Ah! está, si no me engallo, la razón de esa regla de falta de concordancia que ha dado margen á tantas explicaciones violentas. La verdad es que el participio se ha hecho activo por contagio: forma cuerpo consu auxiliar. Pero, como esta variación ha exigido tiempo, como los antiguos giros tardan mucho en perder. se, y como la menor violación del uso ordinario les sirve de pretexto para conservarse, el cambio en cuestión no se ha impuesto sino con la construcción más frecuente, con la que estamos acostumbrados á mirar como anormal. En todas las otras la lengua. sigue siendo fiel á la antigua gramática..
Pondré otro ejemplo para demostrar la fuerza del contagio. ¿A qué se debe la idea condicional que despierta en francés, y que despertaba. ya. en latIn la conjunción si' Para explicárnosla, tenemos que transportarnos muchos siglos atrás. (1) Lo mismo en las trases espai'iolas correspondientes: «He l"'ecibido malas noticias; he tomado el camino más directo.'(N. de~ T.)
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La partícula la tipa si era primitivamente un adverbio que significaba cen esta forma, de este modo •. La. idea condicional ha entrado en ella por la inmediación del subjuntivo ó del optativo. La antigua fórmula de las invocaciones y de las súplicas: Si haec, Dii, faxitis, debe al verbo su significación hipotética (1). El sentido era en un comienzo como si se hubiese dicho: Sic, Dii, haec faxitis (2). La segunda proposición viene á enun-ciar después un segundo hecho, consecuencia del primero: Aedem vobis constitu,am (3). La inteligencia ha. descubierto un lazo entre estas dos propol>iciones, y como en ambas se presenta la acción con carácter contingente, ha introducido en la primera palabra la idea de una suposición ó de una condición. Ya en la fórmula precitada, cuando la usaban los contemporáneos de Paulo Emilio, si era una conjunción. Hasta tal punto lo era, en tales términos habia asumido en sIlo. idea condicional, que podla ir seguida de un indicativo. Si id facis, hodie postremum me vides (4). Las conjunciones similares de las demAs lenguas tienen un origen análogo. Vistas de cerca, esas particulas no son mAs que adverbios 'pronominales donde nada hay que anuncie una suposición ó una condición. (1) En una lengua más moderna: si haec, Dii, feceritis. (2) El adverbio sic no es otra cosa que si acompall.ado de la enclUica que tenemos en nunc, tune. (3) En castellano: si 1ticieseis esto, Dioses, yo os levantarla ~n templo=hicierais as!, Dioses, y yo os levantaria un templo.-(N. del T.) (4) . El francés ha ido aún más lejos. El condicional, de9pn~s de si, parecería nn pleonasmo.
CAPITULO XXII DE ALGUNOS INSTRUMENTOS GRAMATICALES
El pronombre relativo.-EI artfculo.-EI verbo Los verbos auxiliares.
sustantivo~
Una vez impresa en los espiritus la idea de una frase que forma un conjunto, se deja sentir la necesidad de completarla y dotarla de los instrumentos necesarios. Pero como la inteligencia popular, según hemos visto, se limita á adaptar á nuevos usos la.materia. suministrada por 'los siglos anteriores, sin crear nada. por su cuenta, cierto número de palabras se han transformado para las necesidades de la sintaxis. Una primera transformación-la más importante de todas-es la que nos ha dado el pronombre relativo. Cierto pronombre, que no se distingue exteriormente de los demás, adquiere, por el uso que se hace de él, una fuerza de unión que le permite soldar dos proposiciones entre sI. Eso es lo que en lenguaje gramatical se expresa de esta manera: de demostrativo. pasa á ser relativo ó anafórico. Se necesita ya una sintaxis un poco adelantada p~ra. que esa transformación tenga efecto: en las diversas lenguas indo-europeas la elección del pronombre relativo ha venido tarde y no ha sido en todas partes la misma. Para cerciorarse de ello, basta comparar el latin qui con el sánscrito jas y con el griego ~. La. lengua griega, en tiempo de Homero, y aun más tar-
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de, en tiempo de Safo y de Alcman, no habla hecho.aún una elección definitiva (1). Vaciló mucho tiempoentre los pronombres ia, ta y Iwa (2). Hay que preguntarse en qué época empezó á existir un medio de expresión tan necesario. Sobre estepunto es preciso establecer una distinción entre la idea, del pronombre relativo y la adopción definitiva decierto pronombre. La idea del pronombre relativo es. muy probablemente anterior á la separación de nuestros idiomas, porque en todos encontramos cierto patrón de frase siempre el mismo, que supone la presencia de un pronombre relativo. Los proverbios y adagios populares suelen afectar este giro: Quod aetas vitium posuit, id aetas aufe'f'et.-Quod: aZiis vitio vertis, id ne ipse admiseris.-Qu.i pro innocente dicit, is satis est eloquens.-Cui plus licet quam par est, is plus vult quam Zicet.-Quam quisque noritartem, in hac se exerceat. El tipo de estas frases se encuentra en sánscrito (3)~ cQuien tiene la inteligencia tiene la fuerza.Jasia buddhis, tasia baZam. cEl que ama, teme.Jasia snehas, tasia bhaiam. cA quien los dioses se proponen perder le arrebatan el juicio.(1) En la lengua homérica, 'to es el pronombre anafórico ordinario_ Ejemplo: El pi" 'tt~ OE~ laat, ''tol oUp2:VÓV EUpUV lxouat.'AH!i .,.,~ piv X2:AxÓV 'tE 1íAI~ xpuaóv 'tE ot&~o, I1Gip2:, 'tcí 'tOt owaouat 1ta-d.,. xal 1tÓ't1/tlX 1':r\"t'lP- Etc. (2) La identificación, generalmente admitida, de 6~ oon jas
no éa cierta: la forma FÓ'tt, conservada en una inscripción 10eria, induce á suponer que 8~ corresponde á svas. (8) Brehtlingk, lndische Sprachf-. Oomo no nos dirigimos á indianistas, hemos simpllflcado laa citaa y suprimido los,. efectos del sandhi.
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Jasmai devas prajacchanti pa1·abhafJam, tasja buddhim apa.karsdnti. «Como un hombre es para otro, asi hay que ser para con él.JaBmin jatha vartate ias, tasmin tatha vartitavjam. «Lo que das, he ahí tu (verdadera) riqueza.Jad dadasi, tad te vittam. «Como obran los grandes, así el resto de los hombres.Jad acarati (}resthas, tad itaras ganas. La misma construcción es ya de uso corriente en los vedas:-cQuod sacrificium protegis, id ad deos pervenit.- Jam iagnam paríbhür así, Ba deveu gacchaoti.-cQui nos lacesset, procul eum amovete.- Jo nah pritanjad, apa tam dhatam (1). . Se preguntará por qué razón se pone así delante la proposición relativa: creo que es éste un hecho de semántica de que se encontrarian ejemplos en otras familias de lengua. Hay que restablecer, por el pensamiento, una interrogación, de modo que las dos proposiciones formen la pregunta y la respuesta. Tal es, probablemente, la razón de que una buena parte de las lenguas indo-europeas acumulen en el mismo pronombre el papel interrogativo y el relativo. Para apreciar en toda sll extensión la importancia del pronombre relativo, hay que recordar á cuántos derivados da nacimiento: primeramente las palabras como qualis, quantus, quot¡ despu4s las conjunciones -quod, quia, quum, quoniam. En griego: w~, /I'tE, ~, o~, 86EY, ~~!ia,-&tt;" de igual manera que los derivados como llao~, 'OToc;. En sánscrito, los derivados C0mo jadrú¡a, javant, (1) El .tipo de estas construcciones se ha conservado en llUestroB proverbios: «Quien bien te quiera te hará llorar, etc .•
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á los cuales hay que afiadir las conjunciones más importantes, jad, jadi, jatra, jada, jatha (1). La crea-
ción de un pronombre relativo es, pues, uno de los acontecimientos capitales de la historia de11enguaje; sin una palabra de este género, toda idea un poco importante, un poco completa, era imposible. Pero esta.. creación se ha conseguido por la lenta transformación de uno de esos numerosos pronombres que servían de acompafiamiento á un ademán en el espacio. Vemos, pues, aquí al pensamiento humano forjándose .pacientemente el instrumento que necesita.
Otro tanto puede decirse de esa particula que los griegos, por comparación con las articulaciones del cuerpo, llamaren lipllpoy, y que nosotros llamamos a'1'tf.culo. Se sabe que el articulo es un antiguo pronombre demostrativo. Pero la s!gnificación de ese pronombre demostrativo se ha traspuesto en cierto modo, se ha confiscado en benefiCio de la sintaxis. Podemos tomar como ejemplo nuestro articulo francés le, que representa ellatin ille. Este último servia. para mostrar los objetos ó las personas: Magnu8 ale Alexanderl-Ita ille taxit Jupiterl-Pero con el tiempo el ademán demostrativo se redujo á una simple indicación gramatical: cLa persona de que te hablé ayer.-Los paises que hemos atravesado. a El articulo no figura aquí más que como antecedente del pronom(1) Para más pormenores, véaso, en los Studien de Cortios. los arUculos de Windisch (tomo 11) y de Jolly (tomo Vl). Véase también Delbrück, Grundriss, § 222, •. Y la tesis de Ch. BarOD, Le pronom relatif et la eonjonction en greco Bssai de. Syntaxe historique.
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bre relativo: se ha convertido en un instrumento gramatical (1). La utilidad del articulo se siente más que se explica. Por carecer de él, el latín adolece á menudo de pesadez en su marcha. El griego, á la inversa, que sintiÓ desde temprano la utilidad del articulo, le debo en parte su flexibilidad. De ahi dimana hasta cierto punto la conformidad del lenguaje francés con el griego, indicada por Enrique Estienne. Recordaré sólo estos giros: 01 'ltclACU O'o!pO[ ... Év 'tt¡) P.E'tCl~U xpó~t¡J ... 'ttily ~1lv 01 'tón Ot4TEpOv ... O estos: ÓFEjóp.Evot 'toO 'ltptil't~ 1!XClO''tO~ "¡+Y"EaflCU, etc. Ha sucedido, con todo, que el articulo acabó por introducirse alli donde no aportaba ninguna ayuda apreciable. Se puede decir que las lenguas donde hace más servicios son las que conservan la libertad de emplearle ú omitirle, según el sentido. En francés, donde hace dos siglos se ha extendido su uso más de lo debido, se ha hecho menos útil á medida que se hacia más indispensable.
Habria que mencionar aún el verbo ser, que la escolástica de la Edad Media habia declarado una simple -cópula-, indicando asi la impresión que ese verbo, llegado al término de su evolución, produce hoy en el espiritu. Sin embargo, no es dudoso que empezó por alguna significación concreta; otros han seguido el mismo camino, como fuo, exsto, evado. Si no han llegado al mismo grado de decoloración, hay que (1) Definiciones de los gramáticos: • Un artículo es una palabra colocaja delante del sustantivo para indicar si es masculino ó femenino.»-«Un artfculo es una palabra colocada delante de un nombre para indicar si esa nomb:e se emplea en un sentido particular ó genera!», etc.
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atribuirlo á una diferencia de edad, no de naturaleza. Algo semejante ha ocurrido con el verbo haber. Cuando digo: .Se ha perdido todo lo que habla-, empleo dos veces el mismo verbo haber, sin que á nadie le extrafte: hasta tal punto el cambio de empleo ha hecho del verbo auxiliar una palabra de especie aparte.
De esta suerte ell~mguaje separa del fondo hereditario cierto número de expresiones que convierte en instrumentos gramaticales. Al que no las ha conocido nunCa. más que en este último papel le cuesta trabajo figurarse que en algún tiempo esas' mismas palabras tuviesen su significación propia. Un autor del siglo XVIII observa que, entre las cuatro palabras de la locución: .n a été ordonné ••.• , hay tres que sólo sirven para la organización del discurso. El número de esas palabras V80 aumentando lentamente con los siglos; pues, por una parte, la especialidad de la función tiende á crearlas nuevas, y, por otra, la fuerza transitiva las mezcla más cada vez, como un elemento necesario, á la contextura de la frase. Esa es la raz~n por la cual la etimologla, cuando se halla en présencia de una lengua moderna, sin tener documentos más antiguos para ilustrarla y servirle de gula, yerra á la. ventura.
CAPITULO XXIII EL ORDEN DE LAS PALABRAS
Por qué el rigor de la construcción está en razón Inversa de la riqueza gramatical.-De dónde procede el orden de construcción francesa. -Ventajas de uu orden lljo.-Comparaclón con las lenguas modernas de la India.
Entre los diferentes medios de expresión de que .se sirven nuestras lenguas, el orden de las palabras, es drcir, cierta fijeza en la construcción de la frasefijeza que por si sola decide muchas veces del sentido de los :vocablos-es el medio á que más tarde se ha recurrido. Es que, en efecto, ese medio tiene algo más de inmaterial. En esta frase: eLes Japonais ont vaincu les Chinois-, sólo el puesto indica cuál es el sujeto, cuál es el complemento; variese el orden, conservando los vocablos, y se obtendrá la afirmación contraria (1). Tenemos aquí algo parecido á la numeración árabe, donde cada número, además de su valor propio, tiene un valor de posición (2). Esta circunstancia, por si sola, podría hacernos pensar que estam-os en presencia de la obra de los si· gloso Efectivamente: las lenguas antiguas, tan superiores por otros conceptos, no ofrecen nada semejante. (1) No sucede lo propio en la frase espafiola equivalente: "Los japoneses han vencido á los ehinos.» En nuestro idioma habría que buscar otro ejemplo. v. gr.: «La pasión debilita la reflexión.,-(N. del T.) ~2) Jespersen. Progress in Language, p. 80.
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Aqui se presenta una cuestión parecida á otra que se ofrece á menudo en la historia de las lenguas, y, en general, en la historia de las cosas humanas. ¿Es la pérdida de las flexiones la que ha tenido por consecuencia, á modo de compensación y de remedio, el rigor creciente de la construcción, ó bien una construcción mAs regular ha hecoho inútiles las flexiones? La respuesta es la que hay que dar las más de las veceR á los dilemas de este género:olo uno y lo otro. A medida que se descomponlan esas flexiones, se dejaba sentir más la necesidad de un orden fljo, y, por otra parte, el hábito de e~e orden fijo ac~b6 por dejar caer las flexiones. Se puede suponer que los documentos oficiales, como cartas, diplomas, actas públicas ó privadas, contratos de todas especies, donde era más importante evitar todo equivoco, introdujeron por primera vez el hábito de una construcción unüorme, al par que procuraron (y no hay en ello ninguna contradicción) retener las desinencias el mayor tiempo posible. Los dos medios, empleados simultáneamente, deb1an concurrir al mismo fin. As1 se explica el mantenimiento de la. declinación de dos casos pa.ra ciertos nombres de parentesco, como fils y fU, enfes Y enfant, para ciertos titulos, comocuens y conte, ber y bar6n, y ciertos nombres propios, como ,Tacques y Jacque, Hugues y Hugon. Mientras que estas diferencias de flexión han acabado por omitirse, el orden de las palabras no ha hecho más que fortificarse.
No se suscita nunca la cuestión del orden de las palabras sin que tras ella surja otra: ¿es una ventaja tener una construcción fija é invariable? ¿es una traba? Se ha ensalzado la libertad dellatln y del griego, que 13
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permite anteponer ó reservar para el fin la palabra sobre la cual se quiere atraer la atención, dirigir la luz. Mas, para ser justos, hay que reconocer que las lenguas más atenidas á cierto orden no se h!'lollan por eso absolutamente encadenadas. Quizá aún la inversión produce tanto más efecto cuanto más rompe con los hábitos de todos los dias. Lo que es cierto es que un orden regulado de antemallO es un alivio, si no para el que escribe- ó habla, al menos para el que lee ó escucha. Leyendo una oda de Horacio, donde el adjetivo está á menudo muy lejos de su sustantivo, ó un discurso de Cicerón, donde la palabra esencial no viene hasta el fin de todo un periodo, reconocemos que en francés las cosas se nos han hecho mAs fáciles. Es probable que el género de la declamación favoreciese la inteligencia de la frase; quizá también, en la plaza pública, esas palabras anunciadas tan de lejos, esa última palabra tanto tiempo esperada, eran las únicas que llegaban á los oidos. Por otra parte, la tendencia. de todas las literaturas es exagerar, extender más allá de los justos limites, llevar al extremo los recursos de expresión que les ofrece la. lengua de cada dia.: cabe, pues, suponer que la estudiada construcción de los lfricos griegos y latinos es hasta cierto punto un artificio de estilo. El lenguaje de la conversación, tal como le encontramos en los poetas cómicos y en las cartas familiares, dista mucho de, ser tan atormentado.
Haciéndose más riguroso el orden de las palabras á medida que dismi~uyen los recursos gramaticales, toda alteración de la construcción expone á alterar el sentido. Se conoce esas cerJ:'aduras de secreto cuyo
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mecanismo funciona á condición de que laR piezas es~én dispuestas de un modo concertado de antemano. Algo de eso pasa en nuestras lenguas modernas. Mo-difiquese el orden, y se modificará el sentido ó se dejará de comprender. Las locuciones hechas, que conservan á veces el sello ,de una gramática más antigua, son las que más -exigen la conservación de ese orden: prueba siempre un poco delicada y piedra de toque en que serecono-ce al extranjero imperfectamente instruido ~ Con ocasión de la frase frt\oncesa se ha pronunciado la expresión de «orden lógico,.. Hay ahi algo de exager~ción. Conviene recordar en este punto la observación de un escritor inglés de que ocurre con esto lo .que con los antípodas: cada pueblo propende á pensar que coloca las palabras en su verdadero puesto. Cabe muy bien, sin faltar á la lógica, concebir otro orden. En el plan primitivo de nuestras lenguas, el sujeto seguia al verbo (O{OIll(lL, o{&.lat). Sin salir del francés tenemos proposiciones que ponen el sujeto al fin (1). Rivarol, en su discurso sobre la universalidad de la lengua francesa, es quien más ,se ha entregado á elo.gios que tienen el inconveniente de ser tan excesivos como vagos: «El francés, por un privilegio único, ha permanecido fiel al orden directo, como si ,fuese la misma razón ... En vano es que las pasiones nos alteren y nos excit~n á seguir el orden de las sensaciones; la sintaxis francesa es incorruptible. De ahl resulta .esa admirable claridad, base eterna de nuestra lengua. Cuando nuestra lengua traduce, explica verdaderamente un autor ... " Lo que hubiera habido que alabar, no es la lengua (1) «Les arbres qu'avait abaUus le venl.:t-cL'homme de qai dépendail notre sorb~, etc.
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francesa in abstracto, sino el esfuerzo perseverante denuestros escritores desde hace tres siglos, para 'ajusta~ las libertades de nuestra sintaxis á los recursos de ex . presión de que dispone la lengua. En esto han demos. trado singular honradez. Han comprendido que la.. claridad, al escribir, era una de las forma~ de la. probidad. Los que, so pretexto de progreso, ó por imitación de las literaturas extranjeras, quieren emanciparse hoy de esas reglas antiguas, deberán ante todo da~ á nuestro idioma los medios de pasarse Bin ellas.
Aqul es ocasión de recordar la hipótesis propuesta respecto de las'lenguas monosilábicas como el chino, donde las reglas de construcción constituyen por si solas casi toda la gramática. Se ha conjeturado que ese monosilabismo no representaba un estado primitivo, sino que era, al contrario, la vf'ljez de un lenguaje donde se ha desgastado y denudado todo. Seria posible, en efecto, que hubiese que modificar de esa manera la serie de los periodos lingülsticos. Se deberla suponer entonces que nuestras lenguas, despojándose m!\s cada. vez de su organismo gramatical, estarlan destinadas un dia á un estado más ó menos sem('jante. Verdad es que la tradición literaria podrla ser una salvaguardia. para ellas, ealvaguardia que ha faltado al Imperin del Medio, puesto que la escritura chino. perpetúa el pensamiento sin transmitir por eso la lengua. No será ocioso afiadir aqul, por via de contraste, lo que ha sucedido con los idiomas derivados del sánscrito. A los antiguos casos de la declinación sánscrita han venido á soldarse palabraR que tienen la. misma. significación que nuestras preposiciones EV, TC~, TCapá, h[, etc., pero que, al mezclarse con el sustantivo pre·
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-cedente, no han tardado en producir la. impresión de flexiones de caso. De aquí han resultado declinaciones
CAPITULO XXIV LA LÓGICA DEL LENGUAJE
De qué naturaleza es la lógica dellengllsje.-Cómo procede el eepfritu popular.
Ellengtiaje tiene su lógica. Pero es una lógica especial, una lógica profesional en cierto modo que no> se confunde con la que lleva ordinariamente ese nom-· breo La lógica propiamente dicha prohibe, V. gr., uniren un juicio términos contradictorios, como decir deun cuadrado que es largo. Ahora bien: el lenguaje no> se opone á ello de ninguna manera; y aun, si se quiere, permite decir de un circulo que es cuadrado. Pero, en cambio, tiene prohibiciones indiferentes para la. lógica, como usar un verbo en singular c0D: un sujeto plural ó poner el adjetivo en otro género que su sustantivo. Son reglas de oficio, más estrechas y más amplias juntamente que las reglas del arte de pensar .. Frecuentemente se ha tratado de encontrar ba.jo las· reglas de la gramática una especie de armazón lógica; pero el lenguaje es demasiado rico y no bastanterectiUneo para prestarse á esa demostración. Revasa. la. lógica por todas partes. Además, SUB categorias no· coinciden con las del razonamiento: teniendo una manera de proceder que le es propia, llega á constituir grupos gramaticales que no se dejan reducir á ninguna concepción abstracta. Los que buscan la noción fundamental expresada. por el subjuntivo y creen encontrar tal noción com-
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parando todos los usos del subjuntivo para desprender su elemento común, esós no temo decir que siguen un camino errado. No pueden llegar más que á una idea sumamente general y vaga, que el pueblo difícilmente concebiría, y que nosotros no tenemos ningún motivo para atribuir á las primeras edades. Es, sin em· bargo, el método que Iiliguen habitualmente los que se proponen explicarnos la idea esencial de un modo, de un caso, de,una conjunción, de una proposición .. o
. La lógica popular no procede de esa suerte. Marcha, digámoslo as1, por etapas. Partiendo de un punto muy circunscrito y muy preciso, va derecha hacia adelante, y llega, sin darse cuenta, A una etapa, donde por la naturaleza de las cosas-q uiero decir, por el contenido del discurso-se produce un cambio. Entonces se tiene una estación desde donde puede procederse á una nueva marcha bajo un Angulo diferente, sin que por eso se interrumpa la dirección primera. Por aqu! resultan ya dos sentidos. Luego las mismas cosas se reproducen en una tercera etapa, que da lugar á una tercera orientación. Y as! sucesivamente .. En todo este proceso no hay generalización, sino marcha en linea quebrada, donde cada punto de parada, pr~sentando la idea bajo una incidencia diferente, se hace A su vez cabeza de linea. Para comprobar esto, vamos A recorrer un punto de la sintaxis, rogando al lector dispense la aridez que pueda haber en estos pormenores, y pidiendo perdón de antemano por los recuerdos de colegio que nG dejarán de despertar. Pero se trata de rectificar un error imperante y de mostrar, de una vez para todas, o
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en un terreno bien definido, de qué modo se enlazan unas con otras las reglas de la gramática. Escogemos, á causa de su aparente complicación,.. las reglas concernientes al acusativo. ¿Cuál es la idea fundamental del acusativo? -Se recuerda que nuestros manuales distinguen el acusativo régimen directo, el que marca la duración, el que marca la distancia, la longitud, el que indica el fin ... La diversidad es bastante grande. Uno de nuestros primeros lingüistas, renunciando á encontrar la idea esencial, declara que está tentado por aplicar al acu8ativo lo que dicen del genitivo los gramáticos indos, á saber: que es admisible en todas las ocasiones en que no se podria emplear correctamente ninguno de los .otros casos. La investigación de la idea primera no nos parece, sin embargo, tan dificil ... Si en alguna parte podemos ver empleado sólo el acusativo, sin ningún acompafiamiento, tenemos la probabilidad de discernir su significación originaria. EllatIn tiene precisamente un empleo en que el acusativo se basta á si propio. Encontramos ese empleo en la lengua oficial, que varia más lentamente y conserva más tiempo los arcaísmos. He aquí el comienzo de la inscripción de una piedra miliaria de la Italia meridional (1): I
HINCE SVNT NOVCERIAM MEILIA L CAPVAM XXCIII MVRANVM LXXIIII COSENTIAM CXXIII VALENTIAM CLXXX
Los acusativos Nouceriam, Capuam, Muranum, Cosentiam, Valentiam, aeompafiados cada vez de una ei(1) Corpus Inscriptionum tatinarum, 1,
D.
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fra, marcan la distancia de la piedra miliaria á esas ciudades. El acusativo, pues, se emplea aqui como ,caso del lugar hacia el cual nos dirigimos. Este empleo se ha conservado en la lengua poética: Hae iter Elysium, dice la sacerdotisa de Virgilio (1). Se encuentra la misma construcción en ciertas exclamaciones: Malam eTueem, c ¡á la horca! ¡que no te ahorcarantHemos tomado como ejemplo ellatinj pero ese mismo uso del acusativo exÍi!te en sánscristo. c[Ven] á la tierra, Dios, con todos los Inmortalesl- J)eva, ksam, -vi<jvebhir amT!tebhih. Desde el momento en que el acusativo, por sI solo, expresa la dirección hacia un sitio, no es sorprendente que se le h~ya unido á verbos que significan cir-: el lenguaje junta aqui dos voces cuya asociaciÓn estaba completamente indicada. Asi nació un primer empleo sintáxico. Ibitis Italiam, por&usque intrare licebit. At nos hino alii sitien&es ibimus Afros. Italiam, fato profugus Laviniaque venU Littora (2).
En griego los ejemplos son numerosos: IroUf-dv Tu (3). ci¡JJptE).,[O'O'CU;. (4). 'It!p.~o¡dv VtV "EHa:8a: (5). xV[O'G'TI
Ebctv ~
Áen., VI, 542. Los ejemplos en los prosistas son más raros. Se enouentra, no obstante, en Cicerón: Áegyptum profugis.,e .•. Africam ire ... Redlens Oampaniam ... Pero, en general, los nombres de paIses van precedidos de una preposición: quizá hay que tener en cueuta aquí la iutervención de los copistall y de los editores, los cuales fácilmente podlan añadir un in Ó un ad. que les pareciese necesario. (3) Iliada. J, 317. «()Ib., III, 162. (6) Eurfpides, T'l'., 883. (1) (2)
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En vez de designar el lugar. el acusativo puede servir también para indicar un fin más ó menos abstracto. Tal es el sentido de la locución venum ire, cir en venta, ser vendido» I pessum ire (por pe1'versum ire), c precipitarse, caer», suppetias accur1'e1'e, c acudir en socorro-, etc. Encontramos aqui, después de la regla. eo Romem, otra regla del manual: eo lusum, c voy á. jugar». Lusum es·el acusativo de un sustantivo verbal que ha sido trr.nsportado al mecanismo de la conjunción. Los gramáticos latinos, sin comprenderle, li adornaron con el raro nombre de csupino». As!, aún tenemos: conveniunt spectatum ludos, c vienen á ver los juegos». Llamaremos á este primer empleo del acusativo': el acusativo de di1'ecci6n.
Hasta ahora estamos en la primera etapa. El acusa.tivo se emplea en su sentido propio y con su valor originario. Marcan la segunda etapa construcciones como infJenire viam, attinge)'e metam. Aqui cambia el punto de vista: el acusativo parece ser regido por el verbo. En un capitulo anterior hemos mostrado, con el ejemplo de petel'e y algunos otros, cómo los verbos, de neutros que eran, Be han hecho transitivos (1). De esta manera se ha impreso poco á poco en las inteligencias otro tipo de acusativo: el acusativo-1'égimen. El lenguaje, con su lógica particular, as! como ha(1) Véase cap. XX. Hay que afiadir que la mayoría de las lenguas, por un instinto de orden y de claridad, han erectuad~ una repartici6n, destinando los unos el papel exclusivo de verbos neutros, y emple,ndo exclusivamente los otros como verbos transitivos.
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bla dicho: cupere dirlÍtias, ha dicho temnere divitias¡ asi como habia dicho sequi honores, ha dicho {ugere honores. La idea primordial del acusativo debla borrarse necesariamente en presencia de esta diversidad~ al acusativo local sucede un acusativo gramatical. Se ha visto mAs atrás (1) que este cambio se realizó lentamente. Asi, los verbos griegos que se construyen con genitivo, como cXxoúw,lmOop.Gl, 'tU"(lIÍvW, atestiguan un estado de la. lengua en que el valor propio del caso. se aprecia aún clar~mente. Sólo con el tiempo se establece en los espiritu una especie de nivelación expresada por la regla: Los verbos activos quieren después de si el acusativo. ' Algunos autores, preocupados del fondo de las cosas, han querido establecer una categoril\ especial de verbos en que el acusativo denotaria el resultado de la. acción, como cuando se dice: Deus creavit mundum, ,cribo epistulum, Themistocles ea;trua;it muros. Pero aquellos verbos, que se distinguen de los otros por el sentido, no difieren de ninguna manera por su uso; se dirá igualmente: Xera;es evertit muros, mandata neglea;it.
El parentesco entre el acusativo régimen y el acusativo de dirección no se advierte ya. Asi, nada se o.Pone á que un mismo verbo tome simultáneamente el uno y el o.tro. Cuando, en Homero., el divino Heleno. invita á su madre Hécuba á llevar á las mujeres troyanas al santuario. de Atene, ~uvárOua«rE~ N"lóV 'AO"lV«[1l\,
(1) Cap. XX.
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e~os
dos acusativos no se estorban uno á otro. Lo mismo ocurre cuando Sarpedon, acusa.ndo á Paris, se queja de los males que ha causado á los troya.nos: _1 oY¡ _xci '/tona loprt." TpúI~.
Herodoto, refiriendo .10 que ha aprendido de la educación entre los p"rsas, dice que forman sus hijos para tres cosas solamente: montar á caballo, manejar el arco y decir la verdad. DCllOtúouln 'toO~ '/tIZT~ (es el acusativo régimen) ",p[1Z fLOüv/z (es el acusativo de dirección), 'ht'lttJJe/v. 'toetút/'i xczl H1j6[~ta6lZ1. La misma construcción se encuentra. en latin: Catilina juventutem multis modis mala facinora edocebat (1). Una vez en posesión de esa construcción, el lengua • je la transforma, como haria el matemático con una ecuación algébrica: la pone en pasiva. Rogatu8 sententiam, edoctuslitteras, id jubeor, %:iaxofLIZI 't"i¡v fLOuO'/x'¡v, ~'lt't0fLlZl "1:00 ...0 ...ó '/tpll"(fLlZ: construcciones todas que costaría trabajo comprender sin la lógica particular de que hemos hablado.
Si queremos comprender el tercer empleo del &CUaativo, que es marcar la duración, tenemos que volver .á la significación originaria. Siendo el el!!pacio y el tiempo, para la lógica del lenguaje, cosas completamente análogas (2), se dirá de la misma manera hasta qué época se continúa una,acción y hasta qué sitio se (1) De los dos acusativos, el acusativo régimen es el quo pasa :á ser sujeto de la frase, cuando se IDvierte la construcción y se
pone el verbo en pasiva. (2) Cabe ceroiorarse de ello examinando los adverbios de lugar. como h\c, ubi, inde ... , que sirven igualmente para expresar una idea de lugar 1 una idea templ.lral.
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prolonga un movimiento: en ambos casos el acusativo marca la dir~cción. Demóstenes, recordando que el poder de los tebanos habla durado desde la batalla de Leuctra hasta aquellos últimos tiempos, se expresa asl: 'Cax,uaav 01: 'tt =1 8r¡l3arot 'to~ 'td.Eu'tatou<; 'tOu'toual x'póv¿u<; fl.E'tcl: 't1¡v EV
Para. manifestar que Mitrldates llevaba. veintitrés aftas de reinado, decia Cicerón: MithridatelJ annum iam tertium et "icesimum regnat. A~I se ha formado lo que los gramáticos URman el acusativo de duración: Veiorum urbs decem aestates hiemesque continuas circumsessa ... Flamini Diali noctem unam extra urbem manere netas esto Se encuentra en Lisias, para decir que un hombre ha. muerto hace tres ,aftas: dOvr¡ltE 'tClD'ta 'tp[a,I't1\. El latin dice de una manera no me~os extrafta: Puer decem annos natus. . Como no podla mAnos de suceder, el acusativo de duración se ha confundido á veces con el acusativo régimen. Cuando decimos nosotros: los aflos que él ha "i"ido, no se sabe exactamente cómo hay que consi· derar esta construcción. El mismo hecho se encuentra en las lenguas antiguas (1). Cabe diferir de parecer sobre algunos de esos casos, y conocidas son las va.cilaciones de la ortografia francesa¡ pero~ salvo esas circunstancias particulares para las cuales es difIcil formular una regla, la existencia de un acusativo de duración está fuera de duda¡ forma la tercera etapa. de esa historia. AEÚX'tpott; fUÍx.r¡v.
(1) En sá(1scrito: ~atam giva ~aradas, ~iojalá vivas cien aftos!,-En griego: ~va !1l'jva !11:~wv. cpermaneciendo un mes». Ti¡v a{j¡xov !1tHouaav El ~tWaE'ta[ (¡'~udpides, Ale., 78-1) [«nadie sabe} si viviré. el dla de maftana •. Las lenguas antiguas parecen clasiflear esas conslrucciones bajo la categoría' del acusativo régimen. Pero el francés se muestra más preocupado dtll fondo. de 111.111 cosas, que exige el acusativo de duración.
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Nos faltaría explicar locuciones como decem pedes latus ó como 08 humerosque deo similis. Pero no queremos prolongar un estudio demasiado técniGo¡ lo que hemos dicho basta para mostrar cómo procede la lógica popular. , Esa lógica, lo repetimos, ~escansa por completo sobre la analogla, que es la forma de razonar de los ni110s y de la muchedumbre. Dada una locución, se saca de ella obra más ó menos semejante. Esta, á su vez, produce una tercera un poco diferente, que provoca, por su parte, imitaciones, sin que por eso hayan dejado de ser productivas la primera y la segunda. El lenguaje, de esta manera, puede ir muy lejos. El que aprende la lengua por el uso no se sorprende 10 mAs mlnimo, porque no suena en aproximar, ni en comparar entre si, aplicaciones tan diferentes. Pero el que, al verlas enumeradas en fila e~ un libro, quiere descubrir en ellas una idea' común, una idea madre, se expone á perderse en las más pálidas abstraccione.s. Hay que rehacer el camino recorrido, tratar de reconocer sus vueltas y revueltas, y no olvidar nunca. que, siendo el leneuaje obra del pueblo, para comprenderle, hay que prescindir del lógico, y hacerse pueblo con él.
CAPITULO XXV EL ELEMENTO SUBJETIVO
Lo que hay que entender por el elemento subjetivo.-C6mo se mezcla el dlscurso.-El elemento subjetivo es la parte más antigua del lenguaje .
. Si es cierto, como se ha supuesto á veces, que el lenguaje es un drama donde las palabras figuran como actores y donde lá disposición gramatical reproduce los movimientos de los personajes, hay que corregir, cuando menos, esta comparación mediante una circunstancia especial: el impresario interviene á menudo en la acción para exponer sus reflexiones y su sentimiento personal, no á la manera de Hamlet que, aunque interrumpiendo á sus cómicos, permanece extrafio á la obra, sino como hacemos ~osotros mismos en sueños cuando·somos especta.dores interesados á la vez que autores de los sucesos. Esta intervención es lo que yo propongo llamar el lado subjetivo deZ lenguaje. Representan este aspecto subjetivo: 1.0, palabras ó miembros de frase; 2.°, formas gramaticales; 3.°, el plan general de nuestras lenguas.
Leo, v. gr., en la sección de sucesos de los periódicos: «Ayer ocurrió un descarrilamiento en la linea de Paris al Havre, que interrumpió la circulación durante tres horas, pero que no ocasionó afortunada-
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mente ninguna rlesgracia personal.» Es claro que la. palabra impresa en cursiva no se aplica. al accidente, sino que expresa. el sentimiento del narrador. Con todo, no nos extraña esta mezcla, porque es absolutamente conforme á la naturaleza del lenguaje. Una porción de adverbios, de adjetivos, de miembros de frase que intercalamos de la misma manera, son reflexiones ó apreciaciones del narrador. Citaré en primer término la.s expresiones que denota.n la. mayor ó menor certidumbre 6 confianza del que habla, como sin duda, quizá, probablemente, seguramente, etc. Todas las lenguas poseen una provisión de adverbios de este género: cuanto más retrocedemos hacia el pasado, mAs encontramos. El griego est~ á,npliamente provisto de tales voces; me contentaré con recordar la variedad de partlculas de que está sembrada la prosa de Platón, y que sirven para matizar las impresiones ó las intenciones de los interlocutores (1). Se las puede comparar á ademanes hechos de pasada ó á miradas de inteligencia dirigidas hacia el oyente. Un verdero análisis lógico, para justificnr este nombre, deberla distinguir con cuidado esos dos elementos. Si digo, hablando de un viajero: cA estas horas ha llegado sin duda», sin duda no se refiere al viajero, siRO á mi. El anAlisis lógico, como se practica en las escuelas, se ha visto embarazado á veces por este elemento subjetivo: no ha tenido en cuenta que todo discurso un poco 'animado puede tomar el carácter de un diálogo con el lector. Tales son esos pronombres intercalados en un relato, en que el narrador parece
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encarnarse repentinamente con su auditorio. La Fí\ntaine era aficionado á ellos:
r- di vous prend aa oognée: il vous tranche la tete.' Se los ha llamado cexpletivos-, y en efecto, no forman parte de la narración, lo cual no impide que correspondan á la intención primera del lenguaje. Por no haber tenido en cuenta este elemento subjetivo, se han comprendido mal ciertas palabras de las lenguas antigua!!. Un lingüista conteDlporáneo, y no de los inferiores, tratando del adverbio latino oppido, S6 niega á creer que sea el ablativo de un adjetivo equivalente á csólido, firme, seguro (1)-. Pregunta cómo puede conciliarse este sentido con frases como oppido interii, opido oecidimus. Pero es que hay que tomar en consideración el elémento subjetivo. Nosotros decimos de igual manera: cEstoy perdido seguramente-, Ó en alemán: ieh bin sieherlieh verloren, locuciones en que habría una especie de contradicción en los términos, de atenerse al texto exclusivamente. Lo mismo ocurre con el adverbio al~mán fast, que significa ccasi-, pero que denotaba antiguamente una idea de fijeza ó de certidumbre. Se decia: vaste ruofen, cllamar fuerte-, vaste zwilJeln, cdudar mucho-.-cHe rezado por él mucho é intensamente-. leh habe lange und fast filr ihn gebeten (Lutero).-Si se le toma en sentido de ccasi-, es porque representa una frase como ieh glaube fast, ieh sage fast, cyo creo firmemente-. Lo mismo ha sucedido con ungefiihr, que adquiere su verdadera Etignificación, si se completa en esta forma.: csin temor de engafiarme-.-Asi en latin paene, fel'me, quieren decir ccasi-, aunque el primero es próxi(1)
Compárese con el griego
~m~,
«sólido •. 14
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mo pariente de penitus, y el segundo una variante de firme¡ pero hay que restablecer las locuciones completas: paene opinor, firme credam (1). La trama del lenguaje está bordada continuamente de estas palabras. Si llego á formular un silogismo, .las conjunciones que marcan los diferentes miembros de mi discurso se refieren á la parte subjetiva. Se dirigen al entendimiento, le toman por testigo de la. verdad y del encadenamiento de los hechos. No son, pues, del mismo orden que las palabras que me sirven para exponer los hechos mismos.
Pero nuestras lenguas no se detienen ah!. La mezcla de los dos elementos es tan intima, que de ella trae su origen una porción importante. de la gramática. Donde más visible es esa mezcla es en el verbo. Se adivina que queremos hablar de los modos. Los germánicos griegos lo habian comprendido bien; dicen que los modos sirven para denotar disposiciones del alma, 6t«6tQE~ 4ux.'lI;. En efecto: una locución como DEOl &rEV contiene dos cosas muy distintas: la idea de un auxilio prestado por los dioses, y h~ idea de un deseo expresado por el quehablá. Esas dos ideas han penetrado en cierto mo~o la una en la otra, puesto que la misma palabra que marca la acción marca también el deseo del que habla. La simple palabra: '1:E6VCli"K, cutinam moriaris- (Homero), sobre expresar la idea de morir, expresa también el deseo del que profiere esa imprecación. Tal es, sin ninguna duda, la significación primera del optativo. Pero el optativo no es el único modo de esa especie. (1) Sobre paene, véase Mém. de la Soco de ling., V, p. 433.
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El subjuntivo mezcla también con la idea de la acción un elemento procedente de las llt46~0'Eu; '¡'uXY\<;· Anda muy cerca del sentido del optativo. Según las investigaciones más recientes, parece que en los Vedas el optativo fué el modo preferido para ciertos verbos, el subjuntivo para otros, sin que haya matiz bastant~. claro que los distinga (1). Esa abundancia de formli~'revela el impC?rtante puesto que concedla el lenguaje al elemento subjuntivo. Las lenguas que, como el griego, han conservado uno y otro modo"han tratado de,diferenciarlos. Pero la mayorla de los idiomas, un poco embarazados con ese exceso de riqueza, han fundido optativo y subjuntivo.
El futuro latino está tan cerca del subjuntivo y del optativo, que se confunde con ellos en ciertas personas. Inveniam, experiar, son ad Zibitum, futuros ó subjuntivos. Hay' ah! una justa apreciación de la naturaleza de las cosas. Anunciar lo que será no es otra cosa, en el fondo, en la mayorla de las cosas humanas, que expresar nuestros deseos ó nuestras dudas. Se comprend3 que antiguamente se confundieran esos matices. Abundantes ejemplos demuestran que entre el futuro y el subjuntivo no habia ningún limite preciso. Asi, la diferencia entre los tiempos y los modos desaparece á los ojos del historiador de la. lengua (2). Los que en nuestros dias han emitido la. idea extraordinaria de que (1) Delbrück, AUindische Synta:r:, § 172; Whitney, Indische Grammatik, § 572. (2) 0611. EO'~'ttll, OOOE Y!VIl'ttll.-01J 'ltW Y&!v, oUllt T8w(J.tll.-E! oÉ ~ poi¡ OWWQ'IV, E"(W CE ~v CLlrt~ Hbl(UlI, etc. Véase Tobler, Uebergang zwischen Tempus und Modus, en la Zeitschrift für l'Olkerpsychologie, 11, p. 32. Véase también Mém. de'la Soco de ling., VI, pág. 409.
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el optativo se inventó como modo de lo. irreal (der Nichtwirklickkeit) atribuían á las antiguas generaciones la. misma ,fuerza de concepción que se admira en los creadores del álgebra. Pero el lenguaje, en esos tiempos remotos, tenía aspiraciones menos altas y miras más practicas. No falta el elemento subjetivo en la gramátiCa de nuestras lenguas modernas. El francés, para expresar un deseo, se sirve del subjuntivo: Dieu VOU8 entendel-Pui88iez·vous réu8sirl Algunos lógicos, para justificar el empleo del subjuntivo, han supuesto una elipsis: e Yo deseo que Dios os oiga.-Yo deseo que podáis salir adelante .... En realidad, el francés se halla tan lejos de haber renunciado á ese elemento subjuntivo, que ha encontrado nue.' vas formas para expresarle. Si quiere enunciar la acción con un pensamiento secreto de duda, tiene giros como estos: VOU8 8eriezd'at,i8 que ... Nous serions done amenés d eette .conclusion ... ( e Vd. opinaria que ... Vendríamos, pues, á parar a esta conclusión .... ) EJi esas frases no es una condición lo que expresa el verbo, sino un hecho considerado como incierto. El condicional ha heredado, pues, algunas de las aplicaciones mAs delicadas del subjuntivo y del optativo. El discurso indirecto, con sus reglas variadas y complicadas, es como un transporte de la acción á otro tono. Lo que, entre los modernos, consigue la lengua escrita mediante las comillas, lo marcaba la lengua hablada por las formas diversas del verbo. El subjuntivoy el optativo tenían allí su puesto natural, toda vez que en el conjunto del discurso hallábase difundida necesariamente cierta duda.
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Nos falta hablar del :r;nodo en que aparece más pronunciado el elemento subjetivo: el imperativo. Lo que caracteriza al imperativo es unir á la idea. de la acción la idea de la voluntad del que habla. Verdad es que en balde se buscarla, en la mayoría de las formas del imperativo, las silabas que expresan especialmente esa voluntad. Los encargados de expresarla son el tono de la voz,· el aspecto de la fisonomía, la actitud del cuerpo. Es imposible hacer abstracción'i"'~e estos elementos que, aunque carezcan de notación~n la escritura, no por eso deJan de formar parte esencial del lenguaje. Ciertas formas del imperativo, como se sabe, son comunes á él Y al indicativo. No hay, sin embargo, ninguna razón para mirarlas como tomadas del indicativo. Yo me inclino á creer, al contrario, que el primero en fecha es el imperativo, y que, al revés de lo que se ensena, alU donde hay identidad, el indicativo es el que vive de prestado. Quizá esas formas tan breves, como YOt, -¡venIa, Oóc;, -da-, ni\'tE, -¡parada!, son lo más antiguo de la conjugación.
Hemos aludido al desdoble de la personalidad humana. Hay en la conjugación sáncrita y zenda una forma gramatical en gue ese desdobl~ se ve bien al descubierto: me refiero á la primera persona del singular del imperativo, como braviini, -invoque yo-, staviini, -celebre yo-. Por rara que pueda parecernos una forma de mando en que la persona que habla se da órdenes á si misma, nada más conforme con la naturaleza del lenguaje (1). Esa primera persona dice (1) Se ha preguntado si esa primera persona en ni es anti· gua ó si es una adquisición relativamente reciente. Su presencia en zend, donde tiene una forma correspondiente en ne,
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más brevemente lo que se expresa en otras lenguas de un modo más ó menos indirecto. El francés em plea el plural. Los pastores de Virgilio se interpelan á sf mismos en la segunda persona: (Insere nunc, Metiboee piros; pone ordine vites!)
Se debe comprender ahora por qué ha sido siempre tan düfcil dar una definición exacta y completa del verbo. Aquf también son los antiguos los que han ido más acertados. Los modernos, al definir el verbo cuna palabra que expresa un estado ó una acción-, dejan fuera- una gran pa.rte de su contenido, la 'Parte más delicada y más caracterIstica.
Si de los modos y de los tiempos pasamos á las personas del verbo, las cosas son aún más visibles. El hombre está tan lejos de considerar el mundo como observador desinteresado, que se puede estimar, á la inversa, que la parte que se ha otorgado á si mismo en el lenguaje, es enteramente desproporcionada. De tres personas del verbo, hay una que él se reserva en absoluto (la que se ha convenido en -llamar la p1'ime1'a). Ya de ese modo se opone él mismo al universo. En cuanto á la segunda., no nos aleja aún mucho de nosotros mismos, puesto que la segunda p('rsona no tiene otra razón de ser que verse interpelada por la primera. Cabe, pues, decir que sólo la tercera persona representa la porción objetiva del lenguaje. Aquf aún es licito suponer que el elemento subjetivo es el más antiguo. Los lingüistas que han tratado de puede hacer creer que es antigua. Tendrfamos aquí un resto arcaleo que, no ligándose ya á nada, ha desaparecido más tarde del uso casi en todas partes.
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, descomponer las flexiones verbales deber[an advertirlo: mientras que la tercera persona se deja explicar bastante bien, la primera y':a segunda son las que oponen más dificultades al análisis etimológico. Una ,observación análoga puede hacerse sobre los pronombres. No ha bastado un pronombre eyo»: ha hecho falta aún un pronombre especial para indicar que el yo toma parte en una acción colectiva. Ese es el sentido del pronombre nosotros, que significa. eyo y ellos, yo y vosotr:os., etc. Pero no basta aún: en muchas lenguas se ha necesitado un número expresamente para indicar que el yo entra por una mitad en una acción de dos. Ese ,es el origen y la verdadera razón de ser del duaZ en la conjugación. Con esto se empezará á ver bajo qué punto de vista ha dispuesto el hombre su lenguaje. La palabra no ha sido hecha para. la. descripción, para la narración, para las consideraciones desinteredadas. Expresar un deseo, intimar una orden, denotar una. toma de posesión sobre las personas ó sobre las cosas-esos em· pleos del lenguaje han sido los primeros.-Para muchos hombres son aún casi los únicos ... Si descendiésemos uno ó varios grados, y si buscásemos los comienzos del lenguaje humano en el lenguaje de los animales, veriamos que en éstos reina sólo el elemento subjetivo, que es el único expresado, y el único comprendido, que agota su facultad de entendimiento y toda la materia de sus pensamientos. No se trata, pues, de un accesorio, de una especie de superfetación, sino, al contrario, de una parte esencial, y del fundamento primordia~, sin duda, á que se ha afiadido sucesivamente todo lo restante.
CAPITULO XXVI EL LENGUAJE, EDUCADOR DEL GÉNERO HUMANO
Papel del lenguaje en las operaciones de la inteligencia.Dónde reside la superioridad de las lenguas indo-europeas. ':""Qué puesto debe ocupar la lingüística entre las ciencias.
No hay motivos para temer que se desestime nunca la importancia del lenguaje en la educación del género humano. Podemos remitirnos sobre esto al parecer de las madres: su primer movimiento' es hablar al nUlo; su primera alegria oirle hablar. Vienen después los maestros de todos los grados y de todas las especies, cuyo arte supone siempre el lenguaje, si es que no se confunde con él enteramente. En todo pals, en la antigüedad como en nuestros días, en la China y en la India como en Atenas y en Roma, la lengua suministra á la vez el instrumen~o y la materia de la primera enseflanza. Este acuerdo universal tiene su razón de ser: no es dificil comprender el influjo que ejerce el lenguaje sobre el espíritu, si se recapacita que nadie le recibe enteramente hecho y como de una pieza, sino que cada cual tiene que reconstituirle de nuevo. Hay aquí un aprendizaje que, aunque sustrayéndose á las miradas y desconocido del mismo que á él se entrega, no deja de ser una especie de training-school de la humanidad. Si es cierto que las mejores enseflanzas son las que nos obligan á hacer más por nuestra cuenta, ¿qué estudio más provechoso puede concebirse p..ra el ni!!.o?
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Sólo para. reconocer la palabra, ¿cuánta atención no es menester? Porque se trata de desprenderla de lo que antecede y de lo que sigue, se trata de distinguir el elemento permanente de los elementos variables y de comprender que el elemento permanente nos es confiado, en algún modo, pva manejarle á nuestra vez y para someterle á las mismas variaciones. ¿En qué ocasiones, en qué circunstancias, según qué modelos? Las más de las veces nadie nos lo advierte; á nosotros nos toca descubrirlo. La frase más sencilla es una invitación á descomponer el pensamiento, y á ver lo que aporta cada palabra. El adjetivo y eJ verbo son las primeras abstracciones comprendidas por el niflo. Los pronombres yo y tú, mio y tuyo, que, al cambiar de beca, se transforman uno en otro, contienen su primera lección de psicologla ... A medida que se avanza en este aprendizaje, la ensefianza sube un grado .. Representémonos el esfuerzo que debían exigir las lenguas antiguas, aun para h&blarlas medianamente. Para las diversas declinaciones habla que establecer series en que ciertas flexiones se correspondlan sin asemejarse, y otras, que se pareclan, deb!an permanecer separadas. Una clf!,Sificación análoga. era indispensable para las personas, los tiempos y los modos (1). Hay ah! todo un capitulo de vida interior que se re· produc1a con cada individuo. El pueblo llevaba, pues, en si una gramática no escrita, en la cual se desliza· ban, sin duda, errores y faltas, pero que no por eso dejaba de tener á la postre cierta fijeza, puesto que (1) H. Paul, Principien der Sprachgeschichte. 2.- edic., página 24. Véalle también 1011 elltudiosde Steintbaly LazarulI, en IIU Diario.
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esas lenguas se transmitieron de generación en gene· ración durante siglos. Cuando consideramos el trabajo que cuestan hoy esas mismas lenguas antigua~, nos sorprendemos algo. Pero hay que pensar que la educación de la lengua materna tiene la ventaja de hacerse á todas las horas del día y en todos los lugares, que cuenta con el estimulante de la necesidad, que se dirige A inteligencias frescas, y que, en fin, ofrece el carácter único de asociar las palabras á las cosas, y no las palabras de una lengua á lasopalabras de otra lengua. Las mismas circunstancias militan á favor de todas las lenguas modernas; gracias á ellas triunfa siempre de los obstáculos la fnteligencia infantil. No quiero decir, con todo, que el curso del tiempo no pueda acarrear dificultades de tal índole que desconcierten á las nuevas generaciones. Pero entonces, según ose ha visto (1), la inteligencia popular sale del paso de la manera m~s sencilla: hace desaparecer la dificultad por via de analogía, de unificación, de supresión. Como el pueblo, en esta materia, es á la vez discípulo y maestro, lo que él cambia, unifica ó anula, se hace la regla -r del porvenir. Nuestros idiomas modernos, de menos complicación formal, no están exentos de ella, sin embargo. La complicación, además, ha recaido sobre otro punto. Se trata de aprender á emplear palabras casi vacías de sentido, palabras tan abstractas y «serviles-, que puede uno olvidar su existencia durante toda la vida, sin dejar de colocarlas en el lugar conveniente. Se observa aquf una inteligencia llegada al estado de instinto, semejante á la que guia los dedos de la encajera, que maneja sus bolillos sin mirarlos. (1) Véase los capltulos 1, VI Y VIII.
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si hubiese que enumerar y explicar todos los usos de nuestras preposiciones, se llenaria un volumen. El diccionario de Littré, pará la sola pal~bra d, no tiene menos de doce columnas (1). Sin embargo, el pueblo se desenvuélve sin dificultad en ese aparente caos. Y no es, como hemos visto, gracias á una noción más ó menos clara, del valor del vocablo: si los lingüistas no pueden dar una defioición que convenga á todos los usos, menos el pueblo. Este se deja dirigir por cierto número de locuciones que retiene la memoria y que sirven de modelos. As! se conservan y propagan los giros de la lengua: la invención trabaja siempre sobre un fondo ya existente. ¿Quién no ha admirado alguna vez los giros imprevistos de la lengua PC?pular? Sobre el placer que siempre se experimenta en presencia de un hallazgo, los de esta especie tienen aún la ventaja de dejar ver los caminos por donde ha pasado la inteligencia. Sobre todo en las ocasiones en que alguna pasión enardece el alma y aumenta su fuerza, es cuando pueden observarse estas improvisaciones del momento.
La inteligencia humana obtiene del lenguaje, para las operaciones de todas las horas, los mismos servicios que obtiene de las cifras para el C?álculo. Es una consecuencia de la fiaqueza de nuestro entendimiento -fiaqueza bien conocida de todos los filósofos-que nos es más fácil operar con los signos de las ideas que (1) «La fatalidad del orden alfabético quiso que, para estrenarme. tuviese que tratar la preposición d, palabra laboriosa entre todas, y de que no salf satisfecho.» Littré, Comment j'ai fait mon DkUonnaire. .
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con las ideas mismas (1). Antes de la invención de la escritura los hombres contaban por medio de piedras. Sin duda, ha sido menester que la idea precediese; pero esa idea es vacilante, fugitiva, dificil de transmitir; una vez incorporado á un signo, estamos más seguros de poseerla, de manejarla á voluntad y de comunicarla á otros. Tal es el servicio que presta el lenguaje: objetiva el pensamiento. Las voces, después de haber estado asociadas,en un principio á la concepción, no tardan en hacer sus veces: comparamos, encadenamos, oponemos los signos, no las idead. Verdad es que, detrás de esos signos, subsiste un semi-recuerdo, un cuarto de recuerdo, una décima de recuerdo de la idea que representan, y tenemos interiormente la conciencia de que,si quisiésemos, podríamos evocar la idea con su antigua claridad (2). Pero no es menos cierto que, para las operaciones un poco complicadas, para las operaciones que hay que hacer rápidamente, nos basten los signos. No sólo nos son necesarias las voces, sino también esas reuniones de voces que hemos llamado «grupos articulados. (3). El lenguaje se compone de todo eso: nos hace manejables las ideas, y suministra á la vez los marcos del razonamiento. Algunos pensadores le dirigen un cargo sobre este (1) Se pregu n ta por qué permanece estacionarla la in teligen· cia de los animales: no hay que buscar en otra parte l.a raz6n. Los animales no han llegado al punto de incorporar voluntariamente so pensamiento i un signo; por ello todo so desarrollo ulterior ha quedado detenido en los primeros pasos. El niflo idiota no habla: no es que le falten los órganos de la palabra; es que ha sido superior á sus fuerzas el trabajo interno de observaci6n y de olasificación que permite ligar la idea al signo· (2) Talne, De l' Intelligence, lib. 1, cap. 111. (8) Oapltolo XVII.
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punto .• Cada palabra representa, efectivamente, una porción de la realidad (1), pero una porción toscamente cortada, como si la humanidad hubiese hecho esos cortes mirando á su comodid~d y á sus necesidades, en vez .de seguir las articulaciones de la realidad.Supóngase fundado el cargo por un momento; ¡Qué poco vale comparado con el inmenso servicio ·hecho á la masa de los hombres! Por imperfecto que sea, el lenguaje se adelanta á la mayoría de nosotros; necesitamos tiempo para alcanzarle. ¡Cuán pocos serian capaces de proceder por si mismos é. esós cortesl Hemos visto, por otra parte, que sus contornos no son ta.n resistentes que no puedan plegarse ó e!lsancharse para adaptarlos á nuevas diVisiones. Una lengu~ filosófica, al contrario, una lengua nacida de un sistema, donde cada palabra quedase delimita4a para siempre por' su definición, y donde la afinidad de las voces se a~tistase al encadenamiento verdadero ó supuesto de las ideas, según el plan que se ha trazado diversas veces, tal lengua puede convenir á algunas ciencias especiales, como la qulm.ica, pero aplicada al pensamiento humano, con su variedad y complejidad, con sus fluctuaciones y sus progresos, no dejarla· de ser, al cabo de poco, una traba y una camisa de fuerza. A medida que aumenta la experiencia del género humano, el lenguaje, gracias á BU elasticidad, se llena de un nuevo sentido.
Si hubiese que decir dónde reside la superioridad de las lenguas indo· europeas, yo no la buscarla en el mecanismo gramatical, ni en los vocablos compues(1)
BergsoD.
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tos, ni aun en la sintaxis; creo que está en otra parte: en ola facilidad que tie~en esa.s lenguas, y desde los tiempos más antiguos que conocemos, para crear nombres ~bstractos. ExamInense los sufijos que sirven para este uso: sorprenderá su número y su variedad. No son privativos de tal ó cua1leng~a, sino que se encuentra igualmente en latín, en griego, en sánscrito, en zend, en todos los idiomas de la familia. Son, pues, .anteriores; de suerte que, imitando las denominaciones de otra ciencia, que marca las épocas por los monumentos que las p~rpetúan, podriamos. hablar de un periodo de los sufijos, periodo que supone de toda necesidad cierta fuerza de ,abstracción y de reflexión. La presencia de esos nombr~s en gran número, as! como la pósibiiidad de formar otros con arreglo al mismo tipo, es lo que ha hecho á las lenguas indo-europeas tan á propósito' para todas las operaciones del pensamiento (1). Aun hoy nos servimos de los mismos medios, á los cuales apenas han aJiadido algo las edades posteriores. Si quisiésemos escrutar los procedimientos de que. usa la literatura mAs moderna para renovar los recursos y los colores de su estilo, verIamos que recurre á esas mismas abstracciones cuyos primer~s ejemplares son contemporáneos de los vedas y de Homero. No es menester para eso imaginar inteligencias transcendentes. Cabe distinguir diversos grados en la °
(1) Se adivina de qué utilidad han sido esos sufijos para la lengua filosófica. El griego, combinando los dos pronombres 'ltod'Ól¡" y 'ltoro~ con un sufijo abstracto, hace 'ltoaó't1'¡(", da canti· dad». y 'ltOlÓ't"K, da cualidad». Lo mismo, en laUn, quatitas y quantitas. En eAncrito, el pronombre tat, cesto •• combinándo· se con el sufijo abstracto tvam, da el sustantivo tattvam da realidad».
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abstracción. El grado de que se trata aquí se relaciona. más con la. mitología que con la metafísica. Es de la misma especie que cuando el pueblo habla de una enfermedad que reina ó de la electricidad que corre por un hilo. Las abstracciones creadas por el pensamiento popular toman para él una especie de existencia. El mundo se ha llenado de esas entidades. La forma de la frase, donde todos los sujetos se representan como agentes, es un testimonio subsistente aún de ese estado de espiritu. El lenguaje y la mitologia han salido de una sola y misma concepción. Asi se explica, como ya se ha dicho, que la mayoria de los nombres abstractos sean femeninos: son del mismo sexo que esas innumerables divinidades que poblaban el cielo, la tierra y el agua; Aun hoy-tal continuidad tienen las cosas-los que discurren sobre la Materia, la Fuerza, la Sustancia, perpetúan más ó Dlenos ese antiguo estado mental.
Habituados como estamos al lenguaje, no nos figuramos fácilmente la acumulación de trabajo intelectual'que representa. Mas, para convencerse de ello, basta elegir una página de cualquier libro, y tachar todas las palabras que, no correspondiendo á ninguna realidad objetiva, resumen una operación de la inteligencia. De la página en cuestión no quedará casi nada. El campesino-que habla del tiempo y de las estaciones, el comerciante que elogia su surtido de géneros, el nifio que presenta sus notas de conducta ó de progreBO, se mueven en un mundo de abstracciones. Las palabras número, forma, distancia, situación ... son otros tantos conceptos de la mente. El lenguaje es una traducción de la realidad, una transposición en que los
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objetos figuran ya generalizados y clasificados por el trabajo del pensamiento. ¿Hay en Europa lenguas que sean más favorables que otras para el progreso intelectual? Salvas ligeras diferencias, se puede responder que no. Todas (ó casi t.odas) han salido del mismo origen, se han construido con sujeción al mismo plan, han bebido en las mis· mas fuentes, se han inspirado más ó menos en los mismos modelos, se han perfeccionado por la misma educación. Son, pues, capaces de expresar las mismas cosas, aunque ya en los limites de ese estrecho parentesco sea posible observar aptitudes especiales. Pero, si se quisiese palpar el auxilio que el lenguaje presta á la inteligencia y el giro particular que la impone, hab,ria que traer á comparación algún idioma del Africa .central ó algún dialecto indlgena de América. En brasilefio la sola palabra tuba significa: 1.°, él tiene un padre; 2.°, su padre; 3.°, él es padre. En realidad tuba qui€lre decir cel padre-. Es el habla de un nifio. Aun idiom.as provistos de una rica literatura no siempre son un apo~o suficiente para el pensamiento. En chi· no, esta frase: sin hi thien~ puede traducirse: 1.0, el santo aspira al cielo; 2.'», es santo aspirar al cielo; 3. 0 , es santo el que aspira al cielo. El chino dice simplemente: santo aspirar cielo (1). El servicio que nos hacen nuestras lenguas es imponernos una forma que nos obliga á la precisión. Se ha llamado al lenguaje un organismo, palabra hueca, palabra falaz, palabra prodigada hoy, y empleada siempre que se quiere eludir la investigación (1) Misteli en el Diario de
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de las verdaderas causas. Puesto que ilustres filólogos han declarado que el hombre no entraba para nada en la evolución del lenguaje, que no era capaz de modificarla en nada, ni de afiadir nada, y que lo mismo valdrla tratar de alterar las leyes de la circulación de la sangre; puesto que otros han comparado esa evolución á la curva de los obuses ó A la órbita de los planetas; puesto que hoy esto ha llegado A ser verdad corriente y transmitida de libro en libro, me ha parecido útil refutar estas afirmaciones y acabar con esa fantasmagoria. Nuestros padres de la escuela de Condillac, aquellos ideólogos que, durante cincuenta afios, fueron blanco de cierta critica, estaban más cerca de la verdad' cuaDdo dec1an lisa y llanamente que las palabras son signos. En 10 que erraban era en referirlo todo Ala razón discursi va y en tomar el latin por tipo de todo lenguaje. Las palabras son signos: no tienen más existencia que las sefiales del telégrafo aéreo ó los puntos y las rayas ( . - ) del telégrafo 1)Iorse. Decir que el lenguaje es un orgallismo es oscurecer las cosas y arrojar·en los esplritus una semilla de error. Con la misma razón podria decirse que la escritura es también un • organismo, po.rque la vemos modificarse al través de las edades, sin que ninguno de nosotros en particular tenga una acción muy sensible sobre su desarrollo. Se podria decir que el canto, que la religión, que el derecho y todo lo que compone la vida humana forman otros tantos organismos. Si se toma la naturaleza en el sentido más amplio, comprende evidentemente al hombre y las producciones del hombre. La historia de los usos y costumbres, de la habitación, del traje, de las artes, la historia social también y la historia poUtica, formarAn parte, 15
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como el lenguaje, de la historia natural. Pero, si se admite una diferencia entre las ciencias históricas y las ciencias" naturales, si se considera al hombre como materia de un capitulo aparte en nuestro estudio del universo, el lenguaje, que es obra del hombre, no podrá quedar fuera de ese capitulo, y la lingüistica, por una consecuencia necesaria, formará parte de las ciencias históricas. Porque si á causa de la fonética que estudia los sonidos de la, lengua, los cuales son producidos por la laringe y la boca, hubiese que referir la lingüistica á las ciencias naturales, nada podría impedir que se incluyese en éstas todo lo demás, porque las producciones humanas, sean las que. quieran, proceden, en último análisis, de los 'órganos del hombre y á sus órganos se dirigen. La semántica pertenecerá con mayor razón al orden de las investigaciones históricas. No hay un solo cambio de sentido, una"sola modificación de la gramática, una sola particularidad de sintaxis que no deba contarse como un pequelio acontecimiento de la historia. ,¿Se dirA que falta la libertad en este dominio, porque :yo no soy libre de cambiar el sentido de las palabras, ni de construir una frase con arreglo á una gramátic~ :privativamente mia? Hemos mostrado que esta limitación de la libertad se debe á la necesidad de ser eomprendido, es decir, que es del mismo género que las demás leyes que rigen nuestra vida social. Es querer confundirlo todo hablar aquí de leyes naturales ... He llegado al término de mi trabajo. Advertido por el ejemplo, he evitado las comparaciones sacadas de la botánica, de la fisiología, de la geología, con el mismo empelio conque otros las buscaban. Mi exposición es más abstracta, pero creo poder decir que es más verdadera.
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No quiero ser injusto con la teorla que, no sin brillo, babia clasificado la lingülstica entre las ciencias de la naturaleza. En un tiempo en que esas ciencias gozan justamente del favor del público, era un acto de háb.il pol1tica. Era también imponer 'á los lingüistas el deber de redoblar la exactitud de sus observaciones. En fin, esa idea contenia precisamente la dosis de paradoja necesaria para excitar la curiosidad. Si se hubiese dicho: desarrollo regular, marcha constante, nadie hubiese hecho aprecio. Pero leyes ciegas, precisión astro· wnómica: he ah! ya estimulada la atención general. No creo engaf1arme, sin embargo, al decir que la historia del lenguaje, referida á 'leyes intelectuales, no sólo es más verdadera, sino_ de mayor interés: no puede ser indiferente para nosotros ver cómo, en medio del azar ~parente que reina sobre el destino de las pu.labras y de las formas del lenguaje, surge una serie de leyes, cada una de las cuales corresponde á. un progreso de la inteligencia. Para el filósofo, para el historiador, para todo hombre atento á. la marcha de la humanidad, es un placer reconocer ~e aflujo de inteligencia que se deja sentir en la lenta renovación de las lenguas.
FIN DE LA SEMÁNTICA
¿QUÉ SE LLAMA PUREZA DE LA LENGUA
(I)?
Próximamente con este titulo aparecia, hace algunos afios, un trabajo del profesor sueco, Adolfo Noreen, que llamó inmediatamente la atención por la. independencia de sus puntos de vista. Traducido al alemán, ha sido objeto de criticas y discusiones. Vamos á decir, por' nuestra parte, lo que pensamos de él; pero tenemos el placer de declarar de antemano que, en lo tocante al fondo de las ideas, estamos de acuerdo con el autor. El Sr. Noreen es profesor de fllologia escandinava en la Universidad de Upsal. Familiarizado con todos los métodos y todos los resultados de la lingUIstiCa moderna, su reputación bien cimentada de sabio no puede menos de aumentar la autoridad de sus consideraciones y de sus juicios. Vamos á resumirlos para. el lector francés, pero sin creernos obligados á atenernos estricta.mente al trabajo que nos sirve de guia, y sustituyendo en ocasiones sus ejemplos con ejemplos sacados de lluestra propia historia. Empecemos por decir que algo de verdad debe ha· ber en esa idea de pureza, para que haya preocupado (1) A. Noreen, Om sprakriktighet, segunda edición. Uplal. W. SchuUz, 1888. En la8 Indogermanische Forschungen, t. 1, le ha publicado una traduccióu alemana por Arwid Johannlon.
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á tantos espiritus, en
antiguos como en 108 modernos tiempos. Pero no es fácil justificar á los. ojos de la razón lo que el sentimiento nos dice sobre este punto. En cuanto se quiere formular algunos principios, los espiritus se dividen y empieza la incertidumbre. Los artistas y los poetas no hablan del particular más que por instinto; los lingüistas, al querer aportar al casu sus luces, aportan al mismo tiempo sus sistemas. Veamos si es posible introducir un poco de claridad, dejando á un lado ideas preconcebidas. 10B
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Un primer punto qu~ debe examinarse es el concerniente á las palabras extranjeras. 1 Muchas preocupaciones obstruyen el camino. La primera de todas, ó, para hablar como Bacon, el pri~ mer .ídolo-, aquel de quien derivan todos los otros, es ver en la pureza de la lengua algo semejante á la pureza de la raza. Para los que ven las cosas de este modo, la introducción de una palabra extranjera es una contaminación: un término inglés ó alemán introducido en fran.,cés es una mancha impresa en la lengua nacional. No es entre nosotros donde más abunda esta manera de ver. Nuestros vecinos, los· alemanes, levantan, desde hace un siglo, barrera tras barrera para detener la inmigración de los vocablos franceses. A partir de Adelung no podría contarse el número de los manifiestos lanzados contra las voces· extranjeras (1), ni el de las sociedades que se han propuesto combatir la invasión. Las palabras extranjeras, ¿merecen la animadversión hasta ese punto? ¿No hay que (1) Uno de los últimos en este género es el del profesor HenDan Riegel: Ein Haupts1Jck von unserer Muttersprache. Mahnruf an alZe national ge.rinnten Deutschen, 1884.
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hacer distinciones? ~¿No hay que adoptar un modus vivendi' ¿,Son igualmente condenables todas las palabras extranjeras?
Cuando recibimos del extranjero un arte, una ciencia, una JD.oda, un juego, por lo común entra en su compafUa el vocabulario de su uso. Es más breve apropiársele que inventar términos. expresamente para designar ideas ú objetos que tienen ya su nombre. Al recibir nosotros de Italia cierta música en el siglo XVII, nuestra lengua musical se llenó de voces italianas. Al hablar de un adagio, al nombrar una sonata, ¿quién piensa aún en / el origen exÓtico de e8as denominaciones? Los amantes intransigentes de la pureza deberían recordar que una cosa análoga ha pasado en todo tiempo; y puesto que invocan la tradición clásica, se les puede decir que, en este punto, los antiguos hicieron exactamente lo mismo. Como los romanos recibieron de los griegos su escritura, todo lo que se refiere al arte de la escritura es griego, empezando por scribere y litterae. Y no sólo eso: trátese de ciencia, de derecho, de ritual, de arte militar, de pesos y medidas, de construcciones, de objetos de arte, de vestidos, por dondequiera se encuentran en latIn las huellas de Grecia y los nombres griegos. Si pudiésemos remontarnos más atrás, verlamos, sin duda, que muchos términos técnicos que nos parecen griegos nficieron lejos del suelo de la Hélada; nos conducirIan hacia Egipto y Caldea. AsI los préstamos son de todas las épocas, son tan antiguos como la civilización; porque los objetos útiles para la vida, el material de las ciencias y de las artes, asl como las concepciones abstractas que elevan la dignidad del hombre,
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no se inventan dos veces, sino que se propagan de pueblo en pueblo, para convertirse en patrimonio común de la humanidad. Parece, pues, legitimo conservarles su nombre. Puesto que las palabras son, á su manera, documentos históricos, parece poco oportuno querer suprimir premeditadamente su testimonio. Los defensores de la pureza no se niegan en absoluto á. oir estas consideraciones. Pero si hay que resolverse á. tomar el préstamo, recomiendan dirigirse má.s bien á. una lengua hermana, como quien dice, si se trata del francés, al italiano ó al espafiol, ó si se . trata del inglés, al dl;1onés ó al holandés. Se admitirá. más fá.cilmente estas palabras congéneres, como se admite de mejor grado (Leibnitz es el que habla) á los extranjeros que, por sus costumbres y su manera de ser, se acercan más á. nuestros usos. El consejo es excelente, pero no siempre fácil de seguir, porque si h¡loY que buscar las cosas necesarias para la vida allf donde ,se encuentran, no se puede buscar las palabras más que en los paises que las poseen. Muchos términos de la vida parlamentaria son ingleses, porque Inglaterra ha dado el primer modelo del sistema constitucional. Por otra parta, si el idioma inglés designa con palabras francesas muchas cosas que se refieren á las elegancias de la vida, es porque las cosas mis-' mas han ido de Francia. Pero, al menos, se ha dicho, hay que modificar las palabras para que sea dificil reconocerlas y para que el préstamo no salte á la vista. En otro tiempo cabfa remitirse tranquilamen~e sobre este punto al uso popular, que no tardaba .en vestir las voces extranjeras con un' traje que las impedia atraer las miradas. Pero hoy las cosas han cambiado un poco. La mayorfa de, las importaciones se hacen, no por la conversación,
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8ino sobre todo y ante todo por intermedio de la lengua escrita: las voces extranjeras se presentan á nues· tra vista en los periódicos ó en los libros antes de ha· cerse familiarel¡! á nuestros oldos. Por esta razón es más dificil que sufran grandes modificaciones. Por otra parte, en una alteración voluntaria hay algo que re· pugna á nuestras ideas modernas y francesas: cuando reproducimos los nombres de nuestros antiguos héroes de la Tabla Redonda con el disfraz que ha tenidoábien ponerlas la pronunciación de nuestros vecinos, ¿cómo podiiamos pensar al mismo tiempo en despojar de su marca deliberadamente á. las invenciones ó las ideas que son verdaderamente nuevas para nosotros? Si se trata de términos cientificos, hay un interés particular en conservarlos bajo la forma en que han aparecido primeramente. Traducir palabras como teUfono, fon6grafo, so pretexto de pureza, es entorpe· cer una obra que no vale menos que la homogeneidad de la lengua: me refiero á la facilidad de las relacio· nes en la comunidad europea. ¿Valdrla la pena de ha· ber pedido la unificación de la hora ó la uniformidad de las tarifas, si después de haber derribado las ba· rreras materiales, se levantase una m.uralIa para la inteligencia? Tengo á la vista una gramática latina publicada en Alemania, cuyo autor ha acometido la .ampresa de reemplazar todos los términos técnicos, como declinación, conjugación, indicativo, subjuntivo -términos consagrados y corrientes en el mundo entero desde hace diez ó doce siglos-por palabras alemanas. Asi, el indicativo es die Wirklichkeitsform¡ la 'Voz activa, die Thlitigkeitsart. ¡Todavia si se tratase de una gramática de la lengua alemana! Pero, puesto que se trata de una gramática latina, ¿por qué poner tantos reparos á palabras latinas? Las voces antiguas,
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además, tienen la ventaja de haberse reducido á términos puramente convencionales: traducir ablati"o por der WoherlalZ sólo sirve para hacer más dificil de comprender por el nifio el empleo del ablativo con in, donde es realmente un Wolall. Los hombres no pertenecen sólo á un grupo étnico ó nacional: forman parte iguálmente, según sus estudios, su profesión, su género de vida y su grado de cultura, de'comunidades ideales, que son más gene,rales y mAs limitadas juntamente. El matemático vive en comercio de ideas con los matemáticos de los demás paises. El geólogo francés tiene necesidad de comunicarse con sus colegas de América ó de Australia. El negociante quiere saber lo que pasa en el mercado del mundQ entero. Seria cosa fuera de razón poner obstáculos, en nombre de una idea de pureza, al empleo de términos que son la propiedad común de los hombres consagrados á los mismos intereses y á las mismas investigaciones. La juventud' nos da en este punto una lección que no ha sido bien comprendida. So pretexto de que ciertos juegos que han venido de Inglaterra se hablan jugado en Francia antiguamente, se ha propuesto reemplazar las palabras inglesas por los antiguos nombres con que nuestros padres los conocieron; pero esta consideración no parece haber pesado mucho en el ánimo de los ,aficionados al/oothall ó al lawn·tenni,: han creido, no sin 'razón, que, para marchar al par con sus émulos británicos, para estar al corriente de los progresos de su sport, para comunicar con los maestros en este género y para empenar una partida con ellos, llegado el caso, vaUa más -conocer y manejar su lengua que la de ascendientes, respetables sin duda, pero á quienes no se verá ya nunca en la pradera.
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La adopción de las voces extrafias, para designar ideas ú objetos procedentea de fuera, y que dan origen á un cambio internacional de relaciones, no es', pues, una cosa censurable en sl, y puede justificarse perfectamente. En semejante caso, lo único que hay que desear es que la adopción se haga con inteligencia, y que, en el tránsito de un pueblo á otro, no haya. sustitución de ninguna clase. Su,?ede 'esto más á menudo de lo que se cree: sacada de su medio natural, la voz adoptada está expuesta á toda especie de deformaciones y de equivocos. Asi, el francés cont1'edanse ha pasado á ser en inglé.s count1'y-dance (baile campesino), y 1'en¿gat se ha convertido en 1'unagate. Probablemente un vago recuerdo de 1'un away, cdesertar., favoreció esta extrafia metamorfosis. En la lengua popular holandesa, un 1'etórico se llama 1'ederijke1', crico en discurso •. Como sucede á todos los emigrados, las voces importadas quedan sustraidas á las corrientes de ideas de la tierra natal. No participan de los cambios que pueden modificar, en la comarca originaria; el término de que son representaci6n; de modo que, cuando al cabo de un tiempo mAs ó menos largo, vuelve A ponerse la copia en presenciadel modelo, ya no se descubre semejanza. El francés loyal y el inglés Zoyal no expresan ya el mismo sentimiento. El inglés se ha mostra~o accesible en todo tiempo A las importaciones. Ha conseguido con ello doblar su vocabulario, teniendo para una poroión de ideas dos expresiones, una sajona, otra latina ó francesa. Para designar la familia, puede decir A su antojo kind1'ed 6 familYi un suceso feliz se dice lucky 6 f01'tunate. Obsesi6n de purismo se necesitarla para desdefiar ese aumento de riquezas: porque es imposible que entre
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esos sinónimos no se establezcan diferencias que sean otros tantos recursos nuevos para el pensamiento ... Pero es claro que esas mezclas son productos de la historia, no adquisiciones reflexivas y premeditadas. Cuando se va al fondo de la repulsión que las palabras extraflas inspiran á espiritus excelentes, se ve que e.i debida á asociaciones de ideas, á recuerdos históricos,. á miras poUticas, en que la lingUIstica tiene poco que ver. A los puritistas alemanes la presencia de las palabras francesas les recuerda una época de imitación que querr1an borre:r de su historia. Los filósofos helenos que proscriben las palabras turcas del vocabulario continúan á su modo la guerra de independencia. Los checos que llevan su ardor hasta el punto de querer traducir los nombres propios alemanes para no dejar rastro de una lengua soportada demasiado tiempo, asocian á su obra de expurgación la esperanza de una próxima autonomia. El purismo,. en semejante. caso, sirve de etiqueta á aspiraciones ó á resentimientos que pueden ser legitimos en si, pero qu.e no deben permitirnos hacernos ilusiones sobre la razón última de esa campafla lingllistica. Una nación que recibe con simpatia las ideas de fuera no teme acoger las palabras con que éstas suelen designarse. !Jo que hay que .conde~ar es el abuso: y el abuso seria acoger bajo nombres extranjeros lo que poseemos ya. El abuso seria también emplear las palabras extranjeras en todas ocasiones y delante de cualquier auditorio. Para encontrar la verdadera medida, hay que recordar que el lenguaje es una obra en colaboración, en que el oyente entre por tanto como el que habla. Tal palabra extranjera, que estará en su punto si me dirijo á especialistas, parecerá una afectación ó será una oscuridad si tengo delante de mi un público no illicia-
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do. A mi no me extrafia encontrar palabras inglesas en un articulo sobre las carreras de caballos ó sobre las minas de carbón; pero el que lee una novela ó asiste á una representación teatral pide que se hable una lengua inteligible para todo el mundo. No hay, pues, solución uniforme para esta cuestión de ]as voces extranjeras¡ las Sociedades que se dedican á depurar el idioma no pueden pen!laf legitimamente más que en la lengua de la conversación y de la literatura. En cuanto llevan más lejos sus pretensiones, no hacen ya más que una obr~ inútil y embarazosa.
Cuando se trata de nuestra vida moral, la presencia de las palabras extranjeras puede hacer la impresión de una disonancia. Cuanto más Intimos son los sentimientos expresados, más se estrecha el circulo lingüistico. Hay en eso para el lector ó el oyente un placer intelectual de naturaleza muy delicada. Asi como las antiguas amas de casa cifraban su honrilla en no consumir mis que la leche de su establo y los frutos de su huerta, un espiritu delicado es sensible á un lenguaje en que todo procede del mismo terrufio y en que se encuentra difundido por todas las palabras un aire de familiaridad y de parentesco. Ese placer puede hacerse muy vivo cuando el escritor expresa, en ese lenguaje llano, sentimientos generosos ó pensamientos graves. 'Parece que se experimenta entonces la misma impresión que cuando se ve una acción hermosa realizada con sencillez. Se tiene al par el vago sentimiento de que. todo eso no podla ser desconocido de nuestros padres, puesto que poseian ya todo lo que se necesita para decirlo, y de que somos, por consecuencia, hijos de una nación muy antigua y muy noble. En caso se-
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mejante, el empleo de una palabra extranjera, no sólo es inmotivado, sino nocivo. Es lo que habla comprendido ya el autor de la Superioridad del lenguaje fran. cis, cuando decia de las palabras italianas, tan numerosas entonces entre nosotros, que etan-cnon pas franttois, maiB gdte·tran~ois~ (1). Puede parecer pueril querer limitar el vocabulario A las palabras admitidas en tal ó cual catálogo, oficial. Con todo, yo me acuerdo de haber oido decir A un maestro en el arte de escribir que la idea del Diccionario de la Academia era una idea razon~ble y justa, en atención A que ese Diccionario nos ensefia qué palabras debemos usar, si queremos ser comprendidos de todo el mundo. Como los limites de ese voca.balario no han parecido demaSiado estrechos A los mejores genios, se necesitan ya serias razones para decidirnos A buscar fuera de él la expresión necesaria A nuestro pensamiento. No es la mezcla de palabras extra:fias lo que .mAs tiene que temer la pureza de la lengua: son más bien los términos cientlficos empleados inoportunamente. Quiero hablar de esa prosa extravagante que disfraza bajo sustantivos abstractos las cosas más ordinarias de la vida: un dinamismo modificador de la personalidad, una indifJidualidad por eneimade toda categorización, una juventud que sentimentaliza 8U pasionalidad. No siempre es la impropiedad involuntaria: esta destinado A agrandar las cosas por la exageración del lenguaje, como cuando se habla de las imperiosidadeB del deseo ó de celestes atentividades. AlIado de la filosofia se ve A los otros estudios alimentar de neologismos ese lenguaje pretencioso y oscuro: la medicina, (1) Literalmente: cno francés, sino estropea·francén. 6 palabras corruptoras del francés.-(N. del T.)
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la música, la exégesis, la Edad Media ... Mientras los verbos dan origen á los sustantivos más inútiles (los serpenteos de los brazos) (1), se ve, por otra parte, á 108 sustantivos producir verbos no menos extraordinarios' (solucionar un asunto) (2). No se puede tachar á esos neologismos de contrarios á la. analogla: bajo el punto de vista de la gramática, son inatacables; pero tienen el defecto de ser superfluos, de reemplazar con una expresión pesada y descolorida lo que se decia de un modo más sencillo y mAs vivo. Voltaire definió lo que se llama el genio de la lengua: cuna aptitud para decir de la manera más breve y más armoniosa lo que expresan menos afortunadamente los demAs lenguajes .• Si aceptamos esta definiciónJ podemos decir que los autores de esos neologismos pecan contra el genio de la lengua francesa. A veces se ha achacado á esta última el defecto de no prestarse fácilmente á la formación de palabras nuevas; en vista de esos ejemplos, yo me inclino más ·bien á pensar que se presta en demasfa. El inglés y el alemán tienen el recurso de las palabras compuestas; pero un compuesto poco afortunado, como se hacen todos los di as en ambas lenguas, ofrece menos inconveniente, porque las dos voces momentáneamente asociadas se separan un momento después, mientras que esos nombres abstractos, soldados por medio de nuestros sufijos, parecen forjados para durar. Toda cosa de que se usa está expuesta á gastarse: no hay que asombrarse, pues, si las mismas voces, (1) El autor cita, además J otros ejemplos franceses: des frappements de grosse Ciliase, des ferrailtemenf-8 de verrerie, les perlements de la peau..-(N. del T.) (2) Sustituimos con este ejemplo los del origí nol. - (N. del Tradu.ctor.)
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las mismas imágenes, empleadas· durante un largo espacio de tiempo, no hacen ya la misma impresión en el espiritu. La invención de formas nuevas tiene, pues,su razón de ser. Lo importante es que el consumo no sea más rápido que la producción: la ironia, la caricatura, las luchas enconadas de la tribuna y del perioclismo, las exageraciones del drama y del folletin aceleran los cambios inevitables del lenguaje. Para deshacer y destruir, la voluntad reflexiva tiene mucho más poder que para crear: el origen de los vocablos se pierde en una semi-oscuridad casi siempre; pero se puede nombrar A menudo aquellos que las desacreditan, los rebajan ó los despojan de su significac~ón.
Esta. cuestión del neologismo pre&enta los mAs diversos aspectos. Condenar el neologismo en principio y de una manera absoluta derla la más deplorable é inútil de las prohibiciones. Cada progreso del lenguaje es primeramente obra de un individuo, luego de una minoría más ó menos extensa. Un pais en que se prohibiese innovar, privaria á su lenguaje de toda probabilidad ·de desenvolverse. Por neologismo hay que entender tanto una acepción nueva dada Auna palabra antigua -como un vocablo nuevo de todo en todo .Asl como el -cambio que modifica. la pronunciación es, aunque imperceptible, tan constante, que el extranjero que vuelve á un pais después de treinta afios de ausencia, puede apreciar la marcha del tiempo, asi también significación de las palabras se transforma sin cesar, merced A la acción de los acontecimientos, de los des.cubrimientos nuevos, de las revoluciones en las ideas
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yen las costumbres. A un contemporáneo de Lamartine le costada trabajo comprender el lenguaje de nuestros periódicos. Ignorantes ó sabios, escritores ó artistas, personas de las clases superiores ó de las clases inferiores, todos trabajamos más ó menos en el vocabulario del porvenir. Los nilios tienen su parte en esa obra, y no la menor: como toman la lengua en el punto á que la han conducido las generaciones precedentes, suelen llevar á sus padres una delantera de diez ó veinte alios. Elllmite en que debe detenerse el derecho de innovar no es dado sólo por una idea de epureza-, que siempre puede ser discutida; es impuesto por la necesidad que tenemos de permanecer en contacto con el pensamiento de los que nos han precedido. Uuanto más importante es el pasado literario de una nación, más se deja sentir esa necesidad como un deber, como una condición de dignidad y de fuerza. De ahila idea de una época clásica, ofrecida á la imitación de las edades siguientes, idea que no tiene nada de artificial ni de quimérica, si no se transporta la época clásica A siglos demasiado remotos. En semejante caso, no hay que consultar sólo á los lingüistas, porque podrían dejarse guiar por motivos en cierto modo profesionales. El filólogo sueco, Erik Rydquist (1), colocaba la edad ciásica de la lengua sueca en los alrededores del afio 1300. Una manera de ver anAloga, aunque no expresada siempre abiertamente, existe en muchos sabios: si tienen que decidirse entre dos formas gramaticales, entre dos construcciones, suelen inclinarse hacia la mAs antigua. Asi, en Alemania sirve de criterio el alto alemán medio. A cada nación incumbe ver (1) Muerto en Btokolmo en 1877.
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hasta dónde puede dirigir sus miradas al pasado guardándose de perder el contacto con el presente. Es imposible que el neologismo, después de ensayarse en las palabras, no llegue á invadir también la. construcción y la gramática. Pero aqui tropieza con una resistencia mayor. Apenas si hasta el presente pueden contarse tres ó cuatro giros n.uevos que hayan conseguido más ó menos hacerse adoptar. Hay para ello bllenas razones. Cambiar la construcción, cambiar las locuciones, es tocar á las obras vivas; es atacar á un patrimonio que representa siglos de investigación y de esfuerzos. Justo es aqul tener en cuenta una serie de trabajadores oscuros, modestos, cuyo nombre rara vez se cita hoy, pero cuya obra subsiste: me refiero á la serie de lps gramáticos franceses, deBde Ménage hasta d'Olivet. Yo deseo indicar aquila parte de reconocimiento que se les debe, porque la lingUistica moderna. pr~pende demasiado á negar y hasta condenar su·influjo. Esos buenos espiritus, que se llamaban Du Perron, Coeffeteau, Malherbe, La Mothe Le Vayer, Vaugelas, Chapelain, Bouhours, no eran eruditos de profesión, sino, en su mayoria, personas cultas á quienes un gusto natural habia llevado á ocuparse de los problemas ó dificultades de la lengua francesa. A lo que miraban, sobre todo, era á la pureza de la lengua, lo cual significaba, por una parte, claridad, y por otra parte, decoro. Expurgar las impresiones impropias ó poco felices, hacer la guerra á las repeticiones innecesarias, d~scartar todo lo oscuro, inútil, bajo, trivial: tal fué la empresa á que se consagraron con mucha abnegación y perseverancia. 16
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Buscaban las reglas, y, en caso preciso, las, inventaban. Eran .bellas reglas:.. Vaugelas declara que ha encontrado .mil bella~ reglas:. en los escritos de La Mothe Le Vayer. • Yo debo esta regla (dice en otra parte) á un amigo mIo, que la aprendió de M. de Malherbe, á quien corresponde el honor de la misma.:. y más lejos aún: .Esta regla es muy bella y muy conconforme con la pureza y la claridad del lenguaje: .. Cierto que no se observa al bablar, pero el estilo debe ser más exacto ... Ni los griegos ni los latinos tenIan estos escrúpulos. Pero nosotros somos más exactos en nuestra lengua y en nuestro estilo que los latinos y todas las naciones cuyos escritos leemos.:. EI.público en esto pensaba lo propio, y no podIo. más que dejarse dirigir. Hoy nos cuesta algún trabajo figurarnos un público· que va en busca de las prohibiciones y las extrema. La lingQI~tica ha contribuido en esto á la educación del público. La lingülstica moderna no rechaza nada: todo lo que existe tiene su razón de ser ... Pero el punto de vista de esos legisladores era otro; y si consideramos las lenguas en que ha faltado un periodo de reglamentación, no podemos menos de reconocer que conservan como una falta de educación primera. Lo único que se debe lamentar es que la depuración no viniese más pronto. Las guerras religiosas han acarreado un retardo de más de medi? siglo. Disciplinada sesenta afios antes, la lengua hubiese conservado más flexibilidad, porque esos buenos maestros se ocupában tanto de podar como de conservar; y como se cuidaban .de todas las gracias de nuestra lengua:., hubiesen salvado, sin duda, algunas de las antiguas franquicias (1). (1) Citaré como ejemplo el gerundio, cuyo uso se ha regla-
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Amaban y estimaban la tarea de que se hablan encargado voluntariamente. Conocta.n su importancia, porque -no se necesita más que una mala expresión para atraer á una persona el desdén de un circuio de sociedad, para desconceptuar á un predicador, á ún abogado, á un escritor. En fin, una "mala expresión, por lo fAcil que es advertir, es ca.paz de hacer más dafl.o que un mal razonamiento, en que pocos reparan-. Tienen conciencia de la duración de su obra. e Yo siento principios que no tendrán menos duración que nuestra lengua y nuestro imperio ... Máximas son éstas que no cambiarán nunca ... , porque, cuando se varle alguna cosa del uso que he notado, cuando se hable y escriba de otro modo, será todavla con arreglo á e~tas mismas observaciones ... (1)Seria un error tomarlos por lógicos acérrimos. Al contrario: hablan llegado á la convicción de que la lógica podia admitirse en todo, pero no en materia de lenguaje ... -Son)a belleza de las lenguas esas maneras de hablar sin razón, siempre que el uso las autorice. La rareza no es buena más que ah! .. ; Es de advertir que todas las maneras de hablar que el uso ha establecido contra las reglas de la gramática distan tanto de Ber viciosas que, lejos de evitarse, deben ser miradas como un adorno del lenguaje, que se en"mentado con exceso. Para que se (lomprenda lo que quiere decir, supongamos esta frase: «Mon pére m'a (ait en partant ,,,ille recommandations • Hoy la gramática ql1iere que en par.tant (al marchar) &e entlenja exolusiv!,mente del sujeto. Hay ahl alguna exageración, porque en partant no es otra cosa que cen el momento de partiu, y á nosotros nos toca ioterpretar la locución como convenga, según el sentido general. El itaÜ"no se ha reservado más libertad en este punto" Jnsto esailaoir que esta regla no era aún completamente observada en el siglo XVII. i (1) Vaugelas, Remarques sur la langue (ra~aise.
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cuentra en todas las más bellas lenguas, muertas ó vivas .• La uecesidad de orden y de regla no se circunscribe á las palabras: se extiende á las locuciones y las frases ... Es indudable :que cada lengua tiene,sus frases, y que la esencia, la riqueza y la belleza. de todas las lenguas consisten principalmente en servirse de esas frases. No es que no puedan hacerse á veces, mientras que nunca es licito hacer palabras; pero se necesitan muchas precauciones .... ; si no, en vez de enriquecer la lengua, se la corrompe. Esos sabios del siglo XVII están, pues, convencidos de que en toda circunstancia hay una buena forma, y que no hay más que una. Asi proscriben sin vacilación .. la mala forma., que no es á menudo 8ino la forma menos usada ó más antigua. La idea de utilidad se sobrepone en eUos á toda otra consideración: como los hombres han recibido el lenguaje pa.ra hacerse comprender, admitir dos formas entre las cuales fuese libre la opción, Reria abrir la puerta á los errores y á las disputas. El gramático, pues, no ha de eludir las dificultades, sino mirarlas de frente y establecer reglas ciertas ... Podemos sonreirnos de ese tono de autoridad, pero es una suerte para la duración de la lengua francesa que haya habido espiritus de ese temple. Pero esos sabios no pronuncian sus juicio.s en nombre de su propia autoridad, sino en nombre del buen uso; y si se les pregunta dónde se encuentra. ese buen uso, responden sin vacilación que en la corte. La lengua de provincias no puede servir más que para viciar por su contagio la pureza del verdadero lenguaje francés. Fenelón, en este punto, es de la misma opinión que Vaugelas: cA las personas más cultas les
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cuesta trabajo corregirse de ciertas maneras de hablar que 'adquirieron durante su infancia en Gascufia, en Normandia, ó en Paris mismo, por el trato con los criados ... » La misma corte no siempre está exenta de censura: eSe resiente un poco (continúa· Fenelón) del lenguaje de Paris, donde se educan generalmente los nifios de condición más elevada.» He citado de propósito es1'.ils opiniones para mostrar cu~nto distan de las teorias hoy acreditadas. Para la lingtlIsticamoderna, todalnas formas, desde el momento en que se usan, tienen derecho á la existencia.. Y aun son tanto más interesantes cuanto más,alteradas ... La verdadera vida del lenguaje se concentra en los dialectos: la lengua literaria detenida artificialmente en su desarrollo, no tiene, ni con ~ucho, el mismo valor ... Habría que guardarse de hacer de la lengua materna un objeto de ensefianza: no se consigue con eso más que perturba.r en los nifios la libre expansión de su facultad del lenguaje (1)... Del mi~mo modo que el historiador Savigny ,ha demostrado que la idea de derecho y de moral no era aplicable al desarrollo histórico de un pueblo, del mismo modo la idea de bien y de mal no es aplicable al desarrollo de una lengua ... No parece que estas doctrinas tengan el don de convencer al profesor Noreen. Puesto que el lenguaje es nuestro gran medio de comunicación, habrá que entenderse, sin duda, sobre la manera de emplearle. ¿Quién será juez en esta materia? Permitasenos aq ui citar textualmente al escritor Ilueco. cNo será (dice) el historiador de la lengua, que no tiene la palabra más que en lo tocante al pasado; no será tampoco el (1) Jacobo Grimm, Pr61ogo de la primera edioi6n de su Deutsch Grammatik.
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lingüista, cuyo ministerio consiste en describir las leyes del lenguaje, pero no en dictarlas; no será el estadistico, que no hace más que registrar el uso. ¿A quién, pues, atribuir la autoridad? Pertenece al inventor, al que crea las formas de que se sirve después el común de los hombres, al escritor, al filósofo, al poeta ... Nosotros somos la muchedumbre, que viste su pensamiento con el vestido, creado por ellos; nOBotros usamos ese vestido y le gastamos. Por nosotros mismos podemos contribuir poca cosa al desarrollo del lenguaje, y aun. sólo bajo la dirección ,de esos maestros. Tenemos que resignarnos á no ser más que c"Icolares, y no es á los escolares á quienes toca mandar.Si estas palabras viniesen de menos lejos, llamarfan menos la atención. Más de una vez,hemos ofdo, en prosa yen verso, en la Sorbona, bajo la Cúpula yen otras partes, algo parecido. Pero es interesante encontrar en Stokolmo, en un hombre que posee una ciencia cuyos' primeros elementos ignoraban nuestros VaugelaA y nuestros Bouhours, la confirmación de los principios que ellos segufan por instinto en sus observaciones y criticas. La idea de un tipo de corrección y de p~reza, deparado por la sociedad distinguida y por los escritores selectos después de haber sido dúrante siglos casi un lug~r común, habia sido proclamada vana ó insuficiente en nombre de una ciencia que declaraba inspirarse en un principio superior: esa misma idea llega hoy á nosotros del Norte, expuesta, no sin convicciÓn, ni sin energfa, por uno de 108 maestros de la filo logia escandinava ...
LA HISTORIA DE LAS PALABRAS
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Bajo este titulo: La Vida de las palabt'as estudiadas en sus significaciones, un profesor de la Sorbona, romanista distinguido, M. A. Darmesteter, acaba de escribir un librito agradable, á. propósito para aumen:' tar la popularidad de los estudios de lingüistica. Venios ~n él sucesivamente cómo nacen las palabras, cómo viven entre si, cómo mueren_ Se trata del sentido de las voces, no de los cambios de forma, los cuales pertenecen 'á. otro capitulo de la ciencia. De todas las partes de la lingüistica, ésta es ciertamente la más á. propósito para interesar á. la gran m:sa del público. Aqui estada fuera de lugar todo aparato de alta erudición. Los hechos que He t~ata de observar no tienen mucho de misteriosos. Por lo común, los cambios que sobrevienen en el sentido de las palabras 80n obra del pueblo, y, como sucede dondequiera que está en juego la inteligencia popular, hay que esperarse, no una gran profundidad de reflexión, sino intuiciones, asociaciones de ideas, á. veces imprevistas y raras, pero (l) Reproduoimos aquf en extracto lo que hemos escrito sobreLa Vida de las palabras, de Arseolo Darmesteter. Se encontrará en este artíoulo. que es de 1887, la idea primera de nuestra Semántica. Por esta razón, como por algunos de los ejemplos citados, hemos orefdo que OC) carecerla de Interés esta reproducción parcial.
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siempre fAciles de seguir. El espectáculo, pues, á que esta historia nos invita, es un espectácJllo interesante y atractivo. Mas, al través del aspecto variado y cambiante que ofrece esa historia, un esplritu q'le no se contente con las apariencias puede desear penetrar hasta la causa primera, que no es otra que la inteligencia humana¡ porque decir que las palabras nacen, viven entre sI y mueren, es, ¿no es verdad?, pura metáfora. Hablar de la vida del lenguaje, llamar á las lenguas organismos vivos, es emplear figuras que pueden servir para hacernos :comprender mejor, pero que, tomadas al pie de la letra, nos transportarlan á un mundo fantástico. Quizá M. Darmesteter no siempre ha desconfiado bastantede esa especie de fantasmagorla. Como á los hombres les es más fácil observar los objetos exteriores que leer en sI mismos, somos más dados á discurrir sobre los productos de la inteligencia que sobre la facultad de que epIanan. -Pero, aun abandonándonos, para la facilidad del discurso, á esa pendiente natural, bueno es corregir de vez en cuando la ilusión. No temamos mirar á veces el interior del instrumento á. que debemos esas proyecciones,; fuera de nuestro esplritu, el lenguaje no tiene vida,ni realidad. Casi al mÍBmo tiempo que el libro de que hablamos apareda en Alemania la segunda edición de una obra un poco intrincada, que discute, entre otras cuestiones, la que ha tratado M. Darmesteter. Queremos hablar de los Principios de Lingüistica, de Hermann Pau!. El autor es profesor de lengua y de literatura alemana en la Universidad de Friburgo. En el fondo, esas dos obras se c0Il?-pletan una á otra¡ son libros de Semántica.
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Por una coincidencia notable, los dos autores han estado de acuerdo en un punto: es que cada uno, aunque teniendo, sin duda, á su servicio, un número bastante grande de idiomas, ha preferido tomar especial~ mente por campo de estudio su lengua materna. He ahi un hecho que no carece de valor. La investigación de que se trat~ es de las que exigen un conocimiento intimo y directo 4el asunto; no pasa aquilo que co~ la fonética ó la morfologia. Las modificaciones realizadas en el cuerpo del lenguaje, tales como la supresión de una letra ó de una sllaQa, la soldadura de una nueva,1!exión, el reemplazo de una desinencia por otra, hieren los ojos á primera vista; pero las observaciones de que se ocupa el semantista se sustraen un poco más á la mirada. Cuando hay que anotar la impresión que producen las palabras en el espiritu es cuando se multiplican sobre todo las probabilidades de error; son casi inevitables al manejar una lengua extraña. Un escritor alemán que ha tocado estas ma,terias, repite de libro en libro que la palabra francesa ami está lejos de tener el acento de sinceridad ni la profundidad de la alemana Freund. ¡Prevención candorosa, per'o fácil de comprenderl Hace algunos alios, otro sabio vela en el francés me1'ci algo bajo y ofensivo:. pensaba en ellatln mercedem. Las ilusiones de este género denuncian el peligro: prueban que el terreno más familiar es también el mejor para esta clase de investigaciones. Cuando se tracen las lineas generales de la semántica, no costará trabajo comprobar en los otros idiomas las observaciones hechas en la lengua materna. Una vez establecidas las divisiones generales, se incluirán en ellas los hechos del mismo orden recogidos por todos lados. ,
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Penetremos, pues, sin más tardar, en el dominio de la semántica, y veamos algunas de las causas que rigen este mundo de la palabra. Empez~remos por un punto que tiene verdadera importanci>J. para la historia de las significaciones, y que no se habia tenido bastante en cuenta hasta estos últimos afios: es la acción que las palabras de una lengua ejercen á distancia unas sobre otras. Una palabra se ve en el caso de restringir cada vez más su significación, porque tiene un colega que extiende la suya. En los diccionarios, donde se estudia cada término por si mismo, no notamos bien el juego de esta clase de compensación y de equilibrio: sólo en los vocabularios más recientes y más desenvueltos, como en la continuación del diccionario de Grimm, han empezado los autores á conceder algún lugar á esta interesante serie de com'paracioneB. Asi, el verbo traire tenia en la antigua lengua francesa todos los usos del latin trahere:'se decia traire l'ipie, traire l'aiguiUe, traire les cheveua;. ¿A 9,ué se debe que un verbo tan usado haya concluido por reducirse á la única significación que hoy tiene de traire les vaches, traire le lait (cordellar las vacas, sacar la leche-)? Es que un rival de origen germánico-tirer-ha inva.dido y ocupado todo su dominio en eJ curso de los siglos. Nuestro esplritu se resiste á conservar riquezas inútiles: descarta poco á poco 10 superfluo. Sin embargo, y es una observación en que insiste fundadamente M. Darmesteter, una palabra puede peligrar y aun sucumbir siri. que sufran detrimento sus compuestos y sus derivados. Como testimonios del antiguo uso, tenemos aún los compuestos ea;traire, soustraire, distraire, los sustantivos trait (e tiro, tira-), attrait (catractivo-), retraite (cretirada, retiro-).
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Cosa análoga ha ocurrido á muer, que ha tenido que ceder el puesto, salvo un pequeflo espacio (1), al verbo changer (-cambiar»). Commuer y remuer han sobrevivido á la ruina de su primitivo. Tal es igualmente la historia de sevrer, desposeido casi enteramente por Beparer (2). Esta especie de lucha, Ó, como como se dice en lenguaje darviniano, de competencia vital, es notable sobre todo cuando los dos competidores son hijos dA ]a misma estirpe, como acaece en el último eje,mplo. Esta comunidad de origen no altera en nada, por otra parte; el fondo de las cosas. ' En nuestras provincias del centro, hacia el siglo XVI, la r coló cada entre dos vocales tomó el sonido de s ó de z. Este cambio de pronunciación determinó la trans(ormación·de chaire (cathedra) en chaise. Commines, en el siglo xv, deciaaún: -Dicha seflorita estaba en sa chaire (en su silla), y el duque de Cleves á su lado». Habiendo prevalecido la forma moderna, la. antigua voz ha tenido que batirse en retirada, no conservándose mAs que para designar la cá.tedra del profesor ó el púlpito del predicador. Todo vocablo nuevo introducido en la lengua causa en' ella una perturbación semejante á la de un ser nuevo introducido en el mundo {fsico ó social. Hace falta algún tiempo para que las cosas se normalicen y asienten. Por el pronto, el espiritu vacila entre lo's dos términos: empieza un periodo de fluctuación. Cuando, para denotar la pluralidad, se adquirió en el siglo xv la costumbre de emplear la perlfrasis beau coup, no (1) Muer no' significa hoy más que estar de muda ciertos animales (las aves, las culebras, los venados, eto.) 6 mudar la voz los adolesceutes.-(N. 'del N.) . (2) Sevrer no significa :al preseute m§.s que «destetar., Y. eu seutido figurado, druatrar,.-( N. del N.)
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desapareció incontinenti el antiguo adjetivo mou.le, pero comenzó á envejecer. Luego, después de toda clase de incertidumbres y de contradicciones, uno de los dos rivales aventaja decididamente al otro, deja atrás á su adversario, y le reduce á t1Jl corto número de empleos, cuando no le anula en absoluto. Al exponer estos hechos, henos aquí cayendo, á nuestra vez, en el lenguaje figurado que censurábamos en M. Darmesteter: tan naturalmente se ofrece al espiritu. Pero todo el mundo comprende bien que se trata de simples actos de nuestro espiritu: cuando, por una ú otra razón, hemos empezado á adoptar un término nuev~, le grabamos poco á poco en nuestra memoria, le hacemos familiar á nuestros órganos, le transportamos de' las regiones reflexivas á las regiones espontáneas de nuestra inteligencia; de modo que ocurre con ese término nuevo lo que con un ademán que, en fuerza de repetición, se nos hace propio, y ,acaba á la larga por formar parte de nuestra persona.
A decir verdad, la adquisición de una palabra nueva, ora provenga de algún idioma extrafio, era ha.ya sido formada por la asociación de dos voces, ya salga de repente de algún rincón ignorado de nuestra sociedad, es cosa relativamente rara. Lo que es infinitamente más frecuente es la aplicación de una palabra ya en uso á una idea nueva. Ah! reside, en realidad, el secreto de la renovación y del acrecentamiento de nuestras lenguas. Hay que advertir, en efecto, que la adición de una significación nueva no cede en menoseabo de la antigua: pueden existir las dos sin influirse ni dafiarse. Cuanto más adelantada en cultura es una nación, más diversidad de acepciones acumulan los
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términos de que se sirve. ¿Es pobreza de la lengua? ¿Es esterilidad de invención? Sólo pueden creerlo los observadores superficiales. He aquf, en realidad, cómo pasan las cosas. A medida que una civilización gana en variedad y en riqueza, las ocupaciones, los actos, los intereses de que se compone la vida de la sociedad se dividen entre diferentes grupos de hombres: ni el estado de espiritu ni la dirección de la actividad son iguales en el sacerdote, el soldado, el hombre politico, el artista, el comerciante, .el agricultor. Aunque hayan heredado 1s.i. misma lengua, las palabras se tifl.en en cada uno de un mat~z distinto, que se fija en ellas y acaba por adherirse á ellas. El hábito, el medio, toda la atmósféra ambiente determinan el sentido de la voz y corrigen el exceso de generalidad que tenJa. Las palabras más amplias son, por el hecho mismo, las que tienen más aptitud para prestarse á usos numerosos. Al oir la voz ope'l"ación, si es pronunciada por un cirujano, vemos un paciente, una llaga, instrumentos para cortar y sajar. Supóngase que es un militar el que habla; pensamos en ejércitos en campafia. Si es un banquero, comprendemos que se trata de capitales en movimiento; si un maestro de cálculo, de adiciones y sustracciones. Cada ciencia, cada arte, cada oficio, al componer su terminologia, marca con su impresión las voces de la lengua común. Supóngase ahora que se colocan en serie, como hacen nuestros diccionarios, todas esas _diversas acepciones; nos sorprenderemos del número y de la variedad de las significaciones. ¿Es eso indigencia de la lengua? No. Es riqueza y actividad de la nación. Tengo á la vista un diccionario fra.ncés-alemán donde, para ganar espacio, el autor principia por dis-
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tinguir en la lengua francesa 234 ocupaciones, ciencias ó profesiones diferentes, cuya lista da, acompafiando á cada una de un número de orden. Se advierte al lector que debe referirse siempre á ese cuadro. Cuando la palabra va seguida de un 1, se t'oma como término de teología; 7 indiCl,l. laanatomia; 9 la aritmética; 21 la astronomia; 51 la lengua de los.carpinteros; 188 la dé los encuadernadores; 233 la del cochero. Una sola y misma. palabra-por ejemplo: efecto, ejercicio, conversión-en el cuerpo del diccio:il~rio, va seguida de cinco ó seis traducciones diferentes, cada una de las ,cuales tiene su número. Se ve cuál es el error de los que, para estimar la riqueza de una lengua, se limitan á contar lo~ vocablos. No se ha dado nombre hasta ahora á la. facultad que poseen las palabras de presentarse bajo tantos aspectos. Se la po~la llamar poZisemia. Para decirlo de pasada, los inventores de lenguas nuevas (y el número se ha acrecentado particula.rmente en estos afios últimos) no tienen bastante en cuenta. esta fa.cultad: creen haber hecho mucho cuando han traducido una palabra por otra, sin pensar que, para una sola palabra, habrla que crear frecuentemente seis ú ocho; ó bien si, en su idioma, reproduce~ la polisemia francesa, ¿no dan á los alemanes ó á los ingleses motivos para quejarse de que se les haCe hablar francés en volapük? . ¿Cómo esa multiplicidad de acepciones no produce oscuridad ni confusión? Es que la palabra llega preparada por lo que la. precede y lo que la rodea, comentada por el tiempo y el lugar, determinada por los personajes que están en escena. ¡Cosa notableí, no tiene mb que un sentido, no sólo para el que habla, sino también para el que oscucha, porque hay una
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manera activa de escuchar que acompana y previene al orador. Basta caer de improviso en una conversación empezada, para ver que las palabras son un guIa poco seguro por sI mismas, y que necesitan de ese conjunto de circunstancias, el cual, como la clave en música, fija el valor de los signos. Los autores cómicos conocen á marav)lla esta facultad de polisemia que se encuentrilo en el fondo de losequivocos con que animan su teatro.
La diversidad del medio social no es la única causa que contribuye al acrecentamiento ó á 'la renovación del vocabulario. Otra causa es la necesidad que experimentamos de representar y de pintar con imágenes lo que pensamos y lo que sentimos. Las voces empleadas frecuentemente dejan de producir -impresión. No se puede decir que se gastán; si, el oficio del lenguaje fuese únicamente hablar á la inteligencia, las voces más usuales serian las mejores: la· nomenclatura del álgebra no cambia. Pero el lenguaje no se dirige sólo á la razón: quiere conmover, quiere pero suadir, quiere agradar. Asi vemos nacer, para cosas tan antiguas como el mundo, imágenes nuevas, sa.li· das no se sabe de dónde, á veces de la cabeza de un gran escritor, más á menudo de la de un desconocido; si las imágenes son exactas y pintorescas, hallan acogida y se hacen adoptar. Empleadas al principio en concepto de figuras, pueden hacerse á la larga el nombre mismo de la cosa. Este tema de la metáfora es infinito. No hay rela· ción real ó semejanza fugitiva que no haya suministradosu contingente; los tratados de retórica no contienen tropo tan atrevido que no emplee el lenguaje
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todos los d!as como la cosa más sencilla del mundo. Los ejemplos son tan numerosos, que la única dificultad es elegir. El vocabulario n;taritimo parece haber ofrecido en todo tiempo un atractivo particular para el habitante de tierra firme; de ah! un aporte continuo de términos náuticos para los actos más comunes. Abol'da1' á UJ;la persona, llevar el tim6n en un asunto, naufragar un negocio (1): otras tantas metáforas procedentes del mar. Palabras empleadas á cada paso, como el verbo francés a'l'river (llegar), tienen el mismo origen. No hay que creer que eso sólo ocurra en las lenguas modernas. El verbo latino pO'l'tare,' que desde temprano empezó á disputar el puesto á tero, y que Terencio emplea ya hablando de una noticia que se trae, significaba -conducir al puerto •. Hemos conservado algo de él en importa'l', ea;po'l'tar y deportar. Era un término de marina mercante. El griego, en este punto, se mostró meoos novador; de modo que portare pertenece exclusivamente á la lengua latina. En general, cuando una de las lenguas antiguas se aleja del uso de sus hermanas en lo que ata.lle á una idea familiar, puede presumirse que ha. adoptado una expresión metafórica. Sabido es que oportuno é importuno son igualmente imágenes tomadas de la idea de un lugar de arribo más ó menos fácil. El caballo y la eqi.útación han proporcionado gran cantidad de expresiones figuradas. Se ha compuesto con ellas todo un volumen. Pueden clasificarse por épocas, habiendo pasado ya las mAs antiguas al estado de términos descoloridos. Se dice, por ejemplo, de un hombre desconcertado, que ha pe1'dido los est'l'ibos¡ de (1) Sustituimos con estos ejemplos otros del aulor no aplicables á nuestro idioma.-(N. del T)
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una persona que resiste á una sujeción, que muerde el freno; de un suceso que se precipita, que va al galope (1). En fin, hay palabras cuyo origen metafórico nadie advierte ya. Asi, trabajo, que representa tan gran papel en nuestras discusiones económicas, y que un escritor ó un artista emplea corrientemente hablando de sus obras, conduce á la imagen del caballo trabado y sujeto. Gracias al turf, no lleva trazas de parar esta fábrica de metáforas. Hoy oimos hablar en francés de alumnos á quienes se entralne y-de afici~ nados que ,'emballent. ¿Cuántas expresioDes, y de la mas diversa índole, no debe nuestra lengua á la caza? Cuando en un lenguaje familiar decimos de un hombre que tiene trazas de déluré, empleamos una figura "tomada de la cetreria, porque el gavilán déluré ó déleurré es el que no se deja engallar por el selluelo. En estilo muy diferente, cuando Paulina, hablando de Poliuto muerto, exclama: cEsta sangre con que acaban de cubrirme sus verdugos ine ha de8illé los ojos y acaba de abrírmelos., 1.a heroina de Corneille se sirve de una imagen de la misma procedencia, porque de8siller (que habría que escribir déciller) no es otra cosa que descoser los párpados del gavilán al cual se habia cegado momentáneamente para domesticarle. Se ve la diversa suerte que pueden tener en el curso del tiempo dos términos de idéntico origen; una diferencia tan grande se explica por las estaciones sucesivas del viaje y por las compallias, buenas ó malas, que la palabra ha tenido en el camino. DessilZer les yeux se ha empleado en la lengua religiosa: es lo que ha dado á la expresión dignidad y nobleza. ¡Gran(1) Sustituimos los ejemplos del autor por no aplicarse á nuestro ¡dÍoma;-:-(N. del T.) 17
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de é inestimable beneficio para un pueblo tener en su literatura un libro sagrado, leído y conocido de todos! Ya puede después sufrir el idioma toda clase de prue· bas: existirá para él una fuente de purificación. Tal es el servicio que the holy Bible de 1611 ha hecho al inglés, y la traducción de Lutero al alemán. Nuestros grandes predicadores del siglo XVII prestaron á la lengua francesa un servicio análogo. Hay, al revés, esferas de la literatura que mancillan todo lo que to'can, y que, si se apoderan de una expresión, la restituyen empanada y deshonrada. Como esas conchas de que están sembradas las ori~ Has del mar, restos de animales que hllon vivido, ayer los unos, hace siglos los otros, las' lenguas están llenas de despojos de ideas antiguas ó modernas, unas vivas aún, otras ha tiempo olvidadas. Todas las civilizaciones, todas las costumbres, todas las conquistas y todos 108 ensuefios de la humanidad han dejado una huella, que se ve reaparecer con un poco de atención. Esa consecuencia en el estilo, esa conexión en la. metáfora, que con razón se recomienda, falta absolÚtamente en el lenguaje, ó, más bien, sólo es posible y necesaria en la capa última; de otro modo, nos abstendríamos de las locuciones más sencillas, y la palabra se haria tan dificil como lo ("s el comercio diario de la vida en esas religiones &siáticas donde todo lo que ha tenido vida pasa por impureza. En este punto, las lenguas antiguas se hallan en las mismas condiciones que las modernas, puesto que no son antiguas más que con relación á nosotros, y ellas mismas han recibido ya la herencia de los siglos. Cuando SalustÍo pone en boca ~e Catilina: Cum vos considero, milites, et cum {acta vostra aestumo ... se halla tan lejos como nosotros de pensar en el origen de expresiones que le
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p'areciancompletamente sencilla!!. Sin embargo, considero es una metáfora tomada de la astrologla, y aestumo de la lengua de ]os negocios. Si hubiésemos de iuzgar por las listas de ratees que han trazado en competencia gramáticos indos y árabes, podriamos creer que las lenguas empezaron por las ideas más generales. A cada paso se encuentra en esas listas raices Ct(V'o 8('!ntido es cir, razonar, brillar, hablar, pensar, sentir-. Pero la única causa de esa ilusión es nuestra ignorancia de una. edad precedente. Las colecciones de retórica no contienen,catacresis, litote ó hipérbole de que el pueblo no ofrezca todos los dlas multitud de' ejemplares. Un gramático del siglo XVill, Dumarsais, escribió un tratado de tropos, una de cuyss ediciones tuvo el honor inesperado de ser dedicada á Mme. de Pompadour. ¿Pero qué son esos ejemplos recogidos á flor de suelo a] lado de los que ponen al descubierto excavaciones un poco profundas? Si se dijese que existe un idioma'en que la misma palabra que designa el lagarto significa también un brazo musculoso, porque el estremecimiento de los músculos bajo la piel se ha comparado á un lagarto que pasa, se acogerla. con escepticismo esa explicación, ó se creerla que se hablaba de las imaginaciones de algún pueblo salvaje. Sin embargo, Re trata de la palabra laltina ,lacertus, que quiere decir lagarto, y que los poetas y prosistas usaron más de una vez para designar el brazo de un héroeó de un atleta. Otras veces el lagarto ha sido sustituido por el ratón, lo cual nos ha dado musculus, pala.bra que significa, como se sabe, ya ratón, ya músculo. Esta singular imagen parece haber tenido éxito en todo tiempo. Littré advierte que el músculo de la pierna de carnero se llama 80uris (rat-6n). En grif'go moderno la rata se llama mys pon-
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tikoB (rata de agua), ó, para abreviar, pontiko8. Ahora, el adjetivo ha reemplazado igualmente al sustantivo en la otra significación, y pontikoB designa el músculo. Nuestro autor ha tratado de hacer visible gráficamente, Ó, como se dice hoy, por esquemas, la irradiación ó el encadenamiento 'de los diferentes sentidos de una palabra. Ya es una estrella, ya es una linea quebrada. Pero no hay que olvidar que esas figuras complicadas sólo tienen valor para ellingüis"ta: el que inventa el sentido nuevo olvida al punto todos los sentidos a~teriores: excepto uno solo; de modo que las asociaciones de ideas se hacen siempre dos á dos. El pueblo no tiene para qué remontarse 801 pasado: no conoce más q~e 180 significación del día. A este propósito se ha recordado ingeniosamente á esos atrevidos trepadores que retiran con el pie derecho la grapa que le sostenía después que han puesto el pie izquierdo en 180 siguiente. El lingüista es el único que busca ]80 huella de esos móviles escalones.
El que haciendo la historia de la variación de 108 no considerase más que las palabras, se expondría á dejar á un lado una parte de los hechos, ó correría el peligro de explicarlos falsamente. Una len~ua no se compone sólo de palabras: se compone de ~rupos de palabras y de frases. Todo el mundo se acuerda de haber leído en los diccionarios, buscando una palabra rara: .. No se emplea más que en esta locución .... Sigue ordinariamente una expresión proverbial, ó algún término técnico, ó alguna frase más ó menos consagrada, El que refiexione sobre ]80 causa de este fenómeno llegará á mirar los eleHent~dos,
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mentos delleng~aje bajo un nuevo aspecto. El lingüista atribuye á la palabra una existencia personal y continua al través de todas las asociaciones y com binaciones en que entra. Pero, en rigor, desde que la palabra ha entrado en una fórmula que llega á ser usual, no percibimos ya más que la fórmula. Vacablos hay, conservados en ciertas asociaciones, que desde hace mucho tiempo han dejado de usarse por si mismos, y que nos cuesta trabajo reconocer cuando nos los presentan fuera de ese puesto único que les ha quedado. ¿Qué es, por ejemplo, la palabra conteste (1)? Hace tanto tiempo que está. fuera de uso, que nos seria dificil decir 'Siquiera á qué género pertenece. Pero la empleamos aún en la locución: sans conteste. ¿Qué es, co-mo nombre de color bis~ Antiguamente designaba el moreno ó el n·egro. Se decia: ti tort ou.d droit, d bis ou d blanc ... L'un veut du blanc, l' autre du bis ... Es el italiano bigio. Nosotros no lo empleamos ya más que hablando del pan.-Demeure, en el sentido de tarda.nza, ha desaparecido casi; pero todo el mundo comprende la expre.sión: il y a péril en la demeure. No es la palabra lo que forma para nuestro espiritu una unidad distinta: es la idea. Si la idea es simple, poco importa que la. expresión sea compleja; nuestro espiritu no percibirá más que la totalidad. Aún cabe ir más lejos y preguntarse si la mayoria de los hombres tiene una concepción clara y precisa de la palabra. Todo el mundo sabe que las personas sin instrucción incurren, al escribir, el,llas separaciones más extrallas y en las más raras fusiones. Eso no obsta para que haya ~ntre las mismas quienes manejan el pensamiento con exactitud, y la palabra con propieda.d. Su ". (1) E.l equivalente actual ea contestación, cdisputa, oontienda ... -(N. del T.)
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inteligencia, abarcando los conjuntos, jamAs ha tenido ocasión de llegar hasta los pormenores. Los misioneros que fijan por primera vez, mediante la escritura, la lengua de los puebloR salvajes, saben cuán dificil es reconocer dónde empiezan y acaban las palabras. Si el etrusco ha resistido hasta ahora á las tentativas de descifre, débese, en parte, A lo defectuoso de las separaciones. Acostumbrados al servicio que nos presta la escritura, estamos expuestos á mostrarnos ingratos cr.n ella. Quizá no piensa en esto bastante la nueva escuela de los fonetistas, al menos el partido avanzado-porque yo no quiero desaprobar totalPlente su empresa.-En nuestras lenguas modernas, donde tantos vocablos, diferentes por. su origen y significación, han venido A ser semejantes para el oido, ia palabra no se graba en la mente sólo por el s.onido, sin,o t~m,:, bién por el aspecto. A falta de ortografia, habria' que recurrir á un comentario explicativo, como hacen los chinos, y como hacemos nosotros al decir: le nom de nombre cent, le sang qui coule dan s nos 'Deines. Una vez encajada en una locución, la palabra pierde su individualidad, y se desentiende de lo que pasa. fuera. No es, pues, exacto hablar, ni aun á titulo de. imagen, de la vida y de la muerte de las palabras. Voz hay que, ~in decir ya nada á la inteligencia, continúa figurando en un contexto, donde es percibida, no en cuanto palabra, sino en cuanto parte integrante ~e un conjunto. En ese retiro, donde se halla confinad.a, la vemos Hustraerse á los cambios de la lengua, A las revoluciones del uso y de las ideas. Nosotros d.ecimos rez·de-chaussée (1), aunque rez (rasus) haya sali(1) Literalmente: al ras del camino=planta baja.-( N. del Traductor .)
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do del lenguaje habitual. Quedar con un palmo de narices se conserva, á pesar del sistema métrico. Seguimos teniendo. constipados de cabeza, aunque, á los ojos de la medicina moderna, nada tenga que ver con eso el cerebro. Inmediatamente que una palabra ha entrado en una locución, se borra para nosotros su sentido propio é individual. Esas especies .de incoherencias extrafi."an habitualmente á los extranjeros más que á nosotros, sobre todo si han aprendido la lengua., no por el uso, sino por métQdos cientificos. De ah! el purism9 que suelen afectar los extranjeros que hablan ó escriben el francés' por haberle aprendido en la Universidad.
De este orden de hechos se desprenden algunas rellexiones sobre la manera de modificarse y desco~po nerse las lenguas. Si nos atuviésemo::l exclusivamente á las ensefianzas de la fonética, resultarla que las Pdolabras se transformaban una á una, cada cual por si, según el número de silabas, ¡;egún el lugar del ace~to, conforme á la~ reglas invariables. Resultarla, además, que las desinencias destinadas á perecer se extinguirían simultáneamente en todas las palabras de l~ misma especie, y que la construcción se modificarla de una manera uniforme en todas las frases compuestas de los mismos elementos lógicos. Pero no hay ta.l. Esa regularidad no existe, porque una. lengua no es un conjunto de palabras, sino que encierra grupos ya (ormados, y por decirlo asl, articulados. En las ins~ripciones cristianas de los primeros siglos se ve que, en medio de un latin sumamente incorrecto y ya medio romance, subsisten fórmulas enteras de una latinidad muy tolerable: son las fórmulas que' un uso
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cotidiano impedia olvidar, y cuyos elementos dispensaba de analizar y comprender un conocimiento previo. Un pueblo que olvida su lengua se parece algo al escolar que recita una lección á medio saber: si hay pas8jes cuyas palabras no se presentan más que aislada é imperfectamente á su memoria, hay otros que recuerda de una pieza y dice de un tirón. Observamos también algo semejante cuando dos idiomas andan en contacto y se mezclan, por ejemplo, en las fronteras de dos paises: no son sólo palabras, sino frases, lo que pasa de un pueblo á otro. De ello ofrece ejemplos tan extraftos como variados del estudio de Schuchardt Bobre la mezcla de las lenguas. Se ensefta, no sin razón, que los casos de la declinación latina no existen ya en francés; sin embargo, leur y Chandeleur !ion genitivos plurales. No es sin duda. por un don especial de longevidad por lo que han sobrevivido á sus congéneres, sino gracias á las locuciones en que estaban como embalsamados. F~vre, en antiguo francés, significa -obrero- (faber): ()rfevre conserva la construcción latina. Cuando dec.mos la grand'rue, la grand'mere, hablamos la lengua del siglo XUI: verdaderos trozos de latin ó de antiguo francés que acarrea la lengua actual, saltando por encima de los cambios que han sobrevenido en la gramática y en la construcción ...
Cada uno de nosotros poseemos nuestra provisión de loc!lciones a.breviadas, sólo inteligiblt's para los intimos. Supóngase que se adopten alrededor de nosotros, que se hagan de uso corr\ente entre toda una categoria de personas, que se difundan por la prensa; esas abreviaciones podrán un dia. tomar puesto en la len-
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gua. Tal es el origen de general. No cabe duda de que, para designar un grado militar, es esa una expresión insuficiente. Pero, si nos remontamos hasta el siglo XVI, vemos que la locución se completa en capitán general. Hay, en el reino animal, crustáceos que, cuando se los coge por una pat.a, dejan al enemigo en posesión de esa pata y huyen á todo correr con las otras nueve. Una amputación de ese género sufren nuestras locuciones, con la diferencia de que la pata,· para nosotros, hace las veces del animal entero. ¿Qué significa el nombre de. escuela central1 Absoluta· mente nada. Hay que afiadir: de artes y manufacturas. Yo he asistido á interminables discusiones sobre la enseilanza especial, y sobre el sentido que el fundador habia podido atribuir á ese adjetivo. Nadie, ni aun el fundador, pensó en recurrir á la carta de fundación, donde se habla de una ensefianza especial para laagricultura, el comercio y Ja industria. La mejor época de nuestra lengua ha conocido este habla cortesana: habia. canal cuando el rey y la corte se divertian en el canal de Versalles; habia caveau cuando se jugaba en el cuartito asi llamado de monsefior. Esos mismos nombres de monseigneur, de monsieur, de madame, son elipsis que nos ocultan un titulo más completo y retumbá.nte. El lingüista comprueba que, en todos los idiomas, el adjetivo tiene. una tendencia á reemplazar al sustantivo. Esta ley, que parece pertenecer únicamente á la gramática, supone otra que pertenece á la psicologia y á la historia. Me haré entender mejor con algunos ejemplos. El francés ha perdido la antigua palabra que servia para designar el higado (jecur), y la ha. reemplazado con un adjetivo que significa {icatum. Pero ¿qué hay que inferir de este cambio? Que tene-
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mos aquí una palabra' de la lengua de los cocine~os. Los que en nuestros -restaurants- oyen .\~ lla,madas del ~omedor al subsuelo pueden so.:t;'prender más (le una elipsis de la misma especie.-En los lib,ros.de derecho se habla de cierta especie de préstarooque &~ llama el préstamo ti la grosse¡ este .adjetivo podrla darnos qué pensar, si no supiésemos que se trata del préstamo d la grosse aventure, especie de contrato qu~ se aplica á los riesgos marítimos. Cuando más al éo~ lTiente se esté, ó se qu~era:parecer ~~~~.J;', detql,a prof!3sión ó de ,un gén~r9-4e vida., ,más se 1lf!4I,rá ~e,~st~ li'Ulglla,tl\gqjgráfica. A!ieinásde la cel~ri~~d hay eIl tales omisiones algo que ha\aga ~lamor propioJcomo ~latractivo de una iniciación. 'ro(l.~,slp.& pr_Qg.r~~o~ • .tpdas las invenciones modernas aumentan ~\l número. Nosotros esperamos el rápido.en las~stacionEltl de ferrocarriles. En la época de la E:x:posiciónJie 1878 se ~ba á yer el cautivo de l~ ;L'1tZl,~r.las. Es . ~l ~lS~o prp.cedimiento de que se ~irveJa jerga. cEsc9n!ie;~ tra¡palona~, dice un personaje 4e Zola á unahij~charla .tana. Estos ejemplo~. e&tán :t!lWadoll l!l~Y ~r~a de :po~otros, deÍ lenguaje de hoy ~ qe ~yerj pero pqJiriaQlpl,qqmarlos igualIP!'lnte·(iel ~~t~ap,jero ó.de la .anti· güedad. La .palabra espafi.ola hermano representa el latin germanus, que se empleaba ya en el mismo seotido; ,pero, ,por sI misma, es un adjetivo qqe significa -v~rdadero, natural-. Cicerón, ~iciendo en una de sus cartas fan:tiliares flue en cierta ocasión se condujo cpmo !ln verdadero asno, se sirve de esa palabra: Me aBinum germanum 'uillse. Apenas hemos citado más que sustantivo!!; p~ro algo selJlejaJlt~ pasa con los verbos. El hábito hace que los complementos se sobreentiendan, y que el verbo trap.sitivo se haga neutro. Es la faz inversa de Jo que he-
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mos visto en el adjetivo convertido en sustantivo,¡Eepone usted1 es una pregunta perfectamente clara para un pintor. Una muierque recibe es expresión admitida por la. Academia. Los compradores saben lo'que hay que entender por un almacén que en~ía ó una casa que liquida. Nuestra lengua hablada está llena de esas locuciones; as1, ha podido decirse que la abundancia de los verbos neutros es un signo de civilización. A veces la locución se aligera hacia el medio; de todas las clases de abreviación es, !.Iin duda, la menos buena. Los geólogos disertan; no obstante, sobre el hombre terciario. En medicina se habla de paraliticos progresivos, Yo he visto A un miembro de la Academia francesa,. hablando de Max . Mülter I llamarle· fll6log() et)mparado. Barbarismos afrentosos, si se quiere; pero, cua.ndo en religión se hapla de refo'r.mad.os y.de cat6licos, la elipsis, no por más ~ntigua, .deja. de ser de la lllisma especie. Concluiremos que, ~n m~teria de .1engQaje, hay una rE!lgla que domina A todas las otras. Una vez encontrado y adoptado un signo para un objeto, se hace adecuado al objeto. Podemos truncarle, reducirle materialmente; siempre conservarA su valor. Pero con una condición: la. de que no ~e interrumpa al uso que liga el signo al objeto significado. Reconstruir ijll¡L lengua con el solo auxilio de la etimologia es una empresa arriesgada, que .puede salir bien ha."Ita cierto punto por lo que atafie al común de los vo~a blos, pero que viene á estrellarse contra. ·esa especie particular de obstáculo resultante de las locuciones. Se comprende esto bien cuando se descifra un texto cuya lengua no ha llegado á nosotros por ,una tradición viva. El origen de las palabras suell3 ser claro, la forma gramatical no dejIJ. margen á ninguna duda,
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pero el sentido íntimo se nos oculta. Son rostro~, cuyas facciones descubrimos, pero cuyo pensamiento permanece impenetrable. Las únicas lenguas antiguas que conocemos verdaderamente son las que han llegado á nosotros acompanadas de léxicos y de comen· tarios: elladn, el griego, el hebreo, el sánscrito, el árabe, el chino.
Littré, en un precioso trabajo titulado: Patología del lenguaje, ha reunido cierto nú~ero de hechos del mismo género. Nunca recomendaríamos bastante la. lectura de esa obra., que es un extracto de su gran diccionario, y como una. colección de casos in,teresantes y cu!'iosos (1). Pero lo que el gran sabio fra.ncés llama patología es el desarrollo normal del lenguaje y una cosa ordinaria. Las lenguas no se prestan más que á ese precio á la expresión de idea~ nuevas; no hay ahi enfermedad; cuando llega.n por un circuito á crear algún término nuevo, borra.n el camino por donde han pasado. Asi, la etimologia no tiene la ma.yoría de las veces más que un interés histórico. En la. vida de todos los dlas, en la. discusión de ideas filosófica.s ó poUticas, el examen de los origenes de una pa.labra puede constituir un punto de partida; pero no serfa prueba de una inteligencia feliz insistir demasiado en ese punto, y sacar de él consecuencias dema.siado largas ni demasiado importantes. Las palabras, se ha dicho con razón, son cristales que hay que pulir y frotar mucho tiempo, sin 10 cual, en vez de mostrar las cosas, las oscurecen. El recuerdo demasiado presente de la etimología perjudica á (1) Littré, Études et glanures. (Esta obra ha sido reeditada en la Bibliothéque pédagogique. Delagrave.)
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menudo á la expresión del pensamiento, porque puede alterarla con falsos reflejos de todas clases. El trabajo de los siglos y el beneficio de una larga serie de pensadores es emancipar las palabras, aunque sin hacerlas enteramonte extraflas, por eso, á sus ascendientes y á su lugar de origen. El único caso en que puede hablarse con propiedad de patología es aquel en que una palabra se emplea erróneamente por otra, ya A causa de uná semejanza. de sonido, ya A consecuencia de al~n.otro accidente. Tal es la confusión que se ha realizado en los esplritus entre habit y habilU; éste último v9cablo, que deberla escribirse abillé, es una expresión metafórica que significa .preparado, arreglado-. Se empleó en un principio hablando de la madera. Hoy aún decimos: du bois en bille. El recuerdo del antiguo sentido se ha conservado en algunas 10'cuciones, tales como habille7' un poulet, le "oild bien habillé (1)1 Aquf aún comprobamos la fidelidad de las locuciones, las cuales continúan su existencia sin preocuparse de la corriente general.
Una lengua no se compone sólo de palabras y de locuciones; hace falta un mecanismo para contener y mantener esos materiales. Guillermo de Humboldt dice que llevamos en nuestro espfritu una especie de gramática que, tarde ó temprano, acaba por marcar su impresión en la lengua. Es lo que él llama Die inne'l"e Sp'I"achform (la forma lingüIstica. interior). Nada impide aceptar esta. expresión, pero á condición de comprenderla bien. Es (1) Tomamos psta etimologia de una comunicación verbal de M. Gaston Paris á la Sociedad de LinguIstica.
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claro que la forma lingUistica. interi'ór' no es un donde lána.turaleza, puesto que varia. de un idioma á otro" y puesto que en\1n solo "1 mis'm:oidioma se m'ódific& eh el curso de las edades. La fOrma. lingUistica interi'or no es otra cosa que el recuerdo de la lengua. matern&~ Pero, á su vez, este recuerdo se impone á las partes de lalenguaqU'e han queda;d'o flotantes, y las hace entrar en los ttlarcos establecidos. N'oes élJte, por otra parte, el único problema de'e9'e género. He aqui otro, no' menos interesante~ La muerte' mS"teri8il de' Un"a. desinencia" tto suspend'é sU U80'. Mucho tiempo dellPüés de haberd"esaps,reci'do" ellengllaje'puede-recurrir á ella.·en demanda deser~ viCios., como siexistie·se-a.ún'; '00'8& notab1e= la;deBiuen~ eta ausente corntinúa; presta.ndo" esos servicios. Mb a'Ó.n: vemos propagarse la fun."cióngramatidai de qtm eYa,ex·ponente, aunque privada. 'de toda. expresión; de modo que la parte mé.s impottanté de su: historia eS', A veces, a:quella enqo:e ha perdido Sil re'rj'resentan.te exter-no y tangib'le. Esta supervivencia de las desinencias puede com~ probarse en todos los ·idiomas-.. Un ejemplo notable en francés son las locuciones como la rue Monsieur-lePrince, l'hospice Cochin, l'institut Pasteur. Aunque el francés ha perdido el exponente del genitivo hace siglos, empleamos aqui verdaderos genitivos. Por supuesto', p&J!"a que pueda producirse un hecho de 'Elsta indot&, eil menester que la. lengua haya conservado cierto número de m:odelog. Expresiones como Z' HDtelIHeu" r~gUlfe Notre·Vame, la place Dauphine, son el tipo en' cara ~stá. hasegu.ido trabajando el lenguáje. R-ecórrase hoy un'a lista de las calles y ~lazas de Parta: jamás se ha empleado más el genitivo que desde que está desprovisto de todo signo. Hay que afilldir, sin
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embargo, que, como ese empleo se limita, en general, á nombres propios, la conciencia popular ha variado algo en lo tocante á él, Y hoy ve más bien en esOs nom:~ bres una especie de bautismo que un caso que denote la pOsesión. Diré á este propósito que hay que guardarse de con'· fundir las le·nguas que han tenido una flexión y la han perdido con las que no la han poseldo nunca. El in~ glés, con una facilHad que ·1)'1etl.' puede envidiáTséle, transforma sustantivos en verbos. Tomará, por ejertl~ pIo, el sustantivo gTac.e (belleza), y'drrá: lt 'lDould g:Y(¡~ ce OUT life, cesto embellecerla nuestra vida-. Lo que p'ercibe el inglés es positivamente un infinitivo; aan l que no expresada de ningún modo, la idea del irifiIH~ tivo I se presenta sin equivoco á su mente. La fta1J8 . viene á encajar en un antiguo molde formado en la ~poca de la flexión, y que sobrevive á. ella. Las diferentes lenguas se apartan notabletn'ente UD$S de otras en este punto La claridad del diseUr'so depende del mayor ó menor uso ·que se hace 'de esas supervivencias. Un idioma debe su carácter á lo quescJbl'eEffitiende tanto como á lo que expresa'. La ju"sttL proporciÓn en este :génerO constituye el melitó d", tina. lengua, como la. ·proporción de los Helios· y vaciosen laarqnitecttíra. EI·alemán ha conservado los giros de una lengu~ sintética, a.unque muchas desinencias hayan desapa;:. recf-do ósean ya Ím'posfbles de reconocer. CuandO SrhiÜer, en La Novia de Mesina, pone en boca dé ddn César: NichtKleinmuth zeiht Don CesaTn weT·ihn kennt; lo que pretende empleares un genitivo. nallá. ·16 ¡I'dica·erteriormerite. LA. dificUltad ·dE' la Hmgila 'alelo m8:na se debe en parte á esos registros que sólo suá:" ti::; h para el oido interno.
Pero
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No es éste lugar á propósito para multiplicar los ejemplos. Pero esa forma. lingtUstica 'interna de que habla Humboldt no limita su acción á lo dicho. Asiste, por decirlo asi, á todo el desarrollo del lenguaje, dispuesta á reparar las pérdidas, á salvar con útiles acrecentamientos las desinencias en peligro, á aprovecharse de los accidentes, á extender las, adquisiciones. Ella es la que ha dado al inglés su triple pronombre posesivo, his, her, its, cuyo equivalente no poseen las lenguas románicas. Ella es la que ha enriquecido la conjunción francesa con tiempos que no conoció el latin. Ella hace concurrir á un solo y mismo objeto fenómenos ,de origen muy distinto. Ella infunde una significación á snab~s primitivamente vaclas ó indiferentes... '
Llegamos asi á una cuestión sumamente importante y delicada: ¿hasta qué punto tiene una parte la intención en los hechos del lenguaje? Los lingüistas modernos, en general, rechazan muy expllcitamente la idea. de intención. Admiten á lo sumo que accidentes fa.les é imprevil!tos se hayan utilizado de una manera espontánea é inconsciente. Verdad es que se haabusado singularmente en otro tiempo de las intenciones adjudicadas al lenguaje, y que se le han atribuido en el pormenor toda clase de distinciones y ,de pensa.mientos secretos de que es inocente.' Pero la doctrina. contraria no está menos lejos de la verdad. Pa.rece que la lingüistica moderna confunde la inteligencia con la reflexión. Aunque no sean premeditados los hechQs del lenguaje, no por eso deja. de inspil'Jl.rlos y dirigirlos una voluntad inteligent~. Entre el acto popular, que crea súbitamente un nombre para alguna
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idea nueva, y el acto del sabio, que inventa una designación para un fenómeno cientifico recién descubierto, hay diferencia en cuanto á la prontitud del resultado y en cuanto á la intensidad del esfuerzo, pero no hay diferencia de naturaleza. En uno y otro caso, la facultad puesta en juego es la misma. Seria exageración singular suponer, por una parte, un agente inteligente y libre, y por la otra, un agente inconsciente y ciego. ' Aun esa otra parte, más material, de la lingüistica, que trata de los· sonidos, la fonética, para la cual se querria reivindicar hoy, con la inconsciencia de los fenómenos fisiológicos, la precisión de las leyes matemáticas, no es absolutamente d~ otro orden, porque la causa de los cambios es e(cerebro tanto como la laringe. Por lo menos, habria que establecer una distinción entre los fenómenos debidos á la estructura de los órganos y á una necesidad imperiosa de pronunciación y los que dimanan del instinto de imitación y de simples preferencias. Sin extendernos m~s en estas consideraciones, digamos que esas son exageraciones pasajeras de un principio verdadero y excelente, á saber: la regularidad de los fenómenos de la palabra. Pero no dudamos que la lingüistica, curándose de sus pat'adojas y preconcepciones, llegará á ser más justa con el primer motor de las lenguas, es decir, con nosotros mismos, con la inteligencia humana. Esa misteriosa transformación que ha hecho salir el francés del latin, como el persa del zend y como el inglés del anglo-sajón, y que presenta por dondequiera en los hechos esenciales un conjunto asombroso de coincidencias é identidades, no es simple producto de la decadencia de los sonidos y del desgaste de las flexiones; debajo de esos fenómenos donde todo nos habla de 18
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ruina, sentimos la acción de un pensamiento que se desprende de la forma á que está encadenado, que trabaja por modificarla y que se :aprovecha muchas veces de lo que parece al pronto pérdida y destrucción. Mens agitat molem ...
FIN
INDICE Piga.
IDEA DE J<:S'I'E TRABAJO".
o. o o o • • • • o • • • • o o. o
.'0........
1
PRIMERA PARTE Las leyes Inteleetaales del leDgdaJe.
CAPíTULO I La ley de especialidad. Definioi6n de la palabra ley.-Falsa idea reinante acerca de las lenguas llamadas sintéticas y analíticas. -La espeoialidad de la fnnoión es una de bs cosas que caracterizan á las lenguas analíticas. " . . • . . . . . . . . . • . • . • . . .
9
CAPíTULO 11 'La!ley de reparti~n. Pruebas de la existencia de una repartioión.-Lfmites del principio de repartición. . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
24
CAPíTULO 111 La irradiación, Lo que debe entenderse por esta palabra.-La irradiaolón puede crear:desinencias gramaticales.. • •• • . . . . • .
36
CAPíTULO IV La supervivencia de las flexiones. Lo que es.-Ejemplos sacados de la gramática francesa. -Del arcafsmo •................................ " "
46
OAPfTULO V Falsas percepciones. Falsas desinencias del plural.-Falsas desinencias de los casos. -La apofonía. . . • . • . • . . • • . . • • . . . . . . . • . • . • • . . • .
52
'CAPíTULO VI De la analog(a. Idea falsa sobre la analogla.-Casos en que el lenguaje lIe deja guiar por la analogía.-A. Para evitar alguna difioultad.-B Para conseguir más claridad,-O, Para subra~ar UDa oposición 6 una semejanza,-D. Para ajustarse á una regla antigua ó nueva.-Ooncluslones sobre la analogfa..... ................ ........••..•
56
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íNDICE Págs.
OAPíTULO VII Adquisiciones nuevas. Necesidad de indicar las adquisiciones aliado de las pérdidas.-El infinitivo.-La pasiva.-Los sufijos adv.erbiales.-Conclusiones hist6ricas......... ..... . . .. .. .
72
OAPfTULO VIlI Extinción de Zas formas inútiles Dificultad de este estudio.-Formas superabundantes prodocidu por el mecanismo gramatical -Ventajas de la extinción.-¿Hay formas fatalmente condenadas á. desaparecer? .... '" .••....... " .. . . . ...... . . . .. . .
83:
SEGUNDA PARTE ~omo
se ha 6j8do el sentido de 1.. palabras.
CAPíTULO IX Las supuestas tendencia.~ de Za., palabras. De dónde procede la .tendencia peyorativa».-La dendencia é. debilitarse»,-·Otras tendencias no menos imaginarias ...•••. , . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . • . .
~
CAPíTULO X. La restricción det sentido. Por qu6 las palabras son desproporcionadas necesariamente con las cosas.-C6mo corrige la inteligencia esa desproporci6n,.................................
96-
OAPíTULO XI AmpZiación del sentido. Causas de la ampliación del sentido.-Los hechos de ampliación son otros tantos datos para la historia.-Son una consecuencia del progreso del pensamiento. . . . . . 104OAPíTULO XII La metdfora. Importancia de la metáfora para la formación del lengoaje.-Las metáforas populares.-Procedencias di· versas de las expresiones metafóricas.-Pasan de una lengua á otra .•. " .... ......... ....•...... . ... . ...•. 110·
CAPíTULO XIII De las palabras abstractas y de Za condensación del sentido. Lo que debe entenderse por la cc,ndensaci6n del sentido. --Ejemplos sacados de diversas lenguas.. . . . . . . . . . . . . 121
íNDICE
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OAPíTULO XIV La P?tisán.ia. Lo que OA lo poll~emia.-Por qué es un signo de ohillaaoión.-A qué so debe que no ocasione confusión.Una nuevo Rcepción eqnivale Ii una palabra nueva.De la polh!Omia indirecta.. . •. •• . . . . . • . • . . •• . • . . • . . • • 126 OAPíTULO XV De una causa particular de polisemia. Por qué una locución puede ser mutilada sin perder nada de su significaclón.-La abrevlaoión, causa de irregularidades en el desarrollo del sentido.-Las 10cuolonos que se llaman «prell.adas».................. 183 OAPíTULO XVI Los nombrescompuestol. Importancia de la significación.-Del orden de los tér· mlnoR.-Por qué el latIn lorma menos compuestos que el grlego.-Lfmites de la oomposlción en griego. -De los compuestos slinscrÍtos.-Los compuestos no tienen nunca mlia de dos términos................... 141 . CAPíTuLO XVII Los gf"UpOS articulados. Ejemplos de grupos arti~ulados. - Su utilidad. . . . . • • . . . 152 CAPíTULO XVIII Cómo se dan los nombres d las cosas. Los nombres dados Ii las llosas son necesariamente Incompletos é inexactos.-Opiniones de,los Olósofos de Grecia y de India.-Ventajas de la alteración fonética. -Los nombres propios............................. 156
TERCERA PARTE ~óm.
se ha formado la sintaxis.
OAPíTULO XIX De las categorl.as gramaticales. Lo que debe entenderse por categorfas gramaticales.Cómo existen esas categorías en la mente. -¿Son in, natas ó adqulridas?-¿Son todas del mismo tiempo? . 163 OAFíTULO XX La fuerza tran,yitiva. De dónde viene la idea que tenemos de una fuerza transitiva residente en ciertas palabras. - Verbos que oam-
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íNDICE
bian de signifioación al hacerse transitivos.-La tuerza transitiva es lo que da unidad y cohesión á la frase.El antiguo mecanismo gramatical pierde su valor originario ...••.••................. o... oo..... oo.. oo. . • 171 CAP1TULO XXI El contagio. Ejemplos de contagio.-Las palabras negativas en francéd.,:-E1o ingl.és buto-El participio pasado activo.-La conJunc1ón .no o. o... oo. o', o.......•.... o.• , ....•. .. • 181 CAPíTULO XXII De algunos instrumentos gramaticales. El pronombre relativo.-EI arUculo.-EI verbo sustantivo.-Los verbo a auxiliares ... o................ o... o 186 CAP1TULO XXIII El orden de las palabras
o
Por qué el rigor de la oonstrucci6n está en razón inversa de la riqueza gramatical.-De dónde procede el orden de la construcci6n frllncesa.-Ventajas de un or den fijo.-Comparaci6n con las lenguas modernas de la India .•. o. oo. o.. o. o. ooo...... o. oooo•. ooo..• o. •••. 192 OAPíTULO XXIV La l6gica del lenguaje. De qué naturaleza es la lógica dellenguaje.-C6mo procede el espIritu popular. o............ ............... 198 CAPíTULO XXV El elemento subjetivo. Lo que hay que entender por el elemento subjetivo.Oómo se mezc'a al discurso.-El elemento subjetivo es la p:..rte más antigda del lenguaje. o. o. oo.... o• o. o• . • • 207 OAP1TULO XXVI El lenguaje, educador del género humano. Papel del lenguaje en las operaciones de la inteligencia. -Dónde reside la superioridad de las lenlluas indoeuropeas ... Qué puesto debe ocupar la lingü[.tica entre las ciencias ..•.•.. oo. ooo. o.. o.. o. . . . • . . . . . . . . . . • 216 A QUÉ SE LLAMA PUREZA DE LA LENGUA............... 228 L",- HISTORIA DE LAS PALABRAS........................ 247 ,