Relatos desde el tren
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Relatos desde el tren
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia o otros medios, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.
Diseño de cubierta: Andrés Froiz RELATOS DESDE EL TREN (c) Jorge C. Alonso 2004 (c) Clizia editores 2004 Depósito legal: ISBN: Impreso en Gráficas Duher, Pontevedra Impreso en España / Printed in Spain
A María, a Jorge y a Pablo. A mis padres.
La imaginación no es más que el aprovechamiento de lo que se tiene en la memoria. (Pierre Bonnard)
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Yo s o y A g u s t í n To r r e s , s o l t e r o , d e c i n c u e n t a y d o s a ñ o s d e e d a d . Vi v o e n G u a d a l a j a r a , a l a s afueras, y trabajo entrando en Madrid, en una fábrica de componentes electrónicos. Mi vida es monótona. Pero a veces se ve salpicada por esos hechos cotidianos de la vida. Así que me he decidido a recoger alguno de esos momentos que tan a menudo suelen pasarnos a todos cuando menos te lo esperas. Hoy llego a la estación a las ocho de la mañana. Habitualmente el medio de transporte que utilizo para ir al trabajo es el tren. Podría ser un autobús, o un coche con otros compañeros de la fábrica, pero no. Desde hace muchos años siempre voy en tren. Hoy es uno de esos tantos días
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en los que, tras levantarme a las siete y media, llego a la estación, que está muy cerca de mi c a s a , a l a s o c h o . Ya e s r u t i n a . Lo primero que hago al llegar a la estación es comprar el periódico. La kioskera ya me tiene preparado todos los días “El País”. Es otro de mis hábitos cotidiano, leer “El País”. - Buenos días, Agustín. Aquí tiene usted su prensa. Por cierto, no se olvide que hoy es primero, ¿eh?. - C l a r o , A n g u s t i a s , a q u í t i e n e u s t e d . Ta l ó n p a r a doña Angustias. P e r o n o v a y a a c o b r a r l o h o y, n o v a y a a s e r q u e no le den nada. Mañana ya puede hacerlo efectivo. Es que este m e s v a m o s a c o b r a r h o y. . Normalmente en 28, a no ser que p a g a n h o y, d í a 1 . los del sindicato Lo importante es
la fábrica nos pagan hacia el caiga en festivo. Este mes nos Algo ha pasado en las oficinas; d i c e n q u e h u e l e m a l . A s a b e r. cobrar ese dinerito.
- ¿ Qué, Agustín, hace el cafecito y los churros? - Pues claro, hombre. ¿O es que esperabas que te pidiese otra cosa?
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- Pues ya ve, después de la derrota del Madrid, pensé que a lo mejor me pediría un agua para ahogar las penas -dijo Chinto, el camarero, riéndose mientras preparaba el café. Yo s o y a f i c i o n a d o a l f ú t b o l . E l R e a l M a d r i d e s e l equipo de mis amores, y también de mis desgracias, porque…es que no da una últimamente. Chinto es del Barcelona. Le gusta picarme los lunes, pero yo no soy demasiado visceral en cuestiones deportivas, así que conmigo poco p u e d e h a c e r. Mientras comienzo a leer el periódico, se sientan a m i l a d o d o s j ó v e n e s . Ti e n e n b u e n a s p e c t o , v a n bien vestidos y aseados. Es raro encontrar a las ocho de la mañana tipos así en nuestra estación. Por eso me intereso por su conversación: una de mis debilidades es la curiosidad por todo lo que h a y a m i a l r e d e d o r. La conversación gira en torno a algo que le pasó a uno de ellos….. - Ya v e s - e s t a b a h a b l a n d o e l q u e e s t a b a m á s c e r c a d e m í - , p u e s f u e e s t e s á b a d o . Yo e s t a b a tomando una cerveza por la noche en el bar “Napoleón”, que está en la Alameda. Apenas había nadie. Entonces entró un tipo de buen aspecto con un maletín de piel y se sentó cerca de mí. Me saludó
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muy efusivamente, pero yo no caía en quién era. - ¿ Y lo conocías ? -preguntó su amigo-. - Espera que te sigo contando. El tipo en cuestión pidió un whisky y un bocadillo de jamón serrano. Mientras tanto yo estaba pendiente de la televisión, y de vez en cuando miraba de reojo para ver si me acordaba de quién era él . A los diez minutos se acercó a mí y se despidió con un “hasta luego, hombre”. Y desapareció, ni siquiera me dio tiempo a preguntarle nada. - ¿Y qué amigo-.
pasó después? -volvió a inquirir el
- Después vino algo bueno. Le pedí al camarero la cuenta. “¿Me cobra, por favor?” Y adivina lo que me dice: - S o n m i l d o s c i e n t a s p e s e t a s , s e ñ o r. - P e r d ó n , c r e o q u e s e d e b e e q u i v o c a r. Sólamente he tomado esta cerveza. - S í s e ñ o r, p e r o s u a m i g o d i j o q u e p a g a b a u s t e d el whisky y el bocadillo. - ¿Cómo que mi amigo? - M i r e u s t e d . Yo s ó l o s e q u e e l a m i g o q u e u s t e d
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saludó dijo que pagaría usted lo suyo, así que yo no se nada. Son mil doscientas. - Pero oiga, que yo no conozco de nada a ese s e ñ o r. Q u e e s l a p r i m e r a v e z q u e l o v e o e n m i vida. El camarero seguía inflexible, y además muy cabreado. Así que por no armar allí un buen e s p e c t á c u l o t u v e q u e p a g a r. - Va y a m o r r o q u e l e e c h ó e l f u l a n o , ¿ n o ? - Pues espera que sigo. De allí salí a dar un paseo por la Alameda. Estaba pensando yo en el fulano y en el cabreo que pillé por su culpa, cuando de repente, allí lo veo, sentado tranquilamente en un banco leyendo una revista. Lógicamente me acerqué a él, y le pedí una e x p l i c a c i ó n d e l o q u e h a b í a s u c e d i d o e n e l b a r. - Tiene que disculparme, -me contestó-, pero es que no me dí cuenta de que no llevaba dinero suelto, y entonces se me ocurrió que.…. - ¿ Y no se le ocurrió decírselo al camarero y quedaba usted mejor? - Ya l e d i g o , l e r u e g o q u e m e d i s c u l p e . M i r e , v o y a h a c e r u n a c o s a . Te n g o d ó l a r e s , a s í q u e m e acerco un momento al hotel, que lo tengo aquí al
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lado, los cambio y le pago lo que usted abonó de mi consumición y le invito a tomar algo por las molestias. - Bueno hombre, no hace falta que… - Permítame que insista -dijo el desconocidoademás, para que vea usted mi buena voluntad, y que no crea que me voy a ir sin pagarle lo suyo le dejo aquí mi maletín. - Pero que no, hombre -le dije yo-, que ni hace falta que me pague, ni hace falta que me deje aquí nada. - Al final le dejé que fuera a su hotel. Me dejó en el banco al cuidado de su maletín. Estuve esperando cosa de quince minutos. Y el desconocido no aparecía. - ¿Y no abriste el maletín, para ver si había dinero, o algo?- preguntó el amigo-. - Espera, espera. Estaba ya a punto de irme, aunque en realidad no sabía ni en qué hotel estaría h o s p e d a d o e s t e s e ñ o r, c u a n d o a p a r e c i ó u n c o c h e de la policía y se bajaron dos policías y el desconocido que ya estaba empezando a ser muy conocido. - Ese fue, agente. Y mire, aún tiene mi maletín.
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Ese fue el que me lo robó. - Me quedé de piedra. El desconocido me acusaba de haberle robado el maletín. - ¿ P e r o q u é d i c e s ? - e s p e t ó e l o t r o a m i g o - ¡ Va y a morro el del fulano! - Claro, yo le conté al policía lo sucedido. El desconocido venga a darle la versión de que yo l e h a b í a r o b a d o . To t a l , q u e n o s l l e v a n a l o s d o s a la comisaría para aclarar el follón. Llegamos a Comisaría, y a mí me meten en una celda, mientras al otro lo dejan fuera. Me interrogó un a g e n t e d u r a n t e c a s i m e d i a h o r a . Yo v e n g a a decirle siempre lo mismo, que yo no conocía de nada a ese hombre. El policía venga a decirme que ese hombre insistía en que yo había robado. En fin, un follón. - ¿Pero no te dejaron llamar a alguien, un abogado, o algo así? - Espera. Al cabo de esa media hora me dijeron que me harían un interrogatorio oficial, y que si yo no disponía de abogado me pondrían uno de oficio, así que les dije que prefería llamar al mío. Estábamos en ello cuando llegó el Comisario en persona.
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- P o r D i o s , h o m b r e , t i e n e q u e d i s c u l p a r n o s . Ya hemos verificado las versiones, y parece ser que, efectivamente usted tiene razón. Ese hombre estaba buscado ya por estafa por varios juzgados de España. Lamento este trago, pero comprenderá que estaba todo tan bien enmarañado…. Por supuesto acepté sus disculpas. Incluso bromeamos sobre si me invitaba a tomar algo pagando yo, y estas cosas…; en fin, que salí de Comisaría ya dispuesto a irme para mi casa. - Jo, que mal, ¿no? -dijo el amigo-. - Y aún hay más. - ¿ Pero aún no terminó la aventura? - Que va, hombre. Como te dije, salí de la Comisaría para irme a casa, descansar y tranquilizarme, porque estaba demasiado nervioso. Y a los quinientos metros de estar andando me di cuenta de que con la confusión, el follón que se armó y todo el berenjenal, el maletín seguía en m i p o d e r. - ¿Qué? -preguntó sorprendido el amigo-. Pero bueno, cómo te ibas a ir con el maletín. ¿Es que en la Comisaría nadie lo cogió?…
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- Ahí está lo bueno. Cuando me metieron en la salita para interrogarme nadie me lo quitó, ni me registraron, ni nada de nada. - ¿Y que hiciste? - Mi primera intención fue dar marcha atrás y llevárselo a la Policía. Sin embargo me atacó la d u d a . Ya s a b e s q u e t o d o s s o m o s u n p o q u i t o c o d i c i o s o s , y m e d i j e : s i e s d e u n e s t a f a d o r, a l o mejor lleva una buena cantidad de dinero…, yo que se. En ese momento piensas lo que sea. - ¿ Y lo abriste? - Pues claro que lo abrí. - Bueno, ¿y qué, qué había dentro? - Ni te lo imaginas. - Pero hombre, dilo de una vez. ¿Qué había? - Si lo adivinas pago los cafés. - No se.. dinero, joyas,… - Frío, frío. - A v e r, p a p e l e s c o m p r o m e t e d o r e s h a c i a a l g u n a persona para hacer chantaje o algo así.
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- Frío, frío. - Ve n g a h o m b r e , d í m e l o y a , q u e m e t i e n e s s o b r e ascuas. - Prepárate: en el maletín había… es que no se si debo decírtelo, a lo mejor la Policía…… - Ve n g a h o m b r e , q u e s o m o s a m i g o s d e s d e h a c e años. Dime lo que encontrarse. - Bueno, está bien. En el maletín había…. estaba lleno de pelo. - ¿Lleno de pelo…, quizás de un asesinato, de una víctima….? - No, hombre, lleno del pelo que te estoy tomando desde que empecé a contarte la historia, -dijo riéndose con todas sus fuerzas-. - Pero ….así que no era verdad… y yo aquí escuchándote como un idiota…. Pero serás mala persona…. Las risas del que contó la historia, y la cara de asombro del que le fue tomado el pelo aún duraron un buen rato. Chinto y yo nos miramos con cara de complicidad. La verdad es que nosotros también habíamos creído toda la película, incluso estába-
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mos pensando para nuestros adentros en qué demonios habría en el dichoso maletín. En cierto modo también nos tomaron el pelo a nosotros. En fin, pagué mi desayuno y me fui hacia el andén, porque ya estaría a punto de llegar el tren que me llevaría a Madrid.
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El andén es un buen sitio para escuchar las conversaciones de los demás. Es lugar de encuentro de unos y otros. Las parejas que van a estudiar a Madrid o a la universidad de Alcalá quedan ya en el andén para coger juntos el tren. Y las señoras que van de comprar a Madrid. Los que vamos a trabajar… un auténtico hormiguear de gente se ve a las ocho de la mañana en el andén. Como dije antes suelo ser una persona de hábitos adquiridos. Y como siempre hago, me senté en uno de los bancos que aún están intactos. Allí es donde suelo empezar a leer mi periódico del día. Estaba leyendo algo acerca del diputado Olina. Su juicio estaba ya a punto. Me acuerdo perfec-
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tamente de cómo llegué a conocer al ínclito señor Olina. Fue hace tres años. En aquellas elecciones fui a l a s e d e d e l P S O E , p o r s i q u e r í a n a l g o d e m í . Yo milito desde hace años, pero nunca le dí demas i a d a i m p o r t a n c i a a l a h o r a d e c o l a b o r a r. A q u e l a ñ o m e d e c i d í . Ve í a q u e l a d e r e c h a s e n o s v e n í a encima. Me recibieron bien. - ¡ Hombre, ya era hora de que alguien se dignas e a a y u d a r, p o r q u e a h o r a t o d o s e s t á n a l r e v é s , s i te he visto no me acuerdo! - Pues aquí os dejo mi teléfono, para lo que haga falta. Llamaron a las dos semanas. Había un acto en un cine, y querían llenarlo. Claro que con el plantel de personalidades la cosa no estaba asegurada. El más importante era Olina. De aquella era Director General o algo así. Y ni siquiera sé bien a que Ministerio pertenecía. Eso sí, debía de ser importante, porque allí llegó en coche oficial, secretaria y no se cuántas cosas más. Esa noche cenamos con él cuatro más del partido y yo, que caí despistado sin comerlo ni beberlo en aquella cena invitado por el presidente local.
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La conversación giraba en torno a las expectativas de futuro. Hablaban de encuestas, datos, n ú m e r o s q u e a m í s e m e e s c a p a b a n . Yo s i e m p r e creí en mi partido, en mi ideal socialista, y todo aquello a mí me sobraba. - ¿Cómo lo tenemos aquí?, -le preguntó Olina al presidente local, Alberto-. - Pues te voy a ser franco. En esta mesa estamos los únicos que quedamos de los primeros tiempos, y eso que aquí , Agustín, estuvo varios años s i n a p a r e c e r, p e r o s e v e q u e a h o r a , q u e v e q u e l a cosa está mal se apunta a caballo perdedor…pero, ¿qué se dice por Madrid? - Yo y a m e e s t o y b u s c a n d o l a v i d a e n l a e m p r e sa privada. No sé que me da que aquí no vamos a durar ni un día más. Y precisamente de esto quería hablar con vosotros. Quiero proponeros un negocio. Al cincuenta por ciento. Entre la Junta Local y yo. - Te e s c u c h a m o s , - d i j o A l b e r t o - . - Ve r é i s . S i t o d o s a l e c o m o c r e o , p o d e m o s g a n a r u n o s c u a n t o s m i l l o n e s . To d o d e p e n d e d e v u e s t r a a y u d a . Ya l o h e h e c h o c o n o t r o s c a m a r a d a s y h a salido redondo. Así que estoy aprovechando los últimos meses que nos quedan para cerrar cuentas.
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El diputado Olina nos contó su plan de hacernos con unos cuantos millones en pocos días. La cosa era como sigue. Nosotros cuatro constituíamos una sociedad limitada, que podía dedicarse a cualquier actividad, eso era lo de menos. Por supuesto, Olina, que era al final el que más iba a g a n a r, n o e s t a b a e n e l a c c i o n a r i a d o . - Cuando tengáis constituida la sociedad, -prosiguió Olina con su plan-, hablamos aquí con el director de la sucursal del banco Argentaria, que ya sabéis que como es estatal aún lo controlamos al cien por cien. Esta sucursal nos concede una línea de crédito de digamos veinte millones de pesetas sin aportar aval ninguno. Esa línea vence al cabo de un año, tras el cual, se demostrara que los socios de la empresa son insolventes y que no hay un duro, así que aquí paz y después gloria. Alberto fue el primero en hacer preguntas: - ¿Y quién te dice a tí que así, de birli birloque, esa línea nos la van a conceder? Porque me imag i n o q u e e n l a s a l t u r a s s e p o d r á h a c e r, p e r o a q u í , a nivel local. Además, si controláis arriba, porqué hacerlo en una sucursal. Y otra cosa, aunque nos declaremos insolventes, es de suponer que habrá juicio si no se paga la póliza, y eso signif i c a c á r c e l s i n o h a y c o n q u é r e s p o n d e r. ¿ N o ? . - Por partes. La línea la van a conceder de todas
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todas. ¿Porqué a nivel local?, muy sencillo, porque todos los directores, o la mayoría, y este es uno de los casos, saben que si hay cambio de gobierno se van a ir a la calle, porque están ahí como todos, porque los hemos puesto nosotros. Y saben que van a necesitar algo de dinero cuando los larguen, así que el negocio está asegurado por esa parte. En cuanto al juicio olvídate. De aquí a un año habremos montado más de 3000 operaciones de este tipo, con lo que el banco no va a poder materialmente hacer todas las denuncias. Además, ¿crees que por veinte millones se v a n a m e t e r e n c a m i s a s d e o n c e v a r a s ? Ya o s digo que esta misma operación se ha hecho en cantidad de localidades. Si el banco es el primero en estar de acuerdo…. - P e r o , a v e r, q u e y o m e e n t e r e , - p r e g u n t é - , ¿ q u é es lo que ganamos cada uno en esta operación? - Mucho por no hacer nada. Fijaos. El director de la sucursal se queda con un 25 por ciento de los veinte millones; yo, que soy el organizador de todo el tinglado, otro 25 , y vosotros cuatro os repartís el 50 por ciento que queda. Como veis, es mucho para el poco riesgo. A mí no me apetecían esos jaleos. No iba conmig o . N o i b a c o n m i f o r m a d e s e r, n i c o n m i s i d e a les basados en Pablo Iglesias y su pensamiento.
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Además, este señor cobraría por no arriesgar ni el cuello de su camisa…, mientras que nosotros, por mucho que nos dijera que no íbamos a tener problemas, ¿quién te dice a ti que mañana cuánd o l l e g u e n l o s d e l P P, n o n o s v a n a e n c h i r o n a r a todos?, porque por lo que parece, esta operación, al ser a nivel nacional, es mucho dinero. Si, como dijo Olina, van a ser 3000 operaciones como esta, por veinte millones cada una, eso quiere decir que el banco va a perder de la noche a la mañana, ¡ 60 mil millones de pesetas!. Dios m í o . Q u é m a r e o . Y l o q u e e s p e o r, O l i n a s e v a a q u e d a r, é l s o l o , c o n e l 2 5 p o r c i e n t o d e e s o , q u e viene siendo, más de dieciseis mil millones de pesetas… - Yo c o m p a ñ e r o s , - d i j e t r a s m i s c a v i l a c i o n e s - . , s i no os importa no quiero formar parte de este tinglado. No me gusta. Lo siento. - Bueno hombre, -dijo Olina-, no es para poner cara de funeral. No te gusta y punto. Si además era sólo una suposición, no un negocio en firme, ¿eh? Tranquilo hombre. Yo m e f u i d e a l l í . M e p a r e c í a m a l t o d o a q u e l l o . Los otros se quedaron aún un buen rato hablando con Olina. Y claro que fue un negocio en firme. Este lugar no es grande, y todos sabemos todo. Y claro, Jacinto, albañil desde que tenia 12 años, que de repente nos aparezca con un Mercedes,
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por mucho que él diga que es traído de Alemania y no se cuántas historias más,… en fin, que todo a q u e l l o s a l i ó . Va y a s i s a l i ó . Por eso ahora me hace tanta gracia leer que el diputado Olina ya tiene el juicio preparado. Está acusado de falsificación en documento público, malversación de caudales públicos, estafa… bueno, no se cuantas cosas más. El caso es que le pidieron una fianza de 15.000 millones de pesetas. Y lo bueno es que pagó la fianzaSegún el fiscal ha “timado” al Estado más de 2 5 . 0 0 0 m i l l o n e s d e p e s e t a s . Y l o c r e o . Va y a s i l o creo. Y no se trata, como dice su abogado de ninguna operación del nuevo Gobierno para tapar lo que están haciendo mal. Que va. Ahí tengo que ser consecuente y reconocer que este tipo es peligroso. Ríete tú de Mario Conde. Ya m e i m a g i n o s i m e l l a m a r a n a m í a d e c l a r a r : - ¿Jura usted decir la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad? - Lo juro, -tendría que responder yo. - ¿Estaba usted en la cafetería tal, de tal sitio a las tantas del día no se qué, en una reunión en la que participó el aquí acusado, y en la que se ofreció un negocio suculento para ustedes…? - y
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seguiría con el resto de la historia. Y claro, yo t e n d r í a q u e r e s p o n d e r. - . - Sí señoría. El señor acusado, aquí presente nos propuso…- y daría la versión que yo recuerdo de aquella reunión. Entonces intervendría la defensa-. - ¿No es cierto que de aquella reunión usted se fue y por lo tanto no puede confirmar que se hubiese llegado a acuerdo alguno? - Hombre, bien mirado, sí. Pero lo que cuenta es la intención, la propuesta……. En fin, que seguiría así todo el proceso. Hasta que al final, me imagino, alguien sería tan listo como para demostrar que el señor Olina, por sus ingresos habituales, no pudo haber amasado tal cantidad de dinero aunque lo tenga fuera de España, que es lo lógico en estos casos, y entonces, probablemente, lo enchironarían. Lo que pasa que seguro que a los pocos años estaba f u e r a , y l o q u e e s p e o r, d i s p u e s t o a v i v i r d e e s e dinero el resto de sus días, en plena libertad, y riéndose de todos nosotros. Ay, S e ñ o r … . q u e e s t o d e l a j u s t i c i a c o m o n o cambie…Ah, ya oigo el tren. Bueno , con tanta cosa no leí al final las noticias, y por supuesto, lo más importante, los deportes. Lo haré en el trayecto. Aquí viene….
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Inglaterra, año 1330. - ¿Quién os creéis para dirigiros hacia mi persona en esos términos?, ¡responded, mendigo! E l q u e a s í h a b l a b a e r a H e n r y, a c t u a l c o n d e d e Princetown, hijo del conde del mismo nombre, y único heredero de éste. E l c o n d e h a b í a m u e r t o e l a ñ o a n t e r i o r, e n p l e n a batalla; batalla en la que se pretendía recuperar para el obispo de Crown un castillo que desde tiempos remotos perteneció a la familia de Oswald el actual obispo, hijo , nieto y bisnieto d e l c o n d e d e B o u g u e l a r. E l c a s t i l l o e n c u e s t i ó n pertenecía ahora al hijo ilegítimo del hermano
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de Oswald, Alfred, y a la muerte de su hermano, el obispo creyó oportuno recuperar para sus dominios el castillo con sus tierras, sus impuestos y sus campesinos. Henry estaba sentado en una taberna del puerto de Playmouth. Esperaba el barco que le enviaba a Francia. Allí, en la bretaña, debía encontrarse con familia de Oswald. Mientras apuraba su cerveza, el mendigo le dijo: - S e ñ o r, e n e l J u i c i o d e l S u m o H a c e d o r t o d o s seremos iguales, y todos seremos juzgados…. - ¿Quién os creéis para dirigiros hacia mi persona en esos términos? ¡Responded, mendigo! dijo pues Henry levantándose y empuñando su espada. - O s r e p i t o , s e ñ o r, l o d i c h o . Y r e c o r d a d s i e m p r e que “las lluvias de primavera entorpecen el buen v i n o ” . A d i ó s s e ñ o r. La cara de Henry al escuchar al mendigo cambió por completo, se le cayó la espada al suelo, y mientras tanto, el mendigo, abandonó la taberna s i n q u e n a d i e l e i n t e n t a s e p a r a r.
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Inglaterra, año de 1345. Tr a n s c u r r i e r o n q u i n c e a ñ o s d e s d e q u e H e n r y s e había encontrado con el mendigo de la taberna. Mientras Henry departía con sus caballeros y damas en uno de los salones de su castillo, entró un sirviente anunciándoles la visita de un anciano que pedía hablar con el Conde. Henry le preguntó al sirviente qué era lo que deseaba el anciano, pero no supo decirle el motivo de su visita. El sirviente, pues, se retiró y volvió al cabo de unos momentos. Le dijo al conde que el anciano dejo un mensaje y se marchó. - P e r d o n a d , s e ñ o r, s i n o h e c o m p r e n d i d o b i e n a l anciano, pero creo que lo que ha dicho no tiene sentido. Me pidió que os dijera que “las lluvias de primavera entorpecen el buen vino.” Mientras los caballeros reían la frase del anciano, la cara del conde cambió. Sólo dos caballeros de la sala permanecieron extrañados, incluso a s u s t a d o s . Ya h a b í a e s c u c h a d o h a c e m u c h í s i m o s años esa frase, y el conde reaccionó igual que entonces. Henry se retiró para poder estar a solas, lejos del bullicio de su pequeña corte…. tantos años y la frase volvía. Recordó muchísimos años atrás. Estaban intentando ganar una batalla para recuperar un casti-
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llo que era propiedad del hermano bastardo de Oswald, que entonces era obispo de Crown. En la batalla, él se había adelantado. Detrás venía el resto con su padre al frente, dispuestos a lograr ese castillo. A unas pocas millas de allí existía un monasterio. Los monjes, alertados por lo que allí sucedía habían acudido a socorrer a su s e ñ o r, e l h e r m a n o b a s t a r d o d e l O b i s p o . E l p r i o r, G u i l l e r m o d e A l d i n g , n o s i m p a t i z a b a con este último y había decidido tomar partido. Si Oswald se hacía con las propiedades del castillo, el monasterio pasaría a formar parte de sus pertenencias, y las tierras, ricas en ganado, probablemente no serían bien administradas. Guillermo de Alding ya conocía las miserias de las personas que vivían del ganado y del campo, que debían de pagar seis, e incluso siete partes de sus cosechas y ganados al señor de sus tierras. Ese misma mañana, con quince hombres de la pequeña aldea y con siete monjes, se dirigió al castillo para ponerse a las órdenes de Alfred e intentar defender aquello por lo que tanto luchó. Al llegar se encontraron con todo dispuesto para l a b a t a l l a . A l f r e d s e s i n t i ó o rg u l l o s o d e l p r i o r, sabía que era un buen hombre, pero también sabía que poco podían hacer esos hombres que no estaban habituados a la guerra. Guillermo de Alding celebro una misa y confesó a los que así lo demandaron. De repente surgió la voz de alarma. A
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lo lejos se veía una nube de polvo. Quizás 200 ó 300 caballos. En el castillo sólo eran doscientos, pero dispuestos a lo que hiciera falta. Y ocurrió. Llegaron raudos a los pies de la muralla, tratand o d e e s c a l a r. M i e n t r a s , p o r u n o d e l o s f l a n c o s , Henry se separó del grupo y comenzó a trepar por una escala. A Henry le siguieron varios hombres. Una vez arriba cortaron las gruesas cuerdas del puente y este cedió. Los asediantes entraron en el castillo. Allí la batalla fue feroz. Entonces sucedió. Henry estaba asestando espadazos a diestro y siniestro cuando su espada se cruzó con otra. Fue cuando se dio cuenta de que s u o p o n e n t e n o e r a b u e n l u c h a d o r. L e a t r a v e s ó d e una sola estocada y cayó al suelo. Entonces, Henry lo vio. Había atravesando a un monje. El hombre, caído en el suelo, le extendió la mano para que le ayudara, pero Henry temió. Y G u i l l e r m o d e A l d i n g , e l p r i o r, t e n d i d o e n e l suelo, con las pocas fuerzas que le quedaban, le espetó en su muerte: - Vo s , H e n r y, h i j o d e l c o n d e d e P r i n c e t o w n , recordad siempre esto, “las lluvias de primavera entorpecen el buen vino”. Y entonces pareció como si hubiese dejado de v i v i r. Y H e n r y s i n t i ó m i e d o . Y c u a n d o f u e r o n e n su busca para decirle que su padre estaba muy
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malherido, lloró. Lloró de rabia y de impotencia, pero sobre todo, de miedo. El aún no sabía que hace muchos años , en Inglaterra…. …Elena era joven y bonita. Era la hija de George, conde de Dams. Acaudalado y poderoso n o b l e . U n o d e l o s m á s q u e r i d o s h o m b r e s d e l r e y. Elena nació en el condado de Dams. Al nacer murió su madre. Con quince años la hija del conde ya era toda una mujercita. Pero ella no se preocupaba por el momento de otras cosas que no fuesen su educación y su padre. El mismo que cierto día le anunció: - Querida Elena, dentro de unos días vendrá el conde Henry de Princetown. Hemos acordado que desposes con su hijo único. Elena estaba preparada para que cualquier día pasase algo así. Pero no con Henry… Lo conocía. Era arrogante, maleducado y además muy feo. E l e n a s a b í a q u e n a d a p o d í a h a c e r. A q u e l l a n o c h e intentó buscar lo positivo de la boda, pero no lo e n c o n t r a b a . N o p u d o d o r m i r. A l d í a s i g u i e n t e f u e a v e r a s u c o n f e s o r. N e c e s i t a b a a p o y o e s p i r i t u a l . N o era un hombre mucho mayor que ella. Debería tener entre 24 y 25 años. Quizás por eso, su confes o r l a c o m p r e n d í a m e j o r. E l l a l e c o n t ó l o s u c e d i d o .
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- Hija mía, por un lado sabes que la voluntad de tu padre es lo principal. Por otro lado, Henry no es el hombre que tú hubieses querido como espos o . D e b e s s o p e s a r, l a v o l u n t a d d e q u i é n t e h a dado todo y además te quiere y tu propia voluntad. No es fácil y no hay consejo que yo pueda ofrecerte. Ella hubiese preferido escuchar algo más tajante d e l a b i o s d e s u c o n f e s o r, u n a p o y o m á s c e r t e r o . Ella debía de ser fuerte; aunque no tuvo acercamientos con los hombres, sabía de sobra cómo ellos se volvían corderos y mansos ante una m u j e r. S a b r í a d o m i n a r l a s i t u a c i ó n . Por fin llegó el día. El conde de Princetown llegó con quince personas, y por supuesto, con su hijo. En la entrada del castillo les esperaba George, el conde. Al caer la tarde, los invitados comenzaron a entrar en el salón. Una vez que se sentaron todos los invitados, incluido Henry y su hijo, entraron el conde de Dams y Elena. Con ellos también iba el confesor de ella. Y pudo comprobar que, efectivamente, ese Henry era arrogante, feo y maleducado. Para ser sincero, era un joven bastante desagradable. George tomó la palabra: - Queridos amigos, hoy es uno de los días más felices, pero también más tristes de mi vida.
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Feliz porque hoy es el compromiso de mi hija, y triste porque me voy a quedar sin ella. Pero c o n s c i e n t e d e q u e e l j o v e n H e n r y, h i j o d e n u e s tro amigo el conde Princetown sabrá apreciar todo lo que Elena supone para mí y supondrá para el. Elena asentía a todo lo que su padre decía, y bajaba la vista en señal de sumisión. La boda, sin embargo, tuvo que aplazarse. George nunca pudo ver la que él creía que sería la felicidad de su hija. Murió pocos días antes aquejados de unas fiebres. Su hija sintió fuertemente su pérdida. Por fin llego el esperado día. Se celebraría en el c a s t i l l o d e H e n r y, a u n q u e d e s p u é s , l o s j ó v e n e s esposos, se fuesen a vivir al castillo del fallecido conde de Dams. El propio obispo de Crown bendijo la unión , ayudado por el confesor de Elena. Esa noche ella estaba atemorizada. No sabía como debía responder ante su esposo y eso le intranquilizaba. Por ello durante el banquete, se ocupó de que él tuviese bien llena la copa toda la noche. Henry tuvo que ser llevado a sus habitaciones por alguno de los invitados, pues tal era la cantidad de vino que había tomado que cayó fulminado encima de la mesa. Elena se tranquilizó. Esa noche estaba
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salvada. Pero tenía que pensar en los días siguientes. Por de pronto lo primero que decidió fue que dormirían en habitaciones separadas. Durante casi una semana estuvo evitando a su marido. Si no eran unos calentamientos repentinos era un dolor de cabeza horrible. El caso es que al séptimo día Henry no aguantó más. Se acerco hasta la puerta de su esposa y llamó. Al no obtener respuesta empezó a golpear con todas sus fuerzas, hasta que logró despertar a todos los sirvientes. Ella no tuvo más remedio que abrir. Henry la desnudó, y se deshizo de sus propios ropajes. Ella se asustó cuando sintió un dolor que le atravesó de parte a parte. Al cabo de unos s e g u n d o s , é l d e j o d e j a d e a r y, l e v a n t á n d o s e s e vistió, dejando allí a Elena en la cama, desnuda, sangrando, retorciéndose de dolor y llorando. Los posteriores encuentros con su esposo fueron igual de desagradables, pero menos dolorosos. Sin embargo descubrió que, dejándole yacer con ella una vez a la semana, el hombre era más manejable. Pasaron los años, pero la descendencia no venía. El suegro de Elena quería un varón que fuese el futuro conde de Princetown, y uno de los hombres más poderosos de Inglaterra.
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Elena también era consciente de que ese heredero era necesario, y a buena fe que puso todo de s u p a r t e , p e r o a q u e l l o n o e r a p o s i b l e . Ya l l e v a ban varios años casados, y aunque esporádicamente habían mantenido relaciones ya hubo muchísimas posibilidades de quedar embarazada. Henry se desesperaba. Seguro que su mujer estaba seca, y él necesitaba la descendencia. Y una noche, Elena, tomó una decisión que quizás fue la más importante de su vida. Decidió acostarse con otro hombre que no fuese su esposo con el único fin de procrear un heredero para el condado. Y lo hizo. Y escogió a una persona por la que tuviese afecto y que además fuese lo suficientemente inteligente como para no hablar n u n c a d e l e n c u e n t r o . To d o sucedió de forma rápida, pero agradable. No sintió dolor alguno, sino todo lo contrario; ambos disfrutaron con ese encuentro, pero se juraron allí mismo que nunca m á s , e n t r e e l l o s , v o l v e r í a n a h a c e r e l a m o r. To d o fue un acto de buena voluntad por salvar la estabilidad del condado, y la felicidad de Elena. Al cabo de unos meses ella le anunció a su esposo la buena nueva. Y él, confiado, se creyó la historia de hasta ahora no habían podido tener descendencia por un problema de ella ya superado, y que el heredero que venía en camino era el fruto de tanta espera. Ahora sólo restaba que fuese varón.
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EPÍLOGO En un escrito que su madre guardaba en un arcón de su habitación, en la que Henry no volvió a entrar desde que ella falleciera, encontró algunos documentos referentes a su abuelo, el conde Dams, encontró algunas joyas y cartas, papeles… pero lo que más le impresionó fue un escrito doblado y atado con lazo y lacre. En su parte exterior estaba escrito su nombre. Rompió el lacre y desdoblado el papel leyó lo siguiente: “Querido Henry: Cuando hayas abierto este pequeño escrito yo ya no estaré aquí. En él te voy a descubrir una verd a d q u e n u n c a e n v i d a m e a t re v í , p e ro q u e c re o que es necesario que sepas. A pesar de tantos años de vida en común con H e n r y, t u p a d r e , d e b o c o n f e s a r t e q u e t ú n o e r e s h i j o d e é l . N u n c a p u d i m o s e n g e n d r a r, a s í q u e p o r el bien de nuestra estirpe y nuestra casa busqué a u n h o m b re p a r a p ro c re a r y q u e m a n t u v i e s e e l s e c re t o . E n t re l o s d o s h u b o u n p a c t o d e s i l e n cio que se cumplió, y él, al día siguiente, desa p a re c i ó s i n q u e n a d i e , e x c e p t o y o q u e s a b í a e l p o rq u é , l o e c h a s e e n f a l t a . A n t e s d e p a r t i r m e j u r ó q u e n u n c a re v e l a r í a e l s e c re t o , p e ro m e d i j o q u e s i e m p re m e a m a r í a , y q u e s i y o f a l t a b a a n t e s
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q u e é l , t e d i r í a l a v e rd a d d e t o d o . N o h a c e f a l t a q u e é l t e l a d i g a , p o rq u e a h o r a y a l o s a b e s . S i algún día alguien te dice “las lluvias de primavera entorpecen el buen vino”, sabrás que estás a n t e t u p a d re , p u e s e s a s e r á n u e s t r a c o n t r a s e ñ a . Y é l , q u e r i d o H e n r y, é l s e r á f r a y G u i l l e r m o d e A l d i n g , m i c o n f e s o r. ” E n t o n c e s H e n r y, c o m p r e n d i ó q u e h a b í a m a t a d o a su propio padre. Esa fue una historia que un joven nos contó en el tren, para que un sacerdote que viajaba con nosotros le diese datos históricos sobre los monjes del medievo. La verdad es que nos quedamos todos impresionados por semejante relato. El caso es que ya estábamos llegando a la estación, y yo seguía sin haber leído las noticias del día. Y a este paso, estaba a punto de llegar a Madrid y no me enteraría hasta la hora de comer d e l o q u e p a s ó e l d í a a n t e r i o r, c o n l o q u e e n e l bocadillo no tendría oportunidad de hablar con l o s c o m p a ñ e r o s y, t e n g o q u e r e c o n o c e r l o , l o g r a r que se sientan algo embobados cuando les resumo todas la noticias, tanto las nacionales como las de fuera e incluso las económicas. Te n g o e l g u s a n i l l o d e q u e m e g u s t a q u e m e v e a n como alguien que sabe más que ellos, y la verdad, lo único que hago es transmitirles lo que
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leo, pero bueno, a mí me hace sentir a gusto con mi propio ego, y ellos son felices siendo amigos del que más sabe de la fábrica, así que quedamos todos a gusto.
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Una fábrica es, como todo el mundo sabe, un sitio donde se fabrican productos. En la que trabajo yo nos dedicamos a los componentes electrónicos y a todo lo que lleva consigo este proceso. Ahora estoy en una de las cadenas de montaje. En mi puesto somos dos personas. El otro es un gallego llamado Manuel, pero todos lo llamamos “Gallego”. Es de O Grove, villa marinera de las Rías Bajas, y que tienen el mejor marisco del mundo, y si no que se lo digan al Gallego , que en las pasadas Navidades nos trajo mejillones para todos los compañeros de esta sección, y unas cuantas nécoras para los más allegados, además de una botellita de albariño, que hacen en su casa, para los que hacemos el grupillo de esta zona.
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Es un tipo simpático. Y aventurero. Un día me contó su vida. Su pequeña historia de emigrante. A los doce años, Manuel se embarcó, que lo que suelen hacer la mayoría de los gallegos que v i v e n c e r c a d e l m a r. S e e m b a r c ó p a r a p e s c a r e n l o s m a r e s d e Te r r a n o v a . E s t u v o e n e s e b a r c o hasta los dieciséis años, y entonces, con cuatro perras en el bolsillo se fue a Francia. Allí, un tío de él, hermano de su madre, lo metió a trabajar de camarero en un restaurante. Nunca había trabajado de eso, pero rápidamente aprendería. Nunca había ido a estudiar cosa alguna, pero no había oficio que tuviese secretos para él. Era ( y lo sigue siendo) un trabajador por encima de todo. En Francia se tiró cosa de dos años, pero aquello se le quedaba corto. El tenía aspiraciones más internacionales, y entonces, con lo que ahorro se marchó a Argentina. Los argentinos quieren a los gallegos. Es más a los españoles les dicen gallegos, ya que los habitantes de esta parte de España son numerosísimos en el país transoceánico. Y allí llegó Manuel. Por supuesto lo primero que hizo fue contactar con algunos gallegos de su zona, de Pontevedra,
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y establecer las primeras amistades. Montó un pequeño bar en un local de un paisano que hacía tiempo que no alquilaba. El pequeño bar se llamaba “O Meco”, en recuerdo de una historia popular de su pueblo, que dicen que los habitantes de allí colgaron al señor de la zona, y cuando la autoridad quiso saber algo acerca del suceso se encontró con un pueblo, como en Fuenteovejuna, haciendo piña y declarándose culpable solidario. En “O Meco” desayunaban la mayoría de los gallegos que residían en la parte norte de Buenos Aires. Al ver que aquello prosperaba, alquiló el local de al lado y amplió su negocio, contratando a dos jóvenes para que le ayudasen. Y le fue bastante bien. Ganó mucha plata, que dirían allí. Al prosperar su negocio argentino, lo dejó en manos de uno de sus muchachos y se fue a Brasil. Allí conoció a muchos otros paisanos. Vi o o p o r t u n i d a d e s b u e n a s p a r a i n v e r t i r l o m u c h o que ya había ganado con sólo 23 años. Y entonces, siguiendo en el ramos de la hostelería, montó una discoteca a lo grande, con otros dos socios. Según cuenta, por allí pasaron las mejores estrellas del momento de la música y el espectáculo, como Cugat, Sinatra, etc.
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Entonces fue cuando conoció a Sandra, una brasileña prieta, joven, mulata, y que él dice una a u t é n t i c a s a l v a j e d e l a m o r. N u n c a s e l l e g a r o n a c a s a r, p e r o v i v i e r o n j u n t o s m u c h í s i m o s a ñ o s . A Manuel le iba bien. Pero tenía ganas de seguir volando. Entonces dejó a Sandra, le regaló su d i s c o t e c a , y s e f u e a Ve n e z u e l a . A l l í e m p r e n d i ó un nuevo negocio. E n Ve n e z u e l a s e d e d i c ó a c o n s t r u i r e d i f i c i o s . Te n í a m u c h o d i n e r o , y l o p r i m e r o q u e h i z o f u e invertir en terrenos. Se asoció con un gallego de La Coruña, casado con una venezolana que tenia una pequeña empresa de construcción. Y comenzaron el que sería uno de los mejores negocios de Manuel. Construyeron en Maracaibo toda la c i u d a d n u e v a , o p r á c t i c a m e n t e t o d a . Ya e n t o n c e s echaba de menos a Sandra. Y fue cuando conoció a una mulata venezolana que se llamaba Lucía. Era descendiente de españoles, pero era venezolana por los cuatro costados. Manuel se casó con ella. Se había enamorado de una forma loca. El recuerdo de Sandra ya era historia para él. Y de regalo de bodas, le compró un restaurante en el centro de la ciudad para que ella lo regentase. Así era Manuel, desprendido, todo lo que era suyo era de los demás. A él le gustaba vivir bien, y lo que le sobraba, para los otros.
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M a n u e l g a n ó m u c h í s i m o d i n e r o e n Ve n e z u e l a ( a l igual que en Brasil y Argentina), y gastó también muchísimo. Aún hoy cuenta que en una sola noche llegó a gastar cerca de un millón de pesetas al cambio, por pasar toda la velada con cuarenta mujeres y unos cuantos amigos, champagne f r a n c é s , c a v i a r, p a t é s , e x q u i s i t e c e s q u e p a r a entonces eran una auténtica prohibición, excepto para Manuel, que si tenía una pasión, eran las mujeres bonitas, sobre todo si eran de la zona caribeña. P e r o p r o n t o s e a b u r r i ó d e Ve n e z u e l a . A l l í d e j o a b a n d o n a d a a s u m u j e r. Q u e p o r c i e r t o , e s t a b a embarazada. Pero como él no sabía a ciencia cierta si ese hijo sería suyo, allí la dejó, eso sí con el restaurante puesto. Hizo cuentas con su socio, y con lo que le quedó, se marchó de vuelta a España. Lo primero que hizo fue irse a su tierra, Galicia. En su pueblo natal fue recibido como un héroe, de hecho traía los bolsillos llenos de dinero para invertir en su pueblo. Y así fue. Él cuenta que gracias a él y a sus inversiones, la zona es hoy lo que es. Compró terrenos, construyó, hizo hoteles, restaurantes, incluso me dijo una vez que su gran n e g o c i o f u e c o m p r a r l a I s l a d e L a To j a y v e n d é r sela después al Conde de Fenosa por un precio c a s i d i e z v e c e s m a y o r.
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Una vez que vio próspera su tierra natal, se decid i ó a i r a l s u r. N o c o n o c í a A n d a l u c í a , p e r o u n conocido de Brasil le habló muy bien de Sevilla, así que para allí se marchó, Y en Sevilla estuvo varios años. Hizo allí una de sus genialidades: compró todos los coches de caballos que daban servicio de viajeros por la ciudad y montó una sociedad. Con acuerdos en las agencias de viajes, turoperadores, etc.., consiguió que todos los días estuviesen los recorridos a tope, logrando que los turistas que llegaban a Sevilla por libre, no pudieran acceder a unos de esos coches de caballos. Y por supuesto, le regaló un coche americano al alcalde para que no hubiese posibilidad de ampliar las concesiones en su negocio, por lo menos las concesiones a otros, se entiende. E hizo gran amistad con las autoridades sevillanas, y fue cuando conoció a Isabel, una gitanilla de Triana que le quitó el sentido. Y Manuel, que como ya sabemos sus dos debilidades son montar negocios y las mujeres, (no sabemos en que orden de prioridades), se volvió a e n a m o r a r, y a l c a b o d e u n o s d í a s s e v o l v i ó a c a s a r. C o n I s a b e l e s t u v o v i v i e n d o v a r i o s a ñ o s , y tuvieron dos hijos. Pero pronto se acabaron las ganas de seguir viviendo allí, vendió la concesión, y después de darle una buena cantidad de dinero a Isabel para mantener a los dos hijos, se marchó de allí. Ni
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le gustaban las preocupaciones, ni le gustaban las responsabilidades, y dos hijos era demasiado, así que allí los abandonó, eso sí, de mutuo acuerdo con la madre y todo por un buen precio. A estas alturas, Manuel debía ser uno de los hombres con más dinero de España. Había tenido de todo. Había vivido mundo. Pero había algo que aún no había hecho, y era ser el jefe de un grupo importante de trabajadores. Eso le llamaba la atención. Fue cuando se hizo cargo de la fábrica de componentes electrónicos. Bueno, en realidad fue cuando conoció a Elena, la hija del dueño. Manuel había venido a Madrid con la intención de invertir en algo, pero aún no sabía bien en qué. Y con sus diversas amistades se dedicó a picotear por aquí y por allá. Iba a todas las fiestas habidas y por haber de la buena sociedad madrileña. Y entonces conoció a Elena, que como ya dijimos era la hija del dueño de la fábrica. Y claro, como ya conocemos a Manuel,…. pues e s o , q u e s e v o l v i ó a e n a m o r a r. B o d a p o r t o d o l o alto en los Jerónimos. Banquete en el club de golf, bueno, todo un escándalo para la época. Manuel parecía que ya había llegado a una edad en lo que importaba era sentar la cabeza, enton-
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ces hizo algo importante. Invirtió todo, absolutamente todo lo que tenía en la fábrica del padre d e s u m u j e r. Y l a f á b r i c a , g r a c i a s a e s a i n y e c c i ó n de capital, creció y se puso por delante de muchas en su campo de acción. Empezó a prosperar de forma rápida. Había pedidos del extranjero, y todo gracias al buen hacer de Manuel. Sin embargo, hace ahora cuatro años, Manuel se separó de Elena. No tuvieron hijos, así que fue más fácil, pero cuando se dio cuenta, le dejaron e n l a c a l l e s i n u n d u r o . To d a s l a s a c c i o n e s d e l a empresa que él había comprado las había puesto a n o m b r e d e s u m u j e r, p o r l o q u e é l , n o t e n í a n i un duro. Eso sí, para no ser demasiado duros con el buen gallego, le dieron un puesto de trabajo en la cadena de producción, y aquí lo tenemos, de compañero de tareas. Y esta no ni más ni menos que la historia que Manuel cuenta de su vida. Sin embargo, Manuel lleva más de treinta años trabajando en la fábrica, siempre en el mismo puesto de trabajo; nunca en su vida salió de E s p a ñ a . A l p o c o d e n a c e r, a l l í , e n O G r o v e , s u s padres vinieron a trabajar a Madrid, y desde entonces aquí está. Lleva casado casi los cuarenta años que lleva en la fábrica…pero él sigue imaginando que fue un todopoderoso hombre de negocios, y uno de los más ricos…, y por
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supuesto, cuando me sigue contando anécdotas de sus viajes por el mundo adelante, no seré yo quien le corte la felicidad de poder imaginar esas historias cuando ya está a punto de jubilarse. El es feliz así. Otros somos felices de otras formas. Y además no hace mal ninguno.
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Va y a , n i s i q u i e r a m e h e d a d o c u e n t a d e q u e ya son las diez de la mañana. Quedan quince minutos para tomar el bocadillo. Es una de las horas más bonitas variopintas. Lo que voy a lamentar es no poder resumirles las noticias del día, ya que aún no he leído “El País”. Bueno, ya es la hora. La sirena anuncia el bocadillo. Ahora es el momento en que todos sacamos nuestra pequeña bolsa o bien mandamos a los más jóvenes a comprar pan, embutido y bebida. Normalmente desde hace algunos años optamos siempre por lo segundo, es igual de barato, y para nosotros más cómodo.
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Hombre, mira quién ha bajado hoy a la cantina. Es José María, el que lleva los asuntos de comunicación, prensa, y todas esas historias de la f á b r i c a . E s u n b u e n t i p o . Ti e n e 3 0 a ñ o s , p e r o está más quemado de la vida que la moto de un h i p p y. A p a r e n t a 4 0 a ñ o s , e s t á c u r t i d o . E s s i m p á tico a raudales, pero está como una auténtica locomotora. Eso sí, insisto en que es buena gente. Me acerco al corrillo y escucho lo que está diciendo… “y entonces fue cuando la niebla empezó a envolver el barco. No se veía nada de nada, y solo podíamos naveg a r c o n e l r a d a r. E n t o n c e s l o q u e h i c i m o s f u e reducir un poco de vela. No fuera a ser que a la velocidad que íbamos, 12 nudos ya, nos empotrásemos con cualquier cosa.” Estaba contando una de sus últimas aventuras a otros compañeros de las oficinas. Y es que me olvidé decir que José María se va todos los fines de semana, o casi todos a Palma de Mallorca a n a v e g a r a v e l a . P a r e c e s e r, o e s o s e d i c e p o r aquí, que incluso navegó con el Rey varias veces. Debe ser bueno en eso, aunque a mí, la verdad, como no entiendo de este deporte….. “…por la radio nos confirmaron que la regata no se suspendía.”
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- ¿Y cómo hacéis si no se ve nada? - Nosotros seguimos a través del radar a los demás barcos, y como también nos señala la costa la vamos más o menos intuyendo, pero además ahora hay un invento que es el demonio, el GPS, que te dice el sitio exacto en el que te encuentras en latitud y longitud, entonces te sitúas sobre la carta marina, y ya sabes que r u m b o t o m a r. - Oye, y eso que tú explicas tan fácil ¿no es algo complicado, porque macho, entre velas, cuerdas, niebla y demás a mí lo único que se me ocurriría sería dar media vuelta y marcharme para casa? - No hombre. Si lo bonito precisamente es navegar con las dificultades. Para hacerlo con sol y visibilidad y poco viento no tiene gracia. Bueno, pues eso, que tomamos el rumbo que creímos era el adecuado. Por la pantalla del radar descubrimos a varios barcos que iban en rumbo contrario, por lo que intuimos que se retiraban de la regata. Siguió contando la historia. Cuando iban en el rumbo adecuado y estaban de primeros, oyeron un mensaje por la radio del barco un tanto extraño: “…ayuda… ayuda… si alguien nos escucha, por f a v o r. . . n e c e s i t a m o s a y u d a . ”
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- Entonces inmediatamente cogí la radio y pregunté de quién era la llamada y en que situación estaba. - A q u í l a e m b a r c a c i ó n A u r o r a . Te n e m o s u n a v í a de agua. Estamos cerca de un faro, no sabemos decir la situación exacta, cambio. Inmediatamente llamamos al Club del Mar y a la costera por si habían recibido la llamada, pero nadie había escuchado la petición de socorro, por lo que entendimos que debía estar muy cerca nuestra con un aparato de radio de escasa potencia. Lo primero que hicimos fue dar parte de que nos retirábamos de la regata para acudir en ayuda de una embarcación que pedía auxilio. E n t o n c e s , s o b r e e l r a d a r, d e s c u b r i m o s q u e , e f e c tivamente en nuestra proa, como a cuatro millas de distancia, se veía un punto que debía ser un faro, y muy cerca un puntito que debía ser una pequeña embarcación. Al cabo de media hora, más o menos, llegamos allí. La niebla seguía siendo aún espesa, por lo que tuvimos que acercarnos con mucha precaución y siempre guiándonos por la pantalla del r a d a r. En pocos minutos dimos con ellos. Era, efectivamente, una pequeña embarcación que había chocado contra unas piedras cerca del faro. Les
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hicimos subir a bordo. Cogieron sus bolsas y cuando estaba arriba, abrieron las mismas y sacaron unas metralletas. - Bueno amigos. Ahora les toca a ustedes bajar a la lancha y abandonar este barco, a ser posible por las buenas. Nos quedamos blancos. Intentamos negociar con esa gente, pero parece que los piratas aún no d e s a p a r e c i e r o n c o n e l s i g l o . Tu v i m o s q u e b a j a r a la embarcación, y nos quitaron la radio. Con la misma, pegaron varios tiros en el casco de la lancha en la que nos dejaron, y se fueron con rumbo desconocido. N o s t e n í a i s q u e v e r, a l l í a 7 h o m b r e s s i n s a b e r n i q u e d e c i r n i q u e h a c e r. S i n h a b l a n o s q u e d a m o s todos. Además sucedió tan rápido que nadie supo q u e h a c e r. H a s t a q u e a l g u i e n s e d i o c u e n t a d e q u e e l c a s c o h a c í a a g u a . Tu v i m o s q u e i m p r o v i s a r unos pequeños tapones con astillas del banco de popa de la lancha para tapar ocasionalmente esas vías de agua. Algo se logró, pero el agua aún entraba. Sabíamos donde estábamos, pero hasta el lugar más cercano de tierra había cerca de ocho millas, y hasta la bahía de Palma unas doce millas, así que no nos quedó más remedio que poner a funcionar la cabeza para ver que hacíamos.
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En estas, uno de nosotros se acordó (¡media hora después de estar allí!) que llevaba encima su teléfono móvil, ya que había salido con él porque esperaba una llamada de su casa que era i m p o r t a n t e . Vi m o s e l c i e l o a b i e r t o . Y e n t o n c e s v i n o l o p e o r. N o h a b í a f o r m a d e e n t a b l a r c o n e xión telefónica, porqué el teléfono, allí, no tenía apenas cobertura. Al cabo de casi veinte minutos, y apenas sin batería, logramos establecer conexión con el club de Palma, pero se nos hizo muy difícil contar la situación, sobre todo por los bajones de señal de antena que había. Por fin logramos dar nuestra posición. E l t e l é f o n o q u e d ó t o t a l m e n t e s i n b a t e r í a . Ya n o nos podía servir más, pero habíamos logrado lo que de él se esperaba. Calculamos que si venían a una media de 6 nudos, tardarían aproximadamente dos horas, aunque también es probable que debido a la niebla tardasen un poco más. A las tres horas de estar allí ya teníamos algo de frío. El estar parados, sin nada que hacer y con la niebla calándonos hasta los huesos se hizo insoportable. Y lo peor era que estábamos como en una lata de sardinas, y el agua seguía entrando, muy poco, pero seguía entrando a bordo.
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Llevábamos ya cuatro horas. El barco tendría que estar cerca nuestra, pero por más que escuchábamos no lográbamos diferenciar el ruido de u n b a r c o d e m o t o r. L a e s p e r a s e n o s e s t a b a haciendo interminable. Incluso alguno de los tripulantes dio muestras de agudo nerviosismo y hubo que calmarle como fuera. Eran las cuatro de la mañana. Y la noche ya se había cerrado hacía bastantes horas. Ahora la niebla empezaba a desaparecer y ya se iban distinguiendo las estrellas. Pero en el mar no se veía embarcación alguna. Ninguno dormía. Estábamos todos espalda contra espalda para no pasar frío. Y el agua ya nos estaba llegando por encima de los tobillos. La única forma que teníamos de achicarla era con un pequeño cubo y con las manos, y así fuimos manteniendo el nivel. No lo podíamos dejar crecer mucho, sino con nuestro peso, y el agua dentro, el barco acabaría por hundirse. De todas formas, mientras estuviésemos amarrados a aquellas rocas podíamos estar más o menos seguros. Más o menos seguros, porque en un golpe de m a r, e l p e q u e ñ o b o q u e t e q u e s e h a b í a a b i e r t o c o n el choque se abrió más, y empezó a entrar agua a borbotones. Tuvimos que poner allí la ropa que pudimos para tapar el agujero, pero sabíamos que solo sería provisional.
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Entonces alguien, a lo lejos vio las luces de un barco. Eran ya las seis de la mañana y estaría a p u n t o d e a m a n e c e r. P e r o e l b a r c o i b a e n l í n e a recta por delante nuestra, no tenía intención de venir en nuestro rumbo, así que tomamos una d e c i s i ó n d r á s t i c a . Te n í a m o s q u e b a j a r d e l b a r c o , y subirnos a las piedras que por allí había, y con la misma deberíamos prender fuego a aquella lanchita. Y eso fue lo que hicimos. Abrimos el depósito de la gasolina, rociamos con un bidón que había en un tambucho todo lo que pudimos, y con la misma, una vez que ya estábamos todos fuera, mojamos un paño con gasolina, lo prendimos, y desde las rocas lanzamos la antorcha sobre la embarcación. Al poco hubo una explosión, que por cierto hirió a dos de nuestros tripulantes, y aquello empezó a arder de forma bestial. El barco que habíamos visto viró en redondo y vino h a c i a n o s o t r o s . Ta r d ó a l g o m á s d e u n a h o r a e n l l e gar lo suficientemente cerca como para hacerles s e ñ a l e s . Ya e s t a b a a m a n e c i e n d o y y a h a b í a v i s i b i l i dad suficiente. Por fin dieron con nosotros. Era un pesquero. No era el barco que esperábamos, pero, a quién le importaba eso. Nos recogieron, y a las diez de la mañana entrábamos en el puerto deportivo de Palma. Una vez allí hubo confusión general. El barco que había salido en nuestra busca llevaba desde
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la tarde anterior intentando localizarnos, y aún no había vuelto. Entonces los llamaron por radio para que volvieran, y fue cuando descubrimos el gran fallo de los teléfonos móviles; al dar nuestra posición, la señal falló, y en vez de estar buscándonos al noroeste de punta André, como a unas dos millas de distancia, nos estaban buscando al este de punta André, como a unas doce millas de distancia. Me gustó la historia del joven periodista de nuestra empresa. Y ya metidos en harina, quise saber el final. Entonces le pregunté por los piratas, y si los denunciaron, etc. - Por supuesto. Los encontró la Guardia Civil del Mar al cabo de doce horas. Estaban poniendo rumbo a Túnez. Y no eran unos piratas, como habíamos pensado. Eran unos ladrones que habían robado esa tarde un banco en Palma y que h a b í a n e s c a p a d o p o r m a r, p e r o n o c o n t a r o n c o n la niebla y embarrancaron contra el faro. Lo demás ya lo sabes….. El caso es que ni siquiera me dí cuenta de que aún no había terminado mi bocadillo, y la hora de entrar de nuevo a trabajar iba a sonar de un momento a otro.
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La rutina diaria de una fábrica. ¿Usted, qué no ha estado nunca en una cadena de montaje, sabe lo tedioso que puede llegar a ser esto? A mí me hubiese gustado un trabajo más creativo, con mayor capacidad de imaginación, pero las circunstancias me han obligado a ser un autómata. Por eso procuro tener la mente despierta mientras trabajo, para no llegar a casa convertido en u n r o b o t . Te n g o m i s p r o p i o s j u e g o s m e n t a l e s . Cada cosa que veo la transformo, cada actuación fuera de lo común es para mí algo maravilloso, y así mantengo la cabeza en forma. Y además las h o r a s , a s í , s e p a s a n m á s r á p i d o . C o m o h o y, p o r ejemplo, que apenas sí me he dado cuenta y ya es l a h o r a d e i r a c o m e r.
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Lo normal es que nos juntemos tres o cuatro, los de siempre, y comamos juntos en el bar “Las Palmeras”, que es un lugar en el que sirven el que sirven el llamado menú obrero por 6oo pesetas. Es una gente agradable, y llevamos muchos años comiendo allí. Somos como de casa. Ángeles y Ramón, que son los propietarios del local, tienen varios hijos. Pero hay dos que son unos auténticos terremotos. Ellos veranean desde hace años en la playa, y cada vez que vuelven de vacaciones tienen aventuras tienen aventuras por doquier de estos dos diablillos. Hace cosa de varios años, entonces tendrían 10 u 11 , s e j u n t a r o n l o s d o s h i j o s d e e s t e m a t r i m o n i o con otro amigo de ellos del verano. El alcalde del pueblo vivía en mismo bloque de apartamentos que ellos, y tenía la costumbre de dejar siempre la llave de la puerta de su casa debajo del felpudo. Aprovechando que en la casa no había nadie, este trío de pájaros cogió la llave del señor alcalde y entraron en la casa. No les llevaba allí ninguna mala intención clara. En principio les llamaba la atención saber cómo era la casa del alcalde, sin mayor preocupación. Pero una vez dentro el demonillo que todos llevamos dentro les propuso hacer alguna trastada.
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A ellos el alcalde y su mujer no les caían bien, así que decidieron hacer una travesura. Entraron en la cocina, cogieron varias botellas de aceite y las abrieron, para, seguidamente, verter el contenido de las mismas por toda la casa, por el salón, que era todo de madera noble, bueno, un auténtico estropicio. Pero no les debió de parecer suficiente, así que por encima del aceite espolvorearon todo el azúcar que había en la cocina y revolvieron todo lo que pudieron los muebles. Aquello quedó como si hubiese pasado Atila por allí. Salieron y escondieron la llave en el estanque del patio del edificio, debajo de una piedra. Para suerte de estos sinverguencillas, uno de los niños de los apartamentos había visto como la escondían allí, y digo suerte, porque se le ocurrió decir dónde estaba la llave; por supuesto todos le echaron la culpa a este pobre incauto, y el pobre, en vez de defenderse y culpar a los o t r o s s ó l o f u e c a p a z d e p o n e r s e a l l o r a r. P o r supuesto, al abrir la casa y ver todo aquello, las culpas recayeron sobre éste último. Y ellos, por supuesto, no dijeron nada al respecto. Otro verano estaban en la playa tomando el sol. Y jugando con la arena encontraron una caja de cerillas. Estaba con ellos otro amigo, y propuso hacer inventos con aquellas cerillas. Ni cortos ni
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perezosos se fueron hacia unas zarzas en las que había moras, para ver si las zarzas verdes también arden, y prendiendo fuego a toda la caja de cerillas la echaron sobre el zarzal. Evidentemente, a los pocos minutos aquello e m p e z ó a a r d e r, p o r q u e l a m i t a d d e l a s r a m a s estaban secas, y no solo ardió aquella, sino que se contagió rápidamente hacia los lados. Ellos, viendo el panorama, escaparon hacia otro lado, mientras que en la playa, los dueños de los chiringuitos, viendo que aquello empezaba a arder y que se les venía encima, empezaron a movilizar a toda la gente con cubos de agua. Aún duró un buen rato el fuego. Y por fin lo apagaron. Ellos, una vez más, ni siquiera fueron sospechosos de nada, ya que llegaron a la playa cuando todo había terminado y nadie los había visto con las cerillas. L o d e l f u e g o l e s d e b i ó d e i m p a c t a r, p o r q u e o t r o año, estaban con unos mecheros haciendo inventos en el club de yates de la zona. Estaban escondidos tras unas cortinas enormes, porque en aquella parte del club no podían estar los menores, y claro, juega que te juega, una cortina prendió. Pero en esta ocasión tuvieron suerte de que llegase rápido uno de los porteros del club y apagase a tiempo el pequeño foco. Y en esta oca-
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sión tampoco lograron saber a ciencia cierta quien fue el que hizo la travesura. En ese club, sin embargo, no era la primera vez que hacían alguna de las suyas. Como una noche en la que liaron a otro amigo. La madre de este último tenía una barquita de remos, y la cogieron para acercarse a los barcos que estaban fondeados en la bahía. Allí se dedicaban a recolectar banderas de clubes, de países, etc., entre los diferentes barcos. Entonces alguien propuso acercarse al barco propiedad del club, porque allí tenían guardadas cantidad de banderas. Y allí fueron. El que subió al barco fue el amigo de ellos, y empezó la rapiñería. Estaban en ello cuando, de repente, se vio la luz de la lancha del sereno del club. Estaba haciendo la ronda entre los yates. Entonces, dejando a su amigo en el barco, emprendieron la marcha a remo hacia el muelle. Dejaron bien amarrada la barca y se fueron como Perico por su casa. El que habían dejado dentro no había sufrido la misma suerte. No se le ocurrió otra cosa que pegar unas voces para que lo recogieran, y claro, el sereno lo encontró allí subido, y con un bolsón lleno de banderas. Otra vez habían logrado que el culpable hubiese sido otra persona. La verdad es que siempre salían bien parados de sus aventuras. Cualquiera
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diría, viéndolos ahora allí, que eran tal y como contaban de pequeños. Bueno aquí viene la comida. A ver que nos toca hoy…
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E n e l v i a j e d e h o y, e n e l t r e n , e n m i c o m p a r t i mento, había una carpeta azul, de las de gomas, con muchos folios escritos a máquina en su inter i o r. E n l a c a r p e t a , c o n r o t u l a d o r d e c o l o r n e g r o , y con trazo grueso, ponía “Las finanzas del PP”.Alguien se la había olvidado en el asiento, así que, ni corto ni perezoso, comencé a leer aquellos folios... ( D e b o d e a c l a r a r, a n t e t o d o , q u e l o q u e a c o n t i n u a c i ó n v i e n e e s p ro d u c t o a b s o l u t o d e m i i m a g i n a c i ó n , y q u e l o s n o m b re s q u e a q u í s e c i t a n s o n simplemente para darle mayor énfasis novelístic o . To d o e l q u e q u i e r a v e r r e a l i d a d e s n o e s t a r á más que especulando con mi imaginación.)
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“Él aún estaba trabajando en una revista local. Entonces le llamaron del Partido Popular; estaban buscando gente para montar la oficina de prensa del partido en Galicia. Eran las elecciones, y querían que todo estuviese a la perfección, que no fallase nada, y para ello iban a montar aquí un buen tinglado. La entrevista fue bien. Le cayó bien al Jefe de Prensa. El caso es que a los pocos días ya estaba e n S a n t i a g o o c u p a n d o u n a m á q u i n a d e e s c r i b i r. Quedaban unos cuantos meses de trabajo por delante. Por la oficina de prensa pasaba gente famosa dentro del partido. Conoció a mucha gente importante, periodistas muy conocidos, un mundo que hasta ese momento le parecía lejano. Además pudo adentrarse un poco dentro de las redes de esa telaraña que son los partidos políticos. La confianza que en él depositó el Jefe de Prensa, ya que era uno de los pocos gallegos que pululaban por esa oficina, y además de familia reconocida dentro del partido, le valieron para acercarse en más de una ocasión a la segunda planta, donde estaban los jefes de verdad, o estar presente en alguna reunión que iba más allá de lo meramente periodístico o electoral. Allí fue donde descubrió por primera vez los intríngulis de la financiación irregular de los partidos políticos. Descubrió como, por ejemplo, el Partido Popular le pagaba su sueldo, no como tal partido, sino a través de una Fundación presidi-
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da por personas próximas al partido. Aquello le llamó la atención, y empezó a interesarse por aquel mundillo extraño. Se dio cuenta de que si la campaña en realidad le costaba al partido 500 millones de pesetas, que era lo máximo autorizado legalmente, entre las dos fundaciones que controlaba el partido ponían los casi mil restantes que en realidad costaba toda la campaña. Interesante, se dijo, interesante. Entonces conoció a Baldomero, “el mago de las f i n a n z a s ” d e l P P. B a l d o m e r o e r a u n t i p o e x t r a ñ o . Huidizo, un cerebro en la sombra. Pocas personas sabían de su existencia, y por supuesto, pocas personas sabían de sus tejemanejes. Baldomero, fue uno de esos personajes que le llamó la atención a primera vista. Si bien era un funcionario del partido, o eso creía él, viajaba s i e m p r e c o n g u a r d a e s p a l d a s d e l P P, y s i e m p r e con un extraño maletín. Un día, por casualidad, descubrió que en los viajes que Baldomero hacía desde Madrid a Santiago, le daba el maletín a uno de los funcionarios de Galicia, y pudo comp r o b a r, c o m o e n u n d e s c u i d o d e u n a p u e r t a semiabierta, contaban en la mesa los fajos de billetes que salían de aquel maletín. Y fue cuando decidió investigar un poco sobre él. Desgraciadamente, a los pocos meses de estar
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en Santiago, el joven periodista no tuvo más remedio que marchar a Sevilla a cumplir el S e r v i c i o M i l i t a r. Pero no por ello se olvidó de sus investigaciones. Como lo destinaron en la Oficina de Prensa d e l a R e g i ó n M i l i t a r S u r, e s t u v o e n c o n t a c t o c o n muchos periodistas, entre ellos Pepe Fernández, que iba por libre, y Antonio Gómez, de Radio Nacional. Ellos fueron los que más le ayudaron a seguir con sus pesquisas. Cierto día, estando en Sevilla, vio como de un Mercedes azul oscuro bajaba Baldomero frente al Hotel Meliá. En principio no le extrañó demasiado, sabiendo que a los pocos días se iba a celeb r a r e l C o n g r e s o N a c i o n a l d e l P P. P e r o l o q u e l e extrañó fue ver al personaje que conducía, ni más ni menos que el mismísimo Juan Guerra. ¿Qué rayos pintaba Baldomero con semejante personaje? Inmediatamente dio la voz de aviso a sus colegas sevillanos y pusieron a funcionar toda la artillería. Al cabo de varios días de investigación, lograron saber que la mujer de Baldomero figuraba como socia en algunas sociedades instrumentales del entorno de Juan Guerra. Aquello fue lo que colmó el vaso. Había que hacer una investigación más a fondo. ¿Sería posible que el PSOE y el PP estuviesen haciendo negocios
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extrapolíticos de forma conjunta…? Al terminar la mili, el joven volvió a recalar en e l e n t o r n o d e p r e n s a d e l p a r t i d o P o p u l a r, e s t a vez ya en Madrid, en la calle Génova. Desde su puesto de Jefe de Prensa de las Nuevas Generaciones del PP tenía facilidad para moverse entre bastidores y terminar sus dudas. Al cabo de pocos días se reunió con sus amigos de Sevilla y les contó un resumen de lo que había descubierto. Juntaron sus investigaciones y llegaron a la fatal conclusión. No era que el PP y PSOE estuviesen haciendo negocios juntos, no. Los que hacían negocios juntos eran Baldomero y Juan Guerra. Y lo mejor fue descubrir la procedencia del dinero de Baldomero. Para ello hay que remontarse a la antigua UCD. Cuando UCD empezó a flaquear en su economía, Suárez le encargó que se hiciera cargo de reflotar en su economía, Suárez le encargó que se hiciera cargo de reflotar la ya casi bancarrota de su partido, tomando las determinaciones que creyese oportunas para llevar el barco a buen puerto. Fue un empresario de la construcción afincado en la Costa del Sol el que le hizo ver la luz. Baldomero comió con él, y comprobó como este empresario no sólo le daba los cinco millones que solicitaba, sino que si hacía falta ponía cin-
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cuenta… y todo por una pequeña negociación con unos terrenillos que hacía falta recalificar….. una tontería de nada. Baldomero sopesó la cuestión. Evidentemente no le podía decir esto a Adolfo, bueno, en realidad no se lo podía decir a nadie. No era una operación muy limpia, pero a cambio podía ingresar una buena cantidad de dinero en las maltrechas arcas del partido. A las dos semanas, ya estaba todo arreglado. Los terrenos fueron recalificados, el empresario le dio a Baldomero los cincuenta millones prometidos, y Baldomero le dio al alcalde los 5 que le p r o m e t i ó s i l a o p e r a c i ó n s e h a c í a . To t a l , q u e s e encontró con cuarenta y cinco millones en el bolsillo, y que, además, eran tan negros como el p e t r ó l e o , e s d e c i r, e n n i n g u n a c o n t a b i l i d a d f i g u raba esa salida de dinero…¿porqué entones ingresar todo en el partido…? Y ahí empezó todo. Rápidamente, Baldomero comenzó a ofrecerse como intermediario entre empresarios afines (siempre por el bien del partido) y la administración. El conocía y controlaba a muchos alcaldes, directores generales, subsecretarios, etc..., no en vano fue durante mucho tiempo asesor del Presidente. De cada operación, él se quedaba con el 10%, dinero que rápidamente invertía en empresas interpuestas y sociedades instrumentales que nadie sabía bien a qué se dedicaban.
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Pero lo que no contaba Baldomero es que inmediatamente saltase la duda. Llevaba un nivel de vida demasiado alto para su sueldo en el Partido, y se sabía que estaba metido en algún que otro consejo de administración. Adolfo, como lo conocía desde casi niño sabía que ese dinero no se había ganado limpiamente, y decidió apartarlo de su lado. Pasaron los años, y llegados los años ochenta y pico las finanzas de la aún Alianza Popular estaban por los suelos. Entonces alguien se acordó de aquel amigo de Suárez que levantó las arcas de la extinta UCD. Fue Fraga en persona el que lo llamó a su despacho. Le dio libertad de movimientos para lograr sacar aquello adelante. Y c l a r o q u e v o l v i ó a e m p e z a r. Vo l v i ó a p o n e r e n marcha todo el entramado de sociedades instrumentales, y volvió a poner en marcha toda su red de tráfico de influencias. En pocos meses logró ingresar buenas cantidades en las arcas de Fraga, o mejor dicho del partido de Fraga. Cuando el presidente del partido dejó su cargo, Baldomero se hizo indispensable en la casa. Pocos sabían de su existencia, ya que su trabajo era totalmente externo, pero todos sabían que el mantenimiento de las arcas dependían de él. Y por supuesto nadie decidió prescindir de sus servicios.
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La única preocupación de Baldomero era tener atada y bien atada su red de empresas. Si algún a v i s p a d o d e c i d i e s e i n v e s t i g a r, s e e n c o n t r a r í a c o n tal lío de sociedades, que al final terminaría investigando a la matriz, una sociedad denominada Internacional Bussines Consulting & Building INC, cuya sede estaba en las Islas Vírgenes, auténtico paraíso fiscal. Nuestro joven periodista, pues, descubrió no sin dificultad casi todo el embrollo de Baldomero. Y se puso manos a la obra para empezar a escribir su historia. Sin embargo, a principios de 1991, cuando ya casi tenía acabado su gran “scoop” o e x c l u s i v a p a r a o f r e c e r a l m e j o r p o s t o r, d e s d e l a Secretaría General del Partido, que entonces llevaba Francisco Álvarez Cascos le dijeron que se f u e s e a Av i l a p a r a c o o r d i n a r l a c a m p a ñ a d e l a s elecciones municipales de aquella ciudad, por la que se presentaba un joven abogado llamado Ángel Acebes. Cierto día, estando comiendo en el restaurante “La Santa” de Ávila, vio como por la puerta entraba el mismísimo Baldomero. Y casi se le atraganta el chuletón, porque iba precisamente hacia su mesa. - Querido amigo, ya veo lo bien que te sienta el chuletón. Bueno, hombre bueno. Creo que no hace falta que me presente, ¿verdad?
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- Ah, que tal -dijo confundido el joven- sí creo que eres Baldomero. Del partido ¿no? - Ve n g a h o m b r e , q u e n o v a m o s a p o n e r n o s a jugar ahora a las adivinanzas. Sabes de sobra quien soy yo. Y además mira si lo sabes que te he traído esto, -y dejó caer en la mesa un disquete de ordenador y una carpeta llena de folios. L a c a r a d e n u e s t r o a m i g o c a m b i ó . Ya n o s e l e a t r a g a n t ó n a d a , p o r q u e n a d a p o d í a c o m e r. Te n í a delante de sus narices todo el trabajo de sus últimos años…tenía delante de sus narices la invest i g a c i ó n d e t a n t o t i e m p o l e c o s t ó h a c e r. - C o m o v e s , a q u í t i e n e s t o d a m i v i d a . Te n g o q u e reconocer que fuiste paciente, pero también algo torpe. No se si sabrás que en la sede del PP tengo muchísimos amigos, y claro, lo que no puedes es ir por ahí preguntando. Así que, con la misma, me puse yo a investigarte a tí. Y te dejé h a c e r, p o r q u e l a v e r d a d e s q u e m e d i v e r t í a l a situación. Hasta que por fin, cuando ya tenías todo acabado, decidí traerte aquí, a Ávila para que te olvidases un poco de mí. Por cierto, que incluso ya tenías pensado a qué periódico dárselo ¿verdad?. E l j o v e n n o s a b í a q u e d e c i r n i q u e h a c e r. L e habían pillado con las manos en la masa. Y se bloqueó de tal forma que no podía decir ni pío.
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- Además, hombre, tengo que decirte que el periódico al que pensabas ofrecérselo está participando por una de mis compañías en un 65 por ciento, y que el director está ahí por que lo puse yo, como comprenderás tu historia nunca vería la l u z . F u e s e s a l m e d i o q u e f u e s e s , e l d i r e c t o r, c a s i con total seguridad, sería también un asalariado m í o . P e r o n o t e f a l t ó v a l o r , n o . Te n g o q u e r e c o nocerte que lo hiciste muy bien. Y por eso voy a ofrecerte una salida a todo este follón. Como v e s , y a t e n g o t o d o l o q u e p o d í a s p r o b a r, y q u e insisto no te valdría para nada. Pero no te va a quedar más remedio que marcharte de Génova, porque lo que hiciste no estaría bien visto, ¿no? Además te vas a olvidar de mí, porque si no lo irías a pasar francamente mal, y que conste que no es una amenaza, si te lo digo es porque te aprecio, y porque creo que serás válido en otros aspectos de la vida. ¿No crees? Así que, en principio, lo primero que tienes que hacer es olvidarte absolutamente de quién soy yo. ¿De acuerdo? Así que vas a acabar tu cometido en Ávila, y con la misma te vas a ir a trabajar a otro sitio. Te v a s a a l e j a r d e l P P l o m á x i m o p o s i b l e , y c o m o te decía, para que veas mi buena voluntad, te voy a recomendar a un amigo mío que tiene una agencia de comunicación. Ya l e h a b l é d e t i , y y a l e d i j e l o b u e n o q u e e r a s , sobre todo en periodismo de investigación; lamentablemente en una agencia de comunica-
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ción no vas a poder desarrollar tu ingenio en ese campo, pero seguro que no te han de faltar oportunidades de hacerlo de otra forma. ¿Estarás contento, no? E l j o v e n s e g u í a s i n d e c i r n a d a . To d o l o d e c í a Baldomero. Hasta le había resuelto como debía seguir su vida. Y estaba asustado. Estaba demasiado asustado como para poder decir ni pío. Era muy grave el asunto. Pero él, lo único que tenía, era miedo. - Pues toma, aquí tienes la tarjeta con los datos. Al acabar las elecciones, a primeros de junio, te tomas un mes de vacaciones, para que te despej e s . Te v a s a l l í a t u t i e r r a , a l a s R í a s B a j a s y d i s f r u t a s d e l s o l y d e l m a r, y a p r i m e r o s d e J u l i o t e incorporas a este equipo. Espero que no me dejes q u e d a r m a l , ¿ e h ? B u e n o , p u e s n a d a h o m b r e . Te dejo. ¿Necesitas alguna cosa que yo pueda hacer por ti? - No..., no... la verdad... que... no...creo que no… - Bueno, pues ya sabes. Y no pongas esa cara, hombre. Si ya te digo que aprecio lo que hiciste, y por eso te lo digo a la cara, si no hubiese actuado de otra forma. Pues venga, que no se d i g a , ¿ e h ? A d i s f r u t a r, m u c h a c h o , q u e a ú n e r e s joven, y no te metas en estas historias, que después te salpican.
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Baldomero se fue de allí, y el joven quedó de piedra. Y efectivamente se terminaron las elecciones, y Ángel Acebes, el candidato del PP salió elegido alcalde, y con la misma, el joven periodista se marchó a Galicia, su tierra, siguiendo al pie de la letra los consejos dados por Baldomero. Al cabo de un mes se fue a la dirección indicada, y lo recibieron con los brazos abiertos. Y comenzó una nueva etapa de su vida. Pasó el tiempo, pasaron los años, y el joven fue adquiriendo madurez y responsabilidad. Y por eso, al cabo de los años, decidió que no debía, por más tiempo, guardarse para sí la historia de Baldomero. La gente debía de saber quién era ese tipo y como actuaba. Y por eso se decidió a contar la historia. Y esta es toda la historia, y el joven periodista, soy yo.” Va y a , v a y a , p a r e c e q u e t e n d r é q u e b u s c a r c o m o s e a al periodista que ha olvidado esta carpeta, porque me parece que se ha dejado algo muy importante olvidado… ¿o quizás lo olvidaría a propósito...? Ah, ya sale el tren. Al llegar me encontraré con mis amigos del bar “La city”; siempre tomo una caña antes de subir a casa. Allí encontraré entre otros a José Luis, que es Policía. Es mi pareja en las partidas de tute. Ese sí que tiene aventuras que contar…
LAS FINANZAS DEL PP
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Esa tarde habían movilizado a todos los policías nacionales de la ciudad, incluyendo a mi amigo José Luis. La cosa era seria. Esa tarde habían secuestrado a uno de los hijos del Presidente del Gobierno, y los autores habían escapado en dirección Guadalajara. Lo único que se supo es que los secuestradores huyeron desde el Instituto en que estudiaba el hijo del presidente en un coche Seat 1430 de color rojo matrícula de Madrid. Comprobaron la matrícula, e inmediatamente dieron con su dueño. Se llamaba Lorenzo Ramírez, y era un vecino de Madrid. Al ser interrogado, lo único que pudo decir es que ese coche, efectivamente era suyo, pero que lo tenía en un terreno cercano
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a Azuqueca de Henares y hacía años que no lo utilizaba. Se comprobaron esos datos, y efectivamente el hombre tenía razón. Lo único que se sabía, pues, era el coche en el que huyeron y la dirección que tomaron. Se sabía que estaban en Guadalajara porque llamaron por teléfono a La Moncloa casi una hora después del secuestro, y se localizó inmediatamente la llamada. Procedía de una cabina en pleno centro de la ciudad alcarreña. Al llegar los efectivos policiales sólo descubrieron una cabina vacía e infinidad huellas. Era trabajo perdido comprobarlas todas. Los secuestradores exigían para liberar al secuestrado un millón de dólares en billetes pequeños y usados. Les daban de plazo dos horas para conseguir ese dinero. Además querían una avioneta dispuesta en el aeropuerto de Barajas, con los depósitos llenos. El canje del dinero se haría en aquella avioneta. Fue el propio Ministro del Interior el que tomó el mando absoluto de la operación. Lo primero que se dispuso fue conseguir ese dinero, tarea nada fácil a esas horas de la tarde. Los secuestradores volverían a llamar pasadas dos horas, y debían de dar una contestación.
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A la hora y media ya casi se había reunido todo el dinero, pero aún faltaba parte de él. Entonces se tomó la decisión de negociar con los secuestradores. A las dos horas en punto, volvieron a l l a m a r, p e r o e s t a v e z l a m i s m a n o p u d o s e r l o c a lizada, ya que se hizo desde un teléfono móvil. - ¿ Ti e n e n t o d o d i s p u e s t o s e g ú n n u e s t r a s c o n d i c i o n e s ? - p r e g u n t ó e l s e c u e s t r a d o r. - Lamento decirle que dado el escaso margen que nos han dado, hasta el momento no hemos reunido más que seiscientos mil dólares.... - Mire, amigo, queremos exactamente un millón de dólares, ni más ni menos. En ese momento otro de los secuestradores le dijo algo por lo bajo, y el que parecía ser el portavoz volvió a decir al Ministro: - Bueno, aceptamos esa cantidad de dólares, y le damos una hora más para que nos consigan el resto en moneda española, billetes de cinco mil también usados. - Llámeme en una hora y le daré respuesta. Pero ya le digo que siendo la hora que es no es fácil conseguir ese dinero...
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- Si desean que el hijo del presidente llegue sano y salvo, procure tener todo el dinero que le hemos pedido. Por cada millón de pesetas que falte, le mandaremos un dedo del secuestrado. Usted verá el empeño que pone en conseguir el dinero. Allí se cortó la comunicación. Parecía que los secuestradores hablaban en serio. En menos de media hora ya se había conseguido la totalidad. A la hora exacta se volvió a producir la llamada. - Muy bien, ¿ya tienen el dinero? - Ya e s t á t o d o l o q u e u s t e d p i d i ó . ¿ Q u é d e b e m o s hacer ahora? - Pues hemos pensado que si en sólo tres horas ya han conseguido reunir un millón de dólares, les vamos a dar otras dos horas para que nos consigan medio millón más. Esta vez en moneda alemana. Y lo mismo, en billetes usados. Y ya sabe lo que pasa si no consiguen esa cantidad.... - O i g a p e r o u s t e d . . e s o v a a s e r i m p o s i b l e . Ya hemos logrado reunir todo lo que ... - Ustedes verán, ¿no tienen tantos fondos reservados?, pues úsenlos, hombre, que para eso están.
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- Pero no hombre, ese dinero no está en la caja fuerte, Dios mío, eso está en los bancos. No p o d e m o s l o g r a r. . . . - Pues que le abran un Banco, que para eso ustedes son los que mandan. Vo l v i ó a c o r t a r l a c o m u n i c a c i ó n . E f e c t i v a m e n t e hubo que recurrir a ciertos resortes con el Banco de España para hacer algo totalmente inusual, que era abrir la caja del Banco a las ya casi 12 de la noche. Y el resto era conseguir medio millón de dólares, al cambio, en marcos. Al cabo de una hora, el secuestrador se puso en c o n t a c t o c o n e l M i n i s t r o d e l I n t e r i o r. S i n e m b a r go, en esta ocasión, aún no habían podido reunir ese dinero... - ...estamos en ello. Pero es que no es fácil, además en marcos. Creemos que en media hora más o menos tendremos la cantidad preparada. Pero por Dios, no le haga nada al chico, le aseguro que tenemos ya casi todo el dinero. - Está bien, no vamos a esperar más de media hora. Si en media hora no tenemos la respuesta afirmativa, comenzaremos a cortarle dedos al hijo del presidente.
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La situación se estaba poniendo demasiado tensa en el Palacio de La Moncloa. La negociación se estaba poniendo un poco más dura de lo que pensaban. Evidentemente no estaban enfrentándose a unos secuestradores de poca monta. estos eran hábiles en la negociación y parecía, por su voz, que estaban hablando demasiado en serio como para no hacerles caso. Por fin lograron reunir el dinero, y la avioneta ya estaba a punto en el aeropuerto. Se montaron servicios especiales de vigilancia en toda la carretera que va de Guadalajara a Madrid. Esperaban a un Seat rojo 1430. Por fin el teléfon o v o l v i ó a s o n a r. - Ya t e n e m o s t o d o d i s p u e s t o - d i j o e l M i n i s t r o . - Muy bien. Espero que no haya ningún control en la carretera. Despéjenla totalmente para que podamos llegar al aeropuerto sin problema alguno. ¿De acuerdo? - De acuerdo. Y una vez allí, ¿cómo haremos el canje? Nosotros subiremos a la avioneta. Le advierto que la mínima tontería no mataremos al hijo del presidente, no. Le cortaremos lo primero que nos venga a la mente, bien una mano, bien un pie,
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ustedes verán, así que nada de estupideces. Una vez que estemos dentro subirá el Director General de la Policía a la avioneta y nos dará el dinero. Y le advierto que lo queremos a él y a nadie más. Aquello olió fatal en La Moncloa. el director general, que estaba en la sala, se puso lívido. El Ministro le explicó que los secuestradores querían que fuese él el que llevase el dinero e hiciese el canje. En principio no debía correr peligro, pero no estaba seguro de que no lo hubiera. El Director General sin embargo, aceptó. - ¿Y qué confianza tenemos de que una vez hecho eso nos devolverán sano y salvo al hijo del Presidente. - Evidentemente no tienen ninguna confianza, pero no les queda más remedio que hacer lo que nosotros digamos, así que ya sabe, dentro de una hora exacta llegaremos al aeropuerto, y le vuelvo a insistir en que nada de tonterías. Otra cosa, vamos a entrar hasta la avioneta con el coche, así que debe de estar abierta la verja de entrada al vehículo de la pista. ¿De acuerdo? Y por último, la avioneta debe de estar en la pista Norte, justo al principio. - D o y a h o r a m i s m o l a s ó r d e n e s . P e r o p o r f a v o r, no me queda más remedio que confiar en usted,
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así que le ruego que no le haga ningún daño al hijo de Presidente. Los secuestradores tomaron la dirección hacia el aeropuerto. A primera vista no se veía control alguno policial. Sin embargo, en La Moncloa estaban informados de la ruta que llevaban. Efectivamente, tal y como se sospechaba, salieron de Guadalajara dirección Madrid. Eran tres y el hijo del Presidente, que iba en el asiento de atrás con uno de los secuestradores. Al cabo de casi una hora llegaron a la zona de Barajas. Enfilaron hacia la pista Norte y encontraron la verja abierta. Llegaron hasta mismo la a v i o n e t a y d e s c e n d i e r o n . To d o e s t a b a s a l i e n d o según lo previsto. Comprobaron que en la avioneta no había nadie y entraron. En ese momento se encendieron unas luces de un coche que se d i r i g í a h a c i a e l l o s . C i e n m e t r o s a n t e s d e l l e g a r, el coche paró y bajó el Director General de la Policía. Llevaba en la mano una bolsa de viaje con el dinero solicitado por los secuestradores. El resto del camino lo hizo andando. Al llegar a la puerta, le hicieron subir a bordo. Allí mismo comprobaron y contaron todo el dinero. Estaba todo. Entonces el Director General solicitó el trueque, pero no todo iba a ser tan sencillo.
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- No hombre no. Como usted comprenderá no vamos a dejar aún libre al chaval. Lo llevaremos con nosotros y lo soltaremos donde creamos conveniente. La operación estaba planteada de tal forma, que, una vez hecho el trueque, y justo antes de despeg a r, a b a t i r í a n e l a v i ó n c o n a r m a m e n t o p e s a d o e inmediatamente una dotación de los GEOS tomaría prisioneros a los secuestradores. Estaba planeado al milímetro. Y aquello echaba por tierra toda la operación. - Óigame, usted ha dicho que el trueque se haría y nosotros confiamos en usted, cumpla ahora lo pactado. - Mire, no tengo ganas de darle explicaciones ni a usted ni a nadie. No creerá que somos tan tontos como para irnos de aquí sin un salvoconducto seguro. Y además, no está usted en condiciones de pedir nada. Aquí, en este momento somos nosotros los que damos las órdenes, ¿comprendido? Así que ya puede bajarse de la avioneta que vamos a despegar ahora mismo. - Hagamos una cosa. Suelten al hijo del presidente y cójame a mí como rehén. Los secuestradores se miraron entre ellos. La verdad es que les daba lo mismo tener al hijo del
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Presidente que al Director General. La figura era lo importante para poder salir de España con alguien a bordo lo suficientemente importante como para que no les parase nadie. - De acuerdo. Que se baje el chaval y usted se vendrá con nosotros. Inmediatamente comunicaron por radio con la torre de control, y el Director General dio las novedades al Ministro. El hijo del Presidente sería puesto en libertad, pero él debía de quedar a bordo y le soltarían en el sitio que considerasen oportuno. La gente de la torre de control flaqueó y comprendieron que los secuestradores les iban a ganar la partida. Pero la decisión estaba tomada, el Director General se cambió por el rehén, y el chaval fue puesto en libertad. La avioneta partió con total tranquilidad rumbo a Francia. Las autoridades francesas estaban alerta, pero sabían que no debían hacer nada que expusiese la vida del Director General de la Policía de España, por lo tanto, al aterrizar en el aeropuerto Charles de Gaulle, y solicitar carburante, se lo cedieron sin mayores, complicaciones. Ahora ponían rumbo a Alemania. La avioneta hizo de esa forma varias escalas, hasta que aterrizó en Italia. Allí los secuestradores habían pedido un avión con los depósitos lle-
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nos y que estuviese totalmente vacío. Ellos mismos pilotarían la nave. En el Ministerio estaban anonadados. Unos de los secuestradores tenía que ser piloto de avión, y por la capacidad de atreverse con un Boeing no debía ser precisamente un piloto de avionetas. El Boeing partió con rumbo desconocido, pero rápidamente lo detectaron vía Brasil. Efectivamente, llegó a Brasil, a Río de Janeiro, pero por aquello de los tratados internacionales allí no podían hacer nada para detener a los secuestradores. En fin, dejarían libre al Director General de la Policía y a ellos los perderían, pero bueno, lo importante es que no iba a haber víctimas. Sin embargo lo que no sabían en el Ministerio era lo sucedido a bordo cuando aterrizaron en Río de Janeiro. El que mandaba, que resulto ser un importante dirigente del SEPLA, el sindicato de los aviadores, estaban abrazándose al Director General, que resultó ser el cerebro de la operación, mientras que los otros dos incautos yacían en el suelo del avión con sendos tiros en la cabeza. Los habían utilizado y ahora ya no les servían para nada. A partir de ahora, el piloto y el policía se iban a pegar la vida padre a cuenta del Estado Español, y a fe que lo lograron, porque aún hoy siguen los dos en paradero desconocido.
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Va y a , y h a b l a n d o d e p a r a d e r o s , m e p a r e c e q u e y a hemos llegado a mi estación de destino. Sí, efectivamente, ya estamos en Guadalajara. Hay que ver lo rápido que se me está pasando el día. Casi no me enteré desde que me levanté. Y oiga, que cosas, todavía llevo “El País” encima y aún no he podido leerlo. Me imagino que antes de acostarme podré leer las noticias del día. Del día pasado, porque cuando lea las cosas seguro que ya están resesas. Pero eso tendrá que ser antes de llegar a casa, porque antes de subir siempre paro en el bar de “La City”. Allí tomo siempre una caña antes de c e n a r. A l l í m e e n c u e n t r o c o n o t r o s a m i g o s , y e s que en fin, no paro, lo mío fue equivocado. No se que me da que yo debiera haber sido relaciones públicas o algo así, porque mira que conozco gente....
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Ya e s d e n o c h e . Ya l a c i u d a d e m p i e z a a d o r m i r. Y c o n l a c i u d a d , y o . M e e s t á e n t r a n d o e l sueño. Ha sido un día demasiado ajetreado. Cuando era pequeño mi madre me contaba siempre un cuento antes de irme a la cama. Los padres de ahora ya no son así. A mí, si mi madre no me venía a la cabecera de la cama y me contaba un cuento, no había quien me durmiese. Yo t e n í a u n o p r e f e r i d o . M i m a d r e s i e m p r e e m p e zaba con el clásico “.....érase una vez...” É r a s e u n a v e z u n p a í s l e j a n o , m u y l e j a n o . Te n í a n un rey que era inmensamente rico, pero en el p u e b l o t a m b i é n h a b í a p e r s o n a s m u y, p e r o q u e muy pobres.
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El rey todos los días salía a pasear con su caballo, un corcel negro, brillante, que era la envidia de los demás reyes cercanos. Y tenía una hija. Era la princesa más guapa que había en todo el mundo. Su hija también le acompañaba en sus paseos a caballo. Los habitantes de aquel país estaban disgustados c o n s u r e y, p o r q u e m i e n t r a s q u e e l l o s p a s a b a n hambre y tenían que trabajar muchísimo, aquel rey no hacía nada y en su palacio nunca faltó de nada. Pero nadie se atrevía a decirlo, porque el rey era demasiado poderoso, además de ser el dueño de todas la tierras que trabajaban aquellos ciudadanos. Incluso un día, una familia, que era de lo más pobre, no pudo pagar al rey la cantidad de centeno que el recaudador les exigía, porque tenían nueve hijos y la madre estaba esperando otro, y como todos eran pequeños, sólo el padre podía trabajar el campo. Y lo poco que se conseguía era para comer en su casa. Al recaudador eso no le importó, y le exigió el pago del centeno. Como no tenía, le dijo que volvería el mes siguiente y tendría que darle el doble de lo pedido. Cuando al mes siguiente volvió, el centeno que le había pedido, encontró con que los hijos de habían podido comer apenas en
se encontró con pero también se este hombre no todo ese tiempo
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para poder pagar al recaudador el tributo. Sin embargo eso no le importó, y cargando el centeno en su carroza, se marchó de allí. Pasaron los años y los hijos de aquel campesino pudieron ya ayudarle en las tareas del campo. C u a n t o m á s t r a b a j a b a n , m á s l e s p e d í a e l r e y. Un día, como tantos otros, el rey salió a pasear a caballo con su hija. El corcel de la princesa se asustó con un zorro que se le cruzó en el camino y se desbocó. Empezó a correr como un loco, y se metió en el bosque. E l r e y, i n m e d i a t a m e n t e , l l a m ó a s u s c a b a l l e r o s para que buscaran a su hijita. Allí se fueron todos pero no la encontraron. El rey estaba muy preocupado porque le podía pasar algo. El caballo había seguido mucho más lejos, hasta que por fin ella cayó al suelo y se golpeó fuertemente. Cuando despertó estaba en una pequeña cama de una casa también muy pequeña. Había muchas caras alrededor viéndola con cara de asombro. Una señora le estaba poniendo en la cabeza un paño con agua caliente, y le ofrecía una taza de sopa. La princesa agradeció aquel gesto, y se bebió la sopa. Después volvió a quedarse dormida.
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Al día siguiente ya se encontraba mejor. Se levantó de la camita. En la casa no había nadie, y salió fuera. Estaba la señora con varios niños pequeños, y a lo lejos se veía venir a varios jóven e s y a u n s e ñ o r m a y o r. U n o d e a q u e l l o s j ó v e n e s era muy apuesto, debía de ser de su misma edad, era rubio, con el pelo casi como el oro. Cuando llegaron todos, le contaron como la había encontrado cerca de su casa, tirada en el suelo. Y le preguntaron de donde venía, y quién era. Entonces ella se dio cuenta de que no sabían que e r a l a h i j a d e l r e y, a s í q u e n o d i j o n a d a . L e s contó que vivía en un país cercano, y que había salido con el caballo y que se había perdido. Por los ropajes le dijeron que debía de ser de una familia noble, y entonces le contaron cómo era el rey de su país. Ella les escuchaba cuando decían las barbaridades que se habían cometido, s o b r e t o d o p o r p a r t e d e l r e c a u d a d o r, y c ó m o aquella vez, cuando todos eran más pequeños, les había dejado sin comer durante varios días para poder pagar el tributo real. Además le contaron otras barbaridades que cometían los hombres del rey cuando llegaban al pueblo. Ella les dijo que en su país el rey no era así. Que el rey que ella tenía era bueno, y que probablemente ni siquiera sabía que era lo que hacían sus hombres.
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Ella les pidió permiso para quedarse unos días más con aquella familia, hasta que se encontrase bien del todo. Y comenzó a vestirse con ropas de la señora, y bajaba al pueblo con ella. Cuando venía alguna patrulla se escondía debajo de su manto para que los soldados no la reconociesen. Le gustaba bajar al mercado, y escuchar l o s c o m e n t a r i o s d e l a g e n t e s o b r e e l r e y. Y sucedió que la princesa y el hijo mayor del campesino se enamoraron. Se dieron cuenta a los pocos días. Y fueron muy felices, hasta que un día la princesa le propuso que se fuera con ella a su casa. Se lo presentaría a su padre y se casarían. Él no quería dejar a su casa ni a su familia, pero tampoco quería perderla a ella. Así que pidió consejo a sus padres. Ellos le dijeron que fuese feliz, que se marchase con ella, pero que nunca se olvidase de su familia. El muchacho se fue con la princesa, y cual no sería su sorpresa cuando le enfilaron hacia el c a s t i l l o d e l r e y. El preguntó porqué iban en aquella dirección, pero ella le contestó que no se preocupase, que era una sorpresa. Al llegar cerca del castillo, la puerta se bajó p a r a q u e p u d i e r a n p a s a r. Y e l j o v e n s e q u e d ó atontado al ver como era recibida su prometida
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e n a q u e l l u g a r. A l o s p o c o s m o m e n t o s d e e s t a r allí, el rey fue hacia ellos. Entonces, la princesa. cogiendo de la mano al joven, le presentó a s u p a d r e , e l r e y. Se casaron a los pocos días, y la princesa relató a su padre lo que hacían por el pueblo sus hombre llevando su nombre por delante. El rey mandó castigar a todos los que pudieron probar que habían abusado de su confianza, y a los padres del joven le regaló las fincas que tenían para cultivar en desagravio por aquel suceso tan triste. Hoy son felices. El rey recuperó a su hijita, y lo que es más importante, recuperó su reino. Y la paz y la felicidad reinaron allí para siempre... Pero lo mejor era la forma en que mi madre me lo contaba. Me dormía siempre por la mitad...
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INDICE El hombre del maletín.....................................
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El político estafador.........................................
25
Las lluvias de primavera.................................
37
Historias de un emigrante...............................
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El teléfono móvil..............................................
69
Travesuras de verano.......................................
83
Las finanzas del PP..........................................
93
Un secuestro de altura..................................... 109 Cuento de princesas......................................... 125
Este libro se terminó de imprimir el día 15 de noviembre de 2004, día de San Alberto Magno, en los talleres de Gráficas Duher, en la ciudad de Pontevedra, y se terminó de escribir en la “Veiga Grande”, en Reboredo, O Grove, durante largas noches al borde de la playa de la Mexilloeira, bañada por el agua que engorda y nutre a los mejillones de la Ría de Arosa.
Relatos desde el tren