CUENTOS POR ENCARGO
CUENTOS POR ENCARGO José Luis Pérez Pastor (ed.)
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CUENTOS POR ENCARGO
CUENTOS POR ENCARGO José Luis Pérez Pastor (ed.)
Ilustración de portada:www.kbcreativos.com La portada es una una variación de una fotografía de Luis Buñuel aparecida en el número 235 de la revista Litoral (2003)
Primera edición: noviembre, 2003 (321 ejemplares). © De los cuentos: Ángel González Romero ,C a rmen Beltrán Falces,Carlos Cabezón García,Diego Marín A.,Enrique Cabezón García,Íñigo San Sebastián Barja, José Luis Pérez Pastor, Luis Rodríguez Lucas, Manuel Prendes Guardiola, Santiago Esparza Celorrio, Sonia San Román Olmos, Odón Serón Zabala. © Del grafismo y la ilustración:www.kbcreativos.com © De la edición: José Luis Pérez Pastor y Unidad de Infancia y Juventud del Ayuntamiento de Logroño,2003. Foro de Jóvenes Creadores Edificio La Gota de Leche c/ Once de Junio, 2 26001 Logroño
EDICIÓN NO VENAL. Reservados todos los derechos. La ley es ley. Dep.Legal:LR-415-2003 ISBN:84-95700-45-X Impreso en la U.E.
AVA R O S
POR ENCARGO
La diferencia que existe entre ser rico y ser avaro es que el rico disfruta gastando el dinero y el avaro disfruta contándolo. La diferencia que existe entre un lector y un escritor es que el lector disfruta leyendo un cuento y el escritor disfruta contándolo.Así que según esta metáfora los lectores son ricos y los escritores unos malditos avaros... Pero eso sólo se rompe si el escritor ha sido obligado a escribir, que es como si se obligara a un avaro a contar dinero. Eso es lo que hemos hecho: obligar a los doce escritores a contar unos cuentos, y si no fuera por ese encargo forzoso estos relatos no estarían delante de vuestros ojos. Pero –a estas alturas del cuento– nadie se cree que haya sido un ominoso sacrif icio,porque la cabra siempre tira para la legión y el escritor siempre tira para el cuento.
UNIDAD DE INFANCIA Y JUVENTUD
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HOJA DE PEDIDOS
Hace unos días, desde la Unidad de Infancia y Juventud del Ayuntamiento de Logroño se me pidió que encargase a unos cuantos autores sendos relatos breves para conformar un libro que pudiéramos presentar en el ciclo anual de actividades culturales ARTEfacto,que ya va por su cuarta edición.Eso,a fin de cuentas,también era un encargo. Como soy de los que piensan que los recados hay que encomendárselos a quienes sean capaces de llevarlos a cabo con solvencia,me dirigí «agenda en mano» a una serie de personas en las que literariamente confío, para así estar seguro de poder ofrecerte, oh lector, un librito agradable. Aquí no están todos los que podían haber estado,pero la necesidad material de no sobrepasar la decena aproximada de colaboradores terminó por decidir mis llamadas y por tanto mis pedidos. ¡Marchando doce cuentos! Una vez recibidos, comentados y dispuestos en la estampa, aquí los presentamos para público –esperemos– disfrute. Por mi parte,estoy en deuda con los autores. Valgan estas palabras como albarán: si alguna vez necesitan que les guarde el pan o que les reserve el periódico,que no duden en encargármelo.
JOSÉ LUIS PÉREZ PASTOR
filólogo
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TODO ES MENTIRA Ángel González Romero
Ángel González Romero (Logroño, 1976) es Licenciado en Ciencias del Trabajo, Diplomado en Relaciones Laborales y Técnico Superior en Prevención de Riesgos Laborales. Actualmente trabaja en una notaría en Logroño y desde hace unos meses es socio fundador de la empresa Pompas de papel, que tiene como una de sus finalidades la difusión de la literatura. Ha colaborado con publicaciones unive rs i t a ri a s como Tiempos Modernos, y El periódico universitario así como en el suplemento Imagina del Diario La Rioja, además de en el libro Relatos Riojanos 1998 (Diario La Rioja,1998).
«La mentira es justa, cuando, por hacer bien, la verdad se oculta.» Proverbio castellano
Cuando salí de la tienda de ropa comprobé que una de las camisas que me había comprado no era de mi talla,pero sin ánimo de discutir y siguiendo fielmente los principios consumistas, decidí dejarlo pasar, en espera del cumpleaños de alguien cercano a quien poder colocarle el trozo de tela.Hacía ya unos cuantos días que en los comercios se podía leer una palabra mágica llamada «rebajas»,impulsora de esa extraña tendencia consistente en adquirir la mayor parte de las cosas conocedores de su nula utilidad futura. Dejando mis divagaciones mentales para mejor ocasión, y después de haber recibido algún que otro codazo a la salida del local,comencé a andar, sosteniendo con mis manos el botín recién adquirido. Sólo había avanzado unos metros cuando la mirada no tardó mucho tiempo en encontrar un nuevo producto estrella en el que malgastar el dinero. Sobrepasando visualmente el escaparate antirrobo, pude descubrir el increíble valor que tienen las cosas pequeñas,y no precisamente hablo del sentimental.Me fijé en un reloj en particular, ante el que tenía que parpadear obligatoriamente,cegado por el destello de su incalculable metal. Tras un estudio contrastado,centré la vista en la verdadera finalidad para la que estaba construido y, tras comprobar que faltaban quince minutos para las seis de la tarde, me alejé del lugar conocedor de mis limitaciones económicas y de que la mayoría de los mortales no distinguimos un Rolex de un Roles. Aceleré el paso con la extraña sensación de que alguien caminaba tras de mí hasta llegar al bar de la esquina donde una hermosa joven que salía me abrió la puerta y me cedió amablemente el paso.Al entrar, una bocanada
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de aire no muy puro me sorprendió, dejando en mi cara un gesto de conformismo ante lo evidente. Con tranquilidad, aparqué en la barra, donde pedí a la camarera un café solo junto con una sacarina y uno de esos bollos que tienen mucha azúcar por encima. Sólo tardó unos diez minutos en servir lo que le había encargado,así que tras pagar de mala gana llevé la mercancía a una de las mesas que poblaban el local. El primer intento de introducir el líquido dentro de mi cuerpo no pasó del límite de unos labios que descubrieron cómo el tiempo no lo enfría todo, o al menos eso parecía. Encendí un cigarrillo en el momento en el que un tic nervioso comenzó a afectarme, no dejando que mis ojos apartasen su centro de control de la puerta de la cafetería. No tuve que esperar mucho, ya que después de unas pocas aperturas fallidas, al fin entró ella. Hacía 6 días, 23 horas y 30 minutos que la había encontrado por casualidad, descubriendo cómo su presencia desarrollaba un acaloramiento en mi cuerpo, así como el derrame del café, producto de mi mal pulso momentáneo,siempre que daban las 6 de la tarde. En ese instante yo debía estar en la mesa aguardando la llegada de la diosa que movía su escultural figura hasta la barra de aquel viejo café. Se sentaba en una banqueta justo en frente de mí, por lo que mi imaginación se desbordaba el tiempo justo en el que su presencia se apoderaba del lugar. Los vaqueros que normalmente llevaba hacían que su piel se fusionase con la tela, provocando la desnudez en mi mente. Normalmente sus camisetas solían ser ajustadas y descubrían unos pechos que personalmente calificaría de perfectos, demasiado perfectos. Debía de tener unos veinte años, el pelo era largo y liso, y su aparente oscuridad se mezclaba con la provocación de unos carnosos y enrojecidos labios. Los movimientos de sus manos descubrían una femineidad que sólo algunas mujeres consiguen con años y años de práctica. Su voz,mezcla de suavidad musical y ronquera matutina, inundaba el aire
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con comentarios repletos de significado y profundidad. Sólo tenía una calificación:era Única. El último día que la vi pasó a mi lado camino del baño,dejando un aroma mezcla de varias frutas que provocaron una breve felicidad en mi ser. Con la mente absorta en el olor que deleitaba a mis sentidos,vi cómo regresaba a su lugar original, para acabar esa tarta de queso tan deseada. En ese momento me pareció haber visto algo imposible, un espejismo que había aparecido fugazmente como un mal sueño producto de mi insomnio. El subconsciente me indicaba que la figura colgada de la puerta del baño que acababa de ser abandonado era la de un hombre y no la de una dama. Sin ganas de creérmelo, volví los ojos hacia la barra,y comprobé que su cuerpo seguía siendo el mismo.Me froté los párpados unas cuantas veces y una visión detallada me permitió encontrar un rasgo crucial y hasta ahora desconocido.La posición en la que me encontraba me ayudó a descubrir, mientras examinaba su cuello, una importante protuberancia que salía de la garganta y que usualmente se denomina nuez.Sin querer creérmelo,no aparté la vista de esa cara, que ya no me parecía tan femenina ni perfecta,despedazando con la mirada cada uno de los poros de su cuerpo. Al recuperar la consciencia, mi cabeza volaba por la revelación de mi recién encontrado sexto sentido. Me levanté dejando parte de mi vida en aquella mesa y comencé el camino hasta la salida,no sin antes pasar por el servicio...de señoras, claro.
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TU TRENZA DESDE M I V E N TA N A Carmen Beltrán Falces
Carmen Beltrán Falces (Logroño, 1981) estudia Humanidades en la Universidad de La Rioja. Ha participado en los encuentros literarios del Ateneo Riojano, en las jornadas «Aqueteleo» (Arnedo), en los recitales de la Feria del Libro de Logroño y en los del Aula Literaria de Logroño (así como en sus fanzines).Ha publicado el poemario «Amanece» en el libro Materia Prima, siete poetas del Aula Literaria de Logroño (Ayto. de Logroño, 2002). Está a punto de publicar lo que será su primer libro en solitario bajo el título Prohibido Jugar (CELYA).
Hola,soy Arturo.Quiero que sepas que me ha alegrado muchísimo volverte a ver,tan bonita como siempre. Hacía tiempo que no venías de nuevo por aquí,y la verdad es que me has alegrado el día. Bueno, éste día y otros varios más, para qué te voy a engañar. Me he estado acordando de la primera vez que te vi, intentando levantar a tu madre del suelo, que se había caído.¿Te acuerdas tú también? ¡Menudo susto! Recuerdo perfectamente cómo tu trenza despeluchada, tus pantalones (que te quedaban anchos), tu cintura breve, tus chancletas rosas, cómo toda tú pedías ayuda sin decir nada, sin hablar, sólo mirando y moviéndote torpemente, para intentar levantar a tu madre del suelo. Recuerdo también que un señor de mediana edad,de tópica calva, se me adelantó en socorrerte. ¡Cómo odié a ese tipo! La realidad es que me impactaste tanto que, durante un tiempo, ese señor se convirtió en mi obsesión. Él se atrevió a tocarte (que era lo que yo más deseaba del mundo en ese momento) y, además, tú le tocaste después la espalda, supongo que para agradecerle la ayuda.Tú tuviste que pensar en él para darle las gracias; tuviste que extender tu mano con todas tus uñas con el esmalte azul descascarillado;tuviste que alargar el brazo;que sonreírle;que rozarle;que hablarle. Comprende, pues, que yo odiara a ese hombre que tanta atención tuya mereció en ese momento.Yo lo envidiaba.Yo hubiera querido ser él. También me he acordado, al volverte a ver, de cuando paseabas con tus amigas y te sentabas en el banco de debajo de tu casa a fumarte cigarros a escondidas. Recuerdo vuestras risas y vuestras (con perdón) tonterías.Yo aguzaba el oído para ver qué decíais y siempre acababa triste,claro.Hablabais sobre todo de chicos y yo lo pasaba muy mal. De todas formas, me alegro de no haberte oído decir nunca esas cosas que a veces decían tus amigas de lo que hacían con sus chicos.Tú no decías nunca nada,sólo te reías y yo me interesaba cada vez más por ti, mi princesa.
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Aunque no podía evitar ponerme triste pensando que cualquier día podía oírte a ti hablando como tus amigas. Recuerdo cuando te fuiste a estudiar fuera (y lo contento que me puse cuando me enteré de que ibas a una residencia de monjas, ya sabes que las paredes son de papel).Bueno, contento de primeras porque luego pensé que igual si te escondían el dulce, si alguna vez lo tenías a mano lo ibas a coger con más ganas. Me tranquilicé, de todas formas, pensando en lo discreta que eras y en que nunca te había oído decir nada de ningún chico. Me volví a poner nervioso (¡no te imaginas qué días más estresantes!) pensando en que si lo cortés no quita lo valiente,lo discreto tampoco tiene porque quitar lo caliente. Y así sucesivamente, hasta que al pasar varios meses sin verte la ansiedad se me pasó. Todo me ha vuelto al volverte a ver. Teñida de morena y algo más gorda (más guapa para mi gusto, aunque eso tampoco valga mucho porque tú a mí me gustas de todas las maneras). Sentada en el patio mondando una naranja,absorbiéndola despacio,pensativa,un tanto absorta. ¿Qué te preocupa, me lo dirás? Hazlo como lo haces siempre,sin hablar,sólo con tus gestos,con los pliegues de tu ropa, con tu pelo. A mí no me importa que la ansiedad me haya vuelto al verte y, sobre todo, al verte triste. No me importan los tembleques ni los nudos en el estómago. Sólo me importas tú y el poder verte de nuevo y el poder escucharte.Aunque sea de lejos, desde mi ventana.Aunque tú no me hables.Aunque tú ni siquiera me conozcas.
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BUSCANDO UN CAMBIO Carlos Cabezón García
Carlos Cabezón García (Logroño, 1980) es conocido en el mundo del hip-hop local como «Puskas». Ha publicado el libro de poemas Hojas (Ediciones Pepitas de Calabaza,1998), fue cantante del grupo de hip-hop Aires de la Ribera, con un disco editado.Actualmente está a punto de dar a luz su primer disco en solitario (ha habido algún maxi por el camino), mientras, explota su faceta de ilustrador, escribe y de vez en cuando gana algún premio, como el «Día del Libro« de Logroño.
Entonces entró un tipo con una chupa en la que estaba pintada la palabra paz. Era cojo. Un hippy cojo con la cara del Ché Guevara pero con greñas.Yo estaba mirándolo en un bar de no se qué calle de Madrid, dando tiempo a que se enfriase el café, y esperando a Amparo, que había salido fuera a hablar por el móvil. Ahí estábamos, en la capital del reino.Llevaba un año desilusionado, preocupado por estupideces y olvidándome de las cosas importantes. Por eso estábamos ahí. Un pequeño viajecito nos vendría bien. Eso pensábamos. Esa tarde habíamos andado mucho. Habíamos paseado mirándolo todo,habíamos hecho compras y habíamos cenado algo de comida basura.Amparo volvió a entrar y nos terminamos los cafés mientras fumábamos y hacíamos planes para el día siguiente. Luego dejamos al Ché Guevara en aquel bar y nos fuimos camino del hostal. Nuestra habitación era un ático en una calle repleta de camellos y putas cercana al centro. Por la noche nos jodíamos de frío, pero no teníamos vecinos y había tele y baño. Las noches que estuvimos allí, nos imaginábamos cómo sería si viviésemos allí todo el año, en Madrid,una ciudad en la que poder pasar desapercibidos, en la que poder estar más juntos los dos y con un ático en el que poder acostarnos todas las noches.A las nueve de la mañana ya estábamos en pie. Mucha gente salía de noche por Malasaña, pero nosotros preferíamos madrugar para aprovechar el día.Ya saldríamos en Logroño. Una vez meados, duchados y vestidos, fuimos a desayunar a un bar que estaba al cruzar un parque que teníamos al lado.Lo recordaba de otros años.Recordaba al camarero porque me pareció un imbécil. Esta vez, el imbécil me cayó hasta simpático y había también otro camarero que era argentino. Por lo general siempre me han molestado los argentinos, y no lo digo con ningún sentimiento racista, quizás como un pequeño prejuicio; aunque el amor también es un prejuicio y nadie nos
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llama racistas por echarnos novia o casarnos. No tiene nada que ver con eso,es sólo que me molesta que atraigan tanto a las mujeres solo por su acento. Las mujeres se pierden a muchos hombres buenos por el hecho de que son feos, porque la belleza engatusa, y bueno, eso también le pasa a los hombres. Quizás seamos mas primitivos,pero nunca he visto a un hombre al que le gusta una mujer solo por su forma de hablar, al menos no principalmente por eso. Pero las mujeres caen como moscas con los argentinos, por su acento y porque dicen siempre lo que una mujer quiere oír, pero en el fondo eso es mentir. Estaba pensando estas tonterías mientras nos servían dos cafés y dos tostadas.Al servirnos,miré mi tostada, una tostada grande con una pequeña tarrina de mermelada de frambuesa. —Vaya puta mierda.Si a mí no me gusta la mermelada —le dije a Amparo. —Pues no te la comas. —Ya, pero es que entonces tendría que haber pedido un colacao o un vaso de leche para untar la tostada,porque no me gusta untar en el café. —Pues entónces cómetela sola o pídete otra cosa —me contestó ella. Entónces decidí untar la mermelada en la tostada y me la comí.Luego me tomé el café con un cigarro para quitarme el sabor de la boca. Pagamos y nos fuimos camino de algún museo.Era bonito andar por el centro por la mañana, mirando esos edificios grises tan altos, con estatuas o logotipos de empresas en los tejados, y sentirte parte del mundo,sentirte cosmopolita,acostumbrados a la tranquilidad de Logroño.Era bonito estar en otro sitio y hacer otras cosas, olvidarte de todo y mirar los edificios.
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C UA N D O É R A M O S ALGO TONTOS Diego Marín A.
Diego Marín Abeytua (Logroño, 1979) estudia Filología Hispánica en la Universidad de La Rioja. Colabora en el periódico Diario La Rioja, coordina el taller literario Aula Literaria de Logroño y es miembro del consejo de redacción de la revista literaria Fábula. Ha publicado el libro de relatos Inmejorable y otros relatos (CELYA, Salamanca, 2003) y el poemario Poemas para «Carlota y otras palabras» en el libro recopilatorio Materia prima. Siete poetas del Aula Literaria de Logroño (Ayuntamiento de Logroño, 2002) —del cual es responsable de la edición—, así como relatos en libros recopilatorios como Relatos riojanos 98 (Diario La Rioja, 1998) y La garbo y otros cuentos de cine (Tamaño natural,1999). También ha editado la recopilación de cuentos infantiles Cosas de niños. Siete cuentos del Aula Literaria de Logroño (Ayto. de Logroño, 2003). Colabora habitualmente en revistas, fanzines y e-zines como Holo (Arnedo), Faktoría (Barcelona), Luzdegás (Burgos), Deshechos (Logroño), MALamente (Logroño), Nausícaa (Logroño) o Borraska (Pamplona).
La chica de clase que me gustaba era mulata.Se llamaba Almudena y su padre debía de ser de Marruecos, le oí decir alguna vez. Los chicos no le hacían mucho caso, ni a ella ni a las demás compañeras, porque a esa edad las chicas no interesan a todos los chicos. La mayoría de los chicos de mi clase seguían trayendo zapatillas deportivas al instituto para poder jugar al fútbol en el recreo. Las chicas sí hacían caso a Almudena,sobre todo los primeros días, cuando le tocaban el pelo y le preguntaban por él, lleno de trenzas, muy largo y negro. La verdad es que en mi clase siempre habíamos sido algo tontos, lo confirmé cuando Pedro, el empollón, trajo un día un Cubo de Rubick a clase y fue pasando de uno en uno sin que nadie consiguiera reformarlo. Luego nos lo confiscó el profesor de Inglés e intentó recomponerlo mientras nos hacía un dictado, pero él tampoco pudo. Como yo ya no jugaba al fútbol en los recreos (porque estaba en esa época en la que las madres comienzan a obligarte a usar zapatos), alternaba la mirada entre el partido de mis compañeros y la charla que tenían las chicas de clase sentadas en las escaleras de entrada al patio.Almudena siempre se sentaba en medio y alguna vez pensaba que estaban hablando de mí, así que me hacía el interesante y me comía el bocadillo de mortadela a escondidas y con mordiscos pequeños. El bocadillo de embutido es otra de las cosas de las que no me libraba y aunque a esa edad también tienes que empezar a controlar el estómago, no acababa de rechazar el almuerzo debido a que no sé por qué extraña razón me daban hambre Matemáticas y Geografía. Inglés no, esa asignatura sólo me daba sueño, quizás por la forma de explicar del profesor. Por aquellos días a mi hermano se le escapó el canario que había conseguido en la feria. Lo sacó a volar por el salón para que estirase las alas, mi padre abrió la ventana sin darse cuenta y se escapó. Desde el balcón le perdimos de vista, así que ni intentamos atra-
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parlo. Al principio mi hermano se asustó y estuvo a punto de llorar, pero mi padre reaccionó a tiempo y le dijo que era bueno para el pájaro, que se había independizado y esas cosas que se le dicen a un niño de siete años y se las cree. A mí me dijeron algo parecido cuando un día vi que mi pez ya no estaba en la pecera y ahora no quiero ni pensar en dónde acabó Sibilio, que es como había bautizado al animal. Dentro de unos años mi hermano sentirá esa contrariedad que se siente pensando entre que el bicho murió y no se lo dijeron y que en realidad los padres lo hacen porque nos quieren y no quieren que suframos desde tan jóvenes. A esta edad es cuando te empiezas a preguntar cómo es posible que te dieran miedo seres tan claramente irreales como Drácula o el Hombre Lobo, vaya tontería, ¿no?; Fredy Crugger, el Michael Myers de las películas Halloween, el Jason de Viernes 13..., a mí me daba miedo hasta E.T., así que me avergüenza reconocerlo, pero sí, yo también he sido niño. Es la edad que tenía Almudena y los mellizos chinos que también venían a clase con nosotros al instituto.A Yui y Hayao les apodábamos Yin y Yan, respectivamente, y tenían una cicatriz en forma de equis en la tripa porque nacieron siendo siameses. Aunque no eran muy buenos jugando al fútbol, mis compañeros les situaban como pareja de delanteros en un mismo equipo. Era la época en que emitían los dibujos de Oliver y Benji en televisión. Lo malo de enamorarse por primera vez es que esa ráfaga de frío que te recorre el cuerpo cada vez que ves a la persona que te gusta viene tan rápido como se va. Lo peor de todo es que no te das cuenta de que te habías enamorado, no te das cuenta de qué es enamorarse hasta que empiezas a tachar su nombre de los márgenes de los libros del bachillerato y deja de bombearte el corazón al doble de velocidad cuando oyes su nombre, aunque sea otra persona. Al acabar el curso, Almudena desapareció echando a andar hacia el fondo de la calle con dos compañeras de clase.La recuerdo lle-
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vando esa mochila que le tapaba la cintura,así hasta que mis amigos me tiraron de las correas de la mía y ya comencé a andar hacia mi casa. No fue hasta principios de agosto cuando la volvía a ver. Me había sentado en un banco a la sombra para esperar al autobús urbano que me llevaría a la piscina cuando el calor que en Madrid derrite los bordes del asfalto en verano me empezaba a adormecer. Del vestigio del sueño me sacó un capón y un saludo: «Hola, Fran» —me dijo Fidel—. Fidel Alvarado era el compañero de clase que más goles metía en los partidos de fútbol de los recreos,era bastante simpático y a veces me preguntaba por qué no jugaba al fútbol,porque en su equipo faltaba un centrocampista. Pero la sorpresa estaba a su espalda y se llamaba Almudena, que me preguntó: «Hace calor, ¿eh?»; con su nariz achatada y su sonrisa de dibujos animados que contagiaba el buen humor con una sola mirada.Los dos se despidieron y se alejaron de la mano, él dándola un beso en la mejilla y ella abrazándole y dejándome ver sus piernas finas y morenas como dos ramitas de canela. También le vi por primera vez esa zona redondeada donde la espalda pierde el nombre. Bueno,el culo,para qué vamos a andar con rodeos a esta edad y en estos tiempos.Y rectifico,en verdad lo peor de todo es que la chica que te guste se enamore del chico simpático de la clase que, para colmo, también te cae bien a ti y el que más goles mete.
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INCOMPLETO Enrique Cabezón García
Enrique Cabezón García –kb– (Logroño,1976) es dibujante de historietas vocacional. Ha ido dejando rastros por publicaciones como: TMEO, MonoGráfico, EnContraste, Subterfuge, Cabezabajo, Frenzy, Taller del Cómic Logroño etc.Más poso tuvieron: Prometeo, Maravillosos Momentos Gracias al Cómic, Iñigo Freakman, Los Años Perdidos, Agua del Nilo, Melitón, el can malvao, Ciudad sin sueño (el último caso de Alatorre), Dos veces Miranda, y Plagio de Encantes (InjuveEdiciones Sin Sentido) unas veces solo y otras acompañado de amigos.Fue creador e impulsor de diferentes fanzines y revistas durante los años 90,destacan La Ratilla fanzine y Pasaje al Planeta Clandestino. Como poeta ha publicado:La traición en los colores (e-libro de poesía,Nausícaa [www.paginadenausicaa.com], 2001), «Un cielo restringido», en la antología Materia Prima, siete poetas del Aula Literaria de Logroño (Ayto.de Logroño, 2002), Territorio de ceniza (Kbmayor ediciones,2003). Y en prosa ha colaborado en publicaciones conjuntas (Relatos Riojanos 1998, Grito...) y prensa (suplemento Imagina del Diario La Rioja). Está a punto de aparecer Cementerio de las horas (Ediciones De Ponent, 2003), una novela gráfica en la que tiene depositada mucha ilusión .
Porque comenzó a brillar con los primeros rayos de la mañana y porque a través del agua que la dibujaba pude entender el poder de las mareas. Todo estaba lleno de polvo y con el sol raseado la tarima era de todo menos llana.Pequeños montoncitos e inhóspitas pelusas campaban a sus anchas allí. Compartíamos el territorio de alguna manera, la mierda y mi hombría. Apenas podía despegar los párpados,parecían escotillas de un submarino con la presión de kilómetros de húmeda noche sobre sí. Noté las legañas entorpeciendo la vista, desdibujando las formas. Nada había cambiado en las pocas horas en las que había estado ausente. Una mesilla y un vaso de agua muerta.Una estantería llena de tebeos y novelas.Gogol estaba allí también,amontonado sin orden. La pared azul, los muebles, demasiado grandes para la habitación del piso de alquiler, monstruosamente grandes.La ropa interior del día anterior compartía espacio con tres o cuatro pares de calzado en la posición en la que habían caído y mi brazo, macilento, caía por un orillo de la cama para competir con ellos.Fui consciente entonces de la temperatura del suelo,mis dedos no me habían transmitido sensación alguna durante horas. El reloj bombeaba como si tuviera ventrículos, como una cuádriga dirigida,acelerada,urgente.La manta tenía la aspereza de los solteros,esos que como yo jamás aprendieron la dosis de suavizante que hay que echar a la lavadora.Me levanté como pude. Tumbado desde la ventana podía ver el cielo plúmbeo de noviembre.Me senté a la orilla y sólo veía ya la pared,que una vez fue blanca,del patio interior de la comunidad. Tosí torpemente, respiraba con dificultad. Me pregunté cómo podía hacer mal algo que ya venía conmigo, que nadie me tuvo que enseñar, y que nunca me ocupe de olvidar. Era estúpido, sentencié. Apenas habría tres metros desde la ventana al muro.Tres metros
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nunca han sido suficiente para nada. Miré de nuevo el vaso.Estaba flotando,como todo en la casa menos el reloj. Quedaba media hora para que comenzase a quejarse.Alargué la mano,cada vez más sarmentosa,e introduje los dedos en el vaso. Saqué mi arma de inútiles y numerosos filos.Aquella mañana nadie le iba a tocar los huevos a este pensionista. Recuperé la acentuación correcta de la palabra.Tres metros hasta la cal del patio y, a mi lado,un pasillo de apenas tres metros para llegar al baño. Me la encajé en las encías y me preparé para morder la vida.
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LA OBRA DE LOS DIFUNTOS Íñigo San Sebastián Barja
Íñigo San Sebastián Barja (Logroño, 1980) estudia Ingeniería Técnica Industrial en Electrónica en la Universidad de La Rioja. Resultó ganador en el «V certamen de cuentos del Ateneo Libertario Al Margen» (Valencia, 2000) y ha publicado en el correspondiente libro. También ha publicado un cuento en el libro Cosas de niños: siete cuentos del Aula Literaria de Logroño (Ayto. de Logroño,2003). Ha colaborado con la revista Entelequia (Burgos), el fanzine de cultura hip-hop Deshechos (Logroño), el fanzine de cómic Punkomix (Sevilla), la revista de pensamiento político y social Veredas y las páginas web literarias Nausícaa (Logroño) y Borraska (Pamplona).
–Te ha llamado un muerto.Ha dicho que era tu tío Roberto,pero vete a saber. Eso fue lo que me dijo Elena cuando llegué a casa. Mi tío Roberto había muerto por lo menos hacía diez años, y no se me ocurría ninguna causa con peso suficiente para justificar una llamada telefónica.Además los muertos, ya se sabe, se aprovechan del respeto que causa su estado de no vivos para gastar bromas de este tipo, y era posible que fuera cualquier muerto de cualquier familia desconocida,aburrido de su sangre fría y de las conversaciones de sus semejantes,ya que,al menos eso dicen,hablar con un cadáver puede llegar a ser tedioso. –Ha preguntado por mis familiares,no le he contado nada,y luego ha hecho mil averiguaciones sobre mí. Si por lo menos le hubieras oído tú,para asegurarnos de quién era... ha sido muy extraño, la verdad es que me asustó bastante, ojalá me digas que realmente era él. Llamará en media hora,le dije que era cuando ya estabas en casa. Puede que sean aburridos, pero puntuales también, quizá porque no tienen nada que hacer.A la hora en que le habían dicho llamaba mi tío Robert o .S í ,e ra él. –Sigues con ella, ¿verdad? Necesito que me hables de ella y de su familia, sus gustos, cómo es... en fin,todo lo que creas importante. En ningún momento respondió a mis preguntas, mis continuas súplicas para que me explicara la causa de aquellas averiguaciones, solamente dijo que debían hacer algo para ella y que querían hacer bien el trabajo. –Verás, tenemos que hacer algo que normalmente haría su familia,pero tú mismo me has dicho que conserva vivos a todos sus abuelos e incluso a una bisabuela, y aunque aquí hay familiares suyos, no están demasiado cualificados para hacer el trabajo solos.
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Preferí no contarle nada a ella. La tranquilicé diciéndole que eran chocheos de muerto simplemente, que mi tío siempre había sido muy cotilla ya en vida,además de mujeriego (y nada de ello era mentira,por lo que yo mismo llegué a convencerme del engaño) y que se le había ocurrido que si en vida nuestras familias eran compatibles, quizá en la muerte también. Le justifiqué, además,diciendo que un hombre como el que fue no podía estar solo mucho tiempo, y que mi tía aún vivía, por lo que se podía decir que estaba viudo pero a la inversa. Por supuesto, nada de esto la convenció, máxime teniendo en cuenta que notaba perfectamente mi preocupación y nerviosismo, y esa tendencia a aprovechar al máximo cada momento que nos invade cuando ya crees que no queda tiempo. Todo se a gravó cuando,a las dos semanas aproximadamente, mi tío volvió a llamar. Pero esta vez no hubo excesivas preguntas, realmente sólo hubo una.Me citaba a una hora en concreto del día siguiente.Llamé al trabajo para avisar de que no podría ir a mi puesto.Hay ciertas citas que incluso el más duro de los jefes permite por ineludibles.Algo importante tenía que ser, no ya para que me permitieran una visita de este tipo, sino para que se me reclamara allí. Al día siguiente, antes de irme, Elena me pidió que no la volviera a engañar y que, si volvía (porque a este tipo de visitas se sabe que se va,pero no si se volverá), le dijera el porqué de las preguntas y de la visita, fuera cual fuera el motivo.Se lo prometí,aunque no sabía qué haría dependiendo de las noticias y, tras la ingestión de un vaso de pacharán con hielo en el bar de la esquina y de fumarme unos tres cigarrillos (no fumaba desde un año antes, por lo menos), me dirigí al cementerio, al semisótano, donde tras severos controles de uno y otro lado se recibe a las visitas. Me recibió mi tío con un pase especial al otro lado.Al verlo pensé que sería yo el que no volvería,despues de tanto temer por Elena.Quizá todas las preguntas
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eran para evaluar el daño que mi muerte le haría a ella. Me quedaba sólo esa pequeña esperanza de que al final todo fuera bueno, ésa que tú mismo sabes que es imposible pero a la que necesitas aferrarte en determinados momentos en que ya no puedes hacer nada por cambiar las cosas. –Tranquilo,es de ida y vuelta.Aún no caes demasiado bien ahí abajo como para que te traigan, que yo sepa. Aunque como imaginarás, sé bien poco de esas cosas. Pasa sin miedo. Entré con él a un cuarto semioscuro, donde vi una generosa cantidad de gente afanada en cubrir con una tela lo que parecía una figura a medio hacer. Había alrededor herramientas, algunas parecían hechas para tallar piedra,otras parecían diseñadas para modelar superficies con la simple fuerza del aire, y la oscuridad en el punto de trabajo hacía notar que el extraño material era incluso fotosensible. Todos me miraban atentos, extasiados, supuse que para ellos ver a un vivo después de tanto tiempo les era tan curioso como a mí verles a ellos. –Ya ni te acordarás de muchos, a otros simplemente no los conociste. Son nuestra familia y la de ella, aunque como te dije, de ella pueden venir muy pocos. Queríamos que vieras el porqué de tantas preguntas.Es la única recompensa que podemos dar a cambio de las molestias, aparte de hacer un buen trabajo, por supuesto. A Elena no la hemos llamado, no lo hemos creído conveniente, podríamos dejarnos llevar por esa impresión de cinco minutos de presencia y dejar al margen aspectos no superficiales que ahora están incluidos en la obra,lo que no creo que te gustara.Al menos,eso hemos pensado nosotros.Lo que hay debajo de esa sábana es la obra por la que necesitábamos algún dato: es vuestro hijo,al que nosotros,como antecesores que somos,estamos dando forma. Vais a ser padres.
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LO DIFÍCIL DEL DECORO José Luis Pérez Pastor
José Luis Pérez Pastor (Logroño, 1978) es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de la Rioja,lugar donde también aborda la confección de su tesis doctoral.Ha ganado varios premios en poesía y narrativa, tales como el «LogroñoDía del Libro», el «Esteban Manuel de Villegas», el «Manuel Bretón de los Herreros», y el «Ateneo Riojano». En el ámbito nacional,destaca el premio «Planeta Amateur de Poesía»,obtenido en el año 2000 (cfr. Ganadores Premio Amateur de Literatura Planeta DeAgostini, Planeta DeAgostini, 2000).Ha participado en varios libros colectivos como Relatos riojanos 97 (Diario La Rioja 1997),Relatos riojanos 98 (Diario La Rioja, 1998), La Garbo y otros cuentos de cine (Tamaño natural, 1999) y la antología poética Materia Prima (Ayto.de Logroño, 2002).Recientemente,ha publicado su primer libro de poesía, titulado Albada y engranaje (CELYA,2003).Es autor de la web literaria Nausícaa [www.paginadenausicaa.com],que administra desde hace ya tres años.
A ver, con voz quejumbrosa pero respetable... –Buenos días, señoras y señores. Perdónenme ante todo la intromisión que mis palabras puedan suponerles.Comprendan que ha sido la necesidad y sólo eso lo que me ha llevado a esta ignominiosa situación de tener que pedirles su voluntaria colaboración económica.Con ella,quiero que sepan,no van a contribuir a nada degradante de la persona, como droga o vino,sino a un simple bocadillo con el que pueda seguir adelante y buscar un trabajo digno, que es lo que más deseo para no tener que molestar a nadie nunca más. Les quedo muy agradecido. No. Algo más desenfadado. –Hola a todos.Quisiera pedirles un par de minutos para que escuchen un poco de música y, después,si quieren,una ayuda,alguna moneda para poder subsistir. No soy un alcohólico ni un drogadicto, sino un simple músico que no ha tenido suerte.Muchas gracias. Muy trágico al final, ¿no? A ver algo con menos afectación. –Estimados pasajeros del metro de Madrid. Quisiera dedicarles esta canción.Si les gusta,la disfrutan, o simplemente quieren ayudarme,les agradeceré su colaboración cuando pase el sombrero... «Cuando pase el sombrero». Ummm. Es prosaico. –Damas y caballeros,ha sido la mala suerte en la vida la que me ha convertido en un necesitado más.Sin nada que ver con la droga o el alcohol, necesito comer para poder seguir intentando abrirme paso en el difícil mundo de la industria musical. Por eso, voy a interpretarles una muestra de uno de mis temas.Les doy las gracias por su paciencia y su voluntaria ayuda, si estiman que la merezco. Podría funcionar. Cualquiera de las dos últi mas, pero sigue siendo un pico rimbombante.
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–Hola,buenos días,¿Cómo están ustedes? –Qué tal están,me gustaría... –Si ahora me dirijo a ustedes para pedirles dinero es para no tener que robar, ya que no soy de natural violento... –Discúlpenme, necesitaría una aportación a cambio de mi música... –Queridos metronautas... Nada. Que no se puede. Ya se ve la luz al final del túnel y no hay manera. * * * Guitarra en ristre,el joven y sus rastas entraron en el vagón y, sin mediar palabra, ejecutaron con maestría una suite fundamentalmente compuesta a base de variaciones sobre un tema de Black Sabbath con algunos brillos de claras influencias ledzeppelinescas. Cuando terminó –no suele haber ganas de aplausos a las ocho de la mañana–, el joven franqueó nuevamente las puertas automáticas dejando a algunos viajeros con la moneda pendiente, al igual que sus buenas –o simplemente desinteresadas– intenciones. No había tocado mal.Entre orgulloso y avergonzado, encaminóse a las escaleras y, a través de ellas, a la superficie del mundo exterior. Para sus adentros iba barruntando la posibilidad de acogerse a alguna subvención artística.
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BOSTEZO Luis Rodríguez Lucas
Luis Rodríguez Lucas (Logroño,1978) es Ingeniero Técnico Industrial en la especialidad de Mecánica por la Universidad de La Rioja. Ha participado en unos cuantos recitales literarios y ha publicado electrónicamente el libro de poesía Queda lo coti diano, (e-libro, Nausícaa [www.paginadenausicaa.com], 2003), así como la serie de sueltos poéticos Odón vs. Lucas, Lucas vs. Bárbara, Ochi vs. Lucas, Lks vs. Kb, y Emilio vs. Lucas.
Ciertamente no recuerdo con certeza en qué momento me desprendí de sus labios, aquel día estaba realmente preciosa, eso sí permanece en mi memoria, eso y su color de carmín rojo como un atardecer fallido. Es estúpido este devenir de gentes, de individuos sin identificar, de animales, en definitiva de vidas, almas, si pudiéramos definirlas como tales. Ella fue sin duda una condena para mí,una pequeña tortura suave y llevadera, pero al fin y al cabo una atadura que me hizo estar pegado a su ser como se pega un chicle en las suelas de los zapatos poco prudentes.Así soy yo,poco prudente,y es que con el papel que en esta vida me ha tocado representar, no es fácil estar despierto y alerta,sobre todo despierto. Me gustaban los vagones metálicos de los metros,aquellos de esa gran ciudad en medio de ningún dónde,en medio de ningún cuándo;es fácil divagar cuando se tiene nostalgia y ganas de sentirse libre otra vez. Me gustaban aquellos pequeños sepulcros llenos de asientos y barras de acero brillantes,horizontales y verticales sujeta-hombres que parecían en realidad estar apuntalando las paredes de aquellos ingenios que volaban por las vías subterráneas. Y el sueño.Se podía tocar, todo estaba realmente impregnado por una gruesa y viscosa capa de falta de sueño, y todos aquellos cuerpos inmóviles a merced de los envites veloces y bruscos que los transformaban en curiosas marionetas sin hilos.Libros,miradas y música en forma de pequeños conciertos personalizados también convivían dentro de todo ese maremágnun de colores humanos.Y yo me sentía tan cómodo allí, a veces daba vueltas y vueltas,siempre había alguien,la soledad no me concedió nunca una cita; viajaba y viajaba sin ninguna pretensión,sin ningún objetivo. Entonces la conocí a ella, una mañana, muy de mañana; estaba sentada en una silla de plástico naranja
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que había adquirido una forma graciosa y sensual por la cantidad de quemazos y desperfectos fortuitos que había a lo largo de su lomo. Ella brillaba,no había duda,y sus manos...Me costó deslizarme entre sus dedos para alcanzar sus labios,para poder apreciarlos en todo su esplendor, eran pequeñas y suaves. ¿Habéis tocado alguna vez la seda? Yo no, pero me imagino que tiene que ser algo parecido. Lógicamente, he conocido a mucha gente; nosotros somos así, es algo inevitable, cuando te acostumbras es algo natural, cotidiano, y no está mal la verdad. También conocí muchas ciudades; es increíble la prisa que encierran todos esos edificios,calles,aceras y comercios;el mundo entero se desplaza velozmente,en el límite entre ir corriendo e ir despegando los zapatos del suelo,no sé si me explico.El caso es que me hacía mucha gracia ver cómo todos esos ciudadanos, de cualquier parte,creedme,no se miraban a la cara,ni qué decir tiene que sus ojos jamás se cruzaban,no eran capaces de ver el interior de sus semejantes. Yo sin embargo intentaba explorar,aunque fuese en cuestión de unos pocos segundos,la parte de humanidad que pudieran encerrar en sus cuerpos, en sus atareadas cabecitas. Me gustaba pensar que podía representar un vínculo entre todos ellos, como un hilo invisible que conectaba débilmente sus vidas. Ya lo sé, son ilusiones que no tienen demasiado sentido, pero comprended que mi vida tampoco tenía demasiados alicientes. Era fe l i z ,s í . En ocasiones sentía como si pudiese volar, una sensación que ustedes experimentan en sueños solamente y no todos pueden.Yo sé algo de sueñ o s ;s í , sé bastante de sueños, pero jamás he tenido uno propio, suena raro ¿verdad? Las noches son largas, tal vez por eso existen, tal vez las creamos para nuestro esparcimiento, para entretener a nuestra mente todas esas horas en las que no hacemos nada, sólo reparar todas las averías que ha sufrido el cuerpo a lo largo del día. Los sueños son como las películas de un cine inter-
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activo, que poseen un argumento extraño en ocasiones y cercano en otras. ¡Cómo envidio la capacidad de soñar! Pero ahora, sólo existe el ahora, me encuentro rodeado de presente, de una rutina aplastante que pasa frente a mi con sigilo, muy despacio, como rozando el agua. Encerrado en este cuerpo prácticamente inerte, tumbado sin posibilidad de contemplar ni tan siquiera una pequeña ilusión, un futuro. Tampoco existe el pasado, es como si se hubiese sedimentado dejando sus posos en lo más hondo de su mente.Yo antes podía volar. Con el simple gesto de una boca abriéndose, tomando aire con una violencia controlada, yo me introducía cada vez que se cruzaban dos de esos vehículos tan curiosos que son los humanos.Yo soy un bostezo,y antes viajaba de boca en boca,como un zigzag,esquivando manos que intentaban inconscientemente bloquear mi camino,y fui grande.Colonizaba en pocos segundos sus cuerpos y de repente otro,y otro,y otro más que se cruzaba y era contagiado por esa habilidad mágica que soy yo. Cómo añoro trasladarme a lo largo de las calles haciendo cientos de cambios, quedarme flotando en una plaza,visitar círculos de jóvenes y dar vueltas como un loco poseído por la embriaguez. Repetir en los alojamientos más selectos, rebotar una y otra vez sobre la cama de un insomne, salir disparado entre los dedos de un puño cerrado y aparecer en otra boca descuidada y vulnerable. Vosotros tomáis aire con tanta vehemencia que me hicisteis sentirme vivo y orgulloso de ser el eterno visitante. Yo fui sutil para con el aire de vuestros pulmones, fui cariñoso con vuestras mandíbulas,es cierto que a veces no era agradable, pero, curiosamente, jamás os cansasteis de mí, por eso os echo tanto de menos. No puedo soportar la idea de quedarme encerrado en una tumba de carne y sueños sintéticos,producidos por esos medicamentos que le inoculan constantemente.Estar en coma es resistir involuntariamente.No puedo soportar la
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imposibilidad de no poder salir de aquí,os veo y me pregunto:¿no os parece extraño, vosotros que venís a visitar al que ahora me tiene preso, que nunca sentís ganas de abrir poderosamente las fauces y aspirar aire hasta apaciguar vuestras entrañas? Recuerdo haber estado en uno de esos sitios que llamáis cárcel, y no es ni por asomo comparable a donde yo estoy atrapado. Yo soy un bostezo, y espero el día con ansiedad, espero con impaciencia que se cumplan mis expectativas, que mis teorías y cálculos, elaborados con la paciencia que proporciona el tiempo y la quietud, sean ciertos, y al fin pueda salir de aquí, deslizarme con cuidado aprovechando el último suspiro,la expiración final de este pobre hombre confinado a una vida horizontal.
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ANGELOLOGÍA DE SALÓN Manuel Prendes Guardiola
A los hermanos Blanc
Manuel Prendes Guardiola (Granada, 1974) reside actualmente en su ciudad natal después de haber pasado buena —y muy buena— parte de su vida en Asturias y La Rioja. Es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de este último lugar, y está especializado en novela naturalista hispanoamericana (dos libros dedicados al asunto).Fue director varios años de la revista Pretexto (Universidad de Oviedo);y fue colaborador de la revista Fábula, así como del Aula Literaria de Logroño y la web de literatura Nausícaa. Ha ganado el premio de poesía «Ateneo Riojano» (2000),y resultó finalista del «Asturias Joven» y del «Marco Fabio Quintiliano» en la modalidad también de poesía (2001).
Se atrevió a hablar sobre los ángeles (los espíritus puros, que no la ciudad norteamericana) con un aplomo incontestable: «Hay una idea equivocada sobre ellos»,dijo,«que se empezó a formar el día que a alguien se le ocurrió pintarlos con alas,pasando luego por los fofos angelotes del Barroco,delicia tal vez de los pederásticos sueños de algún miembro de la corte papal,y llegando a la ñoñería (no meramente lúdica sino,para mayor escarnio,pseudotrascendente) del cine americano actual... El Ángel es, más bien, el Titán, y sus dimensiones, su luz deslumbradora,se vuelven invisibles en nuestro mundo por su propia excepcionalidad, como el Unicornio de Borges... Se tiñen de color de mundo,pero el caso es que atienden a lo que ocurre a los hijos de los hombres.No sé ya –siempre he sido algo escéptico sobre ello– si de una manera personalizada, ya sabéis,los ángeles custodios (otra imagen poderosa que ha sufrido ese deterioro corrosivo del infantilismo) asignados a modo de guardaespaldas, más bien de consejeros,a cada persona. Pero lo cierto es que el Ángel, por así decirlo,acecha.Y yo he notado su presencia, como todo el mundo, en los diáfanos silencios, nada incómodos,que surgen en las conversaciones entre amigos o entre amantes;pero hay más:he podido palpar la apariencia humana que adquiere en los momentos más oscuros,más inesperados,más oportunos. «Por qué elige unos y otros no, ellos lo saben. Forma parte de su realidad y su misterio. Pero el caso es que al menos tres veces,que sea capaz de recordar, me he encontrado con él.La primera,un jefe de estación en cierta pequeña ciudad italiana,donde me hallaba recién llegado... y sin nadie que me acogiera. Me habían plantado. Se me acerca entonces y se presenta como Mario: habla español perfectamente. Se hace cargo de mi tribulación, y me permite dormir a salvo en la estación, que él debía cerrar a cal y canto. Debo añadir que, pese a la
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incertidumbre de mi situación y los consiguientes nervios, que ya sabéis que no me abandonan en estos casos (¡y era la primera vez en mi vida que salía al extranjero!), dormí como un leño. Por la mañana, aún en duermevela sobre un banco, entreví que volvía a descorrer los cerrojos y dar paso a los viajeros, que me preguntaba que qué tal había pasado la noche... Cuando, días más tarde y ya instalado, volví a la estación a preguntar por Mario, no había nadie que lo conociera. ¿Coincidencia? ¿Tomó una forma humana el ángel, totalmente original, cuando más lo necesitaba? «También es posible el caso de una posesión angélica.No,no os sorprendáis:es el lógico balance,aunque lógicamente menos espectacular, de esa estremece dora realidad que son las posesiones diabólicas.Algo que es sin duda involuntario, fortuito para el poseído.Es por lo que más me inclino en mi segundo encuentro,esta vez en el otoño a las afueras de una ciudad al norte de Alemania. Por despedir a un amigo después de una fiesta,había perdido a todos los demás (¡ay, estas amistades superficiales para las noches de movida!), incapaz de encontrar tras mil vueltas la parada de autobús que nos llevara a la vorágine del centro... Es entonces cuando aparece en medio de la noche alguien,obviamente no un nativo alemán,negro él.Me ayudó pacientemente a buscar la parada del autobús,que finalmente encontramos y en la que, pese al buen rato de ventaja que me habían sacado,seguían los colegas esperando la línea...Mientras buscábamos,me ha bló de que vivía en Alemania de hacía tiempo,que ya tenía mujer e hijos,y que si perdía el bus no me preocupara, que me podría quedar en su casa. ¿Sospechoso? A lo apurado de la situación y a los resultados me remito. No fue sólo la ayuda prestada: fue el ofrecimiento de una noche confiada,la palabra,el íntimo sosiego ante aquella situación de apuro que no sé cómo hubiera vivido en solitario. «Otro caso es ahora digno de contarse:esta vez en Madrid. Yo regresaba al sueño, contagiado aún de la
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alegría de Paloma y de Juan.Y,en el último metro de Plaza de Castilla,que no pude coger, apareció: feísimo, raquítico, terroso, encorvado bajo el peso nulo de una caja de cartón que venía arrastrando desde el típico pueblo inencontrable. Iba hacia la Paz. El caso es que fui yo quien le ayudó a caminar por las tibias galerías,hacia arriba, que yo le pagué el taxi y que lo acompañé hasta el hospital. Y allí, en la UVI, perdí de vista a este ángel nuevo, mínimo, que me concedió el favor de dejarme hacerle un bien.A quien tal vez se le pasara por el cráneo pelado la vaga pregunta de si yo mismo no habría sido un ángel al acecho de su paso.»
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D O S H A B I TA C I O N E S Santiago Esparza Celorrio
Santiago Esparza Celorrio (San Adrián,1979) es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de la Rioja y trabaja como profesor en Alcalingua de la Universidad de Alcalá. Ha colaborado con las revistas Fábula y EnContraste.
I Era el 19 de agosto de 2004. Jacobo Hispano había tomado el AVE Recajo-Logroño y había llegado a las 15.47 a la capital riojana. Nadie esquiaba sobre la ciudad nevada,oscura y fría. Nadie hablaba en voz alta con el singular acento de la tierra del vino. Nadie esperaba el autobús a Calahorra. De verdad, no había nadie. Solo con su soledad,joven con su juventud y cansado con su cansancio, el hispano e hispánico Jacobo Hispano recorrió con ansia y desgana la calle Murrieta, dobló por Avenida de la Paz y alzanzó finalmente la calle Bernardo Sánchez.Allí estaba el hotel.Allí pernoctaría. Empujó la puerta con esfuerzo porque no era muy pesada ni muy ligera.Una luz roja y negra lo envolvió. La recepcionista apareció al instante. Era (no podía ser de otra manera) la Muerte.Y era como la tradición occidental la había imaginado durante años, o al menos así le pareció a Jacobo Hispano: rubia, ojos azules, 19 añitos, cuerpo de escándalo, culito respingón,seropositiva, anoréxica y con pecas. –Buenas noches,joven Jacobo.Te esperaba.– dijo enigmáticamente la Muerte. –¿Tienes alguna habitación libre? –Claro... pero sólo me quedan dobles. Tendrás que compartir: tengo una española doble sin sexo, una oriental doble sin sexo y una con Chenoa (sándwich, ya sabes). –¿Y dobles con queso? –Ninguna. –Pues entonces elijo la española sin sexo. –Aquí tienes, la 88. Por cierto, Jacobo... me gustas mucho –dijo enigmáticamente (otra vez) la Muerte–. Quiero que sepas que si..., bueno... si alguna vez te apetece, me tienes a tu entera disposición.
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II La habitación 88 estaba pintada de rosa y tenía (no podía ser de otra manera) unas esvásticas de fresa en las jambas de la puerta. La inquilina era una española del montón, pelirroja y castellano-andaluza, para más señas. Recibió a Jacobo con una mueca de asco. –Llegas tarde.–le espetó. –¿Cómo? ˜preguntó Jacobo sorprendido. –No sé cómo puedes ser tan egoísta.Yo no pido mucho, sólo que vayas al gimmasio, que me lleves de compras al Corte Inglés de Arnedo,que me quieras,que nos metamos en un coche, que nos hipotequemos juntos,que no te emborraches hasta que te cases conmigo, que formemos una familia (in)feliz, que me mimes, que me engañes,que me insultes,que me des mala vida,que seas comercial. No pido mucho, ¿entiendes? La vida es muy dura y hay que vivirla,¿entiendes? Jacobo comprendió que pernoctar en esa habitación significaba tener una actitud ante la vida. Era un microcosmos completo:una televisión con el programa de Ana Rosa Quintana, una cama de flores para la chica española y un artefacto sadomasoquista del s.XVIII para él. Y, como un héroe trágico, el joven Jacobo Hispano miró al techo,aceptó su trágico y fatal destino,miró con cariño a los hermosos ojos de la española y le dijo: «necesito más tiempo».Y huyó de la habitación como alma que lleva el diablo.
III Corrió durante dos interminables minutos por escaleras y pasillos, pero tuvo que detenerse porque la huida le había brindado un agudo dolor de amígdalas y necesitaba orinar. Llamó a la puerta más cercana. Era la de la habitación 1945.Una japonesita, hermosa como la luna,le abrió.
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–¿Te esperaba? –No sé. –Ay, ay...–suspiró la japonesita (había aprendido español en México)–.¿Pero qué tienes? ¡Estás enfermito! Espera un momentito,túmbate en el sofá.Ahorita vuelvo. Tumbado en el sofá, Jacobo admiró la decoración: las paredes eran blancas.Y además del sofá había una mesa redonda,y en la mesa un discman y en el discman sonaba un compacto de un grupo de rock japonés alternativo.El dolor lo adormiló. Lo despertó el frágil e imponente cuerpo oriental. La chica traía un neceser lleno de medicamentos. Haloperidol, soja,benceno, ibuprofenos, píldoras homeópatas, cápsulas naturales... quién sabe lo que podrían ser;los prospectos estaban escritos en kanji. Pero ella lo recostó en su regazo y le ayudó a tragar trece pastillas. Acaso había una bata de lino en la habitación.Comenzaron a aparecer fotos: –Esta es mi familia,mi gatito,mi gatita,mi mejor amigo,mi mejor amiga,mi otra mejor amiga,mi fiesta de llegar a la edad,mi profesor en Japón,conoce a un poeta. ¿Estás mejor? Ves muchos colores, ¿verdad? ... ay, ay, soy huevona, tragona y sangrona. ¿No dicen así en España? ˜Mientras la escuchaba, Jacobo veía miles colores con lucidez de alcohólico. En algún lugar del hotel la Muerte sonreía. Pero seguía nevando en el a gosto logroñés.
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E L PA S E O D E L O S T R I S T E S Sonia San Román Olmos
Sonia San Román Olmos (Logroño, 1976) es licenciada en Filología Hispánica por la universidad de La Rioja.Desde hace un tiempo es miembro del Aula Literaria del Foro de Jóvenes Creadores del Ayuntamiento de Logroño. Ha participado en diferentes recitales literarios, y ha publicado en el libro de cuentos Cosas de niños (Ayto. de Logroño, 2003) y colabora con las webs literarias Borraska y Nausicaa.
Siempre he sido un viajero incansable.Gracias a mi trabajo de fotógrafo he visitado los lugares más lejanos e insospechados,he conocido a la gente más curiosa y diferente, he probado los manjares más exóticos y he bebido los brebajes más extraños. Sin embargo, pocas veces he sido capaz de implicarme en los lugares que visitaba y volvía a casa cansado y contento de haber viajado,pero con una extraña sensación de vacío que me hacía recordar las escenas vistas como un mero espectador que tamiza la vida a través de un objetivo fotográfico. Me gusta mi trabajo porque me permite viajar y, desde que leí en alguna parte que los viajes son alimento para el alma, decidí darle de comer sin que me lo pidiera,hasta hacerla deglutir, muchas veces, sin apetito alguno. Esperaba algo de aquellas escapadas. No sé muy bien si pretendía alcanzar con ellas cierto tipo de sabiduría, de felicidad o de equilibrio personal, y depositaba muchas ilusiones y esperanzas al sacar cada billete que luego se convertirían en fotos más o menos acertadas pero llenas del mismo vacío que a mí me ocupaba. Un invierno en que andaba falto de trabajo y bastante aburrido de no hacer nada,decidí apuntarme a un cursillo de técnicas fotográficas de una semana de duración en Granada,apenas a cuatro horas y media de mi Madrid natal. Avanzaba hacia al sur con cierta inercia,como si estuviera en el metro yendo de una estación a otra sin pensarlo,y no esperé gran cosa de aquel curso. La noche en la que llegué dormí como un niño. Mi último recuerdo antes de caer rendido fue el mapa del tiempo después del Telediario, las nubes grises que amenazaban a toda la península salvo a Andalucía y la sensación de estar al borde del mapa, en el fondo del continente,escondido de todos y a salvo del mundo.
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Fui muy temprano al curso. Tenía ganas de empezar y no quería llegar tarde. Me presenté a los organizadores,busqué la sala correspondiente y tomé asiento. Observaba entrar a otros compañeros, algunas caras conocidas, otras jóvenes e inexpertas y algún viejo engreído,curtido en cursos,que vociferaba tecnicismos para hacerse notar. Un holandés comenzó la primera charla de la mañana en un español ininteligible y soporífero que me desmoralizó por completo.En el primer descanso abandoné las charlas y me fui a pasear. El invierno que aún azotaba Madrid se estaba transformando en primavera en Granada. Comencé a caminar sin saber muy bien adónde iba,observando los naranjos de la Carrera del Darro y los bloques rojos de la Alhambra sobre el Paseo de los Tristes. Subí la Cuesta del Chapiz deleitándome con la pericia al carboncillo de algunos estudiantes que dibujaban el paisaje y saludé con respeto a la estatua oxidada de Chorrohumo, el rey de los gitanos a la entrada del Sacromonte. Recorrí calles laberínticas de cuevas encaladas. Di unas monedas a algunos vecinos del barrio disfrazados a la antigua usanza caló para satisfacción de los turistas que buscan lo folclórico y reposé mi cuerpo en lo alto del cerro sacromonteño para observarlo todo. Bajo mis ojos, el Darro seccionaba con un tajo implacable las dos laderas que flanquean Granada y mis ojos se llenaron de los bosques del Generalife y de la Alcazaba, de la nieve de Sierra Nevada, de la cal de las cuevas y de los lejanos cipreses del Albaicín ungidos por el suave sol de un mediodía cualquiera de febrero. La gran ciudad, incesante de actividad, quedaba a los pies de tanta belleza y un gitano, que ensayaba una zambra a mis espaldas,ponía melodía a aquella imagen. No sé cuánto tiempo pasé así,sólo sé que cuando me marché lloraba como un niño. Por una vez tuve consciencia de que los engra-
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najes que mueven el tiempo giraban al son de los míos. Me sentí orgulloso de que mi mejor fotografía no quedara dentro de una cámara,sino en mi retina, sin un papel que la apresara.Sólo para mí.
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DOMINGOS DE GOMI NA Y GOMINOLAS Odón Serón Zabala
Odón Serón Zabala (San Lorenzo del Escorial,1981) estudia Ingeniería Técnica en la especialidad de Electrónica,y a puntito está de terminarla, ya que se encuentra en la fase final del proyecto. En lo tocante a la literatura, es miembro del Aula Literaria de Logroño, en cuyos fanzines y recitales ha venido participando.Además,han aparecido poemas suyos en el suelto Odón vs. Lucas y en la revista Fábula. Colaboró con un relato en el libro Cosas de niños (Ayto.de Logroño,2003).El cuento que aquí presenta fue premiado en el programa radiofónico «Palabras Mayores»,de Radio Rioja/Cadena SER.
A los once años los domingos huelen a gomina, ropa limpia y gominolas de cinco pesetas.A los once años los domingos son días de fiesta,de amigos, y sobre todo de iglesia. La misa era la mejor manera de curar la conciencia. Todas las trastadas entre semana eran solventadas con cerca de tres cuartos de hora de sermón. Ciento cincuenta y cinco pesetas eran la paga. Cinco pesetas para el platillo, cien para chucherías y cincuenta para ahorrar.A las doce llegaba puntualmente a la iglesia,me confesaba y me sentaba en la segunda fila, donde estaban todos los chavales de mi misma edad. Aquella mañana todo transcurría con normalidad,todo estaba en su sitio.El sacerdote comenzó a emitir su homilía,cuando de repente un cosquilleo se adueño de mi ombligo y de mis muslos. Quise negar lo evidente,intentar no darme cuenta,omitir la realidad,pero no pude.Había sufrido una erección.Yo,el ojito derecho de Jesús,el chaval que con puntualidad llegaba a la iglesia todos los domingos,el que siempre acudía a confesar y soñaba con ser monaguillo, en medio de la casa del Señor, con un pantalón que a modo de tienda de campaña evidenciaba mi problema fisiológico. ¡Que ofensa hacia la Santa Madre Iglesia! Debía disimularlo,mis pantalones eran amplios, pero se notaba.Los ojos de todos los cristianos fijaban su mirada debajo de mi cinturón.El Vaticano se enteraría e inmediatamente me excomulgaría,no me dejaría permanecer dentro de un radio de cien metros alrededor de la iglesia y mis pecados cargarían en mi hombro,como si sujetasen una vasta cruz de madera. Disimulé lo mejor que pude, la salvación yacía en mis manos,una hoja de canciones que se repartía en la entrada,sirvió de escudo.Coloqué el papel encima de mis piernas y esperé. Me dieron igual los momentos en que todo el mundo se levantaba, yo seguí sentado. Por fin la hinchazón se pasó. Supuse que nadie se había dado cuenta y me alegré por ello. Ese día doné toda la paga al platillo, o
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sea, una bolsa de pipas, dos regalices, un chicle, un dedo de goma con picapica y cincuenta pesetas de la caja fuerte. El resto del domingo lo pase como todos: parque, chicas,pelotas,patines.Sólo dos pequeños detalles: el primero es que no hubo gominolas, y el segundo es que aquel día marcó la salida de una fabulosa carrera como cantante en el coro de la iglesia,al fin y al cabo,se lo debía.
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Índice Avaros por Encargo Hoja de Pedidos
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Todo es Mentira Ángel González Romero
11
Tu Trenza desde mi Ventana Carmen Beltrán Falces
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Buscando un Cambio Carlos Cabezón García
21
Cuando Éramos Algo Tontos Diego Marín A.
25
Incompleto Enrique Cabezón García
31
La Obra de los Difuntos Íñigo San Sebastián Barja
35
Lo Difícil del Decoro José Luis Pérez Pastor
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Bostezo Luis Rodríguez Lucas
45
Angelología de Salón Manuel Prendes Guardiola
51
Dos Habitaciones Santiago Esparza Celorrio
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El Paseo de los Tristes Sonia San Román Olmos
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Domingos de Gomina y Gominolas Odón Serón Zabala
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