VIÑAS, BODEGAS Y MERCADOS El cambio técnico en la vitivinicultura española, 1850-1936
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VIÑAS, BODEGAS Y MERCADOS El cambio técnico en la vitivinicultura española, 1850-1936
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VIÑAS, BODEGAS Y MERCADOS El cambio técnico en la vitivinicultura española, 1850-1936 Juan Carmona Josep Colomé Juan Pan-Montojo James Simpson (editores)
FICHA CATALOGRÁFICA VIÑAS, bodegas y mercados : el cambio técnico en la vitivinicultura española, 1850-1936 / Juan Carmona ... [et al.] (editores). — Zaragoza : Prensas Universitarias de Zaragoza, 2001 379 p. ; 22 cm. — (Ciencias Sociales ; 40) ISBN: 84-7733-553-2 1. Vino–España–1850-1936. 2. Viticultura–España–1850-1936. I. Carmona, Juan, ed. lit. II. Prensas Universitarias de Zaragoza, ed. III. Serie: Ciencias Sociales (Prensas Universitarias de Zaragoza) ; 40 634.8(460)“1850/1936” No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, ni su préstamo, alquiler o cualquier forma de cesión de uso del ejemplar, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.
© Los autores © De la presente edición, Prensas Universitarias de Zaragoza 1.ª ed., 2001
Colección Ciencias Sociales, n.º 40 Director de la colección: José Manuel Latorre Ciria
Editado por Prensas Universitarias de Zaragoza Edificio de Ciencias Geológicas C/ Pedro Cerbuna, 12 50009 Zaragoza, España Prensas Universitarias de Zaragoza es la editorial de la Universidad de Zaragoza, que edita e imprime libros desde su fundación en 1542. Diseño de cubierta: José Luis Cano Impreso en España Imprime: Sdad. Coop. Librería General D.L.: Z-1145-2001
INTRODUCCIÓN Juan Carmona, Josep Colomé, Juan Pan-Montojo y James Simpson
La obra que abren estás páginas, Viñas, bodegas y mercados. El cambio técnico en la vitivinicultura española, 1850-1936, reúne diversas aportaciones presentadas al Seminario sobre La vid, el vino y el cambio técnico en España, 1850-1936, celebrado en Vilafranca del Penedés, los días 18, 19 y 20 de junio de 1999. Este seminario, que fue uno de los puntos de llegada de tres proyectos de investigación,* estuvo abierto a todos cuantos trabajan en temas relacionados con la historia contemporánea de la vitivinicultura en la península ibérica y constituyó un foro distendido para que ponentes y asistentes discutieran sobre el cambio técnico y sus factores. Parte del trabajo que allí se sometió a debate está contenido en las páginas que siguen. Hay que señalar, sin embargo, que no están todos los textos entonces presentados, porque los editores hemos tenido que seleccionar aquellas aportaciones que se ajustaban en mayor medida al objeto del libro. Los textos que están han experimentado, además, cambios diversos,
* El proyecto PS 94-0005 sobre La vitivinicultura española en el contexto europeo: los orígenes históricos de sus debilidades estructurales; el proyecto PB98-0033 sobre Instituciones, cambio institucional y desarrollo agrario en la Europa mediterránea: un análisis comparativo de España, Italia y el sur de Francia, 1850-1950, del Programa Sectorial de Promoción del Conocimiento de la DGCYT; y el proyecto PB96-1157-CO3-02, Factores determinantes del desarrollo agrario en Cataluña: recursos naturales, organización del trabajo agrario y cambio tecnológico, financiado por la Secretaría de Estado de Universidades e Investigación (DGICYT).
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y no sólo formales, antes de ser publicados. Hemos añadido asimismo un conjunto de introducciones parciales que no se limitan a adaptar a la forma escrita las relaciones de comunicaciones, sino que contextualizan los diferentes artículos recogidos en la obra. Pese a dichos textos introductorios que firmamos los editores, el resultado final es un cuadro impresionista, no sistemático. Pero entendemos que ese impresionismo constituye una de las claves para que el libro pueda resultar sugerente y ser representativo de los estudios sobre el cambio técnico en la vitivinicultura española durante el período considerado. Puede resultar sugerente porque aborda sucesivamente las tres perspectivas institucionales a nuestro entender decisivas para comprender el cambio técnico: las relaciones de propiedad y de explotación de la tierra; las formas empresariales o cooperativas de articulación del sector vitivinícola: y la acción de las diversas instancias públicas. Es, en segundo lugar, una obra representativa de la historiografía existente porque no hay un único enfoque teórico ni un único estilo de hacer historia: caben diferentes valoraciones de la diversidad en cualquier trabajo realizado por muchas manos, pero en este caso creemos que suma más que resta, puesto que el acotamiento del objeto de estudio permite que el lector se acerque desde diferentes ángulos a procesos de cambio relativamente bien identificados. Entre las décadas centrales del siglo XIX y mediados de la centuria que acaba de terminar, las vitiviniculturas europeas se enfrentaron a rápidos cambios. Se transformaron y diversificaron sus mercados, y surgieron nuevas posibilidades técnicas y económicas para la renovación del cultivo y para el tránsito desde formas artesanales a formas industriales de vinificación, unos procesos y escenarios compartidos por múltiples producciones agrarias. Pero, además, las viñas se enfrentaron a un conjunto de plagas (el oídio, el mildíu y la filoxera) que obligaron a todos los viticultores a revisar las técnicas de cultivo y las estrategias productivas: no hubo, por tanto, la alternativa continuidad frente a cambio técnico, y sí la de abandono de la producción frente a cambio técnico o, mejor dicho, cambios técnicos. Por su parte, la elaboración de vinos dispuso de un abanico de posibilidades mucho más amplio que el de cualquier otro agrotransformado, como consecuencia del desarrollo científico: a principios del siglo XX , se habían reunido conocimientos suficientes para deslocalizar la mayor parte de los tipos de vino desarrollados durante períodos larguísimos de tiempo, por medio del sistema de «ensayo y error», en diferentes
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comarcas europeas. Una viticultura forzada al cambio, un proceso de industrialización de la vinicultura y la multiplicación de los tipos potenciales de producto final, constituyen elementos de un escenario especial que ofrece, por y pese a su especificidad, rasgos particularmente atractivos para entender el cambio técnico. Por una parte, la identificación de los fundamentos estructurales del cambio técnico y de sus variantes y condiciones, de sus trayectorias posibles, en definitiva, nos permite centrar la atención en las instituciones como elementos determinantes de la traducción y difusión local de esas trayectorias. Por otra parte, la especificidad de la vitivinicultura consiste más en el carácter general y la celeridad de las transformaciones técnicas que en alguna otra característica que pudiera convertirla en un caso al margen de los otros ramos agrarios: la producción de trigo y harina o la de aceituna y aceite, por citar los otros dos vértices de la agricultura mediterránea, se vieron sometidas a fuerzas análogas a las que determinaron la aparición de una nueva vitivinicultura, aunque en plazos distintos. Una obra impresionista y heterogénea que analiza el cambio técnico en un sector de rasgos especiales pero no excepcionales, durante un período de gran dinamismo en los modos de producir, y que lo analiza desplazando el foco hacia el plano de las instituciones. A estas características se suma que el marco geográfico del análisis es España. Si el libro se centra en ese espacio definido en términos políticos —pese a que al Seminario de Vilafranca se presentaron dos textos de gran calidad sobre Portugal, a cargo de Benedita Cámara y Dulce Freire— es porque la importancia otorgada a las instituciones justifica esa opción. De hecho, pensamos que las posibilidades más razonables eran, bien la referencia a un Estado, protagonista del cambio técnico en la perspectiva elegida (a través de su legislación y sus políticas concretas sobre propiedad, contratos, sociedades, cooperativas, centros públicos de investigación y divulgación tecnológica…), o bien la realización de una tarea sistemática de comparación interestatal que no pudimos llevar a cabo en Vilafranca y que constituye una tarea pendiente. Ese segundo paso exigiría, sin embargo, unos útiles teóricos comunes entre los autores, que, como hemos dicho, no fueron un requisito previo para la participación en el seminario ni para la publicación en este libro. Quede aquí constancia de que una historia comparada de las vitiviniculturas mediterráneas y extraeuropeas, y más específicamente de las diversas instituciones vinculadas al sector (y a la agricultura
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en general), representa, a nuestro entender, una de las vías más fecundas de desarrollo historiográfico. Finalmente, debemos agradecer la buena disposición y la colaboración que en todo momento encontramos en el Ayuntamiento de Vilafranca del Penedès a la hora de organizar el seminario. Especialmente destacada fue la ayuda que nos prestó Jordi Cuyás, concejal de economía, y Maria Batet, directora del Centro de Iniciativas Empresariales Ágora, donde se celebró el seminario. También debemos agradecer la ayuda de las empresas Albet i Noya, Codorniu y Miguel Torres, S.A. La publicación de este libro no hubiera sido posible sin la colaboración a lo largo de todo el proceso del Ministerio de Educación y Cultura, de la Universidad de Barcelona y de la Universidad Carlos III de Madrid. Vaya para las personas que nos han apoyado desde estas instituciones y para la editorial Prensas Universitarias de Zaragoza nuestro más sincero agradecimiento.
VISIONES GENERALES
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CAMBIOS EN LAS PREFERENCIAS DE LOS CONSUMIDORES DE VINO Y RESPUESTAS DE LOS PRODUCTORES EN LOS DOS ÚLTIMOS SIGLOS José Morilla Critz Universidad de Alcalá de Henares
1. Introducción Los modelos simplificados de demanda de vino, en función del precio y de la renta, suelen tener, en la práctica, poca capacidad predictiva como consecuencia de varios factores, entre los que destacan la marcada tendencia de este producto a la diferenciación, las regulaciones cambiantes y discriminatorias a las que han estado habitualmente sometidos sus mercados, la relevancia de las interferencias de carácter «moral», jurídico o social, y, por último, el hecho de que para un segmento nada despreciable de los consumidores, las curvas de demanda de esta mercancía son irreversibles. Sin embargo, desde el punto de vista de la historia económica, uno de los aspectos del mercado vinícola cuyo análisis mayor interés reviste son, precisamente, los desplazamientos en las preferencias de los consumidores y la reacción técnica o comercial de los productores ante los mismos. El interés está justificado no sólo porque permite valorar el efecto a largo plazo de las instituciones y de la mentalidad colectiva en los mercados, sino también porque, dada la vinculación entre algunos tipos específicos de vino y comarcas concretas, el estudio de dichos desplazamientos ayuda a descubrir los condicionantes de su evolución económica.
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2. Condicionantes de la comercialización de los vinos de mesa y generosos Desde la perspectiva de un mercado segmentado en dos grandes tipos de vino, ha habido tres condicionantes esenciales de la producción y del mercado vinícola en los siglos XIX y XX que han incidido de forma desigual en la comercialización de los vinos que hoy denominamos de mesa, por una parte, y de los encabezados, licorosos o generosos, por otra: a)
Por el lado de la oferta: la mayor facilidad para industrializar la producción de los vinos generosos.
Cuanto más intensivo en tecnología sea el proceso de producción de un tipo de vino, menores serán sus inputs limitativos y las barreras de entrada a nuevos fabricantes y más altos los costes de defensa ante competidores. Es de esperar, pues, que en un proceso muy industrializado, una reducción del precio final conducirá fácilmente a un cambio de la función de producción, con la incorporación de inputs distintos a los tradicionales (adulteración). Como, por otra parte, en ese caso es también difícil mantener posiciones monopolísticas naturales, el equilibrio producción/consumo tenderá a alcanzarse, sobre todo, mediante modificaciones en los precios y, dados éstos, mediante nuevas modificaciones en la función de producción. En la segunda mitad del siglo XIX hubo tres circunstancias que ayudaron a acelerar la industrialización del vino: en primer lugar, los descubrimientos de los procesos de fermentación; en segundo, la obtención, desde materias primas no vitícolas, de algunos elementos esenciales del vino en cantidades y precios más ventajosos que los de la fuente tradicional; y finalmente, las crisis coyunturales de desabastecimiento del mercado europeo en los años cincuenta y sesenta (plaga del oídio) y setentanoventa (plaga de la filoxera), que facilitaron los ensayos de la fabricación artificial con elementos hasta entonces insospechados.1 Todos estos procedimientos repercutieron de forma más directa en la ampliación de la oferta de los vinos que ya tradicionalmente eran muy manipulados, los encabezados, que en los de elaboración más simple.
1 Morilla Critz (1995), pp. 263-264.
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b) Por el lado de la estructura espacial del mercado, hay que considerar, a la vez, el distinto peso relativo de los mercados interior y exterior para cada uno de los tipos de vino y su discriminación en los aranceles aduaneros. La distribución de la producción mundial de vino redujo su concentración geográfica a lo largo del siglo XIX: si en 1865-74, Francia, Italia, España y Portugal representaban el 86,5% de la producción mundial,2 en 1900-04 se necesitaban más del doble de países para alcanzar ese porcentaje.3 Un cambio que afectó a las corrientes de comercio internacional del vino, pero no a todos los vinos ni a todas las regiones productoras por igual, pues los vinos encabezados se han vendido hasta fechas recientes en los mercados exteriores en mayor proporción que los vinos comunes. Por otra parte, en los mercados internacionales del vino, en los que nunca existió una situación de libre comercio, desde mediados del siglo XIX los aranceles fueron discriminando de manera creciente los vinos encabezados. El período más parecido al comercio libre fueron los años 1831-1860: por entonces, en el principal mercado abastecido de vino desde el exterior —Gran Bretaña—4 se acercaron las tarifas para todos los vinos, cualesquiera fueran sus procedencias, y en 1860 se inauguró aparentemente una etapa de liberalización del comercio de vinos. Sin embargo, no se debe olvidar que el Arancel Gladstone, de ese año, introdujo la práctica, mantenida hasta la Segunda Guerra Mundial, de la discriminación según graduación alcohólica. Más adelante se reintrodujeron las discriminaciones en favor de los vinos procedentes de las colonias, y en 1914, también una discriminación, de hecho, en favor del oporto portugués. Francia mantuvo habitualmente una política arancelaria defensiva, en beneficio de la producción propia. No obstante, cuando las plagas la redujeron, la protección se relajó y permitió, a través de tratados preferencia2 Ib., p. 303. 3 Pinilla Navarro, Ayuda y Aparicio (1998), apdo. B. 4 Ésta puede ser una afirmación discutible desde 1878, cuando Francia pasó a ser el primer importador, con mucha diferencia, de vino del mundo. Pero, aparte de la distancia cronológica, esa circunstancia se produce si consideramos el comercio Argelia-Francia como internacional. Argelia era el primer país en las exportaciones mundiales y Francia en las importaciones. Interpretando dicha corriente como «interna», la situación cambia radicalmente (Pan-Montojo y Simpson, 1997, p. 16).
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les, realizar importaciones selectivas desde algunos países para cubrir sus déficits. Esto ocurrió en 1854 con el oídio, y, aunque en 1871 se inició de nuevo una tendencia al alza de los aranceles, la filoxera impulsó tratados especiales para facilitar la importación de vino o materias primas para su fabricación, como los firmados con España en 1877 y 1882. Sin embargo, pasadas las circunstancias extraordinarias, el Arancel Meline estableció, en 1892, un sistema discriminatorio contra los vinos de mayor graduación, principio mantenido, en sucesivas modificaciones arancelarias, hasta la Segunda Guerra Mundial. Por otra parte, el vino argelino, de mesa, estaba exento de derechos de importación y tenía unas tarifas de transporte por territorio francés ventajosas incluso respecto a los vinos de la metrópoli.5 En un mercado de importancia creciente, pero también de creciente abastecimiento propio, como el de Estados Unidos, desde los años sesenta del XIX hubo altos aranceles a la importación de vino.6 En 1870 el vino fue expresamente excluido de una reducción general de derechos y, desde 1875, se estableció una fuerte discriminación arancelaria contra los «vinos fortalecidos».7 c)
Por el lado de la demanda: suelen tener mayor capacidad explicativa de la evolución de los niveles de consumo de vino los desplazamientos de las curvas de preferencia, impulsados por factores sociales y culturales, que los cambios en los precios e incluso en la renta.
Un amplio trabajo comparativo de Labys sobre consumo de vino en varios países para el período comprendido entre 1954 y 1971 llegó a las siguiente conclusiones: 1. En la mayor parte de los países analizados (Francia, Italia, Portugal, España, República Federal de Alemania, Estados
5 Warner (1960), pp. 15 y 80. 6 Pan-Montojo y Simpson (1997), p. 16. 7 Morilla Critz (1997a), pp. 133-134. Hasta 1863 los derechos fueron entre un 40 y un 50% ad valorem sin discriminación; hasta 1879, una cantidad fija progresiva según el valor del vino más un 25% del valor; y desde entonces, una escala según graduación alcohólica, que hacía prácticamente inviable la importación de vinos encabezados y de brandy (Dupuy de Lôme y Vera y López, 1895, pp. 102-104). Entre 1919 y 1933 estuvo completamente cancelada la importación, como consecuencia de la Prohibition.
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Unidos, Bélgica, Holanda y Australia), el consumo resulta ser inelástico a las variaciones de los precios.8 2. Se da una relación inversa entre elasticidad-renta y nivel medio de consumo de vino. Es decir, cuanto más consumidores resultan ser los países menos incidencia tienen los cambios en la renta de sus habitantes sobre su consumo de vino. Esto confirma una hipótesis formulada anteriormente por Tapli y Ryan.9 3. Hay factores institucionales, entre los que se encuentran el carácter nacional, la clase social y la estructura ocupacional, que afectan a esas elasticidades.10 Los trabajos recientes de Pinilla, Ayuda y Aparicio para Gran Bretaña y Francia en el período 1850-1938, encuentran también una escasa elasticidad-precio, pero no la relación inversa de elasticidad-renta y nivel de consumo, pues descubren una alta elasticidad-renta en Francia y casi nula en Gran Bretaña. En todo caso, su conclusión es que la diferencia deriva de la distinta cultura bebedora de Francia y Gran Bretaña: en el primer caso, el vino era un producto de primera necesidad, en el segundo un bien poco demandado.11 La disparidad de resultados podría derivar del diferente contexto temporal de los estudios, pero los autores fundamentan la baja elasticidad-precio de Francia en la teoría del comportamiento de los bienes de primera necesidad. A salvo de errores de cálculo en ambos trabajos, habría que concluir, precisamente, la no validez general —para todo tiempo y lugar— de estas conclusiones, es decir, que sobre la relación renta-consumo de vino actúan otros poderosos condicionantes temporales que pueden incluso invertirla. La clave de tales condicionantes la podemos deducir de las funciones hedónicas del precio del vino en California y Australia, calculadas respectivamente por Golan y Shalit y por Oczkowski.12 En los dos casos se concluye que, por el lado de la demanda, las fuerzas que determinan al precio del vino son, ante todo, unas percepciones sobre la «calidad» del mismo, la
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Labys (1976), p. 34. Tapli y Ryan (1969), p. 201. Labys (1976), pp. 35-36. Pinilla Navarro, Ayuda y Aparicio (1998), pp. 13-14. Golan y Shalit (1993); Oczkowski (1994).
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consideración de «anticuada» o no de la variedad de uva empleada en su fabricación, la valoración de las condiciones climáticas de la zona de producción y el tamaño de la empresa productora; las relaciones positivas se guían por la percepción del consumidor de cuál es el vino de «mayor calidad», por las «variedades de moda» y por la procedencia del vino de «zonas de clima fresco» y de «pequeños productores».13 En suma, al menos en nuestros días, las preferencias de los consumidores de vino se suelen formar por elementos cualitativos dependientes de factores «culturales» y de prestigio que, en general, coinciden más con la imagen, los orígenes geográficos y la estructura del negocio de los vinos de mesa de calidad, que con la de los generosos. El modelo de Oczkowski parte de los llamados «bebedores aspiracionales» y «nuevos bebedores», que son, en un análisis temporal, los que mejor podrían indicar los cambios de las tendencias del consumo. La conclusión sobre el resbaladizo concepto de calidad y los otros elementos a él asociados, como determinante de las tendencias del consumo en los últimos decenios, está, por otra parte, ampliamente confirmada por numerosos trabajos.14
3. Hitos en los cambios en el consumo de vinos desde principios del siglo XIX 3.1. Primera mitad del XIX: erosión del predominio de los vinos licorosos A mediados del siglo XVIII, los vinos que gozaban del prestigio de bienes de calidad, deseables por los bebedores, eran los definidos como generosos o licorosos, obscuros de color y preferentemente dulces, tipo madeira, oporto y málaga. El siguiente comentario de Tomás de Aranguren, en 1784, recoge bien ese favor, que no se manifestaba sólo entre los consumidores de países importadores, quizá forzados a su consumo por las dificultades de transporte de otros vinos: 13 Oczkowski (1994), pp. 102-106. 14 Ver: Boulet y Huguet (1991); La Via y Basile (1991); Spawton (1991); Cseh y Kecskés (1991); Piqueras (1993); World Drink Trends 1995.
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Se ha hecho ya tan común el uso de los vinos generosos, que apenas hay persona que no los beba, el niño, el mancebo, la casada, la soltera, la que cría, el colérico, el sanguíneo, el flaco, el pletórico, y en una palabra todos, sin distinción de tiempos, edades y temperamentos, lo beben, y todos se pierden. Ha llegado a tal extremo el uso de semejantes vinos, que se hace gala de beberlos. Preséntase una función, y no se tiene por completa, si no se corona con la abundancia y variedad de vinos generosos [...]. No fueran tan frecuentes las inflamaciones, las erisipelas, los tabardillos, y otros males, si los hombres reformaran estos abusos; pero estoy persuadido de que no se verificará.15
Las razones de ese favor podían ser, en su origen, las exigencias de las largas y movidas travesías marítimas y los limitados medios de preservación y, de ahí, por efecto demostración, o simple hábito de los bebedores, acabó conformando un patrón de costumbre;16 pero entre finales del siglo XVIII y la segunda década del XIX se sucedieron tres fenómenos que muestran, en su conjunto, los cambios ocurridos en las preferencias de los consumidores: el madeira y el málaga alcanzaron el máximo histórico de sus producciones y comercio;17 el oporto vio quebrado en 1801 el prolongado ascenso que sus exportaciones tenían desde mediados del XVIII;18 y los vinos de Jerez tuvieron una expansión sostenida entre 1815-20 y 1873,19 aunque asociada a un cambio del producto con el fin de satisfacer una nueva demanda.20 En todas las zonas productoras de esos vinos tradicionales hubo modificaciones en la fabricación,21 con el fin de acercarse a los requisitos de una nueva demanda de vinos secos y claros y de menor grado alcohólico, y en
15 Aranguren (1784), pp. 32-33. 16 Pan-Montojo y Simpson (1997), pp. 137-138. 17 Câmara (1998), p. 125. A diferencia de los otros grandes vinos licorosos tradicionales, el conocimiento cuantitativo de la producción y comercio del vino de Málaga antes de 1849 es muy fragmentario. Para después, el problema principal deriva de la dificultad de distinguir el vino de Málaga propiamente dicho de las partidas de vino salidas por su puerto. Los trabajos más fiables al respecto apuntan a un auge en el siglo XVIII, que alcanzaría su zenit a fines de dicha centuria, con cantidades ya nunca más logradas y una tendencia declinante desde entonces (Jiménez Blanco, 1986, p. 572; Pan-Montojo y Simpson, 1997, p. 146; Morilla Critz, 1997b, p. 293). 18 Martins (1990), pp. 85 y 92. 19 Huetz de Lemps (1996), p. 7; Simpson (1985), p. 174. 20 Maldonado Rosso (1996a), pp. 39-43. 21 Para el madeira, ver Câmara (1998), pp. 122 y 123; para el oporto, Martins (1990), pp. 91 y 94, Pereira (1996), pp. 162 y 226-228, y Wilson (1940), p. 36.
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contra de los vinos tradicionales fuertemente encabezados;22 pero los que mejor se adaptaron —aunque todavía dentro de un escenario general de «vinos licorosos»— fueron algunos fabricantes de Jerez, que empezaron a comienzos del XIX a liberar a sus vinos de la esclavitud de la alta alcoholización con brandy y a obtener un nuevo producto, más ligero, claro y seco, que se fue llamando fino. Las modificaciones técnicas que ese paso implicaba se vieron favorecidas, sin duda, por la atomización del negocio. Se extendieron, ya desde el XVIII, las mezclas de los vinos para el consumo según las peticiones de los comerciantes londinenses distribuidores, con el fin de satisfacer a sus clientes y, sobre todo, porque el sistema de soleras, las condiciones edafológicas y climáticas y otras circunstancias lo favorecían. El mejor estudioso de este proceso de cambio, Maldonado, ha documentado el desplazamiento del gusto de las clases emergentes inglesas hacia los vinos «pálidos y ligeros», paralelamente el nacimiento del «jerez fino» en la segunda década del XIX.23 La expansión que tuvieron las exportaciones de vino de Jerez desde ese momento y hasta 1873 reflejaba, pues, la adaptación del producto a las exigencias del mercado.
3.2. El prestigio del claret en la segunda mitad del XIX En la segunda mitad del XIX se detectaba en Gran Bretaña un cambio de preferencias desde los vinos encabezados más o menos dulces hacia vinos secos y ligeros, una evolución que beneficiaba a los vinos de Burdeos y Borgoña. Aunque se suelen considerar como puntos de partida del cam-
22 Son numerosos los testimonios que se pueden seleccionar sobre esta nueva tendencia. En 1902 Ridley se refería a los cambios de la época de la siguiente manera: Al principio de la pasada centuria la demanda general era para los vinos ricos y fuertes [...] sherries, oportos y madeiras todavía mantenían la primacía; y de entre ellos eran los de más tenor y dulzor los que tenían más favor […] El cambio desde dulces y profundos a ligeros y secos fue demasiado gradual para ser perceptible. Se aceleró notablemente con el Tratado Comercial con Francia (1860) […] Pero el movimiento se puede detectar mucho antes. Fue una fase del firme avance en el modo de vivir con templanza que resultaba de la mejora en las maneras y en la amplia difusión del conocimiento. (Cit. en Wilson, 1940, pp. 36-37).
Busby se refiere a los ensayos de los vinateros de Málaga en 1831, buscando producir y exportar vinos secos en lugar de los tradicionales, con el fin de satisfacer la demanda que en América se estaba creando como consecuencia del avance de la templanza (Morilla Critz, 1997b, pp. 293-294). 23 Maldonado Rosso (1996a), pp. 41-43.
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bio el Tratado Cobden-Chevalier y el Arancel Gladstone de 1860, que facilitaron el comercio entre Francia y Gran Bretaña e introdujeron una escala discriminatoria contra los vinos de alto contenido alcohólico, respectivamente, lo cierto es que la tendencia de fondo favorable a ese desplazamiento era ya perceptible en los años cincuenta.24 En la primera mitad del XIX, el claret (procedente de la región de la Gironda y exportado por Burdeos) y, en menor medida, otros vinos franceses, como el borgoña y los vinos de Champaña (que habitualmente no eran espumosos) solían componerse y encabezarse. No obstante, entre las clases superiores francesas y, por su influencia también entre las inglesas, empezaron a ganar favor unos clarets muy diferentes (naturales y sólo ocasionalmente encabezados); y, en 1855, en la exhibición de París, esos clarets de Burdeos obtuvieron notable reputación frente a unos borgoñas habitualmente chaptalizados para incrementar su grado alcohólico.25 Desde entonces, la lista de aquellos clarets de la exhibición, conocida como «Classification des grandes Vins du Médoc»,26 fue el catecismo del buen gusto en el vino. Su influencia se extendió a otros vinos también de añada, que buscaron ser secos y ligeros, como muestra la evolución de los de Champaña.27 Las vías de difusión del nuevo producto fueron lentas pero profundas, pues todos los análisis que se han realizado sobre el efecto del tratado y el arancel citados apuntan a los pobres resultados de los mismos a corto plazo; y, con el tiempo, los signos de ese cambio no se circunscribieron solamente a Gran Bretaña.28 Del cambio se beneficiaron con el tiempo todos los países capaces de producir vinos similares a los clarets, favorecidos adicionalmente con la filoxera en Francia (1875-1891). Por ejemplo, las importaciones francesas de vino común español subieron desde los 20,8 millones de hL en 1857-61, a 80,9 en 1870-74, y las de Portugal de 491.000 hL en 1865-69 —un 25% del total de sus exportaciones de vino— a 2,67 millones de hL a principios del nuevo siglo —un 66%.29 24 25 26 27 28 29
Wilson (1940), p. 37. Lichine (1958), pp. 18-19. Simon (1955), p. 63. Ib. pp., 122-127. Wilson (1940), p. 41. Pan-Montojo (1994), p. 99; Martins (1990), pp. 221-222 y 229.
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La otra cara de la moneda era, no obstante, lo que ocurría con los vinos de alta graduación tradicionales. Las cifras de producción y exportación no parecen indicar, en principio, un único modelo de evolución, pues, por un lado, los vinos de Jerez registraron una marcada tendencia depresiva desde 1873, con lo que se unían al grupo de los madeira, málaga y marsala, que siguieron arrastrando la que ya traían de antes; pero, por otro, el oporto mostró una expansión hasta 1886.30 Muchos observadores consideran que lo ocurrido con el jerez constituye el paradigma del cambio: La práctica de fumar después de cenar, a finales del siglo, empezó su insidioso ataque al gentil arte de beber vino y los salones, el teatro, y las salas de conciertos se convirtieron en poderosas atracciones competidoras. El sherry dejó de estar en boga como bebida del lunch y como un hospitalario vino que ofrecer a los visitantes y cedió su puesto al té de la tarde.31
Sin embargo, el oporto no escapaba tampoco al progresivo rechazo de los vinos fortalecidos. Según Conceiçao Martins, las ventas de oporto, aunque siguieron creciendo, perdieron posiciones de forma notable en el montante total de las de vino portugués.32 Es decir, que si bien no llegó a manifestarse una caída tan clara como en el caso del jerez, sí que se produjo una reducción del consumo per cápita hasta 1876, y, desde entonces, su reducción sería superior a la media que registraban todos los vinos. Dicha autora considera, pues, que el período de 1865-1919 fue de estancamiento y marasmo para el comercio del oporto.33 De hecho, lo que ocurría en el mercado del oporto era un proceso de diversificación en busca de un producto que se adecuara a las nuevas exigencias de la demanda. Ello añade una nota de incertidumbre a la abundante información sobre la competencia que entonces hacían los «oportos» no portugueses (Hamburgo, Tarragona, El Cabo, etc.) y la adulteración del de Portugal, pues pueden interpretarse como intentos de satisfacer a los demandantes del producto de siempre, y también como una adaptación a nuevas preferencias. Por nuestra parte, nos inclinamos por la
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Pan-Montojo y Simpson (1997); Câmara (1998), p. 135. Wilson (1940), p. 41. Martins (1990), p. 108. Ib., p. 170.
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segunda opción, ya que algunos observadores consideraban que el oporto de Portugal se «adulteraba» siguiendo la tendencia marcada por otros para triunfar en el mercado. William Trod, analizando la expansión entre los años sesenta del XIX y la Primera Guerra Mundial, dudaba de la fiabilidad de unas cifras excelentes, que no correspondían a los críticos análisis que se hacían de la situación, y decía: «La radical insatisfacción con los datos procede del hecho de que las estadísticas de importación tienen en cuenta sólo la cantidad, no la calidad». Haciéndose eco de la opinión de los responsables de la firma Gilbey’s concluía que una de las causas de incrementos posteriores era «la creciente importación de vinos poco gravados y de baja graduación que son oportos sólo por definición, no por auténtica tradición».34 Dos hechos ayudaron a incrementar la incertidumbre sobre el producto que se exportaba desde Portugal bajo el nombre de oporto. Uno, como en Málaga (ver nota 5), que la filoxera en Francia y en la zona del Duero facilitó, entre finales de los años setenta y principios de los noventa, la salida de mucho «vino de Oporto» con destino a Francia para componer vinos; y, para obtener tales «vinos de Oporto», se recurrió a mostos comunes de la región del Duero y a vinos del sur de Portugal.35 El otro fue que, desde 1865, se liberalizó la producción y comercialización del oporto36 y se permitió que desde ese puerto saliera cualquier tipo de vino. Esas circunstancias facilitaron las mezclas, las falsificaciones y las confusiones, pero éstas derivaban, en última instancia, de los intentos de los exportadores de adaptar el vino a los gustos y las exigencias arancelarias de los mercados y de afrontar la concurrencia de los falsos port wines, pues «los mercados europeos, decían, preferían vinos con menor graduación alcohólica».37
34 Trod (1926), pp. 89-90. 35 Martins (1990), pp. 110-111. 36 En tal año se abolió la zona de demarcación vitícola de la que podían proceder los mostos para la fabricación de oporto, y se restauró la libertad de comercio y producción de vino en la zona. Al mismo tiempo, se abrió la barra del Duero a la exportación de todos los vinos del país. La Companhia Geral da Agricultura das Vinhas do Alto Douro (controladora de la producción y monopolio de comercialización) perdería los privilegios y, cambiando su nombre por el de Companhia Vela funcionaría como compañía privada. 37 Martins (1990), pp. 108-109 y 144, notas 106 y 170.
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A través de la adaptación del oporto a la demanda de vino más ligero, se logró que este vino mantuviera en el mercado una posición más airosa que la de otros vinos licorosos tradicionales y compensara así la caída continuada de sus precios, aunque también tuvo importancia el incremento de las exportaciones a Brasil, debido al acceso al consumo de artículos tradicionales considerados de lujo por una clientela de «nuevos ricos»:38 este expansivo mercado contribuye a explicar la paradoja del crecimiento de las cifras de exportación de un producto que estaba pasando de moda en los mercados más esnobs. Finalmente, otra consideración a tener en cuenta es que, cuando las importaciones de «oporto de Portugal» crecían en Gran Bretaña, las de otros lugares disminuían.39 Como en la etapa anterior, hubo también intentos de adaptación de todos los vinos encabezados a las nuevas demandas del mercado. En Jerez, los vinateros procuraron fabricar un claret que imitara al francés.40 En Málaga también hubo proyectos aislados;41 en Sicilia, al menos elucubraciones en el sentido de adaptar sus marsalas;42 y en Madeira se intensificó el interés por la producción de los llamados «cheap light Madeira» ya iniciada en los años cuarenta.43 Estos proyectos no dieron grandes resultados a largo plazo; sin lugar a dudas, las condiciones climáticas imponían serias limitaciones a una enología todavía incipiente. De todas formas, la reducción del grado alcohólico se manifestó en todos los tradicionales vinos fortalecidos.44 Llegaría, finalmente, un momento en el que también se manifestaran signos de debilidad en el consumo y comercio de los clarets,45 pero la crisis de los vinos de Burdeos no significaba automáticamente todavía la de otros similares. Los vinos de mesa de otras partes de Francia —principal-
38 Ib., p. 109. 39 Wilson (1940), p. 43. 40 Núñez Romero (1989), p. 102. 41 Garijo (1985), pp. 209-213. 42 Cónsul de Gran Bretaña, Stigand, en Palermo: «Report of the Wine produce of Sicily», BCR. Miscelaneous Series, n.º 143, agosto de 1889, pp. 5 y 37. 43 Câmara (1998), p. 131. 44 Para el jerez, ver BCR 1887, LXXXVI, 49; para el madeira, Câmara (1998), pp. 131-132; para el málaga, Garijo (1985), p. 212. 45 Pijassou (1978), p. 872; Waugh (1957), p. 41.
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mente los del Mediodía—,46 de España —sobre todo los rioja—,47 de Portugal —de la región del Duero y del Sur—48 y de otras partes del mundo,49 satisfarían una demanda firme,50 hasta que se entró en una nueva etapa entre 1880 y 1890, caracterizada por una reducción generalizada del consumo de vino.51
46 Las exportaciones de vino de Burdeos a Gran Bretaña comenzaron a descender en 1882 (BCR, Bordeaux, 1894, LXXXVI, 23), mientras que las de Francia en su conjunto se mantuvieron en una media similar al decenio de los años ochenta hasta 1890 (Degrully, 1910, p. 338). 47 Las exportaciones de vino español común a Gran Bretaña, crecieron hasta finales de los años ochenta (Pan-Montojo, 1994, p. 153; BCR). 48 Las exportaciones a Gran Bretaña de otros vinos distintos al oporto crecieron hasta finales del siglo XIX (Martins, 1990, p. 261). 49 Las importaciones en Gran Bretaña de vinos procedentes de Australia y África del Sur siguieron creciendo hasta 1911-15 (Wilson, 1940, pp. 41 y 43). 50 Si a la cantidad total de vino retenido en Gran Bretaña para consumo interior, le restamos la de los vinos españoles y portugueses (principalmente jerez y oporto), las cantidades resultantes para el período 1876-1899 muestran una estabilidad que contrasta con la caída de las cantidades totales (Wilson, 1940, p. 366). 51 Conviene destacar que, desde finales de los años setenta del XIX, los países más bebedores fueron llegando al máximo histórico de consumo per cápita de vino, y los demás países a un punto no alcanzado de nuevo hasta tiempos muy recientes. Dicha inflexión es una auténtica ruptura. La cronología de esos puntos máximos históricos (H) o temporales (T) fue la siguiente: Fines década 1870-1900: – Gran Bretaña (T) – Holanda (T) – Alemania (T) – Austria (T) – Dinamarca (T) 1900-1912: – Suiza (H) – Portugal (H) – Italia (H) – Estados Unidos (T) 1912-1925: – Francia (H) – España (H) – Bélgica (T) – Hungría (H) Ver: ICB, 1885-1909; Ayuda, Aparicio y Pinilla (1998), p. 5; AESCA, tabla 2; Wilson (1940), pp. 332-333; Piqueras (1993), p. 97.
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Un último elemento a considerar sobre las modas en este período, fue la sustitución del vino por el whisky en ciertas ocasiones;52 pero esa sustitución estuvo asociada a una forma más moderada de consumir las bebidas espirituosas, pues se produjo un desplazamiento desde los fuertes brandis al whisky y, dentro de éste, desde el irlandés al scotch con soda. La fabricación del whisky escocés también varió, al pasarse de la utilización de la malta como única materia prima —que daba whiskis de alta graduación y fuerte color— a una mezcla de granos para obtener una bebida más ligera.53 La búsqueda, pues, de bebidas alcohólicas ligeras, naturales, claras y de menor grado alcohólico, fue un rasgo característico de esta época, siendo lo ocurrido en los vinos un caso más de la tendencia general.
3.3. Los años de la templanza: de finales del XIX a la Segunda Guerra Mundial Desde la llegada progresiva de todos los países a máximos históricos de consumo de vino per cápita después de los años ochenta del XIX (ver nota 16), la tendencia general del consumo fue a la baja hasta finales de la Segunda Guerra Mundial;54 al mismo tiempo, se agudizó el rechazo hacia las bebidas más espirituosas; entre los connoisseurs y los nuevos bebedores
52 Pijassou (1978), p. 826; Waugh (1957), p. 41; Trod (1926), p. 89. 53 Waugh (1957), pp. 41-43. 54 Dentro de esa tendencia declinante hubo, sin embargo, oscilaciones diferentes entre los países tradicionalmente productores de vino y los que eran mayoritariamente importadores. En los segundos se registra una caída sostenida hasta la Gran Guerra, mientras que la producción se mantuvo en los primeros, en donde, no obstante, caería también diez años más tarde. Pero hay que tener en cuenta que el consumo en los productores de vino es aparente y, por tanto, incluye las cantidades no vendidas por descenso de las exportaciones. Este hecho resulta corroborado por la notable depreciación del vino que se observa entonces y por las frecuentes manifestaciones de disparidad entre consumo real y aparente. Con respecto a España, Pan-Montojo nos habla de cómo a la debilidad de la demanda exterior en los primeros años del siglo XX, se une la tendencia a la saturación del mercado interior, tanto de todos los vinos como de los nuevos tipos (Pan-Montojo, 1994, pp. 365 y 379). Por su parte, Warner planteaba en 1960 el incremento del consumo de vino per cápita en Francia como algo estadísticamente ligado a la producción no vendida que quedaba en manos de los viticultores, pues el incremento de las cantidades sometidas a impuestos (es decir, aquellas sobre las que se puede pensar se manifiesta la demanda efectiva) fue muy pequeño desde 1900 (Warner, 1960, p. 75).
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se puso de manifiesto un creciente interés por los vinos de carácter natural, de bajo grado alcohólico y de calidad; y en los países que hasta entonces habían sido poco bebedores de vino se recuperó el consumo de vinos encabezados. En conjunto, estos elementos señalaron el principio de un largo proceso de convergencia en los hábitos de consumo de bebidas alcohólicas en todos los países, pues los que tradicionalmente eran grandes consumidores de vino (Francia, Italia, España, Portugal) dejaron atrás sus niveles máximos de consumo, lo que significaba también una reducción de la ingesta total de alcohol. En los demás, aun cuando en esos años se redujera también el consumo de alcohol, el vino empezó a sustituir, en parte, a bebidas más licorosas.55 Estos cambios apuntan a factores que, a nuestro juicio, estuvieron relacionados con los siguientes fenómenos extraeconómicos que a veces actuaron compensándose unos a otros: a) el movimiento antialcohólico, b) la Primera Guerra Mundial y c) las políticas preferenciales en los mercados internacionales. En el caso concreto de la tendencia a la reducción del consumo, la hipótesis de que ésta pudiera estar relacionada con la crisis de los años treinta no se ve avalada por los datos y comentarios al respecto.56
55 La Via y Basile (1991), p. 10; Labys (1976), p. 35; Lirón (1996); Wilson (1940), pp. 44-46, 77-78 y 339-355; Shear (1935), pp. 83-85. 56 En Gran Bretaña, donde el vino no estaba sometida por entonces a restricciones artificiales (como era el caso de Estados Unidos), el montante total del consumo se mantuvo casi al mismo nivel entre 1928 y 1939 (Wilson, 1940, p. 8; Briggs, 1985, p. 99), e igualmente en términos per cápita (Wilson, 1940, p. 334). El Imperial Economic Committee británico expresaba en 1932, no sin sorpresa, que, a diferencia de los vinos ligeros y los espumosos, que reflejan una ligera caída en esos años, «la conexión entre depresión económica y de la renta en los vinos encabezados no es tan clara como en los espumosos y ligeros, porque en 192930 se embarcó y distribuyó una considerable cantidad de Vintage Port de 1927» (Imperial Economic Committee, 1932, p. 24). Asa Briggs, por otra parte, señala que la crisis afectó al consumo de algunos vinos (vintage port y champaña), pero que el de otros, como el sherry, creció (Briggs, 1985, p. 102). En Francia, el consumo aparente se incrementaba, lo que podía ser el resultado de la caída de las exportaciones (Bulletin International du Vin, 1936, n.º 99, pp. 9 y 11). Pero, al mismo tiempo, se incrementaron sus importaciones, de tal modo que las exportaciones totales mundiales apenas registraron la crisis general del comercio (Pan-Montojo y Simpson, 1988, p. 8), salvo en lo que atañe a la modificación de la dirección de los flujos. Por ejemplo, en esos años Gran Bretaña aumentó sobre todo sus compras de vinos de los dominios imperiales (Wilson, 1940, p. 363; Imperial Economic Committee, 1932, p. 20).
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La lucha contra el consumo de alcohol es un tema característico de la historia social de este período. En Europa alcanzó su máxima intensidad antes de la Primera Guerra Mundial, mientras que en Estados Unidos llegó con fuerza hasta los años treinta. El movimiento a favor de la moderación en el beber, o templanza, se manifestaba ya en el primer tercio del XIX en países consumidores de licores y cerveza, como los escandinavos, Gran Bretaña y Estados Unidos,57 asociado a la preocupación por la moral y productividad de las clases trabajadoras, y, poco a poco, iría recibiendo el respaldo de la comunidad científica; pero ya en los años setenta se empezó a manifestar en algunos lugares, como los países escandinavos, en forma de programas radicalmente «prohibicionistas».58 Hasta entonces el vino generalmente no había sido una bebida mal vista por los defensores de la templanza; sin embargo, la creciente manipulación artificial en su fabricación desde mediados de siglo coadyuvó a la prevención contra su consumo. La medida más extrema contra el consumo de alcohol, incluido el vino, fue la prohibición en Estados Unidos, en 1919, de la fabricación para el mercado y la comercialización de las bebidas alcohólicas (la Prohibition), pero en todos los países se dictaron medidas fiscales, sanitarias y de orden público, que pretendían limitar su consumo. La fuerza del movimiento contra el alcohol se comprueba, en particular, por el hecho de que se desarrollara incluso en los principales países productores de vino. Así, la Academia de Medicina de Francia denunciaba por primera vez en 1872 los peligros del alcohol,59 e, impulsada por profesores de dicha institución, se fundó el mismo año la primera asociación antialcohólica del país (Société Française de Temperance), que, tras tener muchas imitadoras, dio lugar en 1892 a la Ligue National contre l’Alcoolisme. Al principio este movimiento se dirigía solamente contra las bebidas espirituosas y
57 En Gran Bretaña, respondiendo a la preocupación social que estaba naciendo, la Cámara de los Comunes creó en 1834 un Comité Selectivo, presidido por James Silk Buckingham, para «investigar la extensión, causas y consecuencias de la falta de templanza entre las clases trabajadoras del Reino Unido» (Wilson, 1940, p. 148). En Estados Unidos, en 1838, la Massachusetts Society for the Supression of Intemperance, que era una asociación surgida de una corriente de preocupación por el tema que se remonta a principios de los treinta, obtuvo el primer triunfo legislativo al prohibirse en el estado la venta al por menor de licores y su exposición al público (Pinney, 1989, p. 428) 58 Pinney (1989), pp. 429-430. 59 Devance (1984), p. 197.
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en favor de los vinos naturales, sidra, cerveza, café y té, pero se fue diversificando con la aparición de más asociaciones, incluidas las que preconizaban la abstención total, que eran muy populares entre las organizaciones obreras y feministas. A principios del siglo XX, estas organizaciones, diseminadas por todo el país, contaban con cincuenta mil afiliados, habiendo surgido también un grupo antialcohol en el Parlamento.60 Al igual que en los países anglosajones, en Francia el movimiento influyó en la promulgación de una legislación reguladora del negocio de bebidas, en el establecimiento de la discriminación arancelaria y fiscal contra las bebidas de mayor grado alcohólico y en la beligerancia estatal contra la cultura de la bebida, a través de la educación en las escuelas públicas. En otros países de tradición vinícola, también se extendió el fenómeno de satanización de las bebidas alcohólicas. Así, por ejemplo, en Portugal, Cincinnato da Costa se quejaba en 1935 de una «guerra al vino» que empezaba en los textos oficiales de las escuelas primarias y seguía con la limitación de las licencias de apertura de establecimientos expendedores de vino.61 Es difícil delimitar las consecuencias concretas de este ambiente social, intelectual y político sobre el consumo de vino. Pero no cabe duda de que tuvo un efecto disuasorio frente a las bebidas más alcohólicas, en un momento en que, como recoge Wilson para Inglaterra, se registraban cifras menores de consumo de alcohol, pero no tanto porque aumentara el número de abstemios totales como porque lo hacía el de bebedores extremadamente moderados.62 En Estados Unidos, cuya sociedad se vería poco afectada por la Primera Guerra Mundial en comparación con Gran Bretaña y Francia, los efectos del movimiento antialcohólico se pueden observar al margen de aquélla: desde 1912 se produjo un desplazamiento a favor de los vinos encabezados y contra las bebidas espirituosas, que, como muestran las cifras de Shear y Pearce, significaba una notable caída en el total de alcohol ingerido.63 El período de la Prohibition (1919-1933) no desbarató esta tendencia ni su composición, pues, tras ella, alcanzaron
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Ib., pp. 198-200. Costa (1935), pp. 24-25. Wilson (1940), p. 11. Shear y Pearce (1934), tablas 4 y 7.
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mayor popularidad que nunca los vinos encabezados en Estados Unidos. Pinney lo interpreta como una «corrupción del gusto» generada por la prohibición, ya que, mientras estuvo en vigor, dichos vinos, al ser fáciles de producir de forma particular y fraudulenta, habían sido consumidos como sustitutivos de los licores.64 Por el contrario, en las sociedades más afectadas por la Primera Guerra Mundial, dicha circunstancia facilitó la liquidación de las tendencias obsesivas contra el alcohol, y en los países cuyos ciudadanos no habían sido hasta entonces grandes bebedores de vino se produjo un «efecto escalón» hacia arriba en el consumo. En Francia, hasta 1916, año en que la Ley Ribot estableció el monopolio estatal sobre los alcoholes y fuertes impuestos sobre todas las bebidas alcohólicas y suprimió el privilegio de los bouilleurs de cru,65 el movimiento antialcohólico parecía imparable. Pero paralelamente se estaba desarrollando en la prensa, con notable apoyo popular, una campaña a favor de la distribución de vino a los soldados, que consiguió elevar en tres ocasiones las raciones que recibían.66 También se terminó con el mal ambiente que había contra los productores y comerciantes de bebidas alcohólicas, de tal modo que, tras la guerra, se inauguraría en el plano legislativo una etapa de libertad, con una política, en todo caso, de discriminación positiva del vino («producto nacional») frente a otras bebidas alcohólicas, e incluso contra el agua mineral. En ese contexto, se restableció en 1919 el privilegio de los bouilleurs de cru.67 En Gran Bretaña, el vino se convirtió durante la guerra en bebida de las clases populares, lo que, según Briggs, tenía relación con la elasticidad de la oferta de la viticultura, cuya producción no entraba en contradicción con la de los cereales y otros artículos básicos en la alimentación, que, por el contrario, eran materia prima para la obtención de cerveza y licores.68 En tales circunstancias, los vinos de mayor graduación procedentes de 64 Pinney (1989), pp. 438-441. 65 Producción doméstica, exenta de impuestos. 66 Warner (1960), p. 67. 67 Devance (1984), p. 206. 68 Briggs (1985), p. 97. Waugh (1957, p. 82) considera, además, que la baja calidad de la cerveza y la falta de licores, unidas a la experiencia de los jóvenes soldados en Francia y Alemania, llevaron al pueblo inglés a volver su mirada hacia el vino.
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Australia y África del Sur, y el fabricado en Gran Bretaña con mostos, pasas y alcoholes no etílicos (el red biddy), cubrieron gran parte de la demanda de bebidas alcohólicas.69 Es interesante observar que el movimiento antialcohólico llegó a su fin cuando la guerra modificó la política de abastos, al utilizarse el consumo de bebidas alcohólicas como una válvula de escape de la población. Con respecto al tercer elemento condicionante de los tipos de vino consumidos en esta época —la política arancelaria—, las medidas que interfirieron de forma más discriminatoria en sus mercados fueron las que adoptó Gran Bretaña a favor, en un caso, del oporto portugués y, en otro, a favor de los vinos de sus colonias y dominios. Por los tratados de 1914 y 1916, por primera vez en la historia, un país se comprometía a garantizar en su territorio la utilización de la denominación de origen de unos vinos de otro, pues los nombres port y madeira quedaron desde entonces reservados en Gran Bretaña a los correspondientes vinos portugueses.70 Por las leyes de Preferencia Imperial de 1925 y 1927, se establecía una escala alcohólica discriminatoria a favor de los vinos de los dominios británicos (en la práctica, de Australia, Nueva Zelanda y África del Sur): los vinos de mayor graduación de esas áreas pagarían derechos correspondientes a menores graduaciones de otros lugares.71 Los tratados con Portugal incidieron, sin duda, en la recuperación que manifiestan las cifras de importación de oporto en Gran Bretaña entre el comienzo de la guerra y 1927, pero ahí se acabó la recuperación, coincidiendo con el arranque del crecimiento de las importaciones de vinos procedentes del Imperio.72 Estos vinos eran, en gran medida, del tipo de los generosos, cuyo consumo crecía, como hemos expuesto, sustituyendo a los licores en los años cercanos a la guerra, y, sobre todo, sustituyendo también a los oporto y dulces en general, porque pronto se volvió a las tendencias de la templanza que venían de atrás.73
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Wilson (1940), pp. 44 y 78. Imperial Economic Committee (1932), p. 62. Ib. (1932), pp. 21-22. Ib. (1932), p. 21. Gollanez (ed.) (1931), p. 159.
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Si consideramos en conjunto lo ocurrido con estos tres condicionantes en dicha época (movimiento antialcohólico, guerra y política comercial discriminatoria), comprenderemos mejor los comentarios de observadores contemporáneos sobre lo que ocurría con las preferencias de los consumidores en cuanto al vino. Por una parte, dominaba el convencimiento de la continuación de las tendencias a favor de los vinos de carácter natural, de bajo grado y de calidad. Eso se expresaba a veces en el rechazo de los vintage port, o los borgoñas, en la recuperación del interés por los clarets y en la moda de los vinos alemanes,74 que se vinculaba a la imitación de los tradicionales gustos de los connoisseurs por parte de unos nuevos bebedores deseosos de emular el «buen gusto» establecido. Estas preferencias indujeron a los fabricantes de vinos de las nuevas zonas vinícolas del mundo a dirigirse cada vez más hacia los vinos de mesa de calidad y «naturales», muchas veces «varietales», introduciendo así en el mercado británico los riesling, moselas y champañas sudafricanos, o las variedades de tintos australianos.75 En segundo lugar, hubo, en determinados momentos, coyunturales recuperaciones del consumo de los vinos encabezados más estandarizados (oporto y jerez), al sustituir a unos licores en declive. Esos vinos fueron entonces consumidos, sobre todo, por nuevos bebedores.76 Pero, al mismo tiempo, cuando se alejaron las grandes turbulencias de la guerra, continuó la tendencia hacia la disminución del grado alcohólico de tales vinos, que hemos ido observando desde principios del XIX.77 Fue, sin duda, la conjunción de este fenómeno con el desplazamiento de bebedores de licores a vinos de alta graduación la base de la recuperación del consumo de jerez en los años treinta,78 que coincide con las referencias a que los licores se veían desplazados por el sherry party.79 74 Waugh (1957), pp. 83-85. 75 Imperial Economic Committee (1932), p. 25. 76 Briggs (1985), p. 100; Martins (1990), p. 22. 77 Los vinos de oporto redujeron sustancialmente en esos años su graduación. Oficialmente, el mínimo pasaría de 18,5 a 16,5 grados, y se autorizó, además, la salida por la barra del Duero de vinos de oporto y licorosos con menos de 14 grados. Conceiçao Martins (1990, p. 119) considera abiertamente que, aparte de los precios, este vino encontraba dificultades de comercialización por su alta graduación; y el distribuidor de vinos de Gran Bretaña, Gilbey, constata el mismo fenómeno de reducción del grado alcohólico (Trod, 1926, p. 94). 78 Huetz de Lemps (1996), p. 113. 79 Briggs (1985), p. 103.
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En tercer lugar, hubo un notable alejamiento entre las cifras de consumo de vinos tradicionales determinados (por ejemplo, oporto, jerez, espumosos, clarets, etc.) y las cifras reales de vinos de sus características, lo que era consecuencia de la sustitución de los primeros por productos más o menos similares de otros lugares, como los dominios británicos. Esta circunstancia puede confundir los juicios sobre las preferencias de los consumidores por unos u otros tipos de vinos, pues con un criterio nominalista es difícil dirimir si los consumidores estaban dejando de preferir un tipo de vino (por ejemplo, burdeos, rioja, chianti u oporto) o simplemente estaban bebiendo lo mismo de otro sitio.
3.4. Convergencia y homogeneización, 1945-2000 Desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, se han consolidado los rasgos más destacables de las tendencias en el consumo de vinos que se apuntaban ya en el período interbélico: a) reducción del consumo global medio per cápita, que se corresponde también con una reducción del total de bebidas alcohólicas; b) progresiva convergencia de las cantidades per cápita consumidas en todos los países, y de su distribución entre las diferentes bebidas alcohólicas; y c) homogeneización de las preferencias de los consumidores de cualquier país, en torno a vinos ligeros, poco alcohólicos, secos y naturales. Esta tendencia va ligada a una demanda cada vez más marcada de calidad.80 El descenso del consumo medio mundial per cápita, tendencia apenas matizada por una leve recuperación entre 1950 y 1970, aproximadamente, es el resultado de la prolongación de la caída experimentada en los países tradicionalmente bebedores de vino a finales del XIX, que no compensó la tendencia al crecimiento del consumo de los países poco bebedores iniciada en el período interbélico.81 Desde los años ochenta, estos movimientos 80 Ver: Labys (1976), pp. 34-35; Oczkowski (1994), pp. 98-99; Guichard (1996), p. 150; Piqueras (1993), p. 103; (1997b), pp. 123-125; Arroyo (1993), pp. 245-246; Sorbini y Geughini (1991), p. 140; White (1991), p. 166; Genty (1996), p. 124. 81 Como ejemplo de lo ocurrido en los años inmediatamente siguientes a la guerra en los países «poco bebedores de vino», en Gran Bretaña (que había tenido una leve reducción durante el conflicto) se empezó a recuperar el consumo nada más finalizar aquélla, alcanzando en 1959 nuevamente el nivel de 1940 (Briggs, 1985, pp. 152 y 158); en Estados Unidos el consumo creció durante la guerra, pasando de 0,68 galones per cápita
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han conformado también una tendencia depresiva del consumo, más acusada que la paralela contracción de la producción mundial, por lo que se aprecia un sesgo depresivo general en el mercado del vino. La convergencia, además de por lo anterior, se manifiesta, por una parte, en la reducción de la varianza de los datos del consumo de vino per cápita de los veinticinco países más bebedores (incluyendo Europa, América y Oceanía) en los últimos treinta años;82 y, por otra, en que el triángulo de distribución de bebidas alcohólicas muestra la evolución homogeneizadora de las cantidades relativas de cerveza, licores y vinos, en todos los países, en 40, 20 y 40%, respectivamente.83 El tercer rasgo de la evolución del consumo (homogeneización en las preferencias de vinos) se suele expresar sintéticamente por los especialistas en términos de un desplazamiento a favor de los «vinos de calidad».84 En principio, según la definición de la AFNOR (norma 50-109), calidad es la «aptitud de un producto o de un servicio para satisfacer las necesidades de los usuarios», pero la satisfacción de los usuarios aplicada al vino consiste en en 1940 a un galón en 1946 (datos del Wine Institute, Industry Statistics, 1934-1997, San Francisco), y el fenómeno se asoció en la época a su consideración de «impulsor de la moral», a los cambios en la redistribución de la renta generados durante el conflicto a favor de «gente nueva», perceptora de salarios públicos o privados ligados a la producción de guerra y su administración, y, también a la influencia de las costumbres continentales europeas, en especial francesas, sobre los soldados americanos (American Wine Merchant, 1943, p. 7; Reinitz, 1943, p. 13; American Wine Merchant, 1944, p. 35). En el año 1947 hubo una caída del consumo, pero desde entonces se inició una recuperación sostenida (Wine Institute, 1998). Con respecto a los tradicionales países bebedores de vino, en Francia, en la que el consumo se hundió durante la guerra, la recuperación coyuntural posterior, en los años cincuenta y sesenta, no alcanzó ya los niveles prebélicos; en Italia y Portugal, sólo en la década de 1950 se volvieron a obtener unas cifras de consumo comparables a las de los años treinta, para reducirse rápidamente desde entonces. En España, con una recuperación más lenta pero más prolongada, en el punto máximo de la misma, 1975, únicamente se logró el nivel inmediatamente anterior al de la Guerra Civil, que era ya bastante inferior al de diez años antes; desde entonces la caída ha sido aún más intensa que en los otros países. Las conclusiones para estos cuatro estados son, con todo, provisionales ante la falta de datos fiables para las décadas de 1930 y 1940. Las cifras anteriores a 1936 se han elaborado mediante cálculos indirectos; las posteriores provienen de Piqueras (1993, p. 97); las del período intermedio se basan en información cualitativa extraída de Xandri Tagüeña (1954), Warner (1960), La Rotonda (1952) y Martins (1990). 82 Boulet y Huguet (1991), p. 192. 83 Spawton (1991), p. 286. 84 Johnson (1990), p. 1, n. 3.
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su adecuación a los ritos de vida de las clases medias profesionales de los países desarrollados, que es el segmento de población en el que se ha ido refugiando el consumo de vino. Esos grupos demandan unos tipos de vinos cada vez de menor graduación, más frescos, más jóvenes, producto de una elaboración «más esmerada» y con otra presentación.85 En Europa, la «denominación de origen» suele ser una imagen pasajera de calidad, que sólo se consolida cuando sus cualidades coinciden con esa tipología. Las tres características, en su conjunto, conforman un ideal de moderación en la cantidad y el contenido y una globalización de ese ideal que, en el largo plazo, significa el desarrollo, permitido por la tecnología, de unas preferencias que se empezaron a abrir paso desde principios del XIX, aunque definidas en cada época de una forma nominalmente diferente, por vinos cada vez menos alcohólicos, menos azucarados y con menos aditamentos; en definitiva, sobre todo, contra los vinos que hemos llamado licorosos o encabezados con aguardiente o alcohol. Ya en la Inglaterra posterior a la Segunda Guerra Mundial, los gustos por esos vinos se refugiaron en las clases inferiores y en las clases altas tradicionales, mientras que los miembros de las nuevas clases medias eran los artífices del consumo espectacular que empezaban a experimentar los vinos ligeros.86 En cualquier caso, la agudización de los rasgos asociados a calidad, como ya vimos, ha ido desde hace tiempo contra las características más señaladas de los vinos encabezados. En el final de esta evolución, desde los años ochenta del siglo XX, el consumo de los «vinos de licor» ha descendido en un 37%, mientas que el de los otros ha aumentado.87 Fuera de Europa, estos vinos nunca han sido considerados artículos nobles, sino productos inevitables cuando había dificultades para obtener algo mejor, o la consecuencia del gusto poco refinado de los consumidores.88 Hay quienes opinan que la tendencia homogeneizadora tiene, probablemente, causas diferentes según los países,89 y quienes consideran que es
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Arroyo (1993), pp. 245-246; Moulton (1984), p. 403; Plichon (1996), p. 131. Briggs (1985), p. 157. Huetz de Lemps (1996), p. 120. Olmstead y Rhode (1995), p. 9; American Wine Merchant (1946). White (1991), pp. 165-166.
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el resultado un proceso de difusión entre Europa y Estados Unidos, aunque se duda del sentido de la misma;90 pero, dado que lo determinante está siendo el peso de los nuevos bebedores,91 se comprende que las modas en el consumo de vinos desde los años sesenta han surgido, en particular, en lugares tradicionalmente poco bebedores de vino, como California y Australia, donde los recién llegados, sin el peso de la tradición de los habitantes de los países mediterrános —que asociaban el vino a los bienes de primera necesidad—, hacen de su bebida un signo de distinción social. Como corolario, es en esos lugares donde hoy la experimentación vinícola avanza más rápidamente.92 En el caso concreto de los vinos todavía herederos de los licorosos tradicionales, han sido sobre todo los cambios en su elaboración, cuando se han llevado a cabo, los que han permitido que algunos tipos hayan llegado a nosotros, transformados pero con una presencia no meramente «arqueológica». Para ello, en línea con las tendencias básicas del consumo, sus fabricantes han procurado en los últimos tiempos reducir su contenido alcohólico y de azúcar. Así ha ocurrido con los fabricados en Estados Unidos desde los años sesenta,93 y también con el jerez, el oporto o el montilla. El éxito de ventas del jerez entre 1960 y finales de los setenta, fue posible gracias a la concentración de la producción en una «manzanilla muy ligera», con el fin de competir con los vinos jóvenes y afrutados, del año, que eran los que empezaban a sustituir en el imaginario de los nuevos consumidores a los pesados vinos de sus antecesores.94 También entonces se empezaron a hacer en Montilla vinos de mesa jóvenes, pálidos, afrutados, ligeros y de excelente «calidad», apropiados a las nuevas tendencias del consumo.95 Por lo que respecta al oporto, el incremento de su consumo en estas décadas, ha estado ligado a una diversificación de sus tipos, con el fin de atender a una clientela no tradicional. Para ello se autorizó la utilización de mostos de clases inferiores y de menor graduación,96 y, en los años 90 91 92 93 94 95 96
Moulton (1984), p. 404. Johnson (1990), p. 3. Ib. Moulton (1984), pp. 395-396. Chirbes (1995), p. 18. Barbadillo, Peñín, López y Vasserot (1987), p. 172. Martins (1990), p. 134.
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ochenta, los embarcadores empezaron a comercializar oportos blancos secos, que son los que, por ejemplo, se han ido exportando para una nueva clientela francesa que los consume como aperitivo,97 lo que es, sin duda, una generalización social esnob de la tradición del sauternes antes de las comidas.
4. Conclusiones En este trabajo se han intentado encontrar algunas fuerzas de carácter social y comercial que han actuado desde principios del siglo XIX hasta hoy sobre el mercado de vinos, el cual se considera segmentado, fundamentalmente, en dos tipos: los vinos de mesa, o naturales, y los generosos o licorosos. Dichas fuerzas han condicionado evoluciones particulares del mercado de cada uno de los vinos encabezados, que son aparentemente contradictorias en el corto plazo, pero coincidentes entre sí en el largo plazo cuando se comparan con los vinos de mesa. Considerado el período en su conjunto, se observa una tendencia declinante en el consumo de los vinos definidos en cada momento como de alta graduación, dulces o con mucha manipulación y aditamentos en su elaboración. Ello dibuja en el largo plazo una tendencia contra las preferencias por los vinos licorosos, aun cuando haya coyunturas particulares según vinos y períodos concretos más cortos. El estudio permite observar que los vinos generosos más tradicionales, que gozaban de gran favor en el consumo en el siglo XVIII, respondieron individualmente a esos cambios en cada uno de los segmentos de forma dispar, correspondiendo siempre una expansión de su comercialización a un cambio en su composición —aunque se mantuviera el nombre— que estuviera en consonancia con las tendencias básicas del consumo en cada momento. En el período interbélico se experimentó durante algunos años, en particular en los países hasta entonces poco consumidores de vino, un incremento en el consumo de vinos licorosos, que, no obstante, no rom-
97 Guichard (1996), p. 406.
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pió las tendencias señaladas, pues lo que se expresaba en un segmento del mercado era un desplazamiento desde los licores a esos vinos y a la vez una reducción del grado alcohólico de los últimos. Por otra parte, esos cambios iniciaron una nueva tendencia en el consumo general de vino, que se manifiesta hasta nuestros días, definida por una reducción del consumo y por una homogeneización por convergencia de los estándares de consumo del producto en todos los países. Dicha circunstancia, unida a la experiencia de la persistente evolución de las tendencias del consumo desde hace dos siglos, en el sentido de demandar unos vinos menos alcohólicos, menos dulces y más «naturales», creemos que debería servir de orientación a los productores de las zonas vinícolas en otros tiempos famosas por sus vinos generosos.
EL SECTOR VITÍCOLA ESPAÑOL DURANTE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX Y EL PRIMER TERCIO DEL XX: EL IMPACTO DE LA DEMANDA FRANCESA, LA CRISIS ECOLÓGICA Y EL CAMBIO TÉCNICO Josep Colomé Ferrer Universitat de Barcelona
1. Introducción: Cuando las cepas se adueñaron de las colinas y los valles mediterráneos El siglo XIX puede ser calificado como un período dorado para el sector vitivinícola europeo, que vio cómo a lo largo de la centuria aumentaba notablemente la superficie destinada al cultivo de la viña en todos los países de la cuenca mediterránea. La principal potencia productora a finales del siglo XVIII era Francia, que en 1788 tenía censadas 1,7 millones de hectáreas de viñedo. A mediados de la centuria siguiente, la superficie vitícola francesa había aumentado a 2,19 millones de hectáreas, continuando las plantaciones de cepas hasta llegar a su máximo histórico en 1869, con 2,36 millones de hectáreas y una producción de 70,5 millones de hectolitros de vino.1 En el caso italiano, sin llegar a los niveles franceses, la pro-
1 Lachiver (1988), p. 582.
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gresión del sector vitivinícola también fue notable, pasándose de producir 0,42 millones de hectolitros en el año 18282 a 28,87 millones de hectolitros en 1876,3 siendo la principal zona productora la isla de Sicilia, con cerca del 30% de la producción vínica italiana.4 En el último tercio del siglo la viticultura también se expandió considerablemente en Grecia, pasando de ocupar 49.151 ha en 1860 a 78.735 en 1911.5 En el caso español detectamos una tendencia similar a la apuntada para los países mediterráneos citados hasta el momento. En efecto, a lo largo del siglo XIX las plantaciones de cepas ocuparon tierras no cultivadas, bosques y, en algunos casos, superficie agraria que anteriormente se destinaba al cultivo de cereales. Cataluña sería un buen ejemplo de esta expansión del viñedo, cuando en la primera mitad del ochocientos las plantaciones de cepas se extendieron hacia las tierras prelitorales.6 Algo similar acaecía en Andalucía, donde las viñas jerezanas doblaron la superficie que ocupaban entre fines del siglo XVIII y mediados del XIX.7 En otras regiones españolas, como Valencia, el Campo de Cariñena (Aragón) o las tierras del Duero, en Castilla, la expansión del viñedo data de la segunda mitad del XIX. En el primero de estos casos, J. Piqueras señala que la viticultura valenciana conoció una primera fase expansiva en el último tercio del siglo XVIII, vinculada a la producción de aguardiente. Pero la verdadera época dorada del sector se produjo en la segunda mitad del siglo XIX, aprovechando las coyunturas favorables que se le presentaron con la invasión del oídio y la filoxera en otras regiones europeas. Esta situación privilegiada comportó un incremento de las exportaciones vínicas, hasta el punto de que entre 1880 y 1905 la mitad de todas las exportaciones de vinos espa-
2 Lachiver (1991), p. 209. 3 Ministère de l’Agriculture et du Commerce, «Italie», Faits commercianx, n.o 15, agosto de 1877. 4 Según el cónsul francés, en Sicilia «le vin blanc sec est le plus abondant et d’une qualité préférable, quoique à Catane on récolte un vin rouge sec assez bon, qui se consomme dans le pays. Le muscat de Syracuse est devenu très rare, la malvoisie de Lipari est peu abondant. On trouve aussi à Catane et à Marsala un vin doux et licoreux assez estimé, mais celui qui conserve sa supériorité est le vin de Marsala. Fabriqué en grand, il est une de les principales sources de richesse pour ce pays». Ministère de l’Agriculture, du Commerce et des Travaux Publics, «Italie», Faits commercianx, n.o 1, agosto de 1862. 5 Petmezas (1997), p. 528. 6 Colomé Ferrer y Valls Junyent (1994). 7 Pan-Montojo (1994), p. 51.
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ñoles procedían del País Valenciano.8 Para el caso aragonés, Alberto Sabio ha estudiado las características de las economías vitícolas del Campo de Cariñena, donde a caballo de la coyuntura favorable que disfrutó la producción vínica en la segunda mitad del siglo, las tierras plantadas de cepas pasaron de ocupar 14.286 hectáreas en 1857 a 26.140 en 1889.9 Finalmente, Alain Huetz de Lemps, en su trabajo sobre los viñedos del noroeste español refleja la expansión del viñedo castellano, con casos como el de la provincia de Zamora, donde durante la segunda mitad del siglo se plantaron 31.135 ha de cepas, o la de Valladolid, en que a fines de siglo se cultivaban 77.507 ha de viñedo.10 En resumen, a lo largo del siglo XIX, los países de la Europa mediterránea y, especialmente, Francia, España e Italia, conocieron una importante expansión del cultivo de la vid, consolidándose en su posición de grandes suministradores de vino al conjunto del planeta. La explicación del desarrollo de esta viticultura mediterránea decimonónica debe buscarse en diferentes frentes: 1. En primer lugar, debe tenerse en cuenta el crecimiento demográfico de Europa a lo largo del siglo, cuando el viejo continente pasó de sostener a 146 millones de personas en el año 1800 a 295 millones en 1900,11 sin contabilizar los 43,6 millones de europeos que emigraron entre 1821 y 1915.12 Paralelamente al aumento de la población se produjo una etapa de urbanización, definida por Jan de Vries como «un crecimiento urbano desde abajo»,13 que se caracterizó por la multiplicación de las ciudades con más de 10.000 habitantes, buena parte de las cuales se vieron favorecidas por los diferentes procesos de industrialización, por el dinamismo comercial que caracteriza la segunda mitad del siglo, el incremento de los ingresos y, también, de la producción agraria. Este impulso demográfico, conjugado con el proceso de urbanización, comportó un aumento considerable de la demanda de productos vínicos.
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Piqueras (1997c), pp. 499-502. Sabio Alcutén (1995a), p. 31. Huetz de Lemps (1967), pp. 538-539. Biraben (1979), p. 16. Kenwood y Lougheed (1973), p. 84. De Vries (1987).
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2. La aplicación del vapor al transporte terrestre permitió integrar los mercados y aumentar el volumen de mercancías, a la vez que disminuía el coste de los artículos en movimiento. El desarrollo del ferrocarril permitía, de esta forma, modificar la estructura del espacio agrícola y favorecer el proceso de especialización vitícola de aquellas zonas que anteriormente se encontraban alejadas de los principales mercados o de los puertos de expedición.14 3. La reducción de aranceles a partir del Tratado de Cobden-Chevalier (1860) y la aplicación de la cláusula de nación más favorecida facilitó el comercio vinícola intraeuropeo. 4. La emigración de un importante contingente humano hacia lo que A. W. Crosby ha definido como las Nuevas Europas15 abrió nuevos e importantes mercados para los productos vínicos europeos. 5. Finalmente, el sector vitivinícola se benefició de un proceso de cambio técnico, tanto en el cultivo de las cepas como en la elaboración de los caldos, que estimuló el desarrollo del sector. Respecto el cultivo de las cepas, A. Berger y F. Maurel, por ejemplo, destacan que, durante la primera mitad del siglo, en el Languedoc se experimentó con diferentes tipos de poda y se empezó a difundir el trabajo con el arado, al tiempo que se seleccionaban los tipos de cepas más productivas.16 Mayores repercusiones tuvieron las innovaciones que afectaron a la elaboración del producto, especialmente en lo que se refiere al perfeccionamiento de los procedimientos de destilación, la mejora de los aparatos destinados a la medición del contenido alcohólico de los aguardientes y los métodos de elaboración de vinos y la mejora de la conservación de los mismos.17 Dichas mejoras técnicas aumentaron la rentabilidad de estas operaciones, estimulando, en último término, la inversión en nuevas plantaciones de cepas. A lo largo de estas páginas pretendemos estudiar el desarrollo del sector vitícola español en su contexto mediterráneo durante el último tercio del siglo XIX y primeros años del XX. Para ello se parte del supues-
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Berger y Maurel (1980), p. 28. Crosby (1988). Berger y Maurel (1980), pp. 23-24. Valls Junyent (1999), p. 197.
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to de que la creciente demanda de vino procedente de la Francia filoxerada actuó como locomotora de este ciclo expansivo. La fase de auge y crecimiento de la demanda de productos vínicos y expansión del viñedo cultivado finalizó con la crisis ecológica que comportó la propagación de la filoxera. De esta forma, en la segunda parte del artículo se analiza el proceso de recuperación del viñedo, considerando que la invasión filoxérica permitió una racionalización del sector y una modernización técnica basada en el incremento de la productividad de la tierra y del trabajo agrícola.
2. La expansión comercial del último tercio del siglo XIX: la atracción de los mercados franceses La filoxera desembarcó en Europa entre 1850 y 1860, a través de unas cepas importadas de Pensilvania y de Georgia, en el Mediodía languedociano y provenzal. Los primeros focos de infección se detectaron en Pujaut (Gard), entre 1863 y 1865, en la Crau-Saint-Rémy (Bocas del Ródano), entre 1865 y 1868, y en Floirac (Gironda), entre 1866 y 1869.18 En 1871 el insecto pasó el Roine, barrera que se consideraba infranqueable, y a fines de esta misma década puede considerarse que los viñedos franceses habían sido derrotados por la filoxera. La situación fue reconocida en el Congreso de Viticultores Franceses celebrado en Clermont-Ferrand (1880) y, posteriormente, en el Congreso Filoxérico de Burdeos. A pesar de la destrucción de los viñedos franceses, en 1877 Francia aún era la primera potencia vinícola europea, con una producción estimada en 56,8 millones de hectolitros, muy por encima de España (30 millones) y de Italia (27 millones).19 Dos años más tarde, la producción francesa se había reducido a 26 millones de hectolitros; pero, a pesar de la contracción de la producción, las exportaciones vínicas francesas lograron superar ampliamente el millón de hectolitros anuales entre 1875 y 1895, situándose la media anual de las exportaciones vínicas durante este periodo en una cifra cercana a
18 Sobre el avance de la filoxera en los viñedos franceses, Garrier (1989). 19 Pedrocco (1994), p. 341.
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1,3 millones de hectolitros (ver tabla 1). El mantenimiento de las exportaciones vínicas francesas fue posible gracias a las importaciones de vinos del resto de la cuenca mediterránea, especialmente a partir del quinquenio 18801884, cuando las importaciones vínicas aumentaron por término medio en poco más de un millón de hectolitros anuales respecto al quinquenio anterior. De esta forma, la invasión filoxérica de los viñedos franceses supuso un estímulo para la expansión de los sectores vitícolas de los países de la cuenca mediterránea, especialmente de Italia, Argelia y España. TABLA 1 IMPORTACIONES Y EXPORTACIONES FRANCESAS DE VINO (En medias quinquenales y hectolitros)
Años
Importaciones
Exportaciones
1850-1854 1855-1858 1875-1879
29.856 304.154 91.846
1.961.200 1.280.750 1.450.107b
1880-1884 1885-1889 1890-1894a 1895-1899 1900-1904 1905-1909 1910-1913
1.110.208 2.019.364 1.967.290 1.610.717 703.825 590.644 827.045
1.326.383 1.406.849 1.074.720 970.019 784.205 958.847 945.190
a Estos valores corresponden a la media de los años 1890-1892. b Valor correspondiente a las exportaciones del año 1879. FUENTES: Para los años 1850-1858, ver Ministère de l’Agriculture, Commerce et des Travaux Publics, Annales du commerce extérieur. France, mayo de 1860. Para los años 18751913, ver Malvezin (1919), pp. 132, 151 y 152.
En el caso italiano, entre 1870-74 y 1879-83, la producción vínica aumentó en cerca de 8,6 millones de hectolitros. Este incremento de la producción benefició principalmente a la Italia meridional e insular, mientras que en el norte tan sólo el Piamonte aprovechó la nueva coyuntura propiciada por la crisis francesa, pasando de producir 2,7 millones de hectolitros en 1870 a 4 millones en 1880.20 A principios de la década de los
20 Ib.
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ochenta, los vínculos entre productores italianos y el mercado francés tendieron a estrecharse, hasta el punto de que «les vins du Mezzogiorno, forts en couleur et en alcool, étaient fabriqués spécialement pour être mélangés avec les “bibines” du Midi de la France».21 Pero este floreciente comercio sufrió un duro golpe a fines de los años ochenta, cuando los sectores industriales del norte de Italia impusieron sus intereses en la política comercial del país, aumentando los derechos de aduanas y tendiendo a una política proteccionista que acabaría por perjudicar al sector vitivinícola italiano. A fines de los años ochenta, a medida que los vinos italianos y españoles fueron perdiendo peso, en los mercados franceses tendieron a aumentar las importaciones de vinos procedentes de Argelia. El hundimiento de los precios de los cereales había golpeado duramente una economía argelina que, al mismo tiempo, se veía obligada a competir con la creciente producción de granos que Francia obtenía en Túnez. En este contexto, los colonos franceses optaron por aprovechar las ventajas climatológicas, los conocimientos adquiridos sobre el cultivo de la viña y un acceso fácil al crédito para aumentar la producción vinícola y desempeñar un papel cada vez más destacado en las importaciones vínicas de la metrópoli. Así, el cultivo de las cepas fue sustituyendo paulatinamente a los cereales como planta de colonización,22 estimulando la llegada de nuevos inmigrantes europeos y aumentando la superficie vitícola en cerca de 80.000 hectáreas en el transcurso de los dos decenios que van de 1870 a 1889.23 Grecia fue otra de las regiones vitícolas europeas que se beneficiaron de la destrucción del viñedo francés. Hasta fines de la década de los años setenta, la viticultura griega había disfrutado de un ciclo expansivo vinculado al aumento de la demanda británica de pasas, provocada por la rápida difusión del consumo de té, de azúcar y de repostería tipo pudín entre la clase obrera. A lo largo de estos años, el viñedo ganó el litoral oeste del Peloponeso (Élida y Olimpia), llegando también a Mesina, en el litoral sudoeste. Cuando la demanda británica empezó a mostrar signos de estan-
21 Loubère (1978), p. 92. 22 Ageron (1979), vol. II, p. 106. 23 Canestrari, Colojanni y Pazienti (1983), pp. 57-63.
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camiento, a fines de los setenta, la destrucción de las viñas francesas y la búsqueda de productos sustitutivos por parte de los comerciantes franceses permitió a la viticultura griega mantener su ritmo de crecimiento, pasando de producir 115.357 toneladas de pasas en 1878 a 149.171 en 1894.24 En el caso español, la creciente demanda francesa se tradujo en la rúbrica de dos tratados comerciales entre ambos países. En el primero de ellos, firmado el mes de septiembre de 1877, los españoles solicitaban un arancel de 3,5 francos por hectolitro para los vinos, sin ningún tipo de sobretasa en lo que se refiere a la escala alcohólica. Más importante sería el acuerdo al que llegaron en febrero de 1882, cuando el Gobierno francés concedió una rebaja de 1,5 francos para aquellos vinos que no excediesen de los 15,9º. Los que superasen dicho límite se verían también obligados a satisfacer el derecho de importación de alcohol (30 céntimos por grado). A cambio de dichas concesiones, el Gobierno español aceptaba reducciones importantes de los aranceles que gravaban las manufacturas francesas. En este marco legal, las exportaciones españolas acentuaron la tendencia expansiva que ya apuntaban desde 1880, llegando a su cota máxima en 1891, cuando se exportaron 11 millones de hectolitros de vino común,25 de los cuales más de tres cuartas partes se expedían hacia el mercado francés. Pero a partir de los años noventa el volumen de vino vendido a comerciantes franceses empezó a disminuir vertiginosamente: 8 millones de hectolitros en 1890; 3,8 en 1895; 2,4 en 1900 y 0,9 en 1905.26 La invasión filoxérica de los viñedos españoles, la recuperación de los franceses, la saturación de los mercados internacionales27 y la mala prensa que los vinos españoles habían adquirido debido a la difusión de
24 Petmezas (1997), pp. 528-533. 25 Estadística del comercio exterior de España, año 1891. 26 Estadística del comercio exterior de España, años 1890, 1895, 1900 y 1905. 27 El crecimiento tendencial de la producción de vino se debería a la expansión del cultivo del viñedo, al desarrollo de nuevas tecnologías vinificadoras y al aumento de los rendimientos vitícolas. Esta sobreoferta de productos vínicos habría comportado un aumento del consumo per cápita en los países productores, de manera que en Francia se pasó de consumir 108 litros por persona en 1890-1894 a 156 en 1905-1909; Italia pasó de una media 98 a 117 litros entre las mismas fechas; y en el caso español la tendencia se mantiene más estable, e incluso tiende a disminuir, pasándose de 81 a 78 litros de consumo per cápita entre 1890 y 1909 (Morilla Critz, 1995, p. 261).
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prácticas para adulterar los caldos que se mandaban al país vecino,28 explican en buena medida esta tendencia negativa. Este boom de las exportaciones de vinos españoles a Francia no supuso dejar desatendidos los tradicionales mercados caribeños y del Río de la Plata, de manera que las exportaciones de vino común a la América del Sur templada (especialmente Argentina y Uruguay) tendieron a aumentar hasta 1885, cuando se exportaron 0,59 millones de hectolitros, y hasta la segunda década del siglo XX no disminuyeron por debajo de los valores alcanzados en 1870. En el caso cubano, la tendencia alcista se mantuvo hasta los últimos años del siglo XIX, cuando, coincidiendo con la guerra de la independencia cubana, se pasó de los 0,48 millones de hectolitros de vino común exportados en 1895 a los 0,27 de 1900. A partir de los datos mencionados resulta fácil suponer que el incremento de las remesas se explica principalmente por el aumento de la producción vínica española. En efecto, la creciente demanda francesa y las rebajas de aranceles fueron un importante incentivo para el desarrollo del sector vitícola en algunas regiones españolas. De esta forma, mientras los vinos de Jerez y otros tipos de vinos generosos, más orientados hacia los mercados del norte de Europa, presentan unas tasas de crecimiento negativas para el período 1874-94,29 en regiones como el País Valenciano o el Campo de Cariñena las actividades vitivinícolas experimentaron un importante auge. En el caso del País Valenciano, las tierras plantadas de cepas pasaron de ocupar 126.183 hectáreas en 1870 a 259.430 en 1900, expandiéndose a costa de los olivares y los cereales y realizándose nuevas roturaciones en tierras marginales. El desarrollo del sector fue especialmente destacado en las provincias de Alicante, donde la superficie vitícola se multiplicó por 3,5 (de 27.886 ha en 28 En 1876 ya se advertía en la prensa catalana: «tres fraudes principales se efectúan con los vinos, que son: las mezclas, para los vinos de altos precios; la adición de agua, y la adición de materias colorantes extrañas» (El Labriego, año I, n.º 12). La materia colorante de uso más común fue la fucsina (resultado de la acción del ácido arsénico y otras materias sobre la anilina). Según Pan-Montojo, el uso de este colorante habría sido introducido en el año 1866 por los exportadores de Tarragona. El mismo autor también destaca que el uso selectivo de la fucsina en los vinos destinados a los mercados latinoamericanos, en los que no existía control sanitario, dio paso a una práctica más generalizada en la segunda mitad de los años setenta, a consecuencia de la importancia que fue adquiriendo la demanda francesa. Pan-Montojo (1994), pp. 162-167. 29 Montañés (1999), p. 94.
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1870 a 100.000 en 1900) y de Valencia, que en el transcurso de estas tres décadas doblaría su superficie vitícola (de 59.545 a 108.300 ha), llegando las exportaciones vínicas realizadas a través de los puertos valencianos a su cota máxima en 1896, cuando se embarcaron 282 millones de litros.30 Una tendencia similar la detectamos en las tierras de Aragón, concretamente en la provincia de Zaragoza, donde se pasó de las 46.838 ha de viñedo censadas en 1857 a las 88.544 de 1889, siendo especialmente importante el desarrollo de este cultivo en las tierras de La Almunia, Campo de Borja, Daroca31 y el Campo de Cariñena.32 En estas tierras interiores el desarrollo de la red ferroviaria resultó determinante para la exportación de los caldos hacia Francia, especialmente a través de Irún, desde donde se expedía el 78% de los vinos aragoneses que se vendían en el exterior.33 Una tendencia parecida a la aragonesa también la detectamos en la Rioja, donde la expansión vitivinícola también se vinculó a la atracción del mercado francés, al tiempo que se vio favorecida por el desarrollo del ferrocarril y el hundimiento de los precios cerealícolas. De esta forma, el suelo ocupado por la vid aumentó en la Rioja de las 34.380 ha que existían en 1874 a las 52.392 de 1889.34 En el caso catalán, T. Carnero indica que en el Principado el incremento de las exportaciones fue, por término medio, del orden del 122,5% en el período 1878-82, aumentando al 153% en el trienio siguiente.35 Una interpretación menos optimista sobre la influencia que la demanda francesa ejerció en el mundo vitícola catalán se debe a Josep Pujol, el cual muestra cierto escepticismo a la hora de evaluar la importancia de la demanda francesa en la aceleración de las exportaciones vínicas catalanas. Así, según este autor, mientras la exportación española de vino común, entre 1878 y 1891 tendía a crecer de forma continuada de 2,54 a 11,08 millones de hectolitros, la particular catalana observaba sólo un cambio de nivel: después de una primera etapa expansiva que cronológicamente llega hasta el año 1880, en que el volumen de vino común exportado pasó de 30 31 32 33 34 35
Martínez Serrano (1979), p. 137. Estella (1999), p. 12. Sabio Alcutén (1995a), p. 40. Pinilla Navarro (1999), p. 41. Oestreicher (1994), p. 142. Carnero Abad (1980), pp. 96-98.
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1,27 a 3,05 millones de hectolitros y la viña se expandió por las comarcas leridanas, con poca tradición vitivinícola, se detecta una tendencia decreciente que culmina en los 2,37 millones de hectolitros exportados el 1891. El peso relativo que en total representaban las exportaciones catalanas sobre el conjunto español pasó de un 65% por término medio entre los años 1867-77 a un 38,5% entre 1878-91.36 Salvo algunas excepciones, esta etapa de expansión que afectó al conjunto de la geografía vitícola peninsular tuvo lugar sin que simultáneamente se introdujeran grandes mejoras técnicas en el cultivo de la vid que permitiesen aumentar la productividad de la tierra y los rendimientos del trabajo vitícola. En los años setenta, por ejemplo, la principal forma de fertilización del suelo en las zonas vitícolas catalanas seguían siendo los formiguers, en los que se aprovechaba la materia de origen vegetal procedente de la misma viña y la hojarasca de zonas forestales integradas en la misma explotación, o de los bosques sobre los que la comunidad disfrutaba de algún derecho de usufructo.37 A través de este procedimiento se reducía la compactación de los suelos arcillosos, acelerándose el proceso de mineralización de la materia orgánica, y se satisfacía la elevada demanda de potasio que requiere la viña.38 El recurso a los formiguers comportaba 36 Pujol Andreu (1984), pp. 59-60. 37 Según Isidre Campllonch, périto agrícola que escribia a finales del siglo XIX, los formiguers se realizaban de la siguiente forma: «en primer lloch se distribuheixen las feixinas de la manera més convenient en cada cas, poguent ésser de brossa de bosch, canyas, sarments, brancatge, etc. y las sevas barrejas; després, ab la ajuda del rascle, se van apilotant els terrossos més grans al entorn de la feixina, tot seguit els més menuts y darrerament la terra, arreglantho de manera que’l munt format cubreixi boy per complert á la feixina. Aixís disposada una renglera de formiguers, s’hi fica pel forat un xich de palla y’s van encenent un darrera l’altre; d’aquesta manera, al cap d’una estoneta pot comensar á taparse ’l que primer s’ha encés, després ’l segon y aixís successivament; generalment aquesta operació la fan varis homes á la vegada pera evitar que’ls darrers cremin massa. Pera taparlos s’esculleixen un parell ó tres de terrossos de regular grossaria y s’entravessan en la boca del formiguer á fi d’entretenir la combustió y fer que’l calor se reparteixi més uniformement; després s’hi afegeixen terrossos més menuts y, finalment, s’acaban de cubrir ab terra, servint-se de la aixada ample». Posteriormente, «els formiguers se desfan després d’apagats ó més tart, segons las convenièncias dels conreus; la terra cremada s’escampa junt ab las cendras per la superficie de la terra ab tota la regularitat possible». Campllonch (1904), pp. 307-308. 38 Saguer i Hom y Garrabou (1996), pp. 97-98. Respecto a los nutrientes necesarios para las cepas, el nitrógeno es el principal factor de crecimiento y, por tanto, favorece la vegetación y una buena producción; el fósforo interviene esencialmente en el metabolismo glucídico haciendo las plantas más vigorosas; y el potasio influye en la producción y en la graduación del vino, al tiempo que aumenta la resistencia de la cepa. Alquézar et alii (1990), p. 63.
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una elevada inversión del factor trabajo, por lo que su práctica no podía realizarse de forma anual y dependía de las características del suelo y de la explotación agraria. Similar grado de estancamiento se observa en lo referente al trabajo que se realizaba sobre la tierra. En este sentido, a lo largo del siglo XIX siguió utilizándose de forma generalizada el tradicional arado romano, que presentaba graves inconvenientes para el cultivo de las cepas.39 Hasta los años setenta del siglo XIX no comenzarían a difundirse nuevos arados procedentes de Francia. Así, en un informe de la Sociedad Económica Barcelonesa de Amigos del País se indica que a principios de aquella década aún era de uso generalizado el arado romano de una sola caballería. Según este informe, no sería hasta el año 1872 cuando se introdujeron arados más complejos y avanzados, destacando especialmente el Mesager. Este arado permitía «mullir y voltear la tierra sin dejar caballete alguno entre los surcos que abre; enterrar las yerbas; respetar completamente hasta las más someras raíces de las cepas, apocar estas y desapocarlas a voluntad; fijar “a priori” y de una manera precisa y constante por medio de una cremallera, la profundidad de las labores; bastan cuatro de sus surcos para trabajar la tierra en que el arado antiguo necesitaba abrir seis; y efectuar por medio de las azadas mecánicas, que sustituyen también la reja a voluntad, las operaciones de descostrar la tierra y extirpar las yerbas con una economía de tiempo lo menos de un noventa por ciento sobre el
39 En 1878 un propietario vitícola catalán se refería al uso generalizado de este tipo de arados, lamentando que «la reja, aunque más ancha por la punta y con las aletas o dental algo más abiertos, ni voltea la tierra que abre a su paso, ni menos quebranta la que, en forma de muro o terraplén, queda entre uno y otro surco, de forma que puede bien decirse que lo que hace es simplemente rayar el terreno». Además, «dependiendo de la mayor o menor profundidad de la labor con que el arado romano se practica, si bien, en parte, de la longitud de la correa que sostiene el horcate, más principal de la mayor o menor presión que sobre la esteva ejerce el labrador, claro es que la labor de dicho arado ha de ser muy desigual y relacionada, más que con un sistema que se considere acomodado a la naturaleza de la vid y a la profundidad de su plantación, con la mayor o menor fuerza del gañán, y aun con sus mayores o menores ganas de emplearla». Finalmente, como «no hay en el arado que nos ocupa pieza alguna que pueda servir de resguardo a las cepas para impedir la demasiada aproximación de la reja a sus raíces, de ahí el nuevo y muy considerado inconveniente de que no sólo las que forman la cabellera más superficial, sino hasta las raíces madres, por decirlo así, se vean muy a menudo alcanzadas y bárbaramente mutiladas, con el consiguiente perjuicio para la vegetación». Revista del Instituto Agrícola Catalán de San Isidro (junio de 1874), pp. 132-133.
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trabajo a mano».40 Pero el elevado coste de los nuevos arados comportó que fuesen pocos los propietarios que los adquirían, prefiriendo la mayoría de ellos construir unas rejas en forma de cruz para adaptarlas a los antiguos arados, de forma que permitían sustituir, en buena parte, el trabajo manual que seguía al que se realizaba con animal. En resumen, tal como apuntábamos anteriormente, la expansión del cultivo de la vid durante la segunda mitad del siglo XIX tuvo un marcado carácter extensivo, basándose en una mayor inversión del factor trabajo y en una mayor explotación del trabajo familiar.
3. El fin del ciclo expansivo: crisis ecológica, replantación y recomposición del sector vitícola La tendencia expansiva del sector tenía una fecha de caducidad que vendría determinada por la irrupción de la plaga filoxérica en España. En efecto, a partir del foco francés, en la década de los setenta la filoxera empezó a ser detectada en diferentes países europeos: Portugal (1872), Austria-Hungría (1872), Suiza (1874) e Italia (1875). En el caso español, los primeros signos de la presencia del hemíptero se detectaron durante el verano de 1878 en Molinejo, un pueblo situado a 20 kilómetros de Málaga.41 Al año siguiente, el temido insecto era descubierto en Rabós, pueblo de la provincia de Girona por donde se inició la invasión de los viñedos catalanes. En la década siguiente, la plaga se extendió por algunas de las principales zonas productoras, como Andalucía (Almería, Córdoba, Granada y Sevilla), Cataluña (Barcelona, Lleida y Tarragona), algunas provincias del norte de Castilla (León, Zamora y Salamanca) y se descubriría por primera vez en Galicia (Orense). Finalmente, entre la última década del siglo XIX y la primera del XX, la práctica totalidad del viñedo peninsular fue invadido por la filoxera.
40 Archivo de la Sociedad Económica Barcelonesa de Amigos del País, sección Trabajos presentados, carpeta Arm-12. 41 Pellejero Soteras (1990), p. 45.
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En la última década del siglo XIX se inició la replantación, lo cual supuso una revolución ecológica (sustitución de la antigua viña europea por la rupestris injertada de diferentes variedades indígenas) y una profunda transformación del sector vitícola. En primer lugar, para el conjunto español, la superficie agraria destinada al cultivo de la vid disminuyó alrededor de 116.000 ha, pasando de los 1,46 millones de ha que ocupaba en 1891 a 1,33 millones en 1922.42 Observemos algunos ejemplos regionales referentes a este retroceso de la superficie vitícola: en Andalucía destaca el caso de la provincia de Almería, donde en 1878 se cultivaban 11.000 ha de viñedo, que habían quedado reducidas a 5.495 en 1909. Según J. Morilla, en estas tierras se abandonaron las plantaciones de los montes áridos de la Alpujarra y del interior, concentrándose las nuevas plantaciones en las grandes planicies costeras, más ricas en silicio y susceptibles de riego.43 Algo similar sucedió en la provincia de Cádiz, cuando entre 1893 y 1925 se dejaron de cultivar 10.683 ha de viña,44 y en la provincia de Málaga, donde se abandonaron las zonas marginales de la Axarquía y los Montes, desarrollándose las explotaciones vitícolas en la Hoya de Málaga y en el valle del Guadalhorce.45 Al mismo tiempo, en las tierras de Aragón la filoxera y la pérdida de los mercados supuso el derrumbe del sector en las provincias de Huesca y Teruel, mientras que en la de Zaragoza no se replantaron 44.000 ha de las 88.544 de viñedo que se cultivaban en 1889.46 En términos generales, en esta zona la replantación comportó el abandono de las tierras marginales y la adopción de variedades que, como en el caso de la garnacha, ofrecían una mejor adaptación al suelo árido, predominante en amplias zonas de Aragón.47 Más espectacular es el caso catalán. En este país la superficie vitícola alcanzó su máximo histórico en la primera mitad de los años ochenta, cuando se cultivaban 379.806 ha plantadas de cepas, destacando la expansión que conoció el cultivo en las tierras de Lleida, donde se aprovechó la 42 43 44 45 46 47
Grupo de Estudios de Historia Rural (1983), p. 243. Morilla Critz (1989), p. 174. Montañés (1997), pp. 124-125. Morilla Critz (1989), p. 175. Sabio Alcutén (1995a), p. 51. Pinilla Navarro (1999), p. 31.
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demanda francesa y el aumento de los precios para doblar la superficie destinada al viñedo. Pero, una vez atacadas las cepas por la filoxera, la replantación supuso un descenso de la superficie vitícola, con la pérdida, entre 1889 y 1920, de 127.410 ha de viña. La provincia más afectada fue, de nuevo, Lleida, donde se perdieron alrededor de 90.587 ha de viña, con zonas como el partido judicial de Cervera, donde en 1920 la superficie vitícola había disminuido más de un 80% respecto al año 1889.48 En resumen, con el proceso de replantación se abandonaron las tierras marginales y las plantaciones menos productivas; pero, a pesar de ello, la producción vinícola española, entre la segunda mitad de los años ochenta y 1920, no experimentó un notable retroceso. Esto se debe, en buena medida, al hecho de que con el proceso de replantación se intentaron racionalizar las explotaciones vitícolas, incrementándose sustancialmente la productividad del trabajo agrícola, tanto en lo referente al cultivo de la tierra como en el trabajo realizado sobre las cepas. A lo largo de las páginas siguientes pretendemos evaluar la transformación que experimentó la productividad del trabajo vitícola, intentando explicar los factores que hicieron posible dicha transformación. Para ello nos serviremos, de nuevo, del caso catalán.
3.1. La productividad del trabajo vitícola Uno de los métodos más comunes a la hora de calcular la productividad del trabajo agrícola consiste en estimar el output agrícola por activo agrario. Pero esta vía presenta algunos inconvenientes, ya que difícilmente podemos conocer el número exacto de trabajadores agrícolas vinculados a un determinado cultivo.49 El problema se acentúa en el caso de las economías vitícolas catalanas, cimentadas sobre la pluriactividad de los activos masculinos y la participación de las mujeres en el proceso productivo.50 Ante estas limitaciones, se ha optado por estimar para cada operación vitícola el volumen de trabajo necesario por unidad de output, en este caso por hectolitro de vino producido.51 48 49 50 51
Giralt Raventós (1990), p. 232. Campbell y Overton (1991), p. 13. Colomé Ferrer (1999). Sobre esta metodología, ver Grantham (1991).
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Visiones generales TABLA 2 LA PRODUCTIVIDAD DEL TRABAJO VITÍCOLA EN CATALUÑA
Trabajos vitícolas
1850-90
1912
Jorn./ha
Jorn./hL
Jorn./ha
Jorn./hL
Abonar la tierra Cavar Arar Podar Esporgar Espampolar Trabajos anticriptogámicos Vendimiar
2,00 14,00 6,12 6,12 3,83 2,02 2,04 9,72
0,09 0,64 0,28 0,28 0,18 0,09 0,09 0,45
2,78 7,89 2,78 3,79 3,18 2,62 3,65 13,71
0,06 0,19 0,06 0,09 0,07 0,06 0,09 0,34
Total
45,85
2,10
40,4
1,01
FUENTES: Para el período 1850-1890 se han utilizado la Cartilla evaluatoria de Vilanova i la Geltrú (1850): Archivo Histórico Comarcal de Vilanova i la Geltrú, Fondo Archivo Municipal, legajo 13.2; la Cartilla evaluatoria de La Granada (1860): Museo de Vilafranca del Penedès, Archivo Bibliográfico Pere Regull, sección Centro Agrícola, legajo amillaramientos; la Cartilla evaluatoria de Subirats (1850): Archivo Histórico Comarcal de Vilafranca del Penedès, Fondo Archivo Municipal, legajo Q4-782; la información correspondiente al municipio de Gratallops (1854) se ha consultado en la Revista de Agricultura Práctica, vol. 1854, pp. 264-273; la Cartilla evaluatoria de Pujalt (1888): Archivo Histórico Comarcal de Igualada, Fondo Archivo Municipal, Pujalt, caja 24; y la Cartilla evaluatoria de Pacs (1881): Archivo Municipal de Pacs, cartilla evaluatoria de 1881. Los datos correspondientes a diferentes explotaciones vitícolas para el año 1912 se han localizado en el Archivo Histórico Comarcal de Vilafranca del Penedés, Fondo INCAVI, legajo k-27-336. En este caso, los valores se han calculado para una producción de 40 hL/ha, que por término medio era la que se obtenía en los viñedos de la provincia de Barcelona en los años de buena cosecha (Grupo de Estudios de Historia Rural, 1991).
Los valores obtenidos por este procedimiento muestran cómo el proceso de replantación supuso un importante aumento de la productividad del trabajo. Así, en términos generales podemos estimar que la viticultura clásica requería 2,1 jornales de trabajo para obtener 1 hectolitro de vino, mientras que, una vez realizada la replantación, con la mitad del trabajo se obtenía el mismo producto. Si llevamos a cabo un análisis desagregado según las diferentes labores vitícolas, comprobamos cómo las operaciones que se realizaban sobre la tierra (arar y cavar) fueron las que se beneficiaron de un mayor incremento de la productividad del factor trabajo gracias a la introducción de nuevos tipos de arados, lo cual supuso una reducción de cerca del 70% respecto al volumen de trabajo necesario para obtener un hectolitro de vino. En segundo lugar, las labores de poda y poda en verde
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también destacan por el incremento de la productividad del trabajo. Por el contrario, la mayor necesidad de productos anticriptogámicos y la introducción de los abonos inorgánicos hacen que estas dos actividades presenten un incremento más moderado de la productividad del trabajo, siendo prácticamente nulo en el primer caso. Algo parecido sucede con la vendimia, en la que el aumento que experimentó la producción vitícola significó un incremento de la demanda de mano de obra. Una vez comprobado el aumento de la productividad del trabajo en el sector vitícola catalán a comienzos del siglo XX, cabe preguntarse por los factores que lo hicieron posible. En este sentido destaca el hecho de que la introducción de abonos inorgánicos y la selección de variedades de cepas más productivas tendió a incrementar la productividad de la tierra. En segundo lugar, debe tenerse en cuenta la introducción de mejoras tecnológicas, especialmente en lo referente a la adopción de nuevos arados mejor adaptados al cultivo de la viña.
3.2. La productividad de la tierra y el cambio técnico Una de las características que define a la nueva viticultura surgida de la replantación es la elevada productividad de la tierra. Así, para el conjunto del territorio español, la productividad del viñedo habría pasado de los 16 hectolitros por hectárea que indica la Junta Consultiva Agronómica en el avance estadístico publicado el año 1889 a una media de 20 hectolitros en los años veinte.52 Pero si, en lugar de contemplar la media estatal, centramos nuestra atención en las principales zonas productoras, como las provincias de Barcelona o Ciudad Real, por ejemplo, comprobamos cómo la productividad del viñedo se acercaba a los 40 hectolitros,53 valor similar al que se alcanzaba en la Francia de los años veinte (39,3 hL/ha).54 Estos rendimientos se multiplicarían en las explotaciones experimentales de algunas estaciones enológicas, donde variedades de cepas como el maca-
52 Calculado a partir de la superficie total de viñedo y la producción de mosto. Este método tiende a infravalorar la productividad de la tierra, ya que no contempla la parte de la producción destinada al consumo de mesa o a pasificación. Grupo de Estudios de Historia Rural (1991). 53 Ministerio de Agricultura, Dirección General de Agricultura (1933). 54 Lachiver (1988), p. 619.
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beo/rip. rupestris 3309, el xarelo/gamay coudere, el xarelo/aramón. rup 9 o el sumoll/rupestris lot, llegaban a superar los 80 hL/ha.55 Parte de este aumento de la productividad de la tierra puede explicarse por la difusión56 y adopción de fertilizantes inorgánicos, así como por el cambio técnico que comportó la replantación. Respecto a este último punto, un segmento importante de los grandes propietarios fue consciente desde un primer momento de la necesidad de arar profundamente la tierra antes de plantar las nuevas cepas, ya que dicha operación permitía un crecimiento más rápido de las nuevas plantas y, a la vez, aumentaba su resistencia y productividad.57 De esta forma, fue generalizándose el uso de grandes arados de tracción directa, como, por ejemplo, los arados franceses Heker y Vernette. En poco tiempo, estos arados, que con una tracción de cuatro o seis animales permitían desfondar el terreno a 40 o 45 centímetros de profundidad, fueron extendiéndose por las principales comarcas vitícolas catalanas. Por otro lado, a fines de la década de los ochenta fueron apareciendo por los viñedos catalanes los malacates y la máquina de vapor, que a mediados de los noventa se introdujo en las comarcas vitícolas catalanas con la adquisición del primer locomóvil. Respecto a los malacates, Marc Mir, un importante propietario vitícola, afirmaba que podían conseguir una labranza de unos 60 centímetros de profundidad con la fuerza de cuatro caballos y tres activos masculinos, descepando una hectárea de tierra en cinco o seis días con un coste monetario de unas 251 pesetas.58 Este elevado coste estimuló la introducción 55 Arxiu Històric Comarcal de Vilafranca del Penedès, Fondo Estación Enológica, Libro de campo de experimentaciones. 56 Sobre la difusión de los fertilizantes químicos, Giralt destaca que en el año 1909 la delegación hispano-portuguesa del Permanent Nitrate Committee, con la colaboración de S.A. Cros, ofrecía 50 o 100 kg de nitrato de sosa a todos aquellos socios del Instituto Agrícola Catalán de San Isidro o de las entidades afiliadas a la Federación Agrícola Catalano-Balear que deseasen experimentarlo. Giralt Raventós (1990), p. 176. Sobre este punto, ver también Pujol Andreu (1998). 57 Gayan (1929), p. 195. 58 El malacate estaba formado por un cabrestante o malacate, un cable de tracción, una polea de transmisión y un arado de gran potencia: «el cabrestante consiste en un tambor cilíndrico de madera, limitado superiormente por un plato de madera también, y por su parte inferior por otro de hierro, a fin de que se arrolle bien el cable. Un árbol vertical de hierro le sustenta atravesándole por el centro, y le permite dar vueltas libremente: este árbol, por medio de varios tornillos que tiene a su pie, se fija sobre un soporte de madera en forma de cruz. Un manguito que lleva adjunto el embarrador se coloca sobre el tambor
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del locomóvil,59 que permitía desfondar una hectárea de tierra en dos o tres días con un coste aproximado de unas 170 pesetas. La replantación también produjo un cambio en la mentalidad de los viticultores, que, en su afán por aumentar la rentabilidad de las explotaciones, tendieron a homogeneizar las plantaciones de cepas teniendo en cuenta las diferentes características edafológicas de cada heredad. En segundo lugar, se adoptó un marco de plantación que facilitase la incorporación de nuevos arados adaptados al cultivo de la vid, que empezaron a difundirse en la primera década del siglo XX. Así, en 1899 empezó a difundirse el uso de los arados del sistema Renault-Gouin, que sustituían el hierro forjado y la madera por el acero, y que permitían remover la tierra hasta la misma cepa;60 en 1905, una empresa catalana, Ignacio Sampere y Cía., construía y comercializaba un nuevo arado viñero;61 en 1908, en la Exposición de Maquinaria Agrícola celebrada en Manresa ya se exponían diversos modelos de arados para viñas;62 y en 1914 se difundía un binador para trabajar entre cepas.63 con el cual engrana por dos dientes semejantes a otras dos que éste tiene, y que se juntan o separan por medio de una palanca colocada en la parte superior: bajando el manguito y dando vueltas los caballos se arrollará el cable, y levantando el manguito quedará el tambor libre, pudiendo dar vueltas al desarrollarse el cable. [...] El arado construido por Mr. Vernette de Beziers, es de grandes dimensiones, con vertedera helizoidal para volcar la tierra, y su antetrén con dos ruedas, aro para aguantar el espigón, gancho para juntar el cable y aparato para que el arado tome más o menos tierra o para corregir un poco su dirección». Resumen de Agricultura (julio de 1899), n.º 7. 59 En la revista Resumen de Agricultura se indicaba que «componen el aparato una máquina locomóbil [sic] de seis caballos de vapor, la cual acciona una rueda plana dentada, que por medio de un cambio de engravaciones hace funcionar dos tornos, uno que arrolla el cable de tracción del arado, y otro que arrolla otro cable de mucho menos diámetro de grueso, por el que desde el extremo donde el arado termina el surco junto a la polea de transmisión, le lleva otra vez, cargado sobre un carro de altas ruedas, al punto donde debe empezar el nuevo surco». Resumen de Agricultura (septiembre de 1896), n.º 93. 60 Resumen de Agricultura (mayo de 1899), pp. 211-213. 61 La principal característica de este arado consistía en que «la cuchilla horizontal y la vertedera forman una superficie cóncava perfectamente lisa, unida y graduada, sin resaltos ni inflexiones, de modo que la tierra se desliza a lo largo de la misma, sin brusquedades y con toda facilidad, hasta ser perfectamente volteada». Resumen de Agricultura (enero de 1905), pp. 17-19. 62 La Pagesia (junio de 1908). 63 Este binador consistía en «una rella lateral suplementària, destinada a maniobrar entre’ls ceps, ó siga, en la mateixa carrera formada per aquests que, á menos de treballades encreuadas, fins avuy no hi ha modo de conreuar més que a força de brassos». L’Art del Pagès (abril de 1914), pp. 114-118.
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Finalmente, el trabajo sobre las cepas también conoció algunas transformaciones, especialmente en lo referente a la poda y a la necesidad de combatir las nuevas plagas que atacaban las cepas americanas (mildew y black rot). En este sentido, mientras que en algunas comarcas se mantenía la tradicional poda en redondo, allí donde era posible se adoptaba la poda larga, que permitía aumentar la productividad de las cepas, llegando en algunas viñas a quintuplicar la cosecha.64
4. Epílogo: algunas reflexiones finales A lo largo de estas páginas hemos mostrado cómo durante el siglo XIX el cultivo de la vid conoció una notable difusión en la Europa mediterránea. Como ya hemos apuntado, la mayor parte de los procesos de especialización vitícola que se consolidaron a lo largo de la centuria se vinculan: a la transformación económica que en estos años experimentó una parte importante del territorio europeo (desarrollo de diferentes procesos de industrialización, concentración urbana de la población, mejora en los sistemas de transporte e intensificación de las relaciones comerciales), a la aparición de nuevos mercados en las tierras donde los europeos emigraron de forma masiva y, también, a las transformaciones técnicas experimentadas en los procesos de elaboración de los productos vínicos. Pero la etapa de mayor expansión del sector vitícola se concentra en el último tercio del siglo XIX, cuando la filoxera se adueñó de los viñedos franceses y el principal país productor se vio obligado a importar un elevado volumen de vino con la intención de mantener sus mercados. Esta proliferación del viñedo tuvo un carácter extensivo, sin grandes cambios técnicos que permitiesen aumentar la productividad del trabajo y de la tierra en este sector. En consecuencia, se talaron bosques, se ocuparon tierras marginales y en algunas regiones se produjo una sustitución de la cultura cerealícola por la vitícola. Pero la ampliación de la superficie ocupada por viñedos fue posible gracias a una mayor inversión del factor trabajo, especialmente gracias a una mayor explotación del trabajo familiar.
64 Giralt Raventós (1990), p. 241.
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A partir del ejemplo catalán, hemos comprobado cómo, gracias a la replantación de las viñas diezmadas por la filoxera a principios del siglo XX, las técnicas de cultivo de la vid experimentaron progresos importantes. En primer lugar, las explotaciones vitícolas tendieron a homogeneizar las nuevas plantaciones de cepas injertadas, extendiéndose la práctica de experimentar en las propias heredades las variedades que resultaban más productivas, según las características de los suelos. En segundo lugar, la paulatina difusión de los abonos inorgánicos permitió aumentar enormemente la productividad de la tierra. A ello también contribuyeron la difusión de los tratamientos anticriptogámicos, los nuevos tipos de poda y la introducción de nuevos arados mejor adaptados al cultivo de la viña. Estrechamente vinculado al incremento de la productividad de la tierra, se produjo un importante aumento de la productividad del trabajo vitícola. La nueva viticultura era mucho más exigente en trabajo, especialmente en el abono de las tierras, el trabajo en las cepas y en la vendimia. Menor sería el incremento de jornales agrícolas que se produjo en las labores que se realizaban sobre la tierra. Así, los jornales destinados a cavar y arar representaban en la viticultura clásica alrededor del 43% sobre el total de jornales agrícolas invertidos en el cultivo de la viña. Dicho porcentaje quedó reducido al 27% en la nueva viticultura de principios del siglo XX. Este hecho, vinculado a la introducción de los nuevos tipos de arado, provocó que en estas labores aumentase substancialmente la productividad del trabajo agrícola, valorada en volumen de trabajo por unidad de output. Esta transformación técnica fue dirigida en un primer momento por los grandes propietarios vitícolas, que habían adquirido los conocimientos y el capital necesarios para liderar la revolución ecológica y tecnológica del sector. Ello supuso profundos cambios en las relaciones de producción que se habían consolidado a lo largo de los siglos XVIII y XIX en estas zonas, ya que los titulares de las pequeñas explotaciones y los colonos quedaron a merced de las grandes heredades. En este marco, tanto en Cataluña como en Languedoc, por ejemplo, se produjeron importantes movimientos sociales de protesta entre finales del siglo XIX y principios del XX, al tiempo que se empezaban a sentar las bases de movimientos cooperativistas que liberasen a las pequeñas explotaciones de su dependencia respecto a los grandes propietarios. Pero ésta es ya otra historia.
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PROPIEDAD, EXPLOTACIÓN Y CAMBIO TÉCNICO
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INTRODUCCIÓN Juan Carmona Universidad Carlos III de Madrid
Numerosos estudios han puesto de relieve la importancia de la distribución de la propiedad y de los sistemas de explotación en el ritmo de la innovación o del cambio técnico.1 Por ejemplo, una distribución muy desigual de la propiedad, combinada con el uso de contratos de aparcería, se ha asociado frecuentemente con la lentitud en la incorporación de innovaciones técnicas y con importantes limitaciones en el crecimiento agrario.2 En cambio, son muchos los que han relacionado el éxito de la viticultura en los siglos XVIII y XIX en ciertas regiones españolas con la existencia de contratos de aparcería eficientes, tales como la rabassa morta en Cataluña, figura contractual a la que, a la vez, se ha responsabilizado de las mayores dificultades del viñedo catalán en el primer tercio del siglo XX. Los artículos presentados en esta sección se refieren a algunos de estos problemas, en especial al impacto de los contratos o la estructura de la propiedad en la definición de las nuevas oportunidades abiertas a los viticultores, en un período de importantes cambios técnicos. La producción vitícola española experimentó en general una expansión muy importante entre 1850 y finales del siglo XIX, aunque con diferencias regionales notables. Si en algunas comarcas catalanas un viñedo ya muy importante y de gran tradición experimentó una expansión máxima un 1 Johnston y Kilby (1980), p. 196. Para el caso español, Robledo (1993), capítulo III.2.
2 Carmona y Simpson (1999).
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Propiedad, explotación y cambio técnico
poco antes de la aparición de la filoxera (de 18.000 a 27.000 hectáreas entre 1860 y 1890 en el Bages, según Llorenç Ferrer), a partir del cual inició un suave declive hasta los años treinta, en una comarca valenciana como Requena, y en parte Cariñena (Aragón), el viñedo se expandió continuamente entre 1850 y 1930 hasta sextuplicar la superficie plantada. La mayor parte de la expansión en estas regiones se realizó a expensas del monte, las dehesas y, en el mejor de los casos, las tierras de cereales, generalmente tierras marginales. El hecho de que el viñedo se adaptara bien a tierras marginales tiene gran importancia, dado que solían estar en mano de grandes propietarios. La descripción que realiza Vicente Pinilla de la estructura de la propiedad en Cariñena pone de relieve que un tercio de la superficie cultivada conformaba propiedades de unas 17 hectáreas y otro quinto propiedades de 90 hectáreas, un tamaño considerable para la viticultura de finales del siglo XIX.3 En Requena también dominaba la gran propiedad, a menudo procedente de la desamortización municipal, aunque las modalidades de plantación elegidas estimularon el desarrollo de pequeñas propiedades familiares. En el caso del Bages, la mayor parte de la tierra la formaban masías, la unidad de propiedad más habitual, que tenían una extensión de entre 50 y 70 hectáreas y eran cultivadas por un gran número de familias. ¿Cómo hicieron estos terratenientes para plantar y cultivar tan grandes superficies de viñedos? Se trata de una pregunta que se formula raramente de forma explícita, aunque es esencial para entender las modalidades de explotación más habituales de este tipo de cultivos. Una parte esencial de la Nueva Economía Institucional tiene por objeto estudiar la elección de contratos eficientes, dadas las diferentes circunstancias, y existe una abundante literatura que se dedica a este tema. El problema que se plantea es el siguiente: ¿cómo se explica que grandes explotaciones, dirigidas a menudo por técnicos profesionales, intensivas en capital, con mejor acceso a nuevas tecnologías e, incluso, contando con mano de obra barata pudieran fracasar, donde no lo hacen los pequeños colonos? La razón principal son los altos costes de cumplimiento de la mano de obra, o sea, altos costes de transacción, que limitan las dimensiones de las explotaciones o plantaciones basadas en mano de obra asalariadas. A diferencia de la producción industrial, que se basa en inputs móviles y sin vida, y no se ve afectada por
3 Según Sabio Alcutén (1995a), la mayor parte de la superficie era vitícola.
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la estacionalidad o la localización de la producción, la producción agraria no obtiene tanta ventaja de la especialización del trabajo y no permite una supervisión eficiente que resuelva los problemas de incentivos. Por otra parte, los problemas de incentivos en la industria son ampliamente compensados por las economías de escala que se obtienen. Los costes de supervisión aumentan en ciertos cultivos que exigen rotaciones complejas, el uso de ganado o tareas delicadas y variadas.4 Las economías de escala que pueden obtenerse en grandes explotaciones en el uso de inputs indivisibles, tales como maquinaria, capacidad administrativa o el procesamiento (como en el caso del vino, por ejemplo), quedan anuladas por las deseconomías de escala derivadas del uso de mano de obra asalariada.5 De ahí la mayor eficiencia potencial de la producción familiar en determinadas circunstancias. Con respecto al cambio técnico, las grandes explotaciones ofrecen ciertas ventajas, principalmente un acceso privilegiado al crédito y a la información sobre novedades técnicas, pero también aquí la pequeña explotación puede resultar más eficiente. De hecho, no parece que los pequeños colonos sean, por naturaleza, reacios a la incorporación de innovaciones. Estudios en países en desarrollo de Asia meridional muestran que los campesinos están dispuestos a introducir innovaciones, si bien ajustadas a su función de producción. La pequeña explotación introduce antes las nuevas semillas más productivas, fertilizantes o insecticidas, mientras que las grandes explotaciones son más sensibles a la tecnología ahorradora de mano de obra, como tractores o cosechadoras mecánicas. En ambos casos la introducción de innovaciones dependerá de la función de producción de cada explotación según sus dimensiones.6 La aversión al riesgo de los pequeños colonos tampoco es necesariamente un obstáculo a la introducción de cambios tecnológicos, en la medida en que estos cambios pueden reducir el riesgo y no agravarlo, aunque muy a menudo, presentan ventajas lo suficientemente claras.7 4 Hayami y Otsuka (1993), p. 13. 5 Ib.; Tomich, Kilby y Johnston (1996), pp. 118-121. 6 Ib., pp. 127-129. 7 Ib., p. 128, citando estudios realizados en Tailandia. Tenemos un ejemplo más cercano en el campesinado de regadío valenciano, en el que fertilizantes y nuevas variedades de semilla se difundieron con gran rapidez a partir de 1880: Calatayud (1989), pp. 295-322.
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En el caso de los viñedos de las regiones estudiadas dominaba la gran propiedad, y por ello no sorprende que los trabajos aludan a diferentes tipos de contratos de tenencia para la explotación de estos grandes patrimonios. En el caso de Requena, Juan Piqueras muestra, a partir de una rica información contemporánea, que las plantaciones de viñedo se hicieron durante casi todo el período utilizando el contrato de plantación a medias. El propietario cedía una parcela a uno o varios aparceros, quienes debían cavar el suelo y efectuar la plantación con el tipo de pie que fijara el dueño. Al quinto año se dividía la tierra en dos partes iguales. Muchas de estas parcelas no tendrían más de 0,5 hectáreas, aunque no hay razones para pensar que los aparceros no pudieran acumular varias. Las técnicas de plantación eran «rudimentarias», dado que se hacían totalmente a mano. En el caso catalán, Llorenç Ferrer describe un caso diferente, pues los propietarios no explotaban directamente sus propios viñedos: los colonos explotaban casi la totalidad del viñedo en parcelas de 1-2 hectáreas. El contrato tenía unas particularidades, como el hecho de que fuera de muy larga duración (la vida de las cepas, de ahí el nombre del contrato: a rabassa morta), aunque en la práctica fuera un contrato indefinido, ya que los colonos replantaban las cepas a medida que morían, evitando pérdidas de producción. El estudio de Pinilla pone de relieve la coexistencia de la pequeña explotación familiar y la gran propiedad, lo que permite deducir la existencia de algún tipo de contrato agrario de explotación, que corroboran Zoilo Espejo en su libro de comienzos de siglo o más recientemente Alberto Sabio en su trabajo sobre el viñedo de Cariñena; ambos ponen de relieve la importancia de la aparcería para el cultivo del viñedo.8 La importancia variable de los contratos agrarios, no excluye necesariamente la existencia de grandes explotaciones. Las parcelas con las que se quedaban los grandes propietarios de Requena, por ejemplo, formarían grandes explotaciones, pero es probable que su cultivo dependiera en buena medida de las relaciones que se establecieran con los aparceros, de forma parecida a como se hacía en las grandes explotaciones del Mediodía francés con los pequeños propietarios que vivían en la localidad, si bien no hay referencias precisas al tema.9 Un caso diferente es la gran explotación de los
8 Espejo (1900), pp. 195-222; Sabio Alcutén (1995a), pp. 178-182. 9 Pech (1975).
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viñedos de Jerez, donde la exigencia de cierta calidad en la uva y los mayores precios de ésta hacían rentable los costes de supervisión asociados al uso de mano de obra asalariada.10 El hecho de que predominaran aparcerías de diferentes tipos no es fruto del azar o de la existencia o pervivencia de tradiciones locales particulares. En el mismo Cariñena, Sabio ha puesto de relieve la importancia del arrendamiento para el cultivo de los cereales durante el mismo período.11 La elección de un contrato adecuado en el caso de la viticultura exigía tener en cuenta la posibilidad real de que el colono tratara de maximizar la producción a corto plazo, a costa de dañar la cepa; de ahí que el arrendamiento fuera raramente utilizado.12 Los contratos elegidos solían especificar de forma muy minuciosa las distintas operaciones relacionadas con la planta, e incluso podían ser de larga duración como hemos visto en el caso de la rabassa, con el fin de incentivar el interés del colono en la vida de la planta. En todo caso, el cultivo de la vid requería una vigilancia constante que favorecía el uso de la aparcería, un contrato que también exige altos costes de supervisión. Con respecto a la relación existente entre las distintas formas de explotación y el cambio técnico, los ejemplos mostrados en este libro indican sin duda que los contratos elegidos no frenaron la adopción de estos cambios. El estudio de Ferrer deja claro que la rabassa es compatible con una mayor intensificación del cultivo, cambios en los marcos de plantación o la aceptación de los mayores costes derivados de la filoxera. En el caso de Cariñena, los cambios en las técnicas vitícolas fueron menores, en opinión de Pinilla, pero tampoco se diferenciaban según los tipos de explotación. En general, los mayores cambios se produjeron a raíz de la difusión de la filoxera, dado que exigió cambios en la forma de plantar (mayor profundidad de plantación y nuevas cepas) e incrementó los costes no laborales de cultivo (incremento en el uso de abonos y de tratamientos anticriptogámicos). En el caso de Requena, Juan Piqueras muestra que, a pesar de que el arado de desfonde (malacate), al abaratar los costes de plantación, permitía, en teoría, la sustitución de las cuadrillas de aparceros, éstos también supieron aprovecharse de la nueva técnica, ya que juntando sus
10 Carmona y Simpson (1999). 11 Sabio Alcutén (1995a), pp. 178-182. 12 Carmona y Simpson (1999) y (2000).
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animales de tiro y alquilando sus propios malacates se ofrecían a los grandes propietarios con el fin de realizar sus propias plantaciones a medias. El uso de malacates les permitió incrementar las dimensiones de sus explotaciones hasta 4-5 hectáreas por aparcero. En el Bages, los propietarios incrementaron sus aportaciones al cultivo para compensar el mayor uso de capital, lo que demuestra la flexibilidad de los contratos. Es significativo que un cultivo más intensivo en capital en el primer tercio del siglo XX, no estimulara la sustitución de la pequeña por la gran explotación vitícola, como se estaba produciendo en el caso de la vinificación, lo que indica que la viticultura seguía siendo muy intensiva en mano de obra y costosa de supervisar. Por otro lado, el aumento de los costes laborales, que todos los autores señalan en este periodo, es otro factor que explica el escaso desarrollo de la gran explotación. La evolución de la viticultura en estas regiones fue sin embargo muy diferente. En el Bages, el cultivo alcanzó su máxima extensión entre 1920 y 1925, momento a partir del cual empezó a disminuir de forma muy rápida, en buena medida por las mejores oportunidades de empleos y salarios ofrecidos por la industria de la región. En cambio, las nuevas plantaciones de Requena siguieron creciendo después de 1930. En el caso de Aragón, si bien la producción disminuyó en general desde finales del siglo XIX (con una caída de 2/3), algunas comarcas, como Cariñena logró aumentar el área cultivada. En su trabajo, Vicente Pinilla trata de explicar simultáneamente, las dificultades del sector y las razones por las que la viticultura aragonesa no se especializó en la producción de vino de crianza, como en la Rioja, lo que el autor atribuye a la falta de innovación técnica. El caso de Requena, muestra, al contrario que la especialización en la producción de vino corriente no es un obstáculo al cambio técnico, incluso en el proceso de vinificación, y es probable que éstos se produjeran también en Aragón por las mismas fechas.
VITICULTORES, NO COMERCIANTES. NOTAS SOBRE LA EVOLUCIÓN DE LA VITICULTURA EN LA CATALUÑA CENTRAL1 Llorenç Ferrer i Alós Universitat de Barcelona
1 La viticultura ha sido una de las actividades económicas fundamentales de la comarca de Bages en la Cataluña Central. Las noticias directas e indirectas de un viñedo importante se remontan a la Edad Media: viñas abundantes alrededor del monasterio de Sant Benet de Bages en el siglo X, privilegios concedidos a la ciudad de Manresa que guardan relación con el vino durante el siglo XIV (Torras Serra, 1996a), una de cada dos casas de la ciudad tenía instrumentos de vinificación en el siglo XV (Torras Serra, 1996b), los inventarios post mortem de los campesinos de los siglos XIV, XV y XVI suelen describir bodegas dedicadas a la elaboración, etc. Todo son noticias que indican la importancia económica del vino en esta zona, que va a continuar hasta el primer tercio del siglo XX.
1 La mayor parte de las consideraciones que se hacen en esta comunicación están desarrolladas empíricamente en Ferrer i Alós (1998). Por ello, sólo se incluyen notas cuando se quiere aclarar algún punto. Las fuentes documentales utilizadas se recogen en el citado libro. La síntesis que se ha realizado pretende mostrar las líneas generales de la evolución de un viñedo desde su momento máximo de esplendor en los siglos XVIII y XIX y el proceso de decadencia en el siglo XX.
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La razón por la cual la viticultura de esta zona se mantuvo y reprodujo en el tiempo con sus altibajos era la situación geográfica, sobre todo a partir del momento en que los territorios empezaron a especializarse. Hacia el norte, la vid no podía cultivarse debido al clima; hacia el este, las tierras eran mucho mejores y rendían más los cereales y la ganadería; hacia el oeste, era mejor el cereal. Así pues, poco a poco, esta área del interior de Cataluña se especializó en la producción vitícola y daba abasto a toda la Montaña y comarcas adyacentes, según descripciones de la época.2 Era un mercado cautivo y seguro, que sólo podía perderse cuando aparecieran nuevos medios de transporte capaces de penetrar en la zona desde otras regiones productoras. El hecho de que las casas particulares colocaran una rama de pino en las ventanas o balcones para indicar que allí se vendía vino, o las noticias de que los arrieros venían de otros pueblos, se alojaban en las casas particulares y compraban vino, o la figura del mesurador,3 que hacía de intermediario entre los compradores y los productores, nos indica que en el Bages se limitaban a producir; el vino tenía una salida rápida a través de
2 Francisco de Zamora escribía en el año 1789 sobre el corregimiento de Manresa: «No es de menor consideración el comercio de vinos y aguardientes cuando es abundante la cosecha, pues los vinos los llevan a la montaña y en retorno traen a esta ciudad las legumbres que aquélla produce. Los aguardientes, mucha parte se llevan por mar a Inglaterra, Holanda e Indias». En sus viajes anotaba: «Algunos pueblos de este territorio se hallan en el Pla de Bages, muy conocido en los Pirineos porque se surten de él de mucho del vino que necesitan». A finales del siglo XIX Roig i Armengol escribía (traduzco el texto original): «[…] lo importante del cultivo de la viña en dicho llano se ha hecho extensivo a todo el partido, constituyendo este conjunto la bodega que abastece a la alta montaña de la provincia, y una no escasa parte de las de Lleida y Girona, siendo conocidos estos vinos con el nombre genérico del Pla de Bages». En el año 1924 se publicaba lo siguiente en la revista La Pagesia (traduzco el texto original): «Es un hecho bien particular que los vinos de nuestra comarca estén a un precio más bajo que en el Penedés, Empordà, Vallès, etc. […] si consideramos también como nota curiosa que, mientras nosotros tenemos un mercado perpetuo en la alta montaña de Vic, Solsona, Berga, etc., el Vallés y Penedés sólo pueden contar con la exportación». 3 El mesurador fue una figura muy polémica en en siglo XIX. Se encargaba de cobrar el impuesto municipal que gravaba todas las transacciones de compra-venta que se realizaban en el pueblo, lo que le hacía conocedor del mercado local, y, por tanto, podía favorecer al vendedor que quisiera según sus preferencias o acuerdos económicos. Los campesinos reclamaron a menudo su desaparición o la creación de otras formas de recaudación. Su existencia nos indica que la mayor parte de compra-ventas de vino se hacían en el marco local entre los productores y compradores foráneos.
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arrieros foráneos de las comarcas de la Montaña, que venían a comprar la producción, lo cual no permitió desarrollar una estructura comercial propia. Mucho más adelante retomaremos el tema para explicar, en parte, la decadencia del viñedo en esta zona.
2 La expansión de la viticultura se produjo a lo largo del siglo XVIII y continuó en el XIX, aunque a finales del XVII el viñedo de Manresa y sus alrededores era el único consolidado en el interior, ya que las viñas se encontraban mayoritariamente en la costa (Valls Junyent, 1996). Los cambios en el comercio catalán, que se orientaba a mercados atlánticos con una fuerte demanda de aguardientes, el crecimiento de la población durante todo el siglo y el impulso del mercado americano estimularon la plantación de viñas, lo que, además, se convertía en una de las maneras de intensificar y diversificar la producción agraria con una importante movilización de mano de obra (Torras Elías, 1994). El Bages se encuentra en la Catalunya Vella, una zona de predominio de masías con una extensión media de 50-70 ha, aproximadamente. Tanto los labradores, que tenían el dominio útil de la tierra, como los comerciantes, fabricantes o ciudadanos honrados, que habían adquirido masías a través de diversos mecanismos de endeudamiento o de estrategias matrimoniales, fueron los beneficiarios de la expansión, ya que controlaban la mayor parte de los bosques de la zona que podían ser roturados para las nuevas plantaciones. Para explotar la tierra prefirieron cederla a pequeños campesinos mediante el contrato de rabassa morta a cultivarla de forma directa. La cantidad de trabajo necesario para cultivar una viña aconsejaba utilizar la cesión indirecta y no abonar todos los salarios necesarios: el pequeño campesino no calculaba el trabajo invertido en el proceso de producción, sino que tenía en cuenta el producto final. Todas las partes salían ganando en este tipo de organización productiva. La rabassa morta era un contrato de enfiteusis, de tal manera que el campesino, que solía vivir en los pequeños pueblos de la zona, recibía la tierra a largo plazo —mientras vivían las cepas— con la obligación de plantar viña en un período determinado de tiempo, a cambio de pagar una parte de la cosecha (en esta zona, la cuarta parte, con tendencia hacia la
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tercera cuando el diezmo desapareció). En la práctica, era un contrato indefinido, pues las cepas muertas se replantaban con la técnica de los colgats i capficats,4 que eran bien vistos con los propietarios, ya que de esta manera no se daba la merma de la producción que se hubiese originado en caso de dejar que las cepas fueran muriendo poco a poco. Las parcelas que se cedían eran pequeñas (entre 1 y 2 ha) y el dominio útil recibido pasaba de padres a hijos. El paisaje agrario que surgió de este tipo de contratación se caracterizaba por una amplia red de masías que cultivaban pequeñas extensiones de cereal a su alrededor y superficies de bosque que, poco a poco, eran plantadas de viña en pequeñas parcelas, con una minuciosa organización de caminos y zanjas para conducir las aguas de lluvia. La cosecha era propiedad de cada campesino, que, en líneas generales, trasladaba la vendimia a su casa, donde tenía un lagar de mampostería y elaboraba el vino. Había, por tanto, dos tipos de elaboradores: los pequeños campesinos, que elaboraban pequeñas cantidades de vino, y los poseedores de masías, que elaboraban vino procedente de las viñas propias y de las partes de vendimia que pagaban los rabassaires. En este esquema, cuanto más pequeño era el campesino, más débil era en la cadena de producción: tenía menos utillaje de vinificación y los más fuertes podían aprovecharse. La lejanía de las viñas del lugar de residencia, por ejemplo, llevaba a construir lagares en medio de las viñas, o a utilizar lagares exteriores de la propia masía, que eran puestos a disposición del rabassaire, o a vender el vino a pie de lagar a precios inferiores a si se hubiera trasvasado a las botas, de las que a menudo carecía. A pesar de estos problemas, derivados de las diferencias sociales, el esquema general era que los pequeños campesinos elaboraban y comercializaban el vino de la misma manera que aquellos que recogían más vendimia. Éstos últimos tenían más fuerza a la hora de negociar.
4 Consistía en tomar un sarmiento de una cepa de la viña y enterrarlo todo entero o sólo por su cabeza, para que naciera un nuevo pie. Los campesinos consideraban que las nuevas cepas eran hijas de las otras que había en la viña y, por tanto, no se vulneraba el contrato. En el siglo XVIII, cuando no se discutía el tema de la propiedad los contratos, se consideraba que estas prácticas eran positivas, pero en el XIX se prohibieron porque convertían los contratos en indefinidos, y éste era el camino hacia la propiedad absoluta de la tierra.
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3 La técnica de plantación utilizada de forma masiva era la que se denominaba a vall obert, que consistía en abrir largas zanjas de dos palmos de profundidad, en uno de cuyos lados se plantaban los majuelos y donde se enterraban restos vegetales que servían de abono. Las viñas podían ser espesas, si sólo se dedicaban a este cultivo o como mucho se cultivaban algunas hortalizas entre las hileras, o a mitjans clars, cuando se intercalaban con trigo. La gran mayoría eran espesas ya en el siglo XVIII, lo que indica que el campesino producía para vender el vino y adquirir otros productos agrícolas. Desde aquella centuria se dispone de noticias sobre marcos de plantación, lo que hace pensar que, poco a poco, se fue generalizando la plantación geométrica. La distancia entre cepas oscilaba entre 1,75 y 1,94 m, y entre 0,78 y 0,97 m entre hileras. Ello suponía una capacidad de 6.500 cepas por hectárea. El cuidado de la viña requería mucho trabajo a lo largo del año. No tenemos noticias de que las viñas se arasen, por lo que parece que los trabajos eran manuales. Anualmente se hacían cuatro cavas (cavar en marzoabril, rebordonar en la segunda quincena de abril, magencar en el mes de mayo y passar en la primera quincena de junio) y dos trabajos de planta (podar, que consistía en cortar los sarmientos del año anterior y dejar solamente dos yemas y un borrón por donde salían las ramas nuevas, y esporgar en el mes de junio para quitar aquellas ramas que podían dificultar el soleado y la producción de la cepa). A estas tareas habría que añadir la de vendimiar, que era la que necesitaba más trabajo y en un período de tiempo corto si no se quería que la uva fermentara a destiempo y se estropeara la calidad del vino. Cultivar una hectárea de viña en el siglo XVIII suponía invertir entre 32 y 35 jornales de trabajo: tres cuartas partes (entre 24 y 26) tenían que darse entre finales de febrero y junio y el resto en el mes de octubre, durante la vendimia. Es en este trabajo donde se utilizaba toda la mano de obra familiar disponible y se dejaban otros trabajos.5
5 Estos cálculos se han realizado a partir del estudio de las contabilidades del mas Solei de San Salvador de Guardiola y el mas Noguera de Monistrolet de Rajadell entre 1770 y 1800, que eran propiedad de la Seo de Manresa y que cultivaban unas viñas de forma directa (Ferrer i Alós, 1987).
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El tipo de cepas no se define y se habla solamente de «buenos pies» y, si acaso, se precisa las que no se pueden plantar. Es posible, sin embargo, que a lo largo del siglo XIX las cepas que predominaran fuesen el sumoll para las tintas y el picapoll para las blancas, aunque las mezclas debían de ser muy frecuentes y dependían de las zonas. El vino que se producía mayoritariamente era clarete, y sólo en el caso de Artés se menciona «el vi daurat tipus Artés»,6 que se elaboraba a base de la uva picapoll. Según el tiempo que el hollejo fermentara con el mosto, el vino tenía más o menos coloración; después era trasvasado a las botas y se prensaba el hollejo del lagar. La única técnica de vinificación que se menciona, y parece que era mayoritaria, es el uso del yeso para clarificar el vino. Los avances del siglo XIX se redujeron en algunas propiedades a mejoras en la limpieza de los utensilios de vinificación, a que la vendimia llegara en el momento óptimo y al mismo tiempo, a no mezclar determinados tipos de uvas, a dejar separado el vino que se obtenía del prensado, etc. No parece que hubiera otro tipo de avances técnicos en la elaboración de los caldos. El vino no se envejecía. Los pequeños campesinos se veían obligados a vender el vino «a raig de tina», como decían popularmente, es decir, después de la primera fermentación en el lagar; los demás embotaban; y sólo los grandes propietarios podían guardar más tiempo la cosecha, a la espera de obtener mejores precios cuando el vino empezara a escasear en primavera. De todas formas, el vino tenía que estar vendido antes de la siguiente cosecha, ya que se tenía que hacer sitio en la bodega. La producción de aguardiente era una salida a las cosechas excesivas, y, aunque en el Bages había diversas fábricas de destilación (Ferrer i Alós, 1981), parece que la producción de destilado estaba muy lejos de la capacidad productora de otras comarcas como la del Alt Camp, que se especializó en este tipo de producción (Olivé i Ollé, 1981). Quemar vino en esta zona no era el objetivo principal; sólo se hacía para regular cosechas y para el consumo local o comarcal de aguardiente. Se sabe muy poco de la comercialización del vino en esta parte de Cataluña en el siglo XIX. No obstante, todo parece indicar que no cambió
6 Vinos dorados tipo Artés. Suponemos que eran vinos blancos elaborados a base de picapoll y guardados en las botas de las bodegas.
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respecto a siglos anteriores. Los arrieros y los negociantes, a menudo foráneos, llegaban a los pueblos, se ponían en contacto con el mesurador y se informaban de las producciones locales que podían comprar. Los negociantes locales se limitaban a ser grandes productores que conocían el mercado local y podían aprovecharse de las dificultades estacionales de los pequeños campesinos. En Manresa, la ciudad más importante y donde parece lógico que se desarrollara un comercio al por mayor de vinos, no figura ningún mayorista de vinos ni similar en las matrículas industriales del año 1861; habrá que esperar a la matrícula de 1889-1890 para encontrar seis vendedores de vino al por mayor, todos domiciliados en la misma calle.
4 En la segunda mitad del siglo XIX el viñedo empezó a ampliarse y su crecimiento se aceleró en la década de los setenta, hasta llegar a su máxima extensión a finales de los ochenta. Las 18.732 ha plantadas, según los amillaramientos de 1860, se convirtieron en 22.300 ha, según el Boletín Oficial de la Provincia de 1880, en 23.841 en 1889 en todo el partido judicial de Manresa y en 27.714, según la memoria de Roig i Armengol (1890). Hay datos contradictorios entre las fuentes, pero, en general, se puede afirmar que hubo una expansión muy significativa en el período prefiloxérico, aprovechando los altos precios alcanzados en estos años. El viñedo de la zona se situaba entre las 23.000 y 25.000 ha y había crecido sobre todo en aquellos pueblos donde el bosque era más abundante y había más tierras por cultivar. En las zonas del llano, la mayor parte de las tierras ya estaban ocupadas por el viñedo. Los amillaramientos de 1860 nos dan una fotografía aproximada de lo que suponía la especialización vitícola en la comarca cuando aún no había llegado a su máxima expansión. La viña suponía el 22,1% de la superficie total de la comarca, lo que equivale a decir que una de cada cinco hectáreas estaba plantada de este cultivo. El cereal ocupaba el 10,2%. Si nos referimos a la tierra cultivada, la viña cubría casi las dos terceras partes, exactamente el 63,5%. Un análisis municipal (ver mapa 1) muestra que la viña representaba el 50% de la tierra cultivada, excepto en seis municipios, dos de los cuales pertenecen a la subcomarca del
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Moyanés, donde la viña era inexistente, y en los otros cuatro llega al 40%. La máxima intensidad del viñedo se daba en la parte oriental de la comarca, en el Pla de Bages y los valles del Llobregat, Calders y la parte baja del Cardener. En esta zona se supera el 65% de la tierra cultivada. Suele haber una coincidencia entre el área cultivada y la extensión de la viña, lo que indica que el incremento de los cultivos se lograba plantando viñas, mientras que el cereal se mantenía estancado en los alrededores inmediatos de las masías (Ferrer i Alós, 1998).
MAPA 1 LA VIÑA EN LA COMARCA DE BAGES EN EL AÑO 1860 (% SOBRE TIERRA CULTIVADA)
0% - 15% 15% - 30% 30% - 45% 45% - 60% 60% - 75% 75% - 90% 90% - 100%
Los beneficios que proporcionaba el viñedo debieron de ser realmente altos en la segunda mitad del siglo XIX y beneficiaron a todos los grupos sociales. La contabilidad del mas Paloma de Artés muestra que los períodos más rentables fueron el de 1876-1880, cuando se obtuvieron 1.008 duros de renta anual, el de 1881-1885, con 735,2 duros, y el de 1866-1870, con 731 duros. En el quinquenio 1886-1890 se redujo a 503,2 duros. El mínimo del período estudiado se produjo en 1901-1905, con 306,7 duros. De ello se desprende que entre 1866 y 1885, el viñedo del Bages vivió unos años de prosperidad que alcanzó tanto a propietarios como a aparceros.
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Este bienestar se nota también en otros indicadores sociales: algunos pueblos vitícolas como Navarcles o Artés —y seguramente algunos otros— crecen urbanísticamente y se observan mejoras en las casas de los campesinos. Del mismo modo, las dotes que reciben las hijas de las masías con amplia producción vitícola aumentan desmesuradamente en estos años. Desconocemos hasta qué punto dicho crecimiento afectó a la estructura comercial y si se colocó el vino en nuevos mercados. Cabe suponer que el mercado tradicional de «la montaña» siguió fiel a la comarca, pero el incremento de la extensión no podía ser absorbido por comarcas con un crecimiento demográfico relativamente débil. Hay que pensar que una parte importante de los caldos se orientara hacia el mercado francés, si bien no tenemos noticias de ello. La aparición de negociantes al por mayor en Manresa, por primera vez en la matrícula industrial de 1889-1890, domiciliados todos en la misma calle, puede indicar algo en este sentido.
5 Antes de la aparición de la filoxera, el viñedo del Bages empezó a enfrentarse a nuevas plagas que requerían tratamientos antes desconocidos y que encarecían su cultivo. El oídio apareció primero y obligó a los campesinos a ensofrar (polvo de azufre) las viñas; después llegó el mildíu, lo que constituyó un grave perjuicio antes incluso de la llegada de la filoxera, hasta que se generalizó el uso del sulfato de cobre. Al mismo tiempo, el pedrisco, un fenómeno natural que se producía en verano y causaba graves estragos en el viñedo, parece que se intensificó, si hacemos caso de las numerosas referencias que aparecen en la época. La filoxera llegó cuando el viñedo ya empezaba a tener dificultades y a retroceder en determinados lugares a causa de estas plagas. En Santa María de Oló se abandonaron 96,7 ha entre 1879 y 1887. La filoxera aún no había llegado. La filoxera se presentó en los primeros municipios entre 1889 y 1890 y se generalizó a partir de 1892. Según el mapa de la invasión filoxérica de 1892, había 15 ha destruidas y 81 atacadas. Era poco en relación con lo plantado, pero la invasión ya había empezado. En los años siguientes fue llegando a todos los rincones.
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La filoxera ayudó a clarificar el tema de la propiedad. A partir de la puesta en marcha de la contribución territorial derivada de la elaboración de los amillaramientos, empezó a surgir el conflicto entre aparceros y propietarios sobre qué debía asumir cada parte. Sin embargo, el problema de fondo era la propiedad, ya que los cambios que se habían producido durante la revolución liberal habían dejado el tema abierto en Cataluña, precisamente por el encadenamiento de dominios que se encontraban sobre la tierra: si el que poseía el dominio útil de una masía se convertía en propietario absoluto a costa del que poseía el dominio directo, no había razón para que el rabassaire no se convitiera también en propietario, pues tenía el dominio útil que le había cedido otro dominio útil. En la segunda mitad del siglo XIX, con el surgimiento de ideologías igualitarias, el tema de la propiedad empezó a complicarse. Los aparceros utilizaron algunas leyes favorables de la I República para consolidar sus derechos (por ejemplo, inscribir sus derechos en los amillaramientos) y los propietarios firmaron contratos nuevos que eliminaban aquellas cláusulas que implicaban la cesión del dominio útil, e intentaron reinterpretar los antiguos para evitar que los aparceros se hiciesen con la propiedad. Mucho antes de la llegada de la filoxera hay noticias de recompra del dominio útil por parte de algunos propietarios de viñas que se arrancaban. También hay noticias de reclamación en los juzgados y desahucios de rabassaires, que apuntan hacia un incremento del malestar general. La filoxera resolvió el problema. El contrato de rabassa morta preveía que la tierra retornara al propietario una vez las cepas murieran, y esto es lo que ocurrió con la plaga. Muertas las cepas, acabado el contrato, retorno de la tierra y punto final del conflicto jurídico con los aparceros. Los apéndices de amillaramientos y algunas documentaciones privadas permiten reconstruir este proceso y se puede afirmar que, poco a poco, la tierra pasó al antiguo propietario, que tenía así las manos libres para cederla de nuevo en otras condiciones.7 Este proceso tenía que dejar necesariamente
7 En la reconstrucción del retorno de tierras que hemos llevado a cabo para el municipio de Santpedor, se observa que entre 1891 y 1910 los propietarios recuperaron el 66,3% de las parcelas que en el pasado se cultivaban a rabassa morta, variando la intensidad de uno a otro propietario. En el mas Paloma de Artés el propietario recuperó 24 parcelas (el 70,6% de las parcelas) y no sabemos qué pasó exactamente con el resto.
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un profundo resquemor y odio hacia los propietarios, que utilizaron la plaga para dejar bien claro quién era el propietario en la zona, al margen de cualquier pronunciamiento legal. Habrá que esperar a la Guerra Civil para que el conflicto se encone de nuevo con reivindicaciones claramente políticas. No parece que en ningún caso los propietarios dudaran de que la viña tenía que replantarse; tenían claro que el sistema era válido en general, si bien debía cambiarse la formulación jurídica. Así pues, se mantuvo el largo plazo (fijado de forma concreta en 50/80 años), se pagaba la cuarta parte (antes de la filoxera se había generalizado el tercio en muchos lugares), las contribuciones eran asumidas por el propietario, no había entrada pero se pagaba una cantidad fija por cada cuartera de tierra, debía llevarse la vendimia a la casa del propietario, se mantenía la figura del «pesador»8 para hacer las partes, se regulaba como siempre la forma de empezar la vendimia y el propietario se reservaba también el pasto de las hierbas, la orientación de los caminos y el derecho de prelación si el aparcero vendía los derechos. Los cambios respecto al antiguo contrato eran mínimos, pero ya no se hablaba de rabassa ni de enfiteusis sino de arrendamiento. El cambio eliminaba la posibilidad de que el aparcero reivindicara la propiedad de la viña, aunque la filosofía general de cultivo era la misma que antes. La nueva viticultura surgida tras la filoxera implicaba algunos cambios en el cultivo (plantación con portainjertos, nuevos tratamientos fitosanitarios que antes no se hacían y que significaban un incremento del coste, viñas con una duración menor…), que no supusieron cambios en el contrato. En realidad, los nuevos arrendamientos eran calcados a las antiguas rabassas, si bien las condiciones contractuales eran menos duras para compensar las nuevas plantaciones, y la nueva viña requería más trabajo y más inversión. Lo que transformó el cambio técnico fue la vinificación, que, como hemos visto, se realizaba en casa de cada productor, aunque en el Bages se tardó en alterar esta práctica. En las conferencias que se pronunciaban en los pueblos, así como en las revistas y manuales, se hablaba de nuevas técnicas vinícolas que el pequeño productor no podía asumir, por lo
8 Esta figura se contemplaba en todos los contratos de rabassa y pretendía evitar los fraudes a la hora de dividir las partes de frutos. El jornal del pesador era asumido por el propietario, y el rabassaire tenía que «hacerle la vida», es decir, darle de comer y beber. Su función era pesar la vendimia y repartir según el contrato.
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que era necesaria la cooperación para elaborar vinos homogéneos y de buena calidad. La cadena tradicional acabó rompiéndose por este lado y no por los métodos de cultivo. ¿Cedieron los propietarios la tierra a los mismos rabassaires de antes de la filoxera? Sabemos poco de este tema. En dos casos en que conocemos los aparceros de antes y de después, se tiene la impresión de que hubo una profunda renovación en cada finca y de que los aparceros nuevos eran los antiguos rabassaires de otras masías. Pero aún falta mucho por investigar.
6 Las riberas de la comarca de Bages se llenaron de fábricas a lo largo del siglo XIX, siendo el trabajo en las nuevas fábricas la principal ocupación de las mujeres, las hijas y los hijos varones, en tanto que el padre de familia se reservaba el trabajo en las viñas, que eran cultivadas en aparcería. Las consecuencias demográficas de la filoxera fueron menores a las de otras zonas, ya que la crisis sólo afectó a la viña y esto convirtió a la mujer en el sostén de la casa a través del sueldo que recibía por su trabajo en la fábrica. A pesar de ello, la población se mantuvo prácticamente estancada entre 1887 (66.152 habitantes) y 1910 (67.832 hab.). Un análisis más minucioso por municipios muestra muchos matices: desde pueblos que crecieron por la implantación de nuevas fábricas a otros en que la población se estanca pero los saldos migratorios son contradictorios según los decenios, sin olvidar aquellos otros en que desciende por ser municipios claramente rurales. Una aproximación microhistórica a los casos de Santpedor, Navarcles, Artés y Santa María de Oló permite observar una reducción acelerada de la natalidad a partir de 1887, en que todavía se sitúa alrededor del 40‰, para reducirse en mas de 10 puntos en el año 1900. ¿Puede interpretarse que las parejas decidieron reducir el número de hijos a partir de la crisis filoxérica? Algunos de dichos pueblos tienen tasas de crecimiento vegetativo negativo en estos años, ya que se registran más defunciones que nacimientos. En el caso de Navarcles también se ha podido estudiar el retraso en la edad de matrimonio: los hombres pasaron de casarse a los 25,6 años a hacerlo a los 27,1 y las mujeres de 23,2 a 25. De la misma manera, se redujeron los matrimonios en un 30% de 1881 a 1910. Todo ello son
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indicios de las estrategias adaptativas que pusieron en marcha las familias campesinas para enfrentarse a las dificultades que conllevaba la llegada de la filoxera.
7 ¿Cómo era la viticultura surgida de la filoxera? Los datos indican que se empezó a replantar casi inmediatamente, y, sin ninguna duda, se utilizó la plantación con pies americanos. Sabemos que a finales del siglo XIX se utilizó la variedad riparia de Millardet, pero en el año 1929 se habían generalizado el rupestris lot, el riparia rupestris y, en menor medida, el aramón. A estos pies se les injertaron las variedades locales conocidas como sumoll y mandó en uvas negras, y la malvasia, malvasia roja, pansa valenciana, macabeu, picapoll, xarel·lo en uvas blancas. Algunas de estas variedades eran nuevas en la zona, según se desprende de una relación de variedades de 1901 en que se especifica el carácter experimental. Parece, pues, que se produjo una simplificación de variedades que podía ayudar a hacer más homogéneo el proceso de vinificación. La adaptación de portainjertos y de variedades se llevó a cabo mediante la experimentación local divulgada con los nuevos instrumentos colectivos que se pusieron en funcionamiento. Aunque en el año 1929 se cita la estercoladura como la forma más generalizada de abonado de las viñas, la falta de materia orgánica animal mantenía aún vivas las prácticas tradicionales de enterrar restos vegetales entre las hileras de las cepas. El marco de plantación era de 1,6 a 2 m entre hileras, y de 1 a 1,2 m de cepa a cepa, el mismo que las viñas plantadas de este modo en los siglos anteriores. La nueva viña requería nuevos trabajos, algunos de ellos bastante costosos. En la plantación se tenían que injertar las variedades locales en el pie americano, y para combatir el mildíu y el oídio debían sulfatarse y tratarse con azufre las viñas. Estos costes llevaron a los aparceros a solicitar la reducción de las partes de frutos que pagaban a sus propietarios en el mas Paloma en 1919, y en el mas Roqueta acabaron pagando la sexta parte, en lugar de la cuarta tradicional. Los datos sobre rendimientos son muy escasos y de escasa fiabilidad, ya que no proceden de estudios sobre explotaciones reales. En el año 1890
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se podían calcular unos rendimientos de 18 hL/ha. En 1922, si aceptamos que el partido judicial de Manresa produjo 923.366 hL de mosto, obtenemos unos rendimientos de 39,46 hL/ha. En 1969 eran entre 40 y 50 hL/ha, algo superior a los de los años veinte. Todo parece indicar que estamos ante una nueva viticultura que demandaba más trabajo en planta, más costes por los tratamientos fitosanitarios, un incremento de la estercoladura. La consecuencia de todo ello fue un incremento notable de los rendimientos.
8 Los tópicos sobre la filoxera plantean que la superficie se redujo drásticamente después de la plaga, e incluso se sugiere que fue el origen de la decadencia de la viticultura en la zona. Esta idea deriva de algunas descripciones de los años veinte y de la comparación entre los datos de los amillaramientos de 1860 y 1940, de la que se deduce que la superficie vitícola disminuyó considerablemente. Sin embargo, el Avance estadístico de 1922 muestra que las hectáreas plantadas ese año eran las mismas que las del Avance de 1889, un poco antes de la llegada de la filoxera a la zona. Ello ocurría también en algunas partes de la provincia de Barcelona, lo que parece indicar que el viñedo se recuperó en su totalidad en las dos primeras décadas del siglo. Es posible que se abandonaran viñas en los pueblos más montañosos y, en cambio, se incrementaran en el llano, pero la falta de datos municipales hace difícil profundizar en esta hipótesis. El viñedo en la comarca de Bages empezó su decadencia a partir precisamente de los años veinte, que fue el momento en que se empezaron a abandonar viñas de forma masiva, de tal manera que en la década de los cuarenta la extensión vitícola se había reducido a una cuarta parte. La baja en los precios, las alternativas laborales que se producían en la comarca y el endurecimiento del conflicto rabassaire llevaron a los campesinos a abandonar las primeras viñas plantadas después de la filoxera. La comercialización del vino del Bages siempre fue una actividad controlada desde fuera, y ello no cambió en las primeras décadas del siglo. El mesurador pasaba a ser la figura clave en los pueblos para orientar las ventas y convertirse en intermediario local. Su poder derivaba del arriendo
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municipal de la medida del vino para recaudar dinero en las transacciones vitícolas, lo que hacía difícil crear un grupo de comerciantes fuerte capaces de empezar el proceso de transformación real de la viticultura. El mesurador se aprovechaba del conocimiento del mercado local cuando lo era, pero poca cosa más. En Manresa empezaron a surgir algunos mayoristas autóctonos que aprovechaban un mercado urbano consumidor en expansión. Compraban a los campesinos de la comarca y vendían en la ciudad a particulares y tabernas. Apenas sí apareció gente nueva en el siglo XX. La elaboración tuvo siempre un carácter marginal en su caso, y cuando el vino de la comarca empezó a escasear por el abandono del viñedo, fueron a comprar vino a otros mercados para abastecer la red comercial que habían creado.9 El arranque del viñedo afectó poco su actividad comercial.
9 En la Cataluña interior la crisis finisecular no dejó indiferentes a los campesinos, que iniciaron un complejo proceso de asociación y de desarrollo de iniciativas cooperativas con el objeto de reducir costes y mejorar la productividad. En enero de 1900 se fundaba el Gremi d’Agricultors de Manresa, bajo protección de la Iglesia pero con la finalidad de defender los intereses de los agricultores. En su seno aparecieron secciones dedicadas a garantizar un pequeño subsidio al agricultor que estaba enfermo, a crear un seguro para los incendios en el campo, a promover un foro de experiencias agrícolas, fomentar la plantación de frutales, etc. En Navarcles surgió el Gremi d’Agricultors de Navarcles, con el objetivo de realizar compras en común de sulfato de cobre y otros productos, de organizar turnos para trabajar la tierra de los campesinos enfermos, de estudiar la posibilidad de fundar un caja rural, etc. En Santpedor se creó el Centre Agrícola de Santpedor; en Artés, el Sindicat Agrícola d’Artés, seguramente entre muchos otros, y con el fin de traba-
9 Éste es el caso de la empresa de Ramon Roqueta creada en Manresa por un segundón de una masía de Horta de Avinyó, que se dedicaba a la comercialización de los vinos de la comarca y otros productos. En los años cuarenta se encontró sin proveedores locales y, para mantener su red comercial, tuvo que buscar vinos en otras zonas, especialmente la Mancha.
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jar para defender los intereses de los campesinos. En el año 1905 se fundó la Cámara Oficial Agrícola del Pla de Bages, con representantes de 33 pueblos de la comarca; asimismo, se creó un laboratorio químico y una sociedad de seguros, se editó una revista y se constituyó un sindicato vitícola, que tenía como finalidad la destilación de vinos para la obtención de alcohol. La importancia vitícola de la comarca determinó que estas entidades se preocuparan especialmente de los problemas vitícolas: organizaron conferencias de divulgación que se publicaron en distintas poblaciones; editaron revistas —La Pagesia en Manresa, Sol Ixent en Navarcles…—, con extensos artículos sobre cómo mejorar la producción y elaboración vitícola; llegaron a publicar pequeños libros de análisis de los vinos de la zona y propuestas para mejorarlos; hicieron compras en común de abonos y sulfato de cobre para reducir los precios; compraron máquinas de destilar para quemar vino y obtener alcoholes… La iniciativa más importante en este sentido fue la constitución en 1912 del Sindicat Agrícola del Llobregat de Bages, que asociaba a campesinos de distintos municipios para quemar vinos y producir alcohol y que funcionó hasta la postguerra. El movimiento era interclasista y solía estar dirigido por los campesinos medianos de la población, aquellos para quienes la viticultura era fundamental para su subsistencia y pervivencia social. Con el tiempo, estos sindicatos se convirtieron en los transmisores de las reivindicaciones del sector vitivinícola y colaboraron en la organización de movilizaciones frente a las políticas gubernamentales. Así, la Unió de Vinyaters de Catalunya aparece en la comarca en el año 1912 y está intimamente relacionada con la Cámara, controlada básicamente por los propietarios. A menudo los dirigentes de la Unió eran distintos a los de los sindicatos, pero compartían local y también dirigentes. Habrá que esperar a los años veinte para que se produzca poco a poco una ruptura y la solución de los problemas vitícolas se vea, no como una lucha contra el Gobierno que toma medidas contra los intereses del sector, sino como un conflicto entre propietarios y aparceros. El problema tomará otro rumbo en la II República; la Mutual Agraria se activará como entidad defensora de los intereses de los propietarios y aparecerá la Unió de Rabassaires. En los pueblos, los sindicatos locales reflejaron esta división y estuvieron controlados por unos u otros.
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10 La elaboración del vino continuó siendo una tarea de cada campesino, aunque cada vez llegaba más información sobre nuevos métodos y surgía la conciencia de que la elaboración debía hacerse en común para reducir costos y, sobre todo, garantizar una mínima calidad. Los conferenciantes que se pasearon por el Bages en los primeros años del siglo lo explicaron una y mil veces. Los campesinos se asociaron para comprar en común, para quemar vino y obtener alcohol, pero la cooperativa vitícola tardó en llegar, a diferencia de lo que ocurrió en otras zonas de Catalunya. La primera en concretarse fue la de Santpedor, y nació ligada al sindicato local. En 1917 se dieron los pasos iniciales, pero la primera elaboración en común no se realizó hasta 1926. La iniciativa fue un éxito, ya que se elaboraron 6.622,3 hL de vino, la mayor parte del que se producía en el municipio. Los campesinos sabían en estos años que o elaboraban en común o acabarían abandonando la producción. La segunda experiencia se produjo en Salelles, una pequeña aldea que ni siquiera tiene ayuntamiento y pertenece a Sant Salvador de Guardiola. La iniciativa surgió del Sindicat Agrícola Catòlic y las primeras noticias datan del año 1918. Fue en el mes de julio de 1926 cuando se aprobaron los estatutos de la Bodega Cooperativa, y 58 socios entraron 541.620 kg de vendimia en 1927. No eran muchos socios, pero con el tiempo la Bodega fue recogiendo toda la vendimia de la zona. En Artés surgió la experiencia más importante. En 1914, el presidente del Sindicato Agrícola Catòlic hablaba de construir bodegas para la elaboración de vino en común, pero la experiencia se redujo a realizar mezclas de vinos ya elaborados y a algún tipo de comercialización conjunta. No duró mucho. Se tuvo que esperar al año 1935 para que 84 socios aportaran 1.066.348 kg de vendimia para elaborar en común e iniciar la experiencia del Celler Cooperatiu de Artés. No surgió ninguna experiencia más. Navarcles intentó hacer algo parecido después de la Guerra Civil, pero ya era demasiado tarde. De la cronología en la creación de las bodegas cooperativas se deduce su carácter tardío. Llevó más de veinte años, a partir de las propuestas de los técnicos, en concretar los proyectos, y, por otro lado, eran muy pocos los viticultores asociados. ¿Por qué en el Bages se había producido este retraso y
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el movimiento cooperativo era tan débil cuando el asociacionismo apareció con fuerza a principios de siglo? La explicación debe buscarse en las características específicas de la viticultura del Bages. Era una vitivinicultura sin estructura comercial, ya que desde siglos atrás eran los arrieros foráneos los que iban a la comarca a comprar vino. En el momento en que las redes de transporte (por ferrocarril o carretera) permitieron llevar vino de cualquier parte a las zonas del interior, que eran mercado cautivo hasta entonces, los viticultores bagenses se mostraron incapaces de orientar la producción hacia otros lugares. El retraso en el movimiento cooperativo, una de las pocas soluciones al problema, se explica precisamente por la falta de necesidad y la seguridad en la colocación de los caldos. No podemos olvidar que en la zona había trabajo alternativo en el sector textil y, poco a poco, en las profesiones de nueva creación. Si hasta entonces el trabajo en la viña era cosa de hombres y la fábrica cosa de mujeres y niños, el modelo empezó a cambiar y los hombres empezaron a incorporarse a nuevos trabajos y a abandonar las viñas.
11 El fin del modelo empieza precisamente en los años veinte, y es el momento en que las viñas se abandonan y se crean las tres bodegas cooperativas que se convertirán en un elemento clave para el mantenimiento de la viticultura en la postguerra. A partir de los años cuarenta las tres bodegas se harán con casi toda la vendimia, y en los sesenta vivirán los momentos de máximo esplendor, sencillamente porque los campesinos dejarán de elaborar y lo harán en común las bodegas. La bodega de Santpedor mantuvo su carácter local y alcanzó el máximo en entrada de vendimia en el año 1944 con 1.660.000 kg. Desde entonces se mantuvo en el millón de kg y empezó a descender a partir de los setenta hasta su cierre definitivo. La cooperativa de Salelles acabó recogiendo toda la vendimia de los pueblos próximos a su zona, lo que le llevó a incrementar el número de socios hasta el año 1975, en que se logró la máxima entrada (1.840.000 kg), para empezar un lento declive que se agudizó en la década de 1980. El Celler de Artés atrajo también a todos los viticultores de los pueblos de los alrededores y llegó al número de
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socios más alto en 1965. En 1963 entraron 4.977.000 kg, que fue la cantidad máxima alcanzada; a partir de entonces se redujo de forma continuada. Después de la brutal reducción de los años veinte y treinta, las viñas aguantaron en las 5.800 ha hasta el año 1956. A partir de entonces la reducción fue imparable hasta casi su desaparición: 3.002 ha en 1969, 2.228 en 1980, 1.033 en 1982, 494 en 1989. Los recuentos, efectuados a menudo con intereses por medio, ofrecen resultados contradictorios, pero es evidente que en los años ochenta la viña bagense era residual y no tenía nada que ver con el esplendor de los siglos XVIII y XIX. Los datos de las bodegas cooperativas camuflan esta realidad, ya que se conviritieron en el refugio de los viticultores que quedaban y, por ello, crecieron hasta los años sesenta, que fue cuando vivieron los mejores momentos. Fuera de estos circuitos ya no había viticultura. A partir de los años setenta, los viticultores que llevaban el vino a las bodegas también arrancaron sus viñas, y ello se notó en la cantidad de vendimia entrada.
12 Las bodegas cooperativas se limitaron a elaborar vino común, a satisfacer el mercado comarcal y a extender su venta en comarcas vecinas. En ningún momento se preocuparon por especializar la producción ni se planteó seriamente la denominación de origen, ni surgieron cosecheros particulares capaces de generar algún tipo de marca. Los comerciantes de Manresa, herederos de los que existían a principios de siglo, se limitaron a substituir el vino local por vino foráneo para satisfacer la red comercial que habían organizado. En este contexto, el precio que eran capaces de pagar las bodegas cooperativas no sólo se estancó sino que redujo poder adquisitivo claramente a partir de los años setenta, mientras que los salarios reales pagados en la industria textil —la mayoritaria en aquella época en la comarca— se incrementaron notablemente y eran los más bajos de la actividad industrial. Las nuevas industrias instaladas en el Bages en los años sesenta dieron la última estocada a la viticultura: los hombres se pasaron a la industria; las viñas requerían demasido tiempo y cuidados y rendían demasiado poco. El
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abandono fue una práctica habitual. Todo indicaba que el viñedo bagense acabaría así su historia.
13 Epílogo. Puede parecer una sorpresa, después de lo que aquí se ha expuesto, encontrarse con la noticia que se produjo en el año 1995 de que los vinos de esta zona fueron reconocidos con la denominación de origen Pla de Bages. En la década de los ochenta, la familia Roqueta, dedicada desde principios de siglo a la comercialización de vinos, primero de la comarca y después de otras zonas vitícolas, decidió experimentar con nuevas variedades en su masía de Avinyó. Éste es el punto de partida de la reconversión del viñedo hacia una producción de calidad, que han seguido algunos particulares y, en parte, dos de las bodegas de la comarca. La extensión de viñedo apenas sí supera las 300 ha y se ha convertido en un renacimiento de la viticultura de la comarca. Pero ésta es otra historia que se escapa del panorama que hemos querido mostrar en el presente trabajo.
CAMBIO TÉCNICO EN LA VITIVINICULTURA ARAGONESA, 1850-1936: UNA APROXIMACIÓN DESDE LA TEORÍA DE LA INNOVACIÓN INDUCIDA1 Vicente Pinilla Navarro Universidad de Zaragoza
El objetivo central de este trabajo es explicar por qué en la vitivinicultura aragonesa coexistió, desde mediados del siglo XIX hasta 1935, una secuencia relevante de cambios en las técnicas de cultivo y sobre todo en las variedades cultivadas, que exigió significativos volúmenes de inversión de capital, con una relativa atonía en las técnicas de vinificación. Debemos encontrar, por lo tanto, un conjunto de variables explicativas que nos permitan comprender simultáneamente ambos fenómenos. Enmarcaremos el trabajo en el paradigma de la teoría de la innovación inducida, que, en mi opinión, nos ofrece un esquema válido para dar respuesta a las preguntas planteadas.
1 Deseo agradecer la colaboración de Laura, Leo y Lucrecia Lalanne, Isidro Aguilera, José Miguel Lana y Luis Germán, que me ha facilitado generosamente las estadísticas de la Compañía de Ferrocarriles del Norte de España. El trabajo se ha beneficiado de los comentarios realizados por los asistentes al Seminario «La vid, el vino y el cambio técnico en España, 1850-1936» (Vilafranca del Penedés, junio de 1999) y al Seminario de Historia Económica de la Universidad de Zaragoza (mayo de 1999). Los errores y deficiencias que restan son de mi exclusiva responsabilidad.
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El esquema que utilizaré parte de una breve descripción de los cambios que experimentó la viticultura y del relativo estancamiento en las técnicas de elaboración del vino, para plantear seguidamente el marco teórico de referencia y analizar desde éste las distintas variables que pudieron determinar dichos cambios o su ausencia.
1. Cambio técnico en la viticultura aragonesa Los cambios que tuvieron lugar en el período expansivo de la vid, que abarca desde 1850 hasta la filoxera, estuvieron esencialmente limitados a la lucha contra algunas nuevas enfermedades que afectaron al viñedo aragonés, como el oídio y el mildíu. Sin embargo, la plaga filoxérica obligó a la total reconstitución de aquél, lo que exigió una inversión elevada, la mejora en las técnicas de cultivo y la utilización de nuevos inputs como los abonos inorgánicos. Para la lucha contra las nuevas plagas, lo más significativo fue el intento de plantar variedades más resistentes y la utilización de métodos químicos para combatirlas. La inmediatez de los resultados obtenidos favoreció claramente la amplitud de estos cambios, que, aun cuando fueron extendiéndose, tardaron bastantes años en generalizarse. En el primer sentido, debemos destacar la expansión que la variedad garnacha consiguió en el viñedo aragonés, frente a otras tradicionales, como consecuencia de su mejor resistencia frente al oídio y, a la vez, de su muy adecuada adaptación al medio árido predominante en buena parte de Aragón y a los suelos pobres que tanta importancia tenían en algunas comarcas vitícolas. El que se produjeran a partir de la garnacha vinos de fuerte graduación, aunque no de óptima conservación, muy adecuados para coupages, favoreció también su expansión cuando comenzaron a incrementarse las exportaciones a Francia. Estas características le aseguraron también que durante la reconstitución postfiloxérica continuara siendo la vinífera preferida para injertarse sobre pies americanos.2 Como consecuencia, la garnacha llegó a ocupar una parte muy mayoritaria del viñedo aragonés.3 2 Lapazarán (1915), p. 112; Zamboray y Marraco (1914), p. 328. 3 En Zaragoza un 76% del viñedo existente en 1982 y plantado antes de 1935 correspondía a esta variedad. En Huesca y Teruel era alrededor del 40%. Pinilla Navarro (1995b), p. 228.
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También en lo relativo a la difusión de nuevos inputs con los que hacer frente a las plagas, lo más importante fue una lenta pero progresiva generalización de las prácticas de azufrado para combatir el oídio y de utilización del sulfato de cobre contra el mildíu. Pero, sin ninguna duda, lo que podemos considerar como el cambio más trascendental que experimentó la viticultura aragonesa, fue la necesidad de enfrentarse al reto planteado por la invasión de la plaga filoxérica. Ello exigió replantar todo el viñedo filoxerado con patrones americanos, inmunes a la plaga, sobre los que se injertaban las distintas variedades europeas. Los nuevos pies requerían mayores cuidados que los que recibía tradicionalmente la vitis vinifera europea. En consecuencia, la reconstitución hizo necesario, además de cantidades importantes de capital, un caudal de nuevos conocimientos técnicos, tanto para replantar el viñedo e injertar como para cultivarlo posteriormente. La reconstitución tuvo una importancia muy desigual en el conjunto de Aragón. En la década de los treinta la superficie de viñedo existente era sólo un 59% del máximo alcanzado en 1900.4 Ésta se concentró especialmente en aquellas comarcas que tenían una mayor tradición vitícola, y también en las que más intensamente habían participado del auge vitícola. Los portainjertos empleados fueron en primer lugar híbridos francoamericanos aramón y mourviedro, que dieron muy malos resultados por su insuficiente resistencia a la filoxera, lo que llevó a que se utilizaran tras ese fracaso sólo pies americanos. El rupestris de lot fue finalmente el pie preferido, sobre todo por su gran resistencia antifiloxérica y gran adaptabilidad a diversos terrenos, siguiéndose en este sentido una pauta común al conjunto del valle del Ebro.5 Es interesante destacar que los nuevos pies exigían mayores cuidados por parte de los agricultores, siendo también importantes las necesidades de determinados aperos para llevar a cabo las labores de desfonde y replantación. Por esta razón, los nuevos y más perfeccionados arados, como los diversos tipos de vertedera, se expandieron en zonas vitícolas como Cariñena. También fue necesaria una mayor utilización de abonado, para 4 En Huesca era el 36%, en Teruel el 58% y en Zaragoza el 72%. 5 Gallego Martínez (1986), p. 395. En las tres provincias el rupestris de lot ocupaba entre un 65% y un 90% del viñedo existenten 1982 y plantado antes de 1935, Pinilla Navarro (1995b), p. 228.
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lo que se usaban tantos abonos orgánicos como inorgánicos, y regularizar la utilización de plaguicidas e insecticidas ya conocidos y empleados. Estos mayores cuidados dados al viñedo generaron cierto incremento de la producción de uva por hectárea, tras la caída experimentada coincidiendo con la filoxera y la lenta recuperación posterior, por cuanto el viñedo reconstituido tendía a dar inicialmente cosechas pequeñas. Sin embargo, la mala coyuntura que atravesó el vino desde mediados de los años veinte implicó un descuido de labores para tratar de compensar, ahorrando costes, la caída de los precios, lo que hizo descender dichos rendimientos.6 CUADRO 1 PROMEDIOS QUINQUENALES DE LOS RENDIMIENTOS AGRÍCOLAS DEL VIÑEDO (q por ha )
Años
Huesca
Teruel
Zaragoza
España
1898-1900 1901-1905 1906-1910 1911-1915 1916-1920 1921-1925 1926-1930 1931-1935
24,23 18,50 19,89 16,70 23,60 22,02 19,48 14,81
22,12 21,42 21,26 18,32 18,29 19,45 16,11 17,09
23,60 17,80 19,23 18,76 22,33 24,45 14,91 16,49
25,35 22,28 19,75 20,49 30,15 29,00 25,88 22,34
FUENTES: Para Aragón, Pinilla Navarro (1991), p. 435; para España, Gallego Martínez (1986).
2. El estancamiento en las técnicas de elaboración del vino En la elaboración del vino, y antes de que se produjera el boom de exportaciones a Francia, las técnicas utilizadas eran enormemente tradicionales, pudiéndose destacar como rasgos principales de aquéllas la escasez de atención a una vendimia adecuada (madurez de la uva, selección
6 Idénticas opiniones para otras zonas, en Gallego Martínez (1986), p. 530, Zapata Blanco (1986), pp. 1138-1139, y Pujol Andreu (1988), pp. 525-526.
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según madurez de variedades y campos), muy poca higiene de los lagares donde era pisada la uva, escasa separación de los mostos por calidades (excepto en Borja y Cariñena), interrupción de la fermentación por llenarse algunos lagares grandes en varios días, escasa ventilación de las bodegas, lo que generaba fermentaciones poco tumultuosas y sujetas a fermentaciones extrañas a la vínica, escasa o nula atención a la crianza de los vinos, y enyesado de los vinos para conseguir un vino de color más intenso y de más graduación. En definitiva, vendimia poco cuidada, deficientes técnicas de elaboración y falta de tiempo en ésta. Los cambios recientes con respecto a los métodos tradicionales, si habían tenido lugar, eran sumamente limitados. Así, en Borja la excavación de bodegas en el común de la localidad había supuesto una mejora en las posibilidades de conservación de los vinos, ya que en ellas la estabilidad de la temperatura a lo largo del año era notable (ver cuadro 3, infra, p. 100). Además, la elaboración del vino fuera de las casas pudo mejorar también el producto obtenido, al evitar la posibilidad de que el vino se contaminara en su momento inicial de olores producidos por el ganado, que normalmente permanecía en el mismo lugar donde antes se elaboraba (López Larraga, 1873). Como consecuencia, el vino que se elaboraba tenía una calidad deficiente; en esto coinciden los numerosos testimonios contemporáneos. Así, en 1877, el dictamen del jurado de la Exposición Vitícola Nacional era especialmente duro con los vinos que se habían presentado de Zaragoza: El defecto principal de la producción que nos ocupa es las malas condiciones en que la primera fermentación se verifica y el modo como el caldo se conserva. Comienza aquélla con elevada temperatura, por lo regular, y acaba muchas veces por paralizarse por una baja repentina. De aquí el que la mayor parte de los vinos del año sean dulces, y que, en cuanto vuelve el calor, se desarrolle una nueva fermentación tumultuosa, que costaría siempre la pérdida del producto, si no fuera tanta en muchos casos la calidad del mismo. Muchos son los ejemplares, además, que tienen olor y sabor desagradables, debido a la poca limpieza de los vehículos y auxiliares de transporte de las uvas, y a que las bodegas están situadas muy cerca de sitios donde las emanaciones amoniacales son frecuentes. Nótase asimismo una falta grandísima de limpieza en las vasijas, resultando que muchos ejemplares han perdido su valor comercial por el sabor y olor húmedo o enmohecido que adquieren; y aunque el primero, cuando es ligero, puede hacerse desaparecer, o cuando menos disimularse en las manipulaciones, produce siempre una baja considerable en el valor del producto.7
7 Estudio sobre la Exposición Vitícola Nacional de 1877. Madrid, 1878, p. 225.
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Propiedad, explotación y cambio técnico La opinión que los caldos oscenses merecían no era mucho mejor: […] y en la elaboración de los caldos un abandono extraordinario, causa del mal estado de los productos sometidos al examen del Jurado. La primera fermentación se realiza en malas condiciones, y en general ha sido interrumpida; y las vasijas acusan una falta de limpieza extremada, así como se nota la casi carencia de trasiegos.8
Las respuestas de las diversas localidades al interrogatorio vinícola de 1884 coincidían también en el escaso cuidado que había en la elaboración de los vinos.9 En ninguna parte se realizaba una crianza de los vinos, sino que a lo largo del año se vendían en cuanto estaban en condiciones adecuadas. Como se afirmaba en Cariñena, «la crianza de los vinos redúcese a depositarlos en las cubas hasta que llega el momento de la venta».10 En la última década del siglo, persisten comentarios similares en autores como Sagols, que habla del sistema «malo y sucio» de elaboración de los vinos, Tutau, que se refiere a la mala elaboración que se realizaba en Cariñena, o Tobella, que se queja de las malas condiciones de las bodegas por carecer de la temperatura adecuada, de la falta de conocimientos y la escasez de higiene, aludiendo a la misma comarca.11 Los cambios que impulsaron los bodegueros y comerciantes franceses fueron pequeños, limitándose a algunas mejoras en los procedimientos para obtener los vinos de fuerte graduación y color que se demandaban, como una mejor limpieza de utillaje, la utilización de la prensa de hierro, la reducción del enyesado del vino ante sus protestas o el incrementarse en algunos casos el número de trasiegos realizados.12 Además, no siempre fueron aquéllos imitados por los vinicultores locales (Ferrer Regales, 1957, p. 91). 8 Ib. p. 264. 9 «Cultivos. Información vinícola. Resúmenes por provincias y contestación al cuestionario de primero de mayo de 1884», Archivo del Ministerio de Agricultura, legs. 84 a 89 (en adelante, AMA, «Cultivos»). En el mismo sentido, López Larraga (1873) sobre Borja. 10 AMA, «Cultivos», leg. 88. 11 Sagols y Ferrer (1895), Tutau (1892) y Tobella (1892). 12 La Crónica de Vinos y Cereales señalaba en 5-X-1881 que los cambios en los procedimientos utilizados en las bodegas habían venido por imitación a las instaladas en Aragón por los comerciantes franceses. Una visión más pesimista, en Cariñena en 1884, cuando se decía que «poco nuevo nos enseñan los extranjeros que han venido a tomar carta de naturaleza entre nosotros». AMA, «Cultivos», legs. 88 y 89. Para Navarra es mucho más optimista al respecto Lana Berasain (1997b).
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Esta tendencia a realizar algunas leves innovaciones en los procesos de elaboración se prolongó en el primer tercio del siglo XX. En general, tuvieron un alcance limitado o no se difundieron. En el Campo de Cariñena, tras la Exposición Hispano-Francesa de 1908, algunos grandes propietarios comenzaron a preocuparse por la elaboración de sus vinos, adoptando técnicas francesas de elaboración y construyendo lagares de cemento (Ferrer Regales, 1957). También en el Campo de Borja tuvieron lugar algunos pequeños cambios, como una mayor atención al momento idóneo para realizar la vendimia, o mayor cuidado en operaciones como el enyesado o clarificación (Rújula y Lafoz, 1995). Estos cambios no vinieron acompañados de innovaciones en el tipo de producto obtenido. Un caso significativo, justamente por su dinamismo y alto grado de innovación frente a lo ocurrido en el resto de Aragón, tiene que ver con la instalación de las Bodegas Lalanne en Barbastro en 1894.13 La familia Lalanne procedía de Barsac, en la región de Burdeos, donde en 1842 pasaron de ser agricultores que elaboraban su propio vino, y que en parte comercializaban, a fundar una bodega orientada hacia la elaboración de vino de calidad. La plaga filoxérica movió a la dispersión de parte de la familia, siendo España adonde llegó Felix Lalanne, que había nacido en Argentina, acompañado de sus padres. Tras buscar terrenos adecuados para la producción de vino, finalmente seleccionó Barbastro, que durante los años del boom vitícola se había constituido en un centro exportador importante. La bodega, desde su fundación, tiene un perfil bien distinto al predominante en Aragón. Se comienza por plantar variedades francesas, como cabernet-sauvignon o merlot, sobre pies americanos, con lo que va a escapar a la filoxera que en muy pocos años llega a la comarca. La elaboración sigue los procedimientos bordeleses casi toda la cosecha se comercializa en botellas, tras una crianza adecuada. Una parte mayoritaria de la producción se vende en la propia Francia o en Italia, y otra se destina a mercados urbanos españoles, orientándose, en consecuencia, hacia la producción de vino de calidad. El seguimiento del patrón bordelés en la explotación Lalanne puede apreciarse incluso en la organización física de ésta, con su centro en el castillo San Marcos (imitando la denominación
13 Información basada en la comunicación oral con Laura, Leo y Lucrecia Lalanne.
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Propiedad, explotación y cambio técnico
château al estilo bordelés),14 donde coinciden la vivienda con la bodega anexa, y las tierras de labor alrededor de aquél. Lo más interesante de la experiencia es su carácter singular, es decir, que no se imitara desde zonas próximas y que, por lo tanto, fuera una experiencia innovadora y dinámica, aislada, en un contexto donde los métodos tradicionales y poco cuidadosos predominaban.
3. Explicando el cambio tecnológico: la teoría de la innovación inducida La teoría de la innovación inducida se ha convertido en uno de los marcos teóricos más utilizados para explicar el cambio tecnológico en la agricultura (Hayami y Ruttan, 1971). La idea esencial que plantea es analizar el cambio en la tecnología y en las instituciones como una respuesta dinámica a los cambios ocurridos en las dotaciones de factores productivos, y consecuentemente en sus precios relativos, y a cambios en la demanda de productos. De esta forma, dicho cambio es analizado como una variable endógena del sistema económico, siendo clave la interacción establecida con el entorno institucional, que también reacciona frente a las dotaciones de recursos existentes y el cambio económico. El cambio técnico es, por lo tanto, endógeno al proceso de desarrollo agrícola, existiendo varias rutas posibles para el desarrollo tecnológico. En este caso lo que nos interesa esencialmente es tomar en consideración los mecanismos a través de los cuales se interrelacionaron la demanda de vino y las dotaciones de factores productivos para incidir sobre el ritmo y dirección del cambio tecnológico. Nuestro problema fundamental es tratar de explicar éste en una doble dimensión: la adopción de métodos o soluciones al problema planteado por la aparición desde mediados del siglo de enfermedades y plagas nuevas que hacían inviable la continuación de la producción vinícola, o podían hacer descender sustancialmente la productividad; y la adopción, o no, de métodos de elaboración
14 Como señala Roudié (1994, pp. 142-145), esa denominación extendida en la segunda mitad del XIX busca también identificar a los productores de vino de calidad embotellado.
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del producto final que mejoraran su calidad o condujeran a la obtención de un producto novedoso con cualidades más elevadas. Como hemos podido ver ya, en la vitivinicultura aragonesa se produjeron cambios esenciales en el primer sentido, aunque de forma desigual en las distintas comarcas, pero las mejoras en la elaboración del producto tuvieron poco alcance o se limitaron a muy pocos productores, por lo que el tipo de vino obtenido en la década de los treinta no difería esencialmente del que se lograba sesenta o setenta años antes, aun cuando pudo mejorar algo su calidad. Hubo, en consecuencia, innovación en lo que podríamos denominar las labores agrícolas, mientras que la vinicultura aragonesa se caracterizó más bien por leves cambios en los procesos de elaboración del producto, sin que hubiera mejoras en el tipo de vino obtenido. ¿Cómo explicar este doble comportamiento cuando en muchas ocasiones ambas labores eran realizadas en las mismas explotaciones? Para dar una respuesta a esta pregunta nos centraremos en el análisis de tres clases de variables: la oferta de factores productivos existente, la demanda de vino y sus cambios, y la actuación del entorno institucional en este terreno.
4. Factores productivos, recursos naturales y costes de oportunidad En el período estudiado, la tierra fue un factor relativamente abundante, aunque el acceso a ella se hacía de forma muy desigual, lo que generaba una estructura de la propiedad de la tierra muy desequilibrada, dando lugar en el sector agrario aragonés, y particularmente entre los viticultores, a la existencia de una gran masa de pequeños o ínfimos propietarios y un grupo reducido de grandes agricultores que concentraban una parte muy significativa de la propiedad de la tierra. La obtención de tierra para la expansión agrícola, y vitícola, que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XIX pudo realizarse merced a la privatización de patrimonios de titularidad colectiva, a través del proceso desamortizador, y, simultáneamente, gracias a una intensificación en su uso, lo que implicó que tierras destinadas tradicionalmente a pastizales se dedicaran a usos agrícolas. Los usos preferentes de estas tierras fueron el cultivo de cereales y el viñedo. Tras el largo paréntesis de la depresión agraria fini-
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Propiedad, explotación y cambio técnico
secular, el intenso crecimento agrícola que tuvo lugar a comienzos del nuevo siglo impulsó en Aragón un proceso de conquista de nuevas tierras. Éstas procedieron tanto de las desamortizadas y todavía no adjudicadas como, sobre todo, de roturaciones en terrenos públicos, autorizadas o no.15 Su uso preferente fue el cultivo de cereales, aunque algunas de las que previamente ocupaban las gramíneas fueron destinadas a nuevos usos, como la remolacha azucarera en el regadío o el viñedo en zonas que tenían cierta especialización en dicho cultivo y en las que los nuevos pies americanos exigían mayores cuidados. Así, por ejemplo, en el Campo de Cariñena, además de desplazarse las viñas a tierras antes dedicadas a cereales, cambiaron también los lugares en las que se situaban las últimas, bajando normalmente a terrenos menos elevados, lo que facilitaba la utilización de nuevos aperos como los arados de vertedera. Desde este punto de vista, la abundancia relativa de tierra no limitó las posibilidades de expansión de la vid ni indujo una orientación hacia la introducción de técnicas ahorradoras de ésta. Es posible, sin embargo, que en algunos momentos la competencia con otros cultivos (o, lo que es lo mismo, el coste de oportunidad de plantar o mantener viñedos) fuera importante. No fue el caso de la segunda mitad del siglo XIX, cuando el viñedo incrementó su superficie en 25.000 hectáreas en Huesca o 46.000 en Zaragoza, aproximándose en su crecimiento al del sistema cereal. La tendencia alcista de los precios del vino planteaba pocas dudas sobre la idoneidad de la opción vitícola frente a otras. En el primer tercio del siglo xx sí que podemos considerar que el viñedo pudo tener un coste de oportunidad significativo. Hasta mediados de los años veinte los precios de los cereales mostraron un comportamiento relativo mejor que el del vino (Pujol Andreu, 1988), lo que pudo determinar que, en zonas en las que previamente al boom de las exportaciones a Francia no había una especialización significativa en la producción de vino, la reconstitución tuviera muy poca importancia y se limitara a pequeñas superficies orientadas a abastecer el mercado local. Sólo en el Campo de Cariñena se tomó una opción claramente vitícola durante la
15 Ver sobre el tema, para España, Grupo de Estudios de Historia Rural (1994); para Navarra, Iriarte Goñi (1997); para Aragón, Pinilla Navarro (1995b); para Cinco Villas, Sabio Alcutén (1995b); y para el Campo de Cariñena, Sabio Alcutén (1995a).
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reconstitución, lo que concuerda con la gran importancia previa del viñedo y su fuerte tradición. El resultado fue un incremento de su peso relativo en Zaragoza, pasando de representar un 15% de éste durante los años cumbre del boom a casi un tercio en 1922. En otras, como Borja o Barbastro, las malas perspectivas que se abrían para el cultivo de la vid durante la reconstitución, y la existencia de alternativas algo más interesantes en aquellos momentos, limitaron su alcance. El valor de la inversión inmovilizada en bodegas o instalaciones de transformación pudo ser un elemento determinante de la opción tomada. El elemento clave no fue, pues, la escasez de tierra, sino el coste de oportunidad en el que se hubiera incurrido al realizar una inversión de capital significativa en la reconstitución de un cultivo cuya rentabilidad era dudosa. La segunda cuestión relevante es la distribución de la propiedad de la tierra, y consecuentemente el tipo de explotaciones vitícolas que tendían a predominar en Aragón, para de esta forma poder tratar de inferir en qué medida ello condicionaba u orientaba en determinadas direcciones el cambio tecnológico. Los estudios con que contamos sobre la distribución de la propiedad de la tierra muestran que predominaba la coincidencia de un elevado número de propietarios, normalmente más de la mitad del total, con propiedades pequeñas o ínfimas con un pequeño número de propietarios que concentraban un porcentaje más que significativo de la tierra. Podemos ilustrar esta caracterización para dos municipios vitícolas: Borja y Cariñena (ver cuadro 2). CUADRO 2 PROPIEDAD DE LA TIERRA EN BORJA Y CARIÑENA
Propiedad por tramos
BORJA 1846
1858
CARIÑENA 1885 1935
BORJA 1846
% de propietarios sobre el total
*
1858
CARIÑENA 1885 1935
% superficie total poseída
0-1 1-5 5-10 10-50 > 50
23,5 46,6 12,8 15,0 2,1
37,8 41,7 11,2 9,2 0,1
40,2 40,7 11,5 7,9 0,8
35,7 42,4 11,4 9,2 1,3
1,8 15,6 12,9 43,9 25,8
Total*
1.465
1.011
1.183
1.504
10.311
5,1 26,4 20,6 46,2 1,8
4,8 24,0 19,7 33,3 18,1
4,9 22,5 20,0 30,0 22,6
3.987
4.881
7.685
Los totales son valores absolutos, en número de propietarios y hectáreas.
FUENTES: Para Borja, Rújula y Lafoz (1995), p. 333; para Cariñena, Sabio Alcutén (1995a), p. 208.
100
Propiedad, explotación y cambio técnico
El catastro de Borja de 1846 nos muestra una estructura de la propiedad extremadamente desigualitaria (Rújula y Lafoz, 1995). Quienes tenían menos de 5 hectáreas representaban un 70% del total de propietarios, pero sólo reunían un 17,4% de la tierra cultivada. Por contra, los que podríamos considerar grandes propietarios, con más de 50 hectáreas, eran sólo un 2% pero agrupaban el 25,8% de la tierra. En medio se situaba una capa de pequeños y medianos propietarios, que suponían aproximadamente un cuarto del total y reunían algo más del 25% de la tierra. En Cariñena, en este caso para tres momentos temporales bien diversos (Sabio Alcutén, 1995b), la distribución de la propiedad de la tierra era aún menos igualitaria que en Borja, ya que quienes poseían menos de cinco hectáreas oscilaban entre el 75% y el 80% del total de propietarios y sólo reunían entre un 25 y 32% de la tierra. El tramo de mayores propietarios, más de 50 hectáreas, poseía inicialmente una parte pequeña de la tierra, aunque posteriormente fue incrementando notablemente este porcentaje, en detrimento sobre todo de la importancia de los propietarios medios acomodados (entre 10 y 50 hectáreas).16 Es más difícil averiguar el grado de concentración que existía en los procesos de transformación, aunque trataremos de aproximarnos al tema utilizando los mismos ejemplos. CUADRO 3 SOLICITUDES AL COMÚN DE BORJA PARA LA CONSTRUCCIÓN DE BODEGAS
Años 1843-1849 1850-1854 1855-1859 1860-1864 1865-1869 1870-1874 1875-1879 1880-1884 1885-1887 Total
Solicitud
Autorizadas
16 36 138 129 175 57 14 14 41 620
10 2 55 47 55 32 13 10 32 256
% aut./tot. 3,9 0,8 21,5 18,4 21,5 12,5 5,1 3,9 12,5 100,0
FUENTE: Registro n.o 1 sobre concesiones de terrenos del común para bodegas, años 1843-1887, Archivo Municipal de Borja, leg. 585-03.
16 Sobre la compraventa de tierras en Cariñena, Sabio Alcutén (1992).
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En el caso de Borja, las bodegas en las que se realizaba tanto el pisado de la uva como la posterior fermentación del mosto y el almacenamiento del vino se situaban en los altos de la localidad, excavadas en el monte, y buena parte de ellas tenemos constancia que se habían construido a lo largo del siglo XIX, especialmente entre 1855 y 1874, y de nuevo entre 1886 y 1887 (ver cuadro 3). El registro fiscal elaborado por el Ayuntamiento en 1921 muestra el pequeñísimo tamaño de la mayoría, lo que pone de relieve que todavía para esas fechas un gran número de productores eran agricultores que, además de elaborar vino para el autoconsumo, comercializaban una parte de su cosecha, y sólo unos pocos contaban con lo que podemos considerar instalaciones con capacidad para elaborar cantidades significativas de vino (ver cuadro 4). CUADRO 4 BODEGAS EXISTENTES EN EL COMÚN DE BORJA EN 1921 (Partidas de Poniente, Saliente y Valturera)
Superficie (m2)
N.º
Tamaño medio
0-25 26-50 51-75 76-100 101-125 126-150 151-200 > 200 Total
139 225 34 8 4 9 5 2 426
22 35 62 88 118 135 181 273 39
Total superficie 3. 087 7. 799 2. 098 702 470 1. 215 905 545 16. 821
% n.º por tramos
% m2 por tramos
32,6 52,8 8,0 1,9 0,9 2,1 1,2 0,5 100
18,4 46,4 12,5 4,2 2,8 7,2 5,4 3,2 100
Existían, además, en estas partidas 94 bodegas para vivienda en Saliente, 1 en Valturera y 17 en Poniente. FUENTE: Registro fiscal de edificios y solares, 1921-19…, Archivo Municipal de Borja, leg. 1221-000.
En Cariñena, los amillaramientos de 1860 señalan que todos los tramos de propietarios tenían una parte significativa de la infraestructura de transformación, ya que los pequeños (entre 1 y 5 hectáreas) poseían el 30% de las bodegas, los medianos (de 5 a 10 hectáreas) el 38% y los medianos acomodados (entre 10 y 50 hectáreas) y grandes (más de 50 hectáreas) el 28%. De los trujales y lagares la distribución era, respectiva-
102
Propiedad, explotación y cambio técnico
mente, 24%, 35% y 39% (Sabio Alcutén, 1995a, p. 160). Aunque no sabemos qué porcentaje de la cosecha elaboraba cada tramo, lo que sí es evidente es que todos ellos estaban implicados en dichos procesos. La fusión en una misma persona de la actividad de viticultor y vinicultor era la norma en Aragón, al menos hasta la filoxera.17 Esta vitivinicultura con capacidad económica limitada no se arriesgaba a realizar inversiones en métodos modernos, que, por otra, parte no eran imprescindibles, ni tan siquiera necesarias para el tipo de vino que producían. Aunque en el primer tercio del siglo XX se crearon algunas grandes bodegas que actuaban como almacenistas, comprando cosechas que luego vinificaban a pequeños viticultores,18 éstos siguieron también profundamente implicados en la elaboración del vino. Esta radiografía de la propiedad de la tierra y del control del proceso de elaboración, creo que nos da información muy relevante sobre las posibilidades del cambio tecnológico tanto en la viticultura como en la vinicultura. En el caso de la viticultura, dicha radiografía es indicativa de las enormes dificultades de los pequeños agricultores para enfrentarse a los cambios que las diversas plagas hicieron necesarios. A pesar de todo, una parte de ellos —quienes no emigraron, se arruinaron o cambiaron de cultivos— no sólo adoptaron los nuevos métodos sino que también tuvieron que llevar a cabo el proceso de replantación que exigía la filoxera. En mi opinión, el esfuerzo requerido para ello, y las pequeñas cosechas que transformaban, desincentivó cambios en los procesos de elaboración, de mayor alcance que los muy limitados ya citados. La cuestión de la escala es importante. Para la mayor parte de pequeños y medianos viticultores, embarcarse en la adopción de nuevas técnicas o invertir en almacenar el vino durante un período de tiempo más prolongado, para mejorar su crianza, era sencillamente inviable. Su escasa capacidad económica lo dificultaba mucho. El que además tuvieran que hacer frente al esfuerzo financiero que supuso la reconstitución del viñedo, en momentos no especialmente boyantes para las cotizaciones del vino, fue seguramente también un factor clave.
17 Estudio sobre la Exposición Vitícola Nacional de 1877, p. 206. 18 Ferrer Regales (1957) y Sabio Alcutén (1995a).
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Podría plantearse la opción del recurso al crédito como alternativa para financiar la modernización de los procesos de elaboración del vino. Aquí, el principal problema era que el precio del dinero era para ellos, en términos relativos, elevado, por lo que no parece una opción adecuada en dichas circunstancias.19 Una opción alternativa era la constitución de cooperativas para elaborar el vino de forma conjunta. Los primeros intentos realizados en esta dirección no cuajaron (Ferrer Regales, 1957), a pesar de que se consideraban impresindibles, desde fechas tempranas, para que los pequeños vinicultores dispusieran de modernas instalaciones, maquinaria y acceso a conocimientos técnicos modernos.20 Alternativamente, el asociacionismo agrario se orientó en zonas vitícolas hacia la centralización de las compras de inputs como abonos o plaguicidas.21 El tardío desarrollo de las cooperativas en Cariñena se ha explicado por la oposición de los grandes propietarios, deseosos de ejercer el máximo control posible sobre la transformación de la uva, y por la existencia de comerciantes oligosopnistas nada interesados tampoco en su desarrollo (Sabio Alcutén, 1999, pp. 16-17). A ello podría sumarse la escasez de capital antes señalada como un elemento limitante del desarrollo de estas cooperativas (Simpson, 1999, p. 180). Antes de la crisis filoxérica, era precisamente la falta de capital, el elemento que desde Cariñena se señalaba en 1884 como clave para entender el que no se elaborasen vinos de calidades elevadas, sino sólo vino de pasto para exportar a Francia o para el consumo popular en España.22 Sin embargo, una pregunta nos resta, ¿por qué tampoco los grandes agricultores o medianos acomodados, o los bodegueros que surgieron, realizaron las transformaciones necesarias que podían conducir a un cambio cualitativo en la elaboración? Como hemos visto, ellos protagonizaron los
19 Sabio Alcutén (1996). En Rújula y Lafoz (1995, p. 392) se señalan las dificultades para acceder al crédito en la comarca de Borja a finales del siglo XIX. Sabio Alcutén (1995a, pp. 167-172) observa idéntico problema para los pequeños viticultores del Campo de Cariñena. 20 A esa conclusión se llegó ya en el primer congreso de la Federación Agraria Aragonesa, celebrado en Zaragoza en 1910. Gayán (1912), pp. 12-13. 21 Datos cuantitativos (abonos y plaguicidas), en Pinilla Navarro (1995b). El estudio más completo sobre el tema, en Sanz Lafuente (1999). 22 AMA, «Cultivos», leg. 88.
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Propiedad, explotación y cambio técnico
pequeños cambios que en los procesos de elaboración tuvieron lugar. Aquí, los problemas de capital o escasa dimensión no se pueden utilizar para explicar satisfactoriamente lo ocurrido. El que, por ejemplo en Cariñena, buena parte de ellos poseyera un capital relevante en otras agroindustrias o se embarcara en la construcción de licoreras (Sabio Alcutén, 1995a, p. 190) todavía es un elemento más contundente para demostrar que no fue en este caso la escasez de capital lo determinante, sino que tiene que haber otros elementos que expliquen lo ocurrido. De la misma forma, el ejemplo de Bodegas Lalanne muestra que era posible realizar el cambio, pero aquella empresa no contagió a su entorno. Si nos preguntamos por qué fue así, creo que tendremos que referirnos esencialmente a factores de demanda.
5. La demanda de vino El análisis de la demanda de vino que la producción aragonesa satisfacía es enormemente importante para explicar la deficiencia de los procedimientos de elaboración predominantes. También creo que resulta útil para entender la desigual reconstitución del viñedo en Aragón. El crecimiento de la producción de vino en Aragón parece muy claramente ligado a la demanda realizada desde Francia a partir de la década de los setenta. Huesca y Zaragoza, sobre todo ésta última, fueron las dos provincias que con mayor intensidad participaron en dicha expansión. La producción se centró tanto en comarcas con tradición vitícola como en otras en las que ésta era mucho menos importante. En general, todas ellas se encontraban bien situadas para dar salida a sus caldos a través del tendido ferroviario, y, en los casos en los que faltaba dicha posibilidad de transporte, la propia magnitud de las exportaciones vinícolas favoreció el tendido de ferrocarriles de vía estrecha o de conexiones con la red general.23 Podemos estimar que, a mediados de los años ochenta, al menos el 50% de la producción de Huesca y Zaragoza y un 25% de la de Teruel se exportaba al mercado francés. Las estadísticas ferroviarias ponen de relieve lo rápidamente con que en Aragón se inició la exportación a Francia, 23 Sobre el tráfico de mercancias en Aragón a través del ferrocarril, Germán Zubero (2000).
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anticipándose algo al incremento de ésta en otras zonas de España. Las mismas estadísticas, muestran que de las expediciones de vinos de las principales estaciones aragonesas, más del 90% tenían como destino el mercado francés (ver cuadro 5). La proximidad de Aragón a los principales centros importadores franceses, Burdeos y Cètte, la adecuación ecológica de su territorio al cultivo de la vid, la tradición existente en esta actividad y las redes comerciales de comisionistas franceses establecidos en Aragón y a los que vendían los productores directamente la cosecha,24 creo que explican suficientemente la intensidad del auge exportador. También fue importante el hecho de que los vinos aragoneses fueran óptimos para realizar coupages en Francia, especialmente en Burdeos, por su fuerte graduación y color. En este sentido, los importadores franceses CUADRO 5 TRÁFICO FERROVIARIO DE VINO A TRAVÉS DE LAS LÍNEAS DE LA CÍA. DEL NORTE DE ESPAÑA, 1878-1930 (En miles de t)
Años
Huesca
Zaragoza
Expedida Llegada Saldo 1878-1881 1883-1886 1901-1905 1906-1910 1911-1915 1916-1920 1921-1925 1926-1930
16,4 27,6 21,3 8,5 4,1 1,7 2,7 2,7
1,8 3,9 6,5 6,9 9,6 12,0 11,5 11,1
14,7 23,7 14,8 1,6 –5,5 –10,3 –8,8 –8,4
Expedida Llegada 43,6 38,4 16,8 5,4 10,0 17,0 19,3 20,4
8,3 4,4 4,0 2,8 3,1 3,3 5,4 6,6
Aragón Saldo 35,3 34,0 12,9 2,5 6,9 13,7 14,0 13,8
Expedida Llegada Saldo 60,0 66,0 38,1 13,9 14,0 18,7 22,0 23,1
10,0 8,3 10,4 9,8 12,7 15,3 16,9 17,7
50,0 57,7 27,7 4,1 1,4 3,4 5,2 5,4
FUENTES: Para 1878-1886, Gómez Mendoza (1982). Para los años 1878-1881, los datos son de la Compañía del Norte de España. En los años siguientes se incluyen también los datos de MZA; 1901-1930: Estadísticas de la Cía. de Ferrocarriles del Norte de España. Datos elaborados por Luis Germán y cedidos para este trabajo.
24 Estos comisionistas residían en diversas localidades, normalmente con estación de ferrocarril o con producciones importantes, y organizaban el transporte del caldo hasta su destino. Ver, por ejemplo, las muy abundantes noticias sobre su presencia en el períodico La Crónica de Vinos y Cereales. En algunos pueblos incluso llegaron a establecer bodegas para elaborar vino o para almacenar el adquirido. No debía de ser muy frecuente que los propios cosecheros exportaran directamente su producción.
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Propiedad, explotación y cambio técnico
no estaban interesados en obtener un producto con una buena crianza, sino un vino de pasto del año que respondiera a sus necesidades. Desde este lado no existieron, por lo tanto, estímulos que fomentaran cambios en las técnicas de vinificación en Aragón para obtener un producto diferente. Los testimonios de época confirman precisamente tanto la adecuación del producto elaborado al que demandaban los importadores franceses,25 como las dudas de que pudiera haber salida para un producto mejorado pero alejado del que aquéllos querían.26 No era, pues, el desconocimiento de las técnicas el factor esencial que puede explicar la ausencia de un cambio en los procedimientos de elaboración, sino la respuesta de los vitivinicultores a un determinado tipo de demanda. La especialización de Aragón en este segmento del mercado era muy coherente con las principales tendencias de la demanda y con el deseo de una maximización rápida de beneficios sin necesidad de incurrir en inversiones significativas. Aunque parezca paradójico, coexistieron dinamismo y sensibilidad a las señales del mercado con inmovilismo tecnológico. En Aragón, la caída de la demanda exterior de vino tuvo consecuencias funestas para la producción, que disminuyó como consecuencia de ello y también posteriormente por la llegada de la filoxera (ver cuadro 6). Los problemas en el mercado exterior, que, aun con todo, seguirá siendo muy importante para el sector vitícola, llevaron a que muchos productores volvieran sus ojos al interior.27 La opción aragone25 «Si lo que se pretende es fabricar materias primas para convertirlos al otro lado de los Pirineos en vinos de mesa, basta introducir ligerísimas modificaciones en la actual fabricación; pero si lo que se pretende es que los vinos aragoneses gocen de autonomía propia, adquieran el crédito que les corresponde y que se vendan como vinos aragoneses, entonces es preciso desde la cruz hasta la fecha variar los procedimientos de elaboración». Congreso Nacional de Agricultores (1885), p. 80. El no trasegado del vino en Cariñena se explicaba en 1884 por la nula influencia que esta operación ejercía sobre el precio obtenido de los comisionistas franceses. AMA, «Cultivos», leg. 88. 26 «Además están elaborándolos tres o más años [refiriéndose a los bodegueros franceses], y aquí los quieren del año [refiriéndose a los comerciantes franceses]; tanto es así, que apenas hay vinos nuevos; aunque no hayan concluido de fermentar, ya los prefieren a los del año anterior. Demasiado sabemos que para obtener vinos de poco color y ligeros, no hay más que quitarles antes de la fermentación orujo y escobajo, trasegándolos con frecuencia; pero emplear estos medios sería hacerles perder gran parte de su valor, y el cosechero lo que busca es vender a los precios más altos posible». Sarriá Cuartero (1878), p. 571. 27 Sobre el mercado internacional del vino ver Ayuda, Aparicio y Pinilla (1998) y Pinilla, Ayuda y Aparicio (1998). La posición española, en Pinilla y Ayuda (2000).
Cambio técnico en la vitivinicultura aragonesa, 1850-1936…
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sa fue seguir básicamente con la producción de vinos de pasto, aptos, en consecuencia, tanto como vinos de consumo de baja calidad cuanto para realizar coupages. Ello implicó el atender un segmento de mercado, donde además existió durante todo el primer tercio de siglo un grave problema ocasionado por la adición al vino de alcohol industrial y agua, que abarataba el producto y lógicamente restringía la demanda de vino (Pan-Montojo, 1994). CUADRO 6 PROMEDIOS QUINQUENALES DE PRODUCCIÓN DE MOSTO EN ARAGÓN (Números índices con base 100 en 1890-95)
Años 1885-1889 1890-1895 1896-1900 1901-1905 1906-1910 1911-1915 1916-1920 1921-1925 1926-1930 1931-1935
Huesca
Teruel
93 100 65 73 60 25 28 29 26 17
112 100 142 149 96 56 55 60 48 61
Zaragoza 104 100 85 56 18 22 39 44 34 45
Aragón 101 100 84 70 39 26 37 41 33 37
FUENTE: Pinilla Navarro (1991), p. 570.
La reorientación hacia el mercado interior se percibe con claridad tanto en la caída en términos absolutos de las salidas de vino de Aragón (cuadro 5), como en el cambio de destino de aquéllas (cuadro 7). En el primer sentido, zonas que habían participado con intensidad en el boom exportador, como los somontanos de Huesca y Barbastro, pasan a convertirse incluso en importadoras netas de vino, al no reconstituir sino una pequeña parte de su viñedo, mientras que en conjunto el saldo neto exportador aragonés se contrae notablemente. En el segundo sentido, podemos percibir cómo va cambiando el destino prioritario de las expediciones aragonesas de vino a través de la Compañía de Ferrocarriles del Norte de España. A principios de siglo, las exportaciones son ya sólo un tercio del total, y en 1920 no llegan ni a una
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Propiedad, explotación y cambio técnico
quinta parte. Nuevos destinos en el interior pasan a tener ahora una importancia destacada. Cambian los destinos, pero no el tipo de producto elaborado, bien sea para mezclar con vinos más suaves o para el consumo de las clases populares. Podemos señalar en el caso de la principal comarca productora, el Campo de Cariñena, este cambio de orientación en sus mercados principales. Antes de la gran expansión de la demanda francesa, aquéllos se situaban dentro del propio Aragón y en Castilla. La demanda francesa monopolizó desde fines de los setenta la producción de Cariñena y la inauguración en la década de los ochenta del ferrocarril de vía estrecha que unía esta ciudad con Zaragoza hizo que en esta dirección se canalizasen la mayor parte de los envíos. Tras la caída de las exportaciones hacia Francia, el principal mercado pasó a ser el País Vasco, donde los vinos de Cariñena se utilizaban para hacer coupages con los suaves manchegos. La filoxera también determinó el surgimiento de un nuevo mercado: el urbano de Zaragoza. Esta ciudad cubría anteriormente su demanda con los viñedos situados en sus alrededores, pero tras la plaga sólo una parte de aquellos fueron reconstituidos,28 lo que unido a su fortísimo crecimiento demográfico propició el surgimiento de claras oportunidades para su abastecimiento. También en el Campo de Borja, que tradicionalmente vendía buena parte de sus caldos en Soria y Burgos, y más tarde en Francia, fue el País Vasco el que, tras la caída de la demanda francesa, pasó progresivamente a absorber una parte mayor de sus vinos (García Manrique, 1960). En definitiva, se constata que tras el cambio de situación que se produjo en 1891, una vez concluido el tratado comercial hispano-francés, tuvo lugar una diversificación de los mercados de las zonas productoras aragonesas: parte de la producción era exportada a Francia; pero la mayoría se destinaba al interior, sobre todo al País Vasco, la Rioja, el noroeste y el mercado aragonés, especialmente al núcleo urbano zaragozano y también a las provincias de Huesca y Teruel. Esta reorientación en los mercados de venta no excluyó problemas
28 Era ésta en 1922 el 33% de la ocupada en el partido judicial de Zaragoza por el viñedo en 1889 o el 52% de la de 1857.
Cambio técnico en la vitivinicultura aragonesa, 1850-1936…
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CUADRO 7 DESTINO DE LAS EXPEDICIONES DE VINO DE ARAGÓN A TRAVÉS DE LA COMPAÑÍA DE FERROCARRILES DEL NORTE DE ESPAÑA
Expediciones estaciones contabilizadasa Expediciones est. contab. depuradasb % exp. est. contab./total exped. Aragón
1880
1901
1920
76.586 74.561 87,6
69.617 68.970 90,1
35.872 31.064 94,3
Expediciones (t)
1880
1901
1920
Expediciones (%)
Irún Pasajes Bilbao Otros destinos País Vasco Navarra Aragón Barcelona Lérida Tarragona-Reus Otros Cataluña La Rioja Noroeste (Burgos, Santander, Galicia, Asturias) Otros
58.408 1.215 3.522 126 479 633 7.880 2.047 0 26 154
2.627 10.718 14.954 10.464 3.460 2.258 8.323 43 2.164 7.735 1.949
1.886 3.786 4.882 1.358 2.985 7.229 226 153 0 598 3.941
78,3 1,6 4,7 0,2 0,6 0,8 10,6 2,7 0,0 0,0 0,2
3,8 15,5 21,7 15,2 5,0 3,3 12,1 0,1 3,1 11,2 2,8
5,7 12,2 15,7 4,2 9,6 23,3 0,7 0,5 0,0 1,9 12,7
71 0
4.275 0
3.907 113
0,1 0,0
6,2 0,0
12,6 0,4
Probables salidas mercado exteriorc
69.550
23.832
5.672
93,3
34,6
18,3
a
b c
Éstas han sido: en 1880, Gallur-local, Casetas-local, Casetas-combinado, Zaragoza-local, Zaragoza-combinado, Huesca y Selgua; en 1901, Cortes-combinado (en Navarra, pero recoge el tráfico procedente del ferrocarril Borja-Cortes), Casetas-combinado, Zaragoza-local, Zaragoza-combinado, Zaragoza-Cariñena, Huesca y Barbastro; en 1920, Cortes-combinado, Casetas-combinado, Zaragoza-local y Zaragoza-combinado. Se han excluido las expediciones a las demás estaciones aragonesas que en cada una de las tres fechas se han estudiado, para evitar en la medida de lo posible dobles contabilizaciones. Éstas son sólo cifras aproximadas. He incluido las que iban a Irún, Pasajes, Barcelona (en 1880 y 1901), Lérida (1880), Tarragona-Reus (1901).
FUENTE: Estadísticas de la Compañía de los Ferrocarriles del Norte de España. Archivo de RENFE.
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Propiedad, explotación y cambio técnico
graves para el tipo de vino elaborado, cuya producción no llegó ya sino a poco más de un tercio del máximo alcanzado en los años ochenta (cuadro 6). A la la altura de los años treinta la difícil coyuntura vinícola llevaba a proponer que se evitara la elaboración de vinos de graduación superior a los 15 grados y la necesidad de no limitarse a la producción de vinos utilizados para coupages, poniéndose énfasis en elaborar «productos bien terminados o vinos licorosos selectos para la exportación o vinos suaves, agradables y ligeros destinados al mercado regional o nacional», con el auxilio de las técnicas modernas de la enología.29 La especialización aragonesa en vinos de baja calidad había supuesto, dadas las dificultades del sector en el primer tercio del siglo XX, escasos incentivos a la modernización de los procedimientos de elaboración, a la vez que los viejos procedimientos condenaban a obtener un producto que tenía crecientes dificultades para su comercialización, ya que existía una considerable saturación en los mercados de este tipo de producto. Contrasta en tal sentido la casi total inexistencia de experiencias modernizadoras —recordemos la excepción de bodegas Lalanne— con lo ocurrido en Cataluña o la Rioja.30
6. El entorno institucional y la inducción al cambio técnico Fue casi exclusivamente en la lucha contra la filoxera donde se concentró el esfuerzo de las instituciones públicas en la vitivinicultura. En Zaragoza se creó en 1878 una Estación Vitícola que compartió terrenos, edificios y personal con la Granja Escuela Experimental de esta ciudad. La estación comenzó a funcionar efectivamente, con todo el material necesario, en 1882.31 En 1888, como consecuencia de la nueva organización de la Granja Experimental, fue finalmente suprimida. Durante sus siete años de existencia había dedicado casi la totalidad de su labor a combatir la filoxera, a pesar de que con su fundación se habían planteado objetivos mucho más ambiciosos.32
29 Primera Conferencia Económica Aragonesa. Resumen de actas, sesiones y trabajos realizados. Zaragoza, 1933, p. 63. 30 Pujol Andreu (1984) y Gallego Martínez (1986). 31 Archivo de la Diputación Provincial de Zaragoza (en adelante, ADZ), leg. VIII-455. 32 ADZ, legs. VIII-434 y VIII-458.
Cambio técnico en la vitivinicultura aragonesa, 1850-1936…
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La mayor parte de las vides, procedentes del vivero que creó, se vendieron a provincias donde la plaga ya había hecho su aparición, siendo mucho menos importantes las ventas realizadas dentro de Aragón. Su desaparición tuvo como consecuencia que Aragón se encontrara huérfano de un centro de este tipo cuando doce años más tarde llegó la filoxera. Por ello, a pesar de la relativa tardanza con que llegó la plaga con respecto a otras zonas, se debió recurrir a comprar los pies en otras provincias. Además, en Zaragoza, la acción de la Diputación, centrada en la creación de un servicio central antifiloxérico, sólo comenzó una vez que la plaga había llegado, sin intentar adelantarse a ella. Dicho servicio adquirió arados de desfonde movidos por malacates, que fueron prestados a agricultores de toda la provincia, llegó a crear tres viveros de vides americanas y organizó una Caja Agrícola, cuyo fin era actuar como entidad de crédito para los agricultores que estaban llevando a cabo la reconstitución de sus viñedos. Además, desde el laboratorio de la Granja Escuela se apoyó a los agricultores mediante la realización de análisis calcimétricos que ayudaran a elegir los pies más adecuados para cada terreno. En diciembre de 1918 el servicio antifiloxérico de la Diputación fue suprimido. Se había tenido que recurrir, por lo tanto, a una acción de choque frente a la gravedad de una enfermedad que amenazó la propia supervivencia del viñedo aragonés. En lo relativo a la acción pública para mejorar las técnicas de vinificación, podemos decir que prácticamente nada se hizo. Después de la supresión de la Estación Vinícola y Enológica, que comenzó con algunos ensayos que no culminaron, tanto por su desaparición como por la urgencia de la lucha antifiloxérica, tenemos que esperar al año 1933, con la creación de la Estación Enológica de Cariñena, que se planteaba como objetivo primordial precisamente la contribución a la mejora del vino elaborado en aquella comarca (Sabio Alcutén, 1995a, p. 267). En este caso, el necesario centro que veinte o treinta años antes podía haber tenido un papel crucial para inducir al cambio en la principal comarca vitivinícola aragonesa llegaba tarde.
7. Conclusiones Este trabajo ha ido dirigido a tratar de entender la lógica existente tras la aparente contradicción entre la percepción de un relativo dinamismo en las técnicas para el cultivo de la vid en Aragón, destacando especialmente la
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Propiedad, explotación y cambio técnico
acción para luchar contra las nuevas plagas que afectaron al viñedo europeo, y muy singularmente la lucha contra la filoxera, y el notable estancamiento en lo relacionado con las técnicas de elaboración del vino. Para tratar de resolver este problema hemos partido de una propuesta teórica para entender el cambio técnico en la agricultura: la teoría de la innovación inducida. La teoría nos ha servido especialmente para orientarnos en la identificación de las variables más relevantes para nuestro propósito y en la comprensión de su lógica para la inducción o no al cambio técnico. De esta forma, hemos comenzado poniendo de relieve cómo una producción vitícola y vinícola atomizada, que coexistía con unidades de producción de tamaño relativamente grande, no ofrecía las condiciones adecuadas para enfrentar con éxito el reto planteado por el cambio técnico simultáneo en la viticultura y en la vinicultura. A ese respecto, hemos podido ver cómo los agricultores se concentraron en lo que consideraron la tarea más urgente para asegurar la supervivencia de su actividad: conseguir mantener la producción luchando eficazmente contra las plagas que amenazaban la propia existencia de aquélla. Incluso en este sentido, en muchas comarcas de Aragón las escasas expectativas que ofrecía el viñedo retiraron de la viticultura a numerosos productores, que o bien se orientaron hacia otros cultivos o bien simplemente abandonaron sus tierras para emigrar. Un precio relativo del capital elevado y problemas de escala hicieron además inviable la mejora de los procedimientos de elaboración del vino, y planteaban que sin una mayor separaración entre viticultores y vinicultores (o bien la dirección del proceso integrado por éstos últimos con una infraestructura adecuada) era difícil lograr algo más. Sólo la constitución de bodegas cooperativas o una canalización de la inversión por los grandes propietarios hacia la creación de grandes bodegas que utilizaran métodos modernos podían cambiar las cosas. Sin embargo, ni lo uno ni lo otro ocurrió, excepto en muy contadas ocasiones, lo que ha hecho que dirigiéramos nuestra mirada hacia la demanda. Desde nuestro punto de vista, el tipo de demanda que satisfacía el vino aragonés, tanto en la segunda mitad del siglo XIX como en el primer tercio del siglo XX, nos permite entender lo ocurrido. Desde el lado de la demanda no existieron incentivos importantes para el cambio. Los bodegueros franceses no querían un vino con buena elaboración, sino una materia prima para mezclar con sus caldos. Lo mismo ocurriría posterior-
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mente con los comerciantes riojanos o vascos. En cuanto a los consumidores, los productores aragoneses de vino se orientaron esencialmente hacia el segmento de vinos más baratos, que tampoco incentivaba a innovar significativamente en los métodos de elaboración. Sólo alguna aventura empresarial, y muy singularmente Bodegas Lalanne, nos muestra un camino diferente, difícil de entender si no tenemos en cuenta tanto el origen bordelés de los propietarios de esta empresa, su conocimiento previo de las técnicas adecuadas de elaboración y sus contactos comerciales y conocimiento del mercado francés, lo que los colocó en una posición favorable para lo que podríamos definir como «nadar contra corriente» en el mundo vinícola aragonés. Que su ejemplo no fuera imitado por otros no tiene tanto que ver con el inmovilismo o rechazo del cambio de los productores aragoneses, como con las factores anteriormente señalados, que hacían extraordinariamente difícil y muy arriesgado ese camino. Nos queda por último una valoración del papel desempeñado por la Administración en inducir el cambio técnico en la vitivinicultura. Si en otras parcelas de la agricultura aragonesa se ha valorado positivamente la acción de los centros públicos de investigación y difusión agrario (Pinilla Navarro, 1995b), en este caso nuestra visión es bastante menos optimista. Por un lado, hay que señalar que precisamente en el problema que era más acuciante y urgente, la reconstitución del viñedo, la acción pública fue útil e importante, aunque inconsistente en ocasiones, irregular y carente de planificación. Sin embargo, en el terreno de la ayuda a la mejora de las técnicas de elaboración nuestro diagnóstico es mucho más negativo. Nada se hizo desde estos centros públicos para impulsar cambios que, si en el corto plazo tal vez no hubieran solucionado rápidamente los problemas existentes, podían haber ayudado a preparar el terreno para el futuro. Ello puede comprenderse si tenemos en cuenta que la elaboración del tradicional vino producido en Aragón no exigía grandes cambios sino pequeñas mejoras, que aun así sólo comenzaron a ponerse en práctica de forma muy desigual. No existía, por lo tanto, desde el sector privado una demanda para que actuase en este terreno el sector público. El estallido de la guerra civil y la política agraria franquista no sólo no iban a remover estos obstáculos, sino que convirtieron la modernización e innovación generalizada en la elaboración del vino aragonés en una aventura de los últimos veinticinco años.
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PROPIEDAD VITÍCOLA Y CAMBIO TÉCNICO EN LA MESETA DE REQUENA, 1850-1930 Juan Piqueras Haba Universidad de Valencia
1. Los beneficios de una crisis Escribía Rafael Janini en 1923: «la reconstitución del viñedo es poderosa causa de perfeccionamiento, tanto en el cultivo de las viñas [...] como también en la elaboración de los caldos».1 Este breve comentario del ingeniero agrónomo valenciano de 57 años de edad, por entonces al frente de la Estación Enológica de Requena, después de más de treinta dedicado a la modernización del sector vitícola y a la lucha contra las plagas de la vid, resume en muy pocas palabras lo que autores más recientes como Roger Pouget o Harry W. Paul han querido resaltar con sendas monografías dedicadas al viñedo francés: que la crisis vitícola iniciada a mediados del XIX con la plaga de oídio, agravada por otras como la del mildíu y llevada hasta su máxima expresión por la filoxera, tuvo un efecto «benéfico» en el desarrollo de las técnicas vitícolas y enológicas, así como en la investigación de nuevas disciplinas como la Genética, la Patología vegetal y la Fisiología vegetal, de cuyos avances se beneficiaría la viticultura del siglo XX.2 Nunca una crisis agrícola de tipo vegetativo, como fue la del viñedo europeo entre 1845 y 1930, promovió tan formidable respuesta por parte
1 Janini (1923). 2 Pouget (1990) y Paul (1996).
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del mundo de la ciencia, que fue superando uno a uno todos los obstáculos que parecían querer poner fin a la cultura milenaria del vino. Pero no es casual que aquellos grandes esfuerzos científicos por devolver la salud a los viñedos coincidieran cronológicamente con una auténtica «edad de oro» en lo que a la demanda y exportación de vinos se refiere. Así lo reconocen el propio Roger Pouget al explicar el caso de Francia y, de forma particular, Philippe Roudié en el Bordelais, cuyo viñedo superó todas la plagas e incrementó su producción de menos de dos millones de hectolitros en 1850 a casi cinco en vísperas de 1930.3 Procesos similares han sido descritos en Valencia,4 en Cariñena5 y, en general, en toda España.6 Sin este acicate económico es casi seguro que el viñedo europeo hubiera corrido distinta suerte y que su muerte a causa de la filoxera no habría ido seguida de aquella portentosa «transfiguración» de la que nos habla Marcel Lachiver.
1.1. Expansión vitícola y estructura dual de la propiedad En la meseta de Requena las condiciones en que se desarrolló el proceso fueron bien distintas a las de otras regiones con larga tradición vitícola como la Rioja, Jerez y Cataluña, y algo similares a las de Cariñena. Se trata de lo que podríamos llamar una comarca vitícola «nueva», en la que la superficie del viñedo creció aproximadamente de 5.000 hectáreas a más de 30.000 entre 1850 y 1930, y actualmente no baja de 50.000. Aquí hay que hablar de una auténtica colonización vitícola de paisajes agrarios que hasta 1850 habían estado dedicados a dehesas y cereales, con un predominio de la gran propiedad, incrementada gracias a la desamortización de propios, y cuyos titulares residían mayoritariamente en Madrid, Valencia (los más ricos) o en ciudades de tipo medio situadas en las propias zonas vitícolas, como eran Requena y Utiel. La expansión vitícola convirtió a los terratenientes cerealistas en grandes cosecheros de vino, pero, al mismo tiempo, los propios trabajos de
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Roudié (1994). Piqueras (1981). Sabio Alcutén (1995a). Pan-Montojo (1994).
Propiedad vitícola y cambio técnico en la meseta de Requena
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plantación provocaron un reparto de la propiedad vitícola y, por lo tanto, la proliferación de miles de pequeños cosecheros de uva. Y es que muchos de estos terratenientes no tuvieron reparos en ceder a los campesinos la mitad de la propiedad a cambio de los trabajos de plantación, revitalizando una vieja figura contractual como era la plantación a medias. Los términos del contrato de plantación a medias en Requena En líneas generales, el contrato de plantación a medias practicado en Requena durante este período se puede resumir en los siguientes términos: a) El propietario de un terreno, hasta entonces dedicado a cereales o pastos, lo cedía a uno o varios plantadores o aparceros, quienes debían «sacar de fondo» el suelo (cavar con picos y azadas toda la parcela hasta una profundidad de 40 cm) y efectuar la plantación con el tipo de pie o injerto que el dueño estipulara, corriendo a su cargo la totalidad o bien una parte del importe de las plantas. b) Durante los cuatro o cinco primeros años, hasta que la viña viniera a dar una cosecha normal, el aparcero corría con los gastos de cultivo y recibía a cambio todos los beneficios que pudiera haber de las cosechas, que en el cuarto año ya solían ser de consideración. Mientras la viña era joven, era costumbre sembrar entre cada hilera de cepas varios surcos de azafranar, con lo que el aparcero obtenía un beneficio adicional. c) Al quinto año, el aparcero dividía la viña en dos partes iguales y daba a elegir al propietario una de ellas. En ocasiones, sobre todo en contratos firmados en el siglo XX, la viña no era partida en dos sino que quedaba toda para el propietario, quien como pago de los trabajos de plantación cedía al aparcero otra porción igual de tierra sin viñas. d) El contrato se firmaba en ese quinto año y solía ser de tipo particular, con la presencia de dos o tres testigos. La escritura de propiedad era optativa y sus gastos corrían a cargo del aparcero, el cual, generalmente pobre, retrasaba su realización ante notario hasta algunos años más tarde, sirviendo el contrato particular como aval. Se supone que las plantaciones a medias venían siendo practicadas en Requena desde la Edad Media, y en los Padrones de las Peonadas que hay en la Villa de Requena, fechados entre 1651 y 1726, así como en el Catastro de Ensenada de 1752, hay bastantes testimonios. No obstante, la
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Propiedad, explotación y cambio técnico
gran eclosión de este tipo de contratos tendría lugar en la segunda mitad del siglo XIX, cuando la superficie de viñedos creció de 2.000 hectáreas (amillaramiento de 1852) a casi 15.000 en 1912, año en que fue detectada la filoxera. La primera oleada de nuevas plantaciones tuvo lugar durante la crisis del oídio (1852-62) y fue de tal magnitud que las autoridades municipales mandaron elaborar en 1863 un censo de las viñas plantadas entre los años 1852 y 1859, es decir, de todas aquellas que había que añadir al amillaramiento de 1852, a excepción de las que todavía no habían cumplido los cuatro años, porque éstas todavía no habían sido partidas y no se sabía a quién debía cargarse la contribución. Este censo, titulado Relación de las viñas con expresión de los verdes de cada una y su valor, es un documento excepcional para conocer el impacto que pudo tener el sistema de plantación a medias, ya que en él figuran tanto el propietario de la tierra como sus aparceros, con expresión del número de cepas (unas veces) o de peonadas (otras). En sólo siete años se plantaron nada menos que 16.590 peonadas (equivalentes a 754 hectáreas), de las que al menos la mitad lo fueron por el sistema de a medias, en las que participaron una treintena de propietarios, de una parte, y más de 400 aparceros, de la otra, la inmensa mayoría en una amplia zona integrada por las aldeas de San Antonio, San Juan, Derramador y Campo Arcís. Entre los propietarios figuran familias de abolengo como: José de la Cárcel, quien plantó 22.500 cepas en su finca de La Gedrea (San Antonio), repartiendo la mitad entre 20 aparceros; Jaime Ramírez, quien plantó 40.500 cepas en la Hoya Marina, con ayuda de 22 aparceros de Utiel; Miguel de Córdova, Encarnación Ferrer de Plegamans, José de Medrano, M.ª Ruiz Manglano, etc. También había comerciantes e industriales de la seda de Requena que habían adquirido grandes extensiones de tierra y algunos abogados y políticos como Silverio Díaz-Flor, alcalde de Requena en 1859. En los años que siguieron los contratos fueron a más. Un escritor y partícipe de este tipo de contratos nos dejó esta pequeña crónica de aquella fiebre plantadora y del consiguiente reparto de la propiedad vitícola: En la aldea de San Juan todos eran jornaleros y sin propiedad alguna. Y esto duró hasta hace unos cuarenta años [1850] en que los propietarios o terratenientes de los predios del término rural de esta aldea, a saber, D. Francisco y
Propiedad vitícola y cambio técnico en la meseta de Requena
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D. Nicolás Herrero, mi tío y padre, D. Jaime Ramírez, D. José de la Cárcel, doña Encarnación Ferrer de Plegamans y otros más, dieron a sus moradores terrenos a medias para plantarlos de viña. Desde aquel tiempo a esta parte ya tienen propiedad […] En el Derramador todos son labradores y jornaleros, cultivando las muchísimas viñas que han plantado a medias en terreno ajeno […] En Campo Arcís hasta 1850 sólo había 18.000 vides y hoy pasan de un millón las que hay plantadas por sus vecinos, en su mayor parte a medias.7
Las condiciones técnicas en que se realizaban aquellas primeras plantaciones eran todavía muy rudimentarias, ya que el resolado del terreno y las mismas labores de cultivo seguían haciéndose totalmente a mano. Esta circunstancia encarecía los trabajos de plantación y laboreo, lo que sin duda influyó, junto a otras circunstancias ya enumeradas, para que los propietarios cediesen tierras a cambio de los trabajos de plantación. El ritmo de nuevas plantaciones remitió a partir de 1900 debido a la caída de los precios del vino, pero volvió a incrementarse desde 1915, coincidiendo con la replantación de las viñas destruidas por la filoxera y con una nueva colonización de tierras que hasta entonces habían permanecido incultas. Pero las condiciones ya no iban a ser las mismas. Las técnicas de cultivo habían cambiado tanto por la difusión del arado horcate de vertedera, que sustituía a los braceros que antes cavaban las viñas, cuanto por el empleo de grandes arados (malacates) para desfondar la tierra. Al mismo tiempo, ya no se podían plantar sarmientos cogidos de cualquier viña sana, sino que había que comprar planta americana, que sólo suministraban los viveristas, y luego había que injertarla. En una palabra, los costes de plantación tenían un mayor componente monetario y una menor participación de la fuerza de trabajo. Los propietarios empezaron a mostrarse reacios a ceder tierras de buena calidad, ofreciendo a cambio de los trabajos de plantación parcelas vírgenes de la misma extensión o superior en zonas de suelos más pobres, por lo que ya no se trataba de una plantación genuina a medias, sino de una cesión de tierra. Por su parte, los aparceros, muchos de los cuales ya habían acumulado cierta propiedad y contaban con animales de labranza y arados propios, estaban dispuestos no a realizar pequeñas plantaciones de 4, 5 ó 10 peonadas (menos de media hectárea), como hacían antes, sino
7 Herrero Moral (1890).
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que se atrevían a plantar varias hectáreas en cada operación. Los nuevos marcos de plantación, adaptados al trabajo con arados, eran ya de marco real y sólo cabían 1.600 cepas en una hectárea, frente a las 2.500 que se ponían cuando se trabajaba con azadas. En el término de Utiel, fue el propio Ayuntamiento el que propició la expansión vitícola a costa de los montes comunes por el sistema de roturaciones «espontáneas» (una especie de derecho de presura o escalio más propio de la Edad Media), que luego eran denunciadas, y, previo pago de una multa, la tierra quedaba en usufructo del roturador. A comienzos de 1917, un periódico local denunciaba el distinto trato que recibían los grandes propietarios y los aparceros que habían plantado viñas a medias en dichos montes comunes. Algunos grandes propietarios (según el periódico, miembros del Partido Liberal que gobernaba por entonces en el Ayuntamiento de Utiel) habían hecho grandes roturaciones de montes por este sistema, y ahora disfrutaban de ellas tras haber pagado un multa que era muy poca cosa comparada con el beneficio obtenido, mientras que muchos aparceros, autores materiales de la roturación, no podían pagar su parte por ser muy pobres y algunos daban con sus huesos en la cárcel.8 Para hacernos una idea de la magnitud del proceso de aquella estructura dual, y aunque la comparación se haga entre años que exceden por una parte el período estudiado, valga decir que en el amillaramiento de Requena de 1865, apenas iniciada la expansión vitícola, figuraban sólo 9 cosecheros con más de 10 hectáreas de viña (ninguno superaba las 20), mientras que un siglo más tarde, en 1970, los grandes cosecheros con más de 50 hectáreas de viña eran 165, de los que media docena estaban entre las 100 y las 200 hectáreas. En el extremo opuesto, los pequeños cosecheros con menos de 5 hectáreas eran casi 1.900 en 1865 (de los que 1.720 no llegaban a una hectárea) y en 1970 los de menos de 5 hectáreas sumaban nada menos que 5.300. Advertimos que con menos de 5 hectáreas (unos 20.000 kilos de uva al año) era casi imposible mantener una bodega propia, lo que hace más honda la diferencia entre el gran cosecherobodeguero cuyo producto final es el vino y el pequeño viticultor que sólo produce uva y que, hasta la formación de las cooperativas (a mediados del
8 El Joven Radical (21-I-1917).
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XX),
no tenía más opción que vender su cosecha a las grandes bodegas o bien confiarla a los comisionistas y maquileros, bodegueros que elaboraban la uva de otros y luego liquidaban según el precio del vino vendido. En conclusión, se puede afirmar que en Requena la expansión vitícola conformó una estructura dual de la propiedad vitícola, que quedaría integrada por un número reducido de grandes propietarios-cosecheros y, en su entorno, una gran masa de pequeños cosecheros, muy ligados a los anteriores en razón de los contratos de plantación, la prestación de jornales y la dependencia de sus grandes bodegas para el proceso de vinificación, ya que la mayoría de ellos nunca dispuso de bodega propia. En este marco de nuevos grandes y pequeños cosecheros de uva es donde hay que situar el proceso de innovaciones técnicas y de cultivo.
2. La difusión de innovaciones técnicas: cronología y agentes del cambio Desde un perspectiva cronológica, se puede hablar de tres momentos o períodos clave. El primero iría de 1850 a 1865, en el que coincidieron la plaga de oídio, el aumento de los precios del vino, la primera gran oleada de plantaciones nuevas y la llegada de los primeros compradores de vino (catalanes y franceses), que exigían con su demanda una determinada manera de elaborar los vinos. El segundo abarcaría desde 1879 hasta 1899, en que las exportaciones lograron su máxima expansión y se empezaron a levantar las primeras grandes bodegas, al tiempo que en las viñas se extendía la plaga del mildíu (1885). El tercer período, entre 1912 y 1930, estaría marcado por la invasión de la filoxera y los nuevos ataques del mildíu, aunque la consolidación del mercado exterior del vino propició la recuperación total del viñedo y la construcción de nuevas bodegas con tecnología avanzada. Como era inevitable, las grandes innovaciones técnicas sólo podían ponerse en práctica por gente con mucho dinero, alto nivel intelectual y acceso a la información. Los pequeños cosecheros podrían hacerlo paulatinamente, en tanto fueran aumentando sus rentas y el tamaño de sus explotaciones (paso a mediano cosechero) o se organizaran en cooperativas, pero esto último, que en comarcas vecinas empezó a gestarse en 1918-
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21 (Pedralba, Cheste y Turís), en la zona de Requena-Utiel se retrasó hasta 1927, cuando se fundó la cooperativa de Utiel. Las demás, hasta un total de 36, se crearían mucho más tarde. La mayor parte de iniciativas corrió a cargo de lo que hemos dado en llamar burguesía capitalina (de Valencia y Madrid), casi siempre con intereses económicos también en otras parcelas (agrícolas, industriales o comerciales) y, bastante a menudo, partícipes muy activos de la vida política provincial y nacional (De la Cárcel, Lamo de Espinosa, García Berlanga). La mayoría había estudiado carreras de prestigio, como eran las de Derecho, Medicina y Agronomía. Y su poder e influencia crecía en tanto en cuanto estos mismos propietarios se organizaban en sociedades, gremios y ligas. Entre las más destacadas en la provincia de Valencia habría que citar al menos dos: una de ámbito local y muy centrada en el sector, como fue la Sociedad Vitivinícola Saguntina, y otra más general y de ámbito provincial: la Liga de Propietarios de Valencia. A ellas habría que añadir la Sociedad Económica de Amigos del País, cuyos miembros solían pertenecer a la vez a alguna de las dos anteriores, que desempeñó una notable acción propagandística mediante la edición y difusión de folletos sobre la mejora en la elaboración de vinos, tratamientos contra las plagas, etc., y organizó varios certámenes para que los bodegueros y viticultores expusieran sus resultados, culminando con una gran Exposición Regional de Agricultura, Industria y Artes, celebrada en Valencia en 1883, en la que varias firmas extranjeras (Pfeiffer, Malabouche, Vengut, etc.) y españolas presentaron prensas de hierro, bombas de trasiego, estrujadoras y otros adelantos en materia de enología. Estrechamente ligados a este grupo de propietarios y como grandes inductores al cambio técnico hay que citar también a los empresarios extranjeros (primero franceses y luego suizos) que compraban el vino. Algunas de aquellas firmas construyeron bodegas propias en el entorno de los puertos de Valencia y de Alicante, pero la fórmula más frecuente fue el alquiler o la asociación con grandes cosecheros locales (de Villena, Requena, Utiel, etc.), cuyas bodegas familiares fueron equipadas con arreglo a las exigencias técnicas que imponían o aconsejaban las firmas extranjeras. Así sucedería en Villena, donde Luis Penalva, el mayor cosechero local, se asoció con las firmas francesas de Moullet et Jeune y René Barbier.
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En Utiel la firma extranjera más sobresaliente por sus repercusiones técnicas fue la de August Egli (de Suiza), que en 1911 alquiló la Bodega Redonda (familia Pardo) y la dotó de la más moderna maquinaria. Otro tanto harían poco después la firma alemana Steiner en la bodega de Enrique de Córdova (término de Requena) y la suiza Schenk, que compró y acondicionó en 1927 la bodega de un gran cosechero requenense. Por último, y ya con el cambio de siglo, aparecieron las instituciones oficiales que habrían de sustituir y superar la labor de la Sociedad Económica. Tales serían la Granja Agrícola de la Diputación de Valencia y la Estación Enológica de Requena, cuya principal actividad en este período estuvo dedicada a combatir el mildíu y a la reconstitución de los viñedos destruidos por la filoxera, al tiempo que algunos de sus dirigentes, como el ingeniero Rafael Janini, participara en la construcción de bodegas particulares y cooperativas, incorporando de paso las tecnologías más avanzadas en materia de vinificación.
3. Los cambios técnicos y su difusión El estudio de la difusión del cambio técnico impone antes que nada su clasificación en las dos grandes ramas del sector, como son la viticultura y la enología. En la rama de viticultura se incluyen dos capítulos, uno dedicado al laboreo del viñedo, las vendimias, el transporte de la uva, nuevas variedades, etc., y otro que analiza los tratamientos fitosanitarios contra las plagas (oídio, mildíu), la difusión de abonos químicos y la reposición de las vides filoxeradas. En la rama enológica están comprendidos los procesos de elaboración de mostos y vinos, la incorporación de nuevo instrumental (prensas, estrujadoras, bombas de trasegar, etc.) y la construcción de bodegas «modernas» siguiendo modelos franceses.
3.1. Cambios técnicos en viticultura El laboreo de la tierra: la difusión del arado viñero La mayor innovación llevada a cabo en las tareas de cultivo del viñedo de las comarcas del interior valenciano fue, sin lugar a dudas, la difusión del arado viñero, localmente llamado horcate. Este tipo de arado, con
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varas en forma de horca y tirado por una sola caballería, ya se venía empleando en la zona litoral (Sagunto, Vinaroz, Pla de Quart) desde al menos el siglo XVII, pero no llegó a las viñas de Requena-Utiel y de Villena hasta la segunda mitad del siglo XIX, como demuestran varios textos de la época, entre los que recopilamos el siguiente comentario extraído de la revista La Agricultura Valenciana, remitido en 1870 por el corresponsal de Utiel: [...] se nota cierto espíritu revolucionario en las seculares costumbres de los labradores variando sus prácticas de cultivo. En efecto, una década de años hace y no más, que en este país se inició con fe y se aceptó con entusiasmo el procedimiento de labrar los viñedos […]. Múltiple diversidad de arados se han venido ensayando en los diez años, desde que los primeros horcates surcaron nuestros viñedos, y de estos primeros ensayos los agricultores han obtenido el caro y exacto conocimiento práctico de las ventajas y de los inconvenientes que ofrecen. Entre el nuevo y el viejo sistema se ha llegado a producir en la opinión de los labradores laboriosas crisis en cuya plenitud nos hallamos, entre las entusiastas elucubraciones de los unos por la labor arada y la decidida impugnación de otros que son partidarios del empleo de braceros.9
Las ventajas económicas del arado eran muchas, ya que un informe del Ayuntamiento de Villena en 1858 estimaba que el coste en jornales de cava era tres veces superior al de la labor del arado. En otro de 1860 se incluye además un estadillo con todos los gastos que llevaba el cultivo de una tahúlla de viña (la octava parte de una hectárea) con su parte correspondiente en los costes de bodega propia, y en él se descubre que la «cava y bina» suponía un gasto de 62 reales sobre un total de 139, frente a la poda, que suponía 6 reales, la vendimia 10, el acarreo de la misma 11, la pisa 10 y los gastos de bodega 16 (A.M. de Villena). Según estos cálculos, la sustitución de la azada por el arado vendría a suponer un ahorro de 40 reales, casi un 29% en el conjunto de la explotación. Pero esta innovación no estaba al alcance de cualquier viticultor, sino sólo de los medianos y grandes propietarios con ingresos elevados y viñas suficientes para hacer rentable la inversión. El empleo del arado horcate implicaba una fuerza de trabajo animal que muy pocos viticultores de aquellos años podían costear. Para tirar del mismo hacía falta un animal «mayor», es decir un mulo o un caballo, ya que los asnos (animal «menor») no tenían la suficiente fuerza para hacerlos eficaces. Los censos y reparti-
9 La Agricultura Valenciana (24-XII-1870).
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mientos de contribución del término de Requena revelan que hacia 1865 los únicos que disponían de animales mayores eran los tipificados como labradores, es decir los medianos propietarios y los colonos o renteros que trabajaban grandes extensiones de cereal y necesitaban para ello de uno o dos pares de mulas. Los clasificados como aparceros o jornaleros, que en su mayoría eran propietarios de pequeñas parcelas de viña, solían tener casi todos un asno, que hacían servir como animal de carga, tanto de la vendimia como de leñas y carbón. Tras la aparición de la filoxera en la comarca (1912) y el arranque de las viñas viejas, el arado volvió a cobrar nuevos impulsos y acabó desterrando definitivamente a la azada. En una categoría superior hay que situar los arados de desfonde. El primero de que se tiene noticia es el arado Vernet, que fue ensayado con éxito por la Sociedad Vitivinícola Saguntina en 1881. A finales del siglo XIX se dieron a conocer los grandes arados de desfonde o malacates, tirados por un largo cable que se enrollaba en una especie de torno o rueda que se fijaba en un extremo del campo y era movida por cuatro o más caballerías que giraban sobre la misma a modo de una noria. El primer tren de desfonde mecánico lo compró la Estación Enológica de Requena hacia 1925. Esta nueva técnica facilitaba y abarataba la preparación de los campos para la plantación, por lo que ya no era tan necesario recurrir a las cuadrillas de aparceros, decayendo así el sistema de plantación a medias. Sin embargo, también los pequeños propietarios supieron sacar provecho de esta nueva técnica, ya que, al igual que sucediera en Cariñena (Sabio Alcutén, 1995a), algunos de ellos formaron cuadrillas, juntando sus animales de tiro, y alquilaban o compraban su propio malacate, ofreciéndose incluso a los grandes propietarios para llevar a cabo plantaciones a medias. De esta manera aumentó también el tamaño de la plantación y la parte correspondiente a cada aparcero, puesto que una cuadrilla de cuatro o cinco podían ejecutar plantaciones de más de veinte hectáreas, cosa impensable cuando las tareas se hacían a mano.
3.2. La lucha contra las plagas criptogámicas: oídio y mildíu La aplicación de azufre para combatir el oídio La plaga de oídio, aunque no fue muy dañina gracias al clima seco, dio lugar al ensayo de varios remedios caseros para combatirla. Los primeros ataques serios tuvieron lugar en 1855 y se repitieron en 1857, sien-
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do el más grave de todos el de 1862. A raíz de este último ataque de la plaga, en el cual se dice que en Requena sólo se salvaron las uvas de los sarmientos más bajos, empezó a propagarse por fin el sistema más correcto, a base de azufre espolvoreado, que ya había mostrado su eficacia en las comarcas mas húmedas y propicias al desarrollo de la plaga, como eran las de Gandía y Sagunto.10 La simplicidad del sistema y el escaso coste del pulverizador (podía hacerlo el propio viticultor con un saco, un fuelle e incluso una simple escobilla) posibilitó que su difusión fuera general tanto entre los grandes como entre los pequeños cosecheros. A ello ayudó también el que la mayoría de éstos últimos trabajaran normalmente como jornaleros en las grandes fincas, donde aprendían a utilizar el azufre y los pulverizadores. Era costumbre que, una vez terminada la faena en las viñas del dueño, éste dejara sus propias máquinas a sus jornaleros para que las usasen en sus pequeña parcelas. Este ejemplo vale también en el caso de la difusión del arado horcate y del tratamiento contra el mildíu, del que vamos a tratar a continuación. La difusión de remedios preventivos contra el mildíu La Peronospora viticola o mildíu, la tercera de las plagas importadas de América, fue detectada en 1878 en los viveros de la Société d’Agriculture de la Gironde, en Floirac, cerca de Burdeos, no lejos de donde en 1868 había sido descubierto el primer brote de filoxera. A diferencia de ésta, que tuvo una propagación lenta, el mildíu se extendió tan rápidamente que cinco años más tarde afectaba ya a casi toda Europa. El remedio contra el mildíu a base de una disolución de sulfato de cobre y cal, el popular «caldo bordelés», no fue descubierto hasta 1884-85, y su aplicación se generalizó en los años 1886 y 1887 en la región de Burdeos, extendiéndose luego al resto de Europa. Millardet y Gayon precisaron en 1887 la composición óptima del «caldo bordelés», y, casi al mismo tiempo, Vermorel patentaba la máquina sulfatadora que habría de hacerle famoso en todos las regiones vitícolas.11 En Valencia sus primeros ataques tuvieron lugar en 1884, siendo especialmente sensibles los viñedos de las comarcas de La Safor y la Vall
10 Piqueras (1981). 11 Pouget (1990).
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d’Albaida (al sur de la provincia de Valencia), que tuvieron una primavera muy lluviosa. En 1885, acompañado también de lluvias abundantes, se propagó por toda la meseta de Requena, cuya cosecha de uva quedó reducida prácticamente a nada.12 Aunque conocido y divulgado profusamente el remedio contra el mildíu, su aplicación en los viñedos valencianos no estuvo exenta de incidencias que prueban dos aspectos fundamentales que, al parecer, debieron de repetirse en todo el proceso de innovaciones técnicas: primero, la reticencia de los viticultores, fuera de algunos terratenientes ilustrados, a aplicar los nuevos remedios y a utilizar las máquinas sulfatadoras; y, segundo, las limitaciones económicas y «políticas» a la hora de acceder a las nuevas técnicas y a la compra del sulfato de cobre, un producto químico de importación que, prácticamente, no empezaría a fabricarse en España hasta 1916. Algunos ejemplos confirman la capacidad de iniciativa y las ventajas de los grandes cosecheros. En el sur de la provincia de Valencia fue un gran propietario de la Pobla del Duc llamado José Damián Capsir (el mismo que había introducido la garnacha tintorera en 1873) el primero en aplicar en su pueblo, en 1889, el remedio contra el mildíu, empleando para ello sulfatadoras importadas de Francia. Y cuenta uno de sus nietos, José María Capsir, periodista en Gandía hacia 1930, la siguiente y esclarecedora anécdota: Merced a estas dotes eminentes, [José Damián Capsir] consiguió introducir en la Puebla, sin hacer caso de las burlas del vulgo ignorante, la sulfatación de las viñas. Los jornaleros de su casa no querían ir a sulfatar, porque los demás labriegos hacían mofa de ellos, preguntando si eran soldados, puesto que llevaban la mochila a la espalda; pero en aquel año sólo vendimió Capsir, y los burlones no recolectaron ni un grano de uva, consumida por el terrible mildíu. Al año siguiente, todo el mundo sulfató: los ricos por medio de máquinas, y los pobres, valiéndose de escobillas.13
Otro ejemplo. En la primavera de 1889 las condiciones meteorológicas hacían temer una plaga de mildíu. Por esta razón, la Liga de Propietarios de Valencia, el día 17 de mayo, solicitó a la Diputación de Valencia que mediara en la importación de sulfato de cobre libre de impuestos de aduana y que lo repartiera entre los cosecheros solicitantes. La Diputación 12 Almiñana (1888). 13 Citado por Soler (1999).
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nombró delegado al entonces joven diputado pero ya gran propietario vitícola Fidel García Berlanga, quien se puso en contacto con la casa francesa Engrais Agenais Ancienne Maison Jaille, dedicada a la fabricación e importación de abonos químicos, con delegación en la capital valenciana y depósitos en Requena y en Utiel. El día primero de junio el administrador de Jaille en Valencia remitió a García Berlanga una muestras del sulfato de cobre y le comunicó que sólo podría contar con la carga procedente de Inglaterra, que en aquellos momentos estaba de camino a bordo de los vapores Tintoré y Cabo Machichaco y que ascendía a un total de 28.217 kilogramos netos, al precio de 70 pesetas los 100 kilos. Días antes, un periódico de Madrid había publicado una noticia sobre «supuestas extralimitaciones de la Diputación de Valencia en la importación de sulfato de cobre», por lo que García Berlanga, en aras de la «imparcialidad y para evitar que cundan especies calumniosas», ordenó publicar en el Boletín Provincial del 2 de junio un anuncio para que los alcaldes y particulares que desearan adquirir el sulfato importado se apuntaran en una lista abierta en el Negociado de Agricultura de la Diputación. Lo cierto es que en la citada lista había ya propietarios apuntados desde el día 28 de mayo, entre ellos algunos de los mayores cosecheros de la zona de Requena y Utiel, como D. Francisco Javier Lamo de Espinosa, D. Francisco Serrano Larrey o D. Luis de Córdova, a los que en días sucesivos se añadirían otros grandes propietarios como D. Carlos Ballesteros (Utiel), García Caro (Requena), Vicente Oliag (Valencia), Bautista Morant, Enrique Trénor, etc., hasta completar una lista de 133 compradores de sulfato, entre los que sólo figuraban cinco ayuntamientos (Pedralba, Liria, Bocairent, Camporrobles y Anna). La mayoría de los inscritos en la lista han sido identificados como cosecheros de cierta entidad de las comarcas de Requena-Utiel, Vall d’Albaida, La Safor, Campo de Liria, Pla de Quart y Campo de Chiva y Cheste, y parece deducirse que la mayoría eran miembros de la citada Liga de Propietarios. La conclusión que podría extraerse de este asunto es que los beneficiados de una importación sin arancel de un producto escaso, que era toda una novedad en la lucha contra una nueva plaga, fueron precisamente aquellos cosecheros con mayor poder adquisitivo, mayor acceso a la información (¿quién podía leer por aquellas fechas el Boletín Oficial?) y, además, organizados en un Liga en la que sólo había grandes terratenientes.
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Con todo, es de suponer que la compra efectuada por algunos grandes cosecheros, como los 1.200 kilos asignados a Lamo de Espinosa, servirían también para que este gran propietario repartiera una parte entre la legión de pequeños cosecheros que le trabajaban a jornal y le plantaban viñas a medias. La tradición oral así nos lo confirma en muchos casos parecidos a éste. La plaga de mildíu continuó siendo (y lo es todavía hoy) un problema contra el que los viticultores siguieron estando desprevenidos. Dado que su tratamiento es preventivo (hay que sulfatar antes de que aparezca la enfermedad) y que las condiciones climáticas (sequía y fuerte calor) suelen impedir que la plaga se reproduzca salvo muy de tarde en tarde, el exceso de confianza ha jugado más de una mala pasada. Así ocurrió en Requena en 1915 (el «año del mildíu»), cuando a pesar de las advertencias del ingeniero director de la Estación Enológica de Requena, Constantino López, que a finales de abril repartió una circular con la fórmula del «caldo bordelés» a todos los periódicos de la comarca (C. López, 1915), la cosecha «fue casi nula a consecuencia de los repetidos ataques de mildíu y su intensidad durante la primavera». La escasez de sulfato de cobre debido a que Inglaterra, principal fabricante, prohibió su exportación por estar en guerra, y la adopción de productos sustitutivos y más baratos, pero poco eficaces, como el verdillo, agravaron la crisis. Al año siguiente, 1916, la Estación Enológica de Requena planificó una gran campaña de información y prevención durante los meses de marzo y abril, repartiendo entre los viticultores un folleto editado por dicho centro sobre Tratamiento preventivo contra el mildíu.14 Al mismo tiempo, también a partir de marzo, la prensa local se llenaba de anuncios de comercios donde podía comprarse sulfato de cobre «español» y máquinas sulfatadoras (marcas Vermorel, Sampere, etc.), incluidos un «caldo bordelés» marca Radium, listo para ser usado, que era fabricado por la empresa química C. Haupold en Puerto de Santa María, y un «polvo anticriptogámico», Sertyh, distribuido por la casa León Hermanos de Valencia, que, según la propaganda, era más barato y eficaz que el mismísimo sulfato de cobre. En 1921, 1925 y 1929 volvieron a producirse ataques de mildíu, pero su menor virulencia y los tratamientos preventivos, ya bastante generalizados, impidieron que se produjeran nuevos desastres.
14 Alcaraz (1916).
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3.3. La difusión de abonos químicos Otro indicador del cambio técnico en la agricultura es la incorporación de guano y abonos químicos a los procesos de cultivo. Como ya demostrara en sus día el profesor Giralt, Valencia fue la pionera en la introducción y difusión en España del guano del Perú (1844) y de los abonos químicos (hacia 1860), pasando en breve plazo a ser una de las regiones con mayor consumo por unidad de superficie.15 Las primeras importaciones eran consumidas por los arroceros y naranjeros de las tierras de regadío,16 pero muy pronto pasaron también a ser de uso común entre los grandes vinateros de la tierras de secano. La construcción del ferrocarril Valencia-Utiel (1885) facilitó su transporte desde el Grao de Valencia, principal puerto de importación, hasta la meseta de Requena, cuyas dos grandes estaciones se vieron pronto rodeadas de bodegas de vino y almacenes de abonos, como las dos delegaciones que la firma francesa Engrais Jaille decía poseer en Requena (Manuel López) y en Utiel (Cesáreo Aspas) en el año 1889. La difusión de abonos y su evolución pueden ser conocidas gracias a las estadísticas de tráfico ferroviario por estaciones, que han sido elaboradas y estudiadas por Carmen Sanchís17 y que para el caso de Requena y Utiel, servidas por la Compañía Norte, cubren el período 1901-1935. A lo largo del mismo, las descargas de abono en las estaciones de la comarca crecieron de una media anual de 1.770 toneladas en el quinquenio 19011905 a casi 7.900 en los años anteriores a la Gran Guerra, durante la cual cayeron las importaciones por razones bélicas, y a 13.100 t a finales de los años veinte, coincidiendo con la plena campaña de reconstitución de viñedos con planta americana. En 1931, el Anuario Bailly Baillière y Riera, incluía en su información local 17 almacenes de abonos en la comarca, repartidos de la siguiente forma 8 en Requena, 5 en Utiel, 2 en Camporrobles, 1 en Caudete y otro en Villargordo. Ello, sin contar otros que no se anunciaban. Este fuerte incremento del consumo de abonos químicos demuestra que la viticultura requenense mantuvo su proceso de modernización
15 Giralt Raventós (1969). 16 Janini (1923). 17 Sanchís (1988).
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durante el primer tercio del siglo XX y, más todavía, a partir de la plaga filoxérica, que, recordemos, empezó a actuar en 1912. La razón está bien clara: la expansión del viñedo siguió a pesar de la plaga, y la misma adopción de planta americana exigía un mayor consumo de abonos, dada la menor productividad de ésta frente a las tradicionales vides del terreno. No existen datos estadísticos ni documentos que prueben el grado de participación de los grandes y pequeños viticultores en la demanda y adopción de este cambio técnico. Pero la tradición oral dice que el empleo de abonos químicos fue durante aquellos años una práctica restringida a los grandes y a algún que otro mediano cosechero, mientras que la mayoría de medianos y pequeños cosecheros siguieron abonando las viñas casi exclusivamente con el estiércol natural que producían tanto los animales de trabajo y de corral, como las propias familias campesinas, sin olvidar las defecaciones de las ovejas que pastabas las viñas durante la estación invernal.
3.4. La filoxera y la replantación con pies americanos Dada la tardanza con que la plaga filoxérica llegó a Requena (1912) y la lentitud con que se propagó por su comarca (todavía hoy quedan viñas francas europeas en tierras arenosas), las únicas actuaciones encaminadas no ya a impedir su avance, que era inexorable, sino a la reconstitución del viñedo filoxerado, fueron promovidas por organismos oficiales. Los viticultores se limitaron en este caso a ser meros sujetos más o menos dispuestos a seguir las recomendaciones de la Administración competente, representada en Valencia por la Granja Agrícola Modelo que la Diputación tenía en Burjasot y por la Estación Enológica de Requena. En 1906, tras haber pedido consejo y valoración presupuestaria a Nicolás García de los Salmones, que dirigía la reconstitución postfiloxérica en Navarra, la Diputación de Valencia creó una Estación Ampelográfica dentro de la Granja de Burjassot y plantó el primer vivero de pies americanos, poniendo a su frente a Rafael Janini, quien en 1920 pasó a dirigir la Estación de Requena. Las primeras plantaciones, que se iniciaron de inmediato en 1906 y 1907 en el término de Chiva, uno de los primeros invadidos por la filoxera, fueron abastecidas por este vivero de Burjasot, así como por viveristas catalanes (Vidal de Lérida y Sabaté de Vilafranca) y franceses de la casa Richter. En años posteriores se multiplicaron los viveros locales en Chiva, la Pobla del Duc (Félix Pastor), etc., y ya en la déca-
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da siguiente se crearon en Requena los de la Estación Enológica (1911) y los Viveros Americanos de la Agrícola Requenense (1916). Las plantas americanas más usados en la reconstitución de las viñas filoxeradas y en la que se hicieron nuevas fueron básicamente tres: la rupestris de lot, en los suelos profundos de vega con porcentajes de caliza inferiores al 30 %; la millardet 420 A, un híbrido de Berlandieri y Riparia, que vegeta bien en terrenos sueltos y frescos y en las zonas de regadío; y la millardet 41 B, otra especie híbrida de Chassela y Berlandieri, muy resistente a los suelos con altos porcentajes de caliza y cuya introducción en la zona de Valencia fue un empeño personal de Rafael Janini, alabado años más tarde por Pascual Carrión (1954), el otro gran impulsor de la reconstitución postfiloxérica en Requena.
3.5. La difusión de innovaciones en enología: bodegas y maquinaria La tercera gran innovación, la enológica, empezó a notarse ya hacia 1860 con la sustitución de las viejas bodegas de tinajas por otras más grandes de trullos (lagares) y depósitos de mampostería. El cambio vino exigido tanto por el incremento del volumen de uva con el que se operaba, cuanto por las condiciones de los comerciantes exportadores. En la zona de Requena, antes de 1850 la cantidad de vino que cada cosechero solía elaborar era más bien modesta y su destino era el consumo directo, bien fuera en el mercado local, bien en otros relativamente cercanos como la serranía de Cuenca. La fermentación tumultuosa del mosto con la casca era muy corta, y el mosto, ya limpio, era trasvasado a las tinajas de barro para que acabara allí de fermentar y transformarse en vino. El producto final sería lo que hoy llamamos un vino tinto directo o rosado, apto para ser consumido sin necesidad de mezclas. A raíz de la gran demanda internacional iniciada hacia 1852, los vinos de las variedades bobal, propios de Requena-Utiel, y los de monastrell, típicos de Villena y Sagunto, empezaron a ser muy cotizados por sus buenas cualidades como colorantes, por lo que los comisionistas pedían a los cosecheros que practicaran una fermentación tumultuosa larga, de varios días, al objeto de poder extraer el máximo color contenido en la piel de la uva. Para esta operación hacían falta grandes y resistentes trullos de obra,
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pues las tinajas eran muy pequeñas y podían reventar ante la presión del mosto al cocerse. El trullo permitía elaborar más cantidad de vendimia y, como tardaba varios días en llenarse, la fermentación podía alargarse hasta 15 y 20 días, aunque pronto se rebajó a 5 ó 6, durante los cuales se bazuqueaba con ayuda de unos ganchos el sombrero, que, formado por la casca, flota sobre la superficie del mosto.18 El vino resultante de estas operaciones era muy astringente y sólo servía para dar color a otros vinos más claros y blancos. Pocas novedades pueden añadirse a estos «cocederos» de obra para sacar más color al mosto, ya que en las bodegas el prensado de las uvas siguió haciéndose con instrumentos tradicionales como eran la prensa de viga y, en el mejor de los casos, prensas de husillos de madera. Sólo a finales de los años setenta se tiene noticia de que en Sagunto estaban funcionando prensas de hierro, una de las cosas que, entre otro aparatos útiles para la elaboración del vino, adquirió la Sociedad Vitivinícola de aquella ciudad (Sociedad Vitivinícola Saguntina, 1879). La vendimia seguía practicándose al modo tradicional, y el acarreo de la misma hasta las bodegas se hacía en alportaderas de madera o canastos de mimbre y esparto. Con todo, hacia 1875 empezó a generalizarse el transporte de la uva en carros con fondos cubiertos de lona impermeable, que hacía que no se perdiera mosto en el viaje desde la viña a la bodega. Pero, como advertía el ingeniero Manuel Sanz Bremón, esta novedad sólo podían practicarla los medianos y grandes cosecheros, siempre y cuando, además, hubiera caminos practicables para carros.19 Una segunda etapa innovadora, mucho más movida, comenzó hacia 1880, coincidiendo plenamente con la gran expansión de las exportaciones a Francia, la construcción del ferrocarril Valencia-Utiel (1885) y una nueva avalancha de comerciantes franceses, a los que más tarde seguirían otros suizos y alemanes. Según escribió Rafael Janini en 1923, la verdadera renovación en las técnicas de elaboración de los vinos empezó precisamente por estas fechas, siendo él mismo uno de los grandes protagonistas gracias a la intensa tarea que desarrolló como ingeniero-arquitecto de
18 Sanz Bremón (1881). 19 Ib.
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bodegas. En su opinión, la adaptación a las técnicas más modernas se produjo en algunas bodegas de Valencia antes que en la Rioja y Cataluña. El propio Janini definía en 1920 las líneas maestras de la renovación enológica y técnica al referirse al caso concreto de la zona de RequenaUtiel. Resumiendo las prácticas caducas que ya empezaban a ser abandonadas, escribía: Sobre las tablas de pino que también hoy cubren los mismos lagares, llamados trullos en la región, que son depósitos prismáticos de base rectangular, el lagar ordinario español, se estrujaban las uvas con los pies, casi siempre desnudos. No siempre se desraspaba. Echábase todo el hollejo (pasta) al cubo, y allí todo mezclado, rompía a fermentar el mosto, y una o dos veces al día se pinchaba, se bazuqueaba, con un tridente especial, a veces con una escalera de mano, el sombrero formado por el hollejo […] y cuando este sombrero se hundía de natural, terminada bien o mal la fermentación tumultuosa, casi siempre bien terminada por la bienhechora acción de las benignas temperaturas que suele haber en esta época de vendimias [octubre], se trasegaba el vino, muy rico en materia colorante y no pobre en extractos, a botas, o las más de las veces a tinajas como las de la Mancha, o a conos de madera de pino de Flandes, los que comenzaron a usarse y a propagarse por aquella época, gracias a los consejos de los comerciantes de vinos, que de Francia habían venido a establecerse en el Grao de Valencia […]. En ocasiones, como actualmente también ocurre, se guardaban los vinos de bobal, en espera de su pronta venta, en los mismos lagares (trullos, cubos), sin más que tomar con yeso las juntas de las tablas de pisar, o cubriendo éstas con sacos y sobre éstos tierra fina o arena.
Al concretar los avances y las innovaciones positivas introducidas en las tres últimas décadas, escribía lo siguiente: Y aunque falta mucho por hacer para llegar a la necesaria perfección de los métodos de elaboración, los primeros pasos hace años que están dados; ya se encuentran cocederas bodegas con estrujadoras mecánicas, con buenos conos bien instalados y buenos depósitos de cemento armado, buenas prensas, buenos aparatos de trasiegos de vinos.
¿Dónde estaban aquellas bodegas y quiénes eran sus dueños? El propio Janini cita más de una docena levantadas y puestas en marcha bajo su dirección, y a ellas podemos añadir otras tantas sin salir de la provincia de Valencia, donde el primero que «transformó a la moderna su bodega de la Vallesa de Mandor» allá por 1890, fue el conde de Montornés, tomando como modelo nada menos que la del Château Mouton-Rothschild de Burdeos. Poco después, un rico arrocero e industrial de Sueca, don Manuel Gómez, invertía en otra impresionante bodega en Calabarra (tér-
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mino de Turís). En 1897, con planos de Janini, era construida en Utiel la bodega de La Noria, propiedad de don Ricardo Ylario, dotada de grandes conos de madera para la fermentación del mosto y con todos los adelantos mecánicos (estrujadoras, prensas, bombas de trasiego, cintas transportadoras, etc.), y movida por energía eléctrica. Casi el mismo modelo siguió en la bodega de Cañada Honda (Requena), propiedad de José M.ª Lamo de Espinosa. Por las mismas fechas la familia Oria de Rueda iniciaba en Requena dos joyas de la aquitectura modernista, como son las bodegas de San José (hoy Torre Oria) y de la Casa Nueva (hoy Mas de Bazán). La larga lista podría extenderse, sólo en esta comarca, a casi un centenar de bodegas, como las de Felipe Ferrer, Pérez Ballesteros, García Berlanga y Ángel Pardo, en la zona de Utiel, o las de Francisco Prefaci, Enrique de Córdova, Alejandro Gil, José Cobo, marqués de Caro, conde de Torrellano, etc., en el término de Requena. La mayoría se inspiraron en las bodegas del sur de Francia, por influencia de los exportadores y de ingenieros como el tantas veces citado Rafael Janini, quien fue también el primero en aplicar todas estas innovaciones a las bodegas cooperativas de Cheste y Turís, fuera de la zona de Requena, construidas entre 1919 y 1921, con lo que los pequeños cosecheros empezaron a disfrutar de los avances técnicos en enología.20 En los primeros años, finales del XIX y comienzos del XX, la maquinaria era casi toda de origen francés (bodegas de Ylario en Utiel, de Lamo de Espinosa y de Oria de Rueda en Requena), luego empezaron a importarse estrujadoras y prensas de Navarra (la firma A. Arrieta sirvió varias prensas a la bodega de Turís en 1922), pero la fuerte demanda impulsó, ya desde finales del XIX, la aparición de una industria metalúrgica en Alcoy especializada en maquinaria vitícola, como fue la de Aznar y Rodes, cuyas bombas de trasiego y prensas de hierro con jaulas de madera serían luego las más vendidas en el mercado regional hasta 1970. Pero esta modernización, con ser incluso muy alto el número de bodegas construidas y adaptadas, afectó bien poco a las modestas bodegas familiares, que eran la mayoría. Las técnicas que Janini señalaba como atrasadas (trullos deficientes, pisado de la uva, prensas manuales, abuso del yeso, etc.) siguieron siendo habituales en la mayoría de los casos hasta su 20 Janini (1923).
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cierre en los años cincuenta y sesenta, cuando fueron sustituidas por las grandes bodegas cooperativas. Sólo entonces los pequeños y medianos cosecheros tendrían acceso a las nuevas tecnologías.
4. Conclusiones 1. La peculiar expansión del cultivo de la vid en la meseta de Requena entre 1850 y 1930, en un espacio agrícola que hasta entonces había estado caracterizado por la ganadería y el cultivo de cereales, y con una estructura de la propiedad dominada por los grandes latifundios incrementados por el proceso de desamortización y la venta de bienes de propios, desembocó en la formación de una nueva estructura dual de la propiedad vitícola integrada, de una parte, por un grupo aproximado de un centenar de grandes propietarios-cosecheros y, de la otra, por una auténtica legión de varios miles de pequeños viticultores, que accedieron a la propiedad de viñas mediante contratos de plantación a medias. 2. La relación entre ambos grupos iba más allá de los simples contratos de plantación, ya que los pequeños viticultores (localmente llamados aparceros) siguieron trabajando como jornaleros en las grandes fincas, y, como no tenían bodega propia, llevaban sus cortas vendimias a las bodegas de estos mismos terratenientes, quienes les compraban la uva en metálico o les pagaban luego el vino de acuerdo con lo obtenido en la venta conjunta a los exportadores del Grao de Valencia. 3. La difusión de innovaciones técnicas estuvo patrocinada por la gran propiedad, la única que contaba con capital para invertir y acceso regular a la información sobre las novedades. La participación de la pequeña propiedad en tales cambios estuvo limitada por su pobre nivel económico y de instrucción pública. En aquellos casos en que el cambio técnico era una cuestión de supervivencia, como ocurrió con los tratamientos anticriptogámicos frente a las plagas del oídio y el mildíu, importadas de América pero convertidas en endémicas desde el mismo momento de su aparición, la difusión de los remedios fue rápida y generalizada. A pesar de ciertas reticencias iniciales, los pequeños cosecheros se sumaron pronto al cambio (les iba en ello su hacienda) y contaron con la «ayuda» de los grandes propietarios, que solían darles azufre y sulfato de cobre, y prestar las máquinas pertinentes a aquellos aparceros que trabajaban regularmente en
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sus viñas. Un proceso similar debe aplicarse a la difusión de los arados horcates o viñeros, que los grandes propietarios no dudaban en prestar, junto con los mulos que tiraban de ellos, a sus aparceros, una vez habían finalizado éstos las tareas en sus fincas y a cambio, claro está, de jornales. El mismo afán por conseguir nuevas tierras con que ampliar la propiedad por el sistema de plantación a medias llevó a los aparceros, ya pasado 1910, a agruparse en cuadrillas y a alquilar o comprar grandes arados de desfonde como eran los malacates tirados por varios pares de mulas, contribuyendo así a la difusión de una nueva técnica aratoria. 4. En el caso de las grandes innovaciones técnicas, como era la construcción de bodegas modernas y la compra de maquinaria (prensas, estrujadoras, bombas, etc.), su difusión estuvo muy restringida a las familias pudientes y a los comerciantes. Aunque su número no deja de ser elevado, ya que hemos catalogado más de un centenar de grandes bodegas, sólo algunas de ellas (Ylario, Lamo de Espinosa, Córdova, Oria de Rueda) podrían ser calificadas de auténticas pioneras en España en la incorporación de las más avanzadas tecnologías europeas de la época en materia de enología industrial. Desgraciadamente, ésta sólo fue aplicada a la elaboración de vinos a granel, sin pasar a la crianza de vinos finos de mesa con marcas propias, salvo contadísimas excepciones de vida efímera. El acceso de los pequeños cosecheros a las nuevas tecnologías no resultaría posible hasta su agrupación en cooperativas, pero eso sería ya bien pasada la Guerra Civil española.
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COOPERATIVAS, BODEGAS Y MAYORISTAS: LA INDUSTRIALIZACIÓN DE LA VINICULTURA
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INTRODUCCIÓN* James Simpson
Una larga tradición investigadora ha recalcado la importancia de los mercados urbanos y del comercio internacional como factores centrales en el crecimiento de la productividad agraria.1 La concentración de una gran cantidad de consumidores con rentas relativamente altas permite a los agricultores especializarse en los productos para los que disponen de dotaciones de recursos más adecuadas. La mayor especialización productiva se asocia frecuentemente con una demanda creciente de servicios de intermediación profesional, como la provisión de crédito, el transporte, el almacenaje, la comercialización... Y esa mayor demanda de servicios trae consigo problemas de asimetría en la información. Los textos de esta parte del libro tratan algunos de estos problemas y presentan ejemplos de las reacciones de los vinateros a las oportunidades ofrecidas por el mercado. Los productores vinícolas tenían que enfrentarse en el siglo XIX a diversos obstáculos para dar salida a sus caldos. En primer lugar, el vino es una mercancía voluminosa, que se pierde con facilidad si los recipientes vinarios sufren daños. El coste de transportarlo por carro a finales del siglo XIX ha sido cifrado en las 6,25 pesetas por hectolitro y cien kilómetros, una cantidad quizá cercana a una cuarta parte del precio de un vino común, aunque un porcentaje menor en uno superior.2 Estos altos precios del * Traducción de Juan Pan-Montojo. 1 Véase especialmente Smith (1970) [1776], libro III. 2 El coste de transporte, en Gómez Mendoza (1982), apéndice D. Es bien sabido que tanto el transporte «medio» como los precios «medios» del vino resultan casi imposibles de determinar.
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transporte terrestre son una de las razones de que en la época anterior al ferrocarril los grandes vinos europeos (madeira, oporto, burdeos, champaña, málaga o jerez) fueran todos producto de regiones accesibles por barco. En la segunda mitad del siglo XIX tuvieron lugar dos cambios importantes. En primer lugar, el tendido de las vías férreras permitió que las regiones más aisladas —como la Mancha, el Mediodía francés o Puglia— pudieran especializarse en vitivinicultura. En segundo lugar, las viñas de otras regiones dejaron por ello de ser competitivas y no fueron replantadas tras la filoxera. A causa del carácter perecedero del vino, sus productores tenían que buscar fórmulas para asegurar que sus caldos resultaran potables durante un año. Sin embargo, pocos cosecheros estaban interesados en que sus vinos duraran más de doce meses. En unos casos había que venderlos rápido para poder saldar las deudas acumuladas durante el año y pagar los gastos corrientes. Pero es que además el envejecimiento de los vinos suponía bodegas mayores y una inversión más elevada en cubas y otro instrumental de vinificación. Otra razón que explica esa falta de interés por el añejamiento de los vinos es que la demanda era escasa. En España los cosecheros tenían un mercado reducido para vinos superiores debido al bajo nivel de la renta per cápita, a los altos costes del transporte y a la escasa urbanización. Había, por supuesto, algunas excepciones. Barcelona constituía a fines del siglo XVIII un gran mercado, capaz de incentivar la producción local. Lo mismo se puede decir de Madrid, donde se consumían entre 700.000 y 850.000 arrobas de vino en la década de 1840 según Madoz.3 No obstante, todo indica que a finales de siglo eran pocos los españoles dispuestos a pagar más por un vino superior. Se trataba de una cuestión de renta y de gusto, pero también de organización del mercado, un extremo que trataremos más adelante. Al igual que en Portugal y en Francia, era el mercado internacional el escenario determinante para los cambios en la calidad del producto y el desarrollo de nuevos vinos. La demanda exterior fue asimismo el factor clave en el desarrollo del aguardiente, importado en grandes cantidades por los ingleses y holandeses desde el siglo XVII, para sus flotas y colonias.
3 Citado en Ringrose (1985), p. 435.
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La destilación de aguardiente tenía varias ventajas para los cosecheros. De entrada, no había que cuidar la calidad de las uvas para hacer un destilado. Además, el proceso productivo era relativamente fácil y podía efectuarse en alquitaras, disponibles a precios relativamente bajos. Finalmente, el producto era homogéneo y se graduaba de acuerdo con su contenido alcohólico. Hasta que a comienzos del siglo XIX los destiladores perdieron una parte de sus mercados en Europa septentrional, las exportaciones aguardenteras habían sido un factor importante en el crecimiento de la viticultura catalana. Sin embargo, como pone de relieve Valls en su capítulo, las exportaciones de vino hacia América compensaron parcialmente el retroceso de los destilados en Europa, un proceso de sustitución puesto en marcha por varias razones. Valls explica que los viajes de retorno de los barcos mercantes eran fundamentales para la exportación: a partir de la independencia de las colonias, los barcos europeos empezaron a comerciar directamente con América y dejaron de frecuentar el puerto de Barcelona; en compensación, el desarrollo paralelo de la industria algodonera en el Principado —y con él, de las importaciones de algodón en rama— abrió una puerta a la salida de vinos en los viajes de ida. Los cambios técnicos en la vinificación y en la destilación son una segunda razón en el cambio en los destinos, según Valls. Yo sugeriría una tercera: la elaboración de vino era más rentable que la destilación, y, tan pronto como surgieron salidas, los cosecheros pasaron del vino al aguardiente. Hay numerosas referencias a exportaciones de vino desde puertos del Mediterráneo y de las islas Canarias a Europa del Norte, y en especial al Reino Unido, desde el siglo XVI al XVIII. Los viñedos más cercanos a este mercado se ubicaban en Francia, pero a causa de las políticas mercantilistas de los siglos XVII y XVIII, las ventas francesas se mantuvieron en niveles reducidos. Por el contrario, fueron elevadas las cantidades salidas de Portugal y España. En 1830, poco antes de que los cambios arancelarios aumentaran de nuevo la competitividad de los vinos franceses, el Reino Unido importó 57 millones de litros desde Portugal, 40 desde España y 9 desde Francia.4 En su mayoría, estos vinos eran de alta calidad, y, cuando las ventas de jerez alcanzaron su máximo en 1863, los cosecheros percibían 1,7 pts. por litro de mosto y los extractores más de 12 pts. por litro de vino
4 Cálculos, a partir de Redding (1851).
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en Jerez: más de 50 veces el precio del vino en Vilafranca del Penedés ese mismo año.5 No vamos a explicar aquí las diferencias en las prácticas vitícolas, pero sí recordaremos brevemente los principales rasgos de la vinificación y de la organización del mercado. El jerez era a principios del siglo XIX un vino generoso, producto de la mezcla de vinos, que a causa de su elevado grado alcohólico soportaba bien el largo viaje marítimo al norte de Europa, sin repercusiones sobre su calidad.6 Los minoristas británicos lo compraban por medio de casas importadoras, sobre todo londinenses, que contaban con agentes en Jerez y les daban las instrucciones respecto a calidades demandadas. Por su parte, los extractores jerezanos compraban a almacenistas concretos, que disponían de grandes cantidades de vinos para que los primeros pudieran elaborar sus mezclas. Los almacenistas, por último, adquirían cada año los mostos después de la vendimia. Como pone de relieve el texto de Montañés, el grado de dependencia de las casas exportadoras respecto a los vinos de los almacenistas variaba mucho. El problema de la exportación de vinos jerezanos (y de cualquier otro vino de calidad) no era tanto el del transporte físico sino el de la organización. La reputación era esencial para lograr que los consumidores aceptaran pagar precios elevados. Había, en concreto, asimetrías en la información entre los importadores londinenses, que conocían el mercado final, y los extractores jerezanos, que controlaban los suministros en Jerez. Esas asimetrías podían ser resueltas por medio de diversos expedientes. Existía la posibilidad de que los importadores adquirieran una casa de extracción jerezana (como Perkins & Bradley o Allen, Morgan y Compañía) o que un importador se fusionara con un extractor (como hicieron González, Dubosc y Compañía con Robert Blake Byass).7 Pero la integración vertical de este tipo no fue muy habitual: las partes implicadas tendieron a inclinarse por soluciones contractuales. Ningún extractor controlaba más del 15% de las exportaciones, y en Inglaterra el porcentaje de los mayores importadores era probablemente menor. Aun así, la relativa
5 González Gordon (1970), p. 96; Shaw (1864), p. 235; Balcells (1980), p. 377. 6 Sobre el desarrollo del jerez y de su comercio en el período 1700-1840, véase especialmente Maldonado Rosso (1999). 7 Ib., pp. 263-264; Fernández Pérez (1999).
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exigüidad de la cifra de comerciantes que participaban en las transacciones de vino de calidad contribuía a reducir los problemas de moral hazard.*8 Los altos precios del jerez dieron lugar, a mediados del siglo XIX, a la entrada en el mercado de vinos de peor calidad a precios más bajos.9 Muchos extractores jerezanos se aprovecharon de las altas cotizaciones, recurriendo a los vinos más baratos de las regiones cercanas. Es posible que resulte necesario distinguir dos tipos de actividades en este campo: la exportación de vinos baratos sin tipificar, para competir en los nichos inferiores del mercado, y la adulteración de los vinos, que minó la confianza de los consumidores en el jerez.10 Pero una y otra cosa tuvieron consecuencias igualmente desafortunadas para el sector. Una de las soluciones posibles era crear una denominación para el jerez, lo que habría requerido controles estrictos en Jerez y en el Reino Unido. Además, la creación de denominaciones de origen efectivas abría la puerta a grandes conflictos, como los motines en Champaña a principios del siglo XX pondrían de manifiesto. Y, en cualquier caso, la negativa de las autoridades británicas a aceptar el uso exclusivo del nombre Sherry por parte de los vinateros jerezanos hizo posible que la confianza de los consumidores se viniera abajo ante la masiva presencia de imitaciones. Sin protección de la denominación en el mercado final, la única manera de mantener la reputación del jerez era extender la fama de marcas específicas. La venta del vino en el mercado británico bajo su propia marca fue la vía ensayada por las casas extractoras de Jerez, con lo que las más conocidas lograron mantener su competitividad. Sin embargo, los mayores consumidores británicos se empezaron a inclinar una vez más hacia los vinos franceses, que desde 1860 ya no se hallaban discriminados por el arancel. * [N. del T.] Por moral hazard se entiende en la economía neoinstitucionalista la situación que surge en cualquier contrato en el que una o más de las partes no pueden controlar el conjunto de la actividad contratada con las restantes, por lo que deben encomendarse en algunos de los aspectos acordados a su buena voluntad. Algunos traductores se han limitado a llamarlo literalmente «azar moral», expresión que en castellano carece de sentido porque el azar, por definición, no puede ser ni moral ni inmoral: quizá podría hablarse de «situación de dependencia de la buena voluntad ajena», expresión que, pese a su longitud, resulta bastante transparente para cualquier lector. Parece que tiende a imponerse, no obstante, una tercera solución: «riesgo moral». 8 Simpson (1999). 9 Simpson (1985), pp. 168-173. 10 Véase al respecto Maldonado Rosso (1999), parte IV.
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Los problemas a los que se enfrentaban los productores jerezanos fueron similares a los de los riojanos que quisieron especializarse en vinos superiores. En primer lugar, cada productor tenía que mejorar su vino y, luego, debía convencer a públicos distantes de que merecía la pena pagar cinco o diez veces más por él que por otros. Finalmente, los bodegueros riojanos debían asegurarse de que sus vinos llegaran al consumidor final en buen estado y protegerse frente a las imitaciones baratas. Un conjunto de tareas que no se veían facilitadas por la abundancia de vinos de mezcla y encabezados. El texto de José Luis Hernández Marco nos recuerda que muchas de las más famosas bodegas riojanas, como Riscal, Murrieta o C.V.N.E., nacieron en el último tercio del siglo XIX. Se tardó mucho en adquirir los conocimientos necesarios para elaborar vinos superiores. Las pioneras en este terreno fueron las casas de la región de Burdeos, donde un sinnúmero de experimentos y de intercambios de información entre enólogos permitieron un cambio radical en la naturaleza del vino. Probablemente, el establecimiento en 1855 de una jerarquía de productores fue el signo más visible del éxito de la nueva vinificación. Y dentro de esa jerarquía, Château Margaux —una de las cinco casas clasificadas en el nivel máximo de premier cru— perteneció entre 1836 y 1879 a una familia española exiliada en Francia.11 No obstante, la influencia fue, por lo general, de Burdeos a España. ¿Qué tipo de incentivos tenían los vinicultores españoles para obtener vinos de calidad a fin de venderlos en el mercado nacional? En el caso de la Rioja, resulta meridiano que la conexión ferroviaria con las grandes ciudades fue un elemento decisivo en la opción por los vinos superiores. Su elaboración exigía grandes sumas de capital. Los elevados costes de transacción y el moral hazard existente en la viticultura hicieron que muchas de las grandes bodegas europeas recurrieran a la compra de uva.12 C.V.N.E., por ejemplo, no contó con viñas propias hasta 1939, como nos recuerda
11 Château Margaux fue adquirida por Alejandro Aguado, marqués de las Marismas del Guadalquivir, que accedió a la nacionalidad francesa en 1828. La vinculación entre su familia y la vinicultura parece, sin embargo, que no se prolongó mucho (Faith, 1991, pp. 46-49). 12 Véase el texto de Carmona en este mismo volumen y Carmona y Simpson (1999).
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Hernández Marco. Las actividades de estas bodegas eran, por tanto, la de vinificación «industrial» y la de negociación de los vinos. Si las compañías querían recuperar sus cuantiosas inversiones precisaban un mercado seguro. El auge de los precios del vino entre principios de la década de 1870 y finales de la de 1880 fue, por supuesto, excepcional. A principios del siglo XX los precios bajos coincidieron con la expansión de la filoxera. C.V.N.E. parece que logró sacar partido por diferentes razones. Por una parte, se las arregló para comprar uvas en diferentes puntos del país, según las condiciones locales del mercado. Además, el concepto de calidad que manejaba era muy diferente del actual. Para C.V.N.E., como para otros muchos productores, vino superior era lo mismo que vino de fama consolidada, por lo que imitó el médoc o el champaña. Antes de criticar o alabar las decisiones de cada bodega debemos saber más de las condiciones del mercado vinícola. Existía una fuerte demanda francesa de vinos de elevado color y grado alcohólico para el coupage, por lo que no tenía excesivo sentido que las bodegas españolas se dedicaran a mejorar la calidad por medio de la crianza. Como la mayoría de los vinos se vendían en España a granel, los vinicultores escogieron dos estrategias para mejorar sus ventas. Por una parte, trataron de controlar la estabilidad del vino para impedir su deterioro y, por otra, intentaron ampliar su gama de productos mediante el almacenamiento de diferentes tipos de vino. Al igual que los consumidores estadounidenses de nuestros días compran el vino según la variedad de uva empleada (Cabernet Sauvignon, Chardonnay, Merlot...), los compradores del primer tercio del siglo XX buscaban tipos de vino que pudieran reconocer con facilidad. El hecho de que C.V.N.E. sólo comenzara a embotellar sus vinos en 1919 constituye más un reflejo del mercado interior que un signo de su lentitud para mejorar la calidad. A la altura de la Segunda República ya se habían desarrollado una serie de nombres (Corona, C.V.N.E., Clarete, Monopole, Espumoso, Toloño...) que parecen sugerir cambios en el mercado vinícola español. No obstante, el vino común todavía suponía el 94% de la cosecha en 1932, mientras que los llamados vinos finos no alcanzaban más que el 1,7%, y lo demás eran jereces, vinos dulces, etc.13
13 Ministerio de Agricultura, Dirección General de Agricultura (1933), pp. 128-129.
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Los pequeños cosecheros se enfrentaban a múltiples retos si querían obtener beneficios de los cambios en la demanda de vino. Necesitaban elaborar un vino que fuera apto para el consumo durante al menos un año, un requisito que podían satisfacer sin problemas las grandes bodegas como C.V.N.E. o Marqués de Riscal, que disponían del capital preciso para acceder a la tecnología y contratar el personal cualificado, pero no tan fácilmente millares de pequeños vinicultores, muchos de los cuales preferían, en consecuencia, vender sus uvas a las bodegas industriales. Aquellos que, pese a todo, vinificaban tenían que recurrir a intermediarios para la venta del vino. En los años buenos, como el principio de la década de 1860 en el marco de Jerez o los inicios de la de 1880 en el conjunto de España, todos los vinateros conseguían precios altos por sus uvas. Pero ¿qué ocurría si los precios caían? Podemos imaginar que Domecq, por ejemplo, empleaba primero su propia cosecha, con lo que limitaba las salidas de los pequeños viticultores. De igual modo, los grandes vinateros probablemente reducían sus costes de transacción mediante la compra de grandes cantidades a los mayores productores, en vez de diversificar sus compras entre los numerosos pequeños viticultores. En el Mediodía francés la gigantesca Compagnie des Salins du Midi (C.S.M.), con capacidad para elaborar 100.000 hectolitros, vendió por término medio a 19,25 francos el hectolitro en el período 1893-1913, frente a una cotización media regional de 16 francos. Por el contrario, el viticultor Gélly, que sólo disponía de capacidad para 400 hectolitros, tuvo unos ingresos medios inferiores en un 27 % a los de C.S.M. en los años 1893-1906. Y lo que es más importante, en los años de precios bajos, la diferencia entre los precios percibidos por ambos aumentó: por ejemplo, en 1904 Gélly recibió 4,8 francos por hectolitro y C.S.M. 11,5.14 Desde luego, los pequeños productores no carecían por completo de poder de mercado. Si abandonaban la producción, las grandes bodegas se quedarían sin uva cuando los precios se recuperaran. Adicionalmente, los viticultores podían dirigir su producción en los años buenos a aquellas bodegas que hubieran ofrecido mejores precios en los años malos. Pero el estancamiento de los precios durante la primera mitad del siglo XX animó a los viticultores a experimentar en una nueva dirección, los animó a formar cooperativas.
14 Pech (1975), p. 158.
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Las cooperativas vinícolas fueron establecidas con tres finalidades claras: el estrujado, fermentación y prensado de uvas; la crianza y venta de vinos; y el aprovechamiento de los orujos para la fabricación de alcoholes y de ácido tartárico. Estas actividades parecen apuntar a cinco razones para el establecimiento de cooperativas. Para empezar, había economías de escala en la vinificación que resultaron cada vez más evidentes a medida que pasó el tiempo. A comienzos de la década de 1950 el tamaño medio de las cooperativas era de casi 50.000 hectolitros, una capacidad productiva que estaba muy por encima de las posibilidades de cualquier productor, salvo de las grandes empresas.15 Las mayores economías de escala se conseguían no en la producción de vinos superiores sino en la elaboración de los comunes, que permitían el prensado y la maduración en grandes cantidades. Había, sin embargo, límites a las economías de escala: uno de los principales problemas de la fermentación es la necesidad de controlar las temperaturas, y con cubas excesivamente grandes el vino se calienta y la fermentación se detiene. Más importante que la mera reducción de costes era la mejora de la calidad y la homogeneidad de los vinos, producto de una gestión y unos conocimientos técnicos mejores. La información científica sobre la naturaleza del vino y de las variables intervinientes en la vinificación y la crianza experimentó un salto tras la publicación de la principal obra de Pasteur en 1864. Aunque los debates técnicos sobre temas como la duración ideal de la fermentación o las mejores formas de curar los vinos deteriorados continuaron, el equipo de bodega y las técnicas requeridas para la elaboración sistemática de vinos homogéneos pasaron a situarse fuera del alcance —en términos de formación o de capital— de la mayoría de los viticultores. En un principio se recurrió a miembros respetados de las comunidades vinateras para la dirección de los procesos técnicos, pero progresivamente las grandes cooperativas contrataron agrónomos o enólogos cualificados. Las cooperativas crearon en realidad un nuevo tipo de profesional: un gestor que era a la vez enólogo y una persona capaz de atender los aspectos legales y comerciales del negocio. Como hemos señalado respecto a C.S.M., había economías de escala en la comercialización, lo que permitía a los
I,
15 Bulletin de l’Office International du Vin (1954), n.º 283, p. 49; Galtier (1958), vol. pp. 338-339.
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cooperativistas un mejor acceso a los mercados urbanos por medio de la producción masiva de vinos homegeneizados por procesos científicos, que si trataban de colocar individualmente su propia producción. Una cuarta ventaja se vinculaba al aprovechamiento de los subproductos de la vinificación. Los pequeños productores habían elaborado tradicionalmente destilados, pero las nuevas tecnologías abrieron el camino para la obtención de productos enteramente nuevos. Finalmente, las cooperativas implicaban la reducción de la necesidad de trabajo, gracias a su sustitución por capital, un cambio que no se suele considerar como especialmente positivo para las explotaciones familiares de pequeñas dimensiones. Sin embargo, como el ahorro de trabajo tenía lugar en la época de la vendimia, cuando la mano de obra familiar era a menudo insuficiente, las cooperativas permitían aminorar el empleo de mano de obra asalariada, en vez de redundar en la subocupación de los miembros de la familia. Además, el propio hecho de que los cosecheros dejaran de fermentar todas sus uvas en una sola cuba —técnica que obligaba a una vendimia rápida— también favorecía un menor gasto en jornales.16 Sabio refleja en su texto la importancia de los avances en la cooperación formal e informal en la comarca de Cariñena, entre 1870 y 1970. La fundación de cooperativas vinificadoras era difícil, sobre todo por la falta de capital. Hay, empero, que tomar en consideración otros factores.17 En particular, y como reflejo en el cuadro 1, la distribución regional de cooperativas era muy desigual: casi la mitad se situaban en Navarra y Tarragona, lo que pone de relieve la importancia de variables locales. Además, es razonable añadir que en la difusión del cooperativismo en la década de 1950 tuvo al menos tanta importancia el intento del Estado de crear una organización que hiciera posible la intervención, como la acción espontánea de los cosecheros para liberarse de las bodegas industriales. Las cooperativas llegaron a producir una auténtica revolución en la vinificación, pero, para su desgracia, cuando ese proceso llegaba a su fin, las preferencias de los consumidores se empezaron a orientar hacia el segmento de vinos superiores.
16 Galtier (1958), vol. I, p. 340. 17 Como he señalado por mi parte en Simpson (1999).
Introducción
151 CUADRO 1 COOPERATIVAS VINÍCOLAS EN 1951
Países
N.º de cooperativas
Socios
969 507 (1953) 289 215 172 161
217.586 35.000
14.000
(1953)
60.000 5.000
1.500 3.600
(1953)
Francia Alemania Turquía España Argelia Italia
Vino producido (miles de hL)
FUENTE: Bulletin de l’Office International du Vin (B’OIV), varios años.
DISTRIBUCIÓN DE COOPERATIVAS ESPAÑOLAS POR PROVINCIAS
Provincias Tarragona Navarra Valencia Ciudad Real Lérida Barcelona Gerona Otras Total
N.º de cooperativas % del total
N.º de destilerías % del total
% de producción de vino en 1951
58 48 25 12 12 11 8 41
27,0 22,3 11,6 5,6 5,6 5,1 3,7 19,1
5 3 3 0 0 1 1 6
26,3 15,8 15,8 0 0 5,3 5,3 31,6
5,4 3,3 5,3 8,6 1,0 4,4 1,1 70,9
215
100,0
19
100,1
100,0
FUENTE: B’OIV (1952), n.o 253.
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LA BÚSQUEDA DE VINOS TIPIFICADOS POR LAS BODEGAS INDUSTRIALES: FINANZAS, ORGANIZACIÓN Y TECNOLOGÍA EN LAS ELABORACIONES DE LA COMPAÑÍA VINÍCOLA DEL NORTE DE ESPAÑA, S.A. (1882-1936) José Luis Hernández Marco Universidad del País Vasco/E.H.U.
1. Introducción Bien señalando los aspectos más pesimistas como la sobreplantación y consiguiente sobreproducción derivada de una expansión de la demanda exterior con respuestas básicamente especulativas en el precio, la adulteración del vino común o la falta de innovación —Carnero Abad (1980, 1985) o Simpson (1997)—, o admitiendo fundamentalmente lo anterior, pero intentando destacar algunos aspectos más dinámicos del sector vitivinicultor español —Pujol Andreu (1986) o Pan-Montojo (1994)—, es habitual entre los historiadores de la vitivinicultura española posterior a la llamada «edad de oro» de las exportaciones de vino común a Francia, es decir, posterior a 1892, que se utilicen términos como crisis, problema, sobreproducción, etc. Quizá el autor menos «pesimista», sea el último de los citados. Efectivamente, para Pan-Montojo el sector respondió positivamente a la demanda predominante, fabricando el producto que ésta exigía e introdu-
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ciendo los cambios técnicos adaptados a sus posibilidades financieras. Son significativas sus aportaciones sobre el proceso de renovación de la viticultura que supuso la reconstrucción postfiloxérica, con diferenciaciones regionales mediante tres vías: la pervivencia del cultivo extensivo, la intensificación con incremento del grado de mercantilización y la intensificación con recursos naturales. Además, y de gran importancia, se destacan los inicios de la industrialización de la vitivinicultura en su conjunto, precedido por algunos pioneros andaluces, catalanes y riojanos que desde 1892 encontraron oportunidades de incrementar el mercando de los vinos superiores.1 Con esta visión menos pesimista, recientemente intenté una primera aproximación.2 En ella partía de la hipótesis de que en determinadas zonas, las citadas anteriormente por Juan Pan-Montojo, la existencia de algunos pioneros en la industrialización de la vitivinicultura pudo provocar efectos de arrastre en el sector, aunque inicialmente sólo fuera en sus propias regiones. Éste es el caso, sin lugar a dudas, de las empresas que van a ir surgiendo en la Rioja desde el último tercio del siglo XIX. Tras la estela de Riscal y Murrieta en los años sesenta, la Compañía Vinícola del Norte de España (en adelante, C.V.N.E.) y López Heredia en los setenta, Azpilicueta, Ugalde y Moctezuma-Cruzado en los ochenta, continuaron surgiendo empresas hasta los primeros años del siglo XX, como Bodegas Riojanas, Lagunilla, Rioja Alta, Bodegas Franco-Españolas, Martínez Lacuesta, Paternina, Montecillo, Bodegas Bilbaínas, Santiago, etc.3 Insertando la trayectoria de la C.V.N.E. en las orientaciones analíticas de las más recientes tendencias metodológicas de la historia empresarial en España,4 podría entenderse su flexibilidad operativa en el marco de la denominada «producción flexible», que, a su vez, se posibilitaba por la configuración de la C.V.N.E. como una empresa modernamente gestionada y muy capitalizada desde 1882 en términos del sector, susceptible de obtener ven-
1 2 3 4
Pan-Montojo (1994), pp. 331-373. Hernández Marco (1998). Pan-Montojo (1994) pp. 85-86, 195 y 35. Valdaliso (1997); López y Valdaliso (eds.) (1997), pp. 30-40.
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tajas comparativas en capital, innovaciones técnicas e información de mercados, al ubicarse en las capitales de dos distritos industriales en plena formación, aunque de características, tamaño y sectores diferentes, como Bilbao, domicilio de su sede social y plaza de origen de parte de su capital, y Haro, donde se encuentran sus principales instalaciones industriales y buena parte de las empresas vitivinícolas más importantes de la Rioja. En el presente trabajo, utilizando otras fuentes complementarias, pero también de la C.V.N.E.,5 voy a intentar profundizar en estos aspectos pero destacando algunas cuestiones organizativas y tecnológicas. Para ello, comenzaré por presentar brevemente nuevos testimonios sobre la creciente especialización de la C.V.N.E. en la venta al extranjero y al mercado nacional de vinos tipificados y con marcas propias. Esta especialización trajo como consecuencia unos cambios significativos en la forma de adquirir sus vinos base —pérdida de peso de las compras de vinos del año a los cosecheros riojano-navarros y aumento de la elaboración directa—, sobre lo que incidirá, además, la diferente cronología regional de la invasión filoxérica en España y la entrada en producción de las viñas replantadas. Como para esas adquisiciones se necesitaba un alto grado de liquidez, me detendré un momento en la evolución financiera de la C.V.N.E., presentando la estructura de los balances de situación a finales de cada año entre 1882 y 1905. El éxito económico de la opción estratégica de la C.V.N.E. lo certificará la serie completa de beneficios netos obtenidos por la empresa entre 1882 y 1936. Desde el punto de vista técnico-organizativo, la opción por el mercado de vinos tipificados y crecientemente embotellados en origen, obtenidos cada vez más de elaboraciones propias —con el aditamento puntual para blancos y tintos añejos de compras a otras bodegas industriales—, debería tener como consecuencia una mayor complejidad en las elaboraciones y un incremento de la capacidad tecnológica de sus instalaciones. Sobre ambas cuestiones tratará la parte final del trabajo. Así, profundizaré
5 En especial, los Libros de Actas del Consejo, los Borradores de los Libros Mayores y los Libros de Inventarios. Aprovecho para agradecer a D. José Madrazo, Secretario del Consejo de Administración y a D. Lorenzo Carro, responsable de la tienda-exposición de la Bodega de Haro, las facilidades y trato que me han dado para la consulta del archivo histórico de la compañía.
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en las características de las elaboraciones propias mediante el tratamiento de la información contable resumida de las 42 elaboraciones llevadas a cabo por la C.V.N.E. entre 1900 y 1921: 19 en Haro, 9 en la localidad navarra de Cintruénigo, 11 en la barcelonesa de Martorell, 2 en Albacete y 1 en la oscense de Barbastro. Por último, analizaré la evolución del utillaje técnico de sus instalaciones de Haro para comprobar si se corresponde con la opción por los vinos de calidad y el potencial económico de la C.V.N.E.
2. El camino de la especialización En el trabajo anterior había comentado, siguiendo la obra de Llano Gorostiza (1979), que ya en 1900 parece definida la estrategia de futuro de la C.V.N.E., tendente al abandono progresivo de sus ventas a granel de vinos tintos más o menos tipificados y su creciente especialización en la comercialización de varios tipos estables, que con el tiempo serán mayoritariamente embotellados y etiquetados en origen. Pero también antes, cuando dominan plenamente los envíos de graneles, se puede rastrear la pronta tendencia a situarse en la franja de mercado reservada a los vinos de calidad, si bien entonces mayoritariamente etiquetados en destino tras su envío en barricas u otros contenedores mayores. Así, por ejemplo, en plena «edad de oro» de las exportaciones de vino común a Francia en 1887, se constituye en Reims la sociedad Eugene Perré et Cie. —formada por la C.V.N.E. y su agente general para Europa— para la fabricación de champaña con vinos de Rioja «en su mayor parte», para lo que la bodega riojana se compromete a elaborar los vinos blancos que le sean requeridos y enviarlos a Reims con un incremento del 20% del precio de coste.6 Aunque en 1891 se certifica la disolución desde diciembre de 1889,7 la continuidad en la producción de vino espumoso, ahora en Haro, y la comercialización de otros tipos exige a la empresa entrar en el mercado de vinos blancos, elaborarlos donde mejor convenga a las calida-
6 C.V.N.E., Libro de Actas del Consejo, n.º 1, sesión de 14-I-1887 (en adelante, C.V.N.E., Actas) 7 C.V.N.E., Actas, n.º 1, sesión de 2-I-1891.
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des y precios buscados (por ejemplo, en Cataluña) o asegurarse incluso cantidades estables de blancos franceses (por ejemplo, Chablis) para su creciente gama de vinos blancos tipificados, que darán lugar tras varios antecedentes, como el Corona, a su Monopole en 1915, marca que todavía hoy subsiste. También en los vinos tintos es posible rastrear los comienzos de esta especialización en vinos tipificados, traducido en la C.V.N.E. por entonces en sus Rioja Claretes de tercer y quinto año. Por ejemplo, en 1897 el director informa al consejo de la importancia de los vinos añejos últimamente realizados en Haro con cuyas muestras (y otras de los vinos preexistentes en bodega) se proponía trasladar a Burdeos, a fin de combinar con el agente general M. Perré (que inmediatamente pasará a Londres) un tipo similar que pueda seguir al que actualmente está tomando la importante sociedad Army & Navy para aquella plaza.8
Como se indica el mismo año, gracias al «buen momento que [existe] para la demanda de los vinos de marca de la Sociedad»,9 se abren grandes expectativas en los mercados de Inglaterra, Bélgica, Paraguay, Francia y Alemania, a la vez que se reestructura su delegación en la capital de España. Esta «marca social» sería registrada legalmente en los nuevos mercados que se van abriendo en 1898 en Argentina, en 1899 en los Estados Unidos, en 1900 en Brasil y en el Imperio alemán, en 1901 en Japón,10 etc., al tiempo que se refuerza la práctica de apuntalar las reservas de sus elaboraciones y compras de vinos del año con «partidas de añejos», como decide el consejo en 1898, 1900, 1901, etc.11 Se podrían alargar estas referencias, pero creo que es suficiente para certificar que desde antes del fin de la explosión exportadora a la Francia filoxerada, la C.V.N.E. optará por ir introduciéndose en la franja de vinos de calidad, tanto en blancos como en tintos, consiguiendo unos tipos concretos mediante coupages, especialmente sus Rioja Claretes, para los que observa un mercado creciente al menos desde fines de los años noventa de siglo XIX.12 8 Ib., sesión de 31-VIII-1897. La cursiva es mía. 9 Ib., sesión de 10-IX-1897. La cursiva es mía. 10 Ib., sesiones de 19-IV-1898, 3-III-1899, 23-XII-1899, 29-VIII-1900 y 28-XI-1901. 11 Ib., sesiones de 19-IV-1898, 30-IV-1900 y 29-III-1901. 12 Pan-Montojo (1994, pp. 351-352) vincula el aumento de las ventas de vinos de calidad en la propia España a las variaciones arancelarias de 1892.
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En las dos primeras décadas del siglo XX proseguirá este proceso de especialización, ahora más decididamente hacia la franja de vinos de mayor calidad, crianzas y reservas, y desde 1919 embotellados y etiquetados sólo en origen.13 De esta forma se explica la gran complejidad que tiene ya el vino almacenado por la C.V.N.E. en Haro antes de la Guerra Civil. Efectivamente, el primer inventario localizado en que se relaciona al detalle las existencias de vinos, el realizado con fecha de 31 de diciembre de 1935,14 desglosa el tipo/marca,15 la cosecha y si están embotellados o no. De los poco más de 18.000 hectolitros almacenados en su bodega, el 17% corresponde a la de ese mismo año y otro 14% a la de 1934, pero el resto, es decir, más de 12.000 hectolitros, pertenecen a cosechas anteriores, ahora diríamos crianzas y reservas (13 desde la de 1917 a la de 1933, faltando sólo las de 1920, 1923, 1925 y 1932), o están ya perfectamente tipificados con sus marcas (Corona, Cune, Clarete, Monopole, Espumoso, Toloño...). Hay que destacar igualmente que, aunque están embotellados sólo en una pequeña cantidad, 670 hL (3,7%), ello significa tener listas para expedir mas de 70.000 botellas, además de las correspondientes a los 156 hL suplementarios existentes también embotellados en dieciséis «depósitos» que la empresa tiene en quince localidades españolas.16
3. El cambio en la forma de aprovisionamiento de sus vinos base Gracias a los apuntes contables de 28 cosechas entre la de 1887 y la de 1922, ya analicé en detalle las adquisiciones de vino por parte de la C.V.N.E., atendiendo a la clase de vino (tinto común, tinto viejo y blanco), la procedencia geográfica y los proveedores o las formas de obtención.17
13 Llano Gorostiza (1979), p. 100. 14 C.V.N.E., Libro de Inventarios, n.º 2, inventario de 31-XII-1935. 15 Por orden alfabético: Blanco, Blanco 5 años, Blanco Haro, Blanco Rodríguez y Berger, Blanco S.M., Borgoña, Burgundy, Clarete, Clarete 3 años, Corona, Corona Reserva, Cune, Espumoso, Monopole, Tinto Haro, Toloño Tinto, y «turbios» tintos y blancos. 16 Se trata de depósitos en el País Vasco (Bilbao [2], Las Arenas, Amorebieta, Durango, Éibar, Guernica y Valmaseda), más los de Madrid, Algeciras, Alicante, Avilés, Cartagena, Palma de Mallorca, Valladolid y Vigo. 17 Hernández Marco (1998).
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Me interesa ahora insistir en ese último aspecto. En el gráfico 1 (infra, p. 184) he reducido a tres las formas de obtención de los hectolitros adquiridos, y en la tabla 1 (infra, p. 179) he indicado el peso relativo de esas tres formas sobre el total. En el concepto elaboración incluyo los vinos elaborados directamente por la empresa, tanto en Haro como en bodegas arrendadas para ello fuera de la localidad riojana; en el de cosecheros, los vinos comprados a pequeños viticultores de las tres Riojas y Navarra, habitualmente a través de comisionistas; y en el de otros, el resto de los vinos adquiridos a otras bodegas industriales o grandes o especializados elaboradorescomerciantes de la Rioja, y otras adquisiciones en distintas partes de España o en Francia. Aunque desgraciadamente casi no tenemos información para la década de los noventa del siglo XIX, con los datos disponibles parece iniciarse, a partir de 1901 y con la excepción de 1905, una significativa pérdida absoluta y relativa de las compras a los pequeños cosecheros de la Rioja y Navarra, y un progresivo aumento de las elaboraciones directas de la empresa y de las compras a otros proveedores industriales o comerciantes de vinos. ¿Cuáles pudieron ser las razones para ese cambio? Quizá el gráfico 2 (infra, p. 184), que representa el coste contable de los vinos adquiridos por la C.V.N.E. y donde he añadido la serie de precios del Penedés elaborada por Pujol Andreu18 como comprobación de los movimientos, pueda ayudar a responder esta cuestión. En primer lugar, aunque con diferencias muy significativas de nivel, el movimiento de esa serie catalana con las de los vinos de la C.V.N.E. presenta evidentes concordancias. De esta forma, podrían reafirmarse las explicaciones dadas por este autor sobre los mecanismos de formación de los precios del vino común, en donde las cotizaciones del mercado francés tendrían un papel fundamental. Pero ahora interesa otro aspecto. El precio medio total en libros de todo el vino elaborado, lo que podemos considerar como el nivel, es de 22,4 pts./hL, el del comprado a cosecheros 22,6 pts./hL y el del resto de compras 29,8 pts./hL. La pequeña diferencia de las dos primeras cifras enmascara que el promedio de los precios anuales del vino comprado a los cosecheros es un 10,4% superior al del elaborado (2,1 pts./hL), y el
18 Pujol Andreu (1985). Apéndice estadístico I. Han sido convertidos a pts./hL.
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del resto de compras un 27,3% (5,3 pts./hL) más alto que el elaborado por la empresa. Tan sólo en cinco años el precio de coste del vino elaborado es superior al pagado a los cosecheros: 1901, 1904, 1911, 1913 y 1920. Lo mismo sólo sucede con las otras compras en 1910-14 y de nuevo en 1920. En este último caso no debe sorprender, puesto que en esas compras se incluyen muchos lotes de vinos de alto precio, por crianza o calidad, que no deben considerarse «vino común». Precisamente, la escasez de vino común del año en la Rioja en pleno período filoxérico explica que, al adquirir lotes de vino común de otras procedencias, caiga en esos años de 1910 a 1914 el precio relativo de compra a grandes comerciantes. Sin embargo, ya no tengo tan claro que el factor precio sea el elemento esencial en la definición de la estrategia compradora/elaboradora en el caso de los vinos comunes riojanos del año. Si comparamos el precio pagado a los cosecheros con el coste del vino elaborado en Haro/Cintruénigo, aquel promedio del 10,4% superior en el primer caso se reduciría al 1,2% en 1887-89, 7,6% en 1901-1907 y 7,2% en 1913-22. No parece ser esta diferencia suficiente para explicar la fuerte caída de las compras a cosecheros que mostraba el gráfico 1. Más bien parece una opción consciente para incrementar sustancialmente el control de la calidad de la materia prima base, el vino de las sucesivas cosechas. Este cambio me parece fundamental, y, si fue, como parece, extensible a otras bodegas industriales de la Rioja, debió de producir modificaciones estructurales muy significativas en la actividad de los cosecheros riojanos y de otras localidades: algunos de ellos, posiblemente los más vinculados al mercado, dejarían de «elaborar» vinos que vendían a los comerciantes, para acabar vendiendo sólo la uva a las bodegas industriales, que serán los grandes elaboradores.19 Dicho de otra forma, de vitivinicultores se verían reducidos a viticultores, a puramente agricultores. El cambio también debería afectar a los propietarios de bodegas y prensas que tradicionalmente arrendaban sus instalaciones y capacidad de almacenamiento sobrante a esos pequeños
19 García Santamaría (1980, pp. 907-909) indica que para fechas desde 1914, utilizando fuentes fiscales municipales de Haro, Bodegas Bilbaínas, Rioja Alta, S.A., la C.V.N.E. y López Heredia son los mayores elaboradores con uva de ese término municipal.
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cosecheros-elaboradores.20 Es posible incluso que con el tiempo les afectara en su calidad de elaboradores tradicionales de sus propias uvas.21 Hasta los años noventa, la actividad exportadora de coupages a Francia por los comerciantes de la Rioja, incluida la C.V.N.E., es la esencial, por lo que éstos fundamentalmente debían limitarse a comprar vinos a los múltiples cosecheros y unificar las calidades al almacenarlos en sus grandes bodegas, previamente a su envío al extranjero. Finalizada la edad de oro de este negocio tras 1892, o incluso antes, como se vio anteriormente, la C.V.N.E. orientará su estrategia mayoritariamente hacia la consecución de tipos y marcas propias. Para ello, sin abandonar totalmente las adquisiciones a los pequeños cosecheros locales, salvo en algunas cosechas del momento más agudo de la filoxera en la Rioja (1908-1915), incrementará su control directo sobre la materia prima, puesto que ahora deberá buscar vinos de calidad adecuada a sus tipos, aumentando su actividad elaboradora. Cuando la calidad y/o cantidad de uva disponible por la situación agrícola de la Rioja no lo permita, será capaz de trasladar sus elaboraciones fundamentales a zonas del viñedo español ya reconstruidos, como Navarra y Cataluña, o no filoxerados, como Albacete, como luego insistiré. El resto de sus necesidades, especialmente tras 1907, las cubrirá adquiriendo vinos a grandes productores, a bodegas industriales o a comercializadores especializados.22 Mas, para esas elaboraciones y compras de sus vinos base se necesitaban recursos y la C.V.N.E. los obtuvo.
20 Ello permite afirmar a Ibáñez y Alonso Castroviejo (1996, p. 230) que «la viña era de los pequeños propietarios, el vino de los medianos y grandes propietarios». Ahora habría que añadir a las bodegas industriales. 21 Así, en 1938 el entonces marqués de San Adrián, propietario navarro protagonista del trabajo de Lana Berasain (1995), propondrá a la C.V.N.E. que realice «la vendimia en su propiedad de Monteagudo». C.V.N.E., Actas, n.º 2, sesión de 16-IX-1938. 22 Compras de blancos riojanos entre 1901 y 1909 al marqués de Mudela. Compras de caldos aragoneses y valencianos, mediante la casa Lalanne y Armenteras. Compras de vinos catalanes mediante comisionistas especializados (Francisco Martínez Rivas, Pablo Deprez o Valentín Casajuana) o directamente a bodegas industriales (Miguel Torres, Rodríguez y Berger). Y también compras de blancos franceses de Chablis, iniciadas en 1907, por medio de F. Cafarenna. O compras de «Riojas», normalmente de cosechas anteriores, a Muga, marqués de Murrieta, Paternina, Rioja Alta, Bilbaínas, etc. desde 1900.
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4. Las ventajas de una situación financiera saneada Hace muchos años R. Pech ya puso de manifiesto cómo funcionaba el «combate desigual» entre el «negociante» y el pequeño viticultor del Mediodía francés gracias al mejor aprovechamiento de los costes de oportunidad por la superioridad financiera del primero en las diferentes coyunturas del mercado vinícola.23 También en la Rioja se debió de producir ese desigual combate, pero aquí, además, estaban las bodegas industriales, que unían a su función de «negociantes» en vinos la de grandes elaboradores. Para ambas funciones era necesario tener importantes disponibilidades líquidas, y las bodegas industriales parecen tenerlas. Al menos, eso indican los estados financieros de la C.V.N.E. Una primera aproximación a la potencia económica de la C.V.N.E. puede darla la evolución del capital de la empresa. Si en 1879 se inicia la razón social Corcuera, Real de Asúa y Compañía con un capital de 50.000 pesetas, en mayo de 1880 se amplía a 300.000 y, cuando en junio de 1882 se constituye la definitiva Compañía Vinícola del Norte de España, el capital fundacional se fija en dos millones de pesetas, distribuidos en 4.000 acciones, suscribiéndose 2.250, es decir, 1.125.000 pesetas. En 1894 el consejo de administración oferta la venta de 300 acciones en cartera, de las que se realizan 143 en 1895, incrementándose en consecuencia el capital suscrito a 1.196.500 pesetas en 2.393 acciones, que será el que se mantenga en libros hasta la Guerra Civil.24 Pero ese capital inicial se emplea fundamentalmente en la adquisición y construcción de la bodega de Haro, por lo que en los primeros años de funcionamiento la empresa tendrá que recurrir al crédito cuando necesite liquidez para sus compras de vinos y/o uvas.25 Y estas necesidades no son pequeñas en términos relativos. Por ejemplo, las adquisiciones de vino que se han reflejado en la tabla 1 suponen un gasto contable de 7.651.977 pesetas, lo que representa un promedio de 273.285 pesetas anuales.
23 Pech (1975), pp. 472-478. 24 Llano Gorostiza (1979), pp. 67-68; C.V.N.E., Actas, n.º 1, sesiones de 27-XII-1894 y 2-VII-1895. 25 Ib., sesión de 13-X-1886.
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Sin embargo, el éxito empresarial permitirá a la C.V.N.E. utilizar recursos propios desde muy pronto, pues antes de acabar el siglo reflejará una situación financiera muy desahogada, como mínimo desde 189626 y aún más desde 1902, cuando se inicia la práctica de invertir los excesos de liquidez en renta fija española27 y desde 1904 también en extranjera,28 práctica especialmente activa en las dos primeras décadas del siglo XX.29 Pero no son principalmente estas noticias puntuales las que permiten suponer la existencia de liquidez para sus operaciones comerciales. En el gráfico 6 (infra, p. 186) he trasladado el resumen de los balances presentados al consejo de administración entre 1882 y 1905.30 Sobre un promedio del activo/pasivo de 1.315.545 pesetas, el pasivo exigible promedio es sólo del 7%, mientras que el promedio anual de la suma del activo realizable y disponible es de 474.307 pesetas, un 36%. En esos promedios, la ratio de liquidez es de 9,7 y la de tesorería de 5,3, muy por encima incluso de las ratios aconsejables actualmente para las empresas comerciales en los manuales de análisis de balances.31 La potencia financiera de la empresa en esos años, recordemos calificados de críticos para la vitivinicultura española, queda definitivamente esta-
26 «Atendiendo a la desahogada situación de fondos en que se halla la Compañía […]». C.V.N.E., Actas, n.º 1, sesión de 3-III-1896. 27 Ib., sesión de 7-VIII-1902: «[...] habiendo disponible sin empleo inmediato un fondo de 100 a 120.000 pesetas, suplicaba se le autorizase a invertirlo […] en deuda amortizable de 1900 al 5% y la otra mitad en cédulas del Banco Hipotecario Español al 4%». 28 Ib., sesión de 27-I-1904: «[…] pedía autorización para la inversión de 30 a 40.000 FF, parte en renta francesa del 3% y parte en obligaciones de ferrocarriles franceses […]». 29 En 31-XII-1913, valorados en 327.778 pesetas, se inventarían los siguientes valores en cartera: 110 cédulas del Banco Hipotecario de España; 152 obligaciones de la Cía. de Ferrocarriles del Norte; 100 obligaciones del A.V.T.; 115 del Asturias, Galicia, León; 80 obligaciones de las carreteras de la Diputación de Vizcaya; 18 títulos de la deuda amortizable. En 31-XII-1920, valorados en 483.000 pesetas: 100 obligaciones del A.V.T.; 60 de la Diputación de Vizcaya; 31 títulos de deuda francesa; 15 obligaciones de la Cía. del Norte francés; 100.000 FB de renta belga; 200 acciones de Industrial Tonelera del Norte; 50 acciones de la propia C.V.N.E. Aún en 1935, valorados en 580.000 pesetas, se inventarían las 200 acciones de la Industrial Tonelera y las 50 acciones de la C.V.N.E., pero también 76 acciones del Banco de España. C.V.N.E., Libro de Inventarios, n.º 2. 30 C.V.N.E. Actas, n.º 1, pássim. 31 Por ejemplo Amat (1993), pp. 42-43. La expresión de esas ratios es: ratio de liquidez = activo circulante/exigible a corto plazo; ratio de tesorería = (realizable+disponible)/exigible a corto plazo.
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blecida, como indica el gráfico n.º 5 (infra, p. 186) con la serie completa de beneficios desde 1882 hasta 1937. Tan sólo en el ejercicio 1883-84 y en plena Guerra Civil se registran pérdidas. En todo el período los beneficios netos obtenidos suman la cantidad de 6.414.000 pesetas, a un promedio anual de 116.000 pesetas, y los dividendos repartidos fueron 4.459.372, lo que significa retribuir al capital desembolsado con un 7,5% anual. Entre 1895 y 1930 la retribución a los accionistas superó siempre el 6% estatutario, salvo en 1896, 1901-1902, 1914 y 1928-1930, en que sólo lo iguala. Antes y después de las primeras fechas los dividendos repartidos no llegaron a ese 6%. Con tales cifras parece evidente que el «combate», además de desigual, fue victorioso. Lo que entró en crisis, si acaso, fue el pequeño vitivinicultor. Los comerciantes y —si la C.V.N.E. no es un caso aislado— las bodegas industriales sortearon brillantemente la crisis al aprovechar las ventajas comparativas que le ofrecían su tamaño y sus disponibilidades monetarias, precisamente en los momentos más delicados de la viticultura riojana, cuando la filoxera atacó sus viñedos. Uno de los procedimientos para esta superación es la creciente elaboración directa, bien en la Rioja, bien en otras zonas españolas, mediante la búsqueda de las mejores relaciones calidad/precio en sus vinos base.
5. Desde la viña hasta la bodega: los procedimientos de elaboración, tratamiento y útiles de una industria vitivinícola32 En el epígrafe 2 he intentado demostrar la creciente opción por las elaboraciones propias, en detrimento de las adquisiciones de vinos del año a los cosecheros riojanos, interpretándolo como resultado de la opción de la C.V.N.E. por los vinos tipificados y el necesario mayor control sobre la calidad de sus vinos base. Para ello deberá ir perfeccionando sus procedimientos de elaboración y su utillaje técnico. Veamos cómo llevó a efecto dicha opción. 32 Agradezco a mi hermano Pedro R. Hernández Marco, enólogo diplomado por la Universidad de Dijon, su inestimable ayuda para la interpretación de algunos procedimientos y utillaje técnico empleados por la C.V.N.E. en sus elaboraciones y tratamiento de los vinos en bodega. Espero haber interpretado bien sus amplios conocimientos técnicos en el contexto de este trabajo histórico.
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Hace algún tiempo33 indiqué que no estaba en condiciones de asegurar quién era el propietario de la uva que la C.V.N.E. elaboraba, e incluso sugerí que la empresa como tal pudiera comprar viñedos aprovechando la crisis filoxérica. Ahora estoy en condiciones de afirmar tajantemente que, como mínimo hasta 1939, la sociedad formada en 1882 no sólo no posee viñedos ni en la Rioja ni en ningún otro sitio sino que tampoco cultiva viñedos ajenos mediante arrendamiento o cualquier otro tipo de contrato agrario. Toda la uva que elabora, tanto en Haro como con más motivo en otras localidades extrarriojanas, es uva comprada a sus cultivadores o propietarios. Tan sólo una pequeña parte de esas uvas tenía cierta relación con la empresa, porque procedían de viñedos poseídos o cultivados por algunos de sus accionistas originarios, en concreto por dos: la razón social Real de Asúa y Compañía y Mariano Yzarra, que, al menos en los primeros años del siglo XX para los que hay información, 1900-1903, proporcionan entre el 9 y 13% de la uva riojana comprada para elaborar en Haro.34 Con los rendimientos vínicos de la uva de la tabla 5 (infra, p. 183) para la primera de las cosechas y los estimados para los años noventa en la Rioja, se podría aventurar que cada uno de estos propietarios, debía poseer algo más de 26 hectáreas,35 lo que les situaría en el intervalo de los mayores propietarios si aún se conservara la estructura de la propiedad del siglo XVIII.36 La inexistencia del detalle de los vendedores en los apuntes de elaboraciones posteriores impide conocer el tránsito de estas viñas por el inmediato período filoxérico, aunque la C.V.N.E. importa portainjertos americanos; y del mantenimiento como propietario vitícola del subdirector Yzarra da fe su participación activa en la política replantadora de Haro desde 1904 y, posteriormente, la adquisición de 250 kilos de sulfato de cobre en 1915.37 33 Hernández Marco (1998). 34 C.V.N.E., Apuntes de 1-XI-1903 y 4-XII-1903. 35 Utilizando 7,25 hL/t y 22 hL/ha, estimados como media en la Rioja para 1890-94 por Ibáñez y Alonso Castroviejo (1996), p. 217. Con los rendimientos estimados por Lana Berasain (1995, p. 147), algo menores, sobre 18 hL/ha del marqués de San Adrián en Monteagudo la extensión sería mayor: 32,3 ha los Real y 33 ha Mariano Yzarra. 36 Ibáñez y Alonso Castroviejo (1996), p. 228. 37 Llano Gorostiza (1979), p. 87, adquiridos en Montpellier por el director Rochelt. La única mención a la filoxera con constancia en las actas del consejo se realiza en 1904, dando idea de la magnitud del problema: «El Sr. Yzarra hizo presente que se trata de fundar en Haro una asociación con el fin de promover en cuanto se pueda la replantación del viñedo en la Rioja, y siendo de necesidad para los intereses de la Compañía el prestar su apoyo a tal idea se autoriza al Sr. Director para subvencionarla en la forma que más convenga con la cantidad de hasta 10.000 pesetas». C.V.N.E., Actas, n.º 1, sesión de 19-VII-1904.
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Con más o menos detalle, como se acaba de ver para esa cuestión puntual, en el archivo de la C.V.N.E. se ha localizado alguna información sobre 42 elaboraciones llevadas a cabo por la empresa entre 1900 y 1921.38 En las tablas 2 a 5 (infra, pp. 180-183) he trasladado la información más relevante de estas elaboraciones. Realicemos una visión cuantitativa de conjunto, antes de detenernos necesariamente en aspectos más cualitativos sobre las efectuadas en las diversas localidades. La tabla 2 (infra, p. 180) incluye el vino elaborado y la uva empleada para ello. Por orden de importancia destacan, como parece lógico, las 19 elaboraciones en Haro, donde se elabora todos los años salvo en 1905, 1908, 1909 y 1911, en plena crisis filoxérica riojana. Más llamativas son las realizadas fuera de las bodegas propias, comenzando por lo que parecen «ensayos» en Barbastro y Albacete y, especialmente, las continuadas elaboraciones en Martorell entre 1905 y 1914, y las efectuadas en la localidad navarra de Cintruénigo entre 1908 y 1915. Esta coincidencia de fechas, a la vez paralelas a las de mayor debilidad de las compras a los cosecheros riojanos, pone de manifiesto, en mi opinión, el motivo de tal proceder: el mantenimiento de los mercados para sus vinos en una actividad empresarial que ya no es puramente de intermediación exige a la Compañía asegurarse un flujo suficiente de vinos base susceptible de coupage con sus existencias, incluso cuando las condiciones locales lo impidan. De manera explícita lo manifiesta el director al consejo de administración en 1901, pocos días antes de realizar la elaboración en Barbastro, en la única mención a este asunto que aparece en la parquedad de sus actas: […] expone la deplorable situación en que se halla la cosecha de uva en la Rioja y las medidas que había tomado para subsanar la falta de vinos con que allí se ha de tropezar en la inmediata campaña de vendimia y compras.39
La rápida destrucción filoxérica en la Rioja y el tiempo necesario hasta que las vides replantadas entren en producción suficiente llevan a la C.V.N.E. a trasladar el grueso de sus elaboraciones a otras zonas vitícolas ya reconstituidas, a pesar de las complicaciones logísticas que ello com-
38 Se trata de los apuntes contables en una especie de borradores de los Libros Mayores. 39 C.V.N.E., Actas, n.º 1, sesión de 27-IX-1901.
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porta. Como indica la tabla 2, gracias a las elaboraciones en Cintruénigo y Martorell entre 1908 y 1914 se mantiene esos años, aún con la defección de su bodega de Haro, el nivel promedio anual de casi 7.000 hL elaborados entre 1900 y 1922, aunque este promedio indique poco, dado el coeficiente de variación de 0,36 que presenta la serie. Con el mismo procedimiento empleado para estimar las propiedades vitícolas de los socios se puede intentar una aproximación a la superficie de viñedo riojano y navarro cuya producción de uva se compra. Si el cálculo fuera correcto, en Haro se comprarían uvas procedentes, en promedio, de 301 hectáreas de viñas riojanas, tanto en 1900-1907 como en 1916-22. Para las elaboraciones en Cintruénigo entre 1909-1915 se compraría uva de 159 hectáreas de viñedos navarros, también en promedio anual.40 En la tabla 3 (infra, p. 181) presento el resumen de los gastos de elaboración y traslado del vino producido a la bodega de Haro. Para las 38 elaboraciones para las que se ha conseguido esta información completa, la empresa empleó mas de tres millones de pesetas en total o 156.000 anuales, dato que vuelve a resaltar la importancia de contar con liquidez financiera. Utilizando combinadamente los datos de estas dos últimas tablas, puede deducirse la tabla 4 (infra, p. 182), en donde he trasladado los precios medios pagados por la uva y el precio de coste imputado al vino elaborado. En los gráficos 3 y 4 (infra, p. 185) he representado esos mismos precios. Una primera cuestión se hace evidente. Los precios contables del vino elaborado puesto en Haro concuerdan en sus movimientos, y casi en su nivel —los promedios son 23,9 ptas./hL en Haro, 24,1 en Cintruénigo y 22,4 en Martorell—, con la excepción de los elaborados en Navarra y Cataluña en 1908-1910. Frente a ello, el precio pagado por la uva a elaborar tiene diferencias muy fuertes en sus niveles. Si éstos son casi inexistentes entre las uvas navarras y riojanas, ambas tienen una cotización mucho más alta, entre el doble y el triple que las de Martorell (salvo 1910 y 1920) y Albacete. Si ello se confirmara con series más largas, «la cierta heteroge-
40 Con las mismas fuentes de la nota 34, y con el vino producido de la tabla 2. Se ha utilizado un factor de conversión de 22 hL/ha para Haro en 1900-1907 y 17,8 hL/ha tanto para Cintruénigo como para Haro en 1916-1922. Este último rendimiento es el estimado por Lana Berasain (1995, p. 147) en Monteagudo para 1916-1920.
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neidad y el desigual comportamiento de los precios del producto vino común» que tanto desalentó a los historiadores tras el estudio del GEHR41 se debería fundamentalmente a la heterogeneidad del precio de la uva, que es el insumo fundamental, porque, cuando se elabora con uvas de las cercanías, como en Haro, el precio de la uva supone el 93% del coste del vino producido. Para la C.V.N.E., la relativa proximidad entre los precios de sus distintas elaboraciones tras el transporte hasta Haro sólo se consigue gracias a las diferencias en el precio de la uva. Si no hubiera sido así, en mi opinión, es posible que no hubiera elaborado ni un solo litro fuera de Haro, quizá con la excepción de la cercana Navarra. Únicamente encuentro una explicación convincente para esta fortísima diferencia del precio de la uva entre Cintruénigo/Haro y Martorell, puesto que para Albacete las dos elaboraciones no nos permiten mucho más que señalar el precio: una fuerte diferencia a favor de Martorell en los rendimientos de uva por unidad de superficie plantada de viña, porque las diferencias salariales de los jornaleros agrícolas, al suponerse más altos en Martorell aún agudizarían la aparente desventaja de los viticultores catalanes.42 Un pequeño ejercicio para los tres años en que la C.V.N.E. elabora a la vez en Haro, Cintruénigo y Martorell, las cosechas 1912-1914, parece confirmarlo, si bien empleando algunos supuestos arriesgados sobre los rendimientos, al adjudicar los de Monteagudo ya empleados a Cintruénigo y Haro y, sobre todo, los estimados por Simpson para la provincia de Barcelona en 1925 a Martorell diez años antes. En la tabla 6 (infra, p. 183) presento el resultado de los cálculos: a pesar de la diferencia del precio de la uva, las diferencias no sólo se han acortado sino que ahora el cultivo de la vid parece más remunerador en Martorell. Sirva esta reflexión como posible explicación al sorprendente mantenimiento del viñedo barcelonés, si fuera correcto el cálculo de Simpson, que imputa a sus viticultores producir vino en 1925 con un coste de 30,2 pesetas/hL que luego se vende a 21,1, con nueve pesetas de pérdida por hectolitro.43 La importancia que le he dado al intento de explicación de los precios pagados por la uva elaborada por la C.V.N.E. deriva de la muy diferente 41 Grupo de Estudios de Historia Rural (1981), p. 39. 42 Rodríguez Labandeira (1991), apéndice. 43 Simpson (1997), pp. 280-282.
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estructura de los costes de elaboración, según el lugar donde se realice. Como indica la última hilera de la tabla 3, mientras en Haro los costes diferentes de la compra de uva sólo son el 7%, las cifras aumentan al 22% en Cintruénigo, al 39% en Martorell y al 65% en Albacete. Para explicar tan diferente estructura de costes, es necesario que deduzca la forma en que la C.V.N.E. llevaba a cabo estas elaboraciones. Lo haré utilizando los conceptos de gastos imputados en las cuentas de elaboración y secundariamente alguna información cualitativa de las actas del consejo de administración. En las elaboraciones en Haro el proceso comenzaba con la selección de las uvas por comprar. La procedencia de esa uva era de varios municipios, tanto de la Rioja Alta como de la Baja. Así, hay constancia de adquisiciones en Haro, Briones, Cenicero y Fuenmayor, pero también en Aldeanueva, Alfaro y Rincón. Tanto para asegurarse un suministro mínimo como para conseguir un precio cierto, la empresa emplea el sistema de adelantos, posiblemente completado con algunas operaciones cerradas en los días inmediatos a la vendimia, en caso de mayor necesidad o conveniencia de precios.44 De esto último hay abundantes testimonios.45 Sobre el sistema de adelantos utilizado la mejor referencia encontrada es un acuerdo del consejo en noviembre de 1929, para la cosecha de 1930: También se trató sobre los contratos de uva para la vendimia de 1930. El Consejo acuerda cerrar los contratos de uva para la cosecha de 1930 en cantidad hasta 50.000 arrobas, al precio de 2,50 pesetas por arroba como máximo.46
La generalidad de este sistema de compra adelantada a precio fijado puede deducirse del precio de compra idéntico para compras de cantidades muy distintas y en diferentes municipios, al menos en 1900, 1906 y 1917-21. En el resto, aunque suele predominar mayoritariamente un precio, también aparecen operaciones a precios diferentes; en estos casos podría deducirse que esos años o no se realizan compras adelantadas o éstas se completan con otras en los días inmediatos a la vendimia al precio del momento. 44 Al no haber dejado rastro administrativo, se debe suponer que las operaciones se cerraban verbalmente. 45 C.V.N.E., Actas, n.º 1, sesiones de 3-X-1882 y 10-IX-1897; Borrador Mayor, n.º 17. Cuenta «Elaboración en Haro». 46 Ib., sesión de 8-XI-1929.
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Una vez cerradas las operaciones, la C.V.N.E. no se despreocupaba de la marcha de crecimiento y maduración del fruto. Además de otros procedimientos no imputables contablemente, al menos desde 1906 se anotan gastos producidos en esa supervisión mediante el envío, antes y durante la vendimia, de algún viticultor experto al que se le paga «por jornales recorriendo el viñedo», normalmente durante el verano.47 Posiblemente, ese control sobre la marcha del fruto en la vid explique el que, aunque la empresa no es propietaria directa de viñedos, en marzo de 1915 importe seis toneladas de sulfato de cobre. La utilización antimildíu del sulfato de cobre y la fecha de importación confirmarían las estimaciones de mayores gastos en el cultivo vitícola en las viñas reconstruidas,48 pero también las preocupaciones sobre el cuidado de la viña de una bodega industrial no propietaria. El producto importado se venderá a 0,80 pts./kilo, por debajo del coste tanto a viticultores en pequeñas cantidades (50/60 kilos), con un total de cerca de 1.300 kilos, como a tres medianos, entre los que está el subdirector de la C.V.N.E. Yzarra, y a dos importantes vitivinicultores industriales: 1.250 kilos a Feliz Azpilizcueta y 2.500 kilos a Bodegas Lagunilla.49 Llegado el momento de la vendimia, y posiblemente de acuerdo con el tipo de contrato oral con el propietario de la viña, la uva o es remitida por éstos a la bodega de Haro, o, lo que suele ser bastante habitual, recolectada por jornaleros contratados por la empresa, que utilizan los medios técnicos de los que ésta dispone, bajo la supervisión de algún «oficial» o incluso de algún alto directivo (Yzarra o Rochelt). Aunque no se puede saber desde cuánto antes, desde 1900 en todas las vendimias aparece algún apunte por «peones» o «jornales empleados en la vendimia». En varias, 1900 a 1907, se registran apuntes de gastos por el transporte de varios centenares de «comportas» recolectoras desde Haro a los municipios de vendimia.50 Para las vendimias en los pueblos más lejanos de la Rioja Baja, igualmente se anotan gastos por transporte, instalación y funcionamiento
47 C.V.N.E., Borradores Mayores, n.º 19-22. Cuentas «Elaboración en Haro» y «Anselmo Briñas». 48 Simpson (1997), p. 280. 49 C.V.N.E., Borradores Mayores, n.º 24. Cuenta «Sulfato de cobre». 50 En 1925, en la bodega de Haro había 768 de esas comportas o aportaderas; igualmente, «ocho pares de tijeras de vendimia». C.V.N.E., Libro de Inventarios, n.º 2. Inventario de 31-XII-1925.
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de diversos útiles empleados, como básculas (1900,1904 y 1917), pipas y bocoyes para transporte del mosto, desgranadoras51 y especialmente la «máquina de vendimiar», adquirida en 190152 y que se traslada fuera de la bodega durante la vendimia, cargándose los gastos de transporte y funcionamiento, al menos en 1904, 1906 y 1917-21.53 Si la uva era estrujada mecánicamente en las localidades más alejadas, bien «en el campo de vendimia» o en alguna pequeña bodega o almacén local, el mosto sin prensar se remitía rápidamente a Haro en las pipas y bocoyes que previamente se habían enviado vacíos (Rincón en 1900) o incluso en foudres ferroviarios alquilados (Aldeanueva en 1919). La uva llegada a la bodega de Haro, tras ser pesada, operación para la que se disponía de varias básculas,54 se pisaba mecánicamente mediante las mencionadas desgranadoras-estrujadoras. El pisado, en consecuencia, se hacía mecánicamente en su totalidad, no apareciendo ningún apunte por jornales de pisado en los años controlados. Como prueba de que estas elaboraciones se hacían buscando desde el principio un vino capaz de competir en el mercado de calidad, en algunas de Haro, así como en las de otras localidades que luego se verán, al menos en 1906, 1917, 1918 y 1920 se utiliza en estas primeras operaciones entre 200 y 400 kilos de ácido tartárico.55 Dependiendo del vino a elaborar, se
51 Esas desgranadoras, superiores en su complicación por su tamaño a los más tradicionales cedazos de madera —la enviada a Barbastro en 1901 ocupa «19 bultos y 5 piezas»— se empleaban para separar el escobajo o raspa antes del estrujado. 52 En noviembre de 1900 se dice «hallarse en correspondencia con una casa de Burdeos, constructora de aparatos mecánicos para las faenas de vendimia» (C.V.N.E., Actas n.º 1, sesión de 29-XI-1900), lo que se confirma el año siguiente cuando el director «comunicó haber contratado con la Société des Appareils Roy de Burdeos referente a nuevas instalaciones para vendimia en Haro» (ib., sesión de 28-VI-1901). Estos aparatos, posiblemente una desgranadora y la máquina de vendimia, serán empleados por primera vez en la vendimia de 1901, comunicando el director «los buenos resultados obtenidos por los nuevos aparatos de vendimia». (ib., sesión de 14-XI-1901). 53 Aún existían en 1925 y 1935. En el inventario del primero de esos años, desgraciadamente el primero que alcanza este nivel de detalle, se reseñan dos «desgranadoras Marmonier» y una «máquina de vendimia Roy» con «motor y útiles» (C.V.N.E., Libro de Inventarios, n.º 2). 54 En 1925, cinco «Chameroy» y una «Bilbao». 55 Procedimiento de acidificación para mejorar la calidad de los vinos tintos, reseñado por Castellet (1886) como más aconsejable que el enyesado, precisamente en una apartado que titula «Imitación de los vinos extranjeros más preciados».
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prensaba más o menos rápidamente.56 Para esta última operación, no sabemos si desde la compra de las «máquinas de vendimiar» a principios de siglo pero al menos desde 1912, la empresa tenía una prensa hidráulica con motor, reformada ya en 1928, a la vez que se adquiría una nueva en Suiza.57 Si éstas eran las primeras operaciones en las elaboraciones riojanas, para las que se realizan fuera se debían utilizar infraestructuras bodeguiles arrendadas, alguna persona cualificada de la zona que conociera el mercado vitivinícola local, complementando todo ello con recursos humanos y técnicos enviados desde Haro, junto con toda la pipería de transporte necesaria para enviar el vino allí elaborado a la sede central para su tratamiento final y posible coupage. Los mayores riesgos que dicho proceso comporta hará que la compañía suscriba pólizas de seguro para los vinos allí elaborados.58 Esta mayor complejidad en medios humanos y técnicos es la responsable de que en la cuenta de esas elaboraciones sea mucho mayor que en Haro el porcentaje que se imputa a los gastos distintos a los del precio de la uva. (tabla 3). Así, en Barbastro, en 1901, se envía la desgranadora, ácido tartárico importado por Barcelona, un ventilador y varios centenares de barricas y pipas. Un empleado de la C.V.N.E., permanecerá en la localidad durante toda la operación entre octubre y noviembre. A fines de ese mes se cierra la cuenta de Barbastro, lo que indica que el producto en fermentación en la propia pipería de transporte se envía a Haro. Las dos elaboraciones en Albacete se realizan en una bodega-almacén arrendada desde septiembre de 1904 a marzo de 1907. En la primera se envía en octubre a Albacete/Casas Ibáñez a un empleado de la empresa, junto a cinco barriles de ácido tartárico. Desde septiembre se anotan envíos de pipería de transporte (pipas y cubas). En la localidad se contrata-
56 Sólo en 1929 se construirán unas instalaciones especiales para la elaboración del vino blanco. C.V.N.E., Actas, n.º 2, sesión de 8-VII-1929. En el inventario de 1935 aparecerá como «Pabellón de vino blanco y depósito de orujos». C.V.N.E., Libro de Inventarios, n.º 2. 57 Ib., Inventario de 31-XII-1912: «Tejavano A destinado a la prensa». Y Actas, n.º 2, sesión de 30-III-1928. Esta última prensa aún se conserva en la bodega de Haro, junto al pasteurizador del que luego hablaré. 58 Consta el pago de primas de seguro en Albacete, Martorell y Cintruénigo.
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rán jornaleros para la elaboración, tras la cual la pipería retorna llena por ferrocarril entre enero y mayo de 1905; por tanto, en este caso, con el vino ya elaborado totalmente, prensado incluido, pues en febrero se venderán los orujos y heces producidas. Para la nueva campaña en 1905 se vuelven a repetir estos envíos de técnico, ácido tartárico y pipería vacía. En Albacete, junto a los peones empleados en la elaboración, se contratará un tonelero y se adquirirá «una pieza de prensa», además de hacer diferentes reparaciones y «arreglos» en la bodega. Los hectolitros obtenidos en la elaboración, incluidas 16 pipas con 238 arrobas de vinos «turbios» y tras la venta de las heces y orujos en el verano de 1906, irán retornando a Haro durante 1906, hasta septiembre. Las elaboraciones en Martorell presentan alguna novedad sobre estos ensayos anteriores. La principal es el protagonismo que adquiere la figura de algún comerciante o industrial vinícola de la zona que colaborará estrechamente, mediante comisión, con el personal directivo y técnico de la empresa que se desplaza temporalmente a las instalaciones durante la vendimia/elaboración y que luego vigilará los vinos elaborados mientras permanezcan en origen. En el caso catalán, será Pablo Deprez, del que conozco su relación con la C.V.N.E. desde agosto de 1904 y que durará al menos hasta 1922. Desde la primera hasta la última fecha, y salvo en 1905-1907 y 1915-16, proveerá en todas las campañas de vinos a la C.V.N.E., alcanzando sus operaciones un total de 23.510 hectolitros. Ello le hace el proveedor individual más importante de la empresa en estos años, pues esas cantidades suponen el 38% del concepto «otros» de la tabla 1. Junto a esta importante función proveedora, entre 1905 y 1914 Deprez percibirá comisiones por todas las compras de uva a cuenta de la C.V.N.E., por el aprovisionamiento de pipas, cubas y foudres ferroviarios de transporte para el vino elaborado y cuando éste se recibe en Haro. A cambio, Deprez parece intervenir en solitario en la compra de uva, en la contratación de los peones de vendimia y en la dirección de la misma. En los últimos días de ésta y durante los primeros de la elaboración viajará a Martorell un alto directivo de la C.V.N.E., al que acompañarán dos o tres empleados, que suelen quedarse en Martorell hasta que finaliza la elaboración. Posteriormente, Deprez vigilará los vinos en almacén y los trasiegos que allí se realicen con personal local e irá organizando los envíos del vino elaborado, normalmente entre los meses de diciembre y junio. Para todas estas operaciones la C.V.N.E. tendrá arrendadas unas «Instalaciones
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en Martorell», como se llama su cuenta separada, en las que se irán haciendo las pequeñas obras necesarias —reparación de tinas en varios años—, y a las que se enviará una prensa en 1907. En 1912 también se utilizará una pequeña bodega en Can Matller. Bastante menos complicadas parecen las elaboraciones que se harán en la localidad navarra de Cintruénigo entre 1908 y 1915, teniendo en cuenta su proximidad a localidades de la Rioja Baja, como Alfaro o Rincón, habituales en el aprovisionamiento de uvas para las elaboraciones en Haro. Dos son las novedades más claras. La delegación en la compra de la uva y la elaboración en la localidad, a pesar de la no excesiva distancia de Haro. Para lo primero se utiliza a un vecino de Cintruénigo, Manuel Medrano, que organizará la vendimia y adelantará los gastos para llevarla a cabo, presentando una cuenta unificada de «gastos de vendimia». Su retribución se fija en una peseta por cada hectolitro elaborado, en concepto de «garapito y comisión». El fruto vendimiado se trasladará a una bodega de la localidad, arrendada a Patricio Chivite. La elaboración se realizará en esas instalaciones bajo la dirección de uno o dos empleados enviados desde Haro, que residirán en Cintruénigo algo más de un mes y que contratarán los peones necesarios. Los únicos materiales enviados desde la bodega central serán el ya mencionado ácido tartárico y la pipería de transporte por ferrocarril hasta Castejón, donde se embarcará el vino elaborado entre los meses de diciembre y marzo y remitidos a la localidad riojana. Como se ha visto, con distintos procedimientos la C.V.N.E. elaboró vinos en diversas localidades, que eran remitidos a Haro a los pocos meses, incluso sin terminar totalmente su fermentación. Además, estaba la elaboración realizada en la propia bodega central. Así pues, una bodega industrial como la C.V.N.E., crecientemente especializada en vinos de calidad, debería disponer de unas instalaciones y utensilios capaces de permitir el almacenamiento, fermentación, trasiegos, filtrados y demás operaciones de vinificación tanto para el vino directamente elaborado como para los comunes del año comprados. Tras almacenarlos en crianza y mezclarlos con añejos adquiridos, se conseguían los tipos definidos con las marcas comerciales y eran comercializados, inicialmente en barricas pero crecientemente embotellados en origen o en las delegaciones de la Compañía. Para todas estas operaciones, igualmente, eran necesarias instalaciones y utillaje espe-
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cífico. Para comprobar las características de estas instalaciones y útiles, y como final de este trabajo, voy a valerme de los inventarios conservados.59 El solar de la C.V.N.E. en Haro está situado fuera de la localidad, lindante con el ferrocarril, entonces de la Compañía del Norte de España. En 1912 ocupaba 14.444,6 metros cuadrados de superficie y en él se levantaban ocho naves o almacenes, con un total de 5.151 metros cuadrados construidos más dos tejavanos anexos al almacén n.º 4, destinados, respectivamente, a la prensa y a un motor de vapor y un taller de pipería, que en 1925 tenía 250 m2. Los almacenes 5, 6 y 7, éste con su muelle de embarque, estaban unidos al ferrocarril mediante 175 metros de vías propias. En años posteriores se irán añadiendo nuevas construcciones para las cada vez más complejas tareas de la empresa. Así, en 1913 se construye un nuevo edificio de 388 m2 destinado a «escritorio, comedor de peones y taller de carpintería», y entre 1926 y 1930 un «pabellón nuevo para el depósito de orujos» y un tejavano destinado a la «prensa del vino blanco», tipo de vino —en su variedad seco del Monopole o semidulce del Corona— para el que se construirá antes de 1935 un pabellón específico con dos tinas de almacenamiento con capacidad de 100 hectolitros. Dos de estas construcciones, los números 3 y 4, albergaban las grandes tinas de almacenamiento. En 1900 eran 26, completadas con 279 cubas con sus combos.60 En 1912 las 34 tinas inventariadas eran capaces de contener 11.625 hectolitros de vino. En 1935, transformadas, hay 30 con una capacidad de 9.148 hectolitros a los que hay que añadir las dos pequeñas tinas de 50 hL cada una en el nuevo pabellón del vino blanco. Para las operaciones de trasiego, filtrado y movimiento de los vinos contenidos en estos grandes depósitos, la empresa irá aprovisionándose progresivamente de elementos técnicos avanzados para su época en el sector vinícola. Así, en 1925, aparecen junto a varios centenares de metros de diversos tipos de mangueras de las que 92 metros son «aspirantes», decenas de canillas de trasiego, un ventilador y herramientas, cuatro fuelles para trasegar, siete filtros (dos Capillery, uno Gulindres, dos Seitz n.º 3 y uno Cometa, éstos últimos de mangas, aún utilizados en los años sesenta-setenta en España, más uno «grande de hierro») y cuatros bombas (dos Lafeur, una 59 El Libro de Inventarios, n.º 2, ya citado, contiene los efectuados cada 31 de diciembre desde 1912 hasta 1943. Desgraciadamente, en el período anterior a 1936, sólo los de 1925 y 1935 están totalmente detallados en cuanto a utensilios de almacén. 60 C.V.N.E., Libro Mayor, n.º 12. «Envases de almacén».
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Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
Marmonier, para las que se utiliza un motor de vapor y una Burcan movida con otro motor y accesorios). Mención aparte merece, como prueba del nivel técnico punta alcanzado por la empresa en su búsqueda de vinos de calidad, el que para el tratamiento de algunos de sus vinos muestre interés desde 1896, desplace a un directivo a un curso de aprendizaje a Burdeos y compre en 1900 un pasteurizador de la marca Malvoisin. El aparato, basado en los procedimientos de Pasteur que le da el nombre, se utilizaba para la esterilización fraccionada a una temperatura de 70/75º, seguida de un enfriamiento rápido, posiblemente de los vinos dulces y abocados para evitar refermentaciones.61 Como aparatos específicos para la obtención de vinos espumosos, pudiéndose considerar también punteros en su época, poseía sendas máquinas para «recargar gases» y «colocar grapas» al espumoso embotellado. Para la vigilancia y análisis de estos vinos se inventarían en 1925 diversos aparatos de laboratorio. Además de uno acidimétrico, dispone de otro para la acidez volátil, de uno para averiguación del extracto seco (exigido para sus envíos a Alemania desde 1900)62 y finalmente de un ebulliómetro Malligand para la graduación alcohólica de los vinos. La progresiva importancia del envío de vinos embotellados y para los graneles la utilización de foudres ferroviarios, provocará la reducción de las necesidades de pipería de transporte. Si a principios de siglo se reseñan habitualmente en los libros mayores entre 350 y 580 pipas y hasta 2.000 barriles para este uso, en los años treinta, las existencias inventariadas no superarán los tres centenares, incluidos 80 bocoyes de 600 litros de capacidad. Igualmente, la reducción hasta su eliminación en los años veinte de los envíos de los vinos de marca en barricas y medias barricas, que exige a principio de siglo mantener stocks en bodega de cerca de 10.000 barricas y un millar de medias barricas, provocará una sensible disminución de necesidades, ahora fundamentalmente utilizadas para envejecimiento, hasta alcanzar una cifra en 1935 de 5.726 barricas de 220-225 litros, lo que supondría una capacidad de crianza en estos envases de roble de unos 12.500 hectolitros, que coincide plenamente con las existencias de vinos de cosechas 61 C.V.N.E., Actas, n.º 1, sesiones de 22-XII-1896 y 31-III-1900. El aparato se inventaría como en uso en 1935, permaneciendo en la actualidad expuesto en una de las marquesinas del patio central de la bodega de Haro. 62 Ib., sesión de 29-VIII-1900.
La Compañía Vinícola del Norte de España (1882-1936)
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anteriores a la de 1933 que reseñé al principio del trabajo. Posiblemente además, tras los conflictos con los toneleros en 1921 y la subsiguiente opción por la participación accionarial de la C.V.N.E. en la fundación de La Industria Tonelera del Norte, S.A., de Olaveaga, se hicieran también menos necesario aquellos fuertes stocks de barrilería de principios de siglo.63 Por último, la creciente importancia de los embotellados empieza a exigir desde principios de siglo la progresiva mecanización de las operaciones de lavado, rellenado, etiquetado y encajado de las botellas por expedir. Para el lavado de botellas, además de mecanizar la extracción de aguas subterráneas en 1920-2164 y su participación en el Depósito de aguas de Haro, en 1925 se dispone de tres máquinas para «limpiar botellas» y especialmente, adquirida en 1923-24,65 una máquina automática de lavado con motor, calderas y accesorios. Para el llenado se dispone de once «relleneras automáticas». Para el encorchado, de seis máquinas Pepin (dos de ellas en el almacén de Bilbao), además de una Ruot para el espumoso, una máquina marcadora de tapones y dos encapsuladoras. El precintado también se realiza con tres «aparatos precintadores». Para las cajas se dispone de aparatos marcadores y colocadores de flejes. Por último, la importancia del mercado de Bilbao y de Madrid para sus embotellados de calidad, aconsejará mecanizar también el reparto, por lo que en 1935 se inventarían sendas camionetas de reparto valoradas en 8.956 y 5.380 pesetas, respectivamente. Esta motorización da a la C.V.N.E. un último aspecto, también moderno como sus instalaciones, antes de la Guerra Civil.
6. Conclusión La historiografía, con más o menos matices, sigue considerando fundamentalmente crítico para la viticultura española el período desde la crisis finisecular hasta la Guerra Civil. 63 C.V.N.E., Actas, n.º 2, sesión de 11-I-1921. 64 Construcción de una «autobomba para aprovechar las aguas del pozo existente en el jardín para aplicarlos al lavado de las botellas […] con presupuesto de la casa Ezquerra de Haro que se eleva a 3.148 pesetas». Ib., sesión de 26-IV-1921. 65 Ib., sesión de 30-X-1923, en que se acuerda aceptar la oferta presentada «de una máquina de lavar botellas cuyo empleo supone una gran economía, calculándose que en un año quedará amortizado su valor y el de la instalación que habrá que hacer, que en conjunto se elevaría a unas 6.000 pesetas».
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Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
Sin embargo, en ese contexto, y si el ejemplo de la Compañía Vinícola del Norte de España es trasladable a las otras bodegas industriales riojanas o de diferentes zonas vinícolas españolas, quienes se especializaron en la franja superior del mercado, en la de los vinos tipificados, no sólo sortearon los problemas que la filoxera y la sobreproducción provocaron al sector, sino que lo hicieron obteniendo considerables y constantes beneficios. Para ello la C.V.N.E. contó con capitales vasco-riojanos iniciales que le proporcionaron importantes ventajas comparativas sobre el vitivinicultor tradicional: instalaciones adecuadas; acceso a las novedades tecnológicas para la vendimia, elaboración, tratamiento y comercialización de sus tipos y marcas; e información de mercados, liquidez económica y capacidad organizativa para mantener un flujo suficiente de su input básico, el vino común de calidad suficiente para sus necesidades, hasta cuando lo dificultaban las circunstancias vitícolas altorriojanas. Sin poseer viñedos, incrementó su control sobre la materia prima, mediante la elaboración directa de las uvas compradas por el sistema de adelantos procedentes de varios centenares de hectáreas en la Rioja, vigilando el crecimiento del fruto y aplicando en su bodega de Haro métodos de vendimia y elaboración muy superiores a los tradicionales. Una consecuencia destacable del proceder de esta bodega industrial será la especialización exclusivamente viticultora de una parte de los tradicionales cosecheros riojanos y el menor recurso a las compras de vino ya elaborado por los agricultores. Cuando la destrucción del viñedo riojano por la filoxera se lo impida, utilizará sus conocimientos del mercado vitivinícola español y sus contactos comerciales para elaborar en Barbastro, Albacete, Cintruénigo y Martorell, aunque la complejidad y los costos de elaboración sean superiores a los de su instalación central, pero aprovechando, precisamente, el menor precio de la uva en esas zonas para conseguir unos precios de coste de sus vinos base similares a los obtenidos en Haro. Finalmente, de nuevo sus disponibilidades financieras le permitirán incorporar las técnicas, útiles y máquinas más adecuadas para su creciente especialización en vinos de crianza o tipificados, embotellados en origen y expedidos con sus marcas comerciales registradas.
La Compañía Vinícola del Norte de España (1882-1936)
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TABLA 1 PROCEDENCIA DE LOS VINOS DE LA C.V.N.E.
Año/cosecha 1887 1888 1889 1890 ... 1899 1900 1901 1902 1903 1904 1905 1906 1907 1908 1909 1910 1911 1912 1913 1914 1915 1916 1917 1918 1919 1920 1921 1922
% elaboración
% cosecheros
% otros
hL totales
43,1 50,0 62,8 0,0 ... 0,0 35,6 64,9 67,1 59,7 42,8 11,7 57,6 66,5 62,1 72,9 42,0 47,6 81,6 67,8 81,3 84,4 54,5 83,3 36,1 20,7 74,1 57,3 82,3
56,9 50,0 33,4 99,5 ... 76,2 51,3 26,9 15,7 34,3 37,4 66,1 33,2 22,7 0,0 1,8 15,9 15,8 0,0 2,3 8,9 8,2 37,0 4,2 27,9 26,6 4,7 23,6 16,1
0,0 0,0 3,8 0,5 ... 23,8 13,0 8,1 17,2 6,0 19,8 22,2 9,2 10,8 37,9 25,3 42,2 36,6 18,4 29,9 9,8 7,4 8,5 12,5 36,0 52,7 21,2 19,2 1,6
5.773 9.377 7.883 8.619 ... 6.508 23.321 14.761 14.041 12.641 28.510 12.274 16.380 12.407 7.461 9.747 12.289 14.017 13.629 9.233 7.899 3.150 7.042 10.257 15.044 10.981 9.910 8.963 9.051
FUENTE: C.V.N.E., Libros Mayores. Elaboración propia.
180
Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola TABLA 2 ELABORACIONES DE LA C.V.N.E.: UVA COMPRADA (t) Y VINO ELABORADO (hL)
Lugar de la elaboración Cosecha
Haro Uva
Cintruénigo
Vino
Uva
Vino
Barbastro Uva
Vino
Albacete Uva
Vino
Martorell Uva
Vino
1900 1.234,7 8.948,3 1901
489,2 3.861,6
1902
8.179,0
1903
770,3 5.142,0
Total elaborado 8.948,3
865,4 5.722,3
9.583,9 8.179,0 5.142,0
1904 1.322,1 8.661,9
584,8 3.545,8
1905
12.207,8
420,7 4.363,5 433,8 1.435,0
5.798,5
1906
942,3 7.090,0
473,2 2.339,8
9.429,8
1907
639,8 4.408,8
636,9 3.837,1
8.245,9
1908
61,9
1909 1910
121,1
943,0
1911
449,6
613,4 4.187,1
4.636,7
476,2 3.438,9
641,3 3.668,8
7.107,8
483,3 3.589,5
623,1
5.155,6
510,8 3.718,2
670,0 2.954,0
86,5
6.672,2
1912
372,0 2.400,0
535,4 3.829,0
854,5 4.836,3 11.065,3
1913
338,9 2.161,4
277,2 1.869,7
344,9 2.449,0
6.480,1
1914
205,0 1.345,4
297,4 2.142,0
390,6 2.932,2
6.419,6
1915
193,3 1.438,3
172,0 1.220,2
1916
630,3 3.836,7
3.836,7
1917 2.135,9 8.542,4
8.542,4
2.658,4
1918
853,0 5.423,5
1919
282,0 1.761,9
5.423,5
1920
869,8 5.400,0
1921
689,7 5.134,8
5.134,8
1922
7.451,3
7.451,3
675,0
2.436,9 264,5 1.944,7
FUENTE: C.V.N.E., Borradores de Libros Mayores , n.º 15-26. Elaboración propia.
7.344,7
La Compañía Vinícola del Norte de España (1882-1936)
181
TABLA 3 C.V.N.E.: GASTOS DE ELABORACIÓN DEL VINO SITUADO EN HARO (Miles de pesetas)
Lugar de la elaboración Cosecha
Haro Uva
Cintruénigo
Otros
1900
105,5
13,3
1901
45,4
18,8
Uva
Otros
Barbastro Uva
Otros
69,0
11,1
Albacete Uva
Otros
Uva
Otros
1902 1903
122,6
0,3
1904
177,0
8,8
25,8
1906
122,5
24,2
26,9
1907
95,1
2,0
1905
32,5
48,3
23,0
54,4
1908 1909 1910
25,7
0,6
1911
Total
Martorell
Uva
Otros
105,5
13,3
114,4
29,9
0,0
0,0
122,6
0,3
209,5
57,1
26,9
48,8
81,3
19,8
149,5
44,0
54,1
33,4
149,2
35,4
39,2
32,6
39,2
32,6 49,5
57,8
20,7
37,9
28,8
95,7
91,0
19,6
14,3
2,5
131,0
22,7
74,6
20,4
62,0
21,8
136,6
42,2
1912
48,7
0,5
73,0
21,1
71,2
60,4
192,8
82,0
1913
50,3
1,8
37,0
9,5
31,9
30,8
119,2
42,2
1914
24,9
0,3
35,3
10,2
33,8
13,3
94,0
23,9
1915
40,6
1,7
24,1
7,3
64,7
9,0
1916
105,3
0,7
105,3
0,7
1917
187,2
25,0
187,2
25,0
1918 1919 1920 1921
96,5 74,2 193,8 147,1
9,0 6,0 8,4 6,4
96,5 74,2 246,6 147,1
9,0 6,0 29,2 6,4
52,8
Total 1.662,5 127,9 392,6 108,8 69,0 %
93
7
78
22
86
11,1 14
20,8
55,5 102,7 450,0 291,1 2.629,6 641,7 35
65
61
39
FUENTE: C.V.N.E., Borradores de Libros Mayores, n.o 15-26. Elaboración propia.
80
20
182
Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola TABLA 4 C.V.N.E.: PRECIO DE LA UVA COMPRADA (pts./t) Y PRECIO CONTABLE DEL VINO ELABORADO PUESTO EN HARO (pts./ hL)
Año/ cosecha
Lugar de la elaboración Haro Uva
1900 1901 1902 1903 1904 1905 1906 1907 1908 1909 1910 1911 1912 1913 1914 1915 1916 1917 1918 1919 1920 1921
85,4 92,9
Cintruénigo
Vino
159,1 133,9
12,8 16,4 14,8 23,2 21,4
130,0 148,6
20,4 21,8
212,5
27,3
130,9 148,6 121,5 210,0 167,0 87,6 113,2
19,8 23,6 18,3 28,8 27,0 24,1 18,3
263,3 222,8 213,3
45,6 36,8 29,5
Uva
151,9 121,4 188,2 146,0 136,3 133,3 118,8 140,0
Vino
24,7 22,7 30,1 24,6 20,6 24,1 20,6 25,4
Barbastro Uva
Vino
79,7
19,1
Albacete Uva
Vino
55,6 54,7
22,4 17,3
Martorell Uva
Vino
59,4 56,9 85,0 63,9 59,1 165,7 92,6 83,3 92,6 86,4
19,0 19,3 22,1 14,9 18,1 24,4 27,5 22,2 24,7 16,0
199,6
37,7
FUENTE: C.V.N.E., Borradores de Libros Mayores, n.o 15-26. Elaboración propia.
La Compañía Vinícola del Norte de España (1882-1936)
183
TABLA 5 C.V.N.E.: PRODUCTIVIDAD DE LA UVA ELABORADA (t/hL)
Cosecha
Haro
1900 1901 1902 1903 1904 1905 1906 1907 1908 1909 1910 1911 1912 1913 1914 1915 1916 1917 1918 1919 1920 1921
7,25 7,89
Cintruénigo
Barbastro
Albacete
Martorell
6,61
6,68 6,55
6,06 10,37
3,31 4,94 6,02 6,83 5,72 7,20 4,41 5,66 7,10 7,51
7,52 6,89
7,79 6,45 6,38 6,56 7,44 6,09 4,00 6,36 6,25 6,21 7,44
7,27 7,22 7,43 7,28 7,15 6,74 7,20 7,09
7,35
FUENTE: C.V.N.E., Borradores de Libros Mayores, n.o 15-26. Elaboración propia.
TABLA 6 ESTIMACIÓN DEL RENDIMIENTO DE LA VIÑA CUYA UVA COMPRA LA C.V.N.E. EN PESETAS. PROMEDIO 1912-1914
Conceptos 1) Precio de la uva (pts./tonelada) 2) Toneladas de uva para obtención de un hL de vino 3) Precio de la uva en un hL de vino (pts.) (1 x 2) 4) Rendimientos aplicados (hL/hectárea) 5) Rendimiento de una ha de viña (pts.) (3 x 4)
Haro 133,7 0,155 20,7 17,81 368,3
Cintruénigo
Martorell
129,5 0,142 18,4 17,81 328,0
87,4 0,148 12,9 28,96 374,8
FUENTES: Rendimientos: Lana Berasain (1995), p. 147; Simpson (1997), p. 281. Resto: tablas 4 y 5, promedios 1912-1914.
184
Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
GRÁFICO 1 C.V.N.E.: ADQUISICIÓN DE VINOS
Hectolitros
15.000
Elaboración
10.000
Cosecheros Otros
5.000
0
GRÁFICO 2 C.V.N.E.: COSTE CONTABLE DE LA ADQUISICIÓN DE VINOS
60
Pts./hectolitro
50 Elaboración 40 Cosecheros 30 Otros 20 Penedés 10 0
La Compañía Vinícola del Norte de España (1882-1936)
GRÁFICO 3 C.V.N.E.: PRECIO DE LA UVA COMPRADA
300 250 Haro
200
Cintruénigo 150 Albacete 100 Martorell 50 0 1900
1905
1910
1915
1920
GRÁFICO 4 C.V.N.E.: PRECIO CONTABLE DEL VINO ELABORADO PUESTO EN HARO
50 40 Haro 30
Cintruénigo
20
Albacete Martorell
10
Penedés 0 1900
1905
1910
1915
1920
185
186
Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
GRÁFICO 5 C.V.N.E.: BENEFICIOS Y DIVIDENDOS REPARTIDOS
GRÁFICO 6 ESTRUCTURA DEL ACTIVO A 31 DE DICIEMBRE DE CADA AÑO
2.000.000 1.500.000
Realiz.+Disp. Existencias
1.000.000
Activo Fijo
500.000 0 1902
1899
1896
1893
1890
1887
1884
LOS EXPORTADORES DEL JEREZ, 1835-1886 Enrique Montañés Universidad de Cádiz
De acuerdo con los objetivos propuestos para esta obra, el presente capítulo trata de resumir algunos aspectos fundamentales de la evolución y desarrollo del sector exportador del vino de Jerez. Es conocido que este vino ha contado con estudios y trabajos de gran interés, que nos han dado a conocer tanto sus características enológicas como algunos rasgos de su trayectoria comercial.1 En la mayoría de los trabajos se ha resaltado el lugar estratégico que ocupó la exportación del jerez durante buena parte del siglo XIX. Sin embargo, tan importante sector económico ha sido prácticamente desconocido desde el punto de vista de la estructura empresarial, de la evolución y características de las empresas que lo conformaron. La tesis2 de Javier Maldonado ha venido a rellenar ese clamoroso vacío. En su trabajo, que se circunscribe a la etapa comprendida entre 1778 y 1844, ha realizado un análisis detallado de las coyunturas comerciales del jerez y una descripción del tejido empresarial que protagonizó una serie de importantes innovaciones vitivinícolas. El abanico de nuevas fuentes utilizadas, con el recurso a la documentación privada de las empre-
1 Entre la abundante bibliografía sobre el jerez es necesario destacar: Boutelou (1807), Parada y Barreto (1868), González y Álvarez (1878), Lizaur y Paul (1877), Fernández de la Rosa (1882) y (1886), Pemartín (1965), González Gordon (1970), García de Quevedo (1970), Simpson (1985), Cabral Chamorro (1987), López Estudillo (1992) y (1993), Pan-Montojo (1994). 2 Maldonado Rosso (1996b).
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sas, como las conclusiones alcanzadas nos han permitido conocer mejor el impacto de un sector tan decisivo en el desarrollo económico de la zona. Este texto se sitúa en esa misma perspectiva de profundización en la historia empresarial del sector. Las restricciones de espacio me obligan a centrar mi aportación en tres aspectos generales, que considero fundamentales para conocer la evolución del sector durante el siglo XIX, en concreto hasta la invasión filoxérica (1894): las series de exportación, la estructura empresarial y el alcance de la inversión en el sector. Las series históricas sobre la exportación del jerez son conocidas y utilizadas con frecuencia; sin embargo, no han sido suficientemente contrastadas. Me propongo revisarlas y completarlas en la medida de lo posible, comparando tanto las estimaciones de diferentes autores como los datos de la Estadística de Comercio Exterior y las diversas Listas de Exportación. Tomando como referencia esas Listas de Exportación he tratado de reconstruir la estructura empresarial del sector entre 1835 y 1886, el período de mayor auge y expansión del jerez. A partir de esta descripción estamos en mejores condiciones de conocer el tamaño y número de las iniciativas exportadoras, sus diferentes modelos de actuación y el grado de concentración del sector. Por último, con el ánimo de contribuir al debate sobre la incidencia de las actividades exportadoras de productos agroalimentarios en el desarrollo regional, he realizado unas estimaciones sobre el monto de la inversión que habría protagonizado el sector exportador del jerez entre 1838 y 1886. La naturaleza y la cuantía de los activos de las empresas exportadoras, nos señalan una realidad histórica que vendría a ratificar las tesis de los que defienden un impacto globalmente positivo de las actividades exportadoras.3
1. Las exportaciones del jerez, 1822-1935 Las cifras que recopiló González Gordon4 sobre las exportaciones del vino de Jerez han sido frecuentemente utilizadas en la mayor parte de los estudios sobre el tema. Para construir esa serie tomó las cantidades que
3 Es el caso, por ejemplo, de Prados de la Escosura (1988). 4 González Gordon (1970), pp. 113-123.
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figuraban en las renombradas Listas de Exportación, documentos que se publicaban anualmente con la información recogida en la aduana. Sin embargo, como ha señalado Maldonado,5 es una serie incompleta, puesto que solamente recoge las exportaciones realizadas por las empresas situadas en Jerez de la Frontera. Para tener una idea más completa de la evolución del sector, es necesario incluir las exportaciones efectuadas por las empresas localizadas en El Puerto de Santa María. Maldonado ha conseguido reconstruir esa exportación conjunta para el período 1823-1844, a partir de las listas conservadas en el Archivo Histórico de Sandeman.6 En la medida de lo posible, he tratado de continuar esa labor con el objetivo, al menos, de completar todo el siglo XIX. Para ello he utilizado las Listas de Exportación conservadas en el archivo del Consejo Regulador (hasta 1877), que he completado con las cifras suministradas por Cancela Ruiz (hasta 1887).7 Únicamente existen tres años en los que ni se han conservado las Listas, ni Cancela Ruiz nos proporciona datos válidos. Pero contamos, por otro lado, con las Estadísticas de Comercio Exterior, que desde 1849 nos ofrecen de forma regular las exportaciones de vino de Jerez. Éstas últimas se aproximan bastante a la suma de las cifras que proporcionan las Listas de Jerez y El Puerto de Santa María. Entre 1849 y 1857 los datos de las Estadísticas de Comercio Exterior superan en un 15% a los proporcionados por las Listas de Exportación. Pero entre 1862 y 1884 la diferencia es apenas del 1%. Para los años en los que no contamos con las Listas de Exportación de El Puerto de Santa María, he calculado su exportación a partir de la diferencia entre la cantidad global contemplada en las Estadísticas de Comercio Exterior y la señalada para Jerez en las Listas de Exportación. Desgraciadamente, a partir de 1888 no es posible seguir esa pauta. Desde 1878 las Listas de Exportación ya no se publicaron, Cancela Ruiz dejó de señalar los datos de la exportación conjunta desde 1887, y las Estadísticas de Comercio Exterior recogieron a partir de 1889 cantidades
5 Maldonado Rosso (1996b), p. 372 6 Ib., pp. 376-378. 7 Cancela Ruiz (1887), p. 177.
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que son casi siempre inferiores a las recopiladas por González Gordon para Jerez entre 1889 y 1935. En definitiva, la serie que voy a utilizar recoge la exportación conjunta de Jerez y El Puerto de Santa María entre 1823 y 1887, y la considerada de Jerez entre 1889 y 1935. Prefiero seguir utilizando los datos de González Gordon entre 1889 y 1935 porque están extractados de las Listas de Exportación, durante ese período no públicas, ya que se aproximan con bastante fidelidad a las ventas reales de las empresas. Con la serie construida (apéndice 1, infra, pp. 204-205) podemos apreciar la evolución comercial del jerez a lo largo de más de un siglo. Si consideramos todo ese período como un ciclo de larga duración, inmediatamente se aprecia una fase expansiva hasta 1873 y otra nítidamente recesiva hasta por lo menos 1924. El crecimiento durante esa larga fase expansiva fue muy notable: se alcanzó una tasa media de crecimiento anual del seis por ciento, mientras que en la otra fase entre 1874 y 1935 apenas superó el uno por ciento.8 CUADRO 1 LAS EXPORTACIONES DEL JEREZ. TASAS DE CRECIMIENTO, 1822-1935
Período
Tasa de crecimiento
1822-1834 1835-1854 1855-1864 1865-1873 1822-1873 1874-1894 1895-1910 1911-1927 1928-1935 1874-1935
11,4 4,0 4,7 5,3 6,1 –1,0 –0,7 6,3 5,2 1,86
8 Para el cálculo de la tasa de crecimiento he tomado los datos de Jerez y El Puerto de Santa María para el período 1822-1873, y los de Jerez (que representaban el 75% del sector desde los años ochenta) para 1874-1935.
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Parece indiscutible que la configuración y consolidación del sector exportador, de la mayor parte de su tejido empresarial, se efectuó durante esa fase alcista. Pero conviene, además, señalar los ritmos de crecimiento en períodos más cortos para destacar las coyunturas que tuvieron una incidencia destacable en la evolución empresarial del sector. En cada una de las dos grandes fases nos encontramos con diversas etapas marcadas por situaciones singulares. En ese primer período entre 1822 y 1834 se produjo un crecimiento muy intenso, el mayor de todos los registrados. Es el momento en el que se afianzó el modelo de empresa exportadora asentada en el área geográfica de Jerez y El Puerto de Santa María, con diferentes grados de integración de las distintas actividades del negocio vitivinícola. Abolidos definitivamente los gremios desde 1834, el crecimiento de las ventas se mantuvo a un buen ritmo. Incluso entre 1865 y 1873, con unos precios en progresivo descenso, las exportaciones siguieron incrementándose. El estancamiento de la demanda y el continuado descenso de los precios desde 1874 dio lugar, tras casi medio siglo de ininterrumpido crecimiento, a varias décadas de continuado retroceso de las exportaciones. El oscuro período marcado por la invasión de la filoxera, la destrucción casi total del viñedo y su lenta reconstrucción (entre 1894 y 1910), fue especialmente negativo. Desde 1911 comenzó una larga recuperación que en modo alguno supuso el retorno a las cotas alcanzadas en la «edad de oro» del siglo pasado.9
2. Los exportadores de Jerez, 1840-1886 2.1. Los exportadores hacia 1840 Durante las décadas de los años veinte y treinta del siglo pasado se consolidaron algunos de los rasgos específicos del sector exportador del jerez. En una coyuntura claramente expansiva de las ventas surgieron múl-
9 Una descripción de las coyunturas comerciales del jerez en: Simpson (1985), Cabral Chamorro (1987), López Estudillo (1992) y (1993), Pan-Montojo (1994), Maldonado Rosso (1996b).
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tiples iniciativas empresariales que marcaron profundamente el futuro del sector. Dos realidades aparentemente contradictorias se consolidaron durante esos años. En primer lugar, nos encontramos con el hecho de una amplia participación de numerosas empresas en esta actividad exportadora. Los nombres registrados en las Listas de Exportación se acercaron al centenar. Podríamos hablar en este caso de una actividad muy abierta. Pero un análisis pormenorizado de las cantidades exportadas por cada una de las empresas registradas nos lleva a una conclusión opuesta. La mayor parte de las exportaciones fueron efectuadas por una decena de empresas muy fuertes, puesto que canalizaron más del cincuenta por ciento de las ventas.10 En realidad, ambos hechos nos reflejan la diversidad de modelos empresariales que coexistían en el sector. El numeroso grupo de exportadores registrados en las Listas nos señala una gran variedad de situaciones. Desde las actuaciones de comerciantes tradicionales, que de forma ocasional exportaban vino para satisfacer pedidos concretos de otros comerciantes extranjeros, hasta la progresiva consolidación de los «extractores», comerciantes especializados que vendían al por mayor a grandes importadores. Fueron éstos últimos los que crearon las grandes empresas que protagonizaron el grueso de la exportación. El rasgo específico de estas empresas, lo que empezó siendo su distintivo frente a cosechadores y almacenistas, fue su acceso a una red de distribución en el exterior. La conquista de importantes cuotas de mercado, sobre todo en el mercado británico, gracias a la utilización de amplias redes de comercialización, propulsó el espectacular crecimiento de las ventas durante los años veinte y treinta del siglo pasado. Las empresas instaladas en el marco de Jerez eligieron entre varias posibilidades para crear y extender su red de distribución. O bien la más lenta y difícil de construir su propia red, con la correspondiente estructura de viajantes y comisionistas, para tejer poco a poco la trama de clientes necesaria. O, por otro lado, el establecimiento de contratos de agencia con grandes comerciantes británicos que ya disponían de una red consolidada. Ésta última fue la opción elegida por
10 El análisis más completo sobre el sector a comienzos del siglo XIX, en Maldonado Rosso (1996b).
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muchas de las grandes empresas: Pedro Domecq con su agente Ruskin, Telford & Domecq de Londres; Pemartín y Compañía con Sandeman; González Dubosc con Byass, etc. Aunque los contratos de agencia, por lo general, imponían duras condiciones para las empresas de Jerez, aseguraban un determinado nivel de ventas gracias a las cuales podían alcanzar una continuada expansión. Alcanzada una determinada cuota de mercado, esas grandes empresas que concentraban la mayor parte de la exportación, ampliaron y diversificaron sus inversiones. Sin perder su carácter de empresa especializada en el comercio de vinos, extendieron sus actuaciones a la fase agrícola y a la de crianza. La compra de una significativa extensión de buen viñedo se convirtió en uno de los rasgos distintivos de los grandes exportadores, puesto que permitía asegurar tanto el suministro de un determinado volumen de mosto como certificar su procedencia. Asimismo, la creación de importantes soleras de calidad, abordando la fase de crianza, fue otra de las actuaciones frecuentes en las grandes empresas exportadoras. En definitiva, la exportación de una amplia variedad de vinos preparados en la zona de acuerdo con los gustos del mercado británico, reduciendo las ventas de mostos del año o vinos en claro, constituyó el motor que favoreció el crecimiento de las empresas exportadoras. Tras dos décadas de expansión, a comienzos de los años cuarenta, se consolidaron una serie de grandes empresas exportadoras que, gracias a su acceso a las redes de comercialización en el mercado británico, acumularon un importante volumen de activos. Se convirtieron de esta manera en uno de los grupos capitalistas más importantes de la economía española del momento. Nos queda aún mucho por conocer de la trayectoria de estas empresas. Una de las cuestiones a resolver es si la diversificación de inversiones que protagonizaron esas grandes empresas, participando en la fase agrícola e industrial del jerez, les hizo perder su inicial naturaleza comercial. Para resolver dicha cuestión, lo más adecuado sería realizar un estudio pormenorizado, con la propia documentación de las empresas, de las rotaciones entre las existencias y las ventas de cada año. Mientras no podamos realizar ese estudio, quizás es posible acercarse a la estructura y naturaleza del sector utilizando otras fuentes alternativas. Disponemos para el comienzo de la década de los cuarenta de fuentes de naturaleza fiscal que
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pueden aproximarnos a la realidad empresarial de ese momento.11 Con las naturales reservas que debemos observar frente a esos datos, por el previsible grado de ocultación, dada su utilidad fiscal, podemos establecer algunas conclusiones provisionales. Los que se consideraban almacenistas, dedicados fundamentalmente a la crianza de los vinos y que canalizaban sus ventas hacia los exportadores o hacia el mercado local o regional, triplicaban el número de los exportadores: 184 frente a 33. Sus existencias superaban apreciablemente a las de los exportadores. Además era un sector menos concentrado, en el que, aparentemente, no existían grandes almacenados. Por su parte, los exportadores también poseían un importante volumen de existencias, pero sus ventas eran también muy elevadas. Si promediamos los datos de los años 1841 y 1843 nos encontramos con que los exportadores vendían el equivalente al 71% de sus existencias, por lo que el tiempo medio de permanencia de sus vinos apenas superaba el año y medio.12 Esos datos no indican que los exportadores se dedicaran a vender vinos jóvenes, sino que la velocidad de rotación registrada en sus bodegas determinaba una orientación fundamentalmente comercial en sus empresas. Aparte de la mayor o menor participación en actividades de la fase agrícola o industrial (crianza), los exportadores eran fundamentalmente comerciantes que, paralelamente a la creación de soleras propias, seguían abasteciéndose de cosechadores, almacenistas y otros exportadores de vinos de todas las edades y calidades, para canalizarlos hacia su red de distribución en el exterior. El predominio de la función comercial en el sector exportador se ve ratificado en un análisis más pormenorizado de las rotaciones, empresa a empresa y de acuerdo con su cuota de mercado. Con los mismos datos de
11 Se trata de unos listados en los que aparecen los almacenistas con sus existencias para el año de 1842, y los exportadores con las ventas efectuadas y sus existencias para los años de 1840 y 1842. Archivo Municipal de Jerez de la Frontera (en adelante, AMJF), Contribuciones, libro 249, año 1843. 12 La lista correspondiente al año 1840 está fechada el 15 de enero de 1841. Por lo tanto, para calcular la rotación he tomado esas existencias en enero y las ventas a lo largo de 1841, no las ventas de 1840, que son las que recoge dicha lista. Igual procedimiento he utilizado para la lista de 1842: existencias a enero de 1843 y ventas de 1843. AMJF, Contribuciones, libro 249, año 1843.
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1841 y 1843 he elaborado el cuadro que recoge la rotación entre ventas y existencias de los exportadores agrupados por el volumen de sus ventas (apéndice 2, infra, p. 206).13 CUADRO 2 LA ROTACIÓN ENTRE VENTAS Y EXISTENCIAS (ARROBAS) EN LAS EMPRESAS EXPORTADORAS, 1841 Y 1843
Empresas 1.ª a 10.ª 11.ª a 20.ª Resto Sector
Existencias 719.401 229.354 271.990 1.220.745
Ventas
Rotación
Años
667.500 183.688 21.194 872.382
0,93 0,80 0,08 0,71
1,08 1,25 12,83 1,40
FUENTE: AMJF, Contribuciones, libro 249, año 1843.
Las diez primeras empresas exportadoras del momento, las que protagonizaban propiamente la actividad exportadora, absorbían el 77% de las ventas y alcanzaban una rotación más elevada que el promedio del sector. Llegaban a exportar el equivalente al 93% de las existencias declaradas a comienzos del año. Apenas un 7% del vino podía considerarse como capital fijo (soleras). El tiempo medio de permanencia de sus almacenados no sobrepasaba el año. También este promedio encubría realidades muy diferentes de acuerdo con los datos de cada empresa. Mientras que algunas de ellas aún mostraban rotaciones más elevadas (Domecq o Beigbeder), otras las reducían para dar prioridad a los almacenados en algunos años (Pemartín, Haurie o Gordon). Las diez empresas siguientes, que representaban el 21% de las ventas, tenían una rotación ligeramente más baja que las anteriores, pero aún por encima del promedio del sector. En ellas también predominaba la función comercial. Sin embargo, la situación cambiaba radicalmente si nos referimos al resto de las empresas aparecidas en los listados de exportadores. Son más de una docena de nombres que apenas efectuaban el dos por ciento de las ventas al exterior. Sus existencias son abrumadoramente mayores que las ventas. 13 Insisto en que estas conclusiones son provisionales. Su verosimilitud depende del grado de ocultación registrado en las declaraciones que presentaron los exportadores sobre sus existencias. Las ventas son las mismas que aparecen en las Listas de Exportación.
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Representan a ese abultado número de empresas, muchos de ellos almacenistas, que sólo exportaban cantidades reducidas y de forma ocasional. Su coeficiente de rotación está muy desfigurado y no responde a la realidad, porque tan sólo refleja el apartado más pequeño de sus ventas (las exportaciones) y no contabiliza las ventas en el mercado interior. En resumen, a comienzos de los años cuarenta del siglo pasado existía una clara división de funciones en torno a la actividad vitivinícola del marco de Jerez. Ya era predominante el papel de una decena de empresas exportadoras gracias al control de las redes de comercialización en los mercados exteriores. Dichas empresas habían acumulado un volumen de activos muy apreciable, que les había permitido iniciar cierta integración de diferentes actividades, pero tenemos que seguir definiéndolas como empresas predominantemente comerciales.14 Dado el alto volumen de ventas alcanzado, hubieran tenido que invertir capitales aún más elevados para mantener las existencias precisas que les hubieran permitido un proceso de crianza a mayor escala, modificando la naturaleza comercial de la empresa extractora. La existencia de más de un centenar de pequeños y medianos almacenistas permitía repartir los riesgos financieros del proceso de crianza, debido a la inseguridad de las diferentes coyunturas comerciales. La fluida trama de relaciones entre cosecheros, almacenistas y exportadores facilitaba una mejor adaptación a las cambiantes condiciones de los mercados. Como han explicado Comín y Martín Aceña,15 para el conjunto de las empresas españolas, la convivencia de grandes y pequeñas empresas y la menor integración entre las diferentes fases de la producción serían el resultado de las condiciones técnicas y de mercado existentes. En términos generales, se confirmaba que la reducción de los costes de transacción, derivada de una mayor integración vertical y de un mayor tamaño, no compensaba el aumento de los costes de organización interna. Las constantes transacciones entre cosecheros, almacenistas y exportadores
14 Los grandes exportadores del jerez coincidirían sólo parcialmente con el modelo de comerciante especializado definido por Chandler (1987, p. 31) para este período. 15 Comín y Martín Aceña (1996), p. 87.
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conformaron una trama de relaciones estables. Se originó una integración informal, no sin conflictos y tensiones, que permitió la continuada expansión de las ventas y que acabó beneficiando a todos en mayor o menor medida.
2.2. El período 1840-1886 Si durante las primeras décadas del XIX se consolidó la actividad exportadora, en las siguientes se alcanzó una expansión extraordinaria. El conocimiento adecuado de los responsables de dicha expansión se nos presenta como un trabajo de investigación histórica imprescindible. Estudiar la trayectoria de las empresas exportadoras del jerez durante ese período no sólo contribuye a mejorar nuestra información sobre la actividad vitivinícola de la zona, sino que también arroja luz sobre las características y condiciones del desarrollo económico regional y sobre un sector que tuvo un peso indiscutible en el conjunto de la economía española. Ir más allá de las series generales de exportación, descender a un análisis pormenorizado por empresas a través de la consulta tanto de su propia documentación como otra de carácter más global (Listas de Exportación, datos fiscales, escrituras notariales) es una tarea de enormes dimensiones.16 Ha de ser el resultado de diferentes trabajos, que con el tiempo nos permitirán alcanzar esa imagen más completa del sector. El estudio de Maldonado17 hasta 1844 nos proporciona un valioso punto de partida. Continuando con esa labor, he realizado un exhaustivo análisis de las Listas de Exportación de Jerez de la Frontera entre 1840 y 1886 para poder obtener una primera instantánea de la evolución empresarial del sector. En ese período de cuarenta y siete años he identificado más de dos centenares de empresas que realizaron el 99% de las exportaciones efectuadas desde Jerez de la Frontera. En el cuadro he resumido algunos datos relevantes que nos describen las características del sector exportador.
16 Jeffs (1994, p. 93) expresa esta misma realidad cuando afirma que las relaciones de las empresas son «excesivamente complicadas y ponerlas en orden sería el trabajo de toda una vida». 17 Maldonado Rosso (1996b).
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Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola CUADRO 3 LAS EMPRESAS EXPORTADORAS DE JEREZ, 1840-1886
Empresas
Exportaciones (%)
Años
1 a 10 11 a 20 21 a 30 31 a 50 51 a 201
61 14 9 10 5
38 25 16 14 3
FUENTE: Listas de Exportación.
Lo primero que llama la atención es que algunos de los rasgos ya señalados en la evolución de las primeras décadas del XIX, concentración de las ventas y abultado número de iniciativas exportadoras, siguen presentes a lo largo de todo el siglo. Si clasificamos las empresas por el volumen total exportado a lo largo del período estudiado, observamos que las diez primeras empresas realizaron el 61% de las ventas al exterior, a lo largo de un período medio de actividad de 38 años. Son las grandes empresas que constituyeron la columna vertebral del sector exportador. Las diez siguientes empresas son también empresas muy relevantes, pero con un volumen de ventas mucho más reducido (14%) y un período más corto de actuación (25 años). Hay que sumar las treinta empresas siguientes para obtener un porcentaje de ventas similar (19%), puesto que se trata de pequeñas y medianas empresas que alcanzaron una edad media de 15 años. Por último, el mayor número de los exportadores (más de ciento cincuenta) resultaron ser empresas de muy corta duración (vida media de tres años) con unas ventas muy reducidas (5%). Aparentemente, el sector parece muy abierto, accesible a múltiples iniciativas, pero el predominio de las veinte primeras compañías (75% de las ventas) resultó abrumador. En una larga etapa de expansión, comerciantes de todo tipo, cosecheros, almacenistas o marquistas pudieron exportar de forma ocasional, sobre todo en las coyunturas de mayor demanda y precios más elevados, pero su papel es muy reducido en el desenvolvimiento del sector exportador. Podemos afirmar que fueron esas veinte compañías las que, gracias a la ampliación de sus redes de comercialización en el exterior, protagonizaron la larga etapa de crecimiento. Un
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estudio pormenorizado de esas empresas (apéndice 3, infra, p. 207) nos proporcionará un conocimiento adecuado de la evolución del sector. Con los datos que poseemos podemos intuir trayectorias empresariales muy diferentes, determinadas por múltiples factores. Entre las empresas que actuaron a lo largo de todo el período se distinguen las que ya poseían una posición de predominio a comienzos de los cuarenta (Domecq, Garvey) y mantienen esa situación, aunque con menor capacidad de crecimiento, de las que llegaron a las primeras posiciones desde unas ventas mucho más reducidas, protagonizando una intensa expansión (González Dubosc/González Byass y Misa). Entre las empresas que no cubren todo el período pero tuvieron una larga y destacada trayectoria, sobresalen algunas que se extinguieron (Pemartín, Juan Haurie y sobrinos, Beigbeder y Compañía o Gordon y Cía.) por diferentes causas (quiebras en determinadas coyunturas comerciales, vicisitudes familiares, etc.). También surgieron nuevas empresas que llegaron a alcanzar posiciones de privilegio: Cosens, o el grupo de inversores británicos que se instalaron en Jerez durante el período de mayor crecimiento de la demanda y de los precios (Wisdom y Warter, Mackenzie, Matthieson, Ivison). También hay que destacar la larga duración de empresas medianas de clara estructura familiar como Isasi, Goñi, Capdepon o Ágreda, que, sin protagonizar una expansión llamativa, lograron atravesar las diferentes coyunturas comerciales. Cuando estemos en condiciones de realizar un análisis profundo de las trayectorias de ese conjunto de empresas, gracias al acceso y localización de sus ricos archivos, podremos conocer mejor los diferentes modelos de crecimiento y desarrollo empresarial en el sector. Aspectos decisivos como las estrategias de comercialización, la cuantía y naturaleza de las inversiones realizadas, la integración entre las diferentes fases agrícola, industrial o comercial, las fuentes de financiación, las rentabilidades obtenidas, etc., deben figurar en nuestra agenda de investigación para alcanzar un conocimiento más satisfactorio del sector. De esta manera, podremos avanzar con mayor seguridad en el debate sobre el impacto de este tipo de empresas exportadoras en el desarrollo económico regional.
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3. Las empresas exportadoras: inversión y desarrollo regional Descrito en líneas generales el tejido empresarial del sector, establecida la evolución de las ventas, se podría ensayar una primera aproximación al monto de la inversión realizada por el conjunto de las empresas exportadoras, con el fin de apreciar su influencia en el desarrollo regional. En realidad, la mayor parte de la inversión la protagonizaron esa veintena de empresas que efectuaron más del 75% de las ventas. Lo ideal sería poder reconstruir una serie histórica con la evolución de sus activos. Por ahora sólo contamos con los datos de algunas empresas para unos años concretos, comienzos de los cuarenta, recopilados por Maldonado.18 La relación que podemos establecer entre activos y ventas nos proporcionará una primera aproximación a la inversión realizada en el sector. De entrada, nos encontramos con cierta diversidad entre los datos de cada empresa. Hay destacadas diferencias entre los cerca de ocho mil reales de activo por bota vendida de Garvey o González Dubosc, los diez mil de Beigbeder, o los más de trece mil de Domecq o Pemartín. Estas diferencias no sólo eran producto de los métodos de dirección y gestión que permitían alcanzar diversas productividades. Sobre todo eran el resultado de la mayor o menor participación de esas empresas en las fases agrícola o industrial del jerez. Como ya se ha mencionado anteriormente, un exportador que interviene en la fase de crianza tiene que sacrificar la velocidad de rotación de sus existencias y necesita, si quiere seguir manteniendo el nivel de ventas, realizar inversiones más cuantiosas. Para aproximarnos de manera realista a la inversión realizada por el sector, necesitamos series históricas de las principales empresas que nos permitan establecer un promedio representativo. Como primer paso hacia dicho objetivo, he estudiado la evolución del activo de la empresa González Dubosc (González Byass desde 1862), como empresa que mejor ejemplifica esa etapa de crecimiento y expansión entre 1840 y 1886. El crecimiento vertiginoso de su activo nos explica la progresión de sus ventas hasta alcanzar la primera posición entre los exportadores de Jerez. Estamos hablando de una empresa que vendió el 13% del vino exportado desde Jerez de la Frontera, y el 8% del enviado conjuntamente desde El Puerto de Santa María y Jerez entre 1840 y 1886. 18 Maldonado Rosso (1996b), pp. 276-305.
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Aunque se trata de una empresa muy representativa, no creo que se pueda generalizar a todo el sector su relación entre el activo y las ventas. Durante la década de los cuarenta y los cincuenta consiguió una cifra claramente inferior a la de las empresas más consolidadas (5.680 reales por bota, frente a los más de once mil de las principales empresas). Esta mayor productividad le permitió seguir creciendo y colocarse a la cabeza del sector. En la década de los sesenta aumentó considerablemente la relación entre el activo y las ventas, hasta situarse por encima de los once mil reales. Era la lógica consecuencia de una mayor dedicación industrial, de una mayor participación en la fase de crianza que le obligó a reducir la rotación de las existencias. Pese a que no somos capaces hoy en día de ofrecer una cifra exacta de la inversión en el sector, los datos conocidos nos permiten delimitar una primera aproximación.19 CUADRO 4 LA INVERSIÓN EN LAS EMPRESAS EXPORTADORAS DEL JEREZ, 1835-1886
Período 1835-1840 1840-1855 1856-1869 1870-1886
Ventas (Botas)
Índice
Activo/ventas (Pts./bota)
31.316 36.028 55.765 61.662
100 115 178 197
2.805 2.805 2.922 2.102
Inversión (Pts.) 87.828.707 101.043.701 162.942.028 129.605.477
Índice 100 115 186 148
FUENTE: Ver nota 19.
19 Se reseñan como ventas el promedio anual de las exportaciones desde Jerez y El Puerto de Santa María para cada período indicado. Para el cálculo de la razón entre el activo y las ventas he tomado en consideración los datos conocidos. El dato para los períodos 1835-1840 y 1841-1855 es el mismo. Lo he calculado a partir del dato activo por bota exportada de las empresas Pedro Domecq, Patricio Garvey, Beigbeder y Cía., Pemartín y Cía. y González Dubosc para los años 1839 ó 1840. Considero que esas empresas son una buena muestra del sector, puesto que entre ellas efectuaban el 45% de las exportaciones desde Jerez de la Frontera. Los activos de esas cinco empresas sumaban hacia 1840 21.546.049 pesetas. He utilizado el mismo dato para el período siguiente, 1841-1855, ya que los precios del jerez se mantuvieron en parecidos términos. Para el período 1856-1869, en el que los precios se incrementaron apreciablemente, y para la etapa 1870-1886, en la que los precios descendieron, he calculado la relación activo/ventas a partir de la documentación contable de la empresa González Dubosc/González Byass (el activo del Libro de Inventarios y las ventas del Libro Mayor). Durante estos treinta años dicha empresa realizó un 12% de las ventas del sector, lo cual nos permite tener unos datos bastante representativos.
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Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
A comienzos de los años cuarenta la inversión podría rondar los ochenta y siete millones de pesetas, una cifra muy llamativa en la economía española del momento. Por ejemplo, Álex Sánchez ha estimado la inversión en las empresas algodoneras catalanas entre 1815 y 1840 en alrededor de seis millones de pesetas.20 El constante crecimiento de las ventas, acompañado de un fuerte aumento de los precios desde 1856, habría propiciado un intenso incremento de la inversión hasta alcanzar esa cuantiosa cifra de ciento cincuenta y seis millones de pesetas, como promedio a lo largo de los sesenta. De nuevo estaríamos, también en la década de los sesenta, ante una inversión muy destacada en el conjunto de la economía española. Realidad que se confirma si se tienen en cuenta las estimaciones realizadas por Tortella para el sector industrial en 1864, cuya inversión efectuada por las sociedades anónimas y colectivas sitúa en alrededor de 235 millones, de los que 113 podrían corresponder al sector algodonero. Por otro lado, el capital desembolsado hacia 1867 por las compañías ferroviarias, quizás las más capitalizadas de la economía española, se acercó a los 482 millones de pesetas.21 Sin embargo, a lo largo de la década de los setenta y ochenta la inversión en el sector exportador del jerez tendió a retroceder. Aunque las ventas siguieron creciendo, el retroceso ostensible de los precios y de los beneficios provocó una disminución en los activos de las empresas. Se puede afirmar con seguridad que esa trayectoria de la inversión en las empresas exportadoras tuvo un impacto indudable en el desarrollo económico de la zona. Con independencia del origen de los capitales (nacional o extranjero), la inversión efectuada tuvo un efecto multiplicador indiscutible en la economía regional. El hecho se confirma si descendemos al análisis de la estructura de los activos de las empresas exportadoras. Por lo general, alrededor del 75% del activo de una empresa exportadora consistía en vino de diferentes clases y calidades.22 Las consecuencias para la economía agrícola de la zona fueron extraordinarias: aumento de la superficie cultivada, crecimiento del empleo y de los salarios, etc. Un 6%
20 Sánchez (1996), p. 166. 21 Tortella (1975), pp. 232, 241 y 174. 22 La estructura del activo que se expone está inspirada en la evolución de González Byass. Ver al respecto, Montañés (1998).
Los exportadores del jerez, 1835-1886
203
lo representaba la vasijería instalada, lo que supuso un enorme estímulo para el desarrollo de la tonelería. El conjunto de las instalaciones utilizadas por las empresas exportadoras (oficinas, naves para bodegas y talleres de tonelería, viñas, etc.) se situaría en torno al 10%. También este capítulo tuvo una incidencia muy destacada en el desarrollo urbano y agrícola del marco de Jerez. Otro de los apartados destacados era el que podríamos englobar en el capítulo de deudores. Era un porcentaje que fluctuaba en función de la coyuntura comercial y de las condiciones de comercialización de cada empresa. Lo adecuado era que no superara el 8%, aunque en etapas de estancamiento o reducción de la demanda podía ser mucho mayor, en cuyo caso no quedaba más remedio que reducir las existencias de vinos. El uno por ciento restante se concentró en diferentes inversiones, entre las que destacaron acciones de algunas de las empresas que tuvieron un destacado protagonismo en el desarrollo de la zona (ferrocarril, banca, etc.). El balance de ese largo y cuantioso proceso de inversión fue muy positivo, puesto que su efecto claramente multiplicador actuó como motor del desarrollo regional. Pero que su incidencia fuera positiva no significa que no mostrara también serias limitaciones para impulsar un crecimiento económico continuado. La favorable relación de intercambio gracias al notable crecimiento de los precios desde 1856 no duró eternamente. La posterior caída de los precios y el estancamiento y retroceso de la demanda redujeron sustancialmente el valor de los activos de las empresas exportadoras y dieron lugar a un cambio de signo en el proceso de inversión. La incapacidad para seguir conquistando nuevos mercados, e incluso la pérdida de algunos espacios en los tradicionales a finales del siglo XIX, impidió que el sector pudiera seguir actuando como motor en el desarrollo económico de la zona. Con la invasión filoxérica algunas empresas perdieron tamaño o desaparecieron, y la crisis del sector se agravó y prolongó. Ese complejo agrícola e industrial del vino permitió un notable despegue económico de la zona durante buena parte del siglo XIX, pero no fue suficiente para promover un proceso de industrialización más completo y radical. La historia económica de las empresas exportadoras, sobre todo de las principales que en este trabajo se han resaltado, contribuirá decisivamente a un conocimiento más profundo de los logros y debilidades del proceso de desarrollo económico que promovieron.
204
Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola APÉNDICE 1 LAS EXPORTACIONES DEL JEREZ, 1822-1886
Año 1822 1823 1824 1825 1826 1827 1828 1829 1830 1831 1832 1833 1834 1835 1836 1837 1838 1839 1840 1841 1842 1843 1844 1845 1846 1847 1848 1849 1850 1851 1852 1853 1854 1855
Jerez de la Frontera
Puerto de Santa María
Botas
hL
11.509 12.477 11.669 14.809 9.190 13.719 16.744 13.268 12.245 12.728 12.628 15.341 15.563 13.787 16.512 13.175 15.977 18.861 17.001 14.778 12.413 14.296 17.508 18.134 17.641 16.276 17.369 20.585 21.457 20.647 20.530 30.101 29.270 26.620
57.545 62.385 58.345 74.045 45.950 68.595 83.720 66.340 61.225 63.640 63.140 76.705 77.815 68.935 82.560 65.875 79.885 94.305 85.005 73.890 62.065 71.480 87.540 90.670 88.205 81.380 86.845 102.925 107.285 103.235 102.650 150.505 146.350 133.100
Botas – 3.144 3.477 6.247 3.303 6.405 9.107 8.908 8.452 9.071 10.408 13.067 14.431 14.954 15.427 12.182 14.771 17.226 18.024 14.845 12.683 15.017 16.658 14.038 15.153 15.323 14.438 18.807 21.131 17.928 16.520 23.255 23.476 17.017
hL – 15.720 17.385 31.235 16.515 32.025 45.535 44.540 42.260 45.355 52.040 65.335 72.155 74.770 77.135 60.910 73.855 86.130 90.120 74.225 63.415 75.085 83.290 70.190 75.765 76.615 72.190 94.035 105.655 89.640 82.600 116.275 117.380 85.085
Los exportadores del jerez, 1835-1886
205
APÉNDICE 1 (Continuación) LAS EXPORTACIONES DEL JEREZ, 1822-1886
Año 1856 1857 1858 1859 1860 1861 1862 1863 1864 1865 1866 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 1880 1881 1882 1883 1884 1885 1886
Jerez de la Frontera
Puerto de Santa María
Botas
hL
30.407 26.588 16.187 25.324 30.725 29.799 32.789 38.720 36.941 30.431 36.638 42.186 47.068 49.272 49.597 55.668 61.811 68.467 46.134 44.134 42.662 42.047 35.007 34.858 38.955 40.822 40.579 39.713 35.214 35.354 40.588
152.035 132.940 80.935 126.620 153.625 148.995 163.945 193.600 184.705 152.155 183.190 210.930 235.340 246.360 247.985 278.340 309.055 342.335 230.670 220.670 213.310 210.235 175.035 174.290 194.775 204.110 202.895 198.565 176.070 176.770 202.940
FUENTE: Listas de Exportación.
Botas 24.204 24.132 16.528 20.592 17.912 19.382 20.087 27.601 30.418 20.026 24.619 21.212 16.039 24.879 21.363 23.309 22.930 30.457 19.229 16.796 18.952 18.010 17.221 12.249 12.623 13.161 13.013 11.608 10.922 9.415 7.341
hL 121.020 120.660 82.640 102.960 89.558 96.912 100.435 138.005 152.090 100.130 123.095 106.060 80.195 124.395 106.815 116.545 114.650 152.285 96.145 83.980 94.760 90.050 86.105 61.245 63.115 65.805 65.065 58.040 54.610 47.075 36.705
206
Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola APÉNDICE 2 LA ROTACIÓN ENTRE EXISTENCIAS Y VENTAS (ARROBAS) EN LOS EXPORTADORES DE JEREZ, 1841 Y 1843
Exportador
Existencias
Ventas
Enero 1841
1841
Rotación
Años
Exportador
Existencias
Ventas
Enero 1843
1843
Rotación Años
Domecq
28.736
61.065
2,13
0,47
Garvey
75.103 55.536
0,74
1,35
Garvey
75.103
49.955
0,67
1,50
Domecq
8.990 54.276
6,04
0,17
Pemartín
88.012
45.120
0,51
1,95
Pemartín
75.950 46.984
0,62
1,62
Haurie, J.
79.982
44.319
0,55
1,80
Gordon y Cía
38.585 43.440
1,13
0,89
Beigbeder
22.045
33.060
1,50
0,67
Beigbeder
22.045 40.737
1,85
0,54
Gordon
67.420
27.098
0,40
2,49
Haurie
60.000 19.736
0,33
3,04
0
22.312
8.200 19.148
2,34
0,43
0
19.656
13.570
17.071
Lacoste & Capdepon Goñi González & Dubosc
González & Dubosc 1,26
Isasi y Cía.
8.100 18.107
2,24
0,45
0,79
Dastis
2.440 17.101
7,01
0,14
3.100 16.869
5,44
0,18
28.030 14.493,9 0,52
1,93
López, V.
42.020
15.911
0,38
2,64
Bermúdez
Bermúdez
10.480
15.129
1,44
0,69
Goñi, Damián
Isasi y Cía.
12.033
13.755
1,14
0,87
López, V.
6.323
13.296
2,10
0,48
Domecq, Juan e Hijos
0
13.190
Dastis Domecq, J.
14.613
8.375,4
0,57
1,74
Waters, T.
Rivero, H.
54.200
7.992
0,15
6,78
Rivero Hijos
Ostmann
14.700
7.476,3
0,51
1,97
Waters, T.
3.345
6.870,9
2,05
Cortés, V.
2.670
5.587,8 2.483,4
Concha, José
12.867 0
Fuente, H. López, J.
1.859
Angulo, J.
9.517,5 1,39
0,72
49.500
7.248,3 0,15
6,83
Sierra, S.
884
6.447,3 7,29
0,14
0,49
Ostmann
11.000
5.824,5 0,53
1,89
2,09
0,48
López, J.
1.859
4.188,9 2,25
0,44
0,19
5,18
Ágreda Orrantía
1.681,5
Pernia, Luis 0,73
1.331,4
1.757,4 2.424
Sorela, Pedro Rafael 57.789
750
0,02
Paul Hnos.
Misa
24.000
720
0,03
Fuente, H.
Arvide, M.
6.670
600
0,09
López de Mendoza
Hermet, P.
4.940
Lambarri
Paul Hnos.
19800
De la Concha
Cormack, D.
2.400
Herrera
2.004
Bertemati
43.000
120
Misa
20.000
2.424
Silonis, J.
4.380
600
20.700
600
Pernia, Luis
1.458 1.278,9
12.000
42.000
Viesca, J.
1.890
Arvide, M.
Bertemati
Suter, J.
11.818,5 6.850
1.740 1.350
11.955,9
Lacoste & Capdepon
Sierra, S.
Castillo
16.147,5
FUENTES: AMJF, Contribuciones, libro 249, año 1843; y Listas de Exportación.
Los exportadores del jerez, 1835-1886
207
APÉNDICE 3 LOS PRINCIPALES EXPORTADORES DE JEREZ, 1840-1886
Exportador González Dubosc (González Byass) Misa Garvey, Patricio Domecq, Pedro Cosens, F.G. y Cía. Pemartín y Cía. Haurie, Juan Mackenzie y Cía. Wisdom Warter Isasi y Cía. Beigbeder y Cía. Davies, Ricardo Goñi, Damián Gordon y Cía. Matthieson Furlong & Co. Sierra, Simón de la Capdepon Ágreda, José Antonio Vergara, Bartolomé Ivison, Ricardo Carlos FUENTE: Listas de Exportación.
Período
Exportación (botas)
1840-1886 1840-1886 1840-1886 1840-1886 1850-1886 1840-1879 1840-1881 1861-1886 1860-1886 1840-1886 1840-1858 1865-1886 1840-1886 1840-1856 1858-1875 1840-1860 1849-1886 1842-1884 1870-1886 1867-1886
193.999 140.314 133.919 129.539 84.750 73.124 53.230 49.455 40.595 35.571 34.577 26.330 25.902 21.379 19.809 19.116 18.858 18.372 17.698 17.263
208
Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola APÉNDICE 4 EL ACTIVO DE GONZÁLEZ DUBOSC (GONZÁLEZ BYASS), 1838-1886
Años
Activo (reales vellón)
1838 1839 1841 1842 1843 1844 1845 1846 1847 1848 1853 1854 1855 1856 1857 1858 1859 1860 1861 1862 1863 1864 1865 1866 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 1880 1883 1884 1885 1886
2.182.191 3.382.284 3.212.326 2.792.017 2.564.470 3.539.130 4.166.860 4.950.440 4.807.531 5.145.873 16.355.074 15.966.709 20.258.486 33.253.419 37.008.885 34.703.908 35.080.100 46.433.432 46.743.212 59.723.560 73.914.495 79.418.362 79.615.469 86.576.945 83.280.595 85.259.166 86.672.050 58.807.949 65.882.785 68.645.815 66.485.793 71.558.204 63.051.851 72.833.454 69.838.629 63.663.239 60.162.228 58.869.750 60.651.313 57.482.088 58.128.918 54.428.120
FUENTE:
Ventas (botas) 300 431 545 494 589 1.210 908 767 1.041 1.073 1.911 3.899 2.986 3.984 3.015 2.545 4.856 4.660 4.946 6.287 7.195 6.880 5.036 6.094 6.134 6.495 5.897 5.964 7.423 10.395 10.745 8.596 7.565 8.563 9.767 6.020 4.574 9.149 7.726 7.159 5.328 10.243
Activo/ventas Reales/bota 7.284 7.840 5.900 5.656 4.355 2.925 4.588 6.453 4.619 4.794 8.556 4.095 6.785 8.347 12.274 13.638 7.224 9.964 9.450 9.500 10.272 11.543 15.809 14.206 13.578 13.127 14.698 9.860 8.876 6.604 6.187 8.325 8.335 8.506 7.150 10.575 13.154 6.435 7.850 8.030 10.910 5.314
Archivo Histórico de González Byass. Para el activo, Libro de Inventarios; para las ventas, Libro Mayor.
TRANSFORMACIONES VITÍCOLAS Y ENOLÓGICAS DESDE EL TIPO DE ASOCIACIONISMO AGRARIO: EL CAMPO DE CARIÑENA, 1870-1970 Alberto Sabio Alcutén Universidad de Zaragoza
El viñedo tenía en 1880 una significación considerable en toda la provincia de Zaragoza, aproximadamente unas 67.000 hectáreas,1 pero era en el Campo de Cariñena donde encontraba su comarca productora más importante. Si recurrimos a los datos sobre evolución de las superficies de cultivo por municipios, se deducen con claridad dos rasgos fundamentales entre 1860 y 1935: un incremento sustancial de la superficie cultivada a costa de baldíos, montes de titularidad pública y bienes de propios que ven reducir sus dimensiones, y una tendencia a la especialización vitícola —cuando no al monocultivo—, cambiando los usos del suelo y sustituyendo cereal por vid.2 La puesta en cultivo de nuevos terrenos siguió ritmos distintos y momentos de especial intensidad, según fuera más o menos favorable la coyuntura vitivinícola (precio del vino, de la tierra, etc.) y según el estadio de los avances técnicos (arados, malacates, abonos inorgánicos, tratamientos anticriptogámicos, nuevas variedades, elaboraciones
1 Según Pinilla Navarro (1995b, p. 65), en 1882, 67.890 hectáreas, que aún subirían a 88.544 en 1889. 2 El soporte cuantitativo de estas afirmaciones y su contextualización más detallada, en Sabio Alcutén (1995a), pp. 27-62
210
Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
enológicas estructuradas...). Pero, a su vez, estas transformaciones técnicas vitícolas y vinícolas estuvieron en función, entre otras variables, del tipo de interrelación con la acción institucional pública y, sobre todo, con el concreto tejido asociativo agrario. El perfil social y los intereses mercantiles directos de estas organizaciones marcaron, en buena medida, la línea de especialización vitícola seleccionada hasta el último cuarto del siglo XX, momento en que la democratización de ciertas instituciones (consejo regulador, cooperativa, sindicatos agrarios) alteró las capacidades de decisión. Por ahí avanza la hipótesis y la línea argumental con la que se trabaja en las siguientes líneas, que intentan trascender el marco aragonés para, en la medida de lo posible, llegar a conclusiones de carácter más general sobre la conexión entre el tipo de cambio técnico y las relaciones concretas de poder en una sociedad rural, una vertiente más de la conocida interacción entre economía y política. Necesitamos ir perfilando un lenguaje común para caracterizar estos procesos, sin caer en discusiones sobre economicismo de unos o sociologismo de otros. Más bien apostamos por ir creando el instrumental necesario para pensar en los modos y en las lógicas de estas interacciones, es decir, por profundizar en las conexiones que mantienen engarzados entre sí los distintos ámbitos en los que se desenvuelven los individuos, los grupos sociales, las empresas u otras organizaciones. Aunque la existencia de estas conexiones no excluye la utilidad de sistemas teóricos especializados en cada campo, uno de los ámbitos preferenciales para el historiador ha de ser el estudio y sistematización de estas conexiones.
1. La fluidez de las transformaciones técnicas en el viñedo El período 1870-1892 se caracterizó por un aumento de la superficie vitícola y, en concreto, de su variedad garnacha, que ocupaba en estos años el 85% de los terrenos destinados a viña.3 La plantación de nuevos viñedos
3 Estudio sobre la Exposición Vinícola Nacional de 1877, Madrid, 1878, pp. 205-212. Las preferencias por la garnacha entre otras variedades autóctonas (incluida la carignan o mazuela) se explicaban por su mayor resistencia al oídio, su buen acomodo en un medio notablemente árido y la posibilidad de obtener a partir de ella vinos de fuerte graduación perfectamente aptos para coupages.
El Campo de Cariñena, 1870-1970
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vino acompañada de una notable alza demográfica. Fueron años de vacas gordas para la comarca y, en comparación con censos posteriores, el Campo de Cariñena nunca estuvo tan poblado como en los años ochenta del XIX. No es casualidad que sea precisamente entonces cuando el transporte de vino sea el aliciente que mueva, como en otras zonas de España,4 las obras ferroviarias. El ferrocarril de vía estrecha Cariñena-Zaragoza, construido entre 1882-85 e inaugurado en 1887, permitió que el vino alcanzara más fácilmente el mercado francés, previo enlace con la red Zaragoza-AlsasuaIrún. La línea férrea concedió mayor protagonismo a los almacenistas locales y a comerciantes de Zaragoza, que comenzaron a servir de intermediarios para la redistribución, al tiempo que ocasionó el retroceso del contacto directo entre productor y comprador por medio de arrieros. Aunque con la crisis del oídio en la Rioja el vino aragonés había adquirido una notable presencia en los mercados vascos, la mejor época para los tintos de Cariñena aconteció entre 1877 y 1893, por lo demás sin apenas mejorar los procedimientos de elaboración. Como recoge la Exposición Vitícola Nacional de 1877, en Cariñena «el labrador es siempre, y sin excepción, el vinatero», lo que acarreaba que las disponibilidades de capital de éste último no fueran muy abundantes. Pero es que ni siquiera se plantean producir vinos de calidad, al poder exportar a buen precio el vino a Francia para coupages o destinarlo a fábricas alcoholeras. Se optó, pues, por una realización rápida de beneficios aunque fuera con procedimientos antiguos, en lugar de por inversiones fuertes que modernizaran el sector, aprovechando que «antes de la filoxera nuestros caldos vínicos eran rebuscados y disputados por los mercados franceses llegando a la adquisición directa, como sucede hoy con la naranja en la región levantina».5 La cantidad se impuso a la calidad y el negocio estaba en ven-
4 Piqueras (1981, p. 113), citando un informe de la Compañía MZA, que explotaba buena parte de los ferrocarriles peninsulares, afirma que el volumen de vino transportado todavía en 1899 supuso el 22,4% del volumen total de las mercancías transportadas. 5 Carta del alcalde de Cariñena a la Diputación Provincial, 1932. Archivo de la Diputación Provincial de Zaragoza (en adelante, ADPZ), leg. 1669. Basta leer las conferencias vitivinícolas pronunciadas en Cariñena en 1891 sobre el enyesado de los vinos por Hilarión Gimeno, sobre los conocimientos químicos aplicados a la agricultura (Ramón Bosqued, de Aguarón), sobre los parásitos de la vid y medios para evitarlos (Ricardo Górriz, hijo de Cariñena), para comprobar que lo que falla no son los conocimientos. En esas mismas conferencias, Tutau piensa que la falta de trasiegos y de otras operaciones necesarias para
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der vino barato. La fácil comercialización del producto como vino de pasto, a veces para mezclas, no ayudó a estimular cambios en los procedimientos de vinificación. La trascendencia del cierre de las fronteras francesas fue indudable para el Campo de Cariñena. A la subida del arancel por parte del Gobierno francés siguió la rebaja en la escala alcohólica. A pesar de las salidas de vino de Cariñena por el puerto de Valencia con destino a Centroeuropa, no se consiguió recuperar la pérdida del mercado francés intensificando las ventas en otras direcciones. Tampoco el mercado urbano zaragozano fue una alternativa de envergadura, pues hasta la invasión filoxérica los alrededores de la ciudad localizaban un extenso viñedo, con lo que Zaragoza prácticamente se autoabastecía. Esta crisis vitícola, a la que vino a sumarse el ataque filoxérico hacia 1901, dejó su impronta en las estadísticas demográficas comarcales. La crisis del sector vitícola aragonés, en muchos casos definitiva, acaeció con la llegada de la filoxera a principios de siglo, procedente de Navarra. La propiedad vitícola se desvalorizó, y en 1905 por una hectárea de vid llegaron a pagarse 40 pts., mientras que en 1885 el coste de una hectárea era de 360 pts., según nos informan los trabajos del Congreso de Agricultores celebrado en Zaragoza en ese mismo año. La reducción de la oferta de trabajo en el laboreo de las viñas fue otro eslabón de una cadena que se inició con la reducción de la superficie cultivada y la búsqueda de alternativas más remuneradoras. Frente al ritmo cansino de reconstitución en otras zonas vitícolas aragonesas, la comarca de Cariñena asistió a una fluida, dinámica y rápida replantación del viñedo. Además del marco ecológico favorable, otro factor que influyó en la celeridad al reponer fue la tardía —pero previsible— llegada de la plaga, lo que permitió forzar la producción en años precedentes y acumular beneficios para emprender una costosa replantación. Es decir, los beneficios amasados durante los años anteriores a una filoxera tardía ayudarían a explicar la rápida reconstitución del viñedo por autofi-
presentar los vinos limpios al mercado se debe a que el vinicultor se contenta con producir y exportar la materia prima: «La naturaleza os ha dado un suelo envidiable para la producción de vinos; vosotros la secundáis trabajándolo bien, pero sin duda porque en su estado natural os son solicitados los mostos, no habéis cuidado de trabajarlos.»
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nanciación. Tampoco faltaron los conocimientos sobre las viníferas y portainjertos apropiados para replantar; de hecho, las primeras vides americanas utilizadas en el País Valenciano procedían de Haro y Cariñena. Desde Cariñena se difundieron estacas, barbados y plantones a zonas afectadas más tempranamente por la plaga como Gerona, Málaga o Barcelona. Por otro lado, la filoxera sensibilizó a la opinión pública sobre la necesidad de prevención. Si hasta entonces el labrador comarcal no se había mostrado muy receptivo ante los nuevos arados franceses construidos en Zaragoza y mostrados en Cariñena en 1887 durante la Exposición Vinícola Nacional, la plaga puso de relieve la necesidad de utilizar otros métodos para llevar a cabo las plantaciones. En general, no tuvieron excesiva aceptación las campañas de prevención contra la filoxera hasta que, con el inicio de siglo, la plaga afectó al viñedo provincial y, en concreto, al del Campo de Cariñena. Ya en 1880 se había creado una Junta de Defensa contra la Filoxera,6 presidida por el diputado provincial Galo Sainz, que poseía abundantes propiedades en Cariñena; el mismo año se celebró el Congreso Internacional Filoxérico de Zaragoza, con numerosa participación de expertos franceses que explican su experiencia,7 lo que da idea de que conocimientos técnicos sobre la plaga y consciencia de que, cuando llegara, tendrían que arrancar las cepas, sí existían. Y, en efecto, cuando se presentó, la filoxera provocó el abandono del desfonde a pico y motivó también la mayor generalización del abonado, dado que los nuevos pies americanos eran más exigentes en anticriptogámicos y cuidados. Y es que la amenaza a una posición establecida, en ocasiones más que las vagas posi-
6 También denominada Comisión Especial de Vides Americanas, Estación Vitícola y Congreso Filoxérico, formada por los siguientes diputados: Tomás Higuera, Vicente Marquina, Joaquín Peyrona, Rafael Cistué y Galo Sainz; y como personal facultativo: José Bragat (ingeniero jefe de montes de la provincia) y Antonio Berbegal (ingeniero agrónomo, que años más tarde será nombrado jefe del Servicio Antifiloxérico Provincial). 7 En el Congreso de 1880 participa, entre otros, Lichtenstein (cuñado de Planchon, descubridor del Phylloxera vastatrix), al que hemos localizado como propietario de viñas en Cariñena, en su calidad de delegado de la Academia de Ciencias de París para el estudio de la filoxera. Por sus múltiples teorías sobre la evolución biológica de la plaga, era conocido con el sobrenombre de El Romancero de la filoxera. Entre otros puntos, se discutió si debían tomarse medidas administrativas en las aduanas y límites de comarcas para evitar la propagación de la plaga; también se debatió si era prudente o no un recargo en la contribución directa, con el fin de allegar recursos con que defenderse de la plaga. Ver Actas del Congreso Filoxérico de Zaragoza, octubre de 1882, Zaragoza.
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bilidades de mejora, ha servido como inductora del cambio técnico. Con todo, aun reconociendo el papel de la filoxera como instigador para la modernización vitícola, hay que tener en cuenta que ya la crisis anterior del oídio había actuado como catalizador importante, asumiendo los viticultores la necesidad de azufrar. Entre filoxera e innovación, pese a existir una estrecha relación, no puede trazarse una línea de causalidad inmediata; conviene no olvidar los procesos de adaptación a que obligó la amenaza del oídio y, posteriormente, los inducidos por la sobreproducción en los mercados. El ingeniero de la Granja Agrícola de Zaragoza, Pascual de Quinto, estimaba que hasta 1913 se habían replantado unas 13.000 hectáreas de viñedo dentro de los antiguos pagos de viñas y 3.000 fuera de ellos, la mayoría de las veces «a todo gasto»8 y en espacios de tradición vitícola como el Campo de Cariñena. Igualmente, el alcalde de Cariñena observa algunos años más tarde que «el esfuerzo de repoblar más de nueve millones de cepas con portainjerto o estaquilla americana fue extraordinario e ímprobo por ver de recuperar una riqueza que puede muy bien llamarse singular».9 Para 1932, en una instancia firmada por todos los pueblos de la comarca y dirigida al Ministerio de Hacienda, se sostiene que «la repoblación pasa ya de 33 millones de cepas».10 En esta masiva replantación las viníferas más utilizadas fueron garnacha (76,4% de las hectáreas plantadas en Zaragoza), blanco fino y vidao, todas ellas mayoritariamente sobre pie americano rupestris de lot (89,1 % de las hectáreas plantadas antes de 1935), portainjerto de extraordinaria rusticidad y gran capacidad de penetración. Se trataba, en general, de variedades que exigían suelos más ricos, por lo que la vid descendió en altura y ocupó tierras anteriormente destinadas a cereal.
8 Pascual de Quinto (1914). 9 Carta del alcalde de Cariñena, Vicente India Luca, a la Diputación Provincial, 1933. ADPZ, leg. 1669. En los momentos iniciales de la replantación, recuerda haber oído decir M. Lusilla (93 años) que muchos de los injertadores eran catalanes, a tanto por cepa, pero pronto el agricultor comarcal fue capaz de realizar esta labor con cierta soltura. El coste de una replantación completa, desfonde incluido, se acercaba a las 1.000 pesetas, según informes de Pascual de Quinto. 10 Instancias dirigidas a los ministros de Hacienda y Agricultura por los pueblos del Campo de Cariñena, con relación a la anómala situación de su riqueza agrícola, gravada exorbitantemente con respecto a los demás pueblos, Zaragoza, Tip. E. Berdejo Casañal, 1932.
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La reconstitución del viñedo de Cariñena requirió un volumen cuantioso de capital. En este sentido, las instituciones públicas contribuyeron a suministrar pies americanos, incluso tras un proceso de prueba en el que se optó finalmente por el rupestris de lot, dejando en segundo plano los híbridos franco-americanos aramón y mourviedro por su peor resistencia a la plaga. En un primer momento, los barbados americanos criados en viveros zaragozanos fueron destinados casi en su totalidad a provincias filoxeradas (Gerona, Málaga, Barcelona), a un precio relativamente elevado, entre 50 y 60 pts. el millar, hasta el punto de que hubo años en que «no han podido servirse todos los pedidos solicitados».11 Todo parece indicar que la Granja Agrícola de Zaragoza contribuyó poderosamente a la propagación de la vid americana en las provincias filoxeradas: Las provincias de Málaga, Gerona, Orense y Barcelona tienen muchas hectáreas plantadas con vides procedentes de este Centro.12
Por lo que hace al Campo de Cariñena, la labor de la Granja Agrícola en materia vitícola se centró más durante los años 1880 y 1890 en la difusión de preparados de cobre para combatir el mildíu. Además, el entramado institucional comienza a ser consciente de que la adopción de una tecnología necesitaba del desarrollo conjunto de conocimientos por parte de los centros de investigación y de los campesinos. Conforme avanza el siglo, va observándose un consenso entre los técnicos aragoneses, en el sentido de que cualquier propuesta de innovación, para resultar efectiva, debía ser asumida por los encargados de ejecutarla, los labradores. Los avances agrícolas serían producto de la investigación y de la práctica cotidiana, de la experiencia.
11 ADPZ, Memoria..., leg. VIII-458. 12 ADPZ, Servicio Provincial Antifiloxérico. Reconocimientos, leg. XIII-856. Las peticiones más abundantes llegaron desde Málaga y el Ampurdán, donde los criaderos de cepas americanas «son tan escasos que no bastan a cubrir la centésima parte de los pedidos». Desde Málaga incluso pidieron el producto de la poda del vivero. Entre los pocos compradores aragoneses destacan Gaspar Torres Solanot y la marquesa de Monsalud. El precio de los barbados lo consideramos alto, sobre todo en comparación con los vigentes en años posteriores, ya en el nuevo siglo.
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Una vez se presentó la plaga, los viveros vitícolas de la Diputación distribuyeron estacas y barbados por la provincia a fin de injertarlos. El Servicio Antifiloxérico vendía las variedades riparia y rupestris, las más utilizadas, entre 18 y 25 pts. el millar; la aramón y murviedro en torno a 40 pts.13 Sobre la evolución de sus ventas a particulares nos informa el siguiente cuadro: CUADRO 1 VENTAS DE VID AMERICANA A PARTICULARES POR EL SERVICIO ANTIFILOXÉRICO PROVINCIAL DE ZARAGOZA, 1884-1913 (No se incluyen las ventas a ayuntamientos)
Años
N.º clientes
1884 1888 1902 1905 1909 1910 1911 1912 1913
13 15 21 — 150 120 164 202 186
Estacas vivero
Estacas injertar
Barbados
10.625 32.800 58.775 474.320 852.410 1.304.883 868.869 1.207.500 1.295.604
— — — — 225.500 135.650 273.687 347.790 289.930
— — — 203.800 142.053 169.970 471.085 414.142 311.860
NOTA: En 1884, 1888, 1902 y 1904 no se especifica, como ocurre posteriormente, el tipo de estacas. Los datos iniciales corresponden a la Estación Vitícola de la Provincia de Zaragoza, precedente del Servicio Antifiloxérico. FUENTE: ADPZ, leg.
XIII-856; XIII-850
y
XIII-852
(registro de venta de vides).
A juzgar por los pagos efectuados y las listas de morosos al Servicio Provincial Antifiloxérico, la mayoría de las estacas y barbados se destinaron al Campo de Cariñena y a Borja.14 A pesar de la intención institu-
13 Datos de 1903, que se mantuvieron en años posteriores. En 1915 el millar de barbados cultivados en los viveros de las Diputaciones Provinciales de Zaragoza y Navarra se vendían a 25 pts.; los pedidos de los ayuntamientos tenía preferencia con respecto a las relaciones de particulares. 14 ADPZ, leg. XIV-932. En 1902 se solicitaron algunas plantas a los viveros de la Diputación Provincial de Navarra, «dada la alta demanda de los campos de Cariñena y Borja».
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cional de facilitar la reconstrucción del viñedo a precios bajos, los principales beneficiarios fueron, al menos en un principio, propietarios medios y de ahí hacia arriba, que posteriormente difundieron los pies americanos entre el pequeño viticultor a cambio de trabajo en la replantación. Era preciso pagar previamente el valor de las plantas, el coste del embalaje y el transporte. Además, para beneficiarse del servicio, la solicitud debía ir certificada por la alcaldía de la localidad. Al tomar la iniciativa en la replantación de la vid, la Diputación ejerció cierta presión sobre el mercado, evitando que los viveristas vendieran su planta a precios exagerados o la seleccionaran mal, con perjuicio para los viticultores; en ocasiones, no demasiado numerosas, también facilitaba crédito agrícola para replantar, sin que el préstamo venciera hasta que la viña alcanzase su plena producción. Por lo demás, la Diputación de Zaragoza cedió a los pueblos los arados de desfonde a malacate de que disponía, bien para replantar, bien para hacer pruebas antes de adquirirlos los vecinos más pudientes. Los recibos por utilización de dichos arados provienen mayoritariamente del Campo de Cariñena, a pesar de que la empresa del ferrocarril Zaragoza-Cariñena también había adquirido instrumental de estas características para facilitarlo a los viticultores de la comarca. Lo cierto es que este material fue requerido con bastante frecuencia, pues, ante las muchas solicitudes, se optó por regularizar su uso, limitando el tiempo de utilización en cada pueblo.15 Se trataba, en definitiva, de aprovechar la infraestructura pública para filtrar cuidadosamente —a través de una experimentación previa— la tecnología ofrecida. Pero no fue éste el único caso en que el entorno institucional actuó de intermediario entre los suministradores de abonos, semillas e híbridos y el labrador. Gran parte de estos vendedores se
15 Un testimonio sobre las condiciones de uso de estos arados de desfonde cedidos por la Diputación, en Pascual de Quinto (1914), p. IX: «Los arados de desfonde movidos a malacate los cede a los agricultores, dando preferencia a aquellos que asocian para la preparación de sus tierras su trabajo personal y los animales de trabajo que poseen, sin cobrar por su uso canon alguno y sin otra limitación que ser de su cuenta los transportes del material, la reparación de las averías que pueda sufrir durante el trabajo y la alimentación y pago del jornal (2,50 pesetas) del malacatero que se envía con cada arado para evitar posibles abusos, y que por ser persona práctica en el manejo de los aparatos que tiene confiados, presta positivos servicios a los usuarios de los mismos».
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ofrecían a los ayuntamientos,16 y a menudo éstos seleccionaban la oferta más ventajosa para los usuarios, a condición de que el análisis químico demostrara la presencia efectiva en los abonos o en los plantones de vid contratados de los componentes prescritos, operación que resultaba costosa —si no imposible por el obstruccionismo de la empresa— al comprador simple. Tras la filoxera, máxime contando con la experiencia anterior del oídio,17 los tratamientos anticriptogámicos se hicieron indispensables, y la plantación de cepas americanas y aramones implicó una intensificación del cultivo,18 con labores de arado más profundas y frecuentes y una preparación del suelo más costosa. Condición sine qua non para obtener mayores rendimientos que compensaran las inversiones más altas fue también un aumento en los gastos de abonado, imprescindible para los suelos, a menudo pobres, sobre los que se instalaron los nuevos viñedos. El cambio técnico agrario avanzó, pues, en la comarca de forma multidireccional y arborescente, es decir, siendo con frecuencia necesario introducir previamente nuevas variedades de vides. Los primeros avances se lograron tras la introducción de innovaciones biológicas relativamente opacas y baratas, y
16 Es el caso, por ejemplo, de Miguel Lisa y Jordán, vendedor de semillas e híbridos de Zaragoza: «Habiendo llegado a mi conocimiento que esa Corporación desea establecer viveros para la repoblación del viñedo de su término municipal, como encargado de la venta en esta provincia de los Híbridos productores directos que cultiva la Sociedad Vitícola en Cardedeu (Barcelona), me creo en el deber de dárselos a conocer e indicarle algunos detalles de ellos [...] Con ellos puede el viticultor no perder ese tiempo en ensayos y pruebas proveyéndose desde el día de las clases más selectas y adecuadas a las condiciones de los terrenos de su propiedad». Archivo Municipal de Cariñena, caja 180-14. También la Sociedad Enológica del Penedés, S.A., envía al Ayuntamiento catálogo y ofertas con los precios; igualmente, marcas de productos vitícolas asentadas en la Rioja (por ejemplo, el laboratorio Vitícola-Enológico de la Rioja, Juan José Alonso, S.A.) envían a su agente general de ventas al Ayuntamiento. Especialmente importante fue la labor de abastecimiento de pies por parte de viveristas catalanes. Por lo que respecta a abonos, en Cariñena, a mediados de los años veinte, únicamente existían dos vendedores de abono, Pablo Suso Tello (del Sindicato Católico) y Santiago Murillo. 17 «[…] con un poco de azufre se ha contenido maravillosamente otro mal que sigue existiendo sin que llame la atención por sus estragos». Actas…, 1882, p. 35. 18 Intensificación que puede apreciarse claramente en los datos que presenta a la Primera Conferencia Económica Aragonesa, Zaragoza, 1934, vol. I, p. 324. Según sus datos, la productividad de la tierra vitícola en la provincia de Zaragoza aumentó de 12,1 q/ha en 1900 a 32,1 q/ha en 1920. En opinión de Pinilla Navarro (1995b), a partir de mediados de la década de los veinte cayeron nuevamente los rendimientos por descuido de ciertas labores y atenciones ante la crisis de ventas.
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no tanto con las más caras y aparatosas innovaciones mecánicas,19 poco adaptadas por otra parte al sector vitícola. En efecto, la vid americana aumentó las exigencias en bienes de producción; hacía falta descepar, desfondar, comprar pies americanos e injertar, para lo cual fue preciso acudir a un nuevo utillaje y a un mayor uso de fertilizantes. Podemos hablar, por tanto, de una interacción entre mejoras en maquinaria, fertilizantes y cultivos.20 En primer lugar, fue preciso recurrir a brabants y vertederas, y no ya a picos o arados romanos, para hacer más profundo el desfonde y los surcos dados a la tierra. Igualmente, gran parte del proceso de roturación de tierras emprendido durante la segunda década del siglo sería difícil de explicar sin este nuevo instrumental. Las cifras traducen la preponderancia de arados de vertedera, circunstancia explicable porque en los suelos en pendiente y empedrados el uso del arado Brabant, demasiado pesado, podía resultar dificultoso. Respecto a los arados de desfonde, difundidos por Aragón hasta Valencia en la década de 1890, tuvo que ser la propia Administración, por medio de las estaciones enológicas y servicios provinciales antifiloxéricos, la que comprase las primeras máquinas, que luego se alquilaban a quienes las solicitaban. No obstante, sólo debieron de utilizar el aparato los cosecheros más acomodados y, al menos en el Campo de Cariñena, lo que hicieron la mayoría de viticultores fue adaptar una versión más modesta de este arado de desfonde, el malacate, con tracción animal, en muchos casos tirado por bueyes arrendados en pueblos próximos del valle del Jalón. El malacate replantaba diariamente entre 180 y 200 cepas.
19 Esta idea participa, por tanto, de la vieja exposición de Collins (1969); ver también Banti (1989). 20 El proceso encaja bastante bien con algunas de las ideas desarrolladas por Rosenberg (1979) y (1994). A su juicio, el impacto simultáneo o complementario de otras innovaciones que aumenten la productividad de la primera pudo favorecer su difusión, una vez desarrolladas. Lo que ocurrió en otras zonas de Aragón con la remolacha, que estimuló el empleo de utillaje especializado, o en algunas regiones del sureste asiático, donde la adopción de variedades de arroz de alto rendimiento ha generado toda una serie de nuevas necesidades respecto al uso de fertilizantes, distribución del agua, tiempo de cosecha, preparación y control de enfermedades y plagas, pueden constituir procesos semejantes.
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Junto a los nuevos arados, resultó ineludible una mayor utilización de abonos y productos fitosanitarios en las cepas americanas. Si hasta entonces, a causa del carácter discontinuo en el tiempo y casi siempre benigno de los ataques de mildíu y oídio, los viticultores no los combatían preventivamente —sólo después del ataque, que solía ser muy intermitente—, ahora las nuevas variedades plantearán más exigencias en la lucha anticriptogámica y en la aportación de fertilizantes al suelo. Y no es que antes los campesinos desconocieran los anticriptogámicos; al contrario, sabían bien desde la crisis del oídio de los años cincuenta la eficacia del azufre contra esa plaga. Pero sólo tras la replantación comenzó a utilizarse en mayor magnitud, más para asegurar la cosecha que para obtener incrementos espectaculares en la misma. Y es que la minimización del riesgo ha sido siempre una pretensión de la actividad económica campesina; de ahí que acepte pronto las innovaciones que reducen riesgos, en nuestro caso los anticriptogámicos y abonos (en otros, la trilladora). Quizás por eso, más que de modernización, preferimos hablar de adaptación a nuevas exigencias, lo que no significa que la pequeña burguesía agraria comarcal no fuera «suficientemente burguesa»; al contrario, pensamos que no carecía de auténtico espíritu capitalista, y no hay más que observar hasta qué punto apura las relaciones de producción y cómo aprovecha las desigualdades en el mercado en beneficio propio. A partir de 1910 —y sobre todo de 1914—, superado ya lo peor de la crisis de mévente en Francia,21 parte de la exportación de vino comarcal se canalizó al país vecino y parte se destinó al mercado urbano de Zaragoza y al País Vasco. De hecho, Bodegas Bilbaínas se había establecido en Longares en 1913. Así pues, se siguió atendiendo a un segmento concreto de mercado, el de los vinos baratos, que continuó ofreciendo salidas a partir de 1892, aunque ya no en la misma medida. Con todo, los bodegueros de Cariñena siguieron vendiendo enormes cantidades de vino a granel, a precios ligeramente inferiores, pero de los pocos datos disponibles parece deducirse que su cuenta de resultados no se resintió de forma grave. Más allá de su adecuación para realizar mezclas, los vinos de Cariñena con fuerte graduación se valoraban relativamente bien, de acuerdo con la demanda concreta y las pautas de consumo.
21 Ver, entre otros, Pech (1975).
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Ya durante la década de 1920, la crisis por exceso de oferta tendió a ser reconocida por los gobiernos e instituciones oficiales, que establecieron medidas encaminadas a frenar la sobreproducción, pero fue negada o en todo caso minimizada por los representantes y revistas vitícolas, que hablaban de poner el vino al alcance de todo el mundo, considerando casi ilimitadas las posibilidades de absorción del mercado. Por ejemplo, los representantes vitícolas del Campo de Cariñena no reconocen un problema de superproducción y prefieren hablar de falta de ordenación, de cohesión de los productores y de fomento del consumo. Centran todas sus energías en criticar la legislación sobre vinos y alcoholes (o, mejor dicho, la carencia de legislación detallada), la falta de unión vitícola o la permisividad con los fraudes. La cosa resulta paradójica porque años atrás, mientras las exportaciones a Francia se mantuvieron altas, muchos cosecheros encabezaron el vino enviado al país vecino con alcohol industrial, a fin de reforzarlo para que soportase mejor el transporte y el paso del tiempo.22 Y para encabezar los vinos en origen, los bodegueros y cosecheros cariñenenses preferían el alcohol industrial, cinco veces más barato, al vínico. Sin embargo, durante la Segunda República, las peticiones de la Federación Vitícola Aragonesa estuvieron orientadas a que el Estado se hiciera cargo de toda la producción de alcohol industrial, para regular su venta en el mercado y asegurar de modo permanente un precio remunerador para el vino. La crisis de ventas puso de manifiesto, finalmente, la necesidad de mejorar los procedimientos de elaboración. Buena prueba de ello son los numerosos testimonios contemporáneos recogidos en la Primera Conferencia Económica Aragonesa (1933), en los que se aboga por una viticultura que no se limite a obtener primeras materias para coupages; hay conciencia de la necesidad de elaborar productos bien terminados —vinos suaves, licorosos—, aprovechando los avances de la enología. Enólogos que dirigían las vinificaciones en bodegas cooperativas catalanas —por ejemplo, de la Conca de Barbera, del Penedés, de Reus— vienen también a Cariñena. El modelo de desarrollo futuro comienza a articularse más que
22 Este encabezamiento, según indica Piqueras (1981, p. 69), tampoco molestaba a los comerciantes franceses, «que veían así una forma de introducir alcohol en su país eludiendo el severo régimen fiscal a que estaba sometido el tráfico de alcohol en Francia».
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en aumentar la producción —con el problema de colocar el vino en el mercado—, sobre la base de conformar un viñedo de calidad. Desde comienzos de siglo venía solicitándose la Estación Enológica para la comarca, pero hasta 1931 no llegó el «telefonema» de la concesión, remitido desde Madrid por el diputado del distrito («Por recomendación mía acaba firmar Ministro Economía creación estación Enológica en esa Ciudad»).23 El objetivo de la Enológica, que finalmente fue inaugurada en agosto de 1933,24 se centraba en construir un viñedo comarcal de calidad. Y lo cierto es que durante los años de la II República los técnicos de la Estación Enológica visitaron locales particulares de elaboración, suministraron las plantas más apropiadas a la constitución del terreno y llevaron a cabo detallados análisis químicos en las vinificaciones. Pero la Enológica de Cariñena no escapó de la política de supresión de centros de investigación agrícola impuesta en el país a partir de 1940. Fue suprimida el 23 de noviembre de ese mismo año, quedando solamente un laboratorio enológico dependiente de la Jefatura Agronómica de Zaragoza. Al año siguiente, el material de microbiología existente en el laboratorio se destinó a Reus. Una guerra de por medio y un par de décadas oscurantistas tienen bastante que ver en que el objetivo de la calidad enológica estructurada no empiece a conseguirse hasta años muy posteriores, prácticamente hasta la década de 1970.
2. Las rémoras enológicas y los obstáculos al cooperativismo Una vez demostrada la eficacia de ciertas organizaciones agrarias como freno al sindicalismo de clase, se ha profundizado también en el papel de este asociacionismo agrario como factor de renovación productiva, pero, reverso de la moneda, falta ahondar en los obstáculos que, dado el tipo de organizaciones implantadas y su perfil propietario, se presentaron a la formación de cooperativas, en nuestro caso vinícolas. La intervención del Estado en la transformación técnica agraria alcanzó sus mayores logros cuanto más fluidas fueron las relaciones con el movimiento societario, pero sobre todo con industriales, comerciantes y propietarios,
23 Archivo Municipal de Cariñena, caja 181-8. 24 Ver El Noticiero, 8-VIII-1933; La Voz de Aragón, 8-VIII-1933.
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que a su vez también lideraban las mencionadas organizaciones en Cariñena y utilizaban su «capital relacional». Si, más allá de la estructura de reglas formales de cada asociación, nos acercamos a su verdadero funcionamiento interno, notaremos hasta qué punto estas organizaciones se llevaban como si de una gerencia empresarial se tratara y con una clara tendencia hacia la centralización de decisiones en manos de sus dirigentes. El éxito de la intervención de las administraciones públicas en la transformación del sector agrario dependió «del grado de coordinación entre el sector público y los distintos grupos de la comunidad local interesados en el proceso de innovación».25 En este sentido, las organizaciones agrarias constituyeron en Cariñena un lugar de encuentro entre los sujetos singulares y la forma de racionalidad técnico-científica de los especialistas institucionales, pero dicho encuentro no dejó siempre ni necesariamente beneficios a los pequeños vitivinicultores, sino más bien a hacendados concretos y a algunas empresas mercantiles que decidieron hasta dónde se podía llegar. La mecanización, adquisición de fertilizantes, mejora de simientes, lucha antiplagas o creación de mecanismos de financiación fueron tareas asumidas por las juntas locales de viticultores y permitieron a ciertos pequeños propietarios acceder a algunas de las ventajas de las unidades de producción mayores. Antes de la crisis finisecular y del impacto de la filoxera, los labradores de Cariñena no parecían tener gran interés por una acción colectiva conducente a la mejora de las técnicas. El asociacionismo agrario se desarrolló en la comarca como reacción defensiva a la crisis de ventas y a los altos niveles de riesgo que implicaba la adquisición de inputs industriales (abonos, anticriptogámicos, barbados, plantones, simientes) tras la replantación con nuevas variedades de viña. Es decir, muchos recurrieron a las organizaciones agrarias para poder efectuar las inversiones necesarias tendentes a modernizar la explotación y hacerla más competitiva frente a la pérdida de mercados y la caída de beneficios. Antes de la Ley de 1887, que estimulaba el asociacionismo rural de nuevo cuño, sabemos de la existencia en el Campo de Cariñena de algu-
25 Gallego Martínez (1998), pp. 13-53.
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nas sociedades de socorros mutuos, pero poco más.26 Sin embargo, desde finales de la década de los noventa estaban ya organizadas juntas locales de viticultores en todos los pueblos de la comarca, que defendían sus intereses frente a la industria alcoholera. Tras la Ley de 1906, la Asociación de Viticultores de Aragón, filial de la Asociación de Labradores de Zaragoza, contaba con representación, por lo que hace al Campo de Cariñena, en casi la totalidad de los municipios. Para hacernos una idea, mediada la década de los veinte, existían en Cariñena, además de la Junta de Delegación de la Unión de Viticultores, las siguientes sociedades agrarias: Casino de Cariñena (desde 1891), Centro Mercantil y Agrícola (1911), Sindicato Agrícola de Cariñena (1910) y Casino Católico de Cariñena (1924). Salvo casos excepcionales en que el gobernador civil desautoriza reuniones o excluye de ellas el «apartado de ruegos y preguntas», solía ser el alcalde quien concedía las autorizaciones. En Encinacorba, el Círculo Católico Agrario nacido hacia 1922 intensificó sus actividades en los años siguientes para defenderse de la crisis vitícola; en Alfamén, el sindicato agrícola inició su andadura en 1912 como cooperativa de consumo («para proporcionar a sus asociados carne y los artículos de primera necesidad reconocidos como de mayor consumo entre las clases trabajadoras, sin adulteración alguna en la calidad, con la mayor exactitud en el peso y medida y con la posible economía en el precio»)27 y acabó convertida veinte años más tarde en una de las más importantes sociedades agrarias de la provincia. El asociacionismo local ofrecía, además de ocasional suministro de productos alimenticios, otros medios de apoyo, de reclamo y de captación de socios, fundamentalmente créditos, compras colectivas, alquiler de insumos agrícolas, seguros y socorros mutuos, divulgación agronómica y gestión del material cedido por el Estado. Pero si se pretendía que este abanico de servicios suministrados adquiriera mayor solidez, se hacía necesario integrarse en alguna federación más grande. Si realmente los viticultores locales querían mantener cierta capacidad de presión para negociar aranceles y acuerdos comerciales, debían formar asociaciones corporativas de más amplia implantación geográfica. El contacto supracomarcal resul-
26 La Sociedad de Socorros Mutuos de Cariñena, por ejemplo, fue fundada el 18 de mayo de 1870, Ver Archivo Municipal de Cariñena, caja 177-14. 27 Archivo del Gobierno Civil, Registro de Asociaciones, caja 89.
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taba imprescindible. En este sentido, las asociaciones vitícolas de Cariñena se ampararon en la Asociación de Labradores de Zaragoza, formando a la postre la Federación Vitícola Aragonesa. La Asociación de Labradores de Zaragoza (A.L.Z.) quedó fundada en 1901, con mayoría de asociados en Zaragoza capital y en la huerta zaragozana, pero en ese año inicial existían ya inscritos en todos los pueblos del Campo de Cariñena28 y poco después, en 1908, juntas locales consolidadas. A medida que durante los años veinte y treinta la A.L.Z. consiga mayor pujanza económica,29 irá penetrando en el tejido social de la comarca hasta lograr el indiscutible liderazgo entre los viticultores. Sus rivales eran únicamente los propagandistas católicos —el Sindicato Central de Aragón—, que conformaron una infraestructura organizativa de poca entidad en la comarca.30 Durante la II República, con un mayor dinamismo político, alcanzó también algo de implantación una Alianza de Labradores, de orientación radical-socialista. Pero, en general, el socialismo rural nunca tuvo, ni de lejos, la capacidad movilizadora de la Federación Vitícola Aragonesa. En cualquier caso, protestar contra las medidas legislativas y gubernamentales adversas, presionar para la consecución de acuerdos comerciales o reclamar una presión fiscal supuestamente más justa sobre la propiedad vitícola pudo difuminar puertas afuera
28 A.L.Z., Memoria […] de 1901. «Las Sociedades de esta índole [...] debían tener algo así como un fin material, algo útil, tangible y de beneficio positivo e inmediato para el asociado, si éste había de tener constancia y paciencia para esperar de la Asociación las mayores ventajas que le fuera posible conceder. A este fin, encontrando realizable el pensamiento de adquirir primeras materias para abonos, que fueran suministradas al asociado en condiciones de garantía en su pureza y mejora en el precio, ventajas derivadas de los análisis que habíamos de hacer y de las compras en grande de los productos, acometimos el servicio». La Asociación de Labradores de Zaragoza y su provincia como obra social en la Exposición Hispano-Francesa de 1908, Zaragoza, Tip. de E. Casañal, 1908, p. 6. 29 Ardid Lorés (1990) dedica algunas páginas en el tercer capítulo de su tesis a observar la solidez cada vez mayor de la caja de ahorros de la A.L.Z. y a cuantificar sus suministros totales de abonos y semillas. 30 Así parece demostrarlo, al menos, el balance del Sindicato Agrícola Católico de Cariñena en 1929, presidido por Andrés Suso (mediano propietario acomodado y vinificador) y con Jaime Ferrer (mediano propietario) y Antonio Ysiegas (mediano propietario acomodado, también vinificador) como tesorero y secretario, respectivamente. Sus existencias en caja nunca fueron más allá de las 7.000 pesetas, ver Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, caja 1214. En contraste, puede observarse el elevado número de afiliados en Cariñena a la Asociación de Viticultores de Aragón, también en 1929, en Archivo Municipal de Cariñena, caja 180-17. Sobre la constitución de la Junta Local Agrícola en 1927, 1934 y 1940, Archivo Municipal de Cariñena, caja 178-19 y 20.
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Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
de las comunidades rurales distintas orientaciones políticas. Al respecto, los sectores dirigentes de estas organizaciones corporativas no dudaron en utilizar el «apoliticismo» como elemento aglutinador en los actos de «afirmación vitícola». Esta «unidad vitícola», puertas adentro de la comunidad rural, no implicaba consentimiento normativo por parte de los jornaleros y pequeños viticultores hacia la actuación de los propietarios y notables de aldea, integrantes de los ayuntamientos y de las juntas locales de viticultores.31 A partir de 1910 aumentó significativamente el atractivo de las asociaciones agrarias locales, y sobre todo durante los años veinte, porque, con la afiliación a la Asociación de Labradores de Zaragoza, se produjo una mejora en la oferta de los servicios suministrados. Merced a su caja de ahorros y a los acuerdos suscritos con determinados bancos,32 los agricultores afiliados a la Asociación de Viticultores de Aragón podían obtener préstamos y créditos en condiciones ventajosas, con la obligación de que el dinero se emplease en la adquisición de mercancías útiles a la producción. La conexión elite local-crédito permitió a aquélla controlar los flujos y las subvenciones, es decir, tanto la actividad de intermediación como las iniciativas programadas. Las autoridades locales estaban autorizadas para facultar un crédito, declarando a la banca que efectivamente el solicitante era un agricultor con intención de emplear el préstamo en inversiones productivas, o bien para rechazar la solicitud. Por lo demás, también realizaron injerencias a la hora de estipular la cantidad de préstamo destinada a cada beneficiario. Fue ésta una considerable fuente de control utilizable para fines personalistas-clientelarios, fueran de tipo político o socioeconómico. El propio 31 Por el contrario, de las veces que el alcalde de Cariñena exigió al gobernador civil fuerzas de Milicia Nacional o parejas de la Guardia Civil «para restablecer el Imperio de la ley» parece deducirse abundante conflictividad social. Huelgas de obreros agrícolas basadas en reivindicaciones salariales hubo, que sepamos, en Alpartir (1916), Cariñena (1918), Encinacorba (1918), Almonacid (1919), Cariñena (1920), etc. Con todo, mayor continuidad debieron de tener otras formas de resistencia, a veces más efectivas porque evitaban el riesgo de la confrontación abierta, tales como sabotajes, robos, incendios y violencia contra la propiedad. 32 Los préstamos otorgados por el Servicio Nacional del Crédito Agrícola se canalizaban a través de las juntas comarcales para los viticultores. En la Cariñena de 1934, por ejemplo, el préstamo destinado a agricultores, vecinos de la localidad, que explotaran directamente fincas rústicas del término municipal, consistía en 250 pesetas por individuo, con un año de duración, un 5% de interés (siempre que se devolviera en el mes del vencimiento; de lo contrario, aumentaba), divisible por meses. En 1934 se beneficiaron en torno a 140 familias de estos préstamos. Archivo Municipal de Cariñena, caja 431-1.
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mecanismo de autorización del crédito generó y reforzó fidelidades y reconocimientos personales hacia los dirigentes agrarios y hacia los ediles, tanto más relevantes si se considera el elevado número de personas que recurrieron al crédito agrario. En definitiva, las personas que respaldaban o aspiraban directamente a encaramarse al poder local no eran, como se viene demostrando, oscuros aventureros en busca de fácil éxito político sino importantes propietarios, a menudo muy inmiscuidos en organizaciones agrarias como forma de metástasis social, lo que les permitía una notable difusión de prácticas clientelistas para con amplias capas del mundo rural, en un contexto donde existía una lucha política formal e institucionalizada. CUADRO 2 CAJA DE CRÉDITO AGRÍCOLA DE LA ASOCIACIÓN DE LABRADORES DE ZARAGOZA, 1903-1908 (En pts.)
Fechas De 1903 a 1904 De 1904 a 1905 De 1905 a 1906 De 1906 a 1907 De 1907 a 1908 De 1929 a 1930
Capital anual 12.515 16.197 19.408 22.500 43.051 1.632.541
Operaciones llevadas a cabo
Cantidades prestadas
137 170 182 217 361 —
24.965 30.242 31.493 39.606 70.979 1.400.000
FUENTES: Memorias A.L.Z.; 1900-1908, ADPZ; 1929, B.A.L.Z., n.o 312, agosto de 1929, pp. 623 y ss.
Y, junto al crédito, las compras colectivas. Para amplios sectores de campesinado la compra colectiva resultaba el único modo posible de acceder al uso de maquinaria. A veces, incluso se prueba primero con máquinas prestadas o se prefiere adquirir inicialmente las más baratas y simples para posteriormente, una vez el primer paso se demostraba satisfactorio, emprender una innovación más profunda. De igual modo, las organizaciones agrarias locales afrontaron con más garantías la experimentación inicial de nuevos cepajes, fertilizantes y abonos, fijando las condiciones del abastecimiento y evitando al mismo tiempo los fraudes en los suministros. La garantía de seguridad en los análisis inspiró confianza y fue una de las causas del incremento progresivo en las cantidades de abono difundidas por la A.L.Z. en el Campo de Cariñena.
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Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola CUADRO 3
ABONOS QUÍMICOS DIFUNDIDOS POR LA ASOCIACIÓN DE LABRADORES DE ZARAGOZA, 1900-1908* Superfosfato cal
Fechas
Kg.
Sulfato amoniaco
Kg.
Pts.
97.260 13,7
18.048
33,3
625
En. 1901-marzo 1902
239.880 13,3
53.150
35,7
3.840
Abril 1902-marzo 1903
320.850 12,5
50.924
36,5
—
Abril 1903-marzo 1904
969.050 12,5 154.223
40
4.784
Abril 1904-marzo 1905
979.250 11,5 158.912
41
7.453
Jun.-dic. 1900
Pts.
Nitrato sosa
Abril 1905-marzo 1906 1.476.450 12
Kg.
Sulfato potasa
Cloruro potásico
Sulfato cobre
Pts.
Kg.
Pts.
Kg.
Pts.
Kg.
40,2
200
37,4
200
31,4
—
Pts.
42,2
790
41,5
1.410
37,4
—
—
—
—
—
—
—
50
660
39,5
1.377
34,0
1.067
84
50
2.622
39,5
676
34
430
84
160.669
37,5
4.195
46
1.323
38
1.070
33
—
Abril 1906-marzo 1907 1.586.163 12,2 162.136
35,5
6.906
39
1.603
32,5
2.812
28,5
317
84
Abril 1907-marzo 1908 2.391.142 12,5 291.232
35
12.094
39
6.492
32,5
5.325
28,5
104
84
1927
Total abonos suministrados
Total semillas suministradas
6.000.000 kg.
7.500 kg.
* Precios por cada 100 kilogramos. FUENTES: Memorias A.L.Z.; 1900-1908, ADPZ; 1927, B.A.L.Z.
Los pedidos solían realizarse en «grandes partidas o vagones completos», agrupándose varios viticultores. Hasta 1905 se adjudicó el servicio en subasta entre las casas expendedoras de abonos, otorgando el suministro a la que ofrecía mejor precio y mayores garantías de calidad. Posteriormente, no se consideró éste como el mejor sistema y se procedió a la compra directa en fábricas y almacenes para evitar intermediarios, analizando ellos mismos el producto. Ya en 1908 la A.L.Z. se mostraba satisfecha de la mejora de precios que sus procedimientos habían supuesto para el labrador, sirviendo sus cotizaciones como regulador al mercado regional de abonos: Una sola de las materias, que es la de mayor consumo, el superfosfato de cal [...] se cotizaba en la plaza en los años 1899 y 1900 a razón de 17 y 18 pesetas los 100 kilogramos y, después de implantado por nosotros el servicio, ha venido oscilando entre 12 y 13 pesetas igual unidad de peso, sirviendo en cierto modo el precio que señalamos como regulador en este mercado, y por tanto el beneficio se hace extensivo no solamente a nuestros asociados, sino también a todos los agricultores en general.33
33 La Asociación…, p. 8.
El Campo de Cariñena, 1870-1970
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Por otro lado, la lucha contra las plagas por parte de las asociaciones agrarias, vinculada generalmente a un uso previo de cepajes mejorados, resultó vital en una comarca vitícola como Cariñena. La Asociación de Labradores de Zaragoza, además de actuar como entidad crediticia para favorecer las replantaciones y de distribuir cepas americanas, desarrolló una notable labor de prevención de plagas a base de distribuir azufre y sulfato de cobre, de realizar análisis y de aconsejar sobre las variedades más apropiadas para cada terreno. CUADRO 4 PLAGUICIDAS DISTRIBUIDOS POR LA A.L.Z. A SUS SOCIOS (En t)
Años 1904 1906 1908 1929 1930 1931 1932 1933
Azufre — — 8,0 — — 12,8 7,8 11,7
Sulfato de cobre 0,4 0,3 2,2 3,3 6,5 17,3 — —
FUENTES: Elaboración a partir de Pinilla Navarro (1991), p. 370; Asociación (1908); B.A.L.Z., 1929-1933.
El sindicato vitícola de Cariñena mantuvo contactos con asociaciones de otras comarcas (Utiel, Requena, Penedés...) y envió delegados «a zonas que han sido invadidas antes por la filoxera tales como Navarra, Gerona y Tarragona, a fin de enterarse personalmente de los procedimientos empleados y de los resultados obtenidos».34 Todo ello contribuyó a una replantación profunda y temprana. Por su parte, el Sindicato Católico de Cariñena adquirió una seleccionadora de semillas en 1909. El Sindicato La Unión, de Aguarón, busca estar «en todo momento al corriente de los precios del alcohol», pero es sintomático que apenas adquiriera material enológico para uso de los socios.35 Contaba a finales de los años veinte con 34 Archivo Municipal de Cariñena, caja 179-4. 35 Archivo Municipal de Aguarón, caja 5-5.
230
Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
unos doscientos socios en la localidad y con un capital social de 246.516 pts., elaboraba vino pero sobre todo alcohol (21.836 litros en 1927), siendo obligatorio para todos los socios llevar las brisas a la fábrica de alcoholes del propio sindicato.36 La mejora en los procedimientos de elaboración, de indudable trascendencia en zonas vitícolas,37 y la venta directa de productos enológicamente bien estructurados aparecen como otro objetivo del asociacionismo local, pero en este caso se quedó en una declaración inicial de buenas intenciones, por más que exista perfecta conciencia de que la elaboración era muy mejorable y no falten abundantes testimonios de técnicos sobre el particular.38 El pequeño viticultor no vinificador se encontraba las más de las veces en situación poco ventajosa para discutir el precio de venta de sus uvas, y a menudo se veía obligado a entregarlas a algún bodeguero o almacenista con quien estaba endeudado o atrapado por lealtades de diversa condición. A menudo centraba sus esfuerzos en comprar tierra y replantar,39 dejando en un discreto segundo plano la preocupación por mejorar los sistemas de elaboración. Por otro lado, los almacenistas y comerciantes en vinos que aparecían por el Campo de Cariñena solían ponerse de acuerdo antes de la vendimia en el precio que habían de pagar. Y aún más factores jugaban en favor del nacimiento de cooperativas en Cariñena, como la realidad de una propiedad fraccionada y un numeroso porcentaje de jornaleros-propietarios y pequeños labradores, lo que originaba un tipo de circulación del excedente que favorecía acumulaciones familiares no muy importantes. El pequeño viticultor, por tanto, no tenía capacidad para una inversión que modernizase la vinificación en profundidad, de riesgo no pequeño y de cuantía fuera de sus posibilidades.
36 Archivo Municipal de Aguarón, cajas 37-6 y 37-7. 37 La referencia para comparar con otras zonas y calibrar o no atrasos relativos en cuanto a procesos de elaboración de vinos, en Pan-Montojo (1994). 38 De entre la amplia publicística de época destacaremos por su claridad Berbegal (1904), Bosqued (1890), Actas…, octubre de 1880, Sagols y Ferrer (1895), Pellejero Soteras (1933), Tejero Garcés (1933) y, dentro de las conferencias vitivinícolas de Cariñena de 1891, Tutau (1892) o Tobella (1892). Ferrer Regales (1957, p. 91) describe las modestas mejoras alcanzadas en los sistemas de elaboración, circunscritas únicamente a la utilización de la prensa de hierro, la reducción del enyesado y la mejor limpieza del utillaje. 39 Acerca de la compraventa de tierras en Cariñena por segmentos de propiedad, Sabio Alcutén (1992).
El Campo de Cariñena, 1870-1970
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A medida que transcurre el primer tercio del siglo, el viticultor local va tomando conciencia de la necesidad de mejorar calidades para dar una salida al vino más fácil y mejor remunerada. Veía que las crisis vinícolas afectaban mucho más directamente a su vino común que al mercado del vino de calidad.40 Y, al menos teóricamente, las dificultades para mejorar la elaboración del vino quedaban sustancialmente reducidas desde el momento en que los viticultores podían agrupar sus capitales. Así, a principios de siglo, aparecieron tímidos intentos de cooperación vinícola, en los que el sustrato social de los pequeños propietarios más acomodados y de los medianos propietarios resultaba fundamental. En ocasiones, entre la lista de socios fundadores, aparecían también algunos propietarios acomodados no vinificadores, que veían en la cooperativa un medio de salvaguardar sus intereses. No obstante, los mayores propietarios no sólo no ingresaron en estas primeras cooperativas sino que pusieron obstáculos a su desarrollo, por lo menos hasta después de la Guerra Civil, en medio de un contexto radicalmente distinto, marcado por la impunidad política. Estos propietarios acomodados y vinificadores podían ver con buenos ojos la existencia de la pequeña propiedad familiar, pero no se mostraban favorables a que esos viticultores accediesen a las posibilidades de vinificación y de venta que habían celosamente preservado para sí mismos.41 Antes de que las cooperativas comenzasen a funcionar, existían en el Campo de Cariñena bodegas familiares de tipo tradicional y almacenistas de sociedades mercantiles. No olvidemos, por ejemplo, que Bodegas Bilbaínas, instalada en Longares, era a principios de siglo el principal comprador de la zona. Y a esta bodega la acompañaban otras, como Vinos Tejero, cuya fundación databa de 1850, Vicente Soria, Díaz y Cía. o Mariano Ramón, muchas de las cuales se dedicaban tanto a la exportación de vinos como a la transformación de sus excedentes en aguardientes, anisados y licores. Estas redes comerciales oligopolistas se revelaron como un factor fundamental para explicar el tardío desarrollo de cooperativas centradas en la elaboración de vino de calidad. Pero, antes de ahondar en esta cuestión, volvamos la vista hacia las alcoholeras, que tampoco acabaron de fraguar con continuidad bajo forma de cooperativa.
40 Ver Pujol Andreu (1984); también, Simpson (1995). 41 Archivo Municipal de Cariñena, cajas 180-10 y 179-2.
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Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
Tras la pérdida del mercado francés a fines del XIX, se recurrió a la destilación para remediar la crisis de ventas. Con este fin se fundaron en varios municipios cooperativas alcoholeras: en Aguarón se creó la primera en 1896 y a ella siguieron las de Encinacorba, Cariñena, Paniza y Almonacid. Habrá que esperar a 1920 para que unos treinta viticultores de Aguarón constituyan una cooperativa de elaboración vinícola, arrendando lagares, que apenas duró cinco años, pero cuya mala experiencia de gestión será recordada en tentativas posteriores. Por las mismas fechas, 40 socios fundaron otra bodega cooperativa en Almonacid, que incluso poseía establecimientos de venta en Zaragoza, pero también desapareció al poco tiempo. Por lo demás, que sepamos, no apareció ninguna otra cooperativa de elaboración vinícola hasta pasada la Guerra Civil, aunque continuaron proliferando grupos de viticultores que se asociaban de forma inestable para elaborar vino cosechero conjuntamente y escapar así en alguna medida a las dificultades de comercialización. Es indudable que el débil desarrollo de cooperativas vinícolas antes de la guerra influyó en la situación de relativo estancamiento en las técnicas de elaboración. Por ejemplo, los estatutos de las cooperativas (observadas como un futurible) prohibían ciertas formas de derrayado (poda) porque, efectuándola, aumentaba la producción pero disminuía el grado. Es decir, las cooperativas, al cotizar la cosecha de sus socios según el grado, contribuían poderosamente a la separación entre viticultor y bodeguero, tan necesaria para mejorar la calidad del vino. Señalaban también las cooperativas el momento inicial de la vendimia, anticipándola en unos terrazgos y aplazándola en otros: no todos los años resultaba oportuno realizar las faenas en la misma fecha, ni todas las variedades de uva podían recolectarse al mismo tiempo. A través de la actuación colectiva, el particular disponía también de información fidedigna sobre la situación de los distintos mercados vitícolas, o recibía consejo sobre las variedades y momentos más oportunos para replantar. En este sentido, y por lo que se refiere a la no aparición de cooperativas que perfeccionaran las técnicas de vinificación, a las dificultades estructurales comentadas (predominio de pequeñas explotaciones poco capitalizadas, vino de pasto no orientado al consumo directo, búsqueda de realización rápida de beneficios en coyunturas favorables en lugar de inversiones que modernizaran el sector, pero no por escasos conocimientos agronómicos o enológicos) habría que sumar la existencia de grupos relacionales previos con intereses comerciales muy distintos a los cooperativistas. Dichos grupos, que desarrollaron un efecto-tapón, habían surgido
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a raíz de la caída de la demanda internacional de vino común por el cierre del mercado francés, y en relación con el fraude por medio de productos adulterados que se vendían como vino, que originó a finales de la década de 1880 la llamada «cuestión de los alcoholes». Esta defensa de intereses vitivinícolas (exigencia de ventajas fiscales para el ramo, rectificación de las cartillas evaluatorias, supresión del impuesto de consumos sobre el vino, reclamo de intervención estatal frente a las destilerías industriales, unificación de las tarifas ferroviarias en lo relativo al transporte de vinos...) contribuyó a la formación de un primer núcleo relacional entre los propietarios comarcales. Se trataba de grupos de presión, nutridos de bodegueros y de grandes propietarios, que habían construido mecanismos de intervención en el poder. Por ejemplo, respaldaban o formaban parte del asociacionismo oficial de cámaras agrarias locales, que iban a taponar otras iniciativas cooperativistas orientadas a mejorar los sistemas de elaboración de caldos. La Cámara Agrícola de Cariñena, junto a la vertiente de actividades relacionada con el cambio técnico-productivo, aspiraba a gobernar todo lo relativo a las vías de comunicación y obras hidráulicas y hasta buscó convertirse en jurado de los posibles problemas agrícolas que surgiesen en la localidad, amparada en un discurso nucleado en torno a la defensa de intereses comarcales (vitícolas) y a la ilusión de unidad de las clases «productoras». Esta Cámara recogía en su interior a ediles del municipio y a miembros del Sindicato de Riegos, uniendo, por tanto, control de la propiedad, administración de recursos y de los órganos de poder. Además, este grupo, conectado a la Asociación de Labradores de Zaragoza a través de socios individuales concretos, actuó a menudo como intermediario para conceder créditos en metálico y en especie o fertilizantes. La vinculación con la entidad de la capital significaba la adhesión a un circuito comercial con grandes posibilidades dentro del sector de los insumos agrícolas y de las renovadas informaciones agronómicas, aprovechando la presencia de destacados personajes de Cariñena en la capital zaragozana como Pellegero Soteras, Marceliano Isábal y algunos más, que poseían una experiencia previa en múltiples dinámicas asamblearias relacionadas con la defensa de intereses agrarios y formaban parte (o habían formado) del Gobierno provincial como diputados. Cuando en 1914 se forme la Unión Vitícola Aragonesa, presidida por Marceliano Isábal, entre sus miembros aparecerán preferentemente propietarios y representantes políticos de Cariñena, Daroca y Borja.
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Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
Las elites locales distaban mucho de ser un bloque homogéneo y compacto, y en el tejido social cariñenense se entremezclaron variados intereses. Aparecieron, pues, fricciones con otras estructuras organizativas o de relaciones informales que intentaron proporcionar los mismos servicios y, además, apostar por una mejora sustancial en la elaboración de vinos, pero de este enfrentamiento entre grupos de poder salieron mejor librados los representantes de intereses comerciales, muchos de los cuales, sin embargo, también utilizaban la infraestructura de la A.L.Z. en cuanto a mejoras vitícolas, actuando como «tapón» en lo que respecta a las innovaciones enológicas de entidad. Eran socios de la A.L.Z. y actuaban a la vez como representantes comerciales, gerentes o directamente propietarios de empresas vinícolas con criterios de organización netamente capitalistas en sus negocios alcoholeros y de vinos a granel, bien aceptados por el paladar de un segmento amplio de consumidores. Se trataba de gentes que habían participado de lleno en iniciativas vitícolas, pero que en 1911 van a formar parte del consejo de administración de la Alcoholera Agrícola del Pilar42 para captar los excedentes vinícolas, en lugar de apostar por mejoras enológicas de envergadura. Y ello, sin dejar de participar en organizaciones agrarias del tipo de la A.L.Z. o del Sindicato Central de Aragón, porque, al margen de reportar las ventajas económicas de su estructura comercial, se convertían en un tentáculo más del poder de los grandes propietarios comarcales, muchos de los cuales acabarán a la altura de los años treinta en la CEDA. Junto a estas iniciativas empresariales y de poder en sentido amplio que obstruyeron otras alternativas, estaban también las malas experiencias cooperativas anteriores, hasta el punto de que alguna iniciativa cooperativista acabó convirtiéndose en una prosaica empresa mercantil. Y el recuerdo pesaba. Sólo al calor del mayor dirigismo económico de la ley de Cooperación de 1942, surgió en 1944 la Bodega Sindical Agraria San Valero de Cariñena; la bodega-cooperativa de Longares data de 1947, Tosos la fundó en 1948 y el resto de municipios comarcales por las mismas fechas. Las juntas generales de estas cooperativas estuvieron controladas por la Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos de la locali-
42 Archivo del Gobierno Civil de Zaragoza, Registro de Sociedades Mercantiles. Constitución de la Alcoholera Agrícola del Pilar, C-52.
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dad,43 algunos de cuyos miembros siguieron manteniendo conexiones con grupos empresariales vinícolas que empezaban a vender el producto al exterior (bodega de Balbino Lacosta) o que ya lo venían haciendo (Bodegas Bilbaínas). A partir de 1955, y hasta 1967, se autorizaron plantaciones en las zonas con denominación de origen,44 como Cariñena. En 1970 quedó aprobado un nuevo Estatuto de la Viña y poco más tarde se disolvía la Comisión de Compras de Excedentes, cuyas funciones pasaban al FORPPA, que las ejecutaba a través del SENPA. Durante todos estos años el cooperativismo se desarrolló en la zona vitícola de Cariñena, pero pocas cooperativas pasaron del primer grado y rara vez embotellaban su producción (o, en todo caso, lo hacían a partir de vino poco elaborado en presentación de litro: Monteviejo, un enorme negocio). Entraron en el sector nuevas sociedades anónimas —no tan grandes como RUMASA, de amplia penetración en denominaciones de origen no aragonesas— y terratenientes que antes se dedicaban a otros cultivos. La lucha entre marcas y cooperativistas muy interesados en relanzar sus denominaciones de origen quedó abierta nuevamente. Y siguió faltando un sistema cooperativo más integrado en niveles superiores, para atacar los problemas de comercialización de unos caldos que tenían una potencial calidad innegable. En realidad, durante aquellos años y más allá del sector vitvinícola, pocas cooperativas aragonesas tenían participación en industrias agroalimentarias; muchas más estaban dispersas, poco capitalizadas y con una estructura financiera defectuosa. Las cajas rurales rápidamente se adentraron en el tejido socioeconómico de la comarca (hasta el punto de crearse una Caja Rural de Cariñena, todavía activa), pero respetando los entramados de poder ya formados. De 43 En muchos pueblos aragoneses la Hermandad era, junto con el Ayuntamiento, la única institución oficial; a partir de los años cincuenta desarrolló con exclusividad la política socio-asistencial del régimen en cada municipio. Allí obtenían los subsidios familiares los «productores» de la rama agropecuaria, la afiliación a los seguros sociales o ciertas garantías sanitarias. Sin embargo, en materia de empleo y de salarios, su actuación se limitó a confeccionar listas con los parados locales y a acatar calladamente las indicaciones salariales que llegaban desde instancias superiores, sin defender mejoras, a pesar del menguado poder adquisitivo de los salarios agrícolas. La capacidad de maniobra de estas hermandades ante los imperativos jerárquicos y legales era prácticamente nula en unas reuniones con un orden del día preestablecido y cerrado, sin posibilidad de plantear nuevos temas ni de introducir enfoques alternativos. 44 Milans de Bosch Portolés (1995), p. 139.
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Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
hecho, no era rara la figura del alcalde que simultaneaba sus funciones al frente del Ayuntamiento con la de director de la Caja Rural en la localidad. Además de las hermandades estaban los consejos reguladores y las cámaras agrarias. En los consejos reguladores de las denominaciones de origen vitícolas, creados a partir de 1950 como un intento de protección a la calidad,45 eran muchos los intereses en juego y muy difíciles de compaginar. Además de la diversidad de zonas, conviene no olvidar la existencia de canales de comercialización altamente monopolizados o de una publicidad que sólo servía intereses comerciales. En Cariñena, hasta los años ochenta los sindicatos agrarios democráticos no desempeñaron en ellos un papel decisivo; gran parte de los puestos seguían en manos de personas que, aunque algunas poseyeran viñas, tenían sus intereses fundamentales del lado de la industria, es decir, de sociedades anónimas embotelladoras interesadas en que las marcas desplazaran a los nombres de las zonas tradicionales. Y la imagen de marca de Cariñena seguía muy pegada a los graneles y al formato de litro, y no tanto a los caldos más elaborados presentados en tres cuartos. A todo esto habría que añadir que los precios seguían siendo relativamente bajos, y no servían para consolidar el brote de confianza necesario para ejecutar transformaciones profundas. Coincidiendo con estas difíciles condiciones para el pequeño productor vitícola, se dio luz verde a la creación de Regulación y Servicios Vinícolas (Resevisa), una sociedad respaldada por la Federación de Comerciantes del Vino. Paradójicamente la Junta Nacional de Cooperativas Vitivinícolas, en manos de gente que venía del régimen franquista, apoyó una propuesta que no se discutió en la mayoría de las cooperativas. La alternativa de la Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón (UAGA) pasaba, por el contrario, por que las cooperativas no participasen en Resevisa, para impedir el control total del mercado por las firmas comerciales; más aún, la solución había de ser la creación de cooperativas de segundo grado que embotellaran y comercializaran el vino, incluyendo la exportación entre sus actividades. Sólo así los viticultores obtendrían más beneficios.
45 Sobre los consejos reguladores, impulsados notablemente a partir del Estatuto de la Viña y el Vino de 1970 que relanzaba el Instituto Nacional de Denominaciones de Origen (INDO), López Benítez (1996).
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A la postre, la democratización de los consejos reguladores se reveló imprescindible para preservar la calidad de los caldos aragoneses de las redes de las grandes empresas centradas en los vinos de mesa baratos («gaseoseros»). En junio de 1978 quedaron congeladas las elecciones a consejos reguladores, ante la disparidad de criterios a la hora de definir la representatividad. Mientras unos planteaban que había que votar según el número de viñas poseídas, la COAG mantuvo el principio de un hombre, un voto. Un año más tarde, en junio de 1979, se acordó que las cooperativas tuvieran representación con arreglo al volumen de su elaboración, pero dicho acuerdo no acabó de respetarse en algunas zonas, como Cariñena. Una democratización del Consejo Regulador podría poner en peligro los intereses económicos de los más acaudalados vinateros y de las firmas implicadas en el negocio: era preferible potenciar marcas que denominaciones, que en todo caso eran un mero soporte comercial para sus marcas. Por fin, tras varias maniobras destinadas a boicotear la celebración de elecciones, éstas tuvieron lugar en 1982. La UAGA ocupó mayoritariamente los puestos destinados a representantes de viticultores, aunque las empresas privadas coparon temporalmente el grueso de la representación de vinicultores, en perjuicio de las cooperativas, por lo que se arrastraron tensiones durante toda la década. Pero el camino hacia la insoslayable preocupación por la vinificación de calidad estaba abierto y marca el momento que atraviesa hoy esta denominación de origen. La innovación no sólo se produjo (y se está produciendo) en la tecnología aplicable a las bodegas, sino que también los cambios en las estructuras de comercialización comenzaron a dar sus frutos. Por ejemplo, la empresa Grandes Vinos y Viñedos, S.A., que coordina la producción y la comercialización de las cooperativas San José de Aguarón, San Roque de Alfamén, San Bernabé de Cosuenda y Cariñena Vitícola SAT, ha conseguido posicionarse estratégicamente en los mejores mercados europeos, habiendo integrado producción y comercialización de 23 millones de kilos de uva, de la que salen entre 15 y 16 millones de litros de vino. Desde el punto de vista enológico, las ventajas de la integración se han revelado importantes: un volumen cuantioso de uva, de distintas variedades, ha permitido seleccionar cantidades significativas de calidad. En 1998, por ejemplo, Cariñena puso en el mercado 13,5 millones de botellas de vino de tres cuartos de litro. Con ser bueno el dato, es más positivo aún si se tiene en cuenta que las ventas han progresado más en la exportación que
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Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
en el mercado interior, quizás porque en la exportación no han influido tanto condicionantes históricos ni prejuicios sobre los vinos, sino que se venden o no se venden atendiendo a su mejor relación calidad-precio. La exportación supone ya el 44% de la comercialización total del vino de Cariñena, aumentando especialmente en las gamas más altas y pagadas a mejor precio. Este crecimiento en las ventas se ha conseguido, como elemento añadido, pagando altos precios por la uva a los viticultores: los embotelladores del tres cuartos han pagado mucho más que aquellas bodegas, ya las menos, que destinan la mayor parte de su producción a los graneles. Los viticultores de Cariñena conocieron una edad de oro a finales del siglo XIX, pero no aprovecharon (o no pudieron aprovechar) aquella coyuntura de altas ventas para invertir en mejoras de calidad. Cien años después, por ventas interiores, por la exportación, por las nuevas inversiones, por las mejoras en calidad, Cariñena vive el mejor momento de su ya larga historia como región productora de vino, pero nuevos retos y nuevos esfuerzos están ahí. Y ya sabemos que la historia no tiene nada de teleológica.
CAMBIOS ESTRUCTURALES EN EL COMERCIO VINÍCOLA Y PROGRESOS EN LA CIENCIA ENOLÓGICA EN CATALUÑA DURANTE EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XIX* Francesc Valls Junyent Universitat de Barcelona
Nous n’avons besoin que des lumières de la Chimie pour faire de nos vins, une branche de commerce la plus importante qui puisse exister en Europe. J.J. Ardèvol Cabré, Dissertation économico-chimico-médicale sur la vigne, le vin et quelques autres de ses produits appliqués à la Médecine et aux Arts, An IX (1801), p. 19.1
La especialización en el cultivo de la viña constituyó en la Cataluña del siglo XVIII una de las más significativas líneas de modernización agraria, ya que la viticultura permitía soslayar las limitaciones en términos de incre* El presente trabajo se halla vinculado al proyecto de investigación La modernización de los medios de transporte y la formación del mercado entre 1815 y 1935 (PB97-0940), financiado por la Secretaría de Estado de Universidades e Investigación. Quiero hacer constar mi agradecimiento a Mercè Tolrà y Coia Escoda, archiveras responsables del Arxiu Històric del Port de Tarragona, por las facilidades que me dieron y las atenciones que tuvieron conmigo durante el vaciado de la información utilizada para la redacción del presente estudio. Agradezco también a J. Colomé, J. Torras, P. Pascual y C. Sudrià sus comentarios y sugerencias, responsabilizándome en exclusiva de los posibles errores cometidos en las páginas siguientes. 1 Cit. en Nieto Galán (1994), p. 334.
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Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
mentos de la producción y de la productividad que presentaba el tradicional cultivo de cereales en el contexto de una economía de base orgánica.2 El proceso de especialización vitivinícola de diversas comarcas del litoral y prelitoral catalán fue posible gracias a la inserción de la economía regional en los circuitos del comercio internacional, a través de los cuales se daba salida a los importantes excedentes de vino, habitualmente transformados en aguardiente. El papel del comercio internacional no se limitaba, sin embargo, a dar salida a la producción vinícola, ya que era en el exterior donde Cataluña debía proveerse de los cereales que, en virtud de su especialización vitícola, renunciaba a producir.3 El avance de la viticultura en Cataluña arranca de fines del siglo XVII y se aceleró considerablemente a partir de mediados del XVIII.4 Pero durante las primeras décadas del XIX el proceso de especialización vitivinícola se vio amenazado por la profunda reestructuración a la que tuvo que enfrentarse el comercio de exportación vitícola, en particular, y el conjunto del comercio exterior, en general.5 Es precisamente la recomposición del comercio vinícola catalán en las primeras décadas del siglo XIX lo que constituye el objeto del presente artículo. En las páginas que siguen se sostiene que la reestructuración que durante el primer tercio del ochocientos tuvo que afrontar el comercio exportador vitivinícola catalán afectó tanto al tipo de producto exportado como a los mercados en los cuales dicho producto era comercializado. De hecho, ambas cuestiones, como se verá, están estrechamente relacionadas entre sí, pues, en definitiva, los exportadores catalanes se vieron obligados a adaptar el producto que ofertaban a los cambios que se operaron en los mercados sobre los cuales actuaban. En el contexto de esta profunda reconversión del sector se dieron importantes esfuerzos en Cataluña para aplicar los progresos que la moderna ciencia enológica estaba haciendo en Francia desde finales del siglo XVIII, y se adopta2 Vilar (1964-68), vol. III, pp. 356-362, y (1980); Torras Elías (1994); Valls Junyent (1996). 3 Torras Elías (1994). 4 Giralt Raventós (1952); Torras Elías (1994). La cronología del proceso de especialización vitivinícola catalán se intenta precisar en Valls Junyent (1996), capítulo 5. 5 Sobre la coyuntura vitivinícola: Torras Elías (1976); Fradera (1987b), pp. 321-324; Colomé Ferrer (1990); y Colomé Ferrer y Valls Junyent (1994).
El comercio vinícola en Cataluña a comienzos del XIX
241
ron innovaciones tecnológicas de gran transcendencia para la industria vitivinícola. Este proceso de innovación tecnológica experimentado por la vinicultura catalana durante las primeras décadas del siglo le imprimió algunas de sus características más duraderas. De esta forma, la relevancia histórica de las innovaciones introducidas durante el primer tercio del XIX no se circunscribe al ámbito cronológico estricto en el que se produjo sino que lo rebasa ampliamente, puesto que dichas innovaciones marcaron profundamente la evolución del sector vitivinícola catalán durante buena parte de aquella centuria.
1. Aproximación a la evolución de las exportaciones vitícolas catalanas durante el primer tercio del siglo XIX El volumen de las extracciones de vinos y aguardientes y los mercados hacia los cuales se dirigían son dos variables fundamentales para conocer la evolución del comercio vitivinícola catalán en el período que nos ocupa. Pero la inexistencia de cifras oficiales sobre el movimiento de los puertos y las aduanas hace bastante difícil tener una idea precisa del comportamiento de dichas variables. Por el momento, con la única fuente con la que se ha podido contar, tanto para intentar reconstruir el volumen de vinos y aguardientes comercializados como para ver en qué mercados se comercializaban, han sido los registros del cobro de un arbitrio o derecho de puerto que gravaba la entrada y salida de mercancías por las playas y puertos del tramo de costa que va de Sitges a Cambrils.6 En dicho fragmento de costa (conocido como Costa de Ponent) se hallaban puertos con un tráfico vinícola tan relevante como el que se llevaba a cabo desde Villanueva y Geltrú, Vendrell, Tarragona o Salou. Esta fuente comprende, cronológicamente, el período que va de 1800 a 1836, con algunas lagunas y limitaciones que se describen en los apéndices. Con estos datos, referidos precisamente a aquel sec-
6 El importe de este arbitrio se aplicaba a la financiación de las obras de construcción del puerto de Tarragona, razón por la cual los estados detallados del cobro de este arbitrio se conservan en el Arxiu Històric del Port de Tarragona (AHPT). El primero en utilizar esta fuente fue Segarra Blasco (1994) para estudiar la evolución de las extracciones vitivinícolas entre 1800 y 1820. Para más información y una valoración de la fuente, véanse los apéndices (infra, pp. 261-264).
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Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
tor de la costa catalana por el que buena parte de los caldos del país iniciaban su largo viaje hacia los mercados donde habían de ser consumidos, se pretende analizar los cambios experimentados por el comercio de exportación vitivinícola catalán. Las cifras totales de extracción de vinos y aguardientes por los puertos y playas de la Costa de Ponent se pueden encontrar en los apéndices 1 y 2 (infra, pp. 261-262) y se presentan resumidas en el cuadro 1. CUADRO 1 EXTRACCIONES DE VINOS Y AGUARDIENTES POR LOS PUERTOS Y PLAYAS DE LA COSTA DE PONENT Medias anuales de cada uno de los períodos (en cargas) a
Años
Aguardiente
1800-1803 1805-1808 1815-1819 1820-1822 1824-1826 1827-1829 1830-1832 1833-1835 a
Vino
Total
1
Aguardiente (equivalente en vino) 2
3
2+3
114.296 103.622 47.394 39.430 46.786 49.128 56.044 62.991
493.328 452.194 212.067 178.076 213.285 225.424 258.903 292.928
158.406 142.733 143.172 99.581 147.512 140.014 192.272 223.859
651.734 594.927 355.239 277.657 360.797 365.438 451.174 516.787
Aguardiente Vino 1800-1803 1800-1803 =100 =100
100 91 41 34 41 43 49 55
100 90 90 63 93 88 121 141
Total 1800-1803 =100
100 91 55 43 55 56 69 79
La unidad de capacidad (a la cual se han reducido todas las demás que aparecen en la documentación) utilizada en el presente trabajo es la carga, que equivale a 121,4 litros. Ver Alsina, Feliu y Marquet (1996), p. 135.
FUENTE: Ver notas a los apéndices (infra, pp. 263-264).
Las cifras del cuadro 1 ponen de manifiesto dos hechos: 1) una fuerte caída de las extracciones de aguardientes, la cual, si bien parece haber tocado fondo durante los años del Trienio Liberal, no experimentó una recuperación demasiado notable en los años siguientes; 2) una disminución mucho menos importante de las extracciones de vinos, las cuales, además, a partir de los años del Trienio Liberal
El comercio vinícola en Cataluña a comienzos del XIX
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experimentaron un alza significativa, hasta el punto de que a principios de los años treinta ya se habrían sobrepasado los mejores niveles de principios del siglo XIX. En conjunto, si se procede a convertir el aguardiente en su equivalente en vino (aplicando al aguardiente un multiplicador igual a las unidades de vino necesarias para obtener una unidad de aguardiente),7 se constata que las extracciones vitivinícolas (ya sea en forma de vino como tal o destilado) por los puertos de la Costa de Ponent cayeron en cerca de un 40% entre los relativamente buenos años de 1803-18068 y 1820-1822. Desde principios de la década de 1820 se inició un aumento sostenido de las extracciones vinícolas, de forma que a mediados de los años treinta éstas se situaron un 30% por debajo de las de los años que sirven de base para estos cálculos (1803-1806). Tal recuperación estuvo principalmente sostenida por el buen comportamiento de las exportaciones de vinos como tales (sin ser convertidos en aguardiente). El hecho permite concluir que uno de los cambios más significativos experimentados por el comercio vitivinícola catalán durante las primeras décadas del siglo XIX tiene que ver con la tipología del producto objeto de comercialización. A lo largo de este período se produjo una progresiva sustitución del aguardiente por el vino en la oferta vitivinícola catalana, un fenómeno estrechamente relacionado tanto con los cambios experimentados por los mercados sobre los cuales
7 Las cantidades de vino necesarias para la obtención de una unidad de aguardiente se han tomado de Roura (1839). Según este autor, eran necesarias 3,75 unidades de vino para fabricar una unidad de aguardiente prueba de Holanda común de 19,5 grados Cartier, y 4 unidades para el tipo Holanda refinado (20 grados Cartier). Para la fabricación de una unidad del aguardiente prueba de aceite común (también denominado aguardiente 3/4) se precisaban 4,8 unidades de vino y 5,04 unidades para el prueba de aceite refinado (25 grados Cartier). En mis cálculos, para simplificar, he aplicado la equivalencia 4/1 a la denominación comercial prueba de Holanda y 5/1 a la prueba de aceite, que son las únicas variedades que se especifican en las listas del cobro del arbitrio de los 9 y 6 maravedís. El coeficiente 8,26 unidades de vino para la fabricación de una unidad de aguardiente que obtiene Segarra Blasco (1994, p. 51), a partir de la contabilidad de la fábrica de aguardientes que la Compañía de Aragón tenía en Calaf, parece demasiado alto y seguramente se justifica por el empleo de los vinos muy flojos cosechados en los altiplanos centrales de Cataluña (Segarra, Urgell, Solsonés). 8 Los años de 1803 a 1806 coinciden con un corto período de relativa bonanza comercial, a pesar de que a partir de enero de 1805 se reanudaron las hostilidades entre España y Gran Bretaña, que habían cesado en marzo de 1802 con la firma de la paz de Amiens. Sobre la coyuntura comercial véase Vilar (1964-68), vol. IV, pp. 145-154.
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Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
actuaba el comercio vitivinícola catalán como por los avances que en estos años experimentaron la ciencia enológica y la tecnología vinícola. La mejora de las técnicas de vinificación y de conservación de los vinos hicieron posible la comercialización de una cantidad creciente de los mismos, sin que tuvieran que pasar por el alambique.
2. Cambios en la tipología de los aguardientes comercializados Los cambios en el tipo de producto puesto en el mercado no se limitaron a una reducción del volumen de aguardiente exportado y a un aumento del de vino. También se dieron cambios significativos en la tipología de los destilados comercializados. CUADRO 2 TIPOLOGÍA DE LOS AGUARDIENTES EMBARCADOS EN LOS PUERTOS Y PLAYAS DE LA COSTA DE PONENT
Tipos de aguardiente Aguardiente prueba de Holanda Aguardiente prueba de aceite Aguardiente anisado Total
1803, 1805 y 1806 61,7 37,1 1,2 100,0
1830, 1831 y 1832 27,9 67,4 4,7 100,0
FUENTES: Los porcentajes del trienio 1803, 1805 y 1806 se han calculado a partir de Segarra Blasco (1994), p. 187; los del trienio 1830, 1831 y 1832 proceden del propio recuento efectuado en los estados del cobro del arbitrio de los 9 y 6 maravedís que se conservan en el AHPT.
Como se puede apreciar en el cuadro 2, los aguardientes de baja graduación perdieron peso relativo en el conjunto de las extracciones de aguardientes. El aguardiente prueba de Holanda, un destilado que marcaba entre 19,5 y 20 grados en el areómetro Cartier (51,8 y 53,4 grados centesimales) pasó de representar más del 60% en los primeros años del siglo XIX a no llegar al 30% a principios de los años treinta. Por contra, los aguardientes de más elevada graduación ganaron peso específico en el conjunto de embarques realizados en la Costa de Ponent. El aguardiente prueba de aceite, con una graduación de unos 24,75 grados en el areómetro Cartier (unos 67 grados centesimales), pasó del 37 a más del 67% del total de extracciones de aguardientes.
El comercio vinícola en Cataluña a comienzos del XIX
245
El conjunto de cambios en la tipología de los productos vitícolas embarcados en la Costa de Ponent se puede apreciar en el cuadro 3. En él se muestran las cantidades del equivalente en vino de cada uno de los tipos de aguardientes comercializados desde los puertos y playas de la Costa de Ponent en los trienios 1803, 1805 y 1806 y 1830 a 1832. Si dejamos de lado el apartado correspondiente a «otros aguardientes» (constituido principalmente por el aguardiente anisado), observamos: 1) El único incremento se registra en el vino como tal, las extracciones del cual aumentaron un 17% a lo largo del primer tercio del siglo XIX. 2) En lo que se refiere a la cantidad de vino transformada en aguardiente, en conjunto se aprecia una reducción de más del 50%. 3) Es importante no perder de vista, sin embargo, que la disminución de las extracciones de vino transformado en aguardiente se debe principalmente a la caída de más del 80% de las extracciones de vino en forma de aguardiente de baja graduación (prueba de Holanda), las cuales, a su vez, pasaron del 44 al 13% de las extracciones totales. La cantidad de vino convertido en aguardiente de más elevada graduación (prueba de aceite), también experimentó un retroceso, pero fue mucho menor, cerca del 25%. De esta forma, el porcentaje que la cantidad equivalente de vino que los aguardientes de mayor tenor alcohólico representaban sobre las extracciones totales de productos vinícolas pasó de 33 a 41. CUADRO 3 TIPOLOGÍA DE LOS PRODUCTOS VITIVINÍCOLAS EMBARCADOS EN LA COSTA DE PONENT
Productos vitivinícolas
Medias anuales de equivalente en vino (cargas) 1803-06 1830-32
Porcentaje sobre el total
Porcentaje de variación
1803-06 1830-32 1803-06 1830-32
Aguardiente prueba de Holanda Aguardiente prueba de aceite Otros aguardientes Total aguardientes Vinos
331.753 249.877 7.020 588.651 164.123
62.532 188.855 11.876 263.264 192.272
44,1 33,2 0,9 78,2 21,8
13,7 41,5 2,6 57,8 42,2
100 100 100 100 100
18,8 75,6 169,2 44,7 117,2
TOTAL
752.774
455.536
100
100
100
60,5
FUENTES: Las mismas del cuadro 2.
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Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
En definitiva, pues, las cifras del cuadro 3 confirman el avance significativo de las extracciones de vino como tal y el retroceso de las de aguardiente, disminución que afectó principalmente a los aguardientes de baja graduación (prueba de Holanda).
3. Viejos y nuevos mercados para la producción vitivinícola catalana Los cambios en la tipología de los productos comercializados por el sector vitivinícola catalán deben relacionarse con los cambios que a su vez se produjeron en los mercados en los cuales actuaban los exportadores de aguardientes y vinos, y más genéricamente con la nueva configuración adoptada por el conjunto de relaciones exteriores de la economía catalana después de la ocupación napoleónica.9 La fuente hasta aquí utilizada permite obtener una aproximación a los destinos de las extracciones de vinos y aguardientes, aunque presenta algunos problemas. En primer lugar, debe tenerse en cuenta que el destino señalado para cada uno de los cargamentos efectuados en los puertos y playas desde Sitges a Salou raras veces es el destino final del mismo. En muchas ocasiones, el puerto de destino que aparece en los listados del cobro del arbitrio corresponde a un mero puerto-escala, desde donde la mercancía es reexpedida hacia el mercado donde debe ser consumida (o incluso hacia otro puerto-escala). El ejemplo más ilustrativo es, quizás, el del puerto de Barcelona, hacia el cual se expedían desde la Costa de Ponent grandes cantidades de vino y aguardiente a través de la numerosa y activa flota de cabotaje catalana. Estos productos, que sólo en una parte mínima debían ser para el consumo de la capital catalana, una vez en Barcelona, sin ni siquiera tocar tierra, eran transbordados hacia los barcos de mayor tonelaje anclados en el puerto, que se encargaban de transportarlos hacía sus destinos finales (habitualmente, algún puerto americano).10 9 La descripción detallada de la transición del modelo setecentista al modelo ochocentista de relaciones exteriores se encontrará en Fradera (1987a). 10 El papel que desempeñaba el puerto de Barcelona en las exportaciones vitivinícolas era explicado del siguiente modo por Emerecià Roig a principios del siglo XX: «en temps dels nostres avis, fou el vi la mercaderia que donà més nòlits a la marina velera catalana. Els colliters i exportadors hi tenien bon guany, perquè a Amèrica el pagaven bé. Els vins
El comercio vinícola en Cataluña a comienzos del XIX
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Nuestra fuente, por tanto, no nos informa de los mercados propiamente dichos de los vinos y aguardientes embarcados, sino exclusivamente de la primera etapa del largo trayecto que muchas veces éstos debían cubrir desde sus puntos de embarque hasta el sitio donde finalmente eran consumidos. Tal limitación es especialmente importante para el período que nos ocupa, puesto que después de 1814 las dificultades para el acceso a los mercados americanos provocadas por la guerra entre las repúblicas surgidas del proceso de emancipación colonial y la antigua metrópoli obligaban a hacer uso de los servicios de marinas extranjeras, que se contrataban en varios puertos-escala extranjeros como, por ejemplo, Gibraltar.11 Otra limitación de la fuente proviene de que no en todos los casos se expresa el puerto de destino de los vinos o aguardientes embarcados. Esta limitación es más patente en los años del primer período (1803, 1805 y 1806), para los cuales sólo se ha podido llegar a conocer el puerto de destino de entre el 30 y el 40% de los vinos y aguardientes embarcados. De todas formas, los resultados, que se muestran resumidos en el cuadro 4, parecen bastante ilustrativos de los cambios operados en los mercados de la vinicultura catalana a lo largo del primer tercio del siglo XIX. Dado el carácter de muestra de las cifras obtenidas, se ha optado por representar únicamente los porcentajes correspondientes a cada uno de los puertos de destino de los embarques de vinos y aguardientes, agrupados por áreas comerciales.
eren de Vilafranca del Penedès, del Vendrell, del Camp de Tarragona, de Sitges i de Vilanova i la Geltrú [...]. El de Sitges, Vilanova i Torre d’en Barra, venien per mar, en barques de mitjana. [...] Les barques de mitjana atracaven al peu dels velers, fondejats a la Dàrsena Nacional. Des del veler, un parell de bussells, hissava les botes i les traslladava de la barca al bergantí o bricbarca». Roig (1929), pp. 149-150. 11 Ver infra, nota 19 (p. 253).
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Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola CUADRO 4 PUERTOS DE DESTINO DE LOS VINOS Y AGUARDIENTES EMBARCADOS EN LA COSTA DE PONENT (En porcentajes) Puertos
Aguardientes
Vinos
1803-06 1815-20 1824-26 1827-29 1830-32 1803-06 1815-20 1824-26 1827-29 1830-32
Puerto de Barcelona
7.8
9.1
2.8
8.1
6.8
11.1
17.0
17.1
26.4
35.0
Resto de Cataluña
0.6
2.3
1.4
1.7
1.0
2.1
6.5
1.7
5.5
0.4
Baleares Murcia Andalucía Galicia Cantrabria Otros destinos
0.0 0.0 3.1 6.0 0.0 0.3
1.6 1.1 42.4 9.9 1.1 4.0
2.7 0.4 30.0 12.6 19.2 5.2
2.4 0.4 28.3 14.1 8.3 4.2
1.4 0.2 32.9 5.3 11.8 5.9
1.4 5.0 12.1 9.4 0.0 0.4
0.8 0.7 43.0 2.4 0.4 0.9
1.1 0.1 19.1 2.1 0.9 0.2
2.5 0.1 23.4 2.6 0.9 0.6
2.3 0.0 21.1 2.0 2.4 0.7
Total resto de España
9.5
60.1
70.1
57.6
57.5
28.5
48.2
23.5
30.0
28.5
Estados Unidos Cuba Brasil Uruguay Otros destinos Total América
6.6 0.0 0.0 0.4 2.5 9.5
0.2 0.0 0.6 0.0 0.2 1.1
1.0 0.0 5.9 0.1 0.0 7.1
0.7 0.3 3.4 0.1 0.1 4.6
0.9 0.3 12.7 0.0 0.0 13.9
2.1 0.1 0.0 0.6 0.5 3.4
0.4 0.4 5.6 0.0 0.2 6.6
0.8 0.0 16.2 0.7 0.0 17.7
2.0 0.8 18.8 0.5 0.2 22.2
1.3 0.9 26.3 0.0 0.1 28.6
Italia Turquía Otros destinos Total Mediterráneo
2.3 0.6 0.0 2.9
1.7 0.0 0.0 1.7
1.8 0.0 0.2 2.0
1.7 0.0 0.2 2.0
3.1 0.0 0.4 3.6
2.7 7.7 1.1 11.5
4.7 0.0 1.1 5.8
1.8 0.0 0.8 2.6
2.6 0.0 0.5 3.1
0.7 0.0 1.1 1.8
Alemania Dinamarca Holanda Inglaterra Otros destinos Total Europa báltica y noratlántica
30.3 10.3 2.9 0.3 22.4
0.5 0.0 0.9 5.4 6.5
0.5 0.0 0.0 0.4 2.7
0.9 0.0 0.0 2.8 0.8
2.9 0.0 0.9 5.6 2.0
14.9 2.3 2.7 1.7 15.9
0.2 0.0 1.2 1.2 2.0
0.1 0.1 0.2 6.0 0.5
0.0 0.0 0.1 3.8 0.0
0.3 0.0 0.3 1.7 0.5
66.2
13.2
3.5
4.5
11.4
37.6
4.6
6.8
3.9
2.6
3.5 0.0 0.0
5.7 2.2 4.5
8.2 4.7 0.2
1.5 19.8 0.3
1.1 4.5 0.2
5.5 0.0 0.4
2.3 4.8 4.2
18.3 10.6 1.7
3.7 4.4 0.8
0.3 2.7 0.0
3.5
12.4
13.1
21.6
5.8
5.9
11.3
30.6
8.9
3.0
100.0
100.0
100.0
100.0
100.0
100.0
100.0
100.0
100.0
100.0
Portugal Gibraltar Otros destinos Total Europa suratlántica
FUENTES: Elaborado a partir de los datos extraídos de los libros del cobro del arbitrio de los 9 y 6 maravedís conservados en el AHPT.
El comercio vinícola en Cataluña a comienzos del XIX
249
4. Aguardientes: la pérdida de los mercados noreuropeos y el avance del mercado interior español A principios de siglo los puertos situados en el canal de la Mancha, mar del Norte y Báltico recibían las dos terceras partes de las extracciones de aguardientes realizadas a través de los puertos y playas de la Costa de Ponent. Al inicio de la década de 1830 los embarques de aguardientes hacia dicha area comercial apenas sobrepasan la décima parte. La pérdida del mercado noreuropeo estuvo, sin duda, en el origen de la fuerte caída de las extracciones de productos vinícolas en su conjunto, aunque fueron los aguardientes de baja graduación (prueba de Holanda) los que salieron especialmente perjudicados. Este retroceso de las extracciones hacia el Atlántico Norte y el Báltico fue paralelo al avance del mercado interior español. Las extracciones de aguardientes hacia puertos españoles, que representaban menos del 10% en los primeros años del siglo XIX, ya superaban el 57% en 1830-32. Este progreso en términos relativos del mercado español significaba en términos absolutos (de cantidad de aguardiente embarcado) un incremento del 180%. Dicho en otras palabras, la cantidad de aguardiente remitido hacia otros puertos españoles casi se habría triplicado. Si dejamos de lado Galicia —región que ya desde el principio era destino de una cantidad nada despreciable de los aguardientes embarcados, pero que no aumentó su cuota como mercado de los mismos—, parecen haber sido Andalucía y Cantabria las responsables del incremento del peso del mercado interior en el comercio catalán de aguardientes. Los puertos andaluces recibieron solamente el 3% de los aguardientes salidos de la Costa de Ponent entre 1803-06 y casi la tercera parte de los mismos en 1830-32. Este aumento puede estar vinculado con los progresos experimentados durante este período por el sector vinícola de exportación andaluz, el cual demandaba cantidades importantes de alcoholes para el encabezado de los vinos que exportaba. La escasa entidad de la industria alcoholera andaluza obligaba a estos productores a proveerse de alcohol fuera de la región, y fue en el Camp de Tarragona donde varias de las casas exportadoras andaluzas más representativas encontraron sus
250
Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
suministradores.12 Esta relación comercial hizo que algunas de ellas llegaran a establecer estrechos vínculos con sus proveedores catalanes de alcohol vínico.13 Cabe remarcar, no obstante, que el producto que demandaba el mercado andaluz era el espíritu de vino o alcohol. Se trata, por tanto, de un producto sustancialmente diferente del aguardiente de baja graduación que a finales del siglo XVIII y primeros años del XIX los exportadores catalanes comercializaban predominantemente en los mercados noreuropeos. Es muy posible que fuera precisamente el crecimiento del mercado andaluz una de las razones del cambio del tipo de aguardiente ofertado por los productores catalanes que se ha analizado en el apartado anterior. Si el retroceso de los aguardientes de baja graduación puede relacionarse con la caída de las exportaciones al mercado nortatlántico, el mantenimiento de las extracciones de aguardientes de mayor graduación («espíritus») tuvo una de sus causas en el aumento de peso específico del mercado andaluz.14 El extraordinario incremento de los envíos de aguardientes a Cantabria debe relacionarse con la intensificación de las relaciones comerciales entre Cataluña y aquella región española, que se produjo a partir de 1820, cuando quedó prohibida la importación de cereales extranjeros. Dicha prohibición, a la vez que yuguló el flujo comercial con el norte de 12 Maldonado Rosso (1997, p. 101) constata que, bien avanzado el siglo XIX, y a pesar del desarrollo conseguido por el sector alcoholero gaditano en el marco de Jerez, «grandes, medianas y pequeñas empresas vinateras empleaban aguardientes foráneos, por lo general catalanes» para encabezar vinos. 13 Un caso un poco posterior a la época que se trata en el presente estudio, pero muy ilustrativo del estrechamiento de vínculos entre los productores catalanes de espíritu y los embocadores andaluces, lo constituye la relación entre las casas De Muller (de Tarragona) y Pedro Domecq (de Jerez). La casa tarraconense, desde su fundación en 1850, combinó el embarque de vinos de las comarcas de Tarragona (Priorato, principalmente) con la fabricación de espíritu de vino. Ya desde el principio, Pedro Domecq fue uno de los clientes importantes de la firma tarraconense por sus voluminosas compras de espíritus, pero su relación con la firma De Muller se reforzó considerablemente a partir de 1872, momento en que Pedro Domecq Loustan entró como socio de la firma tarraconense con la aportación de la nada despreciable suma de 100.000 pts. Arxiu Històric de Tarragona, fondo De Muller, sign. 641, y fondo notarial, notario Antonio Soler, protocolo de 1872, vol. 1, f. 37. 14 Durante el primer tercio del siglo XIX se produjo un incremento significativo de las exportaciones de vinos andaluces a Gran Bretaña. Es en este momento cuando en palabras de Pan-Montojo (1994, pp. 43-45), el sherry arrebató al oporto su liderazgo en el mercado inglés. Sobre esta cuestión véase también Johnson (1990), pp. 436-454.
El comercio vinícola en Cataluña a comienzos del XIX
251
Europa, basada en el intercambio de cereales y manufacturas diversas por aguardientes y vinos, abrió las puertas a un activo comercio con los puertos del norte de la península, por los cuales transitaban los cereales de la submeseta norte hacía los grandes centros de consumo de Cataluña.15 Esto significa que la tradicional forma de pagar las importaciones catalanas de cereales con aguardiente se mantuvo, al menos en parte. Lo único que había cambiado a la altura de principios de los años treinta del XIX era el área proveedora de dichos cereales. La entidad del incremento del peso del mercado interior español en el comercio catalán de aguardientes queda realzada si se tiene en cuenta que, en buena medida, los aguardientes expedidos hacia puertos españoles a finales del siglo XVIII y en los años anteriores a la guerra de la Independencia estaban destinados a la reexportación hacia la América colonial española. De hecho, casi todos los puertos españoles que recibieron aguardientes embarcados en la Costa de Ponent entre 1803 y 1806 eran puertos habilitados para el comercio americano, y, si bien es posible que una parte de los aguardientes remitidos a ellos fueran consumido en la península, es más probable que, en realidad, desde estos puertos fueran reexpedidos hacia las colonias americanas. De hecho, como ha señalado Delgado, se trataba de escalas habituales de la marina catalana realizadas para la tramitación aduanera antes de cruzar el Atlántico.16 Con el cambio de contexto que provocó la insurrección de las colonias americanas, a partir de 1815 el funcionamiento del comercio americano varió completamente. Las expediciones hacia América tendieron a hacerse desde el puerto de Barcelona y, en determinadas circunstancias, desde puertos extranjeros como Gibraltar. De esta forma, los envíos de aguardientes desde Cataluña hacia otros puertos peninsulares dejó de ser una simple etapa del viaje hacia América, y debe más bien vincularse con el crecimiento de su consumo en el propio mercado interior peninsular.
15 Sobre los cambios en el origen de los cereales consumidos en Cataluña véase Fradera (1987a), pp. 92-117. 16 Delgado Ribas (1981) ha insistido en el hecho de que una parte importante de las exportaciones catalanas de vinos y aguardientes a América, a finales del siglo XVIII, se hacían desde puertos no catalanes —Málaga y Cádiz, principalmente—, aunque también desde los puertos gallegos habilitados para el comercio colonial.
252
Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
5. Vinos: la reorientación hacia el mercado americano Por lo que a los vinos se refiere, al igual que en los aguardientes, en el cuadro 4 se constata un importante retroceso de los envíos hacia la Europa atlántica y báltica. Este mercado pasó de absorber cerca del 40% de las extracciones de vinos de la Costa de Ponent en 1803-06 a menos del 3% en 1830-32. Paralelamente a la caída del mercado noreuropeo, se asiste a un ascenso del mercado americano. La progresión del mercado americano se observa en el aumento de los envíos directos al continente americano, que pasa del 3,4% en 1803-06 al 28,6% en 1830-32, y en el importante incremento de los envíos hacia el puerto de Barcelona (que ascienden del 11% en 1803-06 al 35% en los últimos años del reinado de Fernando VII), desde donde los vinos del Penedés y del Camp de Tarragona eran transbordados hacia los barcos que habían de conducirlos al continente americano. Durante la década de 1820 y primeros años treinta, en el continente americano la actividad exportadora de los comerciantes catalanes tendió a concentrarse en dos áreas concretas. En primer lugar, las exportaciones de vinos se dirigían hacia las islas del Caribe que habían quedado bajo el dominio español después del proceso de emancipación colonial que se produjo precisamente en estos años. Cuba, principalmente, aunque también Puerto Rico, se convertirá en uno de los principales mercados de los vinos catalanes.17 En segundo lugar, era en Brasil donde una cantidad importante de vinos catalanes encontraban su colocación. Como se puede apreciar en el cuadro 4, a principios de los años treinta del siglo XIX más del 25% de las extracciones de vinos por los puertos y playas de la Costa de Ponent se dirigieron a puertos brasileños, de entre los cuales destaca Río de Janeiro. Si bien una parte muy grande del vino enviado al Brasil era consumido en aquel país, es harto probable que los puertos brasileños fueran utilizados como intermediarios en el comercio con las recién creadas repúblicas del Río de la Plata, con las cuales España estaba formalmente en guerra. En esta época, la indefinición de la situación política en las nue17 Fradera (1987a), pp. 243 y ss. Véase también la información cuantitativa que para mediados de siglo aporta Pascual (1990), p. 198.
El comercio vinícola en Cataluña a comienzos del XIX
253
vas repúblicas surgidas del proceso de emancipación colonial y la guerra que enfrentaba a las mismas con la vieja metrópoli, dificultaban extraordinariamente el comercio en la zona. La necesidad de utilizar marinas neutrales y de camuflar las mercancías enviadas a aquellas repúblicas llevaba muchas veces a servirse de plazas y puertos que actuaban de intermediarios.18 Así, por ejemplo, los elevados porcentajes de vinos enviados a Portugal (Lisboa) y Gibraltar a mediados de los años veinte se explican por la intermediación que hacían estas plazas en el comercio de exportación vitícola catalán a Suramérica.19 El avance del mercado americano para los vinos catalanes se halla en relación directa con la configuración en estos años de un nuevo modelo de comercio exterior, en el cual estaban llamadas a tener un papel fundamental las importaciones de algodón en rama. Dichas importaciones habían de convertirse con el paso del tiempo en la principal contrapartida comercial de unas exportaciones de vinos cada vez más cuantiosas. No deja de ser significativa la relevancia adquirida por el mercado brasileño para las exportaciones vinícolas catalanas en unas fechas en que casi un 40% del algodón llegado a Barcelona era, precisamente, de procedencia brasileña.20 En definitiva, pues, durante el primer tercio del siglo XIX la viticultura catalana tuvo que adaptarse a unos cambios derivados del derrumbe del modelo de relaciones exteriores setecentista y a la emergencia de un nuevo modelo. En el comercio exterior dieciochesco las exportaciones viti-
18 Fradera (1987a, pp. 145-164) ha descrito con gran precisión los mecanismos utilizados por el comercio catalán para hacer llegar sus mercancías a América durante los años de la década de 1820, momento en el cual los corsarios armados por las repúblicas surgidas del proceso de emancipación colonial dificultaron extraordinariamente el comercio entre España y el Nuevo Mundo. 19 Según la información recogida por el cónsul-general británico en Buenos Aires en julio de 1824: «The Trade between Spain and Buenos Aires since the declaration of independence by this province has been carried almost exclusively through Gibraltar. [...] The convenient situation of Gibraltar for exportation from Spain to South America, the lowness of the port charges, the abundance of British and foreign shipping at all times to be found there, and, more than all, the facilities afforded by British capital, have in some measure rendered that market a depot for all the productions of the east coast of Spain». Humphreys (1940), p. 58. 20 Fradera (1987a), pp. 239-253. Véase especialmente el cuadro de la p. 41.
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Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
vinícolas se dirigían, fundamentalmente, hacia la Europa noratlántica y báltica y tenían como contrapartida las importaciones de alimentos (cereales y pesca salada) y manufacturas (principalmente, tejidos semiacabados: tejidos de lino para la estampación, que eran reexportados hacia el mercado americano).21 Después de la guerra de la Independencia, las exportaciones hacia aquella área sufrieron un fuerte retroceso debido, en particular a la desaparición de las contrapartidas comerciales que tenían dichas exportaciones vitivinícolas. Por una parte, en 1820 quedó prohibida la importación de cereales extranjeros. Por otra parte, la pérdida de las colonias continentales americanas supuso la pérdida del mercado donde se reexportaban aquellas telas de lino estampadas que llegaban a Cataluña procedentes del norte de Europa, como contrapartida comercial principalmente de las voluminosas exportaciones de aguardientes. La pérdida del mercado noreuropeo para las exportaciones vitivinícolas catalanas afectó, dentro de éstas, principalmente a los aguardientes y, entre los aguardientes, a los de más baja graduación (aguardiente prueba de Holanda), que eran los que se exportaban de manera predominante hacia aquella zona comercial. Con la quiebra del modelo de relaciones exteriores dieciochesco, el comercio exportador vitivinícola catalán se vio obligado a efectuar una fuerte reconversión para abrirse nuevos mercados y adaptarse a los nuevos requerimientos que procedían de los viejos. La pérdida de los mercados del aguardiente de baja graduación obligó a ofertar aguardientes de mayor tenor alcohólico, que era el tipo de producto demandado por un mercado español emergente, como se ha puesto de manifiesto en el apartado anterior. Además, para intentar compensar la caída de las exportaciones de aguardientes el sector hubo de buscar la forma de dar salida a los vinos como tales, es decir, sin someterlos al paso previo de la destilación. La expansión de la demanda americana hizo posible el incremento del peso de las exportaciones de vinos en el conjunto de exportaciones de productos vinícolas (vinos y aguardientes). Los envíos de vino hacia Cuba y Puerto Rico, por una parte, y hacia Suramérica (Brasil y Río de la Plata), por otra, fueron creciendo de manera continuada desde mediados de los
21 Delgado Ribas (1987) y (1988).
El comercio vinícola en Cataluña a comienzos del XIX
255
años veinte. Esta expansión del mercado americano para los vinos catalanes se relaciona con la emergencia de un nuevo modelo de relaciones exteriores, en el cual el circuito americano tenía una importancia fundamental, debido a que en aquel continente era donde la emergente industria algodonera se proveía de la fibra con la que trabajaba. De hecho, las importaciones de algodón en rama se convirtieron a partir de los años veinte en la principal contrapartida comercial de las exportaciones de vinos. Esta profunda reconversión del sector vitivinícola catalán no pudo efectuarse sin el recurso a la ciencia y la tecnología vinícola que desde finales del siglo XVIII estaba haciendo grandes progresos en Francia, de la mano de personajes como J.A. Chaptal, y a partir de las formulaciones teóricas de Lavoisier.
6. La demanda de soporte técnico y científico por parte del comercio vitivinícola y los progresos en la ciencia enológica en Cataluña22 Los principales aspectos sobre los cuales se concretó la demanda de soporte técnico por parte del sector vinícola fueron los tres siguientes: 1) el perfeccionamiento de los procedimientos de destilación; 2) la mejora de los aparatos destinados a la medición del contenido alcohólico de los aguardientes; 3) los métodos de elaboración de vinos y la mejora de la conservación de los mismos. La caída de las ventas de aguardientes de baja graduación obligó a los fabricantes de aguardientes a concentrar sus esfuerzos en la obtención de unos destilados de mayor graduación, los cuales tenían una colocación más fácil y segura en el mercado. 22 Sobre los primeros pasos de la ciencia enológica en Cataluña es de consulta obligada la reciente tesis doctoral de Nieto Galán (1994) y su artículo (1997) sobre Francisco Carbonell Bravo. También deben consultarse los recientes trabajos de Martínez Nó (1993a) y (1993b) y el más antiguo de Giralt Raventós (1980). De gran interés es la introducción de Lusa Monforte y Roca Rosell (1997) a la edición facsímil de la Memoria sobre los vinos de Roura (1839). Las ideas expuestas en las páginas siguientes proceden de los trabajos citados de Nieto Galán y Martínez Nó. La obra de Carbonell también ha sido reimpresa recientemente: Carbonell (1820) [1992].
256
Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
Tradicionalmente, para obtener aguardientes con una fuerza alcohólica considerable era necesario someter a diversas y consecutivas operaciones de destilación a los aguardientes de baja graduación obtenidos en la primera destilación. La fabricación de aguardientes de alta graduación («espíritus») era, por tanto, un proceso discontinuo que resultaba bastante caro (principalmente, a causa del elevado consumo de leña, combustible que en las comarcas vitícolas empezaba a escasear como consecuencia de las importantes roturaciones practicadas para proceder a la plantación de viñas).23 Fueron las limitaciones del procedimiento tradicional de fabricación de aguardientes las que, en el contexto de crisis descrito en los apartados anteriores, orientaron el proceso de innovación tecnológica en este sector. Se trataba, en definitiva, de hallar un procedimiento «continuo» (denominado rectificación) que en una sola operación permitiera obtener un destilado de alto tenor alcohólico.24 Ya en los años de la primera década del siglo XIX comerciantes y científicos dieron pasos importantes para poner en funcionamiento en Cataluña los aparatos destilatorios que estaban apareciendo coetáneamente en el Mediodía francés. En 1801, Édouard Adam presentó en Montpellier un aparato que permitía de una sola operación obtener un destilado con un elevado contenido alcohólico. Inmediatamente, empezaron a surgir otros aparatos que mejoraban en algún aspecto el de Adam, cuya invención representó un avance considerable en el camino de modernización de los procesos de fabricación de aguardientes y espíritus, que iba a dar lugar al surgimiento de la industria alcoholera moderna.25 La recepción en Cataluña de esta innovación fundamental en el campo de la fabricación de destilados del vino fue casi inmediata. El mismo año 1801 la Junta de Comercio se propone sufragar el coste de la construcción de un aparato destilatorio similar al aparato de rectificación de Adam. El constructor del mismo fue el licorista barcelonés Joan Jor23 Los precios de la leña fueron los que más subieron en Cataluña en el siglo XVIII. Vilar (1964-68), vol. III, pp. 405-416. 24 Nieto Galán (1994), pp. 279-282. 25 Sobre la modernización de la industria alcoholera española en el período inmediatamente posterior al que se trata en el presente trabajo véanse los artículos publicados recientemente por Puig Raposo (1993) y (1994).
El comercio vinícola en Cataluña a comienzos del XIX
257
dana Elies, quien contaba además con el respaldo de Francisco Carbonell Bravo, personaje central de la escuela de química de la Junta de Comercio y hombre muy preocupado por todo lo referente a la modernización del sector vitivinícola. Seguramente, la decisión de la Junta de Comercio de patrocinar el proyecto de Jordana tiene que ver con la visita que en 1800 y 1801 hizo el mismo Francisco Carbonell Bravo a Montpellier, donde fue discípulo de J.A. Chaptal y presenció la demostración de Adam.26 Pero además de la vía que podríamos denominar académico-institucional, las innovaciones tecnológicas en el campo de la destilación que se estaban llevando a cabo en Languedoc, en los años del cambio de siglo, se transmitieron a Cataluña por otros canales, como el de la llegada de técnicos formados en las destilerías del Mediodía francés. Éstos no sólo traían sus conocimientos en la materia, sino también proyectos de nuevos aparatos pensados para incrementar la eficiencia del proceso de fabricación de aguardientes y espíritus.27 De todas formas, a pesar de la recepción de estas innovaciones durante los primeros años de siglo, su aplicación efectiva tuvo que esperar hasta después de la ocupación napoleónica. A partir de 1815 fueron en aumento el número de aparatos de rectificación instalados, de forma que en 1821 ya eran más de setenta. Fue finalmente una de la varias adaptaciones del aparato de Adam construidas por el citado Joan Jordana Elies la que más éxito alcanzó.28
26 Durante su estancia en Montpellier, Carbonell coincidió con Jaume Ardèvol Cabré, también preocupado por la modernizaciíon de la vitivinicultura catalana, quien se hallaba en la capital del Languedoc para realizar su doctorado en Medicina. Nieto Galán (1994), pp. 320, 60-63 y 331-334. 27 En 1807 se constituyó una sociedad entre la casa de comercio barcelonesa de Huguet y Dupré y el fabricante de aguardientes de Valls Fidel Moragas e Hijo, para montar una destilería a cargo de Pierre Alegre, de nacionalidad francesa, en la cual debía ponerse en funcionamiento la moderna máquina de destilar patentada por dicho Alegre. Arxiu Històric de Tarragona, fondo Moragas, sign. 3155, 2898, 1099, 3571, 3492 y 2011. 28 Nieto Galán (1994), pp. 315-316 y 320-327. Sobre la difusión de los nuevos aparartos destilatorios en la comarca del Penedés durante los años treinta y cuarenta véase Martorell Panyellas (1902), pp. 197-198.
258
Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
Con la difusión de estas innovaciones técnicas, el ramo tradicional de la fabricación de aguardientes pudo capear la crisis provocada por la pérdida del mercado del norte de Europa. Ellas permitieron rebajar costes en una época de caída de precios y ofertar un producto acorde con las exigencias de los mercados donde había de ser comercializado el aguardiente. En la misma dirección modernizadora de las nuevas técnicas de obtención de destilados se encaminaban todos los esfuerzos orientados a la construcción de aparatos de precisión para determinar el contenido de alcohol de dichos destilados. Uno de los problemas de más difícil solución con que se habían enfrentado los fabricantes y traficantes de aguardientes era calcular con precisión la graduación alcohólica de los mismos. Las formas tradicionales de medición del grado de alcohol («pruebas») eran aproximativas y daban lugar al fraude. Ya en 1770 la preocupación por evitar los abusos, tanto en la riqueza alcohólica de los aguardientes como en la capacidad de los envases en los cuales eran comercializados, había llevado a la Junta General de Comercio a elaborar unas ordenanzas que debían ser observadas en la fabricación y comercio de los licores.29 Durante las décadas siguientes, la Junta de Comercio intentó, a veces sin demasiado éxito, hacer cumplir las citadas ordenanzas y persiguió con tesón los abusos y fraudes que desprestigiaban al comercio catalán de licores y caldos.30 Pero es a partir de las primeras décadas del siglo XIX, y sobre todo después de la ocupación francesa, cuando se llevarán a cabo los esfuerzos más significativos con el fin de hallar aparatos capaces de determinar científicamente la graduación alcohólica de los licores. En aquel contexto de crisis comercial que afectaba especialmente al ramo de los aguardientes, debía hacerse todo lo posible para garantizar la calidad y la homogeneidad de cada tipo de aguardiente. En este sentido, cabe resaltar las aportaciones y descubrimientos del farmacéutico Josep Antoni Savall (quien en 1815 presentó una memoria sobre el tema en la Real Academia de Ciencias de Barcelona), de Josep Català Vinyals (inventor de un areómetro parecido al de Cartier) y del propio Francisco Carbonell Bravo.31
29 Ordenanzas que el Rey […] manda observen los fabricantes de Aguardiente, Cuberos y Toneleros de Barcelona […], Barcelona, Impta. Francisco Surià, 1770. 30 Fernández Díaz (1987), pp. 807-816. 31 Giralt Raventós (1990), p. 186; Nieto Galán (1994), pp. 316-320.
El comercio vinícola en Cataluña a comienzos del XIX
259
El aumento en las exportaciones de vinos que se dio en las primeras décadas del siglo XIX estuvo en el origen de la demanda de soporte técnico procedente del comercio vinícola, a la cual respondieron personajes vinculados a la Junta de Comercio de Barcelona como Carbonell y, posteriormente, su discípulo José Roura. Los problemas a los que se enfrentaba el comercio vinícola en este contexto de cambios profundos y que guiaron las investigaciones realizadas en el marco de la escuela de química de la Junta de Comercio fueron fundamentalmente dos: 1) cómo conseguir un producto que tuviera una buena aceptación en los mercados que se estaban explorando; 2) cómo mantener inalteradas las cualidades de este producto desde las bodegas de origen hasta los puntos de consumo. Para la resolución de estos problemas, el conocimiento de la consistencia química del vino era muy importante. Fueron Carbonell y luego Roura quienes con sus aportaciones contribuyeron a la ampliación de este conocimiento. Ambos se formaron en Montpellier, donde recibieron las influencias de las teorías de Chaptal, y desde la escuela de química de la Junta de Comercio de Barcelona intentaron hallar aplicaciones prácticas a dichas teorías. Es en la obra de Roura donde este espíritu práctico se pone más de manifiesto. Buena parte de su Memoria sobre los vinos, redactada precisamente a la vuelta de un viaje a Francia realizado en 1834, está dedicada a dar soluciones prácticas a los problemas que a diario se planteaban a los productores y comerciantes de vinos. Dicha Memoria se presenta como un recetario, en el cual se presta especial atención a los procedimientos para la elaboración de vinos «de imitación». En ella se puede hallar la forma de «fabricar» desde una bourdeus o un madeira hasta un champaña de imitación. Roura llega a incluir en la obra el diseño de un aparato traído por él mismo del sur de Francia, que se utilizaba para gasificar los vinos que habían de ser comercializados como procedentes de la región de Reims. En definitiva, la obra de Roura, como la de los otros autores que escribieron sobre enología en la primera mitad del siglo XIX, tiene poca pretensión teórica y un marcado carácter práctico. En el contexto de profundos cambios en los mercados de los productos de la vinicultura catala-
260
Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
na, lo que requería el sector eran consejos prácticos, más que desarrollos teóricos. La pérdida de los mercados del norte para los aguardientes de baja graduación obligó al comercio exportador catalán a concentrarse principalmente en las exportaciones de vinos hacia el mercado americano. Ante esta situación, los requerimientos del sector hacia la naciente enología eran muy concretos: hacía falta perfeccionar los procedimientos de preparación de los vinos destinados a la exportación, con el fin de que no sufrieran alteraciones durante su transporte, y adaptarlos al gusto de sus consumidores. Respecto a esta última cuestión, las soluciones alternativas eran dos: la promoción del vino natural autóctono, o bien su manipulación para darle un gusto parecido al de los vinos que gozaban de mayor reputación en el mercado en aquel momento (oporto, burdeos, madeira, etc.), con el objetivo, si era necesario, de comercializarlo bajo dichas denominaciones. Ante esta disyuntiva, la opción que defendió Roura, y que, al parecer, acabó imponiéndose en buena medida, fue la segunda, es decir, la de los vinos de imitación y falsificados.32
32 Esta disyuntiva llegó a provocar un debate entre los expertos en la materia, tal y como han puesto de manifiesto Lusa Monforte y Roca Rosell (1997), pp. XXXI-XXXIII. Ver también Giralt Raventós (1980), pp. 56-57.
El comercio vinícola en Cataluña a comienzos del XIX
261
APÉNDICE 1 EXTRACCIONES DE AGUARDIENTES POR LOS PUERTOS Y PLAYAS DE LA COSTA DE PONENT CATALANA a
Saloub Tarragona Torredem- Vendrell d Villanueva barra c y Geltrú
Años
Cambrils
Sitges
Total
1800
326
96.202
11.311
5.454
1801
651
64.021
14.857
4.713
5.447
153
118.893
10.121
18
1802
196
78.700
11.119
5.585
94.381
12.096
68
107.764
1803
337
93.786
15.699
1804
—
—
—
9.413
15.845
1.067
136.147
—
—
—
—
1805
85
89.205
1806
19
72.510
24.125
4.815
24.132
43
142.405
24.104
4.036
24.137
104
1807
88
124.910
27.149
30.447
2.788
12.550
74
1808
73.096
725
23.862
32.662
4.117
12.567
142
74.075
1815
639
28.822
11.659
2.220
6.483
5.446
222
55.491
1816
217
24.766
6.128
1.674
5.541
3.253
270
41.849
1817
—
—
—
—
—
—
—
—
1818
91
33.637
7.658
335
2.958
3.839
58
48.576
1819
319
28.541
6.679
707
3.756
3.290
368
43.660
1820
75
28.795
14.159
141
3.593
3.522
50
50.335
1821
75
5.229
14.941
615
2.108
1.175
0
24.144
1822
8
9.843
28.124
662
3.097
2.064
15
43.813
1823
—
—
—
—
—
—
—
—
1824
140
7.219
20.627
328
5.663
9.007
285
43.268
1825
46
7.679
21.941
104
6.102
8.807
8
44.686
1826
98
8.972
25.635
177
5.630
11.862
30
52.404
1827
69
12.401
35.433
227
5.455
4.645
4
58.232
1828
68
7.888
22.539
—
4.092
3.981
10
38.578
1829
33
9.122
26.063
—
6.658
8.698
0
50.574
1830
65
11.697
33.421
—
7.152
10.008
45
62.387
1831
62
10.311
29.460
—
6.452
2.503
0
48.788
1832
90
12.961
37.031
—
5.477
1.377
20
56.955
1833e
—
—
—
—
12.292
4.051
50
64.215
1834e
18
—
—
—
14.358
3.891
378
72.966
1835e
36
—
—
—
7.584
4.590
1.048
51.793
262
Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola APÉNDICE 2 EXTRACCIONES DE VINOS POR LOS PUERTOS Y PLAYAS DE LA COSTA DE PONENT CATALANA a
Saloub Tarragona Torredem- Vendrell d Villanueva barra c y Geltrú
Años
Cambrils
Sitges
Total
1800
43.344
26.559
17.928
38.711
1801
38.167
23.635
8.346
24.061
47.430
7.991
181.963
33.002
11.227
1802
37.668
9.850
5.281
138.438
25.127
47.930
14.116
139.972
1803
34.854
30.678
1804
—
—
8.419
31.059
50.076
18.166
173.252
—
—
—
—
1805
27.490
—
28.541
30.339
25.412
48.941
2.216
162.939
1806 1807
27.144
26.190
26.766
25.400
38.211
12.468
156.179
22.502
16.713
28.645
22.818
49.456
1.629
141.763
1808
10.735
10.931
24.303
11.240
41.363
11.478
110.050
1815
28.483
31.633
11.390
28.695
43.181
35.536
18.979
197.897
1816
23.166
18.385
21.621
22.086
39.524
19.218
8.320
152.320
1817
—
—
—
—
—
—
—
—
1818
14.617
12.940
17.746
2.779
30.763
20.624
8.990
108.459
1819
10.558
18.914
18.795
2.176
30.648
24.431
8.488
114.010
1820
7.798
20.497
27.282
1.681
34.468
22.855
12.303
126.884
1821
5.621
8.024
22.926
3.480
15.843
11.223
5.412
72.529
1822
968
9.939
28.398
2.958
29.807
15.282
11.977
99.329
1823
—
—
—
—
—
—
—
—
1824
7.935
11.248
32.137
1.748
40.797
34.334
18.729
146.926
1825
6.621
14.227
40.648
1.604
41.796
38.904
13.728
157.528
1826
8.445
12.212
34.892
2.267
44.440
24.528
11.297
138.081
1827
11.286
13.723
39.210
1.464
38.386
32.473
12.769
149.310
1828
15.667
13.028
37.224
76
39.071
17.420
12.275
134.762
1829
9.433
13.334
38.098
—
41.310
24.520
9.276
135.971
1830
10.151
16.697
47.706
—
47.120
32.947
10.189
164.811
1831
6.579
19.271
55.061
—
38.641
46.627
17.715
183.893
1832
5.331
27.997
79.991
—
42.812
55.749
16.231
228.111
1833e
—
—
—
—
30.775
64.167
22.552
207.260
1834e
6.197
—
—
—
41.003
61.817
31.640
237.188
1835e
5.005
—
—
—
48.560
48.818
31.379
227.128
El comercio vinícola en Cataluña a comienzos del XIX
263
NOTAS A LOS APÉNDICES: a
b
Los datos de los apéndices se han obtenido del recuento que figura en los libros del cobro del arbitrio conocido con el nombre de «arbitrio de los 9 y 6 maravedís por libra catalana», cobrado en los puertos de la Costa de Ponent entre Sitges y Cambrils. Este arbitrio o derecho de puerto se creó por Real Orden de 13 de febrero de 1799 para destinar el producto de su recaudación a la financiación de las obras de construcción del puerto de Tarragona. Se encargaban del cobro del mismo las aduanas de cada uno de los puertos. Éstas entregaban mensualmente a la Junta de Obras del puerto de Tarragona el producto y un estado pormenorizado de su recaudación. En tales estados se detalla la cantidad física de mercancías que se han cargado o descargado de cada uno de los barcos y, aunque no siempre, la procedencia o destino de cada una de las embarcaciones, aparte, obviamente, del importe abonado como pago del arbitrio. El conjunto de estos estados de recaudación del arbitrio de los 9 y 6 maravedís se ha conservado en el Arxiu Històric del Port de Tarragona, cajas 128 a 143. Debemos lamentar el extravío de algunos de dichos estados, lo que motiva que para algunos años (por suerte muy pocos) la información sea muy incompleta o nula. En concreto, no disponemos de ninguna información para los años 1804 y 1817. Para el año 1823 la información es muy fragmentaria, incompleta y de muy poca calidad. Por tales razones, en los cuadros anteriores se ha decidido prescindir de los datos de dicho año. El primero en utilizar esta fuente fue Segarra Blasco (1994, pp. 179-253), quien reconstruyó las extracciones de vinos y aguardientes por los puertos de la Costa de Ponent para el período 1800-1820. En los cuadros anteriores me he limitado a reproducir sus datos para dicho período, excepto para los puertos y años que se citan a continuación: Tarragona en 1803, 1805 y 1806; Villanueva y Geltrú en 1803, 1805 y 1806; Sitges en 1803. En estos casos, las magnitudes que aparecen en los cuadros son las que he obtenido de mi propio recuento. Los datos en cursiva corresponden a cifras estimadas por razón de la falta total o parcial de la documentación. Los estimaciones se han realizado en cada uno de los casos de la forma que se detalla en las notas siguientes. Uno de los problemas de mayor consideración que presenta la fuente es la falta de los estados de recaudación del arbitrio correspondientes al puerto de Salou a partir de 1820. Este hecho tiene que ver con la polémica que enfrentó a Reus y Tarragona por la construcción del puerto en la segunda ciudad. El comercio y las autoridades de Reus no estaban de acuerdo con la construcción del puerto de Tarragona y reclamaban la construcción de un puerto en Salou, lugar mucho más cercano y de más fácil acceso desde Reus. En 1820 las reivindicaciones de Reus surtieron efecto y consiguieron que los arbitrios y derechos de puerto cobrados en Salou no fueran adjudicados a las obras del puerto de Tarragona sino a la financiación de las del de Salou. En el pequeño fondo de documentación sobre las obras del puerto de Salou que existe en el Arxiu Històric Comarcal de Reus no han aparecido los estados detallados del cobro de dichos derechos. Únicamente se ha encontrado, para algunos años, la información sobre el importe o montante total de tales derechos (Arxiu Històric Comarcal de Reus, fondo Prim-Rull, reg. 454). Estos datos, junto con la información consular británica (Londres, Public Record Office, FO, serie 72, números 444, 357, 372, 383, 397, 415, 430 y 449), nos han permitido realizar una estimación de las extracciones de vinos y aguardientes por el puerto de Salou entre
264
c
d
e
Cooperativas, bodegas y mayoristas: industrialización vinícola
1820 y 1832. A partir de la comparación del montante total de derechos recaudados en Salou con los recaudados en Tarragona, y comparando el número de barcos entrados y salidos y el valor de las mercancías cargadas y descargadas en ambos puertos (según la información consular británica), se ha estimado que las extracciones de vinos y aguardientes por Salou debían rondar el 35% de las de Tarragona durante los años veinte y primeros treinta del siglo XIX. Las magnitudes de Torredembarra de los años 1815 y 1816, que no aparecen en las tablas de Segarra, se han obtenido a partir del porcentaje que las extracciones por dicha playa representaron sobre el total en el período 1805-1808. Desconocemos la razón por la cual desde 1828 la aduana de Torredembarra deja de enviar a la Junta de Obras del puerto de Tarragona las relaciones del cobro del arbitrio de los 9 y 6 maravedís. Como podría ser que dicha aduana hubiera sido cerrada temporalmente por falta de tráfico, no se ha procedido a la estimación de ningún valor para la columna correspondiente en los años 1827 a 1835. Según parece, la apertura de la aduana del Vendrell en 1815 desvió una parte cada vez más importante del tráfico que se realizaba por la playa de Torredembarra hacia las playas del Vendrell. Parece ser que hasta 1815 no hubo aduana en el Vendrell, y la documentación aduanera de la carga y descarga de buques que se realizaba en la playa de aquella población (San Salvador) se tramitaba en Villanueva y Geltrú. Según se desprende de la documentación del arbitrio de los 9 y 6 maravedís, es a partir de aquella fecha, 1815, cuando se abrió una oficina de aduana en la población del Vendrell para hacer más fácil la tramitación aduanera a los comerciantes que operaban en su playa. Los datos de los años 1833, 1834 y 1835 son quizás los de peor calidad de toda la serie. Sólo se cuenta con las relaciones del cobro del arbitrio de los 9 y 6 maravedís correspondientes a las aduanas de Sitges, Villanueva y Geltrú, el Vendrell y Cambrils, aunque la falta de algunos meses ha obligado a hacer extrapolaciones a partir de los restantes para calcular los totales. La inexistencia de los estados de recaudación de Tarragona y Salou también ha obligado a obtener el total general mediante la extrapolación de los datos disponibles. La extrapolación se ha realizado a partir del porcentaje medio que representaban en los nueve años anteriores a 1833 los despachos de vinos y aguardientes efectuados por los puertos para los que no disponíamos de información en el trienio 1833-1835.
ESTADO, ACCIÓN PÚBLICA Y CAMBIO TÉCNICO
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INTRODUCCIÓN Juan Pan-Montojo Universidad Autónoma de Madrid
La introducción de innovaciones técnicas en los procesos productivos de la viticultura y la vinicultura ha seguido pautas diversas en el tiempo. Mientras que, en el cultivo de la vid, los cambios fueron hasta la filoxera fundamentalmente incrementales, en la vinificación las innovaciones resultaron mucho más amplias y radicales a lo largo de la Edad Moderna, y en especial en diferentes momentos de los siglos XVII y XVIII. Pero incluso en el campo de la vinificación las innovaciones técnicas fueron obtenidas en la experimentación práctica, sin el conocimiento de sus fundamentos químicos y físicos, por lo que su extensión en el espacio a partir de los focos de cambio pasaba forzosamente a través de largos y a menudo infructuosos procesos de adaptación local. Sólo con el desarrollo de la química aplicada en la segunda mitad del siglo XIX, se empezaron a entender las diferentes fermentaciones que transforman el mosto en vino y, sobre esa base, se pudieron desarrollar los aparatos necesarios para controlar los factores de la vinificación. El avance de la industria química suministró paralelamente nuevas sustancias para enfrentarse a las plagas, multiplicadas por la reducción de tiempos y la mejora de condiciones en el transporte de plantas de unos a otros continentes.1 De modo que, en definitiva, en las últimas décadas del siglo XIX y primeros años del XX vinieron a coincidir las condiciones necesarias por el lado de la oferta —la renovación de los conocimientos científicos y su aplicación industrial en el campo 1 Ordish (1987).
268
Estado, acción pública y cambio técnico
químico y agronómico— y por el lado de la demanda —tanto por la extensión de nuevas plagas como por la elevación de precios que esas plagas y la elevación del consumo trajeron consigo—, para permitir transformaciones técnicas generalizadas en la viticultura y la vinicultura. Estas actividades ofrecen, por ello, una demostración histórica de la doble dependencia de las transformaciones tecnológicas respecto a la evolución de la demanda y respecto a cambios que cabe considerar parcialmente autónomos, por el lado de la oferta de conocimientos científicos y aplicaciones tecnológicas.2 La difusión nunca se limita a la mera copia y adaptación, constituye un proceso complejo que depende en diferente medida de las condiciones de demanda y oferta en sentido muy amplio, puesto que no es sólo función de la innovación en sí, sus costes (incluidos los de adaptación local) y beneficios esperados, sino de la existencia de redes de servicios y productos complementarios.3 En el caso de la agricultura, algunos de los problemas de adaptación local son mucho más pronunciados que en cualquier otro sector, a causa de la dependencia de las prácticas de cultivo del medio natural y a causa de los rasgos propios de la actividad agraria y de sus sujetos, especialmente en sociedades campesinas: escaso capital líquido, acceso limitado al crédito, dispersión espacial, cultura iletrada, aprendizaje informal... Esos problemas eran aún mayores en cultivos arbustivos como la vid, por cuanto los largos ciclos de vida de la planta aumentaban los riesgos de cualquier decisión inicial de plantío; y no sólo condicionaban la renovación de variedades cultivadas y su disposición en el terreno, sino que ésta y aquéllas limitaban a su vez los cambios en aperos y fertilizantes. Las dificultades eran distintas, desde luego, en la vinicultura, pero, a diferencia de otras actividades agroindustriales, los rasgos del vino relevantes para el consumo están muy condicionados por los de su materia prima, la uva, por lo que las relaciones entre viticultura y vinificación son estrechas, incluso tras la progresiva separación de una y otra mediante la aparición de bodegas industriales. Éstas se empezaron a extender en España precisamente en los años finales del siglo XIX, aunque la producción conjunta de uva y vino en las explotaciones campesinas siguió siendo predominante hasta la década de 1950.4 2 Rosenberg (1979), capítulo XIV. 3 Vegara (1989), pp. 73-77. 4 Pan-Montojo (1994), pp. 348-373.
Introducción
269
Los problemas específicos de la generación y difusión de innovaciones científico-técnicas en agricultura (y en algunas agroindustrias) explican la importancia del Estado en la mayor parte de los procesos de renovación agraria desde finales del siglo XIX.5 En los países mediterráneos de Europa el «aprendizaje» burocrático de la gestión de la política tecnológica en agricultura tuvo un escenario privilegiado en la vitivinicultura: como veremos respecto a España en las páginas que siguen, el carácter pionero de la vid y el vino en este terreno respondió tanto a su importancia económica a nivel nacional y local, como a las específicas condiciones del sector, por los impactos externos de las plagas pero también por una estructura de propiedad y explotación que obstaculizaban las respuestas sin respaldo público. Los tres trabajos agrupados en esta parte nos presentan formas diversas de acción pública en la innovación técnica vitivinícola. Diversas, en primer lugar, por la propia naturaleza de las instituciones protagonistas: el Servicio Agrícola Provincial de la Diputación Foral de Navarra, la Estación Enológica de Vilafranca del Penedès —dependiente del Servicio Agronómico del Estado— y la Caja Vitícola Provincial, un organismo autónomo creado por la Diputación de Logroño. Diversas, asimismo, por los objetivos que trataron de cubrir, ya que si tanto en la Rioja como en Navarra sus cometidos básicos fueron inicialmente la replantación post-filoxérica (aunque en Navarra, esa tarea se enmarcaba en la más amplia de renovación agraria), en el caso de Vilafranca la Estación se orientó a la mejora del cultivo y, sobre todo, a la renovación técnica de la vinicultura. Diversas —al menos en cierto grado—, por último, por el tipo de interlocutores sociales que cada una de las iniciativas públicas acabó adoptando como referencia básica de su tarea. Todas estas diferencias son en sí muy relevantes, porque ponen de manifiesto la variedad de soluciones posibles de un problema planteado en términos políticos de manera uniforme: la crisis de la vitivinicultura española a principios del siglo XX, atrapada entre los elevados costes económicos y las grandes dificultades técnicas de la replantación del viñedo y del
5 Schlebecker (1977) y Wade (1981).
270
Estado, acción pública y cambio técnico
cultivo de las vides injertadas, y la reducción e inestabilidad de los precios del vino. El abandono del cultivo y la producción vinícola eran salidas posibles y fueron muchos los vitivinicultores que recurrieron total o parcialmente a ellas; pero la falta de usos alternativos de muchas tierras de dedicación vitícola y la importancia de los costes fijos irrecuperables activaron una fuerte demanda social en pro de la acción pública, dentro de las estrategias de reducción de costes y sostenimiento de precios adoptadas por los cosecheros y bodegueros, individual y colectivamente. En Navarra los portavoces de esa demanda fueron un grupo de grandes propietarios y productores vinícolas organizados en la Asociación Vinícola de Navarra en 1878, en pleno período expansivo: la existencia de una institución provincial con elevada autonomía política y financiera e importantes recursos económicos permitió que, tras la llegada de la crisis a finales de los años ochenta y de la filoxera poco después, sus demandas encontraran un eco relativamente rápido en sucesivas comisiones contra el mildíu y la filoxera, primero, y en el Servicio Provincial de Agricultura, en 1896. En Vilafranca del Penedés, núcleo de la industria vinícola comarcal, fueron el Ayuntamiento y las diversas asociaciones locales de grandes propietarios y exportadores, las que arrancaron del titular del flamante Ministerio de Agricultura, Industria y Obras Públicas, en el curso de una visita que éste efectuó a la villa en 1901, la promesa de la instalación de una estación enológica, siguiendo el modelo de la de Haro, la única activa en esas fechas. Por su parte, en la Rioja, la iniciativa de la Caja nació de los políticos provinciales y como respuesta a lo que se percibía como una crisis social de amplias dimensiones: su despliegue se retrasó de hecho en el tiempo, hasta que se comprobaron las dificultades para una recuperación autónoma del sector, tras la ruptura interna entre los bodegueros industriales que habían creado su propio organismo de fomento de la replantación. Oestreicher alude asimismo a factores políticos para explicar la decisión de constituir la Caja: el temor del liberalismo dominante en la provincia a dejar la iniciativa de la replantación en manos del sindicalismo católico —vinculado al conservadurismo—, en claro auge desde 1909. Similares motivaciones políticas podrían sin duda aducirse en la decisión de la Diputación navarra de otorgarse nuevas funciones interventoras, en una década en la que la autonomía foral fue puesta en duda, o en la respuesta del Gobierno central a las demandas vilafranquinas, en unos años de clara efervescencia anticentralista en Cataluña.
Introducción
271
Todo apunta, sin embargo, a que las diferencias entre los grupos que tomaron la iniciativa en la petición de la intervención pública tuvieron más repercusión en la fecha de intervención y, con ella, en su forma inicial, que en su desarrollo ulterior. La institucionalización de la política de cambio técnico condujo a una relativa autonomía respecto a los representantes e intermediarios de la demanda de intervención. Así, en Navarra, junto con medidas más o menos universales de difusión de técnicas de injerto o de ensayo de portainjertos eficaces para cada zona, la tarea de suministro de pies americanos y euroamericanos se efectuó, ante una elevada demanda que los viveros oficiales no podían cubrir en su totalidad, por medio de un sistema de prorrateo de las existencias entre los peticionarios de acuerdo con la cantidad solicitada, un sistema que en la Dictadura de Primo de Rivera fue sustituido por una política discriminatoria en beneficio de los pequeños propietarios. En conjunto, señala Lana que la «política articulada por la Diputación Foral de Navarra [...] se adaptaba a las posibilidades de las pequeñas y medianas explotaciones». En Logroño, la Caja Vitícola concedió en principio sus créditos a la replantación de acuerdo con un criterio técnico (la calidad de las tierras y los costes de plantío por cepa), pero pronto introdujo el tamaño de explotación como elemento corrector en beneficio de los pequeños cultivadores, además de promover los repartos de fondos por la vía de las asociaciones de cosecheros. Por último, la Estación de Enología de Vilafranca del Penedés centró su acción de mejora de la vinificación en los grandes propietarios y exportadores de la comarca, así como en las bodegas cooperativas, aunque también realizó de forma subsidiaria cursos para pequeños viticultores. En definitiva, fueran cuales fueran sus promotores, la acción de los servicios y organismos públicos acabó volcándose hacia los grupos sociales que consideraban más aptos para la recepción de sus propuestas: los pequeños y medianos viticultores, cuando su eje era la repoblación y las mejoras en el cultivo; las grandes bodegas —particulares o cooperativas—, en el caso de la vinificación. Esto último tenía sin duda un sesgo social, como pone de relieve Saumell, pero a su vez partía de una apuesta técnica concreta: la idea de que el desarrollo de la vinificación pasaba por la gran escala, en la medida en que ésta no sólo hacía viable la rentabilización de las inversiones, sino que permitía la experi-
272
Estado, acción pública y cambio técnico
mentación propia que diera sentido y complementara la desarrollada por los servicios públicos.6 Junto con los promotores y beneficiarios de la intervención pública, los tres trabajos tratan de acercarse a sus contenidos y resultados. En todos y cada uno se manifiesta el elevado dirigismo de la intervención pública, al menos en términos de lo que se ha dado en llamar «trayectoria tecnológica»,7 aunque, a su vez, no se puede pasar por alto que en Navarra, la Rioja y el Penedés los empleados públicos no rompieron con las líneas de especialización anterior sino que más bien las reforzaron. Lana recuerda que las autoridades navarras favorecieron especialmente la viticultura intensiva en trabajo y la producción de vinos «ricos en color y grado», a partir de la variedad garnacha, dos soluciones que resultaban plenamente coherentes con la opción por las pequeñas y medianas explotaciones familiares y con las formas anteriores de comercialización del vino navarro, por más que se pueda discutir, como hace Lana, que esa apuesta fuera a medio plazo la correcta; por mi parte, considero que en esa discusión se tiende a sobrevalorar con un sesgo muy presentista los vinos de calidad, y no se acaba de tener en cuenta las condiciones del mercado español y exterior en la época para absorber la producción de vinos superiores. En la Rioja, por el contrario, las opciones de la Caja Vitícola, que «tenía un control casi absoluto sobre los factores más importantes de la modernización del viñedo riojano», se decantaron por mantener las variedades autóctonas, sobre las que se había ido construyendo desde la década de 1870 el nombre del rioja, y por el abandono de las tierras de calidad inferior para el viñedo, corrigiendo «errores producidos durante los primeros años de reconstitución». La acción pública aparece, en consecuencia, como determinante en el regreso a la línea de especialización en el segmento de vinos superiores, y en el avance en la separación de la viticultura y la vinicultura. Saumell
6 Una opción que en parte corrobora la idea desarrollada por Mowry y Rosenberg de que «los programas gubernamentales para promover centros de tecnología generales (para un sector productivo) sólo [tienen éxito] cuando las empresas de esos sectores cuentan con laboratorios propios», un hecho que se deriva de «la complejidad de los elementos que es necesario dominar para implementar un determinado resultado tecnológico» (cita y comentario en Vence, 1995, p. 417). Véanse también los comentarios al respecto de Simpson en su introducción a la parte III de este libro (supra, pp. 141-151). 7 Sobre este concepto y el papel del Estado y otras instituciones en su definición, véase Dosi (1984), pp. 18-21.
Introducción
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subraya, por su parte, la contribución de la Enológica de Vilafranca en dos sentidos: la mejora genérica de la viticultura, con el incremento de los insumos externos a las explotaciones, y la extensión de la «vinería», es decir, la industrialización de la producción vinícola. Su actividad tuvo, por el contrario, poco éxito en lo que constituía su propuesta más novedosa: la localización de los vinos del Penedés, mediante la fijación de sus caracteres «naturales» y las características «tradicionales» de elaboración. En este terreno chocaba con las estructuras comerciales existentes, que únicamente reconocían a la Estación la posibilidad de certificar sus vinos frente a requisitos sanitarios extranjeros, pero no encontraron suficientemente atractivas las limitaciones implícitas en una denominación de origen. La acción pública tuvo, por tanto, un elevado impacto en la vitivinicultura de las zonas a las que se orientó, si bien su alcance dependió de los recursos de las instituciones que la patrocinaron: las iniciativas de la Diputación de Logroño no podían tener las mismas dimensiones que las de la Diputación Foral de Navarra ni la continuidad de las estatales en Vilafranca. No se puede cuantificar su aportación al cambio técnico (salvo en lo relativo a las hectáreas repobladas), pero diversos indicios presentados en los tres trabajos aquí reunidos ponen de manifiesto la importancia en las transformaciones tecnológicas de comarcas que, por otra parte —y fruto de la elevada especialización que explica el interés político por la suerte de la vitivinicultura—, ya contaban con una amplia tradición innovadora. Esa política tecnológica no fue por lo general rupturista con las tendencias preexistentes, o no fue eficaz cuando trató de serlo, pero sí dió forma definitiva a las trayectorias tecnológicas de la viticultura y la vinicultura a lo largo de las décadas subsiguientes: pequeña y mediana explotación intensivas en trabajo y con diferentes especializaciones productivas (vinos superiores o vinos de pasto para consumo interior directo y en mezcla) y gran bodega industrial (particular en la Rioja y Penedés, cooperativa en Navarra).
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PROGRESOS Y REGRESOS DE LA VITIVINICULTURA NAVARRA: LA ACCIÓN PÚBLICA Y SUS CONTEXTOS SOCIALES (1850-1936)* José Miguel Lana Berasain Universidad Pública de Navarra
1. De la euforia a la crisis: la quiebra del modelo agroexportador Culminado durante la primera mitad del ochocientos el proceso de transformaciones asociado a la revolución burguesa, la sociedad navarra estaba en condiciones de encajar su economía en el lienzo más amplio de la economía capitalista internacional. Encaje que la mayor parte de los navarros de la época no concebían de otro modo que a través del crecimiento agrario. «Ni somos ni podemos ser otra cosa que agricultores» decía en 1858, resumiendo los límites de esa confianza, Florencio Sanz y Baeza, secretario de la Junta Provincial de Agricultura, Industria y Comercio (JPAIC), para referirse unas páginas más adelante a un fenómeno reciente entonces que habría de protagonizar esa vinculación exterior durante la segunda mitad del XIX: la exportación a Francia de vinos comunes en cantidades masivas y a precios altamente remunera-
* La forma final de este trabajo debe mucho a los atinados comentarios de los profesores Juan Pan-Montojo y Joseba de la Torre. Queden para mí los defectos.
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dores.1 Esta integración en una jerarquía mercantil internacional, bajo el modelo agroexportador y limitada a un solo producto semielaborado de bajo valor añadido y con unas características muy concretas en cuanto a color y graduación, impulsó transformaciones importantes en la economía y en la sociedad navarras de las décadas finales del siglo XIX, pero las hizo enormemente vulnerables ante los cambios que pudiese experimentar la demanda. El panorama productivo de Navarra había experimentado, en efecto, una profunda transformación a lo largo de la centuria. Al final del ciclo de crecimiento del siglo XVIII, las comarcas centrales del reino aparecían con un protagonismo productivo indiscutible: una cuarta parte de la producción total de vino la proporcionaban los valles de Orba, Ilzarbe y Mañeru, donde encontramos además elevados coeficientes de producción per cápita (6,9 hL/hab.), y, en general, tres cuartas partes de la producción se situaban en esa franja intermedia. Pero el crecimiento de la segunda mitad del siglo XIX, al incorporar con un mayor dinamismo vitivinícola a las comarcas del sur —mejor adaptadas a la producción de los caldos ricos en color y alto grado, exigidos por la industria del coupage, y mejor conectadas a los mercados externos a través del tendido ferroviario y la red de carreteras—, implicó un desplazamiento del eje productivo hacia el tercio meridional. Este fenómeno tenía también implicaciones en cuanto a los protagonistas del crecimiento. Si en 1889 practicamente la mitad del viñedo (45,9%) del valle de Ilzarbe estaba en manos de 201 explotaciones vitivinícolas de tamaño medio (5/20 ha), en el distrito de Tudela los 316 patrimonios situados en ese nivel reunían menos de un tercio del viñedo (31,6%). En consecuencia, allá donde la economía vitivinícola mostraba más dinamismo el crecimiento se apoyaba en mayor medida sobre las
1 Sanz Baeza (1858). Miguel Irigaray, representante de Tafalla en el congreso de viticultores de los distritos de Alfaro, Calahorra, Borja, Tarazona, Tafalla y Tudela del 29 de julio de 1887, estaba también convencido de que «la fuente de prosperidad no hay que buscarla en nuestro país más que en la agricultura; lo que hay que hacer es buscar la colocación de nuestros productos en el interior y en el exterior». Sobre la conocida vocación exportadora de la vitivinicultura de este período y sus efectos internos son de consulta obligada, desde una perspectiva general, las obras de Carnero Abad (1980), Pan-Montojo (1994), Pinilla Navarro (1995a) o Simpson (1997).
Progresos y regresos de la vitivinicultura navarra (1850-1936)
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explotaciones pequeñas (40% del viñedo) y pequeñísimas (17%) o sobre los grandes viñedos (12%), explotados habitualmente de modo directo por sus dueños (Lana Berasain, 1995). Si éstos últimos pudieron haber aprovechado con ventaja las oportunidades de ampliación o consolidación patrimonial ofrecidas por la reforma agraria liberal, los primeros ganaron ese protagonismo participando en la colonización de terrenos comunales mediante repartos reglamentados o capturas indiscriminadas.2 En uno o en otro caso, la mercantilización de la tierra comunal era un hecho cotidiano: los usufructos se compraban y se vendían, se arrendaban o se cedían a censo enfitéutico, sin mayores complicaciones. CUADRO 1 PRODUCCIÓN DE VINO EN 1800 Y EN 1882 EN LAS DISTINTAS COMARCAS VITIVINÍCOLAS DE NAVARRA
Comarcas
Producto 1800
Producto 1882
Factor
Producto per cápita a
hL 53.197 33.596 48.278 96.123 45.958 24.099 15.898 85.955 28.451 1.718 28.869
% 14,1 8,9 12,8 25,6 12,2 6,4 4,2 22,8 7,6 0,5 7,7
hL 93.554 69.087 126.663 164.373 156.070 64.783 23.489 244.342 191.580 18.351 45.650
% 9,8 7,2 13,3 17,2 16,4 6,8 2,5 25,6 20,1 1,9 4,8
Increm. 1,8 2,1 2,6 1,7 3,4 2,7 1,5 2,8 6,7 10,7 1,6
hL/hab. 0,88 2,86 2,95 6,87 4,49 2,01 2,41 3,00 1,27 0,44 3,83
hL/hab. 1,15 4,15 5,09 8,96 8,74 3,65 2,91 5,60 5,39 2,39 4,13
%> 31,7 45,0 72,2 30,4 94,7 81,2 20,9 86,7 324,0 437,7 7,6
Total provincial 376.188
100
953.599
100
2,5
2,27
3,99
75,4
Norteb Baja Montaña Tierra Estella Valdizarbe Olite Marcilla Lerín Ribera Altac Ribera Baja Ebrob Rioja
a b c
El producto per cápita está calculado sobre los censos de 1787 y 1887. Comarcas no incluidas en las denominaciones de origen. Las cifras correspondientes a la Ribera Alta resultan de la suma de sus tres subcomarcas de Olite, Marcilla y Lerín. FUENTES: Archivo General de Navarra (AGN), Reino, Riqueza territorial, legs. 41/1bis, 33/1, 44/1bis y 43/3bis; Archivo Administrativo de Navarra (AAN), Agricultura y Ganadería, cajas 32748 y 32749. Para los datos de población, Gran Enciclopedia de Navarra, 1990.
2 El fenómeno más espectacular, en este sentido, lo constituyó la ocupación de los Montes de Cierzo. Si en 1847 se apeaban 1.131 ha de viñedo o, lo que es lo mismo, un 4% de la superficie de la facería, en 1873 alcanzaban las 3.349 ha (11,8%), las 4.223 ha en 1889 (14,9%) y las 7.643 ha en 1899 (26,9%) (Lana Berasain, 1997a). Con la ausen-
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Y es que el modelo articulado en este período concedía amplio margen para la acción vitalizadora de la iniciativa privada y de los estímulos del mercado, quedando el papel del Estado limitado a funciones auxiliares, ya fuese como gendarme, ya como garante del marco institucional para los intercambios, ya como alentador y soporte de las iniciativas privadas. La segunda gran coyuntura exportadora ofreció la ocasión para que ese modelo ideal de protagonismo civil —consolidado ya en Cataluña con el Instituto Agrícola Catalán de San Isidro (IACSI)— se plasmase en la creación de una entidad vertebradora de los intereses de la burguesía vitivinícola, que había de completar junto con los funcionarios de Fomento y las juntas o consejos de agricultura, industria y comercio el triple soporte de la política agraria liberal (Pan-Montojo, 1995): la Asociación Vinícola de Navarra (AVN). Fundada en Pamplona en 1878 para «mejorar el cultivo de la vid, elaborar bien el vino y proporcionar mercados para los mismos», el optimismo progresista3 que rezuman las actividades desplegadas durante los primeros años (concursos de prácticas agrícolas, difusión de abonos artificiales y variedades de vidueño, divulgación de métodos y herramientas de vinificación, exposiciones vinícolas provinciales y participación en las internacionales...) y su órgano de prensa (La Revista Agrícola, publicación primero quincenal y luego decenal que se editaría durante más de diez años ininterrumpidos), fue adquiriendo tonos más sombríos durante la segunda mitad de los ochenta, conforme los problemas sanitarios y mercantiles atenuaron la euforia anterior. Porque, hasta mediados de esa década, pese a la cortedad de algunas cosechas por causas meteorológicas (sequía y hielos de 1882 y 1884) o sanitarias (mildíu en 1885 y 1886), el dinamismo de la demanda y los
cia de todo control público que regulase la puesta en uso de estos terrenos, quienes estaban en mejores condiciones de aprovechar la oportunidad que se brindaba eran los integrantes de la burguesía agraria de los pueblos: los hacendados y labradores acomodados con medios de explotación suficientes para conquistar amplios espacios, con la necesaria liquidez para adquirir posesiones ganadas por otros, o con una posición acreedora en los mercados de crédito que permitía incorporar terrenos de este tipo mediante adjudicaciones por deudas. 3 No en vano, dominaba entre sus principales impulsores (José M.ª Gastón, Cayo Escudero, Norberto Goizueta, León Yanguas) la adscripción política liberal progresista, aunque no faltaban los euskaros, conservadores, carlistas e integristas (García Sanz Marcotegui, 1996).
Progresos y regresos de la vitivinicultura navarra (1850-1936)
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buenos precios permitieron desentenderse de cualquier preocupación a medio plazo; pero en la segunda mitad de esa década se instaló una conciencia de crisis que, a decir de Aquilino Frauca —presidente del Centro de Agricultores, Ganaderos y Propietarios de Tudela—, «no es accidental ni pasajera, sino que tiene un carácter permanente».4 Más allá del problema de los alcoholes, que era el que preocupaba a Frauca, y que permanecería gravitando sobre el sector durante el medio siglo posterior, la recuperación del viñedo francés y el desarrollo de otras vitiviniculturas hacían aflorar la amenaza de la sobreproducción. Con unos costes de producción relativamente fijos, que además habían crecido a mediados de los ochenta por la necesidad de combatir el mildíu, la caída de precios iniciada en 1887 y acelerada en 1892 situaba a las explotaciones que operaban con trabajo asalariado en una difícil situación. El procedimiento es demasiado tosco, tanto por la información de origen como por el tratamiento dado a ella, pero los cálculos que podemos efectuar sobre las cartillas evaluatorias de 1890 permiten una aproximación al fenómeno. Sin modificar otros supuestos, sin duda importantes, y limitándonos a seis localidades, representativas de distintas condiciones geográficas, la caída de precios de los primeros años noventa significaba la aparición de pérdidas importantes en las cuentas de explotación, tanto en las tierras de mejor calidad —sometidas a un cultivo esmerado e intensivo— como en las de calidad inferior. Tan sólo los pueblos de la zona media podían seguir manteniendo ganancias en las mejores tierras, pero lo ruinoso de los viñedos marginales es visible en todos los casos. Y conviene no olvidar que hemos usado un precio promediado. En 1893 y 1894, en que las cotizaciones bajaron de cinco pts./hL, y en 1895 y 1896, en que no llegaron a diez, la situación para las explotaciones con mano de obra asalariada pudieron llegar a ser, desde un punto de vista estrictamente contable, dramáticas.
4 Centro de Agricultores, Ganaderos y Propietarios de Tudela (1887, p. 3).
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Estado, acción pública y cambio técnico CUADRO 2
CUENTAS DE PRODUCTOS Y GASTOS DE UNA HECTÁREA DE VIÑEDO EN SEIS LOCALIDADES, SEGÚN LAS CARTILLAS EVALUATORIAS DE 1890 (EN PTS./HA)
Tierras de calidad superior Tierras de calidad inferior Localidades Rendim. Ingreso Gasto Líquido Liq.a Rendim. Ingreso Gasto Líquido Liq.a hL/ha pts./ha pts./ha pts./ha pts./ha hL/ha pts./ha pts./ha pts./ha pts./ha Tulebras R
18,34
404,58
315,54
89,04 –94,63
9,17 198,12 186,99
11,13
Peralta R
34,06
601,03
545,38
55,65 –169,7
11,79 207,02 195,89
11,13
–80,71 –66,88
Peralta Sb
26,20
467,47
378,43
89,04 –84,31
8,84 155,82 133,56
22,26
–36,27
Viana R
26,20
466,91
339,47 127,44 –57,04
10,48 186,99 177,53
9,46
–64,33
Viana S
23,58
420,17
307,75 112,42 –53,62
8,12 145,25 136,35
8,90
–48,21
Allo S
32,75
509,21
276,47 232,74
85,61
7,53 119,98 108,96
11,02
–22,81
Artajona S
32,75
578,77
314,43 264,34
47,64
13,10 228,17 217,04
11,13
–75,55
Legarda S
28,82
533,14
307,19 225,95
35,26
11,14 196,45 192,55
3,90
–69,73
R: a
Regadío. S: Secano. El líquido supuesto para los años 1890-94 simplemente resulta de multiplicar el rendimiento físico de la viña por el precio medio de ese quinquenio, cifrado en 10,376 pts./hL (Lana Berasain, 1995), y de restar de la cantidad obtenida el gasto total. b El cultivo de secano en Peralta incorpora procedimientos mecánicos en el laboreo de viñas. En el resto de los casos se supone la ejecución a brazo de las tareas. FUENTE: AAN, Catastro, caja 16131.
Las respuestas podían variar. En el caso del marqués de San Adrián, comprobé una sustancial reducción de los costes salariales del cultivo, permitida por las transformaciones técnicas del laboreo de las viñas (marco de plantación más claro en los viñedos nuevos e introducción de nuevos tipos de arados), así como cambios en las estrategias de comercialización (optándose por la venta de uva y renunciando a su transformación en vino), permitidos por el proceso en curso de disociación entre viticultura y vinicultura. Hay que tener en cuenta, además, que estas opciones tomadas por los grandes y medianos propietarios repercutían sobre la demanda global de fuerza de trabajo y, a través de ello, sobre el nivel de los salarios: Miguel Irigaray contará a la Comisión de la Crisis Agrícola y Pecuaria en 1887 «que los jornaleros de aquel país […] aún sin asomar el invierno andan ya a bandadas en busca de trabajo remunerado a cualquier precio»5 (y eso que lo peor estaba todavía por llegar).
5 La crisis agrícola y pecuaria. Información oral, t. VI, 1888, p. 18
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A quienes no pesaba en exceso este tipo de condicionamientos, aunque no podían permanecer impasibles ante las caídas de precios, era a los pequeños propietarios, que utilizaban la mano de obra familiar y que en número abundantísimo completaban el elenco de las explotaciones vitícolas. Para ellas, producir más, vender más producto, era la respuesta inmediata, máxime si se contaba con tierra barata en los comunales, y mugrón tras mugrón, acodo tras acodo, podía disponerse a poco coste de la planta necesaria. Además, plantar se hacía para estas familias apremiante en la medida en que los productos que iban a permitir compensar la caída de precios llegarían al tercer o quinto año, y urgía, por tanto, disponer de ellos. Así puede entenderse la «carrera» de plantaciones que parece caracterizar a los años noventa (no creo que se trate de una simple ilusión estadística derivada de las imperfecciones de la fuente catastral) y que llega a registrar en el catastro provincial, antes de que comenzaran a darse de baja los viñedos filoxerados, una extensión superior a las sesenta mil hectáreas de viñedo (incluyendo el cultivo asociado). Sobre esta coyuntura vino a montarse la prevista catastrofe filóxerica, la última y más letal de las nuevas plagas del viñedo. Después de una serie de alarmas infundadas, la epidemia se declaró oficialmente el 2 de noviembre de 1896. De agosto a octubre de ese año cuatro comisiones dependientes de la Comisión Provincial de Defensa contra la Filoxera habían recorrido la provincia, descubriéndola en sesenta y cuatro pueblos de la zona central, desde donde progresó en años posteriores a una velocidad creciente conforme se multiplicaba el número de focos. La cuantía del daño no puede ser subestimada. García de los Salmones (1909, p. 4) cifraba las pérdidas en un valor superior a los 100 millones de pesetas. Y, cuando en 1899 se dieron de baja en el catastro los primeros viñedos filoxerados (poco menos de once mil hectáreas), venían a representar más de un tercio del capital catastral en valles como Echauri, Ilzarbe y Mañeru, y un 3,2% del catastro provincial.6
6 AAN, cajas 16216/2 y 16118/11. Según un apunte de 1897, las 54.395 ha de viñedo que computaba en la provincia en 1892 venían a representar, en términos de valor catastral, el 18,44% del capital imponible provincial, alcanzando en los partidos de Tudela, Tafalla y Estella el 30,2%, el 28,3% y el 22,1%, respectivamente (AAN, caja 16216/1).
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Estado, acción pública y cambio técnico
Los efectos de esta veloz descapitalización de la agricultura de Navarra —o, al menos, de las dos terceras partes de su territorio— hubieron de ser traumáticos para la mayor parte de las explotaciones. Enredadas en una maraña de créditos en los años en que, como señalaba M. Irigaray, «había crédito sobrado, porque las viñas producían y eran dinero a la mano»,7 la crisis y la filoxera servían el terreno idóneo para que ese crédito para la financiación productiva se transformase en crédito para la satisfacción de las obligaciones financieras y de las necesidades de consumo. Con ello, la usura, siempre presente para determinados estratos sociales, podía alcanzar un desarrollo a mayor escala. Pero es que además desaparecían también las oportunidades de trabajo ligadas al viñedo —los dos millones de jornales anuales de que habla García de los Salmones—, ampliando el endémico problema de la subocupación y del desempleo jornalero. Lo resumía el Ayuntamiento de Arguedas en enero de 1910 cuando, para justificar una parcelación comunal, diagnosticaba que «a causa de la desaparición de la vid por la enfermedad filoxerica, la del olivo por la negrilla y otras varias […] es lo cierto que la clase proletaria en particular atraviesa al presente una situación por demás crítica y angustiosa por la paralización de labores agrícolas», y que de ello podría resultar «el conflicto que podría degenerar al orden público y que los vecinos en núcleo tan numeroso que sienten amor al trabajo traten de ir en su busca a lejanas tierras». Las respuestas de esas clases bajas, como refleja este episodio, iban desde la emigración8 hasta la acción colectiva, que podía revestir múltiples formas, incluyendo tanto manifestaciones pacíficas y recogidas de firmas (como la que inició ese expediente de reparto de tierras) como disturbios callejeros o sabotajes.9
7 La crisis agrícola y pecuaria. Información oral, t. VI, 1888, p. 27. 8 Casi 19.000 personas abandonaron la provincia entre 1887 y 1900, y cerca de 26.000 la dejaron entre ese último censo y el de 1910. El impacto fue especialmente intenso en aquellas localidades que más habían avanzado en la especialización vitícola: entre un 22 y un 18 % menos de población que la que se había censado en 1887 contaban en 1910 Puente la Reina, Obanos, Mendigorría, Cirauqui o Valdizarbe; y un tamaño también inferior en un 10 o un 15% tenían las poblaciones de los valles de Echauri o Mañeru, de Artajona, Tafalla, Olite o Villafranca (cálculos a partir de Gran Enciclopedia de Navarra, 1990). 9 Archivo Municipal de Arguedas, caja 40/5. A los disturbios, manifestaciones y sabotajes de los años noventa se refiere Gil Novales (1986), e Iriarte Goñi (1997) a los repartos comunales. Algunos de esos conflictos tenían una relación directa con la muerte de las cepas y con el modelo de ocupación de tierras comunales que había alentado el boom vitivinícola desde mediados de siglo. La apropiación, incompleta, y las transacciones efec-
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2. Respuestas a la crisis: intervención pública, difusión de la propiedad y reorientación productiva La quiebra del modelo del primer capitalismo agrario alteró irremediablemente el modo de entender la acción pública en la economía, aunque no se trató de un cambio repentino ni uniforme (Koning, 1994). La catástrofe filoxérica ofreció, eso sí, una oportunidad única para que la acción del Estado o de las diputaciones pudiese ensayar su primera intervención a gran escala. En el caso navarro, ésta había venido precedida de una actuación en esa línea por parte de la Diputación (DPFN) con ocasión de la crisis del mildíu. La iniciativa no correspondió, sin embargo, a esa institución sino al grupo de presión organizado en la AVN (convertida en la Asociación General de Agricultores de Navarra —AGAN— tras su fusión con la Asociación Pecuaria y Forestal de Navarra, creada a su imagen en 1881) y al órgano consultivo de Fomento en la provincia (CPAIC), que durante el año 1885 se volcaron en labores propagandísticas sobre la plaga y sus remedios.10 A instancia de éstas últimas, la DPFN
tuadas con esos terrenos quedaron al descubierto por efecto de la filoxera, dando lugar a enfrentamientos entre particulares o entre éstos y los ayuntamientos. En 1899, en Arguedas, algunos vecinos aprovecharon la filoxera para ocupar terrenos que poseían terratenientes forasteros y «se propasaron a sembrar, hoyar y plantar viña», argumentando que las ventas efectuadas por sus padres se limitaban a las plantas vivas, lo que fue aprovechado por el Ayuntamiento para reivindicar los terrenos comunales en manos de forasteros (A.M. Arguedas, caja 2/8-9). Un panorama similar se le presentó al Ayuntamiento de Tudela en 1903 cuando, tras serle adjudicada la porción correspondiente de Montes de Cierzo, pretendió recuperar para el patrimonio comunal las posesiones de vecinos de otros pueblos. Pendiente el tema ante los tribunales y destruido por la filoxera el viñedo que había colonizado el baldío, los viticultores de Cintruénigo se aprestaron a replantar, acordando el Ayuntamiento tudelano en enero de 1904 prohibir las replantaciones y destruir las verificadas hasta entonces, a lo que «a viva fuerza iban a oponerse los vecinos de Cintruénigo, cuando el Gobernador de la provincia, enterado de los sucesos, suspendió la ejecución del acuerdo» (Montoro Sagasti, 1930). Planteamientos como éstos, de reivindicación de usufructos, abundaron entonces. 10 La difusión de información se efectuó a través de La Revista Agrícola, que recibían gratis los asociados de la AVN-AGAN, o a través de circulares como la que giró el 30 de diciembre de 1885 el CPAIC. Una nueva circular de este órgano de 24 de febrero de 1886 pedía a los pueblos noticias estadísticas sobre la superficie de viñedo, la atacada por la enfermedad y la cantidad de sulfato de cobre que desearían. Respondieron 72 ayuntamientos, confesando tener atacadas 8.238 ha, un 36% del viñedo que afirmaban existía en sus términos (AAN, caja 32778/2).
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Estado, acción pública y cambio técnico
aceptó participar en una Comisión Provincial de Defensa contra el Mildew (acuerdo de 24-III-1886), cuyos gastos correrían a cargo del presupuesto provincial. Este organismo procedió inmediatamente a la importación de grandes cantidades de sulfato de cobre (672,44 q), que, no sin algún problema, distribuyó a precios módicos entre los interesados (163 particulares y 31 ayuntamientos), adquirió aparatos pulverizadores y escobillas para cederlos o venderlos a los cultivadores, organizó concursos agrícolas centrados en los tratamientos contra la plaga en Peralta y Pamplona, realizó inspecciones sobre el terreno, reconocimientos de muestras de vides enfermas y análisis químicos de sustancias fitosanitarias, gastándose la cantidad de 27.617 pts.11 El episodio revela el papel desempeñado por las redes de los propietarios en la articulación de una respuesta pública a la crisis, aunque la atribución de protagonismos públicos o privados es, en cierta medida, un planteamiento falso, al nutrirse tanto la AVN-AGAN, como el CPAIC o la DPFN del mismo medio social: la burguesía propietaria. El esquema volvió a reproducirse en los años noventa, incluyendo la iniciativa de las redes de propietarios,12 pero, dada la magnitud del desastre, la actuación pública fue también más ambiciosa. La Comisión Provincial de Defensa contra la Filoxera, que en 1892 había recibido una asignación presupuestaria de mil pesetas «para poder responder que se atiende a la plaga en el caso de que hubiese reclamación del cumplimiento de la ley de defensa contra la filoxera de 18 de junio de 1885»,13 dio paso en 1896 al
11 A partir de mayo de 1886 se ponían a disposición de los viticultores dos remesas (de 315,6 y 254 q) de sulfato de cobre importado de Bremen, por valor (incluidos los fletes) de 19.844 pts. Parcialmente distribuido y cobrado, un análisis de laboratorio reveló que se trataba de una mezcla ferrosa de nulos efectos. El fiasco del sulfato adulterado —compensado sólo en parte por la compra de sulfato puro (102,8 q por 5.923 pts.)— generó desconfianza por parte de los viticultores, haciendo que las existencias se acumulasen en los almacenes (en diciembre de 1887 seguían sin vender el 53% del sulfato impuro y el 70% del bueno) y que los precios de venta hubieran de ser reducidos sobre un 10% (AAN, caja 32778). 12 En 1893 se señalaba que «la Asociación General de Agricultores navarros ha celebrado varios concursos y ha invertido bastantes cantidades en reconocimientos de los viñedos, apenas ha habido alguna sospecha de que la filoxera apareciese por alguna parte. Se han hecho visitas de inspección repetidas veces y por lo menos la Asociación practica una cada año» (AAN, caja 32776/1). 13 El punto 12 de la Ley de 18-VI-1885 obligaba a la recaudación por parte de las diputaciones de un impuesto extraordinario de 50 céntimos por hectárea de viña, destinado a combatir la plaga, que debía ser ingresado en la sucursal que el Banco de España tenía
Progresos y regresos de la vitivinicultura navarra (1850-1936)
285
Servicio Agrícola Provincial, cuya dirección se ofreció al prestigioso técnico Nicolás García de los Salmones, quien el 24 de octubre aceptaba el cargo.14 La autoridad de este ingeniero, junto con la atonía de los mercados del vino y los bajos precios del caldo, contribuyeron a resolver el dilema, planteado en otros lugares, entre «sulfuristas» y «americanistas» acerca de los métodos para combatir la plaga. El propio García de los Salmones (1909) y, después de él, Daniel Nagore Nagore (1929, 1936) y cuantos han prestado alguna atención a la agricultura navarra del primer tercio del XX (Mensua Fernández, 1960; Huetz de Lemps, 1967; Floristán Samanés, 1968; Gallego Martínez, 1986; Mees, 1992) han recogido por extenso las actividades desarrolladas por ese servicio. Hasta 1902, fecha en que, invadidas las provincias limítrofes, se declaró la libertad de plantación de vides americanas en toda la provincia, las actuaciones consistieron en: la factura del mapa filoxérico y formulación del plan de trabajo, incluyendo incentivos para quienes ayudasen con su acción individual (denuncia de nuevos focos, desfondes profundos, tratamientos con sulfuro de carbono) a retrasar el avance de la plaga; estudios y análisis calcimétricos de terrenos; establecimiento de
en cada provincia. En febrero de 1893 el Ministerio de Fomento reclamaba por ese concepto 24.076 pts. Que la DFN recaudase y abonase esa cantidad suponía abrir una fisura en el modelo tributario-financiero articulado por la ley de Modificación de Fueros de 1841. De ahí la estrategia de justificar presupuestariamente unos gastos antifiloxéricos equivalentes que permitiesen una negociación ventajosa. Se trajeron, así, a colación abonos realizados en 1881 para establecer las zonas de defensa contra la filoxera, o las dietas pagadas en 1878 y 1881 al ingeniero agrónomo provincial para viajes a Málaga y al departamento de los Bajos Pirineos. Ello no fue óbice para que en 1897 la DFN pretendiese acogerse a las subvenciones previstas en esa misma ley, a lo que Fomento contestó interesándose de nuevo por el cumplimiento del punto 12. Nuevamente recibió como respuesta que la «administración de sus fondos para las atenciones comunes como para la defensa de los intereses agrícolas es de su propia y privativa competencia, conforme a la ley de 16 de agosto de 1841», pero que tiene invertidas «cantidades cuantiosas» y consignadas en presupuestos 83.313 pts. para una estación ampelográfica, campos de experimentación, laboratorio agrícola, etc. De cualquier modo, no era la única diputación provincial que incumplía esa ley, a juzgar por las quejas de Fomento en tal sentido (AAN, caja 32776/1). Por otra parte, aunque desde Mensua Fernández (1960, pp. 124-126) y Huetz de Lemps (1967, v. 2, pp. 551-558) se señala habitualmente 1892 como la fecha en que apareció la filoxera en Navarra, es ésta la única referencia directa que he hallado, y no implica que la plaga hubiese llegado efectivamente a la provincia. 14 AAN, caja 32776/1.
286
Estado, acción pública y cambio técnico
campos regionales de experimentación con vides americanas en las zonas de imposible defensa; creación de viveros de pies madres, cuyos productos serían ofrecidos a los viticultores desde 1899; intermediación en los mercados de vides americanas, «para lograr ventajas de precio y de bondad en la compra y evitar el engaño», y en los de materiales y utensilios de injertar; conferencias teóricas y prácticas sobre el injerto de la vid y concursos de injertadores (1899); imposición de una contribución extraordinaria antifiloxérica equivalente a 1,11 pts./ha de viñedo para financiar los trabajos (1897); y, finalmente, elaboración de una normativa para las rebajas fiscales a los terrenos filoxerados (1899). Desde 1902 hasta 1912, fecha de la fastuosa celebración en Pamplona del Congreso Nacional de Viticultura, se continuaron y ampliaron esas líneas: se acordó la exención tributaria por cinco años a las nuevas plantaciones; se celebró un concurso (Tafalla, 1903) de arados especiales para el desfonde de terrenos; la política de viveros se abrió a la producción de injertos y se impulsó la creación de viveros municipales, a fin de completar la oferta de pies madres de los regionales; los concursos de injertadores se orientaron a la selección del personal que pudiera encargarse de recorrer los pueblos divulgando esas prácticas u ofrecerse como obreros especializados, junto con la maquinaria adquirida, a las explotaciones vitícolas que los requiriesen; la intermediación en los mercados —acompañada de la correspondiente instrucción en su manejo— se amplió a los abonos minerales, invirtiéndose en su adquisición entre 1905 y 1907 más de un millón de pesetas; se gestionó desde 1904 la ubicación de la Granja Instituto de la región agronómica cántabro-pirenaica y de una de las dos estaciones ampelográficas nacionales previstas por el Estado, la cual se abrió en 1908 (en 1919 fue cedida a la Estación Ampelográfica Central, presidida por Salmones, y en 1932 se recuperó como Granja Agrícola Provincial) y se comenzó a formar en ella una completa colección ampelográfica (1911); por último, se inició una apertura de los objetivos del servicio hacia otras ramas productivas (cereales y tubérculos, praderas artificiales, ganadería), que habrían de cobrar mayor fuerza en las décadas siguientes.15
15 Las asignaciones que para 1929 recoge Nagore Nagore (1929) atribuyen al gasto vitivinícola un 21,3% del presupuesto del Servicio, mientras que distintas actividades relacionadas con la ganadería (sementales, libros genealógicos, concursos de ganados, vías
Progresos y regresos de la vitivinicultura navarra (1850-1936)
287
CUADRO 3 PETICIONES DE SARMIENTOS A LOS VIVEROS PROVINCIALES Y CANTIDADES SERVIDAS
Años
1899-03 1904-06 1907-08 ... 1929-34
Peticiones de sarmientos
Concesiones de sarmientos
Total Miles
Promedio Anual miles
Total Miles
Promedio Anual miles
Cobertura %
9.400 50.900 114.000
1.880 16.967 57.000
5.000 14.100 32.800
1.000 4.700 16.400
53,2 27,7 28,8
49.400
8.233
28.200
4.700
57,1
FUENTE: Nagore Nagore (1936). Elaboración propia.
Al margen de la ambiciosa apuesta por la enseñanza agrícola, vieja aspiración16 que tomará cuerpo con la fundación en 1914 de la Granja Escuela Práctica de Agricultura,17 y la apertura, dentro de ésta, de una Sección de Estudios Especiales de Viticultura y de Vinificación (ampliada en 1919 a Escuela de Capataces de Viticultura y Enología), la política de viveros y de campos experimentales, encargados de seleccionar las variedades de híbridos mejor adaptadas a las distintas condiciones de suelo y clima de la provincia, fue posiblemente la estrella de esta acción pública. Supuso para la DPFN un desembolso hasta 1908 de más de un millón de pesetas, que en sus últimos años tendió a ser cubierto con las propias ven-
pecuarias) representaban ya un 41,7%; otro 10,3% se asignaba a experimentación y laboratorio; fruticultura y selección de semillas suponían un 16% y un 8,2% la enseñanza agrícola. Para estas fechas, el gasto en extensión agraria, que había llegado a situarse cerca del 20% del gasto provincial entre 1897 y 1905, se había reducido a proporciones inferiores al 10% (Torre y García Zúñiga, 1997). 16 Hay que destacar los esfuerzos por impulsar desde la AVN-AGAN la creación de una escuela teórico-práctica de agricultura (AAN, caja 32667/2), cuyo único resultado fue la apertura en 1881 de una estación antifiloxérica en Irache, que fue clausurada en 1887 (Pan-Montojo, 1995, p. 201). No se perdían de vista los modelos europeos: en 1883 la DPFN se carteaba con la Colonie Agricole de Mettray (Indre-et-Loire) y en 1901-1902 se enviaba a técnicos del Servicio de Agricultura a visitar institutos agrícolas en Alemania y Bélgica (García de los Salmones, 1909). 17 Ubicada en Villaba y transformada en 1924 en Escuela de Peritos Agrícolas, expidió 189 títulos en las veinte promociones que precedieron al estallido de la guerra civil (Nagore Nagore, 1936).
288
Estado, acción pública y cambio técnico
tas de plantones, una vez que los 27 viveros regionales y los 5 municipales completaban su formación. Pasados los primeros años, en que pedidos y ventas se mantenían a un nivel necesariamente bajo, la demanda se disparó en la primera década del siglo, en una medida muy superior a la capacidad de servirla por parte de los viveros. Ello implicaba, obviamente, tener que elegir qué peticionarios serían servidos y quiénes no. Hasta la década de 1920 el criterio dominante parece haber sido el orden de petición, pero durante la Dictadura se impuso una política populista que discriminaba a favor de los pequeños peticionarios.18 Para esas fechas se habían cerrado la mayor parte de los viveros: 14 quedaban en 1920, 6 en 1924 y 3 en 1926. Si nos atrevemos a efectuar un balance a partir del cuadro anterior y si consideramos que tras la filoxera el marco de plantación se aclaró en Navarra hasta las 2.500/4.444 cepas/ha, podemos concluir —tomando el valor más alto para compensar los plantones que no llegaban a arraigar— que las peticiones de sarmientos efectuadas entre 1899 y 1908 hubiesen permitido poblar casi cuarenta mil hectáreas de viñedo, mientras que las concesiones efectivas podían haber servido para plantar unas doce mil hectáreas, una cifra muy cercana a las 10.741 ha contabilizadas en la memoria de la JCA de 1909. Aunque los pedidos rebasaron el marco provincial (Mees, 1992), hay que reconocer que parece existir poco margen para la actuación de viveristas privados19 y que el papel de Diputación en este terreno fue esencial.
18 En 1920 la distribución se haría a prorrateo para los solicitantes de más de cinco mil plantas, con preferencia a los primeros peticionarios; en 1924 comenzó a favorecerse en el prorrateo a los peticionarios de cantidades menores; y en 1929 pasaron a escalonarse las concesiones «de modo que resulten más favorecidas las pequeñas peticiones, en orden de menor a mayor». 19 Lo que no quiere decir que a través del fraude los intermediarios no dispusiesen de un margen de actuación en este terreno. Circulares de 1905 reconocían que «muchas de las plantas distribuidas […] han sido objeto de reventa, adquiriendo así ciertas variedades hasta cuatro veces el valor de su compra» (Boletín Oficial de la Provincia de Navarra [BOPN], n.º 133/1905), y que «fueron frecuentes los casos de conceder crecido número de plantas a quienes no tenían ni un área en la provincia» (BOPN, n.º 140/1905). Todavía en 1928, y ya municipalizado ese servicio, se descubrían fraudes como el de Lerín, donde un empleado municipal, conchabado con amigos y parientes que prestaban sus nombres, se dedicaba a la reventa de estaquillas a un viverista de Logroño, cuya ingenuidad al girar el importe directamente a la Diputación permitió descubrir el pastel. (AAN, caja 32750/1).
Progresos y regresos de la vitivinicultura navarra (1850-1936)
289
CUADRO 4 EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN Y DEL NÚMERO DE PROPIETARIOS RESIDENTES EN CASCANTE, 1890-1931
Fechas
1887-1890 1910-1912 1930-1931 a
Propietarios vecinos a
Población
Hab./prop.
N.º hab.
Índice
N.º
Índice
N.º
Índice
4.132 3.712 3.801
100 90 92
666 756 860
100 113 129
6,2 4,9 4,4
100 79 71
El número de propietarios cascantinos era en cada una de esas fechas superior a la cifra que aquí se recoge, no solamente por los vecinos cuyo patrimonio podía radicar en los municipios inmediatos, sino porque he preferido no incorporar los datos correspondientes a la superficie de la mancomunidad de Montes de Cierzo, que se asignó a Cascante en 1902. De hacerlo, el número de propietarios residentes ascendería en 1912, por ejemplo, a 925, aunque debe considerarse que esa «propiedad» era más bien un usufructo arbitrario sobre un bien comunal que llevaba camino de consolidarse como tal. Además, al no disponer de información similar para 1890, la serie no resultaría homogénea.
FUENTE: Lana Berasain (1997a).
La acción pública venía a sostener un proceso autónomo, perceptible desde las últimas décadas del XIX, que consistió en la difusión de la propiedad y en el fortalecimiento patrimonial de grupos en gran medida ajenos a los que habían protagonizado la expansión del ochocientos. Este fenómeno, comprobado para otras localidades navarras (Gerónimo de Uztariz-en Lur Lantaldea, 1991), puede ejemplificarse en la localidad de Cascante, en la que el crecimiento del número de propietarios residentes rebasó ampliamente durante este primer tercio del siglo el ritmo que siguió su población. Procesos migratorios, repartos igualitarios de herencia y el dinamismo de los mercados de compraventa de tierra parecen estar detrás de este hecho.20 El resultado fue un acceso más amplio y firme a la propiedad, pasando de un coeficiente de más de seis habitantes por propietario residente a otro de poco más de cuatro.
20 El dinamismo del mercado de la tierra no ofrece duda. Al margen de otros movimientos identificables en los tres catastros sucesivos de 1890, 1912 y 1931, un colectivo tan inconfundible como la nobleza vio mermarse su presencia en unas setenta y cinco hectáreas. El dinamismo de los mercados de tierra y el protagonismo de los pequeños propietarios durante este período han sido objeto de investigaciones más minuciosas en los casos valenciano (Calatayud, 1989), aragonés (Sabio Alcutén, 1995a) y catalán (Saguer i Hom, 1992).
290
Estado, acción pública y cambio técnico
Este movimiento es compatible con una evolución peculiar de la propiedad vitícola, que se caracteriza en este pueblo por la recomposición de la extensión prefiloxérica sobre nuevos protagonistas: los propietarios forasteros, sobre todo los de la vecina localidad de Murchante, que tenían porciones de patrimonio de tamaño pequeño y mediano en Cascante, y, en menor medida, los grandes patrimonios locales que recompusieron y ampliaron sus explotaciones vitícolas. El significado que cabe dar a este movimiento es el de una tendencia a desplazar la plantación de viñedo desde las tierras de ruedo a los espacios periféricos del patrimonio (de Murchante a Cascante, y de Cascante, previsiblemente, a Montes de Cierzo). Ello sería coherente con el nuevo papel atribuido a la vitivinicultura en el nuevo modelo de crecimiento agrario articulado tras la crisis finisecular: un papel ya no protagonista sino complementario. CUADRO 5 DISTRIBUCIÓN DE LA PROPIEDAD DEL VIÑEDO EN CASCANTE EN 1890 Y 1931
Hectáreas
1890 Vecinos Hectáreas
1931 Forasteros
%
Vecinos
Forasteros
Hectáreas
%
Hectáreas
%
Hectáreas
%
0-0,5
35,58
5,9
3,69
0,6
26,50
3,9
23,18
3,4
0,5-1 1-2 2-5 5-10 10-20 20-50 50-100
45,54 50,35 120,01 96,82 55,32 77,72 23,68
7,5 8,3 19,9 16,0 9,2 12,9 3,9
2,95 12,93 13,72 17,10 2,54 33,12 12,46
0,5 2,1 2,3 2,8 0,4 5,5 2,1
34,77 39,63 100,99 73,71 54,98 55,63 63,06
5,1 5,9 14,9 10,9 8,1 8,2 9,3
27,64 45,34 59,62 49,83 19,04 2,24 0,19
4,1 6,7 8,8 7,4 2,8 0,3 0,0
Total
505,02
83,7
98,51
16,3
449,26
66,4
227,08
33,6
Nota La suma total de propiedades de vecinos y forasteros ascendía en 1890 a 603,53 ha y en 1931 a 676,34 ha. El cuadro incluye la superficie de cultivo asociado de viñedo y olivar, que sumaba 272,43 ha en 1890 y 284,50 ha en 1931. FUENTES: AAN, Catastro; Depto. de Riqueza Territorial del Gobierno de Navarra, Catastro de Cascante de 1931.
Progresos y regresos de la vitivinicultura navarra (1850-1936)
291
Buena muestra de ello son las nuevas características del viñedo recompuesto tras el desastre filoxérico en la provincia. Reducido en un 40% respecto a la superficie alcanzada en 1890, no ha sufrido el mismo golpe ni se ha recompuesto en la misma medida en todas las comarcas. La reconstitución postfiloxérica prolonga la tendencia marcada durante el XIX de desplazamiento del eje productivo hacia el sur, ya que es ahí donde la replantación prácticamente logra revivir, e incluso superar localmente la extensión alcanzada durante los buenos años del boom de los ochenta. El declive es, sin embargo, irreversible en el viñedo de las comarcas centrales y septentrionales, condenadas, más que por condiciones de suelo y clima, por la excentricidad respecto a los medios de transporte y por la incapacidad para haber impulsado una vitivinicultura de calidad durante la etapa anterior. Además, el viñedo postfiloxérico, que por la crisis paralela de los mercados del aceite local es un viñedo más especializado (el cultivo asociado de vid y olivo, importante en algunas comarcas, se reduce del 15 al 5%), tiende a refugiarse en los terrenos que no son útiles para otros cultivos: en 1909, un 22,1% del viñedo reconstituido se sitúa fuera de los antiguos pagos de viña en la zona meridional, representa el 35,9% en la zona central y llega al 47,9% en la septentrional (Junta Consultiva Agronómica, 1911, p. 94). El espacio abandonado por la vid lo ocupan otros cultivos mejor remunerados: la remolacha, alfalfa y hortalizas en los regadíos, y el trigo en los secanos. El esbozo de programa que la DPFN manejaba a mediados de los noventa apuntaba las transformaciones cuando se planteaba «la mejora de los cultivos y de las razas pecuarias, la formalización de un servicio agronómico, la repoblación forestal, el aumento de los riegos y el anticipo de capitales para la explotación», con el objeto de fomentar y crear «nuevas fuentes de producción agraria» capaces de compensar «las pérdidas que ocasione la invasión filoxérica».21 De todas esas líneas, la última, la referida al crédito, resultaba imprescindible para la reconstitución del viñedo sobre la base de la agricultura familiar, pero su cobertura no fue asumida por el sector público sino por el asociacionismo impulsado por el catolicismo social desde 1906 (Majuelo Gil y Pascual Bonis, 1991).
21 BOPN, n.º 111/1896.
292
Estado, acción pública y cambio técnico CUADRO 6
SUPERFICIE Y COMPOSICIÓN DEL VIÑEDO NAVARRO ANTES Y DESPUÉS DE LA FILOXERA
Comarcas
Nortea Baja Montaña Tierra Estella Valdizarbe Olite Lerín Marcilla Ribera Altab Ribera Baja Ebroa Rioja Total Navarra
1890
1929
Reducción
Cult. asociado (%)
Hectáreas
%
Hectáreas
%
%
1890
1929
5.285,9 3.864,4 7.639,0 8.037,8 7.074,7 2.037,7 4.281,6 13.394,0 8.617,3 1.263,0
10,3 7,6 14,9 15,7 13,8 4,0 8,4 26,2 16,8 2,5
1.918,0 2.449,3 3.712,5 3.238,7 3.840,5 988,6 3.225,5 8.054,6 7.669,2 788,7
6,3 8,0 12,1 10,6 12,5 3,2 10,5 26,2 25,0 2,6
–63,7 –36,6 –51,4 –59,7 –45,7 –51,5 –24,7 –39,9 –11,0 –37,6
3,6 10,9 35,9 5,5 15,4 15,0 6,7 12,5 13,6 4,8
0,9 7,1 13,6 2,7 5,7 6,5 0,5 3,7 4,1 0,5
3.105,9
6,1
2.797,3
9,1
-9,9
29,6
9,1
51.207,2
100
30.628,3
100
–40,2
14,9
5,4
a b
Comarcas no incluidas en las denominaciones de origen. Las cifras correspondientes a la Ribera Alta resultan de la suma de sus tres subcomarcas de Olite, Marcilla y Lerín. FUENTES: AAN, Catastro, libros 3521, 3433, 3434, 3435, 3436, 3470, 3506, 3563 y 3599.
Vinculada a ese movimiento y respondiendo, en parte, al modelo de integración vertical sugerido por la Diputación,22 una nueva vertebración de los intereses vitivinícolas —la Asociación de Viticultores Navarros—, que tenía poco que ver con la anterior, terminó articulándose en 1912. El nacimiento de este organismo coincide, y no es casualidad, con la reaparición de los problemas de saturación de los mercados23 —a lo que no es 22 En relación con su política de intermediación en los mercados de abonos químicos, la DFN señalaba en una circular que «para que los beneficios de esta intervención de la Diputación alcancen a los grandes y pequeños propietarios, se excita a los primeros para que en sus respectivos pueblos fomenten la unión de esos pequeños y hagan a éstos, por medio de esa unión, partícipes de las ventajas que concede la asociación, pues mediante ella, si los reunidos son de honradez y buena fe, se logrará una garantía de crédito que suele faltar aisladamente» (BOPN, n.º 17/1906). 23 Su presidente M. Arrasate señalará en 1912 que «teníamos a los viticultores pasando inquietud, sin poder vender sus vinos, aun cuando la producción era insignificante o vendiéndolos a precios ínfimos comparados con los de esos otros vinazos verdaderamente sospechosos» (Arrasate, 1914, p. 219).
Progresos y regresos de la vitivinicultura navarra (1850-1936)
293
ajeno el crecimiento de un sector industrial azucarero en la provincia, entre cuyos subproductos se encontraba el alcohol extraído de las melazas (Puig Raposo, 1993)—, y con el desarrollo de iniciativas semejantes en la viticultura catalana (Pujol Andreu, 1986; Ferrer i Bosch y Muiños Valverde, 1986). La nueva AVN —que cuenta también con su órgano de prensa, El Viticultor Navarro— tiene, a diferencia de la que había surgido treinta años atrás, una naturaleza fundamentalmente defensiva frente a la competencia de los productos industriales sustitutivos.24 Es diferente además por su estructura interna, fuertemente jerarquizada, que construye desde las delegaciones locales y los consejos de zona una pirámide culminada por un directorio provincial y una asamblea anual en la que participan delegados y directores. Lo es también por las conexiones ideológicas (liberalismo progresista, aquélla; catolicismo social, ésta) y por el medio social del que se nutre. Se trata, en definitiva, de una reacción de pequeños y medianos viticultores contra intermediarios y almacenistas, y especialmente contra los vinos artificiales, que busca la solución a los problemas del sector en la recuperación de la relación directa entre productor y consumidor a través de la creación de tabernas y depósitos en cada pueblo para la venta directa,25 y mediante la eliminación del impuesto municipal sobre el vino (garapito).
24 Los objetivos trazados en su reglamento de 31-I-1912 eran: «perseguir sin descanso, dentro de las leyes y con el auxilio de las autoridades, los vinos falsificados y adulterados […], gestionar la reforma de la vigente ley de alcoholes […], conseguir por medio de tratados convenientes nuevos mercados en el exterior para los vinos españoles […], cultivar el crédito y la venta de los vinos naturales […], propagar entre los asociados las necesarias enseñanzas para que la elaboración de los vinos naturales se haga con arreglo a las prácticas más modernas […], obtener facilidades y baratura en los transportes de vinos para que puedan ser llevados a todos los mercados con la economía necesaria […], hacer la unión o establecer por lo menos una buena inteligencia con todos los viticultores españoles, para realizar por la acción común esos fines y todos aquellos que beneficien a la riqueza vitícola». 25 El procedimiento lo ilustra también Arrasate (1914, p. 219): «una comisión de la delegación va anotando los nombres de los cosecheros que quieren vender vinos y ordena la venta por turno riguroso; va la comisión a las bodegas, prueba los vinos y fija el precio a que se ha de vender, poniendo para las ventas al detall precio igual que al por mayor, si bien salvando una pequeña comisión para el encargado de venta, y de aquí resulta que el cosechero obtiene el precio que debe obtener y el consumidor compra directamente del cosechero vinos absolutamente puros con un cincuenta por ciento de economía, que es la ganancia regular del intermediario ambicioso y cruel que explota al público y revienta al viticultor».
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Estado, acción pública y cambio técnico
3. Luces y sombras de la reconstitución: renovación técnica y opciones productivas Si una parte de las transformaciones técnicas que experimentaron los procesos de producción de la uva (marcos de plantación, variedades de vidueño, modalidad y maquinaria de laboreo, formas y útiles de poda, sustancias e instrumentos anticriptogámicos, abonos químicos) y el vino (diseños de bodega, procedimientos de elaboración, bombas para trasiegos, pisadoras, prensas, etc.) venían ya consolidándose durante el último tercio del XIX, estrechamente conectadas a la vinculación comercial con Francia, que proporcionaba los modelos tecnológicos, la replantación postfiloxérica supuso, como es sabido, una ruptura en el sector. Desfondes más profundos, variedades híbridas, injertos, abonado más intenso, tratamientos químicos preventivos, maquinaria perfeccionada, son algunos de los cambios más destacados de una viticultura cada vez más disociada —por la vía de las bodegas industriales o de las cooperativas de producción— de un proceso de vinificación que requiere aumentar su escala para garantizar su rentabilidad. Es, por todo ello, un viñedo que precisa de inversiones más importantes que el anterior a la filoxera. Y esto es especialmente visible en la fase en que se concentran en mayor medida los requerimientos laborales y financieros: la plantación. Los dos ejemplos con los que cuento son bien indicativos en el sentido apuntado. Correspondientes a dos localidades de la zona meridional, ofrecen dos modalidades para la plantación postfiloxérica. En ambos casos se practican desfondes profundos, con la ayuda de malacates y de arados especiales,26 y con abundantes abonados.27 En un caso se opta por la adquisición de los
26 En Murchante, una sociedad de cinco propietarios disponía en 1905 de un arado de desfonde con malacate (adquirido en Barcelona por 3.500 pts.), utilizándolo por turno para descepar y efectuar el ondalán. Permitía trabajar a una profundidad de 60-75 cm, con un coste que variaba entre 392,34 pts./ha (trabajando 17 ha/día con el malacate y seis mulas) y 614,94 pts./ha (laborando 39 ha/día con el arado de desfonde y diez mulas). AAN, caja 16145. 27 En ambos casos se derramaban 20 q de estiércol. La fórmula recomendada en 1906 por la DPFN era más completa y por fuerza más cara: 6,7 q/ha de superfosfato de cal, otros 6,7 q/ha de yeso en «tierras fuertes», 1,7 q/ha de sulfato de potasa y 1,7 q/ha de sulfato amónico para un marco de plantación de 3.340 cepas por hectárea (BOPN, n.º 17/1906).
Progresos y regresos de la vitivinicultura navarra (1850-1936)
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plantones ya injertados —lo que elevaba notablemente los costes monetarios— y en otro por los barbados (sarmientos enraizados en vivero), que habrían de ser injertados una vez plantados. El coste total de plantación de una hectárea oscilaba, así, entre las 1.305 pts./ha de Murchante y las 2.182 pts./ha de Cintruénigo. El viñedo prefiloxérico de esta comarca, donde era práctica común abrir las hoyas en que habría de colocarse el barbado sin un previo desfonde del terreno, podía rondar en su coste de plantación entre las 300 y las 545 pts./ha, hacia 1895. En la Navarra central y la Ribera Alta, donde era más común la práctica del ondalán28 o la del desfonde con arados jaén de primera tirados por diez o doce mulas, o por una combinación de bueyes y mulas (a una profundidad de 35 a 40 cm), los costes de plantación del viñedo podían oscilar entre 600 y 1.500 pts./ha, si se practicaba el desfonde a jornal, o entre 444 y 666 pts./ha, si el desfonde se contrataba a destajo. Me interesa destacar un par de ideas a partir de este ejemplo. La primera, que la política articulada por la DPFN para ofertar sarmientos y barbados de los viveros regionales y garantizar la formación del viticultor en la práctica del injertado a través de cursillos y concursos se adaptaba a las posibilidades de las pequeñas y medianas explotaciones, más abundantes en trabajo que en capital.29 Y la segunda, que la mayor alteración en los costes productivos, al menos por lo que se refiere a la fase de plantación, se daba en aquellas comarcas que mejor se recuperaron del impacto de la crisis y en las que el proceso de difusión de la propiedad era más intenso.
28 Con ese nombre se conocía la labor preparatoria del terreno ejecutada por «una cuadrilla o tajo de varios peones, comúnmente de seis a doce» que, valiéndose de layas y/o de azadas, «voltean y desmenuzan la tierra hasta una profundidad de 50 centímetros por término medio» (Jaén, 1904, pp. 134-135). 29 Los precios manejados en 1905 en Cintruénigo y Murchante eran de 150 pts. el millar de injertos de vivero y de 30 pts. el millar de barbados. Los viveros regionales seguían hasta la década de 1920 una política de precios unitarios para todo tipo de híbridos: en 1908 los sarmientos se ofrecían a 7 pts. el millar y a 15 pts. los barbados; en 1915 los primeros se vendían a 10 pts., los segundos a 25 pts. y a 100 pts. los injertos de vivero. Después de la depresión filoxérica (Azanza Azcona, 1918-19; 1923) que afectó a los patrones francoamericanos en 1918-20, se establecieron tablas de precios diferentes según las variedades de híbridos, pero no —como hubiera sido coherente con una política de apoyo a la recuperación— señalando precios baratos a los patrones américo-americanos, sino a los euroamericanos (hasta la mitad, en algunos casos). La razón puede estar, además de en la negativa a renunciar a las inversiones efectuadas los años anteriores en los viveros, en el hecho de que ciertas condiciones de suelo y clima, características de áreas meridionales, preservaban a los patrones francoamericanos del rebrote filoxérico.
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Estado, acción pública y cambio técnico CUADRO 7 COSTE DE PLANTACIÓN DE UNA HECTÁREA DE VIÑEDO HACIA 1905 EN EL SUR DE NAVARRA BAJO DOS SISTEMAS DISTINTOS (TRES AÑOS)
Concepto
Cintruénigo
Murchante
Pts.
%
Pts.
Preparación
93,72
4,3
125,21
9,6
Abonado
14,36
0,6
30,61
2,3
Plantación
31,16
1,4
64,00
4,9 8,1
Injertado
%
0
0
105,85
271,35
12,4
70,68
5,4
10,24
0,5
6,12
0,5
Gastos salariales
420,83
19,3
402,47
30,8
Abonos
375,64
17,2
333,91
25,6
Cuidados culturales Tratamientos
Barbados y púas
0
0
189,55
14,5
709,55
32,5
0
0
Sulfato y cal
22,04
1,0
Agua
66,78
3,1
0
0
1.174,01
53,8
540,15
41,4
Labores con animales
482,94
22,1
300,74
23,0
Mobiliario mecánico
4,67
0,2
0
0
Animales y máquinas
487,61
22,3
300,74
23,0 0,4
Injertos
Inputs de explotación
Guarderío
16,70
1,3
5,34
0,2
5,01
Renta de la tierra
41,74
1,9
25,04
1,9
Imprevistos
52,20
2,4
31,28
2,4
Otros gastos
99,28
4,5
61,33
4,7
Total gasto
2.181,74
100
1.304,68
100
FUENTE: AAN, Catastro, cajas 16137 y 16145.
Y que, pese a ello, fuesen estas comarcas las que profundizaran su apuesta por el viñedo tiene que ver, probablemente, con que sus caldos, ricos en color y grado (los «vinazos» a que se refería Arrasate en 1912), seguían disponiendo de una demanda importante, esta vez ya no del mercado francés (salvo de forma esporádica) sino del español. Con un mercado de consumo que, en líneas generales, gozaba de una menor capacidad
Progresos y regresos de la vitivinicultura navarra (1850-1936)
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de compra y con una demanda de ese tipo de producto, apto para manipulaciones y mezclas, por parte de almacenistas y fabricantes, el viñedo meridional podía recuperarse e incluso crecer primando los criterios de cantidad sobre los de calidad. Porque la eficacia de la acción pública en el contexto de la crisis filoxérica —tan recordada por la propaganda foral— no le eximió de cometer algunos errores que, andando el tiempo, mostrarían su importancia. Además de la opción por un conjunto de portainjertos euroamericanos bien adaptados a las condiciones de suelo y clima de las distintas comarcas pero vulnerables, en ciertas condiciones climatológicas, a ser atacadas nuevamente por el insecto,30 hay que destacar la elección de la garnacha como vinífera dominante, que García de los Salmones justificaba únicamente con una conservadora y contradictoria apelación a la tradición.31 Las consecuencias que este hecho tenía para la cantidad y calidad de la producción y para las expectativas de crecimiento de la vitivinicultura navarra se hicieron notorias al finalizar el primer tercio del siglo. En diciembre de 1931 el diputado David Jaime proponía un cambio de política, con el desarrollo de híbridos de viníferas como garnacha, tempranillo, mazuela, macabeo o moscatel, y la recuperación del campo de experimentación de Villava cedido a la Estación Ampelográfica Central en 1919 para poder llevarlas adelante. La comparación con la experiencia riojana,
30 La elección entre híbridos de producción directa (defendida por el presbítero Izcue en 1904) y portainjertos fue resuelta por García de los Salmones a favor de éstos últimos, no sin efectuar algunas experiencias. Los ensayos en los campos regionales permitieron elegir los híbridos que mejores condiciones presentaban para desarrollarse en medios calizos y secos, sin que fuesen afectados por la clorosis. En 1908 la producción de los viveros regionales se centraba en los híbridos aramón X rupestris ganzín 1 y 9 (41%) y mourvedre X rupestris 1202 de couderc (32%); en 1934-35, después del rebrote filoxérico, lo hacía en el rupestris de lot (30%), riparia X rupestris 3309 (30%) y berlandieri X riparia 420-A (17%). Ver García de los Salmones (1909) y Nagore Nagore (1936). 31 «Es un lamentable error iniciar la reconstitución abandonando las variedades propias del país, porque el agricultor se mete de lleno en lo desconocido y porque supone eso querer borrar de golpe toda la obra de las pasadas generaciones, atribuyéndole imperfecciones que no tiene, pues es absurdo suponer que todo en nuestros ascendientes fue torpeza en la elección de variedades, lo cual, racionalmente pensando, no puede suceder tratándose de un cultivo que ha ido formándose de año en año, y sufriendo, además, transformaciones radicales, tan grandes a veces que en la misma provincia de Navarra más de la mitad de su viñedo era de muy reciente creación» (García de los Salmones, 1909, p. 16).
298
Estado, acción pública y cambio técnico
muy diferente pese a condiciones similares de partida, resultaba en esas condiciones ineludible.32 Sin embargo, la distancia entre las dos vitiviniculturas vecinas no era todavía tan amplia cuando en 1926 se planteó, a imitación del modelo francés (Unwin, 1991), la formación de una marca comercial para la región al abrigo del nombre de Rioja. Contándose en el Consejo Regulador con presencia navarra (Diputación y Cámara Agrícola), Daniel Nagore, director del Servicio de Agricultura y Ganadería, se inclinaba en marzo de 1927 por la inclusión de una buena parte de Navarra (la delimitada por la frontera biológica del olivo y por los cursos de los ríos Aragón y Alhama) en esa demarcación, toda vez que «de tiempos atrás están proporcionando materia prima, uva, para elaborar vinos [de calidad] en aquélla», y que los cosecheros de Navarra «que tenían su salida a las bodegas de aquella zona […] han de oponerse a que donde hasta ahora no hubo frontera se establezca». Una encuesta girada a los ayuntamientos acerca de este asunto proporcionó en junio una amplia mayoría de respuestas partidarias de la inclusión.33 Pero, desechada esa opción, que 32 «Es un hecho evidente que la vitivinicultura navarra no goza la prosperidad que por su clima y terrenos sería capaz. La mayor parte de sus viñedos, debilitados por la filoxera […] dan producciones cortas, siquiera en años excepcionales parezcan aceptables. Únese a los fracasos debidos al pie o portainjerto la inseguridad de fecundación propia de la garnacha, vinífera dominante cuyo aborto o corrimiento ocasionó desastres como los de 1921, 1923, 1926 y 1930, y se tendrá la explicación del porqué nuestra provincia, que en el cultivo de cereales figura entre las primeras de España, en el de la viña le aventaja gran número a los que debiera sobrepujar. Si de la cuantía pasamos a la calidad, es notorio que teniendo extensas comarcas de igual clima y terrenos que la Rioja, nuestros vinos resultan de clases corrientes, mientras los riojanos se venden como de marca acreditada. Es que nuestros vinos, a base de garnacha, si se prestan a elevadas graduaciones, no son propios para tipos finos de mesa» (AAN, caja 32750/2). Sobre David Jaime Deán, empleado de la Cooperativa Vinícola de Tafalla desde 1921 y diputado por Izquierda Republicana, puede consultarse García Sanz Marcotegui et alii (1998, pp. 288-292). 33 La propuesta que el Servicio de Agricultura de la DPFN presentaba el 4-III-1927 para la delimitación de la denominación de origen Rioja abarcaba una superficie de 8.620 km2 con 50.201 ha de viñedo y una producción anual de 1.226.520 hL de vino, del que poco menos de un tercio correspondería a la provincia de Navarra. En 1928, Navarra quedó, como bloque, fuera de la denominación de origen Rioja. Además de la oposición de los cosecheros logroñeses, hay que considerar un eventual retraimiento de las instituciones navarras, que en julio de 1927 volvían a someter a consulta la cuestión, recalcando lo que el reglamento recién aprobado por el Consejo Regulador significaba en términos de control y fiscalización de la producción (declaraciones de cosechas, pagos de sellos y precintos, sometimiento a inspecciones). AAN, caja 32725.
Progresos y regresos de la vitivinicultura navarra (1850-1936)
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hubiese permitido tal vez otra orientación de la vitivinicultura provincial, la evolución del sector se mantuvo en los parámetros establecidos durante el primer tercio del siglo. La evolución de las estructuras de propiedad, la política de comunales seguida por el poder público desde 1907, la propia labor desarrollada por el mismo en los mercados de inputs y el papel del catolicismo social en materia de crédito, conferían a las pequeñas y medianas explotaciones de base familiar un protagonismo coherente con lo que estaba sucediendo a nivel internacional tras la crisis finisecular. Protagonismo que el cooperativismo se encargó de consolidar a través del salto al sector transformador efectuado desde 1909 y profundizado desde 1942.34 Pese al cambio de paradigma tecnológico experimentado tras la filoxera, tanto en su faceta agronómica como enológica, la vitivinicultura provincial se desarrolló bajo el signo de la mediocridad, al amparo de una demanda de baja renta o de aptitudes para el coupage y de una oferta lastrada por una selección de variedades que primaba la cantidad y rusticidad. Que no se abriesen otras vías alternativas, pese a algunos meritorios intentos, no significa sino que las rutas de crecimiento habían abandonado tras la crisis finisecular sus bases previas y que desde comienzos de siglo el anterior protagonismo vitivinícola había sido sustituido por el de la remolacha (y otras producciones de huerta), en el regadío, y por el trigo —contando con tierra barata (comunal), tecnología asequible (semillas seleccionadas, maquinaria, fertilizantes) y mercado protegido—, en los secanos.
34 Desde 1909 hasta 1923 se fundaron 9 bodegas de este tipo, 13 entre 1931 y 1940, y en las décadas de 1940 y 1950 aparecieron, respectivamente, 24 y 26 más. Ver Floristán Samanés (1968) y Peñín Santos (1988).
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INICIATIVA PÚBLICA Y PRIVADA EN LA REPLANTACIÓN DEL VIÑEDO RIOJANO DESTRUIDO POR LA FILOXERA (1900-1918) Andreas Oestreicher
Introducción Este año se celebrará el centenario de la aparición del primer foco filoxérico en La Rioja (antigua provincia de Logroño). La filoxera, la destrucción del viñedo riojano y su posterior reconstitución son, sin duda alguna, temas centrales y de una enorme importancia en la historia vitivinícola riojana. Sobre la crisis filoxérica en la provincia de Logroño ya se han publicado algunos trabajos de carácter general.1 En el presente artículo se trata de analizar detalladamente la replantación del viñedo riojano con portainjertos americanos y, dentro de esta temática, con especial hincapié en las iniciativas públicas y privadas para llevarla a cabo, su repercusión de carácter técnico en la viticultura riojana y el alcance social de tales iniciativas. Es decir, a quién alcanzan las medidas y ayudas, con qué discurso político o social se propagan, según qué intereses (económicos, políticos, etc.) se aplican, etc. El presente trabajo, que tiene un marcado carácter cronológico, se divide en dos capítulos básicos cuya línea divisoria es la fundación de la
1 Provedo González (1987); Oestreicher (1996).
302
Estado, acción pública y cambio técnico
Caja Vitícola Provincial de la Diputación de Logroño. Ésta es, sin duda, una de las iniciativas públicas de replantación postfiloxérica más interesantes de toda la península, y merece un análisis completo y detallado (segunda parte del artículo). En el primer bloque analizaremos algunas iniciativas de carácter privado, en las que se incluyen los esfuerzos realizados por determinadas empresas viveristas y por alguna bodega industrial, y las contrastaremos con la escasa actividad pública durante aquellos años (1899-1909). Al mismo tiempo, nos acercaremos muy superficialmente al movimiento agrario católico y a la creación de un sinfín de organizaciones de carácter local y su función en la crisis filoxérica. Finalmente, intentaremos descubrir en todas las iniciativas, ya sean públicas o privadas, elementos que indiquen un cambio técnico en el cultivo de la vid o, al menos, la voluntad de realizar tal cambio. La fuente principal en la que nos apoyamos para el presente artículo es la prensa regional, o sea, el diario liberal La Rioja, entre los años de 1899 y 1918. Completan esta fuente básica distintas publicaciones oficiales y algunos estudios sobre la historia agraria y vitivinícola riojana. Hay que insistir, sin embargo, en que en La Rioja no existe una base sólida de trabajos de investigación en este campo que permita un alto grado de profundización. Es decir, cuestiones tan centrales para la historia vitivinícola como la tenencia y el reparto de la propiedad agrícola, la distribución de cultivos o las cosechas y los precios de los productos agrarios están muy poco desarrolladas, de modo que en muchos puntos nos basamos en afirmaciones de carácter más bien hipotético o especulativo. En este sentido, el presente trabajo también puede verse como un esquema de posibles líneas de investigación futuras.
1. Lenta replantación y crisis (1903-1909) Una vez rota la resistencia contra las plantas americanas, que fue la primera reacción por parte de los viticultores ante la crisis filoxérica,2 aumentaron las iniciativas de replantación, tanto individuales como colec-
2 Oestreicher (1994).
Iniciativa pública y privada en la replantación del viñedo riojano…
303
tivas, en un gran número de pueblos riojanos. El primer municipio que destacó por sus actividades en el campo de la replantación fue Briones.3 Su Sociedad de Labradores, presidida por Juan Díaz Quincoces, un gran propietario que recibió muchos laureles en la prensa regional, se dedicó no sólo a la replantación del viñedo, sino también a la lucha antifiloxérica y a la conservación de las antiguas cepas mediante la aplicación de sulfuro de carbono. En la replantación se detectaron muy pronto los primeros éxitos. En distintos viveros había en 1904 unas 400.000 vides injertadas listas para su plantación, varias hectáreas de plantación americana ya daban sus primeros frutos, y el municipio inauguró una escuela que instruyó en la técnica del injerto. También de Cenicero,4 Fuenmayor,5 San Vicente de la Sonsierra6 y muchos otros pueblos riojanos recibimos noticias parecidas entre 1904 y 1910. Nos encontramos con numerosos nombres, de los que La Rioja menciona una y otra vez su actitud activa frente al proceso de repoblación del viñedo riojano, como, por ejemplo, Leonardo Echeverría, Dionisio del Prado y Recaredo Sáenz de Santa María, de Haro; Ricardo Angulo, de Anguciana; Valentín Terraza, de Zarratón; Andrés Caballos, de San Asensio; Alfonso Bujanda y Felipe Lagunilla, de Cenicero; Félix Azpilicueta, de Fuenmayor; y muchas otras personalidades de varios municipios.7 Todos estos «pioneros» tenían algo en común: disponían de amplias propiedades vinícolas y considerables capacidades financieras para afrontar la replantación de sus viñedos.
1.1. La Junta de Fomento de Intereses Locales de Haro Quizás la iniciativa más interesante en la provincia de Logroño de aquellos años tuvo lugar en Haro, donde, en julio de 1904, un gran propietario y abogado harense, es decir, un representante típico de la elite local, Recaredo Sáenz de Santa María, convocó una asamblea multitudi-
3 4 5 6 7
La Rioja, 9-VI-1904. La Rioja, 5-II-1904. La Rioja, 30-I-1908. La Rioja, 2-II-1905. La Rioja, 31-VIII-1908.
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Estado, acción pública y cambio técnico
naria que finalizó en la fundación de la Junta de Fomento de Intereses Locales de Haro.8 A pesar de que el objetivo principal de esta organización de intereses fue la recuperación económica de la ciudad, la agricultura y, en particular, la replantación del viñedo tenían, sin duda, prioridad en los planteamientos de los fundadores. Mediante concurso público se intentó recaudar fondos para adquirir el material técnico y orgánico necesario para la repoblación de los viñedos herenses. El eco que encontró esta iniciativa fue sorprendente. La mayoría de las grandes bodegas industriales, así como algunos particulares, hicieron ofrecimientos muy generosos:9 CVNE
5.000 pts. (+1.000 pts. anuales durante 5 años) Rioja Alta 5.000 pts. Bodegas Bilbaínas 2.000 pts. (+ 1.000 pts. anuales durante 3 años) Leonardo Echeverría 5.000 pts. Dionisio del Prado (Rioja Alta) 5.000 pts. Alfredo Ardanza (Rioja Alta) 500 pts. Felipe Ugalde 500 pts. Carlos Serres 250 pts. (+ 50 pts. anuales durante 5 años) Arturo Marcelino 250 pts. Martínez Lacuesta 250 pts. Félix Murga 250 pts. Ayuntamiento de Haro 1.000 pts. (+ 100 pts. anuales durante 5 años) En conjunto, se reunió una suma total de 33.000 pts., más 3.500 pts. anuales comprometidas por algunos donantes. Además, el viverista catalán Jaime Sabaté donó a la Junta un total de 12.000 barbados de las variedades americanas más adecuadas, que se repartieron en Haro y los municipios circundantes. Con el capital reunido, la Junta adquirió varios trenes de desfonde, que se iban a poner gratuitamente a disposición de los viticultores para
8 La Rioja, 5-VII-1904. 9 La Rioja, 28-X-1904.
Iniciativa pública y privada en la replantación del viñedo riojano…
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preparar las nuevas plantaciones. En junio de 1905 se abrió, además, una escuela de injertadores, que instruyó a hombres y mujeres en las técnicas del injerto. Es allí donde descubrimos el destacado tono paternalista que caracterizaba las iniciativas de esta Junta, puesto que la escuela de injertadores se consideraba al mismo tiempo como centro de educación social; así lo describe un artículo de La Rioja de manera ejemplar:10 Los obreros han asistido puntuales todas las noches próximamente dos horas, que antes, por hábito, muchos de ellos pasaban en la taberna. De manera que colocándolos en atmósfera diferente, entreteniéndolos en cosas útiles y convenientes se han acostumbrado al ahorro de lo que invertían en esas distracciones nocivas, y han adquirido por el trato constante con las clases más cultas nuevas ideas respecto a sus deberes sociales. Se han educado.
La escuela de injertadores siguió funcionando hasta el año 1907. En 1906 llegó incluso a celebrarse un Concurso de Injertadores para fomentar esta actividad. Al mismo tiempo, la Junta, en un claro intento de promover la modernización del sector agrícola, organizó una exposición agraria en Haro, en 1905, que disponía de las siguientes secciones: maquinaria agraria, variedades americanas, semillas y abonos químicos.11 Al mismo tiempo, no queda claro en absoluto que el objetivo principal de la Junta de Fomento de Intereses de Haro, o sea, el apoyo a la replantación para los pequeños agricultores, se hubiese cumplido. En un artículo de La Rioja del año 190612 donde se informa sobre una asamblea de la Junta, leemos acerca de la creciente crítica que formulaban algunos miembros, al denunciar que las medidas no hubieran alcanzado a los pequeños propietarios. Por ello, varios miembros dimitieron en esta misma reunión, entre ellos Félix Martínez Lacuesta, Izarra (CVNE) y Leonardo Echeverría. El marcado carácter liberal de los dimisionarios deja traslucir un conflicto básicamente político en la crisis de esta institución. La independencia, cada vez mayor, de las grandes bodegas de la producción de vino y uva local, gracias a la importación de grandes cantidades de vino desde fuera de la provincia,13 también puede dar una respuesta parcial a la retirada de destacados representantes del sector vinícola moderno. 10 La Rioja, 3-III-1905. 11 La Rioja, 7-IV-1906. 12 La Rioja, 7-IV-1906. 13 Acerca de este tema está en vías de publicación un artículo mío con el título «Tendencias de modernización en la vitivinicultura riojana entre 1860 y 1915», que se basa en una colaboración en el I Encuentro de Historiadores de la Vitivinicultura Española (28-30 de abril de 1998), en El Puerto de Santa María (Cádiz), y que aparecerá publicado en sus actas.
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La Junta de Intereses Locales de Haro se disolvió, finalmente, en el año 1914,14 pero desapareció por completo del periódico La Rioja después de 1907. El ejemplo de esta Junta nos parece especialmente interesante porque representa el único apoyo organizado con participación de las bodegas modernas dentro del proceso de replantación.
1.2. Un nuevo negocio: el comercio de plantas americanas Dentro de las iniciativas privadas en la replantación del viñedo riojano con cepas americanas, no nos podemos olvidar de la cada vez más importante presencia de empresas viveristas en la provincia de Logroño a partir de 1900. Las primeras plantas americanas procedían en su totalidad de Francia y de Cataluña, pero, muy pronto, este nuevo negocio tuvo también sus representantes riojanos. Ya a partir de 1901 el periódico La Rioja está repleto de anuncios de los distintos comerciantes de vides americanas, y en los años sucesivos un número creciente de viveristas compitieron en la venta de material orgánico para la replantación del viñedo riojano. Un ejemplo: el día 24 de enero del año 1907 encontramos en la página de La Rioja dedicada a publicidad nada menos que doce (!!) anuncios de distintos comerciantes de plantas. Veamos, pues, en un breve resumen, las empresas más importantes de este sector establecidas en la Rioja: Alfaro Briones Fuenmayor
Haro Fuera de la provincia
García y Malleu Castilla y Latorre Sierra Eduardo Peñafiel Félix Azpilicueta Juan Castellet Gabriel Baonicoa Adolfo Herrarte Melintón Cárcamo Centro Vitícola Ampurdanés (Figueras-Gerona) Jaime Sabaté (Vilafranca del Penedés) Centro Vitícola Aragonés Centro Vitícola Navarro15
14 La Rioja, 17-I-1914. 15 Datos de las páginas publicitarias de La Rioja entre 1900 y 1910.
Iniciativa pública y privada en la replantación del viñedo riojano…
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También algunas bodegas industriales riojanas entraron de lleno en el negocio de las plantas americanas. Félix Azpilicueta tuvo el mayor vivero del municipio de Fuenmayor.16 En Cenicero, Felipe Lagunilla fundó un gran vivero bajo el nombre de Rioja Vitícola,17 y en Logroño las Bodegas Franco-Españolas instalaron un vivero de gran importancia, que disponía de representantes comerciales establecidos en un total de 16 municipios riojanos.18 Estos viveristas ofrecieron tanto planta injertada como estacas y barbados para su posterior injerto. Para el trabajo de injertar se contrataba, sobre todo, a mujeres como, por ejemplo, en el caso del vivero de Castilla y Latorre, de Alfaro, en el que se solía contratar en la temporada alta a más de cien mujeres. El tenor de las campañas publicitarias de las empresas viveristas se caracterizaba siempre por eslóganes marcadamente patrióticos, como si estuvieran al servicio de los viticultores sin intereses propios. Sin embargo, la realidad, al menos en algunos casos, nada tenía que ver con esta imagen de benefactor; la constante denuncia de altos precios, la mala calidad e incluso el fraude (leemos a menudo de entregas que contenían todo menos el material encargado) demuestran que, en primer lugar, se trataba de un negocio.19 Como anécdota, podemos reproducir en este lugar una cita de un artículo del año 1903,20 en el que se dice textualmente: «Los viveristas de oficio son los enemigos más formidables del viticultor pobre». El papel de los viveristas profesionales tiene que considerarse, a pesar de todo, como fundamental en la reconstitución del viñedo riojano; en particular, teniendo en cuenta la falta de un número suficiente de viveros oficiales hasta el año 1910. A nuestro entender, son un instrumento beneficioso, especialmente para los propietarios de cierto nivel económico; y no sólo por los precios, que solían estar bastante por encima de los de la
16 17 18 19 20
La Rioja, 11-VII-1907. La Rioja, 23-IV-1913. Ib. La Rioja, 5-XI-1900, 19-X-1900, 31-XII-1909, y muchos más. La Rioja, 27-XII-1903.
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planta procedente de viveros oficiales,21 sino también por la mayor capacidad de éstos cuando se trataba de disponer del asesoramiento técnico necesario, tanto para defenderse de fraudes como para conseguir una exitosa replantación.
1.3. Otras iniciativas privadas En este apartado cabe destacar un ejemplo que nos parece de especial interés, sobre todo porque pensamos que no tiene por qué tratarse de un ejemplo aislado: nos referimos a la Bodega Marqués de Riscal.22 Riscal dependía en su producción de vino, en gran medida, de las compras de uva que realizaba entre los viticultores de Elciego y alrededores. No extraña, por lo tanto, la noticia que leemos en un artículo de La Rioja del 20 de julio de 1902. En él se cuenta que Riscal tenía prevista para la primavera de 1903 la instalación de un gran vivero de planta americana, y que no sólo tenía intención de replantar sus propios viñedos sino también de suministrar material orgánico a precio de coste a todos sus proveedores de uva, es decir, a los viticultores de Elciego y zona colindante. Significativamente, Riscal es una de las cinco bodegas riojanas que renunció a la compra de vino de fuera de la provincia.23 Finalmente, hay que mencionar un hecho de suma importancia al que, hasta el momento, no se le ha dado la importancia que merece: se trata de la creación de un gran número de sindicatos, sobre todo sindica-
21 En La Rioja del 28-XII-1903 nos presentan una comparación directa entre los precios de la planta americana procedente de viveros privados y de viveros oficiales de la Diputación: Planta Sarmientos para vivero, millar Sarmientos injertables, millar Barbados, millar Injertos, millar
Precio en viveros privados, en pts. 10 - 35 25 - 80 40 - 150
Precio en viveros de la Diputación, en pts. 6 15 25 175 - 280 125
22 Quiero aprovechar la ocasión para expresar mi más sincero agradecimiento al Dr. Ludger Mees, que buscó en varias bodegas riojanas fuentes históricas y tuvo la amabilidad de proporcionarme muchos datos interesantes sobre la Bodega del Marqués de Riscal. 23 Junto al marqués de Murrieta y las bodegas López de Heredia, Felipe Ugalde y Palacios (Laguardia).
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tos agrícolas católicos, en la provincia de Logroño a partir del año 1906. En 1909 se fundó la llamada Federación de Sindicatos Agrícolas Católicos, como consecuencia de la unión de los entonces trece sindicatos locales.24 A partir de ahí, su expansión fue continua y acelerada. De los cuarenta y dos sindicatos agrícolas católicos que existían en 1912 se pasó a ciento veinte en 1916, y en 1917 la Rioja se convirtió, con ciento cuarenta y ocho sindicatos, en la provincia española con más organizaciones de esta clase.25 Puesto que su papel fue fundamentalmente de apoyo al pequeño agricultor, mediante compras colectivas de maquinaria, abonos y semillas, concesión de créditos, instrucción técnica, etc., es de suponer que su papel en la replantación del viñedo riojano fuera considerable.
1.4. Crisis e iniciativa institucional A pesar de los múltiples esfuerzos de replantación, sobre todo por parte de los viticultores económicamente más fuertes, la primera década del siglo XX resultó una de las más desastrosas en la historia de la Rioja,26 y especialmente para los pequeños viticultores, de los que muchos se vieron obligados a emigrar. Las fuentes estudiadas, aparte de una serie de lugares comunes, generalmente no hablan con detalle sobre la situación de los pequeños propietarios. Pero tenemos algunos indicios que nos hacen intuir que durante la década 1900-1910 la posibilidad para replantar tenía que ser para ellos bastante remota, por falta, sobre todo, de los medios económicos necesarios. Uno de estos indicios es la aparición en La Rioja de un número importante de artículos que nos informan sobre un nuevo fenómeno: el hurto de vides americanas, sobre todo en la Rioja Alta.27 Ya no se trata, como en años anteriores, de la destrucción de plantas americanas por parte de adversarios de la replantación, sino, todo lo contrario, del robo de plantas americanas para su cultivo por parte de viticultores incapaces de conseguir los fondos necesarios para la repoblación
24 Se trata de Alberite, Anguciana, Nájera, Fuenmayor, Santo Domingo de la Calzada, Quel, Badarán, Torrecilla, Grávalos, Bañares, Heramélluri, Briones y Leiva. Ver Bilbao Díez (1984), p. 174. 25 Andrés-Gallego (1981), p. 169. 26 Información detallada sobre esta crisis y su repercusiones económicas y sociales, en Oestreicher (1996), pp. 605 y ss. 27 La Rioja 9-III-1906, 11-IV-1906, 19-IV-1906, etc.
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de sus viñedos. Los hurtos de vides americanas se multiplicaron en esos años y justifican las medidas que se adaptaron en diferentes municipios riojanos, en forma de un mayor control y registro de las plantaciones americanas para prevenir cualquier actividad ilegal. En general, podemos decir que hacia 1910 también los entes públicos, es decir los ayuntamientos y la propia Diputación Provincial, habían entrado en una grave crisis económica. Así, nos enteramos por el periódico de que en San Asensio, en 1909, la mayoría de los empleados municipales se quedaban sin sueldo y de que se llegó a cortar el alumbrado público por falta de pago de la luz eléctrica.28 Otro ejemplo es el municipio de Haro, donde se intentó durante dos años aplicar un impuesto sobre el consumo de la leche (!), intento que lógicamente provocó serias revueltas y protestas.29 También en la Diputación Provincial, el tema número uno en sus sesiones era durante estos años la falta de medios económicos. Con esta grave crisis económica como fondo, no extraña que las iniciativas públicas en apoyo de la reconstitución del viñedo riojano se presentasen bastante deficientes. El impuesto filoxérico, en teoría la base de cualquier política oficial de replantación, tampoco se pudo recaudar entre 1900 y 1910. Todavía en 1904 tan sólo once municipios habían saldado su deudas en este sentido.30 Los esfuerzos por parte de la Diputación Provincial en el establecimiento de viveros para el suministro de plantas americanas se caracterizaron, por lo tanto, por una gran modestia. Como ejemplo podemos indicar la cantidad de plantas americanas disponible en los viveros institucionales en el año 1905, que ascendió a 50.000 plantas,31 una cifra ridícula si partimos de una densidad de plantación de unas 3.000 cepas por hectárea32 (hubiera significado 17 hectáreas). Tampoco la producción proyectada para el año 1908, 500.000 plantas, cubrió ni una mínima parte de la demanda riojana.
28 La Rioja 16-IX-1909. 29 La Rioja 23-VIII-1906 y 25-VIII-1907. 30 La Rioja, 8-XII-1904. 31 La Rioja, 23-III-1905. 32 Cifra indicada en: Ministerio de Fomento, Dirección General de Agricultura, Minas y Montes (1911), p. 54.
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Las plantas procedentes de los viveros oficiales tenían muchas ventajas en comparación con las plantas de los viveristas privados. Su calidad solía ser impecable y su precio, como ya hemos visto, estaba muy por debajo de la oferta privada. Por su extremadamente corta oferta, estas ventajas se quedaban, sin embargo, en agua de borrajas. También la Estación Enológica de Haro participó activamente en la replantación. En sus campos de experimentación se estudiaban las distintas variedades americanas y su cultivo; y en el ámbito de los servicios destacan, sobre todo, los análisis calcimétricos para la determinación del patrón americano más adecuado. Si en 1904 se realizaban tan sólo 434 análisis calcimétricos, dos años más tarde ya fueron un total de 1.492.33 En el mismo año 1906, el Gobierno central aprobó el importe de 12.500 pts. para la ampliación de este centro de investigación vitivinícola. Resumiendo, podemos decir que los esfuerzos de repoblación por parte de los órganos oficiales (Diputación Provincial, personal técnico, Estación Enológica, ayuntamientos) se limitaron en esta primera década del siglo XX a trabajos de investigación y asesoramiento técnico, y sólo prestaron de manera puntual e insuficiente un apoyo directo y material a los viticultores. Esto significa, a nuestro entender, que estaban sobre todo al servicio de la elite regional, que sí pudo afrontar la costosa replantación de sus viñedos. Es cierto que la precaria situación económica de la Diputación y de los ayuntamientos influía en la falta de apoyo material, pero, como veremos en la segunda parte, ésta no puede ser la única explicación. En realidad, se carecía de una voluntad política real de facilitar la replantación con planta americana a los viticultores más modestos, una actitud de la elite política y económica riojana que tiene su explicación, a nuestro parecer, en las siguientes tesis: A) El Gobierno regional, el personal técnico de la provincia y la mayoría de la elite riojana relacionada con el sector vitivinícola ya insistieron en los años noventa del siglo anterior en la necesidad de modernizar la vitivinicultura riojana, sabiendo que la fase de exportación masiva a la vecina
33 Estación Enológica de Haro, Memoria 1904, p. 65; Memoria 1906, pp. 13-14.
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Francia se había acabado definitivamente. Esta opción significaba, entre otras cosas, una reducción drástica de la superficie vitícola a aquellos terrenos de mejor aptitud para la producción de vinos de calidad y la creación de un tipo de vino regional adecuado para la exportación. Tal tendencia modernizadora fue frenada por la gran mayoría de los pequeños propietarios vitícolas, que ni querían ni podían cambiar sus prácticas tradicionales. La filoxera y la destrucción del viñedo riojano significaban una oportunidad única para realizar este ajuste modernizador, dejando fuera de juego a una gran parte de los pequeños propietarios. Quizás se explique así que prácticamente todos los medios disponibles se invirtieran en investigación y asesoramiento técnico, y casi nada en ayudas materiales a los más débiles. B) La mayoría de los viticultores riojanos no disponía de una voz política, es decir, de una fuerte organización con la que presionar a los elites regionales. Tanto las organizaciones agrarias del ámbito provincial (Cámara Agraria, Partido Agrario Riojano, etc.) como local (asociaciones de agricultores, sindicatos agrícolas, etc.) fueron dominadas por las elites regionales y locales y organizadas «desde arriba». C) Las discrepancias políticas dentro de la provincia impedían el consenso necesario para una actitud más activa en la replantación. La situación en la provincia de Logroño a finales de 1909 fue la siguiente: 36.692 hectáreas del viñedo riojano completamente destruido por la filoxera; 15.900 hectáreas atacadas por la filoxera; tan sólo 8.400 hectáreas replantadas, pero con una manifiesta tendencia de estancamiento en los esfuerzos de replantación.
2. La replantación dirigida A finales del año 1909, después de una amplia victoria de la coalición liberal-democrática en las elecciones provinciales, el candidato independiente Francisco Martínez Zaporta fue elegido presidente de la Diputación Provincial de Logroño. Zaporta no era novato en el panorama político riojano; ya en 1896 se había presentado con éxito a las elecciones provinciales en nombre del Partido Agrario. Con esta nueva Diputación Provincial podemos constatar un cambio importante en la política agraria riojana: una actitud mucho más activa
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frente al proceso de reconstitución del viñedo riojano. En la presentación de su programa político, Zaporta destaca que los siete años de vacas gordas de la repoblación ya habían pasado: Ya no hay que contar con ahorros; quien los tenía los ha consumido. Ya no hay que contar con las viñas viejas; las 52.000 hectáreas han quedado reducidas a 7.000. Hay otras 12.000 moribundas; pero si dan cosecha este año, ya no la darán el siguiente. [...] Mas, aunque siguiera la repoblación como en estos últimos siete años, si en ellos sólo se han plantado cinco mil hectáreas, ¿cuándo llegaremos a las cincuenta mil, o siquiera a las treinta mil que se juzgan necesarias?34
En esta misma primera reunión de la nueva Diputación Provincial se tomaron dos acuerdos fundamentales: 1. Ampliación de los viveros provinciales para poder ofrecer en el siguiente año un total de un millón de injertos. 2. Inversión en maquinaria agrícola para apoyar activamente las labores de repoblación.
2.1. La replantación de la Caja Vitícola Provincial Pero, ¿cómo se iba a financiar de repente este aumento de la inversión pública en el proceso de la repoblación? Ya a finales de enero de 1910, Zaporta presentó el proyecto de la Caja Vitícola Provincial. Se trataba de la fundación de un banco agrícola especialmente orientado hacia el sector vitivinícola, que se financiaría mediante la emisión de cédulas amortizables con un interés anual del 5%, y que ofrecería préstamos a los viticultores en forma de plantas americanas de los viveros provinciales, y apoyos económicos y técnicos a las labores de repoblación. La idea de un banco agrícola no fue ni mucho menos una novedad en el ámbito español. Ya en 1905 existían 53 instituciones de este tipo en la península, seis de ellas en la vecina provincia de Navarra. La novedad del proyecto riojano consiste, quizás, en el hecho de que la Caja Vitícola se fundó única y exclusivamente como instrumento para la replantación del viñedo. Observemos un poco más detenidamente el primer reglamento de la Caja Vitícola: la Diputación estableció dos prioridades fundamentales, una de carácter agrícola y otra de carácter económico. 34 La Rioja, 5-XII-1909.
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Prioridades agrícolas: En este ámbito, se hizo hincapié en la calidad del vino. Los criterios de la concesión de créditos deberían establecerse, en primer lugar, bajo este aspecto, es decir, que serían favorecidos aquellos propietarios que dispusieran de los mejores suelos para la producción de vino de calidad. Así, leemos en La Rioja: 35 Aseguró [Zaporta] que a él se le habían hecho indicaciones para que se apoyase a quien pusiera más de su parte. [...] Examinó las ventajas de este sistema: cómo por él parece que se replantarían más viñas [...] cómo así la viña quedaría en poder de los ricos, con lo cual la industria vinícola dispondría de capitales y de crédito. Y puso al lado los inconvenientes de dejar sin viñas a los menos acomodados; acabando por mostrarse contrario al sistema. Para el señor Zaporta el orden de preferencia estaba sólo en la tierra. Ya que desgraciadamente se han arrasado las viñas, aprendamos y dediquemos cada terreno a su objeto: no plantemos aquellas tierras ricas que producirán mucho vino y de mala clase, causando frecuentes crisis, mientras se quedan yermos los mejores terrenos: acudamos a los terrenos pobres y, en general, los que, según informes autorizados, vayan a producir excelentes vinos que sostengan y acrecienten la fama de las marcas riojanas. Sin mirar si el propietario es rico o pobre, si la finca es grande o pequeña.
A tal fin se propuso formar comisiones municipales que realizarían este tipo de controles y estudios. El segundo aspecto de carácter agrícola se refirió al tipo de apoyo que brindaba la Caja Vitícola. Se estableció que la Caja apoyaría a los viticultores riojanos, sobre todo, con el suministro de vides americanas injertadas procedentes de los viveros provinciales. Para ello, se hizo necesario el drástico aumento de plantas americanas, que se adquirieron en Navarra y en Burdeos. Además, muchos propietarios riojanos habían ofrecido a la Diputación grandes cantidades de sarmientos de las variedades locales para injertar. Prioridades económicas: Basándose en criterios económicos, la Caja, como intermediaria entre los viticultores y el capital, intentó hacer a éstos últimos una oferta lo más segura y ventajosa posible. Por ello, la Diputación acompañó la emisión de cédulas con rigurosas medidas de seguridad. Cada prestatario tenía que aportar dos firmas de personas del mismo pueblo que garantizaban la devolución del mismo si el préstamo
35 La Rioja, 6-II-1910.
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no superaba las 2.000 pesetas. Para préstamos de entre 2.000 y 4.000 pts. hacían falta tres firmas; y por encima de las 4.000 pts., una garantía real. Además, la Caja sólo podía emitir cédulas en valor de hasta el 80% de la suma total prestada, para poder devolver el dinero a los capitalistas aun en caso de un 20% de préstamos no devueltos. Este restante 20% saldría de las subvenciones estatales y de la misma Diputación Provincial.36 El reglamento definitivo de la Caja Vitícola recogió finalmente los siguientes puntos como los más importantes: 1. Objeto principal de la Caja: Ayuda eficaz en la repoblación del viñedo riojano a los viticultores, proporcionándoles medios de efectuar los desfondes e injertos garantizados de vides del país sobre patrones americanos, y, en caso preciso, abonos, labores y cuanto sea necesario hasta que las nuevas viñas estén en producción. 2. Consejo de administración formado por cuatro diputados y presidido por el presidente de la Diputación Provincial. En los pueblos, este consejo nombraría delegaciones. La institución quedaría siempre bajo la alta inspección a cargo de la Diputación Provincial. 3. Préstamos amortizables por quintas partes anuales a partir del sexto año de la fecha de expedición; devengarían un interés anual del 5%. 4. Inversión máxima anual de la Caja de 300.000 pts. 5. Emisión de cédulas amortizables (máximo, un 80% de los préstamos emitidos) que devengarían un interés anual del 5%, libre de impuesto, y que serían amortizadas en un plazo máximo de 10 años. 6. El personal y el material del servicio antifiloxérico de la provincia se puso a plena disposición de la Caja. 7. Duración de la Caja Vitícola: 10 años. Unos meses más tarde, el 14 de junio del mismo año, la Caja Vitícola invitó a los viticultores riojanos a formular sus solicitudes hasta el día 10 del mes siguiente, concretando los criterios de admisión de la siguiente forma:
36 La Rioja, 8-II-1910.
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A) Serán preferidos los peticionarios cuyas tierras prometan mejor calidad de vino dentro de las que produzca el término municipal. B) Los que con menos auxilios se propongan plantar mayor número de vides. C) Los que se propongan hacer viñas de mayor extensión superficial.37 Basándonos en estos principios de la Caja Vitícola, es posible llegar a algunas conclusiones acerca de los intereses de esta nueva institución. Lo primero que llama la atención es el alto grado de control sobre la replantación ejercido por la Caja. Desde la selección de la planta, pasando por la admisión de terrenos concretos, hasta el estricto control de los propios trabajos de replantación (el consejo se negó, por ejemplo, en varias ocasiones, a entregar la planta a propietarios que no habían preparado la plantación según las disposiciones oficiales), la Caja supervisaba el proceso de repoblación paso por paso. Es decir, ahora era el Gobierno regional la instancia que estableció dónde, qué, cuánto y de qué modo se replantaba, hecho que escondía dos intereses fundamentales: por un lado, la Diputación ahora estaba capacitada para conducir la replantación directamente en la dirección que le interesaba, es decir, hacia la producción de vinos de calidad; y, por otro, tenía la garantía de que la replantación se realizara de forma adecuada y, por ende, de que los préstamos se devolvieran puntualmente.38 Otro hecho que llama la atención es que los pequeños viticultores no fueron privilegiados de ningún modo con estos primeros criterios de admisión. Todo lo contrario. Los puntos B) y C) favorecían directamente a los grandes propietarios. Por lo tanto, cuando se hable de la Caja como instrumento social, habrá que hacerlo con cierto cuidado. El primer año de la Caja Vitícola puede valorarse, sin duda alguna, como un éxito indiscutible. No sólo en cuanto a la buena acogida que tuvo entre los viticultores, sino también por el éxito que tuvo entre los capita-
37 La Rioja, 14-VI-1910. 38 «La Diputación recogía el crédito de mil vinicultores riojanos, lo aseguraba con informes y documentos, lo reforzaba con el suyo propio y lo ofrecía al capitalista. A su vez adquiría el dinero de éste y lo repartía por los campos, según las garantías de cada viticultor y tomando todas las precauciones para que se convirtiese en viñas que valiesen diez veces más, a fin de que su dueño pudiese devolver ese dinero, sin esfuerzo alguno, sólo con las cosechas de uva, o sea, con el producto de dicho capital». La Rioja, 8-II-1910. [La cursiva es mía]
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listas. A la petición pública de una cantidad total de 150.000 pesetas, mediante la emisión de 300 obligaciones, el capital riojano contestó con una demanda de 8.394 obligaciones que se corresponden con un total de 4.197.000 pts. La confianza por parte del capital riojano en este proyecto de la Diputación fue, por consiguiente, enorme. Sin embargo, no se pudo mantener durante mucho tiempo, como veremos a continuación.
2.2. Dimisión de Zaporta y primeras voces críticas En mayo de 1911 Francisco Martínez Zaporta dimitió inesperadamente como presidente de la Diputación y también como presidente de la Caja Vitícola. Desgraciadamente, no disponemos de los datos necesarios para conocer las circunstancias políticas que le llevaron a dar estos pasos, pero sí sabemos qué es lo que pasó con la Caja Vitícola, puesto que, al mismo tiempo, se realizaron importantes cambios en el reglamento de dicha institución, que se basaban, sobre todo, en las sugerencias de una persona: Félix Martínez Lacuesta, político liberal y propietario de la bodega que aún hoy lleva su nombre. En este nuevo reglamento, los objetivos de la Caja se mantenían, con la única diferencia de que se autorizó al consejo a estudiar y, en su caso, ensayar el colectivismo agrario, es decir, la entrega de pequeños terrenos a obreros del campo sin propiedad para que los convirtieran en viñas. Detrás del colectivismo agrario se escondía la idea de mejorar la grave situación en la que se encontraba este colectivo desde el inicio de la plaga filoxérica.39 Otro cambio en el reglamento se refirió al desfonde de las fincas destinadas a la plantación de viña. Se mantuvo la obligación de desfondar los terrenos destinados a viñas con la profundidad mínima de entre 45 y 50 cm, pero se eliminó la prohibición de la tracción directa para conseguirla. Según la nueva versión, las peticiones y las concesiones se tenían que hacer públicas en el Boletín Oficial de la Provincia de Logroño. Esta modificación responde a varias quejas en distintos municipios contra la Caja, en las que se culpaba a esta institución de favoritismo político. Vemos, pues, ya en el segundo año de la Caja su alto potencial de conflictividad política. 39 La Rioja, 8-VI-1911.
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También se modificaron los criterios de concesión. El nuevo orden de preferencia en la concesión de créditos se resume de la siguiente manera: A) Serán preferidos los peticionarios cuyas tierras prometan mejor calidad de vino dentro de las que produzca el término municipal. B) Después, los pequeños propietarios acreditados como buenos trabajadores. C) Y después, los que con menor auxilio se propongan plantar mayor número de vides, sin que haya de entenderse por menor auxilio el pago al contado. D) Queda autorizado el Consejo para dar preferencia a las peticiones hechas por asociaciones que se propongan el cultivo de viñas propiedad de la asociación con toda idea política, social y religiosa.40 Estas últimas modificaciones nos parecen fundamentales, puesto que dan preferencia a los pequeños agricultores. Por el otro lado, el apoyo a organizaciones de carácter colectivo nos parece otra innovación digna de destacar, sobre la que profundizaremos más adelante. Finalmente, se le añadió al nuevo reglamento un párrafo que nos parece de suma importancia. Se trata del artículo 11, que dice: Si alguna Delegación [municipal] incurriese en falsedades al informar sobre la propiedad de las fincas, sobre sus condiciones para recibir el auxilio o sobre otro hecho concreto, además de las responsabilidades legales en que pudieran incurrir los que las cometieren, serán relevados del cargo, quedarán privados para siempre de la ayuda de esta Caja y se darán por terminados los plazos de pago de los contratos que tuvieran ya hechos con ella [...].41
De todos estos cambios podemos deducir información de suma importancia sobre la Caja Vitícola y su funcionamiento después de un año de existencia: Zaporta, que se opuso a casi todos los cambios del reglamento, resumió estas modificaciones con la siguiente frase: «Era aquél [reglamento] de valor y de confianza y éste de desconfianza y miedo».42 40 La Rioja, 9-VI-1911. 41 Ib. 42 La Rioja, 7-VI-1911.
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En cierto sentido tenía razón. De hecho, la nueva versión es bastante más cautelosa en cuanto al control y la prevención de abusos. La publicación de las peticiones y concesiones y la amenaza abierta a las delegaciones de los pueblos no deja lugar a ninguna duda: había que liberar la Caja como fuera de la crítica de ser un instrumento político. En cuanto a la situación financiera de la Caja después de un año de vida, ésta se presentó sumamente positiva.
2.3. Crítica y polémica abiertas En el segundo ejercicio de la Caja Vitícola, las solicitudes de crédito sobrepasaron su capacidad ampliamente. Mientras que los viticultores pedían un total de aproximadamente 6.000.000 de plantas, la Diputación sólo disponía de 2.500.000. También la ayuda económica solicitada para la preparación del terreno superó ampliamente las posibilidades de la Caja. Esta impresionante reacción por parte de los viticultores riojanos demuestra, a nuestro entender, dos cosas: en primer lugar, que se habían convencido de la utilidad de esta institución; y en segundo lugar, que en la provincia de Logroño la voluntad para replantar los viñedos en realidad dependía única y exclusivamente de la financiación. Al mismo tiempo, hay que tener cuidado en la interpretación de estas cifras, puesto que es bastante probable que muchos de los viticultores pidieran bastante más de lo que necesitaban, pensando obtener de este modo la cantidad que efectivamente pensaban plantar.43 El consejo de administración de la Caja Vitícola solucionó este problema concediendo a cada municipio el 35% de los créditos solicitados. Al mismo tiempo, les dejó elegir entre el reparto de las plantas dentro del municipio según los criterios estatutarios o según criterios porcentuales (cada peticionario recibía el 35% de lo que pidió).44 Con esta autorización a los municipios de pasar por alto los criterios de preferencia reglamentarios, las ventajas para los pequeños propietarios se veían de nuevo mermadas.
43 Sospecha que se lee también en el periódico La Rioja del 12-VIII-1911. 44 La Rioja, 3-XII-1911.
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En el año 1912, finalmente, a raíz de una polémica política entre conservadores y liberales sobre unos pronunciamientos del presidente de la Diputación, Pedro Ruiz Santolaya, estalló el conflicto abierto alrededor de la Caja Vitícola entre portavoces de los partidos conservador y liberal. Recaredo Sáenz de Santa María, el presidente de la Junta de Fomento de Intereses Locales de Haro, publicó en La Rioja un artículo en el que atacó fuertemente varios aspectos de la Caja: — Que la Caja Vitícola va dejando de ser lo que en buena hora pensó su fundador, desde que la ha corroído la política, y desde el mismo momento en que aquél fue echado por la borda, simulando que se le quería sostener [...] — Que esta nefasta política u otra causa análoga ha dejado sin injertos a muchos pequeños propietarios [...] — Que con este sistema, en vez de ayudar a la provincia, se preparan elecciones, dando carácter político a los injertos [...].45
Durante varios días Sáenz de Santa María publicaba, pueblo por pueblo, los números de las peticiones y las concesiones de vides injertadas46 y, finalmente, llegó a la conclusión de que en ningún pueblo se había cumplido el decreto de conceder el 35% de todas las peticiones, sino que había variaciones que iban del 11,2% hasta el 43%. Así mismo, no se había privilegiado a los pequeños propietarios y, en general, se había pasado por alto el reglamento en su conjunto. La réplica a esta crítica conservadora llegó por parte del diputado liberal Félix Martínez Lacuesta, quien, por un lado, descalificó a la persona de Sáenz de Santa María, aludiendo a que no había hecho absolutamente nada en favor de los pequeños viticultores con las 35.000 pts. donadas en 1904 (ver apdo. 1.1), y, por otro, criticó severamente las cuentas presentadas por él. De éstas últimas demostró, con admirable poder dialéctico, que se basaban en un montón de errores; admitió, sin embargo, que sí se habían cometido algunos errores en el reparto, debido, sobre todo, al mal funcionamiento de las delegaciones locales.
45 La Rioja, 1-II-1912. También en otros diarios aparecen acusaciones de la misma índole. Así, por ejemplo, leemos en La Lealtad Riojana, un periódico de vertiente carlista, el día 2 de marzo de 1912: «Así, con la fórmula “injertos por votos” se comprenden las postergaciones de D. Policarpo Puras de San Asensio, de D. José Ruiz Paredes de Anguciana [...]». 46 La Rioja, 16-18, 21 y 22-II-1902.
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No es fácil sacar conclusiones claras sobre quién tenía razón en esta polémica, menos aún si advertimos que nuestra fuente principal es un diario liberal y que Martínez Lacuesta supera dialécticamente a su adversario político con creces. Para el presente trabajo, este punto es, sin embargo, secundario. Sí que nos parece interesante destacar que el potencial de conflicto de la Caja Vitícola y, por ende, de la replantación dirigida por la Diputación Provincial fue enorme y se vio incrementado por las diferencias políticas del día a día.
2.4. Tercera modificación del reglamento de la Caja Vitícola En la reunión de la Diputación Provincial del mes de junio de 1912, quedó patente que la Caja Vitícola realmente se encontraba ante graves problemas.47 El primer problema radicaba en el hecho de que las delegaciones municipales no cumplieron con su deber de seleccionar las solicitudes de crédito, por miedo de crearse enemigos dentro de sus respectivos municipios. Así, sus informes, salvo raras excepciones, siempre resultaban positivos, cayendo todo el peso de la desagradable tarea de selección en el consejo de administración de la Caja. Si una persona cuya solicitud fue denegada protestaba ante la delegación municipal y ésta le enseñaba su informe positivo, el conflicto estaba servido. El segundo problema fue de carácter financiero: mientras que la emisión de cédulas se cubrió en el primer año con una demanda 28 veces mayor, en 1911 ya sólo fue 2,5 veces mayor y en el tercer año (1912) quedaban obligaciones sin vender. Este hecho indica una creciente falta de confianza en la Caja Vitícola y puso en duda el futuro de esta institución. Para solucionar ambos problemas se procedió a la tercera modificación del reglamento, que consistía en la introducción de cambios relativos a los criterios de preferencia en la distribución de las ayudas, es decir, afectaba sobre todo el artículo 9 del reglamento: Art. 9.º Si el montamiento de los auxilios solicitados en cada año excediere a las disponibilidades de la Caja, se distribuirán aquéllos entre los solicitantes declarados admisibles para el Consejo, guardando el siguiente orden de preferencia absoluta:
47 La Rioja, 11-13-VI-1912.
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Estado, acción pública y cambio técnico 1.º Las asociaciones constituidas para fines económicos, con exclusión de las de carácter político, social y religioso, que se propongan el cultivo de viñas propias de la asociación. 2.º Las agrupaciones de diez o más convecinos que responden solidariamente a la Caja del cumplimiento del contrato de auxilios que han de emplearse precisamente en fincas de los agrupados y en la proporción que ellos establezcan a su libre arbitrio. 3.º Los particulares.48
Con esta modificación en el reglamento, la Caja solucionó varios problemas a la vez. En primer lugar se disolvieron las delegaciones municipales y se substituyeron por organizaciones de interés cuyos miembros se avalaban mutuamente. Así se eliminó el factor polémica y se aumentó la solvencia de los peticionarios frente a los capitalistas privados. En segundo lugar, el nuevo reglamento simplificó el proceso de control de la replantación. Desgraciadamente, a partir de 1913 la información que transmite La Rioja sobre la Caja Vitícola se hace cada vez más escasa, y carecemos de datos para saber si tales agrupaciones de viticultores se constituyeron y en qué número. Sólo disponemos de tres escuetos artículos,49 de los cuales se desprenden las siguientes conclusiones: — A las asociaciones de agricultores constituidas (no sabemos el número) se les concedió el 100% de lo que habían pedido. — Los peticionarios individuales pudieron contar con la concesión de un 52% de sus peticiones. Este porcentaje relativamente alto indica que la constitución de asociaciones o agrupaciones se había quedado bastante corta.
2.5. Silencio y disolución de la Caja Después de 1913 La Rioja ya no se hace eco de la Caja Vitícola, un hecho sumamente extraño si tenemos en cuenta la simpatía con la que siempre la trató. Sólo en junio de 1916 aparecen nuevas noticias, esta vez
48 Reglamento de la Caja Vitícola Provincial de Logroño, Archivo del Instituto de Estudios Riojanos, caja 5, Asociaciones. También en el Boletín Oficial de la Provincia de Logroño, del lunes 16 de septiembre de 1912. 49 La Rioja, 16-I, 26-I y 8-II-1913.
Iniciativa pública y privada en la replantación del viñedo riojano…
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en el Boletín Oficial de la Provincia de Logroño: 50 una circular nos indica claramente qué es lo que había pasado con la Caja Vitícola, que había dejado de ser una institución de crédito y se había convertido en un mero vivero público de la Diputación: Por acuerdo tomado por el Consejo de Administración de la Caja Vitícola provincial en la última sesión celebrada, se hace público que en el año actual se venderá al contado la planta producida en los viveros provinciales. [...] 5.ª Los peticionarios recogerán la planta que se les haya concedido en la fecha que se les señale, pagando su importe al contado en el momento de recogerla. [La cursiva es mía].
Puesto que, desgraciadamente, no disponemos de ninguna fuente que nos aclare lo que había pasado entre 1913 y 1916, estamos condenados a explicar este final de la Caja Vitícola como órgano de crédito mediante distintas hipótesis. Las más probables nos parecen las siguientes: 1) Es posible que la emisión de obligaciones haya empezado a fallar por falta de capitalistas dispuestos a invertir en la Caja Vitícola. Como ya mencionamos, la tendencia en los primeros años fue claramente descendente, de modo que ya en 1913 no se llegó a cubrir todo el cupo. Teniendo en cuenta las polémicas alrededor de esta institución, no extrañaría tal actitud de desconfianza. 2) Igualmente, podemos suponer que en la devolución de los préstamos, que supuestamente empezaba en 1916 (a los cinco años de la concesión de los primeros créditos), se hubieran producido importantes irregularidades por parte de los deudores, es decir, los viticultores, lo que hubiera obligado a la Diputación Provincial a recuperar los fondos mediante la venta de material orgánico. 3) Finalmente, también es posible que el cambio en la presidencia de la Diputación (Martínez Lacuesta es sustituido por Roberto Enciso) haya llevado a modificar la gestión de la Caja, utilizándola más como instrumento de ingresos que como institución de carácter social. Sea cual fuere la explicación correcta, de lo que sí tenemos constancia segura es de que a partir de 1912 las dificultades en el proceso de
50 BOPL, 23-XI-1916.
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Estado, acción pública y cambio técnico
repoblación del viñedo riojano fueron muy considerables, debido sobre todo a una serie de influencias atmosféricas negativas. Heladas tardías, sequías y la masiva aparición de enfermedades criptogámicas como, por ejemplo, una fuerte invasión de mildíu en 1913, impidieron hasta 1916 una cosecha satisfactoria en la región, a pesar de su creciente replantación. Resumiéndolo en palabras de Félix Martínez Lacuesta, podemos afirmar que, desde el inicio de la replantación en la Rioja, en ningún año las cosechas de uva superaban en valor a las inversiones realizadas, es decir, que hasta 1915 el sector vitícola riojano fue fuertemente deficitario.51 En la búsqueda de las razones para esta evolución nos encontramos con algunos factores importantes. Las cepas americanas requerían bastantes más cuidados y know-how técnico que las cepas del país, y una gran parte de los viticultores riojanos ni sabían ni podían cultivar sus nuevas viñas según los nuevos requisitos. Los procedimientos tradicionales ya no bastaban, se necesitaban nuevas técnicas (poda, abonos, etc.) y, sobre todo, más inversión para el cultivo de las nuevas cepas. Todo esto apoya nuestra hipótesis número dos, es decir, los posibles problemas de muchos viticultores, especialmente, los pequeños, para devolver sus prestamos después de los cinco años establecidos.
3. Conclusiones A pesar de los problemas y los obstáculos, la replantación del viñedo riojano avanzó continuamente, y a partir de 1916 la producción de vino mostró claras señales de recuperación.52 En 1918, la Diputación Provincial de Logroño, siguiendo su criterio de reducir de la superficie vitícola para producir vinos de calidad, declaró
51 La Rioja, 13-VIII-1915. 52 Gallego Martínez (1986), p. 1033. La producción, en hectolitros, entre 1910 y 1920 es como sigue: 1910, 84.550; 1911, 76.545; 1912, 98.830; 1913, 107.315; 1914, 92.722; 1916, 469.335; 1917, 673.018; 1918, 612.100; 1919, 395.307; 1920, 627.766.
Iniciativa pública y privada en la replantación del viñedo riojano…
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la replantación del viñedo riojano como terminado y decidió la disolución de la Caja Vitícola Provincial y su conversión en el Servicio Agrícola Provincial.53 Después de sólo ocho años de funcionamiento (en su fundación se habló de 10 años de vida), con dos al menos de carencia en la realización de préstamos, la Caja Vitícola Provincial de Logroño dejó de existir. Aunque su fuerte impulso para la replantación del viñedo riojano es un hecho innegable, su papel de «salvador» del pequeño viticultor, que le querían atribuir los dirigentes políticos, no queda tan claro. Es indudable que muchos viticultores modestos pudieron replantar gracias a la Caja Vitícola. Pero también es cierto que durante casi 10 años nadie les había prestado atención y, una vez establecida la Caja, tampoco puede afirmarse con seguridad que ésta centrase sus esfuerzos específicamente en ellos. Creemos que es imprescindible profundizar un poco en el porqué de la fundación de la Caja Vitícola en la Rioja. En primer lugar, sorprende el retraso con el que esta institución inició su actividad. ¿Por qué no antes? Algunos aspectos ya se han mencionado (ver apdo. 1.4). Básicamente, creemos que existen dos factores decisivos para la creación de la Caja, uno de tipo económico-técnico y el otro de carácter marcadamente político. En cuanto al primero, hay que destacar que la Caja Vitícola fue el instrumento perfecto para la imposición de criterios técnicos y económicos modernos en el proceso de la replantación. La Caja tenía un control casi absoluto sobre los factores más importantes de la modernización del viñedo riojano: las variedades (qué), los terrenos (dónde), la cantidad (cuánto), las técnicas (cómo) y los actores (quiénes). En cuanto a las variedades, la Caja podía corregir los errores producidos durante los primeros años de reconstitución, en los que muchos viticultores se dejaron guiar más por aspectos de cantidad que de calidad en la elección de las variedades. En La Rioja leemos, por ejemplo, lo siguiente: [...] en la Rioja Alta no se ha dado la debida preferencia al tempranillo negro y menos al graciano fino, optando por el mazuelo y garnacho sin otro motivo que el de traer más uva y dos años antes.54
53 Actas de la Diputación de 7-XI-1918, citadas según Provedo González (1987), p. 198. 54 La Rioja, 20-VIII-1915.
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Estado, acción pública y cambio técnico
También, los terrenos en los que se replanta la viña influyen considerablemente en la calidad de los vinos, de modo que la Caja fue un instrumento ideal para controlar este factor, y de hecho lo hizo, estableciendo la aptitud del terreno como primer punto de prioridad en la concesión de créditos. En general, podemos decir que la Caja Vitícola podía subsanar muchos defectos de los primeros años de replantación y dirigir el proceso hacia una renovación del viñedo riojano bajo estrictos criterios «modernos», implantando un verdadero cambio técnico en la vitivinicultura riojana. Pero, quizás, el segundo factor, o sea, el factor político tuviera tanta o incluso más importancia en la fundación de la Caja Vitícola que el factor técnico-económico antes expuesto. De hecho, tenemos muchos indicios de que la Caja Vitícola fuera un respuesta política más o menos directa por parte de la coalición liberal-democrática a la cada vez mayor influencia de la corriente agrícola-católica entre los viticultores riojanos y, detrás de ella, del Partido Conservador (ver apdo. 1.3). Esta hipótesis se apoya en varios hechos. En primer lugar, mencionamos la coincidencia temporal. La fundación de la Caja Vitícola Provincial se realiza muy poco después de la fundación de la Federación de Sindicatos Agrícolas Católicas, creada en 1909. En segundo lugar, se podría explicar de este modo el enorme potencial de conflictividad política que tenía la Caja. Y, en tercer lugar, leemos en el reglamento de la Caja Vitícola de 1911 y 1912 que se dará prioridad a «las asociaciones constituídas para fines económicos, con exclusión de las de carácter político, social o religioso, que se propongan el cultivo de viñas propias de la asociación». Según este párrafo, quedarían automáticamente excluidos todos los sindicatos agrícolas católicos por su carácter religioso.
PROPIETARIOS, COMERCIANTES Y TÉCNICOS: LA ESTACIÓN ENOLÓGICA DE VILAFRANCA DEL PENEDÉS, 1901-1936 Antoni Saumell Soler Universitat Pompeu Fabra
Como es sabido, en las zonas vitivinícolas el impacto de la filoxera actuó como efecto precipitante de una crisis agraria que hasta entonces había resultado mucho más evidente en otros sectores productivos de la agricultura española. En efecto, en dichas zonas la euforia comercial y productiva estuvo alimentada por una coyuntura excepcional, que contribuyó a divulgar un modelo de crecimiento netamente especulativo hasta comienzos de la década de 1890. Cuando a las dificultades provocadas por la muerte y la reconstrucción de los viñedos se les vino a sumar el impacto de la crisis de los mercados vinícolas, se produjo un replanteamiento en profundidad de las relaciones sociales, de las estrategias productivas y de las comerciales. La respuesta frente a los nuevos retos fue muy desigual. Hubo zonas donde se detecta una notable apatía y/o una desmovilización por parte de los diferentes sectores implicados, lo cual conllevará el abandono del cultivo de la viña en determinados casos y también la adopción de respuestas poco eficaces y tardías. En otras partes se da una reacción vigorosa, normalmente liderada por aquellos sectores sociales que, Carnero Abad (1980), Pujol Andreu (1984 y 1986), Pan-Montojo (1992 y 1994) y Colomé Ferrer (1996), entre otros, han definido como burguesías agrarias.1 1 Otros trabajos que tratan el fenómeno a escala regional española son los de Ladrón de Guevara Flores (1988) y Mees (1992).
328
Estado, acción pública y cambio técnico
Junto a los problemas técnicos y económicos que conllevaba la reconstrucción de los viñedos y a los provocados por las llamadas crisis de sobreproducción, cabe añadir la perpetuación en el tiempo del viejo problema de los alcoholes industriales, la elaboración de «vinos exóticos» y la acentuación de una conflictividad social que en las comarcas vitivinícolas catalanas tenía nombre propio: el conflicto rabassaire. Finalmente, hay que recordar que la agricultura catalana de finales del siglo XIX se encontraba plenamente integrada en los ritmos del sistema capitalista, con todo lo que ello implicaba: una creciente especialización de los cultivos, un mayor nivel de comercialización de las producciones y la pérdida de peso específico de las actividades agrícolas dentro del conjunto de la economía catalana (Garrabou y Pujol, 1987). Frente a esta nueva situación, los sectores dirigentes tradicionales del agro catalán reaccionaron intentando liderar y controlar los procesos de cambio, ofreciendo soluciones basadas en el mantenimiento del equilibrio social tradicional, el fomento del asociacionismo y la divulgación de las nuevas tecnologías aplicadas al cultivo de la viña y a la elaboración de los vinos. Hace ya algunos años Garrabou, Pujol, Colomé y Saguer (1992) planteaban la necesidad de estudiar hasta qué punto el modelo modernizador de las clases dirigentes del sector vitivinícola catalán desplegado entre los años cincuenta del siglo XIX y la década de 1930 había conseguido sus objetivos. Las páginas que siguen pretenden ofrecer algunas respuestas mínimamente satisfactorias a la cuestión.2
2 El año 1993 llevé a cabo mi primera investigación sobre este tema. Se trata del trabajo de doctorado Crisi vinícola i renovació tecnològica al Penedès: L’Estació Enològica de Vilafranca entre els anys 1902 i 1922. El estudio estuvo centrado en la labor investigadora y divulgadora de las nuevas tecnologías, desarrollada por dicho centro técnico en estrecha colaboración con los grandes propietarios vitícolas y los comerciantes exportadores de vinos. Con ello me planteaba un objetivo prioritario: comprobar si el programa de reformas y de modernización tecnológica,, avalado por los técnicos de Vilafranca y los representantes más destacados del sector productivo y comercial, tuvo el éxito esperado a nivel de todo el sector vitivinícola de las comarcas del Penedés y zonas limítrofes de influencia.
La Estación Enológica de Vilafranca del Penedés, 1901-1936
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1. La fundación del centro y las conexiones con los propietarios Las estaciones vitícolas y enológicas surgieron como parte de un programa estatal de modernización del sector vitivinícola, que pretendía atender las reivindicaciones de determinados colectivos socioeconómicos.3 Entre septiembre de 1901 y 1903 se gestó la fundación de la Estación de Vilafranca. La idea fue planteada por las autoridades municipales y las asociaciones de los propietarios locales, con motivo de una visita efectuada a la villa por el ministro de Agricultura. Los poderes públicos representados por los ministerios de Fomento y Agricultura y el Ayuntamiento de la villa, los propietarios de tierras a través de sus instituciones más representativas, como la Cámara Agrícola local y el Centre Agrícola, y los comerciantes exportadores de vinos, dieron el impulso definitivo al proyecto, que se abrió al público en 1903. Así fue como los mayores propietarios vitícolas de la comarca, muy comprometidos ya desde tiempos de la filoxera en la gestión y la modernización de sus fincas, resultaron ser uno de los puntales socioeconómicos de la Estación desde su fundación.4 Este hecho no debe extrañarnos, pues existía una clara coincidencia entre unos y otros en cuanto a los métodos de modernización del sector vitivinícola que propugnaban y los objetivos sociales que defendían. La Estación estableció desde el principio líneas de colaboración con las principales instituciones representativas del agrarismo acomodado catalán. Diversas cámaras agrícolas y asociaciones de propietarios pertenecientes a localidades dispersas por toda la geografía cata-
3 La legislación favorable arranca de comienzos de los años ochenta del siglo XIX y preveía la fundación de esta clase de centros para satisfacer la demanda de formación técnica y para apoyar a la industria vinícola de las zonas más dinámicas del país. El centro pionero fue la Estación Enológica de Haro, fundada en 1892, a la que siguieron otros que progresivamente cubrieron la geografía vitivinícola española hasta los años treinta, como ha destacado Pan-Montojo. Para otras entidades, como las estaciones de Reus y Felanitx, véanse los trabajos de Arnavat y de Binimelis, todos ellos en Giralt Raventós (1993). 4 Colomé Ferrer (1996) ha demostrado que dichos propietarios tuvieron que implicarse de forma más directa en el cultivo a partir de la filoxera, debido a los altos costes de la reconstrucción del viñedo y los inherentes al cultivo de la viña postfiloxérica. De ahí su interés por las nuevas tecnologías.
330
Estado, acción pública y cambio técnico
lana entraron en contacto con la institución técnica. A su vez, cabe destacar la participación de representantes suyos en los congresos de la FACB (Federació Agrícola Catalano-Balear), especialmente en aquellos dedicados a temática vitivinícola y cooperativa,5 y la celebración de actividades conjuntas con entidades como el IACSI (Instituto Agrícola Catalán de San Isidro),6 o la participación en programas de enseñanza agronómica puestos en marcha por la Cátedra Pere Grau de los Estudis Universitaris Catalans, las diputaciones provinciales y la Escola Superior de Agricultura de la Mancomunitat.7 Los programas de enseñanza ambulante, puestos en funcionamiento durante los años en que ostentó la dirección el ingeniero Claudi Oliveras (1902-1907) y continuados bajo su sucesor Cristòfor Mestre, contaron también con la colaboración entusiasta de los propietarios, a petición de los cuales se puso en marcha un programa de conferencias y «conversas» que irradiaron su influjo mucho más allá de los límites estrictos de las comarcas del Penedés.8
5 El año 1903, el ingeniero director Claudi Oliveras fue nombrado por la Cámara Agrícola y el Centro Agrícola de Vilafranca como su representante en el VI Congreso de la FACB, a celebrar en Manresa. También fue designado vocal adjunto de la comisión organizadora del VII Congreso, que se celebró en Vendrell, en representación de la mencionada Cámara. Posteriormente, la Estación estaría representada en el XVI Congreso, celebrado en Igualada en 1913 y dedicado íntegramente a temática cooperativa, a través de su nuevo director Cristòfor Mestre y del ingeniero ayudante Isidre Campllonch. 6 A modo de ejemplo, Mestre Artigas (1923). 7 En 1918 se puso en marcha un programa de prácticas destinado a los alumnos que cursaban la carrera de ingeniero agrónomo en la Escola Superior d’Agricultura. Los programas fueron elaborados de forma conjunta por dicho centro y la Estación, y comprendían tres ámbitos de actuación: visitas a instalaciones vinícolas, prácticas de laboratorio relacionadas con la vinificación y la destilación y clases teóricas sobre «Industries derivades de la vinya i del vi», «Enologia especial» y «Construccions vinícoles». 8 A modo de ejemplo, cabe citar el ciclo de conferencias celebrado por técnicos del centro catalán en Mallorca en 1908. Diputación Provincial de Mallorca (1908). Dos años más tarde, las actividades relacionadas con la enseñanza ambulante se extendieron a localidades como Jumilla, donde se preparaba la fundación de una estación enológica proyectada por el propio director de Vilafranca. Estación Enológica de Villafranca del Panadés (1911).
La Estación Enológica de Vilafranca del Penedés, 1901-1936
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CUADRO 1 ENSEÑANZA AMBULANTE, 1905-1910 Y 1913-1918
Años
N.º poblaciones
N.º conferencias
1905 1906 1907 1908 1909 1910 Total
15 14 9
18 7 21
3 12 53
2 25 73
Años
Loc. de la comarca
1913 1914 1915 1916 1917 1918 Total
7 5 4 11 10 17 54
Resto Cataluña 10 4 6 2 5 4 31
Cursillos 4
1 5 Resto España
1
1
FUENTES: Elaboración propia a partir de la Memoria de la Estación de 1911, los legajos de documentación de los programas de enseñanza ambulante, los de correspondencia, los Diarios Generales de Operaciones y las memorias de la Estación de los años 1914, 1915, 1916, 1917 y 1918.
Fueron también los propietarios agrícolas los grandes protagonistas de los cursos de enología que se impartieron de forma regular en la Estación a partir de 1909. Su presencia mayoritaria aparece bien documentada en los «Cursos Breves Intensivos de Enología». Así, el proyecto modernizador de la Estación se configuraba como una revolución desde arriba, en la que los sectores preeminentes del mundo rural, al ser los principales beneficiarios de las enseñanzas del centro, actuarían como la punta de lanza encargada de la difusión de las nuevas tecnologías y de la modernización del ámbito rural. La reconstrucción de la serie completa de los alumnos de los «Cursos Breves Intensivos de Enología» entre los años 1909 y 1920 nos da una imagen bastante exacta de la clara orientación elitista de la formación ofrecida por el centro técnico.
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Estado, acción pública y cambio técnico CUADRO 2 DISTRIBUCIÓN PROFESIONAL DE LOS ALUMNOS DE LOS «CURSOS BREVES DE ENOLOGÍA», 1909-1920
Años
1.ª
2.ª
3.ª
1909
9
1910
4.ª
5.ª
6.ª
3
19
3
1912
13
10
2
4
2
1
32
1913
12
5
9
3
4
1
34
1914
15
10
8
1
1
2
37
1915
15
8
14
3
1916
24
11
Total 20 25
1911
4
44*
24
6
54*
1
47*
1917
29
2
15
1918
24
2
28
1919
8
4
1920
11
Totales % sobre total
173 39,4
60 13,6
54
22
8
5
48*
24
3
6
44
149
22
34
5
7 1,5
37 8,4
438 100
Nota: La primera columna es la de los propietarios, la segunda corresponde a los representantes de entidades colectivas (sindicatos, cámaras agrícolas, etc.), la tercera a los comerciantes exportadores, la cuarta a los alumnos en prácticas de la propia Estación, la quinta a los representantes de entidades oficiales y la sexta a otros alumnos de procedencia no especificada. Los totales anuales con el asterisco * corresponden a casos en que los legajos de documentación de los cursos y las memorias anuales de la Estación no coinciden al dar la cifra de participantes. Así, por ejemplo, en 1915 los legajos reflejan 44 alumnos y la memoria correspondiente, 52. Las diferencias son aún menores para los años 1916, 1917 y 1919.
Aparte, la Estación puso en marcha otras iniciativas encaminadas a divulgar las nuevas tecnologías vitivinícolas que tuvieron también como principales destinatarios, los grandes propietarios vitícolas. Existió un servicio de consultas técnicas, que durante los primeros años se efectuó por correo y más tarde, por teléfono. El soporte técnico a los propietarios abarcaba aspectos tales como el análisis químico de los terrenos susceptibles de ser replantados de viña, consejos sobre las mejores variedades de viníferas, asesoramiento a la hora de construir y equipar bodegas modernas y seguimiento de plagas. Los servicios prestados por la institución a través de este sistema de asesoramiento llegaron al conjunto del Estado y, en algunos
La Estación Enológica de Vilafranca del Penedés, 1901-1936
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casos, a países extranjeros.9 Al mismo tiempo, se estableció un sistema de préstamo de maquinaria. Los técnicos de la institución se desplazaban a las fincas de la comarca que lo solicitaban y colaboraban en el montaje y puesta en funcionamiento de las bodegas y de la nueva maquinaria de vinificación. A su vez, se dio una relación de reciprocidad entre el centro técnico y los propietarios, ya que éstos colaboraron directamente en diversas campañas de la Estación, como, por ejemplo, la de recogida de muestras de vinos para confeccionar el llamado casier10 o la labor conjunta llevada a cabo el año 1915 con motivo del gran ataque del mildíu, que destruyó la cosecha de los principales países productores europeos.11 Los pequeños propietarios y los aparceros se beneficiaron en menor medida de las iniciativas de la Estación. En 1912 se puso en marcha el «Curso Nocturno de Viticultura y Enología para pequeños propietarios y aparceros». Hasta 1918 unos 490 agricultores cursaron estas enseñanzas, que comprendían aspectos teóricos, prácticos y visitas a instalaciones modelo de la comarca.12 A pesar de la insistencia de los técnicos de la institución en divulgar las 9 Determinadas casa suministradoras de material enológico, como la SalleronDujardin de París, laboratorios y estaciones enológicas como las de Beaune (Francia) o Asti (Italia), mantuvieron contactos y recibieron asesoramiento de la Estación catalana. Lo mismo hay que decir respecto de las otras estaciones enológicas españolas y de las granjas escuelas provinciales. 10 Como veremos más adelante, el casier fue el primer gran intento llevado a cabo para estudiar e identificar los diferentes vinos de la zona del Penedés. Los técnicos de Vilafranca, siguiendo el modelo francés del casier vinicole, asumieron el proyecto de catalogar los vinos locales para, posteriormente, proceder a una mejor promoción comercial de los mismos. 11 La colaboración entre el centro técnico y los viticultores, con motivo de la pérdida de la cosecha el 1915, se centró en fomentar la necesidad de emplear sulfato de cobre para combatir la plaga, divulgar instrucciones para una correcta vinificación de las uvas deterioradas, recomendar la vinificación por separado de las uvas buenas y malas y enseñar a identificar y combatir los fraudes y falsificaciones que los comerciantes cometían con el sulfato de cobre. De todas formas, buena parte de las enseñanzas ofrecidas por el centro no podían ser asumidas por la mayoría de los productores. Así, por ejemplo, en el campo de la vinificación se aconsejaba el uso de levaduras seleccionadas para mejorar la fermentación vínica, el análisis microscópico de los caldos, técnicas de sulfitación sofisticadas y el desrapado de la vendimia antes de proceder al prensado. Parece claro que tales métodos no estaban al alcance de buena parte de los viticultores de la zona. 12 Destaquemos aquí únicamente algunos aspectos de la formación teórica: conocimiento de la dinámica de los mercados mundiales vinícolas, ampelografía, sistemas de abonado y de cultivo del viñedo, accidentes meteorológicos y plagas, técnicas de vinificación y de conservación de los vinos y estrategias asociativas relacionadas con el cultivo, la elaboración y la comercialización.
334
Estado, acción pública y cambio técnico
novedades técnicas entre los diferentes sectores del mundo vitivinícola comarcal, la existencia de obstáculos de carácter estructural, ya relacionados con el funcionamiento interno de la entidad, ya condicionados por la coyuntura social del momento histórico, impidieron una mayor profundización en los objetivos prefijados. Tampoco hay que olvidar que la oferta de cursos era limitada, que se desarrollaban en horario nocturno y que las comunicaciones de la época no favorecían la incorporación de viticultores de zonas alejadas. Sin duda, todos estos condicionantes acabaron por limitar el impacto regional de este tipo de enseñanza. A partir de 1918 otros factores vinieron a reducir la oferta de divulgación técnica destinada a los pequeños viticultores, ya que en dichos cursos se permitió la entrada de otros sectores socioprofesionales. Estas medidas significaron que los pequeños agricultores compartirían a partir de entonces los cursos con «los propietarios viticultores que, llevando por administración sus fincas, quieran aplicar las más recientes novedades prácticas en las mismas, a fin de luchar contra el encarecimiento de la mano de obra, de los abonos, etc., y producir económicamente […]; los propietarios viticultores que tengan sus fincas en aparcería, masovería, etc., y cooperen en la dirección de las mismas aportando los conocimientos y cultura técnica que corresponde a su función social […]; los administradores o encargados de fincas vitícolas, quienes podrán desarrollar más cumplidamente su misión si conocen bien todo cuanto afecta a la mejor explotación de las mismas».13 Otro aspecto relacionado con la colaboración mantenida entre la Estación y los propietarios fue la intervención de este centro en la difusión y asesoramiento técnico del cooperativismo vitivinícola. La Estación participó activamente en la fundación y/o en la supervisión técnica de las bodegas cooperativas de Vendrell, Llorens, Moja, Las Cabañas, La Granada, etc. Cabe destacar que esta labor divulgadora del cooperativismo trascendió los límites de las comarcas del Penedés y fue bastante más allá del marco estricto de las bodegas de vinificación.14 13 Estación de Viticultura y Enología de Villafranca del Panadés (1926). 14 Las principales modalidades asociativas que recomendaban los responsables del centro técnico eran las siguientes: bodegas de vinificación y venta en común, destilerías cooperativas, cajas rurales, asociaciones para combatir los efectos de las plagas y del pedrisco, sociedades para la compra de productos en común y asociaciones de raíz sindical siguiendo el modelo de la Unió de Vinyaters de Catalunya.
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La apuesta asociativa de la Estación asumía el modelo del cooperativismo de raíz conservadora, avalado por entidades como el IACSI, la FACB, la UVC (Unió de Vinyaters de Catalunya) y el catolicismo social, pero tendía sobre todo a conseguir divulgarlo entre las filas del pequeño campesinado, ya que los responsables del centro técnico estaban convencidos de que la mayor parte de los profesionales del sector sólo podrían hacer frente a los retos de la modernización técnica y a la crisis vinícola a través de la asociación.
2. La Estación y los comerciantes de vinos No menos importante que los lazos existentes entre la Estación y los propietarios vitícolas resultó ser la colaboración de los grandes comerciantes de vinos, a la hora de consolidar dicha institución técnica y de divulgar las nuevas tecnologías. De hecho, la mayor oferta de formación técnica formulada por los técnicos de Vilafranca se puso en marcha en función de los intereses de los grandes comerciantes exportadores de la villa. Los «Cursos de Análisis Comerciales de Vinos»15 y la participación de este colectivo socioeconómico en la Asociación de Catadores son buena muestra de los estrechos vínculos contraídos entre el sector comercial y el centro técnico.16 Resulta especialmente significativa la 15 Inaugurados en 1914, estos cursos estuvieron enfocados claramente hacia la captación de comerciantes y propietarios acomodados, los únicos que podían hacer frente al pago de la cuota mensual de 30 pesetas que se exigía para poder matricularse. Por otra parte, la estructura interna de los cursos y las enseñanzas que se impartían difícilmente se adaptaban a los intereses y a las disponiblidades económicas de otros sectores socioprofesionales menos favorecidos. El fomento de la instalación de laboratorios enológicos en las bodegas de los elaboradores y el sesgo temático mayoritario de las enseñanzas hacia temas relacionados con la exportación vínica, configuraban una oferta docente claramente dirigida a unos colectivos socioprofesionales muy concretos. Hasta 1922 cursaron este tipo de enseñanza 163 alumnos, distribuidos de la manera siguiente: 78 comerciantes de vinos, 57 viticultores, 4 alumnos de procedencia extranjera y 24 de origen profesional diverso. 16 La Asociación de Catadores fue fundada en 1910 y estuvo siempre situada bajo la égida de la Estación, donde tenía su sede social. Su director técnico era el propio director del centro y estaba integrada por propietarios exalumnos de los cursos especializados y comerciantes exportadores de vinos. Estaba regida por unos estatutos que dividían a los socios en tres categorías: fundadores, agregados y transeúntes, y fijaban unos criterios bastante rigurosos de selección de candidatos a miembros. Entre los años 1910 y 1918 hubo un total de 30 socios, distribuidos de la manera siguiente: 6 propietarios, 12 exportadores, 7 técnicos de la Estación, 2 técnicos de otras instituciones y un socio honorario, Manuel Raventós.
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dinámica de los «Cursos de Prácticas Metódicas de Degustación de Vinos», iniciados en 1913. Los objetivos de dichos cursos eran claros: la consolidación de cuotas comerciales en los principales mercados de exportación, la mejora de los niveles tecnológicos y productivos con el fin de conseguir productos adaptados a la demanda comercial existente, y la obtención de vinos bien elaborados, con una calidad constante y representativos de la producción de la zona. Entre los años 1914 y 1919 asistieron 124 alumnos, entre los cuales destacaba un núcleo selecto formado por los principales exportadores de la villa, integrado por J.B. Berger; Lüthi, Zingg & Marcet; Martel & Widmer; Mascaró Hermanos; Domingo Montserrat; Gerónimo Monjonell; Mayner, Pla & Sugrañes; Torres y Cía.; Jaime Serra; Bosch Güell & Co.; Jean Mory, etc. Asimismo, los vínculos entre el centro y los comerciantes vinícolas se hicieron visibles en la existencia de programas experimentales que gozaron de la participación de representantes de las dos partes y que estaban orientados hacia el estudio de nuevas expectativas comerciales para los vinos y mostos de la comarca. También funcionó un servicio de consultas técnicas y de préstamo de maquinaria enológica a favor de los comerciantes. A su vez, la Estación buscó el apoyo logístico y económico de los exportadores, tanto a la hora de llevar a cabo programas experimentales como cuando se trató de entrar en contacto con casas extranjeras fabricantes de material de laboratorio y aparatos enológicos. Las siempre deficientes dotaciones económicas que la Administración estatal enviaba inclinaron el centro técnico hacia los sectores vitivinícolas más potentes de la comarca, con el objetivo de hallar los recursos necesarios para sacar adelante su labor científica. Esta política obligó a veces a los responsables de la institución a guardar un difícil equilibrio a la hora de defender los intereses globales del sector.17
17 El choque de intereses contrapuestos y la posición «central» que adoptó la Estación se pueden observar en la puesta en marcha de la campaña para la lucha contra la adulteración de los vinos, llevada a cabo conjuntamente con la Unió de Vinyaters de Catalunya a partir de comienzos de la segunda década de este siglo. Saumell Soler (1996).
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Los lazos entre la Estación y los comerciantes vinícolas se consolidaron a medida que aquélla acentuó su protagonismo en la dinámica de la exportación.18 El papel del centro adquirió importancia con motivo de la oficialización y la tramitación de los certificados de exportación para el mercado alemán a partir de 1911.19 La intervención en la problemática específica de los mercados francés y suizo se llevó también a cabo como una operación de apoyo al sector comercial exportador. En lo que respecta al mercado francés, la actuación del centro técnico catalán se basó en la colaboración con el sindicato Unió de Vinyaters, el intento por extender la oficialización de los certificados de exportación a este mercado y la experimentación analítica a fin de luchar contra la adulteración de los vinos y de cotejar la validez de determinados métodos de análisis aplicados en Francia, que resultaban conflictivos cuando de usaban para contrastar la pureza de los vinos españoles.20 En cuanto al mercado suizo, destacan las relaciones entre el centro técnico catalán e instituciones análogas del país helvético, con el fin de intercambiar experiencias sobre nuevos métodos analíticos y promocionar los vinos de la comarca. En este caso, el papel de la Estación adquirió también especial relevancia al surgir determinados
18 Cabe mencionar aquí el papel protagonista ejercido por el director del centro, juntamente con los de las estaciones enológicas de Haro y Reus y el de la Estación Agronómica Central, en la redacción de los métodos oficiales de análisis de vinos que entraron en vigor por la R.O. de 14 de julio de 1913. Dicha disposición legal seguía la pista a la política llevada a cabo por algunos de los principales países productores, como era el caso de Portugal, Italia, Francia, Alemania, Argentina o Suiza. La unificación de los métodos de análisis era una medida claramente enfocada hacia la protección de las exportaciones, ya que con ello se pretendía intervenir con más eficacia en los contenciosos que surgían entre países a la hora de determinar la pureza de los vinos. 19 Saumell Soler (1993), pp. 239-252. De todas formas, el papel del mercado alemán en el conjunto de las exportaciones vínicas españolas siempre fue secundario, desde un punto de vista cuantitativo. Pujol Andreu (1984). La conservación de este mercado tenía interés, cualitativamente, sobre todo para determinados vinos de las comarcas del Penedés, conocidos allí como Penedés-Wein. Roig i Armengol (1890). 20 El principal contencioso giró en torno a la aplicación a vinos españoles de las llamadas reglas de Gautier, Halphen, Blarez y Roos. Saumell Soler (1993), pp. 266-267. El papel representado por la Estación en todo el proceso culminó en 1919 con un estudio basado en 1.665 muestras de vinos blancos, rosados y tintos de diferentes localidades del Penedés y de l’Anoia, que cabe considerar como el primer estudio sistemático de los vinos de una zona concreta del Estado español, centrado exclusivamente en la problemática surgida alrededor de la aplicación de una reglas analíticas de países extrajeros poco adecuadas a las características de los diferentes tipos de vinos locales. Mestre Artigas (1919).
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desacuerdos surgidos entre las autoridades suizas y las españolas sobre métodos de análisis para detectar la adulteración de los vinos.21 Los mercados ultramarinos, en especial el argentino, fueron también objeto del interés del centro técnico. El episodio más espectacular se produjo a partir de 1913 cuando la Estación tuvo que intervenir en el llamado conflicto de los fluoruros.22
3. La experimentación integral: la mejora de los rendimientos del cultivo y de la vinificación y la contribución a la identificación y tipificación de los vinos de la zona La labor experimental de conjunto llevada a cabo por la Estación tuvo como eje central la necesidad de modernizar y de optimizar los procesos de cultivo de la viña y de elaboración y comercialización de los vinos. La creciente presión social ejercida por las organizaciones campesinas de matriz reformista, rabassaire y anarcosindicalista, el incremento de los cos-
21 La gran preocupación de las autoridades suizas pasaba por combatir el aguado de los vinos. Para ello intentaron aplicar a los vinos de importación determinadas procedimientos analíticos experimentados previamente en vinos del país. La Federación de Exportadores de Vinos de Cataluña solicitó la intervención del Ministerio de Fomento, el cual encargó a las estaciones de Reus y Vilafranca la elaboración de sendos estudios sobre el tema. El acuerdo formal entre los gobiernos suizo y español se firmó en agosto de 1923. Significativamente, la delegación española estuvo encabezada por Oliveras y Mestre, directores de las dos estaciones enológicas catalanas que habían llevado todo el peso de las investigaciones científicas y del soporte técnico a la exportación. Estación Enológica de Villafranca del Panadés (1919), Fédération d’Exportateurs de Vins de la Catalogne (1919), Anuario de la Producción Vitivinícola de España (1925), pp. 205-206. 22 Las autoridades argentinas acusaban a determinados comerciantes españoles de añadir flúor al vino. La Estación de Vilafranca intervino dando soporte al sector productivo y comercial y solicitó dictámenes técnicos a estaciones enológicas extranjeras como las de Burdeos y Asti. El director del centro C. Mestre encabezó la delegación española que en 1914 se desplazó a Buenos Aires para intentar solucionar el contencioso y que estaba integrada además por los representantes de los sindicatos de exportadores de vinos de Reus, Vilafranca, Tarragona y Barcelona. Para los detalles técnicos puede consultarse la revista Viticultura y Enología, año I (octubre de 1914). El tema se cerró definitivamente en 1921, con motivo del estudio efectuado por el subdirector de la Oficina Química Nacional de Buenos Aires, Martiniano Leguizamón, de diversos vinos españoles, que confirmaba la presencia de flúor de origen natural en los mismos. República Argentina. Ministerio de Hacienda (1922).
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tes productivos y la competencia de la producción vínica mundial que agravaba la crisis de sobreproducción y de comercialización, eran aspectos de un mismo problema, que requería la adopción de soluciones eficaces. En este ámbito, los técnicos de Vilafranca apostaron por un modelo de crecimiento claramente concordante con los postulados defendidos por las administraciones públicas y por los sectores acomodados del mundo rural, basado en una estrategia tripartita. En primer lugar, fomentaron la modernización del cultivo de la viña con el objetivo de conseguir mayores rendimientos, tanto en lo que se refiere al trabajo humano como a la producción por unidad de superficie.23 Las parcelas de la viña experimental del centro fueron el escenario donde se pusieron a prueba diferentes variedades de viníferas, abonos y sistemas de poda. La adopción de técnicas de cultivo intensivo se convirtió en uno de los caballos de batalla para hacer frente a los retos de la crisis vinícola. Los responsables del centro contribuyeron a divulgar la necesidad de aumentar y mecanizar las labores del viñedo, la modificación de los marcos de plantación (apuesta por plantar las cepas a mayor distancia unas de otras, para facilitar la mecanización y el mejor aprovechamiento de la humedad del suelo), la adopción de sistemas de poda más productivos y el fomento a mayor escala de los abonos químicos y de los tratamientos anticriptogámicos. En segundo lugar, hay que mencionar la experimentación relacionada con los sistemas de vinificación, en la que se dio prioridad a tres aspectos fundamentales: por una parte, el perfeccionamiento en la elaboración de los vinos; por otra, la obtención de mejores rendimientos desde un doble punto de vista: la búsqueda de mejores técnicas de prensado para obtener mayor cantidad de producto y la reducción del coste de elaboración, y, finalmente, la experimentación de sistemas alternativos a la vinificación tradicional, entre los cuales cabe destacar la puesta en práctica del sistema de vinificación llamado «la vinería». La vinería fue un intento de 23 Hay que destacar en este ámbito la participación continuada de la Estación en certámenes agrícolas organizados por las instituciones de los propietarios, como era el caso del Centro Agrícola de Vilafranca. Vease, a modo de ejemplo, Centro Agrícola del Panadés (1908). Posteriormente, en 1917, iniciaron la confección del «Estudio del coste de producción de un hectólitro de vino en la comarca del Panadés» cuya secuencia puede seguirse en la memorias anuales de la institución. Véase también Mestre Artigas (1923).
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industrializar la fermentación alcohólica de los vinos. Consistía en estabilizar los mostos obtenidos durante la vendímia y provocar su fermentación a voluntad de los técnicos en la época del año que éstos decidiesen. Para ello se empleaban métodos de desulfitación basados en el calor y las corrientes de aire, siguiendo el sistema del inventor de las vinerías, el ingeniero francés E. Barbet.24 En 1920, la Estación disponía ya de una instalación completa para desulfitar mostos azufrados durante la vendimia, que consistía en una tina de 12 hectolitros dentro de la cual había un serpentín por el que circulaba el vapor encargado de calentar el mosto. Una máquina de vapor alimentaba el proceso, y una bomba de dos caballos de potencia tenía como misión provocar una fuerte corriente de aire. La instalación estaba capacitada para desulfitar seis hectolitros por hora y funcionaba de la manera siguiente: el vapor calentaba el mosto en la tina hasta una temperatura de 60 ó 70 grados; el calor provocaba la volatilización del sulfuroso (SO2) contenido en el mosto; a continuación, la bomba creaba la corriente de aire necesaria para apartar el sulfuroso del mosto. Siguiendo este sistema, el mosto quedaba lo suficientemente desulfitado como para poder proceder seguidamente a una siembra del mismo con levaduras seleccionadas para que iniciase su fermentación vínica. Los métodos franceses a base de calor y aireación ideados por Barbet fueron más tarde perfeccionados por los técnicos de Vilafranca. Después de una serie de ensayos previos, se llegó a aplicar un sistema que consistía en inyectar gas carbónico de la fermentación vínica en recipientes donde hubiese mosto para desulfitar. Dicho gas conseguía eliminar el SO2 dejando el mosto a punto para ser sometido a un proceso controlado de vinificación. La instalación de la vinería fue perfeccionada durante los años siguientes y continuó funcionando durante la postguerra. En tercer lugar, debemos referirnos a la contribución al estudio y divulgación de los vinos típicos de la zona para favorecer su identificación y su comercialización como productos con sello de procedencia. La política adoptada por la Estación en este ámbito seguía las pautas marcadas por algunas iniciativas puestas en marcha durante los años ochenta del siglo XIX25 y por el desarrollo de la ciencia enológica en nuestro país, de la
24 Véase Barbet (1911) y (1912). 25 Roig i Armengol (1890).
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mano de pioneros como Luis Justo y Villanueva o los hermanos Raventós de San Sadurní.26 Pero la existencia de una determinada estructura productiva y comercial, claramente enfocada hacia la comercialización de unos determinados tipos de vinos que no se caracterizaban por ser precisamente representativos de la genuina producción de la comarca, obstaculizó seriamente las iniciativas adoptadas en este ámbito por el centro técnico de Vilafranca. El primer gran proyecto fue el estudio titulado Riqueza alcohólica de los vinos analizados en la Estación Enológica de Villafranca del Panadés. Los datos conservados permiten constatar que durante 13 años (entre 1903 y 1915) se recogieron 6.587 muestras de vinos de 104 localidades, pertenecientes mayormente al Penedès y algunas procedentes de otras comarcas catalanas. El experimento resultaba poco representativo a nivel regional, ya que el 94% de las muestras eran del Penedés y el 6% restante procedían de localidades repartidas entre otras 10 comarcas catalanas. Además, el proyecto tuvo un alcance limitado, ya que los datos recogidos sólo proporcionaban información parcial, tanto desde un punto de vista geográfico (no todas las localidades de la comarca enviaron muestras de forma regular todos los años), como también desde un punto de vista analítico, ya que sólo se estudiaba la graduación alcohólica de los vinos. La confección del casier comarcal a partir de 1913 vino a dar una nueva dimensión al estudio integral de los vinos de la zona. 26 La creciente preocupación por la mejora de la ciencia enológica, por la promoción de las producciones típicas de cada zona y por su difusión comercial tuvo una importante tradición en Cataluña desde la segunda mitad del siglo XIX. La labor iniciada por el IACSI a través de su laboratorio de análisis, fundado en 1867 por Luís Justo y Villanueva, fue un hito importante en este ámbito, ya que supuso la aplicación de la química moderna a la agricultura catalana. Véanse Riera i Tuèbols (1923) y Casassas i Roca (1923). Asimismo, cabe considerar a Jaume Raventós como uno de los pioneros en la divulgación de las nuevas tecnologías vinícolas y como un adalid de la primacía de la calidad por encima de cantidad a la hora de elaborar vinos. Véase Raventós (1922) y Raventós y Valls (1916). A su vez, su hermano Manuel, patriarca de Codorniu, fue otro destacado defensor de los nuevos parámetros productivos y comerciales a través de publicaciones como la revista Resumen de Agricultura y de otros trabajos como el tratado Prensas para vinos. La necesidad de proteger y potenciar las producciones autóctonas, de delimitar las comarcas vitivinícolas y de potenciar la producción de vinos de calidad fue también destacada por otros tratadistas de principios del siglo pasado. A modo de ejemplo citamos Benessat (1906) y Oliveras (1923).
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Los objetivos del casier estaban claramente enfocados hacia la promoción comercial de los vinos típicos de la comarca, y se inspiraban en políticas semejantes puestas en marcha durante aquel período por algunos de los principales productores mundiales de vino.27 Así, los autores del casier defendían como objetivos prioritarios del proyecto los siguientes: la detección y persecución del fraude, la eliminación de obstáculos a la exportación y la identificación y mejor conocimiento de determinadas variedades y tipos de vinos susceptibles de experimentar una mayor demanda comercial, dada su superior calidad. Los resultados prácticos fruto de este estudio deben circunscribirse en unos límites relativamente modestos. En primer lugar, hay que destacar que la cantidad de muestras recibidas de poblaciones de fuera de las comarcas del Penedés tiene que desecharse por poco representativa.28 En segundo lugar, debemos señalar que no todas las poblaciones del Penedés participaron todos los años en el muestreo, ni lo hicieron con la misma cantidad de materiales.
27 En Francia, la organización del casier vinicole estuvo desde el primer momento relacionada con la necesidad de conocer las características de los vinos de cada zona, para luchar con más eficacia contra el fraude y para promocionar comercialmente las producciones locales bajo un sello de origen. En 1910 una circular del Ministerio de Agricultura enviada a los prefectos de los departamentos preconizaba la confección de casiers en todas las zonas vitícolas del país. En el Hérault y bajo la batuta del director de la Estación Enológica de Montpellier, se llevó adelante el proyecto durante el período 1910-1911. El movimiento perdió fuerza durante los años siguientes, pero fue sustituido con notable eficacia por las llamadas enquêtes vinicoles, cuyos resultados fueron publicados anualmente, al menos hasta 1922, en un Compte-rendu de l’Enquête Annuelle du Service de la Répression des Fraudes, sur la composition des vins français de consommation courente. De esta manera, y gracias al servicio de represión del fraude, se dispuso de una notable documentación sobre las producciones vinícolas típicas de diferentes zonas. Douarche (1930), pp. 70-81. En Suiza los laboratorios oficiales también llevaban a cabo un seguimiento anual de las diferentes producciones de los cantones vitivinícolas y se publicaban los resultados en la Statistique Vinicole. En Italia el Ministerio de Agricultura publicaba anualmente un estudio titulado Saggi glaucometrici ed acidimetrici sui mosti italiani delle vendimia del anno..., donde constaban los datos analíticos recogidos por las diferentes instituciones técnicas oficiales del país. Otros países del ámbito extraeuropeo también llevaban a cabo estudios de esta índole. Lavenir (1905). 28 El estudio de 1914 se tituló Estudio de los vinos de la cosecha de 1914 de las comarcas: Panadés, Igualada y Ampurdán, pero durante los años siguientes se volvió al título original referido únicamente al Penedès. La distribución territorial de las muestras recibidas en la Estación Enológica para la confección del casier durante los años 1913, 1914, 1915 y 1916 ofreció los siguientes resultados: total muestras recibidas: 1.588; total muestras proporcionadas por municipios del Penedés: 1.379; porcentaje de muestras no pertenecientes a localidades del Penedés: 13,7%.
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CUADRO 3 DISTRIBUCIÓN COMARCAL DE LAS MUESTRAS RECIBIDAS EN LA ESTACIÓN PARA EL CASIER, 1913-1916
Poblaciones que no enviaron muestras Poblaciones que enviaron entre 1 y 10 muestras Poblaciones que enviaron entre 11 y 25 Poblaciones que enviaron entre 26 y 50 Poblaciones que enviaron más de 50 Total poblaciones participantes en el Casier Total municipios Penedés (Alto, Bajo y Garraf )
6* 6 15 16 8 45 51
Nota: Elaboración propia a partir de los datos del casier de los años 1913, 1914, 1915 y 1916. Los datos de los municipios con más de un punto de recogida de muestras han sido debidamente agrupados. Las poblaciones que no enviaron muestras ningún año fueron Pachs, San Lorenzo de Hortons, San Pedro de Riudevitlles, Bonastre, Masllorens y Cubellas.
CUADRO 4 POBLACIONES DEL PENEDÉS QUE ENVIARON MUESTRAS PARA EL CASIER, 1913-1916
Años 1913 1914 1915 1916 Total acumulado
Número de poblaciones participantes
% sobre total del Penedés
29 16 32 37 45
61,7 34 68 78,7 95,7
En tercer lugar, se dio el problema de que el estudio se mantuvo operativo durante un período de tiempo excesivamente corto como para poder llegar a resultados completos sobre los vinos de la comarca.29 Sin embargo, cabe considerar el casier como un testimonio suficientemente válido de la producción vitivinícola comarcal de los primeros 20 años del 29 La documentación conservada nos ha facilitado datos del período 1913-1916. Las memorias anuales de la Estación de los años 1918 y 1919 insinúan que el estudio fue continuado en años sucesivos, pero sin dar excesivas referencias de los resultados obtenidos (se ofrece la noticia de 414 muestras correspondientes a 47 localidades para el año 1918 y 214 muestras de 37 pueblos para el año siguiente).
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siglo pasado, ya que permite identificar los principales vinos elaborados, sus características esenciales y las zonas de producción de cada uno de ellos. Se habla de cuatro tipos básicos de vinos, dos blancos, un rosado y un tinto. El primero de los blancos era característico de la zonas altas. Se trataba de vinos procedentes de la variedad parellada, de baja graduación y gran finura, que tenían gran aceptación en los mercados suizos y alemanes donde eran conocidos como Panadés-Wein. El segundo se elaboraba mayoritariamente con la variedad xarel·lo, pudiendo admitir en su composición pequeñas cantidades de macabeo y pansé. Su producción estaba localizada en las zonas central y este de la comarca, siendo comercializados en gran parte en los mercados suizo y sudamericano, donde eran conocidos con el nombre de Sant Cugat. Los vinos rosados se elaboraban a partir de la variedad sumoll y en menor medida de las cepas monastell y ull de llebre (tempranillo). Su zona de producción se localizaba en la parte central de la comarca y sus mercados más característicos eran el interior y el suizo, donde se conocían como Rosé Panadés. Finalmente, los vinos tintos, cuya zona de producción se extendía por el Bajo Penedés y el este de la comarca. Las variedades más comunes eran el sumoll y el monastell, destinados al mercado interior y a la exportación americana. Parece claro, pues, que los esfuerzos de los responsables del centro técnico de la capital del Penedés estaban encaminados a potenciar una modernización de un sector socioprofesional que requería respuestas adecuadas para hacer frente a los nuevos retos productivos y comerciales, típicos de una agricultura plenamente integrada en los ritmos de la economía capitalista. Empero, la racionalización de los procesos de producción y la conservación y ampliación de las cuotas de mercado para las producciones autóctonas, hacía necesario el diseño de unas infraestructuras legales encargadas de proteger las diferentes producciones zonales. De aquí surgieron las políticas estatales enfocadas a la creación de denominaciones de origen para los vinos. En este ámbito el ejemplo a seguir fue, una vez más, el de Francia.30 Ahora bien, la comercialización a nivel internacional de los
30 Para el caso francés véanse: Thomas (1932), Guérillon (1919), Marquet (1987).
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diferentes vinos de cada región y país puestos bajo la protección de denominaciones de origen específicas requería el cumplimiento de una serie de requisitos previos. El primero era el abandono de las antiguas prácticas enológicas y comerciales basadas en la «fabricación» de vinos pseudoartificiales y en la imitación de vinos de otras zonas. El segundo, como consecuencia del anterior, significaba la promoción de las producciones típicas locales, lo cual exigía un trabajo constante en la mejora de los productos obtenidos y la elaboración de estudios exhaustivos, encaminados a identificar los vinos típicos de cada zona. De ahí la importancia de los trabajos llevados a cabo por la Estación Enológica de Vilafranca, entre los cuales hemos destacado el casier comarcal, que puede considerarse como el primer gran estudio de los vinos de la comarca del Penedés.
4. Recapitulación A modo de conclusión, podemos decir que la Estación Enológica de Vilafranca impulsó y divulgó una respetable cantidad de iniciativas y de proyectos destinados a transmitir un mensaje modernizador aplicable al conjunto del mundo vitivinícola catalán del primer tercio del siglo XX. Sin embargo, la labor desplegada por el centro tuvo sus momentos de luz y de sombra. En lo que se refiere a los primeros, cabe destacar que la sintonía de intereses y de proyectos entre los responsables del centro técnico, los sectores acomodados del agro comarcal y los influyentes comerciantes vinícolas consiguió poner en marcha una importante cantidad de aportaciones, que contribuyeron a diseñar el futuro económico de la comarca y catapultaron a la institución hacia su conversión en uno de los centros técnicos vitivinícolas más prestigiados de la Europa de su tiempo. Su director, Cristòfor Mestre, recibió el encargo del Ministerio de Fomento de diseñar los proyectos de las nuevas estaciones enológicas que progresivamente se fundaron en diferentes zonas vitícolas españolas a partir de comienzos de la segunda década del siglo. La intervención del técnico catalán en los casos de Jumilla (1912), Felanitx (1913), Almendralejo (1916) y Cariñena (1925) aparece plenamente documentada. Asimismo, cabe destacar que la Estación fue declarada «estación matriz» el año 1933. Esta disposición legal suponía la conversión del centro técnico catalán en
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una especie de planta piloto donde los aspirantes a ingenieros agrónomos de la especialidad de enología venían obligados a efectuar una temporada de prácticas antes de obtener el título. En cuanto a los momentos de sombra, cabe decir que las propuestas de los técnicos de Vilafranca fueron objeto de un seguimiento limitado. Por una parte, la mayoría de los profesionales del sector, formada por pequeños y medianos viticultores, no se encontraba en disposición de aplicar al pie de la letra los preceptos técnico-enológicos que aconsejaban los responsables de la Estación. Tanto en lo que se refiere al cultivo de la viña como también para todo aquello relacionado con la elaboración del vino, los viticultores hicieron un esfuerzo de adaptación a las nuevas exigencias, que, en todo caso, no podía traspasar los límites estrechos que les imponían los recursos disponibles y el alto coste que suponía la aplicación de nuevas técnicas de cultivo (abonos químicos, sistemas de poda sofisticados, etc.) y de vinificación (construcción de lagares equipados con tinas de cemento armado, prensas modernas, desrapadoras, consumo de productos enológicos para una mejor conservación del vino, etc.). A su vez, la crisis vinícola intermitente, con la acentuación de la depreciación del vino que se produjo a partir de comienzos de la década de 1920, añadió nuevos obstáculos a una correcta difusión de un mensaje renovador del mundo vitivinícola, que sólo pudo ser asumido parcialmente. Por otra parte, la oferta docente efectuada por el centro técnico estuvo mayoritariamente enfocada hacia dos colectivos muy influyentes en lo económico y en lo social: los grandes propietarios de viñas y los comerciantes de vinos, unos grupos claramente minoritarios dentro del conjunto de los profesionales del sector. A su vez, el cooperativismo vitivinícola, considerado como uno de los instrumentos básicos para la modernización de la viticultura de la comarca y claramente impulsado desde la Estación, tampoco consiguió grandes progresos materiales y captó pocos efectivos sociales entre los viticultores de la zona. En resumen, la Estación a la hora de fomentar la renovación y la consolidación del sector, se enfrentó a importantes obstáculos, que, en buena medida, estuvieron relacionados con la excesiva dependencia que dicho centro técnico siempre tuvo respecto de los sectores preeminentes de la vitivinicultura comarcal. Así, por ejemplo, los comerciantes de vinos —uno de los puntales socioeconómicos del centro— impusieron casi
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siempre sus intereses particulares para preservar su posición dominante en lo que se refiere al control del mercado, en una línea claramente coincidente con la llevada a cabo por los sectores comerciales exportadores de otras zonas de España, como por ejemplo Jerez o la Rioja.31 Los comerciantes difícilmente podían asumir de forma plena los postulados de la Estación en cuanto al fomento y la protección de los vinos naturales de la zona, sobre todo si tenemos en cuenta que durante muchos años siguieron controlando la mayoría de la producción de la comarca y manipulando en sus almacenes de expedición los vinos que adquirían, llevando a la práctica lo que en su día definimos como la multiplicación de los panes y de los peces.32 Mestre i Raventós (1987) nos ha descrito admirablemente el problema, a pesar de hacer referencia a un episodio posterior en el tiempo al período del que aquí nos ocupamos: Fins l’any 1960 [...] no es va crear la denominació d’origen Penedés i es va redactar un reglament molt desafortunat que emparava una sèrie de vins de composició difícil d’obtenir al Penedés si s’aplicava l’Estatut del Vi, i en canvi en deixava fora una altres, com el xampany, molt acreditats a la comarca. Els patrocinadors van esser un grup de comerciants de vi de Vilafranca i, com és natural, el reglament era a imatge dels vins que els elavoraven i que mot aviat deixarien de produir en caure en desús.
La constitución de la denominación de origen Penedés no se llevaría a cabo de forma efectiva hasta 1976, con lo cual habrían de pasar muchos años para poder poner en marcha medidas realmente efectivas destinadas a prestigiar los vinos de la zona, que pusieran fin a una política basada exclusivamente en la comercialización de determinados vinos tipos elaborados por los comerciantes.33 El episodio demuestra hasta qué punto existió una notable distancia entre los proyectos avalados por los técnicos de la Estación y lo que acabó llevándose a la práctica. Los resultados, en lo que se refiere a la promoción internacional de nuestros vinos, saltan a la vista. A comienzos de la década de 1930 el órgano de la Office Inter31 Para el caso de la Rioja véanse Mees (1992), pp. 172-174, y Leyte Marrero (1960). Para el caso de Jerez, Cabral Chamorro (1987). 32 Saumell Soler (1993), pp. 173-228. 33 Una de las escasas iniciativas enfocadas a fomentar una producción de calidad y a promocionarla a nivel internacional debe atribuirse a la casa Codorniu, cuyos productos fueron repetidamente premiados en toda clase de certámenes internacionales durante aquellos años. Giralt i Esteve (1993) y Giralt Raventós (1993).
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national du Vin, el Annuaire International du Vin, reseñaba las denominaciones de origen y los vinos con pedigree de los principales países productores europeos. El lugar que ocupaban los vinos españoles resultaba sensiblemente reducido y falto de informaciones fidedignas, si lo comparamos con los datos de las producciones de las otras potencias vitivinícolas de la época.34
34 Douarche (dir.) (1932), pp. 587-600.
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ÍNDICE INTRODUCCIÓN (Juan Carmona, Josep Colomé, Juan Pan-Montojo y James Simpson)..
7
VISIONES GENERALES CAMBIOS EN LAS PREFERENCIAS DE LOS CONSUMIDORES DE VINO Y RESPUESTAS DE LOS PRODUCTORES EN LOS DOS ÚLTIMOS SIGLOS (José Morilla Critz) ..................... 1. Introducción ............................................................................. 2. Condicionantes de la comercialización de los vinos de mesa y generosos................................................................................ 3. Hitos en los cambios en el consumo de vinos desde principios del siglo XIX ............................................................................... 3.1. Primera mitad del XIX: erosión del predominio de los vinos licorosos............................................................................ 3.2. El prestigio del claret en la segunda mitad del XIX ............. 3.3. Los años de la templanza: de finales del XIX a la Segunda Guerra Mundial ................................................................ 3.4. Convergencia y homogeneización, 1945-2000.................. 4. Conclusiones............................................................................. EL SECTOR VITÍCOLA ESPAÑOL DURANTE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX Y EL PRIMER TERCIO DEL XX: EL IMPACTO DE LA DEMANDA FRANCESA, LA CRISIS ECOLÓGICA Y EL CAMBIO TÉCNICO (Josep Colomé Ferrer)
13 13 14 18 18 20 26 33 37
39
376
Índice
1. Introducción: Cuando las cepas se adueñaron de las colinas y los valles mediterráneos ............................................................. 2. La expansión comercial del último tercio del siglo XIX: la atracción de los mercados franceses .................................................. 3. El fin del ciclo expansivo: crisis ecológica, replantación y recomposición del sector vitícola.................................................. 3.1. La productividad del trabajo vitícola ................................ 3.2. La productividad de la tierra y el cambio técnico ............. 4. Epílogo: algunas reflexiones finales............................................
39 43 51 53 55 58
PROPIEDAD, EXPLOTACIÓN Y CAMBIO TÉCNICO INTRODUCCIÓN (Juan Carmona) ............................................
63
VITICULTORES, NO COMERCIANTES. NOTAS SOBRE LA EVOLUCIÓN DE LA VITICULTURA EN LA CATALUÑA CENTRAL (Llorenç Ferrer i Alós).................................................
69
CAMBIO TÉCNICO EN LA VITIVINICULTURA ARAGONESA, 1850-1936: UNA APROXIMACIÓN DESDE LA TEORÍA DE LA INNOVACIÓN INDUCIDA (Vicente Pinilla Navarro).. 1. Cambio técnico en la viticultura aragonesa ............................... 2. El estancamiento en las técnicas de elaboración del vino........... 3. Explicando el cambio tecnológico: la teoría de la innovación inducida ....................................................................................... 4. Factores productivos, recursos naturales y costes de oportunidad 5. La demanda de vino.................................................................. 6. El entorno institucional y la inducción al cambio técnico ......... 7. Conclusiones............................................................................. PROPIEDAD VITÍCOLA Y CAMBIO TÉCNICO EN LA MESETA DE REQUENA, 1850-1930 (Juan Piqueras Haba) ....... 1. Los beneficios de una crisis ....................................................... 1.1. Expansión vitícola y estructura dual de la propiedad......... 2. La difusión de innovaciones técnicas: cronología y agentes del cambio ...................................................................................... 3. Los cambios técnicos y su difusión............................................
89 90 92 96 97 104 110 111 115 115 116 121 123
Índice
377
3.1. 3.2. 3.3. 3.4. 3.5.
Cambios técnicos en viticultura ........................................ La lucha contra las plagas criptogámicas: oídio y mildíu ... La difusión de abonos químicos........................................ La filoxera y la replantación con pies americanos .............. La difusión de innovaciones en enología: bodegas y maquinaria ................................................................................. 4. Conclusiones.............................................................................
123 125 130 131 132 136
COOPERATIVAS, BODEGAS Y MAYORISTAS: LA INDUSTRIALIZACIÓN DE LA VINICULTURA INTRODUCCIÓN (James Simpson) ........................................... LA BÚSQUEDA DE VINOS TIPIFICADOS POR LAS BODEGAS INDUSTRIALES: FINANZAS, ORGANIZACIÓN Y TECNOLOGÍA EN LAS ELABORACIONES DE LA COMPAÑÍA VINÍCOLA DEL NORTE DE ESPAÑA, S.A. (18821936) (José Luis Hernández Marco) .............................................. 1. Introducción ............................................................................. 2. El camino de la especialización.................................................. 3. El cambio en la forma de aprovisionamiento de sus vinos base . 4. Las ventajas de una situación financiera saneada ....................... 5. Desde la viña hasta la bodega: los procedimientos de elaboración, tratamiento y útiles de una industria vitivinícola .............. 6. Conclusión................................................................................
141
153 153 156 158 162 164 177
LOS EXPORTADORES DEL JEREZ, 1835-1886 (Enrique Montañés) ....................................................................... 1. Las exportaciones del jerez, 1822-1935 ..................................... 2. Los exportadores de Jerez, 1840-1886....................................... 2.1. Los exportadores hacia 1840............................................. 2.2. El período 1840-1886....................................................... 3. Las empresas exportadoras: inversión y desarrollo regional ........
187 188 191 191 197 200
TRANSFORMACIONES VITÍCOLAS Y ENOLÓGICAS DESDE EL TIPO DE ASOCIACIONISMO AGRARIO: EL CAMPO DE CARIÑENA, 1870-1970 (Alberto Sabio Alcutén) ...
209
378
Índice
1. La fluidez de las transformaciones técnicas en el viñedo ............ 2. Las rémoras enológicas y los obstáculos al cooperativismo......... CAMBIOS ESTRUCTURALES EN EL COMERCIO VINÍCOLA Y PROGRESOS EN LA CIENCIA ENOLÓGICA EN CATALUÑA DURANTE EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XIX (Francesc Valls Junyent) ............................................. 1. Aproximación a la evolución de las exportaciones vitícolas catalanas durante el primer tercio del siglo XIX ................................ 2. Cambios en la tipología de los aguardientes comercializados ....... 3. Viejos y nuevos mercados para la producción vitivinícola catalana ..................................................................................... 4. Aguardientes: la pérdida de los mercados noreuropeos y el avance del mercado interior español.......................................... 5. Vinos: la reorientación hacia el mercado americano .................. 6. La demanda de soporte técnico y científico por parte del comercio vitivinícola y los progresos en la ciencia enológica en Cataluña........................................................................
210 222
239 241 244 246 249 252
255
ESTADO, ACCIÓN PÚBLICA Y CAMBIO TÉCNICO INTRODUCCIÓN (Juan Pan-Montojo)......................................
267
PROGRESOS Y REGRESOS DE LA VITIVINICULTURA NAVARRA: LA ACCIÓN PÚBLICA Y SUS CONTEXTOS SOCIALES (1850-1936) (José Miguel Lana Berasain)................... 1. De la euforia a la crisis: la quiebra del modelo agroexportador.. 2. Respuestas a la crisis: intervención pública, difusión de la propiedad y reorientación productiva ............................................. 3. Luces y sombras de la reconstitución: renovación técnica y opciones productivas .....................................................................
294
INICIATIVA PÚBLICA Y PRIVADA EN LA REPLANTACIÓN DEL VIÑEDO RIOJANO DESTRUIDO POR LA FILOXERA (1900-1918) (Andreas Oestreicher)................................................ Introducción .................................................................................. 1. Lenta replantación y crisis (1903-1909) ....................................
301 301 302
275 275 283
Índice
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1.1. La Junta de Fomento de Intereses Locales de Haro ........... 1.2. Un nuevo negocio: el comercio de plantas americanas ...... 1.3. Otras iniciativas privadas .................................................. 1.4. Crisis e iniciativa institucional .......................................... 2. La replantación dirigida ............................................................ 2.1. La replantación de la Caja Vitícola Provincial ................... 2.2. Dimisión de Zaporta y primeras voces críticas .................. 2.3. Crítica y polémica abiertas................................................ 2.4. Tercera modificación del reglamento de la Caja Vitícola ... 2.5. Silencio y disolución de la Caja......................................... 3. Conclusiones ............................................................................
303 306 308 309 312 313 317 319 321 322 324
PROPIETARIOS, COMERCIANTES Y TÉCNICOS: LA ESTACIÓN ENOLÓGICA DE VILAFRANCA DEL PENEDÉS, 1901-1936 (Antoni Saumell Soler)................................................. 1. La fundación del centro y las conexiones con los propietarios ... 2. La Estación y los comerciantes de vinos .................................... 3. La experimentación integral: la mejora de los rendimientos del cultivo y de la vinificación y la contribución a la identificación y tipificación de los vinos de la zona ......................................... 4. Recapitulación ..........................................................................
338 345
BIBLIOGRAFÍA............................................................................
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327 329 335
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Este libro se terminó de imprimir en Zaragoza en los talleres de la Sociedad Cooperativa Librería General el día 25 de abril de 2001