FRANCISCO FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ Un político para la España necesaria (1930-1992) LOS MITOS MILITARES DEL PODER EN ESPAÑA
Colección Historia Biblioteca Nueva Dirigida por Juan Pablo Fusi
Santiago Delgado Fernández Pilar Sánchez Millas
FRANCISCO FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ Un político para la España necesaria (1930-1992) LOS MITOS MILITARES DEL PODER EN ESPAÑA
BIBLIOTECA NUEVA
Diseño cubierta: José María Cerezo a partir del retrato del artista Juan Moreno Aguado. Fotografía de la solapa de Marisa Flores Ilustraciones: Archivo Familia Fernández Ordóñez Archivo Fundación Conferencia Anual Francisco Fernández Ordóñez Archivo del artista Juan Moreno Aguado
2.ª Edición
© Santiago Delgado Fernández y Pilar Sánchez Millas, 2007 © Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2007 Almagro, 38 28010 Madrid www.bibliotecanueva.es
[email protected] ISBN: 978-84-9742-685-5 Depósito Legal: M-15.332-2007 Impreso en Rógar, S. A. Impreso en España - Printed in Spain
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Índice Prólogo: Paco Fernández Ordóñez, por Felipe González ........
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Prólogo: Nuestro querido Paco, por Diego Hidalgo ...............
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Introducción .......................................................................
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Capítulo 1.—Tiempo de formación (1930-1965) .............. Orígenes y hogar familiar .................................................. Retratos de la infancia: primeras letras ............................... Lecturas en diáspora. La familia como escuela de convivencia ................................................................................. La universidad y el encuentro con Ortega y Gasset ........... El ingreso en la función pública: el despertar de la preocupación socio-política .....................................................
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Capítulo 2.—El largo camino hacia el compromiso democrático (1965-1975) .................................................. Escarceos políticos con la oposición democrática ............... Del tardofranquismo a la predemocracia: el INI como antesala ............................................................................ Los encuentros con el general Franco ................................ La hora de la decisión ........................................................ Primeros pasos hacia el liderazgo socialdemócrata ..............
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Capítulo 3.—Partidos y transición (1975-1977) ............. 133 La izquierda socialdemócrata: hacia la unidad de los grupos socialdemócratas ........................................................... 135
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Índice
Entre lo deseable y lo posible ............................................. Federación socialdemócrata: la construcción del centro político ............................................................................. La presencia en la Comisión de los Nueve y la reforma política ............................................................................. La formación de la Unión de Centro Democrático ........... Capítulo 4.—Leyes para el cambio (1977-1981) ............... Diputado y ministro: la reforma tributaria ....................... La salida del Gobierno y los enfrentamientos con UCD .... Retorno al Gobierno y reforma del Derecho de Familia .... Los avatares del trámite y la aprobación de la llamada «Ley del divorcio» ................................................................. Capítulo 5.—Filigranas políticas, ¿transfuguismo o coherencia? (1981-1985) .................................................... Adolfo Suárez dimite ......................................................... El conflicto con los conservadores ..................................... «Ave migratoria»: Ordóñez abandona la UCD .................. El partido de acción democrática: plataforma hacia el PSOE .. Los socialistas alcanzan el Gobierno: Ordóñez presidente del Banco Exterior ........................................................ Capítulo 6.—Un destino deseado: la llegada a exteriores (1985-1988) ............................................................... El mundo como lugar de trabajo ....................................... Reformas en el ministerio .................................................. Un nuevo marco para la política de Seguridad y Defensa .. Una prioridad llamada Europa .......................................... Mediterráneos: el Magreb y el conflicto árabe-israelí ......... Capítulo 7.—La actividad internacional en la posguerra fría (1989-1992) .............................................................. Al galope de la Historia ..................................................... El final de los bloques y la irrupción de las Naciones ........ La contribución española al proceso de unidad de la Europa política ..................................................................... Latinoamérica. Contra una idea mutilada y empobrecida ..
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Índice
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La Guerra del Golfo y la Conferencia de Paz de Madrid ... 382 Legado y despedida de un ministro apreciado ................... 389 Episodio final y epílogo ..................................................... 401 Fotobiografía ....................................................................... 417 Fuentes y bibliografía ......................................................... 473
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A Sara y José
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Escribir entre dos personas sobre una tercera, en dos ciudades diferentes, alcanzando un entendimiento concreto y eficaz, supone un duro reto en lo profesional y en lo personal, además de llevarse mucho tiempo, alegrías y sinsabores. Necesitaríamos otro libro para nombrar a todas las personas que nos han animado y ayudado. Algunas aparecen a lo largo de estas páginas; sin embargo, es imposible nombrar a todas. Por eso, y porque nos parece la mejor manera de agradecer vuestro afecto, os dedicamos el fruto de nuestro esfuerzo. Este libro es para vosotros, merecéis la primera página. Los autores
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PRÓLOGO
Paco Fernández Ordóñez por Felipe González Por primera vez se intenta un análisis biográfico de Francisco Fernández Ordóñez. Bien documentado, visto con rigor y lejos de la anécdota periodística o del ditirambo. Como no es un género que se practique en nuestro país con esas características, salvo excepciones, sin duda será bienvenido. Además, la personalidad de Paco lo merece. Por su compromiso y su aportación a la realización de la España actual, en esa exitosa transición del autoritarismo a la democracia, del centralismo a la descentralización del poder, del aislamiento a la inserción en Europa y en el mundo, de la falta de desarrollo y la cutrez cultural a la modernidad. Y también por su rica personalidad. Humanista, divertido, de fina ironía limitada por su resistencia al sarcasmo, era un hombre culto y bueno, ambas cosas en el buen sentido machadiano de la palabra. Compartí con él, o compartió conmigo, según se mire, un tramo importante de ese proceso de transición y modernización. Desde sus primeros pasos tras la salida de INI y los inicios del posfranquismo, incluida su participación en los gobiernos de Adolfo Suárez, hasta sus intensos años como Ministro de Asuntos Exteriores conmigo, con la prórroga inesperada de sus tres últimos años de vida. Nuestro entendimiento personal crecía con el paso del tiempo, partiendo de un inicio fluido que nos permitía estar cómodos hablando de todo.
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Para sus biógrafos ha llegado el momento de analizar su vida con la distancia suficiente para que no sea una crónica periodística de actualidad y se acerque a los límites de la historiografía. Para mí aún es pronto, hasta el punto de parecerme ayer la dinámica de los acontecimientos de la Guerra del 91 en Irak o de la Conferencia de Madrid entre árabes e israelíes. Pero, seguramente, es un problema mío, no del tiempo real transcurrido desde su muerte inmediatamente después. Será por esa limitación por lo que me resisto a comentar el libro, en el sentido estricto, para contrastarlo con mi memoria o con mi percepción de lo relatado, aunque me parezca muy ajustado a los acontecimientos vividos y al propio papel de Paco Fernández Ordóñez. Será por eso por lo que trato de escapar con mis palabras orientándolas hacia la semblanza de Paco que queda en mi memoria, demasiado próxima y cargada de subjetividad. Por eso puedo decirles que hacía política con mayúsculas sufriendo, pero sin perder la punta de humor que le permitía una cierta y necesaria distancia para situar en perspectiva el día a día de la acción. Sentía considerable alergia a los informes que procedían de los servicios de inteligencia, propios y ajenos, tal vez porque nos reflejaban las corrientes profundas y turbias de las relaciones de poder, o de la condición humana. Pero también porque pensaba que limitaban su propio criterio político sobre los acontecimientos y tendía a confiar más en sí mismo que en la información ajena. En los últimos años de su vida ahorraba leer papeles largos en general. Informes sesudos y amplios del servicio exterior o documentos premiosos y cargados de detalles de las Comunidades Europeas. Solía decirle que trabajaba de oído y se reía. En realidad, lo que pasaba es que unía a su larga experiencia una gran capacidad para captar la información importante disponible y darle sentido para su trabajo. Cuando los médicos que lo intervinieron en el verano del 89, comprobaron que no era posible hacer nada contra el cáncer que padecía, me dijeron que en seis meses estaría tan deteriorada su salud que no podría trabajar. Les pregunté si sería mejor para él continuar en su puesto o que lo relevara como Ministro.
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La respuesta definía el carácter de Paco mejor que el sombrío diagnóstico. Vivirá mejor trabajando que dejando de hacerlo. Me fui a verlo a su casa. Cené con él y Mari Paz. Ninguno era consciente de la situación. Mari Paz me reprochó cuando estaba muriendo que era la última que se había enterado. Paco no quería saberlo o lo sabía sin saberlo. Esa noche decidimos que continuara, con protestas pro forma de Mari Paz y teniendo en mi recámara que sería por pocos meses. Paco se incorporó inmediatamente y pasaron seis meses, un año, dos años y más. Paco seguía, viajando como nunca, cambiando dramáticamente de peso, infatigable y lúcido. No era posible disminuirle el ritmo de trabajo, a pesar de mi insistencia para que limitara sus viajes y se mantuviera más tiempo en el despacho. Para mí, informado de lo peor, era difícil porque intentaba que no se notara la preocupación. Pero, paradójicamente, fueron los años más fértiles de su trabajo. Esa especie de prórroga de su vida, tal vez por la intensidad de su labor que le hacía olvidar sus crecientes molestias, coincidió con la caída del Muro de Berlín, la Guerra del 91, la Conferencia de Madrid, la desaparición del Pacto de Varsovia, el golpe de estado contra Gorbachov y la caída de la URSS. Al día siguiente de la caída del Muro hablamos de ello en Consejo de Ministros y el sábado a las 7 de la mañana (era el único Ministro al que llamaba a esa hora, salvo situación extrema, porque sabía que éramos los únicos en marcha) lo llamé sin saber que viajaba a Túnez, acompañado de Roland Dumas, el Ministro de Asuntos Exteriores francés del gobierno Mitterrand, para ver a Yasser Arafat. Estaba en el aeropuerto esperando la llegada de su colega francés para salir. «Me parece, como en la novela de Irving sobre Vietnam, que vais en la dirección equivocada». Empezó a reír, como solía, preguntándome por qué. «Creo, le dije, que la pomada está en Berlín y estos días hay poco que hacer en Túnez». A continuación le pedí que hablara con R. Dumas para que convenciera a Mitterand de la necesidad de convocar urgentemente al Consejo Europeo. Me lo puso al teléfono después de comentarlo con él y me transmitió que su jefe no quería. Prefería
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esperar al Consejo Ordinario de diciembre. Paco me llamó desde Túnez porque Mitterrand había reiterado su negativa y de acuerdo con Dumás me pedían que fuera yo el que se lo pidiera. Así lo hice con el mismo resultado de reticencia y resistencia a convocar. Giscard, sin quererlo, vino en nuestra ayuda saliendo en la TV francesa con una dura crítica a la Presidencia por no convocar inmediatamente al Consejo. Mitterrand reaccionó con una «petit frase» de su cosecha: «Ya lo estábamos analizando en la troika para fijar el día». Paco era decidido y respetuoso. El grado de coincidencia de criterios había llegado a límites que hacían cómodo el trabajo, incluso en los momentos de máxima tensión. Un jueves de octubre del 91, casi a las 12 de la noche, me llamó para decirme que James Baker le preguntaba desde Tel Aviv si España estaría dispuesta a organizar la Conferencia Internacional sobre la Paz entre árabes e israelíes. Añadía que había consenso entre las partes, que debía anunciar la decisión a la mañana siguiente y necesitaba la respuesta esa misma noche, porque la conferencia debía comenzar en el plazo de 10 días. ¿Qué hacemos?, me preguntó. ¿Podemos responder algo distinto a que estamos de acuerdo?, le repregunté. De nuevo su risa para decirme que sólo cabía la respuesta afirmativa, a pesar del inmenso desafío que representaba para nosotros. Pues dile que sí, ahora, y mañana te vienes una hora antes del Consejo de Ministros para empezar el trabajo. Algunos amigos comunes a Paco y a mí, vivían obsesionados sobre el tema de cómo se procesan las decisiones importantes en la acción de gobierno. Esta muestra podría servir de referente, si se tiene en cuenta que con Paco la tarea era más fácil. Su inteligencia, su rapidez mental, su experiencia, eran un regalo para la toma de decisiones. Cualquiera comprenderá cuánto sentí la ausencia del colaborador en las tareas de gobierno, pero no tendrán una idea cabal de mis sentimientos si no saben que aún más sentí la falta del amigo. Felipe González 2 de noviembre de 2006
PRÓLOGO
Nuestro querido Paco por Diego Hidalgo Mucho se ha escrito sobre Paco Fernández Ordóñez; creo que ésta es la biografía más completa que se publica sobre uno de los grandes personajes españoles de la segunda mitad del siglo xx. Me siento muy honrado porque los autores me hayan pedido que escriba un prólogo, y aún más habiendo sido Felipe González quien ha escrito el prólogo principal de este libro En 1995, tres años después de que Paco nos hubiera dejado, tuve la oportunidad única de viajar en el Concorde de British Airways entre Nueva York y Londres en el asiento contiguo al de la Señora Thatcher, ya Ex P. M. del Reino Unido1. Tal vez porque el Concorde volaba en la estratosfera, generalmente estimulaba la locuacidad de los viajeros y yo tuve la suerte de mantener una conversación de tres horas con la «Dama de Hierro». Al saber que yo era español y estaba escribiendo un libro sobre el futuro, me dijo que había dos españoles a quienes ella admiraba especialmente: «Su Primer Ministro Felipe González, y el que fue Ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez» me dijo «además de ser dos personas encantadoras y admirables, han hecho un trabajo impresionante poniendo a 1
Cuando el agente británico me pidió que le cambiara mi asiento 2C por el suyo, yo me negué alegando que necesitaba estirar mi pierna izquierda recién operada. Mrs. Thatcher dijo que el cambio no era necesario.
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España en el Mapa. Gracias a ellos, España ha sido el tercer país más importante e influyente en la Unión Europea después de Alemania y Francia, muy por delante de Italia y del Reino Unido que la superamos en población y volumen económico». Viniendo de una persona parca en elogios, con una ideología nada afín, y con intereses a veces opuestos a los españoles, valoré muchísimo su comentario y creo que merece ser conocido. Ni que decir tiene que me di importancia diciéndole que conocía mucho a Felipe y que Paco había sido uno de los mejores amigos que había tenido en mi vida. No sé si me creyó. Conocí a Paco en el despacho de mi padre en los 50 pero apenas lo recuerdo, aunque mi padre hablaba a menudo en las comidas del hijo de su amigo Fernández Conde, «uno de los jóvenes más inteligentes que conozco, aprobó las oposiciones a judicatura y se va a hacer Inspector del Timbre, lo máximo en la Administración, y sobre todo es agudo y disfruto hablando con él». Paco y yo nos reencontramos el 12 de octubre de 1967. El Cónsul de España en Boston daba una fiesta para celebrar el «Día de la Hispanidad» y allí vi a un señor de mediana edad a mis ojos, calvo, que tenía un tic, y que se me acercó para hablarme de su amistad con mi padre. Él estaba haciendo un curso de Derecho Fiscal Internacional en la Harvard Law School y yo mi segundo año del MBA en la Harvard Business School. A partir de ese día Gloria y yo nos hicimos íntimos amigos de Paco y María Paz. Durante ese curso en Harvard cenábamos juntos dos o tres veces por semana, hicimos los cuatro un viaje a Nueva York en el que María Paz pasó verdadero pánico. En efecto, el año 1968 fue muy especial en la historia de Estados Unidos, presidido por tensiones raciales, un creciente rechazo a la Guerra de Vietnam, y una feroz campaña electoral agudizada por la renuncia del Presidente Johnson a presentarse a una posible reelección. A primeros de abril fue asesinado Martín Lutero King, y a primeros de junio, Robert Kennedy. Vivir aquellos acontecimientos y poder comentarlos y analizarlos con Paco fue una experiencia única e inolvidable; de España entonces había poco sobresaliente y comentable. Durante nuestro viaje a Nueva York en abril, en plenos disturbios, fuimos a ver el zoo de Bronx.
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Sin que nos diéramos cuenta empezó a anochecer y no encontramos taxi para regresar. María Paz sufrió mucho en la hora que nos costó encontrar la boca de metro para regresar a Manhattan, segura como estaba de que era inminente que nos atracaran. Durante el verano de 1968 fuimos a menudo a casa de Paco y María Paz en Villalba, donde había una pista de tenis. Jugué muchas veces con Paco y nunca conseguí ganarle un set pese a nuestra diferencia de edad. Allí conocí a muchos de sus compañeros de trabajo que luego destacaron en la política y la economía. A pesar de incorporarme al Banco Mundial en Washington en octubre y de que Paco y María Paz quedaron en Madrid, seguimos con un contacto muy estrecho durante los siete años siguientes que fueron decisivos en su trayectoria política. El 11 de julio de 1969 perdí a mi madre, Gerda Schnur. Paco me demostró su amistad y su calidad humana. La muerte prematura de mi madre, además de la desolación que me había traído tras haber perdido a mi padre en la misma década, me planteaba temas patrimoniales complicados que por un momento me hicieron plantearme mi continuidad en el Banco. Paco me apoyó y me sacó de dudas. «Yo me ocupo de resolverte todos los problemas que tengas aquí, Diego; no dejes que temas puntuales que yo te puedo arreglar se interpongan en tu pasión y en tu carrera». Y así lo hizo. Paco era, sobre todo, un socialdemócrata, y vivía mal la dictadura. El libro cuenta la noche crucial del día después de que, tras la crisis «Matesa» el gobierno cambió, cayendo varios ministros, entre ellos el de Hacienda. «No conozco al nuevo Ministro» le dijo a María Paz aquella tarde en que fueron los dos al cine. Al volver encontró ese mensaje urgente en forma de papel metido debajo de la mesa en la que el Ministro Monreal le conminaba a presentarse inmediatamente. Cuando Paco se vio frente al Ministro, éste le ofreció la importantísima Secretaría General Técnica. Apenas tuvo dos minutos para decidir entre la posibilidad de influir en el sistema desde dentro o verse condenado al ostracismo. Tomó una decisión crucial y seguramente acertada En el mismo gobierno entró otro amigo mío, de veintinueve años, Manolo Azpilicueta, como Secretario General Técnico
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de Industria. Manolo estaba casado con Chipi Arasjáuregui, y ambos eran amigos de la infancia. Gloria y yo organizamos una comida para presentar a los dos matrimonios, y enseguida se estableció una complicidad entre Paco y Manolo. En aquella época en España no había ni una sola mujer que tuviera un cargo alto en la Administración. Recuerdo que María Paz nos contó que la víspera, una señora a quien no conocía, le había llamado por teléfono, y se había presentado diciéndole «¿Cómo? ¿Pero de verdad no sabes quién soy? ¡Soy tu Subsecretaria!» cosa que provocó la hilaridad de todos. En aquellos años del final de la dictadura Paco tuvo muchos gestos de valentía, algunos conocidos y otros menos. Por ejemplo, preparó una lista de los contribuyentes del impuesto sobre la renta. Mucho después consiguió que la lista estuviera expuesta en algún lugar del Ministerio de Hacienda. La lista tenía un gran valor cómico, porque sólo había un total de cuatro contribuyentes en España que declararan ingresos anuales superiores a 10 millones de pesetas (60.000 e); el Generalísimo Franco declaraba recibir 2 millones (12.000 e) (su asignación presupuestaria) lo cual suponía que su patrimonio y el de su mujer no rentaban ni un céntimo. Paco bromeaba diciendo que si sus actos le obligaban a exilarse se llevaría la lista para vivir de lo que pudiera obtener por publicar esa lista explosiva. Mi ascenso en el Banco Mundial en 1974 se produjo poco después del asesinato de Carrero Blanco que llevó a un endurecimiento de la dictadura. Tras el cese de Pío Cabanillas, Antonio Barrera de Irimo y Paco presentaron la dimisión como Vicepresidente del gobierno y presidente del INI respectivamente. Paco se preocupó por la situación de Antonio Barrera y me pidió que hiciera una gestión discreta con Robert McNamara, Presidente del Banco Mundial, para sacar a Antonio de España con una alta consultoría en América Latina, cosa que hice y que Paco me agradeció. En 1977 se produjo un distanciamiento entre Paco y yo al que alude el libro, que duró dos años y que voy a explicar. En aquellos momentos Paco se había convertido en una persona clave de la Transición, encabezando el Partido Social Demócra-
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ta que se integró en UCD, y había sido nombrado Ministro de Hacienda. Desde el Banco Mundial, yo había conseguido que siete Estados de Africa del Oeste crearan un Banco de Desarrollo regional, la Banque Ouest Africaine de Développement, or BOAD. Los siete Jefes de Estado, entre los que se encontraba Léopold Senghor, Presidente de Senegal y perenne candidato al Premio Nóbel de Literatura sabían de mi amistad con Paco y me pidieron que intercediera con el Gobierno para que España fuera socio fundador del Banco. En un estudio que dirigí a Paco y le hice llegar en mano, le hice ver la abrumadora conveniencia de que España entrara en la BOAD. Por un lado los beneficios de los exportadores españoles que podían concursar a sus licitaciones amortizaban la pequeña inversión española de dos millones de dólares en menos de tres meses; por otro lado, me parecía esencial políticamente la amistad y votos de siete miembros de la Unión Africana que por aquellos tiempos del MPAIAC reivindicaba la «africanidad» e independencia de las Islas Canarias. Paco no me contestó nunca a pesar de los mensajes y cartas que le escribí. Me indigné porque, aparte de que yo quedara mal con los siete Presidentes, me pareció una oportunidad perdida y una descortesía de Paco. Yo por aquellos tiempos pasaba en África la mayor parte de mi tiempo, me sentí ofendido por lo que me pareció un desprecio, y durante dos años no tuve ningún contacto con él. En 1979, sin embargo, me llamó por teléfono como si no hubiera pasado nada. Yo había enviado una carta al Secretario del Consejo de PRISA, votando en contra de un aumento de capital decidido por el Consejero Delegado Jesús de Polanco, a quien yo no conocía, utilizando argumentos técnicos que me parecían innecesarios. Mi voto parecía importante y Paco llamó para interceder para que yo me abstuviera y eximiera al Secretario de la obligación de leer mi carta. Nos vimos en Madrid unos días después y Paco me juró que no había recibido nada sobre BOAD, me pidió disculpas, y me dio un abrazo; nuestra amistad se restableció. A lo largo de los años me dijo muchas veces que yo era el único amigo que no le había fallado nunca.
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España estaba creciendo en importancia a los ojos del mundo y de Estados Unidos, que contempló fascinada la primera transición pacífica de una dictadura a una democracia, el intento de golpe de estado del 23 de febrero de 1981, y cómo éste había sido desmontado por el Rey don Juan Carlos con la aclamación unánime del pueblo. Paco había sido un gran Ministro de Hacienda en el gobierno de Adolfo Suárez en el que bajo su liderazgo, el de José Luis Leal y el de Enrique Fuentes Quintana, y con la ayuda de los Pactos de La Moncloa, se logró enderezar una situación económica desesperada. Además logró introducir las leyes del IRPF y el impuesto sobre el Patrimonio. Su aureola de gran político creció como Ministro de Justicia en el Gobierno de Leopoldo Calvo-Sotelo, consiguiendo contra viento y marea la promulgación de la Ley del Divorcio. Entre 1981 y 1982 se produjo un «corrimiento» hacia la derecha de todos los partidos políticos incluyendo el de la UCD, ya sin Adolfo Suárez. Así como algunos socialdemócratas como mi amigo Luis Gámir permaneció como Ministro de Transportes, Paco empezó a sentirse incómodo en el gobierno y tras un mes de cuestionamiento interno tomó la decisión de irse. Cuando Paco dimitió como Ministro de Justicia del Gobierno de Calvo Sotelo y dejó la UCD para formar su propio Partido de Acción Democrática, el PAD, en el que se integraron personalidades del relieve de Luis González Seará, Carmela García Moreno y Javier Moscoso, me tuvo informado de sus planes y actividades casi diariamente. Los lectores de esta excelente biografía leerán las páginas que cubren ese periodo esencial de finales de 1981 a octubre de 1982, incluyendo nuestro viaje a Estados Unidos para tratar de encontrar apoyos en el Partido Demócrata para las elecciones de 1982. Paco había tratado por todos los medios a su alcance de conseguir una reunión con el Senador Ted Kennedy, que tras la derrota electoral del Presidente Carter era la persona con más influencia en el Partido. Cuando no le fue posible recurrió a mí. Para su sorpresa (y la mía), una amiga mía y de Gloria, Janet Donovan, madre de mi ahijado Philip Botana, no sólo consiguió la cita sino que pudo organizar una gran sesión con los miembros más influyentes del Par-
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tido a la que yo le acompañé, y de la que salió una invitación a la Convención del verano de 1982. Estas reuniones fueron enormemente interesantes, la figura de Paco despertaba un gran respeto, pero no se tradujo más que en apoyos verbales. Paco tenía la idea de presentarse con el PAD a las elecciones legislativas con la esperanza de obtener algunos escaños que le pudieran convertir en bisagra en el Congreso de Diputados (incluso me tentó a que encabezara una lista suya en la provincia de Badajoz). Sin embargo, con gran realismo político, y tras consultas con amigos y familiares, decidió dejarse absorber, y fusionar su pequeño partido con el PSOE de Felipe González. Yo por entonces no conocía a Felipe pero sí teníamos un amigo íntimo en común, José María Maravall, y sabía que la actitud integradora de Felipe constituía uno de sus principales activos como político de gran envergadura. Felipe demostró su estima por Paco y le dio lugares preferentes en las listas electorales, y después de la victoria arrolladora del PSOE en octubre, cargos importantes a él y a los ex miembros del PAD. Paco pasó a ser Presidente del Banco Exterior de España. Por casualidades de la vida, pues yo aún no vivía en España, coincidimos en dos vuelos, uno de Madrid a París y otro a Buenos Aires, en el invierno y primavera de 1983 en los que comentamos los acontecimientos políticos. Por un lado fue crítico con las decisiones de expropiación de Rumasa, «que podría haberse resuelto presionando a su dueño a aportar su capital en la búsqueda de una solución menos drástica», y con la persecución penal con cárcel de los empresarios catalanes que no habían podido pagar las cuotas de seguridad social, algunos de los cuales parecían inocentes. Por otra parte me dijo que la doctrina del gobierno socialista era en muchos temas mucho más conservadora que la suya. «Yo pensé que a estos jóvenes marxistas les iba a moderar desde su derecha y me encuentro con que están mucho más a la derecha que yo mismo. Aquí se han dado cuenta de que el comunismo ha fracasado con el experimento de Mitterrand y Pierre Mauroy en Francia y que en cambio a la Señora Thatcher le ha ido bien con su política y ha habido una desbandada hacia el conservadurismo».
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En aquellos tiempos tuve muchas discusiones con amigos y conocidos defendiendo la trayectoria política de Paco. El hecho de que hubiera tenido cargos en la época de Franco, y que hubiera luego desempeñado cargos políticos en gobiernos sucesivos de distinto signo hacía que mucha gente le tachara de «camaleón» político o le llamaban «el Talleyrand español». Era cierto que Paco, admirador de Olof Palme, se mantuvo siempre en su posición social demócrata y todos los demás partidos se desplazaron hacia la derecha cuando constataron que sólo cabía una política económica que preservara el equilibrio presupuestario y combatiera la inflación, y que las empresas eran más competitivas en manos privadas. A partir de su nombramiento como Ministro de Asuntos Exteriores me invitaba una vez al mes a desayunar en el Palacio de Santa Cruz, y allí comentábamos el devenir del mundo. Recuerdo que pasamos allí la mañana del 14 de diciembre de 1988, día de la huelga general, en el que con una visión admirable me expresó sus temores de que el éxito de la huelga obligara al gobierno a modificar de modo nefasto los ejes de su política económica. También me adelantó aquel mismo día su creencia de que la Unión Soviética podría cambiar; lo basaba en una conversación con el General Vernon Walters, con quien había hecho muy buenas migas, y que le había confiado que Gorbachov estaba haciendo cambios profundos que podrían llevar a un desarme mundial a una escala sin precedentes. «¿Te imaginas?» me dijo «un mundo en el que el noventa por ciento del presupuesto que se dedica hoy a armamento sea empleado en investigación y desarrollo y en educación?». Tras la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989, Alemania inició triunfalmente su proceso de reunificación. El 24 de junio de 1990 Melania y yo, que acabábamos de casarnos en Barcelona dos días antes, dimos una gran cena en Madrid a la que acudieron Paco y María Paz que se sentaron en la mesa con nosotros, los Maravall y los Durán. Paco nos maravilló a todos con su conversación comentando el auge de Alemania y el temor –que luego resultó injustificado— que la reunificación había producido en Europa recordando épocas anteriores. «Lo que más nos ha preocupado en el Consejo de Ministros de la UE no es
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que el Ministro de Asuntos Exteriores de Alemania Hans Dietrich Genscher se haya puesto a hablar por primera vez en alemán, aunque hable correctamente el inglés. Lo peor es que los de Bélgica, Holanda y Luxemburgo se han pasado sin avisar al alemán y los demás nos hemos quedado en off. Los diplomáticos que hicieron el esfuerzo de aprender ruso pensando que era el idioma del futuro están desesperados, y las clases de alemán están saturadas». Mes y medio después me llamó para comentar la invasión de Kuwait por parte del Irak de Saddam Hussein. Yo, que veía su deterioro físico, me hacía cruces de la vida que llevaba, con viajes en avión muy largos y casi diarios. Paco nunca quiso enterarse de la gravedad de su estado Al final del invierno de 1992 me reuní por última vez con él en el Ministerio. «Fíjate qué barbaridades dicen los periódicos» me dijo enseñándome un artículo de ABC que informaba sobre lo avanzado de su cáncer. En junio presentamos el libro de José Ortega Spottorno «Historia probable de los Spottorno» en la Biblioteca Nacional. Habló durante veinte minutos con brillantez y gran entereza. Aquel día fue la última vez que lo vi. Me enteré de que nos habíamos quedado sin él en agosto; yo estaba a 20.000 kilómetros de distancia. La sensación de pérdida fue tremenda. Durante años tuve el consuelo de poder hablar de él con María Paz. Quince meses después, estando yo en Harvard, recibí una llamada de su hermano Miguel Ángel, pidiéndome que aceptara ser Presidente de una Fundación que además de mantener vivo el recuerdo de Paco organizara en Madrid una conferencia anual con una figura mundial en el área de las relaciones internacionales, la Fundación CAFFO; Andrés Ortega había aceptado ser el Secretario General de la Fundación. Me pidieron que invitara a Sam Huntington, el autor de «La Tercera Ola de Desarrollo Democrático» que acababa de publicar su famoso artículo «El Choque de Civilizaciones». Tuve el honor de ser el primer presentador de la Conferencia. Cuando salí con Sam Huntington al escenario se me puso la carne de gallina. Entre el público pude distinguir a casi todos los políticos más importantes de la transición española. Allí estaba casi el gobierno entero del PSOE con Felipe a la cabeza, pero también
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muchos del PP y de la antigua Alianza Popular, de la vieja UCD, e incluso Antonio Barrera de Irimo. Me pareció un homenaje único a un personaje único e irrepetible. Este homenaje se repite desde entonces, año tras año, en las Conferencias Anuales Francisco Fernández Ordóñez. María Paz ya no está entre el público, pero todos la llevamos unida a Paco en el recuerdo. Yo tengo la suerte añadida de tener como colega a su sobrino Pablo de la Cueva Fernández-Ordóñez, que físicamente es Paco sin calva, y que en otras muchas virtudes me recuerda mucho a él. Además de ser prototipo de la amenidad, Paco me dio muchas lecciones de sentido del humor. Yo a veces me reía de él, cuando el verdadero sentido del humor se demuestra con la capacidad de reírse de sí mismo. Por ejemplo, cuando salíamos a comer dos o tres matrimonios Paco era notoriamente lento a la hora de sacar la cartera para pagar la cuenta, y casi siempre yo me anticipaba, e incluso tenía tiempo de adueñarme de la cuenta, y sacarle una foto en el que aparecía él en el gesto –aún a mitad de sacar el billetero de su bolsillo—riéndose de su propia lentitud. Otra característica de Paco era su capacidad para recorrer kilómetros en sus frecuentísimas conversaciones telefónicas. Como entonces no existían teléfonos inalámbricos o móviles, no podía alejarse más que la longitud del cordón que unía el auricular con el teléfono principal. Nunca le vi hablar sentado: siempre lo hacía de pie y dando dos pasos hacia un lado y girando a velocidad de vértigo y dando dos pasos hacia el otro, y así sucesivamente. Una vez le calculé que había andado más de un kilómetro en una conversación de apenas un cuarto de hora. Esta magnífica biografía de Santiago Delgado Fernández y de Pilar Sánchez Millas me parece de lectura obligada para todos los españoles que quieran saber más de un periodo apasionante, tal vez el mejor, de la Historia reciente de España, y de uno de sus más ilustres protagonistas. Quienes tuvimos la suerte de conocer a Paco lo leemos además, con una emoción especial recordando a un excepcional ser humano. Diego Hidalgo 27 de noviembre de 2006
Introducción La política tiene un objetivo penúltimo, conseguir una sociedad decente, pero la imposible felicidad de los hombres es algo mucho más serio…1. Francisco Fernández Ordóñez
Ambiente denso e irrespirable. En la sede del INI, su Presidente se dispone a leer un discurso de apenas un folio. «No me apartaré nunca de nada que esté ligado al servicio de España», afirma ante la sorpresa de las miradas atónitas y estupefactas de algunos prohombres del régimen franquista; miradas que son de compasión en los amigos, inescrutables e inexpresivas en los funcionarios presentes. Aquel día y con aquellas palabras, Francisco Fernández Ordóñez escenificó el final de una etapa, la que le vinculó con la Administración franquista e inauguró una forma peculiar de hacer política caracterizada por el uso de unas maneras originales. Se iniciaba así una brillante carrera política llena de aciertos y errores, de logros y fracasos. En cualquier caso, una trayectoria que no dejaría a nadie indiferente, y que merece por ello ser abordada. Nacido en Madrid en 1930, y fallecido en la misma ciudad en el verano de 1992, un año de extraordinaria relevancia para España, Ordóñez ocupó los más variados cargos de funcionario, gestor de empresas privadas y también diversos puestos políti1
Entrevista a Francisco Fernández Ordóñez, El Mundo, 16 de enero de 1992.
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cos. Fue fiscal tras acabar sus estudios universitarios. Posteriormente, inspector del timbre. En ese puesto, a finales de los sesenta y principios de los setenta, supo hacerse imprescindible y ganarse la confianza de los ministros Monreal Luque y Antonio Barrera de Irimo. Como alto funcionario fue cooptado para ocupar la presidencia del Instituto Nacional de Industria durante algunos meses del año 1974, hasta que dimitió aún en vida el dictador. Una vez que comenzó la transición a la democracia, fue nombrado Ministro de Hacienda por el Presidente Adolfo Suárez tras la victoria electoral de la Unión de Centro Democrático. Con esta coalición representó a las provincias de Madrid y Zaragoza como diputado en el Congreso. La reforma fiscal de 1977 no constituyó el único éxito de su vida política pero sí le valió para asegurarse el respaldo del presidente Suárez, quien también contó con él para ocupar la cartera de Justicia coincidiendo con la remodelación de gabinete que efectuó en septiembre de 1980. Pese a la dimisión de Suárez y el nombramiento de Leopoldo Calvo-Sotelo, Fernández Ordóñez continuó siendo ministro de Justicia. Desde este cargo impulsó la Ley del Divorcio, de nuevo otro hito político en la Historia de la Transición que, en lo personal, se convirtió en una etapa difícil para Ordóñez. Como consecuencia de las discrepancias con un sector amplio de la UCD, creó el Partido de Acción Democrática (PAD), formación que acabaría integrándose en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). De esta forma, cuando los socialistas ganaron las elecciones de 1982, Fernández Ordóñez pudo continuar su actividad política como diputado por Madrid, siendo designado Presidente del Banco Exterior, donde permaneció hasta julio de 1985. Este año representó otro punto de inflexión en su vida política y profesional. Felipe González decidió situarlo al frente de Exteriores, uno de los puestos más atractivos de cualquier gobierno. Como responsable de la diplomacia contribuyó a confirmar y desarrollar la apertura internacional que protagonizó España en los años ochenta y principios de los noventa. Pues bien, pese a esta apabullante ejecutoria política, hasta el día de hoy, nadie había puesto a Francisco Fernández Ordóñez
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como objeto de análisis histórico-político donde la perspectiva temporal avive o reafirme las críticas, justifique el interés de su persona, suavice las aristas de ciertas opiniones enconadas o de mitificaciones desmesuradas. Por ello, se ha querido que esta biografía integre elementos personales, circunstanciales y estructurales, ocupándose de la vida, la acción política y el pensamiento de quien fue, para muchos, y hasta su muerte, el mejor ministro2 de la democracia española, el prototipo de hombre de Estado3 y, para otros, un hombre controvertido, cambiante, dubitativo y acomodaticio4. Se pretende desvelar quién fue y cómo fue en realidad; qué escenarios y entornos históricos, familiares, intelectuales, y políticos dieron cobijo a su existencia; cómo logró alcanzar la relevancia pública; cuáles fueron las circunstancias que le impulsaron a desenvolverse en la arena política con tanto desparpajo, así como, cuál fue su mentalidad, su actitud, su comportamiento político, en definitiva, cuáles fueron las ideas y la acción política con las que contribuyó a la modernización y europeización de España. El entorno vital: la familia, los amigos, sus profesores, sus libros, y las experiencias varias de la vida, erigieron un tipo peculiar de personalidad humana y política capaz de contribuir al progreso democrático del país5. Más de cuarenta años dedica2
Magazine de El Mundo, Gobierno ideal, donde varios historiadores seleccionan al ejecutivo ideal entre todas las figuras políticas de la historia de España (http://www.el-mundo.es/magazine/2003/180/1047058692.html). 3 Sobre el concepto de hombre de Estado, véase S. Bermúdez de Castro, Del gobernante al hombre de Estado, Madrid, Biblioteca diplomática española, Sección estudios 24, Ministerio de Asuntos Exteriores, 2002. 4 Para críticas a su persona véase Oficina de Información Diplomática, (s.f.) Ecos en los medios de comunicación del fallecimiento de don Francisco Fernández Ordóñez. Recopilatorio de prensa no editada (Archivo FFO); R. Baón, Historia del Partido Popular, Tomo I: del Franquismo a la Refundación, Madrid, Ibersaf editores, 2001, pág. 363. 5 La familia se ha considerado como una pieza fundamental en el desarrollo de las actitudes políticas de los individuos. Verba destacó el papel que juega ésta en la filiación política de un individuo. S. Verba, El liderazgo. Grupos y conducta política, Madrid, Biblioteca de Educación y Ciencias Sociales, Rialp, 1968, pág. 59.
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dos, de una u otra forma, al ejercicio de la actividad pública, y un legado de pensamiento a medio camino entre la asimilación intelectual y el aporte personal, le confieren la categoría que justifica este libro. La elección del personaje no ha sido casual. Responde al atractivo que suscita un ministro de la monarquía que tuvo un proyecto personal para su país. Fernández Ordóñez quiso pertenecer a esa generación intelectual de reformadores, de personajes a los que la actual España democrática debe gratitud por haber sabido abrir caminos que sólo con el tiempo han podido ir cuajando en soluciones políticas concretas. Se ha creído, como lo hiciera David Hume, que de entre todos los hombres que se distinguen por sus hazañas memorables, el lugar más destacado, el de mayor honor, hay que atribuírselo a los legisladores, puesto que son ellos los encargados de trasmitir tanto las leyes como las instituciones que aseguran la paz, la felicidad y la libertad de las generaciones futuras6. Este es, precisamente, el caso de Fernández Ordóñez que ya pertenece a la historia española contemporánea como inspirador, impulsor, defensor y ejecutor de algunas de las más destacadas reformas legislativas responsables del éxito de la modernización política española y de su definitiva incorporación al marco cultural, económico y político europeo. Nos recuerda Mills, que «la ciencia social trata de problemas de biografía, de historia y de sus intersecciones dentro de estructuras sociales»7. Estos tres espacios de atención son las coordenadas del estudio propio del hombre; y por tanto, en este caso, estos son los parámetros en los que hemos querido enmarcar nuestro trabajo. El hombre como objeto de la Historia y de la Ciencia Política ha sido tratado en innumerables ocasiones y con ilimitados matices. Las múltiples orientaciones del pensamiento se han
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D. Hume, Ensayos políticos, Madrid, Tecnos, 1987, pág. 43. C. W. Mills, La élite del poder, México, Fondo de Cultura Económica, 1989, pág. 157. 7
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esforzado por identificarse con una cierta concepción antropológica. Liberales, marxistas, anarquistas y socialdemócratas han tratado de proyectar un concepto de hombre determinado. Todas han coincidido en identificar al ser humano como el objeto último de sus preocupaciones, por más que algunas, vinculándolo tanto al sistema de sus relaciones sociales o a la conciencia colectiva vigente en cada momento, lo hayan reducido a un simple figurante de la historia. Son los argumentos antedichos los que nos han llevado a intentar, en todo momento, situar en primer término al biografiado y en el horizonte la estructura político-social en la que se desenvolvió, sin excluirla. Con todo, el verdadero interés de esta biografía reside en la recuperación de una figura política insuficientemente estudiada hasta hoy que singulariza los caracteres más significativos del tiempo histórico reciente, y que nos facilita la interpretación de unos años cruciales para el desarrollo de España. Si como creemos, en la biografía convergen y se ponen de manifiesto las corrientes subterráneas de una época8, con el acercamiento a la figura de Francisco Fernández Ordóñez advertimos también el interés que tiene la personificación política de la etapa que coincide en esencia con la transición política y el progreso socioeconómico español (1973-1992). Fernández Ordóñez es el ejemplo de político cuyas ideas reformistas eran las que necesitaba el país para crecer y modernizarse. Fue, parafraseando uno de sus títulos, un político para la España necesaria. Así, precisamente, hemos querido titular esta biografía. Podría haberse optado por «Un político para una España necesaria» haciendo hincapié en las diversas «españas» potenciales tras el cambio político. Sin embargo, hemos preferido poner en relación la obra escrita del protagonista con el resultado de su política en la época en la que le tocó ejercer. La España que realmente surgió en el postfranquismo fue bastante parecida a la pensada por Fernández Ordóñez. Por consiguiente, el título enlaza, así mismo, con la línea
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J. M. Beneyto, Tragedia y razón. Europa en el pensamiento español del siglo XX, Madrid, Taurus, 1999, pág. 143.
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argumental de toda la biografía: eran estas ideas las que España necesitaba, podían haber sido otras, pero sólo una minoría se hubiera arriesgado a hacer algo que no estuviera en consonancia con el progreso de Europa occidental. Una cosa es tener ideas políticas y otra, completamente diferente, llevarlas a término en un determinado contexto. Fernández Ordóñez no sólo tuvo una visión política propia, sino que algunas de sus ideas pudo ponerlas en práctica sin olvidar que Europa era «el» contexto global en el que todos estaban de acuerdo. Grupos políticos, empresarios, ciudadanos, y demás actores sociales habían llegado a este consenso mucho antes de que se hiciera evidente en el Congreso de los Diputados. En la Cámara baja española también existió unanimidad9, circunstancia que nunca antes había acaecido en la historia de las Comunidades Europeas. La oportuna reforma fiscal y la progresista, entonces, ley del divorcio, causaron tremendos debates que le desgastaron personal y políticamente. En el puesto de ministro de Asuntos Exteriores pareció encontrar tranquilidad y reconocimiento, lo que no nos puede hacer concluir que ésa fuera, como político, su etapa más interesante. Todas lo fueron, por unas u otras razones, pero quizá, algo más, la que le llevó a participar de lleno en los manejos políticos de la Transición. Los años que discurrieron entre 1974 y 1982 son los que le formaron y confirmaron en su profundo convencimiento social-demócrata,10 los que le llenaron de sinsabores de los que aprendió y de éxitos reconocidos tardíamente. Ahondando en la figura política de Ordóñez nos hemos ido percatando de que, a partir de los años 70, surgió una clase polí9
Con matices ideológicos, pero unanimidad; para ampliar sobre el consenso, véase B. Álvarez-Miranda, El sur de Europa y la adhesión a la Comunidad. Los debates políticos, Madrid, Centro de investigaciones Sociológicas, 1996. M. A. Quintanilla, La integración europea y el sistema político español: Los partidos políticos españoles ante el proceso de integración europea, 19791999, Madrid, Congreso de los Diputados, 2001. 10 Separado, como a veces le gustaba recalcar. Entrevistas a Maria Paz García Mayo.
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tica española de perfiles específicamente adecuados para posibilitar, primero, la transición política y, con posterioridad, la modernización; una clase que, siguiendo a Pérez Díaz, «hubo de legitimarse por su capacidad para resolver o gestionar los problemas del país»11. Estos actores —líderes innovadores12— gozaron y aprovecharon la oportunidad de configurar un marco político diferente del existente; supieron pasar de manera original, en la forma y en los contenidos, desde las estructuras de un régimen autoritario a un régimen democrático, tomando después medidas esenciales para la evolución sociopolítica y económica de España. Así las cosas, con la biografía de Francisco Fernández Ordóñez contribuimos a aclarar los aspectos asociados a su pensamiento y a su acción política que, aunque intransferibles en lo personal a otros actores, nos servirán para llenar el vacío académico en la materia y descubrir los procesos de aparición de esos dirigentes políticos españoles de la transición. * * * La verdad de una persona, dejó escrito Laín Entralgo, puede quedar falseada de dos modos. Uno consiste en hacer de ella un lugar común, un tópico. Se la condena de esta forma a cumplir el inevitable destino de los tópicos que no es otro que el de servir de pretexto a la intención del que en cada caso los dispara. Otro modo de adulteración consiste en convertir su vida en un producto. Así, «el hombre en cuestión queda reducido al yerto contenido objetivo de su obra»13. Algo de una y otra cosa hay en todos los intentos biográficos que se han publicado sobre 11
V. Pérez Díaz, España puesta a prueba (1976-1996), Madrid, Alianza, Colección Alianza Actualidad, 1996. 12 J. J. Linz, «El liderazgo innovador en la transición» en M. Alcántara y A. Martínez (eds.), Política y Gobierno en España, Madrid, Tirant lo Blanch, 1997, págs. 53-93. 13 P. Laín Entralgo, Menéndez Pelayo. Historia de sus problemas intelectuales, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1944, pág. 24.
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Francisco Fernández Ordóñez. Nosotros hemos escrito esta biografía sin despreciar los trabajos precedentes, acudiendo a ellos cuando ha hecho falta y, respetando la voluntad y las intenciones de sus autores. No obstante, hemos empeñado nuestro tiempo en descubrir aspectos políticos que hasta ahora permanecían en la sombra, cuestionando juicios al uso sobre esta figura política; una manera nueva de relatar una vida intensa en lo humano y en lo político. Como era de esperar, tratándose de un figura tan «presente» y relevante de la política española contemporánea, han sido innumerables los biógrafos esporádicos de Ordóñez; casi siempre periodistas. Estos profesionales han publicado cuantiosos artículos, reportajes, semblanzas y notas biográficas mostrándolo, con frecuencia de manera parcelada e insuficiente pero ofreciendo aportes vivenciales muy inmediatos con frescura narrativa. En este sentido, es posible distinguir dos tipos: los trabajos que se publicaron en vida del biografiado, y los que aparecieron en la prensa tras su muerte, a modo de obituario. Respecto al último grupo, hay muchos que constituyen verdaderos acercamientos biográfico-intelectuales, aunque académicamente habría que definirlos como «notas lexicográficas». Sirvan las siguientes referencias como ejemplos de ambos: V. Verdú «Una jornada electoral con Francisco Fernández Ordóñez»; «Los Protagonistas de 1985»; R. Montero «Fernández Ordóñez rompe su silencio»; «Anuario de los hechos y de los protagonistas de 1992»; F. G. Basterra, «Francisco Fernández Ordóñez: el adiós de un incombustible», I. de la Fuente «Francisco Fernández Ordóñez»; I. Cembrero, «Cansado de ser ministro»; J. Altabe «Adiós al ministro más popular de la democracia»; J. Estefanía, «La función pública como arte»; García Añoveros «Pasión política», y M. Boyer «Una vida española bien empleada». La mayor parte de las reseñas biográficas de naturaleza periodística reparan en lo anecdótico y lo controvertido de su figura, como consecuencia de la actualidad política del momento en el que se publicaron, abandonando la fijación de los caracteres más significativos y relevantes de su personalidad y de su actua-
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ción política, y casi siempre, dejándose llevar por la cercanía, la estima o, por el contrario, por una inocultable antipatía hacia él. Ejemplos de ello son las de Federico Abascal «La oportunidad» o la de José Luís Gutiérrez «El mutante», dos buenas muestras de pareceres encontrados en el tratamiento de la biografía política de Francisco Fernández Ordóñez. También se ha publicado alguna semblanza de Ordóñez en clave de humor; quizá la más simpática es la de Miguel Platón ¡Qué políticos tan divertidos!: anécdotas, patinazos y otras chapuzas nacionales. Sin abandonar el estilo, otros trabajos aparecen en forma de pequeñas publicaciones coincidiendo, oportunamente, con la presencia de Ordóñez en la contienda electoral; a veces, alcanzan un significativo rigor de contenidos y una encomiable claridad en la exposición de los acontecimientos. Entre ellos, destaca por su seriedad y equilibrio narrativo la aproximación biográfica publicada por Santiago Pérez Díaz en la colección «Políticos para unas elecciones»14. El autor presenta en grandes trazos los principales hitos vitales de Francisco Fernández Ordóñez; compagina la literalidad de la narración del propio biografiado y la reconstrucción en tercera persona a partir de la información de que dispone. Como complemento, el texto incluye una larga entrevista en la que Ordóñez reflexiona sobre sus convicciones político-ideológicas y sobre la actualidad política de finales de 1977. Por último, el breve opúsculo recoge dos documentos: un trascendental discurso pronunciado por Ordóñez en el Club Siglo XXI en febrero de 1975; y algunas partes de la obra ¿Qué son los socialdemócratas?, publicada un año antes por la editorial La Gaya Ciencia15. Dentro también del género de las narraciones biográficas breves —a medio camino entre el periodismo y el tratamiento literario— requieren mención aparte la instantánea de José
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S. Pérez Díaz, Francisco Fernández Ordóñez: Perfil humano y político, Políticos para unas elecciones, Madrid, Editorial Cambio 16, 1977. 15 F. Fernández Ordóñez, ¿Qué son los socialdemócratas?, Barcelona, Biblioteca de Divulgación Política, La Gaya Ciencia, 1976.
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María Bernáldez titulada: ¿Ruptura o reforma?16, y el Daguerrotipo de Manuel Vicent titulado: Paco Ordóñez, torero de Salón17. Cuando se escribió la primera de ellas corría el año 1984. Ordóñez ostentaba la presidencia del Banco Exterior. En esta publicación, Bernáldez hace desfilar a todo un grupo de personalidades del mundo de la política española, abarcando la totalidad del espectro ideológico; figuras de la talla de Josep Tarradellas, Luis Gómez Llorente, Ramón Tamames o de José María de Areilza, completan la relación. Particularmente, en el retrato biográfico de Ordóñez observamos un gran esfuerzo de síntesis; no hay lagunas que reseñar en la exposición de la vida. Junto a la prolija enumeración de las ocupaciones públicas desempeñadas hasta entonces, el autor se detiene en comentar algunos de los episodios más conflictivos de la vida pública del por entonces ex ministro, aportando un original juicio sobre los mismos. El orden narrativo seguido en este texto y la precisión de algunas de sus referencias temporales nos ha sido de gran ayuda en la organización de nuestro trabajo. Por su parte, la segunda de las narraciones biográficas, también fechada en el año 1984, forma parte de lo que Vicent calificó de «retratos al minuto en el barracón de la feria política»18. Bajo la denominación genérica de Daguerrotipos, Manuel Vicent disecciona con estilo literario la vida de algunos de los políticos españoles más representativos del momento. Alerta esta obra, oportunamente, sobre el riesgo de olvidar a los personajes en el ejercicio de comprensión del acontecer histórico, y en este empeño anticipador reivindica la necesidad de un análisis de los actores que desempeñaron un papel central en la transición política española. Sin desmerecer los títulos mencionados hasta el momento, de entre todas las aproximaciones biográficas de naturaleza
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J. M. Bernáldez, ¿Ruptura o reforma?, Una amplia galería de célebres personalidades, protagonistas de la actual situación política española, Barcelona, Plaza & Janés, 1984. 17 M. Vicent, Daguerrotipos, Madrid, Debate, 1984. 18 Ibíd. Comentario incluido en la contraportada.
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periodística, la más rigurosa y extensa es la que hace una década llevara a cabo José Cavero, periodista, economista y colaborador del biografiado19. Al margen de las personas de su ámbito íntimo, posiblemente sea Cavero uno de los hombres que mejor conocieron a Ordóñez, con quien llegó a ocupar la Jefatura del Gabinete Técnico del ministerio de Justicia cuando aquél era ministro. La principal virtud de esta primera y única biografía de Francisco Fernández Ordóñez, que como tal se ha publicado, reside en el hecho de haber sido compuesta cuando éste aún vivía, y a partir de su propia narración (biografía abierta). Por tanto, es de suponer que los datos que en ella se contienen son veraces, a pesar de estar incompletos. El Político. Biografía de Francisco Fernández Ordóñez20, título completo del libro de José Cavero, presta una valiosísima atención reincidente en la literalidad de las palabras del biografiado y también una profusa utilización de las informaciones y opiniones ya publicadas en diversos medios de comunicación escritos, que trasladan al lector una sensación de collage periodístico. Nosotros tampoco hemos podido prescindir de ellas; la biografía política de Francisco Fernández Ordóñez es de las pocas que podrían construirse siguiendo el relato de la prensa diaria desde mediados de los setenta hasta la fecha de su muerte. Por este motivo, nunca hemos estado lo suficientemente lejos de la tentación de acudir a una fuente de tal calibre en la recuperación de determinados lances de su vida y, acaso, no sea posible conocerla sin recurrir a las hemerotecas. En último término, se echa de menos en el libro de Cavero una cita ordenada de las fuentes utilizadas por su autor, tanto de las directas como de las indirectas. Esta carencia priva a la obra biográfica del necesario
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Este tipo de biografía, escrita con pluma ágil, referida a algunas de las facetas de la vida y obra de personajes del momento, políticos, empresarios, escritores, etc. han proliferado desde la Transición hasta nuestros días. A este género pertenecen las biografías publicadas por Pilar Cernuda (Ciclón Fraga), por Alonso de los Ríos (La verdad sobre Tierno Galván), o la de Carlos Abella (Adolfo Suárez), incluidas en la bibliografía general del libro.
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rigor de la tarea científica, sin por ello negarle otros valores tales como el divulgador, el periodístico e, incluso, el histórico. En definitiva, como retrato político y profesional, íntimo y familiar El Político. Biografía de Francisco Fernández Ordóñez cubre a la perfección el hueco de las memorias que Ordóñez nunca quiso publicar. Las insinuaciones y ofertas para sacar estos textos a la luz no le faltaron, como fue el caso de las reiteradas solicitudes del editor José Manuel Lara, quien durante años le tentó con la posibilidad de publicarlas, sin éxito alguno. Incluso, se habló de un posible título de esas memorias que jamás se imprimieron, «Misión cumplida»21. En su descargo Fernández Ordóñez solía parafrasear a Malraux diciendo que él mismo no se interesaba en absoluto. No obstante, es probable que una de las causas motivadoras de la negativa fuese la opinión que mantenía sobre el género memorialístico, del cual siempre creyó que tendía a forjar una autojustificación vital, a ser una hagiografía22. El deseo de extender deliberadamente la propia historia, retrasando así su narración retrospectiva, tampoco es desechable como explicación de su negativa. Lo que he visto, de los libros de algunos colegas es bastante patético. Consiste en hacerte tú una foto en la que sales bien. Eso no me interesa. Y el libro de memorias clásico, tampoco. Contar algunas experiencias no me importaría en su momento, pero desde una cierta distancia, no en el sentido clásico de coger la agenda y quedar guapo, que es una tentación…, que yo la tengo…, casi irresistible… Hay quien hace su autobiografía para explicar que él es quien lo ha inventado todo. Por esto, de contar lo vivido preferiría hacer20
J. Cavero, El Político. Biografía de Francisco Fernández Ordóñez, Madrid, Ediciones de las Ciencias Sociales, 1990. 21 Tiempo, 27 de febrero de 1989. 22 El Independiente, 19 de marzo de 1988. Sobre el riesgo de las autobiografías advierte García Gual al afirmar: «una autobiografía tiene, obviamente, un tono apologético siempre, ya que quien se confiesa quiere quedar bien por lo menos ante la historia». C. García Gual, «Luces y sombras. Novela histórica y biografía apologética», en Claves, núm. 21, abril de 1992, pág. 56.
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lo como han hecho algunos colegas norteamericanos, que cuentan lo que han visto como si fueran la cámara que captó lo ocurrido23.
Pese a todo, la tentación, como él mismo confesaría, asomó. No pudo evitar Ordóñez recoger en diversos cuadernos algunos de los más destacados acontecimientos protagonizados por él mismo. En estos textos inéditos y sin fechar, Ordóñez da cabida por igual a sus sentimientos personales sobre la realidad circundante y sobre algunas de las personas que compartieron con él mesa o tertulia y a reflexiones en torno a sus estados de ánimo. Pasa por ser éste un proyecto frustrado de memorias que, en ocasiones, reproduce hechos y sucesos ya expuestos en otros lugares, pero que se relatan con menos limpieza narrativa y con un mayor acento personal. A lo largo de esta biografía acudiremos con frecuencia a muchas de sus páginas, una fuente de indudable valor documental para este trabajo. Hemos tratado sus manuscritos inéditos como una conversación con el propio Ordóñez, respetuosa con los aspectos más íntimos y clarificadora de las cuestiones políticas más oscuras o confusas. El rechazo a ensalzarse con memorias autoexculpatorias nos animó a adentrarnos en su figura desde una perspectiva más crítica; no le conocimos, no trabajamos con él, ni para él; es, sencillamente, nuestro «objeto de estudio», que no es poco. Al margen de las memorias inéditas, Fernández Ordóñez da testimonio escrito de su vida en dos textos muy significativos: La España necesaria y Palabras en libertad; sin embargo, ninguno de los dos libros constituyen en sí una biografía completa, ni formal ni temporalmente. Faltan los datos más significativos que identifican al género de la biografía. Como veremos, ambas son narraciones subjetivas y tienen la desventaja de estar mediatizadas en exceso por dos afanes comunes a todo protagonismo: el intento de construir una imagen peculiar o autónoma, y el deseo de disculpar las posibles inconveniencias de las que se es consciente. Aclaratorias resultan en este sentido las palabras de 23
Ya, 8 de marzo de 1992.
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Gregorio Marañón quien sostenía que el recuerdo jamás podía ser acta notarial de lo ocurrido, sino un «artificio generoso, bordado sobre un esquema de la realidad por la mano sutil de nuestra fantasía»24. El ensayo La España necesaria25 se editó en el primer trimestre del año 1980. En sus páginas se combinan la exposición de las ideas y la narración ocasional de la vida política del autor. Los datos biográficos aparecen únicamente cuando Ordóñez juzga adecuada su inserción para que el lector comprenda mejor algunos de los hechos políticos contados. Los datos de su vida familiar y personal, incluidos en éste y otros libros contrastados con su familia, nos han servido para distinguir qué pormenores quiso que todos supieran y cuáles se reservó para sí mismo o para un entorno más reducido. Dado que algunos de los referidos detalles no aportaban la más mínima luz al objeto principal de este trabajo, hemos sido especialmente cuidadosos en seleccionar los más ilustrativos de la personalidad de Ordóñez sin necesidad de contar todos los detalles a los que habíamos tenido acceso. Sobre el contenido de La España necesaria, José Vidal Beneyto26 dijo que pertenecía al género de las «memorias de postulación» y que, por tanto, podían distinguirse en sus páginas tres núcleos centrales de argumentación. Primero, legitimación personal. Segundo, fundamentación teórica. Tercero, programa político. Tras una introducción a la totalidad de la obra, Ordóñez inicia una triple legitimación de naturaleza histórica, ideológica y técnica, referida a su propia trayectoria. Posteriormente, lleva a cabo una descripción de la circunstancia económica de la España del momento y arguye algunas soluciones, bien apoyadas en sus amplios conocimientos de la disciplina econó24
G. Marañón, «Reflexiones sobre la revolución, Baroja», en Hoy de Méjico, diciembre 1937, referencia recogida en P. Laín Entralgo, Gregorio Marañón: Vida, obra, persona, Madrid, Espasa Calpe, 1969, pág. 12. 25 F. Fernández Ordóñez, La España necesaria, Madrid, Taurus, 1980. 26 J. Vidal Beneyto, «Fernández Ordóñez, entre el poder y la gloria», en El País Libros, núm. 24, 13 de abril de 1980.
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mica. Por último, incluye un resumen que podría ser calificado de programa político. En este libro recayeron las más altas alabanzas y no pocas críticas. De entre las primeras, valgan como ejemplo las palabras de Pedro Valdecantos27, quien afirmó que el libro de Ordóñez estaba elaborado, al tiempo, con esperanza y rigor; o las de Emilio Romero, quien dijo que era una publicación de «interés político, histórico e intelectual»28. Por el contrario, el citado Vidal Beneyto dedicó las más duras palabras a la obra de Ordóñez referidas tanto a la debilidad formal de su presentación, como a lo endeble de muchas de sus argumentaciones teóricas. En definitiva, para Beneyto, el libro de Ordóñez representaba una «gran ocasión perdida»29. Críticas han sido también las afirmaciones de Fernando Morán, quien ha llegado a afirmar que La España necesaria de Fernández Ordóñez fue un libro que se quiso azañista y regeneracionista, pero que en realidad no fue más que «un libro fácil, entendido y escrito desde la facilidad»30. De cualquier manera, no es este el lugar de emitir un juicio sobre el contenido; tan sólo cabe ahora dejar constancia de que es la primera vez en la que Ordóñez describió, por escrito, algunos de los más destacados episodios de su vida y de su trayectoria política. Palabras en libertad es más bien un diálogo de transición. Escrito a finales de 1981 y principios de 1982 —tras su definitiva ruptura con la Unión de Centro Democrático (UCD)— es el resultado de una larga entrevista con el periodista Eduardo García Rico. Político y periodista conversan reflexivamente sobre lo que pasa, sobre lo que ha pasado y sobre lo que debería pasar en España dadas las circunstancias políticas. Del libro dice el propio García Rico que está a medio camino entre el diá-
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P. Valdecantos, «La España necesaria» de Fernández Ordóñez, en El País, 9 de mayo de 1980. 28 E. Romero, «La España necesaria», en El País, 11 de abril de 1980. 29 J. Vidal Beneyto, ob. cit., 1980. 30 F. Morán, Tiempo de Reformas. Ideas para una renovación política, Madrid, El País Aguilar, 1999, pág. 42.
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logo, la conversación y la entrevista larga; que es diverso y algo disperso en la exposición de los episodios y las temáticas, y que da cabida, al mismo tiempo, tanto a los hechos biográficos como a los grandes ejes del pensamiento político, económico, y social de Fernández Ordóñez y, al mismo tiempo al «modo de vivir del protagonista, [a] su comportamiento ante las realidades del más diverso orden, [a] sus actitudes éticas, sus creencias [y a] sus sentimientos»31. Pues bien, pese a las intenciones manifestadas por el interlocutor y redactor del libro, se cierne sobre la totalidad de él una sospecha de imparcialidad. El texto se escribió cuando Ordóñez acababa de abandonar el partido del Gobierno y cuando, junto con algunos de sus tradicionales colaboradores, estaba empeñado en impulsar una nueva opción política: el Partido de Acción Democrática (PAD). Además, la conversación que se trascribe dista mucho de ser un diálogo informal o improvisado. «Regresamos muchas veces sobre muchos temas, suprimimos referencias personales, precisamos otras […]»32. Estas dos circunstancias nos hacen intuir la existencia de un carácter propagandístico o de oportunidad política detrás de la publicación, lo cual, evidentemente, le restaría credibilidad. Sin embargo, en este libro se contienen datos de interés sobre su biografía, y reflexiones imprescindibles en torno a la realidad política de la España de principios de los 80, útiles ambos para el esclarecimiento de una amplia etapa de su trayectoria política. Sin dejar de tener en cuenta los inconvenientes sobre los que hemos alertado, es necesario apreciar las innegables ventajas que supone contar con el testimonio directo del biografiado cuando se trata de rememorar su propia vida, nota común a algunas de las aproximaciones biográficas hasta aquí presentadas. Por lo demás, todos los trabajos precedentes tienen una carencia ajena
31
F. Fernández Ordóñez y E. García Rico, Palabras en libertad, Barcelona, Argos Vergara, 1982, pág. 11. 32 F. Fernández Ordóñez, «Palabras pronunciadas en la presentación del libro Palabras en libertad» (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.).
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a quienes los abordaron y que es preciso cubrir. Ninguno de ellos da cabida, por razones obvias, al último episodio de la vida: la muerte. Benjamin Franklin pensaba que el hombre no nace del todo hasta su deceso. De acuerdo con esta apreciación que compartimos, no está completa ninguna biografía si no concluye con la muerte del protagonista; aún más, a veces, la biografía se extiende hasta donde llega la influencia de una vida después de haberse extinguido. La muerte es, además, una oportunidad propicia para poder emitir un juicio exacto sobre la totalidad de una vida. Quienes la conocieron y apreciaron la reclaman para sí y recuperan su memoria aún caliente. Incluso aquellos con quienes el biografiado mantuvo diatribas encendidas y desencuentros duraderos tienden a hacer juicios más certeros y desapasionados del fallecido. Capítulo aparte merecen las aproximaciones biográficas de corte académico, como es el caso del libro homenaje: Francisco Fernández Ordóñez: Un hombre de Estado33, y del artículo del profesor Serrano Sanz: Francisco Fernández Ordóñez, incluido en el libro coordinado por Fuentes Quintana y que lleva por título: La Hacienda en sus ministros: Franquismo y democracia34. Publicado dos años después de su muerte, el primero de ellos recoge las participaciones en el homenaje que la Universidad de Murcia le tributó en octubre de 1993 y cuenta con la contribución de varias personalidades del mundo de la economía y de la política (Miguel López Bachero, Juan Manuel Eguiagaray, Luis González Seara, Enrique Fuentes Quintana, Narcís Serra, etc.), en su mayoría amigos de Ordóñez, quienes esquematizan, en pocas páginas, las líneas maestras del proyecto político impulsado por Ordóñez y de varias de las grandes reformas de las que fue promotor y artífice directo. En él se abordan cuestiones
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AAVV, Francisco Fernández Ordóñez: Un hombre de Estado, Murcia, Universidad de Murcia, 1994. 34 J. M. Serrano Sanz, «Francisco Fernández Ordóñez», en E. Fuentes Quintana, La Hacienda en sus ministros: Franquismo y democracia, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 1997, págs. 128-165.
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como el Derecho de Familia, la Hacienda Pública, la Teoría del Estado y la Política Internacional, todos ellos campos transitados con gran protagonismo personal del homenajeado. En resumidas cuentas, este homenaje constituye un primer reconocimiento escrito de la importancia de Francisco Fernández Ordóñez en la política española de fin de siglo, un primer trabajo en aras de la consolidación de una línea de estudio en torno a su figura y liderazgo. En otro sentido, el artículo de Serrano Sanz es útil por tres motivos. En primer lugar, porque consigue compendiar la vida de Ordóñez en poco espacio, simplificando la comprensión global de su actividad política. En segundo, porque define y analiza las creencias y las ideas de Ordóñez ubicándolas en una tradición de pensamiento y, finalmente, porque contiene la mejor descripción y el más pedagógico tratamiento del pensamiento hacendístico de Ordóñez y de la reforma de la fiscalidad por él emprendida. Por último, deben mencionarse tres títulos recientes. Un artículo del profesor Viñas en el que compara la política exterior de España bajo los mandatos de Fernando Morán y Fernández Ordóñez, respectivamente; el homenaje a todos los ministros de hacienda españoles entre 1700 y 2004, editado por el Ministerio de Hacienda, y el capítulo dedicado a la idea de España defendida por Fernández Ordóñez, incluido en un libro homenaje a José Cazorla Pérez, Catedrático emérito de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad de Granada35. * * *
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A. Viñas, «Dos hombres para la transición externa: Fernando Morán y Francisco Fernández Ordóñez», en Nombres propios para una diplomacia, Revista de Historia Contemporánea, 15, 1996, S. Edit. Universidad del País Vasco. Ministerio de Hacienda: Ministros de Hacienda de 1700 a 2004. Tres siglos de Historia, Madrid, Ministerio de Hacienda, 2004 y S. Delgado Fernández, «Francisco Fernández Ordóñez: un proyecto político para la España necesaria», en Instituciones y procesos políticos, Libro homenaje a José Cazorla Pérez, Madrid, CIS, 2005.
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El presente libro se estructura en ocho capítulos. Los cinco primeros, dispuestos en forma cronológica, recorren infancia, educación, influencias e inquietudes políticas, deteniéndose de forma detallada en los años de la transición a la Democracia en España. Empeñados en recuperar su vida, se evocan aquí algunos de los más destacados acontecimientos políticos de la historia española contemporánea, de los que Ordóñez pasa por ser una referencia imprescindible; y es que como de él dijera su amigo, y en su día compañero de gobierno, Jaime García Añoveros: […] su época y su biografía explican sus preocupaciones. Por razón de edad, su formación en España corresponde al tiempo del primer franquismo, el de la Segunda Guerra Mundial y primeros años cincuenta. De ahí le venía su modo de preocuparse por España, a la que había que rescatar de la opresión y del atraso […]36.
Les siguen dos capítulos sobre la etapa en el Ministerio de Asuntos Exteriores, más compleja de resumir por cuanto es una política muy influenciada por todo lo que ocurre en el mundo y también por la situación económica y política interna del país. No se trata de hacer un balance de la política exterior socialista, ni siquiera de analizar cuáles fueron los hitos principales; esos objetivos excederían con mucho los límites de una biografía centrada en Francisco Fernández Ordóñez. Por estas razones y en la medida de lo posible, se ha optado por continuar el relato cronológicamente y no parcelado en bloques geoestratégicos como suelen hacer las aproximaciones a los temas de relaciones internacionales. La influencia de su persona en la política exterior; lo que pudo y no pudo concluir; entendimientos y distanciamientos con ciertos líderes; las inquietudes que le llevaron a actuar de una u otra manera son los aspectos que se han creído más convenientes para un tratamiento biográfico necesariamente breve de siete años al frente del Palacio de Santa Cruz. 36
J. García Añoveros, «Pasión política», en El País, sábado 8 de agosto de 1992.
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La narración se cierra con el episodio final de una vida, la muerte de Francisco Fernández Ordóñez. Por último, un rincón para ver, mirar y pensar, que puede abrirse en cualquier momento de la lectura; un remanso íntimo sobre el personaje a través de imágenes fijas. Una fotobiografía necesariamente escueta que huye de acumular registros icónicos inconexos. La relación de las imágenes va precedida de un «retrato físico-psicológico», una contribución valorativa sobre los perfiles más definitorios de Ordóñez. Para evitar una mera «ilustración» de la biografía, las instantáneas vuelcan, de manera amena y novedosa, información que no era apropiado incluir en las partes de contenido netamente político. * * * Para escribir la biografía se ha acudido a fuentes documentales y bibliográficas tanto primarias como secundarias. En el primer caso se ha tratado de documentos disponibles en diversos archivos, organismos e instituciones públicas: Archivo personal de Francisco Fernández Ordóñez (Arch. F.F.O), Cortes Generales, Ministerio de Asuntos Exteriores (Oficina de Información Diplomática). De especial interés resultó la consulta de las memorias anuales (1985-1992), así como los Discursos y declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores D. Francisco Fernández Ordóñez, desde junio de 1985 hasta agosto de 1992, Centro de Documentación de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), Registro de Partidos de la Dirección General de Política Interior. Otras fuentes primeras han sido los testimonios y documentos de quienes compartieron algún momento de la trayectoria vital y política de Francisco Fernández Ordóñez: familiares, políticos, periodistas, etc. Al margen del Archivo personal del biografiado, la familia Fernández Ordóñez nos ha concedido varias entrevistas que han enriquecido la parte más íntima del personaje, aclarando confusiones y ofreciendo una imagen más real. Además, nos han facilitado documentación inédita, especialmente fotografías, una selecta elección de las cuales han sido incluidas en este volumen. Con-
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fiaron plenamente en nosotros, quizá convencidos, correctamente, de que no íbamos a dejarnos llevar por antiguas intrigas, rencillas políticas o pasiones sesgadas que jamás nos afectaron. Los políticos compañeros de viaje, en algunos casos, opositores en otros, facilitaron mediante entrevistas la comprensión de la actividad pública de Fernández Ordóñez, desde perspectivas, a veces, diametralmente opuestas y por ello, muy enriquecedoras. Por último, los periodistas, con quienes Fernández Ordóñez mantuvo una relación privilegiada durante toda su carrera política permitieron a los autores acceder a las diversas imágenes del hombre público. En cualquier caso, de las manifestaciones de todos ellos se han rescatado episodios íntimos y visiones heterogéneas sobre acontecimientos políticos. Respecto a las fuentes secundarias, es preciso distinguir tres apartados. En el primero se incluye la producción escrita y publicada de Fernández Ordóñez. En el segundo, la bibliografía sobre su figura política y, en tercer lugar, una bibliografía general de naturaleza histórico-política. Capítulo aparte, dentro de las fuentes secundarias, merece la recopilación hemerográfica. La condición de hombre público de Francisco Fernández Ordóñez garantizaba su presencia constante en los medios de comunicación. * * * Sin buscarlo, por puro azar, la escritura de esta biografía pasó a formar parte de un proyecto más ambicioso como es el de la ordenación, catalogación y digitalización del archivo personal de Francisco Fernández Ordóñez y el lanzamiento de su página en Internet37. En este aspecto tenemos que reconocer la dedicación de la Fundación38 y sus patronos, a quienes expresamos
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Dirigido por Pilar Sánchez Millas, responde a las convocatorias BOE núm. 21, de viernes 24 de enero de 2003, BOE núm. 40, lunes 16 de febrero de 2004, BOE núm. 56, lunes 7 de marzo de 2005 y BOE 42 del 18 de febrero de 2006. La página es www.fund-fernandez-ordonez.org y www.fernandez-ordonez.org
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nuestro sincero agradecimiento simbolizado en la persona de su Presidente, Diego Hidalgo Schnur. Asimismo, queremos hacer patente la deuda que tenemos con la extraordinaria labor de los archiveros Sergio Vicente del Pino y Patricia Calderón Bonilla; su trabajo meticuloso, arduo y callado, ha resultado determinante en el desarrollo de estas páginas. Sin ellos, el archivo no hubiera cobrado el impulso que ahora tiene. Dicho proyecto recibió la primera subvención del Ministerio de Cultura en el año 2003, gobernando el Partido Popular, y ha sido renovada anualmente con el Partido Socialista en el gobierno. El interés de los autores por este objeto de estudio, que comenzó en 199839, no pudo sustraerse a la invitación de colaborar en estas tareas, ni a la de apoyar a la Fundación Conferencia Anual Francisco Fernández Ordóñez, entidad creada en marzo de 1995 con el objetivo de mantener viva la memoria del ex ministro. Hecha esta salvedad, quede claro que el vínculo posterior nunca impidió u obstaculizó el rigor de la investigación, que por otra parte, ya estaba muy avanzada. 38
La Fundación Conferencia Anual Francisco Fernández Ordóñez se constituyó en 1995 con el propósito de crear un foro de encuentro en materia de relaciones internacionales, de transición a la democracia y de entendimiento de culturas. Una vez al año, en una convocatoria pública, se invita a personalidades destacadas capaces de presentar su visión sobre cuestiones de relevancia global merecedoras de una reflexión preferente, serena y rigurosa. De esta forma se pretende mantener vivos los valores democráticos y de tolerancia que inspiró Francisco Fernández Ordóñez. Sus fondos proceden de la generosa aportación privada de un grupo de personas cuyo presupuesto anual se destina íntegramente a la celebración de la Conferencia y a la edición de una colección de libros que incluyen los textos de las mismas. En los últimos años, los fondos también se están dedicando al proyecto archivístico. 39 Como parte de estos trabajos en 2003 se leyó la tesis doctoral: Francisco Fernández Ordóñez: pensamiento y acción en el universo socialdemócrata, presentada por Santiago Delgado Fernández y dirigida por Antonio Robles Egea, obteniendo la calificación de Sobresaliente cum lauden. En la actualidad, una vez finalizada esta biografía, María del Pilar Sánchez Millas continúa con su tesis doctoral —más centrada tanto en aspectos de política exterior como de política europea socialistas— dirigida por don Juan Pablo Fusi Aizpurúa.
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Tantos años de trabajo merecen la apertura de un capítulo especial de gratitud hacia quienes han compartido con nosotros este camino. Deseamos iniciar los agradecimientos, de manera explícita por su importancia, a nuestros maestros, Antonio Robles Egea y Juan Pablo Fusi Aizpurúa, a quienes admiramos por su profesionalidad; como buenos profesores, enseñan su saber y trasmiten su humanidad. Las instituciones en las que ellos trabajan también son las nuestras y queremos, asimismo, dejar constancia del agradecimiento por permitirnos investigar y confiar en nuestro trabajo. La Universidad de Granada y el Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset40, pero también, el centro de Syracuse University en Madrid han entendido que dos de sus trabajadores utilizaran cualquier oportunidad para expresar su interés por la profundización académica en la labor de muchos políticos de la transición, entre ellos, Francisco Fernández Ordóñez. Aún queda mucho que hacer para completar una buena historia política de España, que se enseñe didácticamente y sin sesgos; por lo tanto, el apoyo de instituciones universitarias como las mencionadas es esencial para difundir con rigor este tipo investigaciones. Igualmente primordial, es estimar y respetar el testimonio de los intérpretes vivos de la historia de España. En estas páginas, hemos hecho un intento incipiente de valorar a los protagonistas que rodearon la vida profesional y personal del biografiado. Recoger todo y hacer una «Enciclopedia de Francisco Fernández Ordóñez» no entraba en nuestros planes, ni hubiera sido publi-
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El Departamento de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad de Granada y el Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset. Para la realización de esta biografía los autores han contado, además, con la ayuda procedente de dos subvenciones; la obtenida por Santiago Delgado Fernández como miembro del Proyecto de Investigación I+D, BSO 2001-3082 Liderazgo político, partidos y movilización, y la beca para la realización de tesis doctoral disfrutada por María del Pilar Sánchez Millas, MECD / SEEU/DGU-Programa de formación y perfeccionamiento de postgraduados MECD Fundación Ortega y Gasset. Becas predoctorales / posdoctorales. Referencia FOG2001-003. BOE 10 de enero de 2002.
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cable. No obstante, conscientes de la importancia de la fuente oral, pensamos que sí era necesario contactar con algunas personas a las que ahora queremos agradecer públicamente su dedicación. Respetamos sus palabras, su tiempo y su confianza. Todos ellos están mencionados al final del libro, lamentamos no poder reproducir todas las valiosas aportaciones y datos, ya que sobrepasarían los límites de un libro que pretende ser fluido y accesible a todo tipo de lectores. En nuestro descargo, digamos que tampoco mencionamos, ni agradecemos suficientemente, a nuestras familias y amigos, que han compartido con nosotros esta completa inmersión en la figura histórica del político Ordóñez. Para terminar, si estas páginas se han convertido en un libro es gracias a varias personas a las que debemos un agradecimiento también especial, al editor, Antonio Roche, que creyó en el borrador y, con su equipo, sacó lo mejor de él. Y, por supuesto, a Ana Atienza, Pablo de la Cueva y Diego Hidalgo. Gracias por vuestra confianza y aprecio al trabajo que hemos realizado. Estas páginas deben ser la continuación de una estrecha colaboración profesional en torno a la figura de Francisco Fernández Ordóñez. Granada-Madrid, septiembre de 2006
Capítulo 1 TIEMPO DE FORMACIÓN (1930-1965)
Familia Fernández Ordóñez, 1969 De pie de izquierda a derecha: Inés Alberdi, Enrique Lalinde, Miguel Ángel, Carlos, Francisco, José Antonio y Rafael Fernández Ordóñez, Manuel de la Cueva, Fernando Sainz y Javier Cervera. Sentadas: Mª Luisa Hernández, Cristina, Mª Carmen y Ana Fernández Ordóñez, Francisco Fernández Conde, Ana Ordóñez Cubas, Mª José y Teresa Fernández Ordóñez, Mª Paz García Mayo y Mª Dolores Cervera. En sus brazos: Margarita Lalinde, Pablo de la Cueva, Lucía Sainz, Rafael y Francisco Fernández Ordóñez. En el suelo: Carlos Fernández Ordóñez, Cristina y Enrique Lalinde, Ana de la Cueva, Mª José Sainz, Inés y David Fernández Ordóñez, Reyes Fernández Ordóñez, Alvaro de la Cueva y Lorenzo Fernández Ordóñez
Orígenes y hogar familiar Mis primeros recuerdos de la infancia son de la guerra civil en Madrid a mis siete años; los bombardeos, la penuria, la escasez y la casi orfandad…1
1931. Jóvenes reformadores miran el horizonte republicano mientras la monarquía alfonsina agota los últimos rescoldos de su credibilidad. El Pacto de San Sebastián, que articuló a las izquierdas y al socialismo contra Alfonso XIII, deja sin futuro a la dictadura de Primo de Rivera. Pese a todo, el fin de ésta — autoritarismo institucional tolerado y amparado por la asediada monarquía— no había logrado resolver los graves problemas que desde principios de siglo venían acumulándose. Sustituido el Gobierno de Primo de Rivera, por el del general Berenguer primero, y el del almirante Aznar después, se pone punto final a la Monarquía. España se transforma en un sistema democrático y la población se llena de esperanza. Se inician los turbulentos años de la II República. Tan sólo unos meses antes de que ésta se proclamara, Ana Ordóñez Cubas dio a luz a Francisco José Inocencio Paulino Fernández Ordóñez2; eran las ocho de la tarde del día 22 de
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F. Fernández Ordóñez y E. García Rico, ob. cit. 1982, pág. 15. Era una costumbre andaluza poner cuatro nombres. Dos de elección de los padres, uno en recuerdo de algún familiar y, por último, otro en honor del santo del día de nacimiento. Además, se solían acompañar por la expresión «de la Santísima Trinidad». 2
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junio de 19303. Ordóñez vino al mundo en el corazón del Madrid burgués, en el número sesenta y siete, piso principal derecho, de la calle Lista, esquina a Conde de Peñalver. Su padre, Francisco Fernández Conde, había nacido en Madrid a principios de siglo, el 9 de noviembre de 1904, como fruto del matrimonio entre Inocencio Fernández y Faba y Josefa Conde, naturales de Horta (León) y de Santa María de Quirirán (Lugo), respectivamente. El emprendedor abuelo paterno, Inocencio Fernández, buscando un futuro más próspero con el cambio de siglo, llegó a Madrid andando desde su pequeño pueblo castellano. A los pocos días consiguió un empleo de botones en el céntrico hotel Málaga del que con el tiempo se convertiría en propietario. Gracias a esta actividad logró aprender inglés, francés y alemán, de forma autodidacta. El hotel familiar fue durante años lugar de encuentro de sus padres y, más tarde, el de las visitas a su abuelo paterno por quien sintió verdadera pasión. Fernández Conde creció rodeado del bullicio del hotel; de gentes que entraban y salían constantemente, que hablaban idiomas distintos y que venían a Madrid por razones diversas. El bachillerato lo estudió en el Instituto San Isidro, cercano al negocio familiar. A su finalización se matriculó en Ingeniería de Caminos, carrera que concluyó en 1929. Inmediatamente después, ingresó en el Ministerio de Obras Públicas como funcionario de carrera. Ya entonces había conocido a la que sería su esposa, Ana Ordóñez Cubas, quien, aquejada de unas fiebres, había viajado a Madrid para ser tratada por doctores especializados. Durante su estancia madrileña, se hospedó en el hotel regentado por la familia Fernández Conde. La atracción, en un principio, no fue mutua. Francisco perseveró en el intento pese a la indolencia de la joven. Ella había sido educada 3
Los datos referidos al nacimiento, nombre con el que fue inscrito, así como los datos alusivos a las familias paterna y materna han sido obtenidos de la Sección Primera del Libro 2/4 Folio 76 del Registro Civil, Distrito de Buenavista, núm. 0095340/01. En dicha página de inscripción constan como Juez municipal Don Luis Camuro y Obero, y como Secretario Don Mario Serrataco de Boet.
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en la creencia de que su futuro marido sería militar, como su padre, profesión que entonces gozaba de mayor prestigio que la de ingeniero. Finalmente, y a pesar de los titubeos iniciales, ambos formalizaron el noviazgo. Al poco tiempo, Fernández Conde solicitó la excedencia para incorporarse a la empresa «Vías y Construcciones» y contrajo matrimonio con Ana Ordóñez, en Madrid, el 5 de septiembre de 1929. De esta unión nacieron, además de Francisco, otros diez hijos: José Antonio (*18-11-1933, †3-1-2000); Carlos Alberto (*3-2-1937); Ana María (*11-8-1938); Mª José (*5-9-1939, †26-7-1996); Rafael (*4-11-1940); Carmen (*12-7-1942); Pilar (sólo vivió ocho días); Miguel Ángel (*3-4-1945); Teresa (*3-10-1948) y Cristina (*25-6-1950). Como ingeniero, Francisco Fernández Conde llegó a alcanzar gran reputación, siendo pionero en España en los trabajos con hormigón pretensado y autor, entre otras obras, de las presas de los Saltos del Sil y la estructura del Estadio Santiago Bernabéu. De talante humanista, se preocupó de facilitar una educación de altura a todos sus hijos y, por ende, a su primogénito Francisco. Según Manuel Vicent, es probable que por confesión del propio Ordóñez: Ninguno de sus vástagos se sentaba a la mesa, a la hora solemne del almuerzo, mientras no supiera emitir alguna opinión válida o resistir una conversación sobre el orden dórico. Este padre de larga prole, solía ilustrar el cocido familiar con temas de arte, de filosofía o de historia4.
No parece, a juzgar por los resultados obtenidos, que cayera en balde tanto esmero. Así, llegarían a ser: director general, gobernador del Banco de España, catedrático de la Escuela de Ingenieros de Caminos, sacerdote, catedrática de Enseñanza Secundaria, por destacar algunas de las más reconocidas ocupaciones de cada uno de ellos. Educó a sus hijos para que supiesen apreciar el valor de la tolerancia y de la libertad, y para que 4
M. Vicent, ob. cit., 1984, pág. 167.
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estimaran el interés de la diferencia a partir del respeto mutuo. Hombre conservador, católico, pero no dogmático. En casa, por supuesto, tenían «la BAC»5 pero jamás fue una persona de misa diaria o de rezar el rosario. Con un alto sentido de la dignidad que merece el ser humano, se forjó a costa de comprobar in situ las aberraciones de la guerra y la ferocidad con la que en ocasiones se conducen los hombres. Tuvo también, y así se lo inculcó a sus hijos, una fuerte visión social y preocupación por los otros. Supo ser libre y renunció al dinero para serlo. Educó a sus diez hijos en la tolerancia y en la libertad. En casa siempre se habló de política y siempre se discrepó6.
La muerte le sobrevino cuando tan sólo le quedaban algunos meses para cumplir 69 años. Su ejemplo humano, intelectual y moral perduró en los proyectos vitales de cada uno de sus hijos, quienes patentaron el esfuerzo y la honestidad profesional como señas de identidad familiar. «Tuvo la muerte de los elegidos: de pronto, instantáneamente se le fue la vida como se va la luz eléctrica en un apagón»7. Su madre, Ana Ordóñez Cubas, nació en Sevilla el 26 de julio de 1906. Hija del coronel de Artillería Antonio Ordóñez y de Ana Cubas, naturales de Coín (Málaga), y Sevilla, respectivamente. Debido a su precaria salud y a desavenencias conyugales, Ana Cubas decidió que su hija Ana, con tan sólo tres años y sus dos hermanos mayores, Lola y Rafael, fuesen internados en distintos colegios: las chicas en el de las Irlandesas de Gibraltar y Rafael en el de los Jesuitas de Málaga. Al estallar la Primera Guerra Mundial, los Ordóñez Cubas volvieron a Sevilla, donde Ana continuó sus estudios en el Colegio de las Irlandesas de la calle de la Palma de esta ciudad. Por entonces hablaba más fluidamente el inglés que el español, leía asiduamente en este idioma y seguía estudios de solfeo y piano. El violonchelo fue 5 6 7
Biblioteca de Autores Cristianos. F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). Ibíd.
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siempre su instrumento preferido, sin embargo no estaban los tiempos para que una señorita se aficionara a semejantes posturas y se tuvo que conformar con el piano, considerado femenino y elegante. Tenía un carácter más frío que el de su marido y una fortaleza interior admirable de la que dio numerosas muestras a lo largo de la vida: durante la guerra civil, en sus once partos, en la educación de sus hijos, en el respeto a las decisiones de su marido, afrontando la ceguera que le sobrevino con 60 años, o en la temprana pérdida de algunos de sus hijos. Esta mujer curtida por las experiencias vividas falleció a los noventa y ocho años de edad, en 2003. Los primeros años de la vida de Ordóñez coincidieron, pues, con el complejo e inestable transcurrir de la II República, el mayor intento y el más notable que se había hecho en la historia de España para traer la democracia. El sueño de modernidad, laicismo e igualdad que había motivado su instauración se frustró demasiado pronto. Cinco años después de inaugurarse, la reacción de los sectores opuestos a estas ideas puso definitivamente en jaque a un régimen, ya por entonces asediado por conatos de reacción y revolución. Una fratricida guerra de tres años sucedió a estos acontecimientos. Desde las ventanas del negocio familiar en la calle Alcalá 8, el padre no perdió la oportunidad de grabar el desbordamiento popular y callejero que se produjo en Madrid el día en que se proclamó la República. Aficionado al cine, en sus grabaciones de 1931 se mezclan las carreras y manifestaciones con imágenes en las que su hijo Francisco aparecía en brazos de la madre, presenciando el espectáculo con total indiferencia8. Los gritos de «viva» y de «abajo» [eran] innumerables. Todo cogía un aire de verbena triunfante, un aire de alborozo franco y desenfrenado […] La gente se [abrazaba, gritaba, sudaba, cantaba]9.
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Archivo familiar FFO. J. Pla, Madrid. El advenimiento de la República, El País, Clásicos del Siglo XX, Madrid, 2004, pág. 22. 9
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Francisco Fernández Ordóñez
A la postre, estos fragmentos se convertirían para Francisco Fernández Ordóñez en la única referencia vital de esos convulsos años10. […] la historia […] pasaba delante de mi casa con los rostros alegres, en las caras enloquecidas de los fanáticos, los borrachos y las prostitutas, gentes de la pequeña burguesía, jóvenes y viejos. Era una corta esperanza que nacía aquella mañana y que marchaba cantando calle abajo, mientras un joven ingeniero de caminos recién casado recogía aquellas imágenes juntándolas con las de su hijo mayor recién nacido y su mujer, quizá con preocupación porque la alegría era fraude, la riqueza del país poca, y el mundo entero sentía las sacudidas gigantescas de una crisis económica devastadora11.
Cuando estalló la Guerra Civil, Francisco vivía en Madrid, junto con su madre, embarazada de Carlos, su hermano José Antonio, los abuelos y su tía Josefa. El cabeza de familia, atendiendo a sus obligaciones laborales, residía en localidades más cercanas a los puntos de trabajo. De esta época datan obras como el puente ferroviario sobre el río Jerte (Plasencia). El día del alzamiento militar, Fernández Conde viajaba a Madrid procedente de Asturias. En la estación de Valladolid el tren suspendió su trayecto, impidiéndole volver junto al resto de los suyos. Los Fernández Ordóñez, como tantas otras familias, quedaron divididos y durante prácticamente un año y medio el matrimonio estuvo totalmente incomunicado para las buenas y las malas noticias. Así, el tercer hijo del matrimonio, Carlos, nació en estas circunstancias, sin que la madre pudiera compartir la noticia con su esposo; tampoco ella se enteró entonces de la gravísima herida en el cráneo que aquél había sufrido tras un bombardeo sobre el edificio en el que residía. A pesar de esta lamentable experiencia, Fernández Conde pensó que Valladolid reunía unas condiciones de seguridad probablemente más convenientes que las de Madrid. Valladolid 10
Cinta cinematográfica a la que se hace referencia en los manuscritos inéditos de Francisco Fernández Ordóñez. 11 F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.).
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había sido una de las provincias pioneras en la adhesión al Alzamiento Nacional de julio del 1936; incluso, por su acalorada adscripción a los sublevados, la Comisión Gestora de la Diputación Provincial, presidida por Eladio Ciancas, llegó a solicitar al resto de las ciudades «liberadas» su nombramiento como «capital del Alzamiento». La ciudad castellana había sido uno de los centros de expansión del movimiento falangista en la preguerra. En ella había nacido uno de los jefes de las Juntas Castellanas de la Falange, Onésimo Redondo12. Dadas estas características de partida, la ciudad recuperó la tranquilidad y la paz ciudadana tan sólo un mes después de iniciarse el levantamiento militar13. Por estas circunstancias, sin muchas más alternativas, Pucela resultó ser un buen destino para residir en tanto durara la guerra. Gracias a los contactos del doctor Plácido González Duarte, cirujano republicano amigo de la familia, los tres hijos y la esposa consiguieron abandonar la Capital hacia la frontera francesa con salvoconductos en regla, para así poder pasar desde aquí a la ciudad del Pisuerga, donde les aguardaba el esposo y padre. El periplo fue inolvidable: Madrid, Valencia, barco hasta Francia, recorrer el sur galo hasta San Sebastián y, finalmente, llegar a Valladolid. Para no despertar sospecha alguna y evitar añadir más complicaciones, los niños fueron instruidos oportunamente a cambiar el saludo oficial dependiendo de la zona en la que se encontraran; no siempre lo conseguían. Brazo en alto puño cerrado, ¡Arriba España!; brazo extendido, mano abierta, ¡Salud camarada! Muchos años después, los pro-
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Onésimo Redondo (1905-1936). Nacido en el pueblo vallisoletano de Quintanilla de Abajo, fundó en 1931 las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica. Ulteriormente su grupo se uniría a La Conquista del Estado liderada por Ramiro Ledesma Ramos y posteriormente a las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista). Poco después de iniciarse la guerra, el 24 de julio de 1936, moriría en una emboscada de los republicanos en el término municipal de Labajos. 13 M. Dueñas Cepeda, «La represión en el profesorado de enseñanza primaria en Valladolid», en AAVV, Los nuevos historiadores ante la Guerra civil española, Granada, Diputación Provincial de Granada, 1990, pág. 308.
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Francisco Fernández Ordóñez
tagonistas no han podido reprimir las risas recordando semejante lío. De esta rocambolesca forma, los Fernández Ordóñez consiguieron esquivar el hambre y el frío que muy pronto agobió a quienes, por convicción o por obligación, permanecieron en el Madrid republicano asediado por las tropas del general Franco. La pesadilla duró hasta la entrada de los alzados contra la República, el 28 de marzo de 1939. En Valladolid había pan blanco como no recordaba haberlo visto nunca. El colegio de curas era heroico, fascista, de una disciplina militar, formaba parte del ambiente de una ciudad en guerra, con sus bombardeos, con sus refugiados en las casas de los maquis, sus denuncias de compañeros, de familias, de vecinos, etc. […]14.
Una vez instalados en esta ciudad, Francisco Fernández Conde, junto a sus compañeros de profesión: Miguel García Ortega —quien llegaría a ser su consuegro— y Santiago Corral Pérez, fundó una empresa de proyectos de ingeniería, IDEAM15, con la que consiguió labrarse un patrimonio y mantener a su extensa prole. Muchos recuerdos deslavazados e inconexos de la guerra permanecerían parcialmente presentes en Francisco Fernández Ordóñez durante toda su vida. El período que se extiende desde 1936 a 1939 estuvo lleno de experiencias que le marcaron, pero de una forma indefinida y vaga. Ya nunca le abandonó la certeza de que había sido una catástrofe. A su fin, versaría Jaime Gil de Biedma: … media España ocupaba España entera/ con la vulgaridad, con el desprecio/ total de que es capaz, frente al vencido,/ un intratable pueblo de cabreros./ Barcelona y Madrid eran algo humillado./Como una casa sucia, donde la gente es vieja,/ la ciudad parecía más oscura y los metros olían a miseria16. 14 15 16
F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). Con Santiago Corral siguió unido en futuros proyectos. J. Gil de Biedma, Antología poética, Madrid, Alianza, 2000.
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Casi cuarenta años después, recordando las crueldades y miserias del enfrentamiento, Ordóñez desautorizó de forma expresa a quienes sugieren que los niños viven las contiendas bélicas casi como si de un juego se tratara. En su opinión, la inconsciencia del riesgo que se corre no les priva de un estado de tensión que marca irremediablemente sus conductas: Se ha dicho que los niños pueden disfrutar durante la guerra, pero no fue cierto en mi caso porque había miedo no al enemigo, sino al vecino cercano, porque no se sabía de qué lado estaba cada uno, y cualquiera podía ser un amigo o un enemigo…17.
Retratos de la infancia: primeras letras Mis padres querían que lo aprendiera todo. Venía a mi casa una profesora de inglés y otra de alemán. Recibía también clases de piano. Una vieja mademoiselle me enseñaba a diario el francés. Otro profesor intentaba enseñarme el dibujo, de acuerdo con el proyecto familiar de convertirme en Ingeniero de Caminos. Mi padre se ocupaba de las matemáticas. Nunca pude aprender ni el piano ni el alemán. Muy pronto comprendí que mi vocación no era la ingeniería, sino las letras. Escribía versos y estrené una obra de teatro que representaban algunos de mis hermanos. Inicié en el colegio una pequeña revista que murió en el primer número18.
Terminada la guerra, los Fernández Ordóñez regresaron a Madrid y se mudaron a un bajo de la calle Hermosilla. La vida en la capital era entonces, como la describió Camilo José Cela, «áspera, entrañable y, al tiempo dolorosa»19. El silencio impuesto por el nuevo régimen dibujaba una apariencia de paz falseada. Privaciones, inviernos fríos y hambre por doquier. El objeti17 18 19
F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). Ibíd. C. Cela, La Colmena, Madrid, Clásicos Castalia, 1984, pág. 105.
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vo principal de las autoridades y de los ciudadanos madrileños era entonces la reconstrucción de la ciudad y la recuperación del pulso del Madrid resistente y agotado. El éxodo de españoles foráneos comenzó a invadir la ciudad progresivamente y los problemas sociales fueron aumentando. Pese a todo, un lento proceso de despegue social, económico y cultural se adivinaba en el horizonte. En el ambiente posbélico, Francisco fue forjando algunos rasgos de su personalidad y abandonando otros. Entre ellos sobresalía la timidez. Como ejemplo, sus familiares recuerdan los encuentros fortuitos con los vecinos del bloque. Vivir en un bajo propiciaba estas casualidades que apuraban a un niño tan apocado como él. Definitivamente en la Capital, Francisco Fernández Conde, su antiguo socio Santiago Corral y el ingeniero de minas Ramón Quijano fundaron una nueva empresa, PACADAR20. La compañía se dedicaba a la fabricación de innovadoras vigas y viguetas en hormigón pretensado, para realizar estructuras en puentes, tendidos eléctricos y edificios. Poco a poco, Fernández Conde se convirtió en socio industrial de toda una red de fábricas de pretensado con sede en España y con delegaciones en varios países. Con el horizonte económico despejado, en parte gracias a PACADAR, Francisco comenzó sus estudios de secundaria en uno de los centros educativos más prestigiosos de la capital, el Colegio Nuestra Señora del Pilar. Las escenas que allí vivió fueron las típicas de una España, la de los años cuarenta, marcada
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La patente del hormigón pretensado en España se la cedió el inventor de esta innovación, el francés, Eugène Freyssinet, a quien visitaba periódicamente y con quien le unió una gran amistad. En PACADAR, que sigue existiendo en la actualidad, continuó trabajando uno de los hermanos Fernández Ordóñez, José Antonio, un hijo de éste, y uno de los hijos de Santiago Corral. J. A. Fernández Ordóñez y C. G. Santa Cecilia, La ingeniería: (caminos, canales y puertos): hablando con José Antonio Fernández Ordóñez / [entrevista, Carlos G. Santa Cecilia], Madrid, Acento, 1993. AAVV, Jafo: Homenaje a José Antonio Fernández Ordóñez, Madrid, Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, 2001.
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por la simbología fascista, los desfiles en el patio con el brazo en alto, las continuas arengas patrióticas, y los cuadros de José Antonio Primo de Rivera y del general Franco presidiendo las aulas. Toda esta parafernalia contrastaba con la tradición «liberal» de los frailes y sacerdotes marianistas21, orden caracterizada por la cercanía al alumno y modos dialogantes. Sin embargo, no fueron estos valores humanos los que llevaron a don Francisco a elegir esta educación para sus hijos varones sino un criterio mucho más pragmático: la cercanía entre el domicilio familiar y el centro de estudio, ambos en el selecto barrio de Salamanca. Sea como fuere, el tiempo ha demostrado que ni los marianistas, ni Francisco Fernández Ordóñez parecían susceptibles de ser conquistados interiormente por la obligada imaginería fascista; más bien formaron parte de la escenografía propia de la época. Muchos fueron los jóvenes que entonces se apasionaron con las camisas azules o el fervor de las voces y canciones falangistas como el Cara al Sol. No ocurrió esto con ningún miembro del clan Ordóñez22. Al ser una educación diferenciada y separada entre niños y niñas, las hermanas Fernández Ordóñez, siguiendo el mismo criterio de la cercanía, deberían haber ido a las teresianas que era un centro de reconocido prestigio en la época. Sin embargo, doña Ana consiguió convencer a su marido para que fueran al colegio de las Hermanas Irlandesas23, donde tendrían la esmera-
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La orden de los marianistas fue fundada en 1817 por el francés Guillermo José de Chaminade (1761-1850). Su ministerio sacerdotal ofreció diferentes respuestas a la nueva situación social y religiosa que se planteó con la Revolución Francesa, agitación por la cual fue obligado a exiliarse en Zaragoza en 1797, esta circunstancia explica el temprano vínculo español de la orden. 22 V. Verdú, «Una jornada electoral con… Fernández Ordóñez», en Cuadernos para el Diálogo, núm. 210, 2.ª época, 7-13 de mayo de 1977. 23 Dependiente de la orden que fundara la religiosa Mary Ward; nacida en 1585 reconoció la importancia de la colaboración de las mujeres en la iglesia pero murió en 1637, decepcionada por no haber obtenido del Papa Urbano VIII el reconocimiento a la labor de su Instituto de la Bienaventurada Virgen María, para el que adoptó la regla de los jesuitas.
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da y recta educación que tuvo ella misma. A resultas de los colegios elegidos para unas y otros, las niñas fueron educadas en el idioma inglés y los niños en el francés como segunda opción. El hecho de que tanto los varones como las mujeres tuvieran una privilegiada educación no puede hacernos olvidar el contexto de la época, tan falto de oportunidades para ellas y tan estricto con ellos. Obviamente, estos rasgos también formaron parte de la vida diaria de los Ordóñez. La cocina era el «gineceo», el lugar para las mujeres o las niñas de la casa, donde comían los niños que aún no podían sentarse a la mesa con su padre y, sobre todo, un lugar donde se guardaban los secretos y enseñanzas para que la mujer fuera el perfecto reflejo de lo que los tiempos exigían. Había una puerta que separaba las dos zonas de la casa, la de las personas mayores y la de los niños. Y nosotros vivíamos en lo que llamaban «de la puerta para allá». Así decían: de la puerta para allá. Vivíamos en un mundo separado. Menos en la cocina, donde no se nos dejaba entrar a los niños. Sólo a las niñas. La cocina estaba llena de mujeres: cocineras […] Los niños no podíamos entrar en la cocina. Era una cocina enorme, con ollas… Mi madre entraba a veces, pero a los niños nos echaban a patadas si asomábamos por allí. Porque en aquel momento la cocina era el recinto exclusivo de la mujer,[…] Y poco a poco nos dejaban entrar a comer con mis padres. A medida que crecíamos. Y a medida que podíamos aguantar una conversación normal. Que consistía normalmente en discutir con mi padre, claro, por la necesidad de reafirmar la personalidad24.
Las visitas para conocer a los nuevos miembros de la familia y las reuniones de amigos de los padres estaban provistas también de un ritual bastante cotidiano: los niños saludaban educadamente y desaparecían. Se marchaban a «la leonera», el cuarto de juegos que había al final de la casa alargada; la ventana enrejada y las desmesuradas «actividades» infantiles daban nombre a esta estancia. Fue un lugar de lloros frecuentes y risas desterni-
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J. Cavero, ob. cit., 1990, pág. 22.
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llantes, de peleas y juegos, pero sobre todo, un espacio para librar del bullicio infantil a los adultos de la casa. La niñez de Francisco estuvo marcada, además, por la relación con Mari Paz, hija de unos íntimos amigos de sus padres, Miguel García y Pilar Mayo, a quien conoció en Valladolid cuando tenía cinco años. Con ella compartió vacaciones, historias, juegos, charlas y siestas, costumbre, esta última, bruscamente zanjada por los padres a la llegada de la pubertad. Con el paso de los años, esta «amiguita», como se decía entonces, terminaría convirtiéndose en su esposa. Entre los juegos cotidianos que más gustaban a Francisco estaba el redactar pequeñas obras de teatro para ser escenificadas en familia25. La estructura de los escritos estaba perfectamente cuidada y seguía las pautas de estilo al uso. Las indicaciones al margen o al pie de cada página completaban, informalmente, la escenografía y modificaban el texto, enriqueciendo un contenido impropio para la edad de su autor. Entre los doce y trece años fue también cuando se inició a la lectura. La colección Clásicos de Araluce, pensada para adolescentes, entre 12 y 13 años, fueron las lecturas que iniciaron a Francisco y sus hermanos en la literatura y, concretamente, en el conocimiento de los autores clásicos. El padre, que fue adquiriendo personalmente esta amplia biblioteca, idónea para sus hijos, era también el guía del aprendizaje. Francisco le preguntaba mucho y llegó un punto en que los conocimientos paternos fueron superados por la voraz curiosidad literaria de este adolescente. Fernández Conde leía sobre todo ensayo e historia, mientras que el hijo era más aficionado a la literatura. En esta materia, el padre se quedaba a veces sin respuesta a las continuas preguntas del primogénito. Francisco empezaba a destacar en la virtud de descubrir a autores y obras nuevas para recomendar a sus allegados.
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Se conserva una pequeña obra de costumbres en tres actos, no titulada. El joven Ordóñez aclara que fue escrita en algunos ratos de ocio, y justifica una «supuesta» baja calidad literaria amparándose en las modestas pretensiones de la misma: servir de distracción ocasional para la familia.
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La adolescencia fue conformando una personalidad responsable, sensata, y una inquietud intelectual que, en ocasiones, rozaba el desafío. Rechazaba respuestas sencillas que despreciasen la complejidad de la mirada con la que él solía observar la realidad circundante. Prefería informarse por fuentes directas, marginando las versiones únicas sobre los hechos. No obstante, en su comportamiento, a veces, afloraba un carácter de singularidad excesiva, quizá cierta obsesión por destacar sobre sus compañeros. En cierta ocasión, sirva de ejemplo, se empecinó en explicar en su clase por qué se definía «anglófilo», hacia 1942 ó 1943, años en los que proclamarse así estaba muy mal visto. Las circunstancias políticas españolas hacían que la germanofilia caracterizara las reuniones y tertulias de las familias burguesas que, al fin y al cabo, eran las de los compañeros con los que asistía a clase. La condición «autodidacta» le venía de familia. Era corriente ver a su padre disfrutando de la radio, escuchando Radio París, la BBC o Radio Vaticano; ya desde su época de estudiante universitario interesado por la electrónica se había fabricado él mismo una radio de galena con la que podía recibir la señal que le interesaba. Del padre heredó también algunos rasgos de un cristianismo peculiar, desafecto de las prácticas externas y centrado, fundamentalmente, en la preocupación por los más necesitados, en la lucha contra las injusticias, en la indignación ante el violento sufrimiento humano. Para Ordóñez, el cristianismo siempre fue, antes que nada, «la fraternidad, el sacrificio, el amor», esto es, el Sermón de la Montaña26. Aunque desengañado a menudo con las actitudes de la jerarquía católica, nunca dejó de creer en la existencia de una utopía cristiana en el fondo de muchos hombres. La Iglesia oficial,
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Para entender el verdadero sentido de su relación con el cristianismo véanse los versículos que él mismo cita como referentes en F. Fernández Ordóñez y E. García Rico, ob. cit., 1982, págs. 56-58; capítulos 5, 6 y 7 del Evangelio de Mateo, y Mateo 25, 31-46.
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«con sus mecanismos burocráticos, sus aparatos de poder, sus estructuras», jamás le interesaron. Defendió una idea de la trascendencia, una renovación de los resortes últimos de las creencias y de los sueños, una nueva forma de espiritualidad. Como antes había afirmado una de las figuras que más le influyeron ideológicamente —Aranguren— siempre se sintió como un cristiano natural, optimista pero dolorido; un «cristiano desfalleciente» que resumía el mensaje inicial de Cristo en una preocupación constante por el prójimo. Lecturas en diáspora. La familia como escuela de convivencia Los estudios de Bachillerato, de contenidos fundamentalmente humanístico-retóricos, los cursó según el plan previsto en la Ley de 1938, norma elaborada por el entonces ministro de Instrucción Pública Pedro Sainz Rodríguez, en el Colegio El Pilar. No obstante, el examen de Estado y el título oficial se expidió a través del Instituto Nacional de Enseñanza Media «Ramiro de Maeztu»27. Durante su período formativo no destacó por ser un niño superdotado, aunque siempre sacó buenas notas. Ni entonces, ni a lo largo del resto de su larga experiencia académica conoció el suspenso. Los idiomas los aprendió desde muy joven por la insistencia de su padre, quien hablaba bien el inglés y el alemán. Solía recordar Ordóñez cómo su progenitor le espetaba continuamente sobre el prometedor futuro del alemán, advertencia que le llegó a parecer premonitoria con el transcurrir de los años. Estudió también el francés y el inglés. A diferencia de lo acontecido con los idiomas, las matemáticas 27
Según consta en título registrado en el folio 25 núm. 375 del libro 26 de la Universidad de Madrid, Francisco Fernández Ordóñez obtuvo el título de Bachiller después de acreditar haber superado el Examen de Estado verificado en dicha Universidad el día 10 de julio de 1947. Dicho título quedó registrado en el citado Instituto «Ramiro de Maeztu», en el folio 122, número 1400 del libro correspondiente, con fecha de 5 de noviembre de 1948.
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jamás fueron su fuerte; las aprobaba, eso sí, pero con mucha más pena que gloria. La lectura, en especial la poesía, se terminó convirtiendo definitivamente en su gran afición. Al padre no le pareció mal, puesto que él mismo era un gran lector; pero hubiera preferido mayor disposición hacia las matemáticas, el dibujo o la física, y algo más de comedimiento hacia la literatura. A la poesía se aficionó a los catorce años con la lectura de Antonio Machado. «[…] es el escritor que me desvirgó en la poesía […] Fue el deslumbramiento, el darse cuenta de lo que es el lenguaje poético»28. El temprano descubrimiento del poeta le animó, no sólo a leer, sino incluso a escribir versos con cierto regusto machadiano, inclinación que nunca abandonó pese a sus muchas ocupaciones. A partir de ese momento, una larga nómina de autores fue conformando su extensa biblioteca poética, que según el momento vital, discurrió por autores como Bécquer, Lorca, Claudio Rodríguez, Celaya, Blas de Otero, Ángel González, Neruda, Juan Ramón Jiménez, César Vallejo, Gil de Biedma, etc. Pero, por encima de cualquier otro, siempre Machado, a quien, junto al poeta de Moguer, convertiría en uno de sus fetiches intelectuales. Para él, con la poesía, como con el amor, pasaba algo muy raro: «hay poetas [dijo] cuya obra se deja de leer y otros a los que no se les abandona nunca; los hay que son un flechazo, pero no amores duraderos. Y hay poetas a los que uno ama siempre»29. En la prosa sintió admiración por la vida y la obra del insigne narrador francés, Saint-Exupéry. El autor entre otros de Vuelo nocturno, Tierra de hombres, Piloto de guerra, Ciudadela o El Principito dejó una profunda huella en Ordóñez, quien releía sus obras con fruición y solía citarlo aforísticamente con frecuencia. Es muy posible que la simbiosis entre el hombre de acción y el hombre de letras e imaginativo que fue Antoine de
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Declaraciones en una entrevista publicada en El País, 20 de mayo de
1982. 29
F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.).
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Saint-Exupéry simbolizara para Ordóñez al personaje que él mismo siempre aspiró a ser. A Saint-Exupéry y a otros autores como Camus, Sartre Mounier, los leyó por vez primera gracias a un viaje a París que en 1947 realizó junto a su padre. Fernández Conde deseaba que Francisco conociera pronto, y de su mano, las virtudes urbanísticas del París del barón de Haussmann30. La II Guerra Mundial, conflicto destructivo y doloroso donde los haya, había finalizado dos años antes con la inauguración de un período que se acabaría bautizando con el nombre de «guerra fría». Fueron tiempos difíciles para Europa y para España. En 1945, la ciudad alemana de Nuremberg acogió al tribunal encargado de juzgar y condenar a muerte a veinticuatro altos funcionarios del régimen nazi, bajo la triple acusación de crímenes contra la paz, de guerra y contra la humanidad. También entonces, con la firma del tratado de San Francisco nació la Organización de las Naciones Unidas, iniciándose así una progresiva institucionalización internacional que no evitó el nacimiento de dos bloques antagónicos articulados alrededor de los EE.UU. y la URSS. La Gran Alianza que había derrotado al Eje en la dramática contienda se disolvió en apenas dos meses. La guerra fría marcaría, a partir de ese momento, la escena internacional durante casi un siglo materializándose el enfrentamiento entre dos concepciones distintas de la política. Una, la representada por la democracia liberal defendida por Occidente, vinculada a la defensa de las libertades individuales; otra, la conocida como democracia popular propugnada por el Este, preocupada por la igualdad, objetivo por el que incluso entendía justificable la suspensión misma de las libertades formales. Con un fondo histórico como el descrito, el París que encontraron padre e hijo fue el de una
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Barón Georges Eugène Haussmann (1809-1891) Fue un político y arquitecto parisino que ejerció, entre otros cargos, los de Alcalde de Burdeos, congresista de la Gironda y prefecto del departamento del Sena. Ha pasado a la historia por su reforma urbana de las calles de París, bajo la protección de Napoleón III.
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ciudad que hervía culturalmente después del miedo y la represión que había seguido a la ocupación alemana. […] probablemente en 1946 se advertía el comienzo de lo que iba a ser a partir de 1950 el gran debate entre los existencialistas de «Temps Modernes» y los marxistas de la «Nouvelle Critique». Pero los temas no procedían de la guerra fría y de los campos de concentración soviéticos, sino de los crímenes nazis y de sus campos de exterminio31.
En la pintura, el informalismo y el expresionismo abstracto de los pintores matemáticos hacían del collage el instrumento con el que dar vida a sus composiciones. Los tachistas descubrían la fuerte capacidad expresiva de la mancha, mientras que en la literatura, Camus había publicado pocos años antes libros como El mito de Sísifo o El extranjero, y estaba a punto de dar luz a La Peste, obra existencialista que encumbró definitivamente a su autor. En España, el clima cultural era bien distinto. Con la mayor parte de los intelectuales en el exilio y con una exigente censura implantada por el franquismo, la libertad era una necesidad a la que sólo se podía acceder saliendo del país. Fue éste un Tiempo de Silencio, como más tarde lo denominó Luis Martín Santos32. Durante la corta estancia parisina, padre e hijo rellenaron una maleta con libros franceses que no se podían comprar en Madrid, y los trajeron a España como botín clandestino para consumo pausado. Desde ese momento, muchos de esos títulos se convirtieron en lecturas preferidas del joven estudiante y le hicieron aficionarse, prematuramente, a entrar en contacto con determinados libreros para comprar obras prohibidas en España. En Madrid, mucho antes de que «Fuentetaja» se convirtiera en visita obligada para los que querían sentir el placer de leer libremente y juzgar por sí mismos sobre si las obras eran educativas o no, Ordóñez aprendió a conocer las pequeñas recámaras de la Calle Libreros, o de la Cuesta de Moyano. La actitud desafiante frente a la prohibición de ciertas lecturas, 31 32
F. Fernández Ordóñez y E. García Rico, ob. cit., 1982, pág. 49. L. Martín Santos, Tiempo de Silencio, Barcelona, Seix Barral, 1985.
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contrasta con un Ordóñez que entonces y después fue siempre muy escrupuloso con las normas. Nada consentía hacer fuera de la legalidad vigente, sin embargo en esta época de juventud, debió pensar que la ley no estaba siendo excesivamente justa con ciertos españoles, con ciertos autores, con ciertos lectores, y prefirió anteponer su conciencia a las normas. Los hermanos se beneficiaron de esta afición del primogénito y gracias a él pudieron leer algunas obras de Nietzsche, Feuerbach, o el poeta Miguel Hernández. José Antonio Fernández Ordóñez ha recordado cómo Francisco fue el principal suministrador de los libros que leyó mientras permaneció convaleciente de pleuresía en la finca familiar de Peñagrande; muchos serían determinantes en su formación intelectual33. El ambiente familiar siempre fue disciplinado, nada altivo y muy enriquecedor; pero ante todo, peculiar porque sólo una minoría en esos días podía comunicarse perfectamente en varios idiomas, tener acceso a un piano, a una variada biblioteca, sintonizar una información diferente a la estatal, incluso extranjera, o viajar a la capital de la cultura europea. Una familia burguesa, a la que el trabajo continuo había llevado a una posición deshogada. Innegablemente, eran una de las proles con mayor inteligencia por metro cuadrado34. Francisco, un niño astuto, retraído y sensato, recibió todo este aporte educativo muy marcado por el hecho de ser el primogénito. Mi drama es que yo nunca entendí a mi padre cuando me daba clase de matemáticas, y entonces él se ponía furioso. Hay que tener en cuenta que yo era el primero. Y al primero lo educan. Cuando hay diez hermanos, además de los padres, se educan unos a otros35.
Los dos hermanos mayores se llevaban tres años entre sí; con el tercero siete. A partir de ahí nacieron el resto, con intervalos 33 34 35
J. A. Ordóñez y C. G. Santa Cecilia, ob. cit., 1993, pág. 11. M. Vicent, ob. cit.,1984, pág. 168. J. Cavero, ob. cit.,1990, pág. 25.
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más próximos. Esta cercanía de edad entre Francisco y José Antonio marcó, desde los primeros años de vida, una relación estrechísima36. De niños fueron inseparables, de adultos, por muy ocupados que estuvieran, hablaban constantemente. Fueron amigos, confidentes, hermanos y eternos conversadores de lo divino y lo humano. Gustos, inclinaciones y expectativas vitales concordantes hacen que no podamos entender a Francisco Fernández Ordóñez sin la figura de José. La gran diferencia es que a éste no le interesó adscripción política alguna. Los tres hermanos compartían habitación. Durante la infancia, la relación con Carlos fue menos estrecha que con José Antonio; algo lógico por la diferencia de edad. El mayor dormía en una pequeña cama mientras que los otros dos lo hacían en unas literas. Con el paso de los años, el vínculo entre Francisco y Carlos creció en intensidad. El aprecio se hizo mutuo. El primero admiraría en su hermano sacerdote la entrega desinteresada a los más desfavorecidos. Carlos, por su parte, siempre vio en Francisco a una persona fiel a sí misma, muy íntegra y coherente, sin caer en dogmatismos. De adultos, las discusiones políticas, en concreto, llenaron muchas tardes de tertulia entre ambos.
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Fue un destacado Ingeniero de Caminos, autor de famosos puentes como el madrileño paso elevado de la Castellana, con el museo de escultura al aire libre que realizó junto a Julio Martínez Calzón; la rehabilitación de puentes califales, romanos del siglo xviii y xix; el Puente del Centenario sobre la dársena del Río Guadalquivir en Sevilla; la Pasarela sobre la Ría de Bilbao frente al Museo Guggenheim, entre otros. Desde 1993 hasta su muerte en 2000, ejerció como Presidente del Patronato del Museo del Prado. Fue pionero en el campo de la ingeniería humanista, culta y preocupada por la influencia estética de las obras en el entorno de la ciudad, tuvo el perfil de un hombre del Renacimiento y su carrera fue reconocida con el ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En los últimos años del franquismo y en plena transición política a la democracia, en casa de José Antonio tuvieron lugar numerosas reuniones. El apoyo que Francisco recibió de su hermano José fue especialmente intenso cuando el compromiso político del primero le puso, a veces, en situaciones comprometidas.
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… era un político atípico porque era un placer hablar de política con él, precisamente porque no era dogmático, no era fundamentalista de la política, no era de los que no se movían un ápice, ni de los que no dan su brazo a torcer, me encantaba hablar de política con él37.
La formación de los Fernández Ordóñez es deudora, en gran medida, de intensos debates familiares. «¿De qué tratáis que discrepo?» se terminó por convertir en una coletilla habitual para interrumpir una conversación e iniciar encendidas discusiones. Estos ejercicios intelectuales pasarían a formar parte de la personalidad del Ordóñez adulto. Una familia de diez hermanos es una escuela de convivencia y de debate. Te das cuenta de que el que discrepa de ti no es un extraño. Puede ser tu hermano38.
La universidad y el encuentro con Ortega y Gasset Los años de la niñez y adolescencia tocaron a su fin. Llegó el momento de optar por satisfacer los deseos familiares respecto a la orientación profesional, o la vocación. Al terminar el Bachillerato había que decidir. Esta vez la decisión era mía y resultaba no de un proyecto elaborado sino de una confusa idea de lo que no quería y para seguir moviéndome en un ámbito más propicio para mis aficiones y mis deseos. La niñez se cierra definitivamente cuando uno regresa a casa con un recibo de matrícula de la Facultad de Derecho. Empieza la verdadera partida. Se acabaron las notas semanales de colores, los castigos escolares, el corto camino andando desde mi casa por la calle Castelló hasta el colegio; se acabó la vida al instante, gozosa, y vital, despreocupada como la de un perro que corre por la playa. Tenía delante la fatigosa tarea de saber qué quería hacer en la vida sin saberlo
37 38
Entrevista con Carlos Fernández Ordóñez, Madrid, 5 de julio de 2003. J. Cavero, ob. cit., 1990, pág.18.
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muy bien. Tenía ante mí la despedida de unos amigos y la llegada de otros nuevos, desconocidos, la incertidumbre en las aulas universitarias, la anónima presencia de quien comienza un largo maratón con otros miles y miles […]39.
La decisión provocó la primera grave desavenencia con su padre quien, convencido de que Francisco seguiría sus pasos estudiando Ingeniería de Caminos, tuvo que escuchar cómo aquél prefería estudiar Filosofía y Letras. Disgustado, imaginando a su hijo «conduciendo tranvías, o vendiendo libros, o muerto de hambre» (las erróneas premoniciones paternas y advertencias familiares típicas de la época) comenzaron una negociación intermedia entre unos estudios y otros que, en un mar de dudas, le llevaron a iniciar la licenciatura de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, entonces ubicada en la calle San Bernardo. Corría el año 1948. La Facultad de Derecho, junto a la de Medicina eran las más ligadas a la burguesía tradicional y las que más proyección social proporcionaban. En la decisión final tuvieron un peso fundamental las conversaciones con un buen amigo del padre, Diego Hidalgo40. 39
F. Fernández Ordóñez (s.f.): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). Diego Hidalgo Durán, político y jurista, nacido en los Santos de Maimona, provincia de Badajoz, en 1886. En 1930 formó parte del partido Alianza Republicana, formación que lideraba Manuel Azaña. Después se integró en el Partido Radical de Alejandro Lerroux, y cuando se proclamó la II República fue elegido diputado por Badajoz. En septiembre de 1932, formó parte de la comisión parlamentaria que se encargó de elaborar la Ley de Reforma Agraria, en la que se opuso a las posturas defendidas por los socialistas y por los republicanos. En enero de 1934, Lerroux le nombró ministro de Guerra sustituyendo a Diego Martínez Barrio. En este puesto permaneció hasta octubre de 1934, justo hasta después de la «Revolución de octubre». Iniciada la Guerra Civil se adhirió a la sublevación militar pensando, como tantos otros, «que Franco va a ser partidario de una restauración ordenada del régimen republicano, y le reconoce como la persona capacitada para implantar en España la legalidad, el orden y el respeto a la autoridad. A tal conclusión le habrán llevado conversaciones con Franco en las que éste se había declarado leal a la República, y había criticado severamente a Prim». C. Muñoz Tinoco, Diego Hidalgo. Un notario republicano, Badajoz, Departa40
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De todos sus profesores de la Facultad de Derecho, entre los que destacan nombres como los de Francisco Javier Conde, y Antonio Hernández Gil, sintió especial predilección por el catedrático de Derecho Constitucional Nicolás Pérez Serrano, a quien solía acompañar en tranvía hasta llegar a la Facultad41. Durante el trayecto le escuchaba con la inquietud de quien reconoce la maestría; Pérez Serrano había sido en su día un influyente republicano que, tras la finalización de la guerra, pasó a vivir en una reclusión profesional, evidentemente obligada. Además de sus clases en la Facultad de Derecho, la mayor parte del tiempo lo empleaba en las tareas propias del bufete de abogados de Madrid al que pertenecía. Al margen de sus profesores, hubo un hecho que influyó en la formación intelectual de Ordóñez: el encuentro con Ortega. El 8 de agosto de 1945, Ortega y Gasset había regresado a España movido por una cierta «nostalgia hispana»42, convencido de que el final de la Segunda Guerra Mundial pondría fin a la dictadura del general Franco, y de que España recuperaría su puesto entre los países democráticos. Nada más lejos de la realidad. A pesar del aislamiento al que fue sometido el régimen hasta el año 1950, la dictadura logró sobrevivir. Cuatro años después, en 1949, Francisco asistió acompañado de su padre a una de las conferencias que Ortega dio en su Instituto de Humanidades43, mento de publicaciones. Excma. Diputación provincial de Badajoz, 1986 pág. 122. Remitimos, asimismo, a su propia obra publicada como autor. Probablemente el de Diego Hidalgo sea el único caso en el que los dos bandos le perseguían en la guerra civil y, los dos bandos, reconocieron su valía. 41 Fueron profesores de Fernández Ordóñez en la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid: D. U. Álvarez Suárez, D. G. Sánchez, D. F. J. Conde, D. M. Puigdoller, D. E. Cuello Calón, D. N. Pérez Serrano, D. E. Montero, D. J. Guasp, D. A. Hernández Gil, D. J. Jordana, D. A. de Luna, D. Gascón y Marín, D. Prieto Castro, D. W. González Oliveros y D. J. Subizarreta. 42 Para conocer las motivaciones del retorno de José Ortega y Gasset véase G. Morán, El Maestro en el erial. Ortega y Gasset y la cultura del franquismo, Barcelona, Colección andanzas, Tusquets Editores, 1998, pág. 93, y Zamora Bonilla, J., Ortega y Gasset, Barcelona, Plaza y Janés, 2002. 43 Proyecto pedagógico iniciado por José Ortega y Gasset a finales de los
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dentro del ciclo de doce lecciones sobre Historia Universal que el filósofo había iniciado en diciembre de 194844. El joven Ordóñez pudo estrechar, por un instante, las manos del gran filósofo. En cada conferencia, los asistentes se disponían alrededor de la figura del maestro y, antes de iniciar su alocución, todos ellos se presentaban sucesivamente45. Sobre este primer y único encuentro con el filósofo madrileño, Ordóñez recordará años después: Alguien me presentó a Ortega en una de las Conferencias que pronunciaba en el cine Barceló «El hombre y la gente». Yo había pagado el precio de la entrada para toda la serie de conferencias y tomaba apuntes religiosamente para no perder ninguna palabra46.
La corta edad de Ordóñez, 19 años, y su aún limitada formación, no le permitieron guardar la suficiente distancia ni ejercer la capacidad crítica con respecto al contenido de las conferencias. De cualquier manera, la oratoria, el gesto, el talento manifiesto del filósofo contribuyeron a incrementar la admiración que Ordóñez ya sentía por él tras haber leído algunas de sus obras. A partir de entonces, no dejó nunca de releer a Ortega, a quien tuvo como referente intelectual. De la asistencia del joven Ordóñez a las conferencias ha quedado testimonio en dos años 40, en el que participaron algunos de sus más cercanos colaboradores, tal es el caso de: Xavier Zubiri y Alfonso García Valdecasas, Julián Marías, Emilio García Gómez, Julio Caro Baroja, Benito Gaya y otros. Para abundar en los orígenes y las actividades del Instituto. Véase Abellán, J. L., Ortega y Gasset y los orígenes de la Transición democrática, Madrid, Espasa-Fórum, 2000. 44 Las conferencias fueron: «Una interpretación de la historia universal» (título además de las doce lecciones) y «El hombre y la gente». 45 Este encuentro es rememorado por Ordóñez en la Conferencia «Estabilidad y distensión en el Mediterráneo» pronunciada el día 14 de noviembre de 1990 en la Fundación Ortega y Gasset. Ministerio de Asuntos Exteriores (s.f ), Discursos y Declaraciones del Ministro de Asuntos Exteriores D. Francisco Fernández Ordóñez, 1990, Ministerio de Asuntos Exteriores, Oficina de Información Diplomática, Madrid. 46 F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.).
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documentos: unas notas manuscritas sobre «El hombre y la gente», y otras rememorando este mismo acontecimiento, escritas siete años después. En diversos pasajes de estas notas recoge Ordóñez frases sueltas que entonces despertaron su interés y que merecen ser reproducidas por la importancia que con el tiempo llegarían a tener en su pensamiento: El hombre se ha perdido una vez más. Esto es constitutivo de su esencia: ser capaz de perderse. Y esa capacidad es un privilegio porque se sabe perdido y busca encontrarse. […] el hombre se sabe perdido y busca encontrarse, ¿qué es lo que ha de encontrar? ¿A sí mismo? (…) el hombre está forzado a ser libre. Porque la vida que le es dada le es dada vacía y tiene integralmente paso a paso que ir haciéndosela. El hombre es pues el ser que con su vida va haciendo su historia, «a diferencia de los demás seres, ejemplo la piedra, el animal, a quienes les es dado su ser prefijado, ya resuelto, y le es dado además su comportamiento 47.
Compaginando los estudios universitarios, las múltiples lecturas y la asistencia a conferencias de contenido diverso, Francisco Fernández Ordóñez aprovechó los veranos para cumplir con la obligada formación castrense, unos meses que le debieron resultar tediosos e interminables dado su nulo espíritu militar. Las milicias universitarias solían hacerse durante tres veranos y a él le correspondieron en el Campamento de «El Robledo» (Segovia). Su reemplazo fue el de 1951. Luego fue destinado como Alférez de Complemento de la Infantería al Regimiento de bicicletas de piñón fijo, el «Cantabria 39», con acuartelamiento en Toledo48. Mari Paz le esperaba pacientemente. La amistad infantil había desembocado en una temprana relación sentimental de la que, tiempo después, dirá:
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F. Fernández Ordóñez (s.f ): Notas sobre Ortega (Arch. F.F.O.). En su cartilla militar, en la que consta con el número 722774 (caja de reclutas Madrid núm. 2) figura como fecha de reemplazo el año 1951. 48
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Aquel noviazgo interrumpió mis relaciones de amistad con mis compañeros de juegos, de domingos en los cines, en el fútbol, o en los bailes caseros de gramófono y refrescos sencillos, cuando aún no sabíamos lo que era la coca-cola o el Whisky, y se bailaba de siete a nueve bajo la atenta mirada de los padres, cuando no estaba prohibido, como en Sevilla, por el Cardenal Segura49.
Tímidos y con un entorno social que veía los noviazgos como «algo muy serio», que apartaba de otras posibles amistades, no es de extrañar que se volcaran el uno en el otro siempre bajo el cándido cuidado de algún ocasional acompañante, normalmente hermanos de ambos. Terminada la carrera, en 195350, Ordóñez obtuvo premio extraordinario de licenciatura. Intentó conciliar sus estudios de Derecho con los de Económicas, pero hubo de desistir en el empeño, excesivamente apremiado por la falta de tiempo51. La Universidad, por entonces, era un simple medio con el que poder abrirse camino en la vida. Sólo años después, las aulas consiguieron convertirse en un espacio de libertad y protesta. … no veía la Universidad como un recinto más libre aunque luego lo fuera, sino como algo que había que hacer para ganarme la vida, ahora que tenía novia y era un poco responsable de alguien que me quería y que tenía el valor de avanzar conmigo un camino desconocido y largo…52.
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F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). El título de licenciado en Derecho le fue expedido con fecha 14 de agosto de 1952. 51 En varias ocasiones, incluida en la biografía preparada por José Cavero, Fernández Ordóñez afirma haber intentado compatibilizar los estudios de Derecho y de Economía. Hay constancia documental de haber estado matriculado y de cursar varias asignaturas en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas (sección Economía) de la Universidad de Madrid durante los cursos 1959-1960 y 1960-1961; concretamente Libro escolar y papeletas de calificación. En cambio, no hay ningún documento que se refiera al intento de compatibilizar estos estudios en los años indicados por el interesado. 52 F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). 50
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Muy posiblemente, por primera vez, tomó conciencia de que su vida pretérita había finalizado. El cambio fue total. Percibió la mutación tanto física como mentalmente. Hay un momento, un instante irrepetible, en que cambia el horizonte de nuestra vida. Una mañana ante el espejo; una madrugada […] la muerte del padre, o de un amigo verdadero. Recibimos entonces el mensaje cierto de la contingencia. Tomamos conciencia de lo que somos, de lo que hubiéramos querido ser y ya no seremos nunca53.
El ingreso en la función pública: el despertar de la preocupación socio-política Tras obtener el título de licenciado en Derecho y estando éste aún en tramitación, el joven Ordóñez se embarcó en la aventura opositora. Las oposiciones de Judicatura le garantizarían una cierta estabilidad económica, y harían posible plantearse el matrimonio con María de la Paz García Mayo. Fueron nueve meses intensos con una peculiar forma de estudiar. Doce horas diarias en la soledad de la habitación, paseando ensimismado de arriba abajo con libros y apuntes en la mano, recitando en voz alta el contenido árido de las lecciones, absorto, haciendo girar la liga de sus calcetines en el dedo índice mientras caminaba y cantaba temas. José y Carlos, con quienes compartía habitación, también «sufrieron» la preparación de las oposiciones de día y de noche; de noche, sí, porque Francisco era algo sonámbulo y parecía no haber tenido bastante a lo largo del día. Entre sueños murmuraba continuamente sin que los hermanos, desde sus literas, pudieran hacer nada para evitar semejante calvario. La disposición y condiciones intelectuales del opositor, hacían aguardar de antemano un resultado positivo. No obstante, existía una «costumbre epistolar» en la época que pretendía allanar 53
Ibíd.
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el camino de los candidatos, a la que Fernández Ordóñez tampoco pudo sustraerse. Las cartas de recomendación eran una pieza más de un sistema conocido y compartido por todos, de manera que muchos consideraban un honor ser presentado por personas de prestigio y reputación profesional. Siguiendo esta práctica, Francisco Fernández Conde escribió una carta a su amigo Diego Hidalgo informándole de las aspiraciones de su hijo, al tiempo que solicitándole intercepción ante los miembros del Tribunal. Hidalgo contestó poco después interesándose por el número de sorteo de la oposición, y comunicando su intención de contactar con algunos de los miembros que compondrían el tribunal opositor. He leído su carta y he visto que nuestro futuro Juez se examinará por lo visto en marzo. Me alegraría que Vd. me dijese el número que tiene en el sorteo. Menos a dos señores del Tribunal, a los demás los conozco mucho, y de ellos hay cuatro que son íntimos amigos míos […]. A todos les voy a decir que van a oír a un magnífico estudiante de Derecho, que tiene una gran formación y que hará, seguramente, un papel muy lucido, y tenga Vd. la seguridad, creo que puedo decir absoluta, de que ingresará con creces en la Escuela Judicial. Y quien sabe si ahí está su destino […]54.
Durante el tiempo que duró la oposición, algunos de los vocales del Tribunal de Ingreso en la Escuela Judicial, concretamente, los Sres. Castán, de la Plaza, López Peces y Alamillo, tuvieron informado puntualmente a Diego Hidalgo de los progresos del joven Francisco. Hidalgo a su vez, se encargó de que los Ordóñez conociesen lo que iba pasando. Parece, a tenor de lo dicho en las diversas cartas de las que se tiene constancia, con la excepción de la segunda misiva remitida por Alamillo, que el primer ejercicio de la oposición fue mucho más lucido que el segundo, a pesar de lo cual éste fue evaluado
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Carta de Diego Hidalgo, fechada el 17 de noviembre de 1953, y dirigida a Francisco Fernández Conde. (Arch. F.F.O.).
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con mayor puntuación55. En cualquier caso, todas las cartas recibidas por Hidalgo hacían mención de las altas cualidades demostradas por el candidato, lo que justificaba la decisión final de concederle el número 1 de su promoción, y disculpaba el menor rendimiento en el segundo ejercicio de la oposición. […] este muchacho confirmó cuanto Vd., me había adelantado acerca de él. Su preparación era muy buena y, además, de primera mano, y hecha sin apuntitos, o por lo menos con un conocimiento bastante exacto de la bibliografía que podía utilizarse para contestar a cada tema. […] tiene una expresión fácil, aunque acaso un poco vehemente y ese aspecto de modestia que caracteriza siempre a los que tienen algo que decir y no son estafadores de la ciencia […]56. […] no hubiese sido nada justo y desde luego muy poco humano, bajar la puntuación de un chico, que es hasta ahora el número uno de la oposición, cuando estaba archidemostrado que había hecho una preparación especial y tomando como base ésta tan magnífica que demostraba su hombría de bien como opositor y su vocación a prueba de desengaños […]57. 55
«Mi querido amigo: El Opositor a ingreso en la Escuela Judicial, número 427, Don Francisco José Fernández Ordóñez, a quien se refería su grata, practicó en el día de ayer el primer ejercicio de estas Oposiciones, obteniendo su aprobación con 11.10 puntos de calificación». Carta con membrete del Tribunal de Oposiciones a Ingreso en la Escuela Judicial, fechada el 28 de febrero de 1954 y remitida por Saturnino López Peces (Arch. F.F.O.). «El Opositor a ingreso en la Escuela Judicial, número 427, Don Francisco José Fernández Ordóñez, a quien se refería su grata, practicó en el día de ayer el segundo ejercicio de estas Oposiciones, obteniendo su aprobación con 11,62 puntos de calificación», Carta con membrete del Tribunal de Oposiciones a Ingreso en la Escuela Judicial, fechada el 6 de junio de 1954 y remitida por Saturnino López Peces (Arch. F.F.O.). 56 Carta con membrete del Tribunal de Oposiciones a Ingreso en la Escuela Judicial, fechada el 10 de marzo de 1954 y remitida por Manuel de la Plaza (Arch. F.F.O.). 57 Carta con membrete del Tribunal de Oposiciones a Ingreso en la Escuela Judicial, fechada el 11 de junio de 1954 y remitida por Manuel de la Plaza (Arch. F.F.O.).
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Todo este cruce de líneas propio de la época, a medias entre la cortesía corporativa y el tráfico de influencias, no desmerece en absoluto el ingreso de Fernández Ordóñez en la carrera judicial. No se trató de un ingreso por la puerta falsa, dado que, un supuesto cumplimiento de favores no hubiese obligado a que el «recomendado» ocupase el primer puesto, como así fue; hubiera bastado con darle cualquier plaza. Además, si hubiese existido alguna sospecha sobre la licitud del procedimiento, Ordóñez jamás habría guardado aquellas, en apariencia, comprometedoras cartas. Quince días después de obtener la plaza, el 19 de julio de 1954, contrajo matrimonio en la capilla de su antiguo colegio Nuestra Señora del Pilar, con la niña con quien había compartido juegos. Mari Paz García Mayo (9-1-1931 / 13-5-2000), vallisoletana, pertenecía a una familia tradicional como la suya, pero tenía aficiones diferentes a su marido. La lectura no formaba parte de ellas. La poesía no le gustaba, no la entendió nunca. Por el contrario, lo suyo fueron los números. Tanto es así que llegó a estudiar cuatro cursos de Ciencias Exactas. Debió ser de las pocas mujeres que había en la facultad, pero no concluyó la carrera y, como era costumbre, una vez casada, optó por no trabajar fuera de casa, permaneciendo el resto de su vida como perfecta compañera y sostén del hombre público. A Francisco le gustaba decir de ella que era «su única certidumbre». El apoyo al marido fue constante cuando las dificultades y las apuestas personales comprometieron, demasiadas veces, la tranquilidad familiar. No podríamos entender al propio Ordóñez, probablemente, sin tener presente a esta mujer llena de carácter que fue su esposa. Sin la figura de María Paz García Mayo sería más difícil componer una parte de la personalidad de su marido, la que concilia aspiraciones, dudas y miedos, y la que compartió íntimamente la existencia de Francisco Fernández Ordóñez, desde su juventud hasta su madurez58.
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Sobre esta combinación de caracteres léase: «Paco Ordóñez: Hombre de Estado o camaleón político», en Cambio 16, 22 julio de 1985, núm. 712, pág. 18.
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Nunca pudieron tener hijos, circunstancia que, al menos externamente, no causó mayor problema en su relación de pareja. En algún momento contemplaron la posibilidad de adoptar un niño, pero nunca terminaron de aceptar por completo los riesgos que ello conllevaba. Si nos atenemos a sus propias palabras: No he sentido nunca la necesidad de tener hijos, y al final mi mujer y yo nos hemos acostumbrado a vivir solos. La nuestra es una pareja que siempre ha funcionado, prácticamente desde que éramos niños, que es cuando nos conocimos. Y, a pesar del egoísmo que suele generarse cuando no se tienen hijos, lo que permite que cada uno pueda montarse su propio mundo, nosotros hemos desarrollado al mismo tiempo una dependencia fuerte59.
Con la boda concluyó una etapa de grandes cambios vitales: terminar la carrera, tres meses de alférez, en octubre comenzar la oposición, aprobarla en mayo, casarse en julio y enfrentarse a nuevos retos, un destino incierto y una profesión por descubrir. Con la expectativa de obtener una plaza lo más próxima a Madrid, el padre de Ordóñez acudió de nuevo a un amigo que, a su vez era consuegro del Ministro de Hacienda del momento. A juzgar por los resultados, no parece que la misiva tuviese demasiados efectos y confirma el hecho de que las cartas de recomendación fueran algo más burocráticas que infalibles. Finalmente, Ordóñez fue destinado con carácter interino y como Abogado Fiscal de entrada, para cubrir la vacante dejada por José Escudero García en el cargo de Teniente Fiscal de la Audiencia Provincial de Huelva60. Tenía veintitrés años. Para no tener que marcharse a un pueblo, prefirió no ejercer como juez y accedió a esta plaza de fiscal ofertada en la capital onubense. Acostumbrados a una ciudad de altos vuelos como Madrid, 59
I. de la Fuente, «Perfil Francisco Fernández Ordóñez», en El País, 22 de octubre de 1989. 60 Escrito de la Dirección General de Justicia del Ministerio de Justicia, Madrid, 9 de noviembre de 1955 (Arch. F.F.O.).
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Huelva no dejaba de ser un mundo desconcertante aunque, ciertamente, acogedor61. La Audiencia de Huelva era pequeña y de tono familiar. Los abogados «eran casi siempre los mismos, en su mayoría de oficio, y a veces había que ayudarlos a preparar la defensa»62. La ciudad andaluza se convirtió en el banco de pruebas de su vocación pública. De un lado, por el hecho de ser éste el inicio de su destino profesional como funcionario y, de otro, porque la naturaleza del puesto le permitió entrar en contacto con una realidad social y política que se le reveló desde un principio desigualitaria e injusta. Era una justicia no para los pobres sino sobre los pobres. Los otros, los del dinero y los cargos importantes, estaban fuera de la justicia, estaban siempre dentro de la Ley63.
Hasta ese momento, la vida de Ordóñez había transcurrido por la senda del estudio y el esfuerzo personal, desatendiendo casi por completo cualquier preocupación social y política que se saliese de los cauces legales. La práctica como fiscal le abrió un mundo novedoso en el que eran observables graves desequilibrios, incultura, desamparo, y otras tantas lacras sociales. Esta realidad hiriente, hasta el momento arrinconada, despertó en él la conciencia social y la preocupación política que orientaría el resto de su existencia. Sirvan como aval de esta toma de conciencia las siguientes palabras que Ordóñez escribiría mucho tiempo después: Descubro en Huelva el contacto con la gente humilde. A pesar de que todo el mundo cree que ser fiscal es otra cosa, en realidad mi trabajo era como estar en un confesionario. Llega la gente de los pueblos a contarte que le han violado a su hija, 61
Francisco Fernández Ordóñez prestó juramento del cargo de Abogado Fiscal de la Audiencia de Huelva ante la Junta de Gobierno, el 14 de noviembre de 1955. Comunicación dirigida por el Presidente de la Audiencia Provincial de Huelva al Fiscal Jefe de dicha audiencia (Arch. F.F.O.). 62 F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). 63 Ibíd.
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o que le han matado a su mujer, o que le han robado. Veo los barrios pobres y la miseria horrible y comienzo a plantearme el problema de la distribución de la renta; qué pasa con los impuestos, qué pasa con la economía en definitiva. Irrumpen en mí de pronto los planteamientos económicos de la vida frente a los enfoques puramente literarios o filosóficos…64.
Acudía a su trabajo en la Audiencia provincial de Huelva, situada en la calle del Puerto, conduciendo una vespa que aparcaba en la puerta, en el mismo sitio donde testigos, denunciantes y procesados se agolpaban a la espera de su turno; la misma «muchedumbre doliente y pobre» que suele ocupar el tiempo de la justicia. En los barrancos del Chorrito se acumulan miles de vidas miserables, como las que he visto después en tantos lugares de mundo. Pero lo tremendo es que el Obispo se habrá construido su imponente palacio sobre ellos, […] qué hemos hecho del mensaje de Cristo, dónde se ha ido la esperanza cristiana65.
La contemplación de la injusticia constituyó el impulso definitivo de la nueva preocupación, todavía más de corte social que político. En la Audiencia se dirimían cuestiones de justicia pequeña como hurtos domésticos, estupros, escándalos de homosexuales. No fue hasta mucho tiempo después cuando se produjo una vinculación nítida entre la lucha por la igualdad y la lucha por la libertad; y es que, como confesó en uno de sus escritos: […] entré en política por un sentimiento de la injusticia, de que la injusticia no era una fatalidad, y de que se podía arreglar. Esa fue mi entrada, por el hambre, no por la libertad66. 64
S. Pérez Díaz, ob. cit., 1977, págs. 17-18. F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). Aunque es difícil entender esta parte del manuscrito, creemos que la idea general que expresa es muy clara y merecía presentarse. 66 M. Torres, «Me quedan más convicciones que ilusiones» en Cambio 16, núm. 712, 22 de junio de 1985. 65
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El recuerdo de sus compañeros permanecería en la memoria de Ordóñez, en especial, el del presidente de la Audiencia, Miguel Cruz Cuenca; un hombre «de talante democrático, comprensivo e inteligente, un andaluz escéptico y sabio»67 que vilmente fue asesinado veinte años más tarde por la banda terrorista GRAPO. Desde Huelva, Francisco Fernández Ordóñez contempló impasible el renacer de una oposición política incipiente. Obreros y, sobre todo estudiantes, comenzaron a constituirse en la avanzadilla de una seria contestación interna al franquismo. Hasta entonces la dureza represiva y la cercanía del conflicto civil, habían impedido su irrupción. El año 1956 fue especialmente significativo en el desarrollo y consolidación de esa oposición interior al Régimen. Toda una generación de universitarios que no había vivido la guerra civil, pero que irremediablemente sufría las consecuencias de la falta de libertad impuesta por el régimen empezó a tomar conciencia de su relevante papel en el futuro, y se empeñó en ser protagonista del deseado cambio68. En los primeros días del mes de enero, estos jóvenes idearon la organización de un Congreso Nacional de Estudiantes con objeto de reclamar una democratización de las estructuras uni-
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F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). «El Presidente de la Audiencia era Miguel Cruz Cuenca, que llegó a ser muchos años después magistrado del Tribunal Supremo. Nunca abandonamos nuestra amistad. Era un hombre de talante democrático, comprensivo e inteligente. Un andaluz escéptico y sabio. Cuando yo era Ministro de Hacienda, después de las primeras elecciones democráticas, me vino a ver una tarde al Ministerio. El GRAPO me ha anunciado la muerte inmediata. La policía me ha recomendado que salga de Madrid, me dijo. Me dejó preocupado. A ambos nos pareció extraña la propuesta de la policía de abandonar Madrid. Consideramos necesario volver a hablar. Al día siguiente recibí una llamada telefónica cuando estaba presidiendo una reunión en el Ministerio. Salí corriendo desolado. Su cadáver estaba aún caliente en la calle de Alcalá, esquina Narváez. La gente se había amontonado alrededor. Una mujer me reconoció y dijo: «Mírale, es un Ministro, ya estará satisfecho». Yo tenía los ojos arrasados en lágrimas. La política debería tener otro premio». 68 Entre esos jóvenes estaban: Javier Pradera, Ramón Tamames, Juan Sebastián Garrigues, José María Ruiz Gallardón, etc.
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versitarias existentes. Muy pronto, algunos de los organizadores defendieron la idea de ampliar la base de las reivindicaciones, en el convencimiento de que los problemas universitarios y los problemas generales de la sociedad española estaban íntimamente vinculados. Miguel Sánchez Mazas, uno de los más activos miembros de la organización del Congreso, quiso dejar clara esta postura afirmando: Los universitarios democráticos no podemos aparecer, en nuestra primera toma de posición unitaria frente al Gobierno, defendiendo con espíritu corporativista y egoísta — ante un pueblo oprimido desde hace tantos años; ante unos trabajadores que sufren mayores injusticias y están más amordazados que nosotros — unas libertades y unas exigencias limitadas al plano universitario, pues éstas, desgajadas y aisladas del dramático contexto social español, serían de hecho privilegios de mandarines»69.
Como justificación del Congreso se elaboró un manifiesto para el que se inició una recogida de firmas de apoyo. La tensión fue creciendo hasta llegar a límites insospechados y la disputa, que hasta el momento se había circunscrito a las aulas, pasó a la calle justo el día en que se conmemoraba al estudiante falangista fallecido en 1934, Matías Montero70. En aquella jornada de 1956, tras un encuentro casual entre estudiantes falangistas y opositores que tuvo lugar en la calle Alberto Aguilera (a la altura de Guzmán el Bueno), y en medio de una gran confusión, un disparo —posiblemente proveniente del bando falangista— impactó en uno de sus correligionarios, Miguel Álvarez, quien milagrosamente consiguió salvar la vida gracias a la intervención del doctor Sixto Obrador. 69
M. Sánchez Mazas, «Febrero de 1956. El primer desafío al régimen». Cuadernos para el Diálogo, núm. 184, 6 de noviembre de 1976; en J. L. Abellán, ob. cit., 2000, pág. 250. 70 Primer estudiante del Sindicato de Estudiantes Universitario muerto en un encuentro entre falangistas y comunistas durante la Segunda República, el 9 de febrero de 1934.
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Como consecuencia de tales acontecimientos, el clima de tensión se incrementó durante los meses siguientes, siendo detenidos y acusados de estar implicados en dichos incidentes personalidades como: Dionisio Ridruejo, José María Ruiz-Gallardón, Ramón Tamames, Enrique Múgica, Javier Pradera, Gabriel Elorriaga, etc., muchas de las cuales jugarían un destacado papel a partir de entonces en la organización y actividad de la oposición antifranquista. Poco después y a consecuencia de lo ocurrido, Joaquín RuizGiménez era cesado en el ministerio de Educación, y Raimundo Fernández-Cuesta, por su parte, del ministerio de la Secretaría General del Movimiento. Ambos eran los responsables de haber evitado estos sucesos. A partir de entonces, la Universidad nunca volvió totalmente a la «normalidad» impuesta por el franquismo, pasando a ser, por el contrario, uno de los principales quebraderos de cabeza de las autoridades. «Exiliado» en el cómodo, aunque poco lucrativo, destino onubense, Francisco Fernández Ordóñez había asistido a todos estos acontecimientos, que se desarrollaban en su antigua Universidad Complutense, como un mero espectador distanciado. La lejanía geográfica y, quizás también, su particular perspectiva vital volcada principalmente hacia la mejora de su situación económica, le alejaban de cualquier veleidad política que supusiera un compromiso y un potencial riesgo. El matrimonio Fernández-García permaneció en Huelva cinco años y, aunque él no parecía echar nada en falta y era bastante feliz con su pequeño sueldo y su esposa, a ésta le empezó a resultar una estancia bastante monótona. Apremiado por ella, comenzó a opositar de nuevo, esta vez para Inspector de Hacienda —entonces «Inspector del timbre»— que era un puesto mucho más lucrativo que el de fiscal. Tuvo que conformarse con ser el número dos de su promoción71, aunque entonces esta circunstancia no le importó demasiado. Definitivamen-
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El número uno fue precisamente para el hijo de Mariano Navarro Rubio, Ministro de Hacienda entre 1957 y 1962.
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te, ingresó en el Cuerpo de Inspectores Técnicos Fiscales del Estado (Cuerpo Especial de Inspectores Financieros y Tributarios) en 1959. En muy pocos meses gané la oposición y me encontré recibiendo un sueldo casi veinte veces mayor. Recuerdo la comida con el Tribunal de la Oposición en el mejor Restaurante de Madrid. Entraba en un mundo de gentes distintas relacionadas con el dinero y los negocios. En mi familia de ingenieros de caminos se consideró como un retorno natural al medio social originario72.
El interés por los temas económicos, como se sabe, venía de lejos73. El frustrado intento de compatibilizar los estudios de Derecho con los de Económicas lo enfrió durante algún tiempo. No obstante, la inclinación hacia la economía resurgió con fuerza en 1958, tras realizar un viaje a Madrid en el que tuvo la ocasión de entrar en contacto con personalidades del mundo de la economía y de la hacienda. Especial importancia tendría su encuentro con el que más tarde fue nombrado ministro de Hacienda, Antonio Barrera de Irimo74. Eran los años del inicio del gran milagro económico español; los llamados tecnócratas
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F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). Cuenta Enrique Linde Paniagua que los números nunca fueron el fuerte de Francisco Fernández Ordóñez. Llegó a familiarizarse por cuestión estrictamente profesional, pero muchas veces solía fingir un mayor control sobre ellos del que realmente tenía. Entrevista con Enrique Linde, abril de 2001. 74 Antonio Barrera de Irimo, jurista y economista formado en la Universidad de Deusto, fue profesor de Hacienda Pública en la propia Universidad en la que se había formado y, posteriormente, en la Facultad de Derecho de Madrid. Tras ganar las oposiciones a Inspector Técnico del Timbre en 1954, las mismas que algo después consiguió Fernández Ordóñez, en el año 1957 fue nombrado secretario general técnico del Ministerio de Hacienda. Al concluir una etapa de tres años en este puesto, en 1960 Barrera de Irimo se convirtió en director del Instituto de Estudios Fiscales y, algo después, llegó a presidir la Compañía telefónica, cargo en el que permaneció hasta 1973. En el mes de junio de este año fue designado por Franco para ocupar la cartera ministerial de Hacienda. 73
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del Opus Dei ocupaban ya las carteras económicas del gobierno: Ullastres, como ministro de Comercio, y Navarro Rubio, como titular de Hacienda. También fue entonces cuando se puso en marcha el Plan de Nueva Ordenación Económica, más conocido como primer Plan de Estabilización, el de julio de 1959. Este plan representó el fin de la autarquía y, al tiempo, el principio de la fase expansiva que se prolongaría hasta 1974. Con él, España se empezó a consolidar como una sociedad industrializada75. Fernández Ordóñez inició en aquel tiempo todo un peregrinaje por provincias ocupando distintas plazas en las delegaciones de Hacienda de Madrid, Zamora, Cuenca, Teruel, Palma de Mallorca, Zaragoza76. He conocido los pueblos de la España interior […] He aplicado el impuesto del timbre a los ganaderos de ovejas en función de las cabezas de ganado y a los pequeños comerciantes o industriales según unos recibos que clavan unos encima de otros en el pincho vertical que se encontraba en la mesa del almacén […]77.
En el trabajo cotidiano en las diversas delegaciones de Hacienda comprobó que el sistema tributario español estaba desfasado, que no se adecuaba ni a la realidad ni a las necesidades de España. Era un sistema injusto, falto de cualquier atisbo de progresividad. Muy pocos pagaban, mientras que la mayoría eran defraudadores habituales. Los funcionarios recibían sus retribuciones en función del número de fraudes detectados, lo que daba lugar a una situación paradójica en la que cobraban 75
J. P. Fusi y J. Palafox, España: 1808-1996. El desafío de la modernidad, Madrid, Espasa, 1997, págs. 345-346. 76 En Zamora ejerció de Jefe de Negociado de Tercera clase del Cuerpo de Inspectores Técnicos de Timbre del Estado. En la circunscripción de Cuenta-Teruel ejerció de Jefe de Negociado de Segunda Clase y, posteriormente, de Primera clase. En esta misma categoría ejerció en Baleares y, más tarde, en Zaragoza. 77 F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.).
Tiempo de formación (1930-1965)
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más en tanto que las multas al contribuyente eran mayores. Había una complicidad inmoral. El contribuyente que no defraudaba se convertía para los inspectores en un molesto cumplidor de la ley que les hacía perder el tiempo. El defraudador, por el contrario, «era un grato amigo a quien convenía no desanimar porque el año […] próximo se podía repetir una moderada multa que permitiera vivir y dejar vivir a ambos»78. […] al aplicar un impuesto absurdo, remunerado en función de lo defraudado, sin moral para exigir nada de quien casi nunca comprendía nada, en un cuadro general de defraudación y en un sistema tributario ineficiente e injusto, sentí por primera vez la necesidad de hacer algo que permitiera a España pasar del siglo xix al siglo xx. Y durante todos estos largos años no dejé de leer y de estudiar todas las reformas de todos los sistemas fiscales en el mundo, y empecé a ser un estudioso conocido79.
78 79
Ibíd. Ibíd.
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Capítulo 2 EL LARGO CAMINO HACIA EL COMPROMISO DEMOCRÁTICO (1965-1975)
Francisco Fernández Ordóñez en su despacho, a finales de los años 60
Escarceos políticos con la oposición democratica En Zaragoza, Francisco Fernández Ordóñez tuvo su primera experiencia política clandestina. Después de un primer e informal contacto con el grupo democristiano que lideraba el ex ministro franquista Joaquín Ruiz-Giménez, asistió a la creación de Izquierda Democrática1. Se ha llegado a insinuar que Ordóñez militó en dicho partido, cosa que jamás ocurrió. La participación se redujo a la presencia en el acto fundacional como independiente y a la asistencia a varios de los encuentros convocados por los miembros de dicho partido. Por aquellos entonces, la democracia cristiana ya había comenzado a ejercer como avanzadilla opositora al franquismo, y tenía en Ruiz Giménez, a uno de sus más destacados líderes. La relación de Ordóñez con éste último se intensificó con el paso del tiempo, colaborando asiduamente en Cuadernos para el Diálogo, revista mensual creada y dirigida por el dirigente democratacristiano en 19632. 1
Posteriormente, se fundó el partido legalmente en 1976 por el ex ministro de Franco, Joaquín Ruiz-Giménez, y que recoge la tradición de la Izquierda Demócrata-cristiana fundada en 1958 por Manuel Jiménez Fernández, ministro de la República y miembro de la CEDA. Antes de convertirse en partido y celebrar su Primer Congreso en El Escorial (1972), la Izquierda Democrática apareció como sociedad anónima denominada ID (Información y Divulgación), que en la práctica desarrollo en un marco legal, las tareas del futuro partido. 2 Cuadernos para el Diálogo fue el espacio plural dónde se plantearon algunos de los más acuciantes problemas de la España de los años 60 y primeros 70. Los artículos trataban cuestiones políticas, sociales, económicas, culturales, religiosas, etc. En ella colaboraron personajes de orientaciones políticas diversas, fundamentalmente democratacristianos, pero también:
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Tras el largo periplo por la geografía española, terminó recalando en Madrid. En 1967 Ordóñez recibió «la invitación» de acudir becado a los Estados Unidos con objeto de pasar un tiempo en la Universidad de Harvard, donde se especializaría en impuestos y finanzas y, más concretamente, en el Impuesto sobre el Valor Añadido. […] era un funcionario demócrata, bien pagado, inconformista, articulista ocasional en revistas de la oposición, con algunos problemas con la policía por mi actitud en el referéndum de 1967. Nada hacía pensar el giro que al regreso de Estados Unidos tomaría mi vida. Quizás es inútil trazarse metas ni rumbos. Quizás, hagamos lo que hagamos, la propia vida nos arrastra «la poderosa mano que nos lleva3.
El curso de especialización se realizó en la Harvard Law School, con el título «International Tax Program», desde el día 13 de septiembre al 20 de diciembre de 1967. Sobre esta materia versó la tesis que presentó al final de su estancia. Fue una forma curiosa de apartarle de la comprometida presencia en los círculos opositores que, como era conocido en el Ministerio de Hacienda, había empezado a frecuentar desde hacía algún tiempo. En realidad, más que un castigo, aquella beca fue una oportunidad excelente para conocer un mundo nuevo y mejorar su inglés. La estancia en los Estados Unidos coincidió con importantes acontecimientos como el asesinato de Luther King o el gran debate nacional sobre la Guerra de Vietnam. Fue entonces cuando quedó sorprendido por figuras políticas de la talla de Eugene McCarthy, quien en sus mítines tenía la costumbre de recitar poesía4. Aquellos meses fueron decisivos en su formaliberales, conservadores, socialistas, comunistas. De entre ellos cabe mencionar: Pedro Altares, Miguel Bilbatúa José Blasco, Juan Luis Cebrián, Elías Díaz, Pedro Laín Entralgo, José María de Llanos, Gregorio Peces-Barba, el propio Fernández Ordóñez, etc. 3 F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). 4 Algo así le sucedió también con la figura del chileno Pablo Neruda, de quien siempre admiró la capacidad de transformar lo político en materia poética.
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ción; el encuentro con un mundo de libertad y democracia constituyó una experiencia clave para su definitivo interés por cambiar la realidad española, contribuyendo a ello desde el compromiso político. En Harvard entró en contacto con personas esenciales en su adscripción política posterior. Allí conoció a Dionisio Ridruejo, quien, en su peregrinaje económico-intelectual, se hallaba en Estados Unidos para impartir una conferencia sobre la eventualidad de una democracia española, a la que Ordóñez acudió movido tanto por lo sugerente del título, como por el hecho de conocer a un personaje del que tenía ciertas referencias contradictorias. De Ridruejo y de aquel encuentro escribirá años más tarde: Descubrí aquella tarde a un gran español, frágil e indomable, dotado de una dimensión humana tan atractiva y tan diferente, que desde entonces seguí todos sus pasos con devoción de discípulo lejano. Se nos fue muy pronto, y aun nos falta5.
Otra huella imborrable fue la de Diego Hidalgo, el hijo de quien fuera Ministro de Guerra y que tanto les había ayudado años atrás. «Aquí nos conocimos el 12 de octubre, los dos matrimonios, y desde entonces (salvo 1977-1979) fuimos inseparables»6. Además, participó activamente de las clases del profesor Galbraith, y mantuvo con él algún que otro encuentro personal. El Ministerio de Hacienda le había pedido que hiciera los trámites oportunos para invitar al prestigioso economista norteamericano a visitar España y pronunciar una conferencia en el marco de
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F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). Entrevistas a Diego Hidalgo. Esta estrecha relación de amistad explica la importancia de la Presidencia de Diego Hidalgo en la Fundación Conferencia Anual Francisco Fernández Ordóñez. Entrevistas realizadas en Madrid los días 26 de octubre de 2005, 16 de noviembre de 2005 y 1 de diciembre de 2005. Para un perfil biográfico véase el apartado de referencias finales a los entrevistados. 6
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unas Semanas de Estudios de Derecho Financiero. Por entonces, Galbraith estaba volcado en una frenética actividad política que compaginaba a duras penas con su labor docente e investigadora. A pesar de todo, cuando Ordóñez le pidió mantener una entrevista, se la concedió sin mayores problemas, lo que no fue óbice para que el afamado economista no pudiese por más que rechazar la invitación del Ministerio español; estaba muy lejos de su pretensión otorgar oficialidad a un régimen autoritario como el que aún existía en España. A pesar de la negativa a conferenciar, a Ordóñez siempre le sorprendió la disposición que había mostrado hacia él —un simple estudiante español— para recibirle y considerar ofrecer una hora de charla. En Estados Unidos observó que, a diferencia de lo que ocurría en España, se trabajaba con orden, con racionalidad, con mayor o menor eficacia, pero siempre dentro de un sistema de planificación asentado. No obstante, también le asaltó en tierras americanas, por vez primera, una duda ¿por qué en el país más importante del mundo no había sido posible desarrollar un proyecto progresista de responsabilidad mundial? A su regreso, con un diploma en International Tax Program bajo el brazo y cargado de ideas e ilusiones renovadas, se matriculó en los cursos de doctorado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid, concretamente en el titulado: Historia y Reforma del Código Penal Español, obteniendo a su finalización la calificación de sobresaliente. Sin embargo, nunca llegó a presentar tesis doctoral en España. Se integró de lleno en el trabajo del Instituto de Estudios Fiscales, del que llegaría a ser nombrado subdirector7 y ocupó la Jefatura de Estudios del Centro de Estudios Tributarios. Ordóñez no limitó su actividad a las tareas propias del puesto funcionarial que desempeñaba. Investigó aspectos teóricos y aplicados de la imposición; estuvo presente en las Semanas de Estudios de Derecho Financiero organizadas por la Mutualidad de Inspectores; participó en colo-
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La toma de posesión como Subdirector del Instituto de Estudios Fiscales tuvo lugar el 18 de marzo de 1969.
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quios sobre temas económicos variados presentando comunicaciones y ponencias; publicó artículos en revistas especializadas en materia hacendística (en su condición de subdirector del Instituto de Estudios Fiscales, dirigiendo la revista de éste: Economía Financiera Española); elaboró capítulos e introducciones en libros colectivos, etc. Entretanto, coincidiendo con la declaración de don Juan Carlos como príncipe de España y heredero del trono, recibió la sorpresiva propuesta de ocupar el cargo de secretario general técnico del Ministerio de Hacienda8. Ordóñez había esperado algo así, aunque nunca pensó que la invitación llegaría tan pronto. El ministro del ramo, el señor Monreal Luque9, había tenido conocimiento de la estancia americana de un funcionario de su departamento al que le habían recomendado como idóneo para dicho puesto. Sin demasiado tiempo para reinstalarse en Madrid, una noche al volver del cine con su esposa, Ordóñez se encontró una conminación a presentarse inmediatamente en el ministerio, donde llegó a las diez de la noche. Allí le esperaba Moreal quien le confirmó las sospechas que estaba teniendo: le propuso ser Secretario General Técnico y le dio cinco minutos para decidir, advirtiéndole de que si no aceptaba quedaría, en cierta medida, relegado10. «Esos cinco minutos fueron cruciales porque tuvo que decidir aceleradamente: ¿dónde puedo influir y hacer más? ¿Enfrentándome frontalmente desde fuera o desde dentro?»11 Antes de aceptar el puesto, Ordóñez aclaró a Monreal cuáles eran sus ideas políticas, no afectas al franquismo, declaración 8
Nombrado en virtud de Decreto 2679/1969, de 7 de noviembre de 1969 (BOE del día 10 de noviembre de 1969). 9 Monreal Luque, economista de profesión, tras ingresar en el Cuerpo de Economistas del Estado, en el año 1965 fue nombrado secretario general técnico del Ministerio de Obras Públicas y en 1968, subsecretario de Educación y Ciencia. A finales de los 60, fue designado por Franco para ocupar la cartera de Hacienda, cargo en el que permaneció hasta el mes de junio de 1973. 10 Entrevistas con Diego Hidalgo. 11 Entrevistas con Diego Hidalgo.
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que no pareció preocupar al titular de Hacienda, más interesado en formar un equipo económico de alto nivel profesional. Esta actitud no era extraña puesto que en los ministerios de una destacada complejidad técnica —como era el caso de Hacienda— los cuerpos de élite funcionariales solían ocupar los puestos de alta dirección, sin que ello significase un compromiso político. Siguiendo esta lógica, en aquella ocasión, junto a Ordóñez, ingresaron en el Ministerio de Hacienda personajes tales como Ángel Rojo, Enrique Fuentes Quintana, Miguel Boyer, Carlos Solchaga, Mariano Rubio. Concretamente a los tres últimos los había conocido en la Agrupación Socialista Universitaria12, y más tarde había participado con ellos en la revista España económica. Ninguno de estos hombres participó jamás del ideario franquista, pero todos ellos compartían dos características: disponían de una excelente formación académica y estaban fuertemente influenciados por la London School of Economics and Political Science, de tradición fabiana13. Por vez primera pisó el caserón de la calle de Alcalá, donde se encontraba y sigue estando la sede del Ministerio de Hacien12
Grupo político surgido a raíz de los sucesos estudiantiles de 1956 y en el que se integraron estudiantes y licenciados procedentes de buenas familias, de clase media ilustrada, e hijos de los vencedores de la Guerra Civil. La Agrupación Socialista Universitaria (ASU) pretendía la refundación de la izquierda española a partir de una ideología en la que estaban presentes el europeísmo, la democracia y el anticapitalismo. En 1961, una parte de la Agrupación se integró en las Juventudes Socialistas. A. Mateos y A. Soto, El final del franquismo, 1959-1975. La transformación de la sociedad española, Madrid, Historia 16, Temas de hoy, 1997, págs. 109-110. 13 Fundada a principios de siglo por el matrimonio de economistas fabianos Beatrice y Sidney Webb, pretendió desde un principio convertirse en una revolucionaria escuela de Economía y Ciencias Sociales. El capital inicial, en torno a los 24.000 euros de hoy, lo aportó el socialista utópico, Henry Hutchinson. Con este dinero el matrimonio Webb, junto a todo su círculo fabiano, consiguieron poner en funcionamiento un centro de enseñanza en ciencias sociales que ha logrado, por méritos propios, convertirse en una referencia académica mundial. Véase R. Dahrendorf, History of the London School of Economics and Political Science, 1895-1995, Oxford, Oxford University Press, 1995.
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da, no como un simple funcionario, sino para desempeñar una responsabilidad directiva. Aceptó formar parte de un ministerio y ocupar un destino que en un principio quiso considerar meramente técnico, pero que como más adelante acabaría por reconocer, tenía un perfil de naturaleza política. Aquella decisión mía sin embargo, tomada a los 39 años, era uno de esos momentos de la vida que son un cruce de caminos. Allí nace una historia agitada y tumultuosa que fue, sin pretenderlo, una carrera política. […] Parecía un hecho inevitable tratándose de alguien que llevaba cerca de veinte años trabajando en la primera línea de acción del Ministerio14.
En aquel tiempo, la economía española, impulsada por el proceso modernizador, vivió una significativa expansión. La peseta se apreció con fuerza al tiempo que se incrementaron las reservas de divisas. Se prepararon y frustraron algunos proyectos reformadores, tales como el de la fiscalidad, bajo la batuta del profesor Fuentes Quintana. Monreal endureció los controles del ministerio de Hacienda15 e impulsó un fuerte ajuste económico. Por vez primera se planteó seriamente la necesidad de una reforma fiscal, necesidad objetiva que era un verdadero «elefante blanco» desde hacía muchos años; la promesa siempre anunciada y nunca cumplida. El sistema tributario español resultaba anticuado, ineficiente e insuficiente en cuanto a los niveles de recaudación. Todas estas características persistirían hasta los años setenta. Las reuniones para reflexionar sobre los contenidos de la citada reforma se sucedieron con frecuencia. Ordóñez 14
F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). No hay que olvidar que cuando nombraron a Monreal como ministro de Hacienda acababa de ocurrir el caso Matesa. Sobre este caso, escándalo político financiero relacionado con la concesión de créditos oficiales a la empresa textil Matesa, véase: L. de Llera, «La Dictablanda: del asunto Matesa a la Presidencia Carrero», en L. de Llera, Historia de España, 13, 2. España Actual. El Régimen de Franco (1939-1975), Madrid, Gredos, 1994, págs. 462-513. 15
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acudía a ellas con un escepticismo patente. Para que pudiese producirse un cambio esencial del sistema tributario era preciso acabar antes con el sistema político vigente. La realidad fiscal española era —no paraba de repetir— la única posible en una situación de falta de libertad y democracia como la que por entonces vivía España. Se podían hacer tantas propuestas como se estimasen oportunas, más o menos progresistas, pero siempre quedarían detenidas por la falta de legitimidad política. A pesar de todo, Ordóñez contribuyó a la elaboración de unos textos de reflexión, que se dieron a conocer como «libros verdes»16. Estos libros informaron una estrategia reformadora en la que se incluían varios pasos imprescindibles. En primer lugar, la identificación del sistema fiscal vigente, esto es, la determinación de los principios de distribución de los impuestos existentes para poder indicar una sustitución posterior de los mismos. En segundo lugar, la inclusión del gasto público y de la reforma presupuestaria como elementos adyacentes a la posible reforma fiscal, como exigencias de primer orden. Por otro lado, la obligatoriedad de definir las condiciones previas necesarias para llevar a cabo la reforma fiscal, relativas, esencialmente, a modificaciones de la Administración tributaria así como a su fortalecimiento y, en último término, el diseño de bases amplias del sistema tributario para facilitar la aplicación de tipos reducidos inspirados en la fiscalidad europea y la creación de unos determinados tributos como fue el caso de los impuestos sobre la Renta de las Personas Físicas, sobre la Renta de las Sociedades, sobre el Volumen de Ventas, el impuesto de Sucesiones, el del Patrimonio Neto, el de Consumos específicos y el de Transmisiones y Actos Jurídicos Documentados. Por lo demás, los dos proyectos de reforma aludían a la necesaria aplicación gradual de las reformas, en
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C. Albiñana García-Quintana, Instituto de Estudios Fiscales y E. Fuentes Quintana (dir.), Informe sobre el sistema tributario español [Libro verde de la reforma tributaria española 1973], Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1982. España. Ministerio de Hacienda, Sistema Tributario Español: criterios para su reforma [Libro blanco], Madrid, Ministerio de Hacienda, 1976.
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tanto que la profundidad de las actuaciones prescritas requería de un espacio temporal amplio y de un cambio de las costumbres y de los hábitos que caracterizaban a la hacienda pública española a finales de los 70. Estas propuestas técnicas de reforma fiscal formuladas en los últimos años del franquismo, frustradas en su aplicación por la situación política y por la negativa de los sectores más reaccionarios del régimen franquista, permanecieron en el tiempo, volviendo a tomar protagonismo en 197717. En esos días, España afrontaba también una ronda negociadora con los Estados Unidos. Se trataba de revisar el acuerdo sobre las bases militares que la superpotencia mantenía en territorio español como resultado de los acuerdos suscritos por el Régimen en 1953. En aquella ocasión, en su condición de secretario general técnico del Ministerio de Hacienda, Ordóñez recibió el encargo de Gregorio López Bravo, ministro de Asuntos Exteriores, de convenir un acuerdo relativo al régimen fiscal de los ciudadanos americanos que vivían en España y al movimiento de mercancías de todo tipo entre los dos países, para lo que hubo de trasladarse a Washington. Nada más aterrizar en Estados Unidos un automóvil lo recogió y lo llevó directamente al Pentágono, donde mantuvo conversaciones con distintos militares estadounidenses. Este primer encuentro, que muchos años después y en condiciones bien distintas habría de reproducirse, constituyó una experiencia inolvidable para el joven técnico que por entonces era Ordóñez. Los norteamericanos le presentaron un documento cuyo contenido resultó ser inadmisible para los intereses españoles. Nunca existió la posibilidad real de negociar 17
Sobre el primero de los informes, el profesor Velarde Fuertes ha dicho que durante mucho tiempo fue de «lectura casi misteriosa, reservada a unos pocos», y que, preparado el documento para un Ministro, su sucesor lo condenó, en medio del aplauso de un grupo interesante sociológicamente, a la destrucción, al silencio», J. Velarde Fuertes, «Sobre el Sistema Tributario Español», en J. Velarde Fuertes (1977), Economía y sociedad de la transición, 17 octubre 1976 a 17 octubre 1977, Madrid, Editora Nacional, 1977, pág. 568.
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la modificación del contenido inicial propuesto por la parte americana y ante el intento de imposición, el negociador español decidió romper la baraja y volver a Madrid.18 De esa cita recordará Ordóñez cómo sintió el desprecio de los estadounidenses hacia un ciudadano de un país que era soberano pero en el que campeaba una dictadura. Comprendió en carne propia que la falta de libertad tiene un precio muy alto en lo referente a la respetabilidad en las relaciones internacionales. […] donde no hay democracia el respeto sólo se consigue con la fuerza o con el dinero. Sin un sistema democrático, sin fuerza y sin dinero, España tenía no sólo un problema interno sino un límite evidente en su política exterior. Cualquiera podría saberlo. Y lo aprendí aquel día19.
Como secretario general técnico ejerció cuatro largos años, justo hasta la crisis de Gobierno en la que saldría del ejecutivo Monreal Luque, en junio de 1973. Comenzaba una larga y fructífera carrera por las entrañas de la burocracia franquista, en apariencia contradictoria con sus posiciones políticas y sus continuados contactos con los círculos opositores, pero que le permitió transitar por los aledaños del mundo de la alta política y conocer sus entresijos.
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«Recuerdo que dije que en ese caso la reunión había concluido, me levanté y me marché. Tengo la seguridad de que el Ministerio de Hacienda no volvió a ser requerido para esa negociación y que el sistema fiscal autoritario y humillante, continuó intacto. Si algún historiador repasa algún día la negociación fiscal de las bases aquel año se encontrará con que no aparece la modesta firma de quien era entonces el encargado de esta materia en el Ministerio. Yo no olvidé nunca aquélla reunión de una hora en el Pentágono donde me sentí despreciado como ciudadano de un país soberano. La culpa no era de los americanos. El trato era el que corresponde a lo que entonces representábamos desde su perspectiva.» F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). 19 Ibíd.
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Del tardofranquismo a la predemocracia: el INI como antesala20 El 11 de junio de 1973, Antonio Barrera de Irimo, a quien había conocido años antes, fue nombrado ministro de Hacienda en sustitución de Monreal Luque. Fernández Ordóñez, que ya había resuelto abandonar su trabajo en el Ministerio hacía meses, se encontró con una nueva propuesta a la que no podía negarse. Su amistad con el recién nombrado ministro y el indudable atractivo profesional de la proposición, resultaron ser motivos más que suficientes para aceptar el cargo de subsecretario de Economía Financiera21. En verdad, esta subsecretaría fue creada a petición de Ordóñez, quien sólo así accedió a incorporarse al equipo de Barrera. Ocupando este puesto, participó destacadamente en la primera medida compensatoria que el Gobierno del Almirante Carrero Blanco tomó frente a la aún imperceptible crisis económica que más tarde habría de azotar a España, la elaboración del decreto-ley de 30 de noviembre de 1973. En este cometido permaneció hasta que en febrero de 1974 fue designado presidente del Instituto Nacional de Industria (INI)22, justo el mismo día del fallecimiento de su padre23. Con este nombramiento al frente del INI24, Barrera puso puer20
Este término ha sido empleado en M. Ramírez, Del posfranquismo a la predemocracia, Madrid, Ediciones 2001, 1981. 21 Decreto 1890/1973, de 28 de junio de 1973 (BOE de 29 de junio de 1973). De este nombramiento se hacía eco el diario ABC, el 29 de junio de 1973. 22 El Instituto había sido fundado en 1941 con el objeto de dar respuesta a la catastrófica situación en que había quedado la industria española tras la contienda civil de 1936. Véase P. Martín Aceña y F. Comín, INI, 50 años de industrialización en España, Madrid, España Calpe, 1991. 23 Del fallecimiento de su padre se hicieron eco los principales medios escritos de la época. Notas necrológicas aparecieron en el diario Arriba, en ABC, Hoja del Lunes, Pueblo y La Vanguardia (Española). 24 Decreto 185/1974, de 1 de febrero, por el que se nombran altos cargos del Instituto Nacional de Industria.
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tas a las expectativas de los más radicales dentro del régimen, quienes desde hacía tiempo planeaban colocar a uno de los suyos en esta presidencia. Pero no sólo eso, sino que además, nombraba a un hombre, Ordóñez, consciente de la necesidad imperiosa de racionalizar el sector público español y capacitado profesionalmente para llevar a cabo esta tarea. El candidato pretendido por el búnker y propuesto por José García Hernández, ministro de Gobernación en aquel momento, había sido Luis Valero Bermejo25. La astucia y la rapidez del ministro y vicepresidente del Gobierno Barrera de Irimo, frenaron dichas expectativas y sirvieron para aupar a Ordóñez al primer plano del protagonismo político26. El holding INI, dijo Ordóñez, era a veces un lugar de actividad y otras de reposo, integrado por personas de oficios y procedencias muy diferentes: generales retirados, ex ministros y jóvenes economistas e ingenieros con vocación de proyección pública27. Durante el período en el que permaneció en el Instituto Nacional de Industria, con él trabajaron personas que tiempo después se convirtieron en personalidades destacadas de la vida política española: Adolfo Suárez y Calvo-Sotelo, futuros presidentes del Gobierno; Abril Martorell, vicepresidente con Suárez; algunos ministros tanto ucedistas como socialistas tales como Boyer, Solchaga, Bustelo, y hasta un gobernador del Banco de España: Mariano Rubio28. 25
Otras versiones, por el contrario, hablan de la candidatura de Alfonso Osorio, propuesta defendida al parecer por Antonio Carro. 26 Fraga siempre se refirió a la Presidente del Instituto Nacional de Industria (INI) como uno de los «príncipes del franquismo». 27 F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). 28 Muchos años después, concretamente en 1992, Mariano Rubio, entonces Gobernador del Banco de España, era acusado de corrupción por su vinculación con el caso Ibercorp. En esta complicada circunstancia, Francisco Fernández Ordóñez mediaría ante Felipe González para que éste no fuese relevado de su puesto hasta que no se aclarasen más las cosas, bajo pena de dar una mala imagen ante la comunidad financiera internacional. Véase R. Heras, Dioses de barro. La caída de los mitos de la década socialista, Madrid, Temas de Hoy, España Hoy/18, 1993, pág. 150.
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Mientras ejerció la presidencia, situado ya en el primer plano de la vida política española, y sin distraerse de la gestión ordinaria de los asuntos propios de su cargo, los enfrentamientos con los sectores más duros del régimen fueron permanentes. Esto es, precisamente, lo que ocurrió cuando poco después de tomar posesión de su cargo decidió nombrar Director de Estudios del INI a Miguel Boyer, a quien la policía política tenía fichado como filosocialista. Entonces, ha recordado en ocasiones el propio Boyer, Fernández Ordóñez demostró un talante liberal, al enfrentarse a las presiones que recibió para que prescindiera de él y de otros jóvenes economistas. En defensa del nombramiento de Boyer, Fernández Ordóñez huyó de cualquier tipo de argumentos políticos y esgrimió sencillos pero convincentes criterios de naturaleza profesional29. En cualquier caso, como más tarde confesaría Ordóñez, la decisión de nombrar a Boyer perjudicó la imagen del entonces Ministro de Hacienda, Antonio Barrera, y a la postre contribuyó a su propia salida de la Presidencia del INI. En los meses que ocupó el despacho de la plaza de Salamanca —sede del INI— recibió muchas visitas no estrictamente relacionadas con la actividad empresarial, sino más bien con la oposición política. Especial significado tuvo el encuentro que mantuvo con dos personajes que jugaron un papel de cierta relevancia en la organización de la oposición democrática al franquismo: Ramón Tamames y García Trevijano. Ambos preparaban entonces lo que más tarde sería la Junta Democrática, organización opositora liderada por el Partido Comunista de España que nació en julio de 1974. Fueron ellos, según declaración de Ordóñez, quienes primero conocieron sus intenciones dimisionarias, a pesar de lo cual mantuvieron el secreto, quizás por el interés que la presencia en el INI de una personalidad como Ordóñez seguía teniendo para algunos sectores de la oposición.
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Boyer, nacido en el seno de una familia burguesa de izquierdas se educó en el Liceo francés. En 1962 pasó seis meses en la prisión por desavenencias con el régimen franquista. Físico de formación, siempre se dedicó a la economía. Entrevista realizada el 7 de octubre de 2004.
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Por aquel despacho pasaron también otras destacadas figuras que después, y por distintos motivos, incrementarían su relevancia, como Jordi Pujol o Jesús Aguirre. Con el líder catalán confrontó frecuentemente su visión jacobina de la organización territorial española frente a la perspectiva nacionalista defendida por Pujol. Con Jesús Aguirre era distinto, las visitas del intelectual y amigo eran mucho más frecuentes. Con él las conversaciones giraban en torno a libros, amigos comunes o sólo sobre cuestiones de actualidad. Aguirre formó parte, igualmente, del reducido grupo de quienes siempre supieron de los deseos de Ordóñez de abandonar pronto la presidencia del Instituto30. De su estancia al frente del INI, a pesar de los escasos ocho meses que permaneció ejerciendo su presidencia, los analistas han destacado tres cuestiones. Primeramente, el diseño y la definición de una estrategia a medio y largo plazo para el holding estatal que aseguró la continuidad del Instituto y reavivó los argumentos a favor de su existencia. En segundo término, el refuerzo de la colaboración internacional del Instituto, al que lanzó a la captación de recursos financieros exteriores y, en último lugar, la consolidación del INI como propulsor de una intensa actividad investigadora y cultural, en gran parte posible gracias al nombramiento de jóvenes valores económicos en el entorno del Instituto. En su momento, la declaración de objetivos e intenciones, contenida en el documento estratégico que presentó Ordóñez en el verano de 197431, constituyó la más seria y concienzuda que se había realizado hasta entonces sobre el papel a jugar por el INI en la economía española. Sin lugar a dudas, éste fue el aporte más relevante de su mandato32. En la 30
F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). La exposición del plan de futuro está contenida en F. Fernández Ordóñez, El Instituto Nacional de Industria en la economía y la sociedad española actual, Madrid, exposición-discurso pronunciada con ocasión de la presentación de la Memoria del Instituto Nacional de Industria del Ejercicio de 1973, INI, 1974. 32 P. Schwartz y M. J. González, Una historia del Instituto Nacional de Industria (1941-1976), Madrid, Tecnos, 1978, pág. 189. 31
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exposición del plan, que tuvo ocasión de recoger en un discurso pronunciado el 5 de julio de 1974, Ordóñez evaluó el momento de la economía mundial y, más en concreto, la situación de la economía española. A su juicio, el escenario presentaba entonces dos rasgos distintivos: la existencia de un replanteamiento de los modelos de crecimiento más preocupado por la calidad del mismo que por la cantidad, y el cuestionamiento de la acción del individuo y de la colectividad en atención a las nuevas necesidades. A tenor de estos dos rasgos, entendía que era preciso —particularmente en el caso español— reconsiderar el papel del sector público para otorgarle un cometido más activo no tanto para la maximización, cuanto para el incremento del nivel de bienestar social. Estas reflexiones iniciales le sirvieron, igualmente, para especular en torno al nuevo papel a desarrollar por las empresas públicas en el Estado moderno. En primer lugar, según su criterio, había que superar la dialéctica empresa pública versus empresa privada y era preciso, al mismo tiempo, llevar a cabo una subordinación de los objetivos de las empresas públicas a los objetivos políticos. La elaboración del documento-programa se justificó así como la respuesta a la necesidad de dar coherencia a la acción de la empresa pública industrial y, por tanto al INI, de conformidad con los nuevos perfiles necesarios. En segundo lugar, las empresas públicas debían observar la rentabilidad como algo deseable, pero en un sentido distinto al de la empresa privada. Para las empresas públicas el beneficio siempre habría de ser un elemento no subordinado, sino más bien condicionado al logro de unos fines asumidos previamente en el marco de una política económica gubernamental. Por último, habló Ordóñez de la necesidad de incorporar a los dos anteriores criterios, el de la programación y el control de la empresa pública. Al margen de estas reflexiones más generales, en su discurso Ordóñez hizo públicos cinco tipos de objetivos para guiar la actividad del INI en los años sucesivos, aunque él mismo ya no estuviese al frente del Instituto: objetivos económicos generales, industriales, de contribución a la defensa nacional, de naturaleza social y de proyección cultural. Entre los primeros se inclu-
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yeron el fomento de una mayor concurrencia en todas las ramas importantes de la industria española, combatiendo los fenómenos monopolísticos; la agilización y refuerzo de las posibilidades del Instituto como instrumento de la política económica del Gobierno; la contribución desde el INI a canalizar inversiones a largo plazo en España, y la promoción de los productos industriales españoles en el extranjero, con el fin de mejorar la balanza comercial. En cuanto a los objetivos de naturaleza industrial, se destacó, en primer lugar, la búsqueda de materias primas industriales en territorio nacional y en el extranjero; en segundo lugar, la reestructuración de empresas, concentrando las actuantes en un mismo sector para mejorar su dimensión y competitividad en los mercados nacional e internacional. En tercer lugar, la promoción del desarrollo de industrias de tecnología avanzada, consiguiendo con el peso de la presencia pública que la absorción de técnicas puestas a punto fuera de España no implicara la creación de relaciones de dominio para el capital extranjero. Por último, la contribución del INI a la Defensa Nacional apenas ocupó un par de líneas en el programa y se concretó en la reproducción casi literal de lo que en su día había señalado la ley fundacional del Instituto: Atender, en la mayor medida posible, las necesidades de equipos militares para la Defensa Nacional, producidos en adecuadas condiciones de calidad y coste, mediante una gestión rigurosa y moderna de las empresas de armamento […]33.
Los objetivos de naturaleza social se concretaron en la democratización de las empresas públicas mediante el fortalecimiento de una política de promoción social de los trabajadores de las empresas del Instituto; la promoción de programas de formación y reconversión del personal de las empresas públicas, y el impulso al desarrollo de las regiones menos favorecidas, implantando industrias viables capacitadas para aprovechar ventajas comparativas y recursos naturales disponibles en la zona. 33
Ibíd., pág. 16.
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Como ocurriría después, ocupando otro destacado puesto de alta responsabilidad —la presidencia del Banco Exterior— Ordóñez aprovechó la oportunidad que le brindó el desempeño de la presidencia del INI para iniciar e intentar consolidar una actividad investigadora y cultural del Instituto. Para estos fines, en el programa aludió a dos instituciones dependientes de la estructura del INI, la Fundación y el Servicio de Estudios. Con la finalización de su mandato, en el haber de Ordóñez se podía anotar el incremento de las inversiones del grupo INI, a pesar de la desaceleración general de la economía mundial y, más en línea con la que siempre fue una de sus obsesiones —la reforma y modernización de estructuras caducas e inservibles— el inicio de la reorganización del INI como holding de empresas. En el debe, por el contrario, había que reseñar la persistencia e incremento del endeudamiento de muchas empresas tales como la minera HUNOSA o la automovilística SEAT, y la imposibilidad de sacar adelante ciertos proyectos relativos a la incorporación española a nuevos sectores industriales tales como la informática34. En su discurso de toma de posesión, Francisco Fernández Ordóñez, había pedido que cuando saliese del cargo no se le juzgase en exclusiva por la cosecha, sino también por la siembra. Pues bien, si la cosecha no fue escasa a juzgar por lo dicho y a pesar del corto período de mandato, de aquel tiempo quedó, sobre todo, un estilo reflejado en «el tono de sus discursos y el talante de su obra» que ponía a las claras su esencia de político con «fibra moral»35. Después de seis largos e intensos años en puestos de responsabilidad técnico-política en la Administración franquista, Ordóñez podía hacer un balance de claroscuros en el que se cruzaban satisfacciones profesionales al tiempo que la insatisfacción personal de saberse legitimador, en parte, de un estado de cosas. Sólo una coartada personal, la supuesta adscripción meramente
34
Véase P. Schwartz y M. J. González, ob. cit., 1978, págs. 193-198. Expresión utilizada en C. Plaza, «Fernández Ordóñez o la dignidad», Cambio 16, núm. 158, 25 de noviembre de 1975. 35
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técnica de todos los puestos ocupados, le había permitido permanecer en ellos aún en contra de sus convicciones más íntimas. Unos meses antes de incorporarse a la presidencia del INI, en España había ocurrido un episodio trascendente para el desarrollo posterior de los acontecimientos políticos. Luis Carrero Blanco — presidente del Gobierno — murió asesinado por la banda terrorista ETA el 20 de diciembre de 1973. Con su nombramiento en 1969, Franco había dejado clara su falta de disposición para tolerar una transformación del régimen que desembocase en una democracia asimilable a las del resto de Europa. Dando cumplimiento a lo dispuesto en la Ley Orgánica del Estado, la cual indicaba que era posible desvincular la Jefatura del Estado y la Jefatura del Gobierno, Franco había delegado en Carrero Blanco la segunda de las funciones mencionadas. La voladura del Dodge Dart oficial en el que viajaba Carrero Blanco tras salir del servicio religioso al que acudía a diario, dejó «desatadas» las posibles salidas previstas por el dictador. El magnicidio, como ha llegado a afirmar Stanley G. Paine: «interrumpió la continuidad planeada por Franco y frustró el proyecto inmovilista del franquismo. En verdad, con la violenta desaparición del Almirante Carrero Blanco se produjo la verdadera ejecución de la Dictadura»36. La elección de un sucesor de Carrero resultó ser una tarea complicada, habida cuenta de las antipatías que despertaba en los más duros del régimen la figura del vicepresidente, Fernández Miranda, quien debió hacerse cargo temporalmente del puesto en sustitución del asesinado. La decisión final de Franco fue sorprendente al designar a Carlos Arias Navarro sustituto definitivo. Él era precisamente ministro de Gobernación y, por lo tanto, quien tendría que haber velado por la seguridad de Carrero Blanco. De Arias Navarro ha escrito Juan Pablo Fusi que «[…] era un hombre discreto, con doble reputación de «duro» por su actuación como fiscal en la guerra y como Direc-
36
Referencia contenida en B. Muniesa, Dictadura y monarquía en España. De 1939 hasta la actualidad, Barcelona, Ariel, 1998, pág. 134 y sigs.
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tor General de Seguridad en los años 60, y de eficaz, por su gestión como alcalde de Madrid»37. Con el nombramiento de Carlos Arias y la formación de su primer Gobierno, se inauguró la última etapa de la dictadura. En el ejecutivo permanecieron muchos de los ministros de Carrero Blanco y, entre ellos, Barrera de Irimo. En apariencia la continuidad quedaba garantizada, aunque, bien es cierto que en la práctica, muchos de quienes formaban parte del gabinete no poseían unos perfiles netamente franquistas, sino que, más bien, se esforzaban en presentarse como gestores y técnicos más que como políticos. Bajo la reconocible influencia de ministros como Carro Martínez y Pío Cabanillas, el nuevo presidente del Gobierno se persuadió de la necesidad de propiciar una cierta apertura que no pusiese en peligro la pervivencia última del régimen nacido a la conclusión de la contienda civil. Así, el 12 de febrero de 1974, un mes después de su designación, Carlos Arias pronunció un significativo discurso38 ante las Cortes Generales. En él, reconoció los cambios innegables que había sufrido la sociedad española, y la necesidad de encarar el futuro con respuestas distintas a las hasta ese momento empleadas: Si otra, y venturosamente distinta, es la sociedad a la que servimos, otros han de ser el talante y los modos con los que el poder ha de encarar sus exigencias. La más exacta y cabal manifestación de lealtad consiste, a nuestro juicio, en saber actualizar la vigencia de unos principios fundamentales permanentes, buscando su traducción exacta en las demandas de una sociedad cambiante39.
37
J. P. Fusi Aizpurúa, «El régimen autoritario», en J. M. Jover Zamora, G. Gómez Ferrer y otros, España: sociedad, política y civilización (Siglos XIXXX), Barcelona, Areté, 2001, pág. 791. 38 El discurso fue elaborado por el periodista Gabriel Cisneros, aunque sus inspiradores y los verdaderos responsables del contenido fueron los ministros Antonio Carro y Pío Cabanillas. 39 Diario de sesiones del Congreso de los Diputados, 12 de febrero de 1974, en A. J. Sánchez Navarro, La transición española en sus documentos, Madrid, Boletín Oficial del Estado, 1998.
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Tras mostrar cierto interés por dar respuesta a los nuevos problemas con nuevos instrumentos, Arias pasó a enumerar todas las propuestas de reforma que creía precisas para la continuidad de los principios políticos del régimen. Por su contenido, pronto se popularizó la expresión Espíritu del 12 de febrero para designar las prometedoras intenciones reformistas del nuevo presidente. Se trataba, según se pensó en un principio, de cambiar los criterios de adhesión —que hasta entonces habían caracterizado a la vida política española— por los de la participación. Las novedades políticas hicieron creer a algunos que, decididamente, se había emprendido el camino de la democratización en España. Todo indicaba que dadas las formas y el ímpetu con el que se iniciaba el mandato Arias, no sería posible el frenazo ni el retroceso. La libertad de prensa y la semitolerancia de la oposición política fueron, entre estas variadas manifestaciones de apertura, las que tuvieron más repercusión y las que, pese a sus evidentes limitaciones, contribuyeron en mayor medida a fortalecer sentimientos y deseos democráticos entre la población. Pocos meses después, las expectativas resultarían frustradas del todo. Aunque pudiera haber existido algún grado de convicción en el intento aperturista, el Gobierno presidido por Arias pronto dio muestras de incapacidad para afrontar la tarea. En verdad, el tiempo y los diversos análisis han demostrado que Carlos Arias nunca tuvo un proyecto político autónomo y jamás consiguió romper la ligazón que le unía con el pasado. Francisco Fernández Ordóñez había accedido al INI el mismo mes en que Carlos Arias pronunció su discurso «aperturista», y quizás, como tantos otros, es posible que llegara a albergar una cierta esperanza. Sin embargo, cualquier ilusión en este sentido se vio frustrada por los acontecimientos subsiguientes. Solamente la amistad con el ministro de Hacienda, Barrera de Irimo puede justificar la aceptación de un cargo eminentemente político, cuando el régimen seguía mostrando su cara más agresiva, y cuando hacía ya tiempo que los grupos opositores se hacían notar en los ambientes clandestinos del país solicitando la democratización.
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Llegó un punto en que la atmósfera se hizo insoportable. El 1 de noviembre de 1974, menos de nueve meses después de su nombramiento, Ordóñez dimitió sonora y airadamente de su puesto alegando incompatibilidad política con el Gobierno de Arias Navarro, y lo hizo a raíz de la primera crisis gubernamental a la que tuvo que hacer frente el presidente del Gobierno40. Como consecuencia de dicha crisis, y por iniciativa de Franco, Arias había cesado a Pío Cabanillas41 y a Barrera de Irimo. Al primero se le culpaba de la ola de erotismo que «invadía España», de la creciente pornografía y de la pérdida de los valores patrios del régimen; al segundo, de excesivamente aperturista y reformador. No obstante, para el cese de ambos políticos había otra explicación. La hospitalización del general Franco a principios de 1974 había supuesto el ascenso provisional del Príncipe Juan Carlos a la Jefatura del Estado. En ese momento fueron muchos, y entre ellos los dos citados ministros, y también Ordóñez, quienes abogaron por la definitiva sustitución de Franco al frente del Estado. Unos días después de ser internado, el General se restablecía, ocupando de nuevo su puesto para frustración de los aperturistas. El decidido y manifiesto compromiso de los dos ministros supuso, coincidiendo con la reincorporación del dictador, su cese fulminante. De nuevo, el General había seguido los consejos de su más recalcitrante entorno42.
40
Decreto 3032/1974 de 8 de noviembre, cese como Presidente del Instituto Nacional de Industrial. 41 Pío Cabanillas Gallas había entrado en política como Jefe de los Servicios Jurídicos de la Organización Sindical, aunque con quien realmente se introduce en un puesto de cierta relevancia es con Manuel Fraga, tras el nombramiento de éste último como ministro de Información y Turismo en 1962; entonces Cabanillas fue nombrado subsecretario del ministerio. En enero de 1974, con Arias Navarro ocupó el cargo de ministro de Información y Turismo, en su primer Gobierno. 42 Para conocer con detalle los entresijos de las dimisiones, véase J. P. Fusi, Franco. Autoritarismo y poder personal, Madrid, Ediciones El País, 1985, págs. 226-228.
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Marcelino Oreja, subsecretario de Información, fue quien informó a Ordóñez de los ceses. Inmediatamente, vinculado por la amistad y convencido de lo insostenible de la situación, presentó su dimisión al entonces ministro de Industria, Alfredo Santos Blanco. Esgrimiendo idénticas razones e incitados por el dimisionario amigo y Presidente del INI, dimitieron en cascada, entre otros: Ricardo de la Cierva, Marcelino Oreja y, por supuesto, la mayoría de quienes habían colaborado con Ordóñez en el edificio de la plaza del Marqués de Salamanca: Miguel Boyer, Carlos Bustelo, Mariano Rubio y Carlos Solchaga. Algunos medios, como El Europeo, comentaron la cascada de dimisiones en los términos siguientes: Fernández Ordóñez deja el INI tras una gestión brillante pero inacabada; tras él, Pérez Escolar, presidente de Entasa y de la Comisión de Financiación del IV Plan de Desarrollo, sigue los pasos del Presidente del INI. “Principalmente por identificación absoluta con Fernández Ordóñez”, según sus propias declaraciones. A continuación, son los nombres de Juan Luis Cebrián, jefe de los servicios informativos de TVE, en la primera cadena; Juan José Rosón, director general de Radiodifusión y Televisión. En cuanto a la parcela del turismo, ha dimitido el comisario general de Turismo, señor Royo Vilanova. El señor García Sisó, director general de Actividades Turísticas, y el director general de Teatro y Espectáculos, señor Fraile, también han dimitido43.
La actitud de Ordóñez, así como la de sus colaboradores y amigos más cercanos, respondía a una conducta de huída hacia adelante. Todos ellos eran jóvenes promesas de la política española que no tenían anclaje alguno en la Guerra Civil, y que vislumbraron la oportunidad de romper amarras definitivamente con la Dictadura anticipándose al futuro. Nada garantizaba por aquel entontes que la ruptura les pudiera proporcionar una inminente recompensa. Es más, en la inmediatez sólo se presentían represalias y venganzas soterradas por parte de los exponentes más obs43
El Europeo, 8 de noviembre de 1974.
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tinados del régimen franquista. A pesar de todo, quedaba la duda sobre si detrás de las dimisiones había razones de naturaleza política o se trataba de meras argumentos personales44. En cualquier caso, Ordóñez justificó su dimisión en la certeza de la inviabilidad de la política puesta en práctica por el Presidente del Gobierno. Con ella, España no tenía ninguna garantía de transitar definitivamente hacia la consecución de una democracia respetuosa con las libertades públicas: Tengo mis serias dudas. Porque a la vista del programa que dio a conocer por televisión y a la vista de las reformas que ha anunciado, hay que pensar que este Gobierno no intenta más que aplazar la democracia45.
ABC saludó el gesto de Ordóñez y de todos los que le habían secundado en su decisión de abandonar las responsabilidades políticas. Para el diario monárquico, la salida de Ordóñez representaba la pérdida de un hombre de gran categoría en la escena política española, y demostraba «una coherencia y un generoso ejemplo en el cumplimiento del compromiso de honor y servicio a una línea política» que para muchos, con la crisis, se había quebrado definitivamente46. La oportunidad se ofreció propicia para escenificar, en los albores del Régimen, la definitiva ruptura con el pasado y el ingreso en el club de los opositores. Seguramente, la dimisión de la presidencia del INI marcó el paso del Fernández Ordóñez técnico y alto funcionario al hombre político, al hombre definido ideológica y políticamente. Algunas crónicas apuntaron en esta dirección47. Preguntado por su inmediato futuro, Ordóñez afirmó que su dimisión no significaba, en absoluto, una retirada del interés por lo público y, más concretamente, por la acti-
44
F. Ónega, «En retirada», Pueblo, 5 de noviembre de 1974. J. Lago, La España transitiva. La confesión de 90 políticos: del búnker a la oposición, Barcelona, Dopesa, 1978, pág. 144. 46 ABC, 6 de noviembre de 1974. 47 El Ideal Gallego, 5 de noviembre de 1974. 45
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vidad política; más bien al contrario. Los acontecimientos políticos de aquel año eran, según su propia valoración, de una gran importancia para la historia de España. Se estaban definiendo con meridiana claridad la opinión de muchos españoles, y quería contribuir a ello desde su particular visión de las cosas. Ya entonces se atreve a mostrar sus simpatías políticas por el social demócrata sueco, Olof Palme, aunque deja para más tarde su adscripción a una u otra ideología política48. Más allá del hecho mismo de la dimisión, ejercicio de responsabilidad ya de por sí inusual en aquellos tiempos, lo que más sorprendió fue su escenificación. En un memorable discurso, elaborado al alimón con su amigo Jesús Aguirre49, y con la presencia tanto de la mayor parte de sus colaboradores como de distintos altos cargos del franquismo, avaló su postura en los siguientes términos: […] sólo argumentos definitivos de ética personal y de convicción política justifican mi decisión. De ética personal entendida no como una evasión idealista, sino, muy al contrario, como una necesidad de poner bien firmes los pies en la tierra. Qué duda cabe que desde hoy escojo una determinada soledad, la soledad respecto a todos vosotros. Pero no penséis que se trata de una soledad insolidaria. Hoy no estoy renunciando a nada que esté ligado al servicio a España. Con palabras que ya están escritas, he emprendido el camino hacia una convivencia duradera. Estoy seguro de que «nos entenderemos todos, de que caminaremos juntos, y de que esta esperanza es irrevocable»50.
Las palabras explícitas de su discurso supusieron un paso más en la puesta en escena de una transición, la que le lleva48
La Vanguardia (Española), 1 de diciembre de 1974. El discurso fue preparado en su casa madrileña de Guisando, 28 (Puerta de Hierro) la misma en la que años después moriría. En su elaboración participó activamente el ex jesuita Jesús Aguirre, quien en los años ochenta contrajo matrimonio con la Duquesa de Alba. 50 F. Fernández Ordóñez, «Discurso de despedida del INI», pronunciado el 24 de febrero de 1975», en S. Pérez Díaz, ob. cit., 1977, pág. 110. 49
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ría, definitivamente desde los aledaños de la dictadura hasta los inciertos albores de la democracia. Corría el riesgo cierto de quedar aislado y de sufrir represalias por parte de quienes habían sido sus mentores. Hasta entonces, no sólo había formado parte del organigrama del Ministerio de Hacienda con dos titulares a su frente, Monreal y Barrera, sino que había logrado simultanear estas responsabilidades con las de Consejero de Economía Nacional; presidente de la Delegación española ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) para la discusión y examen de la economía española51; representante de España tanto en el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), en el Fondo Monetario Internacional; miembro de la Comisión de los Veinte para la reforma del sistema monetario internacional en representación de España; Consejero Económico del Patronato «Juan de la Cierva», y miembro de la delegación española que, en 1969, firmó el acuerdo preferencial con la CEE. Todos estos cargos respondían a su demostrada cualificación técnica, pero también estaban impregnados de un indudable tinte político, en modo alguno disimulable. Los encuentros con el general Franco Francisco Fernández Ordóñez nunca se declaró franquista. No lo fue, aunque tardara en desatar definitivamente las amarras con un régimen que no pudo jamás aceptar ni por talante, ni
51
La Delegación española fue presentada por el embajador de España en la OCDE, marqués de Nerva y estaba presidida por Francisco Fernández Ordóñez en su calidad de secretario general técnico del Ministerio de Hacienda, Cerrolaza, director general de Estadística, como vicepresidente y otros miembros de los Ministerios de Hacienda, Industria, Agricultura, Trabajo, Comercio, Comisaría del Plan de Desarrollo y Banco de España. Información contenida en nota de la Agencia Efe (Arch. F.F.O.).
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por formación52. No obstante, por sus variadas responsabilidades en el seno de la administración de Hacienda, llegó a conocer personalmente a Franco53. Se encontró con un hombre ya anciano, de apariencia bondadosa, que no se metía demasiado en las cosas, que las veía con gran distancia, pero que seguía estando rodeado de toda la escenografía que siempre inundó su vida como Jefe del Estado. Recordando una de las pocas conversaciones que mantuvo con el dictador, Ordóñez dijo: Debió ser un hombre con una capacidad de ejercicio del poder implacable, tremenda. Pero en aquellos momentos era un anciano bondadoso, quizá terrible, pero bondadoso… Otra cosa que me llamaba entonces la atención es que este hombre imponía bastante más por su calidad de personaje histórico. E imponía más de pie que sentado. A pesar de que era bajito, de pie tenía una cosa estirada de militar y mucha presencia. En cambio sentado era un anciano arrugado54. No olvidaré sus ojos. Tenía un ojo ausente, como dirigido al vacío y ya gastado. Pero concentraba en el otro ojo una mirada penetrante y profunda, una mirada inteligente, firme y poderosa55.
Por más que siempre quedó meridianamente clara su postura favorable a la democratización española, y que está lejos de toda duda su contribución a dicha tarea, muchos se han encargado periódicamente de recordar cómo Ordóñez tuvo que jurar 52
Según Pérez Díaz: «Se comentaba que en su despacho oficial no había ningún retrato de Franco. La gente que lo visitaba miraba a su alrededor y decía [aquí falta algo”». S. Pérez Díaz, Francisco Fernández Ordóñez. Perfil humano…ob. cit., pág. 12. 53 Se tiene constancia documentada de dos encuentros con el general Franco. El primero tuvo lugar el miércoles 10 de diciembre de 1969; ABC, 11 de diciembre de 1969. El segundo, se produjo el 1 de marzo de 1972; Invitación oficial remitida por La casa Civil de S. E. el Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos, con fecha de 28 de febrero de 1972 (Arch. F.F.O.). 54 S. Pérez Díaz, ob. cit., 1977, pág. 34. 55 F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.).
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varias veces los Principios del Movimiento, ceremonia imprescindible para poder ocupar cada uno de los puestos en la administración o en la política del Régimen56, o cómo recibió tres condecoraciones de prestigio, dos de las cuales iban directamente firmadas por Francisco Franco: la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil, la Cruz de Honor de San Raimundo de Peñafort, y la Orden de África, con la categoría de Gran Oficial57. Algunas crónicas biográficas han querido presentar a un Ordóñez claudicante con los resortes del poder franquista. Con este ánimo, repasan casos tales como el de la supuesta presión política del ministro de gobernación, José García Hernández, quien, presuntamente, le obligó a renovar la cúpula de ENAGAS ocupada por amigos de Ordóñez (Rafael del Pino, Mariano Rubio y Carlos Bustelo) para dar entrada a puros del régimen, como Luis Valero Bermejo y Antonio Martínez Cataneo. Cabría preguntarse con José María Bernáldez si las diversas misiones cumplidas por Ordóñez en el seno del anterior régimen podían considerarse técnicas y no políticas58. Pues bien, a pesar de esta razonable duda, contra quienes reiteradamente le recordaban su pasado en los aledaños del poder franquista, él siempre esgrimió su coherencia ideológica y su continua defensa de las libertades desde cualquiera de los puestos desempeñados. Preguntado sobre la sinceridad de su evolución desde las estructuras del Poder franquista a la más abierta oposición, Ordóñez contestó años más tarde: […] no creo que yo haya experimentado una evolución de tipo ideológico. Si se quiere, he adoptado un planteamiento táctico diferente. Porque en todo momento he luchado desde la Administración por una conquista de las libertades democráticas. Lo que en mí ha habido luego, a raíz del cese
56
A. Saavedra, El secuestro del socialismo, Madrid, Libroslibres, 2004, pág. 140. 57 Según Decreto 578/1971, de 1 de abril; Orden de 22 de enero de 1973 y Decreto 2717/1974, respectivamente. 58 J. M. Bernaldez, ¿Ruptura… ob. cit., 1984, pág. 39.
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de Pío Cabanillas, ha sido el convencimiento total y absoluto de que desde dentro del Régimen era completamente imposible una transformación59.
En un balance retrospectivo de su relación con la dictadura, llegó incluso a sistematizar las opciones que en su día tuvo disponibles y las posibles consecuencias que la adopción de unas u otras hubiesen tenido en su trayectoria posterior. De no haber aceptado la inserción en el Régimen, por un lado hubiese podido continuar con su vida profesional como funcionario del Ministerio de Hacienda hasta alcanzar los niveles más altos ajenos a cualquier significación de naturaleza política y, por otro, ingresar en la vida política de la oposición a la dictadura. De haberlo hecho, las posibilidades hubiesen sido de tres tipos: podría haber progresado en el escalafón político franquista hasta alcanzar la condición de ministro; haber esperado el cese por desarrollar políticas y adoptar decisiones contrarias a los deseos del búnker o, en último término, como sucedió en la práctica, dimitir al comprobar la imposibilidad de compaginar las propias convicciones con las exigencias de la dictadura, y pasar a desarrollar una actividad opositora constante. Al final, me fallaba la coartada que yo mismo había creado y en lo que llegué a creer: que se trataba de puestos técnicos donde no se suponía ni se requería ninguna adhesión política […]. […] mi discrepancia con el sistema se manifestaba cada vez con más claridad pública y generó poco a poco una dinámica de confrontación. Yo no era compatible con el sistema y la ruptura estaba anunciada60.
En definitiva, es posible decir de Ordóñez, como lo hace Carlos Huneeus, que perteneció a la que se ha denominado buffer zone, o lo que es lo mismo, al espacio que la gran heterogeneidad de las estructuras del poder franquista dejó entre el régi59 60
J. Lago, ob. cit., 1978, pág. 144. F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.).
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men propiamente dicho y la oposición. De esta manera, quienes como Ordóñez formaron parte de este grupo, no se encontraron realmente ni en el interior ni fuera del régimen, sino en el margen. Ocupaban posiciones de autoridad y poder en las que no era preciso adscribirse a ninguna de las familias del franquismo, sino, tan sólo, demostrar competencia técnica y eficiencia en la labor que desarrollaban61. A la postre, ésta competencia y la lasitud de la adscripción al régimen facilitaron que los miembros de este espacio pudiesen transitar con cierta comodidad hacia la oposición democrática. Inmediatamente después de dimitir al frente del INI, fue adscrito por Orden Ministerial de 25 de noviembre de 1974 a las órdenes directas del Subsecretario de Hacienda. Más tarde, el 4 de febrero de 1975, cesó para pasar a la situación de excedencia voluntaria. La hora de la decisión Desligado desde su dimisión de los cargos político-administrativos y plenamente vinculado a las actividades de la oposición democrática, Fernández Ordóñez fue consciente de que no podía solicitar su reingreso en el Ministerio de Hacienda, y que tampoco era una opción a considerar un potencial retorno como abogado fiscal, lo que supondría, muy probablemente, ser destinado a cualquier Audiencia Provincial. Ante este doble e indeseado panorama, constituyó un bufete de abogados en el número 10 de la calle Juan de Mena62. Junto con dos conocidos y amigos, Matías Cortés Domínguez63 y Rafael Pérez Escolar 61
C. Huneeus, La Unión de Centro Democrático y la transición a la democracia en España, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1985, pág. 30. 62 Casualmente, en esta misma calle se ubica en la actualidad el Archivo F.F.O. 63 Los periodistas Pedro J. Ramírez y Graciano Palomo calificaron a este abogado como un personaje muy influyente e inquietante. Véase G. Palomo,
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(éste último, ex fiscal como él y ex secretario general de Banesto), se embarcó por vez primera en una actividad privada, especializándose en materia fiscal, un tema que le resultaba familiar por sus anteriores ocupaciones. Durante los años en los que permaneció ligado al bufete, por éste pasaron clientes y empresas de gran notabilidad como el Banco Industrial Mediterráneo, o Torras Hostench, empresa esta última de la que fue incluso consejero delegado. El día 24 de febrero de 1975, sólo unos meses antes de la muerte del dictador, y no contento con la sonada dimisión al frente del INI, Fernández Ordóñez dio otro paso hacia la ruptura definitiva con el régimen haciendo públicas sus opiniones. La realidad española reclamaba entonces algo más que la honestidad y la decencia intelectual de llamar a las cosas por su nombre, obligaba a comprometerse con una acción política responsable. En el madrileño y conservador Club Siglo XXI pronunció una conferencia con el título La hora de la decisión64. Los miembros de este Centro, de origen cívico-militar, habían propuesto a Ordóñez como futuro miembro de su Junta Directiva, órgano que se hallaba en pleno proceso de renovación interna. En esta ocasión acudía al Club para pronunciar una conferencia en el marco de un ciclo organizado para debatir sobre «La Monarquía, la España actual, su futuro y su proyección en el mundo». En él estaban presentes otros personajes tan destacados e influyentes de la vida política española como Federico Silva, Rafael Pérez Escolar, Alfonso Osorio, Ortí Bordás, José M. de Areilza, Emilio Romero, Antonio Garrigues, Antonio Hernández Gil, Pío Cabanillas, Alberto Monreal Luque,
El Túnel. La larga marcha de José María Aznar y la derecha española hacia el poder, Madrid, Temas de Hoy, 1993, pág. 284; y P. J. Ramírez, Amarga victoria. La crónica oculta del histórico triunfo de Aznar sobre González, Barcelona, Planeta, 2000. 64 F. Fernández Ordóñez, «España: la hora de la decisión», Conferencia pronunciada dentro del ciclo: La Monarquía, la España actual su futuro y su proyección en el mundo», Conferencia pronunciada en el Club Siglo XXI, el 24 de febrero de 1975; ejemplar disponible en el Archivo F.F.O.
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Cruz Martínez Esteruelas y Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona, a la sazón, la mayor parte de ellos, conspicuos representantes del aperturismo político del momento. El día de su alocución, en la gran sala donde se desarrollaban las conferencias, presidida por una fotografía del general Franco, se sentaba una muy nutrida representación de los resortes más duros del Ejército. Había curiosidad por el contenido y por la persona del conferenciante, lo que hizo que la sala estuviese llena de un público por primera vez diverso. Entre los asistentes, personajes tan opuestos como generales, ex ministros, miembros de las todavía clandestinas UGT y CCOO; representantes no declarados de los partidos de oposición; la esposa de Marcelino Camacho; y la duquesa de Alba, quien fue la encargada de presidir la cena que solía celebrarse al término de las conferencias. En su disertación, Ordóñez habló del inevitable cambio político en España —al que más tarde contribuiría personalmente— y de la necesidad de que las transformaciones se produjesen de forma ordenada y pacífica. Reclamó abiertamente la libertad como única alternativa a la situación española, e hizo un repaso crítico a las instituciones franquistas. En un determinado punto del discurso reivindicó el reconocimiento del pueblo como verdadero protagonista de la vida política y, en definitiva, como titular de la última legitimidad del poder. Sostuvo también la imposibilidad de transformar al régimen español en un Estado democrático sino se abordaba la tarea mediante un proceso constituyente al que fuesen convocadas todas las fuerzas políticas del país65.
65
No era la primera vez que Fernández Ordóñez apostaba públicamente por la democratización del sistema. Tan sólo unos meses antes, en Nueva York, e invitado por la Cámara de Comercio Hispano-Norteamericana, había afirmado que la democratización del país se había convertido en una necesidad de la convivencia nacional y había pasado a ser la única vía posible de futuro que garantizaría la estabilidad social. «España está en el umbral del cambio, y este cambio va a producirse pacíficamente, en la línea del progreso, de la libertad y de la justicia, dentro del marco de una democracia pluralista», Cambio 16, núm. 169, 10 de febrero de 1975.
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No cabía ya el simple acoplamiento de la nueva realidad social a las viejas estructuras institucionales del franquismo. Los cambios debían ser algo más que excusas para la continuidad. En las Sociedades bloqueadas, el poder político tiende a admitir tan sólo las adaptaciones necesarias para la pura continuidad. Pero el proceso no se detiene y el enfrentamiento se hace más fuerte en los momentos de transición66.
Mucho más por el marco en el que se pronunció y por el auditorio que por su contenido, la conferencia se interpretó como una provocación al poder constituido. Para sus interlocutores, de todo lo manifestado por Ordóñez, las frases en las que el expresidente del INI solicitó abiertamente modificaciones legislativas de rango constitucional frente a las meras reformas propugnadas desde los sectores más aperturistas del régimen, resultaron especialmente desconcertantes. En la parte central de su discurso Ordóñez señaló: La transformación del régimen español en un Estado democrático no podrá, por tanto, hacerse con simples adaptaciones de la situación vigente, sino que requerirá un profundo cambio de nuestras instituciones políticas, unas modificaciones legislativas de rango constitucional. Creo que este cambio sólo será posible a través de un proceso constituyente al que sean convocadas todas las fuerzas políticas del país. Este proceso debe ser moderado y pacífico, y todos tenemos la obligación gravísima de colaborar a que lo sea67.
Con su alegato en forma de disertación, pronunciado ante la atenta mirada de muchos de quienes sostenían el régimen y de muchos de quienes habían soñado y deseaban su voladura, Fernández Ordóñez acababa de poner rumbo definitivo hacia la democracia, pasando a formar parte activa del movimiento opositor. Lo dicho no era cosa distinta de lo que se contenía en los 66 67
F. Fernández Ordóñez, «España: la hora de…» ob. cit., 1975, pág. 3. Ibíd., pág. 14.
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programas de los efervescentes e incipientes partidos de la oposición democrática. La única novedad, si se quiere, era el lugar desde donde se emitía el mensaje aperturista, desde una tribuna del poder, y con la presencia de innumerables medios de comunicación tanto españoles como extranjeros. El contenido de la conferencia y algunos de los asistentes, a los que el propio Ordóñez había cursado invitación, fueron objeto de polémica entre el presidente del Club, Antonio Guerrero Burgos y Fernández Ordóñez. De este hecho queda constancia en el cruce de cartas entre ambos. El último día de febrero de 1975, el citado Guerrero Burgos dirigía una misiva a Ordóñez. En ella, el presidente del Club ponía en su conocimiento el desagrado con que algunos de los miembros del «distinguido» foro habían recibido el discurso. Aún dando por supuesto la valentía y autenticidad contigo mismo, al pronunciar tu reciente conferencia del 24 del pasado, sin embargo tu disertación dio la impresión de que te desviabas un tanto de los cauces que para la modificación o reforma establecen nuestras leyes, al formular tu tesis, lo que ha producido cierto malestar, en esta Casa68.
Igualmente, aludía la carta a la asistencia de dos personas concretas el día de la charla que eran consideradas por los socios del Club, incompatibles con el espíritu mismo de dicho foro. Según Burgos, en aquel Club tenían cabida ideas varias, pero nunca el marxismo o el comunismo. La respuesta de Ordóñez se expresó en términos duros, aunque de forma prudente. En su carta, mostró perplejidad por que siguiese pareciendo anormal en un país europeo como España, a la altura de 1975, expresarse en los términos en los que él lo había hecho días atrás. Aprovechó para reiterarse en la tesis de la necesaria democratización de España para que, de una vez por todas, nuestro país fuese reconocido internacionalmente. La 68
Carta fechada el 28 de febrero de 1975, remitida por D. Antonio Guerrero Burgos a D. Francisco Fernández Ordóñez (Arch. F.F.O.).
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opción de futuro de una España democrática, aprovechó también para decir en aquella ocasión, pasaba irremediablemente por la adhesión a la institución monárquica en la persona del Príncipe Don Juan Carlos. En lo referido a la asistencia de personas no deseables para los miembros del Club, Ordóñez se limitó a decir que él no había hecho ningún tipo de exclusión; había invitado a todo aquel que se lo había solicitado en tiempo69. Primeros pasos hacia el liderazgo socialdemócrata 1975. Es tiempo de incertidumbre. Por entonces, sostenía Ordóñez que España atravesaba una psicosis de desánimo, de falta de horizonte, de desesperanza, a pesar de lo cual, auguraba que pronto habría cambios decisivos e inaplazables. Se avecinaba, decía: […] un proceso de cambio histórico, en el que los hechos van a ir por delante de las palabras, en el que… viviremos mucho en poco tiempo […] este proceso es inevitable y necesario, de nosotros, de nuestra política depende que sea ordenado y pacífico70.
En este clima, con un país precisado de pronta atención, su presencia se hizo constante en los círculos de la oposición moderada. El único capital que entonces le avalaba era «el prestigio de un nombre y la dignidad de una conducta, la sentida preocupación por el futuro de España, su puesto en el mundo, su capacidad de convivencia, su libertad y su justicia»71. En julio de 1975 se había formalizado la constitución de la Federación de Estudios Independientes (FEDISA), lo mismo que un poco antes lo había hecho el Gabinete de Orientación y Documenta-
69
Carta fechada el 10 de marzo de 1975, remitida por Francisco Fernández Ordóñez a Antonio Guerrero Burgos (Arch. F.F.O.). 70 S. Pérez Díaz, ob. cit., 1977, pág. 75. 71 Carta fechada el 10 de marzo de 1975, ob. cit., pág. 2.
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ción Sociedad Anónima (GODSA) bajo la tutela del embajador en Londres, Manuel Fraga Iribarne72. El rechazo que el decretoley de Asociaciones Políticas suscitó en la práctica totalidad de los líderes de la oposición democrática impidió que la mayoría de los grupos políticos emergentes pudieran acogerse a ella, debiendo idear modelos y vías alternativas para desarrollar sus funciones sin riesgo de acabar en prisión. En consecuencia, la constitución de sociedades anónimas se convirtió en una práctica habitual y en el remedio más a mano para puentear la inaceptable legislación del Gobierno Arias. Este fue el caso de FEDISA, a la que se adscribieron la mayor parte de los sectores liberalizadores del régimen franquista y los más moderados miembros de la oposición ajena al franquismo. La sociedad se fundó tras un almuerzo celebrado en el restaurante madrileño El Cacique, al que asistieron Pío Cabanillas, José Luis Álvarez, Fernando Castedo y Modesto Fraile. Tras la iniciativa de su creación, se inscribieron personalidades como Manuel Broseta, Giménez Torres, Manuel Olivencia, Serafín Ríos Mingarro, Antonio de Senillosa, Soledad Becerril, Blas Calzada, García Romeu, Jaime García Añoveros, Gabriel Peñaranda, José María Belloch, Jesús Esperabé, José Enrique García de la Mata, Gómez Acebo, Juan Lladó, Alejandro Muñoz Alonso, Carlos Pérez de Bricio, Rafael Pérez Escolar, Miguel Ángel Sánchez Terán, José Santacreu, Ignacio Satrústegui, Manuel María Uriarte, llegando a tener un total de 500 accionistas. Además de los fundadores, con ella colaboraron o pertenecieron transitoriamente, personajes que luego tuvieron una presencia
72
Sociedad anónima que surgió casi al mismo tiempo que se preparaba FEDISA y que vino a reunir a los hombres de Fraga. En la primavera de 1975, los miembros de esta sociedad fueron los encargados de preparar el borrador de lo que iba ser la Asociación Fraga-Areilza (Alianza para la Reforma), opción que a la postre no vería la luz. En esta sociedad, además de Fraga estuvieron Antonio Cortina, Santacreu, Pérez Escolar, Jiménez Torres, Cisneros, Rodríguez González, Santiago de Pablo, etc. Hay constancia de que Francisco Fernández Ordóñez diligenció una hoja de inscripción-participación en GOD, S.A.
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continua en la vida política española como Luis Ortiz, José Manuel Otero Novas, Sebastián Martín Retortillo, José María Martín Oviedo, José Manuel García Margallo, José Ramón López Vilas, Marcelino Oreja, Landelino Lavilla, Manuel Fraga, Leopoldo Calvo-Sotelo, José María de Areilza, y, también, Francisco Fernández Ordóñez. Una vez constituida ante notario, en julio de 1975 se formó un comité integrado por Manuel Fraga, Pío Cabanillas, José María de Areilza, Juan José Rosón, José Luis Navarro, Marcelino Oreja, Leopoldo Calvo-Sotelo, Manuel Escudero y Francisco Fernández Ordóñez, órgano que se encargó de dirigir a la nueva sociedad. En principio, no fue fácil persuadir a Ordóñez para que se incorporara al proyecto FEDISA, circunstancia que sólo se produjo tras una prolongada conversación en el restaurante Ondarreta con varios destacados miembros de la sociedad anónima. Distintas familias ideológicas, unidas exclusivamente por la voluntad democratizadora de todas ellas, convivieron dentro de FEDISA. Junto a otras personalidades que con el tiempo se convirtieron en colaboradores y compañeros suyos, piénsese por ejemplo en Luis González Seara o en Rafael Arias Salgado, Ordóñez lideró lo que podríamos denominar el ala o tendencia socialdemócrata de FEDISA. Esta sociedad anónima, como algunas otras que proliferaron por entonces, no fue más que una «bengala en la noche». Con ella, tal como dijo Ordóñez: […] fue posible llamar la atención sobre el problema nacional a una mayoría social indiferente, preocupada por el vacío más allá de la muerte de Franco pero que nunca había pensado que aquel tema le exigiera alguna participación responsable73.
Sea como fuere, FEDISA jamás logró aparecer ante la ciudadanía como un colectivo capaz de ofrecer una fórmula compartida y consensuada de transición a la democracia. En el seno de 73
F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.).
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esta organización ocasional, las diversas posiciones políticas que en ella se amparaban estuvieron muy alejadas las unas de las otras. Si bien, como indicó Ordóñez, nunca es posible la identidad absoluta en una operación política, «hay mínimos básicos de coincidencia sin los que nada puede conseguirse»74. A pesar de todo, en un principio, la aparente voluntad reformadora de Manuel Fraga75, recién llegado de su estancia como embajador en Londres, logró generar en Fernández Ordóñez y en gran parte de los aperturistas que formaban parte del grupo FEDISA, e incluso de otros personajes a título individual, la falsa expectativa de una posibilidad cierta de cambio desde el propio régimen. Fernández Ordóñez —siendo aún presidente del INI— había mantenido diversos encuentros con Manuel Fraga en la sede de la embajada76. Entre la clase política del franquismo y quienes estaban o habían estado en los aledaños del régimen, Fraga Iribarne era el político llamado a desempeñar el liderazgo del posfranquismo. Evidentemente, como apunta Gregorio Morán:
74
Ibíd. Manuel Fraga formuló su personal propuesta de reforma al Gobierno presidido por Arias Navarro. Entre las exigencias más destacadas incluyó: a. La reinterpretación del Movimiento como marco constitucional; b. El gradual desmantelamiento de sus instituciones; c. La creación de unas Cortes bicamerales, con una cámara baja elegida por sufragio universal y otra de carácter corporativo; d. El reconocimiento de la libertad sindical y el derecho de huelga. M. Fraga Iribarne, Un objetivo nacional, Madrid, Dirosa, 1981, pág. 125. 76 Manuel Fraga tiene una visión distinta de sus encuentros y desencuentros con Fernández Ordóñez y con otros incipientes políticos de la época. Según el veterano político gallego, en un almuerzo celebrado también en la embajada de España en Londres, Fernández Ordóñez y su socio Matías Cortes, le llegaron a proponer que participara en el marco de la ley de asociaciones propuesta desde el gobierno Arias, opción que contaría con sus apoyos aunque no con sus firmas. M. Fraga Iribarne, Manuel Fraga Iribarne. Memoria breve de una vida pública, Barcelona, Espejo de España, Planeta, 1988, págs. 328 y 345. 75
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[…] no era el paradigma del político franquista —mediocridad, discreción y disciplina— … fue un político inconcebible fuera de los esquemas en los que se formó la clase dirigente del régimen. Es su espécimen más elaborado, en sus formas el más genuinamente autoritario, pero también el más capaz, y sobre todo, el más profesional en un gremio demasiado dado a la improvisación y el seguidismo77.
La esperanza de que Fraga iniciara un proceso de reforma que condujese a la democratización española se comprobó errónea. En el primer Gobierno Arias de la Monarquía, ya muerto el dictador, se produjo el desembarco gubernamental de los miembros de FEDISA, encabezados precisamente por Fraga. Ordóñez y quienes como él comulgaban ya con las ideas socialdemócratas, no tuvieron más opción que la de abandonar la sociedad y emprender un camino distinto, el de la militancia en la socialdemocracia como opción reformista alejada de planteamientos conservadores. La distancia con el poder establecido era insalvable, de lo que derivaba la necesidad de crear una organización más propicia a los fines perseguidos.
77
G. Morán, El precio de la transición, Barcelona, Editorial Planeta, 1991, pág. 54.
Capítulo 3 PARTIDOS Y TRANSICIÓN (1975-1977)
Jesús Aguirre, Alberto Oliart, Francisco Fernández Ordóñez y Felipe González
La izquierda social demócrata: hacia la unidad de los grupos socialdemócratas Por voluntad e iniciativa de Francisco Fernández Ordóñez, a finales de 1975 nació Izquierda Social Demócrata (ISD)1, más identificable con un grupo o camarilla de amigos que con un partido al modo tradicional y, por supuesto, fuera de la legalidad vigente. Entonces aún no existía ningún marco legal al respecto, si exceptuamos el proporcionado por la restrictiva Ley de Asociaciones del gobierno de Arias Navarro. Tampoco parece que fuese voluntad de sus miembros constituirse en partido desde un principio. Ordóñez y quienes se sumaron a su proyecto, pretendían hacer de ISD una organización política cuyos objetivos prioritarios fuesen los de preparar un programa y unos cuadros, acordar la toma de posición conjunta en relación con los diferentes problemas del país y, tan sólo más tarde, contribuir a la fusión de todos los colectivos del signo socialdemócrata. ISD no fue en ese momento más que la reunión de un conjunto de profesionales e intelectuales de ideología socialdemócrata —Arias Salgado, Alejandro Muñoz Alonso, Luis González Seara— a los que Ordóñez había ido conociendo durante su peregrinaje por la administración franquista y a los que propuso aunar esfuerzos en aras de un proyecto común. Habíamos desarrollado nuestra vida profesional durante el franquismo, en coexistencia incontable y contradictoria, disfrutábamos de un cierto prestigio en los sectores influyen1
En algunas ocasiones Ordóñez se refiere a ella como Izquierda Social Demócrata Española.
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tes de la sociedad española, y no teníamos derecho a volver la cara en el momento más grave para España, cuando podíamos hacer algo […]2.
Este seudo partido se convirtió en el primer instrumento a través del cual Ordóñez y el resto de los socialdemócratas ensayaron la oportunidad de una alternativa reformista y moderada, al tiempo que de vocación rupturista. Desde una plataforma política, que podríamos llamar «puente», estos líderes emergentes se trazaron el objetivo de reunir en una fuerza mayor a quienes comulgaban con el mismo ideario socialdemócrata. La propia ISD supuso entonces una primera síntesis superadora de otros colectivos de similares características tales como el «Grupo Generacional» de Seara, o la «Acción Social Democrática» de Arias Salgado. Con seguridad, en la elección de las siglas que habrían de identificarlos a todos, tuvo mucho que ver la no oculta admiración que Ordóñez profesaba a Manuel Azaña quien, recordemos, había denominado a su propio partido «Izquierda Republicana». La actividad del colectivo fue muy intensa desde sus inicios hasta que a principios de 1977 se inició el proceso de constitución de lo que más adelante terminaría siendo el Partido Social Demócrata (PSD). Pese a no contar con una estructura orgánica ni administrativa, lo cierto es que la talla intelectual de los componentes resultó condición suficiente para hacerlo creíble como colectivo autónomo. Fernández Ordóñez, principal promotor y cabeza visible organizó encuentros periódicos de carácter sectorial con el objetivo de ir trazando las líneas básicas que sirvieron de carta de presentación de la opción socialdemócrata, frente a las otras muchas ideologías que se proponían a la altura del año 1976. Como fruto de estas y otras actividades, en mayo el grupo estuvo en disposición de presentar un análisis global de la situación por la que atravesaba el país, y de ofrecer un programa de acción a corto y medio plazo3. 2
F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). Declaraciones de Francisco Fernández Ordóñez recogidas en Cambio 16, núm. 234, 31 de mayo de 1976. 3
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Desde un principio, los miembros de la ISD fueron conscientes de las dificultades que conllevaría convertirse en una opción política capaz de jugar un papel relevante en el escenario político futuro. Sin embargo, también sabían que las propuestas de la socialdemocracia se ajustaban perfectamente al perfil y a los deseos de muchos de los futuros votantes españoles. La tarea más inmediata debía ser, por tanto, la de colaborar en la organización de una gran fuerza socialdemócrata nacional que, superando el voluntarismo personalista, tradujera en representación parlamentaria las preferencias de aquel electorado. A principios de 1976, tuvo lugar el primer paso hacia la simplificación del escenario político-partidista que, tan sólo se completaría poco antes de celebrarse las primeras elecciones democráticas. Los partidos que habían saltado a la palestra a raíz de la muerte del general Franco iniciaron un proceso de clarificación mediante la unión o agregación de todos aquellos que compartían idearios afines. El mes de abril estaba llamado a ser, según la revista Cuadernos para el Diálogo, el mes de los socialdemócratas4. Algunos de los partidos socialdemócratas que surgieron entonces —Unión Social Demócrata Española (USDE), Partido Social Demócrata (PSD), Izquierda Social Demócrata (ISD), el grupo de estudios minoritarios PROLESA— y distintos grupos independientes y regionales, tomaron conciencia de la necesidad imperiosa de unirse para incrementar su fortaleza ante las elecciones generales que pronto se celebrarían, e iniciaron reuniones con el objetivo de alcanzar dicha unidad. En las negociaciones para la consecución de los acuerdos posteriores participaron la mayor parte de los líderes que se habían autoubicado ideológicamente en la socialdemocracia; entre otros estaban Manuel Díez-Alegría (hijo) y Adolfo Aguillaume —miem4
Se decía en este artículo que los principales grupos socialdemócratas estaban decididos a la unidad que avanzaban las conversaciones entre USDE, PSD, el grupo de Fernández Ordóñez y otras tendencias socialdemócratas; concluyendo que el mes de abril podría ser el mes que viese el nacimiento de un Partido Socialdemócrata unificado. Cuadernos para el Diálogo, 17 de abril de 1976.
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bros del comité ejecutivo de PSD—; Francisco Fernández Ordóñez, Luis González Seara y José Ramón Lasúen, por ISD; Armando de Benito y José Luis Álvarez por la sociedad anónima PROLESA; y Alberto Cercós y Gonzalo Casado, junto con dos representantes del grupo valenciano, en representación de los independientes. Hasta entonces, el principal problema para la imagen pública de la socialdemocracia había sido la difícil delimitación del campo político en el que se movían los diferentes partidos de esta tendencia, al tiempo que la gran cantidad de escisiones y de grupos constituidos a raíz de la muerte de Dionisio Ridruejo, e incluso algunos meses antes. La única solución posible, como defendió uno de los más activos dirigentes socialdemócratas, el entonces líder del PSD Manuel Díez Alegría, era una unidad que se imponía por sí misma, aunque ésta «no [debía] ser aparente, sino auténtica, respondiendo a unos análisis, planteamientos y actuaciones coherentes»5. De aquellas reuniones para la unidad socialdemócrata no participó el Partido Social Demócrata Español (PSDE) de García López, que aún seguía manteniendo las diferencias, en gran parte personales, con la ridruejista USDE, de la que se había escindido en septiembre de 1975. Bajo el liderazgo de Fernández Ordóñez como inspirador de la operación, el grupo compuesto por él mismo, Rafael Arias Salgado y Luis González Seara, tomó la iniciativa de las conversaciones y se dirigió al PSD de Manuel Díez-Alegría (hijo). Paralelamente, la ISD mantuvo el contacto con la USDE ridruejista y con algunos elementos procedentes del PSDE, como Gonzalo Casado y de Alberto Cercós. Entre la USDE y aquel PSD existían pequeñas diferencias doctrinales que, sin embargo, no impidieron la relación futura entre ambos. Manuel Cantarero del Castillo, por su parte, líder de la Reforma Social Española (RSE), había manifestado en repetidas ocasiones su interés por participar en el proceso unitario. Para 5
Cuadernos para el Diálogo, 17 de abril de 1976.
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la mayor parte de los miembros del resto de las formaciones socialdemócratas, no obstante, resultaba difícilmente integrable un partido como el de Cantarero, que había iniciado su andadura aceptando la legalidad ofrecida por el gobierno Arias Navarro y su ley de Asociaciones Políticas. Por este motivo, marginaron al mencionado partido del proceso de unidad6. El 28 de ese mismo mes, el diario El País anunció que entre los partidos y grupos socialdemócratas, con la excepción momentánea de la USDE —quien postergó su decisión por discrepancias de diferente naturaleza—, se había llegado a un principio de acuerdo para la constitución de un partido unitario. De la futura unión nacería el Partido Social Demócrata Unificado (PSDU), dejando de existir como formaciones independientes cada uno de los grupos fundadores. Los dirigentes implicados en este proceso de unión decían contar con un esbozo de programa fruto de los casi dos meses de conversaciones que se habían venido manteniendo. Entre sus proyectos más inmediatos figuraba la constitución de un comité ejecutivo compuesto, en su caso, por tres miembros de cada partido, que habría de preparar el primer congreso unificado de la socialdemocracia española a celebrar antes del verano. El nuevo grupo apostó por seguir participando, como algunos de sus miembros lo habían hecho hasta ese momento, en la plataforma opositora de Coordinación Democrática. Al tiempo, todos los componentes creyeron necesario contactar con los partidos socialdemócratas europeos, con los que decían sentirse muy vinculados ideológicamente. En cierto modo, el lazo internacional era la fórmula más plausible de acreditar sus adscripciones políticas ante el electorado y 6
Mario Caciagli ha atribuido a la RSE una postura contraria al sistema de partidos y contraria a las elecciones, a las que según su versión, los miembros de RSE consideraban excesivamente costosas para los contribuyentes. M. Caciagli, Elecciones y partidos en la transición española, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1986, pág. 48. De estas posiciones, no tenemos ninguna constancia escrita. Tras conversación telefónica mantenida con Manuel Cantarero del Castillo en mayo de 2001, estas afirmaciones fueron refutadas por el protagonista.
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frente a otros partidos que competían por el mismo espacio político. Pese a que todos los pasos dados hacían pensar en la inminente formalización del nuevo partido como síntesis de todos los grupos socialdemócratas, este primer intento sufrió un repentino parón. En junio de 1976, los dirigentes socialdemócratas que habían venido manteniendo contactos, desmentían públicamente la existencia de un pacto formal entre ellos. Razones internas y externas —explicaron— justificaban la suspensión temporal del proceso unificador iniciado unos meses antes. Internamente, desde el grupo liderado por Fernández Ordóñez se había abogado por la participación en las conversaciones y, por tanto, por la presencia en el futuro partido de todos los grupos socialdemócratas, sin exclusión. Esta posibilidad no fue vista con agrado por la totalidad de los negociadores. Así, frente a la vocación integradora de ISD, Eurico de la Peña, coordinador de USDE desde la muerte de Ridruejo, esgrimió que el principal problema estribaba en la participación de grupos no constituidos y por tanto, imprecisos en su número de miembros y su verdadera capacidad de actuación. Por su parte, externamente, el elemento de discusión giró en torno a la posible unidad futura con los socialistas. Entretanto, la USDE consideraba que, pese a sentirse cerca del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), ni era el momento, ni había una necesidad apremiante para propiciar una unión con ellos, mientras que el PSD de Díez-Alegría y la ISD de Ordóñez veían dicha unión como posible y conveniente llegado el caso. En palabras de Rafael Arias Salgado, la unidad con los socialistas era una puerta abierta7. En pleno desconcierto de quienes estaban llamados a constituir la unidad socialdemócrata, otros dos destacados líderes auto ubicados en esta misma corriente ideológica, Antonio García López y Jesús Prados Arrate, mantuvieron una intensa actividad política para expandir la presencia de su partido8. Como
7 8
Cuadernos para el Diálogo, 12 de junio de 1976. En este sentido, según información de El País, jueves 17 de junio de 1976,
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consecuencia de los encuentros, poco después, el Partido Laborista de Valencia (PL), liderado por Higinio Pérez de Arce, se integró en el PSDE.9. Esta integración se gestionó en torno a un documento de cinco puntos que hacían referencia a cuestiones tales como la amnistía general, la disolución de las Cortes, la del Consejo del Reino, la del Consejo Nacional y la del Movimiento. Además, el escrito mencionaba la necesidad de convocar elecciones generales legislativas y de celebrar un referéndum para facilitar al rey su papel en momentos de excepcionalidad. Pero los movimientos del PSDE en aras de una ampliación de su campo político, superando el estrictamente socialdemócrata, fueron más allá del PL. El Partido Socialista Obrero Español (histórico), y el PSDE constituyeron una comisión de enlace compuesta por tres miembros de cada partido. Con ella, ambos se propusieron constituir una alianza socialista que concurriese a las elecciones generales que se preveían cercanas. Por su parte, la comisión se planteó acordar las normas de colaboración en orden a la propaganda y difusión del programa de acción común, y el establecimiento de una oficina de prensa
en Aragón se constituyó la Federación Aragonesa del Partido Socialdemócrata Español, que aunque dotada de cierta autonomía, nacía con el objetivo de poder trabar relaciones con formaciones de ámbito nacional, tal cual era especialmente el caso del PSDE. 9 El Partido Laborista era una de las muchas siglas de implantación regional que proliferaron durante la transición. Higinio Pérez de Arce, constructor y antiguo militante de la CNT durante todo el tiempo en que vivió en Argentina, había sido concejal por el tercio familiar en el Ayuntamiento de Valencia, y había constituido este partido como plataforma de promoción política en el año 1970. Más tarde, este partido sería una de las formaciones que accedieron a integrarse en el sistema mediante el uso de la Ley de Asociaciones Políticas promulgada por el gobierno de Arias Navarro. Entonces, el Partido Laborista, siguiendo la generalizada tendencia a exagerar de todos los partidos de la época, decía contar en el verano de 1976 con unos 18.000 miembros. A pesar de tener una implantación, fundamentalmente regional, el Partido Laborista afirmaba contar con miembros en 18 provincias españolas. En Valencia, según sus propias estimaciones, superaba los 9.000 militantes, con un 80 por 100 de trabajadores.
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compartida10. Esta alianza culminó, próximas las elecciones de junio de 1977, con una experiencia más amplia en la que se integró, en un primer momento, la RSE de Cantarero del Castillo, aunque en último término ésta se presentara en solitario11. Entre lo deseable y lo posible Tras la muerte del general Franco la situación social y política fue empeorando hasta alcanzar cotas muy elevadas de tensión y riesgo. Al distanciamiento de la Iglesia Católica y la efervescencia del nacionalismo catalán y vasco se le unió la desaparición de quien, desde hacía mucho tiempo, había sido la única razón de la pervivencia del régimen nacido de la Guerra Civil. Advirtió entonces Ordóñez que la prioridad en aquella hora de la historia de España debía ser la libertad. El pueblo español quería la libertad, se disponía a conquistarla. La libertad era inevitable. En tal situación, al Gobierno sólo le quedaba aceptarla o reprimirla12. No tenía utilidad alguna hablar de la creación de nuevas estructuras democráticas ni de producir un cambio de naturaleza institucional, si antes no tenía lugar en todo el país el restablecimiento de las libertades públicas. El calendario se ha llevado muchas fechas; la última de ellas, el célebre 12 de febrero, seguida de uno de los períodos más duros de la política española; no es repetible. Ha pasado 10
Sobre esta cuestión aparecieron noticias en El País, 30 y 31 de octubre de 1976. 11 En un primer momento, la alianza se presentó, según versión de la RSE, como fruto de una identidad de actitud entre ellos, y con fines de coordinación ideológica, participación ideológica conjunta, constitución futura de grupo parlamentario integrado, ayuda material mutua y relaciones exteriores conjuntas. M. Cantarero del Castillo, Reforma Social Española, Bilbao, Ediciones Albia, 1977, pág. 59. 12 F. Fernández Ordóñez, «Ha llegado la hora del pueblo», en Doblón, 27 de diciembre de 1975.
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el tiempo para muchas oportunidades y estamos en la hora de situar responsablemente, serenamente, las cosas en su sitio13.
Pese a todo, en aquel difícil trance había que distinguir claramente entre lo deseable y lo posible. Lo ideal era que el pueblo español conquistase las libertades democráticas; que lograse una sociedad reconciliada, libre y justa; que todos los españoles tuvieran un sitio en la legalidad constitucional y que tanto gobierno como parlamento pudieran responder libremente a la voluntad del país. Lo posible se asemejaría a lo pensado si quienes disponían de iniciativa de poder, eran capaces de entender la situación14. Abandonada definitivamente la Federación de Estudios Independientes (FEDISA), Fernández Ordóñez inició discretos contactos con políticos socialdemócratas, liberales y demócratas cristianos como Pío Cabanillas y José Luis Álvarez15. El nuevo objetivo era la formación de una gran coalición política en la que pudieran estar presentes personalidades y partidos tan dispares como los miembros del grupo Tácito o del Partido Socialista Popular (PSP) del profesor Tierno Galván. Aún era pronto. Habrían de pasar algunos meses y ponerse en marcha algún otro proyecto partidista para que la mencionada coalición se convirtiera en una realidad. La presencia de Ordóñez en los medios de comunicación escritos se multiplicó. Las colaboraciones en revistas cristianas
13
F. Fernández Ordóñez, «Los pasos fundamentales», en Cambio 16, núm. 209, 8 de diciembre de 1975. 14 Opinión de Francisco Fernández Ordóñez vertida en El Ciervo, núm. 275, Primera quincena de enero 1976. 15 José Luis Álvarez, que fue el notario más joven de Madrid y, más tarde, Alcalde de esta ciudad, había sido compañero de Fernández Ordóñez en la Facultad de Derecho, donde asistían a las clases del constitucionalista Pérez Serrano. Véase «Palabras del Ministro de Hacienda, Francisco Fernández Ordóñez, en la presentación del libro España desde el centro de José Luis Álvarez», Ateneo de Madrid, 17 de octubre de 1978.
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progresistas como Cuadernos para el diálogo16 y El Ciervo17, o en otras como Cambio 16, presidida por su amigo Luis González Seara, se hicieron constantes. Su implicación en el mundo de los medios llegó incluso al extremo de participar en la creación de un diario de carácter deportivo, Torneo, en el que colaboraron muchos miembros de la «progresía» andaluza y del que formaron parte algunos destacados miembros del PSOE18. Además, Ordóñez se prodigó en actos políticos de todo tipo donde defendió la democratización del país y desde los que pidió al gobierno una amnistía política general. Especialmente significativo fue el encuentro celebrado en el salón de conferencias de un colegio del madrileño barrio de Moratalaz. Entre activistas, curiosos y policías secretas, el recinto se llenó por completo. El evento, como era lógico, no disponía de autorización gubernativa y ni Ordóñez, ni los otros dos oradores que iban a intervenir, el socialista Pablo Castellano y el sindicalista Julián Ariza, pudieron hacerlo con normalidad. Tan sólo este último alcanzó 16
Fue miembro del Consejo de Administración de Edicusa, editorial responsable de la publicación de Cuadernos para el Diálogo (Arch. F.F.O.). 17 El Ciervo apareció por vez primera en Barcelona, el 30 de junio de 1951. Su publicación fue autorizada como «boletín cultural» de un centro de jóvenes de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACN de P.), adherida a la Acción Católica Española, que se iba a constituir. Debido a que el primer número, redactado por una veintena de universitarios, no gustó a los que iban a patrocinar la revista, la ACN de P. no se hizo cargo de la publicación, a pesar de lo cual ésta continuó adelante gracias al apoyo de alguno de los redactores, tal es el caso de Claudio Colomer Marqués, por entonces director del diario El Correo Catalán. Las participaciones de Francisco Fernández Ordóñez datan de finales de los cincuenta y se iniciaron con crónicas teatrales. Lorenzo Gómiz, en el artículo «Los Fernández Ordóñez», publicado en el diario La Vanguardia el 17 de agosto de 1992, recuerda cómo fue la incorporación de Ordóñez a la revista. Según este testimonio, Francisco Fernández Ordóñez le envió una carta en la que «hablaba de él y de la revista; había una presentación de sí mismo y algo de discreta insinuación de colaboración posible.» Véase E. Cierco, «La revista El Ciervo», en J. A. González Casanova, Historia y teoría de cuarenta años, Madrid, Ediciones Península, 1992. 18 M. Miralles y F. Satue, Alfonso Guerra. El conspirador, Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 1991, pág. 188.
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para lanzar un mitin breve con la única intención de darlo por celebrado y que el público calmara su disgusto. Desde la primavera de 1976 se presentía el final del período Arias. El mensaje aperturista del nuevo presidente del Gobierno, que en un primer momento concitó tantas esperanzas, terminó siendo la última decepción del franquismo y la primera de la Monarquía reinstaurada. Significativa y aclaratoria resultará la reflexión de Ordóñez sobre este difícil y tortuoso período de la política española: El Gobierno Arias supuso el último esfuerzo de adaptación del esquema franquista al modelo democrático; fue un desesperado y patético intento de evitar la irrupción democrática. La lucha fue durísima y las fuerzas democráticas lograron objetivos parciales, como el indulto por delitos sindicales o la mayor tolerancia para las organizaciones clandestinas. Frente a la legalidad franquista y la ilegalidad empezó a surgir una zona confusa de alegalidad, es decir, de ilegalidad permitida, que ha causado daños enormes para el prestigio de las normas jurídicas y que ha continuado durante todo el tiempo de transición, durante el cual se ha vivido una realidad de hecho absolutamente alejada del ordenamiento jurídico vigente19.
Fue un tiempo este para el «desbordamiento democrático». Los actos públicos a favor de la democratización del país se multiplicaron al tiempo que proliferaban manifiestos suscritos por personajes pertenecientes a muy diferentes campos. En la mayor parte de las ocasiones la firma no llegaba siquiera a estamparse físicamente al pie de ningún texto. Lo habitual era que una llamada telefónica entre amigos y el compromiso con el contenido propuesto bastara para hacer pública la relación de adherentes. Los actos públicos se solían celebrar sin autorización alguna. Era una realidad, la española de 1976, que Ordóñez, empleando la expresión de Edgar Morin, calificó de dialógica, esto es: «La legalidad antigua había sido liquidada por la reali19
F. Fernández Ordóñez, La España…ob. cit., 1980, pág. 65.
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dad social, pero no había una legalidad nueva que legitimara aquella nueva realidad»20. En casa de Fernández Ordóñez, a principios del verano de aquel mismo año, se celebró una reunión a la que asistieron Adolfo Suárez, Felipe González, Areilza, Miguel Boyer y, evidentemente, el anfitrión Ordóñez21. En ella, Suárez solicitó al líder socialista el coyuntural apoyo del PSOE ante su posible candidatura a la Presidencia del Gobierno. González rechazó tal solicitud. Cuando el 3 de julio el Rey decidió confiar la Presidencia a Adolfo Suárez, Fernández Ordóñez, quizás en el error de cálculo más sonado de su trayectoria política, puso de manifiesto su disconformidad y vaticinó su pronto fracaso22. Aquella tarde de verano, Ordóñez estaba en el teatro con su mujer. La noticia del nombramiento de Suárez le sorprendió profundamente. El primer sentimiento que le embargó fue de temor. El ahora presidente había formado parte, de la mano de Herrero Tejedor, de una de las asociaciones más reaccionarias surgidas a raíz de la aprobación de la Ley de Asociaciones Políticas, la Unión Popular del Pueblo Español (UPDE). Con la llegada a la presidencia de Adolfo Suárez culminó lo que algunos cronistas
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F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). Felipe González, Areilza, Miguel Boyer y Francisco Fernández Ordóñez, sin la presencia de Suárez, ya se habían reunido algunos meses antes en casa de éste último. Areilza ha contado que en aquella otra ocasión, se abordó el tema de la Monarquía futura y de la inevitable condición democrática que había que tener. J. M. de Areilza, Crónica de libertad, Barcelona, Espejo de España, Planeta, 1985, pág. 168. Miguel Boyer, en la entrevista realizada el 7 de octubre de 2004, contrariamente al testimonio de Areilza, ha negado que él estuviera presente en aquel encuentro. 22 Se ha dicho que Ordóñez, al enterarse del nombramiento de Suárez como jefe del ejecutivo, pronunció aquella famosa frase que en su día exclamara Ortega al conocer la designación por Alfonso XIII de Dámaso Berenguer como penúltimo presidente de Gobierno de la monarquía: «¡Qué error! ¡qué inmenso error!». Pero ni a Ortega, ni a Ordóñez les es atribuible la frase; en verdad, éste fue el título con el que el historiador Ricardo de la Cierva, posteriormente ministro con Suárez, encabezó un artículo publicado en el diario El País, el 8 de julio de 1976. 21
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calificaron de «irresistible ascensión», jugando con las palabras del título de la obra de Bertolt Brecht La resistible ascensión de Arturo Ui, que en aquellos días se estrenaba en las tablas madrileñas23. Los diarios españoles y extranjeros valoraron de forma diferente el nombramiento de Adolfo Suárez. Así, cuando El País abogó por ayudar al Presidente como respuesta honesta y patriótica al decisivo momento político para el futuro de la España democrática, el diario francés Le Figaro se hizo eco de la estupefacción, decepción, e indignación con que los españoles habían recibido el nombramiento del nuevo Jefe del Ejecutivo. Junto a la dispar opinión con que los medios de comunicación recibieron el nombramiento de Suárez, no sólo Ordóñez, sino la inmensa mayoría de los opositores, y también muchos de quienes participaban de las posiciones inmovilistas dentro del propio régimen, vieron en el nombramiento de Suárez un error político del Rey. Como señala el historiador Charles Powell, el cese de Arias Navarro fue recibido de forma satisfactoria por los reformistas, pero también por la oposición. Pese a todo, no se evitó que pronto este sentimiento se convirtiera en una decepción al conocerse el nombramiento del hasta entonces ministro del Movimiento, Adolfo Suárez24. En los corrillos, algo lógico, sonaban varios nombres. Nunca sabremos, por ejemplo, si el monarca incluso llegó a pensar en Ordóñez para el puesto de Presidente pero sí sabemos que ya entonces le tenía en gran estima. Así lo confirmó Jean Daniel cuando confesó que el Rey Juan Carlos le había comentado, el 3 de diciembre de 1976, su aprecio, tanto por Suárez como por Ordóñez.25 23
Coincidencia mencionada en G. Camuñas y Club Siglo XXI, «Hacia una mayoría ideológica», en Fenómenos de crisis y futuro de España», vol. 1, Colección nuestro siglo, Madrid, Unión Editorial, 1981, pág. 202. 24 Ch. T. Powell, El piloto del cambio. El rey, la Monarquía y la transición a la democracia, Barcelona, Planeta, 1991, pág. 180. 25 «con anterioridad al referéndum sobre la monarquía constitucional, el Rey Don Juan Carlos me recibió. (…) Su majestad no había sido entonces
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Sea como fuere, era una decisión tomada. Ordóñez había conocido al nuevo Presidente unos años antes, cuando Suárez dejó la presidencia de la RTVE y pasó a presidir la Empresa Nacional de Turismo (ENTURSA). En su opinión, el nuevo Gobierno estaba lleno de segundones y penenes sin futuro que arruinarían sin remedio el proceso de cambio político en España26. Su desconfianza era tal que llegó a estar persuadido de lo coyuntural del período de gobierno de Suárez, y durante algún tiempo esperó la rectificación del rumbo que, según él, habría de seguir al inminente fracaso. Llevando la contraria a quienes habían vaticinado una corta estancia de Suárez en el poder, éste se hizo pronto con las riendas del país, encarando con diligencia las reformas necesarias para la democratización del sistema. Mediante una política inteligente y creíble, claramente dirigida hacia la convocatoria de elecciones generales y la redemocratización de España, logró deshacer las resistencias provenientes de gran parte de la oposición democrática y de sectores integrados en el Régimen de Franco. Con estos objetivos, el día 6 de julio, para contrarrestar las críticas con que se había recibido su nombramiento, Suárez compareció ante las cámaras de la Televisión española (TVE) para explicitar las principales líneas de su inmediata actuación política. En su discurso manifestó que contaba con el total apo-
insensible al hecho de que yo hubiera apostado por la evolución de España hacia la democracia, apuesta que no era evidente en la época para las personas de mi entorno. En el curso de la conversación, el Rey evocó la misión que él pretendía confiar a algunas personas, entre las que se encontraban no sólo Adolfo Suárez sino también Francisco Fernández Ordóñez». Palabras de Jean Daniel, en la III Conferencia Anual Francisco Fernández Ordóñez, 13 de diciembre de 1995, págs. 25 y 26. 26 Alfonso Osorio recoge la reacción que el nuevo gobierno provocó entre algunos miembros de la clase política, entre ellos la de Francisco Fernández Ordóñez que se refirió a este gabinete como «gobierno de penenes», haciendo referencia a la denominación que recibían los profesores no numerarios de la Universidad. A. Osorio, De orilla a orilla, Barcelona, Plaza & Janés, 2000, pág. 145.
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yo del Rey, que tenía una decidida voluntad democratizadora, y que deseaba contar con la oposición política para llevar a cabo su proyecto de reforma. Dos días después de aquella comparecencia televisiva de Suárez, el 8 de julio, junto con otras personalidades adscritas a la corriente socialdemócrata y por iniciativa de José Ramón Lasuén, Ordóñez entró a formar parte, como presidente, de la Federación Socialdemócrata (FSD), a la que Manuel Vicent definió como […] una especie de sociedad de amigos de Fernández Ordóñez, que consistía en un grupo de gente bien, colaboradores vergonzantes con el antiguo régimen a través de la tecnocracia, profesores ilustrados, expertos macerados por la cultura y otros seres ligeramente boticarios, que enseguida se aliaron con la oposición27.
Federación socialdemócrata: la construcción del centro político Pese a los fracasados intentos anteriores de formalizar la constitución del PSDU, los partidos políticos USDE, ISD, PSD y Socialdemócratas Independientes, reunidos en Madrid, constituyeron la FSD. Luis Lamana y el doctor Gómez Acebo fueron los promotores de la idea de conformar la unidad socialdemócrata mediante la articulación de un partido de naturaleza federal. A esta propuesta se sumaron tanto Ordóñez como otros dirigentes socialdemócratas. La intención era que la nueva organización se adaptara a una concepción descentralizada y cuasifederal de España. De esta forma, se conseguiría aunar en un proyecto único a los distintos partidos regionales y líderes locales que se habían presentado a la opinión pública como partícipes de un proyecto socialdemócrata o de reforma.
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M. Vicent, ob. cit., 1984, pág. 170.
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[…] la idea me pareció muy acertada como fórmula flexible para incorporar grupos diferentes de la misma ideología de las distintas regiones, y la operación empezó a funcionar28.
A partir de la fecha de constitución se fueron incorporando a la FSD, como miembros de pleno derecho, otras formaciones de implantación fundamentalmente regional29. Según algunas fuentes, a la Federación también se incorporó la sociedad anónima PROLESA, a cuyo frente estaba Armando de Benito, quien más adelante sería el principal impulsor de la creación del Partido Social Demócrata Independiente (PSDI). José Ramón Lasúen y el propio Francisco Fernández Ordóñez jugaron un papel central en el reclutamiento de los nuevos partidos y, por consiguiente, en el progresivo incremento de militantes que experimentó la FSD en los meses posteriores a su constitución. En muchos casos, los partidos incorporados contaban con un número muy reducido de miembros. Con las nuevas incorporaciones, al margen de la Federación sólo quedó en el campo socialdemócrata el PSDE de García López y de Prados Arrate. Según versión propia, pretendían evitar el compartir escenario con Francisco Fernández Ordóñez al que reprochaban su antigua vinculación al régimen franquista. Fernández Ordóñez, que quería que la Federación fuese algo más que una mera declaración de intenciones en cuanto a su estructura, participó en la creación de uno de los partidos que formaron parte de la misma, el Partido Socialdemócrata de la Región Centro (PSDRC), cuyos dos más destacados líderes eran Armando de Benito y Gonzalo Casado Herce. El nuevo partido
28
F. Fernández Ordóñez, ob. cit., 1980, pág. 58. El Partido Social Demócrata de Valencia, el Partido Socialdemócrata de Cataluña, el Partido Social Demócrata y Foral de Navarra (PSDFN), el Partido Social Demócrata de Aragón, Partido Social-Demócrata Balear, el Partido Social Demócrata de Madrid (Partido Social Demócrata de la Región Centro o de Castilla la Nueva) (PSDRC) y Causa Ciudadana (CC), única organización junto con la USDE, de entre todas las integradas en la Federación que tenía un carácter nacional. 29
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nunca llegó a tener estatuto legal, aunque sí celebró un congreso en noviembre de 1976, en el madrileño restaurante Biarritz. En la puesta de largo de la nueva formación, Fernández Ordóñez intervino con un discurso de clausura en el que proclamó abiertamente la necesidad de construir una opción socialdemócrata de amplia base. Además, hizo especial hincapié en el principal objetivo con el que nacía la Federación, el electoral. […] quiero hacer una llamada de atención sobre la circunstancia donde nos encontramos. Antes de cinco meses, va a plantearse una consulta electoral para la que necesitaremos unos medios económicos, un programa y unos equipos formados. Esta consulta electoral es un reto definitivo para la socialdemocracia como fuerza real independiente. No podemos volverle la espalda310.
Otros muchos partidos políticos socialdemócratas iniciaron entonces su andadura. Fernández Ordóñez acudió a la práctica totalidad de los actos constitutivos en respuesta a las múltiples invitaciones que le llegaban desde diversas partes de la geografía española. Esta presencia, a la postre, sería decisiva en el progresivo logro de un nivel de respetabilidad considerable entre la militancia socialdemócrata de todo el país. Más allá de los particulares intereses de los líderes y militantes de todos estos partidos socialdemócratas que se fueron integrando en la Federación, ésta nació impulsada por la proximidad de la contienda electoral. Por este motivo, desde un principio se plantearon tres posibilidades de actuación o, si se quiere, de alianzas con otras fuerzas. La debilidad económica, y la fragilidad orgánica propia de una formación recién nacida, aconsejaron el iniciar un proceso de convergencia política que garantizara la presencia socialdemócrata en el escenario postelectoral. La primera opción barajada fue la de alcanzar una coalición con el PSOE, posibilidad deseada por algunos miembros de la Federación, aunque no por todos, pero que no fue posible por la 30
F. Fernández Ordóñez, ob. cit., 1980, págs. 58-60.
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decisión tomada por el PSOE de presentarse con listas únicas. Otra opción, la de coaligarse con otros grupos o partidos socialistas tales como el PSP liderado por Enrique Tierno o con la Federación de Partidos Socialistas, tampoco resultó factible y sobre todo, no era nada rentable dada la menor proyección electoral de estos partidos en relación con la de los socialistas. En último término, en el seno de la Federación se planteó con fuerza una tercera opción que, a la postre, fue la que obtuvo un mayor respaldo del grupo ordoñista —«sector mayoritario» de la Federación— y que consistía en integrarse en una operación de centro en la que estuviesen presentes liberales, democristianos y socialdemócratas31. Al margen de los distintos itinerarios a seguir, la Federación participó desde un principio en las reuniones que celebró la oposición democrática, y que desembocó en la formación de la Comisión de los Nueve. A lo largo de su corta existencia como formación socialdemócrata mayoritaria y estando Fernández Ordóñez en su seno, la Federación realizó tres grandes encuentros nacionales y esporádicas reuniones en Madrid. Uno en Palma de Mallorca, otro en Valencia y un tercero en Almería. En el pleno que la Federación celebró en Palma de Mallorca el 6 de diciembre de 1976, se acometió la reorganización de cara al proceso electoral bajo una política común para todos los partidos y agrupaciones federadas. La Federación nació así, desde un principio, comprometida con una clara y fuerte convicción electoral, aspirando a la conquista de un número de escaños importante que le permitiera influir decisivamente en la vida política española. Además, se dispuso la existencia provisional de un doble nivel de responsabilidad. Por un lado se determinó que la soberanía de la organización en su conjunto correspondiera a un órgano superior en forma de asamblea, del que formarían parte todos los militantes de los diferentes partidos que integraban la Federación. Por
31
Según Fernández Ordóñez, el «centro» lo formaban, grosso modo: la Democracia Cristiana, determinadas fuerzas socialdemócratas y determinadas fuerzas liberales. S. Pérez Díaz, ob. cit., 1977, pág. 62.
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otro, se dispuso la existencia de un Comité permanente compuesto por ocho vocales, y de una Secretaría ejecutiva compuesta por un total de diez miembros32. La cita puso de manifiesto, por vez primera, lo que fue una constante durante el tiempo que existió la Federación, el enfrentamiento entre sus dos principales dirigentes, Francisco Fernández Ordóñez y José Ramón Lasuén. En aquella ocasión la polémica surgió después de elegir a los miembros provisionales de los órganos de la Federación, más concretamente cuando se disponían a fijar el nombre de quien debía formar parte del órgano que la Oposición democrática había constituido para negociar los términos de la reforma con el Gobierno Suárez. Después de un largo debate y de un cruce de argumentos a favor y en contra de las candidaturas alternativas de Ordóñez y Lasuén33, se decidió que el encargado de representar a la Federación fuese el primero, con el consiguiente enfado de Lasuén. Ordóñez hizo valer el argumento de que él, por edad, tenía menos posibilidades de repetir ocasiones como aquélla, lo que pronto se comprobaría incierto, a juzgar por la trayectoria posterior de uno y otro. El segundo encuentro nacional de la FSD tuvo lugar en Valencia poco antes de la celebración del Referéndum sobre la Ley para la Reforma Política. Entonces se vislumbraron los primeros atisbos de discordia interna. En último término, a pesar de la existencia de división de opiniones, la FSD decidió apoyar el sí solicitado por Adolfo Suárez. 32
Una vez inscrita en el Registro de Partidos, ya sin Ordóñez y los suyos en su seno, la FSD ratificó estatutariamente estos tres órganos básicos que pasaron a denominarse: Asamblea, Consejo Permanente y Secretaría del Consejo Permanente. Artículos 4 al 17 de los Estatutos de la FSD. Original depositado en el Registro de Partidos de la Dirección General de Política Interior del Ministerio del Interior; Entrada núm. 94, 19 de febrero de 1977, 14:30 h. 33 De entre las escasas referencias a Lasuén que se incluyen en las crónicas de la transición, la de P. J. Ramírez dice que era uno de los tipos más peculiares de la fauna política española del momento. A su entender, pecaba en exceso de egolatría y de cierta espectacularidad, aunque nadie podía discutir su contrastada inteligencia. P. J. Ramírez, Así se ganaron las elecciones, Barcelona, Planeta, 1977, pág. 75.
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[…] ante la situación crítica del proceso de reforma, la Federación Socialdemócrata pide y recomienda al pueblo el voto afirmativo como medio imprescindible en las circunstancias actuales para acelerar el proceso de conquista de la libertad política34.
Las luchas intestinas en la Federación se acrecentaron con el paso del tiempo. Aprobada la Ley para la Reforma Política y refrendada por los ciudadanos, tuvo lugar en Almería el último encuentro de la FSD. En la agenda política a discutir ocupó un lugar central la posible integración. Públicamente, José Ramón Lasúen acusó a Francisco Fernández Ordóñez de mantener, a espaldas del resto de la Federación, negociaciones con el Centro Democrático35. Ordóñez y Lasúen habían defendido posiciones bien distintas con relación a los socios electorales más deseables. Si bien Lasuén nunca ocultó su predisposición a alcanzar un pacto con el Partido Socialista Democrático de España, PSDE, con la USDE, con el Partido Socialista Histórico y con la RSE del antiguo falangista Manuel Cantarero del Castillo, Francisco Fernández Ordóñez hacía ya tiempo que venía manteniendo contactos con dirigentes liberales y democratacristianos para constituir una plataforma de centro que concurriese con garantía a las elecciones. Así las cosas, con posturas antagónicas en lo político y con un enfrentamiento personal permanente, la situación se tornó insostenible, y la descomposición de la unidad socialdemócrata, irrefrenable. Aquel día, la tensión llegó a alcanzar tal intensidad, que cuando Ordóñez, como presidente que era, pretendió dar explicaciones sobre su particular posición y el objeto de estos encuentros, los partidarios de Lasúen le
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J. D. Mellado, Arturo Moya. Lucha y esperanza, Granada, Equipo Andaluza de Medios, Granada, 1979, pág. 57. 35 Sobre estas reuniones se publicaron numerosas referencias en la prensa de aquellos meses. Así, en El País, de 23 de enero de 1977, se recogía la inminencia de un encuentro entre Fernández Ordóñez y el líder democratacristiano, Ruiz-Giménez, con el objeto de tratar sobre la incorporación de los grupos que ambos lideraban al Centro Democrático.
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impidieron el uso de la palabra. La sesión terminó con una votación para decidir si la Federación se integraba o no en el Centro Democrático, saliendo vencedora la opción contraria a la integración. En la práctica, se materializó de esta guisa una ruptura en toda regla. De nuevo, el devenir de los acontecimientos mostraba con crudeza una característica definitoria de la socialdemocracia española, el ser o representar, casi en exclusiva, la proyección pública de un líder o de un equipo reducido de hombres con vocación política36. Seis meses después de constituirse como tal, la FSD se fragmentó definitivamente, frustrándose, de momento, el más relevante de cuantos proyectos unitarios de esta ideología se habían ensayado. Los seguidores de Ordóñez, miembros en su práctica totalidad de la antigua IS, y otros pequeños grupos decidieron emprender un nuevo camino. De cualquier modo, en opinión de Lasuén, nunca llegó a existir una escisión formal, puesto que todo se redujo al abandono de la Federación por parte de poco más de un centenar de afiliados que no habían conseguido imponer sus criterios a lo que, Lasuén entendía, era la mayoría de la Federación. Esta particular visión de las cosas contrastaba con el parecer de los seguidores de Ordóñez quienes se encargaron por entonces de acusar a Lasúen de instrumentalizar el partido a su servicio y de manipular el sistema de decisiones a través de la afiliación ficticia de grupos regionales. Más allá del desafortunado final, durante su existencia y, sobre todo en la fase en la que aún no existía legalmente, los miembros de la Federación pretendieron desarrollar una práctica política compartida que se manifestó de diversas formas. En los actos públicos, los miembros de la FSD siempre emplearon el término «España» y no el de «Estado español», más habitualmente usado por el resto de las fuerzas de oposición política. Reivindicaron los principios éticos del socialismo democrático y se inscribieron en el seno de la tradición progresiva del liberalismo, entendidos, tanto el socialismo como el liberalismo, de modo 36
A. Moya, «La socialdemocracia», en El País, 9 de febrero de 1977.
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antidogmático. Matizaron sus diferencias con el socialismo radical al juzgar que el motor principal del cambio social es el conflicto pero no sólo en su forma de lucha de clases. Defendieron que las conquistas que la clase trabajadora había ido logrando no podían ser sacrificadas temporalmente bajo ningún pretexto, haciendo de esta forma una llamada a la responsabilidad política de los dirigentes tanto de la izquierda como de la derecha. En los discursos de sus principales dirigentes, tanto en los de Ordóñez como en los de Lasúen, siempre estuvo presente la reivindicación de una mayor igualdad social, y el final de los privilegios de los detentadores de la riqueza y de los que controlan los mecanismos del poder. La FSD llegó a elaborar un programa provisional y un manifiesto de medidas de naturaleza económica y social. El documento programático recogía muchos de los principios que durante los años anteriores habían ido formando parte de los diversos proyectos socialdemócratas representados en cada una de las personalidades más significativas de esta ideología. Así, declaraba como principal objetivo: «La reforma de la sociedad para conseguir que siempre prevalezca el valor fundamental de la justicia, la exigencia moral de la libertad, el sentido ético de la solidaridad y el deseo permanente de progreso y bienestar social». Al tiempo, se relacionaban una serie de objetivos más próximos que habrían de convertirse en políticas concretas en caso de ostentar en el futuro responsabilidades de gobierno. Junto a la labor programática, la Federación se esforzó, fundamentalmente a través de Francisco Fernández Ordóñez, en conseguir un nexo de unión con otras opciones políticas de similar identidad fuera de España. Así, a finales de marzo de 1976 Ordóñez, acompañado de Francisco Soler Valero y Arturo Moya, viajó a Portugal para entrevistarse con los principales líderes de los partidos socialdemócratas y centristas con el objeto de conocer de cerca la renovada situación política portuguesa y poder sacar conclusiones aplicadas al caso español. Francisco Sá Carneiro, líder del Partido Social Demócrata Portugués, propuso entonces a Fernández Ordóñez mantener otro encuentro en Madrid para estudiar la posible formación de un organismo conjunto de naturaleza y definición socialdemócrata. En
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aquella ocasión se habló en algunos medios de la voluntad que ambos líderes tenían de configurar una especie de internacional socialdemócrata, diferente y aparte de la Internacional Socialista. En Portugal gobernaban los socialistas de Mário Soares. Sá Carneiro y su partido ocupaban la oposición. Desde una perspectiva ideológica, el líder socialdemócrata portugués se situaba más a la derecha de la que en España pretendía ocupar Fernández Ordóñez y sus «seguidores». A pesar de la evidencia de esta consideración, Sá Carneiro intentó convencer a Fernández Ordóñez —y lo consiguió— sobre la cercanía e incluso semejanza entre los postulados político-ideológicos de sus dos partidos. Según cuenta el propio Ordóñez: [Sá Carneiro] [le] explicó una tarde en [su] casa que en el fondo era lo mismo. [Los socialdemócratas españoles] querían reformar [el] sistema económico y social hacia la izquierda y ellos [los socialdemócratas portugueses] tenían que hacerlo hacia la derecha para llegar al mismo punto, porque en Portugal la revolución había terminado prácticamente con las raíces de la economía de mercado37.
Como resultado de las entrevistas mantenidas entre ambos líderes, tan sólo unos días antes de que se produjera su ruptura con la FSD, Francisco Fernández Ordóñez firmó con Sá Carneiro la Asociación Socialdemócrata Ibérica, el 18 de enero de 1977. El Partido Socialdemócrata de Portugal y la FSD hicieron público un comunicado conjunto en el que manifestaron que ambas delegaciones, constatadas las diferencias de las condiciones en que la evolución política se venía produciendo en sus respectivos países, coincidían en la existencia de una gran comunidad de intereses entre los dos pueblos. En lógica consecuencia, de igual forma, acordaron poner en práctica un programa genérico de apoyo mutuo para la institucionalización, estabilización y garantía de la democracia en los dos países38. Aquel
37 38
F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.) El País, 14 de enero de 1977.
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comunicado concluía exponiendo la adecuación existente entre el pensamiento socialdemócrata y la realidad histórica ibérica, y el firme convencimiento que ambas partes tenían de la necesidad de impulsarlo a escala peninsular e internacional por todos los medios posibles. A tal fin convinieron promover la creación de la Asociación Socialdemócrata Ibérica, con el propósito de ampliarla en una segunda etapa a la comunidad latina, tanto europea como Iberoamericana. En la práctica, la creación de esta asociación no supuso en modo alguno la fundación de otra internacional, según aclararon Sá Carneiro y Fernández Ordóñez. De acuerdo con las declaraciones conjuntas de ambos líderes, las ideas básicas de la asociación serían las de democracia liberal política y justicia social, utilizando la vía reformista para la transformación de la sociedad. Para España, especialmente, se contempló la necesaria descentralización, lo que suponía el respeto de la personalidad propia de las distintas comunidades, y la evolución política como forma preferida frente a la fórmula revolucionaria ensayada en Portugal para conseguir el cambio político. La presencia en la Comisión de los Nueve y la reforma política Los encuentros entre distintos políticos representando a ideologías y pequeños partidos se convirtieron en una constante a finales de 1976. En el mes de agosto algunos de los más destacados líderes de la oposición democrática se reunieron en la casa de Joaquín Garrigues. A la cita acudieron los liberales Joaquín Satrústegui, Ignacio Camuñas, Joaquín Muñoz Peirats, Jaime Miralles y Ramón Pías; los socialistas Raúl Morodo, Joan Reventós, Joseph Pallach, Alejandro Rojas Marcos y Enrique Barón; el comunista Manuel Azcárate; el nacionalista catalán Miguel Roca Junyent; los independientes Antonio García Trevijano, José Armero y Carlos Ollero; los socialdemócratas José Ramón Lasuén, Antonio García López y Francisco Fernández Ordóñez. Los asistentes debatieron sobre la estrategia a seguir
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por la oposición en sus relaciones con el Gobierno de Suárez, quien ya arrojaba pocas dudas sobre la sinceridad de sus intenciones democratizadoras. En verdad, los contactos entre algunos de aquellos hombres y otros líderes como Felipe González se habían iniciado meses antes, y habrían de seguir produciéndose cada vez con más frecuencia en los meses siguientes. Por esas mismas fechas y a título individual, Francisco Fernández Ordóñez mantuvo una entrevista con el Presidente del Gobierno para intercambiar pareceres sobre la situación política presente y las perspectivas futuras. Ordóñez estaba muy interesado en conocer de primera mano los proyectos de Suárez y sobre todo, en asegurarse de las verdaderas intenciones políticas de éste. La impresión no pudo ser mejor: Me pareció, en aquella ocasión, un hombre con ideas muy definidas en cuanto al futuro político del país. Me aseguró que establecería partiendo de la legalidad vigente un sistema de cambios que permitirían legalizar los partidos y los sindicatos y celebrar unas elecciones libres para designar un Gobierno democrático y aprobar una Constitución. Suárez me estaba dibujando un proceso de reformas que conducían a una verdadera ruptura respecto al franquismo. Quedaba en el aire la duda sobre la legalización del Partido Comunista respecto de la cual era noticia la oposición de algunos miembros de su Gobierno. Recuerdo que le manifesté claramente mi punto de vista sobre la necesidad de legalizar los partidos políticos sin discriminación39.
Más allá de las meras declaraciones, los primeros pasos de Suárez al frente del Ejecutivo resultaron satisfactorios, incluso para muchos de quienes habían cuestionado su nombramiento. Superadas las iniciales desconfianzas hacia el Presidente y su gobierno, en los meses de septiembre a diciembre, la oposición fue cambiando la estrategia. Al mismo tiempo que Suárez maquinaba la reforma política y disputaba su liderazgo con quienes desde dentro del régimen intentaban boicotear su pro39
F. Fernández Ordóñez, ob. cit., 1980, pág. 67.
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yecto de reforma, la oposición siguió reuniéndose, cada vez con más frecuencia, para articular un discurso común ante el futuro inmediato. El 10 de septiembre de 1976 tuvo lugar otra importante reunión de los líderes opositores en el que se convertiría en el local más visitado por los políticos españoles durante la Transición, el Restaurante Jai-Alai. Estuvieron presentes un representativo número de los dirigentes políticos y sindicales que lideraban los partidos democráticos, con las excepciones hechas de Enrique Tierno Galván, Santiago Carrillo y Felipe González. Ordóñez recordará años más tarde que asistieron García Trevijano por el Grupo Demócrata Independiente; Álvarez Dorronsoro por el Movimiento Comunista; J. M. Peydró por el PSD; Zufía y Zavala por el Partido Carlista; Nazario Aguado por el Partido del Trabajo; Tamames, Sánchez Montero y Azcárate por el Partido Comunista; Guedán y Cabrera por la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT); Eurico de la Peña por USDE; Antonio Vázquez y Ruiz-Giménez por Izquierda Democrática; José Alonso por Comisiones Obreras; Jerónimo Saavedra por la Unión General de Trabajadores; Martínez Ovejero por la Unión Sindical Obrera, Enrique Barón por la Federación de Partidos Socialistas; Enrique Múgica, José María Benegas y Gómez Llorente por el PSOE; Raúl Morodo y José Bono por el PSP; Antonio Fontán, Ramón Pais y Joaquín Garrigues por el Partido Demócrata; Joaquín Satrústegui y Jaime Miralles por Unión Liberal; José María Gil-Robles por la Federación Demócrata Popular; Fernando Álvarez de Miranda, Iñigo Cavero y Jaime Cortezo por la Izquierda Demócrata Cristiana; Enrique Carlos y Bernardo Ravasa por el Partido Liberal; Carlos Ollero a título personal y, Alberto Cercós, José Ramón Lasuén, Armando Benito, por la FSD40. A pesar de semejante plantel, de esta reunión no salió ninguna decisión definitiva. Únicamente sirvió para comprobar, por un lado, la existencia de
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Relación de nombres mencionada en: F. Fernández Ordóñez, ob. cit., 1980, págs. 67-68.
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muchos criterios compartidos en referencia al camino que había que tomar para llevar a buen puerto la reforma política, y por otro, la permanencia, aún, de ciertos conatos de desconfianza hacia el Gobierno de Suárez. Cuando la Ley para la Reforma Política había superado ya el trámite de las Cortes41, tuvo lugar otro decisivo encuentro, en este caso, de todos los partidos que por entonces constituían la oposición. A la asamblea, que se realizó en el despacho que Raúl Morodo, colaborador y discípulo de Enrique Tierno Galván, tenía en la calle Eduardo Dato, asistieron un total de treinta y tres formaciones políticas, sociales y sindicales, incluyendo a la FSD representada en este caso, junto con Ordóñez, por Juan Peydró42. El profesor Tierno Galván, ausente en otras convocatorias, hizo las veces de moderador. Una vez debatidas varias cuestiones relativas a la política gubernamental, y pese a preferir mayoritariamente la ruptura a la reforma, los opositores aceptaron formar un comité de negociación con el Gobierno. Al mismo tiempo, y con la intención de que aquel encuentro tuviese unas conclusiones claras ante la opinión pública, los asistentes designaron una ponencia encargada de difundir las ideas acordadas en la que estaban Satrústegui, Benet, GilRobles, Múgica, Barón, Tierno y Fernández Ordóñez. Algunos años después Tierno Galván se refirió al trabajo de esta ponencia y a la contribución de algunos de sus miembros, en su libro Cabos Sueltos. Según el «viejo profesor» entre los miembros de la misma había un gran desconocimiento mutuo, que en ningún caso fue impedimento para llevar a buen puerto su misión. De la presencia y del trabajo de Ordóñez, afirma en otra parte del libro, que su ayuda en la redacción del documento fue imprescindible y de gran valor: No era mucho mi conocimiento con Francisco Fernández Ordóñez, que pasando el tiempo convirtióse en un buen 41
El 27 de noviembre de 1976. De los asistentes a esta reunión hay relación completa en ABC, 28 de noviembre de 1976. 42
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amigo mío pero que entonces me resultaba casi extraño, porque nuestros caminos de acción habían discurrido por latitudes distintas. La ayuda de Fernández Ordóñez para la total redacción del documento fue valiosísima por su eficacia y por la discreción con que de modo casi imperceptible para los demás introducía cambios sustanciales y oportunos»43.
Como resultado de aquellos trabajos se redactaron un total de siete conclusiones que pasaron a ser las señas de identidad reivindicativa de la oposición democrática. De una parte, se solicitaba el reconocimiento de todos los partidos políticos y organizaciones sindicales, sin olvidarse del Partido Comunista y de la central sindical más próxima, CCOO. Además, se demandaba un inmediato reconocimiento, protección y garantía de las libertades políticas y sindicales, al tiempo que la disolución del aparato político del franquismo para evitar posibles inmiscusiones en el devenir del cambio. Por otro lado, entre aquellos puntos reivindicativos se incluía la concesión de una amnistía más amplia de la hasta entonces aprobada y el uso equitativo de los medios públicos de comunicación en la presentación de las distintas alternativas políticas. Otras exigencias eran el poder negociar las condiciones en las que habría de celebrarse el referéndum para la aprobación de la Ley de Reforma Política y las subsiguientes elecciones generales, así como el reconocimiento de la diversidad nacional y regional de España44. La cita sirvió igualmente para constituir la Comisión de los nueve como organismo encargado de negociar con Suárez los términos en que habría de producirse la reforma a partir de las siete condiciones previas45. Ordóñez logró incorporarse a esta 43
E. Tierno Galván, Cabos Sueltos, Barcelona, Bruguera, 1981, pág. 591. F. Fernández Ordóñez, ob. cit., 1980, pág. 71. 45 Las fuerzas de la Oposición democrática, reunidas el día 1 de diciembre de 1976, aprobaron por mayoría la composición de la comisión que se encargaría de realizar las negociaciones con el Gobierno. A la Comisión pertenecieron: Antón Canyelles, Felipe González, Santiago Carrillo, Joaquín Satrústegui, Enrique Tierno Galván, Francisco Fernández Ordóñez, Valentín Paz Andrade, Jordi Pujol y Julio Jáuregui. 44
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reducida y selecta comisión negociadora de los opositores en un ejercicio de verdadera inteligencia política. El valioso papel jugado en la redacción de las condiciones de la asamblea opositora tuvo un peso decisivo en su inclusión en este órgano. Todo ello no evitó que su presencia causara una gran sorpresa en el escenario político. Significativa y aclaratoria resultará a este respecto la reacción de Rodolfo Martín Villa, quien llegaría a ser su compañero en el primer ejecutivo democrático de Suárez: La divina sorpresa que la oposición nos reservaba a todos en la Comisión de los diez la constituía la presencia de Francisco Fernández Ordóñez, ex subsecretario y ex secretario general técnico del Ministerio de Hacienda y ex presidente del INI en el régimen de Franco. Un arrepentimiento precoz46.
Ordóñez siguió participando en el macroorganismo opositor incluso después de romper con la FSD a la que debía su puesto. Lasúen, secretario general de la Federación, llegó a solicitar a la Comisión la sustitución de Ordóñez por él mismo, dado que, a su entender, la pertenencia al organismo negociador era de carácter grupal y no personal. Esta pretensión fue rechazada por los miembros de la Comisión47. Quienes formaban este 46
R. Martín Villa, Al servicio del Estado, Barcelona, Espejo de España, Planeta, 1985, pág. 46. Este tipo de críticas años más tarde serían puntualizadas de la siguiente manera: «Fue, fundamentalmente, un hombre excepcional y un hombre bueno. Un hombre al que se ha criticado. En algún caso hasta yo he podido participar en la crítica porque fue un hombre que cambió, ¡claro que cambió!, porque estaba cambiando esencialmente la vida misma de España. Pero cambió en la dirección adecuada, en aquella dirección en que la mayoría numérica y además la mayoría moral pedía que se cambiara España.» Palabras de Rodolfo Martín Villa en la VI Conferencia Anual Francisco Fernández Ordóñez, 23 de noviembre de 1998, pág. 70 47 La FSD se puso en contacto telegráficamente con Enrique Tierno Galván, solicitándole la sustitución de Francisco Fernández Ordóñez por José Ramón Lasúen. El 3 de febrero de 1977, la Comisión contestaba afirmando que entendían que sus miembros habían sido designados personalmente para la realización de una negociación con el Gobierno sobre la base de siete con-
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órgano de la oposición prefirieron transigir con una presencia, la de Ordóñez, que no venía apoyada ni por un relevante grupo de militantes ni, menos aún, por un respaldo popular significativo. En realidad, ninguno de los miembros se había sometido aún a la criba de unas elecciones. Gracias a la presencia en la Comisión, Fernández Ordóñez asistió activamente a las conversaciones con el presidente Adolfo Suárez junto con personalidades como Felipe González, Santiago Carrillo, Manuel Fraga, Sánchez Montero, Marcelino Camacho, Enrique Tierno Galván, Enrique Múgica, Antón Canyelles, Joaquín Satrústegui, Trías Fargas y Jordi Pujol. Todos ellos fueron «el verdadero combustible que alimentó el motor de la transición»48. Cuentan algunas versiones que en el seno de la Comisión Ordóñez ejerció de informador puntual del presidente Suárez, con quien después habrían de separarle tantas cosas49. Sean o no ciertas estas informaciones, algunos pensaron, como en otros casos, que Fernández Ordóñez jugó un papel más destacado de lo que la realidad de su representatividad le hubiese otorgado en otras circunstancias. Para Ordóñez, la «Comisión de los Nueve» tuvo varias características definidoras: En primer lugar, el clima era cordial y constructivo. En segundo lugar, la Comisión funcionó con autonomía: de hecho no volvimos a reunir a la Asamblea. En tercer lugar, los objetivos se consiguieron poco a poco y la Comisión fue perdiendo su sentido porque la cercanía de las elecciones generales iba poniendo de relieve en la primavera que ya no
diciones. Poco después, el 9 de febrero de 1977, José Ramón Lasúen remitía otro escrito, esta vez a Joaquín Satrústegui, en el que le manifestaba el desacuerdo de la FSD con relación a la negativa de la Comisión de los nueve sobre la sustitución del representante socialdemócrata. A su vez, Satrústegui, en respuesta a dicha misiva, reiteraba el 18 de febrero del mismo año, la citada negativa. (Arch. F.F.O.). 48 Expresión utilizada por Santiago Carrillo en carta dirigida a Francisco Fernández Ordóñez, fechada el 29 de enero de 1985. (Arch. F.F.O.). 49 G. Morán, ob. cit., 1991, pág. 188.
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éramos sino políticos que concurrirían poco después en alternativas contrarias50.
Al tiempo de constituirse la Comisión, el presidente Suárez rechazaba aún la posibilidad de que en ella se encontraran presentes los comunistas. Según Fernández Ordóñez, para muchos españoles, incluso para los que no habían tenido la desgracia de vivir la contienda civil, el comunismo tenía en España una connotación distinta que para cualquier otro ciudadano del mediterráneo europeo51. Suárez lo sabía, como también conocía las dificultades que tendría para justificar ante determinados sectores, como el ejército, una presencia comunista en las ya de por sí cuestionadas negociaciones con la oposición democrática. Pues bien, con el doble objetivo de reforzar su imagen y de servir de intermediario entre los comunistas y el Gobierno, Fernández Ordóñez se ofreció como interlocutor para conseguir la presencia imprescindible de los comunistas en el organismo negociador y evitar así que la futura democracia naciera parcelada. Esta proposición, como era de esperar, no fue aceptada52, lo que no ha impedido que años después, Santiago Carrillo reconociera que las actitudes de personalidades como Francisco Fernández Ordóñez y la de otros como José María Gil Robles, Joaquín Garrigues Walker, Enrique Tierno, Enrique Múgica contribuyeron a que la legalización del PCE fuera posible53. Una de las primeras reuniones de la Comisión tuvo lugar en la sede que el PCE tenía en la calle Peligros. Con ello, los partidos democráticos quisieron dejar claro desde un principio que rechazaban todo tipo de exclusiones; también la de los
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F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.) J. Ruiz-Giménez, El camino hacia la democracia. Escritos en «Cuadernos para el Diálogo», Madrid, Edición y Estudios Instituto Fe y Secularidad II, Centro de Estudios Constitucionales, 1985, pág. 290. 52 Santiago Carrillo, poco tiempo después, pasaría a formar parte de la Comisión negociadora. Véase S. Carrillo, Memorias, Barcelona, Espejo de España, Biografías y memorias, Planeta, 1994, pág. 634. 53 S. Carrillo, Memoria de la Transición, Barcelona, Grijalbo, 1983, pág. 45. 51
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comunistas54. El principal tema de discusión entre los asistentes fue el de la construcción del Estado55. Intervinieron, como Ordóñez rememoraría después, Pujol, Jáuregui, Paz Andrade, todos ellos en un tono de nacionalismo moderado. Era la primera vez que todos los partidos democráticos podían intercambiar ideas sobre un tema fundamental para el régimen político que se pretendía instaurar y lo único que estaba claro, de momento, era que «en el futuro el Estado sería distinto o la democracia no podría ser viable»; el principal problema —no poco importante— era «el talante y el pulso con que se podría dirigir este proceso». Una breve declaración escrita por Felipe González puso punto final a la primera de otras muchas reuniones de la Coordinadora que se sucederían en adelante56. Por aquellas mismas fechas, tuvo lugar en Madrid una cumbre eurocomunista que venía a ser el respaldo europeo a la opción liderada en España por el veterano dirigente Santiago Carrillo. A aquella cita, en la que estuvieron presentes algunos de los más destacados líderes comunistas europeos (Berlinguer, Marchais, Cunhal, etc.) fue invitado Francisco Fernández Ordóñez. Junto a él también estuvieron en aquel salón de actos personajes como: Tierno, Areilza o Múgica, todos ellos actores centrales de la futura democracia. A tenor de la normalidad con la que se desarrolló el acto y de los contenidos de los discursos, a pocos les podía caber ya ningún tipo de recelo sobre lo que los comunistas españoles representaban, más bien quedó sentado que su contribución serviría para garantizar que el proceso democrático se completara en su totalidad. Suárez consiguió negociar con la oposición algunos de los 54
La primera reunión de la Comisión de los nueve tuvo lugar en noviembre de 1976, y la segunda el 7 de diciembre de ese mismo año, en la sede del Partido Socialista Popular. La tercera reunión, celebrada en la sede del PCE, tuvo lugar el 21 de enero de 1977. 55 El 3 de febrero, la Comisión hizo público un escrito en el que se contenían ocho puntos que concretaban la postura del organismo opositor con relación a las nacionalidades y regiones (Arch. F.F.O). 56 F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.)
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temas pendientes que ésta había declarado centrales e irrenunciables tales como la amnistía, la ley electoral proporcional, la legalización de partidos o la disolución de Movimiento. Tras múltiples encuentros con grupos sociales destacados, e incluso con muchos de quienes se oponían a cualquier tipo de cambio que supusiera la destrucción del franquismo, consiguió que las Cortes franquistas ofrecieran vía libre a un proyecto de reforma política que, prácticamente, dio luz verde a la democratización. De este modo, el 18 de noviembre de 1976, el proyecto de Ley de Reforma Política fue aprobado con una mayoría de 425 votos afirmativos, 59 en contra y 13 abstenciones57. Nada más conseguir la aprobación parlamentaria, y cuando aún quedaba el trámite de la aprobación en referéndum, Diario 16 —medio de una gran influencia durante toda la transición— incluyó en su editorial las siguientes consideraciones: El Gobierno Suárez, montado en la omnipotente ola histórica que está demoliendo la dictadura, ganó ayer en las Cortes una resonante victoria que nos abre a los españoles el camino de la libertad. No ganó Suárez, ganó el país…58.
Poco después, el pueblo español ratificó en referéndum la voluntad de llevar a cabo un proceso de cambio político articulada por Adolfo Suárez. La actividad de Ordóñez en los círculos opositores se intensificó. Inició una colaboración intensa en la Comisión de los nueve y fuera de ella, junto con comunistas, socialistas, liberales y democristianos, con el objetivo de lograr establecer una serie de condiciones básicas que permitiesen la construcción de un Estado democrático. Entre ellas, fijar el contenido de la futura ley electoral. En el piso de la calle Serrano donde Ordóñez tenía instalado su bufete, se celebraron varias reuniones con esta última finalidad. Entonces, el tema de discusión giró en torno a la mejor forma de corregir el sistema pro57
J. Tusell, Historia de España en el siglo XX. IV. La transición democrática y el gobierno socialista, Madrid, Taurus, 1999, pág. 83. 58 «Ganó el país», Diario 16, 19 de noviembre de 1976.
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porcional, sobre «la aritmética más o menos deformada, casi siempre pícara, con la que al final se deciden las elecciones»59, optándose, en último término, por la regla D’Hont. Al margen de la mayor o menor proporcionalidad del sistema electoral, el principal problema tratado fue el de la elegibilidad o no de los ministros y la del propio Presidente. Hasta tal punto resultó conflictiva la cuestión, que hubo de tratarse por separado en una entrevista personal que algunos líderes de la oposición, incluyendo a Ordóñez, mantuvieron con Adolfo Suárez. Fernández Ordóñez era partidario de que los miembros del gobierno fuesen declarados inelegibles dada su procedencia no democrática. La cuestión se zanjó, en último término, con la generosa aceptación por silencio de Felipe González y del resto de los reunidos sobre la posibilidad de que Adolfo Suárez se presentara a la reelección como presidente del Gobierno. La velocidad con que se habían venido desarrollando los acontecimientos propició el incremento de la inestabilidad política. Los grupos más extremistas iniciaron una campaña para desacreditar el proceso democratizador ante la opinión pública. Así las cosas, el día 24 de enero varios militantes ultraderechistas asesinaron en la calle Atocha de Madrid a cinco abogados laboralistas vinculados con el PCE. Ordóñez tuvo que ser advertido por Simón Sánchez Montero, líder comunista que cubrió de forma transitoria el puesto de Santiago Carrillo en la Comisión de los nueve, del riesgo que corría a consecuencia de su participación en la oposición democrática60. Pese a todo, las negociaciones entre el Gobierno y la Oposición siguieron adelante y se empezaron a alcanzar importantes compromisos. Quizás el más significativo de todos los acuerdos, el que logró desbloquear la situación, fue el alcanzado por el Gobierno a través de su presidente, para arbitrar una modificación de la legislación sobre «asociaciones políticas». Por decretoley de ese mismo año, el Gobierno revisó las normas de registro
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F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). C. Abella, Adolfo Suárez, Barcelona, Espasa Biografías, 1997, pág. 141.
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contempladas en la Ley de asociación, garantizando la inscripción de los partidos políticos de la oposición democrática. En abril, concretamente el día 9, el PCE era legalizado y unos días más tarde, en un gesto de reciprocidad pactado entre Santiago Carrillo y Adolfo Suárez61, el Partido Comunista se comprometía públicamente a defender la unidad de España, a reconocer la bandera roja, amarilla y roja, y a aceptar a la Monarquía de D. Juan Carlos I de Borbón sin comprometerse, no obstante, al abandono de su preferencia republicana62. Sin duda, la legalización del PCE y la normalización de su presencia en la vida política española fueron una de las más evidentes pruebas de que el cambio en gestación era de un profundo y desconocido calado. La formación de la Unión de Centro Democrático Fernández Ordóñez y algunos de quienes hacía tiempo venían colaborando políticamente con él decidieron retomar contactos con los miembros más moderados de la oposición democrática, con el objetivo manifiesto de crear una coalición electoral capaz de frenar, por un lado a la derecha más radical y, por otro, a la izquierda marxista, representada en aquel tiempo por el PSOE y el PCE. Existían razones de peso para promover una convergencia de las formaciones moderadas que concluyeran en la creación de un partido de centro: La ubicación política del partido socialista en aquellos momentos dejaba un espacio muy amplio para la presentación de una opción social democrática independiente en la línea que había sido iniciada por Dionisio Ridruejo63. 61
El 27 de febrero de 1977, Adolfo Suárez y Santiago Carrillo se encontraban por vez primera en las afueras de Madrid. De aquella reunión, si bien es cierto que no salieron compromisos definitivos, se consiguió obtener un sentimiento de mutua confianza entre ambos líderes, posibilitador de un futuro compromiso por la democracia. 62 Véase S. Carrillo, ob. cit., 1983. 63 F. Fernández Ordóñez, La España…, ob. cit., 1980, pág. 57.
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En la voluntad de Ordóñez, como lo había estado antes en la de Dionisio Ridruejo, lo deseable habría sido que el Partido Socialista Obrero Español hubiese hecho una apertura en sus principios, pero esto, en 1976, aún no había ocurrido. Parece evidente que en aquellos años, el PSOE todavía estaba muy lejos de ser un partido capaz de acoger a hombres del perfil de Francisco Fernández Ordóñez. Era un partido que aún se definía como marxista, calificativo que pronto verían como un serio obstáculo para capturar los votos más centristas64. Joaquín Garrigues Walker, por cuyo hermano Antonio y por él mismo Fernández Ordóñez siempre sintió cierta debilidad, resumió bien el sentido y la necesidad de una coalición del tipo propuesto, en una dirección parecida a la expuesta por Ordóñez. A su entender, las razones eran de dos tipos, internas y externas. En primer lugar el argumento relativo a la radicalidad del socialismo y, en segundo término la necesidad de alcanzar el poder como único medio de apaciguar las disputas en el seno de la oposición moderada: El radicalismo del PSOE en el congreso previo a las elecciones [de 1977] fue de tal naturaleza que de hecho lo convirtió en un partido marxista y eso produjo el rechazo de personas como yo, que entre la opción de colaborar con el sector reformista del régimen o con un partido que se declaraba de inspiración marxista, no tenía más alternativa que ir a Unión de Centro Democrático65. No somos capaces de ponernos de acuerdo ni para ir a un mitin juntos. O nos subimos al tren del poder, que nos paga el billete, nos señala el asiento y nos dice a dónde ir, o decimos adiós desde el andén y nos vamos a casa66.
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Para ampliar este aspecto: S. Juliá, Los socialistas en la política española, 1879-1982, Taurus, 1996, págs. 510-521. 65 Cambio 16, núm. 454, 1980. 66 Cita recogida en M. Boyer, «Una vida española bien empleada», en El País, 8 de agosto de 1992.
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Las negociaciones para crear la coalición electoral se iniciaron en enero. El Partido Popular (PP) liderado por José María de Areilza y por Pío Cabanillas llegó pronto a un acuerdo de federación con la Unión Democrática Española, en aquel momento dirigida por el que fuera jefe de Fernández Ordóñez, Monreal Luque. Con el tiempo, a esta Federación se le unieron el Partido Popular Demócrata Cristiano y el Partido Liberal. Poco después, se celebró en Madrid el Primer Congreso del PP, entre el 5 y el 7 de febrero de 1977. Como principal novedad, no exenta de cierta perplejidad, la negociación trajo consigo el nombramiento de Pío Cabanillas como presidente, en demérito de Areilza. Algunos días antes de que se celebrara este Congreso se hizo pública la voluntad de constituir el Centro Democrático (CD). Después de muchos encuentros, idas y venidas de todos los que sentían cierta afinidad con la idea de un centro aglutinador de tendencias políticas moderadas, en enero de 1977, fructificaron sus esfuerzos mediante la creación del citado Centro Democrático. La incorporación de Fernández Ordóñez y de otros socialdemócratas destacados al proyecto centrista no se produjo hasta finales de ese mes67. Sólo fue posible una vez materializada la definitiva ruptura con la FSD de José Ramón Lasúen. Al tiempo que negociaba con los miembros del CD, junto con un grupo de sus más fieles seguidores, Francisco Fernández Ordóñez creó el Bloque Socialdemócrata (BSD) y, unos días más tarde, lo formalizó legalmente con el nombre de Partido Social Demócrata (PSD)68. Bajo estas siglas, él y sus seguidores se integrarían formalmente en la opción de centro. La presentación de la plataforma o Bloque Socialdemócrata tuvo lugar el día 2 de febrero de 1977, en el Club 24, situado en la calle Claudio Coello núm. 31 de Madrid69. En esta puesta
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El 29 de enero de 1977. El 3 de febrero de 1977. 69 Sobre la constitución y presentación pública del Bloque Socialdemócrata véase El País, 2 y 3 de febrero de 1977. 68
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de largo del Bloque, junto a Ordóñez y el resto de los miembros escindidos de la FSD, estuvieron presentes la mayoría de los líderes del CD: Pío Cabanillas, Areilza, Álvarez de Miranda y Garrigues Walker70. Esta circunstancia aclaró, si es que aún no lo estaba, la trayectoria que los escindidos pretendían seguir a partir de ese momento. Arturo Moya, líder de CC y del Partido Andaluz SocialDemócrata (PASD) fue el encargado de dar lectura del manifiesto de constitución del Bloque en el que se explicaron algunas de las razones de su formación. En primer lugar, instaurar pacíficamente la democracia plena a través de un proceso constituyente viable. En segundo término, promover la ideología socialdemócrata para garantizar su presencia en las Cortes. Por otro lado, en tercer lugar, propiciar la transformación socioeconómica profunda de la sociedad española, dada la injusta distribución de la renta, la riqueza y el poder social y convocar a todos los que aceptasen el ideario socialdemócrata a participar, como centro izquierda, en una coalición electoral con democratacristianos y liberales71. Aquel día, en su discurso ante los miembros del Bloque, Francisco Fernández Ordóñez señaló que la socialdemocracia no quería aparecer como una confrontación frente al socialismo y que no era, en modo alguno, una falsa izquierda. Anunció que el Bloque estaba negociando duramente su participación en el CD, y que se pretendía constituir en el ala izquierda de ese centro, aún en ciernes. A su juicio, no se trataba de un viraje a la derecha, dado que el Bloque se mantendría fiel a la ideología socialdemócrata que les había unido a todos sus miembros. La
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El Bloque, antes incluso de constituirse como fuerza política, había entrado ya en negociaciones con este CD, coalición de fuerzas de centroderecha que, con origen en el PP, terminaría dando lugar al nacimiento de la UCD. José María de Areilza, que estuvo en aquella presentación, se haría eco de cómo Fernández Ordóñez manifestó entonces las razones que aconsejaban la entrada en el Centro Democrático. J. M. de Areilza, Cuadernos de la transición, Barcelona, Espejo de España, Planeta, 1983, pág. 90. 71 Declaración de objetivos del Bloque Socialdemócrata inserta en El País 3 de febrero de 1977.
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operación de acercamiento a los grupos democristianos y liberales era coherente con esta ideología, dado que en algunos países europeos como Portugal o Alemania esta fórmula ya se había ensayado con éxito, sin provocar mayores recelos72. El carácter «puente» del BSD hizo que como tal, nunca llegara a dotarse de unos estatutos y, en cuanto a su estructura, se limitara a distinguir un órgano ejecutivo y otro asambleario: el Comité ejecutivo y la Asamblea electoral, respectivamente; denominación esta última que dejaba bien claro cuáles eran las verdaderas intenciones de la formación. Dado el reducido número de miembros, la práctica totalidad de quienes decidieron abandonar la FSD pasaron a formar parte de la dirección del Bloque. En este puesto permanecieron hasta el 15 de marzo, fecha prevista para la celebración de la Asamblea General73. El Comité ejecutivo lo formaron: Arias Salgado, Arturo Moya Moreno, Luis Gámir, Luis González Seara, Sanz Pastor, García Romeu, José Vicente Cebrián, Soler Valero, López Roa, Esteve y García Pumarino. Fernández Ordóñez, principal inspirador de la «fuga», se encaramó a la presidencia de la Asamblea electoral y del citado Comité ejecutivo, desde donde inició el proceso para la inmediata conversión en partido. El Partido Social Demócrata se constituyó formalmente el 10 de febrero de 1977, tan sólo ocho días después de la presentación formal del Bloque Socialdemócrata, cuando los miembros promotores —Francisco Fernández Ordóñez y Rafael Arias Salgado— suscribieron ante notario74 el acta de constitución que poco después hicieron llegar al Registro de Partidos Políticos del Ministerio de Gobernación75. La inscripción definitiva 72
Ibíd. Ibíd. 74 El notario era José Luis Álvarez, de quien ya se ha hablado en una nota anterior. 75 El domicilio social del nuevo partido se fijó en el despacho que Francisco Fernández Ordóñez tenía en la calle Serrano 49 de Madrid. Más adelante se trasladó, según consta por comunicación dirigida al Registro de Partidos, a la calle Jovellanos 5 de Madrid. 73
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en el registro se produjo el día 17 de febrero de ese mismo año, según consta en el Tomo I, folio 58 del preceptivo Libro de Inscripciones. Resulta especialmente interesante el hecho de que el citado 10 de febrero, los promotores del nuevo partido solicitaran a la Administración el registro en exclusiva de la designación de Partido Social Demócrata y, asimismo, a los efectos de lo que disponía el artículo 5º de la Ley, el nombre de Federación Socialdemócrata y de Federación de Partidos Socialdemócratas. Esta declarada intención no hizo más que visualizar la continuidad de una lucha abierta entre los partidarios de Ordóñez y los de José Ramón Lasuén, por hacerse en exclusiva con la etiqueta socialdemócrata. No obstante, las pretensiones del que sería a la postre el nuevo Partido Social Demócrata (PSD), no se vieron cumplidas, desestimándose la solicitud tres días antes de su definitiva inscripción como tal, el 14 de febrero de 1977. Reunido formalmente el Consejo Político del PSD bajo la presidencia de Francisco Fernández Ordóñez76, acordó que Rafael Arias Salgado desempeñara temporalmente la secretaría general del Partido y que, del mismo modo, la presidencia correspondiera a Ordóñez, hasta que se celebrara el Congreso constitutivo. En rigor, el PSD fue una federación de cinco partidos: la Asociación Socialdemócrata del País Valenciano (ASDPV); el Partido Social Demócrata Asturiano (PSDAS) (Emilio García Pumarino), el Partido Social Demócrata Extremeño (PSDEX) (José MonteroSánchez); el Partido Social Demócrata y Foral de Navarra (PSDFN) (Jaime Ignacio del Burgo y José María Sanz-Pastor Mellado) y el Partido Andaluz Socialdemócrata (PASD) (Arturo Moya y Francisco Soler Valero), algunos de los cuales habían sido socios fundadores de la FSD. En ocasiones, como ocurrió con el PASD, se trataba de una mera plataforma creada por Arturo Moya, quien en su día fue cofundador de asociación política CC77.
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La reunión se celebró el día 22 de abril de ese mismo año. El PASD se creó en febrero de 1977, primero en Granada, y más tarde en Málaga, Córdoba, Almería y Cádiz. Este partido desarrolló una significativa labor de divulgación política, en gran medida, gracias al intenso tra77
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Francisco Fernández Ordóñez dijo del PSD que su propósito era llegar a una sociedad socialista en la que se hubiesen conseguido unos niveles éticos de igualdad y justicia a través de un proceso de transformación gradual mediante reformas sucesivas de la sociedad capitalista […]; que la instauración de la democracia a través de la Monarquía sólo se podía consolidar en el período constitucional con una política económica eficaz que desarrollase el país y redistribuyese efectivamente la renta reduciendo las rentas altas, protegiendo las medias e incrementando las bajas con un Gobierno que representase a las clases medias, que no infundiese miedo a la derecha y que fuera creíble para la izquierda. La filosofía del partido era la moderación y su espacio político, el centro78. El día 10 de enero, El País publicó un artículo de Fernández Ordóñez con el título: «Confesión personal». En él, después de admitir los riesgos de la ruptura con la FSD y el comienzo de un nuevo proyecto político, se detallaban las razones que habían justificado las negociaciones con el Centro Democrático. Se trataba, según dijo, de asegurar unas Cortes constituyentes en las que existiese una amplia representación de las fuerzas políticas democráticas moderadas, capaces de aceptar la idea del cambio social y político, superando rencores y resentimientos de épocas anteriores. Un profundo respeto por la familia socialista —explicó— le impedía optar por una posición de izquierda ambigua en unas elecciones donde lo más importante era configurar grandes espacios no conflictivos entre las fuerzas democráticas. Por ello, desde su posición ideológica socialdemócrata era perfectamente legítimo, y entraba dentro de la lógica, su participación en una alianza electoral con liberales y democristianos, como las que se habían suscrito en otros países europeos. bajo de Arturo Moya Moreno. Prueba de ello es la elaboración y presentación de dos documentos de naturaleza político-ideológica: Programa del Partido Andaluz Social-Demócrata, 1977 y Manifiesto para la esperanza. Arturo Moya Moreno (Partido Andaluz Social-Demócrata), s.f, Granada. 78 J. Ferrando Badía, Del autoritarismo a la democracia, Madrid, Ediciones Rialp, 1987, pág. 159.
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El artículo concluyó con una declaración de intenciones en la que dejó clara su vocación de futuro y su compromiso compartido en la construcción de la democracia española. En marzo, Alfonso Osorio, ministro de la Presidencia, informó a algunos dirigentes del PP de las intenciones de Suárez de incorporarse al Centro Democrático ocupando el cártel electoral de esta formación. Ordóñez conoció dichas intenciones por el propio Suárez, a quien, en privado, mostró su desacuerdo. En público, y haciendo gala de una ambigüedad calculada, se expresó en una dirección opuesta afirmando que la imparcialidad junto a la neutralidad de un proceso electoral era compatible con la presencia activa en las mismas del presidente Suárez79. Pese a la evidente carencia de liderazgos reconocidos por los ciudadanos, los dirigentes del Centro Democrático convocaron una serie de actos electorales con objeto de dar a conocer la opción centrista, prescindiendo del que más tarde habría de liderarla, Adolfo Suárez. Quizás el que más trascendencia tuvo, precisamente por los frustrantes resultados de la convocatoria fue el que se celebró el sábado 2 de abril de 1977 en Alicante. En aquella ocasión estaban previstas las intervenciones, entre otros, de Pío Cabanillas, Fernando Álvarez de Miranda y de Francisco Fernández Ordóñez. Todo salió al revés de lo esperado; poca asistencia, desaprobación e intento de boicot por parte de algunos de los escasos asistentes. Uno de los desafortunados protagonistas del acto, Fernando Álvarez de Miranda ha recordado así lo que sucedió aquel día de la primavera política: […] aquello fue deprimente. Ni se había hecho propaganda del acto, ni estaba organizado, ni sabíamos qué decir los innumerables oradores ante el escaso público que se dedicaba a abuchear a Pío Cabanillas. Paco Fernández Ordóñez, que viajó acompañado del periodista de turno, no disimulaba su preocupación. Las cosas no podían ponerse peor para un Centro Democrático independiente, ni mejor para hacerlo pasar por el aro80. 79 80
C. Abella, ob. cit., 1997, pág. 244. F. Álvarez de Miranda, Del contubernio al consenso. La experiencia vital
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Este primer acto fue suficiente para desistir en el intento de concurrir a las elecciones en solitario y sin un liderazgo definido. Con el fracaso moría el deseo de proponer al electorado una opción ajena al Gobierno. La única salida posible para el proyecto y los hombres que representaban al Centro Democrático pasó por aceptar el desembarco de Suárez y los suyos en el seno de la coalición. Ya no quedaban dudas, tampoco en Ordóñez. El día 3 de mayo, el presidente Suárez compareció ante las cámaras de televisión española para hacer pública su intención de presentarse como candidato a la reelección en las primeras elecciones realmente democráticas que se celebrarían en junio. Creo, modestamente, tener el derecho y al mismo tiempo el deber de identificarme públicamente y no a escondidas con aquellos grupos o personas que desde una posición de centro pretende ofrecer a los electores lo que ha sido una constante de mi Gobierno, una alternativa política que tienda a evitar peligrosos enfrentamientos, ofreciendo al mismo tiempo una plataforma de colaboración para un entendimiento duradero de los españoles81.
Con la incorporación de Adolfo Suárez, el Centro Democrático pasó a denominarse Unión de Centro Democrático (UCD) y, por vez primera, se empezó a creer en la posibilidad cierta de convertir a la nueva formación en instrumento idóneo para realizar un doble objetivo: primero para impedir el triunfo de la izquierda y segundo, para configurar un partido de naturaleza reformista. La UCD nació a las puertas de las primeras elecciones democráticas como una coalición de oportunidad, formada por personas de muy variadas procedencias y tradiciones ideode un hombre que ha luchado siempre por defender sus ideas liberales y su fe en el sistema democrático, Barcelona, Planeta, 1985, pág. 124. 81 Discurso televisado que se recoge parcialmente en L. García San Miguel, Teoría de la transición, Buenos Aires, Ediciones Ciudad Argentina, 1996, pág. 209.
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lógicas. En ella, junto al PSD de Fernández Ordóñez, se integraron las siguientes formaciones políticas: Partido Demócrata Cristiano, Partido Demócrata Popular, Partido Popular Demócrata-Cristiano, Partido Social Demócrata Independiente, Federación de Partidos Demócratas Liberales, FSD, Acción Regional Extremeña, Partido Gallego Independiente, Partido Social Liberal Andaluz, Unión Canaria y Unión Demócrata Murciana. A pesar de la pluralidad, la mayor parte de sus miembros procedían de las estructuras político-administrativas del franquismo. Así, de todos los candidatos que concurrieron en las primeras elecciones democráticas en las listas de la UCD, el mayor porcentaje lo formaban colaboradores moderados del franquismo, y después de estos, los seguidores de Pío Cabanillas en el PP y los democratacristianos82. En las elecciones del 15 de junio de 1977 la coalición UCD consiguió más de seis millones de votos (34% de los votos) y 166 escaños, suficientes para gobernar aunque sin mayoría absoluta. En un principio, los partidos integrantes de la UCD decidieron no fusionar sus estructuras y seguir existiendo autónomamente como tales. El primer paso en la construcción de la UCD como partido lo dio Adolfo Suárez cuando, a finales de junio, convocó a los integrantes de la coalición para formalizar un pacto de legislatura que garantizara la unión de todos los miembros coaligados y la estabilidad parlamentaria. Nació de esta forma la Unión Parlamentaria Centrista. Aprovechando la sensación dejada por la victoria en las urnas, Suárez arrancó también otro compromiso a los dirigentes de los partidos coaligados, el de constituir un partido unificado que 82
«Un 46 por 100 de los candidatos se agrupaban bajo la denominación de independientes, que encubría en buena parte a colaboradores moderados del franquismo; del resto, un 17 por 100 procedía del Partido Popular y un 12 por 100 de los democratacristianos. De todos modos, el porcentaje de los diputados de UCD que habían sido procuradores con Franco era sólo del 17,5 por 100 mientras que 13 de los 16 diputados de AP habían sido ministros en el régimen pasado». En J. Tusell, Historia de España en el siglo XX. IV La transición democrática y el gobierno socialista, Madrid, Taurus, 1999, pág. 104.
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integrase a todas las fuerzas de la coalición en una estructura de base regional83. Algunos dirigentes, como Fernández Ordóñez, se mostraron reticentes a este acuerdo de unificación progresiva. Llegado el momento, el Partido Social Demócrata puso una serie de condiciones para aceptar la integración. En primer lugar, asegurar que el nuevo partido que surgiese no fuera una especie de continuación del antiguo Movimiento. A los socialdemócratas les preocupaba que la operación produjera a la larga una derechización política por el desequilibrio en que se encontraban frente a otros grupos84. En segundo término, dar una clara orientación progresista a la nueva formación, la cual debería dotarse de una estructura democrática que permitiese la presencia de las minorías y, en último lugar, la posibilidad de conservar en el seno de la nueva UCD la identidad de los parlamentarios socialdemócratas85. Con objeto de aclarar este y otros extremos, a finales del mes de junio se produjo un encuentro entre los dirigentes del Partido Social Demócrata y el presidente Suárez86. A la misma asistieron además de Ordóñez, Luis Gámir, Arturo Moya, Luis González Seara y Jaime Ignacio del Burgo. Cubiertas casi cuatro horas de reunión, los socialdemócratas aceptaron integrarse en el partido centrista a cambio del compromiso de Suárez en el sentido de garantizar en el seno de la UCD su identidad ideológica87. El presidente Suárez nos prometió formalmente que impediría una deriva hacia la derecha del nuevo colectivo y 83
Adolfo Suárez tomó la decisión de convertir la coalición Unión de Centro Democrático en partido en el mes de agosto de 1977. 84 F. Fernández Ordóñez, «El camino de los socialdemócratas», en Cambio 16, Historia de la Transición, «Suárez y su decreto de unificación», 10 años que cambiaron España, 1973-1983, 2.ª parte, De las primeras elecciones democráticas al triunfo socialista, Capítulo 34. (s.f.), pág. 505 (Arch. F.F.O.). 85 El País, 25 de junio de 1977. 86 El País, 26 de junio de 1977. 87 La firma del documento en el que los distintos líderes de la UCD expresaron su voluntad de ir a la constitución de un partido único se produjo el martes día 28 de junio de 1977.
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que respetaría la especial situación minoritaria del grupo socialdemócrata, pero que le parecía más importante que todo la consolidación del proceso democrático88.
A finales de año, el Consejo político de la coalición centrista acordó la definitiva disolución de los partidos que la integraban89. En la práctica, este hecho no implicó la desaparición total de los mismos, sino exclusivamente el cambio de concepción organizativa y sus modos de actuación. La mayor parte de los antiguos miembros de cada partido se siguieron reuniendo periódicamente para adoptar posturas consensuadas en los órganos decisorios de la UCD. Los encuentros formales fueron sustituidos por encuentros esporádicos. Como más tarde reconocería Ordóñez, las formaciones que entonces convivían en el seno de la UCD (coalición), esto es, los liberales, los democristianos y los socialdemócratas, hacía ya tiempo que habían desaparecido como tales. Entre los miembros de los antiguos partidos que constituyeron la UCD se había producido, en muchos casos, una síntesis ideológica. A pesar de todo, la fusión fue, desde el momento en que se formalizó, más una voluntad que una realidad. Se discutió poco sobre los fundamentos ideológicos de síntesis que necesariamente habrían de inspirar al nuevo partido y eso, a la larga, se terminó pagando. En el caso concreto de los partidos socialdemócratas, todos ellos se disolvieron con la excepción hecha de la FSD, cuyo máximo dirigente, no obstante, siguió en la UCD. Por su parte, habrían de pasar más de ocho meses90 para que el Partido Social88
F. Fernández Ordóñez, «El camino de los socialdemócratas», ob. cit., pág. 505. 89 En desacuerdo con la disolución de los antiguos partidos integrantes de la UCD impuesta por Adolfo Suárez, el ministro de Relaciones con las Cortes, Ignacio Camuñas, dimitió el 27 de septiembre. Poco después, Ordóñez y Garrigues disolvían —convencidos por Suárez— sus respectivos partidos, el socialdemócrata y el liberal, respectivamente. Véase S. Alonso Castrillo y L. Calvo-Sotelo (pról.), La apuesta del centro: historia de la UCD, Madrid, Alianza, 1996, pág. 215. 90 28 de marzo de 1978.
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demócrata se disolviera definitivamente y se integrara en la Unión de Centro Democrático, pese a que el compromiso había sido aceptado mucho antes. La cancelación del PSD supuso, de inmediato, la desaparición de los partidos que se encontraban federados en él, esto es: la Agrupación Social Demócrata del País Valenciano, el Partido Social Demócrata Asturiano, el Partido Social Demócrata Extremeño, el Partido Social Demócrata Foral de Navarra y el Partido Andaluz Social Demócrata91. A pesar de su desaparición como partidos, en algunos casos, tal cual ocurrió con la Agrupación Socialdemócrata de Valencia, los militantes crearon asociaciones con el objetivo de aglutinar, aunque de manera latente, una identidad grupal. A la larga, estos grupos permitirían a Ordóñez mantener viva una adscripción ideológica, pero también personal, hacia él92. En un primer momento, la integración supuso para muchos militantes socialdemócratas un motivo de pesimismo. La prudencia y la calma pasaron por ser dos actitudes imprescindibles para lograr la unión efectiva de quienes hasta ese momento habían guardado la suficiente equidistancia política. En el ánimo de muchos antiguos socialdemócratas militantes del PSD, rondaba un deseo: […] que amplias zonas de la población sigan creyendo en la idea social-demócrata. […] sino, más o menos tarde caerían en el PSOE y el Centro quedaría convertido en el barco de los nostálgicos93.
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Documentos de entrada y salida números 742 y 1221, respectivamente, ambos con fecha 31 de marzo de 1978. 92 Con fecha 17 de octubre de 1977, un Catedrático de Derecho del Trabajo y responsable de la antigua Agrupación Socialdemócrata valenciana, se dirigió a Ordóñez para comunicarle el nacimiento de un grupo de debate, «Club Socialdemócrata», dedicado a conferencias, coloquios, estudios, jornadas, etc., así como de la creación de unas «Juventudes Socialdemócratas» a él vinculadas. 93 Carta remitida con fecha de 2 de julio de 1977 por Antonio Morillo Crespo, miembro del Partido Andaluz Socialdemócrata, a Francisco Fernández Ordóñez (Arch. F.F.O.).
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La incorporación del PSD en la Unión de Centro Democrático resultó triplemente ventajosa para sus miembros. Por un lado se tradujo en una importante presencia, primero en las listas electorales de la UCD —presencia atribuible en gran medida a la importante presión ejercida por Ordóñez en el seno de la Comisión de listas de Madrid— y después como diputados y senadores electos de la coalición. Por otro lado, los principales dirigentes del PSD, incluido el propio Ordóñez, consiguieron formar parte de más de un gabinete de los que formó Adolfo Suárez en el período 1977-1980. En último lugar, los socialdemócratas procedentes del PSD formaron parte de los órganos políticos internos del partido. El liderazgo de Ordóñez veló entonces, no sólo por los dirigentes más significativos del «clausurado» PSD, sino también por quienes, desde las distintas provincias habían venido esforzándose por consolidar opciones socialdemócratas. En algunos casos, fueron los propios dirigentes locales quienes se encargaron de recordarle a Ordóñez, puntualmente, su deber para con ellos94. De cualquier modo, y al margen de estas cuestiones, ya como miembros de la Unión de Centro Democrático (partido), los socialdemócratas se caracterizarían a partir de entonces, más 94
En carta remitida por un miembro destacado del PSD, éste se dirige a Francisco Fernández Ordóñez en los siguientes términos: «Paco, aún pecando, o corriendo el peligro de que me tomes por un plomo, desearía que desde tu actual posición de poder, hicieras todo lo posible para buscar una solución urgente a mi problema. […] desde hace dos años aproximadamente, lo único que he hecho ha sido, trabajar por la Socialdemocracia en todo el País, siendo en estos momentos, junto con otros pocos, uno de los que se ha quedado apeado de todo […] te rogaría nuevamente hicieras todo lo posible, que estoy seguro harás, para ver si me pueden nombrar Delegado de Turismo de Valencia, ya que soy conocedor del sector. De no poderse conseguir esto, te agradecería, intentaras encajarme en alguna empresa dependiente de tu departamento, como puede ser: CAMPSA, Tabacalera, Elcano, etc. […]» (s.f ) (Arch. F.F.O.). Se pretende ilustrar una práctica nada infrecuente en la época, para lo cual es irrelevante el nombre de la persona; optamos por preservar la privacidad de su correspondencia con Ordóñez.
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por la defensa de algunas políticas específicas, en particular por la reforma fiscal progresiva y la aprobación de políticas sociales de más amplio alcance, que por la defensa de un modelo organizativo concreto95, aunque sin descuidar este último aspecto. En concreto, Francisco Fernández Ordóñez participó activamente en la organización interior de la Unión de Centro, desempeñando tareas de diversa índole en su seno, aunque estas nunca llegaran a ocuparle una parte significativa de su agenda.
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P. Gangas Peiró, El desarrollo organizativo de los partidos políticos en España, Madrid, Universidad Complutense, 1996, págs. 84-85.
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Capítulo 4 LEYES PARA EL CAMBIO (1977-1981)
Con el presidente Adolfo Suárez, entrando en el Congreso de los Diputados
Diputado y ministro: la reforma tributaria En las primeras elecciones generales de la democracia, Francisco Fernández Ordóñez logró ser elegido diputado por Madrid, como tercero de la candidatura que encabezaba Adolfo Suárez, y en la que también estaban incluidos Leopoldo CalvoSotelo, Ignacio Camuñas, Joaquín Garrigues, Iñigo Cavero y José Pedro Pérez Llorca. Junto a él, y después de una larga y compleja tarea de formación de candidaturas, muchos de los que le habían acompañado en su corta trayectoria opositora, lograron hacerse con actas de diputados por distintas provincias. La elaboración de las listas electorales para los comicios de junio de 1977 resultó especialmente conflictiva. Ordóñez jugó en este debate un importante papel de promotor y defensor de sus huestes. Cuando Calvo-Sotelo anunció que Rafael Arias Salgado sería el número catorce por Madrid, Fernández Ordóñez enfureció y amenazó a quienes participaban en el proceso con abandonar la coalición. Según relato del periodista P. J. Ramírez, «Paco Fernández Ordóñez se puso súbitamente en pie y exclamó: «Esto es el colmo… Es una injusticia. Yo me voy»»1. Ante estas palabras, Calvo-Sotelo reaccionó irónicamente agradeciendo a Ordóñez su presencia y despidiéndolo con fina ironía. En el último momento, para frenar la salida de Ordóñez y, con él, de sus seguidores, Calvo-Sotelo le ofreció la posibilidad de que Arias Salgado ocupara el número uno de la lista al Con-
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P. J. Ramírez, Así se ganaron… ob. cit., 1977, pág. 145-146.
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greso por Toledo. A decir verdad, esta última propuesta la aportaron Fernando Chueca Goitia e Ignacio Camuñas. Esté último, también presente en aquella reunión que se desarrolló en una de las estancias del palacio presidencial de la Moncloa, fue el encargado de explicitarla. Fernández Ordóñez mostró finalmente su conformidad y le comunicó de inmediato la resolución del conflicto al interesado2. Conocidos los resultados electorales del 15 de junio, Suárez formó Gobierno. A Fernández Ordóñez le reservó la cartera de Hacienda3. La mayor parte de los jefes de filas de los partidos que configuraban la todavía coalición UCD tuvieron cabida en el Ejecutivo. Entre otros, compartieron banco azul: Pío Cabanillas en Cultura, Iñigo Cavero en Educación, Joaquín Garrigues Walker en Obras Públicas, Ignacio Camuñas como adjunto para las Cortes, Manuel Clavero Arévalo como ministro adjunto para las Regiones y Sánchez de León en Sanidad y Seguridad Social4. 2
Tiempo después, Arias Salgado se fue alejando de la órbita socialdemócrata de Fernández Ordóñez y acercándose cada vez más a la persona del presidente Suárez. No obstante, Salgado siempre mantuvo un buen concepto de su antaño padrino político e incluso reconoció que Ordóñez fue uno de sus «maestros en política», junto a su padre (Gabriel Arias Salgado) y a su suegro (Joaquín Ruiz-Giménez). Entrevista a Rafael Arias Salgado realizada en Madrid, en abril de 2001. 3 Nombramiento realizado por Real Decreto 1563/1977, de 4 de julio (BOE del día 5 de julio). 4 Según Antonio Garrigues Walker, en este gobierno se encontraban dos de las personas más progresistas y modernizadoras, «mi hermano Joaquín y Ordóñez. Creo que fueron los que hicieron más por hacer llegar la modernidad. (…) España empieza a convertirse en un país moderno económicamente a partir de la creación del delito fiscal, obra de Francisco Fernández Ordóñez (…) jamás se ha reconocido suficientemente lo que hizo Francisco Fernández Ordóñez en el Ministerio de Hacienda, en la lucha contra la corrupción fiscal. España era un país en el que nadie pagaba impuestos, nadie, absolutamente nadie. Llegó un momento en que eludir impuestos no solamente no era delito fiscal, sino infracción administrativa, había como una especie de esfuerzo entre personas para ver quién defraudaba más y mejor. Quien defraudaba más tenía cierta aura de listo y de capaz. Eso había que
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El nombramiento de Fernández Ordóñez había sonado con insistencia en los mentideros políticos desde hacía tiempo. Él mismo, en conversaciones informales reconoció en varias ocasiones su deseo de incorporarse al nuevo gabinete, y hacerlo, a ser posible, en la cartera de Hacienda. De nuevo Pedro J. Ramírez reproduce una conversación donde así lo pone de manifiesto: Era completamente de noche cuando le pregunté si le gustaría ser el próximo ministro de Hacienda… Con absoluta sinceridad me respondió que sí; que le atraía el reto intelectual que suponía enderezar la economía del país en un momento tan delicado. «Tendría que ser formando parte de un Gobierno democrático, claro». Me dijo que se sentía muy capacitado para el cargo, pues creía reunir de forma equilibrada los suficientes conocimientos técnicos y la necesaria experiencia política. Entre grandes pausas fue descartando, uno a uno, a sus posibles competidores en el cargo: Fuentes Quintana no es político… Monreal pertenece al pasado… socialista no hay ninguno con preparación suficiente… Foncillas no… Oliart tampoco… Paco estaba convencido de que tenía que ser él5.
Sobre el particular, Suárez había comentado a la hora de elaborar la relación de ministrables que Ordóñez podía ser el nuevo ministro de Hacienda, dado que había sido el más furibundo crítico de la situación económica del país y, por consiguiente, era quien mejor podría atacar dicha situación. Ordóñez recordó más tarde que su designación como ministro de Hacienda fue el cumplimiento de un sueño. Según él, parecía lógico, teniendo en cuenta la experiencia acumulada en ese Ministerio. Además de ofrecer a Ordóñez la cartera de Hacienda, Suárez le encargó contactar con algunas personalidades prestigiosas del mundo de la economía, de manera que pudiera incorporar un buen número de ellas al equipo económico del Gobierno —no
transformarlo.» Entrevista a Antonio Garrigues Walker, Madrid, 11 de junio de 2004. 5 P. J. Ramírez, ob. cit., 1977, págs. 145-146.
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sólo como ministros, sino en otras responsabilidades de dirección interna—. Ordóñez, buen conocedor de las dificultades que habrían de sortearse, sugirió a Suárez la conveniencia de separar las responsabilidades económicas de las hacendísticas. Era imprescindible que la persona que se encargase de la reforma fiscal estuviese al margen, o al menos, suficientemente separada del resto del área económica. Cumpliendo con el encargo de Suárez, y decidida la división de ambas áreas, la de hacienda y la de economía, Ordóñez concertó una entrevista con el profesor y viejo amigo Enrique Fuentes Quintana. El objetivo no era otro que convencerle de la conveniencia de su incorporación al Gobierno. Por entonces, la relación entre ambos se asentaba en la amistad. Fuentes había tenido siempre una afición a la política, pero sólo en términos de observador y de comentarista crítico. Nunca había podido desprenderse, ni lo lograría entonces, de un intenso recelo de castellano viejo frente a la acción política, fuera gubernamental u opositora. A pesar de la amistad y de la inclinación que Fuentes Quintana había sentido siempre hacia la política, la tarea de convencerle para formar parte del Gobierno de Adolfo Suárez no fue nada fácil. Para persuadirle de la idoneidad de su incorporación a la cartera de Economía, Ordóñez le prometió la posible llegada al equipo económico del economista y amigo personal del propio Fuentes, Manuel Varela Panache. A la postre, y a pesar de las intensas gestiones que se llevaron a cabo, no fue posible convencer a Varela de la utilidad y conveniencia de su incorporación. Aún sin ella, Fuentes asumió por fin la responsabilidad de Economía, aunque por poco tiempo. Al equipo económico se incorporaron también Oliart, vinculado a la Banca, y García Oliver, miembro del PSD de Fernández Ordóñez. Desde la cartera de Hacienda, y siguiendo el programa de la UCD que en materia económica había sido elaborado en su totalidad por el sector socialdemócrata, Fernández Ordóñez puso en marcha el más ambicioso proyecto de reforma fiscal emprendido en España hasta el momento. La reforma constituía el «requerimiento mínimo imprescindible para que el país
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pudiese empezar a ser un país moderno», al tiempo que «el indicador más auténtico de una voluntad de cambio real»6. Claro está, no fue el único símbolo —quizás tampoco el más decisivo— de la transformación democrática española, pero sí constituyó un antecedente significativo de un nuevo tiempo, caracterizado por un sano ambiente «de moral nueva, de exigencia ética, de sociedad habitable»7. Además, la reforma inició la necesaria y gradual homologación del sistema fiscal español con las líneas generales de la fiscalidad comunitaria, en respuesta a la pretendida orientación exterior de España y a su futura pertenencia a la Comunidad Europea. La transformación del sistema fiscal español que representó la reforma tuvo dos rasgos políticos adyacentes. En primer lugar, los principales cambios que se abordaron (impuesto sobre el patrimonio, delito fiscal, supresión del secreto bancario, impuesto sintético sobre la renta), junto con los cambios en la Administración Tributaria, se produjeron durante un período constituyente. En segundo término, la reforma también coincidió en el tiempo con la transformación de la estructura del Estado que complicaba aún más las ya de por sí complejas relaciones entre los diferentes niveles de la acción pública: el municipal, el provincial y el estatal, sumando ahora el nivel autonómico8. Por otro lado, como ha puesto de manifiesto el profesor Serrano Sanz, la reforma fiscal fue [al menos] un cuadro gigantesco y de gran ambición9, inconcluso en muchas de sus previ-
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F. Fernández Ordóñez, Diario de sesiones del Congreso de los Diputados (Comisión de Economía y Hacienda, Sesión informativa celebrada el martes, 9 de agosto de 1977, núm. 6, págs. 122 y 111. 7 F. Fernández Ordóñez, «La reforma fiscal, ¿un ademán solitario?», en El País, 18 de junio de 1980. 8 «Palabras pronunciadas por el Ministro de Hacienda, Francisco Fernández Ordóñez, en la clausura del seminario Iberoamericano sobre reformas fiscales», La Rábida, 26 de agosto de 1978. Ejemplar disponible en el Archivo F.F.O., pág. 1. 9 Fernández Ordóñez describió la reforma fiscal como: «Diez proyectos
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siones, […] con la presencia de un vigor y una trascendencia que [dieron] singularidad al paso de Francisco Fernández Ordóñez por el Ministerio de Hacienda, «hasta hacerle entrar en el reducido círculo imaginario de los muy escasos ministros que han tenido una influencia perdurable»10. Tal y como veremos, la reforma no fue una tarea exclusiva de Fernández Ordóñez ni en sus antecedentes ni en su implementación. El profesor Fuentes Quintana fue su verdadero inspirador intelectual. Sin embargo, nadie puede negar que el impulso y el protagonismo político de la misma le correspondieron a Ordóñez. La responsabilidad asumida en primera persona «asumo totalmente la responsabilidad de ese cumplimento, que es para mí una responsabilidad estimulante y […] lucharé por ello hasta el límite de mis fuerzas11» así lo atestigua. Como tal, la reforma fue un proceso dinámico que se desarrolló a partir de las recomendaciones, estrategias y ritmos previstos tanto en los informes del Instituto de Estudios Fiscales como en el programa de gobierno de la UCD. En la práctica, la Reforma Fiscal de 1977 se realizó en dos fases bien diferenciadas. Una primera etapa, fase política, que se prolongó desde el inicio mismo de la legislatura hasta la aprobación definitiva de la Ley 50/1977 de Medidas Urgentes de Reforma Fiscal, y una segunda etapa, fase técnica, que se cerró con la aprobación definitiva de la Ley 61/1978 sobre el Impuesto de Sociedades y que incluyó una serie de cambios de naturaleza organizativa dirigidos a la modernización de la administración tributaria. Si bien no hay duda sobre la fecha de inicio y final de la fase política, no ocurre
de ley con más de cuatrocientos artículos, que afectan a todos los impuestos que configuran nuestro sistema tributario», F. Fernández Ordóñez, «La reforma fiscal, ¿un ademán solitario?», ob. cit. 10 J. M. Serrano Sanz, «Francisco Fernández Ordóñez», en E. Fuentes Quintana, La Hacienda en sus ministros: Franquismo y democracia, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 1997, pág. 147. 11 F. Fernández Ordóñez, Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados (Comisión de Hacienda celebrada el jueves, 9 de febrero de 1978), núm. 14, pág. 465.
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igual con la fase técnica. Es más, en rigor, y dado que no se pudieron completar hasta mucho después los hitos previstos en el calendario de la reforma, podría decirse que ésta quedó inconclusa al final del mandato de Fernández Ordóñez en el Ministerio de Hacienda, y que ya nunca se completaría con todas las características que habían sido previstas en su origen12. Muchos de los proyectos de ley presentados en las Cortes por Fernández Ordóñez jamás llegaron a ver luz definitivamente, pero, sin duda, marcaron el devenir posterior de la hacienda española. El sistema tributario que se encontró Fernández Ordóñez, entendido aquél como la pieza mayor de un Estado moderno, se encontraba en una situación bajo mínimos: «desprestigiado por el fraude, ineficaz para atender el creciente gasto público, desigual en la distribución»13. Partiendo de la constatación de esta deficiente realidad de la imposición española14, y con el convencimiento de que las limitaciones no podían ser remediadas mediante modificaciones parciales, el proceso de reforma fiscal se inició el día 11 de julio de 1977, cuando en la primera reunión del Consejo de Ministros, el Gobierno hizo pública la denominada Declaración programática15. En ella, además de pre-
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En la segunda fase de la reforma fiscal se presentaron —al margen de las que terminaron convirtiéndose en Ley del Impuesto de la Renta de las Personas Físicas y en Ley del Impuesto sobre Sociedades— otros proyectos que quedaron sin aprobar hasta mucho tiempo después; este es el caso de: el Impuesto sobre Sucesiones, el Impuesto sobre el Valor Añadido, los Impuestos Especiales y el Impuesto sobre Transmisiones patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados. 13 F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). 14 Según Carlos Bustelo (Subsecretario de Comercio del primer gobierno democrático), la gravedad de la situación económica española era tal, que muy posiblemente, parte del éxito se debía a la imposibilidad de discrepar sustancialmente de las líneas de acción marcada por el Gobierno para salir del atolladero; C. Bustelo, «Por el camino de la reforma», en Cambio 16, n .º 294, 31 de julio de 1977, pág. 14. 15 Tres días antes, algunas de las propuestas que se incluirían en la Declaración programática del Gobierno fueron expuestas por el vicepresidente y ministro de Economía, el profesor Fuentes Quintana, en TVE.
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verse una serie de medidas para atacar la comprometida situación económica por la que atravesaba España, se mencionó la voluntad de impulsar una reforma fiscal de alto alcance. Tan sólo doce días después, la citada declaración se tradujo en un Plan Económico de Urgencia, en el que la prometida reforma fiscal ocupó un lugar muy destacado. La reforma, tanto tiempo esperada, llegó en un momento difícil, con una democracia sin apenas rodaje, con un parlamento nuevo y muy conflictivo a resultas de las mayorías minoritarias que sostenían al Gobierno. Fernández Ordóñez fue el encargado de presentar ante la Comisión de Economía y Hacienda del Congreso el proyecto de ley sobre medidas urgentes de reforma fiscal, iniciativa gubernamental con la que se iniciaba en la práctica el proceso de reforma y que, además, terminaría siendo la primera ley que se tramitaba y se aprobaba por las Cortes democráticas recién constituidas. […] he protagonizado docenas y docenas de intervenciones parlamentarias. Pero nunca, ni antes ni después habré sentido nada semejante. Había en el Congreso aquella tarde un ambiente de estreno, de gran fiesta democrática en la que los comportamientos no estaban prefijados todavía, como si los papeles principales de los actores acabaran de repartirse, con la obra aún no escrita, pero todos sabíamos que el telón se levantaba para algo importante, algo aún incierto, hermoso y vulnerable, y que el texto lo escribiríamos durante años y años, todos juntos16.
Aquella comparecencia, el 9 de agosto de 1977, fue también la primera intervención en las Cortes democráticas del recién nombrado Ministro de Hacienda. Por este motivo, sus palabras fueron de saludo y reconocimiento a sus compañeros de grupo político, y a todos los que habían luchado por la recuperación de la libertad en España. Afirmó que la Reforma Fiscal en España establecía un programa de convergencia, coincidente con la
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F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.)
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mayoría de la opinión política del país, y que suponía la materialización de un estado de conciencia nacional y civil. Así comenzaba la posibilidad de afrontar un sueño imposible no sólo de muchos tributaristas, sino incluso también, de muchos españoles honrados17. A su entender, la reforma fiscal de aquel momento trascendía su condición de parte de un programa económico de Gobierno, puesto que fue antes, y era entonces, un propósito largamente aplazado. Para el ministro Ordóñez, el sistema tributario español que heredaba merecía los calificativos de insuficiente, ineficiente e injusto. El incremento de las necesidades educativas, culturales, sanitarias, urbanísticas, de bienes y servicios públicos en general, propias de una sociedad avanzada como era la española a la altura de los años 70, así como la cobertura de un fenómeno cada vez más preocupante (el desempleo), requería un incremento paralelo de la financiación, a todas luces insuficiente en esos momentos. Comprobó que además de la incapacidad de aprovisionar recursos, el sistema fiscal español estaba aquejado de una grave falta de capacidad anticipatoria y correctora de los desequilibrios, tanto coyunturales como continuados. Así, en los momentos de crisis económica, como sucedía entonces, la capacidad de recaudación se reducía hasta límites que llegaban a poner en riesgo la cobertura mínima de las necesidades sociales. Además, el sistema fiscal era injusto, de acuerdo con el reparto de las cargas y, curiosamente, de las oportunidades disponibles de fraude. El sistema no disponía de los instrumentos adecuados para propiciar una justa distribución de los sacrificios propios en las situaciones de crisis económica y, por otra parte, daba más facilidades para defraudar a quienes disponían de rentas mayores18. 17
F. Fernández Ordóñez, Diario de sesiones del Congreso de los Diputados (Comisión de Economía y Hacienda, Sesión informativa celebrada el martes, 9 de agosto de 1977), núm. 6, pág. 109. 18 Esta misma cuestión había sido denunciada años antes por Ordóñez, cuando ocupaba la secretaría general técnica del Ministerio de Hacienda, con las siguientes palabras: «El fraude fiscal no está igualmente repartido, a lo lar-
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Teniendo en cuenta las carencias del sistema fiscal existente, señaló Ordóñez que existían cuatro razones que fundamentaban y explicaban la presentación del proyecto. Una de naturaleza política, otra de naturaleza ética y dos de carácter económico. España precisaba de una reforma fiscal para empezar a ser un país moderno, y no se sostenía el funcionamiento correcto de la economía de mercado española sin la existencia de una estructura impositiva de carácter progresivo que sirviera de mecanismo de legitimación ética19. Por otro lado, el gasto público tenía que ser considerado como una de las caras de la fiscalidad. Junto al deber de pagar los impuestos, era preciso observar el destino que se daba a los ingresos obtenidos con ellos. Esto, a la postre, debía traducirse en una nueva forma de presentar y desagregar el Presupuesto del Estado. Por último, era necesaria la creación una estructura instrumental para la reforma; el fortalecimiento del aparato administrativo y la obtención de los recursos necesarios para permitir la capacidad del sector público. Según se precisaba en el texto del proyecto, los primeros pasos de la reforma se orientarían en una triple dirección. Por un lado, aprobar una serie de normas orientadas a la creación de una nueva infraestructura tributaria (piezas de saneamiento tributario), con la persecución del fraude y la reforma de la administración tributaria como elementos centrales y prioritarios. Por otra parte, concretar unas medidas anticipatorias del resto go de la sociedad española; tanto el proletariado como la pequeña burguesía ven retenidos en la fuente los impuestos sobre sus ingresos de trabajo personal, y soportan, incluidos en los precios, los impuestos indirectos sobre los bienes y servicios […] Las clases sociales privilegiadas se han visto favorecidas no sólo por las oportunidades de fraude y por la regresividad del sistema tributario, sino por la propia mecánica del mismo: el secreto bancario, la falta de instrumentos fiscales adecuados», etc. Nuevo Diario, 21 de abril de 1971 (Arch. F.F.O.). 19 Sobre este particular dirá Ordóñez: «[…] la sociedad española necesita un nivel de decencia con el que funcionar, y esta ley lo que pretende es establecer un nivel de decencia fiscal. F. Fernández Ordóñez, Diario de sesiones del Congreso de los Diputados (Comisión de Economía y Hacienda, Sesión informativa celebrada el martes, 9 de agosto, de 1977), núm. 6, pág. 124.
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de la Reforma, así como gravámenes extraordinarios con la solidaridad social como objetivo y, en último lugar, implementar toda una serie de acciones en apoyo del empleo. En algunas de las recomendaciones hechas sobre el fraude en los documentos de los años setenta20 se preveía la urgente puesta en marcha de cuatro medidas: la creación de la figura jurídica del delito fiscal, el control fiscal de las cuentas bancarias, la investigación eficaz de la elusión fiscal mediante sociedades interpuestas y, en último término, la reestructuración y ampliación de la Inspección Tributaria. Explicó Ordóñez que en una sociedad moderna no podía mantenerse un nivel de fraude como el existente, sin poner en riesgo la necesaria solidaridad que siempre debe presidir la contribución de todos a las cargas públicas. Para evitar este fraude, defendió la implantación de un supuesto penal para el caso, a semejanza del ya existente en otros países desarrollados. A partir de entonces, la tipificación de este fraude se insertaría en el Código Penal y vendría a sustituir al artículo 319, que no había sido suficientemente eficaz. En cuanto al control de las cuentas bancarias, otro de los instrumentos claves para la persecución del fraude, Ordóñez abogó por el final del tradicional mito con que la hacienda española se había conducido hasta entonces. Era preciso empezar a usar una práctica habitual en la mayor parte de las legislaciones europeas como era poner al descubierto la situación real de los contribuyentes desde el punto de vista fiscal para forzar su sinceridad. Sin embargo, el empleo de esta fórmula, conocida ya en la historia de la hacienda española pero derogada en 1940, se haría bajo la observancia de una serie de garantías jurídicas, profesionales, y teniendo en cuenta una regulación objetiva de los supuestos y la no retroactividad del control. Junto a estos dos instrumentos destacados de la lucha contra el fraude, tipificación delictiva y educación fiscal, también se 20
Para conocer la opinión de Fernández Ordóñez sobre el fraude fiscal, véase F. Fernández Ordóñez, «Quien paga los impuestos», El Ciervo, 1969, referencia contenida en L. Gámir, Política económica de España, Madrid, Alianza, 1986, pág. 82.
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refirió Ordóñez a una fórmula más sofisticada del mismo, a la que había que atacar de raíz: la elusión fiscal por medio de sociedades. Para ello propuso, a la espera de posteriores y más profundas reformas en la imposición directa, entre otras medidas, las dos siguientes: en primer lugar, la supresión de la exención para las sociedades de inversión mobiliaria y, en segundo lugar, la derogación de la exención que afectaba a las plusvalías puestas de manifiesto con motivo de la adquisición de valores por las sociedades de inversión mobiliaria. Consciente de las irregularidades existentes y del trauma que para determinados sectores tendría la puesta en marcha de estas reformas contra el fraude, Fernández Ordóñez hizo pública la intención del gobierno de abrir un período de regularización tributaria, lo que él denominó, «moratoria tributaria» sin sanción ni coste para quienes se sinceraran fiscalmente a partir de ese momento. Esta tregua en la persecución destinada a que los contribuyentes modificaran su actitud fiscal, se vería complementada con la reestructuración y ampliación de la Inspección Tributaria que, en poco tiempo, pasaría a contar con más funcionarios, unos dos mil diplomas más de Inspección del Cuerpo Especial de Gestión, y a organizarse de forma más operativa y eficaz en la consecución de la veracidad tributaria. Asimismo, de forma muy escueta, aunque decidida, recalcó la intención de su ministerio de incrementar y reforzar los medios y procedimientos informáticos para que pudiese convertirse el servicio de Inspección en un instrumento útil para la Hacienda. En dos años, Ordóñez abordó la Reforma de la Administración Tributaria con unas cuarenta disposiciones de rango de decreto u orden, y se detuvo en tres aspectos distintos: orgánico, funcional y procedimental. Se encargó de que se reforzaran los medios legales, personales y materiales en manos de la Administración de la Hacienda Pública. Se incrementó la operatividad de los órganos de la Hacienda, y mediante el establecimiento de una inspección planificada en el segundo semestre de 1977, se llevaron a cabo 55.000 actuaciones de la Inspección y 40.0000 expedientes de investigación. Se simplificaron y se racionalizaron los
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procesos de gestión tributaria con la fusión de Cuerpos21. Así, se duplicaron los efectivos y se procedió a fundir los cuatro grandes cuerpos de inspección interna: los intendentes de Hacienda, los inspectores técnicos fiscales, los inspectores diplomados de los tributos y los ingenieros industriales22. En la presentación del Proyecto ante la Comisión, Ordóñez anticipó también un conjunto de disposiciones normativas que, en realidad, eran medidas anticipadoras de la reforma que había de venir posteriormente. Con ellas se introduciría un gravamen extraordinario sobre el patrimonio neto de las personas físicas como novedad impositiva en España, que pretendía imitar el camino emprendido por países como Noruega, Suecia, Dinamarca, Alemania, etc.; un gravamen extraordinario sobre determinadas rentas de Trabajo Personal que dejó de existir al aprobarse la regulación definitiva del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, y un impuesto de Lujo que, en su momento, fue sustituido por la aparición del Impuesto sobre el Valor Añadido. La referencia europea se esgrimió como excusa para la introducción de todos estos instrumentos tributarios; como prueba de ello, la posterior entrada en la Comunidad Económica Europea no exigió hacer, de nuevo, otras profundas reformas sobre estos aspectos. A pesar de lo dicho, no se pueden negar las evidentes necesidades recaudatorias, las cuales no suelen hacerse tan explícitas ante la opinión pública. La última de las finalidades que el Ministro desveló en el proyecto —el apoyo fiscal al empleo— se tradujo en la desgravación de 25.000 pesetas por trabajador (150 e) a las empresas que aumentasen los empleados de su plantilla. Al final, la presentación concluía dejando claro que, a pesar de ser una iniciativa del Gobierno, la reforma pretendía ser patrimonio de toda
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Decreto-ley de 7 de septiembre de 1977 de unificación de los cuerpos especiales y de creación del de inspectores financieros y tributarios. 22 F. Fernández Ordóñez, Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados (Sesión Plenaria núm. 59 celebrada el miércoles, 13 de diciembre de 1978), núm. 144, pág. 5751.
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la sociedad española. Las previsiones contenidas eran medidas de alcance nacional, medidas que podían y debían suscitar el acuerdo de todas las fuerzas políticas y sociales, y que, a la postre, fueron evaluadas como instrumentos intermedios para el logro de la eficiencia y de la justicia del sistema23. Como de auténtica lección de economía y de política calificó el diario ABC el discurso que aquella tarde dio Fernández Ordóñez en la Comisión de Economía y Hacienda del Congreso de los Diputados24. De «un nuevo estilo» se habló en el Editorial de la revista Actualidad Económica25. Gustó que, por vez primera, un ministro se ofreciese a contestar en directo cuantas preguntas le quisieran formular los diputados. Después de sus palabras de presentación, intervinieron una docena de diputados en representación de los grupos parlamentarios26, a los que el Ministro respondió en cuatro turnos de réplica. Cuando concluyó el trámite de la comparecencia, el día 25 de octubre, en sesión vespertina se presentó para su aprobación ante el Pleno del Congreso de los Diputados, el dictamen sobre el Proyecto de Ley de Medidas Urgentes de Reforma Fiscal. Por la mañana, los principales líderes políticos habían firmado los «Pactos de la Moncloa», entre cuyos compromisos se había
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F. Fernández Ordóñez, Diario de sesiones del Congreso de los Diputados (Comisión de Economía y Hacienda, Sesión informativa celebrada el martes, 9 de agosto de 1977), núm. 6, págs. 108-143. 24 J. M. Fernández-Rua, «La claridad de un ministro», en ABC, 10 de agosto de 1977. 25 Editorial, «Las cuentas claras», en Actualidad Económica, núm. 1013, 16 de agosto de 1977. 26 Intervinieron, por este orden: Ernest Lluch, del grupo parlamentario socialistas de Catalunya; Enrique Barón, por el grupo parlamentario del PSOE; Gonzalo Fernández de la Mora, por el grupo parlamentario de Alianza Popular; Manuel Sánchez Ayuso por el grupo parlamentario mixto; Luis Gámir Casares por la UCD; Baldomero Lozano Pérez, por el grupo parlamentario del PSOE. Laureano López Rodó por Alianza Popular; Javier Aguirre por la UCD; Félix Pons por el PSOE; Ramón Tamames por el Partido Comunista de España; Mario Alierta por la UCD y Ramón Trías Fargas en nombre de la minoría vasca-catalana.
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incluido el de la Reforma Fiscal y con cuya firma quedaron sentadas, definitivamente, las bases de la misma. En el apartado segundo del texto de los Pactos se decía que las medidas de reforma fiscal se remitirían a las Cortes dentro de los plazos anunciados por el Gobierno, al tiempo que hacía una referencia concreta y detallada de las figuras tributarias que se pondrían en marcha con la reforma. De este modo, según el texto del pacto, el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas tendría un carácter global, personal y progresivo, y vendría a sustituir a los impuestos reales o de producto, los cuales quedarían subsumidos en la nueva figura tributaria. La tarifa sería progresiva y sus tipos efectivos sobre las rentas modestas, inferiores a los vigentes entonces. Por otra parte, se hacía referencia también al Impuesto definitivo sobre el Patrimonio (que sustituía a la regulación transitoria establecida por la Ley de Medidas Urgentes). En tercer lugar se mencionaba también el Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones que quedaría coordinado con el Impuesto sobre el Patrimonio. Además, el texto de los Acuerdos de la Moncloa mencionaba, igualmente, la presentación en las Cortes de un Proyecto de Ley de Impuesto sobre las Sociedades y de un Proyecto de Reforma de la Imposición Indirecta. Por un lado, la reforma del Impuesto sobre Sociedades vendría a modernizar la imposición sobre los beneficios de las entidades jurídicas evitando todo tipo de exenciones y tratamientos de privilegio que no fuesen necesarios para incentivar la inversión creadora de puestos de trabajo. Por otro, la reforma de la imposición indirecta llevaría consigo una racionalización de la estructura tributaria que gravaba el consumo y las transmisiones de bienes, para alinear el sistema fiscal español con los vigentes en los países comunitarios, conteniendo además un Impuesto sobre el Valor Añadido cuya efectividad quedaría, en cualquier caso, condicionada a una situación económica favorable para la misma que evitara una elevación de los precios. Conviene recordar que el IPC, en media anual, en 1976, fue de 17’6 y en 1977 se elevó a 24’5. El IPC, diciembre sobre diciembre, de 1976 fue de 19’8 y en 1977 de 26’4. Junto a la especificación de la estructura tributaria resultante de la reforma, los Pactos contenían, igualmente, una serie de
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criterios que a partir de entonces habrían de orientarla: la paridad de la imposición directa e indirecta en el Presupuesto del Estado de 1978, y el mantenimiento de una orientación progresiva de la imposición para financiar el gasto público en los ejercicios presupuestarios futuros. Se trataba de corregir uno de los más acuciantes desequilibrios de la hacienda española, al que ya hicimos mención con anterioridad. Estos Pactos fueron para Ordóñez, al margen de un impulso definitivo de la reforma fiscal, el segundo pilar del proceso constituyente español. En su opinión, en los grandes momentos de mutaciones históricas —como era ese— un proceso constituyente podía terminar siendo una síntesis, la de una Constitución institucional o política que regulara el régimen de derechos, libertades y la correlación de poderes, y la de una Constitución real donde las relaciones económicas jugasen un papel decisivo y donde los diversos intereses en juego tuviesen que resolverse y ordenarse en una dialéctica de carácter democrático. Los Pactos de la Moncloa demostraban con claridad que el papel constituyente de las Cortes no se podía limitar a la elaboración de una Constitución política, sino que también había que avanzar hacia una profundización de las condiciones que garantizaran la pervivencia y la estabilidad de la convivencia en libertad, o lo que es lo mismo, que había que aprobar una «constitución económica». Tres meses después de iniciada su tramitación, y concluido el tortuoso debate en el Senado y la incorporación de diversas enmiendas, el proyecto de ley de medidas urgentes quedó aprobado el día 14 de noviembre de 1977, con 280 votos a favor y sólo 10 abstenciones, convirtiéndose en Ley 50/1977 de 14 de noviembre27. Aquella sesión concluyó con el sabor de haber dado un salto decisivo en la construcción de una España nueva, más solidaria y consciente de la necesidad de repartir las cargas del Estado. Con este paso, que tan sólo suponía una modifica-
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Boletín Oficial del Estado número 274, de 16 de noviembre de 1977, págs. 24945-24951.
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ción transitoria del cuadro tributario hasta tanto se discutieran y se aprobaran las figuras impositivas que en verdad habían motivado la apertura del proceso reformador28, se inició el trámite de propuesta y discusión de todo un cuadro tributario completo que habría de sustituir al existente en esos momentos. Quedaba abierta así la segunda fase de la reforma, la que hemos denominado «etapa técnica». A partir de entonces, y con las previsiones contenidas tanto en la Ley 50/1977 de 14 de noviembre como en el texto de los Pactos de la Moncloa, había que trazar un nuevo mapa tributario. El modelo a seguir era el que se aplicaba en la mayor parte de los países europeos, en línea con el conocido informe Neumark29. El argumento principal para la elección de este documento fue la fundada expectativa de una pronta incorporación de España a la Comunidad Europea. En sus páginas se recomendaba, entre otras cosas, la existencia de un impuesto especial sobre sociedades y de un impuesto personal sobre la renta único y de carácter sintético, homogéneo en las deducciones y en las reducciones personales y con unidad de criterio en cuanto al gravamen de las familias30. Según Fernández Ordóñez, lo prioritario no era tanto incrementar la carga imponible cuanto alterar su distribución. En grandes líneas, la reforma del cuadro tributario pretendió, en 28
J. M. Serrano Sanz, ob. cit., 1977, pág. 149. Informe emitido por el Comité Fiscal y Financiero de la Comunidad europea en el año 1962, relativo a los necesarios pasos a dar en el camino de la constitución de un modelo fiscal europeo. En este informe se proponía el examen de la existencia o no de disparidades en la estructura fiscal de los países miembros de la CEE, y de existir, en qué medida impedía total o parcialmente el establecimiento de un mercado común que crease y garantizase condiciones análogas a las de un mercado interior. Además se exploraba la posibilidad de eliminar las potenciales disparidades que dificultaban la formación y el funcionamiento del mercado interior. 30 Para un conocimiento completo de las fases y de las actuaciones previstas en el Informe Neumark, véase R. Calle Saíz, Reflexiones fiscales. La adaptación impositiva de España a Europa y sus repercusiones económico-sociales, Madrid, Instituto de Estudios Sociales, Ministerio de Trabajo, 1980, págs. 29-31. 29
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primer lugar, configurar una imposición sobre las personas físicas más justa y más neutral, en la dirección propugnada teóricamente; en segundo lugar, desplazar parte de la carga que recaía sobre los beneficios empresariales (Impuesto de Sociedades, especialmente) a los impuestos directos, que recaen sobre las personas y, por último, racionalizar el cuadro de la imposición indirecta mediante la introducción de un IVA, de acuerdo con el modelo preconizado por la CEE, sustituyendo al Impuesto sobre el Tráfico y al Impuesto sobre el Lujo31. En la Comisión de Hacienda del Congreso de los Diputados se presentaron tres proyectos referentes a la imposición sobre las familias: el del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, el del Impuesto sobre el Patrimonio Neto y el del Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones32. Sólo el primero consiguió acabar su tramitación y ser aprobado siendo Fernández Ordóñez ministro de Hacienda. Por su parte, el impuesto sobre el Patrimonio Neto continuó según había sido establecido en la Ley 50/1977, mientras que el impuesto sobre Sucesiones y Donaciones no consiguió convertirse en ley hasta mucho tiempo después (Ley 29/1987, de 18 de diciembre). Cuatro meses más tarde, el 14 de abril, el Gobierno presentó el resto de los proyectos de ley que habrían de completar la nueva estructura tributaria: Impuesto sobre el Valor Añadido, Impuesto sobre Actos Jurídicos Documentados, etc. En la sesión del 9 de febrero, defendió Ordóñez que lo que hasta ese momento se había denominado Impuesto General sobre la Renta no lo era tal. Éste, no era ni general, ni sobre la renta. En verdad, se trataba de un conglomerado de impuestos de producto. Afectaba no a la generalidad de los contribuyentes, sino a un número muy reducido de ellos y, además, no respondía a los perfiles que deberían caracterizar realmente a un impuesto sobre la renta. 31
F. Fernández Ordóñez, ob. cit., 1980, págs.199-200. F. Fernández Ordóñez, Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados (Comisión de Hacienda, Sesión número 1, celebrada e jueves, 9 de febrero de 1978), núm. 14. 32
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La reforma corregiría todas y cada una de estas reservas sobre su verdadera naturaleza. Así se suprimió la vieja imposición de producto y, en su lugar, apareció un impuesto caracterizado por ser único, global, sintético, general y progresivo33. El nuevo tributo contenía todos los principios fundamentales presentes en la mayor parte de los países de Europa, «desde los países escandinavos hasta el Mediterráneo»34. Era un impuesto vigente ya en el mundo civilizado. No obstante, y a pesar del entronque europeo, refería Ordóñez el vínculo con la propia historia española recordando que con el impuesto sobre la renta se consumaba un proceso que ya se había iniciado en las Cortes republicanas de 1932. Con él se pretendía configurar un instrumento que permitiese gravar todas las manifestaciones de renta de los sujetos, entendidas estas como las distintas formas o vías mediante las que estos sujetos consiguen aumentar el valor de su patrimonio, esto es: el trabajo personal, la actividad empresarial, etc.35 El Pleno del Congreso terminó aprobando el dictamen de la Comisión de Hacienda relativo al IRPF36, y finalizados todos los debates tanto en Congreso como en el Senado, se produjo la aprobación definitiva del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas mediante la Ley 44/1978, el día 8 de septiembre de 1978. Por último, dentro de la imposición relativa a las familias, se presentó un proyecto de ley sobre el Impuesto de Sucesiones y Donaciones que tampoco consiguió convertirse en ley en el mandato de Ordóñez, decayendo al final de esa legislatura. La nueva regulación de este impuesto sólo se haría realidad en 1987. No obstante, la novedad más significativa del proyecto entonces pre-
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F. Fernández Ordóñez, «La reforma fiscal de 1977-1978», en L. Gámir, ob. cit., 1986, págs. 86 y 87. 34 Comisión de Hacienda, Sesión número 1, celebrada e jueves, 9 de febrero de 1978, ob. cit., pág. 464. 35 F. Fernández Ordóñez, ob. cit., 1980, pág. 202. 36 F. Fernández Ordóñez, Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados (Sesión Plenaria núm. 30 celebrada el jueves, 29 de junio de 1978), núm. 6.
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sentado fue la inclusión de la capacidad de pago del heredero o el legatario a la hora de tributar y la introducción de una mayor progresividad en línea con el resto de los impuestos que se habían ido presentando. La estructura de la imposición sobre las Empresas y el Tráfico se configuró en la última etapa de la reforma, y supuso, en esencia, la aprobación de un Impuesto sobre Sociedades. El día 13 de diciembre de 1978, en la presentación ante el Pleno del Congreso de los Diputados del proyecto de Ley sobre el Impuesto de Sociedades, señaló Ordóñez la existencia de cinco notas básicas que identificarían a este tributo. Por un lado que el Impuesto de Sociedades era complementario del Impuesto sobre la Renta; por otro, que suponía, igualmente, la confirmación de un desplazamiento de la carga desde la imposición sobre la empresa hacia la imposición sobre las personas físicas; además, que la nueva regulación del Impuesto de Sociedades ponía fin a la tarea de subjetivización, mediante el establecimiento del gravamen exclusivamente sobre el beneficio realmente obtenido y, por último, que se mejoraba el tratamiento de la inversión empresarial. Apenas quince días después de esta presentación, el proyecto se convertía en Ley 61/1978, de 27 de diciembre (Ley del Impuesto de Sociedades). Como parte de estos Pactos de la Moncloa, la reforma fiscal emprendida por Ordóñez desde el Ministerio de Hacienda incorporó dos novedades tales como la progresión del impuesto sobre la renta de las personas físicas y la creación del impuesto sobre el patrimonio37. A grandes rasgos, la reforma impositiva supuso además del citado incremento de la progresividad, la unificación del impuesto sobre la renta, y una decidida campaña contra el fraude fiscal, práctica habitual hasta ese momento. Con el lema Ahora Hacienda somos todos. No nos engañemos, el Ministerio de Hacienda desarrolló un programa cuyo mensaje ha permanecido en la memoria colectiva de los españoles, incluso hasta nuestros días.
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Novedades en el panorama fiscal español señaladas en V. Prego de Oliver, Diccionario de la Transición, Barcelona, Plaza & Janés, 1999, págs. 572-573.
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Al abandonar el Ministerio de Hacienda, Fernández Ordóñez dejó pendiente muchas piezas de la reforma. Así ocurrió por ejemplo, en los casos del Impuesto de Sociedades, la Ley General Tributaria, los impuestos indirectos y algunos flecos de la reforma de administración tributaria. Además, algunas de las reformas que sacó adelante fueron tibias. Sin embargo, no podemos ser excesivamente severos sobre este particular. Miradas desde hoy, podrían parecer insuficientes o pacatas, pero una óptica más justa debe reparar en el espíritu imperante en aquel momento, el del acuerdo o consenso. En términos generales, la reforma arrojó un balance positivo que se tradujo en la efectiva europeización de la fiscalidad española, y en la recuperación de unos niveles de credibilidad y de justicia en los mecanismos fundamentales del sistema tributario. Ambos objetivos habían estado en la esencia misma de la reforma practicada sobre el Sistema Fiscal38. Aquella reforma y sus consecuencias inauguraron, por vez primera en España, un sistema impositivo moderno con indicios de equidad social. Aunque, como gustaba decir a Ordóñez, «nunca se pasa en materia fiscal de la imperfección absoluta a la perfección total»39, los resultados de la reforma, en términos generales, contribuyeron a la modernización y europeización de España40 haciendo posible que la estructura tributaria española se pareciese más a la del resto de los países de la Comunidad Europea y, con todas las limitaciones que se quieran, introduciendo una nueva conciencia cívica sobre la necesidad de contribuir al sostenimiento de la Hacienda.
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F. Fernández Ordóñez, Palabras pronunciadas por el Ministro de Hacienda, D. Francisco Fernández Ordóñez, en la apertura del seminario de la «city» de Londres, Madrid, 20 de noviembre de 1978; ejemplar disponible en el Archivo F.F.O., pág. 4. 39 Ibíd., pág. 5753. 40 Para la profesora Alonso-Castrillo, la reforma fiscal de Fernández Ordóñez representó un avance importante en la modernización político-económica de España. Véase S. Alonso-Castrillo y L. Calvo-Sotelo (pról.), La apuesta… ob. cit., 1996, pág. 215.
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Aledaño a la reforma tributaria, o como parte de ella, el segundo gran objetivo de Francisco Fernández Ordóñez en el Ministerio de Hacienda fue la racionalización del gasto y la modificación de la estructura presupuestaria española. Como él mismo había recordado en la presentación del Proyecto de Medidas Urgentes de Reforma Fiscal, junto al deber de pagar impuestos, existía también el derecho de saber para qué se pagaban. En aquella ocasión adelantó que el Gobierno del que él formaba parte haría una presentación renovada y desagregada del Presupuesto, compromiso que facilitaría su conocimiento y su control41. Si en 1977 era patente la necesidad de encarar con urgencia una transformación del sistema tributario español, también lo era el cambio en la concepción del gasto. No olvidemos en este sentido, que durante su mandato se presentó y ejecutó el presupuesto de 1978 y, en líneas generales, fue a él a quien le correspondió diseñar el presupuesto de 197942. Reformar y modernizar la fiscalidad suponía considerar a un tiempo los ingresos que provenían de los tributos y los gastos, o lo que es lo mismo, el presupuesto. Para Fernández Ordóñez, el presupuesto era como el esqueleto de un sistema económico-social desprovisto de ideologías. En su opinión, todo presupuesto tenía algo de heredado, y siempre constituía tanto una previsión como un compromiso. La reforma fiscal se había sustentado sobre la necesidad de un nuevo equilibrio en el reparto de las cargas y, desde esta misma orientación, la preocupación por los presupuestos respondía también a la necesaria clarificación que había de acompañar al nuevo reparto. Los ciudadanos debían de saber quién, en qué, cómo y para qué se gastaba el dinero recaudado con sus impues-
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Comisión de Economía y Hacienda, Sesión informativa celebrada el martes, 9 de agosto de 1977, Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, Año 1977, núm. 6, pág. 110. 42 F. Fernández Ordóñez, «Presupuesto de cristal», en Cambio 16 núm. 14-8-1977, Madrid, pág. 31.
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tos. La reforma de la estructura presupuestaria fue, en parte, una operación de clarificación de la política española, de incremento de la transparencia pública. Por entonces, los principales déficit del sistema presupuestario español eran la insuficiencia de mecanismos contables en materia de regionalización de gastos e ingresos, las insuficiencias técnicas para la valoración de los efectos de los gastos e ingresos, el excesivo incremento de los ingresos, así como la inexistencia de un presupuesto por programas. A partir del perfecto conocimiento de estas carencias, y con el objetivo de contribuir a la racionalización y transparencia del gasto público, la aportación de Francisco Fernández Ordóñez fue precursora. En 1978, por vez primera en la historia de España, se presentó un presupuesto consolidado de las administraciones públicas. En él se incluyeron junto al del Estado, el de los 105 organismos autónomos de carácter administrativo, el de los 93 organismos autónomos de carácter comercial y financiero, y un presupuesto-resumen de la Seguridad Social43. Además, estos presupuestos observaron un principio de regionalización de las inversiones capaz de localizar la distribución territorial exacta de la inversión pública (se encargó un trabajo de investigación para hacer posible la elaboración de una clasificación territorial de gasto de inversión), y anunciaron la presentación de un presupuesto de gastos fiscales. El cuadro de novedades se completó con la creación de dos comisiones encargadas de reordenar la política de gasto público. En el caso del presupuesto de 1979, se introdujo, para algunos ministerios, la técnica de presupuestación por programas44. Se
43
Congreso de los Diputados, Sesión Plenaria núm. 16, Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, Año 1977, núm. 42, pág. 1498. 44 En agosto de 1977 había dicho Ordóñez: «Las modernas técnicas de presupuesto por programas y de evaluación de proyectos constituyen instrumentos a través de los cuales puede lograrse una racionalización en las decisiones de gasto público, acorde con lo que la economía del país exige en nuestros días de la actuación del Sector Público», en F. Fernández Ordóñez, «Presupuesto… ob. cit., pág. 31.
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daba de esta forma cumplimiento a lo que el propio Ordóñez había anunciado en la presentación de los presupuestos del ejercicio anterior, y a lo acordado igualmente en los Pactos de la Moncloa. El establecimiento del nuevo sistema tributario coincidió en el tiempo con un cambio trascendental en la estructura territorial de España. A finales de 1978, la Constitución española fijó en su Título VIII la nueva distribución del poder territorial. El paso de un modelo de organización centralista a otro descentralizado, administrativa y políticamente, implicaba una dificultad añadida para la normalización fiscal a la que Ordóñez había intentado adelantarse en el tiempo. Estaba claro que la correcta disposición de la autonomía financiera de las nacionalidades y las regiones constituía, junto a la reforma fiscal en conjunto, un elemento configurador clave de la identidad futura de España. A su juicio, la presentación de la reforma tributaria de manera previa a la definitiva conformación territorial evitaría enfrentamientos innecesarios. Así, la nueva estructura política vendría a apoyarse en un cuadro legislativo ya completado. Pues bien, pese a la importancia de la reforma de la fiscalidad, con la consiguiente racionalización del gasto y la gestación de una nueva estructura presupuestaria, sin olvidar la aludida coordinación financiera en el marco de la nueva organización territorial del Estado, entre los muchos retos que el Gobierno formado por Suárez tuvo que afrontar, sin duda el más trascendental fue el de consolidar la democratización española e impulsar la elaboración y aprobación de una Constitución que le diese cobertura legal y dotase de legitimidad a una democracia que aún estaba por construir. De esta manera, a juicio de Ordóñez, se definirían y resolverían varios problemas fundamentales, lo que él denominaba «cuadro general de referencias constitucionales»45, en el que tenían cabida cuestiones tales como el tipo de jefatura de Estado, el tipo de designación y control del poder ejecutivo, el modelo familiar (tipos de matrimonio, separación, 45
S. Pérez Díaz, ob. cit., 1977, pág. 61.
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divorcio, etc.), la relación entre los poderes del Estado; las relaciones entre la Iglesia y el Estado, el carácter laico o no de la educación, etc. La casi totalidad de los elementos del cuadro general de referencias, al que Ordóñez había venido aludiendo en los meses previos, obtuvieron cumplida respuesta en las páginas de la nueva constitución que quedó definitivamente aprobada en diciembre de 1978. Sobre el camino seguido hasta ese momento de institucionalización constitucional, Ordóñez afirmará tiempo después que: La nueva democracia española había llegado, sin gente subida a los camiones, sin nuevas marchas, banderas, ni fecha inaugural e histórica, sin nuevos símbolos. Me tranquiliza que haya llegado poco a poco, tanteando cautelosamente el camino, con la modestia de las cosas que duran y permanecen largo tiempo, con la pequeña utopía de dar a este país un tiempo de progreso y de cordura, un instante de serenidad después de tantas desmesuradas volteretas46.
Conocida la tremenda habilidad demostrada por Fernández Ordóñez para estar en los sitios claves en los momentos oportunos —recuérdese su presencia en la Comisión de los nueve— y por su sensibilidad hacia las grandes cuestiones de la organización institucional del Estado47, no hubiese extrañado a nadie verle también presente entre el reducido y selecto grupo de quienes tuvieron la responsabilidad de redactar la Constitución de 1978. La condición de ministro de Hacienda, en la que se estrenó nada más iniciado el período constituyente, fue, sin duda, la única razón que disculpa su no presencia. No obstante, la mano de Ordóñez no estuvo lejos de quienes tuvieron el encargo de redactar el texto constitucional. Así, uno de los ponentes constitucionales, Miguel Herrero de Miñón, ha reco-
46
F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). J. M. Serrano Sanz, «Francisco Fernández Ordóñez», en E. Fuentes Quintana, La Hacienda en… ob. cit., 1997, pág. 146. 47
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gido en sus memorias que la única participación del gobierno a través de los aportes técnicos y de las indicaciones fue la de Francisco Fernández Ordóñez en materias de su competencia48. Su profundo conocimiento de la temática económica y hacendística, junto con una extraordinaria capacidad para formular propuestas, sirvió de apoyo a los ponentes en la redacción definitiva del texto constitucional en lo que a su título VII se refiere y, muy particularmente, en lo tocante al establecimiento del marco fiscal de las futuras comunidades autónomas. Aprobada la Constitución, y de acuerdo con lo previsto en la disposición transitoria octava de la misma, las Cámaras asumieron las funciones y competencias previstas en el texto. El presidente no estaba obligado a convocar elecciones. El Congreso y el Senado que habían aprobado la Constitución podían prolongar su mandato hasta el 15 de junio de 1981. Suárez, a tenor de lo previsto en la citada disposición, podía ser reinvestido sin necesidad de disolver las Cámaras. En el partido gobernante los criterios, como en tantas otras cosas, fueron distintos y, a veces, enfrentados. Algunos, como es el caso de Abril Martorell, se mostraron partidarios de la reinvestidura de Suárez sin disolución de las Cortes; otros, como Ordóñez, se manifestaron intransigentemente partidarios de la inmediata convocatoria electoral. Entre una y otra postura, Suárez apostó por la segunda, convocando elecciones generales para el 1 de marzo de 1979. La situación socioeconómica, la presión involutiva y el constante martilleo terrorista de ETA eran argumentos, más allá de la lógica constitucional, que obligaron a un fortalecimiento del ejecutivo a través de un adelanto de los comicios.
48
M. Herrero de Miñón, Memorias de estío, Madrid, Temas de Hoy, 1993, pág. 87.
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La salida del Gobierno y los enfrentamientos con la UCD Después de la victoria de la UCD en las generales de 1979, en su seno se avivaron y recrudecieron los enfrentamientos. De muy poco sirvió haber logrado cubrir brillantemente el bienio 1977-1979 y haber conseguido, de nuevo, obtener la victoria en las elecciones49. Durante los meses previos a la celebración de aquellos comicios, circularon diversos rumores con Ordóñez como protagonista. Según llegó a informar Cambio 16, Fernández Ordóñez era el ministro de Hacienda en la lista ministerial que el Partido Socialista Obrero Español preparaba para el momento en que tuviera que acceder al poder. La misma fuente aseguraba que Miguel Boyer le apoyaría como ministro de Economía50. El segundo de los rumores apuntó en la dirección de que Ordóñez concurriría como cunero en las listas al Congreso por Málaga. Esta posibilidad se había barajado, posiblemente, a tenor de la opinión, compartida por distintos sectores de la UCD, según la cual era conveniente que algunos ministros del ejecutivo saliente participasen en las elecciones en circunscripciones periféricas. A pesar de que la idea se propagó durante las fechas previas a la configuración definitiva de las listas, Ordóñez se encargó de dejar claro en todo momento que él no participaría en ninguna lista que no fuese la de Madrid. Al final, en contra de su deseo, repitió candidatura al Congreso, pero esta vez por la circunscripción de Zaragoza. A Ordóñez le unían fuertes lazos con la capital aragonesa desde que fuera destinado a ella como inspector del timbre. Allí mantuvo sus primeros escarceos en la oposición contra el régimen y entabló amistad con diversas personalidades que desde entonces quedarían vinculadas a él, participando en algunos de sus proyectos políticos51. Aquella 49
M. Caciagli, ob. cit., 1986, pág. 258. Cambio 16, 26 de febrero de 1978. 51 Sirva como ejemplo el caso de Carmen Solano o el de Gonzalo Solans, propietario de la conocida empresa Pikolín. 50
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campaña electoral se significó por un marcado tinte personalista. En el caso de Ordóñez, la prensa recogió la novedosa fórmula con la que el ministro se esforzó en atraer la atención de los ciudadanos. En los tiempos muertos, entre acto y acto, entraba en una cafetería y colocaba en la puerta del local un cartel que decía: «Aquí dentro está el ministro de Hacienda, si le quiere preguntar algo, entre»52. Los resultados terminaron por avalar el acierto de la campaña. La lista de UCD obtuvo un 36.33% de los sufragios, frente al 31.21% obtenido en los comicios de junio de 1977. Investido presidente, Suárez formó gobierno sin contar con Fernández Ordóñez. De alguna forma pagaba con su exclusión las enemistades que se había ido granjeando dentro de su partido hasta la fecha, en especial, su enfrentamiento con el vicepresidente del ejecutivo Abril Martorell y también con José Luis Álvarez, entonces alcalde de Madrid53. Abril y Ordóñez representaban dos formas opuestas de hacer y de entender la política. Antonio Lamelas, biógrafo del primero, afirma que la animadversión entre ambos políticos era mutua. Como prueba de ello, baste recordar que en el libro La España necesaria, Fernández Ordóñez no cita ni una sola vez al entonces vicepresidente del Gobierno, mientras que sí se acuerda reiteradamente de figuras como las de Suárez, Fuentes Quintana, Carrillo, Felipe González, Pérez Llorca, Arias Salgado, etc. Las malas relaciones venían de tiempo atrás. Abril nunca pudo soportar el narcisismo y el dudoso sentido de la lealtad, a su juicio, dos defectos evidentes de Fernández Ordóñez54. Más allá de la influencia que Abril pudiese o no haber tenido en la salida de Ordóñez del ejecutivo, Adolfo Suárez se ade52
El País, 15 de febrero de 1979. El día 2 de abril de 1979, un día antes de las elecciones municipales, Francisco Fernández Ordóñez publicaba en la prensa las declaraciones fiscales de las grandes fortunas españolas y la de algunos profesionales como el Alcalde de Madrid y candidato a la reelección, José Luis Álvarez. 54 A. Lamelas, La Transición en Abril. Biografía política de Fernández Abril Martorell, Barcelona, Ariel, 2004, pág. 253. 53
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lantó a decir que en su decisión había influido la posición del interesado, quien según él había rehusado formar parte del nuevo Gobierno debido a motivaciones estrictamente personales. Si tenemos en cuenta las explicaciones de Ordóñez sobre el particular, cabe afirmar que lo dicho por Suárez es cierto. […] la realidad es que le pedí dos horas para darle una respuesta definitiva, y, trascurrido ese plazo, manifesté mi desacuerdo con la composición del Gobierno y con la ausencia de proyecto político en un momento tan grave para el país, por lo que de ninguna manera podía aceptar55.
Por lo tanto, no fue Suárez quien decidió dejar de contar con Ordóñez, sino que fue éste quien descartó su permanencia en un gobierno del que le separaban demasiadas cosas. Nos inclinamos a pensar que ni el primero deseaba la continuación de su ministro de Hacienda, ni el susodicho Ministro quería continuar en un Gobierno como el que se disponía a formar Suárez. Contrariamente a lo que se hubiera podido esperar con Ordóñez fuera del Ejecutivo, las personas más afectas a su liderazgo consiguieron mantenerse en puestos de relevancia dentro del organigrama gubernamental. Este fue el caso de Luis González Seara (ministro de Investigación y Universidades), Juan Antonio García Díez (ministro de Comercio), Rafael Arias Salgado (ministro de Coordinación Legislativa) y Carlos Bustelo (ministro de Industria). Todo ello contribuyó a la consolidación de un reducido espacio socialdemócrata dentro del Gobierno pero de gran influencia y actividad. En aquella ocasión quedaron también excluidos del nuevo ejecutivo la mayor parte de los «barones» de UCD. La decisión de Suárez, harto arriesgada, se explicó por el deseo de eliminar en lo posible las presiones de los líderes de cada una de las familias políticas que componían el partido del Gobierno. Adolfo Suárez estimó la conveniencia de prescindir de estos en el seno del ejecutivo para así fortalecer un ámbito de autonomía políti55
Declaraciones hechas en el diario El País, el 11 de mayo de 1980.
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ca en sus decisiones, mayor del que había podido gozar hasta entonces. Sólo así, creyó, podría hacer de UCD un auténtico partido con disciplina y cohesión internas, cualidades ambas que nunca llegaron a estar suficientemente presentes en el partido centrista. Lejos de surtir los efectos deseados, en la marginación de las cabezas visibles de las distintas corrientes, muchos vieron traslucir el miedo de Suárez a ser desbancado de su sillón presidencial. La relación entre los prohombres de la UCD y Suárez se llegó a comparar a la existente en la Edad Media entre un rey y sus nobles: «siempre existía el peligro de que uno de ellos le quitara la corona al Jefe. Suárez temía a Cabanillas, a Rodolfo Martín Villa, a Ordóñez. Por eso les dejó fuera»56. Cada uno de los próceres de la UCD negaba tener más influencia que la meramente moral y la que se derivaba de un supuesto derecho a ser oído. Pero lo cierto es que el poder de los denominados «barones», como representantes de las tendencias convivientes en la UCD, nunca dejó de ser un lastre para la formación centrista. La obligada marginación a la que fueron condenados por Suárez estos líderes del partido contribuyó a incrementar su irritación. Liberados de sus obligaciones gubernamentales, la mayor parte del tiempo, sin desatender sus ocupaciones profesionales, la dedicaron a enmarañar el ambiente interno en el partido. A renglón seguido y como consecuencia del nuevo clima político, la relación entre las familias ideológicas en el seno de la UCD fue enrareciéndose hasta límites insospechados. Un ambiente conspirativo se adueñó del panorama interno del partido gubernamental. En esta dirección, es conocida la pregunta con la que uno de los más destacados protagonistas de la UCD, el liberal Joaquín Garrigues Walker, se solía dirigir a Francisco Fernández Ordóñez: ¿Cuántas veces me has traicionado hoy, Paco?57. En este caso concreto, las desave-
56
S. Alameda, I. Cembrero y otros, «El bien amado», en El País, 23 de junio de 1992. 57 Palabras recogidas en Cambio 16, núm. 1082, 17 de agosto de 1992.
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nencias puntuales no fueron óbice para que entre ambos dirigentes se mantuviera siempre una gran amistad. El respeto y admiración entre Ordóñez y Garrigues sobrevivió a las tensiones de aquel tiempo. Atestigua este sentimiento el cariñoso artículo que Ordóñez le dedicaría en la prensa a la muerte de quien nunca dejó de considerar su amigo. Ha existido así una cierta biografía común de la que él se lleva su secreto, y yo me quedo con el compromiso de ser fiel a tanto tiempo de amistad, a tanta esperanza compartida, quizá a tanta ilusión decepcionada58.
Era algo innegable, Ordóñez no se encontraba a gusto en UCD. El comportamiento de entonces fue el resultado previsible de un sentimiento de fidelidad a sus ideas al que no quiso renunciar en aras de la permanencia en las altas esferas del poder. Las acusaciones de deslealtad por tanto, no respondían más que a la incomprensión de quienes nunca llegaron a concebir que desde el poder se pudiese prescindir del poder. En cambio, su comportamiento de entonces no sorprendió a quienes mejor le conocieron, como se deduce de las palabras de su hermano Carlos: Si tuviera que destacar un solo rasgo de la personalidad de mi hermano diría que es la persona más fiel a sí mismo que jamás he conocido. Nunca defraudó, en el sentido económico, en los aspectos morales, personales,… era tremendamente coherente con sus principios, con sus ideas,… sin ser dogmático o inflexible las defendía admirablemente, se le acusaba y se le acusaba y no se probaba nada59.
Esta misma cuestión se incluye en J. L. Gutiérrez, Días de papel. Una evocación sentimental de algunos avatares de la Prensa en los 25 Años de la Constitución española, Madrid, Leer Testimonio, 2004, pág. 243. 58 F. Fernández Ordóñez, «Joaquín, amigo mío», El País, 29 de julio de 1980. 59 Entrevista personal con Carlos Fernández Ordóñez, 5 de julio de 2004.
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Después de varios años dedicados intensamente a labores políticas de máxima responsabilidad, la salida del Gobierno permitió a Ordóñez ocupar parte de su tiempo en reflexionar sobre sí mismo y sobre España. Durante los meses que permaneció alejado de las responsabilidades de gobierno, pudo recordar y meditar sobre diversos temas, incluidos los propios de la disputa interna dentro de la UCD. Este paréntesis en su carrera política le permitió participar en la creación de una sociedad de estudios60 con el objetivo de reagrupar a los socialdemócratas, y escribir su primer libro: La España necesaria. Es más que posible que la publicación comenzara a gestarse justo después de la constitución de la UCD, aunque se sabe con certeza que la redacción definitiva se inició después de salir del gobierno. Esta tesis la confirma Carmen Solano, diputada ucedista por Zaragoza cuyo escaño estaba justo al lado del ocupado por Ordóñez, quien ha contado que el grueso del texto lo escribió durante la celebración de las sesiones del plenario. «En una libreta de anillas, el ex ministro anotaba cada una de sus ideas y aún tenía tiempo para compartir algunas dudas y muchas preguntas con sus compañeros de hemiciclo»61. Una vez editado, lo presentó primero en Madrid, en el local de «Fomento de las Artes», y algo después en Barcelona, en el hotel Princesa Sofía. A las dos citas acudieron infinidad de amigos y curiosos. En Madrid, según todas las fuentes, más de dos mil personas. A la presentación en la Ciudad Condal, unas quinientas. Entre los asistentes, en una y otra ciudad estaban, ministros afectos, dirigentes del PSOE y de Alianza Popular.
60
El proyecto de sociedad de estudios pretendía agrupar a economistas, intelectuales y políticos, tanto de dentro de UCD como de fuera del partido del gobierno, y promover publicaciones, conferencias y seminarios sobre temas de la política española, con especial detenimiento en la problemática económica. La citada sociedad pretendía inspirarse en los equipos de estudio que Giscard d´Estaing, había promovido en Francia bajo el lema «Perspectivas y realidades». Noticia aparecida en El País, 11 de mayo de 1979. 61 Entrevista presencial realizada a Carmen Solano, miembro del PAD y posteriormente diputada del PSOE por Zaragoza; febrero 2001.
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Los efectos de sus intervenciones produjeron más eco incluso que el contenido mismo del libro. La mayor parte de quienes tuvieron ocasión de asistir a los actos de presentación vieron en Ordóñez la figura de un postulador, de un líder político llamado a la acción. Francisco Umbral escribió refiriéndose al discurso pronunciado por Fernández Ordóñez en la presentación madrileña, «Pacordóñez estuvo brillante, cambiante, fulgurante, docente, dramatizante y euforizante», y dijo de él que «suponía la más alta ocasión europea que vieran los siglos de franquismo y posfranquismo»62. Premonitoria visión la suya63. Muchos observadores descubrieron en La España necesaria un manifiesto de un nuevo partido político (radical), y entre algunos socialistas, como fue el caso de Luis Solana, se saludó con satisfacción lo que entendía era la propuesta de un hombre en condiciones de crear una nueva mayoría parlamentaria desde el seno mismo del Partido del Gobierno. Para Ordóñez, La España necesaria —su primer libro— era simplemente, pero nada más y nada menos que tres cosas a un mismo tiempo: «en parte una historia, en parte un proyecto y en parte una utopía»64. Durante el período en el que permaneció como simple diputado del grupo centrista, con la intención de incrementar sus emolumentos pero sin dejar de atender la actividad intelectual y la política, se incorporó a un bufete de abogados junto con Dionisio Martínez, José Víctor Sevilla y José Barea. En realidad, la dedicación no fue excesiva, aunque por sus manos pasaron clientes de cierta notoriedad pública, tal es el caso del empresario jerezano José María Ruiz Mateos.
62
F. Umbral, «Teoría de Pacordóñez», en El País, 13 de abril de 1980. Unos años después, el 20 de febrero de 1984, fue Francisco Fernández Ordóñez el que asistió en el Casino de Madrid a la presentación de un libro de Francisco Umbral, Trilogía de Madrid. Entre ambos siempre existió una sincera y desinteresada amistad. A. Caballé, Francisco Umbral. El frío de una vida, Madrid, Espasa Hoy, 2004, pág. 319. 64 Presentación del libro La España necesaria (Discurso del Sr. Fernández Ordóñez), F. Fernández Ordóñez, 10 de abril de 1980. Cinta magnetofónica disponible en (Arch. F.F.O.). 63
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Pese a este alejamiento del Gobierno, la influencia de Ordóñez en el desarrollo de la vida política española no dejó de notarse. De aquel período cabe recordar el destacado papel que tanto él como su grupo desempeñaron en el proceso de aprobación de la conocida como Ley Orgánica de Estatutos Docentes. Frente a la posición de los miembros del sector democratacristiano partidarios de una mayor libertad de enseñanza, lo que se traducía en una mayor financiación de la enseñanza privada, los socialdemócratas que lideraba Ordóñez se mostraron desde un principio partidarios de la opción contraria. Al final, tan sólo un acuerdo de última hora, curiosamente entre Abril y Ordóñez, consiguió que, por vez primera, se escenificara una ruptura de la unidad de voto en la UCD. Retorno al Gobierno y reforma del Derecho de Familia La travesía del desierto fue breve. Unos meses más tarde Ordóñez regresó al Gobierno ayudado por dos circunstancias: la situación creada con la moción de censura presentada por los socialistas contra Suárez el 21 de mayo de 1980 y el deseo de Suárez de recuperar los equilibrios internos en la UCD. Un clima de desgobierno ante los acuciantes problemas del momento —desempleo, terrorismo y riesgo involucionista— motivaron que el principal partido de la oposición, el PSOE, decidiera presentar a la sociedad española una alternativa política. Ciertamente, la petición de censura, dada la incapacidad numérica para sacarla adelante, enmascaraba un intento por parte de los socialistas de rentabilizar la figura de González como una alternativa a un Suárez desposeído ya de credibilidad dentro y fuera de su partido. Felipe González salió fortalecido del debate de la moción, apareciendo frente a la opinión pública como alternativa real de Gobierno. Por el contrario, Suárez quedó poco favorecido ante esa misma opinión pública española y, lo que fue más duro, ante la mayor parte de los miembros de su partido. A pesar de todas las críticas e insinuaciones de deslealtad que se vertían por entonces sobre Francisco Fernán-
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dez Ordóñez, éste votó en contra de la censura. Su descontento con la política de la UCD era manifiesto, pero no podía ser desleal con un electorado que había optado por una coalición centrista que tenía a Suárez como principal y, casi único reclamo. Por otro lado, el nuevo gobierno no nació como el resultado de una planificación consecuente de un proyecto político concreto. En cierto modo, como dijeron Fernando Jáuregui y Manuel Soriano, con aquella rectificación Suárez retornó a los orígenes del 15 de junio de 1977, incorporando al Consejo de Ministros a los personajes de mayor prestigio de UCD65. Sin duda, el regreso de Ordóñez y el del resto los «barones» de la UCD66, representantes de los diversos sectores que la conformaron en su día, se debió y fue el resultado de las presiones a la que éstos le sometieron después de los encuentros en la que se conoció como «casa de la pradera»67. En la tesitura de una voladura de la UCD y, por consiguiente, del propio Gobierno, Suárez optó por incorporar al Ejecutivo a todos los ases del partido, dando lugar, de nuevo, a un Gobierno de notables. A finales del verano de 1980, concretamente en el mes de septiembre, con la intención de frenar el insoportable clima interno de la UCD y las desavenencias en el seno del propio Gobierno surgidas como consecuencia fundamental de la mala imagen dada en la moción de censura, Suárez llevó a cabo una remodelación del ejecutivo y, esta vez sí, reclamó la presencia de Ordóñez como ministro de Justicia y Desarrollo Constitucional68. Era la prime-
65
F. Jaúregui y M. Soriano, La otra historia de UCD, Madrid, Emiliano Escolar editor, 1980, pág. 159. 66 Junto a Francisco Fernández Ordóñez eran considerados «barones» de la UCD, Pío Cabanillas, Joaquín Garrigues Walker, José Pedro Pérez Llorca, Leopoldo Calvo-Sotelo, Rodolfo Martín Villa y Landelino Lavilla. 67 En un paraje cercano a Madrid, al que periodísticamente se le conoció como «la casa de la pradera» por influencia de una muy conocida serie de televisión, tuvieron lugar diversos encuentros entre los más destacados líderes de las familias de la UCD. Fue allí donde se decidió presionar a Suárez para que todos ellos se reintegraran al Gobierno. 68 Real Decreto 1797/1980, de 8 de septiembre (BOE de 9 siguiente).
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ra vez desde la II República que un dirigente socialdemócrata era nombrado para este puesto. El recién estrenado gobierno supuso, tan sólo, un breve paréntesis en la caída de la popularidad que sufrió la figura de Adolfo Suárez desde las elecciones, y sirvió para fortalecerla momentáneamente frente a quienes ya empezaban a rivalizar con él por el liderazgo del partido y del Gobierno. El ficticio clima de normalidad política que siguió a la remodelación gubernamental sirvió para que Suárez, una vez celebrado el preceptivo debate en el seno del Gobierno, se decidiera a solicitar la confianza de la Cámara. Pretendió con ello poner fin al cuestionamiento que desde su propio partido y desde la oposición venía soportando desde hacía varios meses. La suma de los votos de su propio grupo, junto a los de las minorías catalana y andalucista fueron suficientes para confirmarle en la presidencia69. Pese a las desavenencias internas, también contó entonces con el respaldo de Ordóñez y del resto de los miembros de la cada vez más autónoma facción socialdemócrata. Reincorporado al Gobierno, la participación de Ordóñez volvió a ser objeto de fuerte polémica. Suárez había sido advertido por Iñigo Cavero, ministro saliente, de la potencial conflictividad del líder socialdemócrata al frente del Ministerio de Justicia. Sin reparar en las advertencias, el Presidente decidió apostar por el ex ministro, quien ya había sido capaz de sacar adelante una reforma fiscal en el primer Ejecutivo de la democracia70. Cuando solamente habían transcurrido unos días desde la toma de posesión como nuevo ministro de Justicia, Ordóñez 69
El día 18 de septiembre logró 180 votos a favor y 164 en contra. Según recuerda Iñigo Cavero, «el día en que Adolfo Suárez le llamó para anunciarle que dejaba de ser ministro de justicia para ocuparse de la cartera de Cultura, Cavero le hizo una observación al Presidente: “Paco es un amigo, es estupendo, pero vas a tener un problema con la Ley del Divorcio que está a punto. Queda el último trámite en el Parlamento y hemos conseguido que todo el mundo esté contento, pero tú decides…”», en J. Navarro, Nosotros la transición, Madrid, Temas de Hoy, 1995, pág. 353. 70
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pronunció un importante discurso en la sede del Tribunal Supremo. La Constitución había previsto la existencia de un Consejo General del Poder Judicial como órgano de gobierno de la Justicia, cuya presidencia correspondería al que, a su vez, fuese Presidente del Tribunal Supremo. Aquella mañana, con su alocución, Ordóñez puso fin a una etapa de la justicia en España, e inauguró otra. Era la última vez que un ministro de Justicia inauguraba «el año de tribunales». Manifestó la necesidad de encarar un proceso de reforma de la Justicia que la capacitara y la dignificara, aproximándola a la impartida en el contexto europeo. Para ello, solicitó del nuevo Consejo General que estudiara y editara un libro blanco sobre la reforma como guía para el inmediato futuro. La reforma anticipada por Ordóñez en aquel discurso se concretó más adelante en iniciativas dirigidas a tres ámbitos: el material, el legislativo y el organizativo. Así, la primera medida propuesta fue la agilización del Estatuto del Ministerio Fiscal. Posteriormente, las prioridades se concretaron en el impulso de la tramitación de la Ley Orgánica del Poder Judicial, la presentación de un proyecto de Ley de Enjuiciamiento Criminal y la aprobación del Reglamento Penitenciario en desarrollo de la Ley Penitenciaria. Por último, se propuso la creación de nuevos partidos judiciales y de juzgados de distrito en áreas industriales. En cualquier caso, muchas de estas medidas, o fueron insuficientes, o no pasaron siquiera de ser meros proyectos. La reforma de la justicia, por consiguiente, quedó aplazada para mejores tiempos71. Más allá de la fracasada reforma integral de la justicia, de su paso por este Ministerio siempre se recordará su sensibilidad hacia los presos y la reforma del derecho de familia. Sobre el primer tema buena prueba de ello son las numerosas cartas conser-
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El 8 de noviembre de 1979, Francisco Fernández Ordóñez presentó un detallado Plan de Inversiones a realizar por el Ministerio de Justicia. El proyecto preveía la dotación de edificios, instalaciones y equipamiento a la Administración de Justicia.
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vadas en su archivo, que no reproducimos para preservar su intimidad. Como reconoció Martín Villa, «Paco es uno de los gobernantes españoles que puede apuntarse el que aquí se hizo en menos de doscientos días lo que no se había logrado en doscientos años: que no hubiera ni un preso por razones políticas en las cárceles de España, ni un exiliado político fuera de España».72 El segundo tema fue el que más tiempo le ocupó desempeñando la cartera de Justicia. La Constitución de 1978 y, principalmente, su detallada declaración de derechos y libertades obligaba al legislador a emprender un proceso de adaptación normativa en ésta materia, como en tantas otras. Había que adecuar las normas existentes al espíritu y a la letra del nuevo ordenamiento y además salvar, de una vez por todas, la distancia apreciable entre la realidad social de la familia española y las leyes que la regulaban. Tal y como había exigido el Presidente, Ordóñez entendió que era hora de elevar a la categoría de normal lo que al nivel de la calle ya era normal. Esta cuestión se terminó por convertir en el elemento central de la política modernizadora desarrollada por Ordóñez al frente del Ministerio de Justicia y Desarrollo Constitucional73. Cada uno de los cambios introducidos tuvieron en cuenta la oportunidad, y las posibilidades de aceptación social de los mismos. El legislador, diría 72
Palabras de Rodolfo Martín Villa en la VI Conferencia Anual Francisco Fernández Ordóñez, 23 de noviembre de 1998, pág. 70 73 Sobre las intenciones modernizadoras de las dos leyes de reforma del Código Civil, Ordóñez, con ocasión del debate sobre el segundo de los proyectos de ley manifestó: «…en esta línea de modernización se inserta tanto el proyecto de modificación de los artículos del Código Civil, relativos a la paternidad, filiación y régimen económico del matrimonio, que se han aprobado en diciembre por el Congreso, como los que hoy vamos a estudiar en relación con la normativa jurídica del matrimonio y las causas de nulidad, separación y divorcio. Se trata en conjunto de un nuevo replanteamiento de todo el Derecho de Familia español, adaptado a las necesidades de una sociedad que ha cambiado profundamente». Discurso pronunciado por el Excmo. Sr. Ministro de Justicia, D. Francisco Fernández Ordóñez, ante el Pleno del Congreso de los Diputados, el día 17 de marzo de 1981, Centro de Publicaciones de la Secretaría General Técnica del Ministerio de Justicia, Madrid, 1981, pág. 3.
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Ordóñez sobre el particular, no es hombre de laboratorio, puesto que la ley es un ser vivo y no una piedra, se aplica en una sociedad determinada y, en ocasiones, por desgracia «los protagonistas de la historia ignoran su propia perspectiva»74. El elemento estrella de la reforma del derecho de familia fue el divorcio, primera gran batalla de la España constitucional. En cierto sentido, la relevancia pública que llegó a alcanzar el debate en torno a ésta cuestión sepultó otros muchos y más relevantes cambios que simbolizaban mejor el verdadero espíritu de la reforma. Frente a la conflictividad del divorcio, hubo un alto nivel de consenso en lo relativo a las transformaciones necesarias del articulado sobre las relaciones conyugales, la paternidad, la filiación y el régimen económico del matrimonio, cuestiones todas estas que sufrieron un profundo cambio con respecto a la situación precedente. A decir verdad, cuando Ordóñez accedió al Ministerio, la reforma del derecho sobre estas cuestiones ya había sido planteada por el Gobierno ante las Cortes Generales. Ésta se basaba en dos proyectos previos fechados en 1978, y en los textos preparados por la Sección Primera de la Comisión General de Codificación. En último término, la reforma se concretó en un proyecto presentado por el Gobierno y publicado en el Boletín Oficial de las Cortes Generales el día 14 de septiembre de 1979. El democratacristiano Iñigo Cavero, antecesor de Ordóñez al frente del Ministerio de Justicia, ya había dotado de forma a un proyecto que pretendía dar cabida legal a las nuevas realidades familiares. No obstante, el cambio de titular al frente de la cartera supuso la reorientación de la proyectada reforma del estatuto familiar en un sentido más moderno y progresista. La sociedad española, en opinión del nuevo titular de Justicia, ofrecía muy amplias zonas de opinión progresistas y reformadoras que debían ser tenidas en cuenta75. Desde el particular planteamien-
74
Ibíd., pág. 4. F. Fernández Ordóñez, «A vueltas con el Divorcio», entrevista a Francisco Fernández Ordóñez en Blanco y Negro, 22-28 de octubre de 1980. 75
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to de Ordóñez, se trataba no tanto de modificar la estructura familiar mediante la aprobación de un determinado número de leyes, sino que bien al contrario, las leyes habían de modificarse atendiendo a la existencia de una realidad familiar diferente. Había que acomodar las normas jurídicas a las necesidades de los tiempos y ayudar a solucionar problemas muy presentes en sectores importantes de la sociedad española, tal era el caso de los que demandaban el divorcio como paso previo para rehacer sus vidas. Frente a la posición defendida por el nuevo ministro, los democratacristianos, liderados por Oscar Alzaga (presidente de la Comisión de Justicia) y Miguel Herrero (portavoz parlamentario de la UCD), creían que la institución familiar estaba enferma, que necesitaba un impulso y un apoyo. En realidad, y así lo entendió Ordóñez, lo que estaba en crisis y en riesgo no era tanto la familia, cuanto un determinado tipo de familia fundada en criterios de otras épocas. La modificación sustancial vino a dar cabida, al tiempo, a todas las nuevas prácticas sociales en su derredor. La cada vez más moderna sociedad española demandaba una regulación de la institución familiar conforme a un nuevo modelo basado en la corresponsabilidad, la igualdad y el respeto. Se trataba de considerar a la familia como una institución para el hombre y no al contrario. Sobre el particular, y justificando la naturaleza de las transformaciones necesarias, Ordóñez fue rotundo: Lo que está en crisis no es la familia, sino una concepción patriarcal, desigual, discriminadora con la mujer y los hijos. Lo que los conservadores llaman «la familia estable» es muchas veces una familia con la mujer y los hijos por debajo de los niveles mínimos de dignidad76. La familia que está en crisis, mejor aún, la familia que ha fenecido ya, es la familia entendida como un clan troncal mantenido al margen del amor de los cónyuges, instalada sobre la autoridad del patriarca, con desconsideración del papel de la mujer y de los hijos, donde se discrimina a los hijos por razón 76
F. Fernández Ordóñez y E. García Rico, ob. cit., 1982, pág. 74.
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de su origen, donde los fines más altos de la persona humana están subordinados a un quimérico fin familiar77.
En resumidas cuentas, la familia había dejado de ser considerada como una unidad de producción, para ser considerada, entre otras cosas, una unidad de consumo. Las actitudes y los roles familiares ya no eran los mismos que habían venido siendo en el último siglo. Ante esta nueva realidad, tan sólo se podían tener tres actitudes posibles por parte del legislador. Bien desconocer los hechos, bien declararse neutral ante ellos, o ir más allá configurando un nuevo sistema jurídico que se ocupara de ordenar y clarificar la evolución social y que viniese a integrar, y no a disolver, una institución básica de la sociedad, como la familia. Los avatares del trámite y la adopción de la llamada «Ley del Divorcio» Incumpliendo el programa con el que UCD había concurrido a las elecciones de 1979 o, por lo menos, haciendo una interpretación excesivamente abierta del mismo, Ordóñez propuso la aprobación de una ley del divorcio mucho más progresista que la pactada hasta esos momentos78. El proyecto inicial de 77
Intervención del señor Ministro de Justicia Francisco Fernández Ordóñez, Diario de sesiones del Congreso de los Diputados, núm. 138, año 1980. 78 El programa de la UCD de marzo de 1979 decía textualmente en materia de reforma del Código Civil: «El ordenamiento civil salvaguardará la estabilidad del matrimonio y la familia. El matrimonio canónico tendrá plenos efectos civiles tal como lo reconoce y regula el derecho común del Estado. El principio de la libertad religiosa y el pluralismo democrático proclamados por el Concilio Vaticano II y por la nueva Constitución española implican que no siempre es posible ser elevado a categoría de norma legal lo que constituye una exigencia ético-religiosa cuya plenitud de efectos debe promoverse y lograr en el ámbito de esa libertad religiosa garantizada por el Estado. La ley civil que tutela esa conciencia religiosa no puede, sin embargo, imponer hasta el límite las consecuencias de ese ideal religioso sin discriminar a los ciudadanos. Los tribunales del Estado tendrán la competencia exclusiva en lo
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esta Ley había sido preparado por Landelino Lavilla y completado por Iñigo Cavero. Las alternativas que se le plantearon entonces fueron dos. La primera, retirar el proyecto y sustituirlo por otro más ajustado a sus pretensiones. La segunda, desdibujar en el trámite parlamentario el contenido del texto, contando para ello con el favor de muchos diputados ucedistas, socialistas, comunistas, etc. Sopesadas ambas posibilidades, Ordóñez se decidió por la segunda. Tanto el ministro como su equipo trabajaron con el fin de introducir importantes modificaciones al recatado proyecto de Cavero, cambios que al final del camino le otorgasen un carácter más progresista y lo situaran en consonancia con el derecho existente en otros estados del espacio europeo-comunitario79. Para determinar el sentido exacto de la reforma, Francisco Fernández Ordóñez constituyó un grupo de trabajo presidido por el subsecretario de justicia, Enrique Linde. Se inició a partir de entonces una frenética actividad de contactos a través de los cuales, desde el Ministerio de Justicia, se pretendió atender a todos y a cada uno de los colectivos que tuviesen algo que decir en el tema, no sólo a la Iglesia Católica. A muchas de estas reuniones asistió el propio Ordóñez. Me invitaron grupos de sacerdotes que ejercían en barrios obreros para animarme, asociaciones de mujeres separadas; me llamaban a tertulias, círculos de estudios, sociedades cívicas de docenas de ciudades…80.
que se refiere a la separación de los cónyuges y a la disolución del vínculo civil y a la posibilidad de reconocer la sentencia de nulidad sacramental siempre que se ajuste al derecho del Estado. No se admitirá el divorcio por mero acuerdo de los cónyuges. Las causas de separación y disolución a efectos civiles han de ser tasadas y graves para los supuestos en que los matrimonios estén definitivamente rotos y en todo caso se protegerán especialmente los intereses de los hijos», págs. 143-144. 79 Sobre el divorcio en otros países europeos, véase «El debate sobre el divorcio. El divorcio en Europa, una conquista de la democracia y del espíritu laico», en El País, 12 de febrero de 1981. 80 F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O).
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Registradas y tenidas en cuenta muchas de estas opiniones y una vez que el grupo hubo formulado un cuadro de modificaciones suficiente, su responsable trasladó el contenido del mismo a dos destacados miembros socialdemócratas de la UCD, Javier Moscoso y María Dolores Pelayo, ambos, miembros de la ponencia de la Comisión de Justicia que habría de dictaminar el proyecto81. Estos dos diputados fueron los encargados de defender una redacción del texto más progresista que la del proyecto originario. El tercer miembro ucedista de la ponencia, José Antonio Escartín tenía una visión en gran medida opuesta a la de sus compañeros. El texto definitivamente presentado a la Comisión de Justicia por la Ponencia contenía el grueso de las tesis defendidas por el ministro de Justicia, lo que supuso, en la práctica, la derrota de los sectores más conservadores del partido, encabezados por el portavoz centrista, Miguel Herrero de Miñón. El «proyecto Ordóñez» inició su tramitación en la Comisión de Justicia en el mes de diciembre de 1980. Las presiones externas e internas alcanzaron, por momentos, una intensidad fuera de cualquier lógica. Especial importancia tuvo la campaña contraria, de tintes fuertemente agresivos, que emprendió la Conferencia Episcopal Española. La «beatería» española, acaso más papista que el Papa, —advertía J. Van Halen en las páginas de El Imparcial— [dentro de nada] «ofrecerá novenas para que Dios convierta a Paco Fernández Ordóñez, o para que el diablo le confunda»82. El motivo: que la nueva orientación incluía una cláusula referida al divorcio por consentimiento mutuo, cuestión especialmente rechazada por la jerarquía de la Iglesia Católica. Pero también hubo entonces voces dentro de la Iglesia que apoyaron el proyecto. Entre ellas, las de un grupo de sacerdotes, teólogos y abogados integrados en el movimiento Cristianos en
81
Una primera redacción del informe del proyecto de ley elaborado por la ponencia nombrada en el seno de la Comisión de Justicia del Congreso, se publicó íntegramente en Ya, el 13 de noviembre de 1980. 82 El Imparcial, 14 de octubre de 1980.
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Madrid del que formaban parte Carlos Fernández Ordóñez —hermano del ministro—, José María Díez Alegría, Carlos Jiménez de Parga, el jesuita José Ramón Ezquerra, José Luis Barbero, Julio Luis Fernández y el abogado Jesús Rey Marcos. Para todos ellos, desde la fe cristiana «y aun católica» nada se podía objetar sobre la reintroducción del divorcio en la legislación española, dado que la indisolubilidad del matrimonio proclamada por la Iglesia no había llegado a ser formulada como dogma de fe83. En el seno de la Comisión, muy pronto se pudieron distinguir dos bloques claramente diferenciados y enfrentados. Por un lado, el formado por los socialdemócratas de UCD, los diputados del PSOE, los del PCE, los de la Minoría Catalana, Esquerra de Catalunya y los del PNV. Por otro, el constituido por el sector democristiano de la UCD y los diputados de AP y Fuerza Nueva. Por su parte, el Partido Nacionalista Vasco y Convergencia de Cataluña hicieron difíciles equilibrios sin alinearse rotundamente en ninguno de los dos bandos en disputa, aunque sí apoyando aspectos importantes del proyecto presentado por el equipo de Ordóñez. A finales de diciembre la Comisión consiguió concluir sus trabajos y emitir el dictamen que debía de continuar su tramitación en los meses posteriores. Fernández Ordóñez había conseguido imponerse en un primer envite a la mayor parte de los postulados defendidos por el diputado ucedista José Antonio Escartín. No obstante, el proceso habría de dilatarse muchos meses más debido a varias causas. En primer lugar, como resultado de una estrategia calculada con el objeto de no hacer coincidir su aprobación con el conclave congresual ucedista a celebrar en a comienzos de 1981. En segundo término, como resultado de la dimisión de Adolfo Suárez y, en último lugar, a consecuencia de la intentona golpista del 23 de febrero de 1981. Tras la dimisión de Suárez, hubo quien aventuró que Fernández Ordóñez claudicaría en la defensa de sus posiciones en 83
El País, 17 de diciembre de 1980.
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espera de momentos mejores para sus propuestas reformistas. No fue así. En la sesión parlamentaria del 22 de febrero, el líder comunista Santiago Carrillo preguntó a Calvo-Sotelo sobre el destino del proyecto de ley del divorcio. Lo que tuvo lugar en las horas siguientes puso en suspense las palabras de respuesta a esta pregunta. Una vez atajada la intentona e investido el Presidente, la verdadera respuesta quedó pendiente de la definitiva composición del gobierno que nombrase Calvo-Sotelo. La permanencia o no de algunos ministros del gobierno anterior ponía en entredicho la continuidad de las políticas y los proyectos de ley impulsados hasta ese momento. Así ocurrió también en el caso de la ley del divorcio. En una apuesta valiente por sostener la normalidad, cuando los hechos la acababan de poner muy en duda, el presidente Calvo-Sotelo terminó optando, incluso con cierto recelo de algunos de sus compañeros de partido, por mantener una línea y por posibilitar la conclusión de los procesos legislativos iniciados con anterioridad al golpe. El nuevo presidente daba así cumplida respuesta a la pregunta con que Santiago Carrillo había querido sondear el grado de continuismo o de ruptura que habría de esperarse después de la caída de Suárez. El 11 de marzo de 1981 se produjo la reunión del grupo parlamentario de la UCD. La mayoría de sus miembros apoyaron la postura del diputado Escartín, quien había manifestado su desacuerdo con el proyecto del ministro, y había hecho públicas las divergencias del mismo con respecto a la resolución adoptada poco antes por el Congreso de la UCD. El proyecto fue sometido a votación secreta del grupo, con la oposición de Abril Martorell. A favor de la devolución votaron un 60 por 100 de los presentes. Sin embargo, el proyecto siguió su curso. Cinco días después, previa discusión interna en el seno de la Comisión Ejecutiva de la UCD, y sin que mediara votación alguna, se tomó la decisión de solicitar la vuelta del texto primitivo del Gobierno en los extremos señalados. Pese a estas decisiones internas tanto del grupo como del partido, Francisco Fernández Ordóñez presentó en el Congreso de los Diputados el
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proyecto de ley dictaminado meses antes por la Comisión84. Como se comprenderá fácilmente, seguir defendiendo el texto proyectado por Ordóñez y su equipo, tan sólo un mes después del intento de golpe militar del 23 de febrero, no fue tarea fácil. Las alertas sobre los posibles riesgos que el mantenimiento del proyecto en sus mismos términos podía tener para la estabilidad democrática del país no faltaron en los días posteriores a la intentona golpista, y hasta su aprobación definitiva. Incluso Ordóñez se hizo eco de estas tensiones en comparecencia parlamentaria. […] ley en fin que se ha trazado con la delicadeza de quien opera en el tejido vivo de una sociedad que está siendo batida en estos momentos por una sobrecarga de tensiones de todas clases85.
En el debate del Congreso que condujo a la aprobación del proyecto de ley, se presentaron dos enmiendas solicitando la devolución al Gobierno. Las firmaban los señores Blas Piñar de Fuerza Nueva y Manuel Díaz Pinés de UCD. Ambas fueron rechazadas. La última tuvo especial significación, puesto que se presentó desde las mismas filas políticas a las que pertenecía el ministro proponente. Según la opinión del enmendante, el proyecto de ley de Divorcio era una extrapolación espuria del programa de la UCD y daba al Código Civil un giro que traería consigo una nueva confesionalidad a la que él denominaba divorcismo. El sector democratacristiano del partido del gobierno, que seguía siendo contrario en su base y en su forma a la proyectada regulación del divorcio, presionó en el seno del partido con objeto de imposibilitar la tramitación del citado proyecto en la redacción definitiva deseada por el titular de Justicia. Así, tras 84
Sesión del Pleno del Congreso, 17 de marzo de 1981. Discurso pronunciado por el Excmo. Sr. Ministro de Justicia, D. Francisco Fernández Ordóñez, ante el Pleno del Congreso de los Diputados, día 17 de marzo de 1981, ob. cit., pág. 5. 85
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diversos movimientos internos, los democristianos forzaron al Comité Ejecutivo de la UCD a modificar el proyecto en una dirección desnaturalizadora del mismo. En esta situación, socialistas86, comunistas y otros grupos partidarios de la redacción originaria del proyecto votaron conjuntamente con el sector socialdemócrata de la UCD, dejando en evidencia la unidad de dicho partido y abriendo una grieta insalvable en el futuro de la formación centrista. Menos de la mitad de los diputados de UCD votaron entonces a favor de la «ley Ordóñez». Conocidos los resultados definitivos de la votación, Fernández Ordóñez manifestó que el Congreso de los Diputados había aprobado un proyecto de ley que respondía, como en su día él mismo había prometido, al contenido aprobado por la Comisión de Justicia. Un texto, a su juicio, moderado y aceptable, que significaba el mínimo que se podía presentar a la sociedad española en 198187. Superado el trámite del Congreso, la única posibilidad que tenían los conservadores para impedir la aprobación de una ley que contemplara las soluciones previstas en el proyecto Ordóñez era su modificación a través del trámite en el Senado. Los conservadores gozaban de mayoría en esta Cámara. Sobre esta potencial eventualidad de reforma en el Senado, Francisco Fernández Ordóñez advirtió que cualquier retroceso en la ley, alargando los plazos o complicando inútilmente los procedimientos, supondría un peligroso salto atrás que «sólo implicaría un incremento de los gastos, la amargura y la inseguridad de quie-
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En previsión de que los diputados democristianos de la UCD se abstuviera de votar favorablemente el texto dictaminado por la Comisión de Justicia, lo que efectivamente ocurrió, el vicesecretario del Partido Socialista Obrero Español, Alfonso Guerra, sugirió a algunos de los diputados socialistas que votaran favorablemente, cuando la postura oficial del PSOE era la de la abstención. Algo parecido ocurrió en el caso del Partido Comunista de España. El País, 9 de abril de 1981. 87 Declaraciones hechas por Francisco Fernández Ordóñez en El País, 8 de abril 1981.
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nes quieren resolver civilizadamente sus angustiosas situaciones de fracaso matrimonial»88. Los debates en la Cámara Alta se iniciaron el día 15 de junio, tras casi dos meses de estudio por la Ponencia y por la Comisión de Justicia e Interior del Senado. El senador centrista y presidente de la ponencia, Alfonso Porta fue el encargado de presentar el texto al pleno. En la sesión estuvo también presente el ministro Fernández Ordóñez quien, a su vez, intervino en defensa del proyecto presentado por el Gobierno89, reiterando los mismos argumentos empleados en las ocasiones precedentes. La sociedad española ha asumido tranquilamente esta ley no como un hecho insólito al que hay que adaptarse, sino como algo que sorprendentemente no existiera desde muchos años. La gente no se pregunta por las razones de la existencia de la ley, sino por las razones del increíble hecho de que no existiera antes90.
Los trabajos del Senado concluyeron dos días después con la aprobación del texto remitido por el Congreso, aunque con dos importantes modificaciones que trastocaban la raíz y el espíritu mismo de la reforma, y un pequeño cambio de corte «paternalista y atípico»91. El primero de los cambios se refería a la inclusión (antes había sido retirado por el Congreso) del artículo 87, más conocido como «cláusula de dureza», que otorgaba al juez la posibilidad de denegar el divorcio en los casos en que éste «causara perjuicios de extrema gravedad a los hijos menores o
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Ibíd. Para conocer en detalle el desarrollo de esta sesión y de las posteriores véanse: El País, 15, 16, 17 de junio de 1981; ABC, 14, 16 y 17 de junio de 1981 y Pueblo, 16 de junio de 1981. 90 Palabras de Francisco Fernández Ordóñez en la sesión plenaria del Senado del día 15 de junio de 1981, recogidas en teletipo de la Agencia EFE, 15 de junio. T140, pág. 17; copia disponible en (Arch. F.F.O.). 91 Con estos términos calificó el senador socialista Cabrera la modificación relativa a la intermediación del juez en un posible reencuentro entre los cónyuges. El País 17 de junio de 1981. 89
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incapacitados o al otro cónyuge, habida cuenta de su edad, estado de salud y duración del matrimonio»92. La segunda modificación incluida en la disposición adicional sexta del proyecto se refería a la posibilidad en manos del juez de recabar, en los casos de mutuo acuerdo de los cónyuges, «la práctica de cualquier prueba reconocida en derecho durante un plazo improrrogable de diez días»93. Por último, también se incluyó el texto aprobado por el Senado otra breve modificación de la disposición adicional sexta, para incluir la intermediación del juez en una posible reconciliación de los cónyuges. Las modificaciones introducidas al proyecto en el Senado obligaron a tramitarlo de nuevo en el Congreso de los Diputados, para su definitiva aprobación. Una vez más, la coalición entre socialdemócratas, socialistas, comunistas y otros grupos minoritarios, consiguió una victoria sobre la mayoría gubernamental: 128 votos a favor del texto propuesto por los democristianos frente a los 168 contrarios al mismo. Al final de la sesión, cansado de la contienda pero muy satisfecho por los resultados obtenidos, Fernández Ordóñez declaró: Nada cansa tanto como luchar por las causas que son evidentes, pero, afortunadamente, hemos conseguido derribar una importante barricada94.
Pese a la constante y pertinaz oposición de los sectores conservadores de la UCD, arropados y en ocasiones, azuzados por los máximos representantes eclesiales, el proyecto de ley del divorcio fue aprobado según el texto inicial del mismo, el día 22 de junio de 1981. Su publicación se produjo el día 20 de julio como Ley 30/1981, de 7 de julio, entrando el vigor el 15 de agosto. Transcurridos diecisiete meses de solícito trabajo jurídi92
Artículo 87 del proyecto de ley por el que se modifica la regulación del matrimonio en el Código Civil y se determina el procedimiento a seguir en las causas de nulidad, separación y divorcio. 93 Texto incluido parcialmente en El País, 17 de junio de 1981. 94 El País, 23 de junio de 1981.
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co y disputada contienda política, el Pleno del Congreso había aprobado un proyecto de ley del Divorcio que, por más que se haya intentado desvirtuar después, fue del entero patrocinio del equipo de Francisco Fernández Ordóñez. Detrás de sí, la ley del divorcio dejaba a un Ordóñez personalmente abrumado, aturdido, muy movido interiormente por las numerosas cartas que recibía a diario comentando su trabajo; pero sobre todo, entristecido por la incomprensión de los ciudadanos que se oponían a aceptar, en plenos años ochenta, que se permitiera reconocer legalmente una convivencia rota. Sirvan los siguientes extractos, tres a favor y tres en contra, como ejemplos de los contradictorios sentimientos que los ciudadanos transmitían a quien iba a trasladar la vida cotidiana de muchos a un articulado polémico95. Extracto 1: A FAVOR (…) 9-10-80 Sr. Ministro perdone el dirijirme a Ud pero mi caso nadie me lo quiere resolver y despues de aber pasado 30 años sola con mis 4 hijos, hoy ay un Señor que se quedó viudo y me a prometido casarse con migo y aquí está mi problema que ya hoy puedo unirme a un Señor casandome como Dios manda no quiero unirme a el sin casarme, pues bien la Iglesia y el Juzgado me dicen que no puedo casarme tengo que seguir toda mi vida discriminada yo, por que el que fué mi marido le an dado todas las facilidades, pues el después de abandonarnos se casó con otra y esto es legal osea que el hombre puede casarse tantas veces como quiera y le es legal la mujer tiene que pudrirse sola asta que se muera. repito que hoy quiero casarme para los años
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Todas estas cartas se conservan en el archivo F.F.O. Para salvaguardar la intimidad de los remitentes no se da ningún dato que pudiera identificarles. Se reproducen extractos literales, incluyendo ortografía y vocabulario originales. Las citas son deliberadamente largas pues se quiere dejar constancia clara del tremendo debate que se organizó en la época. Treinta años después parece que se ha olvidado la dificultad que supuso sacar un proyecto de estas características, por eso nos pareció pertinente recordarlo confrontando textos reales de la época.
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que pueda ya vivir pues vivirlos juntos a un hombre y no sola, mis hijos están todos casados tengo (…) años. Señor Ud. como Ministro de Justicia le ruego que aga justicia con migo deme una solución para que los señores del juzgado (…) me casen igualmente que le casaron a mi esposo con otra, no pretendo acer ningún daño solo quiero terminar los pocos años que me queden vivirlos acompañada de un marido que no tuve mas que 8 años y que tuve con el 4 hijos muchas gracias (…) Le mando dos fotocopias para que vea los dos matrimonios efectuados por el mismo hombre. nadie me da solución nada más me dicen que me junte con este Señor pero yo esto no lo quiero si a mi marido le an vuelto a casar y segun el juzgado son dos valederos ¿pues por que a mí no pueden casar también? por el echo de ser mujer y seguir aplastando a la mujer y esto no es justicia justicia que yo espero de Ud. Mis señas son (…) Extracto 2: EN CONTRA Sr. Ministro: Tiene cara de lo que es, como dice (…), es Vd. anticristiano, comunista mas que Carrillo, por que este da la cara, pero Vd, no la ley de diborcio osea la ley Ordoñez como la llaman, es criminal a todas luzes (…) y Vd. tuvo la cara dura de acudir a la procesión ?No se le cayo de vergüenza dicha cara los crisanos que le vieses en una ventana como dijo un periodico (…)? ?Como consiente El Jefe del Gobierno tenerle en su compañia? Calvo-Sotelo esta perdiendo muchos puntos para muchos Españoles, Vd. deve dimitir, pero claro, estando tragando, no lo hace. I para terminar, es Vd, una persona nograta, para España, es Vd. un cabron, un comunista,— Anarquista, es Vd, un hijo de puta, un canalla, y nose cuantas cosas mas, con su adtitud, esta desprestigiando a U.C.D. por que lo e dedecir-una cosa, soy militante del centro centro. Y para más señas soy de (…)
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Extracto 3: A FAVOR 9 de oct 1980 Querido Sr. Ministro: No sé si esta carta llegará a sus manos o quedará en el camino. Lo que sí sé es que siento necesidad de escribirla y mandársela. No entiendo de formalismos ni protocolos y ruego me disculpe si cometo errores en ese aspecto; no es mi intención ofenderlo. (…) Sigo con todo interés —porque me puede afectar— lo relacionado con la llamada «Ley del Divorcio»; y sus palabras abrieron para mí una puerta a la esperanza. Cuando no confiaba en absoluto en esa ley, ha llegado Vd. y me ha hecho cambiar de actitud. Sé que se encuentra Vd. con muchos sectores que se oponen a que el proyecto llegue a buen fin. Por esa razón le escribo. Quiero que sepa que muchos esperamos y confiamos en Vd. para solucionar unas situaciones matrimoniales rotas hace tiempo. Quiero que sepa usted que, frente a los que se oponen, hay muchos que —calladamente— esperamos. Muy brevemente le expongo mi caso, que no es más que uno entre muchos. Tengo (…) años y un hijo de (…). Mi marido y yo no nos entendíamos; y, antes de llegar a odiarnos, decidimos separarnos civilizadamente hace año y medio. Hicimos un documento notarial de separación de bienes y en él hicimos constar también las condiciones en que nuestro hijo quedaba. Yo soy la encargada de cuidarlo y vivir habitualmente con él. Siempre que su padre quiera puede verlo; se lo lleva los fines de semana y el mes que él disfruta de vacaciones. Se comprometió a pasarme una cantidad para ayuda de su educación. Esta es la situación desde hace año y medio. ¿Por qué —me pregunto yo— no puede una ley ayudarme a legalizar una situación de hecho? ¿Por qué hay gente interesada en forzarme a vivir condenada a una situación «extraña», ya que no soy ni casada ni soltera ni «nada»? ¿qué culpa tengo yo de no querer enredarme en una serie de acusaciones, situaciones moralmente dolorosas, inculpaciones, etc…, que serían la única forma de conseguir una separación judicial? Además, yo creo que las culpas en una situación como la mía están repartidas; no son sólo de uno de los cónyuges. En fin, Sr. Ministro, sepa que mi esperanza y la de muchos otros está puesta en Vd. Tenga la certeza de que cuenta con el
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respaldo y el apoyo moral y político de muchos españoles y eso quizá le sirva de ayuda para sacar adelante una ley que esperamos digna y humana. Afectuosamente (…) Extracto 4: EN CONTRA (…), a 1 de abril de 1981. Señor cristiano renegado Sepas que en España no somos animales irracionales para darnos una «ley» (irrita, desde luego) que va contra Dios, llámese Dios-Yahvéh, Alá o como tú quieras. Va contra Dios autor de la Naturaleza que pide que el matrimonio sea estable (…). Eso es puro comunismo y masonería que —ya lo dijo Franco (Viva Franco!) está agazapado para destruir a España. Y tú indeseable! eres uno de los pricipales culpable. Por eso, ya te puedes preparar para lo que va a venir. Hay menos formalidad en esa «familia-concubinato-putería» que nos quieres meter, que en la compra de un electrodoméstico… Hasta eso se ha llegado. Y cuando en otras partes es el comunismo o la masonería los que introducen el divorcio, en España (diferente!) sois los «católicos», si bien «aconfesionales». Es decir, doble o triplemente traidore Y además sabéis más que el Papa y los obispos en su campo específico señalado por JXt.º. ¡Prepérate, marica! Viendo que el divorcio es puro fracaso en donde rige, lo ponéis aquí, ¡traidores, tontos y putos! (…) Extracto 5: A FAVOR (…) 10.10.980 (…) Excm.º Señor: En el diario «El País» correspondiente al dia 8 del actual, he leido sus manifestaciones en el sentido de «introducir la separación judicial por mutuo consenso en la ley de divorcio, para posteriormente transcurrido un tiempo desde la senetncia firme, obtener el divorcio de forma automática». Muy sinceramente me permito felicitarle por todos estos sus buenos deseos, por todas estas sus buenas intenciones, hacia todos aquellos españoles que hasta ahora hemos sido por completo olvidados y se nos ha hecho desde un principio sufrir lo
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indecible por la situación anómala en que nos encontramos incluso en muchas circunstancias negándosenos hasta la amistad, como si estuviesemos afectados por la peste. Mi caso es uno más entre el de muchos cientos de miles de españoles, me encuentro separado de mi mujer eclesiastica y civilmente desde hace más de veinte años, mis hijas están casadas, incluso con hijos. Por esta separación de «cuerpos y bienes» que prácticamente no me ha servido para nada, me veo condenado a vivir solo. He querido rehacer mi vida puesto que la soledad es insoportable (…) el ser humano necesita compañía, poder comunicarse con una persona en determinados momentos, ser oido, no encontrarse completamente solo durante las veinticuatro horas del día, con salud o sin ella. Todo esto ha sido imposible hasta ahora, por aquello de que el matrimonio «canónico es sagrado e indisoluble» de una parte y de otra por no existir una ley civil que nos ampare y nos dé ilusiones para seguir viviendo y sobre todo luchar en la vida por algo. Todo cuanto se nos dice es «tienes que soportar esta cruz que Dios te envió». Fácil es aconsejar y sumamente difícil llevar a la práctica estos consejos, máxime cuando se tienen unos años. Siguiendo estas máximas, por qué Excm.º Señor tenemos conocimiento últimamente de que sacerdotes que hicieron votos perpetuos, que abrazaron la religión como profesión, se les permite que dejen la misma y puedan contraer matrimonio, sin que por ellos la sociedad se rasgue las vestiduras. Son seres distintos a los demás mortales? Es sumamente lógico, normal y humano, que cuando dos personas no se comprenden y la vida entre ellos es poco menos que un infierno, se les conceda la separación de cuerpos y bienes, si es que esta sirviese para rehacer la vida civilmente, ya sabemos que nunca podria ser eclesiasticamente, pero es que ni esto es posible. Estamos condenados a ver pasar los años y hacernos viejos, sin poder si es lo que uno lo quiere, pensar en tener una vida normal como otros seres humanos (…) En el caso de por humanidad, sentimientos, etc se une uno a otra persona, se dice que se «amancebaron», son como una lacra para los amigos, se encuentran dificultades para situarse en la vida, en la sociedad, incluso en la profesión que se ejerza. Todo esto, Excm.º Señor Ministro considero, consideramos todos los que estamos en esta situación que es injusto, inhumano, cruel, esto supone acorralar a quien por desgracia se equivoco una vez en la vida, no acertó en el paso que dio y a través
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de la experiencia y de los años, trata de ver si todavía le es posible ser feliz en esta vida. (…) En fin, Excm.º Señor hasta hace unos años en España han conseguido la anulación determinadas personas que por su condición económica podían desplazarse a Italia o cualquier otro pais extranjero en donde estas circunstancias se veian con mas humanidad, los demás españoles carentes de estos recursos solo hemos conseguido a traves de muchos años de desesperación constante y no pocos sacrificios económicos, el que se nos concediese la «separación» y esto no sirve para nada ni oficial ni particularmente cuando de rehacer la vida se trata, hasta ahora como digo. A quienes hace tantos años que estamos separados, se nos debe dar la oportunidad de obtener el divorcio y poder en consecuencia mirar la vida bajo otro prisma distinto al que hasta ahora la estamos mirando. Perdón Excm.º Señor Ministro por la libertad que con todo respeto hacia V.E. me he tomado, angustiado por la situación en que hace tantos años vivo y con la esperanza de que a través de cuanto he leído en la prensa, obtenga como desea un completo éxito en todo lo referente a la ley de divorcio. Respetuosamente (…) Extracto 6: EN CONTRA (…) 18-10-80 Señor Fernández Ordóñez Incompetente e ilegal Ministro de Justicia Madrid Somos 64 matrimonios de (…), católicos y amantes de España y de su tradición y moral que nos oponemos a la infame ley de divorcio del gobierno (desgobierno) que sufre España del cual Ud forma parte como gran bandido y miserable rojo y enemigo de Dios. ¡Cuidado decir Ud y los periodistas reptiles que cobran de Uds que la indisolubilidad del matrimonio es cosa retrógrada, vieja y que hay que ser modernos e igualarnos a la basura y mierda de Europa…! ¡Canallas, malditos, renegados, traidores asesinos de Dios y de España! ¡Caiga sobre Ud —sucio e innoble sujeto y sobre su descendencia, la mayor maldición de Cielo y tierra! Todos lo pagaréis ¡Os escupimos!
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Francisco Fernández Ordóñez
En definitiva, semejante confrontación de opiniones no sólo afectó en lo personal, sino que además, esta nueva ley dejó un reguero devastador en las filas de la UCD. Los diputados centristas votaron en conciencia, incluso contra los deseos del fuerte sector democratacristiano. Muchos le han atribuido después a esta ley el papel de espoleta definitiva de la ruptura del partido centrista. Hasta tal punto fue así, que en opinión de Iñigo Cavero, su sucesor en el Ministerio de Justicia radicalizó innecesariamente el originario proyecto de ley con el único objetivo de convertir el proceso en un elemento identitario que preparase su posterior desembarco en las filas de la izquierda socialista. A esta misma tesis de la existencia de una estrategia preconcebida se adscribe Carlos Huneeus con la siguiente reflexión: Desde la cartera de Justicia, fortalecida por absorber Desarrollo Constitucional, el inquieto líder socialdemócrata se empeñó en buscar una mayor influencia en la opinión pública. Este mayor protagonismo consistía en promover una Ley de Divorcio que provocara el rechazo de los demócrata-cristianos y el apoyo o neutralización de los liberales, al mismo tiempo que concitara el apoyo de los partidos de izquierdas y de la opinión pública96.
En cualquier caso, la comparación del proyecto Cavero y del que definitivamente fue aprobado por las Cortes Generales dejan bien a las claras que, más allá de que existiese o no una estrategia de proyección futura del propio Ordóñez y sus seguidores, ambos proyectos eran muy diferentes y reflejaban dos formas de entender un derecho precisado constitucionalmente de regulación.
96
C. Huneeus, La Unión de Centro Democrático… ob. cit., 1985, pág. 340.
Capítulo 5 FILIGRANAS POLÍTICAS, ¿TRANSFUGUISMO O COHERENCIA? (1981-1985)
1982. En un mitin del Partido Socialista
Adolfo Suárez dimite El 26 de enero de 1981 el Presidente del Gobierno se reunió en la Moncloa con algunos de los líderes de las corrientes internas de la formación centrista a los que comunicó sus intenciones, incluso antes de trasladar su decisión al Rey. Entre los presentes se encontraba Francisco Fernández Ordóñez. Al encuentro asistieron también Pío Cabanillas, Rafael Arias Salgado, Rodolfo Martín Villa, José Pedro Pérez Llorca, Rafael Calvo Ortega y Leopoldo Calvo-Sotelo. El presidente Suárez les puso al tanto de la que él mismo calificó como decisión irrevocable, su inminente dimisión, y les espetó a determinar el nombre de quien habría de sustituirle. En aquella reunión, todos los asistentes tomaron clara conciencia de que el final de la UCD se hallaba muy cerca, a pesar de lo cual la situación política obligaba a la continuación transitoria del proyecto político centrista. La dimisión de Suárez dejaba en mala posición a quienes, a su pesar, como fue el caso de Ordóñez, le habían apoyado en crisis anteriores para frenar el ascenso del ala derecha de la UCD. El hecho, que aun esperado, se precipitó antes de lo debido, obligó a Ordóñez a cuestionar abiertamente y, por anticipado, su continuidad en el partido del Gobierno. Desoyendo las múltiples solicitudes para que reconsiderara su decisión, Suárez no se movió ni un ápice, convencido como ya estaba del acierto y la oportunidad de su juicio. Hacía tiempo que el ambiente le venía resultando irrespirable. En muchas ocasiones había llegado a sentirse impotente ante las continuas conspiraciones que no dejaban de producirse en el seno de la UCD, causantes éstas, en la mayor parte de los casos, de una sensación
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generalizada de desgobierno. La sociedad española empezaba a tener conciencia de un cierto vacío de poder, situación poco deseable para dar solución a los graves problemas que seguían aquejando a la economía española. Habiendo dimitido Suárez, era preciso determinar el nombre de la persona que asumiría la Presidencia del Gobierno hasta la celebración de las elecciones generales previstas en un principio para 1983. Pío Cabanillas, como Ministro adjunto a la Presidencia fue el encargado de contactar con los «barones» de la UCD para que éstos se posicionasen sobre la sucesión. En este sentido, varios de ellos (Rodolfo Martín Villa, José Pedro Pérez Llorca y Rafael Arias Salgado) le proporcionaron una lista de candidatos en la que se incluían, entre otros, Agustín Rodríguez Sahagún y Rodolfo Martín Villa. No obstante, la lista la encabezaba en todas las propuestas Leopoldo Calvo-Sotelo, a la sazón, vicepresidente segundo del Gobierno Suárez. Fernández Ordóñez, a decir de Arias Salgado, no elaboró ninguna lista, pero igualmente tenía entre sus preferencias a Calvo-Sotelo. El dimisionario Presidente y los restantes líderes de la UCD se reunieron en Moncloa, el 27 de enero de 1981, para decidir sobre la persona que habría de ser investido como nuevo jefe del ejecutivo. En este encuentro, después de que buena parte de los presentes hubiesen hecho uso de la palabra para descartarse ellos mismos como candidatos, Fernández Ordóñez pidió la palabra para excluirse de cualquier candidatura presidencial, aunque lo hiciese de una forma que no implicaba relegar definitivamente dicha posibilidad para el futuro: «Estoy convencido de que en la situación actual, ni yo soy el hombre ni este es mi momento»1. De todos cuantos intervinieron ese día, Ordóñez fue el único que se atrevió a dar una lista pública de sucesores de Suárez ordenada según sus propias preferencias. Esta lista la encabezaba Leopoldo Calvo-Sotelo, al que seguían en este orden: Agustín Rodríguez Sahagún, Landelino Lavilla, Rodolfo Martín
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J. Oneto, Los últimos días de un Presidente. De la dimisión al golpe de Estado, Barcelona, Planeta, 1981, pág. 125.
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Villa y José Pedro Pérez Llorca. Todos ellos eran los mismos apellidos que andaban rondando las preferencias del resto de los presentes. La decisión definitiva se adoptó conocidos los resultados de una votación en la que Calvo-Sotelo contó con seis de los «barones», frente al voto obtenido por Landelino Lavilla y los dos votos conseguidos por Rodríguez Sahagún. Calvo-Sotelo se convertía en candidato. A partir de ese momento la labor del nuevo presidente consistió en prolongar algunos meses la vida de la legislatura para terminar convocando elecciones anticipadas cuando tuvo conciencia de la imposibilidad de mantener por más tiempo un Gobierno asediado por varios frentes. La dimisión de Suárez y el acelerado proceso para encontrar un candidato a la Presidencia del Gobierno, habían dejado en un segundo plano la celebración del II Congreso de la UCD, prevista en Palma de Mallorca los días 27 y 28 de enero de 1981, aunque no las disputas internas en el seno del partido. Una inesperada huelga de controladores aéreos, maniobra política del sector oficial en versión de los críticos democratacristianos, había obligado a retrasar su realización. Pero la urgencia y la necesidad de encontrar soluciones a los problemas observados con la dimisión de Suárez, motivaron que el aparato decidiera el inicio del Congreso el día 6 de febrero. Ante la cita Fernández Ordóñez había aludido a la existencia de una serie de problemas a debatir: la organización del partido (la dirección política y su democracia interna); la estrategia política del partido (su espacio político y el debate sobre su deriva ideológica), y la política misma del Gobierno2. A pesar de todo, una vez inaugurado el congreso, las discusiones giraron, principalmente, en torno a la reelección de los órganos del partido y la necesaria democratización interna. En este segundo punto las posturas se diferenciaban entre los que defendían el empleo de un método proporcional para la elección de los órganos internos (críticos) y los que pretendían la
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F. Fernández Ordóñez, «El final de una cierta UCD», en Cambio 16, núm. 478, 26 de enero de 1981.
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utilización de un sistema mayoritario (oficialistas). Como consecuencia de estas diferentes posturas se presentaron dos listas para componer el Comité Ejecutivo: una, la del sector oficialista, que estaba encabezado por Agustín Rodríguez Sahagún y Rafael Calvo Ortega como secretario general; y otra, la del sector crítico, que lideraban respectivamente para los citados puestos, Landelino Lavilla e Ignacio Camuñas. En último término, tanto la elección del Comité ejecutivo como la del Consejo político (primer punto referido) se desarrolló por vía mayoritaria, lo que beneficiaba y satisfacía los objetivos del sector oficial que, a la postre, consiguió la citada mayoría. Para Ordóñez este congreso constituyó la confirmación de que su camino estaba ya muy lejos de la UCD. Advirtió que no gozaba de la confianza de la mayoría de sus compañeros de filas e, incluso, que su liderazgo entre todos los que en su día habían compuesto el bloque socialdemócrata se estaba empezando a diluir; un dato muy significativo de esta impresión fueron las exiguas adhesiones con las que contó en las votaciones al Comité Ejecutivo del partido; su nombre recibió el menor número de votos de entre los treinta y dos miembros del sector oficialista que terminaron formando parte del Comité3. El conflicto con los conservadores El deslizamiento de Ordóñez hacia otras posiciones políticas más acordes a su forma de entender la socialdemocracia era previsible. Muchos de sus compañeros le consideraban una cuña de los socialistas dentro del Partido del Gobierno, e incluso hubo quienes sostuvieron abiertamente que era un traidor. Por este motivo, creían próximo el día en el que habría de producirse el salto de ex ministro hasta las filas del PSOE4. 3
Fernández Ordóñez obtuvo 1017 votos, esto es: 122 votos menos con respecto a los 1139 que había recibido la lista mayoritaria a presidente en el II Congreso de la UCD. 4 En aquellas fechas, Alfonso Guerra era una de las personas con las que
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Sobreponiéndose a la negativa valoración por parte de los compañeros de grupo, cada vez que le era posible, y sin dejar por ello de mostrar los puntos de desacuerdo con su partido, Ordóñez aprovechaba para confesar fidelidad a la UCD. Se trataba, y así lo entendió en todo momento, de una simple obligación moral para con la estabilidad del sistema democrático. En esta dirección, resultan significativas las siguientes palabras pronunciadas por Ordóñez en septiembre de 1980, cuando la situación se complicaba por momentos: A mí me acusan de ser dubitativo, pero es falso. Lo que ocurre es que cuando me quejo por el comportamiento de Unión de Centro Democrático, la gente querría verme dar un portazo y marcharme a otro partido. Y mi partido es éste. No otro5.
A esta misma sensación de rechazo y crítica contra los socialdemócratas en el seno de la UCD se referirá Carmen Solano, una de las diputadas que meses después abandonaría el Partido Centrista junto a Ordóñez: En estos últimos tiempos estamos asistiendo en nuestro país y en mi partido a algo insólito. Estamos leyendo día tras día en letra impresa, oyendo en manifestaciones verbales, etc., cosas tan peregrinas como que los socialdemócratas no cabemos en UCD, o que nuestro electorado no podría aguantar dos leyes de ministros de nuestro antiguo grupo
más horas conversaba Francisco Fernández Ordóñez. Tal confianza se creó entre ambos que el primero solía referirse al segundo diciendo de él que era uno de los suyos. El periodista Melchor Miralles ha llegado a decir que fue entonces cuando, por vez primera, Guerra ofreció a Ordóñez la posibilidad de ingresar en el PSOE e incluso le solicitó que sondease sobre esta misma posibilidad al ya expresidente Adolfo Suárez. Véase M. Miralles y F. Satue, Alfonso Guerra… ob. cit., 1991, pág. 329. 5 Declaraciones realizadas a La Gaceta Ilustrada por Francisco Fernández Ordóñez el 14 de octubre de 1980 y recogidas en J. Figuero, «La empresa» que creó Adolfo Suárez. Historia, sociología y familias del suarismo, Barcelona, Grijalbo, 1981, pág. 263.
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político en un mismo mes. Esto, hoy, en Unión de Centro Democrático, está haciendo peligrar otra esencia de la democracia que es el respeto a las minorías; máxime cuando ese grupo parlamentario tiene una mayoría en las Cortes, gracias también a los votos aportados a las urnas por los socialdemócratas. UCD, no sería centro, al menos en mi opinión, si siempre fuera su parte derecha la que impusiera su criterio6.
Las posiciones políticas y la acción de gobierno de Ordóñez eran tan próximas a la socialdemocracia que recibió la ayuda del PSOE en varias ocasiones. Más allá de la ley del divorcio, con anterioridad, en junio de 1980, había logrado un acuerdo con el PSOE relativo a la Financiación de las Comunidades Autónomas. Ciertamente, como apunta Charles Powell, Fernández Ordóñez, que tenía la sospecha de que su futuro pasaba por el PSOE desde antes de que Calvo-Sotelo fuera investido presidente del Gobierno, aprovechó la controversia suscitada por la ley del divorcio, para mostrarse ante la opinión pública como «un apóstol del laicismo progresista», comportamiento que avalaba la posterior aceptación de una futura militancia socialista7. Además de los problemas internos surgidos por la Ley del divorcio, otra circunstancia ayudó a disminuir el crédito de Ordóñez ante sus correligionarios. Se trató de la causa abierta por la muerte del etarra Arregui a manos de la policía y el enfrentamiento abierto entre el titular de Interior y el de Justicia8. Arregui había muerto en el Hospital Penitenciario de Carabanchel, después de nueve días de incomunicación, y de largos interrogatorios sin asistencia letrada en dependencias gubernativas. Ante estos hechos, el ministro del Interior, Juan José Rosón, pretendió, en principio, rehuir de las responsabilidades
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C. Solano, Andalán, 19 de diciembre de 1980. Ch. Powell, España en democracia, 1975-2000, Barcelona, Plaza & Janés, 2001, pág. 314. 8 Un relato de lo acontecido consta, según versión de varios presos en Declaración Pública de testigos presenciales del estado físico de Joseba Arregui Izaguirre, publicado en el diario Egin, 15 de febrero de 1981; (Arch. F.F.O.). 7
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que pudieran derivarse de dicha muerte, limitándose a cesar al jefe de la Brigada Regional de Información y al responsable de los servicios médicos, al tiempo que a poner a disposición judicial a los cinco funcionarios que interrogaron al detenido. Para solucionar la conflictiva situación, desde los aledaños del Gobierno se ideó la redacción de una declaración conjunta con el Ministro de Justicia. Sin embargo, ninguno de los dos accedió, y Ordóñez, en la sesión del pleno del Congreso en la que se debatió sobre el caso, evitó solidarizarse con Rosón ante el despiadado ataque al que fue sometido por la oposición socialista, comunista y nacionalista. Según el testimonio de Enrique Linde, el caso Arregui fue, entre todas las trifulcas políticas con sus compañeros de la UCD, la que más enervó a Ordóñez. No aceptó la solicitud de pasar página ante un flagrante caso de violación de los derechos humanos, ni siquiera en aras de la supuesta razón de estado esgrimida por sus compañeros de formación9. «Ave migratoria»: Ordóñez abandona la UCD La asociación de Ordóñez con el PSOE se adelantó conforme nuevos y graves sucedidos modificaron la escena política española. Uno de los más importantes fue el intento de golpe de Estado de Milans y Tejero. El año 1981 empezó con mal pie para la joven democracia española. En la tarde del 23 de febrero, un grupo de Guardias Civiles comandados por el coronel Antonio Tejero Molina irrumpió en el hemiciclo del Congreso de los Diputados. Los parlamentarios y el Gobierno en su conjunto fueron secuestrados por unas horas mientras asistían a la sesión de investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo como sustituto del dimisionario presidente Adolfo Suárez. Fernández Ordóñez, como el resto de sus compañeros, pasó unas horas interminables, quizás las peores de su vida. Alguno de los asaltantes había recordado en tono desafiante la condición de «defensor de los 9
Entrevista a Enrique Linde Paniagua, 9 abril de 2001.
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derechos humanos» de Fernández Ordóñez, en clara referencia a su actitud ante el caso Arregui, acaecido unos días antes. El clima de conspiración era patente desde hacía ya algunos meses. Recuerda Javier Tusell sobre el particular que diversas personalidades, tanto de la izquierda como de la derecha, hablaban de la posibilidad de formar un Gobierno de excepción con un militar al frente, opción al parecer que contaba con ciertos apoyos parlamentarios. Algunas fuentes incluían a Ordóñez junto a nombres como los de Alfonso Osorio y Ramón Tamames. Ordóñez siempre negó cualquier vinculación con éste tipo de «iniciativas»10. Su nombre apareció citado como uno de esos políticos que por aquellos entonces habrían estado dispuestos a favorecer lo que se conoció como «solución Armada»11. Atendiendo a lo prescrito en el artículo 113 de la Constitución, en los mentideros políticos se habló de la posible organización de una moción de censura para derribar a Suárez de la Presidencia del Gobierno y para colocar en su lugar a una persona capaz de concitar el amparo suficiente, a la sazón, el general Armada. Al frente de esta operación estuvo Alfonso Osorio, antiguo colaborador de Suárez, por entonces distanciado del Presidente del Gobierno. Fuese o no cierta la presencia de Francisco Fernández Ordóñez en este embrollo, lo cierto es que, al final, la dimisión de Adolfo Suárez el 29 de enero de 1981, y la propuesta real de que Calvo-Sotelo fuese investido como nuevo presidente, puso fin a la potencial «Operación Armada».
10
J. Tusell, Historia de España en el siglo XX: IV. La transición democrática y el Gobierno socialista, Madrid, Taurus, 1999, pág. 173. 11 Además de Fernández Ordóñez, se ha mencionado la participación de políticos tan destacados como Ramón Tamames, Múgica, Marcos Vizcaya, etc.; todos ellos son citados entre los partidarios de una «solución De Gaulle» con Armada como protagonista. Lo cierto es que el nombre de Francisco Fernández Ordóñez solamente aparece citado en un informe del CESID, fechado en noviembre de 1980, desvinculándosele, precisamente, de una de las operaciones civiles en marcha: la de ideología democristiana. Documento recogido en R. Pardo Zancada, 23-F. La pieza que faltaba. Testimonio de un protagonista, Barcelona, Plaza & Janés, 1998, pág. 403.
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Más allá de los continuos movimientos conspiradores que desde finales de 1978 se habían venido produciendo, tal es el caso de la operación Galaxia en noviembre del año 1978 o, en otros términos, la citada «Operación Armada», lo cierto es que la gravedad de la situación por la que atravesaba el proceso de transición sólo se manifestó con toda crudeza cuando todos los españoles vieron en imágenes lo que hasta aquel momento sólo había sido un rumor de los círculos políticos. Por un instante, como recordaría más tarde Ordóñez, el aire de la democracia española, «la atmósfera que le daba cabida, se hizo más densa; el horizonte se dibujó a corto plazo, y todos los programas políticos quedaron, en cierto modo, aplazados»12. Las imágenes difundidas por la televisión dieron la vuelta al mundo. Aquellos guardias civiles asaltando la soberanía nacional como si de un banco se tratase revelaban la esquizofrenia de una situación rocambolesca. De algún modo, el espectáculo desenterraba, muchos años después, una práctica común del siglo XIX, cuando, con cierta frecuencia, algún que otro militar había irrumpido en las Cortes a lomos de su caballo con la intención de modificar la legalidad vigente. Una vez más resurgía la España cainita, traidora, la España de perfil más indecente y trágico. En un país así, pensó Ordóñez, no se podía vivir. Por unas horas, creyó que los mismos fantasmas de siempre venían a impedir que la democracia se asentara definitivamente: Sentí una vergüenza infinita y un deseo —incumplido— de borrar para siempre de mi alma el recuerdo de aquella mesa presidencial con aquellos hombres que estaban dando una prueba urbi et orbe de uso gratuito de la violencia, de concepción carismática de su profesión de funcionarios públicos de uniforme, de falta de inteligencia, incluso de incapacidad de lenguaje civilizado13.
Pasado el peligro inmediato Ordóñez, en su condición de
12 13
F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.) Ibíd.
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ministro de Justicia acudió a visitar al Rey14, a quien había de presentar la carta de dimisión del presidente Suárez. Se encontró con un hombre cansado pues la noche había sido muy larga, pero muy sereno, hasta tal punto que el monarca le transmitió una gran seguridad y una gran confianza. Desde entonces, su admiración y respeto por la figura de D. Juan Carlos perduraría para siempre, reforzándose aún más con ocasión de los muchos viajes que ambos hicieron juntos años después. Aunque el distanciamiento de Ordóñez con la UCD era evidente, Calvo-Sotelo le confirmó en su puesto de ministro de Justicia y Desarrollo Constitucional15. En general, fueron pocos los cambios introducidos por el Presidente en su primer gabinete con respecto al que había presidido Suárez hasta su dimisión; tan sólo una incorporación y algunas salidas por reducción del número total de los miembros del ejecutivo. Así, el equilibrio gubernamental de las familias ucedistas permaneció intacto, y la presencia en el Gobierno de destacados socialdemócratas como el propio Ordóñez o su compañero Juan Antonio García Díez, sirvió para desacreditar temporalmente a quienes habían vaticinado la necesaria derechización de la UCD. A pesar de su permanencia en el ejecutivo, en el terreno personal, las relaciones del nuevo presidente y Ordóñez nunca llegaron a ser perfectas. A esta dificultosa relación se refiere CalvoSotelo al reproducir una conversación que mantuvo con Suárez: Más de una vez me recordaría Adolfo mi debilidad por Fernández Ordóñez. Y esa misma debilidad me llevó a conservar a Ordóñez en el Ministerio de Justicia, desde el que
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El encuentro tuvo lugar el 24 de febrero. Relata Calvo-Sotelo cómo la secretaría de la Zarzuela, a donde había acudido para comunicar al Monarca la composición de su nuevo gobierno, olvidó incluir en el listado definitivo al ministro de Justicia, Fernández Ordóñez, lo que originó el retraso de su entrega a los medios de comunicación. «Hubo que retrasar cinco minutos la entrega de la lista porque había esa errata, errata que dejaría de serlo siete meses después, porque Ordóñez se fue del Gobierno», V. Prego, ob. cit., 2000, pág. 134. 15
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había promovido la Ley del Divorcio y para que la terminara, en mi primer Gobierno; muchos en UCD me reprocharían ese nombramiento y, ciertamente, quienes me lo reprochaban se llenaron de razón unos meses más tarde, cuando el ave migratoria que es Paco levantó el vuelo hacia territorios más soleados…16.
Ordóñez sintió por Calvo-Sotelo un profundo respeto y reconocimiento, por más que terminara responsabilizándole de encabezar la definitiva derechización de la UCD. Siempre tuvo un buen concepto personal del entonces presidente, a pesar de ser muy grandes las diferencias que les separaban en el terreno de las ideas. Finalmente, Fernández Ordóñez dimitió como ministro de Justicia una vez aprobada la ley del divorcio, de claro matiz progresista. La idea de abandonar el puesto le había rondado nada más producirse el relevo de Suárez. El único motivo que pudo hacerle cambiar en la dirección deseada fue la forma en la que se desarrollaron los acontecimientos, y el riesgo cierto de involución que se cernió sobre España con los sucesos que se vivieron en el Congreso en febrero de 1981. Ordóñez pensaba que el problema del Gobierno del que formaba parte era al mismo tiempo, y sobre todo, un problema de 16
L. Calvo-Sotelo, Memoria viva de la transición, Barcelona, Plaza & Janes, Cambio 16, 1990, pág. 206. Sobre este libro, y sobre las referencias que de él hace Calvo-Sotelo, Fernández Ordóñez diría que no pasaban de ser un juego irónico sin mayor trascendencia. Véase Panorama, 30 de julio de 1990. Por si quedara alguna duda, la carta de Leopoldo Calvo-Sotelo, recibida en la Fundación Conferencia Anual Francisco Fernández Ordóñez, abunda en estas impresiones «Encomiendo a estas líneas mi adhesión a esa buena iniciativa. Mientras permaneció en el Gobierno que yo presidía, Francisco Fernández Ordóñez fue un colaborador lleno de inteligencia, de imaginación y de habilidad; y en los albores de la Transición, cuando me correspondió poner en marcha la coalición que se llamaría Unión de Centro Democrático, él, Joaquín Garrigues y Pío Cabanillas contribuyeron de manera sobresaliente al éxito de las primeras elecciones democráticas. Recordar y honrar a personas de tanta calidad nos honra también a los que fuimos sus amigos. (…) Leopoldo Calvo-Sotelo» (Archivo F.F.O.)
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partido. El aún Ministro de Justicia entendía que la formación centrista se había escorado definitivamente a la derecha del espectro político y que en esa situación, o se iba o lo echaban. Ante tal disyuntiva, optó por la primera de las alternativas. La tolerancia de un cierto progresismo al que se había visto obligada la UCD en aras del consenso constitucional había tocado a su fin. Se llegó a decir, parafraseando a De Gasperi, que la UCD había sido un partido de centro que hacía política de izquierdas con los votos de la derecha. Durante el período 1979-1981, los nuevos equilibrios internos de la UCD la orientaron definitivamente a esas latitudes ideológico-políticas. Ya no era posible, según los miembros más derechistas de la coalición, seguir dando la impresión de falta de autoridad por mor de un consenso que hacía tiempo había dejado de ser imprescindible. La UCD había nacido en su día como una solución de transición para la Transición, y cumplió su papel adecuadamente, no sin un gran coste personal para muchos de quienes participaron en ella. La desaparición de Suárez como presidente del Gobierno y como presidente del partido que él mismo contribuyó a crear, así como la posterior fundación del CDS, puso de manera anticipada punto final a la historia de un partido en el que nunca llegó a ser fácil la convivencia interna. El verano del 81 lo pasó, como de costumbre, en la localidad alicantina de Santa Pola, donde el ministro solía refugiarse para recuperar las fuerzas perdidas durante el año y reflexionar sobre lo divino y lo humano. Concluidas las vacaciones, Ordóñez regresó a su despacho madrileño en el Ministerio de Justicia y lo primero que hizo fue comunicar a sus más cercanos colaboradores —Enrique Linde Paniagua y José Cavero— la intención firme de presentar la dimisión como ministro. En la carta de dimisión al presidente Calvo-Sotelo le explicaba las razones de su actitud. La forma y el fondo de aquella misiva eran contundentes a juicio de los grafólogos: Los rasgos y los caracteres expresan una decisión rotunda, irrevocable. Es un manuscrito hecho para ser dado a la publicidad, para que quede como una pieza definitoria de la
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trayectoria vital del autor. Desde luego no es una dimisión de rutina o de compromiso, ni indecisa. Pero también es más que la simple dimisión del político que deja un cargo para seguir en el mismo partido17.
La carta fue enviada, como era habitual, a través de un motorista, mientras el dimisionario mantenía una conversación telefónica con el Presidente del Gobierno. Quienes cerca de Ordóñez creyeron que era preciso anular la más que previsible reacción negativa del Jefe del Ejecutivo, se apresuraron a difundir por diversos canales periodísticos el contenido del escrito18, a pesar de que en esa conversación telefónica, Ordóñez había prometido a Calvo-Sotelo que no se sabría absolutamente nada hasta que pudieran mantener una entrevista personal para aclarar los términos de la dimisión. A decir de quienes realmente la propiciaron, Fernández Ordóñez no fue informado de esta publicidad previa. Con la estratagema de los colaboradores del Ministro, la dimisión sería ya irrevocable y el Jefe del Ejecutivo no podría ni retrasarla ni presentarla como un cese. Cuando Calvo-Sotelo tuvo conocimiento del contenido de la carta, contactó telefónicamente con Ordóñez para solicitarle que retrasase su decisión. Éste se comprometió a aplazar la presentación hasta que pasaran veinticuatro horas. En breve, el Presidente habría de decidir el nombre del sustituto, reduciendo los efectos de una crisis de Gobierno. Era ya demasiado tarde. La revista Tiempo y una agencia informativa —Europa Press— habían distribuido la noticia de la existencia de la carta. Esta última, guardó el secreto durante unas horas según el compromiso entre el Presidente y su Ministro. Tiempo, por el contrario, debido a su formato semanal, no tuvo más remedio que difundirla si no quería dejar de ser portavoz de la noticia.
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Comentario grafológico recogido en la revista Tiempo, núm. 16 en la semana 10-16 de septiembre de 1981. 18 Las dos agencias que fueron informadas de la presentación de la carta de dimisión del ministro Fernández Ordóñez fueron EFE y Europa Press.
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Pese a la cuestionable forma con la que Ordóñez abandonó el Gobierno, Calvo-Sotelo, diez años después recordará la labor de su ministro en los siguientes términos: Conmigo fue trabajador, imaginativo y flexible hasta el último día: literalmente hasta el último día, porque el domingo 30 de agosto de 1981 tuve con él y con otros cuatro Ministros una larga reunión en la Moncloa preparando el difícil período de sesiones que se nos venía encima; y el lunes 31 encontré sobre mi mesa a las nueve de la mañana las notas que le había pedido la víspera, y una carta de dimisión que ya había dado a la prensa, naturalmente19.
La dimisión de Ordóñez lo fue de «altos vuelos». Nadie, y menos él, por más que pudiera haber mantenido contactos con los socialistas de González, podía saber cómo se desarrollaría el inmediato futuro político. En un artículo de El País referido a la naturaleza de la actitud dimisionaria de Ordóñez, el vicepresidente de la conservadora Alianza Popular, AP, Félix Pastor Ridruejo, dijo al respecto: Se ha dicho que la suya es una actitud de oportunismo político. En todo caso, es un oportunismo de altos vuelos que pierde el carácter de tal. El verdadero oportunista juega siempre a corto plazo y con la seguridad de ganar. En este caso, ni es corto el plazo de la apuesta, ni la decisión que se adopta es una opción segura… creo que como otras tantas decisiones suyas, la dimisión le honra… quienes optan por este honor personal son dignos de todo respeto20.
La renuncia a formar parte del grupo de poder suponía una novedad en el panorama político español, pero no así en la trayectoria política de Ordóñez. No era la primera vez, como se sabe, que saltaba de una nave que ya sentía ajena. Tres razones 19
L. Calvo-Sotelo, ob. cit., 1990, pág. 202. F. Pastor Ridruejo, «Reflexiones democráticas sobre la dimisión de Francisco Fernández Ordóñez», en El País (Tribuna Libre), 5 de septiembre de 1981. 20
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justificaban sobradamente el abandono del Gobierno por parte del Ministro de Justicia y Desarrollo Constitucional y, con él, de la mayor parte del grupo socialdemócrata. En primer lugar, la derechización de la UCD, quien desde el triunfo electoral de 1979 había ido derrotando hacia posiciones conservadoras y abandonando los tintes más progresistas que la habían «adornado» desde su fundación. En segundo término, los negativos resultados obtenidos por el partido del Gobierno en las elecciones autonómicas de Galicia, donde la formación liderada por Manuel Fraga, Alianza Popular (AP), logró alcanzar una posición envidiable frente al hundimiento de la opción centrista y, finalmente, el deseo de lograr convertirse en poco tiempo en un atractivo referente de progreso entre los socialistas, labor que resultaría más difícil para quienes permanecieran no sólo en el Gobierno, sino también en el seno de la UCD. Esta última explicación del abandono socialdemócrata fue la que defendieron los miembros del sector democratacristiano de la formación centrista. Con todo, Ordóñez fue mucho más sencillo a la hora de aclarar el verdadero motivo de la salida del Gobierno: […] por la razón obvia y sencilla de que entiendo que no voy a poder llevar adelante mi proyecto político sobre el Ministerio de Justicia en la forma que yo hubiera deseado21.
En el texto de la misiva dirigida al Presidente del Gobierno, después de hacer un breve repaso de su trayectoria política hasta ese momento, expuso de forma más compleja las razones de su dimisión: La decisión que adopto, largamente madurada, es el resultado de una voluntad de recuperación de mi propia identidad en un instante en que pienso que no podría continuar en mi puesto para llevar a cabo mi proyecto sin una lucha enormemente costosa y desestabilizadora dentro del propio partido. Necesito ahora reflexionar con cierta distan-
21
El País, 2 de septiembre de 1981.
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cia moral, libre de cualquier ambición concreta sobre mi circunstancia política y mi vocación personal. No hay nada detrás de esta decisión, sino la voluntad de reencontrarme a mí mismo y de reconquistar mi propia libertad. Estaré, sin embargo, siempre del lado de quienes luchan por la justicia y la libertad de España. En esa lucha nunca seremos demasiados»22.
La carta terminaba con un reconocimiento a la confianza depositada en él por el Presidente del Gobierno y con una apelación a la amistad como mejor medio para dispensar la actitud que las circunstancias le obligaban a adoptar. Más allá de las repercusiones en el ámbito político, la dimisión del ministro de Justicia fue igualmente comentada, y en la mayor parte de los casos lamentada por distintos sectores sociales que apreciaban la autonomía que había demostrado. Así, Marcelino Camacho, líder de la central sindical Comisiones Obreras (CC.OO.), y Nicolás Redondo, secretario general de la Unión General de Trabajadores (UGT) se manifestaron en los siguientes términos, respectivamente: La retirada del titular de Justicia supone una derechización y refleja que la política de Calvo-Sotelo está tocada del ala. Está claro que esta dimisión se ha producido por la derechización reaccionaria del partido en el poder y por la imposibilidad de que Fernández Ordóñez llevase a cabo sus criterios23.
El abandono del Ministerio de Justicia sólo fue uno de los pasos en la deriva política de Ordóñez. A pesar de la salida del Gobierno, tanto él como sus seguidores permanecieron vinculados durante algún tiempo, y en mala disposición al partido que
22
Texto íntegro de la Carta de dimisión presentada por Francisco Fernández Ordóñez al presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo. (Arch. F.F.O). 23 El País, 2 de septiembre de 1981.
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sustentaba al ejecutivo de Calvo-Sotelo. De hecho, desde entonces, Ordóñez dejó de participar con asiduidad en los órganos políticos de la UCD a los que pertenecía. En la agenda política del Gobierno aún quedaban por encarar algunos difíciles capítulos que precisaban el voto de todos los diputados de la UCD. Un previsible abandono de Ordóñez del grupo parlamentario ucedista, y de todos los que se sentían vinculados políticamente con él, habría supuesto la definitiva debacle del proyecto ucedista y la consiguiente incapacidad para sacar adelante los proyectos pendientes. En la práctica, las facciones internas del centro amenazaban con la ruptura haciendo inviable el Gobierno de Calvo-Sotelo. La evidencia de esa incontestable ingobernabilidad la expresó claramente el Presidente al decir: «No se puede gobernar con seriedad mientras estemos saliendo todos los días en las páginas de sucesos»24. El primer envite político al que hubo de enfrentarse el Gobierno después de la marcha de Ordóñez fue el relativo a la votación sobre el inminente ingreso de España en la OTAN. Tal como había prometido al Presidente del Gobierno y, a pesar de las diferencias en la forma y la oportunidad de dicho ingreso, Ordóñez votó en el mismo sentido que el grupo centrista. Los acontecimientos se precipitaron durante la primera semana del mes de noviembre de 1981. Agustín Rodríguez Sahagún, presidente de la UCD, pronunció unas desafortunadas palabras en las que invitaba a abandonar el partido a todos aquellos que lo creyeran necesario. Como si de una llamada al desorden y a la ruptura se tratara, todos aquellos que venían cuestionándose desde hacía algún tiempo la oportunidad de su presencia en la UCD, decidieron, casi al unísono, abandonar el partido. La política futura se presentía en otra dirección, y la oportunidad se presentó idónea para un ejercicio de saneamiento político. De algún modo, así se daba cumplimiento
24
Palabras pronunciadas por Calvo-Sotelo el lunes día 2 de noviembre en el Hotel Monterreal de Madrid y recogidas en Cambio 16, núm. 51, semana 9-11 de 1981.
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traumático al ejercicio «clarificador» largamente reclamado por Ordóñez. El 3 de noviembre de 1981, Fernández Ordóñez abandonó definitivamente la UCD, logrando arrastrar a un gran número de quienes aún le seguían considerando el líder del grupo socialdemócrata: Carmen Solano Carreras, Carmela García Moreno, María Dolores Pelayo Duque, Luis Berenguer Fuster, Javier Moscoso del Prado, Eduardo Moreno Díez, Juan Antonio Alfonso Quirós, Luis González Seara, Pedro Valdecantos García, Carmen Pinedo Sánchez, Ricardo Rodríguez Castañón, Ciriaco Díaz Porras, José Herrero Arcas, José González Monterroso, Manuel Cerdá Ferrer y Carmelo Fernández Herrero. En total fueron once diputados y cinco senadores los que abandonaron la disciplina de UCD junto con Ordóñez, suscribiendo todos ellos un documento en el que expresaron las razones de su actitud: El partido UCD, nacido desde una idea reformadora para cubrir estas exigencias en una posición política interclasista, ha agotado su propio proyecto cediendo a posiciones de los sectores más conservadores. La frustración existente no se ha producido por haberse llevado adelante su idea fundadora, sino por renunciar a ella, cediendo a las posiciones conservadoras del país. […] Necesitamos claridad política para enfrentarnos con una situación en España que requiere propuestas serias y profundas. Nuestra posición es que estas propuestas pueden formularse desde un amplio soporte socialdemócrata, contando con un bloque social y político que recoja la herencia liberal, reformadora, laica y progresiva de una España generosa y avanzada que permanece viva en nuestro pueblo25.
Con todo, muchos de sus antiguos colaboradores decidieron permanecer vinculados a la UCD. De entre ellos, el caso más
25
Texto de renuncia de los diputados incluido en: F. Fernández Ordóñez, Palabras en…, ob. cit., 1982, pág. 250.
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significativo fue el de Arias Salgado, por quien en su día diera batalla Ordóñez. Cuatro años después de que el jefe de filas socialdemócrata consiguiera aupar a su apadrinado a la cabecera de la candidatura ucedista por Toledo, Arias Salgado ya andaba por libre, abandonando cualquier tipo de ataduras con su antiguo mecenas político. A pesar de la adscripción socialdemócrata, sus vínculos familiares, como hijo del que fuera ministro del general Franco, Gregorio Arias, y yerno del también ex ministro Joaquín Ruiz-Giménez, le vinculaban indirectamente con la democracia cristiana. Pero no sólo fue Arias Salgado quien terminó separándose de la disciplina del antiguo liderazgo socialdemócrata de Ordóñez; otro caso fue el del granadino Arturo Moya —subsecretario adjunto del vicepresidente segundo, Abril Martorell, y secretario de acción de la UCD— que no se sumó al grupo de los socialdemócratas disidentes, sino que, más bien, trató de fomentar la división interna del mismo; tampoco se fueron entonces algunos jóvenes economistas como García Díez, Carlos Bustelo y Luis Gámir26. Con el abandono de la UCD por parte de la mayoría del «sector socialdemócrata»; se consumó el más destacado episodio colectivo de lo que se dio en llamar «transfuguismo político». Tanto es así que Calvo-Sotelo llegó a calificar a Fernández Ordóñez como el «prototrásfuga». En otros tránsfugas, en todos los demás, el transfuguismo es accidente, es vicio o es anécdota: en Paco el transfuguismo es esencia, es naturaleza. Por eso de la impresión de que está constantemente a punto de irse…27.
Pocas calificaciones han sido al mismo tiempo tan imprecisas y tan injustas como la pretendida condición de tránsfuga referida a Francisco Fernández Ordóñez. En realidad, un tránsfuga es una persona que pasa de un partido a otro, y esto nunca se pro-
26 27
C. Huneeus, La Unión de Centro Democrático, ob. cit., 1985, pág. 378. L. Calvo-Sotelo, ob. cit., pág. 200.
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dujo en el caso de Ordóñez sin unas elecciones de por medio28. La actitud adoptada después de abandonar la UCD respetó el compromiso político adquirido en las elecciones de 1979. Más allá del trasvase al grupo mixto y el posterior intento de crear un grupo parlamentario propio, Ordóñez y quienes le acompañaron en su aventura intentaron no contribuir a la aceleración de la caída del Gobierno. Por todo ello, y aunque el calificativo de tránsfuga le perseguiría en las referencias a esta etapa su vida, solía decir que él nunca se había movido de sus posiciones y principios ideológicos originarios; por el contrario, habían sido los partidos en los que militó, hasta terminar ingresando en el PSOE, quienes se habían movido de sus credos iniciales. Él siempre se consideró socialdemócrata, más concretamente, le gustaba separarlo: «social» y «demócrata»29. Fue político en unos días de filigranas políticas irrepetibles: incertidumbres e improvisaciones, derechización de UCD, conglomerado de siglas nuevas que definían una nueva sociedad y una nueva gestión, partidos políticos que proliferaban con extraordinaria facilidad, el PSOE abandonando el marxismo y comenzando la moderación de su discurso; fueron meses de ingeniería política hasta que cada cual ocupó su preciso lugar. Fernández Ordóñez intentó amoldar sus ideas a todos estos rápidos virajes políticos, buscando su lugar; finalmente lo encontró en el PSOE donde, al menos, llegó a sentirse cómodo. Durante los meses que siguieron al cese definitivo de militancia en la UCD, y hasta la celebración de las elecciones generales, los socialdemócratas optaron por auxiliar puntualmente al Gobierno, sin por ello dejar de mantener sus propias posiciones en materias tales como el Código Penal, la Reforma Fiscal, la Ley de la Función Pública, la Ley de la Empresa Pública o la
28
Para profundizar en los conceptos de movilidad y transfugismo, véase G. Márquez Cruz, Movilidad política y lealtad partidista en Andalucía 19731991, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1992. 29 Entrevistas con Maria Paz García Mayo, 16 de octubre de 1998 y 7 de mayo de 1999.
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Reforma de la Administración, entre otras. Así lo había prometido la totalidad del sector socialdemócrata en el Comité ejecutivo de la UCD celebrado el día 2 de noviembre de 1981. Tanto Ordóñez como sus seguidores prometieron mantener el sostén parlamentario al Gobierno desde el grupo mixto o, en su caso, desde el posible grupo propio que planeaban crear cuando se iniciara el siguiente período de sesiones. La regla comprometida en el comportamiento parlamentario, no obstante, fue matizada en lo referente a aquellos proyectos de ley que pudiesen violentar la conciencia política de los socialdemócratas o que se entendiesen iban en contra del electorado socialdemócrata de la UCD. […] apoyo leal al […] Gobierno durante el resto de la legislatura para mantener la estabilidad y la gobernabilidad del país, aparte de […] ser un deber ético respetar […] el compromiso electoral de 197930.
Ordóñez había creído, con sinceridad, en la existencia posible de un centro-izquierda progresista y equidistante tanto del socialismo como de la derecha; claro está que su salida, primero del Gobierno y después de la UCD, confirmó todo lo contrario. Concluía así lo que él mismo caracterizó como una época borrosa de su trayectoria política. A partir de ese momento se volcó por completo en sus actividades privadas, como ya había hecho en otras ocasiones precedentes. Ejerció como presidente de Laing Ibérica, S. A.31, consejero de Eurovías, S. A., consejero de Europista, S. A., Concesionaria Española, S. A., presidente del Consorcio Financiero Ibérico, S. A., consejero de Torras Hostench, S. A., y vocal de Probinsa32. Esta frenética actividad
30
Partido de Acción Democrática, ob. cit., 1982, pág. 20. Sir Maurice Comig, Presidente de John Laing Constructions fue quien le ofreció la Presidencia de la filial española. 32 De su participación en estos consejos de administración y, en algunos casos, sobre las retribuciones percibidas por ello, existen innumerables documentos en el Archivo F.F.O. 31
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en el seno de los consejos de administración de algunas de las más importantes empresas españolas le permitieron vivir con mayor desahogo económico. En la declaración de Hacienda de 198133, según datos aportados por él mismo, su patrimonio superaba los 20 millones de pesetas (120.000 e) y su renta anual ascendía a casi cinco millones (30.000 e). Años después, uno de los más vehementes denostadores de la figura de Fernández Ordóñez, el periodista José Luis Gutiérrez, aprovechando el nombramiento del primero como ministro de Asuntos Exteriores, se refirió a él en los siguientes y, poco amables, términos: No podemos olvidar la desmesurada afición de Paco por el dinero. Fernández Ordóñez cuenta con una de las mayores fortunas de toda la clase política española, amasada a través de sus múltiples negocios, cargos y conexiones con la Administración, el mundo de las empresas y las multinacionales34.
En este mismo sentido, el ya ex Ministro tuvo que soportar otras muchas críticas. Especial resonancia alcanzó el episodio protagonizado por el director de organización del gabinete del presidente Suárez, Alberto Recarte, quien, en ambientes periodísticos, acusó a Fernández Ordóñez de tener negocios no suficientemente aclarados en Guinea Ecuatorial. Estas declaraciones llegaron a motivar, incluso, un reproche público de Ordóñez a Suárez en los pasillos del Congreso de los Diputados a colación del silencio del Presidente ante las acusaciones de las que su Ministro había sido objeto 35. En cualquier caso, frente a sus denostadores, que como vemos los tuvo especialmente duros, quienes le conocieron de forma más próxima y trabajaron a su lado coinciden en señalar
33
Algunas declaraciones de renta están disponibles en el Archivo personal de FFO. 34 J. L. Gutiérrez, «El mutante», en Cambio 16, núm. 718, 19 de agosto de 1985. 35 Episodio relatado en J. Oneto, ob. cit., 1981, pág. 173.
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que siempre fue una persona desprendida con el dinero, generosa y austera36. Por ello, sin pruebas, que por el momento demuestren la veracidad del enriquecimiento ilícito denunciado por algunos, y con los documentos que se encuentran en su archivo personal, podemos concluir que la prolongada carrera profesional de Ordóñez, herencias familiares y, sobre todo, la participación en los consejos de administración de importantes empresas fueron los que proporcionaron a la familia Fernández García una considerable solvencia económica lejana a la riqueza desmesurada que puede interpretarse de esas acusaciones. Su esposa Mari Paz García Mayo tuvo mucho que ver en ello, pues se encargó meticulosa y rigurosamente de la economía y bienestar familiares. Ella administraba el salario, se encargaba de que a su marido no le faltara detalle en su atuendo, de no carecer de comodidades para ellos mismos y para atender a los visitantes con los que inesperadamente llegaba Ordóñez. Su marido debió agradecer estas dotes organizativas ya que él, por el contrario, mostraba poca disposición en estas cuestiones y resultaba ser algo caótico con todo lo material que rodea una vida: papeles, ropa, libros, fotos, condecoraciones, etc. El Partido de Acción Democrática: plataforma hacia el PSOE La crisis en la que estaba sumida la UCD vaticinaba grandes cambios en la política española. Creyó Ordóñez que había llegado la hora de la izquierda, pero de una izquierda moderna y capacitada para dirigir a España, con nuevo rumbo, hacia su definitiva normalización política y modernización. La ruptura con la UCD supuso el inicio de una nueva aventura política para quienes habían pertenecido a las filas socialdemócratas del partido del Gobierno. El giro político se empezó a gestar bajo la forma de plataforma reivindicativa nada más 36
Entrevista a Carlos Westendorp, 7 de julio de 2004.
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abandonar la UCD. Ordóñez se embarcó en la creación de un nuevo partido político, el Partido de Acción Democrática, PAD37, influido, en gran medida, por el consejo de Enrique Linde Paniagua, subsecretario durante su estancia en el Ministerio de Justicia. Con este partido Ordóñez pretendió retornar a sus antiguos cuarteles socialdemócratas, en parte abandonados desde la incorporación a la UCD. Nunca estuvo muy convencido de la oportunidad de crear una formación política nueva, teniendo en cuenta la evolución socialdemócrata que estaba sufriendo el programa del Partido Socialista y las posibilidades de éxito político que esto representaba. La defensa y éxito de un proyecto socialdemócrata al margen del PSOE era una difícil tarea en la teoría y en la práctica. El clima general del país y la disgregación de la UCD motivaron a Calvo-Sotelo a convocar nuevas elecciones para el 28 de octubre de 198238. En tan poco espacio de tiempo, como era de suponer, organizar un partido con alguna garantía de éxito era complejo. No obstante, la nueva formación política liderada por Ordóñez se constituyó en enero de 1982, y retomó el nombre de la que muchos años atrás creara Dionisio Ridruejo. Por su propio origen, el PAD contó fundamentalmente con la presencia de dirigentes y afiliados que procedían de la UCD, algunos de los cuales eran de los mejores técnicos que habían militado en este partido. Fuera del nuevo proyecto partidista quedaron otros destacados políticos, aunque algunos de ellos mostraron su disposición a formar un partido bisagra; como fue el caso de Raúl Morodo, antiguo militante y dirigente del PSP, del profesor Tierno Galván, y del otrora militante comunista, Ramón Tamames. El Partido de Acción Democrática fue, de entre todos los proyectos partidarios de Francisco Fernández Ordóñez, el de
37
Entrevista a Enrique Linde Paniagua, 9 de abril de 2001. Otra consecuencia de la descomposición de la UCD fue la formación del Centro Democrático y Social liderado por Adolfo Suárez que obtuvo el 2,87 por 100 de los votos en las Generales de octubre de 1982. 38
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mayor entidad orgánica. A diferencia de lo que había ocurrido en ocasiones anteriores, seguir a Ordóñez en este nuevo propósito político fue una apuesta arriesgada para sus seguidores quienes, en muchos casos, tuvieron que renunciar a las posiciones de poder que ostentaban, en tanto que miembros del partido del Gobierno, para sumarse a la nueva aventura de su líder39. Aún con la evidencia del riesgo que asumieron, no faltaron por ello voces denunciando el supuesto oportunismo de los socialdemócratas escindidos de la UCD, y concretamente el de su líder. Ordóñez y los suyos eran conscientes de ello: Sabemos, que nos llamarán ambiciosos a quienes hemos dejado todo. […] Volveré a recibir personalmente los más feroces ataques y volveremos a ver otra vez lanzarme, como si se tratase de un enemigo formidable que hay que aniquilar, toda la artillería enorme a su servicio40.
Los antecedentes más remotos del PAD hay que buscarlos en todos y cada uno de los intentos anteriores de organizar una opción política socialdemócrata de carácter autónomo, desde el PSAD de Ridruejo al Partido Social Demócrata de Ordóñez y, fundamentalmente, a los inspirados por este último. A pesar de los repetidos intentos (recuérdese lo ocurrido con el frustrado Partido Social Demócrata Unificado, la Federación Socialdemócrata, o el Partido Social Demócrata), tres elementos habían hecho fracasar siempre la aparición de un partido bajo una única etiqueta socialdemócrata. En primer lugar, la implantación de un sistema electoral que primaba a los grandes partidos. En su segundo término, las dificultades de financiación a la que se
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Secretario General Técnico del Ministerio de Justicia, Enrique Linde Paniagua; secretario técnico de Relaciones con la Administración de la Justicia, Javier Moscoso; jefe del gabinete técnico, José Cavero; Carmela García Moreno, directora general de la juventud. 40 F. Fernández Ordóñez, «Por fin es la hora», Discurso de apertura del Congreso Constituyente del Partido de Acción Democrática, 26 de mayo de 1982 (Arch. F.F.O).
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veían abocados especialmente los partidos pequeños y, sobre todo, el interminable forcejeo entre los distintos líderes políticos socialdemócratas. Estas y otras circunstancias fueron las causantes de que en 1977 los socialdemócratas que no comulgaban con las radicales posiciones del Partido Socialista Obrero Español encontraran en la Unión de Centro Democrático el sitio más idóneo para implementar, transitoriamente, sus proyectos políticos, aparcando la construcción de un partido socialdemócrata independiente. Siendo aún ministro de Justicia, Francisco Fernández Ordóñez había dejado caer la posiblidad de que pudiese surgir un proyecto de Partido Radical con él al frente41. Aquella fue una primera advertencia para navegantes sobre la posible ruptura de la UCD. Según se encargó de decir también entonces, el Partido Radical, en caso de se creara, se convertiría en el partido de la izquierda burguesa, de la que el propio Ordóñez decía formar parte. El Partido Radical, no es otro en su sentido histórico tradicional que el de la izquierda burguesa, de la que yo formo parte: tal es mi sitio, perfectamente representado por el que fue Partido Radical Francés42.
En este clima de ruptura con la UCD, durante el mes de septiembre de 1981, algunas personalidades cercanas a Ordóñez, pero sin su concurso directo, pusieron en marcha un proceso conducente a la creación de una asociación de naturaleza política, «el Partido Socialdemócrata de España, cursando solicitud de inscripción de esta denominación en el Registro de Partidos Políticos del Ministerio del Interior»43. Esta petición
41
El 29 de febrero de 1980. Cita contenida en Partido de Acción Democrática. Congreso Constituyente 26, 27, 28 de marzo 1982. Un partido para el progreso, una respuesta socialdemócrata, Madrid, Partido de Acción Democrática, 1982. 43 El 2 de septiembre de 1981 se firma el acta de Constitución de la Asociación «Partido Socialdemócrata de España». La solicitud de inscripción de 42
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era un acto cautelar o anticipatorio. Tal es así que, según se han encargado posteriormente de aclarar Enrique Linde y Miguel Herrero Lera44, fue la búsqueda de una denominación política adecuada a la franja de representados lo que movió a algunos de los futuros promotores del PAD a intentar la inscripción de dichas siglas. Sin embargo, tras formalizar la solicitud de inscripción del partido, ésta fue denegada por la Administración aludiendo que la denominación propuesta inducía a confusión con otros partidos inscritos, tal era el caso del Partido Social Demócrata y del Partido Social Demócrata de España, registrados ambos en el Tomo I, folios 58 y 373 del Registro de Partidos Políticos, respectivamente. Dado que, como así fue, eran muy escasas las posibilidades de modificar la resolución denegatoria (a pesar de lo cual se interpusieron sucesivos recursos ante varias instancias), los promotores del PSDE optaron por buscar otras denominaciones para su proyecto político, y así surgió la idea de retomar el nombre con que Dionisio Ridruejo llamara a su propio partido: Acción Democrática45. Esta vez con el consentimiento expreso de Fernández Ordóñez, quienes habían intentado la inscripción del PSDE y otros muchos seguidores del ex ministro, se lanzaron a la creación, en el mayor número de provincias, de las que denominaron «Aso-
este partido tuvo lugar el día 7 de septiembre de ese mismo año. La denegación por parte del Registro fue notificada a los promotores con fecha de 14 de septiembre. En los distintos documentos constan como promotores: Dámaso de Lario Ramírez, Miguel Herrero Lera y José Maria Linde Paniagua, hermano este último del exsecretario general técnico del Ministerio de Justicia. 44 Aclaración hecha por Herrero Lera en conversación telefónica mantenida el día 6 de noviembre de 2002. 45 Recibida la notificación denegatoria, los promotores concedieron poder especial a Enrique Linde Paniagua para iniciar cuantos trámites fuesen precisos para conseguir el registro del PSDE. A partir de ese momento se inició un proceso largo y complicado de recursos que, en último término, no consiguió los propósitos deseados. El proceso concluyó con notificación denegatoria definitiva de fecha 6 de agosto de 1982.
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ciaciones de Acción Democrática»46. Eran grupos que formalmente recordaban mucho a los «Centros democráticos» impulsados en su día por Dionisio Ridruejo. Siguiendo esta dinámica, la primera Asociación que se constituyó fue la de Madrid47. La idea confesada de quienes promovían la creación de estos centros era la de que sirviesen como lugares para el estudio de la política y de la economía española. En la génesis y extensión de estas organizaciones tuvo un papel muy importante Enrique Linde Paniagua y otros antiguos colaboradores de Fernández Ordóñez. A pesar de los modestos fines confesados, ciertamente, la razón de su existencia era la de crear embriones locales de lo que habría de ser con el tiempo un partido de ámbito nacional, el Partido de Acción Democrática. La financiación de los Centros habría de correr a cargo de empresarios jóvenes no integrados en ninguna de las patronales y de algunos pequeños bancos. A la postre, la fundación de estos Centros se desarrolló paralelamente a la creación del Partido de Acción Democrática y contó con múltiples trabas de carácter administrativo y político. A decir de Linde Paniagua, los gobernadores civiles recibieron de Madrid una orden para que aplazaran sin fecha la inclusión en el Registro de Asociaciones de las citadas plataformas de estudio y encuentro. La consigna tuvo un efecto tal que, con las excepciones hechas de la Asociación de Acción Democrática de Madrid y la de Alicante, ningún otro centro consiguió el reconocimiento legal48. A pesar de todo, como tales, aunque sin reconocimiento legal, también llegaron
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Noticia recogida en El País, 28 de octubre de 1981. 22 de octubre de 1981. 48 Queda constancia de la denegación en los siguientes casos: el 12 de enero de 1982 fue notificada la denegación de inscripción de la Asociación de Acción Democrática de Soria. El 20 de enero de 1982, y los días 9, 11 de febrero se notificó, en idéntica dirección, la no inscripción de las Asociaciones de Acción Democrática de Canarias, Castellón de la Plana y de Madrid, respectivamente. Véase: Linde Paniagua, E. (Introducción y selección de textos), Partido de Acción Democrática (Documentación), Madrid, Linde Paniagua, 1984. 47
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a constituirse estas plataformas en Logroño, Navarra, Zaragoza, Teruel, Castellón, y Valencia49. El Gobierno de Calvo-Sotelo interpuso desde un principio todas las trabas posibles para dificultar la implantación territorial de los centros democráticos, temeroso de que estos se terminaran convirtiendo en bases sólidas de un partido de centro-izquierda que pudiera restar votos a la UCD. Haciéndolo coincidir en el tiempo con la salida definitiva de la UCD, Enrique Linde Paniagua y otras personalidades vinculadas a Fernández Ordóñez constituyeron ante notario el Partido de Acción Democrática50. Linde Paniagua ha aclarado que tal coincidencia de fecha se debió a que en aquellos días había comenzado a circular la denominación de Partido de Acción Democrática y que esto les obligó a tomar la medida cautelar de inscribir el nombre, para poder así cumplir con el conjunto de requisitos de la Ley de Partidos Políticos. Por este motivo, el preámbulo elaborado por el profesor Miguel Herrero Lera, así como los Estatutos tuvieron un escaso significado, persiguiendo, únicamente, la obtención de una imagen de neutralidad que no condicionara el futuro de un Partido que aún no existía, y que, por entonces, no dejaba de ser un mero proyecto, hasta que se celebrara un Congreso de naturaleza constituyente. Debido a la celeridad del trámite, los estatutos estaban llenos de lagunas en las que reparó el Ministerio del Interior para justificar la paralización de la inscripción en el registro hasta la subsanación de las mismas. El contratiempo no impidió que veintidós días después y una vez hechas las correcciones precisas, la Dirección General de Política Interior comunicara la definitiva inscripción del Partido de Acción Democrática en el Registro de Partidos51.
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Noticia recogida en El País, 28 de octubre de 1981. Según consta en la escritura, al acto de constitución ante el notario Enrique Fosar Benlloch, comparecieron, Enrique Linde Paniagua, Pilar García Mayo, y M.ª Luisa Serrano Gil. 51 Notificación fechada en Madrid, el 24 de noviembre de 1981, en la que se especifica la inscripción del PAD en el Tomo I, folio 375 del Libro de 50
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El 4 de noviembre, en un encuentro con periodistas celebrado en el Club Internacional de prensa en el que Fernández Ordóñez informó a los presentes sobre su definitiva salida de la de UCD, aprovechó igualmente para hacer pública su intención de concurrir a las futuras elecciones formando parte de una opción autónoma e independiente con una propuesta política propia, el PAD. Ordóñez marcó entonces las diferencias que le separaban de Adolfo Suárez, al tiempo que consideró a la socialdemocracia como una opción situada a la izquierda de la UCD y a la derecha del PSOE52. Una vez finalizada la rueda de prensa, Ordóñez, en representación de los socialdemócratas escindidos de la UCD hizo entrega a los periodistas de una declaración que incluimos prácticamente íntegra dado el valor clarificador que posee. Es, al mismo tiempo, una explicación de motivos y un relato detallado de los principios que querían inspiran sus acciones: La estabilidad de la democracia en España depende de la capacidad del país para llevar adelante un vigoroso proyecto de transformación política, económica, cultural y social, y depende también de la coherencia y de la autenticidad de las organizaciones políticas para transmitir de una manera clara sus diferentes opciones a la opinión pública. […] La frustración existente no se ha producido por haberse llevado adelante su idea fundadora, sino por renunciar a ella cediendo a las posiciones de los sectores más conservadores del país. Estamos convencidos de haber trabajado dentro del partido hasta el límite de nuestras fuerzas por el mantenimiento de una política de reformas reales y estamos igualmente convencidos de que esta lucha ya es estéril en el seno del propio partido. Por ello, en estas circunstancias, el mantenimiento de nuestra presencia en el partido, con sus características actua-
Inscripciones, con fecha de 23 de noviembre. Documento recogido en Linde Paniagua, E., ob. cit., 1984, pág. 20. 52 Partido de Acción Democrática, Congreso Constituyente, 26, 27, 28 de marzo de 1982, Un partido para el progreso, una respuesta socialdemócrata, Madrid, PAD, 1982, pág. 19.
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les, supondría añadir un factor de confusión y aceptar un fraude al electorado realmente centrista para alinearlo con unos valores que no son los suyos. […] Estamos decididos a levantar con otros muchos españoles un proyecto político de libertad, de igualdad, de transparencia, de respeto, de dignidad política, de modernización, de esfuerzo común y solidario, Creemos en España, y en la necesidad de recoger todas las voluntades que aspiran a una recuperación de nuestro retraso histórico, a una transformación real y a unos ideales de justicia y de libertad que no hemos conquistado todavía […]53.
La primera toma de posición del grupo de parlamentarios escindidos de la UCD se produjo a mediados de noviembre y se concretó en el contenido de un artículo que Francisco Fernández Ordóñez publicó en El País bajo el título «Con esperanza, con convencimiento»54. En el artículo, Ordóñez avanzó la noticia de la aparición de un proyecto político en el que él mismo junto a la mayoría de los diputados y senadores socialdemócratas que habían salido de la Unión de Centro Democrático, estaban presentes. Junto a la declaración de intenciones, Ordóñez incluyó algunas de las motivaciones que determinaban, a su entender, el nacimiento inmediato de este nuevo partido, así como los objetivos que se proponían alcanzar. Se trataba de un proyecto de nueva planta, de militancia plural e interclasista, que irrumpía en el escenario político español a partir de «los escombros» de unas ideas que él entendía archivadas (las formulaciones más progresistas de la UCD). Con cierta intención y un gran respeto hacia el entonces presidente del Gobierno, Calvo-Sotelo, abogó por que la UCD se convirtiera definitivamente en el referente de la derecha española, de una «derecha civilizada, moderada» y bajo el liderazgo de una personalidad competente. Continuó dicien53
Ibíd., págs. 19-20. F. Fernández Ordóñez, «Con esperanza, con convencimiento», El País, 6 de noviembre de 1981. Este título hace referencia a una obra de su admirado Ángel González. González, A., Sin esperanza, con convencimiento, Barcelona, Literaturasa, Colección Colliure, 1961. 54
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do Ordóñez en este artículo, que los socialdemócratas presentes en la UCD hacía ya tiempo que eran un segmento marginal y contradictorio en el proyecto político del partido del Gobierno. Por este motivo, afirmó que no era honesto seguir sirviendo de coartada para hablar de una «política que no se hace» y «hacer una política de la que no se habla». La decisión de crear un partido político al margen de la UCD, dijo, era la consecuencia de un irrenunciable deber de clarificar el mapa político. En aquella ocasión, Fernández Ordóñez defendió la existencia de un espacio político entre Felipe González y Calvo-Sotelo; el espacio que podría ser ocupado por «una alternativa de cambio, renovadora, laica, independiente y crítica», tal cual pretendía ser el partido que surgiese. El programa de transformación que se incluía como gran objetivo del nuevo proyecto de partido respondía, según expuso, a una necesidad histórica para que España estuviera en condiciones de responder a los retos educativo, cultural y tecnológico y de superar la crisis económica afrontando seriamente la entrada en el mercado Común. Tal y como ocurrió todo, es lícito pensar que existió una planificación consciente de la forma en que se terminó produciendo la ruptura definitiva con la UCD y la creación del PAD. Esta planificación le correspondió fundamentalmente a dos personas, Francisco Fernández Ordóñez y Enrique Linde Paniagua, al margen de la participación en el proceso y el apoyo que le prestaron al mismo otros muchos dirigentes socialdemócratas de la UCD. Linde Paniagua fue, según declaración propia, quien más presionó a Fernández Ordóñez para que impulsara la creación de un nuevo partido55. Sobre esta posibilidad, Ordóñez mostró, en un principio, grandes reticencias debido a tres cuestiones. En primer lugar, encontraba serias dificultades para abrir un hueco suficientemente amplio entre la «derecha» que ya representaba la UCD y el socialismo moderado del PSOE, sobre todo cuando se empezaba a oír con fuerza la posible irrupción de un nuevo partido centrista impulsado por el expresidente Adolfo Suárez. En segun55
Entrevista realizada a Enrique Linde Paniagua, el 9 de abril de 2001.
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do término, era consciente de las dificultades económicas que toda empresa política que se inicia trae consigo; la búsqueda de fuentes de financiación era un elemento imprescindible para el nacimiento y la pervivencia de cualquier proyecto de partido. En último lugar, Ordóñez no estaba seguro de las rentas políticas que podría obtener para sus seguidores con la creación de un nuevo partido pero, por el contrario, sí era plenamente consciente de los sacrificios que para muchos de sus acólitos significaría el abandono definitivo de la UCD. De estas y otras tantas dificultades alertaba el diario El País en uno de sus editoriales: La normativa electoral dictada en la etapa predemocrática por el primer Gobierno Suárez, perjudica seriamente a los partidos subalternos y concede generosas primas en escaños a las siglas más votadas. Las elecciones, son además una aventura muy costosa que exigen fuentes de financiación abundante y contraprestaciones políticas por los fondos recibidos. Es posible también, que el nuevo partido encuentre grandes trabas para acceder a los espacios televisivos electorales en pie de igualdad con centristas, socialistas, comunistas y aliancistas. Tampoco le resultará sencillo encontrar candidatos prestigiosos y competentes para integrar las candidaturas al Congreso y al Senado en más de cincuenta circunscripciones56.
Los primeros pasos del PAD fueron difíciles. Para garantizar la coordinación de los trabajos de los parlamentarios del nuevo partido, a principios de diciembre se formó un Comité Ejecutivo, al que se incorporaron todos los diputados y senadores miembros del PAD, además de otras personas, todos ellas impulsoras en origen de esta nueva formación: Enrique Linde, Rafael García-Pertusa y José Miguel Hernández Vázquez. Este órgano provisional nació como una dirección provisional hasta que tuvo lugar el congreso constituyente del partido. Por otro lado, con el objeto de dar mayor entidad a la acción coordinada de los miembros del PAD en el seno tanto del Congreso de 56
«El Partido de Acción Democrática: una apuesta difícil», editorial publicada en El País, 28 de marzo de 1982.
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los Diputados como del Senado, los diecisiete parlamentarios (diez diputados y siete senadores) solicitaron de los presidentes de sus respectivas Cámaras la inscripción del «Grupo Parlamentario de Acción Democrática». Concretamente, en el caso del Congreso, los diez exdiputados de la UCD, integrados en ese momento en Acción Democrática, se dirigieron al presidente del Congreso con un escrito en el que se acogían al derecho a crear grupo parlamentario propio, que según ellos les confería el Reglamento Provisional en su Título III57. Esta solicitud, según Enrique Linde Paniagua, era un paso más en la tarea de definición y clarificación política de los parlamentarios escindidos de la UCD. A su entender, la formación de un grupo propio constituía el desenlace más lógico para dar cobertura a la primera escisión ideológica que se producía desde la reinstauración democrática en España. Además, explicó, que de un análisis pormenorizado del Reglamento del Congreso podía concluirse que la libertad de formar grupos parlamentarios debía depender del número óptimo que se entendiese necesario para componerlo. Según él, no existía precepto constitucional ni reglamentario que determinase la imposibilidad de constituir nuevos grupos a lo largo de la legislatura58. Una semana después de presentada la solicitud, la Mesa del Congreso de los Diputados comenzó el estudio de la petición y atrasó cualquier decisión a la emisión de un informe por parte de los servicios jurídicos de la Cámara relativo a la posibilidad o no de crear un Grupo Parlamentario. En último término, y después de casi dos meses de intenso debate, tanto para el caso del Congreso como para el del Sena-
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«En ejercicio del derecho que les confiere el Reglamento Provisional del Congreso de los Diputados en su título III, se constituyen en Grupo Parlamentario denominado Acción Democrática, cuyo presidente es Francisco Fernández Ordóñez, vicepresidente Luis González Seara, lo que se comunica a la Mesa del Congreso a los efectos pertinentes». E. Linde Paniagua, «El grupo parlamentario de Acción Democrática», en Revista de Derecho Político, núm. 14, verano de 1982, pág. 134. 58 E. Linde Paniagua, «El grupo parlamentario de Acción Democrática», El País, 3 de enero de 1982.
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do se desestimó la solicitud de creación de los grupos parlamentarios de Acción Democrática, viéndose abocados todos los parlamentarios del PAD a formar parte del Grupo Mixto. En el seno de este grupo, los parlamentarios de Acción Democrática funcionaron, de hecho, como grupo parlamentario con representación independiente en la Junta de Portavoces y las distintas Comisiones de la Cámara. Francisco Fernández, a todos los efectos, ejerció de presidente del grupo e intervino con cierta asiduidad en los debates parlamentarios tanto en Pleno como en Comisiones, sobre todo en los relacionados con asuntos económicos, pero también en algunos otros de especial relevancia política, en materias como el terrorismo, o la política exterior española con respecto a Gibraltar, el conflicto de las Malvinas o la OTAN59. Ideológicamente hablando, la mejor definición de lo que quería representar el PAD la ofreció Francisco Fernández Ordóñez unos días antes de la constitución formal del mismo diciendo que se trataba de «[…] un partido reformador, laico, que [ocuparía] el espacio de un centro real, en la zona liberal, socialdemócrata y radical. […]»60. Con un fondo que calificaba de azañista, las ideas básicas que inspiraría la acción política del PAD iban a ser la regeneración y la modernización de España. Por otro lado había, según él, un evidente vínculo con la vieja izquierda liberal española y con planteamientos radicales. Por el interés de conectar el partido con otras formaciones, Ordóñez se esforzó en mantener encuentros con dirigentes de partidos extranjeros con los que se identificaban en las ideas. Así, por ejemplo, ocurrió en el verano de 1982, cuando Ordó59
En materia económica intervino, entre otras ocasiones, en las Sesiones Plenarias núms. 216 y 217 celebradas el martes, 23 de febrero y el miércoles, 24 de febrero de 1982, en relación con el proyecto de Ley Orgánica del Tribunal de Cuentas. Sobre terrorismo participó en la Sesión Plenaria núm. 233 celebrada e jueves, 22 de abril de 1982. En cuestiones de política exterior, Ordóñez intervino en el seno de la Comisión de Asuntos Exteriores que se celebró los días 11 y 12 de mayo de 1982. 60 Cambio 16, 16 de noviembre de 1981.
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ñez viajó a EEUU para entrevistarse con representantes del Partido Demócrata norteamericano, concretamente con personalidades de la talla de Edward Kennedy, Frank Forrester Church, Edmund S. Muskie o Servan Schriewer61. Unos meses antes, en enero de ese mismo año, había mantenido también una reunión con David Owen, uno de los fundadores del Partido Socialdemócrata (SPD) británico, con el que tuvo ocasión de intercambiar opiniones con relación a los contenidos económicos de sus respectivos partidos, así como sobre el tema de la Internacional Socialista, en la que el PAD, no tenía ninguna intención de ingresar. El Partido Radical francés, los socialdemócratas y los republicanos italianos, completaron los encuentros internacionales de Ordóñez como máximo dirigente del PAD62. Pese a todo, para muchos observadores este PAD no fue más que un trampolín desde el que poder saltar en paracaídas a la nueva situación política que se vislumbraba más nítidamente que nunca. En realidad, la posibilidad de incorporarse al PSOE fue una cuestión contemplada desde el primer momento; lo que no quiere decir que no hubiese existido en la voluntad de Ordóñez y de sus colaboradores intención alguna de conseguir autonomía con el nuevo partido. Simplemente, a la hora de la verdad, la intención del PAD de lograr interponerse entre el PSOE y la UCD no fue posible y el paracaídas previsto desde un principio fue la única solución viable63. De cualquier modo, si repa-
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El encuentro tuvo lugar gracias a la mediación de Diego Hidalgo, quien le acompañó. Ordóñez fue invitado a la Convención del Partido Demócrata en Filadelfia, le dieron buenas palabras pero no la financiación que él esperaba. Entrevistas a Diego Hidalgo. 62 Noticias relativas a estos encuentros pueden verse en El País, de los días 30 de enero de 1982 y 16 de julio de ese mismo año. 63 Otras versiones, como la ofrecida por la periodista Pilar Cernuda, sostienen que el nacimiento del PAD se acordó entre Fernández Ordóñez y Javier Moscoso, Felipe González y Alfonso Guerra. Además, según afirma esta misma fuente: «Los costes eran mínimos, y además los cubría el PSOE. Los socialistas proporcionaban al PAD un importante paraguas protector y futuro prometedor. El partido de Ordóñez aportaba al PSOE cuadros cuali-
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samos exclusivamente en el resultado final de lo que supuso el PAD, desde el lado de los beneficios obtenidos por quienes se decidieron a ingresar en sus filas, cabe concluir que la apuesta fue acertada, tanto para ellos como para el propio Ordóñez, y que lo que fue arriesgado, terminó siendo la elección de un camino atinado hacia el futuro político. Durante los años de ejercicio ministerial, Ordóñez había mantenido contactos habituales con los dirigentes del Partido Socialista Obrero Español, llegando a tener unas relaciones, sin duda, más fluidas que las que nunca tuvo con otros miembros y dirigentes de la UCD; concretamente, a Felipe González le conoció en los primeros meses de 1975, en casa de Mariano Rubio. Como ministro tanto de Hacienda como de Justicia, tuvo que contar con los votos socialistas para sacar adelante proyectos que carecían del beneplácito de todos los dirigentes y parlamentarios de la UCD. Fernández Ordóñez había afirmado que cuando los socialdemócratas pudieran ser socialistas en España, él sería socialista. Mientras, seguiría siendo socialdemócrata a secas. Llegado el momento, las relaciones con los socialistas se intensificaron y Ordóñez pudo cumplir su previsión, ingresando en el PSOE, una formación que siempre fue y sigue siendo, a decir de Tusell, «un partido de almas distintas». Un mes antes de los comicios de octubre de 1982, el PAD negoció un acuerdo de integración con el PSOE, dejando a un lado el ofrecimiento de coalición que había sido propuesto por el propio Ordóñez. Junto con él, la mayor parte de los exdiputados de UCD y miembros ya del grupo mixto en representación del PAD pasaron a integrarse en las listas electorales del PSOE64, aunque sin convertirse de inmediato en militantes de ficados en un momento en que los socialistas estaban seguros de alcanzar el Gobierno y todos los profesionales parecían pocos». P. Cernuda, El Presidente, Madrid, Temas de Hoy, pág. 147. 64 Se llegó a decir que Alfonso Guerra, con cierta ironía, al ser preguntado sobre la posibilidad de que Ordóñez se integrara en las listas del PSOE, había manifestado su deseo de que éste ocupara el quinto puesto por Cuenca, provincia donde, como se sabe, sólo se eligen cuatro diputados.
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este partido. De nuevo se equivocaron quienes habían pronosticado que Ordóñez nunca podría ingresar de pleno derecho en las filas socialistas dado que le faltaba historia y le sobraban compromisos. El primer acto político como militante socialista tuvo lugar en un mitin de campaña. Compartió tribuna con dos personajes muy relevantes del socialismo español, Enrique Tierno Galván y Alfonso Guerra. El auditorio permaneció expectante hasta que el ex ministro de la UCD subió a la tribuna. Es posible que a causa de su falta de práctica y, no menos por el camino que aún le quedaba por recorrer hasta acomodarse a su nueva situación, los presentes se vieron sorprendidos por un «queridos amigos», expresión con la que Ordóñez inició su intervención. Capaz de reaccionar ante la fría acogida de sus primeras palabras con la naturalidad y el aplomo que siempre le caracterizó, reinició su discurso pronunciando la salutación más habitual entre la parroquia socialista: «queridos compañeros». Todo volvió a su cauce y, desde ese justo momento, Ordóñez pasó a ser uno de los personajes más respetados tanto por los ciudadanos como por los militantes socialistas en particular. La relación con los dos padrinos de su estreno en la tribuna socialista venía de lejos. Con Guerra tuvo una relación llena de encuentros y desencuentros65. Al margen de algunos conflictos entre ambos siendo Ordóñez ministro de Exteriores, con el vicepresidente siempre mantuvo una relación de cordialidad; así lo ha recordado el propio Guerra en la primera parte de sus memorias66. Los exabruptos de Guerra nunca le sorprendieron, ni antes ni después de compartir sillones en los gobiernos de 65
En las horas bajas de Alfonso Guerra, cuando éste se vio atosigado por las acusaciones contra su hermano, Ordóñez tuvo un comportamiento exquisito. Preguntado por Guerra, Ordóñez contestaría: «En primer lugar, […] estoy convencido de su honradez y le conozco desde hace mucho tiempo. Y, en segundo lugar, que yo me siento honrado con mis compañeros de Gobierno y eso es lo único que me importa»; en Tribuna, 12 de febrero de 1990. 66 A. Guerra González, Cuando el tiempo nos alcanza: memorias (19401982), Madrid, Espasa, 2004.
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Felipe González. Con Tierno la relación fue de amistad y admiración; solían verse con frecuencia67. En el terreno del pensamiento, compartió Ordóñez con Tierno la condición escéptica que el viejo profesor siempre había sostenido sobre la condición humana y sobre la utopía. La alternancia política y, para algunos el fin de la transición, se produjo el 28 de octubre de 1982, cuando los socialistas liderados por Felipe González consiguieron acceder al poder tras dos intentos fallidos. La UCD desapareció prácticamente del escenario político en una de las mayores debacles electorales que se conocen. En tres años, el partido que había sido capaz de liderar la transición perdió más de cuatro millones de votos y su representación en el Congreso quedó reducida a doce escaños. El nuevo panorama político y la constante presión de los bancos acreedores, hicieron que los líderes de la debilitada UCD optaran por propiciar la disolución e impulsar la unión de las bases y de los líderes del partido en otros grupos políticos de mayor potencial para el futuro, fundamentalmente en Alianza Popular68. El camino quedó expedito para el partido triunfador en las elecciones de ese mismo año, el PSOE69. El PAD de Francisco Fernández Ordóñez se autodisolvió tras la victoria socialista. No obstante, la disolución legal se realizó en un congreso extraordinario celebrado a comienzos de 198370. Según el tenor del acuerdo de integración, el PAD con todos los militantes que lo desearan, aceptando la invitación efectuada, se integraba en el PSOE, única formación política que daba cabida —según decían— a la ideología socialdemócrata. Por otra parte, el Congreso nombró una Comisión a 67
Interviú, 29 de enero de 1986. La definitiva disolución se materializó los días 11 y 12 de diciembre de 1982. 69 J. Hopkin, El partido de la transición. Ascenso y caída de la UCD, Madrid, Acento Editorial, 2000, págs. 287-289. 70 En el Congreso Extraordinario de disolución votaron a favor de la misma 129 miembros, cinco, entre ellos Luis González Seara, lo hicieron en contra, ocho en blanco y uno nulo. C. Huneeus, ob. cit., 1985, pág. 379. 68
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los efectos de firmar el que sería acuerdo de integración con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE); de esta Comisión formarían parte: Francisco Fernández Ordóñez, Luis González Seara, Enrique Linde Paniagua, Rafael García Pertusa, Carlos Hernández Gil, Luis Berenguer Fuster, Antonio J. Alfonso Quirós, José Miguel Hernández Vázquez. La Mesa del Congreso encargó, particularmente al secretario de Organización, Enrique Linde Paniagua, la realización de cuantas gestiones fuesen precisas ante el Registro de Partidos Políticos para la ejecución de los acuerdos del Congreso. A partir de entonces se pusieron en marcha todas las gestiones acordadas: comunicación de las resoluciones del Congreso al Registro de Partidos Políticos; liquidación de pequeñas deudas tales como las de teléfono, fotocopiadora, etc. y, por último, inicio de los contactos con el PSOE con el objetivo de llevar a cabo la efectiva integración de militantes del PAD en él. El Secretario de Organización del PAD, tal y como había determinado el Congreso Extraordinario, se encargó de centralizar todos los contactos con los militantes de este partido —directo o indirectamente— a través de los responsables provinciales. Así, el día 31 de enero de 1983, el Secretario General y el Secretario de Organización, reunidos con Guillermo Galeote y otros representantes del PSOE, establecieron un acuerdo de integración71.
71
El acuerdo decía, entre otras cosas, que el Secretario de Organización provincial de cada provincia debería sondear a los militantes que tuvieran la intención de integrarse en el PSOE. Sobre la base de la información que obtuviese, elaboraría una lista definitiva de los citados militantes. Con posterioridad, las listas serían avaladas por el Secretario General quién, a su vez, las remitiría a la Ejecutiva Federal del PSOE para que ésta procediera en consecuencia. No obstante, en el acuerdo se estableció que en tanto no se avalasen las listas y se firmara en Madrid el protocolo de integración, no se realizaría ninguna otra gestión de cara a la integración del PAD en el PSOE. Una vez firmado el protocolo en el ámbito federal, las distintas agrupaciones provinciales del PSOE y del PAD habrían de proceder a realizar actos formales de integración.
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Como resultado de procedimiento, Enrique Linde confeccionó unas listas que fueron avaladas por el Secretario General del Partido, Francisco Fernández Ordóñez, y posteriormente, el 11 de febrero, entregadas a la Secretaría Federal de Organización del PSOE. Aquel mismo día 11, Alfonso Guerra en representación del PSOE y Francisco Fernández Ordóñez en representación del PAD, firmaron el Protocolo de Integración del segundo en el primero. Este documento partía de la disolución del PAD, y contenía el acuerdo de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE del 28 de enero de 1983 en la que se decidió comunicar a toda la organización que dicho proceso de integración suponía la incorporación de todos los afiliados del PAD que lo desearan como militantes de pleno derecho del PSOE en la Agrupación Local que corresponda según su lugar de residencia». El 14 de febrero, Carmen García Bloise, Secretaria Coordinadora del Área de Organización de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE emitió la Circular Regional núm. 20 (circular núm. 86), en la que puso en conocimiento de los responsables regionales del PSOE la firma del Protocolo de integración, adjuntando las listas de militantes del PAD que manifestaron interés en integrarse en el PSOE, y ordenando la comunicación de las listas a las ejecutivas locales, así como el procedimiento a seguir para la integración72. Concluida la integración en el PSOE de la mayor parte de los militantes del PAD, Enrique Linde, en representación del partido, hizo constar esta circunstancia en Escritura Pública fechada en Madrid el 10 de marzo de 198373, lo que comunicó al Registro de 28 de marzo de 1983. Casi todos los dirigentes del Partido de Acción Democrática se integraron en el PSOE.
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El núm. 3 de la Circular se preveía la afiliación automática de los afiliados del PAD al PSOE, sin necesidad de cumplir el requisito de la ratificación por Asamblea Ordinaria. 73 Escritura de disolución del Partido de Acción Democrática (PAD), documento formalizado en la Notaría de D. Juan Bolás Alfonso.
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Algunos de los nuevos militantes socialistas obtuvieron pronta recompensa. Javier Moscoso, por ejemplo, fue nombrado ministro de la Presidencia y Felipe González le encargó la reforma administrativa, una de las tareas prioritarias de la agenda del nuevo Gobierno. Los socialistas alcanzan el Gobierno: Ordóñez presidente del Banco Exterior Según Alfonso Guerra, vicesecretario general socialista en esos años, nadie que hubiese sido ministro con Adolfo Suárez sería miembro del primer ejecutivo socialista. Fernández Ordóñez, que durante algún momento barruntó la posibilidad de convertirse en ministro de Asuntos Exteriores, y así se lo insinuó al propio González, tuvo que conformarse con ser nombrado presidente del Banco Exterior74. Pero la verdad es que este destino tampoco fue fruto de la casualidad. Como confesaría años después, la presidencia del Exterior se la pidió a Felipe González, siendo ésta la única vez en su vida que reclamaba claramente un puesto determinado75. Una vez designado y tras tomar posesión de su nuevo destino abandonó el acta de diputado por Madrid, al que acababa de acceder como integrante de la candidatura socialista, para dedicarse por completo a sus nuevas tareas. Al frente del Banco Exterior permaneció por espacio de treinta y un meses. Durante este tiempo, su labor se orientó en una doble dirección, la gestión económico financiera de la entidad y la creación de la Fundación del Banco Exterior de España. La oficina era un hervidero de asuntos que se despachaban
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Fue nombrado Presidente del Banco Exterior de España, S.A., por acuerdo del Consejo de Administración de 27 de diciembre de 1982. (Arch. F.F.O.). 75 Aunque se ha intentado confirmar si fue Ordóñez quien pidió a Felipe González el futuro puesto como Ministro de Asuntos Exteriores, esto no ha podido ser aclarado por los protagonistas entrevistados.
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con agilidad, aunque nunca fue un hombre metódico en la ordenación de sus papeles, Ordóñez tenía una gran intuición para hacer ver a sus colaboradores cuáles eran los asuntos que requerían mayor diligencia. Delegaba mucho y bien, confiaba plenamente en sus subordinados. Llegaba al trabajo, como siempre temprano, a las ocho de la mañana, y tenía reunión con todos los directores generales. Había mucha vida entre esas paredes y poco protocolo. Los sábados, su secretaria76 y él se dedicaban al seguimiento de las reclamaciones de los ciudadanos anónimos, no importaba si la carta era manuscrita o mecanografiada, llena de faltas o de cuidada redacción, Ordóñez, incluso, en alguna ocasión, llamó personalmente a estos ciudadanos para entender mejor el motivo de sus quejas. Siendo este día a día un ir y venir de asuntos económicos, la faceta que más le satisfizo de su paso por el BEX fue su gestión cultural. El documento «Principales actividades desarrolladas y en curso de realización»77, da idea de la magnitud del proyecto que marcó, en la España de los ochenta, el inicio de la vinculación de la banca al mecenazgo de exposiciones y edición de libros. En poco más de dos años la personal inquietud cultural de Ordóñez marcó la Fundación Banco Exterior de España, su vocación lectora y, en general, sus intereses intelectuales quedaron reflejados en más de 180 acciones desarrolladas o apoyadas por la Fundación. Sería imposible recorrer todas pero nos parece conveniente recordar algunas para sustentar la argumentación de su, innegable, positiva labor. Podríamos comenzar mencionando la exposición homenaje al artista Eusebio Sempere con obras de Picasso, Miró, Braque, Juan Gris y otros de gran importancia en esos momentos: Chillida, Alfaro, Canogar, Equipo Crónica, Lucio Muñoz, Miralles, Palazuelo, Rivera… Asimismo, el programa de divulgación de obras en España de artistas contemporáneos de países latinoa-
76
Entrevista a su secretaria, Pilar García Mayo, 1 de octubre de 2006. Documentos, facsímiles de Neruda y numerosa correspondencia conservada en el Archivo F.F.O. 77
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mericanos, con exposiciones como «Pintado en México», presentada por Octavio Paz; o «Pintado en Colombia» y las monográficas dedicadas a Luis Fernández78 y Esteban Vicente. Gracias a esta Fundación, entre otras cosas, se trajeron a España diversas obras de arte de gran valor. Este es el caso de dos cuadros: un mural de Sert que había pertenecido al hotel Waldorf Astoria de Nueva York, y el cuadro «Don Pantaleón Pérez de Nenín», de Francisco de Goya79. Por otro lado, la Fundación del Banco Exterior de España en el campo de las letras, apoyó a la editorial Turner para la edición de la obra completa de José Bergamín, a la editorial Alianza para la edición de las obras completas de Ortega y a Ediciones del Mall para la publicación de la obra narrativa de Salvador Espriu. Quizás el episodio más significado en este terreno literario fue la publicación de las cartas de amor entre Pablo Neruda y Albertina Rosa Azócar, inéditas hasta ese momento. La coyuntura que hizo posible la recuperación de los manuscritos y su publicación tuvo lugar en Chile. Como presidente del Banco Exterior, Francisco Fernández Ordóñez visitó Santiago de Chile, donde fue homenajeado con un cóctel en la embajada española. En aquel acto, el embajador chileno, al margen de recordar la labor política de Ordóñez, mencionó la afición a la poesía de éste último. Entre los asistentes a la recepción, se encontraba presente la mencionada Albertina Rosa, quien confesó al invitado que ella había sido novia de Pablo Neruda, y que conservaba muchas de las cartas de amor que el poeta le había
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En una entrevista a Umbral, Ordóñez recuerda que conoció a este gran pintor español en París «Yo descubrí que, para los franceses, era tan importante como Picasso, Gris y Dalí, entre los pintores españoles. Un día era yo el único visitante de una exposición suya, y él estaba allí. Esto siempre es un poco violento. Se me acercó, me habló en francés, yo le contesté en español, me invitó a tomar un café en la calle y así le conocí». El País, Entrevista a Francisco Fernández Ordóñez, 11 de junio de 1984. 79 Ambas obras fueron adquiridas a Argentaria (corporación bancaria donde terminó integrándose el BEX) por el Congreso de los Diputados en abril de 1999.
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enviado. Informado Ordóñez de las dificultades económicas por las que pasaba ésta mujer que tenía una avanzada edad, le presentó una oferta económica en nombre del Banco Exterior. Así surgió la publicación por vez primera de las cartas y poemas en dos tomos: uno con los textos de manera convencional y otro con la reproducción facsimilar; ambos prologados magistralmente por un confeso enamorado de la poesía de Neruda, Francisco Fernández Ordóñez. En aquellos días chilenos también conoció a Matilde Urrutia (viuda de Pablo Neruda) mujer fuerte, exclusiva y radical80. El encuentro tuvo lugar en Isla Negra (Chile), en la que fuera última morada del poeta. Corría el año 1983, y en todo Chile afloraban las protestas contra un régimen, el del general Pinochet que se había inaugurado coincidiendo con la muerte del propio Neruda81. Fernández Ordóñez, acompañado de su mujer Mari Paz, visitaron aquella casa en la que aún permanecían muchos recuerdos del poeta, incluyendo la mesa donde solía escribir de espaldas al mar. Todo subsistía en un perfecto orden, como en «un museo doméstico y emocionante por donde podía aparecer en cualquier momento el gran hombre desaparecido»82. Recordará Ordóñez cómo aquel día, Matilde les hizo bajar a la playa en la que resonaba «el ruido profundo, grave, enorme» del Pacífico, que a él le resultaba tan distinto al «lecho lánguido familiar y antiguo» del Mediterráneo83. Allí les confesó que, aunque no le gustaba demasiado publicar la vida sentimental de su marido, no podía por más que reconocer que el personaje al que ella había amado pertenecía ya a sus admiradores quienes tenían derecho a conocerle en todas sus facetas. Aunque mucho antes de acceder al Banco Exterior, por sus variadas ocupaciones y responsabilidades públicas, Ordóñez 80
F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.) Pablo Neruda murió, a los 12 días de producirse el golpe militar del general Pinochet, en la clínica Santa María de Santiago de Chile. 82 F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos, y fotografías del viaje (Arch. F.F.O.). 83 Ibíd. 81
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había tenido la oportunidad de conocer y trabar amistad con innumerables personajes de la cultura y las letras (Antonio López, Camilo José Cela, Rafael Alberti…), la presidencia de aquel banco le abrió aún más las puertas de un mundo al que él hubiese deseado pertenecer, el de la literatura. Fue así como conoció a Gabriel García Márquez, a quién invitó a Madrid a inaugurar una exposición de arte colombiano que había sido preparada por Belisario Betancur, expresidente de Colombia y con quien también le unió una fuerte y sólida amistad. En el acto, y en la posterior rueda de prensa, el gran escritor colombiano no ocultó su antipatía por los bancos, por más que fuese uno de ellos, el Exterior presidido por Ordóñez, quien sufragaba su viaje y la conferencia que acababa de pronunciar. Desde entonces, Ordóñez y García Márquez se reunieron con frecuencia, algunas veces en la casa habanera del escritor y otras en Madrid, en casa del Ministro. Pese a la gratificante actividad al frente del BEX, de aquellos meses no olvidaría nunca que fue entonces cuando tuvo su primer encuentro cercano con la muerte. El 20 de noviembre, Fernández Ordóñez tenía comprometida una conferencia sobre quien fuera ministro socialista de Hacienda, el bilbaíno Indalecio Prieto84. Los organizadores del encuentro habían determinado que su participación fuese por la tarde. Aconsejado por su secretaria personal, que además era su cuñada, decidió no coger el primer avión de la mañana, para el que ya había reservado vuelo. Dos horas más tarde, cuando llegaba a Barajas para volar hacia Bilbao conocía la terrible noticia: el primer avión de la mañana se había estrellado en la capital vasca; no había habido supervivientes.
84
F. Fernández Ordóñez, «Indalecio Prieto, Ministro de Hacienda», en Hacienda Pública Española, núm. 87, 1984.
Capítulo 6 UN DESTINO DESEADO: LA LLEGADA A EXTERIORES (1985-1988)
Jurando el cargo como ministro de Asuntos Exteriores ante los Reyes don Juan Carlos y doña Sofía
La política exterior que ha definido el Gobierno exige un esfuerzo tenaz, largo, realista y esperanzado. Desde luego, requiere un pragmatismo que consiste en saber que en política exterior, más que en ninguna otra parte, «los caminos son estrechos y los medios limitados». Recuerdo a veces que, frente a la pintada parisina de 1968: «seamos realistas, pidamos lo imposible», alguien dijo desde la verdadera izquierda: «seamos utópicos, hagamos lo posible»1.
El mundo como lugar de trabajo El 12 de junio de 1985 culminó el proceso de integración en las Comunidades Europeas. Llegó con suavidad; hacía mucho que se esperaba2. España pasó a ocupar su sitio3. A partir de ese instante, libre de antiguas ataduras, había que consolidar esa posición y demostrar méritos propios. Cuando aún no había transcurrido un mes de aquellas rúbricas en el protocolo de adhesión, Felipe González nombró a Francisco Fernández Ordóñez Ministro de Asuntos Exteriores4. Vino 1
F. Fernández Ordóñez, «El Ministerio de Asuntos Exteriores en esta hora», en El País, 6 de julio de 1985. 2 «[…] sin ninguna sorpresa para nadie, con la suavidad de una noticia largamente anunciada, sencillamente, porque era ya imposible para la comunidad y para la Península Ibérica prolongar una situación contraria a la historia y, sobre todo, a los fundamentos mismos del proyecto europeo». F. Fernández Ordóñez, «Historias de una esperanza», en El País, Anuario de 1986, pág. 80. 3 F. Morán, España en su sitio, Barcelona, Plaza y Janés / Cambio 16, 1990. 4 El nombramiento se produjo por Real Decreto de 4 de julio de 1985
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a sustituir al más popular de los miembros del primer ejecutivo socialista. Hacía tiempo que la sombra de Ordóñez perseguía a Fernando Morán, hasta que un buen día le alcanzó de forma definitiva; la petición de dicho puesto por parte de Ordóñez a González era bien conocida5 desde que el PAD se integró en el PSOE pero, al no ocurrir esto en 1982, la antigua ilusión se había ido desvaneciendo en el aire. En apariencia, Ordóñez estaba ya retirado de la política y buena prueba de ello es que en las elecciones del 22 de junio de 1986 ninguna agrupación provincial del PSOE había incluido a Francisco Fernández Ordóñez entre sus propuestas de listas; tuvo que ser el Comité Federal de Listas, presidido por Alfonso Guerra, quien lo incluyera en el último momento y justo a tiempo de poder concurrir a las elecciones. No obstante, existió una explicación plausible para su vuelta. Las conversaciones telefónicas y encuentros entre Francisco Fernández Ordóñez y Felipe González, con la ocasional presencia en estos últimos de Miguel Boyer, habían sido habituales durante el tiempo en que el primero permaneció al frente del Banco Exterior de España. El ex secretario de Estado para la Cooperación e Iberoamérica, Luis Yáñez-Barnuevo afirma que el discurso pro americano y atlantista de Ordóñez terminó por hacer mella en González, quien pronto comprendió la importancia de la definitiva occidentalización de la política exterior, y de las ventajas que reportaría para España la permanencia en la Organización del Tratado del Atlántico Norte6. El conocimiento del medio americano7, que venía desde su etapa en Harvard en los años sesenta y
(núm. 1086). La toma de posesión tuvo lugar al día siguiente, quedando registrado el título al folio 484 del libro correspondiente. 5 Entrevista con Carlos Westendorp, 7 de julio de 2004. 6 Opinión manifestada por Luis Yáñez-Barnuevo en conversación telefónica mantenida el día 21 de junio de 2002. 7 Recordemos aquí que no era la primera vez que Ordóñez pisaba el Pentágono. Ya relatamos en el capítulo correspondiente que años atrás había sido enviado allí por López Bravo como experto en temas fiscales y aquélla visita le dejó una huella profunda. F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.).
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su no escondida admiración por ciertos aspectos de la cultura estadounidense hacen verosímil la influencia ejercida por Ordóñez sobre González. Asimismo, esta explicación parece dar sentido a su nombramiento como ministro de Exteriores en la primera crisis del ejecutivo desde el inicio del mandato socialista, una vez finalizado el proceso de ingreso de España en la Comunidad Europea. De cualquier forma, la elección, a decir de un buen número de analistas, se debió en gran medida al apoyo del ministro Miguel Boyer, su amigo, quien había salido derrotado en su particular pulso político con el vicepresidente Alfonso Guerra8. Sin duda, todas estas versiones son complementarias. El nuevo ministro llegaba con la aureola de ser un personaje conflictivo y de practicar con cierta facilidad el transfugismo político9. Pese a todo, González estimó oportuno recuperar para la política española al antiguo titular de las carteras de Hacienda y de Justicia; madurez, experiencia y unas credenciales de superviviente le avalaban de sobra para el nuevo puesto. Las diferencias entre Morán y Fernández Ordóñez eran evidentes. El primero siempre tuvo un carácter ideologizado y unas posiciones propias en materia de política exterior10 lo que durante su mandato dio lugar a algunos desencuentros11 con el
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El 18 de julio de 1985, Miguel Boyer pasaba a ocupar el antiguo destino de Fernández Ordóñez, la Presidencia del Consejo de Administración del Banco Exterior. Como Secretario de la Entidad era nombrado otro antiguo colaborador del propio Ordóñez y responsable, en gran medida, del texto de la ley del divorcio, Enrique Linde Paniagua. 9 Años después de su muerte, aún hay autores que minusvaloran su pensamiento político y le recriminan ese pasado calificando su estilo como el «estilo políticamente inmoral de un tránsfuga y oportunista nato pero siempre de trato cordial». R. Baón, ob. cit., 2001, nota 43, pág. 363. 10 Para conocer el pensamiento de Fernando Morán en materia de política exterior, véase F. Morán, Una política exterior para España, Barcelona, Planeta, 1980. 11 Hay varios testimonios de esas desavenencias pero citemos, por ejemplo, cómo Javier Tusell recuerda que González, crecientemente irritado con Morán, lo cesó y optó por una línea claramente occidental y atlantista. Véase J. Tusell, «El gobierno socialista…», ob. cit., pág. 318.
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proyecto del Gobierno y con su presidente; si bien es cierto que Morán había sido el verdadero conceptualizador12 de la política exterior socialista, no lo es menos que González, desde su llegada a la Moncloa, le había dejado claro su interés por seguir de cerca las cuestiones internacionales13. Francisco Fernández Ordóñez, un hombre adaptable a variados contextos políticos, no tuvo que hacer un excesivo esfuerzo para asumir como suya la política exterior del Ejecutivo14 y su sintonía con el Presidente fue total; se respetaban y valoraban mutuamente. No obstante, a pesar de todos estos buenos augurios y, contrariamente a lo que el atractivo del puesto pudiera hacer creer, la 12
«La acción exterior española bajo el mandato de Fernández Ordóñez se atuvo, ante todo a la traducción operativa de ciertas pautas ya establecidas por Fernando Morán», A. Viñas, «Dos hombres para…», ob. cit., 1996, pág. 277. Entendemos que se refiere a pautas generales, pues en el caso concreto de la OTAN fue todo lo contrario; en cualquier caso, no hay dudas de que la política exterior democrática fue muy consensuada y continuista con la de UCD. En otros casos no obstante, —como ocurrió con la política seguida hacia Latinoamérica— Ordóñez no se limitó a desarrollar los planteamientos de su antecesor, sino más bien a llevar a la práctica su propio enfoque. 13 Tanto es así que, cuando encargó a Roberto Dorado la creación y dirección de un Gabinete de la Presidencia de Gobierno no se olvidaron de incluir un «Departamento Internacional» que, entre otras funciones, hacía el seguimiento, para la Presidencia, de los ministerios que tuvieran una vertiente internacional como podían ser los de Exteriores, Economía o Defensa. Los reales decretos que dieron luz a este Gabinete de la Presidencia fueron: RD 3773/1982, de 22 diciembre y posteriormente se modificó su estructura orgánica con el RC 1481/1989, de 15 de diciembre. Existen pocos estudios sobre el funcionamiento de este completo equipo de trabajo, entre ellos destaca, L. Ortega, «El Gabinete del Presidente del Gobierno», AAVV, 18121992 El arte de gobernar. Historia del Consejo de Ministros y de la Presidencia del Gobierno, Madrid, Tecnos, 1992. [Edición preparada por el Ministerio de Relaciones con las Cortes y de la Secretaría del Gobierno]. Entrevista a Roberto Dorado, Jefe del Gabinete de la Presidencia, 28 de julio de 2003 y entrevista a Juan Antonio Yáñez-Barnuevo, quien fue nombrado Director de este Departamento de Internacional el 11 de julio de 2003. 14 Alusiones a la buena relación entre el presidente y su ministro de Asuntos Exteriores se encuentran en numerosas publicaciones, como muestra citemos C. M. del. Arenal, La política exterior de España hacia Iberoamérica, Madrid, Editorial Complutense, 1994, pág. 99.
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etapa más interesante para descubrir el pensamiento político de Francisco Fernández Ordóñez ya había pasado; los trasiegos de la transición ya le habían forjado como político más de lo que pudiera hacer el Ministerio de Asuntos Exteriores. En la cancillería culminaba, exultante, su vida profesional y el desarrollo de un pensamiento y acción políticas que previamente había madurado. Con todo, hay varios motivos por los que la figura del ministro de Exteriores, en términos generales, a pesar de ser sumamente importante, no tiene la autonomía que puede tener otro tipo de puestos. En primer lugar, se trata de un ministerio íntimamente relacionado con otros e interdependientes entre sí, especialmente en los ochenta respecto a defensa, economía o agricultura, por citar algunos. Además, está vinculado a otras instituciones como la Casa Real, que presta un destacado servicio a la política internacional del Estado. En segundo lugar, Felipe González, como demuestran recientes investigaciones15, aglutinó un liderazgo muy personal que Fernández Ordóñez comprendió desde el principio, dando lugar a un eficiente tándem en el que Ordóñez era el perfecto intérprete y coautor de una sintonía internacional liderada por el carismático González. Recalcamos lo de «coautor», puesto que ya nunca se podrá saber qué idea fue de quién; lo lógico es pensar que ambos se influían mutuamente16. En tercer lugar, suele ser —o debería ser, porque existen excepciones17— una de las políticas públicas menos susceptible de ser sometida a 15
B. Blázquez Vilaplana, La proyección de un líder político: Felipe González y Nicaragua 1978-1996, Sevilla, Centro de Estudios Andaluces, Colección Tesis, 2006. 16 Sin duda este es el aspecto más curioso y llamativo en las entrevista a sus colaboradores. Las respuestas son muy variadas pero, en general se aprecia una imposibilidad de discernir quién era la cabeza pensante en cada caso. El consenso es unánime: todo fue una labor de equipo. Cada uno cumplía su función. Evidentemente, Felipe González sabía que Ordóñez era una persona sólida: casi dos licenciaturas, master, paso por varios —y variados— gabinetes, experiencia en el extranjero, don de gentes… alguien tan infrecuente, es obvio, influye a cualquiera. 17 Así se ha reconocido tradicionalmente, en los ochenta y noventa. El mismo Javier Solana lo expresaba con rotundidad. «La política exterior de la
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criterios partidistas volubles; por lo tanto, el Partido Socialista realizaba una política exterior que partía de unos cimientos muy consensuados que había puesto, anteriormente, la Unión de Centro Democrático. Por último, aunque se podrían citar más especificidades, es un trabajo permanentemente condicionado por lo que sucede en el resto del planeta. Evidentemente, se tiene la política exterior que el resto de países permiten. La política internacional de un país, por tanto, es mucho más que el trabajo de un Ministro de Asuntos Exteriores. Ser titular de esta responsabilidad supone desempeñar un puesto duro y complicado en el que se valoran talantes abiertos, actitudes conciliadoras, conocimiento de países y de idiomas, facilidad de trato, en definitiva, cualidades que Ordóñez reunía probadamente. Con ellas, es innegable que el nuevo ministro también iba a dejar su impronta personal en el Palacio de Santa Cruz. El hecho de que la toma de decisiones en puestos previos sea, objetivamente, más personal y genuina, más «fernandezordoñista» —si se quiere otorgar un nombre a ese estilo propio—, no impide que fuera, esta última, la tarea que más le satisfizo, en la que más se divirtió. Asimismo, lo antedicho tampoco impide que afirmemos con rotundidad, como Viñas, que la década de los ochenta y principios de los noventa es para España irrepetiblemente densa y determinante. Fue una labor de equipo, Ordóñez jugó un España actual —lo he dicho en numerosas ocasiones— tiene dos características que considero extraordinariamente positivas: está asentada sobre bases sólidas y tiene un rumbo claro. Añadiré una tercera: esas bases y ese rumbo tienen el respaldo generalizado de las fuerzas políticas españolas y también, creo yo, gozan de la comprensión y del apoyo de la sociedad española en general. Vale todo ello tanto como decir que la política exterior de España es una política de Estado. Es una política que ha sabido identificar el común denominador de hacia dónde deben orientarse los intereses de España en su proyección exterior, de cuáles son los ejes fundamentales en torno a los que debemos concentrar nuestra acción y de donde se encuentran nuestras prioridades». Palabras pronunciadas en el acto de nombramiento de Francisco Fernández Ordóñez como Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia, el 30 de noviembre 1992, http://www.upv.es/dhc/fdezord/laudatio.htm.
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papel sobresaliente pero aún se ha reparado poco en ello; tampoco se han reconocido sus méritos suficientemente. En la política exterior española de la era contemporánea pocos períodos habrán sido tan densos y determinantes como el que discurre, a lo largo de los años ochenta desde finales de 1982, cuando el partido socialista (PSOE) accedió a la responsabilidad gubernamental. Fue un período, asimismo, de inmensas transformaciones en el escenario internacional que culminaron en el colapso de la confrontación Este-Oeste y, por ende, de la dinámica de bloques típica de la guerra fría. A su término, la posición internacional de España se había modificado completamente. (…) En una palabra en la política exterior era necesario unir aprendizaje y acción, reflexión y pedagogía. Había que establecer nuevas líneas concretas de actuación en unos años en que importantes medios de comunicación y expertos e intelectuales afines a los grupos políticos desplazados someterían a una crítica acerba y permanente la labor gubernamental18.
Ordóñez estaba preparado para ejercer su trabajo en estos diferentes contextos esbozados, y pronto concluyó que el Ministerio de Asuntos Exteriores era el mejor de los destinos posibles19. También Felipe González lo entendió así: Amigo de poetas, de escritores, de novelistas, de artistas de todo tipo, en todas sus responsabilidades, la que más encajaba con su carácter, era la representación de España en el exterior. Fue un ministro con mucho poder durante los últimos años, sobrado de inteligencia, en buena parte trabajaba de oído, ya no necesitaba entretenerse viendo papeles, o profundizando en los expedientes. La experiencia acumulada era muy grande. Decir que era muy respetado fuera de nuestras fronteras es algo conocido. A mí me gustaría más que fuera querido; y era muy querido por todos sus colegas20. 18
A. Viñas, ob. cit., 1996, págs. 257 y 262. Entrevista a Francisco Fernández Ordóñez, ministro de Exteriores, elegido hombre del año por El País Semanal, 22 de diciembre de 1991. 20 Palabras pronunciadas por Felipe González en la V Conferencia Anual Francisco Fernández Ordóñez, 7 de octubre de 1997. 19
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Ordóñez, representó, por tanto, el salto a la gran política, en una época en la que Europa y el mundo entero se transformaron aceleradamente. A diferencia de las críticas que, provenientes de lugares distintos del espectro político, jalonaron gran parte de su carrera política anterior, los años de gestión en Exteriores supusieron la culminación y el reconocimiento público de la labor de un hombre de estado. Pudo demostrar a quienes le habían desacreditado durante años, que eran sus cualidades y nada más, las que siempre le habilitaron para el ejercicio de los diferentes cargos políticos. Incluso, al frente de este Ministerio, muy posiblemente por la naturaleza misma de la materia, aprendió a controlar lo que hasta ese momento había sido una acusada incontinencia verbal en el ejercicio de la actividad pública. No es de extrañar, si se tiene en cuenta que la tarea de dirigir los asuntos exteriores le llegó en un tiempo de tranquilidad21, satisfacción profesional y cierto distanciamiento de la actividad política. […] He aceptado el cargo con un sacrificio real, porque el presidente ha considerado que yo era útil, pero sin dar ninguna facilidad para ser nombrado. Yo no estaba en el paro, sino que era presidente del Banco Exterior de España, estaba contento, terminando de escribir un libro, y ahora he perdido otra vez los ratos de ocio, en los que leo, escribo y paseo con los perros22.
Con la incorporación de Fernández Ordóñez culminaba una de las mayores piruetas políticas a las que se ha podido asistir en
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«Conocerás tu deber ante todo en que no eres tú quien lo escoge». Esta frase de Saint-Exupéry vuelve a mí ahora cuando me encuentro ante una responsabilidad nueva que me honra y que he aceptado con modestia consciente. Estoy en la otra orilla de muchas ambiciones personales y disfrutaba de la paz relativa que proporciona la distancia de la actividad política. Asumo, sin embargo, mi tarea con una ilusión casi juvenil y nueva.» El País, 6 de julio de 1985. 22 F. Fernández Ordóñez, «El Ministerio…». ob. cit., El País, 6 julio de 1985.
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los años transcurridos desde la reinstauración de la democracia en España. Ordóñez, sin moverse en lo ideológico, había presentido de nuevo por dónde transitaba el futuro del poder, optando por la espera paciente hasta que, definitivamente, le llegó su oportunidad. En el acto protocolario de toma de posesión, el ministro dijo estar satisfecho por incorporarse a Exteriores, y prometió trabajar como si se tratase de su primer empleo para llevar a cabo una labor modesta, tenaz, realista, esperanzadora y vitalizadora de estructuras23. Pese a que no estaba habituado a los asuntos de la política internacional, durante casi siete años logró convertirse en una de las caras más valoradas y amables de los Gobiernos de Felipe González; terminando por ser el tercer responsable de la diplomacia española con una trayectoria más extensa al frente de dicho Ministerio hasta el día de hoy. En el tiempo que permaneció al frente del ministerio de Asuntos Exteriores, se esforzó en acabar con el «provincianismo español en política internacional»24 y en otorgar a nuestro país un nuevo protagonismo en los principales foros de decisión internacionales. España consiguió alcanzar gracias a él un insospechado nivel de respetabilidad exterior. Como titular del Ministerio, Ordóñez acometió la reforma general de la administración exterior española, paso previo de cualquier estrategia exterior, y centró su acción política en las llamadas referencias estables de la política exterior25: Europa, Iberoamérica, el Mediterráneo y la Política de Paz y Seguridad. España, no se cansó de repetir, era un país europeo que estaba en el Mediterráneo, pero
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El País, 6 de julio de 1985. F. Fernández Ordóñez, «El significado político de la adhesión de España a la CEE», en Dinero, Extra 1985, pág. 117. 25 Francisco Fernández Ordóñez hablará de grandes rutas del despliegue internacional español. Europa política y la seguridad occidental, los pueblos latinoamericanos con quienes España comparte tanto historia como cultura y, por último, el Mediterráneo. Véase: F. Fernández Ordóñez, «Las tres grandes rutas el despliegue internacional de España», Anuario informativo del Grupo Zeta, 1986. 24
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la identidad española aunaba lo mediterráneo con lo europeo y lo americano26. Una de sus prioridades al frente de Exteriores fue conseguir que España adquiriera protagonismo en el proceso de relanzamiento de la construcción europea, impulsando el avance hacia una unidad más completa en el ámbito económico; hacia una cooperación política más estrecha27. En cuanto a Iberoamérica, apostó por ir dando entidad a una idea compartida de comunidad iberoamericana de naciones que tuviese en la lengua, la cultura y los valores comunes sus más claras señas de identidad. Entendió el Mediterráneo en un sentido amplio, esto es, más allá de los límites estrictamente geográficos. Así, en el caso del Magreb orientó la política española hacia el establecimiento de un marco de cooperación entre los países ribereños, mientras que en la cuestión de Oriente Medio, apostó por la normalización de las relaciones con Israel y con la Autoridad Nacional Palestina. En definitiva, Ordóñez defendió una acción exterior española tendente a compatibilizar, por un lado, la contribución a la paz mundial y, por otro, la garantía de seguridad propia, ambas con el respaldo de todo el arco político español. Reformas en el ministerio Nada más tomar posesión del cargo al frente de Exteriores, reconoció Ordóñez28 que una de sus preocupaciones centrales era la reorganización del Ministerio de la Agitación29. En concre26
F. Fernández Ordóñez, «Problemas del Mediterráneo», en La Vanguardia, 6 de diciembre de 1990. 27 F. Fernández Ordóñez, «Las tres grandes rutas el despliegue internacional de España», ob. cit. 28 «Creo que esta hora de España exige del Ministerio de Asuntos Exteriores un esfuerzo considerable de adaptación de su estructura y de robustecimiento de sus medios para afrontar los nuevos requerimientos». F. Fernández Ordóñez, «El Ministerio de Exteriores en esta hora», ob. cit. 29 Forma con la que solía referirse Ordóñez al Ministerio de Asuntos Exteriores. Época, 30 de septiembre de 1986.
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to, el apartado de la reforma del servicio exterior, había sido una constante en la agenda de todos los gobiernos democráticos desde la Transición, pero ninguno la afrontó definitivamente debido, entre otras razones, a la divergencia existente entre los distintos cuerpos de la Administración y a la escasez de medios para estos objetivos. Con el triunfo del PSOE en 1982, tampoco se abordó. González había preferido atrasar todas estas correcciones al ingreso formal en la Comunidad Europea que, además, suponía la tarea ingente de acomodar la legislación comunitaria por parte de España. En primer lugar pues, había que resolver la cuestión de dónde situar el organismo coordinador de la política comunitaria, al ser ésta el eje del resto de la política exterior española. Las posibilidades eran tres: la Presidencia de Gobierno, el Ministerio de Economía o el Ministerio de Asuntos Exteriores. Al final, se decidió que fuese este último quien desempeñase dicha tarea. Pero las reformas no podían limitarse a elaborar una Ley de Servicio Exterior30, ni a determinar el órgano coordinador de la política comunitaria, sino que implicaban labores más amplias que deberían desarrollarse, progresivamente, mediante otros instrumentos jurídicos31. Por ello, se emprendió una mejora de la estructura orgánica básica del Ministerio de Asuntos Exteriores para, más tarde, encarar una transformación del entramado y las funciones de los órganos y servicios de la Administración con responsabilidades en el exterior. Con el Real Decreto 1485/85, de 28 de agosto32, la estructura básica del Ministerio de Asuntos Exteriores se modificó por
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Entendemos por Servicio Exterior, el Servicio Diplomático y los órganos periféricos de la acción exterior del Estado. 31 Intervención ante la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado para informar de los proyectos de modernización del Servicio Exterior, 13 de noviembre de 1985, recogida en Ministerio de Asuntos Exteriores (s.f.): Discursos y declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores, D. Francisco Fernández Ordóñez, julio de 1985 a diciembre de 1985, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, Oficina de Información Diplomática, págs. 68-74. 32 BOE de 28 de agosto de 1985.
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vez primera desde la transición. Como fruto de esta reforma se crearon: la Secretaría General de Política Exterior (encargada de la coordinación de la acción política del Ministerio, e integrada a su vez por la Dirección General de Política Exterior para Europa)33, la Dirección General de Política Exterior para Iberoamérica, la Dirección General de Política Exterior para América del Norte y Asia, la Dirección General para África y Medio Oriente, la Dirección de Organizaciones y Conferencias Internacionales y, la Dirección General de Asuntos Internacionales de Seguridad y Desarme; la Secretaría de Estado para la Cooperación Internacional y para Iberoamérica (SECIPI) de la que dependían, a su vez, una Dirección General de Relaciones Culturales, una Dirección General de Cooperación Técnica Internacional y una Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales. Por último, con el mismo Real Decreto y habiéndose ya firmado el protocolo de adhesión a la CEE se produjo la adaptación de la Secretaría de Estado para las Comunidades Europeas34 pasando de ser una instancia negociadora a ser un mecanismo gestor; su función principal era poner orden en toda la avalancha informativa que llegaba continuamente de las Instituciones Europeas y con la que los funcionarios españoles se tenían que familiarizar. Esta Secretaría incorporaba dos Direcciones Generales básicas, una de coordinación técnica y otra de coordinación jurídica. Poco tiempo después, en la misma dinámica reformadora, se crearon la Comisión Interministerial de Cooperación
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Es importante destacar que, aunque desde ese real decreto de 1985 exista una Secretaría de Estado para las Comunidades Europeas fue, sin embargo, esta Dirección General de Política exterior para Europa la que se encargó de las reuniones del Comité Político dentro de la Cooperación Política Europea (CPE), foro de discusión y coordinación de las posiciones europeas en temas de política internacional que, posteriormente, con el Tratado de Maastricht, se transformó en Política Exterior y de Seguridad Común (PESC). 34 Hasta ese Real Decreto de 28 de agosto de 1985 se denominaba Secretaría de Estado para las Relaciones con las Comunidades Europeas.
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Internacional y la Comisión Interministerial para Asuntos Económicos relacionados con la Comunidad Europea, con sendos reales decretos35. Junto a estas disposiciones legislativas que alteraron la primitiva estructura orgánica del Ministerio de Asuntos Exteriores, se acometió la reforma de la Administración Exterior del Estado, esto es, el Servicio Exterior36. Los objetivos básicos de la reforma pretendieron, en este caso, potenciarlo, fortalecerlo, propiciar su modernización, su profesionalización, así como concretar el principio de la unidad de acción exterior del Estado37. Precisamente, la primera actuación consistió en hacer válido éste principio de unidad de acción, centralizando la misma en la figura del embajador. Se trataba, según Ordóñez, de acabar con la dispersión de esfuerzos en el ámbito de las relaciones internacionales, haciendo compatible el logro de los objetivos de los diversos órganos de la Administración interior con el respeto de las 35
RD 451/86, de 21 de febrero de 1986 (reestructurada posteriormente por el RD 1527/1988 de 11 de noviembre de 1986 y por el RD 260/86, de 17 de enero de 1986, respectivamente. 36 En el Archivo FFO encontramos la Subcarpeta «Proyecto de reestructuración del Servicio Exterior» en la que se hace balance de los capítulos en los que el ministro va a poner su acento: coordinación de la acción exterior del Estado y potenciación del principio de unidad de acción en el exterior, sistema de provisión de puestos, reforma de la Escuela Diplomática, mapa diplomático y consular, programa de previsión de necesidades de personal y equipo, infraestructura del Ministerio (comunicaciones, cifra, seguridad, informática e inmuebles), programa de acercamiento al ciudadano, mejora de los servicios de inspección de Embajadas y Consulados, preparación de la presidencia comunitaria y mejora de los servicios lingüísticos. 37 F. Fernández Ordóñez, «Discurso en la Escuela Diplomática» 7 de noviembre de 1985, recogida en Ministerio de Asuntos Exteriores (s.f ): Discursos y declaraciones… ob. cit., julio de 1985 a diciembre de 1985, pág. 25. En otra ocasión, Ordóñez preferirá hablar de líneas esenciales de reforma del Servicio Exterior: de fortalecimiento, de modernización, de coherencia y de profesionalización. Intervención para informar de los proyectos de modernización del Servicio Exterior, Comisión de Asuntos Exteriores, Senado, 13 de noviembre de 1985, Ibid., pág. 68.
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directrices políticas fijadas por el Gobierno; todo ello, mediante una adecuada coordinación a cargo del Ministerio de Asuntos Exteriores38. Al mismo tiempo, en el marco de una nueva normativa de provisión de puestos de trabajo en el exterior39, se hizo un esfuerzo por reforzar las plantillas en determinadas zonas en las que la presencia española había sido insuficiente hasta entonces, especialmente en Europa del Este y en Iberoamérica. Por su parte, la Escuela Diplomática fue reformada para convertirla en un verdadero centro de preparación del personal adscrito al servicio exterior. En lo referente a las misiones diplomáticas, se activó todo un plan de mejora de edificios, con especial atención a las embajadas, sin desatender por ello las residencias de los diplomáticos. A partir de entonces se optó por la propiedad frente a los arrendamientos. De entre todas las actuaciones, la practicada en la misión de Bruselas, de vital importancia tras la incorporación española a la CE fue la más notable; pasó de ser una misión a convertirse en una representación permanente (REPER), como correspondía a un país miembro de la Comunidad y, junto al embajador, se constituyó un equipo técnico compuesto por treinta y siete personas. Asimismo, se reforzó la seguridad en todas las misiones diplomáticas españolas en estados especialmente conflictivos. Para ello, junto a la remodelación de edificios, el Ministerio aumentó la presencia de agentes de seguridad en algunas de las más destacadas representaciones y adquirió automóviles blindados para sus diplomáticos. Fue casi una obsesión que nunca vio culminada; Fernández Ordóñez procuró dar al Servicio Exterior de España un aire de mejora desconocido hasta entonces. Incluso sus adversarios recuerdan que impregnó de un aire de modernidad el Palacio de Santa Cruz, y que, siendo «un hombre clásico, culto, comedido,
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Ibíd., págs. 25-26. Ley 30/1984, de Medidas Urgentes para la Reforma de la Administración Pública. 39
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obsesionado con que España quedara siempre bien» 40, acertó a introducir los cambios necesarios para hacer más dinámico al Ministerio. Para conseguir la pretendida modernización puso en marcha un plan de innovación de las comunicaciones y de informatización del Ministerio que recibió un significado impulso con ocasión del ejercicio de la Presidencia española de la Comunidad Europea. Entre otros proyectos, se promovió la creación de una moderna red de secrafonía, la puesta en funcionamiento de emisoras de radio cifradas, el uso de cámaras de cifra, y se mejoró la estructura del correo diplomático. En un primer momento aumentó el personal cualificado en cincuenta y tres personas (técnicos de distintas especializaciones), concretándose un incremento de la dotación presupuestaria de 225 millones de pesetas (1.352.277 e), destinada en su práctica totalidad a la modernización del material de trabajo y de los medios informáticos. Pese al indudable esfuerzo que desde el gobierno y, en concreto, desde el Ministerio de Exteriores se hizo para mejorar las dotaciones presupuestarias de la política exterior española, lo cierto es que éste constituyó el capítulo menos brillante de la labor de Ordóñez. Concretamente, respecto al servicio exterior él sabía que no iba a hacer la necesaria reforma «primero porque tenía otras cosas más perentorias y segundo porque es una reforma que si sale mal lo pagaba él y le impedía hacer otras y, si salía bien, se notaría dos o tres ministros después»41. Según Zaldívar, no tenía inconveniente en reconocer lo que no sabía y, como conocía la carrera diplomática, dejó estos temas en manos de profesionales como Máximo Cajal. Al final de su mandato, incluso habiendo sido capaces de superar eventos que requirieron un gran despliegue de medios, el Ministerio de Asuntos Exteriores siguió teniendo graves carencias presupuestarias, organizativas, materiales y personales que, aún en la actualidad42, siguen pendientes. Era sin duda una 40
J. Navarro, 1982-1996. Entre Felipe y Aznar, Madrid, Temas de hoy, 1996, pág. 220. 41 Entrevista a Carlos Alonso Zaldívar, 9 de diciembre de 2006. 42 Es significativo que en la prensa continúen apareciendo titulares como «Un Ministerio sin recursos», El País Domingo, 14 de julio de 2002 porque aún
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cuestión espinosa. España, como reconocía Ordóñez, tenía una proyección internacional superior a la que le correspondía por su número de habitantes o su renta «per cápita»43. Así mismo, era un país extrovertido en su Historia, al que gustaba moverse sin complejos por el mundo, su geografía y su vocación fomentaban esta actividad. Ambas características se hacían más evidentes en estos años de consolidación de la posición española en el mundo y al menos se inició un proceso de relativa modernización44 que Ordóñez mismo había resumido, ya a los pocos meses de iniciar su mandato, expresando lo que iba a ser la clave de sus reformas en exteriores: «sostenella y enmendalla»45. Un nuevo marco para la política de Seguridad y Defensa A finales de 1981, el gobierno español presidido por Leopoldo Calvo-Sotelo había firmado en Bruselas el Protocolo de Adhesión a la Alianza Atlántica. Poco después, España se convertía en el miembro número dieciséis de la Organización46. En aquel momento, el PSOE y su líder Felipe González se mostraron contrarios a la adhesión y llevaron a cabo toda una campaña en contra de la misma. Esta posición discrepante de los socialistas quedó igualmente expuesta en la resolución política del XIX Congreso Federal celebrado en Madrid en el mes de octubre de 198147. no se ha llevado a cabo la necesaria dotación de medios para el servicio exterior. 43 «Proyecto de reestructuración del Servicio Exterior» (Arch. F.F.O). 44 Estos logros los expresa Inocencio Arias en J. Navarro (1996), ob. cit., pág. 220 y en A. Viñas, «Dos hombres para…», ob.cit., 1996, pág. 283. 45 Véase la intervención ante la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado para informar de los proyectos de Modernización del Servicio Exterior, 13 de noviembre de 1985. También en Ministerio de Asuntos Exteriores, Oficina de Información Diplomática (s.f ): Discursos y declaraciones… ob. cit., julio de 1985 a diciembre de 1985, págs. 68-74. 46 La firma se produjo el día 10 de diciembre de 1981; el ingreso formal tuvo lugar el 30 de mayo de 1982. 47 PSOE, «Resoluciones de XXIX Congreso sobre política internacional
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Unos meses más tarde, el PSOE ganó las elecciones y Felipe González formó gobierno incluyendo en él, como ministro de Asuntos Exteriores, a Fernando Morán, destacado partidario de la salida de España de la OTAN. Con Morán en Exteriores, los primeros años de gobierno socialista lo fueron, en el tema OTAN, de reflexión, maduración y cambio de postura, tanto en el gobierno como, menos entusiastamente, en el propio PSOE. El contacto de González con los líderes europeos y la vinculación48 entre la permanencia en la OTAN y el ingreso en la Comunidad Europea, le hicieron dar un giro de ciento ochenta grados en su posición anterior. Sería una simplificación decir que González eligió a Fernández Ordóñez para poder permanecer en la OTAN, puesto que hay evidencias sobradas que demuestran que, con anterioridad al nombramiento, los socialistas se habían dado cuenta de que salirse de la Alianza, una vez dentro, tendría consecuencias difícilmente asumibles por un país con intenciones de ejercer de potencia media49 con todas las consecuencias. Morán, en su libro
celebrado del 21 al 24 de octubre», También en C. M. del Arenal y F. Aldecoa (eds.)., España y la OTAN. Textos y documentos, Madrid, Tecnos, 1981, pág. 76. 48 Aún hay protagonistas que restan importancia a este vínculo (como Fernando Morán en entrevista el 17 de abril de 2003); concluyamos, como dice Manuel Marín en la entrevista realizada por la profesora Pilar Folguera, que el PSOE fue consciente de que la campaña en contra sería un inconveniente en los intereses de la propia negociación para la adhesión a la CEE. Por esta razón, a pesar de que explícitamente las dos negociaciones nunca estuvieron juntas, sí hay que aceptar que, implícitamente, la permanencia en la OTAN podía beneficiar en las negociaciones con la Europa comunitaria. P. Folguera, Proyecto Historia Oral de la Comisión Europea. Entrevista a Manuel Marín, 30 de marzo de 1999, www.iue.it Oral History Interview INT 631, Marín González, Manuel. 49 Potencias medias son «aquellos Estados que, debido a su dimensión (territorial, demográfica, económica, política, diplomática o militar) o a su situación geopolítica en una región determinada, presentan la capacidad y la voluntad necesarias para ejercer una cierta influencia en determinadas áreas de las relaciones internacionales. Esta influencia puede traducirse en la formulación o puesta en práctica de una política exterior activa e independiente, en una parti-
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de memorias España en su sitio50, dedica un epígrafe a detallar cómo se fue construyendo la explicación de una muy probable permanencia en la OTAN con límites estrictos. Los trabajos combinados del Ministerio y del Gabinete de la Presidencia del Gobierno dieron lugar al discurso del día 23 de octubre de 1984. En el conocido como «Decálogo», Felipe González exponía en el Congreso de los Diputados51 las líneas maestras de la política exterior socialista; en ellas se introducía la necesidad de gestionar la permanencia en la OTAN tomando los elementos concretos que beneficiaran el otro objetivo —aún más importante— como era la incorporación a la Comunidad Económica Europea. Los diez puntos expresados por González en ese debate sobre el Estado de la Nación que duró tres días eran: 1) Continuidad o no en la OTAN dependiendo del referéndum. 2) Ninguna necesidad de incorporarse a la estructura militar. 3) Reducción de la presencia norteamericana en España. 4) No nuclearización. 5) No exclusión de la firma del Tratado de No Proliferación Nuclear. 6) Voluntad de participación en la Unión Europea Occidental. 7) Recuperación de Gibraltar. 8) Presentación de la candidatura española al Comité de Desarme de las Naciones Unidas. 9) Desarrollo de la red de convenios bilaterales en materia de cooperación defensiva con otros países de Europa Occidental. 10) Avances en el proceso de elaboración de un plan estratégico conjunto. cipación destacada en los intercambios internacionales (en los ámbitos comerciales, de mediación, de participación activa en las Naciones Unidas y en otras organizaciones internacionales, etc.) o en una voluntad de tener un papel destacado en los asuntos que afectan a su región». J. Palou, «El concepto de potencia media: el caso de España y de México», en Revista CIDOB d’ Afers Internacionales núm. 26, http://www.cidob.org/Castellano/Publicaciones/Afers/palou.html. 50 «Preparación de la posición respecto a la OTAN» en F. Morán, España en su sitio, Barcelona, Plaza & Janés, 1990, págs. 270-273 51 Diario de sesiones del Congreso de los Diputados, año 1984, núm. 157, martes 23 de octubre de 1984. Se puede consultar en la página web del Congreso. También interesante véase C. M. del. Arenal, «La posición exterior de España», en R. García Cotarelo (ed.)., Transición política y consolidación democrática. España, 1975-1986, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1992, págs. 246-250.
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El XXX Congreso del PSOE —de diciembre de 1984— fue el mejor escenario para encontrar apoyos a las tesis de González. Allí se sostuvo la idea de que la salida de la OTAN provocaría una alteración de equilibrios ya establecidos; en definitiva, que no era lo mismo no entrar en ella, que salirse una vez dentro. Esta nueva estrategia, sin duda, impulsaría el papel de España en la CEE y, momentáneamente, dejaba a Estados Unidos y a los miembros de la OTAN bastante satisfechos, a pesar de que en el interior no se veía muy claro que, finalmente, se fuera a permanecer en la Alianza. A partir de estas intervenciones tanto en sede parlamentaria, como en el congreso socialista, y otras declaraciones públicas, González paulatinamente pretendió justificarse, presentar motivos convincentes sobre el giro copernicano de su política de seguridad y defensa. Ahora defendía que la pertenencia interesaba a España, que era clara la coincidencia entre los países miembros de la organización defensiva y los países de mayor nivel de desarrollo económico y democrático. En esos momentos, la política de paz y seguridad de España pasaba a su entender por la concreción de su encuadramiento en el bloque militar occidental, esto es, por la resolución de la cuestión OTAN, por el ingreso en la Unión Europea Occidental (UEO) y, paralelamente, por la redefinición de las relaciones bilaterales con los Estados Unidos. No obstante, mantuvo en su agenda la convocatoria del referéndum, propuesta incluida en el programa electoral con el que el PSOE había conseguido ganar las elecciones de 1982. Ante la nueva dirección de la política de seguridad española, Fernando Morán, quien en su momento había soportado el peso de la campaña de 1981 y 1982 en contra de la integración de España en la OTAN, sin quererlo, se encontró en una posición incómoda. A esto hay que añadir la falta de sintonía entre Morán y González que se plasmaba en asuntos profesionales de fondo pero también en formas peculiares, como, sin ir más lejos, las del frío cese del Ministro. Asimismo, González aspiraba a tener un mayor entendimiento con el entorno norteamericano y quiso confirmar la estrategia apoyándose en una nueva imagen destinada a favorecer tanto el impulso continuista de su
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política exterior como los cambios surgidos a raíz de la experiencia en el gobierno. Felipe González vio en el atlantista Ordóñez la mejor imagen para esta nueva etapa. Tan temprano como en el año 1977, a las puertas de las primeras elecciones democráticas tras la muerte del dictador, Fernández Ordóñez ya manifestaba la dificultad que encontraría España para permanecer fuera de la OTAN. Si se llegaba a producir una interacción en los organismos europeos y occidentales. No obstante, pensaba que, con todo, la pertenencia no añadiría una ventaja especial52. Con el paso del tiempo, formando parte del grupo mixto del Congreso tras su abandono de la UCD, ayudó al gobierno centrista a conseguir la mayoría necesaria para la incorporación a la OTAN. Siempre he sido un convencido de que España debía estar en la Alianza Atlántica entonces. No se sabe el futuro lo que dirá. Yo he visto claro que España tiene que entenderse bien con Estados Unidos. Es una cosa tan elemental como eso. Y en ese sentido yo he interpretado, sin ningún esfuerzo, una política de acercamiento […]53.
En definitiva, Ordóñez, como Ministro de Asunto Exteriores, ya sabía dónde tenía que concentrar sus acciones puesto que partía de una concepción sobre la OTAN muy diferente a la que la izquierda española había extendido; él no veía a la Alianza Atlántica como un vínculo con los Estados Unidos, sino como una apuesta por la unión y la solidaridad europeas54, ideas que no le suponían ningún quebradero de cabeza ideológico pues no se había arrepentido nunca de ese apoyo temprano a favor de la OTAN y continuaba, como entonces, creyen52
S. Pérez Díaz, Francisco Fernández Ordóñez: Perfil humano… ob. cit., 1977, pág. 52. 53 F. G. Basterra, «Francisco Fernández Ordóñez: el adiós de un incombustible», en El País Semanal, 1989. 54 Entrevista en El País, 1 de diciembre de 1985, y en Ministerio de Asuntos Exteriores (s.f ), Discursos y declaraciones… ob. cit., julio de 1985 a diciembre de 1985, pág. 107.
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do fervientemente en este vínculo entre seguridad y bienestar europeos. La estrategia pues, era clara, había que dejar a un lado el bilateralismo y asentar la posición del país en el multilateralismo. Fruto de estos desvelos, el Gobierno se orientó hacia la definitiva occidentalización del país. El paso inicial en esta dirección lo dio cuando se envió a las Cortes, el 31 de enero de 198655, el decreto con el que se convocaba el referéndum prometido en la campaña electoral de 1982. Los términos de la pregunta que se iba a efectuar a los ciudadanos se redactaban tras una exposición de motivos56 en los que se aludía a la adhesión efectuada por el Gobierno anterior, a la vinculación entre paz y seguridad y, como no, a la relación entre la permanencia en la OTAN y la incorporación de España a Europa57 con frases como «se dan, pues, en este momento las condiciones para dar cumplimiento al propósito» de convocar el referéndum y también los objetivos de «completar el proyecto de incorporación de España a Europa mediante su participación en la seguridad colectiva» y «afirmar, tras la incorporación a las Comunidades Europeas, el marco de las relaciones internacionales de España, asentando la política de paz y seguridad que resulte más conveniente para el interés nacional». El 12 de marzo de 1986 fue la fecha fijada para la celebración del «referéndum OTAN». Aquélla fue la primera vez que se hacía uso de lo prescrito en el artículo 92 de la Constitución Española. En los primeros días de febrero, el Gobierno había publicado en el Boletín Oficial del Estado la pregunta con la que solicitaba el apoyo popular a la propuesta de permanecer en la OTAN58. 55
El acuerdo fue adoptado por el Pleno el 5 de febrero de 1986 y se publicó la autorización en el Boletín Oficial de la Cortes Generales, BOCG el 13 de febrero de 1986. En el BOE del 7 de febrero de 1986 se encuentra el texto íntegro de la decisión política objeto de la consulta. 56 Ibíd. 57 Por ello, se hace difícil argumentar que no hubiera una vinculación implícita. 58 En la papeleta se podía leer el siguiente texto: «El gobierno considera
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En un ejercicio de calculada complejidad lingüística, el texto invitaba a los españoles a que se posicionaran a favor o en contra de la permanencia de España en la OTAN en unas determinadas condiciones: no integrarse en la estructura militar; reducir las tropas y efectivos de los Estados Unidos en territorio nacional y, en último término, prohibir el almacenamiento y tránsito de armamento nuclear. Había cuestiones de vocabulario que eran difícilmente explicables o entendibles por el público en general. Por ejemplo «estructura militar integrada», estrictamente hablando, no existía en la OTAN, sino más bien «estructura integrada de mandos» pero ambos términos se mezclaban sin que, concretamente, la población entendiera la diferencia; o la propuesta de pertenecer al Comité Militar pero no a la estructura de mandos59. Se dijo que Francia también tenía un modelo similar pero, pocos sabían que era obvio que España no iba a seguir el ejemplo francés porque, desde antes del referéndum, paradójicamente, nuestro país ya estaba en el Comité de Planes de Defensa, en el Comité de Planes Nucleares y en el Comité Militar que son vértices de la estructura militar, en los que Francia no participaba. Por
conveniente para los intereses nacionales que España permanezca en la Alianza Atlántica y acuerda que dicha permanencia se establezca en los siguientes términos: 1.º La participación de España en la Alianza Atlántica no incluirá su incorporación a la estructura militar integrada. 2.º Se mantendrá la prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares en el territorio español. 3.º Se procederá a la reducción progresiva de la presencia militar de los Estados Unidos en España. Pregunta: ¿Considera conveniente para España pertenecer a la Alianza Atlántica en los términos acordados por el Gobierno de la Nación?». 59 Aclaremos que, años después, a partir del 1 de enero de 1999, España pasó a formar parte de la estructura militar de la OTAN, principal órgano de defensa colectiva de todo el mundo, sin que hubiera un debate comparable al que se generó entre 1982 y 1986. Jaime Ojeda, embajador de España en la OTAN entre 1983 y 1990, es quien mejor ha explicado qué significaba lo de no integrarse en la estructura militar integrada J. Ojeda, «El modelo español de participación en la Alianza Atlántica», Política Exterior, núm. 9, invierno de 1989, págs. 58-90.
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lo que respecta a la desnuclearización, ya había sido decidida por el Congreso en 1981, cuando se autorizó la entrada en la OTAN. Intelectuales, artistas, políticos y un número importante de ciudadanos anónimos, se agruparon en defensa de la neutralidad española y en contra de la renovada posición de González y los socialistas en la cuestión OTAN. La derecha del arco parlamentario, algo descolocada, no llegó a encontrar una respuesta apropiada ante el cambio de cartas de los socialistas. Por ello, Alianza Popular, partido liderado entonces por Fraga Iribarne, optó en un error de cálculo y en clara contradicción con la tradicional postura atlantista de los conservadores, por solicitar la abstención en el referéndum. Un referéndum, una consulta popular se convierte para la derecha en un ejercicio de canibalismo político […] En la derecha el referéndum es un proyectil contra el gobierno del PSOE. La derecha va a votar en contra de lo que siente y de lo que cree con un único propósito, hacer daño60.
A pesar de que la convocatoria de la consulta desató la polémica tanto en el seno del PSOE como en el propio Gobierno, los miembros del Ejecutivo, los militantes del PSOE y, a juzgar por los resultados, gran parte de sus votantes terminaron respondiendo al liderazgo ejercido por González. Ni siquiera Fernández Ordóñez compartía la convocatoria de un referéndum para el tema OTAN, al que calificó de «incómodo»61. Quizás fue ésta la única discrepancia de peso con González durante los años que permaneció en Exteriores. La promesa electoral, a juicio del Ministro, constituía un traspaso de la responsabilidad desde el Gobierno a los ciudadanos y un riesgo innecesario. La posible salida de España de la Alianza Atlántica hubiese planteado, como poco, un grave problema de credibilidad de la política exterior española, «un problema muy serio desde el punto de vista de la posición exterior 60 61
F. Fernández Ordóñez (s.f ): Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.). Diario 16, 12 de enero de 1986.
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de España»62. De cualquier modo, la postura favorable al referéndum que mantuvo Ordóñez respondió también, en gran medida, a su compromiso electoral. No olvidemos que él y sus partidarios habían concurrido como independientes en las listas del PSOE, provenientes del PAD, y que por tanto estaban también obligados moralmente; el programa del PAD no ofrecía la convocatoria de ningún referéndum, pero el del PSOE sí. Como han recordado Yáñez-Barnuevo y Viñas, para ganar la apuesta se necesitaron nervios sólidos, una estrategia clara y una táctica adecuada, tanto hacia el exterior como hacia el interior63. En el resultado final de la consulta pesaron, en esencia, dos factores: la intensa labor de comunicación y persuasión de la opinión pública impulsada por Felipe González en el interior; y la magnífica labor realizada por Ordóñez en el exterior, tranquilizando a la mayoría de las cancillerías occidentales. El Ministro de Asuntos Exteriores mantuvo una actitud más pasiva en el interior, dado que todavía no contaba con una aceptación total entre el electorado socialista. Sus intervenciones en medios de comunicación, debates públicos y algunos mítines, constituyeron la principal actividad del Ministro durante los meses en que se desarrolló la campaña, aunque no las únicas. La propaganda gubernamental empleó la divisa «En interés de España», cuyo principal argumento era el vínculo comunitario, con el que se trató de apuntalar las tesis favorables a la Alianza en función del establecimiento de una relación directa con la pertenencia a la Comunidad Europea. El Gobierno había entendido —y ahora lo inculcaba— que era muy difícil ser un miembro activo, leal, eficaz de la Comunidad Económica Europea, si al tiempo no se estaba en la Alianza Atlántica64. Aparte de la continua presencia
62
La Vanguardia, 3 de febrero de 1986. J. A. Yáñez-Barnuevo y A. Viñas, «Diez años de política exterior del gobierno socialista (1982-1992)», en A. Guerra y J. F. Tezanos (eds.), La década del cambio: Diez años de gobierno socialista 1982-1992, Madrid, Editorial Sistema, 1992, pág. 116 y ss. 64 La Vanguardia, 3 de febrero de 1986. 63
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en los medios de comunicación, Ordóñez intervino en numerosas ocasiones en el Parlamento, tanto en pleno como en comisiones del Congreso y del Senado, para sostener la postura gubernamental65. No dudó en utilizar un tono pedagógico, en repetir detalles hasta la saciedad, pues se trataba de cuestiones difíciles de comprender incluso para Sus Señorías, como puede apreciarse en esta acalorada intervención: Le voy a explicar una vez más qué es lo que he dicho. La Alianza Atlántica es un lugar en el que se participa de distinta forma, según los países. Así resulta que Islandia, que está en la estructura de mandos —yo no estoy hablando de la estructura militar— no tiene ejército, lo cual es sorprendente. Y Francia, que en cambio no está en la estructura militar en los términos clásicos, sí tiene un ejército expedicionario de varios miles de personas (…) España está presente en el Comité de Planes; Francia no. España está presente en el Comité Militar; Francia no. España no participa en la infraestructura; Francia sí. España no participa en el presupuesto militar; Francia sí. España no tiene representantes ni enlaces en los mandos OTAN; Francia sí. España no tiene acuerdos operativos suscritos con los mandos militares de la OTAN; Francia sí. España no tiene ningún funcionario internacional en la OTAN; Francia muchos, incluido un secretario general adjunto. Como ve, el tema no se puede despachar con una simple media verónica66.
65
Contestación a una pregunta sobre el informe presentado por el diputado holandés Tom Frinking a la Asamblea de la OTAN, Congreso, 23 de octubre de 1985; Contestación a una pregunta sobre la permanencia de España en la OTAN, Congreso, 23 de octubre de 1985; Contestación a una pregunta sobre el memorándum presentado por el Gobierno en la Secretaría General de la OTAN, Congreso, 1 de octubre de 1986; Comparecencia ante la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso para informar sobre la política de su departamento, Comisión de Exteriores del Congreso, 14 de octubre de 1986. 66 Contestación a la pregunta del diputado Don Enrique González Vaello, del grupo parlamentario popular en el Congreso que formula al ministro de Asuntos Exteriores: ¿Cómo interpreta el señor ministro las relaciones con la OTAN de Francia e Islandia?, Congreso, 18 de septiembre de 1985. Tam-
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Ordóñez defendió la libertad del Gobierno y de su Presidente, en la proyección de una política exterior propia, al margen del resultado que se produjese en el referéndum. Así, en respuesta a una pregunta de Santiago Carrillo relativa al derecho del Jefe del Gobierno a dar garantías sobre la continuidad española en la OTAN, concretamente las que unos días antes había ofrecido al Canciller alemán Kohl, Fernández Ordóñez amparó la actuación del Presidente, a tenor de lo previsto en el artículo 97 de la Constitución Española y que concede al Gobierno la dirección de la política exterior67. Mientras desarrollaba esta intensa agenda en el interior, en los meses previos al referéndum, Ordóñez mantuvo frecuentes contactos con los Estados Unidos, con el resto de aliados occidentales y con el máximo representante de la OTAN68. Aquellos días constituyeron la ocasión precisa para renovar sus convicciones con el proyecto político de regeneración y europeización de España, que había patrocinado desde los comienzos de su actividad política. La permanencia en la Alianza Atlántica se presentó como una ocasión inmejorable para construir un país respetado, serio, moderno y justo; cualquier retirada hacia una supuesta y mal entendida neutralidad traería consigo el renacer de la tópica imagen de la España insólita, capaz de dar una espantada política para ir hacia no se sabe dónde. Vamos a tomar en nuestras manos enteras nuestra propia historia, la de ayer, la de hoy y la del mañana. Vamos a tener el valor moral de hacer lo que el mundo entero espera de nosotros. Es decir, vamos a decir «sí» a lo que estamos haciendo, a la esperanza que estamos levantando poco a poco, para que nuestros hijos vivan mejor, para que este sea un país moderbién en Ministerio de Asuntos Exteriores. (s.f ), Discursos y declaraciones… ob. cit., julio de 1985 a diciembre de 1985, pág. 37. 67 F. Fernández Ordóñez, Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, Año 1985, II Legislatura, núm. 241, págs. 10804-10805. 68 Francisco Fernández Ordóñez aseguraba ante el Congreso que en los últimos meses había mantenido cinco reuniones con el Secretario General de la Alianza Atlántica, Lord Carrington. Ibíd.
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no, civilizado, un país respetado y serio del que podamos estar orgullosos. Vamos a hacer lo que tenemos el deber de hacer. […] la tierra prometida es una tierra comprometida69.
Parecía que el día nunca iba a llegar pero, finalmente, el Presidente del Gobierno y el Ministro respiraron aliviados cuando se conoció la decisión del 59’42 por 100 de los electores que habían acudido a las urnas: 52’50 por 100 a favor, 39’85 por 100 en contra. La alta abstención (40’58%) y el significativo número de votos en blanco (6’54% en blanco y 1’11% nulos) que se produjeron el día de la votación descubrieron el conflicto interno que muchos votantes afrontaron entonces; militantes y electores socialistas, que tan sólo unos años antes habían abogado por la salida de España de la OTAN, no pudieron por más que sumarse a la abstención o al voto en blanco. De este modo, el triunfo de González se debió más al apoyo pasivo de muchos españoles, que al cambio entusiasta de opinión. La mayor parte de los que apoyaron la posición del gobierno, en su foro interno, siguieron siendo contrarios a la organización atlántica, pero no quisieron dejar al descubierto a Felipe González, quien poco después renovaría su mayoría absoluta en las urnas. Sea como fuere, la decisión de hacer el referéndum que tantos quebraderos de cabeza había creado a todos, permitió al PSOE cumplir escrupulosamente su compromiso electoral y sacar lecciones para el futuro sobre lo que, el propio González, calificó de error70. El error, quizá, fue haberlo puesto en el pro-
69
F. Fernández Ordóñez (s.f ): Carpeta «Mítines campaña OTAN» (Arch.
F.F.O). 70
Lo ha dicho repetidas veces y añade que fue el peor momento de su vida política. «De modo que lo considero un error: por el riesgo a que sometimos al país, por la presión psicológica que hicimos sobre los ciudadanos, transfiriéndoles una responsabilidad que era nuestra, y porque, a pesar de que fue un triunfo, lo fue gracias a la equivocación de la derecha y a la madurez de nuestro pueblo. Si la derecha se hubiera sumado al sí, habríamos durado mucho menos en el poder. A pesar de todo, perdimos veinte diputados en la
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grama electoral pero, una vez que se llevó a cabo y la población zanjó la cuestión, no hay nada que dé más autoridad a una decisión. Ya no se puede hablar más del tema, ya no hay lugar para el juego político porque es la sociedad la que, habiendo entendido las implicaciones de la pregunta o no, daba por terminado el debate. Con humor, el Presidente diría años más tarde que la pregunta que los españoles hubiesen querido oír de labios del Gobierno habría sido «si aceptaban que España perteneciera a la OTAN con su voto en contra». Tras el referéndum, el gobierno se encargó de definir las características básicas del modelo de la participación de España en la Alianza Atlántica. Cumpliendo lo previsto en el Decálogo de octubre de 1984, España quedó fuera de la estructura militar integrada, y se afirmó la no-nuclearización del territorio español junto a la reiteración de la solicitud de soberanía sobre Gibraltar y de la reducción progresiva de la presencia militar americana en territorio nacional. Sobre esta última cuestión, las conversaciones con los Estados Unidos se habían iniciado a los pocos meses de hacerse público el Decálogo de Seguridad por parte del Presidente del Gobierno. La Administración estadounidense pensó que si accedía a las pretensiones negociadoras de España, el ejecutivo hispano podría afrontar mejor la tarea de convencer a su opinión pública sobre las bondades de permanecer en la Alianza Atlántica. Precisamente, y tras dos encuentros entre los responsables de exteriores de ambos países, Fernández Ordóñez y George Shultz, el 10 de diciembre de 1985, los gobiernos de Estados Unidos y de España hicieron público un comunicado en el que manifestaron que habían acordado iniciar conversaciones a lo largo del primer semestre del año que comenzaba, con el objetivo de poder renovar el Convenio de Amistad, Defensa y Cooperación, y de ajustar la presencia militar nortesiguientes elecciones, pagamos un coste, y todavía lo hacemos hoy, en términos de reproche de una generación entera, que no quería ser consultada porque, sentimentalmente, no quería la OTAN». F. González y J. L. Cebrián, El futuro no es lo que era. Una conversación, Madrid, Aguilar, 2001, pág. 137.
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americana en España al nivel que se estimase necesario en la nueva situación71. En esta primera fase, al margen de las entrevistas Shultz y Ordóñez, tuvieron lugar otros encuentros al máximo nivel entre los presidentes González y Reagan, incluyendo una visita de éste último a Madrid. Pese a todo, las negociaciones no tomaron una dirección clara hasta el mes de julio de 1986, con la presentación de una propuesta concreta tras la ratificación de la presencia en la OTAN. El plan español, a decir de Ordóñez, era moderado, flexible, razonable y realista. Moderado, en tanto que solamente se solicitaba la reducción de parte de las Fuerzas norteamericanas. Flexible, porque no se establecían calendarios rígidos para dicha reducción. Razonable, puesto que se requería la salida de unidades que bien podían realizar sus misiones fuera de España, y realista dado que tenía en cuenta la posición española en el mundo y consideraba el mantenimiento de los niveles globales de seguridad72. En resumidas cuentas, con España integrada en la más importante organización defensiva occidental, no parecía lógica la pervivencia de unas relaciones desequilibradas y discriminatorias con los Estados Unidos73. El Gobierno, desde un principio, quiso y logró distinguir dos frentes en las negociaciones, íntimamente vinculados entre sí. Uno relativo a la reducción de la presencia militar estadounidense en suelo español, y otro relativo a la firma de un nuevo tratado de cooperación militar que tuviese presente la nueva condición de España como país aliado. Como se encargó de dejar claro el Ministro, el esquema de trabajo español partía de un presupuesto innegociable. Si no se conseguía un acuerdo de principio sobre la reducción de efectivos, España no firmaría un 71
Texto reproducido por Fernández Ordóñez en la Sesión Plenaria núm. 274 y recogida en el Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, año 1986, II Legislatura, núm. 274, pág. 12332. 72 Ibíd., pág. 3113. 73 F. Fernández Ordóñez, Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados (Comisión de Asuntos Exteriores), año 1986, III Legislatura, núm. 14, página 451.
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nuevo convenio con los estadounidenses. La verdadera intención española, la que se encargó de defender Fernández Ordóñez, fue siempre la de modificar, alterar, crear, producir un nuevo convenio, pero todo ello, después de una reducción de efectivos. Por parte española, el peso de la negociación lo soportaron el presidente Felipe González y el ministro Fernández Ordóñez, aunque también tuvieron una participación significativa otros miembros del Gobierno y de la Administración, como los diplomáticos Máximo Cajal o Juan Antonio Yáñez-Barnuevo. Del lado norteamericano intervinieron, con mayor o menor presencia, el presidente Ronald Reagan, el secretario de Estado George Shultz, el secretario de Defensa Weinberger, y el embajador en España, Reginald Bartholomew74. Como jefe de la diplomacia española, Fernández Ordóñez fue una persona clave en todo el proceso. Felipe González ha recordado que con él al frente estaba totalmente tranquilo, en la certeza de que no debía de preocuparse. Al Presidente siempre le sorprendió que Ordóñez pudiese trabajar casi de oído, sin precisar de extensos informes y documentos. Todo ello, a su juicio, se debía a la gran formación que tenía su ministro, a sus muchísimos conocimientos y a la información que él captaba de todas partes, «hasta del aire»75. Desde un principio, fijó los objetivos y las pautas a seguir en la negociación. En cuanto a los primeros, Ordóñez mencionó, concretamente, tres. En primer lugar, establecer una relación más igualitaria con los Estados Unidos. En segundo término, potenciar más las autorizaciones de uso que las instalaciones militares autónomas y, por último, lograr una reducción sustancial en personas, instalaciones, misiones y equipos76. En referen74
Años más tarde, Fernández Ordóñez se referirá a Bartholomew como «embajador político» y le atribuirá la condición de hombre inteligente y buen negociador; Cambio 16, 29 de enero de 1990. 75 J. Navarro, 1982-1996. Entre Felipe… ob. cit., 1996, pág. 204. 76 Para conocer con más detalle los objetivos fijados por parte española, véase la intervención de Francisco Fernández Ordóñez el día 21 de abril de 1987, en la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados.
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cia a las pautas a seguir, dejó claro que la reducción habría de observar concretamente tres. Por un lado, la limitación tendría que ser pactada, no de forma unilateral, sino acordada desde unas bases de amistad lejos de cualquier conato de antiamericanismo primario. Por otro, la reducción habría de ser gradual para no dar lugar a disfunciones y, por último, la seguridad nacional de España debía quedar suficientemente salvaguardada. A partir de estos criterios previos a la negociación, González y Ordóñez diseñaron una estrategia conjunta que pasaba por mostrarse inflexibles con respecto a la posición inicial: esto es lo que queremos y esto es lo que vamos a hacer. En esta línea de dureza, que probablemente a Morán le hubiera costado menos que a Ordóñez77, planteó a los negociadores norteamericanos la posibilidad de denunciar el Convenio existente, si no se conseguía lograr un acuerdo sobre reducción de efectivos antes del otoño de 1987. No era la primera vez que Ordóñez hacía pública la determinación del Presidente en cuanto al logro de sus objetivos. En octubre de 1986, cuando las negociaciones no habían hecho más que dar sus primeros pasos, el jefe de la diplomacia española había afirmado en la Comisión de Asuntos Exteriores que sería ese Gobierno, del que él formaba parte, quien culminaría las negociaciones que tenían un límite de tiempo natural, y que ese tiempo no se podría prolongar más F. Fernández Ordóñez, Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados (Comisión de Asuntos Exteriores), año 1987, III Legislatura, año 1987, núm. 114, pág. 4369 y ss. 77 Morán hacía mucho hincapié en el margen de autonomía respecto a Estados Unidos y, aunque en Ordóñez, este rasgo no fuera tan natural hay que decir que llevó perfectamente la negociación en los términos rotundos que el Presidente le requirió. Entrevista a Juan Antonio Yáñez-Barnuevo, 11 de julio de 2003 donde añade «yo he estado delante con él en una reunión muy dura y muy difícil con el secretario de Estado norteamericano en Nueva York porque no acababan de creerse que fuéramos de verdad en serio. Y Fernández Ordóñez tuvo que decirles muy claramente «Miren ustedes, es verdad que vamos en serio, créanselo, tengo instrucciones muy claras del presidente del gobierno, y no hay más que hablar. Luego nos pondremos de acuerdo en los detalles pero el ala de combate en Torrejón no va a poder seguir»».
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allá de la primavera de 198878. Así las cosas, la tensión alcanzó su punto más álgido tras la entrevista que en diciembre de 1986 mantuvieron los dos responsables de exteriores, y más aún, después de la visita a Madrid del secretario de Defensa norteamericano, Weinberger. Los Estados Unidos lejos de aceptar las condiciones presentadas por España, porfiaron, durante largo tiempo, en la negativa de retirar el Ala Táctica 401 de la base aérea de Torrejón, el más peliagudo objetivo de la reducción propuesta por el Gobierno español. Los negociadores norteamericanos insistieron, una vez tras otra, en la supuesta incapacidad española para cubrir ciertas misiones militares que ellos juzgaban imprescindibles para la seguridad occidental. En un intento por reconducir la negociación, a principios de 1987, la delegación norteamericana presentó una contrapropuesta con la que pretendió lograr un acuerdo definitivo. En opinión de Fernández Ordóñez, aceptar el contenido de aquélla, hubiese significado consentir una mera reducción cosmética de los efectivos, así como un redespliegue que permitiría unas autorizaciones de uso claramente favorables a los intereses de los Estados Unidos. Ante la inaceptabilidad de la propuesta norteamericana, cumpliendo la advertencia hecha por el ministro de Asuntos Exteriores, el 10 de noviembre de 1987, el Gobierno español decidió hacer pública su intención de no renovar el convenio bilateral con los Estados Unidos cuando éste expirase79. Era una manera de forzar un acuerdo de mínimos que abriera paso a un nuevo convenio entre ambos países, cuando ya se habían completado siete rondas negociadoras sin que hubiese podido alcan78
F. Fernández Ordóñez, Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados (Comisión de Asuntos Exteriores), año 1987, III Legislatura, año 1987, núm. 114, pág. 4369 y sigs. 79 La comunicación formal de «no-renovación» del Convenio tomó forma en una nota de dieciséis líneas que el director general para América del Norte, Eudaldo Miralpeix, entregó al encargado de negocios de la embajada de Estados Unidos en Madrid, Adrián Basora. Véase L. I. López, Adiós, Mr. Reagan, Barcelona, Serie Reporter, Ediciones B, Grupo Zeta, 1988, pág. 205.
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zarse un consenso sobre un futuro acuerdo ni sobre la solicitada reducción de efectivos militares. En consecuencia, y vista la dureza de los negociadores españoles, los estadounidenses terminaron por aceptar la reducción de efectivos propuesta por España, mientras que desde el ejecutivo español y en contrapartida, se decidió permitir el uso de la base de Torrejón en casos de crisis, así como mantener la presencia norteamericana en la estratégica base de Rota. El acuerdo de principios permitió la negociación de un nuevo convenio defensivo. Mediante una Declaración conjunta hecha pública el día 15 de enero de 1988, ambos gobiernos dejaron claro, por un lado, que la utilización por Estados Unidos de instalaciones de apoyo en España y de las autorizaciones de uso en el territorio, mar y espacio aéreo españoles continuaría, sobre todo en casos de guerra y en refuerzo de la OTAN. Establecieron, a la vez, que el nuevo acuerdo estaría vigente durante ocho años, pudiéndose prorrogar por sucesivos períodos anuales, y que los Estados Unidos procederían a la retirada del Ala Táctica de Combate 401 en un período de tres años a contar desde la fecha de entrada en vigor del nuevo acuerdo. En el texto, se estableció que en el futuro convenio se suprimirían todas las referencias relativas a compromisos de las partes sobre asistencia militar o económica en forma de donaciones o créditos, y, lo que fue más significativo, se vinculó la posible colaboración en materia educativa, cultural, científica y tecnológica, al nuevo marco equitativo de las relaciones entre dos países soberanos. Superado el requisito previo de la reducción de efectivos y de la reconsideración global de las relaciones, las negociaciones para la renovación de los acuerdos continuaron hasta que el 1 de diciembre de 1988, España y los Estados Unidos firmaron el Convenio de Cooperación para la Defensa80. Entre los rasgos
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Sobre los contenidos del Convenio entre España y los Estados Unidos, véase: España, Convenio entre el Reino de España y los Estados Unidos de América sobre cooperación para la defensa y Convenio entre los Estados partes del Tratado del Atlántico Norte relativo al Estatuto de sus fuerzas, Madrid, Ministerio
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generales del nuevo convenio destacaron una marcada naturaleza defensiva, y el establecimiento pormenorizado de un nuevo marco jurídico a través del cual España pasaba a ejercer un mayor control en la gestión de las bases militares y en el estatuto de las fuerzas norteamericanas81. Desde la perspectiva estrictamente formal, el Convenio acabó con lo que hasta ese momento había sido una práctica habitual, la división de materias en convenios complementarios, anejos, y apéndices, optando por un modelo de texto único y sencillo, dividido en capítulos con ocho anejos. En definitiva, el texto logró que España fuese considerada de igual forma a como lo eran otros países de su entorno político, esto es, que fuese tenida en cuenta como un aliado más. Con la firma y con la posterior ratificación en el Congreso de los Diputados, se cerraron casi tres años de arduas negociaciones entre los dos gobiernos, en los que España, a decir de Fernández Ordóñez, se comportó leal, seria y constructivamente. La nueva relación entre los dos países se desarrollaría a partir de entonces de forma más equilibrada, sin subordinaciones, con independencia de las evidentes asimetrías que todavía seguirían existiendo82. Se trató de una profunda reorganización de la presencia militar estadounidense que coincidía con los últimos coletazos de la guerra fría y era también el símbolo de independencia y autonomía de la política exterior española83. Tal fue el calado de la misma que el prestigioso diario The New York Times dijo que el convenio resultó ser la mayor concesión hecha por EEUU desde la época de De Gaulle84.
de Asuntos Exteriores, 1989. Véase Intervención de Francisco Fernández Ordóñez recogida en el Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, año 1989, III Legislatura, núm. 176, págs. 10235-10249. 81 J. A. Yáñez-Barnuevo y A. Viñas, «Diez años de política exterior del gobierno socialista (1982-1992)», ob. cit. pág. 116 y ss. 82 M. Cajal, «Historia de una negociación», Anuario El País 1989, Ediciones El País, Madrid, pág. 106. 83 C. Alonso Zaldívar y M. Castells, España fin de siglo, Madrid, Alianza, 1992, págs. 209-213. 84 Referencia recogida en La Vanguardia, 9 de octubre de 1988.
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Más allá del positivo resultado final, el proceso negociador constituyó un ejemplo de transparencia comunicativa dentro de los márgenes que la política internacional permite. Durante los tres años referidos, Francisco Fernández Ordóñez compareció en múltiples ocasiones ante el Congreso de los Diputados, tanto en el Pleno como en la Comisión85, para dar cuenta de los pasos y de los logros que se iban produciendo. Con España incorporada definitivamente en la OTAN, y fijadas unas nuevas bases en las relaciones con los Estados Unidos, tan sólo quedaba ya, para completar la nueva disposición española en la política de seguridad y defensa, abordar la incorporación al sistema europeo en la materia. En este sentido, el día 29 de marzo de 1988, Francisco Fernández Ordóñez remitió una carta a la presidencia de turno de la Unión Europea Occidental (UEO) manifestándole la disposición española para asumir sin reserva lo establecido en los textos de la Organización. Pues bien, aunque las negociaciones con el Comité Ejecutivo de la UEO no se iniciaron hasta dos meses después (en mayo de 1988), y la invitación formal tan sólo se produjo hasta el 18 de abril, fue el 21 de octubre de 1988 cuando el Ministro español hizo pública la intención del Gobierno de incorporarse cuanto antes a esta estructura de seguridad europea. Para Ordóñez, la Unión Europea Occidental constituía un instrumento útil y complementario del Acta Única en el camino de la progresiva integración europea. A su entender, España estaba en
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Sesión de la Comisión de Asuntos Exteriores celebrada el martes, 21 de abril de 1987; Sesión de la Comisión de Asuntos Exteriores celebrada el martes, 8 de marzo de 1988; Sesión de la Comisión de Asuntos Exteriores celebrada el viernes, 21 de octubre de 1988 y, en último lugar, Sesión del Pleno celebrada el jueves, 9 de marzo de 1989. Respecto al Senado, compareció en la Comisión de Exteriores del Senado el 10 de noviembre de 1987 y el 26 de febrero de 1988. Véase Ministerio de Asuntos Exteriores (s.f ), Discursos y Declaraciones del Ministro de Asuntos Exteriores D. Francisco Fernández Ordóñez, 1987, 1988 y 1989, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, Oficina de Información Diplomática. Sobre el nivel de información ofrecido en todo el proceso negociador, véase La Vanguardia, 9 de octubre de 1988.
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disposición de asumir sin problemas el Tratado de Bruselas86, la Declaración de Roma y la Plataforma de la Haya; y, al mismo tiempo, protagonizar toda la política en materia de reducción de armamento convencional respecto a la Unión Soviética en el ámbito nuclear y en el de los acuerdos de coordinación. Meses más tarde, el 14 de noviembre de 1988, y tras un total de cinco rondas negociadoras (celebradas todas ellas en Londres los días 26 de mayo, 21 de junio, 6 de julio, 26 de septiembre y 11 de octubre), España se convirtió en miembro de la recién remodelada UEO87. Una prioridad llamada Europa El punto en el que Ordóñez encuentra la Comunidad Europea a su llegada al Ministerio es el derivado del Consejo Europeo de Milán; en aquella reunión de los días 18 y 29 de junio de 1985, se decidió poner en práctica la propuesta del «Comité Dooge» y constituir una Conferencia Intergubernamental para la reforma de los tratados fundacionales y el comienzo del proceso que desembocase en la creación de un mercado interior para el año 1992. España acudió a ese primer consejo como observadora, con Morán como titular de Exteriores. Ordóñez, bajo la presidencia luxemburguesa que se abrió en julio de ese mismo año, coincidiendo con su nombramiento, continuaría esta labor de la ya conocida «Conferencia de Luxemburgo» que elaboró el Acta Única Europea (AUE), firmada en febrero de 1986 y que entraría en vigor el 1 de julio de 1987. Sin embargo, a pesar de ese estatus de país observador, la Comunidad se reservó el derecho de poder tratar ciertos asuntos «a Diez», sin España ni Portugal, especialmente si la discusión se centraba en estos países, hasta la plena integración el 1 86
Texto constitutivo de la UEO. La UEO se remodeló en la Plataforma de la Haya de 1987 para declararse, expresamente, como una institución inserta en el proceso de integración europea, el 27 de abril de 1989. 87
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de enero de 1986. En aquellos seis largos meses, los dos nuevos candidatos estuvieron recibiendo incontables volúmenes de documentación que las delegaciones tenían que revisar, completar y llevar a sus respectivos gobiernos. Con semejante método de trabajo y, con la manida coletilla de que procedía «de Bruselas», se hace arduo argumentar que España tuviera alternativas, completamente diferentes, para llevar a cabo determinadas cuestiones políticas. A partir de entonces el gobierno español también podía jugar, como el resto de países miembros, a manejar «Bruselas» según convenía a sus expectativas políticas o a exponer lo que «allí» había pasado con una capacidad de convicción digna de estudios sociológico-políticos. Asumir el acervo comunitario implicó la aceptación de compromisos adquiridos por la Comunidad con terceros estados en todos los sentidos: política comercial, sistema de preferencias garantizadas, ayuda al desarrollo, etc. En el terreno comercial o económico fueron más evidentes que en el terreno político, pues el órgano que se encargaba de estas cuestiones, la llamada Cooperación Política Europea (CPE) era un mero instrumento de discusión, intergubernamental, lo que significaba que sus decisiones no implicaban obligatoriedad, como sí ocurría con las cuestiones económicas insertas en el entramado supranacional al que se someten los estados miembros de pleno derecho. A lo largo de diciembre de 1985, tanto en el Consejo Europeo de Luxemburgo, como en el Consejo de Política exterior en el seno de la CPE, se dotó a este foro de mayor protagonismo y bases legales de manera que poco a poco se fuera convirtiendo en la voz de la política exterior europea. En sus reuniones España colaboraba con opiniones centradas en sus tres áreas de preocupación internacional, aparte de la propia Europa: Latinoamérica, Magreb y Mediterráneo88.
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Para abundar en las influencias entre la política exterior española y la CEE véase P. Benavides Orgaz, «Política Exterior española y Cooperación Política Europea» Noticias/CEE, núm. 75, 1991; y D. Rubio García, «La política exterior española y la Comunidad Europea/Unión Europea» en R. Cal-
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Los representantes españoles fueron imbuyéndose de todas estas novedades y, de la misma manera, Ordóñez fue metiéndose en esa espiral de jornadas agotadoras, reuniones maratonianas, tanto en Bruselas como en Luxemburgo, y posteriores trabajos de estudio y preparación de dossieres. Además, tampoco había que descuidar las informaciones para parlamentarios españoles y por eso, el 9 de abril de 1986, el Ministro compareció ante la Comisión Mixta para las Comunidades Europeas con el objeto de exponer públicamente las líneas que habían inspirado en los meses anteriores —y que inspirarían en adelante— la política del Gobierno español, además de su propia actuación como responsable de Exteriores del Ejecutivo en el seno de las Comunidades Europeas89. En la comparecencia recordó que, desde el 12 de junio de 1985, momento de la firma del Tratado de adhesión, hasta el 1 de enero de 1986, fecha del ingreso efectivo en la Comunidad Europea, el Gobierno y él mismo —como ministro de Asuntos Exteriores— habían desplegado sus esfuerzos en una dirección doble. Primeramente organizativa y, después, de normalización de la presencia española en el seno de la Comunidad. Durante los meses transcurridos entre ambas fechas, el Ejecutivo español acometió cuatro tareas diferentes. En primer lugar, diseñó un nuevo esquema organizativo jurídico e institucional (del que nos hemos ocupado con más detalle al tratar de la reforma de la estructura del Ministerio de Asuntos Exteriores), para hacer posible el desarrollo normalizado de la participación española en el nuevo marco jurídico, político y económico que traía consigo la integración. Por otro lado, persiguió la ratificación definitiva del Tratado por parte de la totalidad de los Estados miembros de la Comunidad, tarea que en algunos casos —como el
duch (coord.)., La política exterior española en el siglo XX, Madrid, Ediciones de las Ciencias Sociales, 1994, págs. 201-219. 89 Véase F. Fernández Ordóñez, Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados (Comisión Mixta para las Comunidades Europeas), año 1986, II Legislatura, núm. 90.
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francés— resultó ser más complicada de lo normal, obligando a Ordóñez a viajar en más de treinta ocasiones a diversas capitales de países comunitarios. En tercer lugar, atendió a la singularidad de la organización territorial española prevista en el Título VIII de la Constitución de 1978, de tal forma que se pudiera compatibilizar el respeto de las autonomías con el legítimo papel del Estado90. Finalmente, desarrolló un esquema informativo adecuado a los sectores y a las instituciones de carácter económico y social que les habilitara para una rápida adaptación al marco comunitario. En cuanto a la segunda gran tarea afrontada, la normalización del papel de España en la vida de la Comunidad, destacó Ordóñez que para ello se habían atendido tres tipos de cuestiones; la primera, relativa a la ejecución del Tratado de adhesión en su aspecto normativo, en segundo lugar, las referentes a la ordenación funcional e institucional y, en último término, todas las concernientes a la aportación española al diseño del futuro de la Comunidad. La integración del Derecho comunitario en la normativa española fue una de las más arduas y complicadas tareas emprendidas91. Para lograrla, el Gobierno tuvo que aprobar una
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Ibíd. pág. 4. En este diario puede verse que, sobre el particular, Francisco Fernández Ordóñez estableció cinco criterios a seguir: 1) El Estado español tenía que ser considerado como único responsable del cumplimiento del Tratado y de las obligaciones impuestas por el ordenamiento comunitario en su conjunto. 2) El ordenamiento autonómico español debería ser respetado sin que pudieran verse alterados los principios por el bloque constitucional. 3) La integración en las Comunidades europeas afectaba tanto a las competencias del Estado como a las de las Comunidades Autónomas. 4) Las normas y las directrices comunitarias deberían ejecutarse por el Estado o por las Comunidades Autónomas en el marco de sus respectivas competencias. 5) La necesidad de compatibilizar el interés general con los intereses de las Comunidades Autónomas en aquellas materias en las que estas últimas fuesen competentes. De conformidad con estos criterios, con el patrocinio de Ordóñez, el Gobierno impulsó un proyecto de ley sobre colaboración eficaz entre el Estado y las Comunidades Autónomas. 91 Para conocer las medidas técnicas adoptadas por el Gobierno con relación a la incorporación de España a las Comunidades Europeas, véase Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, 2 de octubre de 1985.
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disposición92 que permitió la adaptación necesaria de acuerdo con el uso de la técnica de la delegación legislativa prevista en la Constitución de 197893. En materia de adaptación de las instituciones del Tratado de Adhesión (adaptación funcional-institucional), durante estos meses, España afrontó el nombramiento de más de mil doscientas personas destinadas en los distintos puestos que le correspondían dentro de las instituciones comunitarias. Las designaciones más destacadas fueron las de dos comisarios europeos, un juez para el Tribunal de Cuentas, un vicepresidente para el Banco Europeo de Inversiones, así como los 21 miembros —más suplentes— para el Comité Económico y Social y 60 diputados en el Parlamento Europeo. Además, en los cinco meses previos a la definitiva incorporación a la Comunidad Europea, España participó como país observador tanto en el Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores como en el Comité de Representantes Permanentes. En último término, España tuvo una presencia y una destacada participación en la Conferencia intergubernamental encargada de modificar el Tratado de Roma y que, más tarde, dio lugar al acuerdo y firma del Acta Única. Aquellos primeros meses de mandato de Francisco Fernández Ordóñez coincidieron con una recuperación del aliento europeo, de tal forma que por vez primera desde que se firmara el Tratado de Roma, los países miembros de la Comunidad decidieron avanzar en la integración europea mediante la modificación de dicho tratado. En Europa, tan sólo unos años antes, se respiraba una atmósfera de epílogo; era entonces un proyecto que se había llegado a creer por muchos, «blindado» o incluso «concluido»94. España, en este renovado espíritu europeo, 92
Ley 27 de diciembre de 1985. A principios de 1990, de 1125 directivas aprobadas por la Comunidad desde sus inicios, España había transpuesto 882 mediante 1.642 normas internas. No obstante, todavía entonces quedaban unas 243 normas comunitarias. Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados, 24 de enero de 1990. 94 F. Fernández Ordóñez, Diario de sesiones del Congreso de los Diputados, año 1996, III Legislatura, núm. 9, pág. 279. 93
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lejos de significar una rémora para el porvenir de Europa —como algunos países reacios a la incorporación de los estados ibéricos habían vaticinado— fue un incentivo al proceso. La aportación española a este Acta Única (el fortalecimiento de la cooperación social y económica como contrapunto del mercado interior; el fortalecimiento institucional de la Comunidad y la visión del Mercado Único como instrumento y no como un fin, hacia una integración política mayor) se convertiría en uno de los ejes de la construcción europea y en una de las constantes de la posición comunitaria española95. A partir de entonces, España permanecería siempre a la cabeza de los estados más influyentes en el proceso de construcción europea, «entre quienes [forman] el tren en cada estación de entrada o de salida»96. Una vez estampada la firma de Ordóñez en el Acta Única como plenipotenciario del Reino de España el día 17 de febrero de 1986, el Ministro, junto con el secretario de Estado para las Comunidades Europeas, Pedro Solbes, se volcó en conseguir que todos los extremos del contenido del Tratado, especialmente los relativos a recursos propios y cohesión económica y social, tuviesen una traducción específica en las políticas de la Comunidad de los doce97. En lo personal, a partir de entonces, la figura política de Francisco Fernández Ordóñez comenzaría a ser asidua en las instituciones comunitarias y su aportación, como tendremos ocasión de ver, decisiva en el proceso de construcción europea. Al calor del reencuentro con Europa, durante todo este tiempo, se profundizaron las relaciones bilaterales con los países de la Comunidad98, en especial con Francia y con Alemania. Superados los recelos de los primeros años de gobiernos socia-
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España participó en calidad de observadora en los trabajos de la Conferencia de Luxemburgo encargada de elaborar el Acta Única Europea. 96 J. A. Yáñez-Barnuevo y A. Víñas, ob. cit,. pág. 111. 97 Ibíd. 98 Las cumbres bilaterales con Portugal, Italia, Gran Bretaña, Alemania y Francia dan buena prueba de ello.
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listas, con Francia fue curiosamente a partir de 1986, tras la victoria en las legislativas del derechista Jacques Chirac, cuando la cooperación entre ambos países se estrechó; sobre todo en materia antiterrorista. Las acciones de ETA en territorio galo ayudaron al cambio de actitud de los franceses. En julio de ese año, los homólogos español y francés, Bernard Raimond y Fernández Ordóñez, tuvieron varios encuentros en París y en Madrid que, entre otras consecuencias beneficiaron la entrega a España de dirigentes etarras encarcelados en Francia. La confirmación de la nueva etapa de encuentro tuvo lugar con la celebración en 1987 y 1988 de dos cumbres hispano-francesas en Madrid y París, respectivamente99. Por lo que respecta a Alemania, el 7 de abril de 1986, Francisco Fernández Ordóñez viajó a la República Democrática Alemana (RDA) para mantener un encuentro con los dirigentes comunistas. Era el primer mandatario español de su nivel que lo hacía. Mientras, con la Alemania Federal, las relaciones alcanzaron un alto grado de proximidad y entendimiento gracias a la empatía entre Felipe González y Helmut Kohl, lo que dio lugar a una cierta periodicidad en las cumbres entre ambos países y, llegado el momento, a un inquebrantable apoyo al proceso de reunificación de las dos alemanias. Con el Reino Unido, el tercer país en importancia dentro de la Comunidad, las relaciones estuvieron marcadas por la cuestión de Gibraltar. El 13 de junio de 1985, siendo Morán el responsable de Exteriores, y sólo un día después de la firma del protocolo de adhesión a la CEE, se había producido un canje de notas entre España y Gran Bretaña en el que se dejó muy claro que la adhesión a la Comunidad no implicaba variación alguna en los planteamientos británicos hacia su colonia, ni tampoco afectaba al proceso negociador que se había abierto en Bruselas el 27 de noviembre de 1984100. Para Ordóñez esta cuestión,
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Detalles sobre estas negociaciones y sobre la posición de Francia se pueden encontrar en F. González y J. L. Cebrián, ob. cit., 2001, págs. 142-143. 100 La primera decisión sobre la materia que en su día tomó Fernando Morán fue la apertura de la anacrónica alambrada de Gibraltar, levantada por
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constituía el asunto más difícil de la política exterior española101. En enero de 1987, Fernández Ordóñez mantuvo entrevistas con la premier británica Margaret Thatcher y con su homólogo en exteriores, Geoffrey Howe, sin conseguir más avances que los relativos al compromiso de continuar con los encuentros bilaterales. Casi un año después, el 2 de diciembre de 1987 se produjo en Londres una nueva entrevista entre los responsables de la política exterior español y británico, en la que, esta vez sí, se llegó a un acuerdo de principio sobre la utilización conjunta del aeropuerto de Gibraltar, con una cláusula de reserva sobre la soberanía. Básicamente, la posición defendida primero por Morán y luego por Ordóñez, buscaba encontrar una solución en base a la resolución de Naciones Unidas; mientras que la británica se sustanciaba en que dicha solución se produjese, llegado el caso, atendiendo a los derechos de los gibraltareños. Los viajes de los Reyes de España al Reino Unido en abril de 1985 y las de los príncipes de Gales y de la reina Isabel II a España en 1988, sirvieron para fortalecer los lazos entre los dos países, pese a no cerrarse el conflicto de la Roca102. Mediterráneo: el Magreb y el conflicto árabe-israelí Pensaba Ordóñez, recogiendo la opinión de Braudel, que el Mediterráneo era mil cosas a la vez, no un paisaje sino innumerables paisajes, no un mar sino una sucesión de mares, no una decisión de Fernando María Castiella. Alegando razones humanitarias y sin esperar respuesta británica, a partir de aquel 15 de diciembre de 1982, se fomentó el acercamiento entre españoles y gibraltareños. 101 Ya, 28 de diciembre de 1986. 102 Entre los día 22 y 24 de abril tuvo lugar la visita de los Reyes de España a la reina Isabel II, era la primera vez que se veían después de una polémica estancia de los príncipes de Gales en Gibraltar. Posteriormente, entre el 21 y 22 de abril de 1988, los príncipes de Gales, Carlos y Diana visitaron por primera vez España y, más tarde, fue la Reina Isabel II de Inglaterra la que visitó nuestro país en visita oficial. Mas datos y álbumes de fotos oficiales de todos los viajes se conservan en el Archivo FFO.
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civilización sino civilizaciones amontonadas unas sobre otras. Pero sobre todo, pensaba que el Mediterráneo era, fundamentalmente, «mil problemas a la vez»: desde el exceso de armamento, hasta cuestiones ecológicas, desde la radicalización de ciertos valores, el fanatismo, la intolerancia, la xenofobia, el racismo, el fundamentalismo hasta los problemas políticos religiosos, étnicos, históricos, de fronteras, desde el déficit democrático y de derechos humanos en ciertas partes de la región hasta las diferencias económicas y la demografía galopante generadora de migraciones incontenibles. En definitiva, el Mediterráneo constituía una de las zonas más controvertidas y problemáticas de la agenda internacional103, a la que España debía de atender en especial, dada su condición miscelánea de país europeo y de país mediterráneo. Siguiendo esta lógica, el ministro Ordóñez entendió que la política hacia el Mediterráneo debía de ser, por un lado, general en cuanto a los problemas y los países participantes, englobando no sólo la cuenca mediterránea en sentido estricto, sino toda la región afectada por la dinámica geopolítica de la zona, incluyendo el problema de Oriente Medio. Por otro lado, debía ser gradual en lo referente al método de actuación empleado, y, en último término, progresiva en lo tocante a su desarrollo. Con respecto al Magreb104, aunque Morán conociese bien ese terreno, la política española había carecido tanto de una visión histórica, como de una idea nítida sobre los intereses hispanos en la zona y de unas líneas coherentes de acción105. Hasta el final de la dictadura, e incluso después con los gobiernos de centro, la política española había seguido una estrategia de «equilibrio» en relación con los dos países hegemónicos en el Magreb: Marruecos y Argelia. Se trataba de compensar alternativamente a uno y otro estado con la esperanza de mantenerse 103
F. Fernández Ordóñez, «Problemas del Mediterráneo», en La Vanguardia, 6 de diciembre de 1990. 104 Esta zona la integran cinco países: Argelia, Marruecos, Túnez, Libia y Mauritania. 105 Véase F. Morán, España… ob. cit., 1990.
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al margen de sus disputas internas y aprovecharse de ellas en beneficio de los particulares intereses españoles. La cuestión del Sáhara Occidental y la unilateral postura adoptada por Marruecos mediante la organización de la conocida como «Marcha Verde»106, puso en crisis este modelo estratégico que, no obstante, no se modificaría hasta mucho después. Con la llegada de los socialistas al poder, primero Morán y después Ordóñez, optaron por una política de cooperación global, frente a la política de equilibrio que había caracterizado la acción exterior hasta ese momento. El nuevo enfoque estratégico pretendió, en primer lugar, fomentar unas buenas relaciones simultáneamente con la mayor parte de los estados del Magreb que evitase la política de gestos alternativos, en concreto la que se había producido hasta ese momento en el caso de Marruecos y Argelia. Pese a los desencuentros provocados por las cuotas pesqueras y por las cuestiones de Ceuta, Melilla, y del Sáhara, durante la segunda mitad de los años 80, las relaciones entre Maruecos y España mejoraron ostensiblemente. Como consecuencia, algún tiempo después ambos países firmarían el Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación. Respecto a Argelia, España intentó, igualmente, fomentar unas relaciones de amistad, sin tener en cuenta el enfrentamiento que este país mantenía con Marruecos a resultas del Sáhara107. Con Libia, por el contrario, las relaciones empeoraron al tiempo que este país endurecía su política hacia la comunidad internacional; a comienzos de 1988 la situación llegó al máximo nivel de tensión con la expulsión de dos funcionarios de la representación diplomática libia y más tarde con la expulsión de ese país de cuarenta y un trabajadores españoles. Por otro lado, desde el Ministerio de Exteriores se inten-
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Cuando la dictadura del general Franco tocaba a su fin, Hassan II, rey de Marruecos, movilizó a unos 350.000 marroquíes que cruzaron y ocuparon Sáhara Occidental, último reducto colonial español; a este avance se le bautizó como «La marcha verde». 107 En el período 1985-1989, Fernández Ordóñez visitó tres veces Marruecos, dos Argelia, una Mauritania y cuatro Túnez.
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tó propiciar la unión político-económica de los estados magrebíes como instrumento idóneo para su desarrollo y, en tercer y último lugar, establecer un entramado de relaciones con la finalidad de crear un colchón mutuo de intereses que sirviese para evitar o reducir las vicisitudes eventuales que pudieran ir surgiendo108. A esta nueva estrategia le acompañó el uso de un instrumento igualmente novedoso en relación con el Magreb: el empleo de la cooperación para el desarrollo como instrumento diplomático ilustrado, y el abandono de la respuesta militar como única fórmula de resguardarse de la tradicional amenaza del sur. Para Ordóñez, la progresiva desaparición de los desequilibrios económicos y sociales existentes entre las dos orillas del Mediterráneo debía constituir una de las prioridades de la actuación política tanto española como europea en su conjunto. Tan sólo así, pensaba, sería posible el surgimiento y consolidación de un espacio estable y seguro para todos109. En relación al conflicto árabe israelí, la posición de España siempre fue clara en apoyo de las legítimas reivindicaciones y derechos de los palestinos, sumándose de esta manera a la política de las Naciones Unidas en la materia. No obstante, esto no impidió que desde el triunfo de los socialistas, el establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel constituyera uno de los objetivos prioritarios. Fernando Morán, en su momento, ya había señalado como la situación era una «anomalía histórica» que necesariamente había de corregirse. No obstante, quiso evitar la precipitación, esperando que el paso definitivo hacia la normalidad tuviera alguna contrapartida, no tanto en relación a España como en dirección a los palestinos, es decir que hubiera algún gesto por parte de Israel hacia los palestinos que facilitara el proceso de paz110. 108
F. Fernández Ordóñez, «Magreb, la frontera sur», en Anuario de los temas 1991, Barcelona, Difusora internacional, pág. 196. 109 F. Fernández Ordóñez, «Intervención en la reunión sobre la región del Mediterráneo de la CSCE», Palma de Mallorca, 24 de septiembre de 1990. 110 «(…) llegó un momento en que era muy difícil mantener las condi-
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Esta loable condición, algo voluntarista, pronto se matizó por decisión tanto de la Presidencia del Gobierno, como de una parte significativa de los miembros de Exteriores y del propio jefe de la diplomacia española. Así mismo, en todo el proceso negociador, no hay que olvidar otros actores como la participación de la Casa Real, ya que Don Juan Carlos tenía una especial habilidad para entenderse con los principales dirigentes árabes. Por otro lado, la corrección de aquella «anomalía histórica» también fue beneficiada cuando se eligió a Simón Peres como primer ministro y mediante las gestiones del hábil embajador israelí en España Samuel Hadas. A partir de entonces, cualquier paso que se diese había que enmarcarlo, sobre todo, en el proceso de normalización de la presencia española en el concierto internacional y en el deseo de convertirse en un actor más influyente en el impulso de la paz en Oriente Medio. En este sentido, Francisco Fernández Ordóñez a su llegada al Ministerio consolidó, en la práctica, la nueva estrategia socialista formulada con anterioridad111. Los términos exactos de la negociación para el reconocimiento de Israel fueron planteados por el Gobierno sobre tres
ciones y llegamos a la convicción en la Presidencia del Gobierno, pero también un sector de Exteriores, todo hay que decirlo, que consideraba esa posición poco realista y que no se trataba tanto de obtener una contrapartida por parte de Israel sino más bien el enmarcar el paso que se daba, del establecimiento de relaciones con Israel, en la normalización de España al ingresar en la UE y, a renglón seguido, el tomar iniciativas dentro de la CEE para que ésta fuera un actor más activo en impulsar el proceso de paz en Oriente Medio y, al final fue esa orientación la que se impuso pero es verdad que solamente pudo llevarse a cabo en la época de Fernández Ordóñez» Entrevista a Juan Antonio Yáñez-Barnuevo, 11 de julio de 2003. Julio Feo, por su parte, ha dado otros detalles en la entrevista publicada en el libro de J. Navarro, 1982-1996, Entre Felipe… ob. cit., 1996, pág. 216. 111 El 4 de marzo de 1986, Francisco Fernández Ordóñez compareció ante la Comisión de Asuntos Exteriores para hacer el relato íntegro del proceso que había conducido al establecimiento de relaciones diplomáticas con el Estado de Israel. El reconocimiento constituyó uno de sus anhelos personales desde el comienzo del mandato.
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grandes líneas estratégicas: en primer lugar, el principio de universalidad que suponía el mantenimiento de las relaciones diplomáticas con todos los Estados como objetivo clásico de la acción exterior española; en segundo término, la posibilidad de no aprobar la política concreta ejercida por cada uno de los estados con los que se establecen relaciones diplomáticas y la necesidad de superar anomalías históricas. Por último, el mantenimiento de relaciones cordiales con el mundo árabe, lo que suponía, al tiempo, amparar algunas de sus principales causas, fundamentalmente, la referida a las legítimas aspiraciones del pueblo palestino. Con estas premisas, la habilidad de Fernández Ordóñez consistió en ser capaz de presentar el reconocimiento diplomático de Israel a los países árabes, sin dar lugar a un distanciamiento con ninguno de estos estados. En muy pocos meses viajó a Túnez, Marruecos, Jordania, Omán, y mantuvo encuentros en la Asamblea de las Naciones Unidas con la mayor parte de las representaciones árabes acreditadas. A los dirigentes de estos países les explicó con acierto —a juzgar por los resultados— que no tenía ningún sentido ignorar por más tiempo la existencia del estado de Israel. En agosto de 1985, Fernández Ordóñez ordenó a su Ministerio la preparación de los borradores de los textos de la declaración española y de la declaración conjunta hispano-israelí, al tiempo que la elaboración de unos borradores de cartas que el Presidente del Gobierno había decidido enviar a los dirigentes de los países árabes. Con carácter compensatorio, el día 14 de agosto la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Yasser Arafat vio reconocido el estatus diplomático para la oficina que tenía abierta en Madrid desde 1977. En este mismo mes, se concretaron contactos paralelos e informales con la oficina del Primer Ministro de Israel, con el objetivo de preparar los encuentros diplomáticos. Algo después, se organizaron reuniones para tratar temas de seguridad relativas al establecimiento de las relaciones diplomáticas. En estos encuentros estuvieron representados los ministerios del Interior, de Asuntos Exteriores, de Defensa y de Presidencia. El temor de atentados por par-
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te de los contrarios al establecimiento de relaciones era una posibilidad que hubo que contemplar en aquellos entonces. El 29 de diciembre se fijó la fecha para el establecimiento definitivo de relaciones diplomáticas. Hasta entonces, se celebraron varias reuniones de carácter secreto entre los funcionarios de los ministerios de Asuntos Exteriores de ambos países. El 9 de enero, en Madrid, se negoció el comunicado conjunto que harían pública la fecha fijada para el establecimiento de relaciones. Tan sólo unos días antes, Fernández Ordóñez recibió a la totalidad de los embajadores árabes con acreditación diplomática en Madrid, así como a los representantes de la Liga Árabe y de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). En esa reunión, les hizo entrega de la misiva dirigida por el Presidente del Gobierno y volvió a jugar un papel decisivo en la posición conciliadora de España. Tras prever todas las medidas de seguridad precisas dada la trascendencia de la decisión, el día 16 de enero de 1986, en la Haya, el Secretario General de Política Exterior informó a los países del Mercado Común sobre el establecimiento inminente de relaciones diplomáticas entre España e Israel. El día 17, en el Hotel Promenade, ambos estados firmaron el comunicado conjunto. Al mismo, la delegación española adjuntó una declaración unilateral en la que dejaba clara su postura frente a los conflictos entre los árabes y el Estado de Israel. Al final del proceso, España había logrado culminar una operación diplomática muy difícil con un buen resultado. Se habían establecido unas relaciones siempre aplazadas, sin por ello dar lugar al surgimiento de un sentimiento de animadversión de los países árabes hacia España112. La personalidad y el buen hacer del Ministro de Exteriores tuvo mucho que ver en ello.
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F. Fernández Ordóñez, Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados (Comisión de Asuntos Exteriores), año 1986, III Legislatura, núm. 14, pág. 451.
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Capítulo 7 LA ACTIVIDAD INTERNACIONAL EN LA POSGUERRA FRÍA (1989-1992)
1989. Con el presidente Felipe González durante la presidencia española de la Unión Europea
Les années 1990 ne doivent pas être seulement pour la Communauté celles de la construction d’une nouvelle architecture européenne, mais aussi celles d’une réflexion sur les changements de priorités au niveau mondial. Il est évident que si le problème Est-Ouest se dilue, le problème Sud-Nord n’en apparaîtra que plus clairement. Ce n’est pas la fin de l’Histoire, comme le prétendent certains, mais la fin d’une histoire et le début d’une autre1.
Al galope de la Historia2 El año 1989 marcó un antes y un después en el mundo, en España y en la vida de Ordóñez. Inseparablemente, encontramos los primeros síntomas de un estado de salud en deterioro paulatino y una etapa de profundos cambios en el entorno en el que discurría su quehacer diario. En la esfera internacional, los Estados Unidos proclamaban a George Bush como su presidente número cuarenta y uno; mientras, Europa se debatía entre la disgregación del Este y la profundización en las aspiraciones integradoras de los países comunitarios. Por entonces, el desmoronamiento del comunismo alimentaba la agria polémica intelectual en torno a su verdadero significado ¿Se estaba ante el fin de la historia3? ¿No existían alternativas al capitalismo y al libe1
Entrevista a Francisco Fernández Ordóñez en Le Monde, 9 de febrero de 1990. 2 Con el título «El Galope de la Historia», Francisco Fernández Ordóñez publicó un artículo en el Anuario El País 1992. 3 F. Fukuyama, «The End of History?», en The National Interest, núm. 16, Summer 1989.
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ralismo? ¿Había que dar por derrotada cualquier otra propuesta que intentase compaginar lo político y lo económico? Para Fernández Ordóñez tan sólo era «el final de cierta historia y el comienzo de otra distinta»4. En el lapso de tiempo que va desde noviembre de 1990 hasta diciembre de 1991, tuvo lugar la más profunda conmoción de toda la segunda mitad del siglo xx5. Estos escasos doce meses vieron cómo se desmoronaba uno de los dos bloques que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial habían sustentado la que se conoció como «Guerra Fría»6, el constituido por la URSS y 4
Declaraciones al diario Le Monde en Ministerio de Asuntos Exteriores (s.f ), Discursos y declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores, D. Francisco Fernández Ordóñez, 1990, Oficina de Información Diplomática, pág. 444. También, previamente, se había expresado así en la «Asociación para el progreso de la dirección» sobre el tema «La Europa Oriental, la Perestroika y el Glasnost: ante un nuevo orden», Madrid 18 de enero de 1990. Ministerio de Asuntes Exteriores (s.f ), Discursos y declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores, D. Francisco Fernández Ordóñez, págs. 31-34. «(…) recogiendo el título del artículo de Fukuyama (…) no es, como dice él y otros hegelianos, el fin de la historia, pero yo sí creo que es el fin de una cierta historia y es el comienzo de otra. Entonces hay dos preguntas: ¿qué papel le corresponde a la Comunidad? Y, ¿qué papel es el que le corresponde a España? (…) Yo pienso que hay un requisito indispensable para este fenómeno, que es la unión política de la Comunidad Europea. La pieza esencial de la Europa del siglo próximo sigue siendo la Comunidad Europea y lo que estamos diseñando es la Europa del siglo próximo y, por tanto la Comunidad Europea, más que nunca, está ante el problema de su propia integración. Entonces, la política exterior de la Comunidad Europea tiene que analizar caso por caso y país por país. (…) Las posibilidades de actuación quedan para España, fijadas en un punto. El punto fundamental es que España puede abstenerse o participar en este proceso. Y yo pienso que nosotros no podemos, ni debemos, ni nos interesa quedar al margen de este proceso. Y en segundo lugar es que, si se quiere participar en este proceso, hay que participar con mucha prudencia, con toda la prudencia que se quiera, pero tomar posiciones desde el primer minuto». 5 F. Fernández Ordóñez, «El galope de…ob. cit. 6 Raymond Aron se ha referido a la «Guerra fría» como período de «paz imposible y guerra improbable», R. Aron, Paix et guerre entre les nations, París, Calman— Lévy. 1962.
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los países de su órbita7. El muro de Berlín, símbolo de la división alemana y también de Europa, cayó el 9 de noviembre de 1989 abriéndose paso una ola de revoluciones —en términos generales, incruentas— que acabarían modificando por completo el mapa político europeo. Después de que tuviese lugar la Unificación de Alemania de octubre de 1990, concretamente en agosto del año siguiente, la URSS sufrió un golpe de Estado que alteró la legalidad constitucional, hasta que el 21 de ese mismo mes fue restaurada no sin llevarse por delante al dirigente que había iniciado el proceso de reformas, Mijail Gorbachov. Poco después, la URSS desapareció y en su lugar se creó la Comunidad de Estados Independientes. En las postrimerías de ese mismo año, la Unión Europea se convirtió en una realidad mediante el acuerdo adoptado en el Consejo Europeo de Maastricht. A este convulso punto de la historia, España llegó bien preparada, como no lo había estado en otros trascendentales momentos de cambios sociopolíticos y económicos acaecidos en el mundo con anterioridad. Normalizada su presencia en el concierto internacional, por vez primera, pudo participar de forma activa y eficaz en las dinámicas y foros mundiales, sin barreras políticas o ideológicas. Ahora, no como un simple espectador, sino como un participante activo capacitado para tomar decisiones, gracias a su condición de miembro de los principales centros de poder del mundo: ONU, Comunidad Europea, OTAN, UEO, etc8. En 1989 se disponía a presidir, por vez primera, el Consejo de Ministros de la Comunidad Europea. En definitiva, a partir de tan significativo año, ya no
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A este derrumbe, y a la llegada de la democracia a muchos de estos Estados contribuyó la existencia de la CSCE, organización surgida en Helsinki en 1973 y a las ideas generadas en su seno desde su nacimiento. 8 Sobre la buena disposición de España para participar en la redefinición de los límites y el contenido de la Europa de la posguerra fría, véase también, J. Story, «Redefinición de las relaciones exteriores de España: 1975-89», en R. Gillespie y otros, Las relaciones exteriores de la España democrática, Madrid, Alianza Universidad, 1995, pág. 75; y Ch. Powell, España en democracia… ob. cit., 2001, pág. 469.
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se trataba de poner a España en el mapa sino de hacer que su protagonismo activo creciera; el futuro llamaba a impulsar, principalmente, una Europa política y una Comunidad Europea fuerte, no sólo porque Ordóñez creyera en ellas, sino porque cuanto más contara el conjunto de la Comunidad como bloque, menor sería el sentimiento de periferia dentro de Europa9. Posiblemente, hubiera sido un error haber planteado otra estrategia ya que, una vez que el muro cayó y el comunismo iba desvaneciéndose, se hizo evidente que la fortaleza de Alemania conduciría a Europa hacia un crecimiento por esa zona. De hecho, ni se planteó que la República Democrática Alemana no fuera a ser parte de la Comunidad Europea. En este contexto esbozado, tras una experiencia en la arena internacional de seis años, los socialistas habían aprendido a moverse con soltura y eficacia. El cierre de las negociaciones para el ingreso en las Comunidades Europeas, junto al comprometido referéndum sobre la permanencia española en la OTAN y las negociaciones para la reducción de efectivos norteamericanos en territorio nacional, habían servido para consolidar unos equipos de trabajo habituados a una actividad imparable, y con alto grado de eficacia en sus acciones. Sin embargo, no había cambiado el gran peso del Presidente de Gobierno en lo que claramente se consideraba, ya entonces, su asignatura favorita. Con frecuencia se tiende a interpretar las políticas internacionales según países o geoestrategias y se infravalora el componente de liderazgo que en el caso de esta etapa, fue tan determinante. Ordóñez siguió siendo el perfecto tándem de González para dirigir un extraordinario equipo compuesto por diplomáticos y políticos volcados en que España ganara entidad internacional; la diplomacia española se 9
Estos aspectos están recogidos con mucho detalle en Ortega, A., «España en la postguerra fría» R. Gillespie y otros (eds.)., Las relaciones exteriores de la España democrática, Madrid, Alianza, 1995. Y en Ch. Powell, «España en Europa: de 1945 a nuestros días», en F. Portero (ed.), La política exterior de España en el siglo XX, Madrid, Asociación de Historia Contemporánea y Marcial Pons, Monográfico de la revista Ayer, 49, 2003.
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enfrentó con éxito al reto de configurar una política de Estado atenta al discurrir de los acontecimientos. Entre todos10, España fue adquiriendo a partir de entonces un protagonismo muy favorecedor. Bajo el mandato de Naciones Unidas, de cuyo Consejo de Seguridad pasó a formar parte como miembro no permanente desde octubre de 1992, participó en el despliegue de fuerzas de paz en países y zonas como la antigua Yugoslavia, Angola, Namibia y Centroamérica. En la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa desarrolló un papel activo en el campo de la defensa de los derechos humanos y la paz. Como integrante destacado de la Comunidad Europea, y aprovechando la primera presidencia semestral del Consejo, la diplomacia española apostó valientemente por la Unión Económica y Monetaria y por la Unión Política. Nada más iniciarse los procesos de cambio en los países de la Europa Central y Oriental, logró trabar relaciones bilaterales y de cooperación muy positivas, contribuyendo al desarrollo y consolidación de sus democracias. Cuando en el verano de 1990, Irak invadió Kuwait, España se comprometió con la fuerza multilateral encargada de restituir la legalidad internacional. En el Mediterráneo, impulsó el diálogo y la cooperación, buscando soluciones pacíficas al conflicto de Oriente Medio; en este sentido, Madrid acogió en el otoño de 1991 la organización de la Conferencia de Paz de Oriente Medio, con la participación de las partes en conflicto. Durante estos años de intenso trabajo, Latinoamérica también ocupó un lugar preferente de la agenda internacional española; por impulso de la diplomacia española se inició la tradición de Cumbres Iberoamericanas celebrando la primera de ellas en la ciudad mexicana de Guadalajara en julio de 1991. 10
En este repaso necesariamente breve del discurrir de Ordóñez por su etapa en el Ministerio de Asuntos Exteriores sabemos que dejamos de mencionar a numerosos protagonistas y, también, que determinadas acciones merecerían más detalle. Pretendíamos una biografía equilibrada en sus partes; introducir un capítulo más de «Exteriores» o más extensión de páginas a favor de esta etapa, hubiera frustrado esta necesidad editorial.
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La determinación y fortaleza del ejecutivo en materia de política exterior contrastaban con la situación interna que empezaba a cobrar tintes sombríos. El desgaste del gobierno del PSOE se fue traduciendo entre sus votantes en indiferencia hacia el proyecto y pérdida de 9 diputados en las elecciones anticipadas11 de octubre de 1989. Las primeras insinuaciones sobre casos de corrupción y unos datos económicos esquivos contribuyeron a ellos. José María Aznar, imagen joven y renovada del centro derecha, sustituyó a Manuel Fraga recuperado para la política de forma temporal tras el abandono de Antonio Hernández Mancha. Encabezando la candidatura del refundado Partido Popular, Aznar logró superar el techo electoral de los conservadores y, pese a no alzarse con la victoria, logró reforzar una imagen de alternativa. A finales de 1990, sintiendo la rémora de determinados escándalos, Felipe González no dudó en advertir que se podía «morir de éxito»12 y que no debían confiarse con la ajustada mayoría absoluta de octubre de 1989. Efectivamente, las elecciones locales del 26 de mayo de 1991 confirmaron la pérdida de posiciones de los socialistas y el imparable avance de los populares, quienes desbancaron a los primeros de las importantes alcaldías de Madrid, Valencia y Sevilla. En Izquierda Unida, nacida al calor de la cuestión OTAN, estrenó liderazgo Julio Anguita, alcanzando para la coalición unos exitosos resultados electorales tanto en los comicios generales como en los municipales. Por su parte, la primera plana de la política española perdía a quien en su día capitaneara el proceso político de transición a la democracia, Adolfo Suárez. El expresidente abandonó la política y, el Centro Democrático y 11
En junio de 1989 se habían celebrado las elecciones al Parlamento Europeo, que en España supusieron la confirmación del PSOE, a pesar de la huelga del 14-D, y la falta de alternativa opositora (el liderazgo de Fraga en el Partido Popular no acababa de tener una plasmación en número de votos). Por lo tanto de la misma manera que el PSOE vio que era el momento para adelantar elecciones, aprovechando la coyuntura de poco desgaste de su partido, también el PP consideró apropiado cambiar de líder. 12 XXXII Congreso del PSOE.
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Social (CDS), sin su líder fundador, terminó por convertirse en un partido extraparlamentario. A resultas del progresivo desgaste electoral, en el seno del PSOE pronto empezaron a manifestarse posiciones críticas que se tornarían enfrentamientos abiertos. En estas circunstancias, Ordóñez supo desempeñar un papel básico como mediador en los conflictos entre las diversas corrientes. Despreocupado de la lucha política partidaria, antaño habitual en su quehacer político, la figura del ministro emergió como mediadora y estabilizadora en el seno de un gabinete enfrentado entre los partidarios de Guerra y quienes tomaban partido por el «ala renovadora»13; los aspectos concretos de ese debate no le interesaban. Él estaba, solía decir, en la gran corriente del partido socialista en ese momento14, lo que no era más que una fórmula huera para definirse sin hacerlo realmente. Por entonces, consciente de la respetabilidad del ministro, el presidente González llegó a barruntar la posibilidad de Ordóñez como posible sustituto de su liderazgo al frente del partido y del ejecutivo. La equidistancia mantenida por el ministro con los partidarios de unos y de otros dentro del PSOE, sin duda era un aval, pero también constituía un lastre para su candidatura; en realidad, y a pesar de la alta estima de que gozó entre los votantes y los militantes socialistas, —fundamentalmente entre los primeros— nunca fue considerado un verdadero militante socialista. No era, como él mismo reconocería, un histórico del PSOE pero llevaba tantos años conociendo a todos los históricos que ya parecía uno de ellos15. En plena vorágine internacional y cuando se iniciaba el declive del poder socialista y las luchas internas se hacían patentes, Fernández Ordóñez tuvo que afrontar el primer asalto de su lucha personal contra la enfermedad. Aquel año, 1989, le extirparon unos pólipos intestinales malignos en la Clínica Puerta de
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Para ampliar esta cuestión véase: Almunia, J., «Sobre la renovación», en Leviatán, núm. 53/54, II Época, otoño/invierno de 1993. 14 El País, 10 de agosto de 1990. 15 El Mundo, 16 de mayo de 1990.
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Hierro de Madrid. Pese a todo, había mucho que hacer y Ordóñez siguió en la brecha aunque en repetidas ocasiones mencionara una posible retirada, lo cual no se llegó a producir hasta que su estado de salud se hizo realmente insostenible. En aquellas elecciones de 1989, ni siquiera concurrió como candidato y, a finales de ese año, cuando los miembros del Gobierno fueron convocados a las celebraciones del día de la Constitución, Ordóñez pidió la palabra para reiterar su deseo de abandonar cuanto antes sus responsabilidades en el Ministerio. Alegó, entonces, motivos de salud que no explicó, pero que ya eran por todos conocidos. Joaquín Almunia en sus memorias recuerda este momento y cómo Felipe González le pidió que «se mantuviese en el cargo durante el tiempo imprescindible para superar la provisionalidad en la que nos encontrábamos»16. Pero «provisionalidad» es sinónimo de cada segundo de vida y, día a día, el relevo no se produjo hasta 1992. Durante estos años, el presidente del Gobierno siempre estuvo al corriente del alcance de las dolencias de su ministro. Tras la primera intervención clínica, fue él quien recibió la noticia por parte de los médicos de lo irremediable de la enfermedad. A decir del propio González, ni Ordóñez ni su esposa Mari Paz llegaron a conocer por él la gravedad del diagnóstico17. Durante un tiempo, el Presidente barajó la posibilidad de la sustitución, pero 16
J. Almunia, Memorias políticas, Madrid, Aguilar, 2001, pág. 248. «Lo intervinieron en agosto de un año decisivo —1989— para volver a cerrarlo y comunicarme que no había solución. Volví a Madrid para verlo y hablar con los médicos. Ni Paco ni Mari Paz conocían la gravedad del diagnóstico cuando llegué a cenar a su casa. No sabía cómo salir del apuro ante las bromas de Mari Paz, relativamente tranquila por la información de los doctores sobre la intervención. Este hombre me va a dejar viuda y sola —decía–. Yo abandoné mi profesión y dediqué mi vida a él, pero siempre está fuera, siempre trabajando, continuaba, sin la menor idea del efecto que me producían sus palabras. Salí como pude con bromas sobre el descanso necesario y el trabajo que nos esperaba». Palabras remitidas por Felipe González para el Homenaje a Francisco Fernández Ordóñez celebrado el 26 de abril de 2003 en Santa Pola con ocasión de la inauguración de la escultura de Ordóñez realizada por el artista Juan Moreno Aguado. 17
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finalmente decidió mantenerlo al frente del ministerio porque, a su entender, la continuidad en la tarea que le apasionaba y llenaba su existencia era el único consuelo posible. Pregunté a Paco si quería descansar o prefería seguir, porque para mí no había dudas sobre la continuidad. Me dijo que se sentía bien y que estaba dispuesto a continuar en su puesto el tiempo que lo necesitara. Y así siguió. Yo pensaba con angustia en el final de ese año y en esa anunciada fase final de su enfermedad. Pero pasaron los meses, se cayó el muro de Berlín y aumentó el trabajo. Llegó el año 1990 y de nuevo agosto, con la ocupación de Kuwait y una fuerte tensión internacional. Paco seguía incansable18.
El final de los bloques y la irrupción de las Naciones Con sorpresa de todas las cancillerías europeas, el jueves 9 de noviembre de 1989, el presidente de la República Democrática Alemana (RDA), Egon Krenz, decretó la apertura del muro que durante cuarenta años había dividido Alemania. Esa noche cientos de ciudadanos del Este y del Oeste se encaramaron a la barrera de hormigón y la destruyeron a golpes. La unificación que siguió a la caída del Muro de Berlín, a diferencia de lo que les ocurrió a otros países europeos que tenían un largo historial de conflictos con los teutones, no causó especial preocupación en España. Quizás sí algo más, las posibles consecuencias económicas que de ella pudieran derivarse. Aunque el símbolo tardó horas en desvanecerse, el recorrido político de la unificación fue más lento. El 18 de marzo de 1990, los electores de la todavía República Democrática Alemana dieron un apoyo contundente a la Unión Cristiano Demócrata (CDU), formación que se encargó de negociar la absorción por la República Federal Alemana de los cinco länders orientales. El 2 de octubre tuvo lugar la total desaparición de la
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Ibíd.
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antigua RDA. Exactamente dos meses después, Kohl era elegido líder de la Alemania reunificada. Desde un principio, el Gobierno español, con González y Ordóñez al frente, evaluó la unidad alemana como un potencial impulso para la unidad europea. Era, de cualquier forma, algo inevitable que había que encauzar de forma adecuada para que todos salieran ganando. Esta vez, a diferencia de tantos otros momentos, España supo estar a la altura de los acontecimientos mostrando su solidaridad y apoyo al proceso, lo que se tradujo en una actividad militante a favor de la causa reunificadora. Dos circunstancias avalan el protagonismo y el apoyo que España prestó a la reunificación de Alemania en aquel momento. Por un lado, el presidente del Gobierno español fue el primer dirigente europeo en telefonear al canciller alemán Helmut Kohl y al entonces secretario general de la Internacional socialista, su amigo Willy Brandt, para mostrarles su satisfacción y ofrecerles la solidaridad de los españoles; por otro, Francisco Fernández Ordóñez —que al día siguiente partía en viaje oficial a Túnez y Egipto con la Troika19 Comunitaria— cambió su destino por el de Berlín, a todas luces un rumbo más adecuado en aquellos momentos. Felipe González pensó que se debía intentar que los países europeos miraran al unísono hacia Alemania, por lo que, en este sentido, pidió a Ordóñez que encabezara la solicitud a Francia —a quien correspondía la presidencia del semestre— sobre la conveniencia de convocar un Consejo Europeo Extraordinario cuanto antes. En diciembre de 1989, en el Consejo celebrado en Estrasburgo, la delegación española apoyó decididamente la unificación alemana y su incorporación a la CEE, lo mismo que con coherencia hizo, algo después, en la reunión que la OTAN celebró en Londres, en mayo de 1990. La excelente relación entre González y Kohl y esta pronta apuesta a favor del reencuentro de las dos alemanias, a partir de entonces benefició,
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La Troika Comunitaria, en estos años, era el equipo formado por el país que presidía la Comunidad, el que presidió anteriormente y el que sucedería en dicho puesto.
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aún más, la colaboración entre los dos países que ya sería una constante en el seno de la Comunidad Europea. El simbolismo de la caída del muro y la reunificación superó con creces las fronteras alemanas. Hacía cinco años que desde la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), Mijail Gorbachov exportaba al mundo dos vocablos cargados de significación política: glasnot y perestroika. Transparencia y reforma, o lo que es lo mismo, la concesión de una libertad de expresión hasta entonces desconocida y la reestructuración económica para salir de la grave crisis en la que la URSS estaba inmersa. La filosofía del líder soviético se extendió con rapidez por los países de su órbita: Polonia, Checoslovaquia, Rumania, Bulgaria y Hungría, quienes inmediatamente iniciaron su transición con diferentes caminos, en los más admirables casos a través de las urnas y en los peores, con breves y cruentas revoluciones. Muchos de estos estados fijaron sus ojos en España desde muy temprano. La práctica y los resultados de la transición política española dotaron al caso español de un carácter paradigmático para países como Polonia, Hungría o Checoslovaquia20. La mayor parte de los grandes cambios y las fuertes transformaciones en estos estados coincidieron en el tiempo con la presidencia española del Consejo de Europa. Desde esta posición de privilegio, España estuvo acertada al apoyar abiertamente el ingreso en la organización de las emergentes democracias del Este, tal y como reflejó la intervención de Fernández Ordóñez en la ceremonia de transmisión de la Presidencia del Comité de Ministros del Consejo de Europa, y después en el discurso pronunciado ante la 87ª sesión del Comité de Ministros del Consejo de Europa: Vaya por delante que mi posición, y la del Gobierno español, es totalmente favorable a la admisión, cuanto antes, de
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El día 6 de noviembre de 1990, coincidiendo con la transmisión de la Presidencia del Comité de Ministros del Consejo de Europa a España, Hungría se incorporó a esta organización. Polonia y Checoslovaquia estuvieron invitadas y su ingreso se produciría más tarde.
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todos los Estados que han sido capaces de dotarse de un sistema de gobierno auténticamente democrático21.
La participación de España no se redujo al esfuerzo por incorporar a las nuevas democracias del Este al Consejo de Europa, sino que en el seno de otras organizaciones como la Comunidad Europea o la OTAN, apoyó todas las iniciativas beneficiosas para estos países. Como ha recordado Andrés Ortega22, a pesar de ser España un país afectado por la competencia de las nuevas democracias del Este, favoreció los acuerdos de asociación firmados entre la CEE y los citados países e, igualmente, apostó por el desarrollo del Consejo de Cooperación del Atlántico Norte. Más aún, para responder con pericia a los cambios que pudieran ir produciéndose, el Ministro de Asuntos Exteriores regularizó las reuniones de los embajadores españoles en los países de Europa Central y Oriental, todo ello sin olvidar una intensa agenda de viajes que le llevó a casi todas las cancillerías de la Europa del Este23. España había «descubierto» la URSS coincidiendo con el inicio de la política de perestroika lanzada por Gorbachov24. El presidente González había visitado Moscú, acompañado de Fernández Ordóñez, en 1986. A raíz de este encuentro entre los
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Intervención en la 87ª Sesión del Comité de Ministros del Consejo de Europa, Roma, 6 de noviembre de 1990. Ministerio de Asuntos Exteriores (s.f ), Discursos y declaraciones del ministro de…, ob. cit., 1990, pág. 124. 22 A. Ortega, «España…» ob. cit., 1995, págs. 241-242. 23 Entre 1989 y 1990 Ordóñez realizó numerosos viajes oficiales a la Unión Soviética y a todos los países del Este europeo: Rumanía, Yugoslavia, Bulgaria, Checoslovaquia, Polonia y Hungría. A principios de Marzo 1989 hizo un viaje a la Unión Soviética; entre el 7 y el 9 de noviembre de 1989 Hungría; del 5 al 7 de febrero 1990 Rumanía; del 22 al 24 de febrero de 1990 Yugoslavia; los días 6 y 7 de marzo 1990, Bulgaria; Checoslovaquia durante los días 28 y 29 de marzo de 1990; y Polonia entre el 30 y 31 de marzo de 1990. 24 Fernández Ordóñez la calificaría de «nueva esperanza para un pueblo habituado a todas las consignas. F. Fernández Ordóñez, «Gorbachov: el comienzo de la aventura», 26 de diciembre de 1991, manuscrito original, pág. 2 (Arch. F.F.O.).
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dirigentes españoles y soviéticos surgió, manteniéndose con posterioridad, una excelente relación personal y de trabajo25. Fernández Ordóñez ha referido los múltiples encuentros que él mismo, sólo o acompañando al Presidente, tuvo con el máximo mandatario soviético y la buena impresión que siempre le causó. Un hombre de maneras occidentales, de expresión europea, al que le gustaba la conversación, la reflexión y debatir en directo sobre las ideas; un hombre lúcido capaz de explicar la situación de su país y los proyectos que tenía en mente para salir de la crisis que le aquejaba26. Desde el inicio de su política, España apostó por las intenciones reformadoras del dirigente soviético, y lo hizo, fundamentalmente, de dos formas: prestando ayuda económica y rechazando, cuando tuvo lugar, cualquier atisbo de involución. Ordóñez había viajado a la URSS en marzo de 1989 y desde entonces, se prepararon varias visitas de los líderes. Gorbachov viajó a Madrid en octubre de 1990; en esa cumbre, España concedió a la URSS una línea de crédito de 1.500 millones de dóla25
A. Ortega, «España…» ob. cit., 1995, pág. 233. Fernández Ordóñez escribió que la relación entre Felipe González y Gorbachov «[…] fue muy amistosa y de gran calidad política» F. Fernandez Ordoñez, «Gorbachov: el…» ob. cit., pág. 2. 26 Ibíd., pág. 3. Hay más referencias a esta buena relación; desde la primera vez que Ordóñez conoció a Gorbachov vio en él a un hombre con una voluntad indomable y consciente del irreversible camino que estaba emprendiendo como se puede leer en el artículo en el Diario El Mundo, titulado «El comienzo de la aventura», 26 de diciembre de 1991. También recogido en Ministerio de Asuntos Exteriores (s.f ), Discursos y declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores, D. Francisco Fernández Ordóñez, 1991, Madrid, Oficina de Información Diplomática, pág. 486. Probablemente tenían en común el interés por la socialdemocracia, de hecho, Gorbachov se definió ante Ordóñez como «un socialista de esta parte del mundo», probablemente el líder soviético ya tenía claro que no iba a dejar el sendero socialdemócrata; después del golpe de Estado de agosto de 1991, fundó el Partido Socialdemócrata Ruso, sin mucho éxito. Gorbachov, mucho mejor entendido y más admirado fuera de la URSS que dentro —lo que incluso le llevó a recibir el Nobel de la paz en 1990— contó siempre con el apoyo español aunque éste no evitara la progresiva desmembración de la URSS.
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res que fue revisándose paulatinamente a medida que se sucedían los acontecimientos de la descomposición de la URSS y la creación de la Federación Rusa. En julio de 1991 Felipe González devolvió la visita a Gorbachov y firmaron con normalidad un acuerdo de Amistad y Cooperación aunque, por esas fechas, ya se barruntaba la posibilidad de un Golpe de Estado en Moscú. Ordóñez estaba al corriente de dicha intención ya que un mes antes del golpe de agosto, su amigo Sheverdnadze se reunió con él en la embajada de España en Moscú y le habló de lo que posteriormente se confirmó27. Lo que sorprendió al ministro español, como al resto del mundo, fue que, precisamente, fueron los colaboradores de Gorbachov, comunistas conservadores, los que llevaron a cabo dicho golpe28. El ministro vivió aquellos angustiosos acontecimientos trabajando en su residencia estival de Santa Pola desde donde, en poco menos de una hora, se elaboró y emitió un comunicado español de condena ante los hechos. De vuelta en la capital, Ordóñez hizo su propio análisis de los hechos. El golpe había fracasado, a su juicio, por tres razones. En primer lugar, por el amateurismo de los golpistas y la consiguiente mala organización; en segundo lugar, gracias a la reacción del pueblo y a la actitud de personas como Yeltsin o el alcalde de Leningrado y, por último, debido a la inmediata y dura reacción de la Comunidad Europea que, junto a los Estados Unidos se pronunció contra la acción en tan sólo 24 horas29. No obstante, ni los deseos españoles, ni los del resto de países occidentales, fueron suficientes para detener la desintegra-
27
Declaraciones a la revista Cambio 16, 2 de septiembre de 1991. También recogidas en Ministerio de Asuntos Exteriores (s.f ), Discursos y declaraciones…, ob. cit., 1991, pág. 432. 28 Al que se refrió como «[el] punto álgido de la lucha entre los sectores conservadores y los reformistas». F. Fernández Ordóñez, «Una nueva URSS en una nueva Europa», Política Exterior, otoño 1991, vol. V, núm. 22. 29 Declaraciones a la revista Cambio 16, 2 de septiembre de 1991. También recogidas en Ministerio de Asuntos Exteriores (s.f ), Discursos y declaraciones…, ob. cit., 1991, pág. 432.
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ción de lo que había sido la URSS y el nacimiento de una nueva estructura política. La influencia de los movimientos de liberación en la Europa del Este animó a muchas repúblicas soviéticas a solicitar su independencia, tal fueron los casos de Lituania, Letonia y Estonia. En Lituania, pese a los intentos de Gorbachov por mantenerla integrada en la URSS, los independentistas ganaron las elecciones en febrero de 1991. Las repúblicas vecinas seguirían pronto su ejemplo con o sin escrutinios. A lo largo de 1991 se sucedieron las proclamaciones independentistas de otras repúblicas soviéticas: Georgia, Estonia, Letonia, Ucrania, Lituania, Moldavia, Kirguizistán, Uzbekistán, Tayikistán, Armenia, Turkmenistán, etc. El 8 de diciembre, los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia reconocieron en Minsk que la Unión Soviética había dejado de existir, e invitaron a todos los Estados de la antigua URSS a unirse a la nueva Comunidad de Estados Independientes (CEI) lo cual ocurrió días después, en la Cumbre de Alma Ata. Allí, todas las Repúblicas de la antigua Unión Soviética, con la excepción de Georgia y de los tres Estados Bálticos, se vincularon a la nueva CEI. Sus once miembros comunicaron a Gorbachov el cese de la antigua URSS y de sus funciones presidenciales que acabaron el 25 de diciembre de 1991 con su dimisión. La desaparición de la URSS, aunque no sorprendió, sería un hecho de consecuencias políticas, económicas, sociales y de seguridad enormes30, en palabras del propio Ordóñez. Visto el desarrollo de los acontecimientos, el gobierno español reconoció el nuevo mapa surgido tras la desintegración de la URSS —también lo hicieron el resto de sus socios europeos— así como a la nueva entidad nacida de sus ruinas, la Comunidad de Estados Independientes (CEI). Al tiempo, las relaciones entre España y la CEI se intensificaron aún más cuando Fran-
30
F. Fernández Ordóñez, «Declaración sobre la creación de la Comunidad de Estados Independientes en la antigua URSS y últimos acontecimientos, 23 de diciembre de 1991» en Ministerio de Asuntos Exteriores (s.f ), Discursos y declaraciones…, ob. cit., 1991, pág. 89.
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cisco Fernández Ordóñez, en un viaje a Moscú realizado en el mes de abril de 1992, firmó con la recién nacida Federación Rusa, un Tratado de Amistad y Cooperación que sustituyó al anteriormente existente con la URSS31. Por desgracia, el mandato de Ordóñez en Exteriores habría de coincidir también con el inicio de una brutal guerra civil, la que se desencadenó en Yugoslavia. Aquel país artificial o artificioso, tan sólo había conseguido vertebrarse por la fuerza y el control absoluto del Mariscal Tito. En febrero de 1990 —coincidió que Ordóñez visitó Yugoslavia del 22 al 24 de febrero de 1990— una revuelta de musulmanes en la provincia de Kosovo hizo peligrar el liderazgo nacional comunista del serbio Slobodan Milosevic. Los temores de desmembración fueron apareciendo, Ordóñez confiaba en el mantenimiento de la unidad yugoslava y la posición española iba a mantener este principio que se esperaba llevar a cabo consensuadamente, con todos los países miembros de la, aún entonces, Comunidad Europea. En el Gobierno español, la experiencia de las Repúblicas Bálticas y de Yugoslavia preocupaba, tanto a González como a Ordóñez, por lo que suponía de posible expansión de ideas exacerbadas que impidiera llegar a un acuerdo coherente tanto para contentar a nacionalistas como a no nacionalistas. En el caso español, los límites estaban fijados por la Constitución y podría ser un modelo a tener en cuenta en Yugoslavia, de manera que se evitara el derramamiento de sangre y la entrada en una espiral de cambio de fronteras que, a las puertas del siglo xxi no iban a traer excesivos beneficios concretos y, por el contrario, se pagaría un alto precio en brechas sociales32. Sin embargo, cuando el 2 de julio los musulmanes se proclamaron independientes, los acontecimientos se precipitaron. Eslovenia también vio la necesidad de construir su propio futu31
Viaje oficial a Rusia y Ucrania del 21 al 23 de abril de 1992. Entrevista a Felipe González en New Perspectives Quarterly, invierno, 1992; en A. Ortega, «España en la postguerra fría» R. Gillespie, F. Rodrigo y J. Story (eds.), Las relaciones exteriores de la España democrática, Madrid, Alianza, 1995, pág. 243. 32
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ro y estos deseos fueron refrendados en las urnas a finales del año 1990, aunque tuvieron que esperar unos meses más para hacerse efectivos. El resultado de la consulta eslovena coincidió con el éxito electoral de Milosevic que no ocultaba sus deseos de construir la Gran Serbia mientras las diferentes nacionalidades se preguntaban por qué tenían que tener un estatus de minoría, bajo un gobierno nacionalista radical, cuando cada una de ellas podía tener su propio país con sus propias minorías. Asimismo, el temprano reconocimiento de Croacia, por parte de su aliado histórico, Alemania, hizo que el resto de países también se vieran abocados a manifestar opiniones favorables a este nuevo diseño de fronteras. El 7 de septiembre de 1991, Fernández Ordóñez asistió en la Haya a la inauguración de la Conferencia de Paz sobre Yugoslavia, con la presencia de todas las partes en conflicto. Días más tarde, en un discurso pronunciado ante los miembros de la Conferencia para la Seguridad y la Cooperación Europea (CSCE), institución que tanto había influido en el fin de las hostilidades Este-Oeste, Fernández Ordóñez abogó, tras reconocer lo alarmante de la situación yugoslava, por una resolución interna de los problemas distanciada del uso de la violencia. El hecho cierto, dijo, es que «la violencia [yugoslava] ha traído penalidades y sufrimientos grandes a muchos seres humanos y ha quitado la vida a otros muchos; [que] los enfrentamientos armados [produjeron] graves atentados a los derechos humanos, amenazando el derecho a la vida»33. Dada la gravedad de los hechos, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas votó una resolución decretando el embargo de armas a Yugoslavia aunque rechazó el envío de una fuerza de urgencia propuesta por Francia. Hasta enero de 1992 no llegaron los primeros Cascos Azules a Croacia; los países europeos
33
F. Fernández Ordóñez, «Intervención ante la Conferencia sobre la Dimensión Humana de la CSCE. Moscú, 11 de septiembre de 1991», en Ministerio de Asuntos Exteriores (s.f ), Discursos y declaraciones… ob. cit., 1991, pág. 82.
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contribuyeron con presencia militar en la zona y con intentos de negociación que, por razones diferentes, no llegaron a concluir exitosamente. Mientras se ensayaban estas fórmulas de solución pacífica, en Sarajevo, el ejército serbio cercó la ciudad y no dudó en lanzar bombardeos indiscriminados contra civiles; cualquier método valía para expulsar a seres humanos étnicamente diferentes a ellos, de lo que consideraban su territorio. La campaña de limpieza étnica alcanzó sus más cruentos niveles en mayo de 1992. En toda Bosnia, sus habitantes musulmanes y croatas fueron degollados, bombardeados o recluidos en los campos de concentración al estilo nazi; quizá el más conocido fue Omarska. En el verano de 1992, la inesperada visita de François Mitterrand a Sarajevo tampoco produjo ningún acuerdo satisfactorio. La situación se hizo tan tensa que incluso provocó la amenaza de abandono de los Cascos Azules y el rechazo de George Bush a que sus soldados se vieran involucrados en semejante sinrazón. En este complejo escenario, una vez más, la Comunidad Europea, gigante en lo económico y enano en lo político, se presentó con las manos atadas, carente de medios y de ideas, impotente e impertérrita ante la mayor violación de los derechos humanos que ha vivido Europa después del holocausto nazi. Para entonces, Ordóñez ya había dejado de ser ministro y asistió enfermo, como espectador horrorizado, al recrudecimiento de la situación. La contribución española al proceso de unidad de la Europa política Desde el 1 de enero de 1989, la Administración española afrontó, por vez primera, el reto más trascendente de su política europea contemporánea, la presidencia semestral de la Comunidad. Esta responsabilidad constituyó una ocasión inmejorable tanto para potenciar el talle exterior del país, como para impulsar los temas prioritarios de su agenda.
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Importaron los resultados políticos, los retrocesos y avances en la construcción europea, pero también importó, y mucho, la solvencia organizativa. Para Ordóñez, la presidencia española no constituyó una nueva etapa en la actividad diplomática española, simplemente fue un período que proporcionó una indudable experiencia en la colaboración con los restantes socio europeos34. Durante seis meses, todas las miradas estuvieron pendientes de la capacidad de llevar a buen puerto tan significativo encargo. Había que demostrar al resto de los socios europeos que España tenía la suficiente capacidad de gestión y de coordinación como para responder a las altas exigencias de una presidencia europea. Por parte del Gobierno español y de su ministro de Exteriores, esta Presidencia se asumió, «como momentum en el camino de la modernización de la España democrática y de plena incorporación a su entorno político»35. Bajo el liderazgo técnico-organizativo de Ordóñez (sin dejar de poner de relieve que la organización fue una labor de equipo36), la planificación de la cita se inició un año y medio antes. El primer paso había sido la elaboración de un calendario de reuniones para 1989, cuyos contenidos, según el propio ministro, fueron por fuerza tentativos37. En segundo término, se estableció una fecha para la celebración del Consejo Europeo (26 y 27 de junio de 1989, en Madrid) y, por último, se fijó, igualmente, un calendario de reuniones informales de la Presidencia española durante los meses de vigencia. Paralelamente, el Ministerio de Asuntos Exteriores preparó un plan de formación de funcionarios
34
El País, 28 de febrero de 1988. E. Barbé, «La política española de seguridad en la Nueva Europa: Dimensión mediterránea e instrumentos europeos», Afers Internacionals núm. 26, Barcelona, Fundación CIDOB, 1999, pág. 4. 36 La labor central en la organización y coordinación del evento corrió a cargo de la Secretaría de Estado para las Comunidades Europeas, cuyo responsable era Pedro Solbes. 37 F. Fernández Ordóñez, «El discurso de la Presidencia española: procesos y objetivos», en Política Exterior, vol. III, núm. 9, invierno de 1989, pág. 32. 35
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a través de la Escuela Diplomática, de la Escuela Nacional de Administración Pública y del Instituto de Estudios Europeos, con objeto de potenciar el conocimiento de los temas comunitarios. El Ministerio de Asuntos Exteriores reforzó los servicios de transmisión de información con Bruselas, los servicios centrales y las embajadas de España en el exterior; se preparó un sistema complejo de interpretación y comunicaciones, imprescindibles para la correcta celebración de los Consejos, modernizándose el Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid, sede donde tuvieron lugar muchas de las reuniones comunitarias, incluido el Consejo europeo de junio. En el plano teórico, en el mes de marzo de 1988 Ordóñez había solicitado a todos los departamentos ministeriales que elaborasen un plan de trabajo con la Presidencia española de la Comunidad como referente. A partir de este análisis, el Ministerio de Exteriores pudo elaborar un documento en el que se contenía la posición española relativa a los diversos sectores de trascendencia comunitaria, así como los objetivos prioritarios del mandato español. Estos objetivos terminaron siendo siete: La Unión Monetaria, la armonización fiscal, la profundización del Mercado Interior, el impulso a la creación de una Europa de los ciudadanos, la vertebración de una Europa social, la aprobación de los precios agrícolas y, en último lugar, la potenciación de la Cooperación Política Europea38. Algunos de estos temas, tal es el caso de la cooperación política y de la Europa de los ciudadanos, tendrían un lugar central posteriormente en el contenido del Tratado de Maastricht que, en 1992, dio vida a la Unión Europea. La Presidencia española concluyó con la Cumbre de Madrid, en junio de 198939. Para Fernández Ordóñez, ésta se 38
Para conocer con detalle los objetivos de la Presidencia española, véase: «Declaración del Presidente en ejercicio del Consejo sobre el programa de la Presidencia Española», Estrasburgo, 17 de enero de 1989, en Ministerio de Asuntos Exteriores (s.f), Discursos y declaraciones…, ob. cit., 1989, págs. 37-65. 39 Para ampliar y ver un balance de la presidencia véase «Consejo Europeo (Madrid, 26-17 de junio de 1989)» Revista de Instituciones Europeas, págs. 613 y sigs.
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caracterizó por ser coordinada, extensiva y europeísta. La coordinación, debida fundamentalmente al trabajo de la Secretaría de Estado para las Comunidades Europeas, se materializó en la celebración de sesenta y una reuniones de rango ministerial y más de un millar de reuniones de comités y grupos de trabajo, sin que ello supusiese sensación de falta de rigor, y sin que en ningún caso, apareciesen síntomas de incapacidad política o administrativa. A criterio de Ordóñez, España protagonizó una presidencia muy ambiciosa en sus objetivos, que intentó impulsar a la vez todos los grandes proyectos que la Comunidad tenía en su agenda40. Además, la Presidencia fue europeísta por diversos motivos. Planteó la cuestión institucional, se avanzó hacia la desaparición de las fronteras internas en la Comunidad Europea para lo que el Consejo Europeo dispuso un informe con medidas concretas a tomar en esta materia; se adoptó la decisión de que la primera etapa de la futura Unión Económica y Monetaria se iniciara justamente después del Consejo (la 1.ª etapa habría de iniciarse antes del 1 de julio de 1990), y se comprometió la celebración de una Conferencia Intergubernamental para establecer las etapas posteriores de dicha Unión41. Por últi-
40
De ahí el carácter de extensiva, ya que se aprobó un mercado interior, 58 disposiciones, un paquete audiovisual con la posición común sobre la directiva de televisión sin fronteras y la decisión sobre la televisión de alta definición. En agricultura los precios y un programa forestal. En economía y finanzas, la segunda directiva bancaria y otra sobre «operaciones de iniciados». En medio ambiente, el coche limpio de pequeña cilindrada y un compromiso para reducir y eventualmente eliminar el consumo de CFC (clorofluorocarbonos). En asuntos sociales, la directiva marco sobre la salud y seguridad en el lugar de trabajo y medidas conexas. En sanidad, medidas de lucha contra el tabaquismo. En protección de los consumidores, la directiva sobre crédito al consumo. En educación, el programa Lingua de enseñanza de lenguas extranjeras. En investigación, trece programas esenciales para que Europa pudiese competir en condiciones parecidas a los Estados Unidos o Japón. En transporte, una decena de medidas importantes para la liberalización del sector en la Comunidad, y así, un largo etcétera. 41 F. Fernández Ordóñez, «Una Presidencia constructiva», en Diario 16, 26 de junio de 1989.
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mo, una muestra más del espíritu europeísta que inspiró la acción española durante la Presidencia de la Comunidad fue la dinamización de las relaciones exteriores, tanto políticas como comerciales y económicas, de la Comunidad y de los doce, así como un cierto impulso de una política exterior consensuada y coherente que, según se ha dicho, se frustró pronto con la desunión de los doce a raíz del conflicto yugoslavo. Pese a todo, Ordóñez se atrevió a afirmar que Europa había empezado a convertirse en un «actor unitario en el concierto internacional»42. En definitiva, la cita —en opinión mayoritaria— constituyó el bautizo de fuego de la nueva presencia española en el concierto internacional y, por encima de cualquier otra cosa, según Ordóñez, demostró la seriedad y la altura política de España. La Administración Española supo responder «profesional y coordinadamente a [las exigencias de la Presidencia europea]»43, y adquirió unos hábitos y unas formas de trabajo muy beneficiosos para el futuro de la política exterior española. Se aprovechó la oportunidad para incrementar la presencia en el exterior y para ganar importancia ante interlocutores internacionales44. Cinco meses después de finalizar la presidencia española se desencadenaron los acontecimientos a los que hemos hecho referencia con profusión: la caída del muro de Berlín y la desintegración de la URSS. El gran dilema, junto a otros muchos, fue entonces si estos hechos serían una rémora en el proceso de construcción europea o, por el contrario y como desde un principio defendió España a través de su ministro de Exteriores, erigían una coyuntura propicia para impulsar dicho proceso45. Pues bien, haciendo buenas las previsiones españolas, los sucesivos consejos europeos celebrados inmediatamente antes y 42
Ibíd. ABC, 3 de abril de 1989. 44 Sobre las consecuencias de la Presidencia española, véase: European Affairs, otoño de 1989. 45 Recordemos que dicho proceso se había fraguado a partir de la doble firma del Acta Única los días 17 febrero de 1986 en Luxemburgo y 28 en la Haya que finalmente entró en vigor el 1 de julio de 1987. 43
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después de la reunificación alemana fueron estableciendo los resortes imprescindibles para un acuerdo sobre la unión europea46, que precisamente llevaría ese mismo nombre, ya con mayúsculas. Así, si mucho antes, concretamente en el Consejo Europeo de Estrasburgo de los días 8 y 9 de diciembre de 1989, se había decidido convocar una conferencia intergubernamental sobre la Unión Económica y Monetaria, que se celebraría al final de 1990, en el Consejo de Dublín de 28 de abril de 1990 se decidió convocar para el día 14 de diciembre de ese mismo año una conferencia intergubernamental para la Unión Política. Tras referirse a ambas conferencias en el Consejo Europeo intermedio de Roma de los días 27 y 28 de octubre de ese mismo año, las conferencias intergubernamentales para la unión económica y monetaria y para la unión política, se iniciaron los días 12 y 13 de diciembre respectivamente. Ordóñez vivió en primera persona este proceso irreversible de ampliación de competencias en la nueva Unión Europea, asistiendo con su característica inquietud intelectual a dicho debate teórico que no pudo ver puesto en práctica; estaba convencido de que el éxito de la unidad de los europeos sería verdaderamente admirable cuando no fuera sólo económico sino que se implicara, a fondo, en problemas sociales y políticos que redundaran en el bienestar de toda población. A grandes rasgos, la posición española47 giró en torno a la defensa de tres cuestiones que afectaban tanto a la unión económica como a la unión
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La primera mención a la denominación «Unión Europea» se había hecho en los consejos europeos de Dublín los días 28 de abril y 25 y 26 de junio de 1990. No obstante, después de la reunificación alemana, la cuestión pasó a estar en el centro del debate. Así ocurrió en los consejos europeos celebrados, primero en Roma los días 27 y 28 de octubre y 14 y 15 de diciembre de 1990 y, después, en Luxemburgo, los días 28 y 29 de junio de 1991. El acuerdo definitivo tuvo lugar en el Consejo Europeo de Maastricht los días 9 y 19 de diciembre de 1991. 47 Para conocer de forma sintética las propuestas españolas, véase: F. Fernández Ordóñez, «Un nuevo paso hacia la Unión política» en Expansión, 29 de mayo de 1990.
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política: la cohesión económica y social, la ciudadanía europea y la política exterior y de seguridad común48. Todas esas ideas habían sido el fruto de una labor constante desde la integración formal de España en la CEE; si se había entrado en una etapa de poder influir era porque los equipos de trabajo habían optimizado el ingreso de España de una manera inusitada. Definitivamente, no hubiera habido el mismo protagonismo de no haber sido por la determinación de intervenir activamente donde el país había puesto todas sus expectativas, es decir, en las instituciones europeas. Como señalaba Benavides Orgaz, ya en 1991: Nuestros intereses nacionales resultan reforzados en un enfoque ambicioso de integración europea, y ello no sólo desde el punto de vista económico sino también desde el político. Una Europa política facilita la penetración en un área regional ignorada por nuestra diplomacia desde hacía doscientos años. Nuestra participación en el debate y negociaciones en curso ha permitido influir en la conformación progresiva de la Europa del mañana, graduando sus efectos sobre los intereses específicos españoles, contribuyendo a una transición que debe ser estable, y actuando con la fuerza que siempre determina una posición colectiva. La marginalización española hubiera resultado notoria, si el proceso lo hubiéramos enfocado en solitario49.
Con las propuestas españolas y las de todos los países miembros, después de las dos Conferencias Intergubernamentales, la nueva Europa se diseñó estructurada a modo de templo clásico con tres pilares: económico, política exterior y asuntos de justicia e interior. Este esquema de funcionamiento fue rubricado el 7 de febrero de 1992 en la localidad holandesa de Maastricht con el nombre de Tratado de la Unión Europea (TUE). En ese texto, aún con carencias, se habían puesto muchas esperanzas pero que48
Posteriormente, con el Tratado de Maastricht, esta expresión dio paso a un nuevo concepto en el sistema de cooperación política con mayores ambiciones de las que, hasta entonces, había tenido la CPE. 49 P. Benavides Orgaz, «Política Exterior española y Cooperación Política Europea», Noticias /CEE, Núm 75, 1991, pág. 11.
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daba aún la ronda de ratificaciones por parte de cada uno de los países miembros; unos fueron más reacios que otros pero todos se dieron cuenta del giro que iba a suponer el ceder ciertas cuestiones de soberanía. Cada Estado estableció la modalidad que consideraba más adecuada para la ratificación. En España, particularmente, no hubo referéndum, como en otros países; se ratificó en el Congreso de los Diputados el 29 de octubre de 1992. Para nuestro país, el TUE supuso las primeras dudas sobre la integración europea, especialmente duras por parte de Izquierda Unida que hizo campaña en contra; el Tratado conllevaba aceptar una política económica determinada desde las instituciones europeas, en medio de una notable crisis económica y después de los fastos de 1992, que habían implicado el desembolso de grandes sumas de dinero. Entre las cesiones de soberanía pioneras en la historia, estaban las de hacer responsable al Banco Central Europeo de las políticas de cambio y los tipos de interés de los países miembros. La coordinación de las políticas económicas y monetarias, según los miembros de la nueva unión, sólo podría otorgar beneficios a todos y competir con la poderosa economía norteamericana en pie de igualdad. Para otros, era la claudicación ante un coloso económico que iba a dirigir la misma política económica para todos. También a partir de Maastricht, se comenzaba a contar en «European Currency Unit» (ECU). Era una unidad de cuenta, intangible, como primer paso a una moneda carente aún de nombre propio que fuera común a todos los europeos, comparable al dólar y que, sobre todo, facilitase la identificación con un mismo proyecto político. Algunos miembros pensaron que esto ya era ir demasiado lejos y prefirieron mantenerse al margen de lo que veían como una excesiva intromisión en sus políticas nacionales. Para el proceso interno institucional de la nueva Unión Europea, el nuevo tratado supuso la quiebra de un modelo y la entrada en una fase de verdadera crisis identitaria50 e institucio-
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Hubo países que cuestionaron los postulados del nuevo Tratado, especialmente preocupantes fueron las reacciones en contra en Francia y en Dinamarca.
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nal, surgiendo temas tan difíciles de resolver como el déficit democrático. Simultáneamente, se necesitaban tomar medidas drásticas para salir de la recesión económica en la que estaban sumidos los miembros de la nueva Unión Europea. Tanta determinación de la elite política chocaba con unas poblaciones desigualmente europeístas a las que los cambios no convencían en su totalidad. Los fantasmas de la falta de transparencia pasaron factura a un proyecto que los líderes consideraban ilusionante y los ciudadanos incomprensible. Por ello, se vio esencial fomentar un trabajo pedagógico explicativo y unas señas de identidad comunes en las que Ordóñez ya no pudo participar. A él, a González y a todos los equipos de trabajo se deben varias referencias en el texto definitivo del Tratado de la Unión Europea, especialmente las concernientes a la ciudadanía, la política exterior y la cohesión social. Latinoamérica: contra una idea mutilada y empobrecida Latinoamérica51 ocupa un amplio capítulo de la trayectoria política de Fernández Ordóñez52, no en vano su vínculo con los países latinoamericanos se había forjado antes de llegar al Ministerio, gracias a los innumerables viajes que tuvo que realizar en su condición de Presidente del Banco Exterior de España durante el período 1983-1985. Como muestra de esta preocupación latinoamericanista, baste recordar que una de las primeras medidas adoptadas a su llegada a Exteriores consistió en crear la Secretaría de Estado para la Cooperación e Iberoamérica53. 51
Fernández Ordóñez hizo un uso indistinto de los términos «Latinoamérica» e «Iberoamérica». En otras ocasiones prefería utilizar la expresión «América Latina» o simplemente, «América». 52 Por esta razón, pero sobre todo, por los numerosos acontecimientos que tuvieron lugar en los países latinoamericanos entre 1985 y 1992, sería merecedor de capítulos aparte sin embargo, hemos preferido ser concisos en aras de la fluidez de un relato marcadamente biográfico-político. 53 Al frente de la Secretaría de Estado para la Cooperación e Iberoamé-
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En palabras del ex-vicepresidente del Gobierno, Narcís Serra, «Iberoamérica [estuvo] entre sus ocupaciones y preocupaciones —lo que Marañón [llamó] la irremediable nostalgia de América—, y como tal la introdujo y la impulsó también en Europa»54. También el escritor Carlos Fuentes resumió su gestión de la siguiente manera, … trascendió para siempre la visión estrechamente peninsular del pasado inmediato para devolverle a España su vocación universalista, ya no un más allá imperial, sino un más aquí concreto, enraizado en la legítima presencia española en Europa, en América y en el mundo55.
En definitiva, la política española hacia Latinoamérica había cambiado de filosofía bajo su mandato, experimentando una nueva orientación metodológica. Fernando Morán, ministro de Asuntos Exteriores desde 1982 hasta 1985, había defendido la idoneidad de unas relaciones privilegiadas fuera de la Comunidad Europea y del eje atlántico como medio para incrementar la solvencia de España en el ámbito europeo con relación a los Estados Unidos. A diferencia de su predecesor, Ordóñez defendió el alineamiento de la política latinoamericana de España con la del resto de Europa para, tan sólo más tarde, conseguir una posición de liderazgo en las cuestiones concernientes a esta área dentro de la Comunidad56. Con Ordóñez en Exteriores,
rica fue nombrado Luis Yáñez-Barnuevo, quien más tarde sería designado, igualmente, Presidente de la Comisión Nacional Quinto Centenario. 54 N. Serra y Serra, «Clausura del acto», en AAVV Francisco Fernández Ordóñez…, ob. cit., 1994, pág. 66. 55 Palabras pronunciadas en la V Conferencia Anual Francisco Fernández Ordóñez, 7 de octubre de 1997. 56 En términos generales, la política exterior hacia Latinoamérica de los gobiernos socialistas se caracterizó por rechazar la idea de convertir a España en un puente con la Comunidad Económica Europea. Más bien se optó por afirmar la voluntad española de actuar desde dentro de las instituciones comunitarias a favor de los intereses iberoamericanos. N. Abu Warda, F. Aldecoa y R. Calduch (coord.)., La política exterior española en el siglo XX,
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España siguió apoyando los intereses económicos y comerciales latinoamericanos y convirtió a esta zona en un área de atención prioritaria de la Comunidad, de la misma manera que se había venido haciendo hasta ese momento, pero ahora, desde una observancia prioritaria de los objetivos comunitarios. En este sentido, dijo Ordóñez con ocasión de la primera presidencia española de la Comunidad Europea: Trataremos de actuar como palanca de impulso de las prioridades comunitarias. Siempre he dicho que hay que hablar de las prioridades europeas durante la etapa española, y no de prioridades españolas para la presidencia comunitaria. La prioridad de la presidencia española se llama Europa57. Es la misma política que hemos seguido desde que estamos en la Comunidad y será la misma política que los que nos sucedan seguirán haciendo obviamente. Es una política de acercamiento de la Comunidad Europea a Latinoamérica58.
En definitiva, con la presidencia española en el Consejo de Ministros de la Comunidad Europea, España tuvo, por fin, la oportunidad práctica de demostrar todo su bagaje acumulado respecto a Latinoamérica; éste había sido, a la hora de la integración formal, la mayor aportación. Para los países miembros de dicha organización, el continente centro y suramericano era una zona bastante desconocida; sin embargo, estos loables propósitos socialistas de colaboración fueron ralentizados por el devenir de los acontecimientos en torno a 1989. La Comunidad
Madrid, Ediciones de las Ciencias sociales, 1994, pág. 288. También, entrevista con Elena Flores, responsable del área internacional del PSOE en los ochenta, 28 de julio de 2003. 57 Declaraciones hechas por Francisco Fernández Ordóñez a las puertas de que España presidiera por vez primera la Comunidad Europea. El País, 29 de noviembre de 1988. 58 F. Fernández Ordóñez, Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados (Comisión mixta para las Comunidades Europeas), Sesión Informativa celebrada el miércoles, 1 de febrero de 1989, III Legislatura, núm. 397, página 13554.
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tenía focos de interés abiertos que se situaban lejos de Latinoamérica59, sin que se supiera muy bien qué política concreta iba a asumir Europa para aquel punto del globo. De tiempo en tiempo, imágenes repentinas dejaban constancia en el mundo de una zona con problemas estructurales complejos, y carente de estrategias globales realmente eficaces. La política exterior española hacia Latinoamérica siguió persiguiendo cuatro objetivos básicos, que ya lo habían sido de su antecesor en el cargo: «[el] apoyo a la democracia y a los esfuerzos a favor de la democracia»60; «[el] compromiso de España con los problemas de la región», especialmente los referidos a la pacificación centroamericana mediante el diálogo y la negociación entre los distintos estados implicados61; el fomento de los
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Con todo, se comenzaron unas incipientes medidas que mejoraron ese interés de la Comunidad Europea por Latinoamérica y la idea española se vio gratamente completada por un hecho interno en la CEE que reforzaría, indirectamente, la labor española en Latinoamérica; desde 1989 Manuel Marín cambió la temática en la que trabajaba como comisario de la Comunidad Europea y se pasó a la Política de Cooperación, Desarrollo y Pesca, donde en esta época, básicamente, se trataban intereses particulares de cada Estado miembro por atender a su pasado colonial. Por lo tanto, el objetivo que se marcó Marín desde su puesto de Comisario era hacer converger todas estas preocupaciones singulares en una verdadera política comunitaria europea global. Se trataba de comenzar a dar más importancia a las políticas de cooperación, consiguiendo, por ejemplo, que se insertara una cláusula sobre derechos humanos en el Tratado de Maastricht. Recordemos que este texto, por primera vez en la historia de la integración, a través del art. J.1.2, daba cobertura legal los temas de derechos fundamentales y promoción de la democracia. Además, se empezaba a gestar la Oficina Humanitaria de la Unión Europea (ECHO) que ofrecía asistencia a las víctimas de catástrofes y guerras y ayuda gratuita para los países no pertenecientes a la Unión Europea que vivieran situaciones lamentables; Latinoamérica se beneficiaba de todas estas iniciativas aunque siguieran siendo insuficientes. 60 F. Fernández Ordóñez, Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, Comisiones, Año 1986, III Legislatura, núm. 55, pág. 2214. 61 Se concretó en 1987 con el mantenimiento del apoyo al grupo Contadora mediante el que se conoció como Plan Arias, de febrero de 1987, así como con el apoyo al proceso de Esquipulas II, y con la participación espa-
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vínculos económicos entre España y los países latinoamericanos62 y, en suma, el impulso y desarrollo de una identidad iberoamericana basada más en la economía y en la cultura común que en la idea manipulada de una comunidad histórico-afectiva. Precisamente, sobre este último objetivo, declararía Ordóñez que, salvando los acentos políticos y las siempre discutibles iniciativas de todos los días, dar entidad a una idea de comunidad iberoamericana de naciones basada en la lengua, la cultura y todos los valores comunes existentes, constituía un gran objetivo de España en el mundo63. Consultado el Ministro de Asuntos Exteriores sobre si España tenía algún tipo de proyecto iberoamericano parecido al realizado por Francia con los países francófonos, recordó cómo en el momento de la adhesión española a las Comunidades europeas, España había defendido y había conseguido que se realizara una declaración común de intenciones relativa al desarrollo y a la intensificación de las relaciones con América Latina64. Recorñola en fuerzas militares de pacificación en Centroamérica, aprobada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a finales de 1989, entre otras actuaciones. Para abundar en estas cuestiones véase A. Sanz Trillo, Los gobiernos del PSOE y la promoción de la paz y la democracia en Centroamérica (19821996), tesis doctoral del programa de Doctorado de América Latina Contemporánea, Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset, Universidad Complutense de Madrid, realizada bajo la dirección de Charles Powell, año 2003. 62 A la altura de 1990, las previsiones de inversiones, créditos convencionales y fondos para la cooperación llegaron a ser de catorce mil millones de dólares para los cuatro años siguientes. 63 F. Fernández Ordóñez, «Política exterior de España 1987-1990», en Política Exterior, vol. I, núm. 1, invierno 1987. 64 La Declaración decía: «La Comunidad: confirma la importancia que atribuye a los lazos tradicionales que mantiene con los países de América Latina y a la estrecha cooperación que ha desarrollado con estos países; recuerda, en ese contexto, el reciente encuentro ministerial de San José de Costa Rica; reafirma, con ocasión de la adhesión de España y de Portugal, su voluntad de extender y de reforzar sus relaciones económicas, comerciales y de cooperación con estos países; está resuelta a intensificar su acción para aprovechar todas las posibilidades de alcanzar dicho objetivo de forma que permita con-
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dó también que a su pesar, la declaración no había ido tan lejos como se hubiese querido. Se había tenido que insistir en la cuestión hasta llegar a lograr que el Consejo Europeo de la Haya, en junio de 1986, alcanzara el acuerdo de emprender trabajos de índole política y económica, para aplicar las previsiones contenidas en la declaración común que se firmó con ocasión de la adhesión española a la Comunidad65. De sus palabras se podía deducir que la política española hacia Latinoamérica, con él al frente de Exteriores y a pesar de la nueva estrategia, nunca dejó de ser una prioridad. A partir de entonces, especialmente con tribuir en particular al desarrollo económico y social de la región latinoamericana así como a sus esfuerzos de integración regional; se dedicará de forma muy particular a concretar los medios que permitan reforzar los lazos existentes, el desarrollo, la extensión y la diversificación de los intercambios en la medida de lo posible, así como a la realización de una cooperación en los diversos sectores de interés común sobre bases lo más amplias posible, empleando para ello los instrumentos y los marcos adecuados a fin de aumentar la eficacia de las diversas formas de cooperación; está dispuesta, en este contexto, a fin de favorecer las corrientes de intercambios, a proceder, desde el momento de la adhesión, al examen de los problemas que podrían plantearse en el sector comercial para buscar soluciones aprobadas, teniendo en cuenta, en particular, el alcance del sistema de preferencias arancelarias generalizadas, así como de la aplicación de los acuerdos de cooperación económica celebrados o por celebrar con determinados países o grupos de países latinoamericanos» en Oficina de Publicaciones Oficiales de las Comunidades Europeas, Documentos relativos a las adhesiones a las Comunidades Europeas del Reino de Dinamarca, de Irlanda y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda el Norte, de la República Helénica, del Reino de España y de la República Portuguesa, Luxemburgo, Volumen II, 1988. 65 El apartado 5 (América Latina) del punto V Concertación Internacional inserto en la Declaración final del Consejo Europeo de la Haya celebrado los días 26 y 27 de junio de 1986, se dice: «El Consejo Europeo invitó, por consiguiente, a la Comisión, a presentar un documento conforme a los objetivos recogidos en la Declaración anexa al Tratado de Adhesión. Encargó igualmente a los Ministros de Asuntos Exteriores que sigan de cerca este asunto y que presenten un informe al Consejo Europeo, siempre que sea necesario», en R. Pérez Bustamante y A. Palacio, Los Consejos Europeos, Madrid, Colección Informes y Documentos, Ministerio de Administraciones Públicas, 1998, págs. 260 y sigs.
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ocasión del Consejo Europeo de Madrid, la cuestión latinoamericana, en su vertiente económica, social o político-democrática, fue tratada asiduamente y también, fue objeto de declaraciones particulares66. En el haber de Ordóñez, sin perder de vista el protagonismo de Felipe González —siempre presente en la esfera internacional y, particularmente, en el ámbito latinoamericano— han de destacarse, de forma especial, el establecimiento de la Conferencia Iberoamericana67 como cumbre periódica de los Jefes de Estado y Gobierno de todos los países que componen esta comunidad social, política y cultural, y la organización y celebración del Quinto Centenario como reconocimiento del lazo común entre España y Latinoamérica a la vez que oportunidad para la cooperación. La propuesta de celebrar las Cumbres había partido del Secretario de Estado de Cooperación e Iberoamérica, Luis Yáñez, quien la había dado a conocer con ocasión de un encuentro de responsables nacionales del «Quinto Centenario» celebrada en 1985 en Buenos Aires. La propuesta fue apoyada de inmediato por el Presidente argentino, Raúl Alfonsín, y el
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Existen otras referencias a la acción política comunitaria en América Latina en: Apartado 5 (América Latina) del bloque relativo a la Cooperación Política, incluido en la declaración final del Consejo Europeo de Madrid, 2627 de junio de 1989; en el apartado 5 (Otros países) de la declaración del Consejo Europeo de Dublín, 28 de abril de 1990; en el Apartado 2 del bloque IX, relativo (Otros Países Terceros), incluido en la declaración final del Consejo Europeo de Roma, 14 al 15 de diciembre de 1990; en el bloque XIX (Relaciones con los Países en Vías de Desarrollo), incluido en la declaración del Consejo Europeo de Luxemburgo, 28-29 de junio de 1991, Ibid., págs. 310-330-367-379. 67 Para conocer más sobre el tema de las Cumbres véase Y. Pico de Coaña, «La política exterior de España en América y las Cumbres iberoamericanas» en Balance de las primeras Cumbres Iberoamericanas, Cuadernos de Estrategia, núm. 92, Madrid, Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional, Instituto Español de Estudios Estratégicos, Ministerio de Defensa, 1997, págs. 29-76. También T. Mallo y L. Ruiz Jiménez (coord.), El Sistema de Cumbres Iberoamericanas. Balance de una década y estrategias de consolidación, Madrid, Instituto Universitario Ortega y Gasset, 2002.
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Secretario de Estado se encargó, posteriormente, de trasladar la idea al ministro Ordóñez, quien terminó por impulsarla con la aquiescencia de la Presidencia del Gobierno de España. Aunque Ordóñez sólo pudo acudir a la primera de ellas, la celebrada en Guadalajara en el año 1991, lo cierto es que tanto ésta como las siguientes que se han celebrado, han supuesto la oportunidad de configurar un nuevo lugar de encuentro entre estados con unas largas y no siempre pacíficas relaciones68. Por su parte, la celebración en 1992 del Quinto Centenario del descubrimiento de América (con la Expo ’92 como elemento central69), fue uno de los dos proyectos de Estado —junto a las Olimpiadas de Barcelona— que terminaría siendo el símbolo de una «década para la recuperación del prestigio internacional de España»70. Francisco Fernández Ordóñez, debido al avanzado estado de su enfermedad, no pudo disfrutar de ninguno de ellos en plenitud; moría poco antes del inicio de los Juegos y sin que se hubiera clausurado el V Centenario del Descubrimiento de América. La celebración de este aniversario fue, simplemente, la excusa más 68
Véase C. Freres y A. Sanz Trillo, «Política Exterior de España hacia América Latina desde la Transición. Una visión crítica», en J. Tusell, J. Avilés y R. Pardo (eds.), La política exterior de España en el siglo XX, Madrid, UNED, 2000, pág. 547 y sigs. 69 La organización de una Exposición Universal fue concebida por el último gobierno de la UCD, pero tan sólo tomó cuerpo —con Sevilla como sede definitiva— a partir de 1982. El gobierno que presidía Calvo-Sotelo se había percatado de la importancia de una efeméride como los quinientos años del encuentro entre dos mundos, y había puesto en marcha una comisión encargada de su conmemoración. En la Exposición Universal estuvieron presentes 111 países, las 17 comunidades autónomas españolas, 23 organizaciones internacionales y más de 30 grandes empresas que hicieron de colaboradoras y patrocinadoras. El diplomático Emilio Cassinello Auban fue uno de los máximos responsables de su éxito ya que ocupó los cargos de Presidente del Consejo de Administración de la Sociedad Estatal para la Exposición Universal de Sevilla 1992 entre 1985 y 1991 y después, fue Comisario General de la Exposición entre julio 1991 y enero 1993. 70 L. Yáñez, R. García Cárcel y F. Mellizo, «El Quinto Centenario: un proyecto de Estado», en Anuario de los temas 1991, Barcelona, Difusora Internacional, págs. 475.
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adecuada para movilizar a las sociedades española y latinoamericana en pro de la recuperación y potenciación del papel de ambas en la escena internacional, además de una importante ocasión para construir una comunidad iberoamericana de naciones favorecedora de los intereses tanto españoles como latinoamericanos. El proyecto de Estado que fue la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América supuso, bajo el patrocinio español, la confirmación de la intención española de avanzar en la constitución de la comunidad iberoamericana de naciones71. Sobre las intenciones del recordatorio y sobre su utilidad dirá Ordóñez: La conmemoración del Quinto Centenario es un acontecimiento histórico excepcional que nos puede abrir puertas hasta ahora cerradas y que nos lleva de la mano a los pueblos de América y de la península directamente al siglo xxi. […] La filosofía del Quinto Centenario es una filosofía de porvenir, es una filosofía de carácter práctico, cuyo motor principal ha de ser la cooperación72. El Quinto Centenario es así la celebración, no sólo de algo que fue, sino de algo que no es todavía; no debe ser una celebración retrospectiva, sino prospectiva, es decir, un proyecto, una historia vista hacia delante, construida desde una larga esperanza73.
De esta forma, la conmemoración del Quinto Centenario supuso, por un lado, una oportunidad de reflexionar conjuntamente sobre cinco siglos de interrelación de sangre, de cultura, de lengua, de religión de hábitos comunes entre la península 71
América 92, núm. 1, mayo de 1989. F. Fernández Ordóñez, «Quinto Centenario: Encuentro entre dos mundos», en Mundo Internacional, septiembre de 1988. Incluido en Ministerio de Asuntos Exteriores (s.f ), Discursos y declaraciones del ministro… ob. cit., 1988, págs. 355. 73 F. Fernández Ordóñez, «Discurso de la Hispanidad en la Universidad de San Bernardo, Madrid, 12 de octubre de 1985», en Ministerio de Asuntos Exteriores (s.f.), Discursos y declaraciones…, ob. cit., 1985, pág. 21. 72
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ibérica y el viejo mundo y, por otro, una oportunidad para conformar, conjuntamente, el futuro compartido. Un futuro, en el que […] no tengan cabida visiones estrechas ni intereses creados un futuro fraterno y solidario, superador de injusticias y corrector de desigualdades. […] El encuentro entre dos mundos debe ser una convocatoria para el porvenir74.
No todos los países latinoamericanos entendieron desde un principio las razones últimas de la celebración. Tal es así, diría Ordóñez, que algunos países decidieron unilateralmente no emplear la denominación V Centenario, sustituyéndola por la más correcta desde una perspectiva política: «Encuentro entre dos Mundos». No obstante, aquélla era una celebración que había que orientar hacia el futuro: […] No hay más remedio, […] [que] superar la vieja querella del pasado, que es interminable; todos estamos cansados de recorrer muchos museos en los países iberoamericanos y ver las cosas que hacían los españoles. Hay como una especie de cultura en este sentido, que tenemos que asumir como sea, pero es necesario mirar al futuro…75.
Además de los acontecimientos ya mencionados, Cuba fue un caso aparte en la política de Ordóñez ya que, sin ningún género de dudas, Fidel Castro fue el líder con el que Ordóñez tuvo peores relaciones. Castro, no sintiéndose aludido por el final de otros regímenes comunistas, reafirmó su compromiso basado en la idea de «socialismo o muerte» a principios del año 1989. En junio de ese mismo año ordenó fusilar a cuatro generales acusados de formar parte de una trama de narcotráfico. El momento de máxima tensión en las relaciones entre España y
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F. Fernández Ordóñez, «Quinto Centenario…», ob. cit., pág. 356. F. Fernández Ordóñez, Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, Comisiones, Año 1986, III Legislatura, núm. 55, pág. 2214. 75
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Cuba fue julio de 1990, como consecuencia de la ocupación de la Embajada española en La Habana por ciudadanos que buscaban asilo político. Ordóñez manifestó que España daría acogida y garantizaría la seguridad de las personas que entrasen en el edificio. Como consecuencia, la cancillería cubana difundió un comunicado en el que calificaba a Ordóñez de «angustiado administrador colonial», entre otros calificativos por el estilo. Pese a que las críticas alcanzaron lo personal, las relaciones con Fidel Castro nunca hubieron podido ser buenas especialmente porque el PSOE en el gobierno no había dudado en censurar la falta de libertades y de respecto a los derechos humanos, tanto en Cuba como en otras dictaduras militares; ésto y haber permanecido en la OTAN suponía una grave incompatibilidad con los comunistas cubanos76. En cualquier caso, ni siquiera Cuba podía estar excluida de uno de los proyectos más emblemáticos de la celebración del Quinto Centenario en Madrid, la rehabilitación del Palacio de Linares, en la Plaza de Cibeles, cuyas costosas obras fueron sufragadas, en parte, por el Ministerio de Asuntos Exteriores. Ordóñez no pudo disfrutar de su inauguración como «Casa de América», el 25 de julio de 1992, coincidiendo con la II Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, no obstante, aún hoy se le sigue recordando precisamente allí, en la conferencia que anualmente desarrolla su Fundación. Después de este somero recorrido por todo un continente, se puede concluir que, en suma, cualquier balance de la política seguida por el Gobierno español en Latinoamérica bajo la dirección de Fernández Ordóñez tendría que contemplar dos vertientes distintas: una política y otra económica77. En lo político 76
Hasta 1993, en la III Cumbre Iberoamericana de Bahía, Brasil, Felipe González no percibió una cierta flexibilidad en el líder cubano para comprender la necesidad de ciertos cambios en el terreno político y en el económico. Entrevista a Felipe González en El País 18 de julio de 1993. 77 Palabras pronunciadas en el Desayuno del Council on Foreign Relations, Nueva York, 26 de septiembre de 1990; recogidas en Ministerio de Asuntos Exteriores (s.f), Discursos y declaraciones del ministro de…, ob. cit., 1990.
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se potenció el diálogo con el Mecanismo Permanente de Consulta y Concertación Política (denominado Grupo de Río) que establece unos principios defensores de la democracia similares a los defendidos por Occidente. Además, España participó en el diálogo entre la Comunidad Europea, Centroamérica y Panamá a través de las Conferencias de San José. Se firmaron abundantes tratados de amistad y cooperación con Argentina, Méjico y Venezuela, así como declaraciones con Ecuador y Bolivia. Asimismo, durante aquellos años tuvieron lugar frecuentes encuentros entre el canciller español y los principales responsables de la política exterior de los países latinoamericanos que trajeron como consecuencia políticas de acercamiento entre los continentes. Se defendieron y promocionaron los derechos humanos. Se potenciaciaron los lazos culturales entre Latinoamérica y España mediante la celebración y desarrollo de la Conmemoración del V Centenario y la Exposición Sevilla ’92. En lo económico, por lo demás, España contribuyó a la concertación de un Plan Plurianual destinado a fortalecer el comercio centroamericano. Por último, España puso a disposición del Banco Interamericano de Desarrollo la cantidad de 500 millones de dólares concesionales y 175 adicionales para subvenciones a empresas. Estos logros, precisamente, llevarían a Ordóñez a la altura de 1990 a concluir que, en resumen, España había contribuido al desarrollo político y económico de Latinoamérica; todo ello sin dejar de reconocer las grandes limitaciones de actuación de un país medio. En este sentido, evitando caer en un exceso de vanidad o de demagogia es justo reconocer que en las relaciones de España con Latinoamérica abundó también la retórica; es un área inmensamente grande y sumida en una grave inestabilidad pero, a decir de algunos analistas, se pudo y debió hacer mucho más. Pedro Pérez Herrero llega a afirmar que no ha habido en toda la democracia una política de Estado para con América Latina, sino una política de Estado para la protección e impulso de la hispanidad78.
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P. Pérez Herrero, «Las relaciones de España con América Latina durante los siglos XIX y XX: Discursos gubernamentales y realidades», en J. C.
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Hay detalles sutiles sobre este aspecto, por ejemplo, establecer que el Príncipe D. Felipe se encargara de representar al Estado para compensar, con su figura de alto rango, el sentimiento de deber actuar en relación a una Historia y a una sociedad plagada de apelativos familiares (la madre patria, hermanos, etc.). En definitiva: se fomentó la defensa de los derechos humanos, la integración territorial latinoamericana, las relaciones comerciales con la Comunidad Europea, se impulsó la celebración de Cumbres Iberoamericanas. Pudo haber sido más, pero no es un resultado desdeñable, teniendo en cuenta que España basó su política Latinoamericana en el contexto de la integración europea y Europa estaba concentrada en el Este, desbordada por los sucesos de Yugoslavia e interesada en resolver el conflicto de Israel en el que, ilusoriamente, se intuía el final. Probablemente, eran sinceras esas palabras encaminadas a intentar crear unos lazos más próximos pero, lo cierto, deliberadamente o no, es que al final de la etapa de Ordóñez en Exteriores, Latinoamérica quedaba más presentada y conmemorada que aliviada de sus problemas estructurales; «la utilizaban y la recordaban pero no la sentaban a su mesa»79. La Guerra del Golfo y la Conferencia de Paz de Madrid El 2 de agosto de 1990, cien mil soldados iraquíes invadieron el vecino Kuwait y su líder, Sadam Husein, inmediatamente, decidió la anexión de los territorios ocupados. Fernández Ordóñez no tardó en deplorar la acción en nombre del gobierno español y en calificar lo sucedido como «hecho sin precedentes en la historia reciente de las relaciones internacionales»80. Pereira (coord.), La política exterior de España (1800-2003), Barcelona, Ariel, 2003, pág. 336. 79 Ibíd, pág. 327. 80 F. Fernández Ordóñez, «El año del Golfo», en Anuario El País 1991, pág. 92.
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Tras la toma de Kuwait, la comunidad internacional en su conjunto, reaccionó solicitando el restablecimiento de la paz y de la legalidad anterior. Como medida de presión, la ONU adoptó la resolución 661 decretando el embargo total sobre Irak. A partir de entonces, doce resoluciones del Consejo de Seguridad exigieron la retirada incondicional de Kuwait y el restablecimiento de la legitimidad vigente hasta la invasión. Detrás de la pronta reacción internacional no sólo existía el deseo de hacer respetar la ley que a todos obligaba, sino también el interés derivado de que la región afectada por el conflicto era una zona de importancia económica incuestionable, cardinal para sostener los aprovisionamientos de crudo —a precios razonables— los cuales «resultaban básicos para el mundo industrializado, y más todavía para las economías de los países en vías de desarrollo»81. España82, de acuerdo con la política de estabilidad seguida hasta entonces, se sumó a las peticiones de la ONU. Unos días después de la invasión, Francisco Fernández Ordóñez compareció en sesión extraordinaria ante la Comisión de Exteriores del Congreso de los Diputados para dar cuenta de la participación española en el conflicto83. Dijo Ordóñez que, ante un hecho de semejantes proporciones, la posición de España no podía ser de abstención, ni de indiferencia y justificó la colaboración española ante una eventual intervención armada, aunque al mismo tiempo abogó por un intento de resolución pacífica del conflicto. Malogrados todos los intentos de poner fin a la situación sin 81
Ibíd. Para conocer la posición española y, en particular, la de Fernández Ordóñez en el Conflicto del Golfo, es interesante consultar dos entrevistas: J. Altabe, «Francisco Fernández Ordóñez: España no atacará en el Golfo Pérsico bajo ninguna circunstancia», en Cambio 16, núm. 1000, 21 de enero de 1991; y J. C. Algañaraz, «Francisco Fernández Ordóñez: La esperanza de paz en Oriente Medio nunca ha estado tan cerca», en Cambio 16, núm. 1008, 18 de marzo de 1991. 83 Comparecencia ante la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados, a petición del Gobierno, para informar sobre la crisis del Golfo Pérsico. 28 de agosto de 1990. 82
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emplear la fuerza, el 29 de noviembre, el Consejo de Seguridad de la ONU autorizó el uso de la fuerza contra Irak mediante la resolución 678. En noviembre, la guerra se presentó como legítima, incluso por el Secretario General de Naciones Unidas (ONU), tanto es así que el Consejo de Seguridad84 aprobó conceder a Sadam hasta el 15 de enero para desistir de sus acciones en Kuwait. Ya en 1991, ese repliegue aún no se había efectuado. Ante el inminente ataque, Sadam Husein accedió a negociar su retirada, circunstancia que más tarde se comprobaría era tan sólo una maniobra dilatoria. El mismo 15 de enero, España auspició una mediación árabe protagonizada por Argelia y por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP); fracasó igualmente. Un día después, una fuerza multinacional inició una ofensiva contra Irak; aquel 16 de enero de 1991 la ostentación de fuerza se hizo en directo, el mundo entero asistió atónito al «espectáculo» Tormenta del desierto, una operación militar liderada por Estados Unidos que fue transmitida por radios y televisiones. Los servicios de inteligencia americanos conocían blancos estratégicos y contra ellos atentaban con desconocida precisión y errores inauditos que afectaban a la población civil. El despliegue de semejantes recursos militares, nunca antes exhibidos, no otorgó ninguna oportunidad de defensa al régimen iraquí, cuyas armas eran obsoletos misiles Scud y vetustos aviones MiG y Mirage. A partir de este momento, la postura adoptada por España, huidiza del pacifismo fácil y el distanciamiento, la manifestó en términos precisos su ministro de Exteriores. Para comenzar, había que apoyar las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y todas las gestiones conducentes a buscar una solución pacífica del conflicto o capaces de frenar la escalada de violencia. España se sumaría al embargo decretado por las Naciones Unidas y enviaría de inmediato unidades militares que lo hiciesen efectivo. Asimismo, no se debía cejar en el
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Resolución aprobada con la abstención de China y la negativa de Cuba y Yemen.
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empeño de retomar el diálogo con los dirigentes árabes para conseguir dar una salida pacífica al conflicto. El soporte militar español se reduciría a un apoyo logístico a los efectivos norteamericanos. Además, era imprescindible que los países la Comunidad Europea jugaran un papel protagonista en la búsqueda de soluciones. Por último, la solución definitiva a la situación en Oriente Medio pasaba necesariamente por la celebración de una conferencia internacional85. De estos propósitos fue informado el Parlamento. Para argumentar la participación española en el conflicto, a pesar de la impopularidad de una medida de esas características, Fernández Ordóñez se aferró a las reiterativas resoluciones del Consejo de Seguridad. El apoyo de la oposición fue clave para llevar a cabo dicha intervención y la información que ésta recibió por parte del gobierno también fue valorada positivamente; José María Aznar, se mostró leal con la decisión tomada y de acuerdo con la actuación de Ordóñez. Nuestro respaldo al Gobierno en esto fue total y absolutamente leal. Tengo que decir que nos mantenían bastante informados y que el ministro Fernández Ordóñez nos llamaba habitualmente para contar cómo se iban desarrollando los acontecimientos. Yo tenía una buena relación con Fernández Ordóñez, una relación sincera86.
Además de las acciones en el interior de nuestro país, durante todo el tiempo que duró el conflicto, el titular de Exteriores desarrolló una labor diplomática sin precedentes en la historia reciente de España. Mantuvo contactos con el secretario general de la Liga Árabe, Chadli Klibi; con el presidente egipcio, Hosni Muba85
Francisco Fernández Ordóñez compareció siete veces ante el Congreso de los Diputados, para informar sobre el desarrollo de los acontecimientos y sobre la postura española. Además intervino, igualmente, ante las Comisiones de Asuntos Exteriores del Congreso y del Senado y tuvo una presencia destacada y constante en los medios de comunicación. 86 Declaraciones de José María Aznar en J. Navarro, Entre Felipe…, ob. cit., 1996, pág. 404.
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rak, y con su ministro de Asuntos Exteriores, Abdel Moguid; con el líder de la OLP, Yasser Arafat, y con el responsable de Relaciones Exteriores, Faruk Kadumi; con los ministros de Asuntos Exteriores de Argelia, de Yemen y de Marruecos. No es desdeñable la importancia que tendrían todos estos encuentros para el posterior desarrollo de los acontecimientos y, concretamente, para la celebración en Madrid de la Conferencia de Paz Árabe-Israelí. En definitiva, se ha dicho, con acierto, que la Guerra del Golfo sirvió para poner a prueba el nivel de alineamiento del Gobierno español con los mecanismos de seguridad occidental, y que dicha situación se superó con creces ante los atentos ojos de Occidente87. El final de la guerra en Irak también consensuó el dictado de Naciones Unidas de un embargo internacional duramente criticado por organizaciones humanitarias, preocupadas por que la población iraquí no pagara los desmanes de su líder. Además, la ONU también se reservó la gestión de la principal riqueza del país, el petróleo, bajo el programa «Petróleo por alimentos». A mediados de junio de 1991, el desfile de la victoria en Nueva York no podía ser menos espectacular que el comienzo de la guerra: banderas, kilos de confeti y miles de globos recibían a los hombres de Schwarzkopf, apodado «oso del desierto», el General estadounidense que se había convertido en héroe nacional. Nada hacía presagiar que, con semejante final, al año siguiente, George Bush perdiera las elecciones ante el candidato demócrata Bill Clinton, quien era insistentemente comparado con John F. Kennedy. Ordóñez no llegó a hacer política con él y, una vez acabada la guerra probablemente se sintió defraudado por no ver a Sadam Huseim sentado en un Tribunal Penal Internacional. La Guerra del Golfo puso en el centro del debate político la cuestión palestina; en Oriente Próximo la Intifada llevaba un año causando destrucción y la crisis no haría sino recrudecer la tensión pues Sadam Huseim amenazaba con atacar Israel si se le declaraba la guerra, lo cual conllevó una fuerte reacción israelí contra los palestinos que apoyaban esta amenaza. Sin embargo, 87
E. Barbé, «La política española de seguridad…», ob. cit., 1999, pág. 6.
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este conflicto no era el principal causante de la guerra; en realidad no había conexión directa, pero Sadam Husein supo estratégicamente colocar el tema en el centro del debate internacional, vinculando la retirada de sus tropas a la definitiva resolución del conflicto. Más allá del artificio político empleado por el Presidente de Irak, lo cierto es que para todos los líderes mundiales el conflicto que enfrentaba a los israelíes y a los palestinos tenía que ser abordado sin demora. Para los Estados Unidos, su liderazgo en Oriente Medio pasaba por abrir puertas a una posible resolución del conflicto. Con este objetivo, el presidente Bush y el secretario de Estado norteamericano Baker88, se esforzaron por conseguir una cumbre que reuniese a todas las partes en conflicto. Después de rechazarse varias capitales, surgió la posibilidad de Madrid. Baker, con quien Fernández Ordóñez mantenía una cordial y amistosa relación, le consultó el día 17 de octubre sobre la disponibilidad española89. El propio Ordóñez, a su vez, tras consultar con González la propuesta norteamericana, dio una respuesta afirmativa a la que era una ocasión inmejorable para realzar la política exterior española. La designación de Madrid suponía la mayor apuesta organizativa de España en muchos años, con la única excepción de la Presidencia de la Comunidad europea de 1989. También en esta ocasión España, frecuentemente estereotipada con la sospecha de improvisación y chapucería, fue capaz de aceptar la organización de una conferencia de tanta relevancia, con solo once días de antelación. España era en aquel momento uno de los pocos países del mundo que mantenía a un mismo tiempo relaciones con las dos partes en conflicto, el Estado de Israel y la Autoridad Nacional Palestina. Además, tenía también unas magníficas relaciones con la mayor parte de los países árabes. A estos vínculos se referiría Ordóñez en los siguientes términos:
88
J. A. Baker, The Politics of Diplomacy. Revolution, War & Peace, 19891992, Nueva York G.P. Putnam’s Sons, 1995, págs. 510-513. 89 Para su propia versión, ibíd., pág. 511.
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[…] no son pueblos desconocidos para nosotros. Hemos vivido con ellos largas peripecias de historia común, batallas enfrentamientos, convivencias. Hemos forjado con nombres compartidos nuestra propia identidad. A veces uno recuerda la frase de Eugenio D’Ors, «A lo que más se parece una lucha cuerpo a cuerpo es a un abrazo»90.
Oriente Medio había estado en la agenda de problemas de la política exterior española formando parte de la concepción global de su política mediterránea. España disponía por entonces de la serenidad y la información necesarias para ser anfitriones discretos y activos. Por lo tanto, cuando tan sólo habían transcurrido ocho meses desde la finalización de la Guerra del Golfo, concretamente el 30 de octubre de 1991, con el patrocinio de Estados Unidos y Rusia y la presencia de los principales dirigentes de los países árabes, los líderes palestinos de los territorios ocupados y el primer ministro israelí Yitzhak Shamir, se celebró en Madrid la Conferencia de Paz Árabe-Israelí de Madrid. España estuvo presente como país anfitrión. En esta conferencia se fijaron las bases, las condiciones y el calendario para el subsiguiente plan de negociaciones, y se abrió un posible camino de solución (luego fracasado) como fue el intercambio de paz por territorios. Las conversaciones se establecieron de dos formas: un conjunto de encuentros bilaterales y directos entre los países afectados, es decir, Israel-Siria, Israel-Líbano, IsraelDelegación jordano-palestina, y un grupo de trabajo multilateral. Los grupos de trabajo multilateral se crearon en torno a diferentes temas: control de armamento y seguridad regional, desarrollo económico regional, agua, medioambiente y refugiados. Sin desmerecer todo lo positivo que tuvo el encuentro, uno de los elementos negativos que se pueden extraer de la Conferencia de Madrid fue el hecho de que el esquema de la negociación y de todo el proceso se pactara sin la participación y supervisión internacional de las Naciones Unidas; este papel fue atri90
F. Fernández Ordóñez, «La Conferencia de Madrid», El País, 29 de octubre de 1991.
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buido exclusivamente a Estados Unidos. Así pues, el proceso de paz nació sin el marco legal de referencia del conflicto, es decir, el conjunto de resoluciones de las Naciones Unidas. Las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad se tomaron como punto de partida y no como un mínimo incuestionable a cumplir por ambas partes. La ausencia de Naciones Unidas en el proceso dejó las negociaciones en manos de la correlación de fuerzas de las partes, extremadamente desiguales. Este hecho determinó la dinámica del proceso de paz hasta nuestros días. Y como colofón al gran logro de su etapa en Exteriores, Ordóñez recibió en varias ocasiones el agradecimiento de James Baker y la expresión de su amistad y respeto para siempre. The role you played has been historic. Simple thanks are not enough to convey our gratitude for all of the help you and the people of Spain have given to the cause of peace91 .
Legado y despedida de un ministro apreciado —¿Ha visto de cerca la muerte? —Sí. Desde que cumplí los 50 años, la muerte es para mí un tema de reflexión constante. Supongo que hay algo en la naturaleza que te ayuda a comprenderla, lo que sucede es que miras hacia atrás y te parece una injusticia el paso del tiempo. Deberían habernos advertido de que esto ocurriría así, porque te das cuenta de golpe, cuando ya has llegado al final del camino92.
A finales de 1991, unos días antes de retirarse a pasar sus últimas navidades en Santa Pola, Francisco Fernández Ordóñez seguía soñando en un Ministerio más proactivo que reactivo. 91
Carta remitida por J. Baker el 3 de noviembre de 1991. Archivo F.F.O. Entrevista en el Diario El Mundo, 26 de enero de 1992. Recogida en Ministerio de Asuntos Exteriores, Oficina de Información Diplomática., Discursos y declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores, D. Francisco Fernández Ordóñez, 1992, Madrid, Oficina de Información Diplomática, 1992, páginas 167-169. 92
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Cuando sus problemas de salud eran más evidentes, no podía olvidar esa clave de una moderna política exterior, el punto óptimo al que aún no se había llegado; la máxima aspiración en la que seguiría trabajando si su salud se lo permitía. Ambos temas se entrelazan ineludiblemente en sus palabras, ya no hay separación posible; así se emitían en directo: —Señor ministro, buenas noches. Lo inevitable es preguntarle cómo se encuentra usted… —Bueno, yo me encuentro un poco mejor y los datos objetivos de los reconocimientos indican que parece que la dichosa vesícula se va reduciendo y que eso sigue su curso, pero no me atrevo a decir nada de estas cosas porque de pronto puede dar otra vez otro ramalazo. Pero vamos, los médicos son partidarios de que vaya recuperando la actividad normal. —Hace un par de años (…) nos despedíamos de usted porque lo dejaba (…) —Bueno ya ha oído al presidente, que es al final el que tiene que disponer de los derechos de cese… La idea es, si puedo…, si puedo, continuar normalmente. Es verdad que esta es mi séptima Navidad como ministro y han sido unos años de una agitación frenética. Yo creo que puedo; deberíamos poder intentar hacer el tiempo que queda ya hasta… hacer un Ministerio más normal, menos frenético, menos trepidante. Lo que pasa es que tiendo a querer hacerlo todo y por lo tanto no estoy muy seguro de mí mismo. Y tampoco estoy muy seguro de cómo vaya a responder la dichosa vesícula ésta que va a ser la más célebre de España… Nada más se habla de eso… (…) —En estos dos meses de ausencia por su estado de salud, ¿guarda usted algún rencor a alguien y por algo? —A mí mismo por ser un desastre. Tengo una salud catastrófica y cada dos o tres años tengo una de éstas y entonces me entra una depresión y digo que me tengo que ir inmediatamente y entonces otros me sujetan; en fin, este tipo de cosas. Pero así llevo siete años93. 93
Entrevista en el programa Hora 25 de la Cadena ser, 18 de diciembre de 1991. Transcripción recogida en Ministerio de Asuntos Exteriores (s.f ), Discursos y declaraciones…, ob. cit., 1991, págs. 454-456.
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En el Ministerio de Asuntos Exteriores se empezaban a notar cambios y mejoras pero, como reconocía el Ministro, había tanto por hacer que, aún hoy, siguen sin resolverse problemas estructurales como el incremento en las dotaciones o la reforma del servicio exterior, dándose la tremenda paradoja de haber adquirido una presencia internacional desproporcionada en relación al ritmo de cambio de estructuras y modernización. Ordóñez reconocía estas carencias que, en cuestiones de personal, incrementaban aún su preocupación: Nunca ha resuelto este país, y sigue sin resolver todavía el viejo problema de pagar mejor a los mejores y conseguir que los mejores se ocupen de los trabajos socialmente más productivos94.
En lo material, además, se recuerda por muchos su austeridad. Cuenta Carlos Westendorp95 cómo prefirió renunciar a la compra de un tapiz extraordinariamente interesante para el patrimonio del Ministerio con tal de evitar que se le tachara de poco comedido en los gastos. Carlos Solchaga también ha reconocido que se entendía muy bien con Ordóñez, probablemente porque al haber sido ministro de Hacienda, comprendía mejor la tarea de Solchaga, incluso cuando el presupuesto dado a su Ministerio de Exteriores no le conviniera96. Es cierto, como dice Viñas97, que Ordóñez no ha dejado un legado «ideológico» al uso, en el Palacio de Santa Cruz. No tuvo 94
F. Fernández Ordóñez, Manuscritos inéditos. (Archivo FFO). Entrevista a Carlos Westendorp, 7 de julio de 2004. 96 En declaraciones de Carlos Solchaga en Navarro, J., ob. cit., 1996, pág. 247. Fernández Ordóñez nunca pidió a Solchaga que se incrementasen los fondos del Ministerio de Asuntos Exteriores. Véase, C. M. del Arenal, Política Exterior…, ob. cit., 1994, pág. 108. 97 «Sin embargo, a pesar de toda la experiencia que adquirió en tal cartera es triste recordar que, salvo alguna que otra excepción, no legó planteamientos doctrinales de importancia o que pudieran afrontar el paso de los años». A. Viñas, «Dos hombres para la transición externa…», ob. cit., página 285. 95
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la contundente argumentación doctrinal socialista de Morán. Su personalidad era de hombre de acción, de pensar continuamente qué se podía hacer desde éste u otro puesto, y remangarse, llevar a la práctica lo que se le requiriera con habilidad. Pero, quizá más importante, es que probablemente nunca tuviera grandes quebraderos de cabeza por dejar legado doctrinal alguno en la teoría de la política exterior socialista. Legó la práctica y, aunque para algunos sea «triste»98, parece verosímil pensar que se preocupó poco de si realmente su día a día seguía las pautas de tal o cual línea ideológica. Los hechos fueron por delante. Le bastaba con saber que atendía al Presidente del Gobierno, Secretario General del partido en el poder y último responsable de esa carga ideológica; Ordóñez jamás ocupó un cargo directivo dentro de la ejecutiva de PSOE. Juan Antonio Yáñez-Barnuevo lo ha expresado de la siguiente manera: Desde luego era un hombre extremadamente inteligente capaz también de conceptualizar subordinando eso a la práctica de cada momento, a pegarse al terreno y a la táctica que más convenía en cada momento para obtener los resultados99.
Fernández Ordóñez, pragmático y realista, hacía tiempo que había descubierto que de poco valían las contundencias ideológicas cuando lo que te permitía conseguir un determinado logro eran las habilidades comunicativas, máxime en política exterior, donde interaccionan tantos factores y hay que atender a tantos frentes. Ya había tenido suficientes preocupaciones de política de partido a lo largo de su vida profesional. Ahora, estaba exultante, en un puesto de acción, en un partido en el que por fin, se sentía a gusto. Para él habían acabado esas guerras, ya no tenía nada que demostrar, llevaba toda la vida proclamándose socialdemócrata y, por fin, estaba en una formación socialdemócrata en el poder, no podía pedir más. 98 99
Ibíd. Entrevista a Juan Antonio Yáñez-Barnuevo, 11 de julio de 2003.
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Por otra parte, habían confluido dos circunstancias especialmente reseñables para Ordóñez. En primer lugar, el PSOE, a lo largo de los ochenta había culminado un proceso de moderación del discurso, muy modernizador, beneficioso en número de votos y coincidente con su pensamiento. Por otro lado, en lo personal, Ordóñez disfrutó de un entendimiento total con González que se traducía en la percepción de coherencia entre trabajo e ideas políticas pero, sobre todo, en un alejamiento de situaciones que le confrontaran con sus principios. Todo lo antedicho no equivale, en absoluto, a concluir que Ordóñez no tuviera un pensamiento político. Los humanos somos demasiado complejos para simplificaciones. Era un hombre culto, con profundas convicciones políticas y humanas. Nunca sabremos si, tal vez, con el talante conciliador y el don de gentes ya creía que aportaba su particular «ideología» política, pero lo más probable es que esa faceta doctrinal jamás le quitara el sueño. No se puede decir más claro: L’idéologie est en train de cesser d’être le moteur de l’Histoire, et ce sont les sentiments nationaux qui se mettent à occuper la place100
Pues bien, así llegamos a una de las grandes preocupaciones de esta última etapa de su vida. Como político y como Ministro de Asuntos Exteriores sintió gran inquietud por los nacionalismos exacerbados, tanto dentro como fuera de España, cuestionándose continuamente si el proyecto de la Europa política estaba a la altura de lo que sentían los ciudadanos. En definitiva, reclamaba una política que respondiese a la identidad y aspiraciones de futuro de los ciudadanos; aquí residían las claves de hacia dónde debía apuntar una política concienzuda. «Ningún país sale adelante si no tiene detrás una ambición nacional
100
Entrevista en el diario Le Monde, 9 de febrero de 1990, recogida en Ministerio de Asuntos Exteriores (s.f ), Discursos y declaraciones…, ob. cit., 1990, pág. 444.
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colectiva muy fuerte»101, lo cual puede ser perfectamente incompatible con el fomento de esos nacionalismos exacerbados que tanto le intranquilizaban. Todas estas ideas de hombre curtido que rondaban su cabeza, el bullir mundial del momento que vivía en primera persona y, la reflexión sobre su vida ante varias convalecencias, le apartaban de otros debates más domésticos. Ni tan siquiera los escándalos que en esos años empañaron la labor del equipo de González, y que incluso alcanzaron al vicepresidente, hicieron mella en su ministerio. De hecho, hubo algún periodista que le llegó a preguntar directamente sobre esa «insultante integridad» que le hacía «estar por encima del bien y del mal»102. Él le quitaba importancia al asunto y centraba la clave en la transparencia, en que todo el mundo conocía su cotidianidad; cualquiera estaba al corriente de su vida. Admiraban este control de las emociones que él reconocía, ¿acaso nunca perdía los papeles?, le preguntaba el periodista, pero Ordóñez se mostraba rotundo, nunca. «Nadie suele notarme lo que me pasa por dentro, si estoy hecho polvo, si sufro, si tengo problemas…»103. Su personalidad, pero no sólo ésta, ayudó a optimizar de manera asombrosa las cuestiones de política exterior de España. Pese a los problemas en la política interna, hay pocas dudas entre los analistas de que ese lapso de tiempo desembocó en un legado de protagonismo internacional inimaginable en 1982. Siguiendo ciertas líneas básicas que comenzaron con UCD, el decenio de gestiones continuas hicieron real el compromiso de una España que tuviera un destacado papel, autónomo e inserta en las principales organizaciones internacionales. El objetivo era que España «estuviera» pero también que «contara», que no
101
Frase de Ordóñez que recordó su amigo Narcis Serra en la II Conferencia Anual Francisco Fernández Ordóñez, 21 de diciembre de 1994. pág. 13. 102 Entrevista en el diario El Mundo, 26 de enero de 1992 recogida en Ministerio de Asuntos Exteriores (s.f ), Discursos y declaraciones…, ob. cit., 1992, págs. 169-170. 103 Ibíd., pág.170.
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fuera una simple «recién llegada» sino que aportara e impulsara ideas. Además de las figuras del presidente y los ministros, en todo ello tuvieron mucho que ver las mayorías absolutas, ya que el gobierno se presentaba con un incuestionable respaldo popular en el extranjero; la mejor carta de presentación después de una dictadura. A la vez, el resto de partidos políticos manifestaron su consenso en gran parte de las cuestiones de política exterior, y también hubo países que se encontraban especialmente receptivos a lo español, máxime si venía acompañado con la autoridad de un buen resultado electoral, y por un gobierno joven, recién constituido y que había levantado gran expectación. Por supuesto, en la nómina del éxito, no hay que olvidar a las personas que fueron la imagen, la cara de esa política exterior: Casa Real, Presidencia del Gobierno, Ministros, diplomáticos, etc. Inocencio Arias lo ha expresado de manera contundente: […] los años de Gobierno socialista colocaron a España en un puesto mucho más elevado del que nos correspondía por nuestro propio peso. España es una potencia media y, sin embargo, llegamos a jugar en el terreno internacional un 25 y un 30 por ciento más del papel que nos correspondía, y eso se debió sobre todo a la habilidad de Felipe González y de Fernández Ordóñez. Esa es la verdad. […] España, si la sabes explotar, tiene una situación geoestratégica en el mundo que es única, y luego la lengua y la cultura, que hay medio mundo que habla español… Nosotros tenemos una historia y una lengua común con más de veinte países en América, y una historia casi común con los árabes, y eso no lo tiene Finlandia, pero hay que saberlo explotar, y ellos lo supieron hacer104.
Ordóñez se convirtió en uno de los protagonistas más destacados de ese despliegue de agendas internacionales. Al cumplirse siete años de trabajo en el Palacio de Santa Cruz, después de aproximadamente seiscientos viajes oficiales e incalculables miles de kilómetros de vuelo, meses antes de su muerte, el 104
J. Navarro, Entre Felipe…, ob. cit., 1996, pág. 207.
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balance de su gestión pasaba por ser uno de los más brillantes de todos los Gobiernos socialistas. En palabras de Charles Powell: Desde la segunda mitad de los años ochenta Fernández Ordóñez fue el ministro más popular del Gobierno, como lo había sido antes Morán, llegando a considerarle González como el más próximo de sus colaboradores105.
En efecto, el Presidente siempre estimó a Ordóñez por encima de la media de los otros ministros que formaron parte de sus gabinetes. A él le unió una amistad auténtica. Por un lado, muchos viajes juntos visitando infinidad de países, por otro, largas conversaciones en hoteles hablando de todo y en distintos términos, ayudaron a que entre ambos se forjara una confianza y un respeto mutuos. Lejos de restarle protagonismo a González en política exterior, que tanto le gustaba, Ordóñez gestionó a la perfección estos temas en su día a día, compatibilizando su papel con la parcela de exclusividad atribuible al jefe del ejecutivo106. Cerca ya su final político y, más aún, el final de la propia vida, Ordóñez hacía balance de su trayectoria. Parece como si a pesar de las densas páginas que poblaban su biografía, sintiese ahora la desazón de haber frustrado una vocación verdadera. Cuando ya no le quedaba tiempo para rectificación alguna, cuando sólo cabía esperar el final consciente en su inevitabilidad, se reconoce en una vida que no es la que hubiese querido tener: La vida se encarga de demostrar lo que hemos sido, no lo que queríamos ser. Y parece que he sido un hombre de acción. Y otros Ordóñez posibles no me sirven de refugio107.
105
Ch. Powell, España en democracia…, ob. cit., 2001, pág. 476. Un ejemplo de este quehacer diario del Presidente González ha sido analizado minuciosamente circunscribiéndolo al caso de Centroamérica, Véase B. Blázquez, ob. cit., 2006. 107 El País Semanal, 22 de diciembre de 1989. 106
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Con arreglo a estas palabras, que lo son de confesión y de conformidad, nadie sería capaz de poner en duda que sobre cualquier otra circunstancia, el protagonismo público, la actividad, el hacer, fueron los elementos más significados de la trayectoria de un todoterreno de la política española. Con una «débil salud de hierro», como gustaba decir Ridruejo de la suya propia, Ordóñez aguantó al frente de un ministerio, el de Exteriores, donde probablemente vivió los momentos más placenteros en su dilatada carrera política, a pesar de la penosa enfermedad que se le había declarado cuando llevaba tres años al frente de la cancillería española. Con motivo de alguna entrevista, Ordóñez había afirmado que puestos a elegir, prefería padecer un cáncer que una locura. Premonitorias palabras las suyas. En 1988 los médicos le diagnosticaron un cáncer de colon del que sólo accedió a ser operado en julio de 1989, una vez finalizada la presidencia española de la Comunidad Europea. La única preocupación que le asaltaba todos los días en sus múltiples tareas era que el dolor —que a veces se tornaba insoportable— le impidiese estar a la altura de su responsabilidad, y que por ello se pudieran ver afectados los intereses de España. Con ocasión de las elecciones generales de 1989, se especuló por vez primera sobre la continuidad de Ordóñez al frente de la diplomacia española. El ministro irlandés de Exteriores, Gerard Collins, con el que había viajado en las primeras semanas de noviembre, le alertó de los acontecimientos históricos que se estaban viviendo, y de cómo si decidía retirarse definitivamente, se privaría a sí mismo de ser un testigo privilegiado e incluso un protagonista de los mismos108. Ésta y otras conversaciones entusiastas, además del continuo aplazamiento de la decisión por parte del presidente González, frenaban su salida del gobierno. Ordóñez, demostrando una vez más su alto sentido de la responsabilidad, decidía una vez tras otra aceptar el ofrecimiento de continuar al frente del Ministerio. Olvidando su dolencia, volvía 108
El País, 19 de noviembre de 1989.
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a justificar la continuidad por la importancia de los significativos compromisos exteriores de España, asuntos que no podían ser objeto de desatención o de mudanzas. Los primeros síntomas preocupantes de su mortal enfermedad empezaron a manifestarse externamente en la navidad de 1990. La delgadez comenzó a marcar su rostro y los españoles empezaron a ver el progresivo retroceso de la salud de su ministro. Su esposa, Mari Paz García Mayo, se encargaba como siempre de su ropa, de que no notara que necesitaba menos talla, de enviar todo a arreglar con la máxima discreción y de ofrecerle su sincera ternura, la que nunca le faltó pues seguía siendo «su única certidumbre». Al año siguiente, el final de la Conferencia de Paz de Madrid sobre Oriente Próximo señaló un antes y un después definitivo. A su término, el ministro se tomó un descanso que se prolongaría por mes y medio, aprovechando, según fuentes oficiales, para ser operado de tres cálculos que tenía alojados en la vesícula. Nada más lejos de lo que realmente le aquejaba. A finales de 1991 reaparecía en la escena pública para hacer algo que con el tiempo se había convertido en una práctica habitual: recibir y agasajar a los medios de comunicación con una copa de fin de año. Las evidencias de su grave estado se hicieron de pronto más patentes que nunca pero se acercaba unos de los años de mayor trascendencia para España. Tras un heroico intento por mantenerse fiel a sus responsabilidades y los compromisos acordados con el presidente del Gobierno, el 26 de mayo de 1992 inició uno de sus viajes más agotadores con un evidente cansancio acumulado de tantos meses de continua actividad. Ese día comenzó su vuelo hacia Buenos Aires y Chile para presidir, al día siguiente, la Comisión mixta hispano argentina y asistir —los días 28 y 29 de mayo— a una reunión en Santiago de Chile de la Cumbre de Río y la Comunidad Europea. A su regreso puso punto final a su carrera política, exhausto por la enfermedad, aunque con plenitud de juicio y cargado de proyectos para la política exterior española. Desde el 1 de junio de 1992 su agenda quedaba suspendida por agotamiento y enfermedad; unos días después, el 19 de junio de 1992
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el Consejo de Ministros, su último Consejo, le propuso para la concesión del Collar de la Orden de Isabel la Católica109. El relevo, no obstante, no tuvo lugar hasta finales de junio, justo el día en que cumplía 62 años, el 22 de junio de 1992, cuando Felipe González encontró un sustituto al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores. Javier Solana, compañero de Gobierno durante muchos años dejó su cartera en el Ministerio de Educación para continuar la gestión de su admirado amigo. Hasta entonces, como señala Joaquín Almunia, «le vimos negociar con su propia salud, con la misma habilidad con la que lo hacía con los asuntos más difíciles de su cartera de Exteriores»110. Probablemente sea uno de sus más allegados colaboradores en Exteriores, Inocencio Arias, quien haya ofrecido más detalles publicados sobre cómo Ordóñez y su familia vivieron esos duros meses finales; acerca de cómo le acompañaba un médico en sus viajes más largos, o de cómo fue él mismo quien informó a uno de los hermanos Ordóñez, Carlos, de la gravedad de la situación. Lo que es más, Arias confirma las palabras de González sobre que Ordóñez nunca llegó a saber lo enfermo que estaba: Los médicos que le atendían, eran habilísimos, le hacían ver que tenía multitud de pequeñas cosas… que si un día era el colesterol alto, que si otro, la vesícula. Yo me enteré de lo enfermo que estaba un año antes de que muriera. Me lo dijo su médico y, naturalmente, no lo comenté con nadie de la casa. Sólo lo hablé con el Presidente. Él lo sabía y me dijo que le iba a apoyar hasta el final. Él quería que si Paco se tenía que morir se muriera de ministro… por eso se resistió a cesarle, aunque al final Paco se lo pedía. Pero Felipe le contestaba que no merecía la pena relevarle, que se iba a poner bien… Paco, encantado. El Presidente decía que si le cesaba
109
A lo largo de toda su vida recibió numerosísimos premios y condecoraciones que se conservan en el archivo F.F.O.; remitimos a éste dada la imposibilidad de enumerarlas todas. 110 Semblanza de Francisco Fernández Ordóñez hecha por Joaquín Almunia y remitida a los autores por correo electrónico el 28 de mayo de 2002.
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le daría un disgusto que no se merecía y, además, el ministro hizo su trabajo hasta el último día. O sea, que estaba enfermo pero no dejó de trabajar, de despachar con nosotros, de preocuparse por todo111.
El propio Felipe González recordará, tiempo después, el momento en que doña Mari Paz comenzó a ser consciente del irreversible trance por el que atravesaba su marido: Poco después [de la Conferencia de Paz en Madrid, 1991] me pidió la sustitución. Entraba en la recta final y lo acompañé hasta su agonía. Mari Paz descubrió lo que había pasado en esos años. Me miraba con reproche y gratitud al mismo tiempo. ¿No crees que yo debía haberlo sabido? Pero, tal vez haya sido mejor así112.
111
Véase J. Navarro, Entre Felipe…, ob. cit., 1996, págs. 223 y 224. Palabras remitidas por Felipe González para el Homenaje a Francisco Fernández Ordóñez celebrado el 26 de abril de 2003…, ob. cit. 112
EPISODIO FINAL Y EPÍLOGO
1990. En Santa Pola
Yo quiero morir despacio en una noche de estrellas. Sentir la mano de Dios, que hace brillar a los astros, apagándome los labios. Yo quiero morir soñando con las rosas que florezcan en todas las primaveras a lo largo de los años1.
A las 10,45 de la mañana del 7 de agosto de 1992, Francisco Fernández Ordóñez moría en su chalet madrileño de Puerta de Hierro2. Se encontraban junto a él, su esposa, varios familiares cercanos y su amigo Felipe González3. El cáncer de colon y la metástasis generalizada acababan con sesenta y dos años de vida intensos en lo personal y en lo político, dejando tras de sí un legado prestigioso y reconocido. A pesar de que su trayectoria política había empezado muchos años antes de llegar al Ministerio de Asuntos Exteriores, lo cierto es que como recordó en su obituario el rotativo The New York Times, la opinión pública 1
F. Fernández Ordóñez (1950) Poesía juvenil inédita de Ordóñez (Arch. F.F.O.). Según consta en Libro 011160, pág. 247, núm. 38668714/00 del Registro Civil de Madrid, Francisco José Fernández Ordóñez falleció a las once del día siete de agosto de 1992 en su domicilio de la calle Guisando núm. 28, a consecuencia de «Metástasis Hepáticas Carcinoma Colon». El entierro se llevó a cabo en el cementerio madrileño El Pardo. 3 Recuerda Pilar Cernuda que durante el tiempo que se prolongó la agonía de Ordóñez (principios de agosto), Felipe González, bien directamente o a través de la portavoz del Gobierno, Rosa Conde, hablaba con él o con su mujer. A veces, incluso, cuenta que cogía el coche y se acercaba a visitarlo, lo mismo que continuó haciendo cuando hubo de ser ingresado en el hospital. Cuando la muerte era ya inminente, Felipe González se trasladó al domicilio de su ministro y amigo, con quien compartió su último aliento; P. Cernuda, ob. cit., 1994, pág. 39. 2
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española le terminó reconociendo fundamentalmente el mérito de haber puesto a España en el mapa de la moderna política internacional, esto es, su labor como ministro de Exteriores4. Las seis semanas que transcurrieron desde su sustitución al frente de la cancillería española fueron una continua muestra de reconocimiento público. Unos días antes de su definitiva desaparición, el 16 de julio de 1992, Francisco Fernández Ordóñez era nombrado doctor «Honoris Causa» por la Universidad Politécnica de Valencia, honor que no tuvo ya ocasión de recibir en vida, y cuya distinción recogió Mari Paz García Mayo en representación de su marido. En el acto de concesión del galardón, el Rector dijo, en defensa de sus méritos que la decisión había sido adoptada, por su discurso y su praxis permanente a favor de la paz. «Trabajar por la paz, es el acto de cultura por antonomasia»5. Javier Solana, en el mismo foro, realizó una completa reflexión sobre su predecesor en el Ministerio de Exteriores, dando muestras de lo bien que se conocían; de ella entresacamos las siguientes líneas: Pertenecía al género de los inteligentes creadores, aquellos que saben utilizar sus dotes intelectuales para compartir, para construir, para abrir caminos, para crear. (…) combinó de una manera inusual el entusiasmo por la acción y la pasión por las ideas. Su biografía oficial es una sucesión de actividades creadoras, pero detrás de ese brillante currículum hay otra biografía apasionante, más intimista, más interiorizada, más humana diría yo6.
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«Francisco Fernandez Ordoñez, who helped remold Spain’s image in the post Franco era […] was widely credited in his country for having placed Spain on the map of modern International politics». The New York Times, 8 de agosto de 1992. 5 Palabras del Rector pronunciadas en el acto de nombramiento de Francisco Fernández Ordóñez como Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia, el 30 de noviembre 1992, http://www.upv.es/dhc/fdezord/laudatio.htm. 6 Laudatio del Excmo. Sr. D. Francisco Fernández Ordóñez por el Prof. Dr. Javier Solana Madariaga. Ibidem.
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También entonces, sabedor de los tristes momentos que se avecinaban y en agradecimiento a su labor pública, el Rey, ejerciendo en la Rábida la Presidencia extraordinaria del Consejo de Ministros, evocó la figura de Ordóñez, a quien alabó diciendo de él que había sido «un ministro ejemplar, infatigable valedor de los intereses de España y clarividente intérprete del Gobierno en el desarrollo de nuestra política exterior»7. Ordóñez, permaneciendo en cama, seguía todos estos homenajes desde su casa, sin conocer el significado de la palabra quietud: leer Rilke en alemán, ver las olimpiadas, hablar por teléfono, acariciar a sus perros, seguir el Tour o conversar con quienes le acompañaban en la habitación fueron su quehacer cotidiano hasta que, el 6 de agosto, entró en coma irreversible. Murió consciente de la evidencia de que no iba a pasar inadvertido, de que hablarían de él; a una cierta altura de su vida, Ordóñez sabía, como su admirado Neruda, que también él «iba a vivirse»8. Y así fue. Nada más conocerse su fallecimiento se empezaron a recoger múltiples manifestaciones de sincera condolencia y reconocimiento público. La diversidad de perfiles de quienes se fueron sumando invita a pensar que aquel día había muerto un hombre que consiguió otorgar plenitud y coherencia a su vida personal y pública, y que en la hora triste de su final, recogía los frutos de una vida dedicada a su país. Ser político, y lograr al tiempo respetabilidad y cariño por parte de los compañeros de ocupación y, sobre todo, por parte de la mayoría de los ciudadanos, no suele ser común; Francisco Fernández Ordóñez lo había logrado. Las principales cabeceras periodísticas recogieron con profusión la noticia con una mezcla de tristeza y reconocimiento: «La muerte de Fernández Ordóñez priva a los españoles de su figura política más querida», tituló El 7
Congreso de los Diputados y Senado, «Al Gobierno al presidir la reunión del Consejo de Ministros en la Rábida, 3 de agosto de 1992», en Congreso de los Diputados y Senado, Juan Carlos I. Discursos 1975-1995, Madrid, Cortes Generales, 1996, pág. 496. 8 Poema «Pido Silencio» de Pablo Neruda, que tanto le gustaba, publicado en Estravagario, en 1958.
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Francisco Fernández Ordóñez
País; «Duelo en la vida política por la muerte de Francisco Fernández Ordóñez» escribió ABC; «Ordóñez, considerado a su muerte como el ministro más brillante de la democracia» afirmaba Diario 16 y, coincidente con Cinco Días, «Fallece en Madrid Fernández Ordóñez, el ministro más querido de la democracia». «Lamento unánime de los políticos que destacan su gran honestidad», titularía La Vanguardia y «La sociedad española pierde a la figura más admirada de toda la clase política», concluía El Mundo9. Asimismo, fueron significativas las palabras de quienes, por un motivo u otro, tuvieron alguna relación política con Ordóñez. Adolfo Suárez, de quien fue ministro de Hacienda y, más tarde de Justicia, dijo de él: Fue un hombre excepcional que conectaba con todos los españoles, fuese cual fuese su ideología, y que dedicó toda su vida a la política. Paco siempre fue un gran amigo, que no dejaba de ser amigo por ser crítico en determinados momentos. Siempre se dedicó a cumplir sus deberes políticos y lo hizo con un espíritu generosísimo, sirviendo a los intereses de todos los españoles10.
Leopoldo Calvo-Sotelo, sustituto de Suárez al frente del Gobierno, con quien Ordóñez nunca consiguió tener una relación suficientemente fluida, quiso resaltar alguna cualidad notoria: Su simpatía, su inteligencia y su claridad de juicio fueron virtudes que, por encima de las discrepancias que surgen siempre tras muchos años de convivencia política y de sufrimiento personal, prevalecieron siempre en su persona11.
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El País, ABC, Diario 16, Cinco Días, El Mundo, La Vanguardia, 8 de agosto de 1992. También «Eco en los medios de comunicación del fallecimiento de don Francisco Fernández Ordóñez», Oficina de Información Diplomática (Archivo F.F.O). 10 El País, 8 de agosto de 1992. 11 ABC, 8 de agosto de 1992.
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El entonces vicepresidente del Gobierno, Narcís Serra, recordó de su amigo y compañero de Gobierno el vínculo político y de amistad que le unió a Ordóñez: Con su muerte he perdido un amigo con el que hablaba no sólo de política, sino de otros aspectos de la vida. Su muerte es un golpe personal. Lo que me tiene dolorido es que no le volveré a ver más, que no estaré más con él. En el Gobierno definitivamente no he trabajado tan bien con nadie como con Paco12.
José María Aznar, en aquellos momentos presidente del PP y líder de la oposición, rindió homenaje a Fernández Ordóñez haciendo un paréntesis en la contienda política. Dijo de él que había sido: Uno de los políticos más interesantes de los últimos años en la vida política española. La vida es la memoria que guarda uno de ella, y la de Ordóñez es una memoria buena. Debemos lamentar su pérdida13.
El ex ministro, amigo y antiguo colaborador de Ordóñez, Miguel Boyer, dijo que: [… ] había muerto un hombre cuya vida ha sido un triunfo, por útil a sus conciudadanos y por fidelidad a su propio estilo14.
Cela escribió un cariñoso artículo en Diario 16, titulado «Dimitió para morir»15: […] el sereno, el antiutopista, el hombre que llevaba una brújula en la cabeza y un barómetro en el corazón, acaba de morir arropado por el respeto de los mejores y la gratitud de todos. 12
El País, 8 de agosto de 1992. Ibíd. 14 M. Boyer, «Una vida española bien empleada», en El País, 8 de agosto de 1992. 15 Diario 16, 8 de agosto de 1992. 13
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Sorprende, en las antípodas políticas de lo que quiso ser y fue Francisco Fernández Ordóñez, las palabras del dirigente de la izquierda aberzale, Jon Idígoras: Si yo fuera español me sentiría muy orgulloso de su gestión política como ministro de Exteriores del Gobierno de Felipe González. Era un gran hombre de la política. Yo como vasco no puedo hacer grandes alabanzas del señor Ordóñez ni de la política del gobierno español, sería absurdo y contradictorio. Pero puedo elogiar su figura humana y sentir su muerte»16.
Capítulo aparte merecen las muestras de condolencia y reconocimiento provenientes de todo el mundo. Algunas parecen dedicadas más a un jefe de Estado que a un ministro de Asuntos Exteriores. Todas ellas ponen de manifiesto el reconocimiento de una labor y el prestigio logrado por España gracias al buen hacer de Fernández Ordóñez: […] ha tenido el talento diplomático y la visión estratégica para marcarse objetivos aparentemente incompatibles y hacerlos funcionar en armonía. Él ha servido durante la era crucial en la que España ha emergido como una voz líder en Europa y alrededor del mundo. Su país ha de estarle agradecido por un trabajo bien hecho17.
Pero no fue aquel un duelo sólo institucional; toda España se sumió en el dolor. Hacía tiempo que la pérdida de un personaje público no promovía tan acalorados elogios por parte de la mayoría de los ciudadanos18. Sólo la muerte del profesor Tier16
El País, 8 de agosto de 1992. Palabras pronunciadas por George P. Shultz, quien fuera secretario de Estado de los EEUU durante la dura negociación que Ordóñez entabló para reducir la presencia militar norteamericana. El Mundo, 8 de agosto de 1992. 18 El prestigioso informe INCIPE 1992 concluyó que «un consenso tan sólido es difícil que se repita en el futuro inmediato en otra figura política». S. del Campo, Informe INCIPE 1992. La opinión pública española y la política exterior, Madrid, Tecnos, INCIPE, 1991, pág. 47. 17
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no Galván, quien consiguió hacerse un hueco en el corazón de los madrileños y, acaso también de todo el país, concitó en su día un pesar similar. Con la desaparición de Ordóñez se cerró un período intenso de la vida política española. Era posible hablar del final de una era Ordóñez. La suya, la única biografía que unió las postrimerías del franquismo con la época de Suárez, la de Calvo-Sotelo y la de Felipe González; y la única que pudo contemplar en el papel de protagonista la evolución democrática y la modernización de España en los últimos veinte años de su historia19. Lo había conseguido. Si bien nunca le importó en vida que tras su muerte se dijera de él que había sido un mal político, o un mal ministro, sí, sobre cualquier otra cosa, que lo recordasen como un mal español. Ésta, su única y sincera aspiración, se vio colmada suficientemente. El juicio fue unánime, había muerto un gran político, un gran español; un interesante personaje de la historia española contemporánea. Dos de sus hermanos lo recordaban el día de su funeral: […] sólo quiero hoy destacar su profundo amor a España y su actitud de servicio a España hasta el final. Fue un hombre que no sólo tuvo esta actitud de entrega a los demás, sino que todos conocimos su sensibilidad ante la poesía, el arte, la música. Por eso podrían aplicarse a él con toda justicia los últimos versos del poema «No me lo pidan» de Pablo Neruda: «Tengo un pacto de amor con la hermosura / tengo un pacto de sangre con mi pueblo»20. Paco era mi hermano mayor, lo más cercano, mi mejor amigo desde la infancia. Su cuerpo es ahora una pobre cosa, pero su alma perdurará en mí mientras viva, estará siempre a
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Sobre este particular, Pedro J. Ramírez llegó a señalar —según testimonio de Aznar— que si Paco Ordóñez hubiera vivido, le habría ofrecido entrar en el Gobierno, posibilidad que parece el propio Aznar llegó a ofrecerle en un viaje en el que ambos dirigentes coincidieron. P. J. Ramírez, Amarga victoria. La crónica oculta del histórico triunfo de Aznar sobre González, Barcelona, Planeta, 2000, pág .422. 20 Palabras pronunciadas por Carlos Fernández Ordóñez en el entierro de su hermano Francisco. Texto mecanografiado original (Arch. F.F.O.).
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mi lado. Fue un español honesto, inteligente y sensible, un hombre justo, un patriota21.
Se pueden decir muchas cosas de un difunto. Alabanzas o escarnios, en función de la relación que cada uno haya mantenido con él. Todos esos son sentimientos deudores, de recelo, elogio, en definitiva, humanos. Pero nadie mejor que uno para contar lo que se experimenta cuando se presiente el final no demasiado lejos. Por ello, es elocuente en sí la reflexión, quizás última de un Ordóñez cesante, hecha al final de su vida, mientras pasaba sus últimas navidades en el tan querido pueblo de Santa Pola. La expresividad de las siguientes líneas ha de servir de punto final a esta aproximación a una vida y una trayectoria personal y política. Me levanto temprano, abro puertas y ventanas y salgo con los perros a encontrarme con el mar. Recojo enfrente de nuestra casa, troncos, restos de navío, tablillas, maderas que pudren sus desguaces, náufragos de cualquier esquina del viejo mar, Nápoles, Alejandría. Enciendo la chimenea. Esta navidad hace más frío, y no podré bañarme como días atrás, cuando éramos más jóvenes y más audaces. Siento acercarme al acto final, inmediatamente. No me asusta el futuro que se desvanece, cada vez más delgado, menos incitante. Pero siento que hemos sido felices tú y yo, tantos años que no sabremos decirnos adiós. No puedo escribir memorias pero puedo ajustar el pasado que viene entero hacia mí como una presencia inenarrable. Dicen que el agonizante repasa su vida entera en cinco minutos, ¡Qué valió la pena! ¡Qué ha quedado al menos en mi conciencia como algo que también se irá! Pero se irá conmigo. El sol no puede atravesar las nubes. El mar, está quieto y gris, y silencioso. Alguien, dentro de no muchos años, encenderá esta chimenea, contemplará el mar, y pensará que la vida es larga y que tiene por delante mucho tiempo para con-
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Palabras pronunciadas por José Antonio Fernández Ordóñez en el entierro de su hermano Francisco. Texto mecanografiado original (Arch. F.F.O.).
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tar. Nosotros no estaremos, pero todo el amor no puede haberse perdido. ¡Para qué, porqué, qué ha significado todo! Sólo Dios lo sabe22.
* * * Si una biografía se detiene en el yo y las circunstancias de alguien sobre el que merece la pena reflexionar, no hay duda que estos homenajes del verano de 1992, por sí solos, justificarían estas páginas a las que ahora ponemos punto final. Hemos descubierto en Ordóñez a un hombre corriente, y complejo. Mientras elaborábamos las páginas de esta biografía, comprobamos que, con bastante frecuencia, ciertos agrios enfados de algunos protagonistas aún vivos hacia Ordóñez, han quedado reducidos a pasiones destensadas. Por ello, debemos concluir que el paso del tiempo ha favorecido positivamente el balance que se hace de su figura histórico-política, o más correctamente, lo ha situado en el punto justo que la perspectiva temporal brinda a los hechos, ese punto intermedio entre luces y sombras que componen todo ser humano. Una evidente vocación de servicio público, cierta excitación en el ejercicio de la lucha política y, también, por qué no decirlo, reconocimiento público y prestigio profesional, fueron algunos de los elementos constitutivos de su ambición como político. De talante propicio al diálogo, moderado en las formas, fue astuto, hábil y conciliador. Tuvo la facultad de estar en el sitio preciso, en el momento adecuado, con una idea necesaria. De cualquier modo, la dilatada permanencia en la política puede explicarse también apelando a la existencia de una particular «visión» e interpretación de la realidad, de un proyecto propio de transformación de la misma, de unas ideas que justamente podrían considerarse las que España necesitaba para crecer y modernizarse. Se caracterizó por ser interdisciplinario en cuanto a las temáticas o contenidos (España, la democracia,
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la libertad, la igualdad, Europa, etc.), y temporalmente evolutivo en tanto que se fue adecuando a la realidad de cada momento. En cualquier caso, muy atinado en la delimitación y definición de los hechos y en la formulación de respuestas políticas a los mismos. Aparte de gozar de una sagacidad política envidiable y una ductilidad fuera de toda duda, Ordóñez fue una persona de una vasta cultura, voraz y atento lector, escritor ocasional y excelente orador. Representó un modelo de hombre capaz de conciliar la preocupación por las ideas con la vocación de naturaleza política. Si bien es verdad que ejerció principalmente de político, no por ello dejó de ser también un intelectual preocupado y comprometido con las realidades y con los problemas de su tiempo y, particularmente, con los de España. Ésta fue su principal vocación; también la gran obsesión de su vida, España, sus problemas y soluciones, la esperanza de un país renovado, traducción de una definición necesaria de futuro. Pese a la dificultad que ello conlleva, supo compatibilizar dos tipos de condición intelectual, la de ideólogo y la de experto. Fue posible no sólo por su formación técnica, sino por haber combinado a la perfección la selección de fines, objetivos, valores, proyectos, con la fijación de los instrumentos y medios necesarios para el logro de esos objetivos. Ordóñez siempre estuvo convencido de la necesidad «de hacer», «de resolver», de proyectar un futuro y encontrar un camino realista para marchar con pie firme hacia el objetivo. Defendió que a las ideas debía acompañárselas siempre de medios para llevarlas a la práctica. Por este motivo, midió bien la oportunidad de las coyunturas, para exprimirlas, en grado máximo, a su favor. Los momentos de dificultad fueron para él, fundamentalmente, tiempos de oportunidades. Concibió la política como un compromiso con la acción a través de la cual poder llevar a la práctica sus proyectos políticos. Frente a la utopía final, prefirió siempre el ideal realizable. La solvencia profesional de sus propuestas como parte de su habilidad técnica, y sus especiales dotes comunicativas, como componentes importantes de su habilidad interpersonal, facili-
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taron la persuasión tanto de los grupos de apoyo a sus políticas como de la sociedad en su conjunto, vertebrando la opinión pública, predisponiéndola en la dirección deseada en cada caso. Supo, por consiguiente, cómo hacer para ganar la aceptación de sus políticas, para vender sus ideas y para motivar a determinados grupos con el objeto de que apoyasen e implantasen sus decisiones. Más allá de las posiciones institucionales que ocupó a lo largo de su vida, Fernández Ordóñez fue un traductor acertado de expectativas sociales en relación con las reformas de las que precisaba la sociedad española y en la consecución de los apoyos necesarios para lograr su aprobación, es decir, en la construcción y mantenimiento de una sólida red de apoyo a sus proyectos. Para consolidar dicha red, empleó alguna de las tácticas más comunes en el ejercicio de influencia política. Cuando fue preciso, apeló a los sentimientos de lealtad, solidaridad, patriotismo, justicia; consiguió contrapartidas materiales y morales a los apoyos recibidos; supo reducir la amplitud de expectativas para ir dando pasos importantes hacia el logro de sus propios objetivos. Contribuyó de algún modo a la legitimación del sistema democrático español, creando espacios de identidad grupal e ideológica, tal cual fue el caso de la socialdemocracia. Este análisis retrospectivo de la trayectoria política de Fernández Ordóñez, nos permite comprobar cómo su carrera se desarrolló gracias a la vinculación con los sectores administrativos del gobierno, proximidad que persistió en el tiempo desde principios de los sesenta hasta los últimos pasos de su biografía. Se ha dicho, con razón, que siendo profesional, se fue haciendo político a medida que consiguió alzarse sobre la rutina administrativa y penetrar en los círculos desde donde se hace la política, desde donde se ejerce la influencia. De esta forma, es posible afirmar que tanto la carrera política de Ordóñez, como su predicamento, fueron el resultado de una combinación inteligente entre el uso del instrumento partidista como plataforma de lanzamiento político personal y medio de difundir un determinado ideario traducido en programas políticos concretos, y
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una indudable destreza para fomentar el surgimiento y continuidad de círculos de influencia a su alrededor. En términos generales, las reformas por él emprendidas arrojaron un balance que se tradujo en la mayor confluencia entre la sociedad española y la de los países de su entorno político, económico, social y cultural. La reforma fiscal, por ejemplo, permitió alcanzar unos niveles de credibilidad y de justicia en los mecanismos fundamentales del sistema tributario e introducir una nueva conciencia cívica sobre la necesidad de contribuir al sostenimiento de la Hacienda Pública. Algo parecido acaeció en el caso de la reforma del derecho de familia. Con ella se dio un paso decisivo en la reducción de la distancia apreciable entre la realidad social de la familia española y las leyes que la regulaban. España pasó a colocarse en este terreno a la altura de los ordenamientos vigentes en otros países democráticos de Europa. Ordóñez pretendió en todo momento acomodar las normas jurídicas a las necesidades de los tiempos y ayudar a solucionar problemas muy presentes en sectores importantes de la sociedad española. Por su parte, el trabajo político realizado en Exteriores fue la traducción operativa de un proyecto que no había sido definido por él, y del que, ni siquiera, estaba llamado a ser su principal protagonista. Gracias a la consecución de resultados efectivos, Ordóñez logró que los ciudadanos lo percibieran como un político competente, alcanzando un importante nivel de credibilidad pública y, por consiguiente, una alta estima popular. Junto a estos rasgos, Ordóñez fue por momentos un político contemporizador, timorato y de grandes cautelas en situaciones en las que carecía de pleno control. Estas características contribuyeron también a reforzar decisivamente una imagen de ambigüedad y flexibilidad muy apropiadas llegado el caso. Somos conscientes de que Fernández Ordóñez no se agota aquí, aún hay mucho que decir en torno a su política, su pensamiento, su influencia en la socialdemocracia española o su labor en la escena internacional de España, por citar algunas posibles líneas de investigación en las que seguimos trabajando. Nos satisface contribuir a reabrir varios debates histórico-políti-
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cos sobre una etapa de la Historia y la Política española en la que falta mucho para escribir el epílogo. Ojalá pronto otros recojan el guante y se animen a contarnos más detalles de quienes, como Ordóñez, comprometieron su vida para legar una España necesaria, una España renovada, una España mejor.
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FOTOBIOGRAFÍA IMÁGENES DE UNA VIDA: HOMBRE CORRIENTE, HOMBRE COMPLEJO
Manuscrito de sus memorias, que comenzó a escribir en 1990
Fue un hombre corriente. Francisco Fernández Ordóñez media un metro setenta centímetros y su peso siempre rondó los setenta kilos. Por la apariencia física, pocas cosas le diferenciaron del común de los españoles de su generación. Calvo y con muchas ojeras; patillas cuidadas y, en ocasiones, más largas de lo habitual. La frente surcada por líneas de un gesto adusto, entre pensante y sorpresivo. Los dedos de sus manos, largos. Una mano siempre apoyada, la otra, marcando el compás del discurso; entrecruzadas a la espalda al pasear. Los ojos marrones y expresivos; mirada penetrante, atenta y sugerente. La voz cansina y monocorde, falta de ritmos pero atractiva. Su rostro se poblaba con frecuencia de tics, como si anunciasen la cercana presencia de un contratiempo. Tenía la incómoda costumbre de carraspear con estruendo, entreverando las frases y dotándolas de cierta musicalidad bronca de fondo. En el vestir Fernández Ordóñez era inexplicablemente austero, de una elegancia falta de originalidad. Atildado y muy clásico, como si se sintiese seguro en la monotonía de la apariencia. Traje y corbata en sus primeros años de fiscal en Huelva; traje y corbata en sus primeros destinos como inspector del timbre; traje y corbata, desde entonces y siempre, como subsecretario, presidente del INI o como ministro. Era un hombre tímido, sensible, muy humano, sencillo, inteligente y de espíritu curioso. Amante de la poesía y de la música como dos partes de esa misma sensibilidad. Los animales, especialmente los perros, le acompañaron durante toda su
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vida. Su pérdida, cuando acontecía, resultaba un episodio triste y doloroso donde los haya: La desaparición de un perro produce un sentimiento inexplicable. Cualquiera puede comprender el dolor de la pérdida de la vida humana, o de la casa destruida, o de la cosecha arrasada, o del hombre sin trabajo, o de la ruina de una empresa. Sólo unos pocos comprenden lo que pasa por el alma del hombre cuando pierde a su perro1.
Con un profundo y despierto sentido del humor era capaz de entretener en la tertulia hasta hacerla imprescindible. Brillante en la conversación y de una gran capacidad comunicativa. Quizás su mayor virtud fue la de hacerse entender. Con extraordinario poder de síntesis era capaz de condensar en una sola expresión cualquier tipo de realidad por más extraña que ésta fuese. Empleaba variados recursos para enfrentarse al público, fuese éste un amplio auditorio o un simple grupo de amigos y siempre con un tono pausado, sin alzar la voz; pero, cuando hablaba de tú a tú, disponía al interlocutor amarrándole amistosamente del antebrazo, en un gesto de cercanía y cordialidad. Si soy un hombre persuasivo es porque digo lo que pienso. Practico el quizá, yo creo, a mí me parece… Me muevo siempre en la zona de lo razonable y eso, en algún caso, acaba convenciendo2.
Era un hombre complejo3. Dio cabida Ordóñez a varios personajes en su interior. Fue un hombre de acción, pero su otro yo, quizás predominante, siempre se rebeló contra esa vocación
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F. Fernández Ordóñez (s.f ), Mss. Inéditos (Arch. F.F.O.) Tiempo, 18 de noviembre de 1985. 3 Sobre la complejidad de la personalidad de Ordóñez es revelador, especialmente, el contenido de la entrevista que concedió al diario El País con ocasión de su elección como hombre del año por dicho diario. El País Semanal, 22 de diciembre de 1991. 2
Fotobiografía
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pública que le sustraía el tiempo preciso para su quehacer intelectual. Su yo político, probablemente, impidió el nacimiento definitivo de otras formas de ser y de ejercer. Hubiese querido escribir poesía, pero no pudo más que en la juventud y en la privacidad de lo íntimo. Pudo haber sido un insigne y productivo catedrático de una disciplina humanística4, pero las circunstancias le obligaron a ser lo que el tiempo vital le forzó a ser. En el fondo, era templado en el carácter y aburrido en las costumbres. Las tardes de domingo, cuando la agenda se lo permitía, las pasaba en casa, en disposición de no hacer nada más que disfrutar de la inactividad y, si acaso, del fútbol —a ser posible con el Real Madrid como protagonista— o de una lectura aplazada por la exigente actividad del resto de la semana. Ordóñez era capaz de compatibilizar varias formas de entender la realidad circundante. Fronterizo de todos los estados, la duda como forma de vida y de penetración intelectual en la complejidad de lo existente. Ordóñez fue en todos las facetas de la vida, voluntarioso, dúctil y dispuesto a la acción, pero libre de dogmatismos. Algo miedoso, solía escaparse de algunas de sus responsabilidades mediante el ejercicio de la delegación. Gran conocedor de la condición humana, sabía perfectamente mantener el equilibrio en el trato con los subordinados; a diferencia de la soberbia que suele ser habitual entre quienes ostentan altas responsabilidades políticas, Ordóñez sabía siempre guardar la moderación y una suerte de «cercanía distante» muy adecuada para el ejercicio de la autoridad5.
4
Sobre su perfil de enseñante, Fuentes Quintana afirmó: «Fernández Ordóñez tenía entre sus muchas vocaciones, a las que podía haber servido con ventaja no ya comparativa sino absoluta, la de enseñar. Sabía realizar esa mezcla de buen pedagogo y buen actor que debe poseer un profesor capaz de atraer la admiración y el seguimiento de un auditorio», en AAVV (1994), Francisco Fernández Ordóñez, ob. cit., pág. 49. 5 «Es muy frecuente en la política que los jefes tengan accesos de cólera y de levantar la voz… Ordóñez jamás ha levantado la voz a nadie…». Conversación telefónica mantenida con Luis Yáñez-Barnuevo el 26 de junio de 2002.
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Tocado por la melancolía, siempre hizo un uso adecuado de ella, dando un cierto toque de intelectualidad a su figura. A decir de su amigo Francisco Umbral, Francisco Fernández Ordóñez fue un hombre «inteligente, culto, correcto, medido, cordial, bueno y conversador»6. La facilidad de palabra y una cierta gracia natural para el trato le granjearon, por doquier, solidaridad y simpatía. También tuvo enemigos, aunque en realidad, fueron más bien sorpresivos sufridores de algunas de las tretas de «Paco», nombre con el que amistosamente se le conoció en los ambientes políticos y periodísticos a lo largo de la mayor parte de su trayectoria política. Porque para los historiadores, los extranjeros y los curiosos7, Fernández Ordóñez fue uno de esos políticos, como González, Suárez, o Guerra, a los que el común de la gente siempre conoció por su nombre de pila. Si él no hubiera existido, habría habido bastantes cosas en la Transición a la democracia que no hubieran sido como fueron, «la España necesaria» hubiera sido moderna pero algo diferente. Su personalidad, tan completa como compleja, no dejaba indiferente a nadie. Por lo tanto, alguien así siempre tiene capacidad de influir, aunque a algunos les sea más fácil reconocerlo que a otros. Y lo que es más infrecuente, tuvo la capacidad de esperanzar a la sociedad buscando mejoras en la calidad de vida8.
6
F. Umbral, «Fernández Ordóñez. Mis queridos monstruos», en El País, 11 de junio de 1984. 7 F. Jiménez Losantos, Contra el Felipismo. Crónicas de una década, Madrid, Temas de hoy, 1993, pág. 501. 8 Como reconoció Samuel Huntington «queda muy claro en su biografía que era sobre todo un reformador, un hombre comprometido con el cambio progresivo y la innovación, así como la mejora de la calidad de vida tanto en España como a nivel mundial». Palabras pronunciadas en la I Conferencia Anual Francisco Fernández Ordóñez, 16 de diciembre de 1993, Fundación Conferencia Anual Francisco Fernandez Ordóñez, Conferencia de Samuel P. Huntington. «El futuro del desarrollo democrático: de la expansión a la consolidación».
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Fernández Ordóñez contribuyó mucho a restaurar la confianza y la esperanza de millones de Españoles en su capacidad para hacer cosas difíciles9.
9
Palabras de apertura de Carlos Alonso Zaldívar en la I Conferencia Anual Francisco Fernández Ordóñez.
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Francisco Fernández Ordóñez nació el 22 de junio de 1930 en Madrid. Esta imagen fue tomada el 21 de septiembre de 1931, con quince meses de edad
Con su hermano pequeño José Antonio y Miguel García Mayo
[425]
Estudió Bachillerato en el Colegio de Nuestra Señora del Pilar de Madrid. Curso 1949-50. Sentado, es el quinto por la izquierda
Muy pronto, a los 15 años, comenzó una relación con Mari Paz García Mayo, hija del amigo y socio de su padre, Miguel García. Fue su pareja durante toda la vida y, como le gustaba decir, «su única certidumbre». Contrajeron matrimonio en 1954
[426]
Durante tres veranos, cumplió con sus obligaciones militares
Obtuvo la plaza de fiscal en 1954, su primer destino como funcionario fue la Audiencia Provincial de Huelva. Tras opositar de nuevo ingresó en el Cuerpo de Inspectores del Estado
[427]
En esta celebración familiar podemos ver a Ordóñez, de pie, al fondo. Era ya un reconocido profesional que, en 1967, recibió «la invitación» de acudir becado a los Estados Unidos para cursar el Tax Program en Harvard
Boston, 1967. Universidad de Harvard
[428]
En Harvard
En 1969 es nombrado secretario general técnico del Ministerio de Hacienda, en el equipo de Alberto Monreal Luque
Como secretario general técnico, preside la delegación española ante la OCDE, representa a España ante el GATT, el FMI y la CE; incluso tiene reuniones en el Pentágono. Aquí le vemos, con el ministro Monreal Luque, en Washington, en 1971
[429]
En junio de 1973, tras el relevo de Monreal Luque, ocupó la Subsecretaría de Economía Financiera del Ministerio de Hacienda, hasta que, en febrero de 1974, es nombrado presidente del Instituto Nacional de Industria. En las imágenes le vemos visitando unas minas. Menos de un año después, dimitiría con ocasión del cese de Pío Cabanillas
[430]
Tras dejar el INI, Fernández Ordóñez abrió un despacho de abogados y comenzó a participar en la oposición democrática al régimen. Tras la muerte de Franco, su presencia en actos políticos de diversa naturaleza se intensificó y era tenido en cuenta, como hombre de futuro político, en el cambio que se avecinaba
[431]
Desde finales de 1976 hasta abril de 1977 la conocida como «Comisión de los nueve» negoció la legalización de los partidos políticos, la amnistía y la preparación de elecciones generales. Sus integrantes fueron Antón Canyelles (democratacristiano), Santiago Carrillo (PCE), Francisco Fernández Ordóñez (socialdemócrata), Felipe González (PSOE), Julio Jáuregui (PNV), Valentín Paz Andrade (Partido Galeguista), Jordi Pujol (CDC), Joaquín Satrústegui (Liberal) y Enrique Tierno Galván (PSP). En esta foto aparecen, además, los sindicalistas Nicolás Redondo y Marcelino Camacho
La famosa imagen que Alberto Schommer creó durante la campaña electoral de 1977 no iba muy desencaminada. El artista ofrecía su personal opinión acerca de quiénes podían obtener responsabilidades de gobierno
[432]
Cuando la UCD gana las elecciones generales de junio de 1977, Adolfo Suárez le nombra responsable de Hacienda
1977. El primer gobierno de Adolfo Suárez, después de su toma de posesión ante el rey don Juan Carlos
[433]
La relación de Fernández Ordóñez con Adolfo Suárez siempre fue buena; le había conocido unos años antes, cuando Suárez dejó la presidencia de Radio Televisión Española (RTVE) y pasó a presidir la Empresa Nacional de Turismo (ENTURSA)
[434]
1977. Inauguración en Tomelloso de una sede de UCD
Aunque había sido diputado en las listas de Madrid, también lo fue por las de Zaragoza; por eso encontramos muchos referentes a esta ciudad, donde procuró conocer bien a sus ciudadanos y no ser sólo un político de despacho
[435]
En 1978, junto al Subsecretario de Presupuestos, José Barea Tejeiro, presentando los dosieres anuales que gestionan el gasto del Estado
Como ministro de Hacienda, en un viaje a Nueva York, Ordóñez apoyó las negociaciones para el traslado del cuadro Guernika, de Picasso, a España. Fue en 1978, precisamente cuando el Senado de Estados Unidos votaba favorablemente por la devolución del cuadro a España, hecho que se produjo, el 10 de septiembre de 1981
[436]
Fueron innumerables las ocasiones en las que tuvo que hablar, tanto en el Congreso como en el Senado. Algunas de sus intervenciones han sido recogidas en esta biografía
En esta portada de ABC del miércoles 18 de enero de 1978, el fotógrafo Luis Alonso captó una impactante imagen donde le vemos solo en el banco azul de la Cámara Alta; el Senado había aprobado la ley de Presupuestos del Estado sin modificaciones
[437]
Ordóñez tuvo relación con todos los protagonistas de la Transición
Con Joaquín Garrigues Walker
Con Ramón Tamames
Con Enrique Múgica Herzog
Con Joaquín Garrigues y Fernando Abril Martorell
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Ordóñez con Enrique Barón, Ramón Tamames y, en la fotografía inferior, con Agustín Rodríguez Sahagún Las relaciones personales eran esenciales, fue un tiempo de diálogo y negociación. Los «Pactos de la Moncloa» de octubre de 1977 se convirtieron en uno de los iconos de los múltiples encuentros con las diversas fuerzas políticas de la recién inaugurada democracia
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Cantando canciones típicas baturras; el 1 de marzo de 1979, Ordóñez había sido elegido diputado por Zaragoza como número uno de las listas de UCD
[440]
En 1979, Suárez no cuenta con Fernández Ordóñez para el nuevo gobierno. Desde su escaño de diputado en el Congreso tiene tiempo para redactar el que será su primer libro-ensayo, La España necesaria. El libro fue presentado al público el 10 de abril de 1980 por Justino de Azcárate y Jesús de Polanco
[441]
En septiembre de 1980, Suárez lleva a cabo una remodelación del ejecutivo y reclama la presencia de Ordóñez como ministro de Justicia Contribuye a la reforma en profundidad del Derecho de Familia y vive, en primera persona, la intentona golpista del 23 de febrero de 1981. El nuevo presidente, Leopoldo Calvo Sotelo, le mantiene como ministro de Justicia, cargo del que dimite en septiembre de ese mismo año
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Ordóñez con el Cardenal Tarancón. En principio, sus relaciones con la Iglesia eran suficientemente cordiales. Por eso, sorprendieron mucho los crueles calificativos despectivos de varios jerarcas católicos
El cardenal primado de Toledo, Marcelo González, vetó al «autor de una ley anticristiana como es la de Divorcio» para presidir la procesión del Corpus Christi el 18 de junio de 1981. Ordóñez presenció la procesión desde el balcón del Gobierno Civil toledano
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El 7 de junio de 1981 se aprobó la ley del divorcio en el Parlamento español. La labor explicativa se convirtió para Ordóñez en una obsesión En la foto de arriba vemos al político escribiendo unas notas sobre la polémica ley, en Santa Pola, con el joven Francisco Conejero, quien era entonces el alcalde socialista de la localidad. También las mujeres fueron un importante objetivo para transmitir el mensaje de normalidad y sensatez de la nueva reforma del Derecho de Familia
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En esta imagen vemos a Ordóñez con su gran amigo Diego Hidalgo, en la presentación de Palabras en Libertad, editado en mayo de 1982
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La ruptura con la UCD, a finales de 1981, supuso el inicio de una nueva aventura política. Ordóñez se embarcó en la creación del PAD, Partido de Acción Democrática La vida del nuevo partido fue corta. En las elecciones de octubre de 1982 sus miembros, incluido Fernández Ordóñez, concurren en las candidaturas del PSOE
1982. Acto electoral del PSOE. Ordóñez escucha la intervención de Enrique Tierno Galván
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1983. Como presidente del Banco Exterior de España pudo hacer que su Fundación se involucrara en proyectos intelectuales que marcaron la historia cultural de los años ochenta en España. Arriba le vemos con Jordi Pujol, Pascual Maragall y Natacha Seseña. Abajo con Alfonso Guerra y Javier Solana
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En 1985 el presidente Felipe González nombró a Fernández Ordóñez ministro de Asuntos Exteriores en sustitución de Fernando Morán
1987. El rey don Juan Carlos con el secretario general de Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar y Fernando Morán, embajador ante la mencionada institución internacional
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Nunca en otros gobiernos hasta entonces había logrado alcanzar tanta complicidad con sus compañeros En estas instantáneas aparece con Máximo Cajal, Rosa Conde, Luis Yáñez, Jorge Semprún, Carlos Solchaga y Javier Solana
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En las fotos de arriba vemos a Ordóñez con Javier Solana y Carlos Solchaga
Felipe González dedicó esta foto a Ordóñez. Aparecen en una comida con Txiqui Benegas y la periodista Julia Navarro
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Con muy pocos de los ministros de sus gobiernos logra González la cercanía y la complicidad que llegó a tener con Francisco Fernández Ordóñez. Los continuos viajes y la sinceridad de la relación hicieron crecer entre ellos una franca y honda amistad
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Fernández Ordóñez congenia con el presidente González desde el primer momento. Es el complemento perfecto de un jefe del ejecutivo especialmente interesado por la arena internacional
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Entrevista con el número dos del Frente Polisario el 21 de enero de 1989. En el centro, Miguel Ángel Moratinos, entonces subdirector general para África del Norte
Entrevista con Hashemi Rafsanjani, presidente de Irán, en octubre de 1991
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El establecimiento de relaciones con Israel, formalizadas el 17 de enero de 1986, ligado al mantenimiento de las buenas relaciones con el mundo árabe fue siempre una preocupación en el Ministerio de Asuntos Exteriores En estos primeros viajes, con suma prudencia, intentando dar en todo momento una imagen de ecuanimidad y diplomacia, Ordóñez viajó con sombrero, de manera que cubría su cabeza y, con ello, evitaba sentirse obligado a llevar la kipá tradicional judía. Por la misma razón, nunca vistió el pañuelo tradicional palestino
[454]
Fernández Ordóñez desarrolló una intensa labor en pro de unas buenas relaciones entre el mundo árabe e Israel, país que recientemente había sido reconocido por España. La Conferencia de Paz de Madrid, el 30 de octubre de 1991, fue la culminación de sus esfuerzos. Por primera vez árabes e israelíes eran sentados en una mesa de diálogo, con el patrocinio de Estados Unidos y Rusia. Madrid preparó el camino para los acuerdos de Oslo de 1993, cuando Israel y la OLP se reconocieron mutuamente y firmaron una declaración de principios para el autogobierno palestino
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Durante los casi ocho años como jefe de la diplomacia Ordóñez tuvo ocasión de entrevistarse con los protagonistas políticos del momento
George Bush
Mijail Gorbachov
Helmut Kohl
Fidel Castro
Daniel Ortega
Muammar al-Gaddafi
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Jacques Delors
Nelson Mandela
La reina de Inglaterra
El Papa Juan Pablo II
Margaret Thatcher
John Major
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Como gran tímido y modesto, Ordóñez rechaza subirse al palco junto a Jefes de Estado o Jefe de Gobierno, ya que su cargo no era homologable. Mitterand, en este caso, insiste en que desea que esté a su lado aunque esto sea un gesto de generosidad que, a Ordóñez, le parece demasiado
Viaje oficial a China, en noviembre de 1990
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El socialdemócrata Olof Palme fue un gran referente para Ordóñez. El asesinato del primer ministro de Suecia, el 28 de febrero de 1986, provocó un gran dolor en el político español
En esta foto le vemos con su colega, y gran amigo, el entonces ministro de Asuntos Exteriores de Portugal, João de Deus Pinheiro. Con él, las largas jornadas de trabajo se hacían más llevaderas
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Al frente de Exteriores, Fernández Ordóñez se convierte en un perfecto intérprete de la política exterior socialista. Bajo su mandato, España logra completar con éxito el retorno a la escena internacional. La presencia en los más diversos foros es una constante. Por momentos, la posición española parece estar muy por encima de su verdadera entidad como potencia media en el concierto internacional
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Mari Paz García Mayo acompañó a su marido en innumerables viajes al extranjero. En la imagen de arriba les vemos en un viaje a Grecia junto a Sir Geoffrey Howe. Abajo, Maria Paz en un avión con la reina Sofía
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Las relaciones entre la Familia real y la familia Fernández Ordóñez se intensificaron durante estos años. El destacado papel del Monarca en el fortalecimiento de la imagen de España en el extranjero ofreció ocasiones propicias para encuentros tanto protocolarios, como más distendidos
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Con el Príncipe de Asturias también mantuvo encuentros formales, propios de la formación de un futuro monarca. El 7 de abril de 1987, Ordóñez fue invitado, por el comandante Martí Narbona, a un almuerzo en el buque escuela «Juan Sebastián Elcano»
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«Call me Paco!» era la frase que Ordóñez decía a los periodistas buscando la cercanía y la espontaneidad en el trabajo. «Sir Paco», «Pacoordoñez» se convirtieron en apelativos cotidianos con los que los periodistas se dirigían al ministro. Ordóñez, de hecho, fue galardonado varias veces por simpatía, especialmente divertido para él fue el «Premio Naranja 1991»
Sólo a lo largo de sus años en el Ministerio de Asuntos Exteriores realizó 628 viajes oficiales, que fueron perfectamente contabilizados por la Oficina de Información Diplomática
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Más de una veintena de años en la vida pública dieron ocasión a Ordóñez para conocer y trabar amistad con personajes destacados de la política española. Éste es el caso de Miguel Boyer y del profesor Enrique Tierno Galván Le unió una buena amistad con el ex jesuita Jesús Aguirre. Con él preparó algún que otro discurso de su carrera política En estas imágenes también aparece la directora de cine Pilar Miró
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Con Rafael Alberti y Ernesto Sábato
Con Gabriel García Márquez
Con Antonio Buero Vallejo
Con Mario Vargas Llosa La presidencia del Banco Exterior de España permitió a Ordóñez tratar con algunos de los grandes nombres de la literatura española e hispanoamericana
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Algunos veranos, la familia Fernández Ordóñez y los Cela compartieron días de descanso en el pueblo alicantino de Santa Pola
Con los pescadores de Santa Pola y el alcalde del municipio, Francisco Conejero
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Entre sus aficiones también estaba la tertulia con sus amigos y su familia, a ser posible acompañado de un buen habano
1983. Paco y Mari Paz con Manuel de la Cueva, Inés Alberdi y Miguel Ángel Fernández Ordóñez
1988. Ordóñez con Inés Alberdi, Miguel Boyer y Miguel Ángel Fernández Ordóñez
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Ver fútbol, jugar al tenis, ir a los toros, ocupaban sus momentos de diversión. Si bien, su gran afición fue la lectura, era habitual sorprenderle embelesado por un partido de fútbol; el Real Madrid siempre fue su equipo
En los toros con Inocencio Arias y José Luis Corcuera
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Ordóñez, en su despacho, pasaba largas horas leyendo y preparando algunos de sus discursos Encontraba la tranquilidad jugando con sus perros
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Enseñando Madrid a sus visitantes, aquí le vemos con Pedro Solbes, y el primer ministro de Luxemburgo paseando por el Arco de Cuchilleros
Le encantaba la Plaza Mayor y el Madrid de los Austrias
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Mari Paz García Mayo descubriendo el retrato que hizo Juan Moreno Aguado para el Ministerio de Asuntos Exteriores
El cuadro del Ministerio de Asuntos Exteriores fue la obra que sirvió de inspiración a la escultura mirando al mar, de Santa Pola, Alicante. Fue realizada por el mismo artista, Juan Moreno Aguado, y se inauguró en abril de 2003 Tras su muerte, los homenajes se multiplicaron. Distinciones, retratos conmemorativos o monumentos fueron el símbolo del reconocimiento a su labor. Francisco Fernández Ordóñez ocupa ya, para siempre, un capítulo significativo de la historia política de España
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FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
1988. En el despacho de su casa de Madrid
FUENTES Manuscritos inéditos Memorias inéditas. Archivo F.F.O. Correspondencia. Archivo F.F.O. Poesías inéditas. Archivo F.F.O.
Entrevistas y opiniones expresadas por protagonistas Salvo pequeñas excepciones, reflejamos de forma breve la parte concreta de trayectorias —profesionales o vitales— que tuvieron que ver con las de Francisco Fernández Ordóñez, y no la posición actual de los entrevistados. D. Carlos Alonso Zaldívar (Entrevista presencial, 9 de diciembre de 2006, Madrid)). Diplomático y, también, Ingeniero Aeronáutico. En 1985, en el equipo de Fernando Morán, fue director del gabinete del Ministro de Asuntos Exteriores; unos meses después, cuando se produjo el cambio de Ministro, puso su cargo a disposición de Fernández Ordóñez. Ordóñez, satisfecho con su trabajo, rechazó su oferta y le mantuvo en el mismo puesto. Entre 1990 y 1994, Alonso Zaldívar fue Director General de Estudios de la Presidencia del Gobierno (1990-1994). D. Joaquín Almunia Amann (Recepción de cuestionario por correo electrónico, mayo de 2002). Miembro del PSOE, entre diciembre de 1982 y junio de 1986 fue Ministro de Trabajo y Seguridad Social; posteriormente, desde junio de 1986 fue nombrado Ministro de Administraciones Públicas y ratificado en el cargo en diciembre de 1989.
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Francisco Fernández Ordóñez
D. Rafael Arias Salgado Montalvo (Entrevista presencial, abril de 2001). Ocupó diversos y relevantes cargos en los gobiernos de UCD. Entre abril de 1979 y enero de 1980 fue ministro para las Relaciones con las Cortes. Entre enero y mayo de 1980 ocupó la cartera de ministro en Presidencia de gobierno y fue ratificado en el cargo en mayo de 1980 hasta febrero de 1981. Desde diciembre de 1981 a julio de 1982 fue Ministro de Administración territorial. D. Inocencio Félix Arias Llamas (Entrevista presencial, 8 de agosto de 2003, Santander, Palacio de la Magdalena.). Diplomático; entre otros cargos, el más conocido es el de haber sido director de la Oficina de Información Diplomática (OID) con los gobiernos de UCD, PSOE y PP. A finales de 1982 fue nombrado presidente del Instituto de Cooperación Iberoamericana hasta julio de 1985, fecha en que pasó a la OID y desde allí, en febrero de 1988, fue nombrado Subsecretario de Asuntos Exteriores. En 1991 fue nombrado secretario de Estado para la Cooperación Internacional y para Iberoamérica. D. Armando de Benito (Entrevista presencial, febrero de 2001, Despacho personal, Madrid). Cursó los estudios secundarios de Filosofía y Derecho. Posee los Diplomas de Marketing Turístico, Master Comercial y del Instituto de Estudios Turísticos. Junto a José Luis Álvarez fundó la sociedad anónima PROLESA y, posteriormente, impulsó la creación del Partido Social Demócrata Independiente. Formó parte de la Federación Socialdemócrata presidida por Fernández Ordóñez. Fue senador en la primera legislatura. D. Miguel Boyer Salvador (Entrevista presencial, 7 de octubre de 2004, Madrid, Compañía Logística de Hidrocarburos, CLH). Comenzó su relación profesional con Francisco Fernández Ordóñez en el año 1974 cuando el primero le nombró Director de Estudios del INI. Dimitieron juntos de sus respectivos puestos y se vincularon también políticamente, durante unos meses, en la Federación Socialdemócrata de Ordóñez. Boyer decidió reingresar en el PSOE cuando los socialistas abandonaron el marxismo y, con su triunfo electoral de 1982, fue nombrado Ministro de Economía y Hacienda entre diciembre de 1982 y julio de 1985. Ese mismo mes se produjo su nombramiento como Presidente del Banco Exterior de España, cargo que había quedado vacante cuando en esa remodelación del Gabinete, Fernández Ordóñez fue nombrado Ministro de Asuntos Exteriores. D. Jaime Ignacio del Burgo Tajadura (Entrevista presencial, 7 de marzo de 2001). Licenciado en Derecho y doctor en Derecho. Académico correspondiente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Académico correspondiente de la Real Aca-
Fuentes y bibliografía
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demia de Jurisprudencia y Legislación. Fundador del Partido Social Demócrata Foral de Navarra, formación que se integró en la Federación Socialdemócrata presidida por Fernández Ordóñez. Ha sido diputado desde la cuarta hasta la séptima legislatura. D. Manuel Cantarero el Castillo (Entrevista telefónica, mayo de 2001). Licenciado en Derecho, Sociología y Periodismo. Oficial de la marina mercante. Durante el franquismo desempeñó los cargos de Presidente Nacional de Antiguos Miembros del Frente de Juventudes y fue jefe del servicio nacional de actividades culturales del SEU. Fue Secretario General de la Reforma Social Española. Mantuvo ocasionales encuentros con Fernández Ordóñez en su vocación compartida de configurar una opción socialdemócrata unificada. D. Francisco Conejero (Entrevista presencial, 10 de septiembre de 2004, Santa Pola, Alicante). Alcalde de Santa Pola entre 1979 y 1991 y entre 1999 y 1993. Catedrático de Matemáticas de Educación secundaria y miembro del Partido Socialista; fue amigo personal de Francisco Fernández Ordóñez pues éste solía pasar temporadas en dicho municipio alicantino. D. Pablo de la Cueva Fernández-Ordóñez (Entrevistas presenciales, 30 de abril de 2004 y 13 de enero de 2005, Madrid). Sobrino de D. Francisco Fernández Ordóñez y, en la actualidad, Director de la Fundación Conferencia Anual Francisco Fernández Ordóñez. D. Roberto Dorado Zamorano (Entrevista presencial, 28 de julio de 2003, Madrid, bufete de abogados). Abogado, miembro del PSOE y Jefe del Gabinete de la Presidencia del Gobierno con el PSOE en los años ochenta. Dña. Ana Fernández Ordóñez y D. Manuel de la Cueva Bernaldo de Quirós (Entrevistas presenciales 4 de mayo de 2004 y 11 de junio de 2004, Madrid, en su domicilio particular). Hermana y cuñado de D. Francisco Fernández Ordóñez, respectivamente. D. Carlos Fernández Ordóñez (Entrevista presencial, 5 de julio de 2004, Madrid, Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset). Hermano de Don Francisco Fernández Ordóñez. D. Carlos Fernández-Ordóñez Hernández (Entrevista presencial, 27 de julio de 2004, Madrid, domicilio particular). Sobrino de Francisco Fernández Ordóñez e hijo de José Antonio Fernández Ordóñez quien fuera su gran amigo y confidente. Dña. Elena Flores (Entrevista presencial, 28 de julio de 2003, Madrid, Fundación Pablo Iglesias). Responsable del área internacional del PSOE en los ochenta. Dña. Maria Paz García Mayo (Entrevistas presenciales, 16 de octubre de 1998 y 7 de mayo de 1999, Madrid, domicilio particular).
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Fallecida el 13 de mayo de 2000, fue esposa de Francisco Fernández Ordóñez. Dña. Pilar García Mayo (Entrevista telefónica, 1 de octubre de 2006). Además de cuñada de Francisco Fernández Ordóñez fue su secretaria personal en el tiempo que ocupó la presidencia del Banco Exterior de España. D. Antonio Garrigues Walker (Entrevista presencial, 11 de junio de 2004, Madrid, Despacho «Garrigues abogados y Asesores tributarios»). En la actualidad es presidente de «Garrigues abogados y Asesores tributarios», además de presidente y consejero de varias empresas; así mismo es presidente de la Fundación José Ortega y Gasset, Fundación Consejo España-Japón y Fundación Consejo España-Estados Unidos. Es patrono del Centro Internacional de Toledo para la Paz. También ha sido designado Abogado Mundial por el Centro de la Paz Mundial a través del derecho. Su hermano Joaquín Garrigues, fallecido en 1980, fue compañero en la trayectoria política de Ordóñez y serían también grandes amigos. D. José Luis Gutiérrez (Entrevista presencial, 28 de julio de 2004, Madrid). Periodista español que jugó un destacado papel en la prensa de los años de la Transición, de ahí que escribiera el libro Días de papel, además de otros muchos, de contenido diverso, entre los que destaca la biografía de Miguel Boyer, El hombre que sabía demasiado. En la actualidad es editor y director de la revista Leer, además de columnista en El Mundo bajo el seudónimo Erasmo. Fue el más feroz crítico-periodista de Ordóñez en los años de la Transición y de ello dan muestras varios artículos suyos recogidos en la bibliografía, entre los que destacamos «El mutante». D. Miguel Herrero Lera (Entrevista telefónica, 6 de noviembre de 2002). Profesor Colaborador de Ciencia Política en la UNED. Licenciado en Ciencias Políticas y Económicas (Sección Políticas) por la Universidad Complutense de Madrid en julio de 1973.Ha desarrollado su actividad docente, primero, en la Facultad de Políticas y Sociología de la Universidad Complutense (años 74-76). Desde el año 76 hasta hoy ha combinado la labor docente con el desempeño de puestos directivos en la Administración General del Estado (Gabinetes de los Ministerios de la Presidencia, Administraciones Públicas y Cultura). A finales de 1981 fue uno de los impulsores del PAD, partido presidido por Fernández Ordóñez. Dña. Maria Luisa Hernández Freixa (Entrevista presencial, 27 de julio de 2004, Madrid, domicilio particular). Viuda de José Antonio Fernández Ordóñez y cuñada de Francisco Fernández Ordóñez.. D. Diego Hidalgo Schnur (Entrevistas presenciales en Madrid los
Fuentes y bibliografía
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días 26 de octubre de 2005, 16 de noviembre de 2005 y 1 de diciembre de 2005). Nació en Madrid en 1942; estudió Derecho en la Universidad de Madrid (1959-1964) y MBA en la Universidad de Harvard (1966-68). Trabajó en el Banco Mundial de 1968 a 1977 donde fue ascendido, en 1974, a Jefe de División, con responsabilidad sobre los proyectos del Banco en los 45 países subsaharianos en África. Fundador de FRIDA (Fund for Research and Investment for the Development of Africa) y Presidente de DFC (Development Finance Corporation), desde 1977. Co-fundador y miembro del Consejo de Administración de PRISA / El País desde 1980 y de la Cadena SER desde 1984, fue Consejero Delegado y Presidente de Alianza Editorial, Editorial Revista de Occidente y Editorial Labor hasta 1989. Presidente del Consejo Social de la Universidad de Extremadura (1986-1999); es Consejero de la Corporación Empresarial de Extremadura, de la Fundación Santillana y de Sogecable. En 1994 fue Fellow del Program del Weatherhead Center of International Affairs de la Universidad de Harvard, donde entre 1996 y 1999 fue Senior Associate del Centro de Estudios Europeos. Es Presidente de la Fundación Conferencia Anual Francisco Fernández Ordóñez, de FRIDE, y de la Fundación Maimona. Miembro fundador y senior fellow de The Gorbachev Foundation of North America (GFNA), así como miembro activo del Club de Roma y de su Junta de Gobernadores. Fue investido Dr. Honoris Causa por la Universidad Northeastern de Boston (junio 2001). Autor de: El futuro de España (Taurus, 1996) y Globalización y Unión Monetaria (Siddarth Mehta, 1998). D. Enrique Linde Paniagua (Entrevista presencial, 9 de abril de 2001). Profesor Titular de Derecho Administrativo en la UNED. Secretario General Técnico del Ministerio de Justicia con Francisco Fernández Ordóñez como ministro de Justicia. Participó como tal en la elaboración del proyecto de ley por el que se modificaba la regulación del matrimonio en el Código Civil. Fue uno de los principales impulsores en la creación del Partido de Acción Democrática PAD, presidido por Ordóñez. D. Thierry Maliniak (Entrevista presencial, 6 de marzo de 2003, Madrid). Corresponsal de Le Monde en España en los años ’80; llegó a España justo antes del golpe de Estado de 1981, por lo tanto, vivió relevantes acontecimientos que rodearon la vida profesional de Ordóñez. D. Fernando Morán (Entrevista presencial, 17 de abril de 2003, Madrid, domicilio particular). Diplomático. Ministro de Asuntos Exteriores entre 1982 y 1985. Entre el 6 de noviembre de 1985 y el 24 de abril de 1987 fue embajador de España ante Naciones
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Unidas. Posteriormente prosiguió su dilatada carrera profesional como miembro del Parlamento Europeo. D. Eduardo Moreno Díez (Entrevista telefónica, enero de 2000). Miembro del Partido Social de Acción Democrática y de la Unión Social Demócrata de España, partidos fundados y animados por Dionisio Ridruejo. Posteriormente formaría parte del Partido Social Demócrata que liderara Francisco Fernández Ordóñez. D. Arturo Moya (Entrevista presencial, agosto de 2000). Abogado granadino. Fundador de Causa Ciudadana y del Partido Socialdemócrata de Andalucía, se integró en la Federación Socialdemócrata que presidió Fernández Ordóñez. Fue subsecretario adjunto del vicepresidente segundo del Gobierno, Abril Martorell, y secretario de acción de la UCD, con Adolfo Suárez como presidente del Gobierno. Se apartó del grupo de seguidores socialdemócratas de Ordóñez, permaneciendo fiel a las filas ucedistas. D. Ludolfo Paramio (Entrevista presencial, 1 de julio de 2003, Madrid). Titulado en periodismo y doctor en Ciencias Físicas; asesor de Felipe González. Politólogo e investigador del CSIC tiene numerosas obras que son referencia en los análisis sobre la izquierda, la democracia y América Latina, entre otros temas. Citemos como ejemplo Tras el diluvio. La izquierda ante el fin de siglo y su dirección de la revista de ciencias sociales Zona Abierta. D. Yago Pico de Coaña (Entrevista presencial, 23 de marzo de 2003, Madrid). Diplomático. Además de haber sido embajador de España en Nicaragua y Colombia, entre otros destinos, fue Director General de Política Exterior para Iberoamérica durante los años 1989 y 1996, de manera que se le considera uno de los principales artífices en la creación y desarrollo de las Cumbres Iberoamericanas. D. Joaquín Ruiz-Giménez Cortés (Cuestionario escrito, 7 de marzo de 2005). Abogado, humanista, diplomático, profesor, político; una vida muy activa en la que ocupó puestos de gran responsabilidad. En 1948 fue nombrado embajador de España ante la Santa Sede; en junio de 1951 recogió la cartera de Educación pero sus ideas provocaron numerosas desavenencias con el régimen franquista. Fue consejero Nacional del Movimiento y Fundador de la revista Cuadernos para el Diálogo en 1963. Antes de morir Franco ya se había convertido en presidente de los demócratas cristianos, condicionando su nombramiento a la desaparición de la confesionalidad; por lo tanto, la formación pasó a llamarse Izquierda Democrática. Una vez que comenzó la transición a la democracia, los demócratas cristianos no tuvieron un respaldo en votos acorde con el trabajo realizado en los últimos años y ello provocó la desaparición de Izquierda Democrática, aunque se mantuviera el
Fuentes y bibliografía
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reconocimiento a la valía de Ruiz-Giménez. Esta estima general hizo que Ruiz-Giménez se convirtiera, unánimemente, en primer Defensor del Pueblo a partir de la formación del gobierno socialista de diciembre de 1982. D. Narcís Serra i Serra (Entrevista telefónica, junio de 2002). Fue el primer alcalde democrático de Barcelona salido de las urnas tras las elecciones locales de 1979. Posteriormente ha sido diputado desde la cuarta a la séptima legislatura. Ministro de Defensa y Vicepresidente del Gobierno, en ambos casos presidiendo el ejecutivo Felipe González. Compañero de gabinete, durante algunos años, de Fernández Ordóñez. Trabó con él una buena amistar. Durante algún tiempo se habló de Serra como sustituto de Ordóñez al frente de Exteriores, puesto que finalmente ocuparía Javier Solana. D. Carmen Solano (Entrevista presencial, febrero de 2001, Zaragoza). Diputada en la primera y segunda legislatura por la UCD y por el PSOE respectivamente. Formó parte del grupo de diputados que abandonaron la UCD junto a Fernández Ordóñez en 1981, integrándose e impulsando el Partido de Acción Democrática. Compañera de escaño mientras que este redactaba su libro La España necesaria. D. José Antonio Yáñez-Barnuevo (Entrevista presencial, 11 de julio de 2003, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores). Diplomático. En 1982 fue nombrado Director de Departamento de Internacional del Gabinete de la Presidencia del Gobierno y fue ratificado en su cargo en 1986 y 1989. D. Luis Yáñez-Barnuevo (Entrevista telefónica, 21 de junio de 2002). Médico ginecólogo de formación, se ha dedicado principalmente a su carrera política. Entre 1975 y 1979 fue secretario de Relaciones Internacionales del PSOE. Al año siguiente, fue nombrado presidente del PSOE de Andalucía hasta que, en 1985, se convirtiera en secretario de Estado para la Cooperación Internacional y para Iberoamérica hasta 1991; asimismo fue presidente de la Comisión conmemorativa del Quinto Centenario del Descubrimiento de América de 1982 a 1991. D. Carlos Westendorp (Entrevista presencial, 7 de julio de 2004, Madrid, Centro Internacional de Toledo para la Paz). Diplomático; miembro del equipo negociador para la entrada de España en la CEE, Secretario general para las Comunidades Europeas, Embajador ante las Comunidades Europeas, Presidente del Grupo de reflexión para la revisión del Tratado de Maastricht, Ministro de Asuntos Exteriores entre diciembre de 1995 y abril de 1996. * * *
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D. Felipe González palabras remitidas para el Homenaje a Francisco Fernández Ordóñez celebrado el 26 de abril de 2003 en Santa Pola con ocasión de la inauguración de la escultura realizada por el artista Juan Moreno Aguado. Disponibles en: www.fund-fernandez-ordonez.org / www.fernandez-ordonez.org. Proyecto Historia Oral de la Comisión Europea. www.iue.it Oral History Interviews.
PRENSA ABC. Arriba. Cambio 16. Cinco Días. Cuadernos para el Diálogo. Diario 16. Doblón. Ecclesia El Alcázar. El Mundo. El País. Informaciones. Interviú. La Vanguardia. Nueva Empresa. Panorama. Pueblo. Razón y Fe. Tiempo. Ya. Le Matin. Le Monde.
Fuentes y bibliografía
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Francisco Fernández Ordóñez
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Asuntos Exteriores (s.f ): Discursos y declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores D. Francisco Fernández Ordóñez, 1985-1992, Ministerio de Asuntos Exteriores, Oficina de Información Diplomática. Discursos, conferencias, intervenciones en la Fundación Conferencia Anual Francisco Fernández Ordóñez Remitimos a su página web: www.fund-fernandez-ordonez.org * A todas ellas les preceden unas palabras introductorias de Diego Hidalgo Schnur, presidente de la Fundación. I.— Samuel P. Huntington. 16 de diciembre de 1993. Director del Centro de Estudios Internacionales Universidad de Harvard. «El futuro del desarrollo democrático: de la expansión a la consolidación» Presentación: Diego Hidalgo Schnur, Presidente de la Fundación. y Carlos Alonso Zaldívar, diplomático. II.— Michel Camdessus. 21 de diciembre de 1994. Director Gerente del Fondo Monetario Internacional. «La transición en Europa Central y Oriental: cinco años de experiencia del FMI» Presentación: Narcís Serra, Vicepresidente del Gobierno. III.— Jean Daniel. 13 de diciembre de 1995. Director de Nouvel Observateur. «Naciones y nacionalismos». Presentación: Juan Luis Cebrián, Consejero Delegado PRISA. IV.— Tahar Ben Jelloun. 27 de noviembre de 1996. Novelista, ensayista, crítico y poeta. «Ellos y nosotros, nosotros y los otros: occidente y el Islam» Presentación: Abel Matutes, Ministro de Asuntos Exteriores. V.— Carlos Fuentes. 7 de octubre de 1997. Escritor. Premio Cervantes y Premio Príncipe de Asturias. «El desafío Latinoamericano». Presentación: Felipe González.
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ÍNDICE ONOMÁSTICO
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A Abascal, Federico, 35. Abella, Carlos, 37. Abellán, J. L., 76, 87. Abril Martorell, Fernando, 106, 212, 214, 220, 231, 263. Abu Warda, N., 371. Aguado, Nazario, 160. Aguirre Ortiz de Zárate, Jesús, 108, 118. Aguirre, Javier, 200. Aguirre de Cárcer, Nuño, 424. Alameda, Sol, 216. Alamillo, 80. Alberti, Rafael, 290. Albiñana García-Quintana, César, 102. Alcántara, Manuel, 33. Aldecoa, Francisco, 309, 371. Alfaro, Andreu, 287. Alfonsín, Raul, 376. Alfonso XIII, Rey de España, 53, 146. Alfonso Quirós, Juan Antonio, 262, 284. Algañaraz, J. C., 383. Alierta, Mario, 200. Alonso, José, 160. Alonso-Castrillo, Silvia, 180, 207. Alonso de los Ríos, César, 37. Alonso Zaldívar, Carlos, 307, 328, 422. Almunia Amann, Joaquín, 351-352, 399.
Altabe, José, 34, 383. Altares, Pedro, 96. Álvarez Dorronsoro, Javier, 160. Álvarez de Miranda, Fernando, 160, 176. Álvarez Miranda, Berta, 32. Álvarez Suárez, U., 75. Álvarez, Miguel, 87. Álvarez, José Luis, 129, 138, 143, 214. Alzaga, Oscar, 226. Anguita, Julio, 350. Arafat, Yasser, 15, 340, 386. Areilza, José María de, 36. Arenal, Celestino del, 296, 309-310, 391. Atienza García, Ana, 50. Arasjáuregui, Chipi, 20. Arias, Gregorio, 263. Arias Llamas, Inocencio Félix, 308, 395, 399. Arias Navarro, Carlos, 112-115, 129-132, 135-141, 145, 147. Arias Salgado, Gabriel, 188. Arias Salgado, Rafael, 130, 135-136, 138, 140, 173-174, 187-188, 214-215, 245-246, 263. Ariza, Julián, 144. Aron, Raymond, 346. Armero, José, 158. Arregui Izaguirre, Joseba, 250-251. Azaña, Manuel, 74, 136. Azcárate, Manuel, 158, 160. Aznar, (Almirante), 53. Aznar, José María, 124, 307, 350, 385, 407, 409.
522
Francisco Fernázndez Ordóñez
Azócar, Albertina Rosa, 288. Azpilicueta, Manuel, 19-20. B Baker, James A., 16, 387, 389. Baón, Rafael, 29, 295. Barangé Guardiola, Melania, 24. Barbé, Esther, 363, 387. Barbero, Julio, 230. Barea, José, 219. Barón, Enrique, 158, 160-161, 200. Barrera de Irimo, Antonio, 20, 26, 28, 89, 105-107, 113-115, 119. Bartholomew, Reginald, 322. Basora, Adrián, 324. Basterra, Francisco G., 34. Blázquez Vilaplana, Belén, 297, 396. Becerril, Soledad, 129. Bécquer, Gustavo Adolfo, 68. Belloch, José María, 129. Benavides Orgaz, Pablo, 329, 368. Benegas, José Maria, 160. Benet, Josep, 161. Beneyto, José María, 31. Benito, Armando de, 138, 150, 160. Bono, José, 160. Berenguer, Dámaso, 146. Berenguer, (General), 53. Berenguer Fuster, Luis, 262, 284. Bermúdez de Castro, Salvador, 29. Bernáldez, José María, 36. Berlinguer, 166. Betancur, Belisario, 290. Bolás Alfonso, Juan, 285. Borbón, Juan Carlos I de, Rey de España, 22, 99, 115, 128, 141, 147, 169, 254, 339, 405. Borbón, Felipe de, Príncipe de Asturias, 383. Botana, Philip, 22. Boyer Salvador, Miguel, 34, 100, 106-107, 116, 146, 170, 213, 294-295, 407. Bilbatúa, Miguel, 96.
Blasco, José, 96. Brandt, Willy, 354 Braque, Georges, 287. Braudel, 335. Brecht, Bertolt, 147. Broseta, Manuel, 129. Burgo, Jaime Ignacio del, 174, 179. Bustelo, Carlos, 106, 116, 121, 193, 215, 263. C Caballé, A, 219. Cabanillas Gallas, Pío, 20, 113, 115, 122, 124, 129-130, 143, 171172, 176, 178, 188, 216, 221, 245-246, 255. Cabrera (ORT), 160. Cabrera, 234. Caciagli, Mario, 139, 213. Cajal, Máximo, 307. Calderón Bonilla, Patricia, 48. Calduch, Rafael, 371. Calle Saíz, R., 203. Calvo Ortega, Rafael, 245, 248. Calvo-Sotelo Bustelo, Leopoldo, 22, 28, 106, 130, 180, 187, 207, 221, 231, 237, 245-247, 250263, 268, 273, 276, 308, 377, 406, 409. Calzada, Blas, 129. Camacho, Marcelino, 125, 164, 260. Camuñas, G., 147. Camuñas, Ignacio, 158, 180, 187188, 248. Camuro y Obrero, Luis, 54. Camus, Albert, 69-70. Canogar, Rafael, 287. Cantarero del Castillo, Manuel, 138, 139, 142, 154. Canyelles, Antón, 162, 164. Caro Baroja, Julio, 76. Carlos, Enrique, 160. Carrero Blanco, Luis, 20, 101, 105, 112-113.
523
Índice onomástico Carrillo, Santiago, 160, 162, 164169, 231, 237, 318. Carrington, (Lord), 318. Carro Martínez, Antonio, 106, 113. Carter, James Earl Jr. «Jimmy», 22. Casado Herce, Gonzalo, 138, 151. Cassinello Auban, Emilio, 377. Castán, 80. Castellano, Pablo, 144. Castells, Manuel, 326. Castedo, Fernando, 129. Castiella, Fernando María, 334. Castro, Fidel, 379-380. Cavero, José, 37-38, 64, 71, 73, 78, 256, 269. Cavero, Iñigo, 160, 187, 188, 222, 225, 228, 242. Cazorla Pérez, José, 44. Cebrián, Juan Luis, 96, 116, 320, 334. Cebrián, José Vicente, 173. Cembrero, Ignacio, 34. Cela Trulock, Camilo José, 61, 290, 407. Celaya, Gabriel, 68. Cercós, Alberto, 138, 160. Cerdá Ferrer, Manuel, 262 Cernuda, Pilar, 37, 280-281, 403. Cierva, Ricardo de la, 116, 146. Ciancas, Eladio, 59. Cisneros, Gabriel, 113, 129. Clavero Arévalo, Manuel, 188. Clinton, William J., 386. Colomer Marqués, Claudio, 144. Collins, Gerard, 397. Comig, Maurice (Sir), 265. Conde, Josefa, 54. Conde, F. J., 75. Conde, Rosa, 403. Corral Pérez, Santiago, 60, 62. Cortés Domínguez, Matías, 123, 131. Cortezo, Jaime, 160. Cortina, Antonio, 129. Cruz Cuenca, Miguel, 86. Cubas, Ana, 56.
Cuello Colón, E., 75. Cueva Fernández-Ordóñez, Pablo de la, 26, 50. Cunhal, 166. Chillida, Eduardo, 287. Chueca Gotilla, Fernando, 188. D Dahrendorf, Ralf, 100. Daniel, Jean, 147-148. Delgado Fernández, Santiago, 26, 46, 48-49. Díaz, Elías, 96. Díaz Pinés, Manuel, 232. Díaz Porras, Ciriaco, 262. Díez-Alegría, Manuel (hijo), 137138, 140. Díez Alegría, José María, 230. Donovan, Janet, 22. Dorado, Roberto, 296. Dueñas Cepeda, M. J., 59. Dumas, Roland, 15-16. Durán Sánchez, Juan, 24. E Eguiagaray, Juan Manuel, 43. Elorriaga, Gabriel, 88. Escartín, José Antonio, 229-231. Escudero García, José, 83. Escudero, Manuel, 130. Esperabé, Jesús, 129. Estefanía, Joaquín, 34. Esteve, Federico, 173. Ezquerra, José Ramón, 230. F Feo, Julio, 339. Fernández Conde, Francisco, 18, 54-55, 57-71, 74-75, 79, 83, 105.
524
Francisco Fernázndez Ordóñez
Fernández Conde, Josefa, 58. Fernández Cuesta, Raimundo, 88. Fernández Herrero, Carmelo, 262. Fernández Miranda, Torcuato, 112. Fernández Ordóñez, Ana María, 55. Fernández Ordóñez, Carlos, 55, 58, 72-73, 79, 217, 230, 399, 409. Fernández Ordóñez, Carmen, 55. Fernández Ordóñez, Cristina, 55. Fernández Ordóñez, José Antonio, 55, 58, 62, 72, 79, 410. Fernández Ordóñez, Mª José, 55. Fernández Ordóñez, Miguel Ángel, 55. Fernández Ordóñez, Pilar, 55. Fernández Ordóñez, Rafael, 55. Fernández Ordóñez, Teresa, 55. Fernández y Faba, Inocencio, 54. Fernández, Julio Luis, 230. Fernández-Rua, J. M., 200. Ferrando Badía, Juan, 175. Feuerbach, Ludwig, 71. Figuero, J., 249. Fitz-James Stuart, Cayetana, (Duquesa de Alba), 125. Flores, Elena, 372. Folguera, Pilar, 309. Foncillas, Santiago, 189. Fontán, Antonio, 160. Forrester Church, Frank, 280. Fosar Benlloch, Enrique, 273. Fraga Iribarne, Manuel, 37, 106, 115, 129-132, 164, 259, 315, 350. Fraile, Modesto, 116, 129. Franco, Francisco, 20, 24, 60, 63, 74-75, 89, 95, 99, 101, 112, 115, 119-121, 125, 130, 137, 142, 148, 163, 178, 239, 263, 337, 404. Franklin, Benjamin, 43. Freres, Christian, 377. Freyssinet, Eugène, 62. Frinking, Tom, 317. Fuente, Inmaculada de la, 34, 83. Fuentes, Carlos, 371.
Fuentes Quintana, Enrique, 22, 43, 100-102, 189-190, 192-193, 211, 214, 218, 421. Fukuyama, Francis, 345, 346. Fusi Aizpurúa, Juan Pablo, 48-49, 90, 112-113, 115. G Galbraith, John Kenneth, 97-98. Galeote, Guillermo, 284. Gales, Carlos de, 335. Gales, Diana de, 335. Gámir Casares, Luis, 22, 173, 179, 197, 200, 205, 263. Gangas Peiró, Pilar, 183. García Añoveros, Jaime, 34, 45, 129. García Bloise, Carmen, 285. García Cárcel, Ricardo, 377. García Cotarelo, Ramón, 310. García de la Mata, José Enrique, 129. García Díez, Juan Antonio, 215, 254, 263. García Gómez, Emilio, 76. García Gual, Carlos, 38. García Hernández, José, 106, 121. García López, Antonio, 138, 140, 150, 158. García Lorca, Federico, 68. García Margallo, José Manuel, 130. García Márquez, Gabriel, 290. García Mayo, Mari Paz, 15, 18-20, 24-26, 32, 65, 77, 79, 82-83, 88, 99, 146, 264, 267, 289, 352, 398, 400, 403-404. García Mayo, Pilar, 273, 287, 290. García Moreno, Carmela, 22, 262, 269. García Oliver, 190. García Ortega, Miguel, 60, 65. García Pertusa, Rafael, 277, 284 García Pumarino, Emilio, 173, 174. García Rico, Eduardo, 41-42, 53, 66, 70, 226.
525
Índice onomástico García Romeo, José Enrique, 129, 173. García San Miguel, Luis, 177. García Sisó, 116. García Trevijano, Antonio, 107, 158, 160. García Valdecasas, Alfonso, 76. Garrigues Walker, Antonio, 124, 188-189. Garrigues Walker, Joaquín, 158, 160, 165, 170, 187-188, 216, 221, 255. Garrigues, Juan Sebastián, 86. Gascón y Marín, 75. Gasperi, Alcide de, 256. Gaulle, Charles de, 252, 326. Gaya, Benito, 76. Genscher, Hans Dietrich, 25. Gil de Biedma, Jaime, 60, 68. Gil Robles, José María, 160, 161, 165. Gillespie, Richard, 347-348, 360. Giménez Torres, 129. Giscard d´Estaing, Valéry, 18, 218. Gómez Acebo, (Doctor), 129, 149. Gómez Ferrer, Guadalupe, 113 Gómez Llorente, Luis, 36, 160. Gómiz, Lorenzo, 144. González Casanova, J. A., 144. González de la Mora, Gonzalo, 200. González Duarte, Plácido, 59. González, Ángel, 68, 275. González Márquez, Felipe, 13, 17, 23, 28, 106, 124, 146, 159-160, 162, 164, 168, 214, 220, 258, 276, 280-281, 283, 286, 293-297, 299, 300-301, 303, 307-312, 315-316, 318-323, 334, 339-341, 348, 350352, 354, 356-358, 360, 370, 376, 380, 385, 387, 390, 392400, 409, 422. González Monterroso, José, 262. González Oliveros, W., 75. González Seara, Luis, 22, 43, 130, 135, 138, 144, 173, 179, 215, 262, 278, 283.
González Vaello, Enrique, 317. González, Manuel Jesús, 108, 111. Gorbachov, Mijail, 15, 24, 347, 355-359. Goya, Francisco de, 288. Gris, Juan, 287-288. Guasp, J., 75. Guedán, Manuel, 160. Guerra González, Alfonso, 144, 233, 248-249, 280-282, 285-286, 294, 316, 351, 422. Guerrero Burgos, Antonio, 127-128. Gutiérrez, José Luis, 35, 217, 266. H Hadas, Samuel, 339. Halen, Van J., 229. Hassan II, Rey de Marruecos, 337. Haussmann, Georges Eugène, 69. Heras, Raúl, 106. Hernández Gil, Antonio, 75, 124. Hernández Gil, Carlos, 284. Hernández Mancha, Antonio, 350. Hernández Vázquez, José Miguel, 277, 284. Hernández, Miguel, 71. Herrero Arcas, José, 262. Herrero de Miñón, Miguel, 211212, 216, 226, 229. Herrero Lera, Miguel, 271, 273. Herrero Tejedor, Fernando, 146. Hidalgo Durán, Diego, 18-19, 7475, 80-81. Hidalgo Schnur, Diego, 17, 48, 50, 97, 99, 280. Hidalgo, Gloria, 18, 20, 22. Hopkin, Jonathan, 283. Howe, Geoffrey, 335. Hume, David, 30. Huntington, Samuel P., 25, 422. Huneeus, Carlos, 122-123, 242, 263, 283. Husein, Sadam, 382, 384, 386-387.
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Francisco Fernázndez Ordóñez I
Idígoras, Jon, 408. Irving, John, 15. Isabel II, reina de Inglaterra, 335. J Jáuregui, Fernando, 221. Jáuregui, Julio, 162, 166. Jiménez de Parga, Carlos, 230. Jiménez Fernández, Manuel, 95. Jiménez Losantos, Federico, 422. Jiménez, Juan Ramón, 68. Jiménez Torres, 129. Jordana, J., 75. Jover Zamora, José María, 113. Juliá, Santos, 170. K Kadumi, Faruk, 386. King, Martin Luther Jr., 18, 96. Klibi, Chadli, 385. Kohl, Helmut, 318, 334, 354. Krenz, Egon, 353. Kennedy, Edward Moore “Ted”, 22, 280. Kennedy, John Fitzgerald, 386. Kennedy, Robert Francis, 18. L Lago, Julián, 117, 122. Laín Entralgo, Pedro, 33, 40, 96. Lamana, Luis, 149. Lamelas, Antonio, 214. Lara, José Manuel, 38. Lario Ramírez, Dámaso de, 271. Lasúen, José Ramón, 138, 149-150, 153-156, 158, 160, 163-164, 171, 174.
Lavilla, Landelino, 130, 221, 228, 246-248. Leal, José Luis, 22. Ledesma Ramos, Ramiro, 59. Lerroux, Alejandro, 74. Linde Paniagua, Enrique, 89, 228, 251, 256, 268-269, 271-274, 276-278, 284-285, 295. Linde Paniagua, José María, 271. Linz, Juan José, 33. Lladó, Juan, 129. Llanos, José María de, 96. Llera, Luis de, 101. Lluch, Ernest, 200. López Bachero, Miguel, 43. López Bravo, Gregorio, 103, 294. López Peces, Saturnino, 80-81. López Roa, Ángel Luis, 173. López Rodó, Laureano, 200. López Vilas, José Ramón, 130. López García, Antonio, 290. López, Luis Ignacio, 324. Lozano Pérez, Baldomero, 200. Luna, A. de, 75. M Machado, Antonio, 68. Mallo, Tomás, 376. Malraux, André, 38. Marañón, Gregorio, 40, 371. Maravall, José María, 23-24. Marchais, Georges, 166. Marías, Julián, 76. Marín González, Manuel, 309, 373. Márquez Cruz, Guillermo, 264. Martín Aceña, Pablo, 105. Martín Oviedo, José María, 130. Martín Retortillo, Sebastián, 130. Martín Santos, Luis, 70. Martín Villa, Rodolfo, 163, 216, 221, 224, 245-246. Martínez, Antonia, 33. Martínez Esteruelas, Cruz, 125. Martínez Barrio, Diego, 74.
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Índice onomástico Martínez Calzón, Julio, 72. Martínez Cataneo, Antonio, 121. Martínez Ovejero, Antonio, 160. Martínez, Dionisio, 219. Mateos, Abdón, 100. Mauroy, Pierre, 23. Mayo de Prada, Pilar, 65. McNamara, Robert, 20. McCarthy, Eugene, 96. Mellado, Juan de Dios, 154. Mellizo, F., 377. Menéndez Pelayo, José, 33. Milans del Bosch, Jaime, 251. Mills, Charles Wright, 30. Milosevic, Slobodan, 360-361. Miralles, Jaime, 158, 160. Miralles, Melchor, 144, 249. Miralles, Manuel, 287. Miralpeix, Eudaldo, 324. Miró, Joan, 287. Mitterrand, François, 15-16, 362. Moguid, Abdel, 386. Monreal Luque, Alberto, 19, 28, 99, 101, 104-105, 119, 124, 171, 189. Montero Sánchez, José, 174. Montero, E., 75. Montero, Matías, 87. Montero, R., 34. Morán, Fernando, 41, 44, 293-296, 309, 311, 323, 328, 334-338, 371, 392, 396. Morán, Gregorio, 75, 131-132, 164. Moreno Aguado, Juan, 352. Moreno Díez, Eduardo, 262. Morillo Crespo, Antonio, 181. Morin, Edgar, 145. Morodo, Raúl, 158, 160-161, 268. Moscoso del Prado, Javier, 22, 229, 262, 269, 280, 286. Mounier, Emmanuel, 68. Moya Moreno, Arturo, 154-156, 172-175, 179, 263. Mubarak Hosni, 385-386. Múgica, Enrique, 88, 160-161, 164166, 252. Muniesa, Bermart, 112. Muñoz Alonso, Alejandro, 129, 135.
Muñoz Peirats, Joaquín, 158. Muñoz Tinoco, Concha, 74. Muñoz, Lucio, 287. Muskie, Edmund S., 280. N Navarro Rubio, Mariano, 88. Navarro, José Luis, 130. Navarro, Julia, 222, 307-308, 322, 339, 385, 391, 395, 400. Nerva, Marqués de, 119. Neruda, Pablo, 68, 96, 267-289, 405, 409. Nieto, Justo (Rector), 404. Nietzsche, Friedrich, 71. O Obrador, Sixto, 87. Ojeda, Jaime, 314. Oliart, Alberto, 189-190. Olivencia, Manuel, 129. Ollero, Carlos, 158, 160. Ónega, Fernando, 117. Oneto, José, 246, 266. Ordóñez Cubas, Ana, 53-56, 63. Ordóñez, Antonio, 56. Ordóñez Cubas, Lola, 56. Ordóñez Cubas, Rafael, 56. Oreja, Marcelino, 116, 130. Ors, Eugenio D’, 388. Ortega Díaz-Ambrona, Juan Antonio, 125. Ortega y Gasset, José, 7, 73, 75-77, 146, 245, 288. Ortega, Andrés, 25, 348, 356-357, 360. Ortega Spottorno, José, 25. Ortega Álvarez, Luis Ignacio, 296. Ortí Bordás, José Miguel, 124. Ortíz, Luis, 130. Osorio, Alfonso, 106, 124, 148, 176, 252.
528
Francisco Fernázndez Ordóñez
Otero Muñoz, Blas de, 68. Otero Novas, José Manuel, 130. Owen, David, 280. P Pablo, Santiago de, 129. Paine, Stanley G., 112. Pais, Ramón, 160. Palacio, Ana, 375. Palafox, Jordi, 90. Palazuelo, Pablo, 287. Pallach, Joseph, 158. Palme, Olof, 24, 118. Palomo, Graciano, 123-124. Palou, Jordi, 310. Pardo Zancada, Ricardo, 252. Pardo, Rosa, 377. Pastor Ridruejo, Félix, 258. Paz Andrade, Valentín, 162, 166. Paz, Octavio, 288. Peces-Barba, Gregorio, 96. Pelayo Duque, María Dolores, 229, 262. Peña, Eurico de la, 140, 160. Peñaranda, Gabriel, 129. Peres, Simon, 339. Pérez Bustamante, Rogelio, 375. Pérez de Arce, Higinio, 141. Pereira, Juan Carlos, 382. Pérez del Bricio, Carlos, 129. Pérez Herrero, Pedro, 381. Pérez Díaz, Santiago, 35, 85, 118, 120, 128, 152, 210, 312. Pérez Díaz, Víctor, 33. Pérez Escolar, Rafael, 116, 123-124, 129. Pérez Llorca, José Pedro, 187, 214, 221, 245-247. Pérez Serrano, Nicolás, 75, 143. Peydró, José Manuel, 160-161. Pías, Ramón, 158. Picasso, Véase Ruiz Picasso, Pablo. Pico de Coaña y Valicourt, Yago, 376.
Pietro Castro, 75. Pinedo Sánchez, Carmen, 262. Pino, Rafael del, 121. Pinochet, Augusto, 289. Piñar, Blas, 232. Plá, Josep, 57. Platón, Miguel, 35. Plaza, C., 111. Plaza, Manuel de la, 80. Polanco, Jesús de, 21. Pons, Félix, 200. Porta, Alfonso, 234. Portero, Florentino, 348. Powell, Charles T., 147, 250, 347348, 374, 396. Pradera, Javier, 86, 88. Prados Arrate, Jesús, 140, 150. Prego de Oliver, Victoria, 206, 254. Prieto, Indalecio, 290. Prim, Juan, 74. Primo de Rivera, José Antonio, 63. Primo de Rivera, Miguel, 53. Puigdoller, M., 75. Pujol, Jordi, 108, 162, 164, 166. Q Quijano, Ramón, 62. Quintanilla Navarro, Miguel Ángel, 32. R Raimond, Bernad, 334. Ramírez, Manuel, 105. Ramírez, Pedro José, 124, 153, 187, 189, 455. Ravasa, Bernardo, 160. Reagan, Ronald, 321-322, 324. Recarte, Alberto, 266. Redondo, Nicolás, 260. Redondo, Onésimo, 59. Reventós, Joan, 158. Rey Marcos, Jesús, 230. Ridruejo, Dionisio, 88, 97, 138,
Índice onomástico 140, 170, 258, 268-269, 271272, 397. Rilke, Reiner María, 405. Ríos Mingarro, Serafín, 129. Rivera, Manuel, 287. Robles Egea, Antonio, 48-49. Roca Junyent, Miguel, 158. Roche, Antonio, 50. Rodrigo, Fernando, 360. Rodríguez Castañón, Ricardo, 262. Rodríguez González, 129. Rodríguez Sahagún, Agustín, 246248, 261. Rodríguez, Claudio, 68. Rojas Marcos, Alejandro, 158. Rojo, Luis Ángel, 100. Romero, Emilio, 41, 124. Rosón, Juan José, 116, 130, 250-251. Royo Vilanova, 116. Rubio García, Dolores, 329. Rubio, Mariano, 100, 106, 116, 121, 281. Ruiz Gallardón, José María, 86, 88. Ruiz-Giménez Cortés, Joaquín, 88, 95, 154, 160, 165, 188, 263. Ruiz Jiménez, Laura, 376. Ruiz Mateos, José María, 219. Ruíz Picasso, Pablo, 287. S Sá Carneiro, Francisco, 156-158. Saavedra, Antón, 121. Saavedra, Jerónimo, 160. Saint-Exupéry, Antoine, 68-69, 300. Sainz Rodríguez, Pedro, 67. Samper, Josefina (esposa de Marcelino Camacho), 125 Sánchez Ayuso, Manuel, 200. Sánchez de León, Enrique, 188. Sánchez Mazas, Miguel, 87. Sánchez Millas, Pilar, 26, 47-49. Sánchez Montero, Simón, 160, 164, 168. Sánchez Navarro, Ángel José, 113.
529
Sánchez Terán, Miguel Ángel, 129. Sánchez, G., 75. Santa Cecilia, Carlos. G., 62. Santacreu, José, 129. Santos Blanco, Alfredo, 116. Sanz Pastor Mellado, José María, 173-174. Sanz Trillo, Antonio, 374, 377. Shamir, Yitzhak, 388. Sartre, Jean-Paul, 69. Satrústegui, Ignacio, 129. Satrústegui, Joaquín, 158, 160-162, 164. Satue, Francisco José, 144. Schnur, Gerda, 19. Schriewer, Servan, 280. Schwartz, Pedro, 108, 111. Segura (Cardenal), 78. Sempere, Eusebio, 287. Senghor, Léopold Sédar, 21 Senillosa, Antonio de, 129. Serra i Serra, Narcís, 43, 371, 394, 407. Serrano Gil, Mª Luisa, 273. Serrano Sanz, José María, 43-44, 191-192, 203, 211. Serrataco de Boet, Mario, 54. Sevilla, José Víctor, 219. Shamir, Yitzhak, 388 Sheverdnadze, Edward, 358. Shultz, George, 320-323, 408. Schwarzkopf, Norman Jr., 386. Silva, Federico, 124. Soares, Mário, 157. Solana Madariaga, Javier, 297, 399, 404, 450. Solana Madariaga, Luis, 219. Solano Carreras, Carmen, 213, 218, 249-250, 262. Solans, Gonzalo, 213. Solbes, Pedro, 333, 363. Solchaga, Carlos, 100, 106, 116, 391. Soler Valero, Francisco, 156, 173-174. Soriano, Manuel, 221. Soto, Álvaro, 100.
530
Francisco Fernázndez Ordóñez
Story, Jonathan, 347, 360. Suárez González, Adolfo, 13, 22, 28, 37, 106, 146-148, 153, 159, 164165, 167-169, 171, 176-180, 182, 187-188, 190, 214-216, 222, 224, 230, 245-246, 249, 251-252, 254, 256, 266, 268, 274, 276, 286, 330, 406, 409, 422. Subizarreta, J., 75. T Tamames, Ramón, 36, 86, 88, 107, 160, 200, 252, 268. Tarradellas, Joseph, 36. Talleyrand, Charles-Maurice de, 24. Tejero Molina, Antonio, 251. Tezanos, José Félix, 316. Thatcher, Margaret, 17, 23, 335. Tierno Galván, Enrique, 37, 143, 152, 160-166, 268, 282-283. Tito, (Mariscal Tito, Josip Broz Tito), 360. Torres, Maruja, 85. Trías Fargas, Ramón, 164, 200. Tusell, Javier, 167, 178, 252, 281, 295, 377. U Ullastres, Alberto, 90. Umbral, Francisco, 21, 288, 421, 422. Urbano VIII (Maffeo Barberini), 63. Uriarte, Manuel María, 129. Urrutia, Matilde, 289. V Valdecantos García, Pedro, 41, 262.
Valero Bermejo, Luis, 106, 121. Vallejo, César, 68. Varela Panache, Manuel, 190. Vázquez, Antonio, 160. Velarde Fuertes, Juan, 103, Verba, Sidney, 29. Verdú, Vicente, 34, 63. Vicent, Manuel, 36, 55, 71, 149. Vicente del Pino, Sergio, 48. Vicente, Esteban, 288. Vidal Beneyto, José, 40-41. Viñas, Ángel, 44, 296, 298-299, 308, 316, 326, 333, 391. Vizcaya, Marcos, 252. W Walters, Vernon A., 24. Ward, Mary, 63. Webb, Beatrice, 100. Webb, Sidney, 100. Weinberger, Caspar W, 322, 324. Westendorp, Carlos, 267, 294, 391. Y Yáñez-Barnuevo, Juan Antonio, 296, 316, 322-323, 326, 333, 339, 392. Yáñez-Barnuevo, Luis, 294, 371, 376-377-422. Yeltsin, Boris, 358. Z Zavala, José María de, 160. Zamora Bonilla, J., 75. Zubiri, Xavier, 76. Zufía, Mariano, 160.
COLECCIÓN HISTORIA BIBLIOTECA NUEVA
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Historia del País Vasco y Navarra en el siglo XX, José Luis de la Granja y Santiago de Pablo (Coords.). La época dorada de América. Pensamiento, Política, Mentalidades, Mario Hernández Sánchez-Barba. Luis Bagaría: Entre arte y política, Emilio Marcos Villalón. Orígenes culturales de la sociedad liberal (España, siglo XIX), Jesús A. Martínez Martín (Ed.). De la Guerra Civil al exilio. Los republicanos españoles y México. Indalecio Prieto y Lázaro Cárdenas, Abdón Mateos. Civilización y barbarie. Los asuntos de Indias y el pensamiento político moderno (1492-1560), Natsuko Matsumori. Tierra sin paz. Guerra Civil, cine y propaganda en el País Vasco, Santiago de Pablo. Cuba ante la Guerra Civil española. La acción diplomática de Ramón Estalella, Antonio M. Moral Roncal. Hacer la Historia del siglo XX, René Rémond, Javier Tusell, Benoît Pellistrandi y Susana Sueiro. Señas de identidad. Izquierda obrera y nación en el País Vasco, 1880-1923, Antonio Rivera Blanco. La identidad vasca en el siglo XIX. Discurso y agentes sociales, Coro Rubio Pobes. La internacional católica. Paz romana en la política europea de posguerra, Glicerio Sánchez Recio (Coord.). En el nombre del oficio. El trabajador especializado entre el gremio y la resistencia, Vicent Sanz Rozalén y José A. Piqueras. ¿Atado y bien atado? Institucionalización y crisis del franquismo, Álvaro Soto Carmona. Renunciando a todo. El régimen franquista y los Estados Unidos, desde 1945 hasta 1963, Fernando Termis Soto. La Corona en la historia de España, Javier Tusell, Ángeles Lario y Florentino Portero. Fascismo y franquismo. Cara a cara. Una perspectiva histórica, Javier Tusell, Giuliana Di Febo, Emilio Gentile (Eds.) y Susana Sueiro (Coord.). La cultura popular en la España contemporánea, Jorge Uría (Ed.). Cuba: de colonia a república, Martín Rodrigo Alharilla. El ejercicio de la libertad. La prensa española en el Sexenio Revolucionario (1868-1874), Antonio Checa Godoy. La reforma agraria y los orígenes de la Guerra Civil. Cuestión yuntera y radicalización patronal en la provincia de Cáceres (1931-1940), Sergio Riesco Roche. Francisco Fernández Ordóñez. Un político para la España necesaria (19301992), Santiago Delgado Fernández y Pilar Sánchez Millas.