L A P O E S Í a
POESÍA SEVILLANA DE LOS SIGLOS DE ORO José María González-Serna Sánchez
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La Poesía
POESÍA SEVILLANA DE LOS SIGLOS DE ORO José Mª González-Serna Sánchez
Publicaciones de Aula de Letras 2002
ÍNDICE
Gutierre de Cetina Página 5
Baltasar del Alcázar Página 16
Fernando de Herrera Página 34
Juan de Arguijo Página 45
Francisco de Medrano Página 55
Rodrigo Caro Página 65
Andrés Fernández de Andrada Página 71
Francisco de Rioja Página 81
Gutierre de Cetina 1514? - 1557?
Horas alegres que pasáis volando porque a vueltas del bien mayor mal sienta; sabrosa noche que en tan dulce afrenta el triste despedir me vas mostrando; importuno reloj, que apresurando tu curso, mi dolor me representa; estrellas con quien nunca tuve cuenta, que mi partida vais acelerando; gallo que mi pesar has denunciado; lucero que mi luz va obscureciendo; y tú, mal sosegada y moza aurora; si en vos cabe dolor de mi cuidado, id poco a poco el paso deteniendo, si no puede ser más, siquiera un hora.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 6
Entre armas, guerra, fuego, ira y furores, que al soberbio francés tienen opreso, cuando el aire es más turbio y más espeso, allí me aprieta el fiero ardor de amores. Miro el cielo, los árboles, las flores, y en ellos hallo mi dolor expreso, que en el tiempo más frío y más avieso nacen y reverdecen mis temores. Digo llorando: «¡Oh dulce primavera, cuándo será que a mi esperanza vea ver de prestar al alma algún sosiego!» Mas temo que mi fin mi suerte fiera tan lejos de mi bien quiere que sea, entre guerra y furor, ira, armas, fuego.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 7
Mientra el fiero león, fogoso, ardiente, con furioso calor nos mueve guerra, mientra la madre de Aristeo atierra los árboles, las plantas, la simiente, entre altos montes de soberbia gente, que al helvecio feroz el paso cierra, me hallo en otra clima, en otra tierra de la mi cara patria diferente. Allá Febo no tiene hora reparo; acá muestra mudar orden el cielo, y con helada nieve nos castiga. Entre estas diferencias se ve claro cuál es mi mal, pues ardo en medio el hielo y en el fuego se hiela mi enemiga.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 8
Pincel divino, venturosa mano, perfecta habilidad única y rara; concepto altivo do la envidia avara si te piensa enmendar, presume en vano. Delicado matiz que el ser humano nos muestra cual el cielo lo mostrara; beldad cuya beldad se ve tan clara que al ojo engaña el arte soberano. Artífice ingenioso, ¿qué sentiste cuando tan cuerdamente contemplabas el subjeto que muestran tus colores? Dime, si como yo la vi, la viste, el pincel y la tabla en que pintabas, y tú, ¿cómo no ardéis, cual yo, de amores?
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 9
Ojos claros, serenos, si de un dulce mirar sois alabados, ¿por qué, si me miráis, miráis airados? Si cuanto más piadosos, más bellos parecéis a aquel que os mira, no me miréis con ira, porque no parezcáis menos hermosos. ¡Ay tormentos rabiosos! Ojos claros, serenos, ya que así me miráis, miradme al menos.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 10
Ponzoña que se bebe por los ojos, dura prisión, sabrosa al pensamiento, lazo de oro crüel, dulce tormento, confusión de locuras y de antojos; bellas flores mezcladas con abrojos, manjar que al corazón trae hambriento, daño que siempre huye el escarmiento, minero de placer lleno de enojos; esperanzas inciertas, engañosas, tesoro que entre el sueño se parece, bien que no tiene en sí más que la sombra; inútiles riquezas trabajosas, puerto que no se halla aunque parece; son efectos de aquel que Amor se nombra.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 11
Amor mueve mis alas, y tan alto las lleva el amoroso pensamiento, que de hora en hora así subiendo siento quedar mi padescer más corto y falto. Temo tal vez mientra mi vuelo exalto, mas llega luego a mí el conoscimiento y pruébase que es poco en tal tormento por inmortal honor un mortal salto. Que si otro puso al mar perpetuo nombre do el soberbio valor le dio la muerte, presumiendo de sí más que podía, de mí dirán: «Aquí fue muerto un hombre que si al cielo llegar negó su suerte, la vida le faltó, no la osadía.»
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 12
AL MONTE DONDE FUE CARTAGO Excelso monte do el romano estrago eterna mostrará vuestra memoria; soberbios edificios do la gloria aún resplandece de la gran Cartago; desierta playa, que apacible lago lleno fuiste de triunfos y victoria; despedazados mármoles, historia en quien se ve cuál es del mundo el pago; arcos, anfiteatros, baños, templo, que fuistes edificios celebrados y agora apenas vemos las señales; gran remedio a mi mal es vuestro ejemplo: que si del tiempo fuistes derribados, el tiempo derribar podrá mis males. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 13
¡Ay, sabrosa ilusión, sueño süave!, ¿quién te ha enviado a mí? ¿Cómo veniste? ¿Por dónde entraste el alma o qué le diste a mi secreto por guardar la llave? ¿Quién pudo a mi dolor fiero, tan grave, el remedio poner que tú pusiste? Si el ramo tincto en Lete en mí esparciste, ten la mano al velar que no se acabe. Bien conozco que duermo y que me engaño, mientra envuelto en un bien falso, dudoso, manifiesto mi mal se muestra cierto. Pero, pues excusar no puedo un daño, hazme sentir, ¡oh sueño pïadoso!, antes durmiendo el bien, que el mal despierto.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 14
AL PRÍNCIPE DE ÁSCOLI ¿Qué aprovecha, señor, andar buscando hora el puerco montés cerdoso y fiero?, ¿qué aprovecha seguir ciervo ligero ni con hierba crüel andar tirando?; ¿qué aprovecha, señor, ir remontando la garza con halcón muy altanero?, ¿qué aprovecha, señor, tirar certero allí una liebre, aquí un faisán matando?; si va siempre tras vos vuestro cuidado, si en el alma lleváis el pensamiento, si estáis asido dél cuando más suelto, si traéis el pensar tan regalado que donde estáis más libre y más contento a las presas andáis con él envuelto.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 15
Baltasar del Alcázar 1531 – 1606
AL AMOR Di, rapaz mentiroso, ¿es esto cuanto me prometiste presto y a pie quedo? ¿Andar mirlado entre esperanza y miedo, cercado de respetos, hecho un tanto? Sustos, celos, favores, risa y llanto dalos, Amor, a quien se lame el dedo; los que me diste a mí te vuelvo y cedo, no quiero tomar más cosa de espanto. Bien siento las heridas y que salgo de tu poder para ponerme en cura, porque tengo aún abiertas las primeras. Y juro por la fe de hijodalgo de si mi buen propósito me dura de no partir de hoy más contigo peras. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 17
Cercada está mi alma de contrarios; la fuerza, flaca; el castellano, loco; el presidio, infïel, bisoño y poco, ningunos los pertrechos necesarios. Los socorros que espero, voluntarios, porque ni los merezco ni provoco; tan desvalido, que aun a Dios no invoco porque mis consejeros andan varios. Los combates, continuos, y la ofensa; los enemigos, de ánimo indomable; rota por todas partes la muralla. Nadie quiere acudir a la defensa... ¿qué hará el castellano miserable que en tanto estrecho y confusión se halla?
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 18
AL AMOR Amor, no es para mí ya tu ejercicio, porque cosa que importa no la hago; antes lo que tu intentas yo lo estrago, porque no valgo un cuarto en el oficio. Hazme pues, por tu fe, este beneficio: que me sueltes y des carta de pago. Infamia es que tus tiros den en vago: procura sangre nueva en tu servicio. Ya yo con solas cuentas y buen vino holgaré de pasar hasta el extremo; y si me libras de prisión tan fiera, de aquí te ofrezco un viejo mi vecino que te sirva por mí en el propio remo, como quien se rescata de galera. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 19
Yo acuerdo revelaros un secreto en un soneto, Inés, bella enemiga; mas, por buen orden que yo en esto siga, no podrá ser en el primer cuarteto. Venidos al segundo, yo os prometo que no se ha de pasar sin que os lo diga; mas estoy hecho, Inés, una hormiga, que van fuera ocho versos del soneto. Pues ved, Inés, qué ordena el duro hado, que teniendo el soneto ya en la boca y el orden de decillo ya estudiado, conté los versos todos y he hallado que, por la cuenta que a un soneto toca, ya este soneto, Inés, es acabado.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 20
A CRISTO Cansado estoy de haber sin Ti vivido, que todo cansa en tan dañosa ausencia. Mas, ¿qué derecho tengo a tu clemencia, si me falta el dolor de arrepentido? Pero, Señor, en pecho tan rendido algo descubrirás de suficiencia que te obligue a curar como dolencia mi obstinación y yerro cometido. Tuya es mi conversión y Tú la quieres; tuya es, Señor, la traza y tuyo el medio de conocerme yo y de conocerte. Aplícale a mi mal, por quien Tú eres, aquel eficasísimo remedio compuesto de tu sangre, vida y muerte. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 21
Tres cosas me tienen preso Tres cosas me tienen preso de amores el corazón, la bella Inés, el jamón y berenjenas con queso. Esta Inés (amantes) es quien tuvo en mí tal poder, que me hizo aborrecer todo lo que no era Inés. Trájome un año sin seso, hasta que en una ocasión me dio a merendar jamón y berenjenas con queso. Fue de Inés la primer palma, pero ya júzgase mal entre todos ellos cuál tiene más parte en mi alma. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 22
En gusto, medida y peso no le hallo distinción, ya quiero Inés, ya jamón, ya berenjenas con queso. Alega Inés su beldad, el jamón que es de Aracena, el queso y berenjena la española antigüedad. Y está tan en fil el peso que juzgado sin pasión todo es uno, Inés, jamón, y berenjenas con queso. A lo menos este trato de estos mis nuevos amores, hará que Inés sus favores, me los venda más barato. Pues tendrá por contrapeso si no hiciere razón, una lonja de jamón y berenjenas con queso.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 23
LA CENA En Jaén, donde resido, Vive Don Lope de Sosa, Y diréte, Inés, la cosa Más brava de él que has oído. Tenía este caballero Un criado portugués... Pero cenemos, Inés, Si te parece, primero. La mesa tenemos puesta, Lo que se ha de cenar, junto; Las tazas del vino, á punto; Falta comenzar la fiesta. Comience el vinillo nuevo, Y échale, la bendición: Yo tengo por devoción De santiguar lo que bebo. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 24
Franco fue, Inés, este toque; Pero arrójame la bota: Vale un florín cada gota De aqueste vinillo aloque. ¿De qué taberna se trajo? Mas ya... de la del Castillo: Diez y seis vale el cuartillo, No tiene vino más bajo. Por nuestro Señor que es mina La taberna de Alcocer; Grande consuelo es tener La taberna por vecina. Si es o no invención moderna, Vive Dios que no lo sé; Pero delicada fue La invención de la taberna; Porque allí llego sediento, Pido vino de lo nuevo, Mídenlo, dámelo, bebo, Págolo, y voyme contento.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 25
Esto, Inés, ello se alaba, No es menester alaballo: Sola una falta le hallo, Que con la prisa se acaba. La ensalada y salpicón Hizo fin; ¿qué viene ahora? La morcilla, gran señora, Digna de veneración. ¡Qué oronda viene y qué bella! ¡Qué través y enjundia tiene! Paréceme, Inés, que viene Para que demos en ella. Pues sus: encójase y entre, Que es algo estrecho el camino... No eches agua, Inés, al vino, No se escandalice el vientre. Echa de lo tras añejo, Porque con más gusto comas: Dios te guarde, que así tomas, Como sabia, el buen consejo.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 26
Mas dí, ¿no adoras y precias La morcilla ilustre y rica? ¡Cómo la traidora pica! Tal debe tener de especias. ¡Qué llena está de piñones! Morcilla de cortesanos Y asada por esas manos, Hechas a cebar lechones. El corazón me revienta De placer: no sé de ti; ¿Cómo te va? Yo, por mí, Sospecho que estás contenta. Alegre estoy, vive Dios; Mas oye un punto sutil: ¿No pusiste allí un candil? ¿Cómo me parecen dos? Pero son preguntas viles, Ya sé lo que puede ser: Con ese negro beber Se acrecientan los candiles. Probemos lo del pichel, Alto licor celestial: Poesía sevillana de los siglos de oro.- 27
No es el aloquillo tal, Ni tiene que ver con él. ¡Qué suavidad! ¡Qué clareza! ¡Qué rancio gusto y olor! ¡Qué paladar! ¡Qué color! Todo con tanta fineza. Mas el queso sale á plaza, La moradilla va entrando, Y ambos vienen preguntando Por el pichel y la taza. Prueba el queso, que es extremo El de Pinto no le iguala; Pues la aceituna no es mala; Bien puede bogar su remo. Haz, pues, Inés, lo que sueles, Daca de la bota llena Seis tragos: hecha es la cena, Levántense los manteles. Ya, Inés, que habemos cenado Tan bien y con tanto gusto, Poesía sevillana de los siglos de oro.- 28
Parece que será justo Volver al cuento pasado. Pues sabrás, Inés hermana, Que el portugués cayó enfermo... Las once dan, yo me duermo, Quédese para mañana.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 29
Deseáis, señor Sarmiento, saber en estos mis años, sujetos a tantos daños, cómo me porto y sustento. Yo os lo diré en brevedad, porque la historia es bien breve, y el daros gusto se os debe con toda puntualidad. Salido el sol por oriente de rayos acompañado, me dan un huevo pasado por agua, blando y caliente. Con dos tragos del que suelo llamar yo néctar divino, y a quién otros llaman vino porque nos vino del cielo. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 30
Cuando el luminoso vaso toca en la meridional, distando por un igual del Oriente y del ocaso, me dan asada y cocida una gruesa y gentil ave, con tres veces del suave licor que alarga la vida. Después que cayendo, viene a dar en el mar Hesperio, desamparado el imperio que en este horizonte tiene; me suelen dar a comer tostadas en vino mulso, que el enflaquecido pulso restituyen a su ser. Luego me cierran la puerta, yo me entrego al dulce sueño, dormido soy de otro dueño; no sé de mi nueva cierta.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 31
Hasta que, habiendo sol nuevo me cuentan cómo he dormido: y así de nuevo les pido que me den néctar y huevo. Ser vieja la casa es esto: veo que se va cayendo, voile puntales poniendo porque no caiga tan presto. Más todo es vano artificio; presto me dicen mis males que han de faltar los puntales y allanarse el edificio.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 32
A UNA MUJER ESCUÁLIDA Yace en esta losa dura una mujer tan delgada que en la vaina de una espada se trajo a la sepultura. Aquí el huésped notifique dura punta o polvo leve, que al pasar no se la lleve, o al pisarla, no se pique.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 33
Fernando de Herrera 1534 – 1597
«¿Dó vas? ¿dó vas cruel, dó vas? Refrena, refrena el presuroso paso en tanto que de mi dolor grave el largo llanto a abrir comienza esta honda vena. »Oye la voz de mil suspiros llena y de mi mal sufrido el triste canto, que no podrás ser fiera y dura tanto que no te mueva esta mi acerba pena. Vuelve tu luz a mí, vuelve tus ojos antes que quede oscuro en ciega niebla». Decía en sueño o en ilusión perdido. Volví, halléme solo y entre abrojos, y en vez de luz, cercado de tiniebla y en lágrimas ardientes convertido.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 35
Osé y temí, mas pudo la osadía tanto que desprecié el temor cobarde; subí a do el fuego más me enciende y arde cuanto más la esperanza se desvía. Gasté en error la edad florida mía, ahora veo el daño, pero tarde, que ya mal puede ser que el seso guarde a quien se entrega ciego a su porfía. Tal vez prüebo —mas, ¿qué me vale?— alzarme del grave peso que mi cuello oprime, aunque falta a la poca fuerza el hecho. Sigo al fin mi furor, porque mudarme no es honra ya, ni justo que se estime tan mal de quien tan bien rindió su pecho.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 36
Rojo sol, que con hacha luminosa cobras el purpúreo y alto cielo, ¿hallaste tal belleza en todo el suelo, que iguale a mi serena Luz dichosa? Aura süave, blanda y amorosa, que nos halagas con tu fresco vuelo, ¿cuando se cubre del dorado velo mi Luz, tocaste trenza más hermosa? Luna, honor de la noche, ilustre coro de las errantes lumbres y fijadas, ¿consideraste tales dos estrellas? Sol puro, Aura, Luna, llamas de oro, ¿oístes vos mis penas nunca usadas? ¿Vistes Luz más ingrata a mis querellas?
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 37
Voy siguiendo la fuerza de mi hado por este campo estéril y ascondido; todo calla y no cesa mi gemido y lloro la desdicha de mi estado. Crece el camino y crece mi cuidado, que nunca mi dolor pone en olvido; el curso al fin acaba, aunque estendido, pero no acaba el daño dilatado. ¿Qué vale contra un mal siempre presente apartarse y huir, si en la memoria se estampa y muestra frescas las señales? Vuela Amor en mi alcance y no consiente, en mi afrenta, que olvide aquella historia que descubrió la senda de mis males.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 38
Yo vi unos bellos ojos, que hirieron con dulce flecha un corazón cuitado, y que para encender nuevo cuidado su fuerza toda contra mí pusieron. Yo vi que muchas veces prometieron remedio al mal, que sufro no cansado, y que cuando esperé vello acabado, poco mis esperanzas me valieron. Yo veo que se asconden ya mis ojos y crece mi dolor y llevo ausente en el rendido pecho el golpe fiero. Yo veo ya perderse los despojos y la membrana de mi bien presente y en ciego engaño de esperanza muero.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 39
Como en la cumbre ecelsa de Mimante, do en eterna prisión arde y procura alzar la frente airada y guerra oscura mover de nuevo al cielo el gran gigante, se nota de las nubes, que delante vuelan y encima en hórrida figura, la calidad de tempestad futura, que amenaza con áspero semblante, así de mis suspiros y tristeza, del grave llanto y grande sentimiento se muestra el mal, que encierra el duro pecho. Por eso no os ofenda mi flaqueza, bella estrella de amor, que mi tormento no cabe bien en vaso tan estrecho.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 40
Yo voy por esta solitaria tierra de antiguos pensamientos molestado, huyendo el resplandor del sol dorado, que de sus puros rayos me destierra. El paso a la esperanza se me cierra, de una ardua cumbre a un cerro vo enriscado, con los ojos volviendo al apartado lugar, sólo principio de mi guerra. Tanto bien representa la memoria y tanto mal encuentra la presencia, que me desmaya el corazón vencido. ¡Oh crueles despojos de mi gloria! desconfianza, olvido, celo, ausencia, ¿por qué cansáis a un mísero rendido?
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 41
Subo con tan gran peso quebrantado por esta alta, empinada, aguda sierra, que aun no llego a la cumbre cuando yerra el pie y trabuco al fondo despeñado. Del golpe y de la carga maltratado, me alzo a pena y a mi antigua guerra vuelvo ¿mas qué me vale? Que la tierra mesma me falta al curso acostumbrado. Pero aunque en el peligro desfallesco no desamparo el paso; que antes torno mil veces a cansarme en este engaño. Crece el temor y en la porfía cresco, y sin cesar, cual rueda vuelve en torno, así revuelvo a despeñarme al daño.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 42
A CARLOS V EMPERADOR Temiendo tu valor, tu ardiente espada, sublime Carlo, el bárbaro africano, y el bravo horror del ímpetu otomano la altiva frente humilla quebrantada. Italia en propia sangre sepultada, el invencible, el áspero germano, y el osado francés con fuerte mano al yugo la cerviz trae inclinada. Alce España los arcos en memoria y en colosos a una y otra parte, despojos y coronas de vitoria, que ya en la tierra y mar no queda parte que no sea trofeo de tu gloria, ni le resta más honra al fiero Marte. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 43
Esta desnuda playa, esta llanura de astas y rotas armas mal sembrada, do el vencedor cayó con muerte airada, es de España sangrienta sepultura. Mostró el valor su esfuerzo, mas ventura negó el suceso y dio a la muerte entrada, que rehuyó dudosa, y admirada del temido furor, la suerte dura. Venció otomano al español ya muerto, antes del muerto el vivo fue vencido, y España y Grecia lloran la vitoria, pero será testigo este desierto que el español muriendo, no rendido, llevó de Grecia y Asia el nombre y gloria.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 44
Juan de Arguijo 1564 - 1623
Yo vi del rojo sol la luz serena turbarse, y que en un punto desaparece su alegre faz, y en torno se oscurece el cielo, con tiniebla de horror llena. El Austro proceloso airado suena, crece su furia, y la tormenta crece, y en los hombros de Atlante se estremece el alto Olimpo, y con espanto truena; Mas luego vi romperse el negro velo deshecho en agua, y a su luz primera restituirse alegre el claro día, Y de nuevo esplendor ornado el cielo miré, y dije: ¿Quién sabe si le espera igual mudanza a la fortuna mía?
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 46
A FAETÓN Pudo quitarte el nuevo atrevimiento, bello hijo del Sol, la dulce vida; la memoria no pudo, qu'extendida dejó la fama de tan alto intento. Glorioso aunque infelice pensamiento desculpó la carrera mal regida; y del paterno carro la caída subió tu nombre a más ilustre asiento. En tal demanda al mundo aseguraste que de Apolo eras hijo, pues pudiste alcanzar dél la empresa a que aspiraste. Término ponga a su lamento triste Climente, si la gloria ganaste excede al bien que por osar perdiste. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 47
[A GANÍMEDES] No temas, o bellísimo troyano, viendo que arrebatado en nuevo vuelo con corvas uñas te levanta al cielo la feroz ave por el aire vano. ¿Nunca has oído el nombre soberano del alto Olimpo, la piedad y el celo de Júpiter, que da la pluvia al suelo y arma con rayos la tonante mano; A cuyas sacras aras humillado gruesos toros ofrece el Teucro en Ida, implorando remedio a sus querellas? El mismo soy. No al'águila eres dado en despojo; mi amor te trae. Olvida tu amada Troya y sube a las estrellas. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 48
A ULISES El griego vencedor que tantos años vio contra sí constante la fortuna; el que pudo, sagaz, de la importuna Circe vencer los mágicos engaños; El que en nuevas regiones y en extraños mares temer no supo vez alguna; el que bajando a la infernal laguna libre volvió de los eternos daños, Los ojos cubre y cierra los oídos de las Sirenas a la vista y canto y se manda ligar a un mástil duro. Y negando al objeto los sentidos, la engañosa belleza y fuerte encanto huyendo vence, y corta el mar seguro. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 49
A JULIO CÉSAR Del gran Pompeyo el enemigo fuerte llega en oscura noche al pobre techo, do Amiclas con seguro y libre pecho ni teme daño ni recela muerte. Ya que llamar segunda vez advierte, rogado deja el mal compuesto lecho, y en frágil barca el peligroso estrecho rompe, presagio de siniestra suerte. Brama furioso el mar sintiendo el peso que sostiene, y al tímido piloto César anima, y dice: «Rema amigo, »Rema; no temas infeliz suceso por más que te contrasten Euro y Noto; la fortuna de César va contigo». Poesía sevillana de los siglos de oro.- 50
A JULIO CÉSAR MIRANDO LA CABEZA DE POMPEYO Prepara ufano a César victorioso el tirano de Menfis inclemente la temida cabeza que al Oriente tuvo al son de sus armas temeroso. No pudo dar el corazón piadoso enjutos ojos ni serena frente al don funesto; mas gimió impaciente de tal crueldad, y repitió lloroso; «Tú, gran Pompeyo, en la fatal caída serás ejemplo de la humana gloria y cierto aviso de su fin incierto. »¡Cuánto se debe a tu virtud crecida! ¡Cuán costosa en tu muerte es mi victoria! Vivo te aborrecí, y te lloro muerto». Poesía sevillana de los siglos de oro.- 51
A NARCISO Crece el insano ardor, crece el engaño del que en las aguas vio su imagen bella; y él, sola causa en su mortal querella, busca el remedio y acrecienta el daño. Vuelve a verse en la fuente ¡caso extraño!: del'agua sale el fuego; mas en ella templarlo piensa, y la enemiga estrella sus ojos cierra al fácil desengaño. Fallecieron las fuerzas y el sentido al ciego amante amado, que a su suerte la costosa beldad cayó rendida. Y ahora, en flor purpúrea convertido, l'agua, que fue principio de su muerte, hace que crezca, y prueba a darle vida. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 52
A TÁNTALO Castiga el cielo a Tántalo inhumano, que en impía mesa su rigor provoca, medir queriendo en competencia loca saber divino con engaño humano. Agua en las aguas busca, y con la mano el árbol fugitivo casi toca; huye el copioso Erídano a su boca y en vez de fruta aprieta el aire vano. Tú, qu'espantado de su pena admiras qu'el cercano manjar en largo ayuno al gusto falte y a la vista sobre, ¿Cómo de muchos Tántalos no miras ejemplo igual? Y si cudicias uno, mira al avaro en sus riquezas pobre. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 53
[A BACO] A ti, de alegres vides coronado, Baco, gran padre, domador de Oriente, he de cantar; a ti que blandamente tiemplas la fuerza del mayor cuidado Ora castigues a Licurgo airado o a Penteo en tus aras insolente, ora te mire la festiva gente en sus convites dulce y regalado, O ya de tu Ariadna al alto asiento subas ufano la inmortal corona, ven fácil, ven humano al canto mío; Que si no desmerezco el sacro aliento mi voz penetrará la opuesta zona, y el Tibre envidiará al hispalio río. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 54
Francisco de Medrano 1570 - 1607
Las almas son eternas, son iguales, son libres, son espíritus, María: si en ellas hay amor, con la porfía de los estorbos crece, y de los males. Nacimos en fortuna desiguales, no en gustos; la violencia nos desvía; el tiempo corre lento, y deja el día de sí hasta en los mármoles señales. Mas tú ni a tiempo alguno ni a violencia, ni a aquello desigual de la fortuna, ni temas a la más prolija ausencia; que si nuestras dos almas son a una, ¿en quién, si ya no en Dios, habrá potencia que las gaste o las fuerce o las desuna?
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 56
No sé cómo, ni cuándo, ni qué cosa sentí, que me llenaba de dulzura: sé que llegó a mis brazos la hermosura, de gozarse conmigo cudiciosa. Sé que llegó, si bien, con temerosa vista, resistí apenas su figura: luego pasmé, como el que en noche escura perdido el tino, el pie mover no osa. Siguió un gran gozo a aqueste pasmo, o sueño —no sé cuándo, ni cómo, ni qué ha sido— que lo sensible todo puso en calma. Ignorallo es saber; que es bien pequeño el que puede abarcar solo el sentido, y éste pudo caber en sola l'alma.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 57
El rubí de tu boca me rindiera, a no haberme tu bello pie rendido; hubiéranme tus manos ya prendido, si preso tu cabello no me hubiera. Los del cielo por arcos conociera si tus ojos no hubiera conocido; fuera tu pelo norte a mi sentido, si la luz de tus ojos no lo fuera. Así le plugo al cielo señalarte, que no ya sólo al norte y arco bello tus cejas venzan y ojos soberanos; mas, queriendo a ti misma aventajarte, tu pie la fuerza usurpa, y tu cabello a tu boca, Amarili, y a tus manos.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 58
Quien te dice que ausencia causa olvido mal supo amar, porque si amar supiera, ¿qué, la ausencia?: la muerte nunca hubiera las mientes de su amor adormecido. ¿Podrá olvidar su llaga un corzo herido del acertado hierro, cuando quiera huir medroso, con veloz carrera, las manos que la flecha han despedido? Herida es el amor tan penetrante que llega al alma; y tuya fue la flecha de quien la mía dichosa fue herida. No temas, pues, en verme así distante, que la herida, Amarili, una vez hecha, siempre, siempre y doquiera, será herida.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 59
A FERNANDO DE SORIA Yo vi romper aquestas vegas llanas, y crecer vi y romper en pocos meses estas ayer, Sorino, rubias meses, breves manojos hoy de espigas canas. Estas vi, que hoy son pajas, más ufanas sus hojas desplegar para que vieses vencida la esmeralda en sus enveses, las perlas en su haz por las mañanas. Nació, creció, espigó y granó un día lo que ves con la hoz hoy derrocado, lo que entonces tan otro parecía. ¿Qué somos pues, qué somos? Un traslado desto, una mies, Sorino, más tardía; y ¡a cuántos sin granar, los ha segado! Poesía sevillana de los siglos de oro.- 60
¿Qué busco, ciego yo, con tan mortales y ansiosas bascas? ¿Pienso que podría satisfacer la sed inmensa mía un mar de aquestos bienes (¿diré? ¿o males?)? ¿No vi ya? ¿No probé cuán desiguales son de aquello precioso que ofrecía su vanamente hermosa flor, que el día robó, descubridor de engaños tales? Paremos ya, paremos: que el sosiego en sólo aquel un Bien que sin mudanza mueve cuanto ve el sol, hallar podremos. Mas ay, que cuando verle pienso, y llego yo a asirle, me deslumbra, y sin tardanza, cual rayo pasa, y ciegos le perdemos.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 61
No siempre fiero el mar zahonda al barco ni acosa el galgo a la medrosa liebre, ni sin que ella afloje o él se quiebre la cuerda siempre trae violento al arco. Lo que es rastrojos hoy, ayer fue charco, frío dos horas antes lo que es fiebre; tal vez al yugo el buey, tal al pesebre, y no siempre severo está Aristarco. Todo es mudanza, y de mudanza vive cuanto en la mar aumento de la Luna, y en la Tierra, del Sol, vida recibe. Y sólo yo, sin que haya brisa alguna con que del gozo al dulce puerto arribe, prosigo el llanto que empecé en la cuna.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 62
A LAS RUINAS DE ITÁLICA, QUE AHORA LLAMAN SEVILLA LA VIEJA Estos de pan llevar campos ahora, fueron un tiempo Itálica. Este llano fue templo. Aquí a Teodosio, allí a Trajano puso estatuas su patria vençedora. En este çerco fueron Lamia y Flora llama y admiraçión deel vulgo vano; en este cerco el luchador profano deel aplauso esperó la voz sonora. ¡Cómo feneçió todo, ay!; mas erguidas, a pesar de fortuna y tiempo, vemos estas y aquellas piedras combatidas. Pues si vencen la edad y los estremos deel mal, piedras calladas y sufridas, suframos, Amarilis, y callemos. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 63
A DON JUAN DE ARGUIJO, CONTRA EL ARTIFICIO Cansa la vista el artificio humano, cuanto mayor más presto: la más clara fuente y jardín compuestos dan en cara que nuestro ingenio es breve y nuestra mano. Aquel, aquel descuido soberano de la Naturaleza, en nada avara, con luenga admiración suspende y para a quien lo advierte con sentido sano. Ver cómo corre eternamente un río, cómo el campo se tiende en las llanuras, y en los montes se añuda y se reduce, grandeza es siempre nueva y grata, Argío; tal, pero, es el autor que las produce: ¡oh Dios, inmenso en todas sus criaturas! Poesía sevillana de los siglos de oro.- 64
Rodrigo Caro 1573 - 1647
CANCIÓN A LAS RUINAS DE ITÁLICA Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora campos de soledad, mustio collado, fueron un tiempo Itálica famosa. Aquí de Cipión la vencedora colonia fue; por tierra derribado yace el temido honor de la espantosa muralla, y lastimosa reliquia es solamente de su invencible gente. Sólo quedan memorias funerales donde erraron ya sombras de alto ejemplo este llano fue plaza, allí fue templo; de todo apenas quedan las señales. Del gimnasio y las termas regaladas leves vuelas cenizas desdichadas; las torres que desprecio al aire fueron a su gran pesadumbre se rindieron. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 66
Este despedazado anfiteatro, impío honor de los dioses, cuya afrenta publica el amarillo jaramago, ya reducido a trágico teatro, ¡oh fábula del tiempo, representa cuánta fue su grandeza y es su estrago! ¿Cómo en el cerco vago de su desierta arena el gran pueblo no suena? ¿Dónde, pues fieras hay, está, el desnudo luchador? ¿Dónde está el atleta fuerte? Todo desapareció, cambió la suerte voces alegres en silencio mudo; mas aun el tiempo da en estos despojos espectáculos fieros a los ojos, y miran tan confusos lo presente, que voces de dolor el alma siente, Aquí nació aquel rayo de la guerra, gran padre de la patria, honor de España, pío, felice, triunfador Trajano, ante quien muda se postró la tierra que ve del sol la cuna y la que baña el mar, también vencido, gaditano. Aquí de Elio Adriano, Poesía sevillana de los siglos de oro.- 67
de Teodosio divino, de Silo peregrino, rodaron de marfil y oro las cunas; aquí, ya de laurel, ya de jazmines, coronados los vieron los jardines, que ahora son zarzales y lagunas. La casa para el César fabricada ¡ay!, yace de lagartos vil morada; casas, jardines, césares murieron, y aun las piedras que de ellos se escribieron. Fabio, si tú no lloras, pon atenta la vista en luengas calles destruidas; mira mármoles y arcos destrozados, mira estatuas soberbias que violenta Némesis derribó, yacer tendidas, y ya en alto silencio sepultados sus dueños celebrados. Así a Troya figuro, así a su antiguo muro, y a ti, Roma, a quien queda el nombre apenas, ¡oh patria de los dioses y los reyes! Y a ti, a quien no valieron justas leyes, fábrica de Minerva, sabia Atenas, emulación ayer de las edades, Poesía sevillana de los siglos de oro.- 68
hoy cenizas, hoy vastas soledades, que no os respetó el hado, no la muerte, ¡ay!, ni por sabia a ti, ni a ti por fuerte. Mas ¿para qué la mente se derrama en buscar al dolor nuevo argumento? Basta ejemplo menor, basta el presente, que aún se ve el humo aquí, se ve la llama, aun se oyen llantos hoy, hoy ronco acento; tal genio o religión fuerza la mente de la vecina gente, que refiere admirada que en la noche callada una voz triste se oye que llorando, «Cayó Itálica», dice, y lastimosa, eco reclama «Itálica» en la hojosa selva que se le opone, resonando «Itálica», y el claro nombre oído de Itálica, renuevan el gemido mil sombras nobles de su gran ruina: ¡tanto aún la plebe a sentimiento inclina! Esta corta piedad que, agradecido huésped, a tus sagrados manes debo, les do y consagro, Itálica famosa. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 69
Tú, si llorosa don han admitido las ingratas cenizas, de que llevo dulce noticia asaz, si lastimosa, permíteme, piadosa usura a tierno llanto, que vea el cuerpo santo de Geroncio, tu mártir y prelado. Muestra de su sepulcro algunas señas, y cavaré con lágrimas las peñas que ocultan su sarcófago sagrado; pero mal pido el único consuelo de todo el bien que airado quitó el cielo Goza en las tuyas sus reliquias bellas para envidia del mundo y sus estrellas.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 70
Andrés Fernández de Andrada 1575 - 1648?
EPÍSTOLA MORAL A FABIO Fabio, las esperanzas cortesanas prisiones son do el ambicioso muere y donde al más astuto nacen canas. El que no las limare o las rompiere, ni el hombre de varón ha merecido, ni subir al honor que pretendiere. El ánimo plebeyo y abatido elija, en sus intentos temeroso, primero estar suspenso que caído. Que el corazón entero y generoso al caso adverso inclinará la frente antes que la rodilla al poderoso. Más triunfos, más coronas dio al prudente que supo retirarse la fortuna, que al que esperó obstinada y locamente. Esta invasión terrible e importuna Poesía sevillana de los siglos de oro.- 72
de contrarios sucesos nos espera desde el primer sollozo de la cuna. Dejémosla pasar como a la fiera corriente del gran Betis cuando airado dilata hasta los montes su ribera. Aquél, entre los héroes es contado, que el premio mereció, no quien le alcanza por vanas consecuencias del estado. Peculio propio es ya de la privanza cuando de Astrea fue cuando regía con su temida espada y su balanza. El oro, la maldad, la tiranía del inicuo procede y pasa al bueno. ¿Qué espera la virtud o que confía? Ven y reposa en el materno seno de la antigua Romúlea, cuyo clima te será más humano y más sereno. Adonde por lo menos, cuando oprima nuestro cuerpo la tierra, dirá alguno: “Blanda le sea”, al derramarle encima: donde no dexarás la mesa ayuno cuanto te falte en ella el pece raro o cuando su pavón nos niegue Juno. Busca, pues, el sosiego dulce y caro, como en la oscura noche del Egeo Poesía sevillana de los siglos de oro.- 73
busca el piloto el eminente faro. que si acortas y ciñes tu deseo dirás: “Lo que desprecio he conseguido, que la opinión vulgar es devaneo”. Más precia el ruiseñor su pobre nido de pluma y leves pajas, más sus quejas en el bosque repuesto y escondido, que halagar lisonjero las orejas de algún príncipe insigne, aprisionado en el metal de las doradas rejas. Triste de aquel que vive destinado a esa antigua colonia de los vicios, augur de los semblantes del privado. Cese el ansia y la sed de los oficios, que acepta el don y burla del intento el ídolo a quien haces sacrificios. Iguala con la vida el pensamiento, y no le pasarás de hoy a mañana, ni quizá de un momento a otro momento. Casi no tienes ni una sombra vana de nuestra antigua Itálica, ¿y esperas? ¡Oh error perpetuo de la suerte humana! Las enseñas grecianas, las banderas del senado y romana monarquía murieron y pasaron sus carreras. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 74
¿Qué es nuestra vida más que breve día do apenas sale el sol cuando se pierde en las tinieblas de la noche fría? ¿Qué más que el heno, a la mañana verde, seco a la tarde? ¡Oh ciego desvarío! ¿Será que deste sueño me recuerde? ¿Será que pueda ver que me desvío de la vida viviendo, y que está unida la cauta muerte al simple vivir mío? Como los ríos, que en veloz corrida se llevan a la mar, tal soy llevado al último suspiro de mi vida. De la pasada edad, ¿qué me ha quedado? ¿O que tengo yo, a dicha, en la que espero sin ninguna noticia de mi hado? ¡Oh, si acabase, viendo como muero, de aprender a morir antes que llegue aquel forzoso término postrero; antes que aquesta mies inútil siegue de la severa muerte dura mano, y a la común materia se la entregue! Pasáronse las flores del verano, el otoño pasó con sus racimos, pasó el invieno con sus nieves cano; las hojas que en las altas selvas vimos Poesía sevillana de los siglos de oro.- 75
cayeron, ¡y nosotros a porfía en nuestro engaño inmóviles vivimos! Temamos al Señor, que nos envía las espigas del año y la hartura y la temprana pluvia y la tardía. No imitemos la tierra dura a las aguas del cielo y al arado, ni a la vid cuyo fruto no madura. ¿Piensas acaso tú que fue criado el varón para rayo de la guerra, para surcar el piélago salado, para medir el orbe de la tierra y el cerco donde el sol siempre camina? ¡Oh, quien así lo entendiese cuánto yerra! Esta nuestra porción, alta y divina, a mayores acciones es llamada y en más nobles objetos se termina. Así aquella que al hombre sólo es dada, sacra razón y pura, me despierta, de esplendor y de rayos coronada; y en la fría región dura y desierta de aqueste pecho enciende nueva llama, y la luz vuelve a arder, que estaba muerta. Quiero, Fabio, seguir a quien me llama, y callado pasar entre la gente, Poesía sevillana de los siglos de oro.- 76
que no afecto los nombres ni la fama. El soberbio tirano del Oriente, que maciza las torres de cien codos del cándido metal puro y luciente, apenas puede ya comprar los modos del pecar; la virtud es más barata, ella consigo mesma ruega a todos. ¡Pobre de aquel que corre y se dilata por cuantos son los climas y los mares, perseguidor del oro y de la plata! Un ángulo me basta entre mis lares, un libro y un amigo, un sueño breve, que no perturben deudas ni pesares. Esto tan solamente es cuanto debe naturaleza al simple y al discreto, y algún manjar común, honesto y leve. No porque así te escribo, hagas conceto que pongo la virtud en ejercicio; que aun esto fue difícil a Epicteto. Basta al que empieza aborrecer el vicio y el ánimo enseñar a ser modesto; después le será el cielo más propicio. Despreciar el deleite no es supuesto de sólida virtud, que aun el vicioso en sí propio le nota de molesto. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 77
Mas no podrás negarme cuán forzoso este camino sea el alto asiento, morada de la paz y del reposo. No sazona la fruta en un momento aquella inteligencia que mensura la duración de todo su talento. Flor la vimos primera hermosa y pura, luego materia acerba y desabrida, perfecta después, dulce y madura; tal la humana prudencia es bien que mida y dispensa y comparta las acciones que han de ser compañeras de la vida. No quiera Dios que imite estos varones que moran nuestras plazas macilentos, de la virtud infames histriones; esos inmundos, trágicos, atentos al aplauso común, cuyas entrañas son infaustos y oscuros monumentos. ¡Cuán callada que pasa las montañas el aura, respirando mansamente! ¡Qué gárrula y sonante por las cañas! ¡Qué muda la virtud por el prudente! ¡Que redundante y llena de ruido por el vano, ambicioso y aparente! Quiero imitar al pueblo en el vestido, Poesía sevillana de los siglos de oro.- 78
en las costumbres sólo a los mejores, sin presumir de roto y mal ceñido. No resplandezca el oro y los colores en nuestro traje, ni tampoco sea igual al de los dóricos cantores. Una mediana vida yo posea, un estilo común y moderado, que no lo note nadie que le vea. En el plebeyo barro mal tostado hubo ya quien bebió tan ambicioso como en el vaso múrino preciado; y alguno tan ilustre y generoso que usó, como si fuera plata neta, del cristal transparente y luminoso. Sin la templanza, ¿viste tú perfecta alguna cosa? ¡Oh muerte!, ven callada, como sueles venir en la saeta, no en la tonante máquina preñada de fuego y de rumor, que no es mi puerta de doblados metales fabricada. Así, Fabio, me muestra descubierta su esencia la verdad, y mi albedrío con ella se compone y se concierta. No te burles de ver cuánto confío, ni al arte de decir, vana y pomposa, Poesía sevillana de los siglos de oro.- 79
el ardor atribuyas de este brío. ¿Es, por ventura, menos poderosa que el vicio la virtud? ¿Es menos fuerte? No la arguyas de flaca y temerosa. La codicia en las manos de la suerte se arroja al mar, la ira a las espadas, y la ambición se ríe de la muerte. ¿Y no serán siquiera tan osadas las opuestas acciones si las miro de más ilustres genios ayudadas? Ya, dulce amigo, huyo y me retiro de cuanto simple amé; rompí los lazos. ven y verás al alto fin que aspiro antes que el tiempo muera en nuestros brazos.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 80
Francisco de Rioja 1583 - 1659
A LA ROSA Pura, encendida rosa, émula de la llama que sale con el día, ¿cómo naces tan llena de alegría si sabes que la edad que te da el cielo es apenas un breve i veloz buelo, i ni valdrán las puntas de tu rama ni púrpura hermosa a detener un punto la execución del hado presurosa? El mismo cerco alado que estoi viendo rïente, ya temo amortiguado, presto despojo de la llama ardiente. Para las hojas de tu crespo seno te dio Amor de sus alas blandas plumas, i oro de su cabello dio a tu frente. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 82
¡Ô fiel imagen suya peregrina! Bañóte en su color sangre divina de la deidad que dieron las espumas, ¿i esto, purpúrea flor, esto no pudo hazer menos violento el rayo agudo? Róbate en una ora, róbate licencioso su ardimiento el color i el aliento: tiendes aún no las alas abrasadas, i ya buelan al suelo desmayadas. Tan cerca, tan unida está al morir tu vida, que dudo si en sus lágrimas la aurora mustia tu nacimiento o muerte llora.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 83
AL CLAVEL A ti, clavel ardiente, invidia de la llama i de l'Aurora, miró al nacer más blandamente Flora: color te dio ecelente i del año las oras más süaves. Cuando a la ecelsa cumbre de Moncayo rompe luziente sol las canas nieves con más caliente rayo, tiendes igual las hojas abrasadas. Mas, ¿quién sabe si a Flora el color deves, cuando devas las oras más templadas? Amor, Amor, sin duda, dulcemente te bañó de su llama refulgente i te dio el puro aliento soberano: que eres, flor encendida, Poesía sevillana de los siglos de oro.- 84
pública admiración de la belleza, lustre i ornato a pura i blanca mano, i ornato i lustre i vida al más hermoso pelo que corona nevada i tersa frente, ¡sola merced de Amor, no de suprema otra deidad alguna, ô flor de alta fortuna! Cuantas vezes te miro entre los admirables lazos de oro por quien lloro i suspiro, por quien suspiro i lloro, en invidia i amor junto me enciendo. Si forman por la pura nieve i rosa (diré mejor, por el luziente cielo) las dulces hebras amoroso buelo, quedas, clavel, en cárcel amorosa con gloria peregrina aprisionado. Si al dulce labio llegas que provoca a süave deleite al más helado, luego que tu encendido seno toca a su color sangriento, buelves, ¡ai, ô dolor!, más abrasado. Poesía sevillana de los siglos de oro.- 85
¿Dióte naturaleza sentimiento? ¡Ô yo dichoso a avérseme negado! Hable más de tu olor i de tu fuego aquél a quien invidias de favores no alteran el sossiego.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 86
A LA RIQUEZA ¡Ô mal seguro bien, ô cuidadosa riqueza, i cómo a sombra de alegría i de sossiego engañas! El que vela en tu alcance i se desvía del pobre estado i la quietud dichosa, ocio i seguridad pretende en vano: pues tras el luengo errar d'agua i montañas, cuando el metal precioso coja a mano, no a de ver sin cuidado abrir el día. No sin causa los dioses te ascondieron en las entrañas de la tierra dura; mas ¿qué halló difícil o encubierto la sedienta codicia? Turbó la paz segura con que en la antigua selva florecieron el abeto i el pino, Poesía sevillana de los siglos de oro.- 87
i tráxolos al puerto, i por campos de mar les dio camino. Abriósse el mar i abriósse altamente la tierra, i saliste del centro al aire claro, hija del'avaricia, a hazer a los ombres cruda guerra. Saliste tú i perdiósse la piedad, que no habita en pecho avaro. Tantos daños, riqueza, an venido contigo a los mortales, que aun cuando nos pagamos a la muerte, no cessan nuestros males: pues el cadáver que acompaña el oro, o el costoso vestido, sólo por opulento es perseguido; i el último descanso i el reposo que tuviera en pobreza, l'es negado, siendo de su sepulcro conmovido. ¡A cuántos armó el oro de crüeza, i a cuántos a dexado en el último trance, ô dura suerte! Poesía sevillana de los siglos de oro.- 88
Pierde su flor la virginal pureza por ti, i vesse manchado con adulterio el lecho, no esperado. Al menos animoso, para que te possea, das, riqueza, ardimiento licencioso. Ninguno hay que se vea por ti tan abastado i poderoso que caresca de miedo. ¿Qué cosa habrá de males tan cercada?, pues ora pretendida, ora alcançada, i aun estando en desseos, pena ocultan tus ciegos devaneos. Pero cánsome en vano; dezir puedo que si sombras de bien en ti se vieran, los immortales dioses te tuvieran.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 89
Corre con albos pies al espacioso Océano, veloz Tarteso río, assí no ciña el abrasado estío tu dilatado curso glorïoso; i di a mi ardor que crece tu espumoso seno a las muchas lágrimas que envío, o esparza la dudosa luz rocío o muestre Cintia lustre generoso. Que oyendo en mustio son mi afán ardiente de ti, con crespa lengua resonado en verde prado o en sedienta arena, será que blandas luzes al herviente humor muestre (ya en vano derramado) mi acerba i dulce i clara luz serena.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 90
Sube, frondosa vid, i en estendido ramo corona la desnuda frente deste infelice povo, que al corriente cristal yaze, de honor destituido. Sube, assí no amanzille el aterido ivierno en duro yelo tu ecelente cima, ni Febo, cuando más ardiente, muestre a tu gloria el rayo embravecido. Que pues, cuando en su lustre florecía, te dio el áspero tronco i dilatado seno donde luziesse tu ufanía, es razón, sacra vid, qu'el despojado leño de verde i fresca loçanía ornes agora en su funesto estado.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 91
Ya del sañudo Bóreas el nevoso soplo cessó, ¿el triste ivierno elado, dando passo, al divino ardor templado, huyó al profundo centro tenebroso. I buelve el verde honor al espacioso seno vuestro, del yelo despojado, sacros povos, que ornáis el intricado curso del claro Guadiamar ondoso. ¡Felices vos!, que ufanos al süave rayo de Febo coronáis la frente, libres del yerto humor que os oprimía. Mas, ¡triste yo!, que de importuno i grave yelo siento oprimir la frente mía, lexos de ver mi altiva luz ardiente.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 92
Marchite, ¡ô nunca!, frío i cano yelo de tus labios la dulce i blanda rosa, do las Gracias, do Amor siempre reposa, ni otro sitio invidiando ni otro cielo. Dellos nunca a herir levanta el buelo, ni hacha cuida o flecha rigurosa, que una blanda palabra gracïosa arma i enciende en el purpúreo velo. Destos, pues, roxos, blandos i süaves labios do se arma Amor, i que encendieron mi pecho en llama i rosa dulcemente, ¡nunca, ô tiempo!, permitas que los graves yelos de edad la púrpura ardiente amortigüen, i llama en que m'ardieron.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 93
Lánguida flor de Venus, que ascondida yazes, i en triste sombra i tenebrosa, verte impiden la faz al sol hermosa hojas i espinas de que estás ceñida; i ellas el puro lustre i la vistosa púrpura, en que te vi apuntar teñida, te arrebatan, i a par la dulce vida del verdor que descubre, ardiente rosa. Igual es, mustia flor, tu mal al mío: que si nieve tu frente descolora por no sentir el vivo rayo ardiente, a mí, en profunda oscuridad i frío yelo, también de muerte me colora l'ausencia de mi luz resplandeciente.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 94
A DON JUAN DE FONSECA I FIGUEROA Ya la hoja que verde ornó la frente desta selva, don Juan, en el verano, tiende amarilla por el suelo cano fuerça de helado espíritu ardïente; i la ova que en agua vi pendiente de un güeco risco con verdor loçano, mustio ya i sin color, despojo vano, Betis esplaya con mayor corriente. I yo assí bien no desigual mudança siento en mi mal, que ya mi ardor intenso cambia el yelo en ceniza vana i fría. ¿Quién esperó igual bien? ¡Ô grata usança del tiempo: que fallece a par del día si un hermoso verdor, un fuego ¡inmenso! Poesía sevillana de los siglos de oro.- 95
Cuando entre luz i púrpura aparece l'alba, i despierto, ¡ai, triste!, i miro el día i no hallo la blanca Fili mía, alba i púrpura i luz se me oscurece. Lloro, i crece mi llanto cuanto crece más la lumbre i la sombra se desvía; i un torpe yelo assí me ata i refría que aun la voz para alivio me fallece. I a un tiempo apura amor con alto fuego en este ancho desierto el pecho mío, donde el pesar lo aviva más i enciende. Lloro, pues, i ardo assí, i el mal se estiende tanto, que a luz i a sombra i a rocío muero en llamas i en lágrimas me anego.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 96
No esperes, no, perpetua en tu alba frente, ô Aglaya, lisa tez, ni que tu boca, que al más helado a blando amor provoca, bañe siempre la rosa dulcemente. ¿Ves el sol que nació resplandeciente, cuál con luz desvanece tibia i poca, i tú sorda a mis ruegos como roca estás, en quien se rompe alta corriente? Goza la nieve i rosa que los años te ofrecen; mira, Aglaya, que los días llevan tras sí la flor i la belleza; que cuando de la edad sientas los daños, as de invidiar el lustre que tenlas i as de llorar en vano tu dureza.
Poesía sevillana de los siglos de oro.- 97
Este libro acabose de digitalizar al atardecer caluroso de un dieciséis de julio del año 2002, festividad de Nuestra Señora del Carmen, onomástica de la menor de mis hijas