La imaginación, el deseo y la literatura crean paraísos en los que penetrar con los ojos cerrados. Literatos consumados ...
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La imaginación, el deseo y la literatura crean paraísos en los que penetrar con los ojos cerrados. Literatos consumados y aficionados a fantasear te conducen por los vericuetos de su mente. Glups! Sexo tullido por Alejandro Gándara (*) La pierna perfecta se balanceó en una esquina de la terraza del bar, jugueteando con un zapatito de tacón de aguja. Era una de esas piernas caoba, larga, deseable y por lo que a mí se refiere inaccesible. En ese momento tuve el desprendimiento de retina que me dejó ciego del único ojo sano. Desde ese día, mis excitaciones y mis ansias galopan con la visión de esa pierna que no pertenece a ninguna mujer. Y que no la necesita. Pero todo esto va a más. Me da miedo recordar que el otro ojo lo perdía mientras miraba un antebrazo maravilloso en la ventanilla del coche que iba delante. A veces ese antebrazo y esa pierna se juntan. Entonces me vuelvo loco. Nada me sacia. Amo.
(*) Santander, 1957. Premio Nadal (1992), Anagrama de Ensayo (1998) y Herralde de Novela (2001).
Chapuza por Eduardo Mendicutti (*) A las nueve de la mañana estábamos ya a 26º a la sombra. El chico rubio que montaba el andamio metálico contra la fachada del edificio en que vivo se estaba poniendo los arneses. Las correas le cruzaban por debajo de los pectorales el torso desnudo, bronceado y brillante, y el ancho cinturón de lona metalizada le ceñía la grupa esbelta y fuerte y los marcados abdominales, y dos tirantes de cuero le empinaban las nalgas provocativas y la bragueta desafiante del pantalón vaquero cortado casi a la altura de las ingles. Un bulto asombroso le rellenaba el bolsillo izquierdo del pantalón. El chico me miró. Sonreí. Le dije: “Cuando termines, te invito a una cerveza en mi casa”. “Cuando termine, tengo que hacer chapuzas, que está la cosa muy chunga”. Parpadeé, le miré de arriba abajo, me atasqué en el bulto, susurré: “Considérame una chapuza”. El entonces también sonrió y se sacó el bulto del bolsillo para guardar mi número de teléfono.
(*) Sanlúcar de Barrameda, 1948. Es periodista y escritor. Columnista del diario EL MUNDO desde su fundación, escribe también en la revista "Zero". Asimismo, su presencia es habitual en algunas de las tertulias más escuchadas de radio y televisión) Última novela publicada: Duelo en Marilyn City
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LCuestión de tiempo por Unai Elorriaga (*) Tú avisas para que te despierten, no, quiero decir cuando estás en un hotel, no, y vas a la recepción y dices que te despierten a las nueve y media, no, y subes a la habitación y duermes, y al día siguiente te despiertas bastante antes de las nueve y media, a las nueve y doce igual. Quiero decir que esto me paso’ a mi’ el otro di’a, no, y vas al baño y ves a la chica que limpia la habitación, dentro de la bañera, duchándose. Y te dice Soy peruana y estoy desnuda; aquí. Y tú, vete a saber por qué, vuelves a la cama y te vuelves a dormir, no. Y a las nueve y media suena el teléfono de la recepción para despertarte, o igual a las nueve y 32 o y 34, porque tienen que despertar a más gente y un minuto no da. Entonces vuelves al cuarto de baño a ver si sigue la chica, y no está, pero ves que ha dejado cinco botes de gel en vez de uno y, por lo menos, diecisiete maquinillas de afeitar. Que no es normal.
(*) Vizcaíno. Dio la sorpresa y, con 29 años, se llevó el Premio Nacional de Narrativa con su ópera prima 'SP rako tranbia', que ahora llega a las librerías en castellano: Un tranvía en SP.
Mi padre tendría razón por Susana Pérez Alonso (*) He barrido el suelo de la Luna. Con mis pestañas. El polvo entró en mis ojos y la boca sabe a sal. Has dejado, extendidas por mi cuerpo, moras. Las has exprimido, has untado mis labios con moras. Y mis pechos. Y los hombros. La tripa. En los muslos has machacado fresas. Zumo de fresas que se junta en mi boca con las moras. Mi pelo lo has llenado de ruibarbo y mis ojos los acicalas con estrellas. Siento las manos. Las tuyas. Las mías están aferradas a un trozo de sábana, ni te tocan. Siento como estás dentro de mí, y el polvo, el de la luna, vuelve a entrar y regresa la sal. Llega a la boca y se junta al sabor de mora; al sabor de fresa. Van haciendo surcos en la piel de mi cara, las lágrimas. Se saben el camino. De memoria. Hay días que intentan seguir otro camino. Pero tú lo corriges. De un lugar lejano al alma, dejo escapar un grito. Un aullido que en nada se parece al de una perra en celo. Y la fresa sabe a sangre, y la mora a golpe. Y todo, hasta la mirada, la tuya, la mía, tienen sabor de acíbar. Una tarde, una noche, un día más, la fresa ha sido sangre; la mora maratón y el polvo, el tuyo, golpes en el alma. Una noche más, me has violado. Tendría razón mi padre. La tendría. Él se lo hacía a mi madre. Yo lo escuchaba y juraba que nunca me ocurriría a mí. Al final, sí, tendría razón mi padre: todas somos putas... O tal vez tengamos miedo... Miedo... (*) Asturias en 1958, ha trabajado como procuradora en tribunales, como graduada social, técnico fiscal y actualmente es empresaria. Compagina su pasión por la literatura con la actividad política, el asociacionismo y la colaboración habitual en prensa y radio. Fue finalista del premio La Sonrisa Vertical en el año 2000 y ha publicado la novela erótica Mandarina, además de Cuentos de hombres y Nada me turbe.
Un febril mediodía por Zoé Valdés (*) Dos chicas entraron al café y muy modosas pidieron permiso para ir al baño. El camarero accedió con un guiño cómplice a los parroquianos. La puerta del baño entreabierta daba a la mesa de Juan y de Canela. Ella fue quien descubrió a las muchachas besándose en la boca, la trigueña de pelo lacio y brilloso se encaramó la blusa y entregó sus senos de grandes pezones pálidos, la otra chica, espeso cabello castaño, ojos pardos, boca jugosa, los vivió afiebrada y enseguida inclinó su cuello a ellos y su lengua lamió las areolas rosadas. Las manos descendieron y se colaron entre las cremalleras de los jeanes, al instante se pajearon los clítoris. Canela hizo señas a Juan para que también admirase. Juan asintió tranquilo: -Las estoy partiendo a través del espejo situado a tus espaldas.
(*) La Habana, 1959. Se adentró en la literatura de la mano de la poesía para dar después el salto a la novela. En ambos géneros ha recibido el aplauso del público y la crítica. Finalista del Premio Planeta (1996) con ‘Te di la vida entera’, Premio Planeta (1997) con Café Nostalgia, Premio Fernando Lara de Novela (2003) con su última novela ‘Lobas de mar’. En 2001 recibió las Tres Llaves de la Ciudad de Miami.
Descorche a dúo por Nativel Preciado (*) Una hermosa camarera, con un “benjamín” en la mano, sin previo aviso, abrió la puerta de la habitación. -Disculpe, -dijo con indudable acento ruso- vengo a reponer el minibar. El cliente estaba desnudo, recién salido de la ducha, tumbado boca arriba sobre la cama. Inmóvil frente a su desnudez, la camarera no podía apartar la vista del sexo de aquel hombre. También él estaba paralizado. Se sentía indefenso y desarmado, mientras notaba que su miembro cambiaba de posición, se disparaba hacia arriba y aumentaba prodigiosamente de tamaño. La rusa, sin pronunciar palabra, restregó la botella helada de champán por aquel miembro erecto, al tiempo que se bajaba la cremallera y deslizaba su mano bajo la falda. Dos o tres minutos después ambos jadeaban satisfechos. -¿Quiere el señor que le cambie las sábanas? – preguntó la camarera. -No, muchas gracias –respondió el cliente. La camarera dejó la botella en el minibar, se secó la mano con una cortina y salió de la habitación. (*) 1948. Ees una de las periodistas más prestigiosas del panorama español. Su trabajo como escritora comienza más tarde pero pronto se hace un hueco en el panorama español. Finalista del Premio Planeta (1999) con ‘El egoísta’. Su última novela es ‘Bodas de plata’.
El hombre que hablaba y hablaba por Lourdes Ventura (*)
Se escucha en el sueño un bolero desesperado. Cada uno en nuestro rincón, como dos púgiles sonámbulos inmovilizados por el miedo. Estoy acurrucada en el sofá. Él permanece tenso en su sillón. A veces grita: no puedo, no debo. Dice que está agotado, que sólo quiere descansar para olvidar el mundo, para olvidar mi cuerpo prohibido. Le trastorno, dice, se obliga a resistir despierto enganchado al sonido de sus palabras. El habla y habla, como si estuviera loco, como si el resto de las bocas del mundo hubieran callado. Luego enmudece y se acerca a mí sin verme y muerde mis labios, la boca toda, la boca de mar suya que me baña la lengua y la garganta. Y él dice que arde la piel de mis pechos adolescentes y alza mi falda de colegiala para ver mis ingles por los orificios de unas medias caladas. Sólo eso, adivinar unas ingles morenas bajo una tela de araña. Sueño que es un sueño. Y al instante, se produce en él un grito que rompe todos los diques que le cercaban, y la boca que suplica es ya la boca que explora con ansia los huecos recónditos de mi cuerpo de quince años.
(*) Reconocida experta en la literatura escrita por mujeres y en la literatura inglesa, Lourdes Ventura publicó en 2000 el ensayo "La tiranía de la belleza". Su bibliografía como novelista incluye hasta la fecha cuatro títulos: "Fuera de temporada" (1994), "Donde nadie nos encuentre" (1997), "Casa de amantes" (2000) y "El poeta sin párpados" (2002). Colaboradora habitual en diversos medios periodísticos, la crítica ha visto en su narrativa "una brillantez poco frecuente". Su última novela es ‘La cantante de hotel’ (2003).
La mujer de arena por Benjamín Prado (*) Yo la llamo Astrid, no sé por qué. Tampoco sé de dónde viene, ni qué idioma habla, pero la quiero desde que la vi, hace un año, en una playa de Rota. Cada mañana, ponía su sombrilla cerca de mí, se desnudaba, nadaba un rato en el océano y después se tumbaba en la arena. La arena se pegaba a su piel húmeda y toda ella brillaba como un mineral. En mi vida había visto nada tan bello. Cuando se iba, yo me acercaba al lugar donde estuvo y a veces me tendía sobre su silueta. Después, empecé a guardar puñados de esa arena que era como el molde de la diosa. Así pude tenerla: cada mañana, memorizaba en la playa unos centímetros de su cuerpo y cada tarde los rehacía sobre mi cama, dándole su forma a la arena, amasando horas y horas aquella mezcla de tierra y agua hasta conseguir sus hombros, sus muslos, sus pechos, sus pies... Hace casi un año que acabé a Astrid y todas las noches nos amamos con dulzura y con furia, hasta convertirnos en estatuas deshechas. No sé si este año volverá a Rota. Astrid. Mi adorada Astrid, seas quien seas.
(*) Madrid, 1961. Su primera novela, Raro (1995), logró un extraordinario éxito no sólo en España sino también en países como México, Argentina o Colombia. Las dos siguientes, Nunca le des la mano a un pistolero zurdo y Dónde crees que vas y Quién te crees que eres, publicadas ambas en 1996, lo confirmaron como uno de los escritores imprescindibles de las últimas generaciones.
Gata por Espido Freire (*) Y mientras tú, oculto por los visillos de tu salón, me miras, yo abro las piernas junto a la piscina y las froto una contra la otra, muy despacio, la cabeza hacia atrás, los ojos abiertos tras las gafas de sol, y hablo de mi gata con tu novia.
(*) Bilbao, 1974. Estudió Filología Inglesa en la Universidad de Deusto, donde fue responsable de diversas actividades culturales literarias. Su primera novela, "Irlanda" (1998), fue muy bien acogida por la crítica, y los elogios se repitieron con "Donde siempre es octubre" (1999). En 1999 obtuvo el premio Planeta por su obra "Melocotones Helados". Su último trabajo es Cuentos malvados.
Carta de verano por Andrés Barba (*) Sara, escribo tu nombre al borde del océano. Si sólo pudiera decir “Te escribo desde el océano”, pero no: escribo tu nombre al borde del océano. En el que nunca estuviste y en el que ya no estarás. Busca a tu igual en el deseo de las miradas.
(*) Madrid, 1975. Es licenciado en Filología Hispánica y publicó en 1997 su primer libro, la novela corta "El hueso", que obtuvo el Premio Ramón J. Sender de narrativa. Hoy en día simultanea su trabajo de escritor con la docencia en la Universidad Complutense de Madrid y en la Escuela Contemporánea de Humanidades. Fue finalista del Premio Herralde de Novela 2001 con "La hermana de Katia". Su última publicación ha sido "La recta intención" (2002).
Otro día sin sorpresas por José Ovejero (*) Cuando despertó, la desconocida todavía estaba allí. Desnuda y abrazada a la almohada como lo había abrazado a él antes. Tenía entreabiertos los labios; al recordar lo que le había hecho con ellos, el hombre volvió a excitarse. Se arrodilló junto a ella y, como estaba acostada de lado, pudo inspeccionar despacio sus nalgas pecosas, el pubis, que ahora fingía inocencia, los pechos diminutos que él había jugado a devorar. Le acarició suavemente el clítoris; ella lo notó porque abrió las piernas para facilitarle la labor. Cuando despertó, estaba excitada sin saber por qué. Se masturbó fantaseando un hombre a su lado que la contemplaba desnuda y tocaba su sexo. Al terminar, abrió los ojos. Le hubiese gustado que el hombre aún estuviera allí. Se fue a duchar. Comenzaba otro día sin sorpresas. (*) Madrid, 1958. Es licenciado en Geografía e Historia. Tras una etapa en Alemania, se instaló de modo permanente en Bruselas, donde trabaja desde 1988 como intérprete. Su obra narrativa incluye Cuentos para salvarnos todos y las novelas Añoranza del héroe y Huir de Palermo. Ovejero es también autor de Bruselas y de la colección de poemas Biografía del explorador, que obtuvo en 1993 el Premio de Poesía Ciudad de Irún, así como de China para hipocondríacos, que fue proclamado ganador del premio Grandes Viajeros y publicado en esta editorial en 1998. Destaca también Un mal año para Miki (2003).
Pecado por Andreu Martín Entre el alba y el amito, enredadas en el cíngulo, estaban las braguitas, húmedas aún.
(*) Barcelona, 1949. Es licenciado en Psicología por la Universidad de Barcelona, su labor creativa abarca la novela, el cómic, el teatro, la televisión y el cine. Máximo representante de la novela policíaca en España, con Manuel Vázquez Montalbán, es también de los autores más populares entre el público juvenil: su serie del detective Flanagan, escrita con Jaume Ribera, se halla entre las novelas juveniles más vendidas.
Un último placer por Paula Izquierdo (*) Su queja sonó como el grito primero. Por fin había sentido las afiladas hojas del interior de las esposas. La sangre comenzó a brotar, como una fuente mansa, caliente, de sus muñecas. Manchó las sábanas y tiñó mis rasgos. Me coloqué a horcajadas y me prolongué entrando y saliendo de su cuerpo dulcemente, pausadamente y él se contraía de satisfacción y se le estrangulaba el llanto. Le recogí en mis brazos, le abracé como si hubiera podido morir. No podía morir. Me quedé dormida, recordando su última mirada de gratitud.
(*) Madrid, 1962. Ha estado siempre unida profesionalmente a la cultura. En 1997 publicó su primera novela La vida sin secreto. En 1994 quedó finalista del VI premio Ana María Matute de Narrativa, en 1995 del premio TusquetsEscuela de Letras y en 1996 del premio Juan José Relosillas de Relatos. Este verano acaba de terminar su última novela ‘La falta’ que verá las librerías la temporada próxima.
Rechupete por Vicente Molina Foix
Habían comprado en el ‘sex shop’ de Gran Vía una caja de preservativos con sabores de frutas tropicales, todas desconocidas para la joven pareja recién llegada de un pueblo de Zamora. Por eso los dos chicos decidieron hacer una ‘tortilla’ en la cama y ponerse las botas en el postre.
(*) Elche, 1946. Es escritor, crítico de cine y autor dramático aunque su labor literaria se ha desarrollado principalmente - desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos- en el campo de la novela. Es Premio Barral 1973 y Herralde 1988.
Teodoro Barbadillo, capricho de viudas por Raúl del Pozo (*) Teodoro Barbadillo, a pesar de que era pajillero, tenía cara de arcángel. Durante toda su vida escondió un anhelo, una fantasía, una curiosidad irresistible por los entierros hasta el extremo de hacerse monaguillo; durante los sepelios llevó muchas veces el cirio al lado de las faldas de las viudas y convirtió la sepultura en masturbatorio. Una vez oyó decir a su abuelo, mientras se mudaba de braguero, que la viuda rica con un ojo llora y con el otro repica. El interés por los entierros y la fascinación por las viudas los llevó hasta el límite; consolaba a las que se quedaban sin cónyuge con cualquier coartada, las acompañaba a encargar las lápidas, extremaba los elogios al finado hasta que los llantos se tornaban en sollozos, se inventaba amistades adolescentes con el marido, y así fue llevando del funeral al jergón hasta una decena de viudas desconsoladas: la estanquera menuda y graciosa, la condesa del sofá de llama, la viuda de los pozos, la del abrigo de visón blanco. Viuda a la que se le moría el cónyuge recibía primero el consuelo y por fin la salacidad de Teodoro Barbadillo que sólo se corría después de obligarles con frialdad masoquista y delicadeza fingida a que llamaran cabrón al difunto. Pero una vez volviendo del tanatorio de Tres Cantos, en compañía de una viuda que ya empezaba a bajarse las medias negras, la limousine chocó en la mediana porque al cholo que conducía se le incendió la salchicha, y llevaron a Teodoro Barbadillo al tanatorio donde procedían, y donde había pagado con tarjeta una corona de dalias. Pero su fascinación por las viudas no cesó después de su fallecimiento y se encamaba con la propia, después de inducirla a llamarle cabrón. (*) Ha realizado una extensa trayectoria periodística como reportero, enviado especial, corresponsal y comentarista (Pueblo, Interviú, Diario 16, Mundo Obrero); en la actualidad es columnista y cronista parlamentario de El Mundo, así como comentarista de Tele 5. No había abordado la narrativa hasta Noche de tahúres, una historia de jugadores, saludada por Cela como una gran novela y que constituyó un éxito editorial. Publicó después La novia, elogiada por la crítica como un bello libro. Posteriormente publicó las novelas Los reyes de la ciudad y No es elegante matar a una mujer descalza. Su último libro es ‘A Bambi no le gustan los miércoles’
El ascensor por Joaquín Leguina (*)
Ella, mi vecina, morena, senos solventes y culo respingón, entró en el ascensor con poderío y dijo: “Al sexto, por favor”. Obediente, yo apreté el botón. Entonces me miró, o mejor dicho, me examinó y la sonrisa que, al fin, se dibujó en su boca carnosa era de aprobación. “Este no es mi piso”, dije torpemente al llegar al sexto. “Puede serlo, si te apetece tomar un café en mi casa”, contestó desenvuelta. Yo supe que a todo ser humano se le concede un milagro y que aquél era el mío.
(*) Se licenció en Ciencias Económicas en la facultad de Bilbao y se doctoró en la de Madrid. Tiene publicados varios ensayos de economía, demografía y política así como novelas: 'La fiesta de los locos', 'Tu nombre envenena mis sueños' y 'Malvadas y virtuosas: retratos de mujeres inquietantes' Historias de la calle Cádiz', 'La tierra más hermosa', 'El corazón del viento', 'Ramón Franco, el hermano olvidado del dictador' (2002). Su última novela es Por encima de toda sospecha.
Ella por Juan Manuel de Prada (*) Quince días atrás, reparó por primera vez en ella. Hubiese pasado desapercibida para otro cazador menos avezado que él, para uno de esos merodeadores chapuceros y aturullados a quienes el nerviosismo acaba delatando. Alguna vez, al pasar junto a ella, había llegado a rozarla, lo justo para no despertar sospechas, lo justo para sentir que su mano se adaptaba a sus contornos como un guante. A su lado, las otras se le antojaban presas de poco fuste, sosas y escuchimizadas. Era un poco gorda, debía reconocerlo, pero nunca le habían intimidado las gordas: al principio ofrecen un poco de resistencia, pero el placer que procuran compensa con creces los forcejeos iniciales. La mañana en que por fin se decidió a lanzarse sobre ella, aprovechando que no había testigos presenciales, sintió que las rodillas le flojeaban (estaba excitado, pero a la vez temía las consecuencias de su acción), que las manos vibraban con ese temblor que precede a la profanación, que la sangre le nublaba la vista, anticipando el momento en que por fin podría desgarrar la camisa que protegía la desnudez de su víctima y saborear en primicia su belleza. Antes tendría que despojarla del detector anti-robos, para que no pitase a la salida. Los libreros cada vez ponían más escollos en la difícil labor del cleptómano de novelas. (*) Vizcaya, 1970. Aunque realizó estudios de Derecho, su única dedicación profesional ha sido la literatura. Su primer libro, "Coños" (1995), sorprendió al público y a la crítica más exigente por su audacia imaginativa y su deslumbrante uso del lenguaje. El volumen de relatos "El silencio del patinador" (1995) ratificó sobradamente las expectativas despertadas por ese primer título y lo situó a la cabeza de los escritores de su generación. En 1996 se produciría su consagración definitiva con la monumental "Las máscaras del héroe". Con su segunda novela, "La tempestad" obtuvo el Premio Planeta 1997 y también su consagración internacional: ha sido traducida, o está en vías de serlo, al francés, alemán, italiano, inglés, holandés, sueco, danés, noruego, finés, griego y turco, entre otros idiomas. Recientemente, ha obtenido el VII Premio Primavera de Novela 2003 con su obra La vida invisible.
Ventanilla y pasillo por Rafael Reig (*) Bajé el respaldo del asiento y me eché por encima la manta. A mi lado, la chica madrileña que iba a estudiar COU a Estados Unidos dormía. Cerré los ojos. Cuando sentí su mano acariciándome el muslo por debajo de la manta, me volví a mirarla. Seguía dormida. No la toqué, me quedé mirándola. Bajo los párpados, movió las pupilas, como si soñara. Me abrió la bragueta, me la sacó, la apretó en la mano y comenzó a masturbarme mientras la miraba dormir. Me corrí en silencio, en la manta de Iberia, mirando sus ojos cerrados. Cuando nos sirvieron el desayuno, se puso las gafas. Tenía 17 años y las uñas mordidas. Se pasó más de veinte minutos cepillándose el pelo, luego se fue al baño con un neceser. Nos despedimos en un pasillo del Kennedy.
(*) Cangas de Onís, 1963. Ha realizado estudios de Filosofía y Letras en Madrid y Estados Unidos, donde se doctoró con la tesis ‘Mujeres por entregas: la prostituta en la novela del XIX’. Es autor de las novelas ‘Esa oscura gente’ (1990), ‘Marilyn MOnroe: autobiografía apócrifa’ (1992), ‘La fórmula Omega’ (1998) y Sangre a borbotones, con la que fue finalista del Premio Lara de Novela. Además, Rafael Reig es colaborador asiduo en varias publicaciones de papel e Internet.
El apetito por Andrés Neuman (*) La cuestión es que me había quedado sin sal. Eso era todo: abrí el salero: nada. Dos gránulos tristísimos. Entonces me acordé de mi vecina del tercero seis, me eché una bata encima y salí. Dos pisos más abajo, toqué un timbre. Tras un minuto de espera, se abrió la puerta y mi vecina apareció con un pareo. Quiero decir: sólo con un pareo. No pude evitar mirarla entera. Luego me vi a mí mismo, en bata y con un diminuto salero de cristal entre las manos. Quise parecer natural, decir buenos días y luego pedir un puñado de sal si no es mucha molestia, pero en cambio me oí pronunciar con toda claridad: tiene usted unos pechos hermosísimos. Mi vecina sonrió, coqueta. Luego hicimos el amor en su dormitorio. Luego hicimos el amor en el sofá. Luego hicimos el amor sobre la alfombra. Luego hicimos el amor junto a la puerta. Como ven, yo intentaba marcharme. Aún sin vestir, acomodándose el peinado, mi vecina me despidió con una sonrisa. Yo palpé el salero en el bolsillo de mi bata. Estaba a punto de decir algo, cuando la puerta del tercero seis comenzó a cerrarse ante mí. Quise pedir entonces un puñado de sal. Pero sólo susurré: tiene usted unos pechos hermosísimos. Oí el cerrojo de la puerta y, disgustado, comprendí que mi almuerzo acababa de estropearse. (*) Buenos Aires, 1977. A pesar de su juventud, ha cosechado grandes éxitos en la literatura como novelista, escritor de relatos y poeta. Fue uno de los ganadores del certamen 'Los Nuevos de Alfaguara', incluyéndose su relato en ‘Otras voces’ (Alfaguara, 1995), y ha publicado el libro de cuentos ‘Pertenecí’ (sureste Narrativa, Granada, 1997). Como poeta, ha publicado ‘Métodos de la noche’ (I Premio de Poesía Joven Antonio Carvajal, Hiperión, 1998), ha obtenido el Premio Federico García Lorca 1999 (en colaboración con Ramón Repiso) y ha sido incluido por José Luis García Martín en su antología "La generación del 99" sobre la joven poesía española. "Bariloche" fue su primera novela pero le valió ser Finalista del Premio Herralde de Novela. Su segundo trabajo en narrativa ‘La vida sin ventanas’ le convertiría en Finalista del Premio Espasa Calpe 2002.
Entre latidos y semen por Hernán Migoya (*) 1. Oh, no, no. Su coño soñado no es para mí. Le ofrezco mi corazón a cambio pero ni por ésas. 2. A Amparo Cuerda La ejecutiva de Alicante me chatea los pormenores de su última aventura. Distrayendo la espera del reencuentro con su amado, pactó una noche a ciegas con otro chateador al que no conocía el rostro. Se vieron (es un decir) en la habitación (de un hotel) con las luces apagadas. Y saciaron su picor sin mediar palabra, si acaso alguna interjección. Ni faz. Ni mamadas ni mariconadas. Al tajo, tajo. Le escribo que tengo la polla en la mano, pero no se inmuta. Cree en el amor y es más promiscua que yo. ¡Pero Dios, castígala ya! Por despreciarme cuando la tan romántica ella folla menos pero con más. 3. MI ÚLTIMO SUEÑO ONÍRICO Estamos en Londres, en un barrio de clase media-alta. De una cornisa o alero cae una cortina de agua y me desnudo para ducharme. Varios vecinos me llaman la atención. Que no mi atención y un bobby intenta amablemente ocultarme a la vista. Demasiado tarde. Vemos una hilera de personas a mi lado, como esperando, extrañamente impasibles mirando a lo lejos, ninguna me mira a mí ni se apercibe. La atmósfera y el diseño de vestuario es tipo Frenzy. Mientras me pongo de nuevo los pantalones, sin calzoncillos. Me llevan a una casa. Entonces, en algún momento, yo dejo de ser yo y se convierte en Donald Sutherland. Por la noche, algunos vecinos se sientan en un columpio comunitario y se exhiben. O al menos yo los espío. Estoy en una casa rara, mezcla de modernismo americano y caserón inglés. La chica de la casa se enamora de Donald, parece Cristina Raines de Flamingo Road, y en un momento de intimidad descubre que él es un vampiro. Tiene un boquete por fosa nasal, del tamaño de una boca desdentada, y se ve la oscuridad de su cavidad craneal mientras hace "Uuuuh uuuuh". Sé que pienso que aquello está magníficamente hecho para ser una película de los 70, pre-era digital. Da muy bien el pego. La historia de amor y terror prosigue, y según se desarrolla, recibo (de nuevo estoy presente por activa) una adaptación en cómic que se dibuja al tiempo y cuyas páginas me caen por las cubetas de un aparatoso artefacto Da Vinziano. Las recojo, y por la mezcla de melodrama y miedo, adivino por fin que se trata de una versión de alguna novela de Richard Matheson y me alegro.
(*) Ponferrada, 1971. Es escritor, periodista, cineasta y guionista. Ha destacado en el mundo del cómic por obras como ‘Desalmado’ o ‘La salida de la clase’, por la que recibió el Premio a la Mejor obra Erótica del Salón Internacional del Cómic de Barcelona 2001. Actualmente forma parte del equipo de dirección del Festival Internacional de Cinema de Catalunya y recientemente ha publicado el polémico libro Todas putas, su primera obra de ficción.
Autosatisfacción por Marta Sanz (*) Cuando se desenroscó el calcetín de la pantorrilla y lo dejó arrebujado en el tobillo, observó que la pernera del pantalón del marqués viudo de C. se humedecía con borbotones espesos. Se llenó de satisfacción al comprender que él la amaba y, mientras se metía el dedo con padrastros entre los dos muslos -justo en ese lugar a medio camino entre lo de dentro y lo de fuera- también entendió que, para algunas cosas en su inminente vida en común, tendría que aprender a ser absolutamente independiente y llevar las uñas bien recortaditas.
(*) Madrid, 1967. Es escritora y trabaja como profesora de literatura en la Universidad Antonio de Nebrija de Madrid. En 1995 publicó su primera novela, El Frío, a la que siguieron Lenguas Muertas en 1997 y‘Los Mejores tiempos, por la que obtuvo el Premio Ojo Crítico de Narrativa 2001. ‘Animales domésticos’ es la última obra publicada de esta promesa de la narrativa nacional.