REPRESENTACIONES SOCIALES DE LOS JÓVENES SOBRE LAS DROGAS (ALCOHOL, TABACO Y CANNABIS) Y SU INFLUENCIA EN EL CONSUMO FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA
Dykinson S.L.
REPRESENTACIONES SOCIALES DE LOS JÓVENES SOBRE LAS DROGAS (ALCOHOL, TABACO Y CANNABIS) Y SU INFLUENCIA EN EL CONSUMO
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coordinadora)
REPRESENTACIONES SOCIALES DE LOS JÓVENES SOBRE LAS DROGAS (ALCOHOL, TABACO Y CANNABIS) Y SU INFLUENCIA EN EL CONSUMO
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Copyright by Jesús García Mínguez Fanny T. Añaños Bedriñana Matías Bedmar Moreno Miguel Beas Miranda Inmaculada Montero García Ana Isabel Gallego Serrano Inés Mª Muñoz Galiano Madrid, 2005 Editorial DYKINSON, S.L. Meléndez Valdés, 61 - 28015 Madrid Teléfono (+34) 91 544 28 46 - (+34) 91 544 28 69 e-mail:
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MIEMBROS DEL GRUPO DE INVESTIGACIÓN “EDUCACIÓN SOCIAL Y CULTURAL” HUM 739, UNIVERSIDAD DE GRANADA Dr. JESÚS GARCÍA MÍNGUEZ Prof. del Departamento de Pedagogía, Universidad de Granada y Director del grupo de investigación “Educación Social y Cultural” HUM 739 Dra. FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA Profa. del Departamento de Pedagogía, Universidad de Granada Dr. MATÍAS BEDMAR MORENO Prof. del Departamento de Pedagogía, Universidad de Granada Dr. MIGUEL BEAS MIRANDA Prof. del Departamento de Pedagogía, Universidad de Granada Dra. INMACULADA MONTERO GARCÍA Doctora en Pegadogía Lda. ANA ISABEL GALLEGO SERRANO Lda. Pedagogía y alumna de tercer ciclo de la Universidad de Granada Lda. INÉS Mª MUÑOZ GALIANO Lda. Pedagogía y alumna de tercer ciclo de la Universidad de Granada
ÍNDICE MIEMBROS DEL GRUPO DE INVESTIGACIÓN
7
PRÓLOGO
13
PRESENTACIÓN
17
INTRODUCCIÓN:Las representaciones sociales de las drogas Jesús García Mínguez
19
1.
METODOLOGÍA
41
1.1.
OBJETIVOS
41
1.2.
INSTRUMENTOS
42
1.3.
PERFIL DE LA MUESTRA
43
2.
LAS REPRESENTACIONES SOCIALES DE LOS JÓVENES RESPECTO A LAS DROGAS
49
2.1.
PERCEPCIÓN DEL SIGNIFICADO DE LA DROGA
49
2.1.1. Crea adicción
51
2.1.2. Afecta a la salud
53
2.1.3. Cantidad de consumo
56
2.1.4. Situación legal
57
2.1.5. Otros significados
59
EFECTOS ATRIBUIDOS AL ALCOHOL, TABACO Y CANNABIS
61
2.2.
10
Índice
2.2.1. Beneficios para la salud
65
2.2.1.1. “Ayuda a combatir el frío”
66
2.2.1.2. “Disminuye / abre la sensación de apetito”
67
2.2.1.3. “Estimula la circulación”
70
2.2.1.4. “Facilita una buena digestión”
71
2.2.1.5. “Cura el catarro”
72
2.2.1.6. “Sana el dolor de oídos”
73
2.2.1.7. “Retarda el envejecimiento”
74
2.2.2. Beneficios psicológicos
76
2.2.2.1. “Quita la timidez”
77
2.2.2.2. “Contribuye a descansar y relajarse”
78
2.2.2.3. “Da valor y ánimos”
81
2.2.2.4. “ayuda a estar contento/a”
83
2.2.2.5. “Calma la tensión y los nervios”
84
2.2.2.6. “Facilita desconectar del aburrimiento”
85
2.2.2.7.
87
“Aumenta el tono vital”
2.2.2.8. “Da lucidez, creatividad”
88
2.2.2.9. “Ayuda a olvidar y superar los problemas”
90
2.2.2.10. “Contribuye a tomar decisiones”
91
2.3.3. Beneficios sociales
93
2.2.3.1. “Fomenta el establecimiento de amistades o facilita las relaciones entre amigos/as”
94
2.2.3.2. “Facilita el ligue”
96
2.2.3.3. “Estimula el inicio de las relaciones sexuales”
97
Índice
2.3.
¿POR QUÉ SE TOMAN LAS DROGAS?
99
2.3.1. Motivaciones del consumo
99
2.3.1.1. “Por curiosidad”
100
2.3.1.2. “Porque mis amigos/as lo hacían”
101
2.3.1.3. “Está de moda”
103
2.3.1.4.
104
“Para desconectar de los problemas”
2.3.1.5. “Me presionaron/condicionaron”
105
2.3.1.6. “Para caer bien al grupo”
107
2.3.1.7. “Por diversión”
109
2.3.1.8. “Por las costumbres”
110
2.3.1.9. “Por la tontería”
111
2.3.1.10. “Para parecer mayor”
113
2.3.1.11. “Por la tolerancia al tabaco”
114
2.3.2. Factores de mayor influencia en el consumo
3.
115
2.3.2.1. Los amigos/as
116
2.3.2.2. Los bares y discotecas
118
2.3.2.3. Los compañeros/as de trabajo
120
2.3.2.4. La familia
121
2.3.2.5. La televisión
123
2.3.2.6. La escuela
126
2.3.2.7. El cine
128
2.3.2.8. Los carteles comerciales
129
LAS REPRESENTACIONES SOCIALES Y LAS CONDUCTAS DE CONSUMO 3.1.
11
RELACIÓN ENTRE LAS MOTIVACIONES, LA PERCEPCIÓN DEL SIGNIFICADO DE LA DROGA Y EL CONTACTO CON LAS SUSTANCIAS
133
133
12
Índice
3.2.
3.3. 3.4.
RELACIÓN ENTRE LOS FACTORES DE INFLUENCIA, LAS SITUACIONES Y LA EDAD DE INICIO EN EL CONSUMO
141
RELACIÓN ENTRE LOS BENEFICIOS DE LAS DROGAS Y LA PERIODICIDAD DE CONSUMO
149
SITUACIONES DE INICIO AL CONSUMO
165
4.
CONCLUSIONES
177
5.
BIBLIOGRAFÍA
183
PRÓLOGO Los últimos avances en investigación sobre las drogodependencias ponen de manifiesto la gran relevancia que las representaciones sociales ejercen en la asunción de las conductas relacionadas con el consumo de drogas, de ahí que desde la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas se promuevan estudios para profundizar en el análisis e interpretación de las dimensiones y procesos psico-sociales que están implicados en su configuración. La complejidad de los mecanismos que configuran dichas representaciones viene dada porque se articulan a través de tres ejes o niveles centrales muy distintos entre ellos: un primer nivel de carácter individual que se va formando, principalmente, a través de la interacción con los demás. Un segundo nivel son los procesos inconscientes, a través de los cuales lo social se incorpora en lo individual, es la denominada “aculturación” y un tercer nivel es de la pautas de conducta, normas, metas explícitas que los diferentes sistemas o subsistemas sociales (sociedad, familia, escuela, grupo de iguales…) se plantean y que tienen como finalidad regular las acciones de sus miembros. Esto evidencia la importante relación de lo individual con los procesos colectivos en el desarrollo de la identidad. El conocimiento de la interacción de estos tres niveles y de cada uno de ellos en particular, es fundamental a la hora de diseñar buenas políticas de prevención de las drogodependencias. Como resultado de esta interacción compleja, se va formando, entre otras configura-
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FANNY T. AÑAÑOS Prólogo BEDRIÑANA (Coord.)
ciones, la percepción del riesgo asociado al consumo de las diferentes drogas que nuestros jóvenes poseen y que es uno de los posibles determinantes a la hora de que elijan consumir o no. En la encuesta escolar, que desde la Delegación se realiza con carácter bienal, a través de una muestra de 25.500 estudiantes de 573 centros, nos aporta datos reveladores sobre la evolución temporal de las prevalencias de uso de las diferentes sustancias que nuestros estudiantes de 14 a 18 años tienen, así como los patrones de consumo, los factores asociados y las opiniones y actitudes ante las drogas. Según los datos de la Encuesta correspondiente a 2004, el 74,8% de los estudiantes piensan que consumir habitualmente tabaco puede causar bastantes o muchos problemas, así como el 39,3% con respecto a beber 5 o 6 copas el fin de semana y el 76,1% hacia el hecho de consumir habitualmente cannabis. Comparando estos datos con los de la encuesta del año 2002, tenemos que la percepción de riesgo es inferior hoy en día, salvo la que tienen sobre el consumo del cannabis que parece aumenta ligeramente. Estos datos deben ser una llamada de atención para continuar reforzando las políticas de prevención. La edad de inicio, tan relacionada con la representación social que el joven tenga sobre el consumo, se produce a edades tempranas, siendo el tabaco la sustancia que primero se empieza a consumir, situándose la edad media de inicio en los 13,2 años, seguido por el alcohol (13,7%), el cannabis (14,7%) y los tranquilizantes (14,8%). La edad media de inicio en el consumo de éxtasis, cocaína y alucinógenos es posterior a los 15 años. No existen diferencias significativas por sexos en las edades de inicio al consumo de las distintas drogas, manteniéndose bastante estables con respecto a la encuesta del año 2002. La curiosidad, seguida de la diversión y el sentir nuevas sensaciones son las principales razones que nuestros jóvenes manifiestan para consumir. El presente estudio realizado por un grupo de investigadores de la Universidad de Granada y subvencionado por la Delegación, tiene
Representaciones sociales Prólogo de los jóvenes sobre las drogas
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como finalidad intentar clarificar y profundizar cómo nuestros jóvenes perciben el consumo de drogas y ayudar así, a los profesionales de las drogodependencias, a mejorar sus intervenciones con este colectivo. Los profesionales del sector sabrán valorar adecuadamente los contenidos del mismo y su idoneidad como instrumento de análisis de esa cuestión.
Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas Madrid, enero 2005
PRESENTACIÓN Las toxicomanías o drogodependencias han constituido un campo de estudio para la Pedagogía Social desde los años ochenta (March, 1988). El seguimiento de la evolución del fenómeno, en el afán por intervenir educativamente se aborda en Educación Social desde dos pilares: la educación especializada y la animación sociocultural (Senent, 2003). Hoy distintos autores coinciden al analizar los ámbitos de actuación, entre los que incluyen esta temática como un espacio principal, cuyo tratamiento abarca desde vertientes que comprenden la prevención, intervención... hasta la reinserción. El contenido del presente libro girará en torno a las representaciones sociales de los chicos y chicas españoles en relación a sus percepciones, posicionamientos e identificación del concepto droga, así como a los distintos efectos atribuidos a las sustancias (beneficios), las explicaciones de los porqués, los factores de mayor influencia en el inicio del hábito y las consecuentes conductas de consumo en relación a cada una de las tres sustancias estudiadas: alcohol, tabaco y cannabis (las de mayor incidencia y prevalencia nacional). Focalizamos el estudio en los jóvenes (12 a 26 años) porque se erigen como el rango etario donde se centra el mayor riesgo de iniciación y mantenimiento del consumo de drogas. En ese sentido, el propósito de la investigación nacional, llevada a cabo durante el periodo comprendido entre el 2001 al 2003 por el Grupo de Investigación HUM 739 (“Educación Social y Cultural”)
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FANNY T. AÑAÑOS Presentación BEDRIÑANA (Coord.)
de la Universidad de Granada y financiado por la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas (DGPNSD), ha sido captar la relación existente entre el modo de pensar de los sujetos estudiados respecto a las drogas “blandas” (alcohol, tabaco y cannabis) y sus hábitos de consumo, a fin de encauzar las actuaciones concretas educativas y preventivas en un futuro próximo. Vaya por delante nuestro reconocimiento a la DGPNSD que confió en el proyecto y en el equipo investigador, nos ayudó y alentó con su apoyo material para dedicarnos a esta tarea. FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA Coordinadora
INTRODUCCIÓN LAS REPRESENTACIONES SOCIALES DE LAS DROGAS JESÚS GARCÍA MÍNGUEZ Con altibajos se ha introducido en el mundo científico el concepto de representación social (RS) desde que Moscovici publicara en 1961 “Le psicoanalisis, son image et son public” (El psicoanálisis, su imagen y su público). A pesar del título era un trabajo no preocupado por las aportaciones de Freud, cuanto por dar razón de los procesos de construcción del “pensamiento social”. Hubieron de transcurrir entre 15 y 20 años para que empezara a tomarse en serio la obra citada. Bien por el desconocimiento del autor que acababa de aparecer en el círculo de los científicos, bien por las críticas vertidas desde el poder decadente del conductismo o el psicologismo, el caso es que la teoría de las RS pagó un prolongado canon de oscura latencia. A partir de la década de los 80, gracias al reencuentro con las RS de diversos autores como Ibáñez Gracia (1988), Jodelet (1989), Castorina (2003), la obra de Moscovici empieza a dar sus frutos. Por suerte en la actualidad los estudios sobre el pensamiento social no sólo auguran una nueva era, sino que facilitan medios para comprender la estructura de su implantación en la mente. Una orientación social del conocimiento tenía ya una implantación teórica asegurada a partir de los trabajos experimentales reali-
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FANNY JESÚS T. AÑAÑOS GARCÍA BEDRIÑANA MÍNGUEZ (Coord.)
zados por Bandura y Asch (1956): la influencia de los estímulos del entorno daban razón del aprendizaje social; buena parte de las representaciones sociales se instalan gracias a los procesos de imitación y/o modulación social. Incluso la percepción de los estados de ánimo acusan dependencia de las informaciones que el entorno cultural nos suministra (Schachter y Singer, 1962). El hecho, pongamos por caso, de que una persona se sienta graciosa depende de los aplausos y las risas que tributan los amigos a sus chistes. Por otro lado, nos encontramos con un tipo de estudios que acentúan el carácter personal y psicológico de los fenómenos cognitivos. Las investigaciones de Bruner llegaron a la familiarización de los procesos de “categorización interna” (1957). La categorización alude a la tendencia que toda persona lleva consigo y que cumple la función de reconstruir la “información proporcionada” por la realidad externa a fin de formar nuestra propia imagen. En esta línea los “transaccionistas” y los “fenomenólogos” demuestran con experimentos cómo la subjetividad distorsiona la propia percepción de la realidad en base a lo que sabemos o pretendemos saber sobre ella (Blumer 1961). Consecuentemente las inferencias personales van adquiriendo cada vez un mayor papel de filtro en términos de particularidad atributiva y característica individualizada del pensamiento. De acuerdo con esta conceptualización muchos estudiosos no dudan en afirmar que aun cuando la realidad presente una serie de propiedades reales y constitutivas de la misma, sin embargo no dejan de ser percibidas de forma subjetiva. El planteamiento de sendas interpretaciones de la elaboración del pensamiento parecen escasamente compatibles entre sí: buena parte de la Psicología y la Pedagogía no pueden dejar de considerar la aparición del conocimiento como un fluir de imágenes cuya fuente tiene origen en el contexto social. Otra parte no menos representativa asegura que los mecanismos de construcción están determinados por y para nosotros, dicho lo cual el pensamiento pasa a ser el resultado de la propia actividad mental. Parece pues claro, que los
Representaciones Introducción. Las sociales representaciones de los jóvenes sociales sobre de las drogas
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procesos de tratamiento de la información son los responsables de la existencia de realidades plurales. Y es precisamente este tipo de interpretación el que nos interesa ahora. Más allá de la explicación científica de la formación del concepto, lo que ahora convoca la atención es el descubrimiento del significado; configurada la arquitectura conceptual según las explicaciones societarias o cognitivistas con paso adelante nos preguntamos por la representatividad que el individuo atribuye a cada una de las imágenes mentales con el auxilio del entorno. Hemos de echar mano del interaccionismo simbólico de Blumer (1961) y las propuestas de identificación y proyección que tipifica el psicoanálisis. No quisiera confundir al lector: al hablar de mecanismos de atribución significativa parecería que estamos añadiendo un proceso nuevo y diferente al que construye el pensamiento. La atribución del significado entra en ejercicio con las reglas de construcción de la actividad cognitiva: es un elemento del propio concepto, capaz de otorgar color, olor y sabor, esto es, concretar la realidad abstracta. Nuestra ocupación en este momento está interesada en el descubrimiento de esas cualidades que se imponen a los sentidos y, en ocasiones, gobiernan la conducta. Acotar la lógica de su aparición y las consecuencias en el comportamiento de los individuos es una cuestión nada fácil, a la que se han dedicado Moscovici y su escuela. Precisamente la complejidad simbólica es lo que pretenden analizar los estudios sobre las RS. Si llegamos a saber qué razonamientos ejecutan los individuos en la vida cotidiana (Ibáñez, 1988) para expresarse ante la sociedad, estamos en disposición de conocer las leyes del pensamiento social. Se trata de buscar las estrategias que manejamos para forjar nuestra percepción de las personas, los acontecimientos, el derecho, la justicia… En verdad, no cabe duda que, en definitiva, solo conseguiremos entender y comprender una conducta o una reacción ante un estímulo, cuando seamos capaces de encontrar el hilo que nos conduce al ovillo de las condiciones de for-
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FANNY JESÚS T. AÑAÑOS GARCÍA BEDRIÑANA MÍNGUEZ (Coord.)
mación del pensamiento y el funcionamiento de los significados. Y hay que insistir: más que la dimensión cognitiva es el factor simbólico lo que mejor predice y explica el comportamiento humano. Con este breve recuerdo de los supuestos del conocimiento social cuidaré profundizar en la entidad y funciones del pensamiento social. ¿Qué son las RS? ¿Cómo se estructuran en la mente de las personas? Finalmente, ¿cómo influyen en las conductas relacionadas con las drogas?
Qué son las RS Para acercarnos familiarmente a la comprensión de las RS, el profesor Ibáñez (1998) inicia la exposición con un ejemplo pedagógico: estamos viendo un partido de fútbol. De pronto se produce una jugada en la que un defensa choca con cierta impetuosidad contra el delantero del equipo contrario cuando se disponía a pegar la pelota dentro del área. El jugador cae por los suelos de forma aparatosa. La reacción de los espectadores es inmediata y paradójica: unos silban, protestan al árbitro, perjuran, demandan la expulsión del defensa; otros, contraprotestan, aplauden, defienden la virilidad del juego. Es fácil predecir que para los hinchas de un equipo el defensa se ha hecho acreedor de una tarjeta roja directa por agresión al contrario; para los aficionados del otro equipo la entrada es consecuencia de una acción fortuita, a todas luces propia de un juego “de hombres”. Si la jugada es proyectada repetidas veces a través del vídeo, si es acelerada o ralentizada, la opinión de los aficionados no variará, porque cada parte está en lo cierto. El ejemplo trivial del fútbol puede extenderse a la opacidad con que se presentan las relaciones sociales, la amistad o el trabajo: la realidad es percibida de forma diferente, porque los ojos que miran no son los mismos y por tanto no ven lo mismo.
Representaciones Introducción. Las sociales representaciones de los jóvenes sociales sobre de las drogas
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De un caso sencillo podemos extraer al menos tres conclusiones: —
la percepción es distinta entre los sujetos, aun cuando la realidad sea idéntica y en ocasiones aparentemente clara “todo depende del cristal con que mire” asevera la filosofía del pueblo
—
la interpretación está teñida de adscripciones y condicionantes que superan los límites de la objetividad de los individuos. Cada persona elabora su particular visión de lo que tiene delante
—
el elemento de la particularidad conduce al hallazgo, no sólo de una forma de ver, sino a un estilo de ser y hacer. Toda expresión conductual sufre la mediatización de un proceso totalmente idiosincrásico y con matices sociales.
Ahora bien, volviendo a la experiencia futbolística resulta que las opiniones sobre la jugada son compartidas por colegas partidarios del mismo escudo. Es decir, la percepción no sólo es personal; hay una coparticipación grupal proveniente de la adscripción a unos colores que parece reforzar y hasta determinar una aprobación o reprobación común. En este sentido, si sustituimos el ejemplo de la cancha de fútbol por la droga encontramos un fenómeno similar: el tabaco, el alcohol, el cannabis, la coca igualmente van a recibir una valoración determinada en función de la percepción de los colectivos. La diversidad o equivocidad es extraída de los caracteres sociales o culturales. El discurrir del tiempo y la propia experiencia generan cambios en los valores y los significados de las cosas. Lo dicho es una verdad de Perogrullo, pero importa resaltarla. Porque es el momento de preguntarse: ¿qué es lo que hace que la realidad sea percibida de forma distinta por los individuos? ¿Se depositan elementos especiales en los seres o es que ellos en sí manifiestan diferencias? ¿Los mecanismos que permiten la comunión entre ciertos colectivos para recibir percepciones similares, responde a
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criterios internos, es el caso de Freud, externos tal como postula Durkhein o intervienen ambos junto a la simbología según Mead? Sorprende la pluralidad de factores y estímulos que intervienen, lo cual aleja la posibilidad de una teorización explicativa definitiva. El cruce de elementos constructores de origen social y psicológico conforma un andamiaje complicado a la hora de establecer los pivotes principales. “Estas matrices definen nuestras rejillas de lectura, nuestras claves interpretativas que reflejan nuestras inserciones en la trama socioeconómica y en el tejido relacional. Así pues, si bien es cierto que gran parte de los efectos que produce la realidad social pasan por la interpretación que de ella hacemos, también es cierto que nuestra actividad hermenéutica está determinada en buena medida por factores que son independientes de cualquier interpretación” (Ibáñez, 1988, 26). Tanto la hermenéutica, como la propedéutica de las RS están dentro de una red de informaciones sociales e interpretativas de costoso discernimiento por el imbricado tejido que las sustenta. La duplicidad constitucional aparece en la elaboración y en los resultados de impacto sobre la conducta. Con un sentido eminentemente funcional Moscovici se atreve a definir las RS del modo siguiente: “son sistemas de valores, ideas y prácticas que tienen una doble función: en primer lugar, establecer el orden que permita a los individuos orientarse en el mundo social y material y dominarlos; y, en segundo término, permitir la comunicación entre los miembros de una comunidad, aportándoles un código para el intercambio social y un código para denominar y clasificar de una manera inequívoca los distintos aspectos de su mundo y de su historia individual y grupal” (1973).
La agenda que registra “un sistema de valores, ideas, prácticas” representa el asentamiento notarial de una estructura de pensamiento. La verdad es que este archivo de conocimientos y apreciaciones en sí mismo conlleva un potencial activador de la conducta. Al fondo, un planteamiento entendido como rampa de salida, comparte la
Representaciones Introducción. Las sociales representaciones de los jóvenes sociales sobre de las drogas
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base epistemológica de la teoría de Piaget y en general de los enfoques psicológicos del constructivismo. En este primer momento se prioriza la plataforma personalista por cuanto las RS se refieren a “algo” en “alguien” (Moscovici 1976). Las RS se articulan en torno a intercambios cognitivos, emotivos y sociales de donde se puede inferir que su estructura es bastante compleja. Tiene un contenido objetivo, pero da cuenta de la interpretación de una subjetividad inferida como parte del objeto que representa. Ampliando esta idea Moscovici (1976) aclara los elementos a partir de los cuales se construye el pensamiento social: Información, Actitud e Imagen. El componente informativo es la fuente externa: alude a los conocimientos organizados o informales que posee una cultura sobre un objeto: los sujetos identifican la información que circula en su entorno, por ejemplo el grupo de pares, con unas características y una valoración. La información “viene de forma directa de praxis. Se trata de conocimientos de primera mano que se alimentan de la experiencia inmediata con los amigos, familiares, etc.” (Jodelet, 1989, 369). De esta información depende el proceso de estructuración final de la representación. El segundo elemento, la actitud, atiende a la “orientación y dominio” del individuo en relación con “el mundo social y material”. Es decir, antes de construir la representación toma posición premonitora sobre “los valores de grupo y los estilos de vida” (Jodelet, 1989, 369); es la manera de que la conducta a seguir interiorice y proyecte esos valores posteriormente. Si la RS ejerce una influencia sobre el comportamiento resultaría paradójico que previamente no hubiere una disposición acerca de sus resortes. Es la etapa previa a la valoración. El tercer componente es el campo de representación o la imagen: acuerda el contenido o el valor otorgado al objeto del pensamiento. En este momento entra en juego el laboratorio de recons-
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FANNY JESÚS T. AÑAÑOS GARCÍA BEDRIÑANA MÍNGUEZ (Coord.)
trucción personal con capacidad de descubrir o implantar nuevos dominios culturales a las formas del saber expresado en metáforas, por ejemplo el bricolage de las representaciones, aludiendo a la pluralidad de elementos constituyentes. No obstante, el campo representacional aparece como si fuera una cosa unitaria estructurada alrededor de un esquema figurativo. Esta gesta interna permite a Jodelet proponer seis características que dan cuenta de la elaboración de las RS citadas por Salinas e Isaza (2003, 23): 1.
2.
3.
4. 5. 6.
“La actividad puramente cognitiva por medio de la cual el sujeto construye su representación en dos dimensiones: la del contexto, donde el sujeto se relaciona con lo social o con un estímulo gracias a lo cual aquélla aparece como una cognición social; y, la de pertenencia, donde el sujeto es sujeto social y hace intervenir los valores y los modelos del grupo al cual pertenece, o sea, la ideología que le ha sido transmitida. Los aspectos significantes de la actividad representativa, donde se considera que el sujeto es productor de sentido, es decir, expresa en la representación el sentido que le da a su experiencia en el mundo social. Las prácticas discursivas de los actores de esa sociedad que en las RS se conciben como una forma de discurso que las caracteriza. La práctica social del sujeto que está condicionada por el lugar y la posición social, reflejo de la ideología. El juego de las relaciones entre los grupos que determina la dinámica de la representación y El factor sociológico que hace del sujeto un portador de determinaciones sociales, responsables en última instancia de la producción de la representación.
A través de estos seis rasgos de identidad podrá observarse que las RS son tales por la naturaleza de sus condiciones de lugar y procedencia y por los efectos que produce la actividad cognitiva en el juego de las relaciones, particularmente las simbólicas.
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La naturaleza de lo social en las representaciones, insiste Ibáñez, no reside en el hecho de que algo sea compartido por un colectivo: por ejemplo el color de la piel es una propiedad de grupos sociales, pero no se puede decir que el pigmento sea social. Tampoco radica lo social en un rasgo inherente por naturaleza porque habríamos de dividir los contenidos del cosmos en objetos intrínsecamente sociales y objetos intrínsecamente no sociales. Esta clasificación se cae de las manos cuando hablamos de una piedra: desde la óptica de la ciencia no es correcto afirmar que la piedra forme parte del universo cuya característica inherente sea lo social; sin embargo, encontramos piedras que desempeñan una función social, es el caso de las piedras sagradas: no son tratadas como simples cosas, sino que el ser humano ha otorgado una simbología especial a la roca de manera que de la atribución depende el nuevo valor relacional, esto es, el carácter de convocatoria social. Por tanto, al hablar de RS estamos pensando en términos de atributo relacional antes que en propiedades objetivables, estamos elaborando una representación antes que descubriendo una característica de orden natural de los objetos.
Mecanismos de elaboración En esto coinciden los investigadores: los elementos de la RS son variados en cuanto a su procedencia y complejos respecto a su naturaleza: por citar algunos factores Moscovici habla de valores, opiniones, actitudes, creencias, informaciones, imágenes provenientes o referidas a un objeto/situación, la historia y la experiencia de los sujetos… En definitiva, las prácticas representacionales tienen origen en el laberinto de las condiciones sociales, culturales, económicas, educativas, políticas sobredimensionadas por las disposiciones experienciales del individuo. Recordemos que este barullo de estímulos informativos externos, a nivel interno es capaz de alcanzar una organización, algo así
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FANNY JESÚS T. AÑAÑOS GARCÍA BEDRIÑANA MÍNGUEZ (Coord.)
como si los muchos ruidos dispusieran un armónico concierto en el sujeto. Cuando la representación aparece configurada se consolida el núcleo estructural que ejerce la función de estratificación estable. Gracias a la estabilidad la significación y la simbología adquieren credenciales de organización en el campo de las RS. ¿Cómo se organiza y configura el núcleo estructural? En un encomiable esfuerzo por aportar datos relevantes para una mejor profundización sobre la configuración de las RS Moscovici y sus seguidores (Jodelet, Castorina, Ibáñez, Salinas) experimentan y aportan pruebas bastante sólidas: dos procesos fundamentales intervienen en la construcción de la estructura simbólica: la objetivación y el anclaje. “La objetivación proviene de la transformación en imágenes de los diversos contenidos conceptuales relacionados con el objeto” (Ibáñez, 1988, 48). Objetivar significa concretar, es decir, convertir lo abstracto en inteligible a través de formas icónicas. La dimensión abstracta de un concepto, cuarta etapa del desarrollo de la inteligencia de Piaget, pongamos por caso la disciplina escolar, es rebajado a pensamiento concreto, tercera etapa piagetiana, donde el pensamiento no escapa de la materialidad de la conducta. Un recurso muy utilizado en la comunicación, sea en las sencillas conversaciones, sea en los discursos científicos o políticos, es el uso de la metáfora: la metáfora es una figura lingüística “que consiste en usar las palabras con sentido distinto del que tienen propiamente pero que guarda con éste una relación descubierta por la imaginación” (Moliner, 1979, 402). El núcleo central recibe la ayuda de la imaginación para hacer más asequible la intelección de sus contenidos, consciente de que las comparaciones, los símiles, la metáfora, la imagen son buenos traductores del sentido nuclear; la imaginación magnifica o extorsiona el objeto que se hace presente en acto de reconocimiento. De ahí que la objetivación no sea otra cosa que el esfuerzo por recomponer el conocimiento y posteriormente inspirar la acción. Según Ibáñez “el concepto se transforma en precepto” (1988, 48): elaborado y
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comprendido el núcleo figurativo gracias a la colaboración icónica, la(s) representación(es) obtenida(s) organiza(n) la conducta en pro o en contra de un fenómeno del contexto social. Sin dejar de profundizar en la estructura de las RS los trabajos de los estudiosos encuentran que tres etapas asisten al primer elemento objetivante de la estructuración: la construcción selectiva, la esquematización estructurante y la naturalización. Intentemos analizar en qué consiste este triple proceso. — La construcción selectiva alude al mecanismo capaz de conseguir que los sujetos o los grupos lleguen a integrar el componente informativo exterior al que hemos aludido. El individuo se acerca a la realidad o ésta viene sobre él, en todo caso precisa una apropiación, una estrategia que permita hacer propios los saberes ajenos, con la preocupación de que no pasen desapercibidos y se fijen en el intelecto. En una investigación de Castorina concluye: “preguntado un colectivo de niños su idea sobre la disciplina escolar y las diferencias económicas de la familia, las respuestas… presentaban cierta variación con la edad. No obstante, las diferencias principales entre niños reflejaban su posición de clase (social). Esto indicaría que tienen un acceso a ideas ya dadas (2003, 19-20). Las estructuras de pensamiento ya están fijadas por el sujeto, los nuevos elementos, “la disciplina escolar, las diferencias económicas”, en cuanto elementos informativos externos han sido acomodados a los antiguos: “las ideas estaban ya dadas”. Este primer paso de la objetivación recuerda al fenómeno piagetiano de la “asimilación”. — La esquematización estructurada se ocupa de dar expresividad al núcleo figurativo. Es un trabajo que tiene por misión dar significado a la representación de manera que el pensamiento aparezca como una estructura dotada de sentido y valor global. M. Salinas y S. Isaza ponen de relieve en el libro “Para educar en el valor de la justicia. Representaciones sociales en el marco de la escuela” cómo la valoración y la sim-
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bología orientan los comportamientos pro o contra, tanto en mayores como en jóvenes, en maestros y en niños. Refiriéndose a los profesores anotan: “la imagen del maestro destaca como uno de los factores que ha impedido transformaciones significativas al interior de la escuela al configurarse como un ideal… Ello supone una idealización sobre el “deber ser” al sobredimensionar su rol” (2003, 72). Ante las dificultades del “deber ser”, efecto de una simbolización idealista del maestro cunde el agotamiento y detrás el abandono de todo intento. La estructuración figurativa, en principio posibilista, se transforma en imposibilismo real. La naturalización es la tercera etapa donde los conocimientos asimilados y valorados toman asiento en la mente de las personas. En la naturalización “el esquema figurativo adquiere un status ontológico” (Ibáñez, 1988, 49), es decir, el pensamiento adquiere la categoría de lo fáctico. Así, “el esquema figurativo pasa a ser la expresión directa de una realidad que se le corresponde perfectamente y de la que no parece constituir sino un reflejo fiel” (49). Un ejemplo ilustrativo de la relación de inmediatez entre pensamiento y realidad es constatado por Salinas e Isaza: “los 180 niños/as que conformaron la muestra habían sido afectados por los modos de funcionamiento de la violencia social, escolar y familiar… Así lo demuestran no sólo los datos obtenidos mediante la aplicación de los instrumentos, sino la carga violenta que lleva el discurso de los estudiantes que participaron en el proyecto (2003, 156). La afección directa del entorno sociocultural se refleja en el pensamiento y las manifestaciones discursivas entre los colegas: hay un rápido camino de ida y vuelta entre la realidad, “violencia social, familiar…”, el núcleo figurativo y la conciencia de la representación objetiva de lo real, “discurso violento de los estudiantes”.
Así pues, la objetivación del pensamiento social describe unos caminos azarosos perfectamente diseñados: 1) parte de la percep-
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ción-información externa dentro de un contexto, cultura o colectivo, 2) el caudal informativo recibe la condición de propiedad del sujeto u grupo, 3) éste elabora una significación simbólica y 4) termina el recorrido con la proyección sobre la existencia fáctica. Otra manera de entender el núcleo de las RS consiste en un trabajo del individuo ocupado en descubrir un significado a través de una inferencia objetiva, un proceso de subjetivización y un desplazamiento conductual sobre las entidades reales. El anclaje se encarga de desembarazar las trabas de lo desconocido que molestan a la incorporación de nuevos conocimientos. En el enfrentamiento del individuo con la sociedad, particularmente los grupos de pertenencia, el anclaje hace retroceder lo que pueda conformar una amenaza depositando en la mente una determinación de cultura clarificadora. No olvidemos, aseguran Salinas e Isaza (2003), que el anclaje acusa la presencia de “nuevos elementos de conocimiento a un esquema anterior de valores y una red de categorías más familiares” (28). Es una forma de extraer razones de propia validación para liberarse de la incertidumbre ante lo desconocido e invocar la seguridad en y de los aprendizajes desconocidos. Según Guareschi “trae las categorías y las imágenes conocidas a lo que todavía no está clasificado o rotulado, porque todo lo que permanece inclasificable o inrotulable, parece no existir; resulta extraño y amenazante” (1994, 2001). Piaget hablaría de las formas de asimilación de los fenómenos en tanto en cuanto lo imprevisible se vuelve familiar y lo desconocido se acomoda a los esquemas preexistentes.
Funciones de las RS Hemos descubierto los elementos que estructuran las RS; interesa acercarnos a examinar con más detención la etapa de la naturalización u orientación de los comportamientos. Como se ha dicho en
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varios momentos, los procesos que las estructuran no son puramente cognitivos: a la cognición manufacturada con elementos muy diversos sociales, culturales, económicos, grupales, se asocian estímulos simbólicos de orden emotivo. Preguntarse por las orientaciones funcionales es pertinente por cuanto nos hallamos frente a un concepto ante todo, dinámico. Jodelet (1989) recuerda que tras la RS subyacen formas de pensar, ser y hacer. El núcleo figurativo del pensamiento social es copartícipe de la construcción de una personalidad y de las funciones que un individuo desempeña en su vida. Por nuestra parte, vamos a fijar la atención sobre cinco determinaciones más específicamente cercanas a la interpretación del fenómeno de la drogodependencia, preocupación de la presente publicación. 1. La primera función de las RS tiene como objeto el influjo sobre las prácticas discursivas. Líneas arriba tomábamos nota de cómo los niños-as del proyecto de Salinas e Isaza manejaban en su comunicación verbal la agresidad recepcionada del contexto violento. “Los intercambios verbales de la vida cotidiana exigen algo más que la utilización de un mismo código lingüístico. Exigen que se comparta un trasfondo de representaciones (Ibáñez, 1988, 53). En efecto, el pensamiento social compartido es cómplice de la fluidez relacional. Siendo que existen interferencias, “ruidos”, limitadores de la comunicación interpersonal, no obstante, existe un pensamiento coparticipado que permite la comunicación espontánea de los signos y de los códigos simbólicos. El juego de las relaciones entre grupos que comparten ideas y sentimientos asegura un intercambio social, significando ideas, pero sobre todo, símbolos ¿Qué es el amor entre dos personas sino la comunión principalmente de símbolos? 2. A un nivel personal el pensamiento social vehicula la integración de lo nuevo. Gracias a la función de acomodación los individuos son capaces de no perder el equilibrio ante el ímpetu de la novedad. Lo extraño suele llevar consigo un cierto
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riesgo de desestabilidad tanto en los saberes comunes como en los conocimientos científicos. Resulta particularmente relevante que las RS expandan una energía de estabilidad ante los efectos emanados de la evolución histórica. Los paisajes totalmente nuevos o las viejas ideas en desuso no sufren desasosiego cuando el pensamiento social ha logrado encajar su asiento en los viejos nichos. Dicho de otra manera, la significatividad de las RS ejerce de colchón ante los choques imprevistos de la novedad o simplemente de los cambios de renovación generacional. Una tercera función de las RS se halla no sólo en la confrontación del pensamiento sino también en la elaboración de las “identidades personales”. En la construcción de las RS ocupa especial papel la intervención del individuo que valora y selecciona los modelos sociales de acuerdo a unos criterios propios. Decíamos que el pensamiento social no es una copia sino la reconstrucción del medio. En este proceso de configuración se van sedimentando unos patrones que hacen de máquinas allanadoras de caminos; no es difícil concluir que al tiempo que toma asiento la RS en la persona, ésta vaya operando sobre un modelo de ser y hacer personales estables. Por tanto, una representación define los atributos de un objeto, pero también manifiesta los atributos identitarios de una persona. “Los aspectos significantes de la actividad representativa son de sujeto productor de sentido, es decir, expresa el sentido que da su experiencia en el mundo” (Salinas, Isaza, 2003, 23). De forma más puntual en la representación de la droga, de la que nos vamos a ocupar más adelante, va a aparecer la relación de la conciencia ante el fenómeno de las toxicomanías. Junto al elemento personal aparece el elemento societario. Compartir pensamientos es hacer causa común; cuando el repertorio común acontece entre varias personas aparece el grupo. Las representaciones comunicadas configuran colecti-
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vos y, lo que es más importante, crean la llamada “conciencia de grupo”. Amistad con diferentes grados significa estar cómodo y confiado con personas que tienen una misma visión del mundo. La imagen de nosotros que como una sombra envuelve a un grupo se expresa de dos maneras: primero cohesiona los individuos pertenecientes al colectivo y, segundo, orienta los comportamientos frente a los demás. El ciudadano integrado en un país vive la historia, la política o los acontecimientos deportivos con una intensidad diferente frente a los vecinos. No sólo se siente distinto a los habitantes situados más allá de sus fronteras, sino que además defiende los colores de su bandera como algo propio. La entidad de un grupo se expresa con carácter fenoménico: quiere decirse que la mejor manera de manifestar su identificación es compararse y distinguirse realmente de los otros grupos. Las relaciones, la comunicación entre dos personas de diferentes colectivos no tienen la misma consistencia que las habidas en el seno grupal identitario. De este modo, las RS intragrupales cumplen funciones de consistencia personal y colectiva por cuanto la comunidad de significados otorga fuerza y seguridad interactiva. Es un grado superior a la simple confianza. En los sujetos hay una especie de analogía dinámica que internamente otorga una mejor comprensión y desenvolvimiento en el entorno. Diríase que el pensamiento social compartido en células grupales consolida estructuras activas que parecen indispensables para el ejercicio consolidado del individuo y la colectividad.
Concluyendo, la identificación grupal se manifiesta a nivel práctico logrando que el ciudadano se integre en el mundo real. Pero hay más: en la simbología grupal existe un apoyo social que nace con una sólida fortaleza asociada a la simbología y la identificación compartida. Al igual que las ideas e imágenes de los demás son necesarias, igualmente los significados tienen suficiente fortaleza para despertar expectativas y agrandar esperanzas.
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RS de las drogas El problema de las drogas, igual que los fenómenos económicos y culturales de nuestro tiempo, es que ha entrado en la rueda de la globalización; las adicciones a estimulantes de la conducta trascienden los ámbitos personal y local para convertirse en un asunto de competencia trasnacional. La mayoría de los países del mundo están aquejados por las cuestiones de las drogas y la información que transmiten los medios de comunicación a propósito del narcotráfico está desposeída de límites geográficos. La preocupación es extensiva e intensiva. Una plataforma de las últimas décadas, la globalización, superpone la economía y el consumo a la cultura, de modo que se han generado, hablando suavemente algunas patologías sociales; Habermas, incisivo él, las llama “colonización del mundo” (1990) y “pensamiento único”. Los activos sociales solo logran tomar cuerpo cuando entran en la estructura del mundo positivista. Si en otro tiempo los referentes históricos dejaban ordenar criterios y valores respecto a aspectos de la realidad, hoy esos principios de vida enferman de inconsistencia mental; alegremente han sido sustituidos por otros que han traído la confusión y la falta de modelos culturales. “Se ha borrado, asegura Lipovesky, la frontera entre la cultura y la diversión” (2000, 15); a causa del imperio del progreso material es fácil observar cómo hasta la droga se vuelve en categoría de consumo. El valor cultural que poseía en otras épocas se ha degradado a objeto de compra-venta. Históricamente los productos alucinógenos han sido considerados con apreciaciones distintas en función de los pueblos y de las culturas. Que el consumo de drogas haya existido desde siempre es una realidad asumible con facilidad (Escohotado, 1990; Becoña, 1999; Mejías, 2000). La peculiaridad proviene del hecho de que cada momento y cada colectivo le ha atribuido un significado propio con muchas variantes y funciones.
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En la antigüedad, 1500 años a. C., algunas sustancias tóxicas recibían un valor mágico y se utilizaban normalmente en los rituales religiosos: era una representación social de la droga mediadora de las relaciones entre Dios y el hombre. Bien conocidas son las fiestas al dios Baco, a Dioniso, donde el alcohol corría entre los fervorosos devotos como agua fresca que riega los espíritus. Una significación más efímera descubrimos en los estimulantes durante los ritos folclóricos de las prestigiosas ciudades de Corinto y de Roma; estas concentraciones, reconocidas como las “corintíadas”, “las vestales” eran una excusa para la diversión. En aquellas sociedades cerradas lo que se pierde por privación se gana en libertad durante los rituales profanos en los que el consumo de alcohol y otras hierbas era la primera regla de la fiesta. Los que acudían a tales festivales creían que los estimulantes eran un amigo que cumplía el papel de deudor de la autonomía y escape de la cotidiana sumisión al autoritarismo de una sociedad cerrada. Las gentes descubrían en esos “carnavales” que la ingesta de potajes eufóricos era una forma de escapar a la vigilancia social; la significación de la droga poseía un valor catárquico. El consumo de la coca adquiere valor representativo nuevo entre los indígenas americanos, particularmente en Perú, Bolivia, Colombia… Es un ejemplo paradigmático de una nueva cultura de la droga: los habitantes de los altos llanos de la Cordillera Andina, masticaban y aún lo hacen habitualmente, hoja de coca para hacer frente al cansancio e incluso al hambre. Del mismo modo que Freud aseguraba que el objetivo del psicoanálisis era enseñarnos a vivir con menos desgracias, así también el chicle de coca ayuda a domesticar el sufrimiento del trabajo para poder distanciarse de él y mantener a raya las penalidades del día a día. Los incas sabían y saben procurarse los medios naturales sin farmacopea médica para dar fuerza a un cuerpo desamparado por las inclemencias de la naturaleza. Para los pueblos americanos la manipulación representativa de la droga se apropia funciones alimentarias y hasta vitamínicas. Indudablemente
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su consumo sufraga la fragilidad de la naturaleza biológica del hombre. En tiempos más próximos, S. XVIII y XIX, para los cortesanos de París o Londres, el uso del tabaco, el rapé, la cafeína, daba un toque de distinción a los consumidores (Zermeño, 2001). La droga no ha reanudado la alianza entre esfuerzo y rehabilitación, más bien se ha enfrentado cara a cara a dos universos. El que atiende al cuidado saludable del cuerpo y el que responde a la vanalidad de la sociedad. Parecería que el sentido de los estupefacientes empieza a desviarse hacia suministros frívolos que simplifican el enjuague de “la dulce y amarga epopeya de lo gris” (Bruckner, 2001, 75). Patrones de tibia regularidad siguen implantados en nuestros días: hoy el escenario de la droga está clasificado en legal e ilegal, blanda y dura. No supondría ningún drama esta jerarquización, sino halláramos detrás del cuadro intereses contaminantes. Aquel significado religioso, evasivo, terapéutico, reconfortante, ha dado paso a la cultura del consumismo. Tras la dosis excitante reaparece la obediencia a la globalización capitalista. El ideal de la sociedad del capital es el consumo: producción y consumo son las dos coordenadas necesarias para que el mundo siga su curso: “la pinza es perfecta… por un lado el modelo de producción imperante requiere trabajadores atentos a las tareas especializadas; si uno falla, su error afecta a los miles de productos en serie en los que tiene responsabilidad; por lo mismo los dueños de los capitales industriales presionan para mantener la salud pública; es así, pero por otra parte, el salario acredita al trabajador como consumidor masificado de productos que colmaron el mercado abastecido precisamente por la tecnificación de la producción” (Zermeño, 2001, 34). Entre los múltiples productos del mercado que reclama el consumo se encuentran las drogas, unas de acceso económico, otras más costosas, pero todas capaces de escoltar al individuo hacia la entrada triunfal con otra representación de la droga: la cultura consumista. El breve recorrido histórico por la simbología de los estupefacientes ha puesto de manifiesto la pluralidad de significados. No
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puede asegurarse que contemplemos un significado universal y para siempre; la evolución valorativa de las sustancias que alteran la conducta está condicionada por las sociedades, las costumbres, la accidentalidad de la naturaleza. Siendo así, el sentido de la droga tiene un carácter fundamentalmente cultural. Si antiguamente eran catalizadores de la realidad ahora muestran el contraste entre la candidez y el tributo a la “demanda insaciable” (Bukner, 1996). Para la sociedad actual la drogadicción es un problema de salud personal y colectivamente un conflicto de seguridad, pero al fondo responde a una representativa necesidad de consumir. Y cabe preguntarse: ¿quién ha enfermado el drogadicto o la significación de la droga? ¿Qué beneficios o perjuicios ha traído la asociación de la droga a la sociedad consumista? ¿Qué valor atribuyen concretamente los jóvenes actuales al fenómeno de la drogadicción? ¿Qué representa socialmente el uso de los estupefacientes hoy en día? Se dice que la postmodernidad y el individualismo han borrado del mapa los valores: estamos instalados en el mundo de los sentidos antes que en el mundo de los principios y las convicciones (Lipovesky, 2000). Sin embargo, la sociedad de la globalización, sobre todo en los medios de comunicación, ha instalado la transformación del significado relacionándolo con el consumo y el progreso ¿“Qué es progreso a ojos del consumidor? “La forma superior de magia” (Brukner, 1996, 63). La sofisticación de la droga, hoy en día, llega al punto de no permitir que se entienda su funcionamiento y no haya más remedio que tomar estupefacientes. Lo que sucede no es que falten referenciales sino que ante el espectáculo de las ofertas hay que elegir entre un gran mercado de productos. De aquí se deriva un problema: la dificultad del hombre actual consiste en probarse a sí mismo que es él frente a la aparición de los reclamos publicitarios: me las tengo que ver, retomamos a Bruckner, con un bombardeo incesante que cae sobre mí y que a cada instante debo responder. De otra manera y en otro tiempo Rousseau reflexionada con tiento y talento sobre el reencantamiento: “querer ser uno
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mismo no significa tan solo tratar de conocerse sino aspirar al reconocimiento de los demás” (Rousseau citado por Brukner, 2002, 28). Y porque el hombre confía en la sociedad, ha de vérselas también con los otros, en especial con los grupos de referencia. El ciudadano no escapa a las limitaciones de la cultura gremial; la obediencia a los colectivos de pertenencia es de obligado cumplimiento. Con la particularidad de que la sumisión no muestra la cara: una de las aventuras del hombre actual es cómo defenderse de la autoridad “oculta” de los otros. Parece que nos sentimos obligados a probar todos y cada uno de los nuevos productos para estar al día, para convencer a los otros y a nosotros mismos que somos de nuestro tiempo. Al contrario de lo que se dice, la falta de referenciales consiste en que ante las pro-vocaciones consumistas colocamos sin darnos cuenta nuestro destino en manos de solicitadores de inconfesables intenciones. A medida que el individuo del S. XIX es embarazado por las coerciones consumistas ha dejado de pensar y, en consecuencia, muy a pesar suyo de ser libre; la autonomía parece ultrajada por la medida de significados que traducen cuentos de hadas. El magnetismo de los chamanes atribuye poderes mágicos al consumo, entre otros la droga: viajar, manejar el automóvil, conocer por conocer otros países, ir al supermercado, vestir a la moda, tomar estupefacientes, significa creer en la solidez y eficacia del consumo asociado a la libertad. Cuanto más trata de extraer la conclusión de su autonomía más propensa se halla la persona a ser sometida al ardid de la adaptación dominante de nuestro mismo dominio. Así pues, en medio de un escenario de significados paradójicos donde todo se vuelve deseable se nos debe lo mejor, sin excluir las sustancias que alteran la conducta. La industria del consumo nos ha acostumbrado a la fecundidad y al abuso, de forma que la escasez representa insatisfacción. Estamos compitiendo en una carrera en la que el hombre no figura como competente porque no conocemos el significado de los productos, ni está en nuestro dominio la representación social.
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La droga, producto reproducible en el mercado del consumo, posee igualmente un significado de carácter mágico. Su destino es otorgar un valor misterioso, cuasisagrado: fascina tanto como se ha banalizado. Hemos sabido que históricamente los estimulantes han recibido diferentes concepciones. Como contrapartida la sociedad del consumismo en el mundo globalizado parece ver en los estimulantes el milagro que cura la enfermedad de las carencias y las rutinas. Para asegurarnos de la veracidad de estos pensamientos contamos con el recurso de una investigación. El presente trabajo se enfrenta al reto de averiguar las representaciones sociales de los jóvenes sobre la fiebre de los estimulantes, en particular los más comunes: tabaco, alcohol y cannabis ¿cuál es el significado del consumo del hachís, del tabaco, del alcohol? ¿Qué y cómo se reapropian los jóvenes de la simbología de la droga? ¿Qué liberación esperan de ella, o sea, qué cultura abriga su degustación? Después de todo, según se imponga uno u otro significado, la alianza entre droga y conducta quedará certificada. Considero que al intentar responder a estas cuestiones emerge una situación estructural que acompaña a toda prevención: la RS de la droga en los jóvenes. A responder a tan desafiante cuestión acude el presente estudio no sin antes confesar las dificultades del trabajo por tratarse de temas que prefieren mantenerse refugiados en los sótanos de los individuos. De todas maneras hemos arañado sobrecogedores resultados.
1. METODOLOGÍA La propuesta metodológica de la investigación estuvo dotada de una doble vía de información: de un lado el modelo cualitativo especialmente en la recogida de datos referidos a las creencias (entrevistas en profundidad), de ahí que el enfoque tenga sus dificultades y hasta posibles objeciones. Por ello y de otra parte se cuidó la obtención de informaciones cuantitativas extraídas de la pasación de un Cuestionario. La duplicidad de las fuentes informativas y el uso de métodos complementarios, no excluyentes, otorga una mayor amplitud y garantía de los atributos elementales a cualquier trabajo investigador: la validez y la fiabilidad. La presente propuesta está basada en un diseño transaccional descriptivo, dado que realiza una medición en un momento determinado, y tiene como objetivo indagar las creencias, los valores y la incidencia en las conductas de ingesta. Principalmente consiste en medir en el grupo de estudio las variables que describen el mapa informativo del pensamiento y comportamiento de los jóvenes. 1.1. OBJETIVOS Situados en el contexto de una Facultad de Ciencias de la Educación, teniendo el estudio la meta final a medio plazo de una intervención preventiva, resulta de valor imprescindible saber lo que piensa la población con que se va a trabajar. En este sentido, el cono-
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cimiento del valor, la utilidad y las posturas que el joven mantiene ante las drogas blandas conforma la plataforma básica de una intervención. Tras la exploración del ámbito cognitivo de los jóvenes en relación a las drogas, la siguiente pregunta que surge lógicamente recibe la formulación: ¿qué relación existe entre las creencias y la conducta? ¿Podríamos determinar una dependencia del comportamiento, es decir el uso del alcohol, el tabaco y el cannabis es provocado por las percepciones de las sustancias? En otras palabras más sencillas, ¿pensar es equivalente a actuar? 1.2. INSTRUMENTOS Los instrumentos de recolección de datos fueron: la Entrevista Personal y el Cuestionario, elaborados “ad hoc”. Sendos aparatos de medida han sido aplicados en una muestra aleatoria representativa de la población comprendida entre los 12 y 26 años y llevada a cabo por un personal previamente adiestrado y capacitado. La entrevista personal (88) fue semi-estructurada, en atención a las categorías establecidas en el Cuestionario. Recoge de una manera espontánea, en un diálogo abierto y sin limitaciones, las opiniones de los sujetos seleccionados respecto a las drogas que venimos estudiando. La duración aproximada rondó los 30 minutos, han sido grabadas con la licencia del interesado/a y posteriormente se transcribieron para su estudio y análisis. El Cuestionario (1030) confeccionado para el estudio contó con un número no excesivo de 42 items, contempló las tres variables establecidas: tabaco, alcohol y cannabis. A su vez cada variable se identificó por diversas categorías: descripción de la muestra (sociológica e ideológica), información general sobre la droga, hábitos de consumo, percepciones, expectativas y motivaciones, situaciones de inicio, factores de consumo...
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1.3. PERFIL DE LA MUESTRA Las características generales de carácter descriptivo de los jóvenes objeto de nuestro estudio, pueden vislumbrarse a través de la procedencia, la edad, el sexo, el estado civil, la actividad académica-laboral, el posicionamiento político y el posicionamiento religioso. La procedencia de la población analizada, intenta ser amplia, extensiva y valorativamente por provincias, se ubica en Sevilla, Cádiz, Valencia, Granada, Madrid, Murcia, Jaén, Castellón, Alicante, Málaga, Córdoba, Cuenca y Teruel. Como puede observarse estamos hablando de regiones españolas diversas por sus características económicas, número de habitantes, posición geográfica, relaciones con el entorno internacional (turismo)... Más concretamente, teniendo en cuenta que la mayor concentración poblacional en nuestro país se ubica en las ciudades, los sujetos que corresponden a la zona urbana son el 68,7%; en cambio, el 31,3% son de extracción rural (Tabla nº 1). La procedencia urbana o rural, valoración económica, apertura a otras culturas, etc. son aspectos a tener en cuenta en el consumo de las drogas, asimismo es un factor que puede condicionar las representaciones sociales. Sin embargo, en nuestra sociedad actual, hay múltiples posibilidades de información y conocimiento, hecho que en un primer momento podría limitar a la gente que vive en zonas rurales, pero en gran medida el handicap del medio rural como obstáculo de “vivir al día” ha dejado de serlo. No obstante, el entorno sociocultural otorga características peculiares que condicionan la socialización y el imaginario colectivo. En ese sentido, como ejemplo afirman Comas, Aguinaga, Orizo, Espinoza y Ochaita (2003: 281), las diferencias entre jóvenes urbanos y rurales parecen situarse en el campo de los valores y las ideologías, puesto que, por un lado, los jóvenes urbanos adoptan puntos de vista más progresistas, por otro, los jóvenes rurales parecen más con-
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servadores, aunque, posteriormente, sus comportamientos vayan a ser muy similares. Tabla nº 1: Origen geográfico de la muestra Zona
Válidos
Perdidos Total
Urbana Rural Total Sistema
Frecuencia 693 316 1009 21 1030
Porcentaje 67,3 30,7 98,0 2,0 100,0
Porcentaje válido 68,7 31,3 100,0
Porcentaje acumulado 68,7 100,0
Las edades fluctúan entre los 12 y 26 años (Gráfica nº 1), así, las franjas cronológicas distinguidas son las siguientes: los más numerosos, con un 32,3% son los jóvenes de 21 a 23 años, los de 18 a 20 años representan el 25%, aquéllos entre los 15 a 17 constituyen el 19,6%, los más jóvenes, de 12 a 14 años son el 12,9% y, los chicos y chicas con edades más tardías (24 a 26 años), son el 10,2%. Si hacemos un análisis general, observamos que más del 50% del total de la población estudiada, pertenecen al intervalo de 18 a 23 años. Del mismo modo, en la variable sexo aparecen desequilibrios: las mujeres ocupan el 68,9% de la población, frente al 31,1% de varones; esta diferencia, además de ser consecuencia de una muestra aleatoria, puede deberse, entre otras razones, a que gran parte de los cuestionarios se pasaron a voluntarios y como sabemos la cooperación es mayor en las féminas. En cambio, las entrevistas compensó la muestra, distinguiendo un 45,59% de mujeres y un 53,41% de varones.
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Gráfica nº 1: Edades de la muestra 32,3% 25% 19,6% 12,9%
12-14 años
10,2%
15-17 años
18-20 años
21-23 años
24-26 años
El estado civil (Tabla nº 2) es mayoritariamente el de soltero/a con un 89,6%, esto puede explicarse, entre otras justificaciones, a que las personas de estas edades se encuentran en procesos de formación o preparación profesional y por ende son dependientes de sus familias; del mismo modo, en la sociedad hoy, los compromisos formales de pareja o de unión conyugal se suelen asumir en etapas más tardías. En cuantías más modestas encontramos otros datos que muestran situaciones civiles distintas a la observada; así, el 9% vive en pareja y el 1,4% insignificante está repartido entre viudos/as, separados/as y casados/as. Tabla nº 2: Estado civil Estado civil
Válidos
Perdidos Total
Soltero Casado En Pareja Separado Viudo Total Sistema
Frecuencia 913 10 92 2 2 1019 11 1030
Porcentaje 88,6 1,0 8,9 ,2 ,2 98,9 1,1 100,0
Porcentaje válido 89,6 1,0 9,0 ,2 ,2 100,0
Porcentaje acumulado 89,6 90,6 99,6 99,8 100,0
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Por las características de la población, parece lógico observar chicas y chicos que se encuentran estudiando, dentro de las diversas opciones que nos ofrece el sistema educativo. Así, el 61,2% son estudiantes universitarios, el 21,8% son estudiantes de ESO, algo más del 15% son estudiantes de bachillerato y el 1,8% son alumnos/as de formación profesional. En cuanto a la ocupación laboral (Tabla nº 3), vemos que el 20,4% realiza alguna actividad laboral, además de cursar sus respectivos estudios y, el 79,6% restante manifiesta estar únicamente dedicados a las tareas académicas, en su defecto estar buscando empleo o encontrarse en paro. En las entrevistas, podemos distinguir al 27,3% de jóvenes que sólo trabajan, el 10,2% que trabaja-estudia a la vez y el 62,5% tiene como única actividad el de ser estudiante. Tabla nº 3: Situación laboral de la muestra Actividad Laboral
Válidos
Perdidos Total
Trabajador Busca empleo o parado Total Sistema
Frecuencia 140 546 686 344 1030
Porcentaje 13,6 53,0 66,6 33,4 100,0
Porcentaje válido 20,4 79,6 100,0
Porcentaje acumulado 20,4 100,0
El posicionamiento político (Gráfica nº 2) refleja que la mayor parte se sitúa en posturas neutrales o de centro, con un 49,7% de los casos. Así mismo, distinguimos dos posturas enfrentadas: la izquierda y la derecha. Por un lado, jóvenes identificados con ideales de izquierda, donde a su vez, existen dos subposicionamientos: unos más moderados o con tendencia hacia la izquierda (31,1%) y otros con una postura más radical o de extrema izquierda (5,7%). Por otro lado, aparecen los ideales de derecha, que también mantienen dos subposturas: unos sujetos más moderados, con inclinación o con tendencia hacia la derecha (10,7%) y otros que se sitúan en posturas más extremistas o radicales (2,9%).
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Como podemos observar, las dos tendencias polarizantes son minoritarias. Sin embargo, es significativa la población que se identifica con ideales de izquierda (36,8%), sobre todo la tendencia central que prima por encima de todas (49,7%). Gráfica nº 2: Posicionamiento político
Extrema derecha Derecha
2,9% 10,7%
49,7%
Centro 31,1%
Izquierda Extrema Izquierda
5,7%
Las posturas religiosas (Gráfica nº 3) de la juventud analizada van cobrando ligeros cambios si partimos de una sociedad de eminente tradición católica; éste es un hecho que se va observando, de forma progresiva, desde los albores democráticos. Vemos así, a más de la mitad de la población (69,8%) que se considera católica, de ellos, sólo el 17,2% dice ser practicante y el 52,6% aunque profesan la religión católica no llevan a cabo los rituales exigidos por la doctrina. Siendo éste el grupo más numeroso y nos muestra la consolidación del modelo secular. La religión es un fenómeno intelectual, tradicional más que un componente emotivo, conductual.
48
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
Gráfica nº 3: Posicionamiento religioso
Creyente de otra religión
1%
52,6%
Católico no practicante 17,2%
Católico practicante Creyente sin religión Agnóstico No Creyente
6,4% 9,1% 13,8%
Dentro de aquellos/as que manifiestan tener una creencia religiosa, también observamos matices: es el caso de sujetos creyentes, pero no profesan ninguna religión (6,4%), y quienes tienen otra religión, distinta a la católica, el 1%. También distinguimos el 13,8% de no creyentes y el 9,1% de agnósticos. El análisis de estos datos nos muestra que la sociedad, concretamente los jóvenes, tienen una mayor apertura mental, un distanciamiento de las prácticas religiosas, un tímido alejamiento total de los dogmas religiosos y optan por diversas opciones religiosas. En cuanto a este dato, vemos una progresiva simpatía por otros planteamientos doctrinales, tal es el caso de religiones orientales o las seguidas por famosos y estrellas de los medios de comunicación (cienciología); no obstante, habría que tener en cuenta en el fenómeno, también, a la juventud inmigrante, que profesa creencias distintas a las occidentales y se encuentran insertas en la sociedad.
2. LAS REPRESENTACIONES SOCIALES DE LOS JÓVENES RESPECTO A LAS DROGAS 2.1. PERCEPCIÓN DEL SIGNIFICADO DE LA DROGA De las drogas podemos resaltar dos características definitorias: su capacidad para crear habituación (dependencia) y la modificación de las funciones del organismo. Una dependencia, según la FAD (1997), caracterizada por la adaptación psicológica, fisiológica y bioquímica, como consecuencia de la exposición reiterada a la sustancia, haciéndose más necesario su empleo para evitar la sintomatología que acontece con su retirada (síndrome de abstinencia). No obstante, los efectos, las consecuencias y las funciones están condicionadas, sobre todo, por las definiciones sociales, económicas y culturales que generan los conjuntos sociales que las utilizan (Romaní, 1999). En ese sentido, las “drogas pueden ser muchas cosas, mas sólo lo son aquéllas que culturalmente se clasifican como tales” (Comas, 1990), por tanto existen unas que gozan de la aceptación general de la sociedad, mientras que otras son objeto de rechazo y/o estigmatización. Desde esa perspectiva, las drogas siempre han tenido presencia social y cultural con patrones diferenciados en las distintas épocas y lugares. Los grupos sociales se han relacionado con las sustancias en un equilibrio de coste social y de beneficios individuales y colectivos (ritualizar,
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
afianzar relaciones sociales, beneficios económicos de la gente que depende de su trabajo, etc. que se abordará en el siguiente apartado) que se obtienen. Cuando este equilibrio se mantiene la percepción de droga no es evidente, así como la sociedad parece no ser consciente de este fenómeno, es decir, que convive con él (alcohol, tabaco...) y se aprecia como algo natural. De esta manera se produce una estabilidad entre los beneficios que proporciona y los perjuicios que ocasiona, por lo que no genera conflictividad, no escandaliza con mecanismos defensivos y no altera la sociedad. Sin embargo, es un equilibrio inestable (Megías, 1998)*. En consecuencia, la idea de droga se asocia a toda aquella sustancia “extraña”, “ajena”, “ilegal”, “lejana”... del medio en que nos desenvolvemos. Así, los resultados que se desprenden de la investigación, en cuanto al reconocimiento o no de las sustancias como droga, son los siguientes (Gráfico nº 4): Gráfica nº 4: Percepción del concepto de la droga
90,9% Cannabis 84,2%
Tabaco Alcohol
*
65%
Megías Valenzuela, E. (1998). Conferencia inaugural del “Experto Universitario en Prevención de Drogodependencias en el ámbito comunitario”, de la Universidad de Granada.
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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Destacar sobre todo a la mayoría de jóvenes que identifican las sustancias como drogas: en el caso del alcohol el 65%, respecto al tabaco, es definido como tal por el 84,2%, cifra que muestra una mayor concienciación (19,2 puntos más que el alcohol), finalmente, la percepción del cannabis como droga resulta más contundente frente a las otras sustancias antes citadas, de tal modo que el 90,9% lo reconoce así. La asociación de los tóxicos como drogas, de acuerdo a las edades, se observa que se va paulatinamente incrementando a medida que aumenta la edad.
EXPLICACIONES DE LA IDENTIFICACIÓN DE LAS SUSTANCIAS COMO DROGAS En referencia a los porqués o los razonamientos sobre la identificación o no de la sustancia como droga, vamos a definirlos a través de los siguientes apartados que se extraen de las entrevistas. 2.1.1.
Crea adicción
La adicción es sinónimo de entrega, de adhesión o hábito de quienes se dejan dominar por el uso de alguna o algunas drogas (RAE, 2004). Así, un riesgo de las sustancias tóxicas -quizá el más importante- es su capacidad para crear dependencia. Según la FAD y el Ayuntamiento de Madrid (2000: 6), la dependencia es el conjunto de comportamientos y de reacciones que comprenden el impulso y la necesidad imperiosa de tomar la sustancia de forma continua o regular, ya sea para sentir sus efectos o para evitar el malestar que produce su privación. Todas las drogas presentan esta característica, aunque se afirma que algunas no producen dependencia física (cannabis, alucinógenos, éxtasis...), éste es un asunto aún en controversia; en lo que sí hay unanimidad es en la capacidad de todas ellas para provocar dependencia psicológica o emocional.
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
La dependencia física hace referencia al estado de adaptación del organismo, dando lugar a la necesidad de lograr determinados niveles de la sustancia, a fin de mantener la “normalidad”. En cuanto a la dependencia psicológica, aparece un deseo imperioso de utilizar repetidamente la droga, desde el convencimiento de que la necesita, al margen de que tenga o no dependencia física. Del mismo modo se produce una modificación de las funciones del organismo al incorporarse a éste elementos químicos que cambian la capacidad de acción habitual del cerebro, de la conducta, de la motricidad, del ánimo, de la consciencia, de la percepción de la realidad, etc. Tanto el tabaco, el alcohol como el cannabis cumplen estas condiciones (dependencia y modificación de las funciones). La percepción de los jóvenes sobre el concepto de droga a razón de la capacidad de crear adicción a las diversas sustancias estudiadas, queda definida como se aprecia a continuación (Gráfico nº 5): Gráfica nº 5: ¿Por qué es una droga?: crea adicción
54,1% 59,4%
59,6%
Alcohol
Tabaco
Cannabis
Los porcentajes en los tres tipos de drogas son mayoritarios y fluctúan en cifras bastante próximas, de tal modo que en el 59,6% de los casos corresponde a la capacidad adictiva del alcohol, el 59,4% al tabaco y el 54,1% al cannabis. A pesar de que un poco más de la mitad de los sujetos son conscientes de esta característica de la dro-
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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ga, es preocupante que un grupo significativo de los mismos no se percate de ello. 2.1.2.
Afecta a la salud
Los datos ofrecidos a nivel mundial por la Organización Mundial de la Salud (citado por De Benito, 2004) respecto a las drogas socialmente aceptadas (alcohol y tabaco) y las drogas ilegales en relación a las consecuencias sanitarias, reflejadas tanto en la mortalidad como en años de vida y pérdida por incapacidad, dicen que un 12% de los fallecimientos en cada año se debe a las drogas autorizadas (8,8% tabaco y 3,2% alcohol), frente a un 0,4% debido a las sustancias ilegales (cannabis, anfetaminas, incluido éxtasis), cocaína y opioides (ver gráfica nº 6). Respecto a la pérdida de años de vida y discapacidad, el tabaco ocupa el cuarto lugar del mundo, seguido del alcohol, que es el quinto; las dos drogas juntas producen una pérdida del 8,1% de años, en cambio las drogas ilegales, la décima parte (0,8 años). Por tanto, la incidencia de daños ocasionados por el alcohol y el tabaco en las condiciones de salud son mayores. Gráfica nº 6: Mortalidad atribuida a las drogas a nivel mundial
Drogas ilegales
0,4% 3,2%
Alcohol
8,8%
Tabaco
Fuente:
OMS, 2004 (citado por Emilio de Benito. En: El País nº 9791, Edición Andalucía, 22 de marzo de 2004)
El tabaco es una droga enmascarada, porque no se quiere percibir el daño que produce en la salud y porque no se tiene conciencia de la
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
dependencia que ocasiona y que es idéntica a la de otras sustancias. En el caso del alcohol, puede considerarse el producto más importante, tanto por ser la sustancia de intenso consumo a lo largo de la Historia como por ser en estos momentos la que mayor número de dependientes acoge y más problemas causa, bien sanitarios, bien psicosociales. Así mismo, el cannabis es la droga ilegal de uso más frecuente en todo el territorio nacional y sus efectos en la salud son igualmente dañinos. Por ejemplo, la forma más extendida de consumo de tabaco es el cigarrillo en cuyo humo se han identificado alrededor de 4.000 componentes tóxicos, de los cuales los más importantes son: nicotina, alquitrán, irritantes y monóxido de carbono. Por otro lado, de acuerdo a un reciente informe de la Universidad Pompeu i Fabra, se asegura que en España en el año 2000 el tabaco le costó a la sanidad unos 3.600 millones de euros (citado por Guerra, 2002). Del mismo modo, el Ministerio de Sanidad Nacional señala que el país se sitúa en uno de los primeros puestos de consumo de tabaco y en el primero por número de casos de cáncer de laringe (15,8 nuevos casos por cada 100.000 varones), lejos del segundo país, Francia, con 11,9. No obstante, en la investigación, los resultados sobre la concepción de droga en relación a las consecuencias que producen éstas en la salud son bajas (Gráfico nº 7). Gráfica nº 7: ¿Por qué es una droga?: afecta a la salud 29,5% 36,2%
18,5%
Alcohol
Tabaco
Cannabis
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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Los efectos sanitarios del consumo de drogas se ven influidos, entre otros, por la frecuencia con que se empleen, la cantidad administrada, el tiempo de consumo y la dependencia o no de la sustancia. En este sentido la percepción negativa para la salud del tabaco es diferenciada en un 36,2% de los sujetos estudiados, una cifra relativamente significativa, puesto que en las otras drogas ésta es aún menor; en el caso del cannabis representa el 29,5%, y en cuanto al alcohol se distingue el 18,5%. Matizando en las percepciones negativas sobre el consumo de tabaco, se extraen del cuestionario los siguientes datos (Tabla nº 4): Tabla nº 4: “El tabaco perjudica la salud” Todas las personas que fuman perjudican su salud
Válidos
Perdidos Total
Muy de acuerdo Bastante de acuerdo Ni de acuerdo ni en desacuerdo Poco de acuerdo Nada de acuerdo Total Sistema
Frecuencia 812 127
Porcentaje 78,8 12,3
Porcentaje válido 83,7 13,1
Porcentaje acumulado 83,7 96,8
22
2,1
2,3
99,1
3 6 970 60 1030
,3 ,6 94,2 5,8 100,0
,3 ,6 100,0
99,4 100,0
La gran mayoría de los jóvenes encuestados expresa que efectivamente el tabaco perjudica la salud en un 96,8%, específicamente el 83,7% dice estar muy de acuerdo con la afirmación y el 13,1% bastante de acuerdo. Dicha información refleja a una juventud que reconoce la droga y es consciente de las consecuencias no benéficas del tabaco; sin embargo, es una cuestión contradictoria si comparamos con el nivel de consumo y su frecuencia de uso de lo mismo (ver tablas nº 25-26-27 y gráfica 46). Asimismo, en una postura minoritaria, se encuentran aquellos jóvenes que no se posicionan (2,3%); por otro lado, observamos a sólo 0,9% de la población que no cree que el
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
tabaco sea perjudicial para la salud. En ese sentido, aunque este porcentaje sea minoritario, es significativo que todavía haya jóvenes con esa concepción, pese a la información circulando por los medios de comunicación sobre estudios, investigaciones, reportajes, estadísticas, etc. y que enfatizan las teorías dañinas de la sustancia en las personas. También se asocia al concepto de droga la variable que se ha denominado “tiene efectos secundarios”, registrado tanto en el caso del alcohol como en el caso del cannabis. Dichos efectos se encuentran relacionados con las sensaciones personales experimentadas que se analizan a continuación. En primer término, el alcohol (20,1%) relacionado al reconocimiento de que éstas alteran las capacidades y que “emborrachan”; por el contrario, apreciamos al 25% que no reconocen la sustancia alcóholica como una droga porque, según ellos, no tiene efectos secundarios para la salud. En segundo término, el cannabis (24,6%) que curiosamente las percepciones relacionadas a la salud se enfocan desde una perspectiva placentera, es decir, “coloca”, “sensación grata”, “alucina”... asimismo, se observa que los jóvenes dicen que el cannabis es una droga que tiene “más efectos que el tabaco” (8,2%). 2.1.3.
Cantidad de consumo
En el fenómeno de las drogodependencias es importante valorar la relación cuantitativa que el sujeto consumidor establece con la sustancia. Así, en nuestra sociedad, el abuso de las drogas no sólo se identifica a un patrón “desmesurado” en la administración de la misma, sino que se reconocen otras formas de uso más “normalizado”. En este último caso, su aceptación generosa y su asociación con el concepto de droga de los jóvenes estudiados proviene, entre otras razo-
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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nes, de la creencia según la cual los efectos son leves cuando se consume en cantidades “moderadas”, puesto que permite a la persona conservar el “control” del comportamiento en general y del consumo en particular, sin reparar en los riesgos como consecuencia de los efectos que producen y la dependencia que originan. Desde dicha percepción, las sustancias consumidas en pequeñas dosis, no son drogas. Por todo lo dicho, los sujetos analizados en la investigación expresan su definición de droga según la cantidad de consumo, sólo cuando éstas son importantes o abundantes, de tal modo que es una droga para el 28% de los jóvenes que consumen alcohol y para el 2,5% de las personas que fuman tabaco. En cuanto al cannabis, no se encontró ninguna manifestación al respecto. 2.1.4.
Situación legal
La incidencia nos muestra que alrededor de 205 millones de personas de todo el mundo consumen algún tipo de droga ilegal y de ellos 162,8 millones consume cannabis, según el informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) hecho público en marzo del 2004 (citado por De Benito, 2004). Datos que, sin lugar a dudas, ponen el fenómeno en primera fila de la palestra, en cuanto a problemáticas de orden internacional y nacional. Las políticas sobre drogodependencias hoy, según Pantoja (2003), se encuentran centradas en evitar el consumo (planteamientos prohibicionistas), medidas de control y de lucha policial; aunque asistimos a un tímido desplazamiento hacia políticas orientadas a la reducción de daños y riesgos que se aceptan como normales en consumo de las drogas. No obstante, cabe destacar la masificación y la globalización del fenómeno, que en opinión de Abeijón (2003), está teniendo consecuencias a muchos niveles, concretamente en los referentes econó-
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
micos y legales. De esta forma, el hábito se ha situado y se sitúa en el filo de la ley y, en reiteradas ocasiones, fuera de ella. Del mismo modo, dichas consecuencias producen alarma o conflictividad social, independientemente de la legalidad o no de la sustancia, pero es necesario matizar la situación, puesto que las implicaciones no son las mismas. Así, de acuerdo al Defensor del Pueblo Andaluz (2002), el consumo de drogas legales presenta una mayor problemática social y sanitaria, sin que ello sea percibido por una parte importante de la ciudadanía que sigue refiriéndose o asociando el concepto de droga sólo a las denominadas ilegales. Pero, la adicción a las sustancias legales es un problema de gran trascendencia, no sólo por el consumo generalizado que existe, sino por las implicaciones que produce. También, las actitudes de rechazo social llegan a ser más numerosas en el caso de las drogas ilegales, lo que ha llegado a provocar que el colectivo de drogadictos sea el que mayor rechazo provoca en la sociedad española (Elzo, 1993). Por el contrario, la percepción de las denominadas drogas legales sobre el nivel de conflictividad social de los usuarios es menor. Sin embargo, cabe aclarar que en los últimos años las representaciones sociales de las drogas, de acuerdo a su condición legal, ha ido modificándose debido a las prácticas sociales asociadas al consumo. A la vez cambiaron las opiniones y actitudes de la población ante las drogodependencias, por ejemplo, podemos ver en la población andaluza (EDIS y otros, 1998) que la calificación más generalizada de los usuarios es la de enfermo, siendo más frecuente esta apreciación cuando se refiere al colectivo que consume heroína y cocaína (71,2% y 67,2%, respectivamente); cuando se trata del alcoholismo la percepción se reduce a un 44,2%. De esta forma, los propios consumidores siguen percibiendo la evidencia de un fuerte rechazo social que los asocia a conductas y hechos delictivos producidos para el mantenimiento del hábito.
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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En la investigación, la percepción social en lo referente a distinción de drogas legales e ilegales (Gráfica nº 8), nos muestra una doble vertiente. Por un lado, apreciamos aquéllos que relacionan el concepto de droga con la situación de ilegalidad de la sustancia, este es el caso del cannabis (3,3%); y por otro lado, aquéllos que no reconocen la sustancia como una droga, porque éstas son legales, así observamos al 50% de jóvenes refiriéndose al alcohol y 42,9% en el caso del tabaco. Datos llamativos que sacan a la luz aproximadamente a la mitad de los jóvenes que no consideran drogas al alcohol y al tabaco, a razón de su condición legal o regular en la sociedad, hecho que redunda en la aceptación social de las mismas. Gráfica nº 8: ¿Por qué es una droga?: es ilegal 50% 42,9%
Alcohol
Tabaco
2.1.5.
OTROS SIGNIFICADOS
a.
Me divierte
El alcohol y la diversión, para la mayor parte de los jóvenes estudiados, son dos factores de incuestionable presencia en el disfrute del ocio, especialmente en los ambientes o espacios lúdicos y, con frecuencia, acompañadas por otras drogas (tabaco, cannabis...). No obstante, resulta preocupante el hecho de que el 25% de la juventud
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
analizada no considere el alcohol como una droga, porque es un elemento de diversión. Las explicaciones, en parte, pueden deberse a la menor percepción de riesgo de la sustancia, porque cuanta más baja sea la percepción de riesgo es mayor el consumo, por tanto, se banalizan las consecuencias, se conciben inocuas y la actitud final refleja una percepción positiva de la droga. Al respecto, se observan afirmaciones como: si “me divierte”, “no me hace daño”, “me siento bien”... entonces, “no puede ser una droga, porque ésta es mala”. b.
Es un vicio
En nuestro país, la percepción social de las drogas ha ido progresivamente evolucionando, de un lado, por la propia consideración de la drogodependencia y, por otro, por los cambios de hábitos y actitudes de los consumidores. Sin embargo, aún se arrastran concepciones que identifican a los sujetos consumidores de sustancias como “viciosos”. Dicha percepción viene de la estigmatización de las personas abanderadas de un nuevo y revolucionario estilo de vida (cambios sociales con la entrada de la etapa democrática) que trastoca la sociedad tradicional; así, la droga es considerada como un signo de rebeldía y modernidad, ante un contexto cerrado, represivo y repulsivo en sí mismo (Defensor del Pueblo Andaluz, 2002). La reacción social se concreta mediante el rechazo de los consumidores, denominándolos “viciosos” y “delincuentes”. El reconocimiento del tabaco como droga (84,2%), por parte de los jóvenes estudiados, a razón de constituir un vicio, representa un escaso 2,9%. c.
Afecta al entorno
El consumo de la sustancia alcohólica induce a comportamientos o actitudes descontroladas que se ejecutan bajo los efectos de la droga, conductas donde frecuentemente no se miden los riesgos ni las conse-
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
61
cuencias de lo que se está haciendo (FAD y Ayuntamiento de Madrid, 2000). En ese sentido, de acuerdo a la Comunidad de Madrid y la Agencia Antidroga (2002), las consecuencias sociales son fundamentalmente la suciedad, los ruidos, los atascos, las discusiones o peleas callejeras... y a nivel familiar, la preocupación por el cambio de hábitos y costumbres familiares en cuanto a los horarios (se levantan tarde, no duermen en casa o duermen cuando todos se levantan, etc.), noches de vigilia, no cumplimiento de obligaciones domésticas, cambios de humor, etc. En la investigación, del 65% de los chicos y chicas que reconoce el alcohol como droga, únicamente el 1,9% relaciona a la concepción de que “afecta al entorno”. Un entorno vinculado a los problemas en el ámbito familiar y social que genera el consumo.
2.2. EFECTOS ATRIBUIDOS AL ALCOHOL, TABACO Y CANNABIS
Las personas o los grupos, como hemos señalado en la percepción del significado de la droga, se han relacionado con las sustancias en procesos equilibrados de coste social y de beneficios, es decir, sin alterar el orden social establecido, aunque los patrones relacionales de cada cultura se han diferenciado en las diversas épocas y en los distintos lugares. No obstante, este equilibrio es frágil, porque con frecuencia se rompe ese “precio” (Megías, 1998)* a favor de los beneficios que se obtienen de ellas. El tándem drogas-beneficios, para Calafat y otros (1985), es el resultado de la relación entre la persona que consume y el producto empleado a través de la necesidad (dependencia física y/o psíquica) de seguir consumiendo dicha sustancia con la clara intención de beneficiarse de sus efectos, tanto a nivel orgánico como sobre el comportamiento (Delgado, Pablos y Sánchez, 1994). *
Idem p. 48
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
Es incuestionable la importancia, dentro de la relación drogasbeneficios, de la presencia del discurso social. Entendiéndose por discurso social a la representación o percepción que los componentes de una sociedad hacen u obtienen respecto un fenómeno de la realidad (FAD, 1997), en este caso los jóvenes sobre las drogas. En la sociedad, el enfoque sobre las drogodependencias ha sido impuesto a través de diversos mecanismos (medios de comunicación social, el código cultural existente en la comunidad, actitudes de sus miembros frente al problema, valoraciones, comportamientos...). En suma, es el grupo social quien da forma o construye el fenómeno y lo asume como tal, en reiteradas veces mediante estereotipos, creencias, mitos, visiones sesgadas o deformadas de la misma, al margen de su verdadera correspondencia con la realidad que refleja. En ese sentido los fenómenos sociales son también importantes en la medida que transforman el uso y la percepción de las sustancias, por ejemplo, en el caso español, con la entrada de la democracia se ha producido el mayor cambio en el empleo y en la representación de las mismas, donde ésta ayudó a difundir nuevos valores que sustituyeron los tradicionales y se orientaron hacia una cultura hedonista. Cultura caracterizada en primar la gratificación inmediata del individuo y donde la realización personal se convirtió en uno de sus principales elementos (Defensor del Pueblo Andaluz, 2002); cambios que se han traducido en nuevos hábitos y actitudes de los consumidores. La percepción o representación de los componentes de la sociedad, más concretamente de los jóvenes, con relación al tándem drogas-beneficios, se vehiculan mediante las necesidades de éstos a cubrir o satisfacer en cuanto a sus relaciones, comunicación con los demás, expresar sentimientos y afectos, desarrollar su sexualidad, etc. (Comunidad de Madrid, Agencia Antidroga, 2002); y lo más preocupante es la creencia que las drogas, en este caso el alcohol, el tabaco y/o el cannabis, pueden ayudarles a cumplir el deseo o el gusto.
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
63
Sobre los beneficios, en España no se han hecho investigaciones concluyentes ni estudios exhaustivos, es un campo que apenas está empezando a andar. Por ejemplo, encontramos una investigación muy reciente efectuada por E.D.I.S. en Andalucía en el año 2003 que sólo hace referencia a nueve beneficios sin mayor profundización (Tabla nº 5) y no permite mayores comparaciones. Tabla nº 5: Beneficios del uso de drogas % Placer, bienestar
34,7
Estimulación, energía
14,0
Calma, tranquilidad
18,8
Resistencia a la fatiga
2,1
Evitación de molestias
3,1
Mejora en las relaciones sociales
9,4
Mejora en las relaciones sexuales
1,4
Otras
0,1
Ninguno
16,4
Total
100,0
Base
(957)
Fuente:
EDIS, por encargo de Comisionado para las Drogodependencias de Andalucía, Consejería de Asuntos Sociales (2003)
Los resultados de la Tabla nº 5 nos dicen que un 83,6% de los consumidores de drogas (en general) apuntan algún tipo de beneficio en el consumo de las mismas. Los beneficios más mencionados son el placer-bienestar, estimulación-energía, calma-tranquilidad y la mejora de las relaciones sociales; los cuatro suman el 76,9%.
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
En nuestra investigación entramos de lleno en los beneficios o efectos positivos que se obtienen de las drogas, en primer término vamos a destacar aquéllas que han salido a la luz de las entrevistas, datos que servirán para ir aproximándonos a las representaciones sociales de los jóvenes sobre los tóxicos. Partiendo de que la mayor parte de los sujetos estudiados son de la opinión que el cannabis es una droga que crea adicción, que tiene efectos secundarios y que la mayoría de los entrevistados lo ha probado (62%), dato ligeramente superior al registrado en los cuestionarios (54,9%), debido a un ambiente que inspiró una mayor interacción de los sujetos y en consecuencia una respuesta más sincera. Los supuestos beneficios de la sustancia se vislumbran en el imaginario popular de diversas formas, entre ellas, las creencias. Así distinguimos las creencias que se refieren a las supuestas utilidades sanitarias-medicinales del alcohol no previstos en el cuestionario, donde el 45,5% relaciona los efectos benéficos a la proporción de consumo, o sea, es bueno si se consume en pequeñas cantidades; el 22,4% asocia el bien porque lo recomiendan los médicos; el 9,1% cree que es un remedio casero y sirve de tratamiento para las dolencias (enfermedades); finalmente, el 17,9% vincula sus beneficios a cuestiones sociales y psicológicas como la diversión y el efecto de desinhibición de la sustancia, aspectos que ampliamente analizaremos en las siguientes páginas. En segundo término y en mayor profundidad, veamos a continuación los resultados de los cuestionarios. La clasificación temática de los beneficios de las drogas en este instrumento, tanto individuales como colectivos, se plantean en torno a tres grandes apartados: beneficios para la salud, beneficios psicológicos y beneficios sociales, si bien en reiteradas ocasiones se producen interacciones entre ellas. Información que se obtuvo de la valoración de la muestra sobre una serie de afirmaciones (percepciones) alrededor de las distintas sustancias estudiadas.
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
2.2.1.
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Beneficios para la salud
El alcohol, el tabaco y el cannabis, son considerados las sustancias de uso más frecuente en todo el territorio nacional (apartado 3.1.1 al 3.1.3), se encuentran acompañadas de valoraciones benignas y se les concede cualidades medicinales sin conocimiento seguro a su consumo (aunque en menor medida el tabaco) porque, entre otras razones, existe la creencia según la cual no representan un peligro para el organismo, sus efectos psicoactivos son leves y favorecen, en cantidades moderadas, a la calidad de vida de las personas. Los beneficios que influyen en el estado sanitario se concretan mediante distintas “propiedades” que, de acuerdo a los jóvenes estudiados, nos ofrecen las drogas. Estos efectos positivos en la salud se remontan a épocas ancentrales del ser humano, donde los usos medicinales, religiosos o mágicos se han fundido en ritos inseparables y que sólo el peso del tiempo progresivamente ha ido deslindando las mismas. Por ejemplo, Hipócrates y Galeno (padres de la Medicina Científica) emplearon las drogas con fines medicinales y la consideraban como “una sustancia que en vez de ser vencida por el cuerpo (y asimilada como simple nutrición) es capaz de vencer a la enfermedad” (Escohotado, 1996: 9). Desde esa perspectiva se han arrastrado hasta hoy conceptos, mitos, interpretaciones, creencias, etc. que de forma más concreta se objetiva mediante representaciones, tales como: sobre el alcohol, se recomendaba a las mujeres en estado de lactancia (cerveza de la cultura egipcia); en cuanto al tabaco, se defienden sus utilidades para sanar enfermedades (Juan de Cárdenas, 1591, respecto a las medicinas indígenas del Nuevo Mundo); o del cannabis con relación a sus usos médicos en tratamientos oftálmicos, fiebre, insomnio, tos seca, disentería, así como un elemento que alarga la vida (India), con capacidad para hacer frente a casos graves de melancolía y de epilepsia (zona islámica de ocupación, s. XI)...
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
En la investigación las percepciones benéficas sanitarias de las drogas se traducen en enunciados como: “ayuda a combatir el frío”, “disminuye/abre la sensación de apetito”, “estimula la circulación”, “facilita una buena digestión”, “cura el catarro”, “sana el dolor de oídos” y “retarda el envejecimiento” que a continuación se analiza. 2.2.1.1. “Ayuda a combatir el frío” La creencia de que el alcohol “es bueno o ayuda a combatir el frío” parte de la sensación térmica de calor percibida cuando se bebe, frecuentemente acompañada de un rubor facial. Ello se debe a la inhibición del sistema nervioso que anula los circuitos cerebrales más complejos y especializados; y la ingesta en vez de generar calor en realidad produce descenso de la temperatura corporal. Desde el imaginario popular se fomenta esta creencia, al recomendarse el consumo de la sustancia cuando descienden las temperaturas ambientales; mezclando o no la sustancia alcohólica en comidas (sopas, caldos, dulces, etc.) y bebidas (carajillo, infusiones, vino, etc.) de uso cotidiano; cuando se tiene o siente frío o cuando se espera elevar las temperaturas corpóreas. Gráfica nº 9: “El alcohol es bueno para combatir el frío”
9,4%
SI
24,3%
NO 66,3%
NS/NC
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
67
La Gráfica nº 9 ratifica la creencia de que la sustancia es eficaz para combatir el frío, prueba de ello encontramos en la investigación, al 66,3% que cree en la propiedad; en cambio, el 24,3% no lo percibe así y sólo el 9,4% no sabe o no contesta. Con relación a la edad de los encuestados que valoran su aceptación, es mayor entre los sujetos más jóvenes y va disminuyendo el porcentaje a medida que aumenta la edad, de tal manera que se pasa de un 67,7% entre los púberes menores de 15 años a un 56,2% entre los mayores de 24 años. 2.2.1.2. “Disminuye / abre la sensación de apetito” En cuanto a las percepciones sobre el apetito vamos a analizar dos vertientes: primero, las propiedades de las sustancias para disminuir la sensación del apetito y, segundo, para abrir o provocar la misma. a.
“Disminuye la sensación de apetito”
Se plantea este enunciado como un beneficio desde la perspectiva de que los jóvenes asocian el consumo de tabaco o cannabis con ayudar al organismo a mantener el “peso” o “estar en forma”. En estas edades el cuidado de la imagen corporal es muy importante y que, en gran medida, va a repercutir en sus relaciones sociales y para sentirse satisfechos consigo mismos. Sin embargo, científicamente el tabaco genera adicción psicológica y física (dependencia), la falta o la supresión tabáquica (síndrome de abstinencia) produce una sintomatología amplia, entre ellas, el aumento de apetito (Sánchez Tomás, 2002) y/o aumento de peso corporal (www.fad.es/sustancias/tabaco.htm, 2004). Del mismo modo, el cannabis tiene como uno de sus efectos más inmediatos el aumento de apetito (www.fad.es/sustancias/cannabis.htm, 2004). Se comprueba así, en ambos casos, por el contrario de la creencia que, las sustancias son potenciadoras del apetito.
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
Gráfica nº 10: “El tabaco y el cannabis disminuyen el apetito”
51,9% 42% 25%
33%
30,2%
17,9%
SI
NO
Tabaco Cannabis
NS/NC
En la investigación, es muy significativa la cantidad de jóvenes que dicen estar de acuerdo con que el tabaco ayuda a disminuir la sensación de apetito (Gráfica nº 10), cerca de la mitad de la muestra (42%); en cambio, el 25% expresa su negatividad ante este enunciado. Dado el porcentaje alto de la creencia, ésta ocupa el segundo lugar dentro de los supuestos beneficios sanitarios de las distintas drogas. En cuanto a la creencia de que consumir cannabis produce saciedad y en consecuencia disminuye el apetito, las cifras distan (24,1 puntos más) de las que se observan en el tabaco, notando que la mayor parte cree que no produce tal efecto (51,9%). Por el contrario, sólo el 17,9% percibe de que la sustancia dicha una sensación de saciedad y, por ende, inhibe el hambre. La franja de edad que se destaca en la respuesta afirmativa a la cuestión que nos ocupa, va desde los 18 años en adelante, siendo los más jovenzuelos los que mayormente ignoran tal efecto. Es necesario llamar la atención de este colectivo puesto que, desde esa perspectiva, el acudir a estas drogas para utilizarlo como un elemento que va permitir “controlar” el apetito y saciarlo con dicho consumo, puede producir efectos negativos en la salud de las personas, como anemia, anorexia, desnutrición, úlceras digestivas, etc. Es frecuente también en los usuarios asiduos no comer adecuadamente o comer escasa-
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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mente, pero están obesos o con sobrepeso, ello se debe a que la sustancia alcohólica rompe el equilibrio en la síntesis y degradación de las grasas, produciendo el aumento de masa muscular, de grasa y de peso. b.
“Abre el apetito”
“El alcohol abre el apetito” es una expresión bastante común que se emplea sobre todo cuando vamos a empezar una comida y se sirve el aperitivo, por lo general acompañado de algún tipo de bebida. Ello nos muestra, una vez más, el marcado carácter social y los niveles altos de aceptación que posibilita una catalogación de “normalidad” en los patrones de consumo, cuando en verdad, son desmesurados. Con relación al sistema digestivo, el consumo habitual de la sustancia produce acidez en el estómago, vómitos, diarreas... y, cuando el consumo es crónico, el cuadro es más crítico, distinguiendo fundamentalmente consecuencias en el estómago (gastritis, úlceras, etc.), en el páncreas (inflamación y degeneración) y en el intestino (trastornos en la absorción de vitaminas, hidratos y grasas que provocan cuadros carenciales, etc.). Tabla nº 6: “El alcohol abre el apetito” El alcohol abre el apetito
Válidos
Si No NS/NC Total
Frecuencia 292 553 185 1030
Porcentaje 28,3 53,7 18,0 100,0
Porcentaje válido 28,3 53,7 18,0 100,0
Porcentaje acumulado 28,3 82,0 100,0
La Tabla nº 6 hallamos al 28,3% de los sujetos estudiados que se identifican con la creencia, el 53,7% dice que no y el 18% no sabe, no contesta o no se posiciona. El imaginario popular nos dice que esta creencia se encuentra muy arraigada en la sociedad, aunque la mayor parte de los jóvenes
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
no comparte dicha concepción. No obstante, es alto el índice de aceptación de esta “propiedad”, puesto que ocupa el tercer lugar de importancia entre los diversos beneficios que dicen tener para los jóvenes las drogas. 2.2.1.3. “Estimula la circulación” La percepción de que las drogas son útiles para la circulación sanguínea parten de la idea de que éstas son estimulantes o activadoras de la fluidez de la sangre y de mayor ritmo cardíaco; sin embargo, tiene conocimiento de que el alcohol es un depresor del sistema nervioso central que provoca, tras una fase muy corta de euforia, letargo, somnolencia, incoordinación/fatiga muscular, decaimiento, etc. y, su empleo frecuente puede producir agitación, problemas con el corazón (miocardinitis) o a nivel sanguíneo (anemias, disminución de las defensas). Del mismo modo, el cannabis como alucinógeno menor que puede llegar a provocar de forma inmediata una taquicardia (frecuencia excesiva del ritmo de las contracciones cardíacas). En consecuencia, en ambos casos perturba el normal funcionamiento del sistema circulatorio. Gráfica nº 11: “Estimula la circulación” 31,4%
NS/NC
20,5%
57,7%
NO SI
57,9%
11% 21,7%
Alcohol
Cannabis
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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En la Gráfica nº 11 en cuanto al alcohol dice que dicho enunciado es verdad (21,7%) y el 57,9% manifiesta lo contrario. Pero, a pesar de que la mayor parte de la población no tiene esta convicción, es preocupante el número de sujetos que cree en ella y ocupa el cuarto lugar de importancia en el baremo de beneficios saludables de las drogas. En segundo lugar, la facultad del cannabis para ayudar a la circulación sanguínea, tampoco goza de mayor aceptación, donde el 57,7% manifiesta que el planteamiento es incierto, frente al 11% que dice que sí. Este último porcentaje es minoritario y representa 10,7 puntos menos que el alcohol. 2.2.1.4. “Facilita una buena digestión” Las propiedades digestivas de estas tres sustancias se encuentran muy asentadas en el medio, es habitual que se sirva una copa o sorbete de algún tipo de alcohol o preparado del mismo, se encienda un cigarrillo (puro en algunas ocasiones) o se fume cannabis, tras una copiosa comida (compromisos sociales) o, se consuma la/s sustancia/s en la cotidianeidad alimentaria buscando el mismo fin: obtener una “buena digestión”. Se vincula directamente la droga con la “propiedad” digestiva y, por ende, es saludable. Las actitudes básicamente se perciben favorables porque, por ejemplo, en el caso del alcohol presenta unos “efectos” compensadores con relación a la digestión, porque según las creencias ayuda a asentar las grasas o las comidas pesadas. Pero, tiene calorías sin valor nutritivo, no posee ni vitaminas ni proteínas y al entrar al cuerpo es eliminado por metabolización; ésta se lleva a cabo a una “velocidad” constante con independencia de la cantidad de alcohol que haya en el organismo (Delgado, Pablos y Sánchez, 1994). Veamos lo observado en el estudio (Gráfica nº 12).
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
Gráfica nº 12: “Facilita una buena digestión” 6,1% 65,1%
Cannabis Tabaco Alcohol
14,6%
28,7%
49,6%
21,1%
35,8% 62,3%
SI
NO
16,6%
NS/NC
De la afirmación “el alcohol ayuda a la digestión” destacamos: el 21,1% cree que la bebida alcohólica ofrece estos beneficios y el 62,3% dice que no los tiene. Es la droga que mayor aceptación obtiene en esta percepción frente al tabaco y al cannabis. La propiedad digestiva del tabaco no recibe un apoyo representativo, así el 49,6% manifiesta no estar de acuerdo con dicha creencia; es llamativo el número de jóvenes que dicen no estar de acuerdo ni en desacuerdo o no contestar a la pregunta (35,8%), finalmente aquellos que identifican y aceptan este enunciado como verdadero constituyen un escaso 14,6%. Aunque este último dato es minoritario, no deja de ser importante el hecho de que se vincule el consumo del cigarro a un supuesto beneficio sanitario. Sobre las supuestas utilidades digestivas del cannabis los chicos y chicas opinan de la siguiente manera: el 65,1% expresa que no cree en el enunciado y, en cambio, el 6,1% tiene la convicción de que el cannabis sí cuenta con dicha propiedad. 2.2.1.5. “Cura el catarro” Desde la antigüedad se asoció el consumo de bebidas alcohólicas con la salud y el bienestar, más concretamente, durante la Edad Media; así, a finales del siglo XVI las sustancias embriagantes se co-
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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nocen con el nombre de “alcohol”, porque hasta entonces se le llamaba “aqua vitae”, es decir, “el agua de la vida” (FAD, 1997). Término que nos refleja con claridad la simbología e interpretación de la droga, directamente vinculado con los beneficios sanitarios. Hoy, es frecuente oír expresiones como “la gripe se cura con alcohol”, “ahoga el virus en un trago”, “dale una leche caliente con `algo´”... manifiesto que asocia el consumo de la sustancia con la curación de la enfermedad o mal. Vayamos a las respuestas halladas en la investigación (Tabla nº 7). Tabla nº 7: “El alcohol cura el catarro” El alcohol cura el catarro
Válidos
Si No NS/NC Total
Frecuencia 73 832 125 1030
Porcentaje 7,1 80,8 12,1 100,0
Porcentaje válido 7,1 80,8 12,1 100,0
Porcentaje acumulado 7,1 87,9 100,0
Esta afirmación cuenta tan sólo 7,1% de aceptación y muestra que es una de las creencias menos recurrentes entre los jóvenes (el 80,8% no cree en ella) y el 12,1% no sabe o no contesta. La percepción que el alcohol no cura el catarro aumenta, según van teniendo más edad, pasando de un 68,4% del total de sujetos menores de 15 años a un 85,7% del total de sujetos mayores de 24 años. 2.2.1.6. “Sana el dolor de oídos” Las propiedades medicinales del cannabis hoy se encuentran sometidas a la opinión mediática de la sociedad española. Se sabe que en el país se encuentran sustancias sintéticas cannabinoides en fase experimental o de estudio con usos terapéuticos, fundamentalmente en procesos de tratamiento de la quimioterapia.
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
No obstante, en el imaginario popular existen otras creencias referidas a dichas facultades para sanar dolencias, este es el caso del dolor de oídos, donde el proceso de curación consiste en fumar y expeler el humo en la oreja afectada reiteradamente. Analicemos a continuación los resultados obtenidos en la investigación (Tabla nº 8). Tabla nº 8: “El cannabis sana el dolor de oídos” El porro cura el dolor de oídos
Válidos
Si No NS/NC Total
Frecuencia 41 679 310 1030
Porcentaje 4,0 65,9 30,1 100,0
Porcentaje válido 4,0 65,9 30,1 100,0
Porcentaje acumulado 4,0 69,9 100,0
La mayor parte de los jóvenes no cree en esta propiedad (65,9%), pero un escaso 4% sí; resaltar también el 30,1% de los chicos y chicas que no saben o no contestan, posiblemente por desconocimiento del tema. El grupo etario que está de acuerdo con dicho beneficio se sitúan entre los 15 a 17 años (9,4%) seguido de aquellos menores de 15 años (4,5%). Esta creencia es la segunda menos aceptada de todas las propuestas en los beneficios para la salud. 2.2.1.7. “Retarda el envejecimiento” Las propiedades del alcohol como un elemento que alarga o retarda la llegada del envejecimiento no tiene fundamento científico que lo valide de manera concluyente, aunque es habitual asociar que pequeñas dosis (en la cultura occidental) de la sustancia alcohólica fermentada en la dieta cotidiana, contribuye a la longevidad de las personas De modo semejante ocurre en las culturas orientales, fundamentalmente en la India. En nuestro medio, también se refleja en el imaginario popular, mediante dichos, frases, chistes... como por ejemplo “¡qué bien te
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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ves! ¿te conservas en alcohol?” expresión que se emplea para referirse al aspecto saludable, lozano y fundamentalmente joven de la persona adulta o, refranes explícitos que recomiendan el uso del alcohol en personas mayores “el vino es la leche de los viejos”, “amigo viejo, tocino y vino añejo”, etc. (García Mínguez, Mínguez Álvarez y Bedmar Moreno, 2003). Los resultados que distinguimos en la investigación sobre la afirmación “el alcohol y el cannabis retardan el envejecimiento” (Gráfica nº 13) son los siguientes. Gráfica nº 13: “Retarda el envejecimiento” 27,7% 14,5%
NS/NC
69,2% 82,2%
No
Si
3,1% 3,3% Alcohol
Cannabis
De un lado, sobre el alcohol, un 82,2% de los sujetos no dieron validez al enunciado, frente a un reducido 3,3% que manifestó estar de acuerdo con el supuesto beneficio. Por otro, las propiedades preventivas del cannabis ante el proceso de envejecimiento no reciben un apoyo mayoritario, es decir, el 69,2% no cree que esta droga tenga dicha facultad; aunque este porcentaje es 13 puntos menos que el registrado en el alcohol. En cambio, un reducido 3,1% comparte la creencia. En ambas drogas, a pesar de que la abrumadora mayoría no concibe como verdadero el planteamiento, es considerable el número de
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
jóvenes que no opinan o quieren posicionarse, sobre todo en el cannabis, donde el mayor índice de abstenciones se da entre los sujetos menores de 15 años (40,6%), porcentaje que disminuye en los sujetos de edades posteriores. Destacar también que es la creencia con menor aceptación entre los jóvenes, dentro de los beneficios en la salud en general y dentro de los sugeridos tanto en el alcohol como en el cannabis en particular. 2.2.2.
Beneficios psicológicos
Los beneficios psicológicos son igualmente o más importantes que los relacionados con la salud física, se perciben como puentes para satisfacer las necesidades/dificultades personales mediante el consumo. Está comprobado que las drogas alteran directamente en la dimensión psicológica de los consumidores, porque afectan los centros superiores del cerebro (influyendo en: sentimientos, reflexión, memoria, atención, control social, etc.) estimulándolo o por el contrario inhibiendo el funcionamiento del sistema nervioso central; hecho que se reflejará también, entre otros efectos, en la percepción, en la actitud, en el comportamiento...
Las voces que nos hablan sobre los beneficios son ancestrales, por ejemplo, sobre el alcohol, Hipócrates (cultura griega) decía “ceder a la ebriedad una o dos veces, de cuando en cuando que para la relajación es terapéutica en sí misma”; el tabaco para Leander (1926) sirve para elevar en éxtasis* y crear una comunicación con los dioses, igualmente en China (siglo I) se relacionaba el consumo de cannabis para llegar al trance y para agilizar la mente. Hoy, a pesar de los cambios y de la evolución sufrida, en mayor o menor medida, en las diversas culturas, gran parte de esas creen*
Éxtasis: Estado del alma caracterizado por cierta unión mística con Dios mediante la contemplación y el amor y por la suspensión del ejercicio de los sentidos (RAE, 2004: http://www.rae.es)
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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cias se mantienen vivas en el imaginario popular, así detengámonos en los beneficios psicológicos reflejados en la investigación y que hacen alusión a: “quita la timidez”, “contribuye a descansar y relajarse”, “da valor y ánimos”, “ayuda a estar contento/a”, “calma la tensión y nervios”, “facilita desconectar del aburrimiento”, “aumenta el tono vital”, “da lucidez, creatividad”, “ayuda a olvidar y superar los problemas” y “contribuye a tomar decisiones” que a continuación se analiza. 2.2.2.1. “Quita la timidez” Uno de los efectos iniciales que produce el consumo de alcohol es la sensación de desinhibición y seguridad en sí mismos de los sujetos. De ahí la creencia que es “bueno para quitar la timidez” de las personas retraídas y/o con dificultades de relación social o simplemente para facilitar con mayor rapidez el acercamiento en las relaciones sociales. En realidad, en contra de lo que se puede percibir, la sustancia alcohólica no es un estimulante, sino un depresor del sistema nervioso que bloquea el funcionamiento cerebral responsable de controlar las inhibiciones; por tanto, tras esa fase inicial de aparente seguridad y euforia, se pasa a un estado de aletargamiento generalizado.
De igual modo, el cannabis tiene unos efectos inmediatos que varían de acuerdo a la dosis, a la tipología de la sustancia, al estado anímico del sujeto, etc.; donde en proporciones bajas se producen sensaciones placenteras de desinhibición comunicativa debido a la actuación del THC* en las células nerviosas. Por los supuestos efectos percibidos, estas drogas tienen un fuerte arraigo social, asociados a la superación de ciertos handicaps personales de relación, como la timidez, y se cree que dichas sustancias pueden ayudar a vencerlas y por tanto satisfacerlas (Gráfica nº 14). *
THC: uno de los componentes químicos del cannabis, responsable de la mayor parte de los efectos de la droga.
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
Gráfica nº 14: “Quita la timidez”
78,6% 37,4%
37,9%
SI
15,1%
6,2%
NO
NS/NC
Alcohol
24,8%
Cannabis
Los resultados de la investigación reflejan esa relación directa entre drogas y la superación de la timidez, ésta es más evidente en el caso del alcohol (78,6%) y representa el beneficio más compartido y destacado entre los jóvenes estudiados; con cierta distancia, aunque igualmente representativa, observamos al cannabis, con un 37,9% de aceptación. Datos sumamente preocupantes, especialmente los del alcohol, porque aglutina a la mayor parte de la población joven; donde, a su vez, el porcentaje más elevado cuenta entre 15 a 17 años (86,6% en relación al alcohol y 51,7% en el caso del cannabis). También es necesario señalar que el porcentaje de aceptación de la creencia en cuanto al alcohol constituye el valor máximo, es decir, la percepción más arraigada en los jóvenes analizados, tanto en relación a todas las drogas como respecto a los beneficios psicológicos en general; en el caso del cannabis, ocupa un lugar menos protagonista en las creencias (cuarto lugar), dentro de los beneficios asignados a dicha droga. 2.2.2.2. “Contribuye a descansar y relajarse” El fumar cigarros o “porros” da lugar a una serie de desencadenantes sobre el organismo que finalmente originan una dependen-
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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cia física y/o psíquica en los usuarios, si bien es cierto ésta no es asumida por una parte significativa de los jóvenes que se guían de percepciones tergiversadas y buscan dichos efectos benéficos de la droga. En el caso del tabaco, la nicotina (alcaloide constituyente de esta sustancia y mayor responsable de los efectos sobre el organismo) actúa en el cerebro de forma casi inmediata produciendo una acción recompensante en el sujeto; la reiteración de la práctica termina por asentarse en la acción del fumador/a, y a partir de la cual estaríamos hablando de dependencia a la nicotina, cuya supresión de los niveles en la sangre produce el denominado síndrome de abstinencia. A diferencia del cannabis, el tabaco es una droga estimulante, la mayoría de los fumadores cree que el fumar relaja; ello se debe a que, una vez creado el hábito, el cigarrillo calma la ansiedad que provoca su falta en los momentos que tienen asociado su consumo (http:// www.fad.es/sustancias/tabaco.htm); este es un efecto psicológico vinculado a la reducción de la ansiedad por la dependencia a la nicotina (Sánchez Tomás, 2002). Los efectos del cannabis aparecen, tras el consumo, en escasos minutos y desaparecen aproximadamente a las tres horas; en el ámbito psicológico se traduce en sentir sensaciones de relajación y bienestar físico. Cabe destacar que la capacidad de generar dependencia (física-psíquica) no se encuentra descrita, pero genera a los consumidores crónicos/habituales un síndrome de abstinencia leve en forma de ansiedad, sudoración, dolores musculares, irritabilidad, depresión, etc. En ambos casos (tabaco y cannabis), además de los efectos propios de las sustancias componentes de la droga antes descritas, pueden influir en la percepción de relajación el hecho mecánico de una mejor respiración, donde se inhala o aspira la droga con más intensidad. Analicemos a continuación las respuestas de los encuestados en relación a este beneficio de las drogas (Gráfica nº 15).
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
Gráfica nº 15: “Contribuye a descansar y relajarse”
20,1%
NC/NS NO
21,2%
Cannabis
21% 10%
Tabaco 58,9%
SI
68,7%
La creencia de que el tabaco es un elemento que facilita el descanso y la relajación goza de una buena aceptación (68,7%), frente a sólo el 10% que considerará la premisa incierta. Centrándonos en el análisis según la edad, el índice de abstenciones es mayor cuanto más jóvenes son los sujetos; asimismo, en todos los intervalos de edad, la mayoría cree que fumarse un cigarrillo es una forma de descansar y de relajarse, alcanzando el porcentaje más alto el tramo de 18 a 23 años (45,7%). Las frecuencias de aceptación del tabaco son las más significativos, ocupando el primer lugar dentro de los beneficios del tabaco y el segundo puesto dentro de la escala general de los beneficios psicológicos de todas las drogas. El efecto placentero de relajación que produce el cannabis es ampliamente confirmado por los jóvenes estudiados en los cuestionarios (58,9%), aunque haya una menor incidencia en relación al tabaco (9,8 puntos menos) y; en contra el 21% expresa no estar de acuerdo con la afirmación. En cuanto al estado etario, teniendo en cuenta el 100% de sujetos en cada tramo de edad, observamos que el mayor índice de abstenciones, al igual que en el tabaco, se da entre los menores de 15
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
81
años (36,8%), pero curiosamente le sigue el grupo de mayores de 24 años (19%). La creencia del beneficio supera el 60% en los tramos de edad que abarcan de los 15 a 26 años, donde el porcentaje más alto (63,8%) se halla en el intervalo de 18 a 23 años. Esta premisa ocupa el primer lugar en la escala de los supuestos beneficios en general del cannabis, así como dentro de los beneficios psicológicos de la misma también ocupa un lugar destacado (tercero) en el conjunto de todas las drogas estudiadas. Los datos descritos tanto del tabaco como del cannabis llama a la reflexión, no sólo porque son altos, sino también por la asociación entre descanso, relajación y consumo de drogas, lo que lleva a poner en los puntos de mira dichas percepciones, cara a posibles acciones preventivas. 2.2.2.3. “Da valor y ánimos” La facultad de las drogas de ofrecer a los consumidores una “inyección” de valor y de ánimos procede de tiempos inmemoriales, por ejemplo, sobre el alcohol se decía que era un “sagrado entusiasmo” o se brindaban bebidas alcohólicas a los dioses y a los soldados antes de entrar a la batalla (cultura griega). Situación parecida observamos en el caso del cannabis (siglo XI, zona árabe), éste se consumía en abundancia por los guerreros de la orden de los “haschischins” antes de entrar en combate y afrontar las batallas con valor, de ahí viene la palabra “asesino”, aunque éstos no eran asesinos sino combatientes menos crueles y arbitrarios que los enemigos (cruzados europeos), pero precisamente los cruzados dieron una visión negativa de estos guerreros; prueba de que se valoraba la orden es que sirvió de modelo para las órdenes europeas de caballería (Escohotado, 1996). En ese sentido, recientemente se ha hecho pública la adicción al cannabis y otras drogas ilegales de los soldados estadounidenses en la guerra de Vietnam. El alcohol, al ser un depresor del sistema nervioso central, actúa bloqueándolo haciendo perder el control de las inhibiciones y la autocrítica, facultad que nos permite mantener una conducta equilibrada;
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
algo parecido ocurre con el cannabis, cuyos efectos inmediatos y, en dosis bajas, afectan al estado de ánimo de los individuos, en las expectativas, locuacidad... En consecuencia, el sujeto consumidor de estas drogas se encuentra “estimulado”, con “seguridad”, con “ánimos”, con “valor”, etc. para llevar a cabo actos, tomar actitudes o comportarse de forma no habitual o realizar lo que, dentro de la normalidad, no haría. Comprobemos en la investigación qué dicen los jóvenes. Gráfica nº 16: “Da valor y ánimos” 10,2%
26%
NS/NC 31,2%
48,2%
NO
Alcohol Cannabis
58,6%
25,8%
SI
La creencia de que beber la sustancia alcohólica va a permitir a las personas infundirse fuerza, valor y ánimo, es también muy arraigada, así el 58,6% está de acuerdo con el enunciado y, en la postura contraria distinguimos al 31,2% de los jóvenes. El porcentaje mayor en la aceptación del beneficio lo constituyen aquéllos que cuentan entre los 21 y 23 años (59,8%), en cambio no creen en dicha utilidad los mayores de 24 años (52,4%) y los niveles de abstenciones continúan dándose entre los menores de 15 años (19,5%). Sin embargo, los niveles de aceptación de la creencia en el cannabis, se vislumbra muy distinta, así aproximadamente la mitad de los encuestados piensan que la premisa es incierta (48,2%), frente a un escaso 25,8% que cree en ella. El mayor índice de abstenciones se da entre los menores de 15 años (41,4%), porcentaje que tiende a disminuir a medida que aumenta la edad de los sujetos; los que no aceptan la creencia son
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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los mayores de 24 años (60,9%) y el grupo que cree más en estas propiedades de la droga cuenta entre 15 a 17 años (43,8%). Los resultados son importantes porque es muy alto el número de jóvenes con la creencia de este supuesto beneficio, especialmente sobre el alcohol, coincidiendo tanto el alcohol como el cannabis en ocupar el tercer lugar de mayor aceptación del total de los beneficios psicológicos de las drogas estudiadas. 2.2.2.4. “ayuda a estar contento/a”
Desde los antiguos griegos se consumía el cannabis con la finalidad de suscitar la hilaridad y el disfrute (risas y algazara que excita en una reunión, que por lo común nace de la alegría*). No obstante, los efectos como la euforia y sobre todo la constante manifestación de risas son peligrosos, porque pueden someter al consumidor a cuadros incontrolables, aunque la segunda fase de actuación de la droga en el organismo es de depresión y somnolencia. Esta sintomatología “eufórica” se debe a una acción rápida de la droga (especialmente del THC) que influye en las emociones, concretamente es probable que actúe en una región cerebral llamada sistema límbico, encargada de controlarlas. Estudiemos los datos hallados en la investigación. Tabla nº 9: “El cannabis ayuda a estar contento/a” Ayuda a estar contento/a
Válidos
*
Si No NS/NC Total
Frecuencia 555 244 231 1030
Porcentaje 53,9 23,7 22,4 100,0
R.A.E. (2004): http://www.rae.es/
Porcentaje válido 53,9 23,7 22,4 100,0
Porcentaje acumulado 53,9 77,6 100,0
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
En cuanto a la alegría o al efecto de estar contento que produce consumir cannabis (Tabla nº 9), los jóvenes expresan su afirmación en un 53,9%, dato preocupante, puesto que condiciona a ser usuario de la sustancia para conseguir estados placenteros o de disfrute. En cifras más minoritarias encontramos de forma equilibrada a aquéllos que no están de acuerdo o no creen en el enunciado (23,7%) y aquéllos que no saben o no opinan (22,4%), siendo éstos, también, significativos. La gran mayoría de individuos entre los 15 y 17 años creen que el cannabis tiene dicha propiedad (69,3%), en contra vemos a los mayores de 24 años (33,3%). Esta percepción ocupa el segundo lugar en cuanto a frecuencias de aceptación dentro de los beneficios psicológicos del cannabis y el cuarto puesto a nivel general de todas las drogas. 2.2.2.5. “Calma la tensión y los nervios” La presente percepción tiene una relación muy próxima con otra analizada anteriormente “ayuda a descansar y relajarse”, aunque ésta presenta un matiz lindando con la salud mental. Se parte de una población que normalmente fuma tabaco, siendo este hábito muy asentado en la persona y ocasionando una dependencia física. La dependencia, a su vez, crea la necesidad de seguir ingiriendo la droga para el “normal” funcionamiento del organismo. La explicación de este proceso se refiere a que la vida media de la nicotina en la sangre es menor de 2 horas y, de acuerdo a la reducción de su concentración en la sangre, empiezan a aparecer síntomas ansiosos, con cuadros nerviosos y tensos, que alertan al fumador despertando el deseo de encender un nuevo cigarrillo. En consecuencia, el sujeto percibe (con la nueva dosis en sangre) que la sustancia le proporciona una sensación de calma de la tensión y de los nervios, cuando en realidad está bajando la ansiedad que provoca el descenso o falta de la nicotina.
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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Gráfica nº 17: “El tabaco calma la tensión y los nervios”
NS/NC 28,5% SI 52,3% NO 19,2%
El grado de aceptación del enunciado es grande (Gráfica nº 17), así el 52,3% de los jóvenes cree que el tabaco tiene dicha facultad; por el contrario, el 19,2% no concibe o no considera el beneficio sea verdad. En este caso, tienden a estar de acuerdo con la afirmación aquéllos entre los 18 y 23 años (33,1%), ello puede justificarse a través de que a estas edades el consumo de los fumadores suele ser un hábito muy asentado. Esta creencia representa la segunda opción de mayor aceptación dentro de los beneficios psicológicos del tabaco (tras “ayuda a descansar y relajarse”), asimismo es representativo destacar el porcentaje porque constituye ligeramente más de la mitad de los jóvenes encuestados compartiendo esta percepción. 2.2.2.6. “Facilita desconectar del aburrimiento”
El aburrimiento se traduce en términos de cansancio, fastidio, tedio, originados generalmente por disgustos o molestias, o por no contar con algo que distraiga y divierta (RAE, 2004). De acuerdo a recientes estudios, combatir dicho estado es una razón relativamente común de casi un tercio de los sujetos estudiados
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
con consumos prolongados de cannabis (31%, Gamella y Jiménez, 2003); asimismo para Widmer* el consumo de drogas, especialmente del cannabis, se da como única forma de ocupar el tiempo libre, dada la vida “fácil” de los jóvenes suizos. Desde esa perspectiva es un consumo de orden psicosocial, donde los jóvenes se sienten insatisfechos con su vida personal, con su escolaridad, dificultades de comunicación con sus iguales o sus padres, etc., por tanto el hábito se asocia al beneficio de desconexión o superación del mencionado estado de apatía. Tabla nº 10: “El cannabis facilita desconectar del aburrimiento de la vida” Ayuda a desconectar con el aburrimiento de la vida
Válidos
Si No NS/NC Total
Frecuencia 463 299 268 1030
Porcentaje 45,0 29,0 26,0 100,0
Porcentaje válido 45,0 29,0 26,0 100,0
Porcentaje acumulado 45,0 74,0 100,0
De la Tabla nº 10 se deduce que el 45% de los encuestados cree que al consumir cannabis le ayuda a trascender o a desconectar de la vida rutinaria (aburrida) de los mismos; siendo ésta una respuesta muy alarmante, porque supone acudir a elementos externos para ofrecer una dinámica o a dar sentido a nuestra existencia. Sólo el 29% dice no estar de acuerdo con la premisa propuesta. La mayoría de sujetos estudiados que cree que el cannabis proporciona dicho beneficio se ubican en el tramo de edad de 15 a 17 años *
Widmer Andreas (2004), responsable de “Contact” en Suiza (Centro que existe en cada ciudad para aclarar dudas a los jóvenes sobre el consumo de drogas).En: http://www.solocannabis.com
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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(57,9%), seguidos del intervalo 18 a 23 años (44,7%) y el porcentaje más bajo en este ítem lo encontramos entre los menores de 15 años (33,1%). En cambio, el porcentaje más abultado entre aquéllos que opinan que no ayuda a desconectar el aburrimiento, cuentan con más de 24 años (39%). 2.2.2.7. “Aumenta el tono vital” El alcohol es un producto químico depresor del sistema nervioso, lo que implica una disminución del “tono”, la ansiedad y, a dosis mayores en la primera fase del consumo, produce desinhibición. De esta forma la sustancia, al principio, parece que excita al usuario, tanto a nivel mental como en los comportamientos, cuando en realidad sus efectos consisten en disminuir las capacidades personales y la sensibilidad (Delgado, Pablos y Sánchez, 1994). La excitación o euforia inicial da lugar a la creencia de que el alcohol ofrece una visión personal optimista, supera los miedos, se salta los límites físicos y psicológicos... en definitiva es un “empujón” progresivo que aumenta o ayuda a tener un “tono vital a tope”. Tabla nº 11: “El alcohol aumenta el tono vital” El alcohol aumenta el tono vital
Válidos
Si No NS/NC Total
Frecuencia 331 490 209 1030
Porcentaje 32,1 47,6 20,3 100,0
Porcentaje válido 32,1 47,6 20,3 100,0
Porcentaje acumulado 32,1 79,7 100,0
La premisa (Tabla nº 11) no goza de mayor aceptación (47,6%), no obstante, el 32,1% sí cree en ella, siendo éste el dato llamativo, porque resalta el índice de jóvenes que tiene la creencia. La negación del beneficio aumenta con la edad, pasando de un 36,8% del total de sujetos menores de 15 años a un 61,9% del total de sujetos mayores de 24 años.
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
2.2.2.8. “Da lucidez, creatividad” La propiedad inspiradora o el estado de máxima producción cognitiva era un beneficio bastante extendido en Grecia, se decía que personajes como Homero, Arquílogo, Alceo, Anacreonte, Epicarmo y Esquilino, vivían una embriaguez permanente a razón de tal producción. Ésta se explica a través de las distintas etapas que se desencadenan al consumir el alcohol: la fase desinhibidora (segunda, tras la euforia inicial) genera que el sujeto se sienta liberado del miedo al ridículo, se siente más locuaz, etc. No obstante, rápidamente aparecen síntomas narcóticos que afectan a las funciones sensitivas y motoras que, en la mayoría de los casos, son vividas como si sintieran más y mejor las situaciones o hechos, lo que hace percibir una sobrevaloración de las propias facultades relacionadas fundamentalmente a la lucidez y a la creatividad. En cuanto a las consecuencias negativas del alcohol, se sabe que los adolescentes que consumen esta sustancia tienen una capacidad de memorización claramente inferior a los que no lo hacen, y que este déficit es con toda probabilidad permanente (Comunidad de Madrid, Agencia Antidroga, 1997). De igual modo ocurre con el cannabis, el consumo origina dificultades en los procesos mentales complejos y alteraciones de la percepción temporal y sensorial. Así se desencadena una intensificación de la sensibilidad, en la capacidad de expresión, etc. los sujetos sienten que la droga les da ideas, libera el subconsciente y creen que potencia la imaginación, aportando un “plus” en la creatividad... lo que en definitiva, según ellos, ayuda a inspirarse o crear. Sobre los usos trascendentales de obtener dicho “plus” creativo, en este caso, se creía que ayudaba a comunicar con los espíritus (siglo I, China), agiliza la mente (India), tiene virtudes para la meditación (India y zona árabe de ocupación en el siglo XI), etc. relacionados con la inspiración, la imaginación... La inspiración, es frecuentemente asociada al mundo artístico, a quien la sociedad suele permitir
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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ciertos “excesos”, quizás por el respeto que les causa la actividad artística y por la sensación de que el creador/a es un excéntrico. Sin embargo, el cannabis produce unos efectos negativos en la memoria a corto plazo, es decir, las debilita cuando el THC se adhiere a los receptores del hipocampo (región del cerebro que procesa la memoria) y, a largo plazo, bajo la influencia de la droga, el cerebro puede no llegar a registrar las nuevas informaciones (números de teléfonos, lecciones matemáticas...) quedando completamente fuera de la memoria. Gráfica nº 18: “Da lucidez y creatividad”
26,5% NS/NC
29%
51,7% Cannabis
NO
44%
Alcohol
21,8% SI
27%
La Gráfica nº 18 expresa la percepción de los chicos y chicas sobre el beneficio del alcohol como facilitador para desarrollar la creatividad y el ingenio; observamos así que el porcentaje mayor corresponde a aquéllos que no están de acuerdo o no creen en dicha propiedad (44%), frente al 27% que cree en ella. En cuanto al cannabis el porcentaje de excepticismo en la premisa es 7,7 puntos más (51,7%) que en los percibidos en el alcohol y creen en el beneficio el 21,8%. El último dato representa a una población que relaciona el consumo de la droga con la imaginación y el desarrollo de la creatividad.
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
2.2.2.9. “Ayuda a olvidar y superar los problemas” Entre las búsquedas más ancestrales del ser humano está el comprender los misterios de la mente, para lograrlo ha utilizado diversos medios que van desde la meditación, el ayuno, el dolor, hasta el empleo de sustancias (alcohol, entre otras) que favorecen trascender de la realidad (Zermeño, 2001). Este hecho ha sido y es recurrente cuando las personas están pasando por etapas críticas a nivel personal y/o social de diversa índole; se busca olvidar, desconectar, evadir y, lo que es peor, considerar que la droga ayudará a solventar los problemas. Se agravaría más la situación si añadimos la variable frecuencia de consumo. Las manifestaciones de la droga afectan directamente, entre otros, a los sentimientos, la reflexión y la autocrítica. Al verse éstos disminuidos el sujeto se siente alegre, capaz de todo, estimulado, etc., aspecto, sin duda, que convierte la droga en “atractivo” y empleada como elemento o medio para no afrontar la situación de trasfondo etiológico. Veamos a continuación los resultados distinguidos en la investigación. Gráfica nº 19: “Ayuda a olvidar y superar los problemas”
NS/NC 19,8%
SI 20,8%
NO 59,5%
Esta percepción es usual escucharla en las diversas manifestaciones como la música, la poesía, la literatura, etc.; sin embargo, la aceptación de esta creencia en relación al alcohol representa a única-
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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mente al 20,8% de los sujetos (Gráfica nº 19) y la mayor cantidad de jóvenes rechaza o no está de acuerdo con ella (59,5%). A pesar de que el porcentaje de aceptación de la creencia es llamativa, cabe destacar que, dentro de los beneficios psicológicos de las drogas estudiadas, ocupa el penúltimo puesto de aceptación. 2.2.2.10. “Contribuye a tomar decisiones” “Potencia los sentidos sin borrar la memoria” era una creencia muy arraigada de los griegos para referirse al alcohol, ello significa que aparentemente la sustancia permite la existencia del control de los sentidos del sujeto consumidor, por tanto se concibe que es un estado apropiado, como el de estar sobrio, para tomar cualquier decisión. Parte de los efectos que ocasiona el consumo de alcohol (con posterioridad a la euforia) son: aumento del tiempo de respuesta, disminución de la capacidad de atender y comprender, lentitud en los reflejos, deterioro de la capacidad de juicio, dificultades para hablar y razonar, etc. Debido a que la sustancia afecta a la práctica totalidad de los mecanismos neurotransmisores, o sea, el medio que conecta la mente y el sistema nervioso en su conjunto con el resto del cuerpo. Existe también la probabilidad de que el hábito reiterado produzca una pérdida de memoria, dificultades cognitivas y procesos de demencia.
Asimismo, los efectos del cannabis (a diferencia del alcohol) desde el primer momento conducen a alteraciones de la memoria reciente y a la capacidad de expresión, retardo en las reacciones, dificultades en los procesos mentales complejos y alteraciones de la percepción temporal y sensorial, etc. Si el consumo se intensifica y se prolonga en el tiempo desemboca en el denominado “síndrome amotivacional”*, junto a una frecuente disminución en la capacidad de concentración y de memorización. *
Síndrome amotivacional: estado mental caracterizado por la falta de interés y diligencia general para ejecutar una acción o para animar o animarse (Delgado, Pablos y Sánchez, 1994; RAE, 2004).
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Por todo lo dicho, la química de las drogas, tanto las depresoras (alcohol) como las alucinógenas (cannabis) generan en las personas una reducción en la percepción clara de lo que ocurre a su alrededor y, de acuerdo a la OMS, trastornos y daños cerebrales, capacidad de cambiar la conciencia y el pensamiento, deterioro cognitivo y la disminución del volumen cerebral... motivo por el que los sujetos bajo los efectos de las drogas no están plenamente capacitados o conscientes para tomar decisiones. A continuación estudiaremos los datos encontrados en la investigación referidos a este aspecto. Gráfica nº 20: “El alcohol contribuye a tomar decisiones”
24,7% NS/NC
10,5%
62,8% 71,5%
NO
Cannabis Alcohol
12,5% SI
18,1%
Por un lado, la premisa de que el alcohol actúa como un agente facilitador en la toma de decisiones (Gráfica nº 20) no goza de mayor aceptación (71,5%) y es compartida por un reducido 18,1% de los sujetos que creen en ella. El rechazo se produce fundamentalmente en los mayores de 24 años (87,6%), las abstenciones se siguen dando entre los sujetos menores de 15 años (21,8%). Por otro, la mayoría de los jóvenes estudiados no creen que el hecho de consumir cannabis ayude a tomar decisiones (62,8%), dato ligeramente superior en 8,7 puntos en cuanto al beneficio del alcohol; en la postura contraria encontramos al 12,5%. A pesar que el número de chicos y chicas que creen en la premisa es menor, no deja de llamar la atención, la asociación entre la droga y la toma de decisiones. De acuerdo al
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estadío etario, las abstenciones se dan preferentemente entre los sujetos menores de 15 años (41,4%), los que no creen en el beneficio tienen de 18 años en adelante (superan el 70%), en cambio los que están de acuerdo en dicha propiedad son los menores de 15 años (50%). Cabe destacar que este beneficio psicológico ha sido el que menos éxito ha tenido dentro de las percepciones propuestas, ocupando el último lugar de las mismas, lo que nos lleva concluir que este beneficio no tiene una incidencia representativa en los jóvenes. 2.3.3.
Beneficios sociales
El empleo de las drogas con fines sociales ha sido y es en todas las culturas una constante, aunque no han significado lo mismo en cada una de ellas. De esta forma, cada cultura construye sus puentes, sus significantes y sus reglas del juego (Zermeño, 2001). Así, los consumos se han utilizado con finalidades lúdicas (griegos y zona árabe de ocupación) o para estimular las reuniones privadas, como potenciadores de los deseos sexuales (tradición brahamánica, India), como signo de distinción (corte inglesa, s. XIX o más recientemente en las películas de Hollywood), etc. Hoy, las drogas forman parte consustancial de nuestras vidas, por ejemplo, es difícil cumplir los compromisos sociales siendo abstemios, pues en diversas ocasiones de cierta importancia social (matrimonios, bautizos, fiestas, comidas...) es correcto apurar al menos un vaso o una copa de alguna sustancia alcohólica (Escohotado, 1996). Por principio, las drogas responden a unos estímulos asociados a necesidades individuales o, a veces, colectivas. La Sociología opta por considerar que tras el consumo de drogas existe una adaptación a los imperativos socialmente establecidos: “estudiar mejor”, “rendir más”, “no aparecer raro”, “ser uno más del grupo”, “no sentirse rechazado”, “para ligar”... son algunas exigencias de orden social con que muchos jóvenes justifican la aproximación al mundo de los productos tóxicos (García Mínguez, 2001).
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Los beneficios sociales que distinguimos en nuestra investigación son tres: “fomenta las relaciones con el grupo de iguales”, “facilita el ligue” y “estimula el inicio de relaciones sexuales”. 2.2.3.1. “Fomenta el establecimiento de amistades o facilita las relaciones entre amigos/as” La alteración que producen las drogas en el comportamiento se refleja mediante la desinhibición, sobre todo en cuanto a las relaciones sociales. Las personas cuando consumen, tienen la sensación de alegría, con tendencia a hablar, de reír, de “pasarlo bien”, etc., en compañía de los amigos/as, que generalmente, son el grupo de iguales. En los denominados microsistemas del joven se encuentran la familia, el centro educativo y el grupo de iguales con que se relaciona. Es sabido que en esta etapa los amigos/as son el contexto con mayor referencia o importancia, en consecuencia éstos inciden de forma fundamental en los posibles comportamientos de riesgo a que los chicos y chicos se exponen.
Los problemas de los adolescentes y/o jóvenes*, concretamente la exposición de los riesgos, no pueden asociarse únicamente a los caracteres de la personalidad, sino a la compleja interacción de ésta con las ambientales. La explicación coherente de las conductas de riesgo ha de tener en cuenta los valores, ideas, creencias y expectativas sobre lo que “debe ser” y “como debe comportarse” la juventud en las sociedades desarrolladas (Comas, Aguinaga, Orizo, Espinosa y Ochaíta, 2003). Según García Mínguez (2001), gran parte de las conductas de riesgo, por norma, son realizadas en el grupo de amigos/as durante *
Adolescencia: actualmente se diferencia entre una adolescencia temprana (11 y 14 años), adolescencia media (14 y 18 años) y adolescencia tardía o juventud (hasta los 30 años), (Moreno y Del Barrio, 2000).
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los fines de semana (estilo de consumo social predominante) y están sostenidos por unas creencias según las cuales las bebidas alcohólicas, el tabaco y el cannabis están dotados de unos efectos favorecedores de conductas grupalmente apreciables (asertividad, desinhibición, afiliación al grupo, relaciones...). Vayamos enseguida a describir la situación encontrada en la investigación sobre este planteamiento. Gráfica nº 21: “Fomenta la relación con los amigos/as” 26,9% 26% 31,5%
NS/NC
47,9%
NO
SI
31,9% 7,1%
66,8%
Cannabis Tabaco Alcohol
25,2% 36,5%
Las respuestas ante este enunciado (Gráfica nº 21) expresan: primero, sobre el alcohol, los jóvenes que creen en la premisa representan el 36,5% frente al 31,9% que no cree en ella. Segundo, el tabaco no recibe un apoyo mayoritario (66,8%) y sólo el 7,1% expresa su acuerdo con el beneficio. Finalmente, el cannabis tampoco recibe el apoyo mayoritario (47,9%), en cambio el 25,2% cree en dicha propiedad. En esta última variable distinguimos a los chicos y chicas en el intervalo de 15 a 17 años (29,2%). De los resultados, destacar las frecuencias elevadas de aceptación de la creencia, sobre todo del alcohol y del cannabis, puesto que son datos a tomar en cuenta, ya nos muestran el convencimiento de los jóvenes sobre las drogas como mediadores o vehículos para afianzar, fortalecer sus relaciones interpersonales o para una “fácil” socialización entre iguales. Es el beneficio social más aceptado.
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
2.2.3.2. “Facilita el ligue” Preguntar si una persona fuma o no, pedir un cigarrillo o un porro (en menor medida de forma abierta y/o dependiendo de los contextos) o pedir fuego para encender los mismos, ha sido y es un buen pretexto para establecer un contacto inicial y/o “romper el hielo” con la otra persona objeto de ligue. El ligue consiste en entablar contacto y/o relaciones amorosas inicialmente pasajeras, por lo general cuando se sale de “marcha”. La creencia de que las drogas: tabaco y/o cannabis ayuden a ligar parte de que tanto el estimulante como el alucinógeno menor, respectivamente, estimulan y/o favorecen el estado de alerta y desinhiben, ello puede funcionar como facilitador de las relaciones sociales. Observemos los datos encontrados en la investigación (Gráfica nº 22) al respecto. Gráfica nº 22: “Facilita el ligue” 30,7%
NS/NC
26,4% 36,9%
NO SI 11,3%
62,3%
Cannabis Tabaco
32,4%
Por un lado, los resultados hallados se encuentran bastante igualados en cuanto al tabaco. Así, el 36,9% no está de acuerdo que el tabaco sea el mecanismo efectivo para ligar, en cambio, el 32,4% cree que el cigarro ayuda a ligar. El tramo de edad en el que más existe la creencia de que pedir fuego resulta un buen método aproximarse a la otra persona deseada se halla entre 15 y 17 años (43,1%);
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mientras que el grupo más numeroso que no cree en ello es el de mayores de 24 años (43,3%). Igualmente, la creencia del cannabis como elemento que facilita el ligue no recibe el respaldo mayoritario (62,3%) frente al escaso 11,3% que cree en el beneficio. De acuerdo a las edades, aquellos son los mayores de 24 años (71,4%), aunque en todos los intervalos comparten esta negatividad (superan el 50% en todos los casos); dentro de la postura de aceptación están los 15 a 17 años (17,3%), seguidos de los menores de 15 años (13, 5%). A pesar de que los porcentajes de aceptación de la creencia hallados no son mayoritarios (con la ventaja del tabaco sobre el cannabis con 21,1 puntos), no dejan de ser importantes, puesto que vehiculan la droga instrumento de “ayuda” en las relaciones interpersonales, especialmente con los jóvenes de su apetencia sexual. Constituye un mecanismo perverso que incita el consumo. También cabe expresar que esta percepción ha sido la que menos porcentaje de aceptación ha recibido, dentro de los beneficios sociales propuestos. 2.2.3.3. “Estimula el inicio de las relaciones sexuales” El vino para Eubulo tenía varias propiedades, de acuerdo a la dosis, decía: “La primera copa da salud; la segunda, amor y placer; la tercera, sueño”, desde esa perspectiva los griegos empleaban la sustancia en rituales orgiásticos, sazonados además con mandrágora y beleño. Hoy se sigue creyendo en las propiedades afrodisíacas del alcohol y en aquello con el que se “bonifica” el goce (Rätsch y Amela, 2003). En muchos casos se considera un instrumento casi imprescindible para empezar el preludio para entablar relaciones sexuales o un elemento que facilitará el “estar juntos”, puesto que desata la desinhibición (producto del bloqueo funcional del sistema nervioso central), donde se ponen de manifiesto los sentimientos y las sensaciones de manera abrupta. En contra de lo que puede creerse, el alcohol no es un estimulante, sino, como hemos visto en anteriores descripciones, es un depre-
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sor del sistema nervioso central, pues a la sensación de euforia y desinhibición inicial le sigue el estado de somnolencia, visión borrosa, incoordinación muscular, aumento del tiempo de respuesta, fatiga muscular, etc., por tanto el sujeto no reúne las condiciones óptimas tanto físicas como mentales para responder de manera satisfactoria a la estimulación sexual. Asimismo el doctor García Cebrán* (2004) desmiente algunas “falsas creencias”, como que los fármacos para tratar la impotencia tengan poderes afrodisíacos, o que las drogas como la cocaína y el cannabis mejoran las erecciones; por el contrario, matizó que las drogas son los “grandes enemigos” de esta patología. Estudiemos a continuación las percepciones en relación al tema obtenidas en la investigación (Gráfica nº 23). Gráfica nº 23: “El alcohol estimula el inicio de las relaciones sexuales”
NS/NC 28%
SI 35%
NO 37%
Las respuestas de este enunciado son bastante equilibradas, pero destacan ligeramente aquellas que no creen en esta propiedad del alcohol (36,9%) y, muy de cerca se encuentran aquéllas que tienen una percepción positiva o creen en el beneficio (34,8%). De acuerdo a las edades, los jóvenes que comparten dicha idea cuentan entre 15 y *
García Cebrán, J.: Médico adjunto del Servicio de Urología del Centro de Especialidades Juan de Llorens de Valencia. En: Europa Press, http://www.solocannabis.com
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17 años (39,4%), por el contrario los que no creen en ella son los mayores de 24 años (48,1%) y los menores de 15 años los que menos se posicionan (34,8%). Estos resultados nos llaman a la reflexión, a pesar de que la cantidad de jóvenes que creen en el beneficio no representen la mayoría, porque se vincula directamente el consumo de alcohol con los efectos desinhibidores y estimulantes de la misma. Es la segunda creencia social con mayor apoyo, tras “Ayuda en las relaciones con los amigos/as”.
2.3. ¿POR QUÉ SE TOMAN LAS DROGAS? 2.3.1.
Motivaciones del consumo
En la historia de la humanidad las drogas siempre han estado presentes, aunque en cada cultura sus significados y usos han sido diversos. Siguiendo a Martín Hopenhayn (1999) vamos a abrir la “caja negra de las motivaciones” que movilizan el consumo de las sustancias en los jóvenes. Las motivaciones hacen referencia a la facultad de decidir y ordenar la propia conducta para aproximarse a las drogas y al estilo de vida que se asocia a su consumo. En ese sentido, los amigos/as, la búsqueda de su identidad y de libertad, las inquietudes, las necesidades personales-sociales... o cualquier figura cercana a los chicos y chicas tienen un papel destacado pues su actitud y posicionamiento influirán en el grado de motivación (FAD, 1997). MOTIVACIONES DERIVADAS DE LOS CUESTIONARIOS En primer término, en la investigación analizamos las distintas motivaciones que han planteado los sujetos en el momento de con-
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
tactar con la droga (alcohol, tabaco y cannabis): “por curiosidad”, “porque mis amigos/as lo hacen”, “está de moda”, “para desconectar de los problemas”, “me presionaron/condicionaron a hacerlo” y “para caer bien al grupo”, al margen de que hayan o no seguido con el hábito. 2.3.1.1. “Por curiosidad” La curiosidad es un aspecto inherente al adolescente, en el que con frecuencia suele explorar, experimentar y querer “estar a la última” o “lo que se lleva”. En definitiva, se traduce en una necesidad de descubrimiento, donde la droga puede percibirse como un “elemento atractivo repleto de sorpresas”; por tanto no es extraño que los jóvenes quieran desvelar dichas “sorpresas” por sí mismos. Prueba de ello, por ejemplo, según el último estudio publicado por la Junta de Andalucía (E.D.I.S., 2003) las motivaciones más citadas se refieren a aspectos experimentales (50,2%); concretamente el 32,6% dicen haber iniciado el consumo por experimentar placer, por animarme, etc. y, el 17,6% por curiosidad y deseo de sentir sensaciones nuevas. Los datos más gráficos son los expuestos en la Encuesta sobre Drogas a Población Escolar 2000 (DGPNSD, 2001) sobre las motivaciones del consumo, específicamente del cannabis, donde la razón principal constituye “la curiosidad” (89,4%), seguido por “sentir nuevas sensaciones” (35,5%). Porcentajes muy altos que se pueden explicar, entre otros, por los mitos existentes sobre el cannabis y porque ésta es la sustancia considerada como droga y por ende un elemento teóricamente “prohibido”; poniendo de manifiesto la importancia que hoy en día tiene la droga. Analicemos enseguida los resultados relacionados a la curiosidad en la investigación.
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
101
Gráfica nº 24: Motivo de consumo: “La curiosidad” 88%
Cannabis
77,4%
Tabaco Alcohol
67,1%
La Gráfica nº 24 muestra que la curiosidad es una razón de incuestionable importancia, tal es así que representa el motivo principal del 88% de jóvenes que empezaron a consumir cannabis, a corta distancia le siguen el 77,4% de chicos y chicas en relación al tabaco e igualmente con un porcentaje alto (67,1%) se asocia el inicio del consumo en cuanto al alcohol. Destacar el cannabis, por tener el resultado más alto y, reitera la percepción de que es la droga que mayormente en los sujetos suscita el deseo de averiguar sus “propiedades”, asimismo constituye un porcentaje sólo 1,4 puntos menos que la encontrada por DGPNSD (2001). 2.3.1.2. “Porque mis amigos/as lo hacían” La pertenencia a un “grupo” es algo consustancial a cualquier ser humano. Desde la perspectiva del imaginario social, el grupo por excelencia lo constituye el “grupo de amigos/as”, y en ningún otro colectivo como el de los jóvenes y los adolescentes resulta más emblemático (Rodríguez, Megías y Sánchez, 2002: 5). El concepto de grupo se define como una pluralidad de personas interrelacionadas por desempeñar cada una un determinado rol, en función de unos objetivos comunes, más o menos compartidos, y que interactúan según el sistema de pautas establecido (Munné, 1979). Así, el consumo de drogas puede actuar como un elemento de integración grupal: muchos de los adolescentes y jóvenes beben o fuman
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
porque lo hacen los demás miembros del grupo. También, para este colectivo el grupo tiene una gran trascendencia como espacio de socialización (dentro de él se interiorizan valores, se aprende a relacionarse con los demás, se incorporan hábitos, etc.); espacios donde se fortalecen los procesos de pertenencia, de vinculación y aceptación de los miembros. Es éste el ámbito y contexto propicio para el consumo de drogas, porque pasa a ser una conducta del grupo que actúa reforzando la integración del mismo (Comunidad de Madrid, Agencia Antidroga, 2002: 10). Por tanto, las creencias sobre cómo los individuos significativos responden al consumo, la percepción del consumo por parte del grupo de iguales o de amigos/as son altamente predictivos, especialmente aquéllos más próximos. En la investigación encontramos los siguientes resultados asociados a “porque mis amigos/as lo hacen” como razón/motivación para empezar el hábito (Gráfica nº 25). Gráfica nº 25: Motivo de consumo: “Porque mis amigos/as lo hacían”
1 3 ,2 %
1 1 ,4 % 5%
A lc o h o l
T abaco
C a n n a b is
La imitación de la conducta se puede vislumbrar en la Gráfica nº 25, donde ha servido de argumento para el 13,2% de jóvenes que empezaron a consumir alcohol, el 11,4% para aquéllos que iniciaron con el tabaco y sólo el 5% utilizó tal justificación cuando comenzó a ingerir cannabis. A pesar de que las cifras sean reducidas ocupan el segundo lugar en importancia (aceptación) en cuanto a los motivos de inicio de las drogas estudiadas.
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
103
2.3.1.3. “Está de moda” En la sociedad de consumo en el que vivimos, las drogas se han transformado en objetos de consumo en sí mismos, dentro de la oferta indiferenciada de productos que ofrece el mercado; esto tiene mucho que ver con el marketing que crea la propia dinámica social de consumista. Del mismo modo, el consumo se ha convertido en un aspecto clave de la cultura de ocio de los jóvenes, es decir, es un fenómeno de moda, donde la ingesta de tóxicos con finalidades recreativas tiene una importante dimensión económica y ha pasado a ocupar una posición relevante en las ofertas de ocio juvenil que, en opinión de la Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid (2002) cerca del 60% del dinero que reciben los chicos y chicas para gastos personales lo destinan a la compra y consumo de drogas. En ese sentido, el hábito de consumir sustancias sobre todo los fines de semana está de moda, gracias, entre otras razones, a intensas actividades publicitarias y a los estilos de vida juveniles. Así, por ejemplo, para el 0,6% de los jóvenes andaluces el motivo de consumo es precisamente por “encontrar un nuevo estilo de vida” (E.DI.S., 2003). Veamos a continuación los datos observados al respecto en la investigación. Gráfica nº 26: Motivo de consumo: “Está de moda”
Cannabis
0,6% 2%
Tabaco 2,5% Alcohol
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
La moda es una justificación para el 2,5% de chicos y chicas que se acercaron al alcohol, el 2% en relación al tabaco y escasamente el 0,6% en cuanto al cannabis. Los porcentajes no son representativos, pero es importante conocer estas percepciones cara a la prevención. 2.3.1.4. “Para desconectar de los problemas” El uso de drogas, para un sector de jóvenes, se concreta en una forma de evasión del entorno, porque entre otros, éstos se sienten insatisfechos o desbordados con su vida personal, escolar, familiar o social. La evasión se intensifica fundamentalmente en el fin de semana (Comunidad de Madrid, Agencia Antidroga, 2002). Es el tiempo de ocio, de contraposición a las tareas que se llevan a cabo por obligación (estudiar, colaborar en tareas, trabajar, etc.) y es vivido como un espacio de liberación del control que ejerce la familia o la escuela y, donde el consumo de sustancias contribuye a trascender de las responsabilidades, las obligaciones cotidianas y de los problemas. Los datos que nos describe la Junta de Andalucía (E.D.I.S., 2003) sobre las motivaciones de consumo de drogas en relación a la pasividad y huida, son bastante clarificadores de lo expuesto en líneas arriba: “escapar a problemas personales” (5,3%), “estar a disgusto con la sociedad” (1,5%), “pasar de todo” (1,9%) y “sentirse discriminado en el trabajo” (1,9%), todos suman un total de 8,7% de personas que aluden motivos de evasión o de desconexión de los problemas como fundamento para empezar el hábito. Estudiemos enseguida los resultados encontrados en la investigación sobre el tema.
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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Gráfica nº 27: Motivo de consumo: “Para desconectar de los problemas” 2,5%
2,6% 1,7%
Alcohol
Tabaco
Cannabis
Los porcentajes distinguidos sobre la aceptación de la evasión de los problemas mediante las drogas son: tabaco el 2,6%, alcohol 2,5% y cannabis el 1,7%. Estos resultados constituyen una incidencia baja, bastante igualados en las sustancias legales y en menor proporción el cannabis; asimismo, se sitúan por debajo de la mitad con respecto a los porcentajes hallados por EDIS (5,3%). No obstante hay que tenerlos en cuenta, porque representan a un número de usuarios que emplean las drogas para olvidar sus preocupaciones o trascender de la realidad. 2.3.1.5. “Me presionaron/condicionaron” La elección del grupo de amigos/as y su consecuente aceptación, son actualmente aspectos de destacada importancia en cuanto a la representación social entre los chicos y chicas. Del mismo modo, las creencias sobre cómo los individuos significativos responden al consumo y las presiones de los iguales son altamente predictivos, fundamentalmente los amigos/as más cercanos (Robin, Johnson y Lannoti, 1996). Según Munné (1979) en los grupos se establecen por un lado, unas condiciones a los miembros (presiones) y por otro, el grupo en sí mismo cumple también otros requerimientos. En cuanto a la primera queremos resaltar fundamentalmente aquellas que de algún modo ejercen una pre-
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sión (mayor o menor, de acuerdo a los casos), condicionamiento o prerrequisito a las personas para ser consideradas parte de un “todo”: • Poseer una característica común con los demás miembros del grupo (valores, intereses, proximidad, característica físicas, psíquicas o sociales...). • Operar para la consecusión de unos objetivos comunes, afectivos o utilitarios. • Regular sus acciones por un sistema común de pautas, normas o modelos de comportamiento. • Tener más o menos conciencia de pertenecer al grupo, como unidad más allá de uno mismo y, sobre todo, ser reconocido como tal por los demás miembros del grupo “de forma expresa o tácita”. Así, desde una perspectiva estructural, las expectativas hacia los distintos modelos de relación interpersonal estarían condicionadas por distintos elementos, y por las posibles interconexiones entre los diferentes puntos de las redes en que se inserta un mismo individuo (Rodríguez, Megías y Sánchez, 2002: 12). Una muestra de lo descrito es la expresión de jóvenes andaluces (E.D.I.S., 2003) que dan como razón en el inicio del consumo de drogas el “deseo de ser miembro de un grupo y sentirme aceptado por él” (4,1%). Analicemos ahora los datos distinguidos en la investigación. Gráfica nº 28: Motivo de consumo: “Me presionaron/condicionaron a hacerlo”
1,7%
Cannabis Tabaco Alcohol
1%
1,3%
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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La Gráfica nº 28 refleja los porcentajes sobre la presión o condicionamiento del grupo de iguales en el consumo de drogas, así la presión más alta fue para un reducido (1,7%) que empezaron con el cannabis, 1,3% con relación al alcohol y el 1% asocian a esta motivación al tabaco. Los datos son de poca incidencia, no obstante no podemos dejar de mencionarlos debido a la influencia del grupo en el consumo de las sustancias y se ubica muy por debajo de las frecuencias expuestas por EDIS (2003) en 2,8 puntos menos; estas diferencias pueden deberse, entre otras, a características etarias de la muestra: EDIS abarca a sujetos a partir de los años en adelante (incluye personas mayores) y en la investigación nos centramos entre los 12 a 26 años. Es la motivación que ocupa el penúltimo lugar en la escala establecida para tal fin. 2.3.1.6. “Para caer bien al grupo” La realidad y las expectativas de los jóvenes respecto a sus relaciones grupales se percibe, de acuerdo a Rodríguez, Megías y Sánchez (2002) que, el hecho de “estar solo/a” es una rareza difícilmente comprensible, casi una patología, opuesta por principio a uno de los valores más arraigados socialmente (“estar relacionado y ser popular”); es decir, no sólo es necesario relacionarse con otras personas para sentirse afectivamente cubiertos o arropados sino que es, sobre todo, útil. Así, para los chicos y chicas existen unos presupuestos de partida determinantes en la configuración de las relaciones, por ejemplo, además de la necesidad de relacionarse y no estar solo/a, destacamos la necesidad de contacto, arropamiento y cercanía afectiva, concretado en la “amistad”. El reconocimiento del sentido de pertenencia al grupo que sirve de referencia continua en los momentos de ocio, de igual modo lo es también su papel de plataforma en la que se articulan la socialización y la identidad, donde los púberes y los que no lo son tanto no
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pueden sustraerse de la “marea” y sienten la necesidad de “caer bien”, de integrarse en él. Por tanto, el hecho de apartarse de esos cánones podría significar, para gran parte de ellos/as, el estar al margen de lo que “se lleva” o “ser diferentes” (Comunidad de Madrid, Agencia Antidrogas, 2002). Dicha rareza o distancia del “prototipo” a seguir expresada en “para no sentirme raro” como motivo para el consumo de inicio en el hábito representa el 1,4% de la población andaluza (E.D.I.S., 2003). Los datos al respecto en la investigación pueden observarse en el siguiente gráfico. Gráfica nº 29: Motivo de consumo: “Para caer bien al grupo” 0,8%
0,2%
Alcohol
Tabaco
La Gráfica nº 29 refleja la razón “para caer bien al grupo” como fundamento para el inicio del consumo de tabaco (0,8%) y el comienzo para el 0,2% de jóvenes en relación al alcohol. Dicho motivo de consumo ha sido el que menor incidencia hemos encontrado en el listado de razones que aludieron los sujetos estudiados para el inicio de consumo de las sustancias y, constituyen al igual que en las dos anteriores motivaciones, datos por debajo de la mitad de los reflejados por EDIS (2003).
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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OTRAS MOTIVACIONES DERIVADAS DE LAS ENTREVISTAS La originalidad de las respuestas y las motivaciones no previstas en los cuestionarios, dan lugar a ofrecer un espacio específico a los resultados observados en las entrevistas, por ello se considera necesario que salgan a la luz, dada la importancia que puede tener en el estudio del fenómeno, sean éstas: “por diversión”, “por las costumbres”, “por la tontería”, “para parecer mayor” y “por la tolerancia al tabaco”. 2.3.1.7. “Por diversión” Es frecuente asociar el consumo de drogas con motivaciones de carácter lúdico, con la diversión, con los procesos de integración y aceptación en el grupo de iguales. Así, la diversión, la fiesta o la “marcha” tiene un lugar destacado en el inicio o proximidad con las sustancias, hecho que se produce fundamentalmente con la compañía de los “amigos/as”. El grupo que se busca para este fin estará compuesto por personas no necesariamente por los denominados “amigos/as de verdad”, pero tienen que ser funcionales para las expectativas de diversión (personas conocidas, guapas, divertidas, populares, etc.) de acuerdo a las necesidades de cada cual. En la investigación los datos al respecto son bastante llamativos (Gráfica nº 30), conformando el primer lugar en la escala de motivaciones distinguidas en las entrevistas. Gráfica nº 30: Motivo de consumo: “Por diversión”
Cannabis
25%
38,6%
Alcohol
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
La diversión representa el 38,6% de jóvenes que aluden a este motivo para el inicio del consumo del alcohol, le sigue el 25% de chicos y chicas que dan dicha razón en relación al cannabis; no encontramos esta justificación en cuanto al tabaco, tal vez, por los efectos eufóricos y de deshinbición que estas drogas (alcohol y cannabis) producen de forma bastante rápida. 2.3.1.8. “Por las costumbres” En el discurso social interaccionan los códigos culturales vigentes, los valores, la información temática, etc.; así, la percepción social sobre las drogas se encuentran mediatizadas por los criterios preestablecidos en cada sociedad, la misma que condicionará el contenido del discurso. Dicho contenido, difundido por los medios de comunicación y otros mecanismos propios de la cultura (tradiciones, costumbres, significantes... en cuanto al uso y empleo de las sustancias) provoca una actitud de permisividad de las drogas legales (alcohol, tabaco) y de algunas que no lo son (cannabis, somníferos, antidepresivos...), así como una reacción beligerante ante las sustancias consideradas ilegales. Las drogas socialmente admitidas son elementos con los que se ha aprendido a convivir, dentro de una relación de intenso consumo a lo largo de la Historia. Estos consumos (moderados) se llevan a cabo con el beneplácito social convirtiéndose en una tradición, donde muchas veces es difícil rechazar su empleo porque se asocia a otros ritos. En España el modelo consumista ha tenido una gran repercusión en el mercado de las drogas legales, de tal forma que los últimos años se ha experimentado una explosión de ingesta de sustancias alcohólicas en amplios sectores sociales, así como un incremento importante en el consumo de tabaco, hecho que tiene que ver, entre otras razones, con la incorporación masiva de las mujeres en el hábito y el adelanto en la edad de inicio de los jóvenes (Defensor de Pueblo Andaluz, 2002). Por ejemplo, el enunciado “porque es una cos-
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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tumbre” como motivo para empezar el consumo de sustancias ha sido expresado por el 23,7% de los jóvenes andaluces (E.D.I.S., 2003). Enseguida vemos los datos referentes al tema en la investigación. Gráfica nº 31: Motivo de consumo: “Por las costumbres”
31,3%
18,8%
Alcohol
Cannabis
Las costumbres o la tradición como razón en el consumo de drogas es bastante significativa en el estudio, así el 31,3% asocia a dicho motivo para iniciarse con las sustancias alcohólicas y el 18,8% en cuanto al cannabis; porcentaje próximo mostrado por EDIS (2003). Llama la atención que esta variable no haya salido en el caso del tabaco, sin embargo constituye la segunda motivación más importante en el consumo de drogas derivadas de las entrevistas. 2.3.1.9. “Por la tontería” La tontería es un concepto de difícil explicación, puesto que no denota ninguna razón de aparente peso o no hay motivo explícito para el inicio en las drogas, sin embargo, están presentes como razones de consumo en los tres tipos de sustancias estudiadas. Es una cuestión que tiene que ver con los estilos de vida de los chicos y chicas fundamentalmente urbanos españoles, donde la in-
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gesta de sustancias pueden ejercer el poder de discriminar actitudes y comportamientos; por tanto, se consume o no se consume, en función de las características de los grupos, sin darle demasiada importancia, sin casi darse cuenta, tal vez porque el acto parece adquirir un cierto automatismo, especialmente en el tabaco (Comas, 2001). No obstante, el hecho de emplear sustancias expresa significados profundos, tal vez, relacionados con el reconocimiento y respeto de los demás miembros del grupo, y las prioridades personales. Un ejemplo muy cercano lo distinguimos en el estudio llevado a cabo por la Junta de Andalucía (E.D.I.S., 2003) en el que “pasar el rato” es una razón sin aparente trascendencia para consumir las drogas, pero significan el motivo principal del 42,2% de los jóvenes andaluces. En ese sentido los resultados de la investigación expresan los siguientes datos, tal y como se muestra en la Gráfica nº 32. Gráfica nº 32: Motivo de consumo: “Por la tontería”
14,1%
Cannabis
23,4%
Tabaco Alcohol
8,8%
“La tontería” es el motivo principal para el 23,4% de los jóvenes que empezaron a fumar tabaco, le siguen los fumadores de cannabis (14,1%), finalmente, el 8,8% de los entrevistados que iniciaron el consumo de bebidas alcohólicas por dicha razón. Los resultados son menores en comparación a los ofrecidos por EDIS (2003), no sólo porque en
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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la investigación se distinguen las valoraciones específicas de cada droga, sino también, entre otras, a los caracteres de la muestra (EDIS abarca un rango de población amplísima a partir de los años en adelante). 2.3.1.10. “Para parecer mayor” Es evidente la asociación entre éxito social y el consumo de tabaco y, sobre todo de alcohol, en los prototipos de “jóvenes guapos, guapas y felices” (Comas, Aguinaga, Orizo, Espinosa y Ochaíta, 2003); relación que puede llevar o desembocar en conductas de riesgo más frecuentes, debido a la necesidad de los púberes y adolescentes en demostrar que han dejado atrás la etapa infantil, puesto que quieren mostrar que ya son unos hombres y mujeres en todos los sentidos; por tanto, reclaman el reconocimiento de su autonomía, de su capacidad de participación y toma de decisiones en los ámbitos familiares, escolares y sociales... y se otorgan también la licencia (cada vez más en edades tempranas) para consumir las drogas. En la investigación (Gráfica nº 33), además de “por parecer mayor”, se distinguen otros sinónimos o términos empleados por los entrevistados como “hacerse los chulos” o “presumir” que van en la línea de una clamorosa exaltación o necesidad de hacerse notar con sus iguales y a nivel social en general. Gráfica nº 33: Motivo de consumo: “Para parecer mayor”
17% Alcohol 9,4% 3,6%
Tabaco Cannabis
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
El hecho de aparentar mayor edad o de mantener unas conductas “maduras” o “adultas” (Gráfica nº 33) como motivo de inicio de las drogas reflejan los siguientes datos: el porcentaje más alto se observó en aquellos que empezaron a consumir tabaco (17%), en segundo término encontramos a quienes dicen haber comenzado a consumir el cannabis (9,4%), finalmente sólo el 3,6% en relación al alcohol. Llama la atención que destaquen las drogas normalmente fumadas, cuyo hábito es tolerado o aceptado en cualquier momento y en casi todas partes, sobre todo en el caso del tabaco. 2.3.1.11.“Por la tolerancia al tabaco” La tolerancia es el proceso en el que el organismo admite en forma ascendente una mayor cantidad de sustancia tóxica. Fundamentalmente se caracteriza porque la droga disminuye sus efectos en el sujeto, entonces surge la necesidad de administrar repetidas veces, de modo que eleva la dosis para obtener la sensación deseada. En la investigación distinguimos la tolerancia como motivo de consumo en el caso del tabaco, siendo éste uno de los primeros nexos con las drogas legales, quedándose con el tiempo y los hábitos de uso y consumo “insuficiente” para dar lugar a una ingesta “más fuerte” o “más efectiva” en el 12,5% de los jóvenes estudiados (Gráfica nº 34) que iniciaron el consumo de cannabis; no obstante no se observaron tolerancia en el resto de drogas. Gráfica nº 34: Motivo de consumo: “Por la tolerancia al tabaco”
87,5% 12,5%
Tabaco No hay tolerancia
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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LAS MOTIVACIONES DE ACUERDO AL TIPO DE DROGAS El análisis que se lleva a cabo en este apartado, a diferencia de la primera, es una perspectiva esquemática de acuerdo a la tipología de drogas consumidas. Tabla nº 12: Motivaciones según la tipología de droga consumida MOTIVOS
%A
%T
%C
Por curiosidad
67,1
77,4
88,0
Porque mis amigos lo hacían
13,2
11,4
5,0
Está de moda
2,5
2,0
0,6
Para caer bien al grupo
0,2
0,8
-
Me presionaron a hacerlo
1,3
1,0
1,7
Para desconectar de los problemas
2,5
2,6
1,7
13,3
4,8
2,9
Otros A: alcohol, T: tabaco, C: cannabis
Las motivaciones de acuerdo al tipo de drogas (Tabla nº 12) son fundamentalmente dos: “la curiosidad” y “porque mis amigos/as lo hacían”. Respecto a la primera, cabe destacar que es la razón más recurrida en las tres drogas estudiadas (alcohol 67,1%, tabaco 77,4% y cannabis 88%), constituyendo el pilar básico que da lugar a la aproximación de las sustancias y; la segunda, a gran distancia, se observa una incidencia de 13,2% en el caso del alcohol, el 11,4% con relación al tabaco y el 5% sobre el cannabis. Las demás justificaciones tienen una presencia menos importante no superando el 3% de repercusión. 2.3.2.
Factores de mayor influencia en el consumo
Constituyen las circunstancias o características personales, familiares o ambientales que, relacionadas con las drogas, aumentan la probabilidad de que un individuo, mantenga o enfatice los consumos
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(factores de riesgo) o; por el contrario serían condiciones que protegen al sujeto a tener consumos irresponsables o a no “probar” drogas “duras” (factores de protección). Los factores en los que nos centraremos en la investigación son los de riesgo constatando que, además de las características personales, familiares y sociales que rodean al joven, existen los riesgos vinculados a la propia droga, sean éstos por sus propiedades farmacológicas, de sus efectos a corto, medio o largo plazo y de su capacidad para generar adicción. La presente investigación saca a la luz información necesaria para establecer que los motivos principales aducidos por los jóvenes estudiados en el inicio de consumo de las drogas son mayormente la curiosidad y la imitación a los amigos, pero la continuidad y/o frecuencia de las mismas se ven favorecidas por distintos factores. Dichos factores estudiados en la investigación son: los amigos/as, bares y discotecas, los compañeros/as de trabajo, la familia, la televisión, la escuela, el cine y los carteles comerciales, de los que se pidió su valoración en relación al grado de influencia que tienen éstos en el consumo de las drogas. Las medidas de valoración son: alta (mucho), medio (intermedio) y poco (bajo). 2.3.2.1. Los amigos/as Hoy en la sociedad, una significativa parte de la población en la que se producen relaciones socio-grupales tiene que ver con las dinámicas propias del consumo, debido a que muchos de los referentes de identidad en los que se cimientan las expresiones de grupo se consolidan mediante la transacción comercial, más o menos explícita, y especialmente en el tiempo libre. No se trata sólo del consumo de elementos o productos que identifican físicamente, sino también que los propios contextos de relación o de actividades llevadas a cabo en grupo, casi de forma indispensable, requieren el consumo de objetos (ropa, música, bebidas, tabaco, comida, etc.), de espacios... (Rodríguez, Megías y Sánchez, 2002: 16). Del mismo modo, Cembranos y Palle-
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rés (2001), añaden que en dichos contextos se da una cierta relativización de las expectativas tradicionales de la amistad, así como una creación y recreación de identidades (simbologías) mediante el consumo. Por tanto, sirve como indicador de evaluación para definir la influencia de este tipo de consumo que la persona, por lo general, desconoce los efectos reales de la droga y el consumo, mayormente, se realiza en el marco de un grupo que le invita a probarla (FAD, 1997). Es decir, la facilitación y la aprobación social del consumo de la sustancia, por parte de los iguales, son especialmente importantes como factores de influyen en la misma (FAD y Ayuntamiento de Madrid, 2000). De igual manera, la percepción del consumo por parte de los amigos/as y las presiones de ellos/as son altamente predictivos, sobre todo los más cercanos (Robin y Johnson, 1996; Lannoti, 1996). Vamos a analizar a continuación los resultados obtenidos en la investigación, sobre la influencia de los amigos/as en el consumo de las sustancias. Gráfica nº 35: Factor de influencia: “Los amigos/as” Cannabis
1,8% 7,1%
91,2%
6,3% Tabaco
Poco 12,8%
80,9%
Medio Mucho
5,3% Alcohol
11,3%
83,4%
La influencia de los amigos en el consumo de sustancias es contundente, tal como se muestra en la Gráfica nº 35, así la influencia es alta, en primer término, para el 91,2% que consume cannabis, seguida por el 83,4% que bebe alcohol y el 80,9% que fuma tabaco. Como dato adicional podemos ofrecer que también en las entrevistas los amigos tuvieron una influencia determinante a la hora de
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beber alcohol (58,8%), situación parecida se observa en el 53,2% de los sujetos que fuman tabaco. Del mismo modo, en ambas drogas los resultados de acuerdo a los distintos grupos de edad se encuentran repartidos de forma homogénea a diferencia del cannabis; en él es interesante ver cómo en los intervalos etarios a partir de los 18 años los jóvenes aceptan con mayor amplitud la influencia de los amigos/ as en el consumo de la sustancia. Según la Gráfica nº 35, si comparamos la influencia alta de los amigos/as en el consumo de cannabis con el del tabaco y el alcohol, observamos en estas dos últimas un grado de influencia algo menor, pero todas son ampliamente mayoritarias; en cifras más pequeñas, pero igualmente importantes son aquellas valoraciones intermedias. Ante estos resultados, cabe afirmar que, los amigos/as se constituyen como los difusores “legales” o factores de mayor influencia en el consumo de las tres drogas estudiadas. 2.3.2.2. Los bares y discotecas Históricamente la infancia y la juventud no se han caracterizado por disponer de espacios privados o especiales reservadas para ellas, sino que han estado compartiendo los ambientes de los adultos. Los espacios orientados para los jóvenes son una conquista del Siglo XX, donde éstos coadyuban a construir una identidad personal autónoma e independiente a la de sus padres, madres, cuidadores/as, profesores/as, etc.; así su reivindicación no sólo respondió a unas necesidades materiales, sino fundamentalmente a unas necesidades simbólicas, es decir, la puesta en marcha de unos rituales y espacios de un imaginario juvenil. Hoy los espacios compartidos en el hogar se prolongan en el tiempo, debido entre otras razones, al retraso en la emancipación familiar, por tanto, los jóvenes no están obsesionados tanto en marchar de dicho espacio, sino en buscar espacios propios que pueden compensarles: la cultura de la noche (“la marcha”), los viajes... (Feixa, 2003).
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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Penetrando en la cultura de la noche, los bares, discotecas, pubs, etc. son espacios o contextos de relación o donde los grupos desarrollan actividades, donde prácticamente es indispensable consumir (juegos, música, sustancias...). Estos espacios se encuentran fundamentalmente concurridos en las noches de los fines de semana como consecuencia del tiempo de ocio juvenil que se concreta en “la marcha”, asimismo son ambientes marcados por cualquier tipo de elementos disuasorios que delimitan quién forma parte de ellos o puede hacerlo, y quién no (Rodríguez, Megías y Sánchez; 2002); por ejemplo, espacios denominados de “ambiente”, más bien orientados a jóvenes homosexuales o lesbianas, espacios para los “metaleros”, espacios con un tipo de música concreta, espacios con “bebidas o consumos muy especializados”, espacios que exigen un tipo de “vestimenta concreta”, espacios según “intervalos de edades”, etc. Desde la perspectiva, las personas (grupos) adquieren diversos caracteres identitarios/simbólicos, según los contextos en los que se mueven. Veamos los resultados obtenidos en la investigación al respecto (Gráfica nº 36). Gráfica nº 36: Factor de influencia: “Bares, discotecas...” 5% Cannabis
27,8%
67,2% Poco
22,2% Tabaco 9,4% Alcohol
33,4% 44,3%
Medio Mucho
20,9% 69,6%
Los bares, pubs, discotecas... son espacios o contextos de ocio preferidos por la juventud cuando salen a divertirse y son percibidos por ellos
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
como factores muy influyentes en el consumo de las sustancias (alcohol: 69,6%, cannabis: 67,2% y tabaco: 44,3%); llama la atención que en el caso del tabaco el porcentaje es menor en aproximadamente 23 puntos, no obstante, en los tres tipos de drogas, son los valores más altos. La información obtenida en este factor, sin lugar a dudas, nos deja evidencia que los espacios de ocio juvenil, en este caso, más bien ligados a la noche, son medios propicios o factores de riesgo importantes para generar o potenciar el hábito de uso de las diversas drogas. Tal es así que, tras los amigos/a, ocupa el segundo lugar como factor de influencia en el consumo de las sustancias. 2.3.2.3. Los compañeros/as de trabajo En el ambiente laboral hay que resaltar la influencia de los compañeros/as en el consumo, así como en la dimensión festiva y de celebración que se producen en él, sea por motivos personales, sociales o tradicionales. En ese sentido, se organizan con cierta frecuencia actividades recreativas como comidas y cenas de trabajo donde, si bien pocos jóvenes objeto de nuestro estudio se encuentran inmersos, sin embargo, poseen la información de sus progenitores y de la sociedad en general. También, cabe el riesgo de que en vez de tomar como referente a los compañeros de trabajo como tal, asocian el concepto a los compañeros de estudio o clase. Gráfica nº 37: Factor de influencia: “Los compañeros/as de trabajo” 27,4%
Cannabis Tabaco Alcohol
33,8%
43,2% 22%
29,4% 44,3%
Mucho Medio
19%
38,9%
42,1%
Poco
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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Así, la influencia de los compañeros/as de trabajo en el consumo de las sustancias (Gráfica nº 37) refleja los siguientes datos: los porcentajes mayoritarios son los referidos a que es un factor con escasa o poca influencia (tabaco: 44,3%, alcohol: 42,1% y cannabis: 29,4%); sin embargo, aquéllos/as que consideran que este factor es “muy influyente” (tabaco: 33,8%, cannabis: 27,4% y alcohol: 19%) representan un sector importante, aunque estos últimos resultados no son los más significativos, pero señalan un ambiente laboral (relaciones interpersonales) como factor notable en el consumo de las drogas. En las tablas de contingencia según la edad no encontramos resultados destacables, encontrándose los porcentajes repartidos de forma homogénea. 2.3.2.4. La familia Actualmente, hablar sobre la “familia española” prototípica es bastante difícil, dado la diversidad de modelos vigentes (monoparentales, reconstruidos, del mismo sexo...) en un afán de adaptación a una realidad que cambia rápidamente. Lo que sí es común en todos los modelos es que la familia, según Dávila (2003) es la institución más valorada por la sociedad española, por delante de los demás factores de la vida (bienestar económico, trabajo, amistades, etc.). Asimismo, constituye el primer lugar de socialización, un espacio vital de influencia que resulta imprescindible para favorecer la estabilidad y la cohesión de toda la sociedad, al ser para las personas que la integran la “mejor escuela” de formación humana y cultural, donde se aprenden a diario los valores de la convivencia, la solidaridad, el respeto mutuo, la tolerancia... así como la reproducción de los sistemas culturales. Del mismo modo, las actitudes tolerantes o el uso de las drogas en el hogar, en opinión de expertos (Kals y cols., 1996; Lannotti y cols., 1996), son los mejores predictores de la valoración positiva de los niños/as hacia el consumo y por tanto aumentan sus expectativas
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de consumir en el futuro; en definitiva es un factor de riesgo que se considera de vulnerabilidad ante las sustancias. Dichas situaciones concretas podemos objetivizarlas mediante casos como: • • • • • • •
Empleo de drogas legales (alcohol, tabaco, fármacos, pastillas para adelgazar, píldoras para dormir, etc.) Postura contradictoria de los padres o prefesorado (hacen una cosa y dicen otra) Padres altamente consumidores de las sustancias que impide o limita abordar de forma coherente los riesgos inherentes al hábito Actitud tolerante frente a la ingesta de sustancias, porque se cree que no acarrea demasiados problemas (baja concepción del riesgo) Estilo educativo inapropiado: exceso de disciplina o de permisividad Ocio y tiempo libre familiar desarrollado dentro de la cultura de consumo de drogas Etc.
Sobre el tema, en la investigación observamos en la gráfica los siguientes resultados: Gráfica nº 38: Factor de influencia: “La familia”
Cannabis
9,4% 13,4%
72,2% Poco
41,2%
Tabaco
18,9%
Alcohol
15,7% 20,7%
Medio
39,9%
Mucho 63,7%
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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La poca influencia de la familia en el consumo resulta mayoritaria para el 72,2% que emplea el cannabis, el 63,7% que bebe alcohol y 41,2% que fuma tabaco; por el contrario, para otra escasa población la influencia es alta o decisiva (tabaco: 39,9%, alcohol: 20,7% y cannabis: 13,4%). De la Gráfica, destacar el mayor porcentaje de influencia alta del tabaco, que junto a la influencia media suma el 58,8% de los jóvenes que creen que este factor induce al consumo; también resaltar la influencia del factor en relación al alcohol, porque en la lectura de los datos resulta “normal” que se reconozca la influencia familiar en la socialización de la droga. También los resultados coinciden en cierto modo con los teóricos que relacionan estos fenómenos con el desarrollo intergeneracional/ ontogenético, en el que el hecho de que los progenitores consumen alguna/s droga/s da lugar a una mayor probabilidad de que los hijos e hijas también lo hagan. Incluso si comparamos sustancias se observa que la familia es más influyente para el consumo de tabaco que para el de alcohol, entre otras razones, ello puede deberse a que el hábito de fumar cigarrillos es un gesto más cotidiano en la vida familiar y social. Finalmente, comentar que a pesar de que los porcentajes relacionados con el cannabis son bajos, es preocupante saber que existan en este ámbito nuclear, puesto que la sustancia es considerada bajo todos los prismas como una droga ilegal y su empleo familiar no responde a los estándares conductuales generales establecidos socialmente. 2.3.2.5. La televisión Los medios de comunicación de masas se consolidan como referencia casi obligada a la hora de conocer la visión limitada con la que cuentan los miembros de una sociedad, para recibir información y/o emitir sus opiniones al respecto. El conglomerado de información que se ofrece a la colectividad para abordar una realidad específica constituye de por sí una función selectiva, puesto que es codificada y simplificada (mass media) alrededor de todo aquello susceptible de acaparar audiencia (FAD, 1997); ello evidencia que
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nos encontramos ante sociedades de consumo que obedecen a criterios de mercado. Las variables que participan en la presentación final de los temas (selección, aspectos relacionados, valoraciones, orden de aparición, lenguaje, etc.) desvirtúan la representación de la realidad, transmitiendo y consolidando estereotipos creados. Uno de los medios más representativos es la televisión. La televisión es un medio audiovisual que convierte la razón y la crítica en elementos menos empleados, porque no permite a los sujetos detenerse y analizar la información (lo han sustituido las imágenes), los parámetros referenciales son inexistentes o escasos, las informaciones difusas y sesgadas... y sobre todo destacar la rapidez con las que se presentan. También es necesario poner en relieve que la educación informal (medios de comunicación, familia, etc.) tiene mayor trascendencia que la educación formal (escolar), por tanto el tiempo que permanezcan espectándola se traduce en tiempo de influencia. Los datos sobre los nuevos hábitos familiares en relación a la cantidad de horas que pasan los niños y jóvenes ante la televisión son preocupantes, por ejemplo, según el estudio llevado a cabo en Catalunya por el Consell de l´Audiovisual (CAC), presentado el 20 de enero de 2004 en el Parlament (citado por Ventura, 2004) dice que los niños/as catalanes entre 4 y 12 años consumen unas 990 horas al año de televisión, frente a las 960 horas que pasan de media en el centro escolar, además éstos prefieren la programación que se emite a partir de las 22 horas -franja conocida como “play time”-, es decir, fuera del horario protegido para los menores. Añadir a esta situación el informe 2002-2003 (“Anuario de la televisión 2004”) realizado por la consultora GECA en Madrid sobre jóvenes entre 13 a 24 años (citado por Rodríguez, 2004), donde de los 219 minutos (3 horas con 39 minutos) de consumo televisivo de media al día, los chicos y chicas están solos ante el televisor un total de 96 minutos,
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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80 minutos la ven acompañados por otra persona y 43 minutos en compañía de dos o más personas. De esta forma, estos datos nos muestran una realidad donde la televisión deja de ser un medio menos familiar de lo que era en sus orígenes (elemento de unión y compartido por la familia en determinados momentos), los menores se exponen abiertamente al medio, más aún si estos se encuentran sin acompañantes que influyan estratégicamente en el análisis o en la lectura crítica de lo que se está presenciando. También queda fuera de dudas el evidente “divorcio” entre “los contenidos y métodos de la educación y de los medios audivisuales”, puesto que algunos contenidos televisivos pueden considerarse como de “riesgo”, peligros potenciales por la acumulación para la sociedad y de la cultura: violencia, sexismo, racismo, pornografía, publicidad y estilos de vida que fomentan el consumo de drogas (legales o no) o los que violan el derecho al honor, la intimidad y la privacidad de las personas... Comprobemos la influencia de este medio de comunicación en el consumo de sustancias en la investigación. Gráfica nº 39: Factor de influencia: La televisión
20%
23,8%
56,2%
Tabaco
Mucho 15,7%
35,9%
Medio 48,4%
Poco
Alcohol
En la Gráfica nº 39 muestra la influencia de este medio de comunicación en el consumo de alcohol y el tabaco, se obvia el cannabis por su condición de ilegalidad que le impide salir abiertamente. Los datos más amplios corresponden a una baja/escasa influencia
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
tanto en el tabaco (56,2%) como en el alcohol (48,4%), frente a la influencia alta/decisiva, donde el 20% representa al tabaco y el 15,7% al alcohol. No obstante a que la influencia alta y media es menor no deja de ser llamativo que los sujetos relacionen sus consumos con la televisión; ello puede deberse, entre otras razones, a la cantidad de horas que los jóvenes ven este medio audiovisual, donde el bombardeo publicitario a favor del consumo de las sustancias es frecuente, así como los contenidos de los programas muestran unos estilos de vida o situaciones potenciadoras de las mismas. Dentro del contingente de edades no podemos destacar ningún dato significativo puesto en todos los niveles de influencia encontramos un patrón bastante homogéneo de resultados. 2.3.2.6. La escuela La Escuela o los Centros Educativos Escolares, son entidades oficiales donde los niños/as y/o jóvenes participan del proceso de enseñanza-aprendizaje en los diversos niveles educativos, donde también existe una filosofía, principios... y sistemas que se transmiten tanto explícita como implícitamente. Así, uno de los objetivos de las enseñanzas obligatorias es, en un sentido amplio, la de preparar para la vida, porque entre otras motivos, existe un número importante de personas que acaban ahí su escolarización. Valores como tolerancia, solidaridad, respeto, capacidad de crítica; hábitos saludables (por ejemplo: prevención en drogodependencias), capacidad de iniciativa y de relación... son aspectos y metas que el alumnado debe alcanzar. Sin embargo, es frecuente “el divorcio” o “distanciamiento” de estos objetivos escolares con los que el menor se enfrenta en su contexto (mediatizado por las dinámicas sociales). Por todo lo dicho, se aprecia que la escuela teóricamente no es un factor de mayor influencia en el consumo de drogas, no obstante analicemos los resultados en la investigación.
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
127
Gráfica nº 40: Factor de influencia: El Centro Escolar
6,2% 18,4% 75,3%
Cannabis 17,4%
65,9%
Tabaco 14,4%
Alcohol
Mucho
16,8%
Medio Poco
20,3% 65,2%
Los resultados mayoritarios corroboran a la poca o escasa influencia de la institución educativa como factor de consumo (cannabis 75,3%, tabaco 65,9% y alcohol 65,2%); sin embargo, encontramos jóvenes que dan a este factor una influencia alta (tabaco 17,4%; alcohol 14,4% y cannabis 6,2%). Según la edad, destacar que en el intervalo 15 y 18 años encontramos a chicos y chicas que dicen recibir mucha influencia en el consumo de tabaco (30,2%), los datos referidos al alcohol son parecidos. Las valoraciones medias y bajas responden, entre otras razones, a que la escuela o centro escolar es un contexto específicamente académico, considerada como el espacio menos propicio para el fomento o incitación del consumo de las drogas, puesto que en contra ahí se promueven actitudes, aptitudes... saludables y preventivos. No obstante, el hecho de observar un grupo de chicos y chicas que consideran o creen en su influencia, provoca preguntarnos si es la institución en sí lo que aporta algún tipo de influencia o si son las responsables el conjunto de circunstancias que la rodean (amigos, recreos, profesorado, alejamiento del hogar, no inclusión en el currículum escolar, etc.).
128
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
2.3.2.7. El cine El cine es un medio de comunicación audiovisual que, a diferencia de la televisión, éste constituye un espacio al que hay que acudir expresamente y pagando unas tasas. Pero las películas pueden ser vistas tras su proyección cinematográfica en la televisión. La unión de cerveceros y destiladores lleva décadas subvencionando a Hollywood (“la meca del cine”) para que haya en todas las escenas posibles alguien ofreciendo una copa, signo de distinción cuando hay el apropiado mueble-bar, o la simpática campechanía cuando el medio es más humilde. Los fabricantes de tabaco pagan también a los héroes y las heroínas del celuloide para que tengan siempre un cigarrillo en la mano o en la boca (Escohotado, 1996: 145). Así, del cine cabe resaltar la publicidad que se emite antes de la película, en el que, entre otras, se propagan mensajes a favor del consumo de alguna droga o, entrando en el contenido de los argumentos de los propios guiones observamos códigos culturales con actitudes permisivas, sobre todo frente a las denominadas drogas legales (alcohol, tabaco), consumos masivos... en definitiva, nos muestran unos estilos de vida acordes a la cultura de la droga. Enseguida estudiamos los datos de la influencia de este factor en el consumo de sustancias. Gráfica nº 41: Factor de influencia: El cine
60%
82,5%
68,1%
Poco Medio
25,5% 26,8%
14,5% 3%
Alcohol
14,5%
Tabaco
Cannabis
5%
Mucho
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
129
Los porcentajes mayores representan una baja o escasa influencia del cine en el consumo de las drogas (alcohol: 82,5%; cannabis: 68,1% y tabaco: 60%) y en porcentajes bajos aquéllos que sitúan al cine como un factor de mucha influencia (tabaco: 14,5%; cannabis: 5% y alcohol: 3%). Llama la atención, aunque las frecuencias son minoritarias, que haya jóvenes que creen ser influenciables, en menor o mayor medida, por imágenes o por los argumentos que hagan referencia al consumo o fomento de las drogas, especialmente del tabaco. 2.3.2.8. Los carteles comerciales El cartel comercial es una forma de publicidad que está presente en calles, paradas de autobuses, plazas, carreteras, etc. en el territorio, sea urbano o rural. La publicidad es el segundo canal de propagación de la imagen parcial que se ofrece en el discurso social dominante. En el campo de las drogodependencias los mensajes propagandísticos contribuyen a dispersar, mantener o imponer la visión de tolerancia e incitación del consumo, dada su finalidad última centrada en propiciar el aumento de consumo; con ese fin no encuentra inconvenientes en apoyarse o en promocionar estereotipos distorsionados o formas de comportamiento al margen de su verdadera correspondencia con la realidad que refleja. Vamos a comprobar los resultados de la influencia de los carteles comerciales en el consumo de drogas a través de la Gráfica nº 42. Gráfica nº 42: Factor de influencia: Los carteles comerciales 72%
Tabaco
16,3% 11%
Poco Medio 66,7%
Alcohol
25,6% 7,7%
Mucho
130
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
Al igual que los cuatro últimos factores estudiados, el mayor porcentaje corresponde a la baja o escasa influencia de los carteles comerciales en el consumo del alcohol y del tabaco (66,7% y 72%, respectivamente), no se incluye el cannabis dado a su situación ilegal y por tanto su publicidad se encuentra prohibida; en cambio, sólo expresan su influencia alta o determinante el 11% de los casos respecto al tabaco y el 7,7% en torno al alcohol. Resulta curioso observar que pese a las enormes campañas de marketing que rodean a las marcas de bebidas alcohólicas o de cigarrillos, la publicidad en los carteles comerciales no es considerada, por la mayor parte de los jóvenes, determinante en el consumo de las mismas. Lo que no podemos aventurar en afirmar es si estos mismos carteles publicitarios influyen en los chicos y chicas en la medida en que éstos consuman unas marcas más que otras. JERARQUÍA DE LOS FACTORES DE INFLUENCIA DE ACUERDO A LA TIPOLOGÍA DE DROGA CONSUMIDA A luz de los datos (Tabla nº 13), podemos concluir sobre los factores de mayor influencia en el consumo del alcohol, tabaco y cannabis que son los amigos/as y los bares y discotecas los que se erigen como fundamentales; en menor medida la familia para el caso de las bebidas alcohólicas y los cigarrillos y, en cuanto al cannabis los compañeros de trabajo. Los otros factores, aunque tengan cierta incidencia no representan valores significativos.
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
131
Tabla nº 13: Jerarquía de factores de influencia de acuerdo a la tipología de droga Factores de influencia: alcohol
MUCHO
MEDIO
POCO
Los amigos/as
83,4%
11,3%
5,3%
Los bares y discotecas
69,6%
20,9%
9,4%
La familia
20,7%
15,7%
63,7%
19%
38,9%
42,1%
La televisión
15,7%
35,9%
48,4%
La escuela
14,4%
20,3%
65,2%
Los carteles comerciales
7,7%
25,6%
66,7%
3%
14,5%
82,5%
MUCHO
MEDIO
POCO
Los amigos/as
80,9%
12,8%
6,3%
Los bares y discotecas
44,3%
33,4%
22,2%
La familia
39,9%
18,9%
41,2%
Los compañeros/as de trabajo
33,8%
22%
44,3%
20%
23,8%
56,2%
La escuela
17,4%
16,8%
65,9%
El cine
14,5%
25,5%
60%
Los carteles comerciales
11,7%
16,3%
72%
MUCHO
MEDIO
POCO
Los amigos/as
91,2%
7,1%
1,8%
Los bares y discotecas
67,2%
27,8%
5%
Los compañeros/as de trabajo
27,4%
43,2%
29,4%
La familia
13,4%
9,4%
77,2%
La escuela
6,2%
18,4%
75,3%
5%
26,8%
68,1%
Los compañeros/as de trabajo
El cine Factores de influencia: tabaco
La televisión
Factores influencia: cannabis
El cine
3. LAS REPRESENTACIONES SOCIALES Y LAS CONDUCTAS DE CONSUMO En este apartado se analizará de forma más esquemática la relación entre las representaciones sociales estudiadas en la investigación (capítulo 2) y las conductas adictivas derivadas de las mismas, es decir, cuál es la relación entre las percepciones, las creencias, los mitos, las valoraciones sociales, opiniones, hábitos, nociones, actitudes... preliminares que tienen los sujetos con los comportamientos epidemiológicos que asumen los jóvenes en cuanto al consumo de los tres tipos de sustancias propuestas. 3.1. RELACIÓN ENTRE LAS MOTIVACIONES, LA PERCEPCIÓN DEL SIGNIFICADO DE LA DROGA Y EL CONTACTO CON LAS SUSTANCIAS El contacto o relación con las drogas objeto de nuestra investigación (alcohol, tabaco y cannabis) es un claro indicador del acercamiento de los jóvenes a las sustancias consideradas “blandas”. Los aspectos relacionados con la continuidad o mantenimiento de ese primer contacto o, por el contrario, con un distanciamiento de las drogas, se analizará más adelante (periodicidad de consumo). Sin embargo, las razones que sirven de motivación para dicho contacto hacen alusión a la voluntad de los sujetos o las justificaciones que ofrecen y que se detalla en la siguiente Tabla (nº 14) que in-
134
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
cluye tanto las registradas en los cuestionarios como aquellas observadas en las entrevistas, siendo ambas complementarias. Tabla nº 14: Motivaciones en el consumo de las drogas Motivos de consumo: Cuestionarios
A%
T%
C%
“Por curiosidad”
67,1
77,4
88
“Porque mis amigos/as lo hacían”
13,2
11,4
5
“Está de moda”
2,5
2
0,6
“Para desconectar de los problemas”
2,5
2,6
1,7
“Me presionaron/condicionaron a hacerlo”
1,3
1
1,7
“Para caer bien al grupo”
0,2
0,8
-
Otros
13,3
4,8
2,9
Motivos de consumo: Entrevistas
A%
T%
C%
“Por diversión”
38,6
-
25
“Por las costumbres”
31,3
-
18,8
“Por la tontería”
8,8
23,4
14,1
“Para parecer mayor”
3,6
17
9,4
-
-
12,5
“Por la tolerancia al tabaco” A: alcohol, T: tabaco, C: cannabis
En la investigación, la interacción (contacto) entre los sujetos y las drogas se concreta en datos rotundos como: el 93,7% ha bebido alguna vez, el 79,1% ha fumado tabaco y el 54,9% ha probado cannabis (Gráfica 43).
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
135
Gráfica nº 43: Contacto con las diversas sustancias
54,9% Cannabis 93,7% Alcohol 79,1% Tabaco
La motivación más destacada en el inicio del consumo es la curiosidad (Tabla nº 14) y se traduce en una necesidad de saber/explorar de lo que acontece cuando se consume las drogas. En ese sentido, las respuestas de los chicos y chicas son impresionantes (88% cannabis, 77,4% tabaco y 67,1% alcohol) y que, saltan las alarmas sobre la importancia de este aspecto, especialmente en los púberes y adolescentes. No obstante, dichos procesos experimentales en cuanto a la variable “lo probé una sola vez” es baja (6,1% alcohol, 31% tabaco y 35,1% cannabis), es decir, la mayor cantidad de los sujetos continúa la relación con las drogas. Del mismo modo, el alto índice de contacto con las drogas (Gráfica nº 43), pone en relieve una contradicción entre los pensamientos y las conductas, o sea, la mayoría de los jóvenes reconocen estas sustancias como drogas (Tabla nº 15), pero la inmensa proporción ha entrado en relación con ellas.
136
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
Tabla nº 15: Identificación de las sustancias como drogas ¿Es una droga?
Alcohol
Tabaco
Cannabis
65%
84,2%
90,9%
NS/NC
24,5%
11,6%
6%
NO
10,5%
4,2%
3,1%
SÍ
Sobre la relación entre las percepciones y contactos producidos, destacamos: • • •
Cannabis: el 90,9% lo identifica como droga, de ellos el 54,9% llega a consumir al menos una vez, así sólo el 36% de jóvenes es coherente con su percepción no llegando a probar la sustancia. Tabaco: el 84,2% considera a los cigarros como droga, de ellos el 79,1% llega a fumar; de esta forma un escaso 5,1% mantiene fija su percepción y no desemboca en el consumo. Alcohol: el 65% reconoce las bebidas alcohólicas como droga, pero los jóvenes que probaron la sustancia sobrepasan el porcentaje (93,7%), es decir, llegaron a consumir todos los sujetos que reconocen la droga más el 28,7% entre aquellos que no sabían o dudaban en dicha identificación y entre aquellos que no reconocieron las bebidas como droga.
Otro aspecto a tener en cuenta en la relación con la droga es el policonsumo. Según la FAD (1997), se define como el consumo de diferentes sustancias al mismo tiempo y se trata de un hábito cada vez más generalizado. Prueba de ello, son los datos reflejados en el estudio sobre los “hijos y padres: comunicación y conflictos” (Megías, 2002), donde vislumbramos que del 76,9% de entrevistados indicaron haber consumido drogas en el último año, únicamente un 21,2% consumió un solo tipo de sustancias; en cambio el 55,8% fue policonsumidor; de ellos el 33,6% empleó dos tipos de tóxicos y el 22,2% tres o más. La presencia en el policonsumo del alcohol y tabaco es incuestionable en empleos habituales de consumo (modelo 2 de policonsumo con 18,6% de la varianza), donde también es importante la aproximación al cannabis. Veámoslo, en este caso, de forma diferenciada.
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
3.1.1.
137
Contacto con el alcohol
El alcohol es una sustancia que se obtiene por fermentación o por destilación, ha sido conocido y consumido desde tiempos inmemoriales y, culturalmente se encuentra inserto en nuestro medio; en perspectiva química nos estamos refiriendo al etanol (CH3-CH2OH), principal componente de las bebidas alcohólicas. De acuerdo con la FAD, el alcoholismo se considera como la primera toxicomanía en muchos países del mundo; afecta a gran número de personas, muchas de ellas púberes o adolescentes, no sólo por los procesos de alcoholización, sino también por los problemas relacionados con los consumos. Es la sustancia psicoactiva más extendida en España, consumida en casi todos los sectores sociales como en todos los tramos de edad, probada alguna vez en la vida por el 77% de los jóvenes entre 14 a 20 años (Megías, 2002) y por el 88,8% de la población de 15-64 años en el 2001 (Observatorio Español sobre Drogas, 2003). En cifras próximas se hallan en los datos obtenidos en nuestra investigación, es decir corrobora la tendencia e indica un mayor contacto que los estudios antes descritos, así el 93,7% de la juventud estudiada ha probado esta droga (Tabla nº 16). Por el contrario, sólo el 6,3% dice no haberla probado nunca. Como información adicional, de las entrevistas podemos afirmar que las bebidas más consumidas son la cerveza (56%), el whisky (24%) y el calimocho (20%), siendo éstas, por lo general, sustancias destiladas, por tanto de alta graduación alcohólica y bebidas en combinación con otros líquidos (refrescos, agua, etc.). Del mismo modo, las frecuencias de contacto se acercan a las registradas en los cuestionarios, donde su incidencia es ligeramente más alta (96%). Los resultados son contundentes y nos demuestran con tozudez que el consumo de la sustancia alcohólica es prácticamente generalizado y habría que incidir en analizar las percepciones, los factores, las situaciones, etc. que lo motivan.
138
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
Tabla nº 16: Degustación de las sustancias alcohólicas ¿Ha probado las bebidas alcohólicas?
Válidos
Perdidos Total
Si No Total Sistema
3.1.2.
Frecuencia 960 65 1025 5 1030
Porcentaje 93,2 6,3 99,5 ,5 100,0
Porcentaje válido 93,7 6,3 100,0
Porcentaje acumulado 93,7 100,0
Contacto con el tabaco
El tabaco, a pesar de que su origen fue en el Nuevo Mundo, su empleo (tras una etapa inicial de represión), velocidad de difusión, aceptación y arraigo en nuestra sociedad fue extraordinariamente rápido, gracias a la ayuda de la revolución industrial, que facilitó la fabricación de cigarrillos manufacturados a gran escala. En dicha tendencia de expansión son diversas razones las que contribuyeron a tal fin: intereses económicos de los países productores y empresas multinacionales, las propias características de la sustancia (adictivas), el enorme despliegue publicitario, etc. Hoy en día, constituye una de las drogodependencias mayoritarias de la población habiendo sido probadas alguna vez en la vida en el 2001 por el 67,8% de los jóvenes entre 14 a 20 años (Megías, 2002) y por el 68,2% de españoles entre 15 y 64 años, según el Observatorio Español sobre Drogas (2003). Del mismo modo, de acuerdo a diferentes estudios sanitarios, uno de cada tres españoles mayores de 15 años fuma y la proporción es mayor entre los jóvenes: la mitad sufre tabaquismo (citado por Guerra, 2002), a pesar de una creciente “lucha” en su contra. En la investigación distinguimos los siguientes resultados
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
139
Tabla nº 17: Experimentación con el tabaco ¿Ha probado el tabaco?
Válidos
Perdidos Total
No Sí Total Sistema
Frecuencia 214 809 1023 7 1030
Porcentaje 20,8 78,5 99,3 ,7 100,0
Porcentaje válido 20,9 79,1 100,0
Porcentaje acumulado 20,9 100,0
La información procesada en relación a este tóxico nos muestra (Tabla nº 17) que la mayor parte de los chicos y chicas encuestados (79,1%) han probado esta droga, en contraste sólo el 20,9% dice no haber fumado cigarrillos. Si las cifras son bastante próximas a las obtenidas en el contacto con el alcohol (93,2%), cabe matizar que hay una ligera ventaja a razón contacto en relación al tabaco. Asimismo, estos resultados están por encima de los obtenidos en los estudios antes citados (Megías, 2002; OESD, 2003). Por otro lado, los resultados conseguidos en las entrevistas distan en gran medida de los cuestionarios, es decir, el porcentaje observado en ellas muestran una incidencia mayor de contacto (91,6%), debido tal vez a un clima de más confianza establecida con los sujetos, abarca también poblaciones tanto urbanas como rurales y las edades de la muestra (12 a 26 años) describen a una población de intensos consumos. 3.1.3.
Contacto con el cannabis
El cannabis es una planta, cuyos constituyentes químicos son complejos y variados, dentro de ellos, son más conocidos los cannabinoles, en concreto el tetrahidrocannabinol (THC), responsable de la mayor parte de los efectos propios de esta sustancia. Las flores, hojas o resina de la planta sirven para elaborar diversas preparados adictivos y reciben popularmente nombres como “marigua-
140
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
na”, “maría”, “hierba” (preparada a partir de hojas secas, flores y pequeños tallos de cannabis sativa, proporción de THC de 1 al 10%); “hachís”, “chocolate”, “canuto”, “porro”, “peta” (resina prensada de la planta hembra, proporción de THC hasta 20%) y; “aceite de cannabis”, “aceite de hachís” (mezcla de resina con algún disolvente, proporción de THC hasta 85%). Farmacológicamente la droga es considerada como un alucinógeno menor y su consumo se da únicamente a través de la ingestión y/o inhalación, puesto que el THC no es soluble en líquidos. La producción y/o explotación de la planta ha tenido diversos usos, bien por la fibra del cáñamo como por sus propiedades psicoactivas y su supuesta utilidad clínica, por tanto considerada una droga ilegal “blanda”. De hecho, con frecuencia, se escuchan voces que solicitan su legalización y liberalización con fines terapéuticos. El cannabis y sus derivados son las drogas ilegales de mayor consumo en España; así, de acuerdo al Observatorio Español sobre Drogas (2003) en el 2001 un 24,4% de la población entre 15 y 64 años la había probado alguna vez en su vida, el 44,5% de sujetos entre 15 a 24 años dice haber experimentado con esta droga según Comas, Aguinaga, Orizo, Espinoza y Ochaita, (2003). De un lado, los porcentajes hallados en la investigación de esta tipología de droga disminuyen considerablemente respecto del alcohol y del tabaco (Tabla nº 18), pero eleva los datos generales presentados en el párrafo anterior; en ese sentido observamos al 54,9% de la muestra que manifiesta haber probado el cannabis en sus diversas variantes. Las razones de dicho incremento puede responder a que en el presente estudio la franja etaria de los sujetos (12 a 26 años) representa una etapa de experimentación y uso muy frecuente de las sustancias, así como pone en relieve la tendencia de mayor propensión de consumo. Del mismo modo, se considera el resultado muy significativo, no sólo porque entra en contacto directo más de la mitad de los jóvenes, sino porque esta sustancia es considerada ilegal y su consumo a nivel social no está bien visto; sin embargo, para la juventud parece que no tiene la mis-
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
141
ma significación, es más, resulta ser una droga que goza de cierto prestigio relacionado con la independencia, a “pasar de todo”, “a relajarse”, “a sentirse bien”, etc. (efectos atribuidos a las sustancias, ver apartado 2.2.2). Tabla nº 18: Experimentación con el cannabis ¿Alguna vez ha probado el porro?
Válidos
Perdidos Total
3.2.
Si No Total Sistema
Frecuencia 557 457 1014 16 1030
Porcentaje 54,1 44,4 98,4 1,6 100,0
Porcentaje válido 54,9 45,1 100,0
Porcentaje acumulado 54,9 100,0
RELACIÓN ENTRE LOS FACTORES DE INFLUENCIA, LAS SITUACIONES Y LA EDAD DE INICIO EN EL CONSUMO
Los factores son circunstancias o características de índole personal, familiar o ambiental (Tabla nº 19) que van a favorecer o influir en la probabilidad de que un joven inicie el consumo, donde también las condiciones u oportunidades (situaciones) en torno al sujeto potenciarán dicho contacto (Tabla nº 20). Asimismo, la edad de los sujetos a la hora de tomar contacto/ consumo directo con las drogas, constituye un hecho de extraordinaria importancia como veremos, cada vez, se produce en edades más prematuras (Gráfica nº 44). Nos permite establecer las fronteras del consumo y obviamente trazar las líneas preventivas antes de la llegada del mismo. También nos facilita entablar conexiones entre los diversos policonsumos y/o analizar la influencia del estado etario de los jóvenes en el uso de una u otra sustancia. Otro aspecto a considerar sobre la necesidad de conocer las edades de inicio, es que actualmente la mayoría de los programas de prevención es-
15,7 14,4
La televisión
Escuela/centro educativo
A: alcohol, T: tabaco, C: cannabis
7,7
20,7
La familia
Carteles comerciales
19
Los compañeros de trabajo
3
69,6
Bares y discotecas
El cine
83,4
A
Los amigos/as
Factores de influencia en el consumo
11
14,5
17,4
20
39,9
33,8
44,3
80,9
T
MUCHO%
-
5
6,2
-
13,4
27,4
67,2
91,2
C
25,6
14,5
20,3
35,9
15,7
38,9
20,9
11,3
A
16,3
25,5
16,8
23,8
18,9
22
33,4
12,8
T
MEDIO% C
-
26,8
18,4
-
9,4
43,2
27,8
7,1
Tabla nº 19: Factores de influencia en el consumo
66,7
82,5
65,2
48,4
63,7
42,1
9,4
5,3
A
72
60
65,9
56,2
41,2
44,3
22,2
6,3
T
POCO%
-
68,1
75,3
-
72,2
29,4
5
1,8
C
142 FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
143
tán dirigidos fundamentalmente a grupos de chicas o chicos que con frecuencia se encuentran ya en contacto y viviendo situaciones potenciadoras del consumo de las drogas, cuando sería más efectivo hacerlo antes. Tabla nº 20: Situaciones de inicio en el consumo Situaciones de inicio
A%
T%
C%
46,7
67
70,8
19
5
13,3
16,2
10,4
6,9
9
2,6
1,1
“En un viaje”
2,6
6,5
6,4
“Solo/a”
0,8
3,9
0,4
NS/NC
2,9
2,7
-
Otros motivos
2,7
1,9
1,4
“Con los amigos/as” “En un botellón” “De marcha” “En la familia”
A: alcohol, T: tabaco, C: cannabis
Del análisis de las tablas 19 y 20 se desprenden los siguientes datos: los amigos/as, según las valoraciones de los sujetos, son al mismo tiempo, los factores de mayor influencia en el inicio del hábito (83,4% alcohol, 80,9% tabaco y 91,2% cannabis) y, es con ellos o estando con ellos donde se generan conductas adictivas como característica y pauta de comportamiento del grupo (70,8% cannabis, 67% tabaco y 46,7% alcohol). Hecho que sitúa al grupo de iguales en primera fila de importancia en el inicio de las drogodependencias y por ende de la prevención, porque en los jóvenes los amigos/as se convierten en un factor principal de riesgo de consumo, pero también son un apoyo social que aportan elementos protectores como la estabilidad emocional que se podrían emplear en la lucha contra el abuso del consumo. Es conveniente destacar también a los factores de influencia como son los espacios nocturnos, concretamente los bares y discote-
144
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
cas (69,6% alcohol, 44,3% tabaco y 67,2% cannabis) y actividades de ocio (situaciones) denominadas “la marcha” o “el botellón”. Los espacios y las situaciones responden a unas necesidades simbólicas, la puesta en marcha de rituales y de un imaginario colectivo, es decir, una cultura juvenil, fundamentalmente de noche y los fines de semana, donde las sustancias se encuentran muy presentes y con fácil acceso colocando al sujeto en predisposición de consumir. “La marcha” como situación de inicio en el consumo está muy relacionada con estos espacios lúdicos, porque en general se lleva a cabo en ellos, por ejemplo en la “marcha” se iniciaron con el alcohol el 16,2%, con el tabaco el 10,4% y con el cannabis el 6, 9% (ver Gráfica nº 50). Por tanto, ambas situaciones (“marcha” y los espacios de diversión) coexisten y, dependiendo de los casos, pueden funcionar como situación o como factor de consumo. Las respuestas en relación a los factores de influencia, según los distintos grupos de edad son homogéneas, aunque hay que resaltar a los menores de edad porque consideran en mayor medida este factor como “muy influyente” sobre todo en el consumo de cannabis. Por otro lado, como se ha observado (apartado 2.3.1.2), la curiosidad de los jóvenes en la experimentación con las drogas representa el dato (motivo) más importante, así como los factores de influencia y las situaciones circundantes, para el acercamiento a las mismas y, a su vez, ello se produce desde edades tempranas, especialmente púberes y adolescentes. Así, en primer término, analizaremos otros estudios referidos a las edades de inicio: los porcentajes que se distingue sobre las edades de iniciación en el en el consumo de sustancias son: en cuanto al alcohol, la media se situó en 16,9 años, aunque hay que destacar que el 27,5% tuvo su primer contacto antes de los 15 años; del mismo modo, la edad media de inicio fue aproximadamente dos años más baja en los hombres que en las mujeres, si bien estas diferencias disminuyen conforme lo hace la edad (Observatorio Español sobre Drogas, 2003) y, según EDIS (2003) el límite de jóvenes andaluces se ubica en 17,2 años.
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
145
Cuantías muy parecidas encontramos en el tabaco, donde la edad media en que se fuma el primer cigarrillo se situó en los 16,5 años; es llamativo en el consumo de esta droga que a partir de 1997 se observa a más mujeres iniciadas antes que los varones (Observatorio Español sobre Drogas, 2003) y, de acuerdo a EDIS (2003) el comienzo se fija en 16,4 años. Finalmente, la edad de inicio en el consumo de cannabis se ubica en 18,4 años; porcentaje que disminuye la edad respecto a 1999 (19,2 años) y pone de manifiesto que en los últimos años se ha producido un aumento significativo en la experimentación de esta sustancia, principalmente entre los más jóvenes y entre las mujeres (Observatorio Español sobre Drogas, 2003) y, EDIS (2003) la línea se establece en 17,7 años. Veamos ahora los límites detectados en nuestra investigación (Gráfica nº 44). Gráfica nº 44: Porcentajes mayoritarios en la edad de inicio de las drogas 40,5% 35,1%
Alcohol
Tabaco
14-15 años
32,1%
Cannabis
14-15 años
16-17 años
Los resultados expresan que el primer contacto con las drogas suele producirse en edades muy tempranas: por ejemplo, los adolescentes a los 13 años experimentaron en un 22,2% con bebidas alcohólicas, el 30,6% con el tabaco y el 6 con el cannabis. No obstante, los porcentajes mayores se sitúan a los 14-15 años en cuanto al alco-
146
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
hol (40,5%) y el tabaco (35,1%), en cambio con el cannabis el tramo etario sube a 16-17 años (32,1%). Comparando estos resultados con los estudios antes descritos, se observa las siguientes diferencias: en primer lugar, cabe aclarar que, en la presente investigación se emplearon franjas o intervalos de edades, en cambio los otros, utilizaron edades exactas y, en segundo lugar, resaltar los resultados obtenidos en el estudio rebajan de forma significativa los límites establecidos por los anteriores, concretamente cuando menos baja en el caso del alcohol 1 año, en cuanto al tabaco 1,5 años y respecto al cannabis 1 año. Las explicaciones sobre los distintos momentos etarios de contacto con las diversas drogas podrían referirse, entre otras razones, a que inicialmente los adolescentes siguen un patrón bastante regular en las sociedades contemporáneas en cuanto al orden de consumo de las sustancias (Gamella y Jiménez, 2003: 42); dicho patrón alude a que se suelen probar en un primer momento las drogas legales, las socialmente más aceptadas y aquéllas más disponibles, este es el caso del alcohol y del tabaco. Por tanto, tales sustancias suelen ser los puntos de partida y/o puentes hacia otros consumos más nocivos u otras drogas consideradas ilegales, cuyo uso recreativo se considera ilícito -aunque en el caso del cannabis se piensa que no es demasiado peligroso ni sancionable-. Finalmente, aquellas sustancias más difíciles de conseguir, aparecen generalmente como las más peligrosas. El tema amerita un análisis más riguroso de cada bloque que a continuación desarrollamos. 3.2.1.
Edad de inicio en el consumo de alcohol
De acuerdo a los estudios llevados a cabo en las últimas décadas y los datos obtenidos en nuestra investigación, el alcohol es la droga más aceptada en nuestra sociedad, su consumo es generalizado (al menos el 93,7% lo ha probado) y cada vez, dicho contacto se produce a edades más tempranas.
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
147
El inicio a esta droga se produce, en gran medida, entre los 14 y 15 años (40,5%, Tabla nº 21); los factores de inducción son muy diversos: los amigos, bares y discotecas, etc. que en capítulos anteriores se ha visto en mayor profundidad (apartado 2.3.2); es relevante también el 26,3% de sujetos que empiezan a beber entre los 16 y 17 años. La proporción aminora a medida que bajamos en edad: el 15,5% comienzan entre los 12 y 13 años y, el 6,7% inicia su consumo habitual antes de los 12 años. Los últimos datos son preocupantes y reflejan una población significativa de jóvenes (22,2%) que en edades muy tempranas, antes de los 14 años, ya han empezado a consumir la sustancia. Tabla nº 21: Edad de inicio en el consumo de alcohol Si la respuesta es afirmativa, ¿a qué edad inició el consumo?
Válidos
Perdidos Total
Antes de los 12 años Entre los 12-13 Entre los 14-15 Entre los 16-17 Entre los 18-19 Entre los 20-21 Más de 21 Total Sistema
3.2.2.
Frecuencia 64 149 390 253 79 20 7 962 68 1030
Porcentaje 6,2 14,5 37,9 24,6 7,7 1,9 ,7 93,4 6,6 100,0
Porcentaje válido 6,7 15,5 40,5 26,3 8,2 2,1 ,7 100,0
Porcentaje acumulado 6,7 22,1 62,7 89,0 97,2 99,3 100,0
Edad de inicio en el consumo de tabaco
El tabaco es otro elemento habitual en la sociedad: según nuestro estudio el 79,1% de los jóvenes lo ha probado, y el incremento del consumo preocupa a diversas instancias institucionales, sobre todo a la sanitaria, porque se sigue dando, a pesar de la diversidad de medidas preventivas y de coerción para evitarlo. Matizando los datos en relación a la edad de comienzo de consumo de esta sustancia, encontramos (Tabla nº 22): el 35,1% empieza a fumar entre los 14 a 15 años, estos representan el grupo más nu-
148
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
meroso. Habría que tomar muy en cuenta al 9,4% de personas que empezaron a fumar antes de los 12 años y aquéllos que comenzaron a fumar entre los 12 a 13 años (21,2%) -ambos tramos suman el 30,6%-, porque de acuerdo a los estudios sanitarios y sociales, el consumo en edades tempranas es más dañino para la salud, así como la deshabituación resulta más difícil de superar. Lo cierto es que la amplia mayoría empieza a consumir entre los 12 y 17 años, conformando este sector aproximadamente el 80% del total de individuos interpelados, tanto en los cuestionarios como en las entrevistas. A partir de los 18 años la tendencia disminuye (13,8%), lo que conduce a la preocupación por la precocidad en los púberes y/o adolescentes. Tabla nº 22: Edad de inicio en el consumo de tabaco Para los fumadores, ¿a qué edad se inició en el uso del tabaco?
Válidos
Perdidos Total
Antes de los 12 años Entre los 12-13 Entre los 14-15 Entre los 16-17 Entre los 18-19 Entre los 20-21 Más de 21 años Total Sistema
3.2.3.
Frecuencia 48 108 179 105 60 7 3 510 520 1030
Porcentaje 4,7 10,5 17,4 10,2 5,8 ,7 ,3 49,5 50,5 100,0
Porcentaje válido 9,4 21,2 35,1 20,6 11,8 1,4 ,6 100,0
Porcentaje acumulado 9,4 30,6 65,7 86,3 98,0 99,4 100,0
Edad de inicio en el consumo de cannabis
A pesar de que el cannabis es considerado una sustancia ilegal es una droga que goza de bastante aceptación por parte de los jóvenes españoles y, constituye el tóxico irregular de mayor consumo a nivel nacional; así, el contacto inicial suele darse mayoritariamente a los 16 a 17 años (32,1%, Tabla nº 23), le siguen los jóvenes entre los 18 a 19 años con un 26,9%, asimismo el 23,8% corresponde a quienes empezaron entre los 14 a 15 años. Es llamativo que el 6% de los sujetos manifiestan sus comienzos an-
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
149
tes de los 14 años, por el extremo etario contrario distinguimos al 11,3% que se fumaron el primer porro a partir de los 20 años de edad. Como podemos comprobar, el inicio que acumula a más jóvenes en el consumo de esta droga suele producirse ligeramente más tarde (16-17 años), con respecto al alcohol y al tabaco (14-15 años). Tabla nº 23: Edad de inicio del consumo de cannabis SI la respuesta es afirmativa, ¿a qué edad inició el consumo del porro?
Válidos
Perdidos Total
Antes de los 12 años Entre los 12-13 Entre los 14-15 Entre los 16-17 Entre los 18-19 Entre los 20-21 Más de 21 años Total Sistema
Frecuencia 6 25 124 167 140 35 24 521 509 1030
Porcentaje ,6 2,4 12,0 16,2 13,6 3,4 2,3 50,6 49,4 100,0
Porcentaje válido 1,2 4,8 23,8 32,1 26,9 6,7 4,6 100,0
Porcentaje acumulado 1,2 6,0 29,8 61,8 88,7 95,4 100,0
3.3. RELACIÓN ENTRE LOS BENEFICIOS DE LAS DROGAS Y LA PERIODICIDAD DE CONSUMO Las diferencias en las relaciones entre los individuos y las diversas drogas se establecen mediante una clasificación a partir de las características que definen a las distintas tipologías de consumo y éstas, a su vez, de los efectos atribuidos a las sustancias que se concretan en diversos beneficios percibidos sean orientados a la salud, al ámbito psicológico y/o social que el sujeto espera conseguir a través de la ingesta. Según la FAD (1997), se distinguen las siguientes categorías periódicas: a.
Consumo experimental
Referida a las situaciones de contacto inicial con una o varias sustancias, de las cuales existe la posibilidad de abandono o continuidad en los
150
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
consumos. Es generalizable que esta práctica experimental se desarrolle en casi todas las realidades culturales, concretamente en la adolescencia es donde con mayor frecuencia se da este tipo de contactos, aunque es cierto que un alto porcentaje no reincide en el mismo. Concepto que se asocia en la investigación a la “curiosidad” como motivo del primer contacto. b.
Consumo ocasional
Se entiende por consumo ocasional el uso intermitente de la/s sustancia/s, sin que exista una periodicidad fija y produciéndose largos intervalos de abstinencia. Las características generales asociadas a este tipo de consumo son: el sujeto continúa utilizando la sustancia en grupo, sin embargo es capaz de llevar a cabo las mismas actividades sin necesidad de mediar droga alguna. Conoce además la acción de la sustancia en su organismo y por este motivo la consume. c.
Consumo habitual
Se traduce en la utilización frecuente de la droga. Esta práctica conductual puede conducirle hacia otras formas de consumo, dependiendo en ese sentido de la sustancia en sí, la asiduidad con que se emplee, las características de la persona, el entorno que le rodea, etc. Los indicadores que se identifican con esta forma de consumo son: el sujeto amplía las situaciones en las que recurre a las drogas, es decir, éstas se usan tanto en el grupo de iguales como de forma individual. Sus efectos son perfectamente conocidos y buscados por el usuario, cree que no ha perdido el control sobre su conducta y manifiesta poder abandonar el hábito en caso de proponérselo. d.
Consumos compulsivos o drogodependencias
Corresponde a una situación en que el individuo necesita la sustancia y toda su vida gira en torno a ésta, a pesar de las complicaciones que ello le pueda ocasionar. Las prevalencias de consumo de sustancias psicoactivas según los diversos estudios y que más adelante analizaremos, son:
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
•
•
•
•
151
En el 2001 de acuerdo al Observatorio Español sobre Drogas (2003), muestra de 16 a 64 años: 1. Consumos ocasionales subdivididos en “alguna vez en los últimos 12 meses”, el 45,5% (tabaco), el 77,4% (alcohol) y, el 9,9% (cannabis) y; “alguna vez en los últimos 30 días”, el 41,5% (tabaco), el 63,8% (alcohol) y, el 6,5% (cannabis). 2. Consumos compulsivos, identificado con la variable “diariamente”, donde se observan el 35,1% (tabaco), el 15,3% (alcohol) y, el 1,6% (cannabis). En el 2001-2002 según EDIS (2003), muestra a partir de los 12 años: 1. Lo probó alguna vez: 50,1% tabaco, 80,9% alcohol 2. Consumo ocasional (últimos 12 meses): 6,2% tabaco, 16,5% cannabis y 19,7% alcohol 3. Consumo habitual (último mes): 1,3% cannabis, 26,2% alcohol 4. Consumo diario (último mes): 29,4% tabaco, 1,5% cannabis y 13,3% alcohol En el 2001 según Megías (2002), muestra de 14 a 20 años: 1. Lo probó alguna vez en la vida: 77% alcohol, 67,8% tabaco y 34% cannabis 2. Consumo habitual: 39,4% alcohol, 39% tabaco y 7,7% cannabis En el 2001 de acuerdo a Ricart (2002), muestra en jóvenes catalanes: 1. Consumo ocasional: 50,2% alcohol, 30,9% tabaco y 31,4% cannabis 2. Consumo diario: 0,45% alcohol, 26,7% tabaco y 3,2% cannabis
El análisis de estos datos se hacen un tanto complejos, dado que cada institución o los diversos investigadores emplean distintos momentos temporales, otras terminologías, así como diversas edades en
152
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
la muestra, por tanto, quitando algunas coincidencias, las comparaciones se dificultan; no obstante haremos inferencias cuando analicemos las frecuencias de cada droga. La periodicidad o la frecuencia de consumo que mantienen los chicos y chicas objeto de nuestro estudio (Gráfica nº 45), respecto al alcohol, tabaco y cannabis, controla, en gran medida, la relación temporal o vínculo que se establece entre el sujeto/a, la droga y sus consecuentes conductas que responden a la satisfacción de unas necesidades y que se perciben como beneficios (Tabla nº 24). La relación entre los beneficios y la periodicidad del consumo depende de varios factores, entre ellos, las razones personales y sociales que desea obtener cada individuo, es decir, para conseguir un mismo “bien” o “propiedad” (creencias) puede emplearse, de acuerdo a los casos, de modo ocasional o puntual, habitual o frecuentemente, a diario o simplemente haber tenido un consumo único que responde más bien a motivos experimentales. Así, como podemos observar la gama de efectos positivos es bastante amplia y engloba diversas dimensiones de las personas. Gráfica nº 45: Frecuencia de consumo de las distintas sustancias F re cu e n cia d e con su m o 49,4% 42,2% 31,8% 31,0%
35,1%
12,1% 0,9%
6,1%
A lc ohol O c as ionalm ente
5,5%
Tabac o A diario
Cannabis Lo probé una vez
7,1 3,3
Cura el catarro
Sana el dolor de oídos
Retarda el envejecimiento
20,8 18,1
Olvida y supera problemas
Contribuye a tomar decisiones
A: alcohol, T: tabaco, C: cannabis
-
34,8
Estimula inicio relaciones sexuales
Facilita el ligue
36,5
Fomenta las relaciones de amistad
A
27
Beneficios sociales
32,1
-
Facilita desconectar aburrimiento
Da lucidez, creatividad
-
Calma la tensión y nervios
Aumenta el tono vital
-
58,6
-
78,6
Ayuda a estar contento
Da valor y ánimos
Contribuye a descansar y relajarse
Quita la timidez
A
21,1
Facilita una buena digestión
Beneficios psicológicos
28,3 21,7
Estimula la circulación
-
66,3
A
32,4
-
7,1
T
SÍ%
-
-
-
-
-
52,3
-
-
68,7
-
T
SÍ%
-
-
-
14,6
-
-
42
-
T
SÍ%
11,3
-
25,2
C
12,5
-
21,8
-
45
-
53,9
25,8
58,9
37,9
C
3,1
4
-
6,1
11
-
17,9
-
C
-
36,9
31,9
A
71,5
59,5
44
47,6
-
-
-
31,2
-
15,1
A
82,2
-
80,8
62,3
57,9
53,7
-
24,3
A
36,9
-
66,8
T
NO%
-
-
-
-
-
19,2
-
-
10
-
T
NO%
-
-
-
49,6
-
-
25
-
T
NO%
Tabla nº 24: Beneficios de las drogas
Ayuda a abrir el apetito
Disminuye la sensación de apetito
Ayuda a combatir el frío
Beneficios en la salud
62,3
-
47,9
C
62,8
-
51,7
-
29
-
23,7
48,2
21
37,4
C
69,2
65,9
-
65,1
57,7
-
51,9
-
C
-
28,3
31,5
A
10,5
19,8
29
20,3
-
-
-
10,2
-
6,2
A
14,5
-
12,1
16,6
20,5
18
-
9,4
A
30,7
-
26
T
NS/NC%
-
-
-
-
-
28,5
-
-
21,2
-
T
NS/NC%
-
-
-
35,8
-
-
33
-
T
NS/NC%
26,4
-
26,9
C
24,7
-
26,5
-
26
-
22,4
26
20,1
24,8
C
27,7
30,1
-
28,7
31,4
-
30,2
-
C
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas 153
154
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
Los periodos más representativos que el estudio refleja son: 1.
2.
3.
4.
Consumo experimental, identificada con la variable “lo probé una sola vez” se refiere a un consumo único de tipo experimental de los chicos y chicas para “saber lo que se siente”, no volviendo a usar la droga tras la anécdota. Así, ocurre en el 35,1% de los casos en cuanto al cannabis, el 31% en relación al tabaco y el 6,1% respecto al alcohol. Consumo ocasional: del cannabis (49,4%), del alcohol (42,2%) y del tabaco (12,1%). Cabe matizar un dato adicional, en cuanto a la sustancia alcohólica: es la variable denominada “fin de semana”, que podría considerarse también, de algún modo, como un consumo habitual. Por ejemplo, se puede encontrar en esta categoría los beneficios referidos a las facultades medicinales o saludables de las sustancias consumiéndose cuando se presenta un mal o, cuando se presenta una situación o handicap puntual (dimensiones psicológicossociales) que, según el sujeto, es indispensable u oportuno consumir con el fin de superarlo. Consumo habitual: conducta repetitiva periódica como, por ejemplo, beber todos los fines de semana, con lo cual resulta que casi la mitad de los jóvenes beben con escaso espaciamiento en el tiempo (49,5%), este hábito genera el establecimiento de una cierta dependencia con la droga; asimismo distinguimos al 10,3% de sujetos en dichos consumos frecuentes en cuanto al cannabis. En esta categoría temporal los beneficios son buscados reiteradamente, a razones de mantener una buena salud o en su defecto prevenir la llegada pronta de la vejez, el cuidado estético, buscar sensaciones de seguridad y desinhibición, estados placenteros-lúdicos, de relajación, de agudeza, ayudar en las relaciones sociales, etc. Consumo diario: dependiente o compulsivo lo constituyen las personas que de forma rutinaria requieren un uso cotidiano y compulsivo del tóxico, aunque las cantidades personales de consumo de éstos pueden variar. El resultado más alarmante es
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
155
el del tabaco, llegando a afectar al 31,8% de los encuestados; este dato se amplía en la Tabla nº 27; bastante lejos observamos al 5,5% de los jóvenes que usa todos los días el cannabis y al 0,9% que bebe alcohol. Los beneficios en esta categoría fundamentalmente estarían orientados a satisfacer el síndrome de abstinencia de las drogas, ello se traduce en sensaciones percibidas, como por ejemplo, “el descanso y relax” o “calmar la tensión y los nervios” a través del consumo del tabaco o cannabis; la búsqueda de seguridad emocional o el fortalecimiento social, donde se concibe que “en dosis controladas o moderadas” de sustancia alcohólica mantiene el estado de salud óptimo o reafirmar los rituales sociales (el café entre clases acompañados de alguna otra droga, la “caña” del medio día, etc.).
El análisis más exhaustivo e individualizado de la periodicidad en el consumo de cada droga investigada se desarrolla a continuación. 3.3.1.
Frecuencia de consumo del alcohol
El alcohol es una sustancia con la que muchas sociedades occidentales han aprendido a convivir a lo largo de la Historia. Por ello, culturalmente el consumo mediterráneo es habitual en pequeñas dosis y generalmente acompañadas de alimentos, sin embargo, también se observa un uso abusivo de la droga. En este último apunte es donde nos vamos a centrar. La incidencia epidemiológica de la droga en el ámbito nacional indica que el 39,4% de la juventud bebe de forma habitual (Megías, 2002); concretamente, en Andalucía (población escolar 14-18 años) el 42,9% consumió alcohol en el último mes y se llevó a cabo durante los fines de semana y el 14,7% lo hizo en días laborables (Defensor del Pueblo Andaluz, 2002); en Cataluña el 50,2% bebe ocasionalmente y el 0,45% liba todos los días (citado por Ricart, 2002). Los datos son preocupantes, pero analicemos los observados en la presente investigación.
156
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
Los índices de consumo observados son altos (Tabla nº 25) y reflejan claramente los diversos matices de periodicidad. Así, se puede distinguir entre aquéllos que lo hacen todos los días (0,9%), entresemana (1,2%), los fines de semana (49,5%), ocasionalmente (42,2%) y los que han consumido bebidas alcohólicas una sola vez (6,1%). Tabla nº 25: Frecuencia de consumo de alcohol En caso afirmativo, ¿cuál es la frecuencia de su consumo?
Válidos
Perdidos Total
Una sola vez Solo ocasionalmente Los fines de semana Entre semana Diariamente Total Sistema
Frecuencia 59 406 476 12 9 962 68 1030
Porcentaje 5,7 39,4 46,2 1,2 ,9 93,4 6,6 100,0
Porcentaje válido 6,1 42,2 49,5 1,2 ,9 100,0
Porcentaje acumulado 6,1 48,3 97,8 99,1 100,0
Los consumidores durante los fines de semana, constituyen el 49,5% de los encuestados y el 57,3% de los entrevistados. Sin duda es el periodo de tiempo de mayor consumo de los jóvenes; aprovechan, entre otros factores, el descanso académico, laboral o de las actividades habituales que llevan a cabo durante toda la semana. A su vez, en cada salida, el 46,7% manifiesta beber una media de 2 copas como mínimo, el 24,1% bebe una media de 3-4 copas y el 29,1% bebe más de cinco copas. Del mismo modo es significativo el consumo ocasional de los chicos y chicas (42,1%). Si comparamos estos datos con los recogidos en la calle a través de las entrevistas vemos que un 57,3% bebe los fines de semana, el 16% lo ha probado una sola vez, el 2,7% bebe diariamente y son únicamente 4 de cada 100 los que nunca han tenido esta experiencia o no han probado el alcohol. Estos resultados son superiores a los encontrados en los cuestionarios, tal vez a razón de que en este instrumento el grado de relación y de confianza que se obtiene con los sujetos es mayor, por tanto se muestran más sinceros.
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
157
Las diferencias en la frecuencia de consumo según las edades podemos observar que el mayor porcentaje de individuos que declaran haber bebido sólo una vez son menores de 15 años (28,6%), lo cual resulta lógico en razón de su corta edad; sin embargo entre los 15 a 17 años la cifra se dispara a un 43,8%, aunque dicen beber ocasionalmente. También los consumos ocasionales de los jóvenes entre 24 a 26 años son llamativos (53,4%). Los sujetos que más ingieren alcohol en los fines de semana están comprendidos en el tramo de 18 a 23 años. Comparando los resultados generales de la investigación con los presentados por otros estudios (páginas 130-131), cabe resaltar aquéllos que usaron la misma frecuencia periódica: consumo diario 0,9% frente a 13,3% (EDIS), 15,3% (Observatorio Español sobre Drogas) y 0,45% (Ricart), el dato de la investigación se encuentra más próximo a los registrados por los jóvenes catalanes (citado por Ricart, 2002), aunque los nuestros sean ligeramente más altos. Las explicaciones del porqué se encuentran tan distantes a los mostrados por EDIS y OESD, pueden ser que, éstos abarcan una muestra etaria muy amplia con costumbres y hábitos de consumo distintos al de los jóvenes, es decir, ingesta diaria en dosis pequeñas de bebidas alcohólicas. En cuanto al consumo ocasional, registrado en la investigación, es de 42,2%, mientras para EDIS (2003) es de 19,7% y para Ricart (2002) es de 50,2%. Las diferencias con EDIS saltan a la vista, las justificaciones pueden deberse a que estos datos bajos responden a la tendencia de consumo distinto de los sujetos en una amplia gama etaria, porque los llevados a cabo con los jóvenes exclusivamente los porcentajes son mucho más altos, es decir consumen esporádicamente los chicos y chicas en mayor cantidad. En ese sentido, los porcentajes entre la juventud catalana y los hallados en el estudio son cercanos, aunque los nuestros unas décimas menos, seguramente porque en éste la muestra abarcó diversas zonas geográficas españolas y ambientes tanto urbanos como rurales.
158
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
3.3.2.
Frecuencia de consumo del tabaco
A partir del levantamiento de las prohibiciones del cultivo de la planta (siglo XVIII), su uso crece de forma gradual, la difusión es rápida, la aceptación social es creciente y se arraiga el hábito en nuestro contexto. La epidemiología española nos dice que en el 39% fuma habitualmente (Megías, 2002), la radiografía de los jóvenes catalanes nos muestra que el 30,9% usa el cigarrillo ocasionalmente y el 26,7% lo hace cada día (citado por Ricart, 2002), así como los datos en Andalucía expresan que el 29,4% fuma diariamente y el 6,2% de forma ocasional (EDIS, 2003). Del mismo modo, teniendo como referencia el 35,1% que consume tabaco diariamente (Observatorio Español sobre Drogas, 2003), hay que destacar que la prevalencia de fumadores diarios fue más alta entre los hombres (40,1%) que entre las mujeres (30,1%), con una media de 15,4 cigarrillos fumados cada día, y con una intensidad de consumo menor entre los adolescentes que la población de más edad. Veamos ahora los datos hallados en nuestra investigación. Tabla nº 26: Frecuencia de consumo del tabaco ¿Podría usted decirme cuál es su relación temporal con el tabaco?
Válidos
Perdidos Total
Nunca he fumado Lo he probado pero no fumo No fumo pero sí era fumador Sólo fumo ocasionalmente Fumo diariamente Total Sistema
Frecuencia 213
Porcentaje 20,7
Porcentaje válido 20,8
Porcentaje acumulado 20,8
317
30,8
31,0
51,8
44
4,3
4,3
56,1
124
12,0
12,1
68,2
325 1023 7 1030
31,6 99,3 ,7 100,0
31,8 100,0
100,0
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
159
Resulta curioso observar que prácticamente coinciden aquéllos que han probado los cigarros y no han continuado el consumo (31%) con aquéllos/as que fuman a diario (31,8%); el 20,8% manifiesta no haber tenido contacto en ningún caso, el 12,1% fuma ocasionalmente y el 4,3% dice que fue fumador habitual. Se destaca fundamentalmente a los consumidores diarios por la cantidad de cigarros que consumen al día, motivo por el que nos detenemos en el siguiente apartado (Tabla nº 27). De acuerdo a las edades, en el tramo denominado menores de 15 años si sumamos los porcentajes de quienes nunca han fumado (38,6%), quienes lo han probado pero no fuman (34,8%) y quienes lo han dejado (3,9%) resulta un 77,3% de sujetos que no fuman actualmente. Un 12,1% fuma todos los días y un 10,6% ocasionalmente, ambas cifras muy elevadas teniendo en cuenta el intervalo de edad en el que nos ubicamos. En el intervalo de 15 a 17 años estas cifras aumentan, fumando diariamente un 27,6% y ocasionalmente un 11,6%, frente a un 60,8% que no fuma. Haciendo las comparaciones con los datos de otros estudios (páginas 130-131), por ejemplo en los consumos diarios: en la investigación resultó el 31,8%, frente a los que se hallan en dos regiones importantes, así se encuentra ligeramente por encima la juventud andaluza (14-29 años, 35%) que los jóvenes catalanes (26,7%); el análisis dice que los resultados del presente trabajo se sitúa a escasa distancia de la media nacional (35,1% según el Observatorio Español sobre Drogas), no obstante son coherentes y se ubica a la par de las demás investigaciones.
160
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
Tabla nº 27: Cantidad de cigarrillos que se consumen al día A los fumadores diarios: ¿qué cantidad de cigarrillos fuma diariamente?
Válidos
Perdidos Total
De 1 a 5 De 6 a 10 De 11 a 15 De 16 a 20 Más de 20 Total Sistema
Frecuencia 130 118 56 70 12 386 644 1030
Porcentaje 12,6 11,5 5,4 6,8 1,2 37,5 62,5 100,0
Porcentaje válido 33,7 30,6 14,5 18,1 3,1 100,0
Porcentaje acumulado 33,7 64,2 78,8 96,9 100,0
Incidiendo en los fumadores diarios y tomando como base al total (31,8%) de los jóvenes con esta frecuencia de consumo, encontramos las siguientes cantidades de ingesta: entre 1 y 5 cigarrillos el 33,7%, entre 6 y 10 cigarrillos representan el 30,6% de la población fumadora, entre 11 y 20 cigarrillos al día son el 32,6% y fuman más de 20 cigarros cada día el 3,1%. Los datos de las encuestas se aproximan bastante a las cifras de las entrevistas en el primer tramo de consumo de 1-5 cigarros (33,3%); en cambio, de 6-10 cigarros representan el 19,1% y de 1020 cigarros son la mayoría (47,6%). Cabe destacar a estos últimos porque no sólo fuman en grandes cantidades sino porque presentan un hábito dependiente. De lo dicho se puede concluir que el 64,3% de los fumadores diarios consumen entre 1 y 10 cigarros, el 32,6% fuma entre 11 y 20 cigarrillos y sólo el 3,1% fuma más de 20 cigarrillos al día. Según la edad, los porcentajes disminuyen en todos los tramos cuando se relacionan con consumos mayores de tabaco, esto quiere decir que los fumadores compulsivos mayoritariamente fuman de 1 y 5 cigarrillos diarios y, el porcentaje de fumadores decrece a medida que aumenta el numero de cigarrillos, por ejemplo: en el tramo de
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
161
edad correspondiente a los menores de 15 años un 52,6% fuma de 1 y 5 cigarrillos diarios, porcentaje que va disminuyendo progresivamente hasta llegar a un 5,3% que fuma más de 20 cigarrillos al día. A partir de los 11 cigarros diarios ocupan el primer lugar los mayores de 24 años. 3.3.3.
Frecuencia de consumo del cannabis
El empleo histórico del cannabis en Occidente ha estado restringido a determinados grupos (brujos, artistas, etc.); pero en los años 60, debido del auge del Movimiento Hippie, el empleo se popularizó, alcanzando a convertirse hoy en la sustancia ilegal de mayor consumo social del país. El consumo de la sustancia genera en los chicos y chicas una baja o escasa percepción del riesgo, razón por la cual se potencia su expansión y su tendencia va en ascenso. Los datos epidemiológicos nos indican que en España el cannabis tiene un uso ocasional del 34% y un empleo cotidiano del 7,7% (Megías, 2002); en cifras parecidas la juventud catalana consume ocasionalmente en un 31,4% de los casos y todos los días el 3,2% (citado por Ricart, 2002). En ese sentido, de acuerdo al Observatorio Español sobre Drogas (2003) el consumo de la sustancia creció de forma importante en el periodo 1995-2001, así distinguimos: consumo en la frecuencia últimos 12 meses (pasó de 6,8% a 9,9%), últimos 30 días (creció de un 3,1% a 6,5%) y, el consumo diario (incrementó de 0,7% a 1,6%), en todos los grupos de edad y en ambos sexos. Estos datos nos ponen de manifiesto que en años recientes se ha producido un aumento significativo en la experimentación con cannabis, principalmente entre los más jóvenes y entre las mujeres.
162
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
Gráfica nº 46: Frecuencia de consumo de cannabis
35,1%
Lo probé una vez Ocasional
49,4% 10,3%
Habitual Diario
5,5%
En el estudio (Gráfica nº 46), las frecuencias de ingesta del cannabis distinguidas son: mayoritariamente el 49,4% de los jóvenes manifiestan que consumen ocasionalmente y una población de 35,1% dice que sólo lo probó una vez la sustancia, no manteniendo dicho hábito. A gran distancia observamos a los consumidores diarios (5,5%) y los que fuman habitualmente entre 2 a 6 veces a la semana (10,3%). Sin embargo, en las entrevistas distinguimos los siguientes matices: consumo ocasional (47,6%), a diario (30%), fines de semana (7,5%) y los probó una sola vez (15%). Causan preocupación los datos referidos a la ingesta ocasional y cotidiana, porque además de ser altas son muy significativas y distan enormemente de las registradas en los cuestionarios, las razones pueden deberse a que las entrevistas se llevaron a cabo con sujetos al azar (jóvenes transeúntes en las calles, plazas, paradas de autobús, etc.), mientras los cuestionarios de llevaron mayormente en centros escolares y asociaciones juveniles y, como es lógico, la muestra es mucho más diversa, asimismo el instrumento (entrevista) se presta más a obtener mayor confianza de los interpelados.
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
163
De las personas que han fumado o fuman cannabis extraemos: aquéllos que lo probaron una sola vez, siendo éstos menores de 15 años (53,5%), y los jóvenes entre 15 y 17 años (40%). La mayoría de individuos que fuman porros ocasionalmente (54,1%) se ubican en el intervalo de 18 a 23 años. Los que más consumen todos los días cuentan entre 15 y 17 años con un 9,5%; y aquéllos que beben de 2 a 6 veces por semana (10,9%) son mayores de 24 años. Los datos comparativos del consumo diario frente a los publicados por otras entidades se distinguen por: de un lado, los resultados de EDIS (1,5%) y de OESD (1,6%) son bastante cercanos y con edades muestrales muy parecidas (16 a 24 años y 12 años en adelante, respectivamente), pero en caso de los jóvenes catalanes el porcentaje es mayor (Ricart, 2002; 3,2%) y el nuestro eleva aún más dicha frecuencia de consumo (5,5%), evidenciando el aumento en la tendencia de ingesta de la juventud española. 3.3.4.
Tasa de abandono del consumo
Determinar la tasa de abandono de las drogas estudiadas no es un aspecto explícito previsto en la investigación, sin embargo lo consideramos necesario, dada la importancia que tiene cara a la deshabituación de la sustancia y a la prevención del fenómeno. Los porcentajes obtenidos en la investigación no son específicos en relación al abandono (Gráfica nº 47), excepto en el tabaco; tomamos como punto de referencia el porcentaje de contacto mantenido con el tóxico, como se muestran en las Tablas nº 25 – 26 y gráfica 46).
164
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
Gráfica nº 47: Tasa de abandono de las diversas sustancias
35,1%
31,0%
6,1%
Alcohol Una sola vez
4,3%
Tabaco
Cannabis
Era fumador y lo dejé
En primer término, el alcohol, como ya venimos observando, es la sustancia con mayor contacto entre los encuestados (93,7%), tomando éste como base total, se desprende que sólo el 6,1% lo probó una sola vez y no volvió a beber. Es una relación que directamente no se puede interpretar como abandono del consumo, porque se llevó a cabo de forma experimental, no obstante, se señala puesto que esos jóvenes, por la razón que sea, no siguieron el hábito. En segundo término, con características técnicas parecidas al alcohol, describimos el cannabis. Del 54,9% que tuvo contacto con la sustancia el 35,1% lo probó una vez y no continuó su uso. En este caso es más notorio el contacto casual o explorador de los chicos y chicas con la droga y, tras la experiencia, el 19,8% mantiene la relación. Finalmente respecto al tabaco, cuyo porcentaje de contacto es elevado (79,1%), las cifras experimentales de probarlo una sola vez también son altas (31%); del mismo modo es interesante destacar al 4,3% que abandonó el consumo, es decir, habitualmente fumaban y dejaron de hacerlo. A pesar que la tasa de abandono explícito o contacto único con la droga es grande (35,3%), el número de fumadores jóvenes es alarmante (43,8%).
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
165
De igual manera, son altos los índices de abandono del tabaquismo hallados en las entrevistas, donde el 48,2% han probado la droga, pero de éstos, no han seguido en el camino un 45,9% y entre los fumadores decidieron dejar el cigarro un 2,4%. El porcentaje más alto de fumadores rehabilitados está en el tramo de edad de mayores de 24 años y el de fumadores compulsivos (fuman diariamente) se encuentran en el tramo de edad de 18 a 23 años (36,7%) y de más de 24 años (36,2%).
3.4. SITUACIONES DE INICIO AL CONSUMO Las situaciones de inicio en el consumo de drogas, si bien es cierto que, ya se describió en el apartado 3.2 es conveniente presentarlo en uno independiente, dada la abundante información valiosa que nos ofrece. Las situaciones se referirán a las características, condiciones u oportunidades que colocan a los sujetos en posturas de consumir las drogas. No estaríamos hablando de la etiología, sino que, obedece a la interacción de las condiciones ambientales, familiares, personales... que facilitan el inicio de uso. Las situaciones en las que se produce el consumo de las drogas estudiadas (alcohol, tabaco, cannabis) en la investigación son diversas: con los amigos/as, en un botellón, en la familia, de marcha, en un viaje y estando solo/a, muchas de ellas se pueden solapar, darse varias a la vez o empezar por una y seguir con otras, siendo bastante complejo interpretarlas de forma independiente, no obstante se harán inferencias en ese sentido. 3.4.1.
“Con los amigos/as”
El deseo de los jóvenes de estar con los amigos/as y el tiempo que, realmente, se comparte con ellos/as se sitúa en el primer plano de estar bien y ser feliz. No obstante, siendo prácticos, dicho tiempo se invierte en “ser feliz” a través de las relaciones de amistad (gru-
166
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
po), puesto que es importante en la construcción y consolidación de señas de identidad específicas a través de las propias relaciones y de los contextos, actividades y momentos en que se producen (Rodríguez, Megías y Sánchez, 2002: 16). La interacción simbólica de Thoits (1985) resalta tres beneficios imprescindibles en las relaciones sociales de los jóvenes: •
•
•
Proporcionan a las personas un conjunto de identidades sociales, que se llevan a cabo en interacción y que ofrecen guías de conducta estables a través de la adopción de roles asimétricos. Es fuente de autoevaluaciones positivas, con mayores posibilidades en los entornos próximos, que facilitan el desarrollo y el mantenimiento de la autoestima. Dan lugar a una sensación de control y dominio, muy efectivo y positivo en la comparación social.
Estos beneficios generan en los chicos y chicas una percepción de ayuda potencial, aportando paralelamente el incremento de la predictibilidad de consumo y regularidad de la vida y la conducta cotidiana, al tiempo que ofrecen una parte de la sensación de seguridad necesaria para el desarrollo personal (Rodríguez, Megías y Sánchez, 2002). Sobre el utilitarismo instrumental y la afectividad se basan gran parte de las expectativas de las relaciones de grupo y de las relaciones interpersonales de la juventud que, de acuerdo a los contextos, van adaptándose de diversas formas. En ese sentido, los amigos/as son un apoyo social que aportan elementos protectores para la estabilidad emocional, pero también donde se generan conductas adictivas como característica común y pauta de comportamiento del grupo. De hecho, en el 2003 en Andalucía “el grupo de amigos” constituyó el 51,4% de situaciones de inicio en el consumo de drogas (E.D.I.S., 2003). Analicemos enseguida los resultados que nos ofrece la investigación.
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
167
Gráfica nº 48: Situaciones de inicio en el consumo: “Con los amigos/as”
70,8%
Cannabis
67%
Tabaco Alcohol
46,7%
La Gráfica nº 48 nos muestra unos porcentajes muy altos de amigos/as con relación a las situaciones en el inicio del consumo de cannabis (70,8%), le sigue el tabaco (67%), finalmente, el alcohol (46,7%). Resulta llamativo que los datos más altos correspondan a drogas que se pueden fumar, también resaltar que, es la situación de consumo que ocupa el primer lugar en la escala elaborada en la misma. Frente al porcentaje registrado por EDIS (2003; 51,4%), la media observada en la investigación es 61,5% y se sitúa aproximadamente con 10 puntos por encima de la media andaluza; una razón puede constituir es que en la investigación sólo nos centramos en las respuestas de las tres drogas -las más consumidas a nivel nacional(alcohol, tabaco y cannabis) y en los resultados de EDIS confluyen además de éstas diversas sustancias ilegales. 3.4.2.
“En un botellón”
El “botellón” es un fenómeno social complejo cuya definición no es precisa, se centra en la juventud pero afecta a toda la sociedad. Es una innovación basada en nuevos estilos de vida, de comportamientos y de formas de ocio (Castillo, Días, Gallego y Santiago, 2001). El botellón es una manifestación mayoritaria de los jóvenes en la calle, se trata de concentraciones de grupos de amigos/as que ad-
168
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
quieren bebidas alcohólicas y otras drogas para consumir en espacios abiertos y amplios como plazas o jardines, normalmente cercanos a los lugares de la “marcha” nocturna. Sin embargo, estos componentes no tendrían sentido sin la toma de la calle, su conquista. La noche invierte el uso del espacio público en espacio lúdico, asimismo, esta acción sólo es posible en las franjas horarias específicas: la noche. Del mismo modo, el “botellón” tiene un carácter social puesto que todo aquel/lla que asiste al ritual no va sólo a beber sino también a encontrar gente (cuantos más, mejor) en un ambiente de comunidad surgido en medio de la noche por intereses, más o menos factibles, pero comunes a miles de jóvenes. Resulta cada vez más usual encontrar a esta población reunida, por lo general, los fines de semana, consumiendo sustancias y presentando en este acto un signo de socialización y de relación entre iguales, sin diferencias en cuanto al sexo o condición social (Defensor del Pueblo Andaluz, 2002). El ritual suele prolongarse hasta altas horas de la madrugada, muchas veces, ante la mirada resignada o molesta del resto de los vecinos/as que no acaban de considerar estas escenas como algo “natural”. Los datos del “botellón” en la investigación son los que siguen. Gráfica nº 49: Situaciones de inicio en el consumo: “En un botellón” 19%
13,3% 5%
Alcohol Tabaco Cannabis
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
169
La Gráfica nº 49 refleja que el 19% de los jóvenes empezó a consumir alcohol estando o participando en un botellón, el 13,3% en relación al cannabis y sólo el 5% en cuanto al tabaco. El “botellón” como situación en el inicio de consumo de las drogas ocupa el segundo lugar en importancia en la escala de las situaciones, no obstante está bastante alejada del primero (los amigos/as: alcohol 27,7 puntos menos, tabaco 62 puntos menos y cannabis 57,5 puntos menos). Este distanciamiento se puede entender mediante el solapamiento del primero (los amigos/as), porque el “botellón” también se lleva a cabo con el grupo. 3.4.3.
“De marcha”
Es otro fenómeno social de difícil acepción, se emplea en el argot o lenguaje juvenil, hace referencia al hecho de salir a divertirse a “pasarlo bien”, fundamentalmente de noche en el tiempo de ocio. Es una conducta ampliamente generalizada entre los chicos y chicas más bien vinculada a estar con el grupo de amigos/as, tomar copas, fumar, bailar, escuchar música, ligar... normalmente en lugares o espacios como bares, pubs, discotecas, etc. hecho que se prolonga hasta altas horas de la madrugada. El tiempo preferido es el fin de semana, en el que se espera “todo”, está abierto a diversas posibilidades y constituye en términos de Comas, Aguinaga, Orizo, Espinosa y Ochaíta (2003) un “fenómeno que crece imparable”, donde en sólo seis años el número de adolescentes y jóvenes que apuran la noche se ha duplicado, y el porcentaje de chicos y chicas que a las 6.30 de la mañana del domingo aún no se ha acostado se incrementa del 8% al 34%, o sea, que un comportamiento en principio minoritario ha crecido mucho en un periodo temporal corto. Las razones parecen asociarse al anonimato que ofrece la oscuridad y la sensación de libertad, llegando a constituirse (la noche) su “objeto de propiedad privada”.
170
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
Cuando se sale de “marcha” implícitamente se admite, por lo general que, para “aguantar” o “ayudar a estar más contentos”, etc. (ver apartado 2.2.2) se consumen drogas, sean éstas legales o no. La tipología de diversión tiene innumerables opciones, por ejemplo “ir de botellón”, “ir de tapas”, “de copas”... que terminan finalmente en la “marcha”. Dependiendo de los casos, algunos pueden empezar por el “botellón” como paso intermedio a la “marcha”, salir directamente a la “marcha”, iniciar con el “tapeo”, luego el “botellón” y enseguida la “marcha” u otras tantas combinaciones/elecciones que surjan. En ese sentido hay que tener en cuenta también el poder adquisitivo que disponen los chicos y chicas, porque dependerá de éste, en gran medida, el tipo de diversión que se escoja. Los jóvenes que empezaron a consumir sustancias de “marcha” en la investigación nos muestran los siguientes resultados. Gráfica nº 50: Situaciones en el inicio de consumo: “De marcha” 6,9% Cannabis Tabaco Alcohol
10,4% 16,2%
La “marcha” fue una situación que fomentó el consumo en el 16,2% de los jóvenes en relación al alcohol, el 10,4% en cuanto al tabaco y el 6,9% respecto al cannabis. Los datos no son mayoritarios, pero son importantes en la medida que es un movimiento social juvenil con grandes repercusiones, tanto en los propios implicados como en el ámbito de la sociedad. También, indicar que a esta variable le pasa algo parecido que al “botellón”, es decir, el ocultamiento
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
171
o absorción de los “amigos/as” como situación principal de consumo. 3.4.4.
“En la familia”
La familia es el único sistema en el que las personas pertenecen y participan durante toda su existencia. Tiene la capacidad de constituirse como un núcleo de transmisión de costumbres, hábitos, modelos de comportamiento, asimismo representa un elemento de apoyo, resolución de conflictos y sustento del estado de bienestar, además es clave en el desarrollo personal y social del individuo (Megías y otros, 2002). Así, la familia como elemento próximo al joven tiene un papel incuestionable porque, las condiciones o situaciones que se produzcan en el seno en relación a las actitudes o posicionamientos de las drogas, pueden influir o estimular en la motivación para empezar el consumo. Por ejemplo, para el 6% de chicos y chicas andaluces fue en la familia donde tuvieron su primer contacto con las drogas (E.D.I.S., 2003). A continuación estudiemos los resultados hallados sobre el tema en la investigación. Gráfica nº 51: Situaciones en el inicio de consumo: “En la familia” 9%
2,6% 1,1%
Alcohol
Tabaco
Cannabis
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FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
Los porcentajes referidos al alcohol son los más altos (9%), tal vez por la amplia aceptación social que goza la droga y por ser un elemento que está casi siempre presente en los actos de índole social; le sigue el tabaco con un 2,6% y, finalmente el cannabis únicamente con un 1,1%, entre otras razones, porque esta última sustancia es ilegal y por lo general las familias convencionales no tienen ante ella una postura tolerante. Por otro lado, las entrevistas corroboran el dato en relación al alcohol, produciéndose en dicho contexto en el 8,2% de los casos. 3.4.5.
“En un viaje”
Los viajes, inicialmente los escolares y luego más tarde lo llevados a cabo entre amigos/as, son circunstancias propicias para experimentar situaciones nuevas, fuera del control de la familia y del orden establecido. Los adolescentes y los jóvenes se sienten protagonistas y fundamentalmente libres, aspectos que pueden impulsar o estimular a “probar” sustancias. Así acontece en el 0,6% de los jóvenes andaluces que probaron las drogas cuando estaban de viaje (E.D.I.S., 2003). En la investigación, distinguimos los siguientes datos. Gráfica nº 52: Situaciones en el inicio de consumo: “En un viaje”
6,5%
6,4%
2,6%
Alcohol
Tabaco
Cannabis
El viaje fue una situación que originó el consumo de tabaco de los sujetos estudiados (6,5%), muy cerca se observa aquéllos que se
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
173
iniciaron con el cannabis (6,4%) y únicamente el 2,6% empezaron con el alcohol. Vuelve a llamar la atención que sean las sustancias fumadas las que tengan un porcentaje más elevado, tal vez sea porque estas drogas no ocasionan, en gran medida, demasiada notoriedad en cuanto a sus efectos, puesto que no podemos olvidar que muchos de estos viajes se llevan a cabo dentro del marco escolar y en consecuencia se encuentran “vigilados”. Comparando estos resultados con la media andaluza (0,6%; EDIS, 2003), son mucho más elevadas (5,2%), ello puede deberse a que las edades de la muestra analizada en la presente investigación se fija únicamente entre los 12 y 26 años, etapas actualmente en el que se efectúan estos desplazamientos con cierta frecuencia a diferencia de la muestra de EDIS que, cuenta con sujetos de todas las edades (de 12 años en adelante), donde parte de la población pertenece a generaciones que no han tenido la oportunidad o no han podido disfrutar de estos eventos. 3.4.6.
“Solo/a”
El consumo de drogas, como cualquier otro consumo social, no es acto exclusivo que se haga en grupo, sino también es un hecho de índole personal. Por tanto, la soledad como estado emocional, el encontrarse físicamente solo/a o buscar momentos de plena intimidad para consumir son situaciones propicias para iniciarse en el hábito. Por ejemplo, como dicen Gamella y Jiménez (2003: 227) en el estudio sobre el uso prolongado del cannabis, los consumidores diarios no sólo suelen fumar con más gente sino que también fuman más a menudo en solitario, asimismo los fumadores intensivos pueden hacerlo con cualquiera, incluso con desconocidos. Algo parecido ocurre con los consumidores del tabaco. No obstante, volviendo a las situaciones de origen encontrándose los jóvenes solos/as, distinguimos en la investigación los siguientes datos.
174
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
Gráfica nº 53: Situaciones en el inicio de consumo: “Solo/a”
Cannabis
0,4% 3,9%
Tabaco 0,8% Alcohol
Los porcentajes en esta variable (Gráfica nº 53) son bastante ínfimos, lo que nos demuestra que el hecho de “estar solo/a” como situación de inicio de consumo en las sustancias no es significativa, cobrando más peso las condiciones relacionadas con el entorno social. Sin embargo, destacan ligeramente aquéllos que comenzaron en dicha situación consumiendo tabaco (3,9%), a distancia se hallan quienes empezaron con el alcohol (0,8%) y los jóvenes que se iniciaron con el cannabis (0,4%). Esta variable se encuentra en la última posición de incidencias en cuanto a las situaciones de consumo, por tanto su prevalencia es menor volviendo la mirada hacia situaciones extremas relacionadas con el grupo de iguales. 3.4.7.
Situaciones de inicio de consumo de acuerdo a la tipología de droga
La Tabla nº 28 muestra claramente que las situaciones que prevalecen en el inicio del consumo de las sustancias estudiadas son los “amigos/as”, seguidas del botellón (alcohol y cannabis) y en caso del tabaco “de marcha”. Todas las situaciones son identificadas como momentos lúdicos y de disfrute.
Representaciones sociales de los jóvenes sobre las drogas
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Tabla nº 28: Situaciones de inicio de consumo según la tipología de droga Situación
%A
%T
%C
Con amigos/as
46,7
67
70,8
En un botellón
19
5
13,3
16,2
10,4
6,9
9
2,6
1,1
En un viaje
2,6
6,5
6,4
Solo/a
0,8
3,9
0,4
NS/NC
2,9
2,7
1,1
De marcha En la familia
A: alcohol; T: tabaco; C: cannabis
De acuerdo a la edad, “los amigos” destaca a partir de los 18 años en adelante (superando el 50% en el alcohol y el 70% en el tabaco); así, en el caso del alcohol los más jóvenes (adolescentes) tienen el porcentaje más alto en la situación “de botellón”, las explicaciones al respecto pueden deberse a la popularidad que ha adquirido el hecho social (“el botellón”) en los últimos años, pues cuando comenzaron a consumir alcohol, en las franjas más altas de edad apenas se había difundido la práctica, siendo por tanto más baja esta variable. Finalmente, destacar a “la familia” como situación de inicio del alcohol porque, a pesar de que el porcentaje de sujetos que comenzaron a consumir la sustancia dentro de este marco es bajo (9%), es un hecho que evidencia la situación abiertamente tolerada en el contexto social, donde el núcleo familiar sirve de primer nexo o puente con la droga. Por otro lado, es curioso observar los menores de 15 años que afirman que comenzaron a consumir tabaco y cannabis “de marcha”; esta situación llama la atención, porque a estas edades “la marcha” como tal (dimensión lúdica nocturna hasta el día siguiente, vivida “a tope”, consumiendo sustancias...) no suele darse, más bien parece una respuesta relacionada al hecho de “aparentar” ante los demás.
4. CONCLUSIONES Las representaciones sociales suponen una visión, una percepción y sobre todo una evaluación o valoración de algún fenómeno concreto de la realidad, en este caso, las representaciones sociales de las drogas. Interesa especialmente lo que hay detrás de la idea, es decir, la simbología que los jóvenes atribuyen a las drogas, en tanto en cuanto generan modelos e influyen en las conductas. Los significados pueden o no coincidir con las teorías científicas, pero siempre es preciso salir a su encuentro, primero para conocer el valor representado y después para interpretar el sentido atribuido. Las representaciones sociales son el efecto de una subcultura, donde la transmisión, la imitación, la modulación genera una información dependiente del contexto, si bien dichas inferencias van a sufrir el filtro de la interpretación personal, lo que imprime un cierto sello de peculiaridad. De acuerdo a los resultados de la investigación, los factores que han influido en el conocimiento del alcohol, el tabaco y el cannabis y su contacto con la experiencia inmediata han sido fundamentalmente: los/as amigos/as y los bares, discotecas y pubs, los elementos de próxima interacción. El escenario de los/as amigos/as se consolida como la fuente que ofrece el agua informativa al sujeto sediento de sensaciones nue-
178
FANNY T. AÑAÑOS BEDRIÑANA (Coord.)
vas (en los tres tipos de drogas superan el 80%); quiere decirse que la dinámica de consumo es colectiva y supone un referente de identidad personal y grupal. En este sentido los iguales se erigen en pieza preciada de socialización, requisito básico en las situaciones iniciales de ingesta; hechos que se concretan en actividades a citar “la marcha”, “el botellón”, “el tapeo”, etc. Por otro lado los escenarios lúdico-festivos, especialmente nocturnos, discotecas, pubs, bares, plazas, etc., constituyen la pista de despegue en el ritual de degustación de las drogas. A partir de nuestros datos podríamos asegurar que los significados otorgados a las drogas desde la interpretación mental conforman una caja de Pandora, llena de argumentos sorprendes y subjetivamente consistentes: a.
Por su significación complaciente:
Se advierten motivaciones tales como “la diversión”, “las costumbres” “el tonteo o la tontería”… También destacan, los motivos de plagio conductual como “porque mis amigos/as lo hacen”. b.
Por su significación pseudocientífica:
Se comprueba que la “curiosidad” recibe un carácter experimentalista que conduce a la exploración y al inspirador encuentro con las drogas estudiadas. En el alcance benéfico del alcohol destacan asociaciones psicológicas referidas a la necesidad de vencer a la timidez o para estimular los estados anímicos, así mismo percepciones relacionadas a las relaciones sociales (establecer nuevas amistades o como elemento facilitador en el inicio de la relaciones sexuales); también es muy significativo la creencia saludable de obtener sensaciones térmicas
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de calor y de esa forma superar el frío o de servir como estimulante para abrir el apetito. De las propiedades asignadas al tabaco sobresalen los beneficios psicológicos orientados a obtener la calma, relajación y descanso que se “siente” al fumar -propiedad que se identifica también, en primer lugar, en el cannabis-. Desde la perspectiva sanitaria, llama la atención la creencia que la sustancia aminora el apetito, por ende, un buen regulador del peso; así como, favores de orden social que se traducen como buen motivo o excusa para “ligar” o aproximarse a la persona objeto de deseo. Respecto a las ayudas que se perciben del cannabis despuntan, además de las propiedades psicológicas relajantes de la droga, las vinculadas a los estados anímicos como estar contentos o desconectar del aburrimiento -producido por la cotidianeidad-; también coincide con el alcohol la creencia de que facilita vencer la timidez. Por otro lado, pone en relieve un bien de la salud asociada al control del peso, porque se cree que disminuye la sensación del hambre; asimismo se obtiene una ventaja porque es un buen estimulante del sistema circulatorio. Finalmente, los atributos sociales encaminados hacia mejorar las relaciones con los amigos/as. El análisis de prevalencias refleja que en el alcohol están presentes todas las dimensiones y, en el caso del tabaco y cannabis, especialmente, los psicológicos y sociales. c.
Por sus significaciones autocomplacientes:
Más que fortalezas el trabajo pone de manifiesto las debilidades de los jóvenes, expresión de carencias, inseguridades, curiosidades, temores, expectativas…y efecto de una titubeante personalidad. Por ejemplo, se atribuye al consumo capacidades “extrarrutina” por cuanto “coloca”, “da el punto”, “alucina”, “me siento bien”, “ayuda a olvidar y superar los problemas”, “da lucidez-creatividad”, “aumenta el tono vital”, “facilita en la toma de decisiones”…
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d.
Por su significación “benevolente”:
El pensamiento de los jóvenes respecto a las drogas, en gran medida, es difusamente generoso, muestra de la presencia en la mente del irrealismo. La percepción de ausencia de riesgos y de consecuencias perversas a medio plazo es una constante en las creencias juveniles. El ejemplo elocuente viene de la falsa percepción según la cual aparece la sustancia valorada como droga, pero sólo cuando se consume en cantidades abundantes; es decir se borran los límites de la dependencia porque la sobriedad y el control son atributos de la condición humana en opinión del colectivo. En esta óptica, los beneficios que se espera obtener de la ingesta de las drogas están por encima de cualquier otra consideración ética y científica. Estos datos son los elementos que corroboran las percepciones benéficas o valoraciones llenas de benignidad que se otorgan a las drogas, como propiedades medicinales, terapéuticas, estéticas, ayudas personales y/o sociales para estar a gusto, superar los problemas y disfrutar de la vida. No obstante, son sensaciones y estados fruto de la estimulación o inhibición en el funcionamiento del sistema nervioso central, cuyo efecto refleja una hipotética liberación de sentimientos, emociones, experiencias, control social, actitudes, comportamientos, etc. que supuestamente las drogas ayudan a canalizar. Educación y significados de las drogodependencias Desde la educación interesan fundamentalmente las representaciones sociales y, en menor medida, las conductas, porque antes de aparecer la conducta existe en la mente de los jóvenes un significado motivante; consideramos que los procesos educativos no buscan tanto eliminar las conductas adictivas como transferir la influencia de la simbología, es decir, sustituir los significados vigentes por otros igualmente significativos y realistas. 1. La Educación supone algo más que unos mensajes de prevención: un coche sirve para correr, pero aparte saber conducir, conviene conocer las debilidades y fragilidades de la máqui-
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2.
3.
4.
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na. Las competencias educativas alcanzan, en primer lugar, las perspectivas de la visión, las creencias, los criterios. En consecuencia, el foco de atención de un programa educativo referente al consumo de la droga negocia los significados. Lo importante es establecer puentes de acceso a los valores y sentido atribuido al consumo de las sustancias, previo al abordaje de las conductas. En el estudio aparece la relación entre simbología-motivosbeneficios. Ello representa una cultura o si se prefiere una subcultura en el mundo juvenil. Acceder a la comprensión de tales códigos comporta entender los anclajes de las relaciones sociales. El educador tiene como básica tarea tomar conciencia de los potenciales que aparecen en la mente y que canalizan la funcionalidad del consumidor. Así pues, nuestra propuesta se orienta hacia la alfabetización del educador. Por analfabeto entendemos el no tener acceso al sistema de signos, creencias, hábitos, costumbres… de ahí que muchos trabajadores, en los escenarios de las sustancias tóxicas, podrían ser calificados de tales, cuando ignoran la simbología del joven consumidor. Alfabetizarse representa un esfuerzo por acceder a los significados que se manejan en “los ambientes” socioculturales y en las representaciones complacientes o pseudocientíficas. Del trabajo se extrae una conclusión más: las actividades de reciclaje de las creencias no pueden partir de nuestros supuestos como criterios últimos. Más bien el empeño educativo se conducirá por la presencia de: • Un diálogo comunicativo entre educador y joven. • Una participación activa de los sujetos empeñados en la tarea. • El reforzamiento de la autoestima y la relación emocional con otras tareas igualmente significativas. • La necesidad de alfabetizarse el joven y el educador gracias al ajuste de las capacidades cognitivas y simbólicas de unos y otros.
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Finalmente deseamos expresar que, mediante la concreción de este estudio, hemos respondido al desafío de poner en la palestra temas o planteamientos de costoso acceso; pese a las dificultades, esperamos aportar desde el nuevo enfoque de las creencias, percepciones, valores… modelos de otra transferencia de los símbolos atribuidos a la “feliz compañía” del alcohol, tabaco y cannabis. Antes de cerrar estas líneas reiteramos nuestro agradecimiento a la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, por confiar y apoyar el proyecto de investigación y el trabajo del equipo, así como, a todas las personas que intervinieron directa e indirectamente, con cuyo aliento nos sentimos acompañados en este camino.
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