NÚMERO 1 - AÑO 2001 © 2000-2002 ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico http://www.arp-sapc.org/
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NÚMERO 1 - AÑO 2001 © 2000-2002 ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico http://www.arp-sapc.org/
SUMARIO - UN GUSANO DA PISTAS SOBRE EL GENOMA HUMANO EN LA ERA DE LA PROTEÓMICA Por: Valerie Depraetere
- PROMESAS E INCERTIDUMBRES DE LAS TERAPIAS GENÉTICAS Por: Elisabeth Bursaux
- QUINCE VECES NOCHEVIEJA Por: Agencias
- EL SOL REVIENTA DE ENERGÍA Por: Carlos Elías
- 3001, ODISEA EN LA GALAXIA Por: Arthur C. Clarke
- EL RÉGIMEN DE LUZ AYUDA A COMBATIR LA DEPRESIÓN POR EMBARAZO Por: Eric Nagourney
- "ES MÁS FÁCIL EVOLUCIONAR POR LA COLA QUE POR LA CABEZA" Por: Jordi García-Fernández
- ¿QUÉ LE PASA A LA I+D? Por: Luis Sanz Menéndez
- LA LIBERTAD SILENCIADA Por: Fernando Torres Pérez
UN GUSANO DA PISTAS SOBRE EL GENOMA HUMANO EN LA ERA DE LA PROTEÓMICA Por: Valerie Depraetere
Los biólogos moleculares intentan comprender ahora la función de todos los genes Para intentar desentrañar los secretos de los genomas del ser humano y de otras criaturas, se emprendieron importantes proyectos de secuenciación, que actualmente se están concluyendo. El siguiente paso consiste en averiguar lo que estas secuencias significan. Para ello, en primer lugar hay que identificar los genes individuales, y después comprender la función de cada uno. Esta ingente tarea se denomina posgenómica, que se puede nutrir en cierta medida de los modelos informáticos, pero al final las predicciones se tienen que verificar experimentalmente. Actualmente se están desarrollando diferentes estrategias para analizar la función de todos los genes. Como en la evolución se conservan la mayoría de los genes, se puede inferir gran cantidad de información sobre el genoma humano a partir de los estudios con animales de laboratorio. El mes
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pasado, en la revista Nature (16 de noviembre), dos grupos publicaron un importante hito en la posgenómica: el primer estudio sistemático de la función genética en un organismo multicelular, el gusano Caenorhabditis elegans. En los primeros tiempos de la genética, un gen se identificaba por lo que le ocurría (el fenotipo) a un organismo que tuviera una forma anormal o mutante de un gen. Actualmente, los avances técnicos de la biología molecular han invertido las tornas: primero se identifican los genes y posteriormente se busca su función. Esta estrategia se denomina genética inversa, en contraste con la genética directa. Y ahora que se empieza a disponer de mucha información de importantes proyectos de secuenciación del genoma, la moderna biología molecular cada vez se centra más en adscribir a los genes las funciones fisiológicas. Cuando se trata de miles de genes, las técnicas tienen que informatizarse y automatizarse lo más posible. Las primeras pistas sobre la función de un gen se encuentran en su secuencia y en la de la proteína correspondiente. La comparación de la secuencia por ordenador aporta mucha información. Los genes y proteínas relacionados, u homólogos, muchas veces desempeñan funciones similares en la misma especie o en otras especies. Estructura tridimensional La estructura tridimensional de una proteína nueva se puede modelar basándose en su secuencia y comparándola con la de otras proteínas. La biología suele utilizar formas parecidas para funciones parecidas. Los ordenadores también sirven para predecir las relaciones moleculares entre las proteínas, o entre las proteínas y el ADN o ARN, que es la molécula intermedia necesaria para fabricar proteínas a partir de los genes. Esto aporta información sobre el lugar en el que la proteína trabaja dentro de la célula, y sobre la cascada de acontecimientos moleculares de la que forma parte. Pero todas las predicciones generadas por ordenador tienen que confirmarse experimentalmente. Por eso recientemente se han desarrollado planteamientos sistemáticos para analizar las propiedades de los genes y las proteínas, que se denominan, respectivamente, genómica y proteómica. Una técnica rápida y barata para estudiar la función del gen es la interferencia de ARN (i-ARN). La expresión de la proteína correspondiente a un determinado gen necesita una molécula intermedia denominada ARN. La i-ARN implica moléculas de ARN sintéticas y modificadas, específicas de un determinado gen, que detienen la fabricación de la proteína codificada por este gen. Las moléculas pueden ser inyectadas o, como en el caso de los gusanos, alimentadas al organismo. La i-ARN fue desarrollada por primera vez en el gusano Caenorhagditis elegans, y ahora se ha ampliado a otras especies, como el parásito Trypanosoma brucei, moscas, plantas, y más recientemente, a los vertebrados.
Para hacer el primer análisis sistemático de función genética en un organismo multicelular, el Caenorhagditis elegans, científicos del Reino Unido y de Alemania usaron la i-ARN para interferir en la función de todos los genes sobre dos de los seis cromosomas del C. elegans. Evaluaron los efectos de la pérdida de función de cada uno de estos genes a escala celular de todo el animal en las distintas fases de su vida, multiplicando por cinco el número de genes de función conocida de ese gusano. Un alto porcentaje de los genes a los que se ha adscrito un papel se conservan en evolución. Por
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consiguiente, la información obtenida de los estudios de modelos animales como éstos debería mejorar la comprensión de la función (y posible funcionamiento defectuoso) de los genes humanos. Pero puede que no siempre sea posible extrapolar a otras especies los resultados obtenidos en el C. elegans. En otras especies más complejas que ésta, como los mamíferos, diversos genes podrían cumplir la misma función que un solo gen del C. elegans. Por eso, centrarse en un gen mediante la i-ARN podría desembocar en la muerte embriónica en el C. elegans, pero no así en los mamíferos. Genética química La genética química es una nueva y potente herramienta para estudiar la función de las proteínas. Un planteamiento consiste en verificar los efectos de los posibles medicamentos, sintéticos o naturales, sobre un determinado proceso biológico; y después identificar la proteína afectada por el fármaco. Otra posibilidad consiste en intentar interferir químicamente en la función de una determinada proteína, diseñando unos fármacos sintéticos específicos que es muy posible que limiten su actividad, basándose en la predicción de la estructura tridimensional de la proteína. Estas técnicas también plantean posibles implicaciones terapéuticas evidentes. Actualmente, la mejora de las técnicas centradas en el gen proporcionan unas herramientas mejores con las que afrontar la cuestión biológica en un contexto dinámico in vivo. Pero la inactivación genética sólo es el primer paso en la comprensión de la función de un gen. El siguiente paso consiste en analizar los procesos celulares que se ven afectados en los animales mutantes. Los filtros i-ARN del C. elegans identificaron los genes necesarios para el desarrollo del embrión, para la viabilidad de las larvas o del adulto, para el movimiento corporal normal o para la división celular. La siguiente pregunta es: ¿por qué hacen falta estos genes en estos estadios de la vida del gusano? ¿Qué es lo que realmente hacen estos productos genéticos a escala molecular?
PROMESAS E INCERTIDUMBRES DE LAS TERAPIAS GENÉTICAS Por: Elisabeth Bursaux
Nacida del proyecto de secuenciación sistemática de los genomas y del tratamiento de miles de datos así originados, la genómica empieza a dar sus frutos. Portadora de fantásticas esperanzas para tratar numerosas enfermedades, detectar las predisposiciones a determinadas afecciones y protegerse de ellas, esta disciplina también permite prever la aparición de enfermedades genéticas que no se sabe curar. Un amplio debate, asociado a los avances científicos en este ámbito, se ha iniciado en torno a las aplicaciones potenciales de los descubrimientos científicos y su impacto. Así ocurre con la medicina preventiva -basada en el análisis genético-, que pretende anticiparse a una eventual enfermedad. Pero esto plantea problemas éticos, en especial, con el diagnóstico prenatal y con intervenciones eugenésicas en determinados grupos humanos portadores de enfermedades genéticas especiales. De este modo, cuenta Axel Kahn, genetista y miembro del Comité Consultivo Nacional de Ética (Francia), "entre los judíos neoyorquinos y de Israel pretendemos erradicar la enfermedad de Tay-Sachs, una afección enzimática temible que se transmite entre la comunidad askenazi". El conocimiento de los genes ofrece perspectivas halagüeñas, sobre todo al permitir la puesta a punto de nuevos tratamientos relacionados, por ejemplo, con el cáncer.
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Identidad molecular Para ir más lejos, se han puesto en marcha unos proyectos de gran alcance para establecer el documento de identidad molecular de los tumores. "Nuestro objetivo", precisa Daniel Louvard, director del departamento de investigación del Instituto Curie, "es identificar todos los parámetros genéticos que hacen que una célula cancerígena sea diferente a las demás y comprender mejor cómo funciona, un paso previo a una investigación terapéutica mucho mejor orientada". "La enorme información recogida sobre el genoma humano será llevada a la práctica por la terapéutica del mañana", confirma Daniel Cohen, uno de los pioneros de la genética en Francia. Pero las cosas no son sencillas. Los primeros éxitos de la terapia genética obtenidos en niños burbuja por Alain Fischer, inmunohematólogo del hospital Necker, sólo han sido anunciados este año. Y ello, tras largos años de fracasos y titubeos, cuando el principio mismo de la terapia genética -sustituir en las células un gen deficiente- parecía la aplicación más inmediata del conocimiento de los genes. En realidad, ya no se desconocen los genes, sino los medios eficaces para hacer que penetren en las células elegidas y se manifiesten de forma permanente.
QUINCE VECES NOCHEVIEJA Por: Agencias
Los tres cosmonautas de la ISS pasan la Navidad a cientos de kilómetros de la Tierra con el único consuelo de unos sorbos de coñac La tripulación ruso-estadounidense de la Estación Espacial Internacional (ISS) en órbita en torno a la Tierra recibió nada menos que quince veces la llegada de los nuevos año, siglo y milenio. De haber querido, los rusos Serguéi Krikaliov y Yuri Gidzenko y el norteamericano Bill Shepherd, podrían haber celebrado quince veces el rito de la Nochevieja. ¿La razón? «Cada 24 horas la estación orbital da 16 vueltas a la Tierra, de forma que la tripulación se asomó 15 veces al siglo XXI y volverá 14 veces al XX», informó Víctor Blágov, jefe adjunto del programa de vuelo de la parte rusa. Blágov reconoció que en el ajetreo de los preparativos para lanzar al espacio la primera tripulación de la ISS, a los organizadores del vuelo se les olvidó proveer a los astronautas de lo necesario para celebrar el fin de año. «Nos han dejado sin Año Nuevo, no tendremos ni abeto ni regalos de las familias», comentó, amargado, Gidzenko antes del lanzamiento de la tripulación hacia la estación orbital en una nave rusa Soyuz desde el cosmódromo de Baikonur, en Asia Central. Desde entonces la Estación Espacial Internacional fue visitada por un transbordador estadounidense y por una nave de carga rusa Progress, pero sus cargamentos se completaron hace meses, también sin pensar en fiestas y regalos de fin de año. Los expedicionarios se vieron privados así del tradicional arbolito navideño artificial que los cosmonautas rusos solían poner en la ahora jubilada estación ‘Mir’, precursora de la ISS, así como del entrañable detalle de recibir pequeños regalos de sus seres queridos. Como un premio de consolación infalible, les queda un componente obligatorio del equipaje de los cosmonautas rusos en sus misiones en la ‘Mir’: una pequeña reserva de coñac llevada de contrabando a bordo de la nave espacial y a la estación orbital. «Los cosmonautas se las arreglarán ellos mismos para celebrar la fiesta: pondrán en la mesa los
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productos más ricos de su ración habitual y, probablemente, brindarán con coñac», declararon fuentes del Centro de Control de Vuelos Espaciales (CCVE). Al tiempo, subrayaron que será un brindis «simbólico» toda vez que las reservas de espirituoso no alcanzan para celebrar la llegada del nuevo año y siglo las quince ocasiones en que tuvo ocasión desde que la ISS sobrevoló por primera vez las islas Fidji, por donde pasa la línea mundial de cambio de fecha.
Regalitos cósmicos Según el CCVE, los astronautas celebraron su primer fin de año en la medianoche de la hora universal mundial, pero también saludaron solidariamente la Nochevieja según la hora de Moscú y de la patria de Shepherd. Estas mismas fuentes dijeron que los astronautas se las ingeniaron para preparar pequeños regalos que entregaron a los demás mientras centros terrestres les organizaron enlaces con sus familias para que puedan felicitarse. El CCVE reveló que las particularidades de los festejos espaciales incluso sirvieron a uno de sus expertos para defender una tesis sobre ‘Celebración del Año Nuevo en el complejo orbital’. Asimismo, el veterano cosmonauta ruso Valeri Poliakov está convencido de que en el nuevo siglo, la Humanidad no se limitará a volar alrededor de la Tierra, sino que procederá a «explorar y colonizar otros planetas, como la Luna y Marte».
EL SOL REVIENTA DE ENERGÍA Por: Carlos Elías
Los astrónomos se preparan para un fenómeno que sólo se ve cada 11 años Se perderán las vacaciones de Navidad. Pero no les importa: llevan 11 años esperando a que ocurra un máximo como éste. Si se tiene en cuenta lo que ha avanzado la tecnología en los últimos tiempos también puede decirse que llevan generaciones anhelando esta oportunidad. «Este es un máximo solar único en la Historia», dijo hace unos días, emocionado, George Withbrore, director del programa de la NASA de estudio del Sol. «Estamos ante el ciclo solar más fascinante que hemos tenido», apuntó Ernest Hildner, de la Dirección Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos. Los grandes observatorios terrestres, desde Canarias hasta Hawai; los espaciales como el Chandra Xray, el Hubble o el SOHO, las agencias espaciales; es decir, todos los que tienen algo que ver con la astronomía han diseñado una estrategia conjunta para apuntar estos días al astro rey. Ya intuyen lo que va a ocurrir, pero todos quieren verlo con sus ojos: el Sol se convulsiona, revienta de energía, porque no puede más. Al principio, los científicos definen lo que sucede estos días con moderación: «Es el cenit de un ciclo que se repite cada 11 años». Pero, luego, se emocionan: «Si el infierno existe debe parecerse al Sol en estos días». Desde 1989, las reacciones termonucleares a millones de grados han ido acumulando campos
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magnéticos en el interior de nuestra estrella. Pero, en este momento, misteriosamente, necesita desprenderse de esa fuerza y lo hace de forma violenta: expulsa miles de millones de toneladas de partículas cada pocas horas formando gigantescas manchas solares e inmensas llamaradas de cientos de millones de kilómetros. Las partículas energéticas que está emitiendo el Sol alcanzan la atmósfera y forman las auroras boreales. Efecto espectacular Si observáramos hoy la Tierra desde el espacio el planeta brillaría como una estrella. «El efecto es espectacular», admitió Nicola Fox, del centro de vuelos espaciales Goddard de la NASA. Manuel Vázquez Abeledo, investigador del Sol en el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) matiza: «Aunque estos días se espera el máximo, éste no se produce en una jornada concreta. Es algo que se va acumulando durante un año, alcanza el cenit y, luego, poco a poco desciende». Y es cierto. Si para los chinos este año ha sido el del dragón, para los astrofísicos ha sido, sin lugar a dudas, el del Sol. Durante el 2000 le han salido gigantescas manchas solares en las que cabría varias veces la Tierra. La mayor se detectó en octubre y los científicos no se ponían de acuerdo sobre si era la mayor en los últimos 50 o 60 años. Un día sí y otro también ha vomitado miles de millones de partículas en forma de inmensas llamaradas que han formado tormentas solares que han perturbado las comunicaciones por radio, los satélites y hasta el vuelo de las aves. Y la tormenta magnética de julio fue la peor desde 1991. El Sol está que arde, pero ¿por qué este despliegue tan espectacular de satélites, telescopios y astrónomos para estudiar este máximo? Por razones científicas, pero también económicas. Además de las perturbaciones en el campo magnético terrestre que afectan a las comunicaciones, debe tenerse en cuenta que las tormentas solares calientan la ionosfera. La densidad en las capas altas, en las que vuelan los satélites, aumenta y la posibilidad de que éstos se precipiten a Tierra también. No sería la primera vez que se cae uno por este motivo. El propio telescopio Hubble hubo de ser remolcado por un transbordador porque estaba perdiendo altura. Y claro, cada vez hay más satélites y este problema empieza a ser importante. Las partículas que desprende el Sol resultan muy peligrosas para los seres vivos pero, afortunadamente, son repelidas por la atmósfera y el campo magnético de la Tierra. Sin embargo, cada día es más frecuente que los astronautas hagan trabajos en el espacio abierto y deben predecirse con antelación estas tormentas para evitar que salgan de la nave ese día. «Fue una auténtica temeridad que el hombre caminara por la Luna sin protección contra estas partículas solares. Pero claro, en esa época no se sabía ni que existían», comenta el astrofísico del IAC. El satélite de los tres grandes enigmas En diciembre de 1995 se lanzó el satélite de investigación solar más avanzado de todos los tiempos, el Observatorio Solar y Heliosférico (SOHO). Tenía que acercarse al Sol y descubrir los tres grandes enigmas que hasta ese momento corroían a los científicos: por qué se generan campos magnéticos en el interior, por qué la atmósfera a su alrededor es más caliente que la propia superficie y cómo se produce el viento solar. Cinco años después, algunas preguntas ya tienen respuestas, pero también han inducido nuevos interrogantes. ¿Qué sabemos ahora de nuestro Sol? Parece que la temperatura en el interior de nuestra estrella rondaría los 15 millones de grados. La presión
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es 10.000 veces superior a la del centro de la Tierra. Los últimos cálculos apuntan a que su volumen aumentará hasta la órbita de Venus y, finalmente, esas llamaradas que ahora vemos a través de las fotografías de los satélites, alcanzarán la Tierra y este planeta, literalmente, se derretirá, primero, y se volatilizará, después.
3001, ODISEA EN LA GALAXIA Por: Arthur C. Clarke
A principios del siglo XX, James Elroy Flecker, cerca ya del final de su corta vida llena de magia, dirigía estas palabras al «poeta de dentro de mil años». «No me importa si tiendes puentes sobre los mares/ O si atraviesas sin peligro los cielos crueles/ O si construyes consumados palacios/ De metal o mampostería». Bueno, puede que no hayamos tendido puentes sobre los mares, pero hoy en día millones de personas atraviesan sin peligro los cielos crueles. Y qué sorpresa se habría llevado Flecker al descubrir que, apenas 50 años después de su muerte, el hombre podía llegar a la Luna. Este mero hecho confirma la futilidad de vaticinar lo que pasará en el mundo dentro de un par de décadas, y no hablemos de cómo será en el 3001. ¿Hasta qué punto habría acertado un superviviente de la batalla de Hastings -la única fecha que recordamos de nuestros años de colegio la mayoría de los británicos- si le hubiesen pedido que se imaginase la vida mil años más tarde? Incluso hace dos siglos habría sido una empresa imposible, pues prácticamente todo lo que ha dado forma al mundo moderno ha sido inventado o descubierto a partir del año 1800. Y ahora, con la llegada del microchip -el invento más importante desde la rueda- nos encontramos ante otro importante salto histórico. Pero antes consideremos una cuestión fundamental, menos ridícula de lo que parece. ¿Seguirá existiendo Gran Bretaña en el 3001? No me refiero como entidad política, sino como entidad física. Lo que es un hecho es que las islas Británicas no se encontrarán donde están ahora. El desplazamiento tectónico (es decir, el movimiento de las capas continentales) las habrá empujado unos 20 metros hacia el este. Sin embargo, éste es el panorama más favorable, pues nos hemos dado cuenta hace muy poco de que vivimos en un universo muy peligroso. En el último siglo se registraron tres o cuatro impactos de cometas o asteroides de cierta magnitud, por suerte en zonas deshabitadas del planeta. En septiembre, un asteroide de 500 metros de diámetro estuvo a punto de chocar contra la Tierra; de habernos golpeado, se habría producido una explosión millones de veces más potente que la bomba atómica lanzada en Hiroshima. Las cicatrices en la faz de nuestra vecina más cercana, la Luna, dan a entender que las colisiones han sido muy frecuentes hasta ahora. Y éstas no son las únicas sorpresas desagradables que nos depara la Madre Naturaleza. Si dos estrellas de neutrones colisionaran a un par de años luz del sistema solar, la emisión de rayos X y Gama sería letal para todas las formas de vida, salvo las que viven en las profundidades del océano. Por supuesto, estas catástrofes se pueden considerar buenas o malas según como se miren. Si la Tierra nunca hubiera recibido un fuerte impacto de un cuerpo espacial hace unos 65 millones de años, una pequeña criatura poco pretenciosa, parecida a un roedor, nunca habría tenido oportunidad de convertirse
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en un ser más grande. Uno de mis colegas lo ha resumido en una frase: «Los dinosaurios se extinguieron porque carecían de programas espaciales». Sin embargo, si queréis que os diga la verdad, ahora tampoco disponemos de un buen programa espacial; nuestras actuales aventuras más allá de la atmósfera parecerán algún día los viajes en globo del siglo XIX. De hecho, es una buena analogía, pues el cohete puede cumplir en la exploración del espacio la misma función que cumplía el globo en la conquista del cielo. La llegada de un método de propulsión espacial seguro y económico, basado en nuevos principios de física que ahora examinan ingenieros y científicos con visión de futuro, es sólo una cuestión de tiempo, no creo que sobrepase los 20 años. La NASA ha creado el Instituto de Conceptos Avanzados(«Institute for Advanced Concepts») para desarrollar la investigación de estas cuestiones. A menudo escapa a nuestra atención que viajar en el espacio requiere muy poca energía en comparación con los viajes en reactores a través de la atmósfera terrestre. La imponente potencia y violencia del lanzamiento del cohete Saturno V, que consumió miles de toneladas de combustible para llevar sólo a tres hombres a la Luna, es una prueba espectacular de nuestra incompetencia. Una vez que descubramos cómo hacerlo, el mayor gasto de los viajes espaciales lo constituirán la comida y la proyección de películas. (No se puede pretender que los pasajeros se pasen todo el viaje mirando las estrellas o leyendo el NASA Sutra, popular manual sobre la ingravidez). Por tanto, la exploración -y posterior explotación- del sistema solar será la principal industria del próximo milenio. Ya en el 2003 dos sondas, enviadas por la NASA y la Agencia Espacial Europea, llegarán al suelo de Marte. Las posibilidades van desde el uso de robots (siempre y cuando la NASA haya aprendido la lección que se extrae de la pérdida hace un año del Mars Polar Lander) hasta grupos de científicos dedicados al estudio del entorno de Marte (como ahora hacen en la Antártida) o la creación de colonias autosuficientes, e incluso la modificación del ambiente de muchos planetas para hacerlos habitables por los seres humanos. ¿Veremos repetirse la situación política terrestre en un escenario astronómico? Resultaría ingenuo establecer paralelos: cualquier intento de los colonos de la Luna o de Marte de independizarse de la Tierra no tendrá probablemente carácter militar, sino cultural o económico. Sin embargo, el homo sapiens, al ser una especie tan odiosa, no puede descartar la primera opción. Ya se ha planteado la espeluznante posibilidad de desviar la trayectoria de los asteroides para utilizarlos como chantaje cósmico. De ahí la enorme importancia de que nuestra especie colonice cuanto antes el sistema solar, ya que toda nuestra suerte depende de un pequeño y frágil punto azul del universo. Dentro de 1.000 años seguramente habremos llegado más lejos en la exploración del espacio. Aunque nuestros viajes por el universo se vean limitados por la velocidad de la luz, hay muchos sistemas estelares que pueden alcanzarse en el plazo de una vida humana. Uno de los más sorprendentes hallazgos de la última década ha sido la identificación de planetas que giran alrededor de otros soles. Hace pocas semanas, un equipo de astrónomos de Australia descubrió tres planetas, el más cercano a sólo 50 años luz de la Tierra. Esto aumenta las probabilidades de lo que podría ser el gran acontecimiento del futuro, el contacto con otras civilizaciones, bien de forma directa o mediante transmisiones de radio. Sin duda muchas personas, atemorizadas por las películas de invasiones a la Tierra, como Mars Attacks! o Independence Day, preferirán establecer contacto con una llamada de larga distancia (preferiblemente a cobro revertido). No obstante, pese a las afirmaciones de los pesimistas, el contacto físico con otras civilizaciones es
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perfectamente posible y no requiere tecnologías más avanzadas de las que hoy en día podemos imaginar. Por tanto, antes del fin del milenio, puede que nos veamos enganchados a la Internet galáctica, descargando enormes bibliotecas de numerosas culturas extraterrestres. Este acontecimiento podría tener un impacto enorme en la filosofía, la religión y la autoestima de nuestra especie. Pocas supersticiones heredadas de nuestros antepasados tribales sobrevivirán a las revelaciones que provengan del espacio. Me gustaría pensar que los enormes bancos de datos de algunas civilizaciones antiguas contienen la historia de la formación de nuestro sistema solar, quizá incluso de nuestra galaxia. ¿Cuántas veces en otras épocas exploradores del espacio han pasado por nuestro planeta y, tras tomar los apuntes necesarios en su cuaderno de bitácora, han proseguido su viaje a la búsqueda de nuevos conocimientos, lo que sin duda forma parte de la constitución de las especies inteligentes? Pero volvamos a Flecker. En la tercera estrofa pregunta a su desconocido amigo del futuro lejano: «¿Aún tenéis vino y música,/ Y estatuas y una amada de ojos brillantes./ Y ridículas ideas sobre el bien y el mal./ Y plegarias para quienes están en los cielos?» Lo que Flecker realmente se preguntaba era si su especie seguiría siendo humana 1.000 años después. Yo, en cierto sentido, espero que no. Como comentó en una ocasión el famoso antropólogo Konrad Lorenz: «He descubierto el eslabón entre el mono y el hombre civilizado. Somos nosotros». Aun en el caso de que seamos civilizados dentro de 1.000 años, ¿seremos la especie dominante del planeta? Muchos estudios sugieren que en algún momento de este siglo la inteligencia de las máquinas podría superar a la de los hombres. En ese momento cesaría la era puramente humana, para bien o para mal. Tendríamos que compartir el planeta con otra especie inteligente, quizá con varias. ¿Y qué será de las artes en esa era poshumana? La música sin duda continuará, aunque su desarrollo es otra cuestión. La entretenida diatriba de Constant Lambert, Music Ho! A Study of Music in Decline, quizá fuera un tanto prematura en el año de su publicación, 1934 (sí, 1934), pero me pregunto qué habría pensado Lambert de los eructos que oigo con frecuencia cuando enciendo la radio. Hoy en día la técnica puede crear cualquier tipo de sonido, incluso muchos que no deberían ni existir. ¿Quedan melodías por descubrir, producirá la época del futuro obras a la altura de Greensleeves o la Toccata y Fuga en D? En el siglo XX asistimos al advenimiento de un arte que seguramente les habría parecido milagroso a nuestros antepasados: el cine. Es difícil no sentir, al sumirnos en una amplia pantalla con sonido 3D, que se ha alcanzado una cumbre en el desarrollo tecnológico. Pues en absoluto: el próximo adelanto consistirá en la transmisión de sensaciones directamente al cerebro, sin pasar por los ojos, los oídos u otros dispositivos sensoriales con los que nos ha dotado la naturaleza. Los feelies de El Mundo Feliz de Huxley sólo insinuaban esta posibilidad en 1932, y el espectro de la «máquina de sueños» ha fascinado y horrorizado desde entonces a los escritores de Ciencia Ficción. Los teleadictos de hoy en día que de vez en cuando se estremecen al ver películas en DVD nos parecerán atletas en comparación con sus inmóviles sucesores que vivirán paralizados en sarcófagos electrónicos. Se puede afirmar que la mayor contribución de Gran Bretaña a las artes es el inglés. (Soy consciente de que el continente ha hecho pequeñas aportaciones a nuestro idioma). En la penúltima estrofa Flecker se dirige a su invisible amigo como si fuera un estudioso de «nuestra dulce lengua inglesa», dando a entender que podría ser una profesión especializada dentro de 1.000 años. Sin embargo creo -y me estoy arriesgando aunque con poco miedo de errar- que dentro de 1.000 años habrá incluso más gente que hable inglés.
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Y lo que también es importante, creo que podríamos entenderlos, cuando hoy en día no podríamos entender a los angloparlantes de hace 500 años. La llegada de la grabación de sonido quizá haya contribuido a fijar la pronunciación, aunque por supuesto, nuestros descendientes tendrán vocablos que nos dejarán perplejos. Es divertido hacer listas de palabras y frases que carecían totalmente de sentido hace apenas una generación. Mi ejemplo favorito: ¿A quién se le habría ocurrido antes de 1970 que a comienzos de este siglo millones de personas pasarían buena parte de su jornada laboral acariciando un ratón? No obstante, aunque el inglés sobreviva como lengua, ¿habrá algún vestigio del Reino Unido como entidad política dentro de 1.000 años? Dudo que le quede un siglo de existencia. La idea de nación Estado ya empezaba a desaparecer cuando Internet le atestó el golpe mortal. En cualquier caso, la posibilidad más formidable del futuro sería que algunas personas que hoy están vivas pudieran asistir a la llegada del año 3001. Esto será posible si se consigue la inmortalidad biológica descargando la mente en otro portador (quizá inorgánico) o reduciendo al mínimo las constantes vitales. Por qué querría una persona pasarse siglos y siglos durmiendo es otra cuestión, pero ¿quién duda que abierta la posibilidad algunos exploradores quieran lanzarse al futuro sólo por curiosidad? Deseo suerte a todos aquellos que quizá puedan algún día refutar la última estrofa de Flecker:«Como nunca podré ver tu rostro/ Ni nunca podré estrechar tu mano/ Envío mi alma a través del tiempo/ y del espacio/ Para saludarte. Ya comprenderás.» [Nota] *Arthur C. Clarke es escritor, autor de 2001, una odisea del espacio.
EL RÉGIMEN DE LUZ AYUDA A COMBATIR LA DEPRESIÓN POR EMBARAZO Por: Eric Nagourney
La depresión posparto es un trastorno que aparece frecuentemente en las mujeres después de dar a luz, como consecuencia de una caída brusca de determinadas sustancias orgánicas que regulan el estado de ánimo. Se calcula que entre el 10% y el 15% de las mujeres sufre este trastorno tras el parto. Pero en algunas mujeres embarazadas, la depresión no siempre aguarda para aparecer después del parto. La depresión puede sobrevenir en cualquier momento del embarazo, y si lo hace, ella y su médico se encontrarán ante el dilema de usar o no antidepresivos. Ahora los investigadores creen haber encontrado la manera de ayudar a estas mujeres sin exponerlas a los fármacos, ni a ellas ni a sus fetos, y evitar así posibles efectos secundarios. Acudiendo a una técnica que se utiliza a veces para ayudar a las personas que padecen desorden afectivo estacional -que es ese estado de melancolía que se presenta cuando llega el otoño, los días son más cortos y, por tanto, se reduce el tiempo de luz-, los médicos han estado probando una terapia basada en la aplicación de estímulos lumínicos sobre sus pacientes. Los resultados preliminares de este experimento son prometedores, según han informado los investigadores, que están inmersos en un estudio de colaboración en el que participan las universidades de Yale, Columbia y Case Western. Serotonina
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Las participantes del estudio recibieron una lámpara portátil y se les pidió que se sentaran delante de ella una hora al día. Se cree que la luz contribuye a elevar los niveles de serotonina, que es la hormona que regula el estado emocional en el cerebro y cuya caída es la responsable de la depresión reactiva que se desencadena tras el parto. Esta depresión se manifiesta habitualmente a las 24 horas del alumbramiento en forma de ansiedad e inseguridad frente a la responsabilidad de cuidar bien al bebé. En la mayoría de los casos, esta reacción es pasajera, pero en otros se prolonga durante semanas y puede llegar a tener manifestaciones severas, desde tendencias suicidas hasta alucinaciones. Tanto en la depresión posparto como en la que se presenta durante el embarazo, los casos más severos requieren tratamiento antidepresivo. En los estudios clínicos de la mayoría de los antidepresivos no se han demostrado efectos dañinos sobre el feto. Pero los fármacos pueden provocar efectos secundarios desagradables, con lo que la terapia de luz, si demuestra su eficacia, resulta más atractiva. Los autores del estudio recuerdan que siempre que se pueda debe evitarse tomar medicamentos que afectan al sistema nervioso central en un momento en el que el cerebro del feto se está desarrollando.
"ES MÁS FÁCIL EVOLUCIONAR POR LA COLA QUE POR LA CABEZA" Por: Jordi García-Fernández
Entrevista a Jordi García Fernández, genetista: "ES MÁS FÁCIL EVOLUCIONAR POR LA COLA QUE POR LA CABEZA" Por: X. Pujol Gebellí – Barcelona La evolución tiene esas cosas. Aprovecha las mutaciones que surgen por azar para pegar saltos en el tiempo. Muchas de ellas quedarán en nada, pero alguna de las que se habrán producido a lo largo de millones de años habrá generado algún individuo aventajado con respecto a su antecesor. Así se explicaría porque el anfioxo, un minúsculo fósil viviente con aspecto de filete de anchoa, es el descendiente directo del ancestro de todos los vertebrados. En términos genéticos, cuenta Jordi García-Fernández, este extraño animal conservaría el genoma más primitivo de cuantos se conocen entre los vertebrados. Un genoma que, multiplicado por cuatro, habría dado lugar al humano. García Fernández, de 37 años, investigador del Departamento de Genética de la Universidad de Barcelona, sostiene que los fenómenos de duplicación genómica han sido especialmente relevantes en la evolución. Pregunta- ¿Por qué el anfioxo es el representante de nuestros antepasados comunes? Respuesta- Por su forma, su morfología. Es la versión más simple que uno pueda imaginarse de un vertebrado. No tiene cerebro, no tiene vértebras, cosa común en todos los vertebrados, pero sí una espina dorsal y músculos transversales a lo largo de su cuerpo. P- ¿Es realmente un fósil viviente? R- Los zoólogos del siglo XIX lo definieron de este modo, como un organismo que apenas había cambiado en los últimos 500 millones de años, y sus genes así parecen demostrarlo. En concreto, grupos de genes que se hallan juntos formando complejos muy particulares. Si se imaginan de derecha a izquierda en un cromosoma, el del extremo derecho se encarga de formar la parte más anterior del cuerpo, y el de la izquierda, la parte más posterior, que no serían los pies sino la región anal. P- ¿Son lo que se denomina genes maestros? R- Son una categoría particular de genes maestros del desarrollo. Del mismo modo que los hay para formar el ojo, el hígado o el riñón, también existen para definir la forma del cuerpo en su eje
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anteroposterior, de cabeza a cola. Este grupo de genes está presente en muchos grupos animales, desde la mosca del vinagre hasta los humanos. En 1994, en nuestro grupo vimos que también estaban presentes en anfioxo. Posteriormente, en 1998, dimos con un segundo paquete de genes, los llamados para Hox, de cuya existencia depende la formación de partes específicas del organismo en el mismo eje. Predijimos entonces que ese grupo de genes podría encontrarse en otros organismos más evolucionados, sólo que después de mecanismos de duplicación genética. P- ¿Se han cumplido esas predicciones? R- De momento, parece que sí. En cuanto se publiquen los datos de la secuencia del genoma humano tendremos una respuesta más definitiva. Lo que se espera es que si en anfioxo existe uno de estos complejos de genes, en humanos haya cuatro. De hecho, se han encontrado restos de los cuatro complejos en los cromosomas 4, 5, 13 y X. Lo que no está claro es si los complejos en humanos están enteros o no. Personalmente, creo que no, porque no siempre se conservan todos los genes que se duplican. De todas maneras, recientemente ha aparecido en los bancos de datos del genoma humano en Internet la secuencia en bruto de parte del cromosoma 13, y el complejo Para Hox está completo en este cromosoma. P- Inicialmente se describieron una decena de estos genes. Van ya por el 14. R- El hallazgo de nuevos genes, tanto en anfioxo como en humanos, nos indica que su función es más compleja de lo que se pensaba. El último de esos genes en anfioxo, al que llamamos de tipo 14, podría implicar una revisión de las diferencias que existen entre cabeza y cola. En nuestro grupo proponemos un nuevo concepto, el de flexibilidad posterior, que viene a decir que mientras que la cabeza es muy rígida para la evolución, en la cola se muestra más flexible. Dicho de otro modo: es más fácil evolucionar por la cola que por la cabeza. P- ¿Qué tipo de enseñanzas se extraen de estas predicciones? R- Lo que parece más plausible es que disponer de más genes facilita la evolución o que una mayor disponibilidad genética podría propiciar la aparición de nuevos caracteres que se corresponderían con nuevas morfologías y funciones. En otras palabras, la expansión del genoma ha permitido inventar nuevos genes, y el genoma resultante, más complejo, se correlaciona con un cuerpo igualmente más complejo. P- Pero no necesariamente es siempre así. R- Es cierto. En muchos grupos animales una mayor dotación de genes no implica mayor complejidad morfológica. El caso de los vertebrados, sin embargo, es particular. Se originaron hace 500 o 600 millones de años y parece que en este caso la duplicación genética sí estuvo ligada a un incremento de complejidad de los organismos. P- ¿Ocurrió eso durante la Explosión Cámbrica? R- En realidad se desconoce qué ocurrió durante la Explosión Cámbrica. Personalmente, creo que existió esa explosión pero que fue mucho más gradual: probablemente no ocurrió en 20 millones de años, sino en 300. P- Y que vino acompañada de duplicaciones genéticas. R- En el caso de los vertebrados, sí. Los datos de que disponemos apuntan que el genoma humano procede de un genoma primitivo parecido al anfioxo doblemente duplicado y que las duplicaciones se han acompañado de un aumento de complejidad. Se ha hipotetizado que en su mismo origen la Explosión Cámbrica fue debida a fenómenos de duplicación genética, aunque hoy eso no está nada claro. Asimismo, se cree que pudo darse ese mismo fenómeno en animales similares a las esponjas actuales (los animales más primitivos), de modo que habrían ganado complejidad, hace 800 o 1.000 millones de años. P- ¿Qué habría motivado esas duplicaciones? R- Nada en particular. La duplicación del genoma es un accidente, una enfermedad, que se da en todos los organismos. Sin ir más lejos, muchos abortos espontáneos en humanos son debidos a una duplicación
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del genoma, porque un embrión humano no es viable con 92 cromosomas. Pero en algunos casos, y en algunos organismos, este fenómeno, que no es infrecuente, en los últimos mil millones de años ha tenido éxito evolutivo. Dicho de otro modo, la evolución ocurre aprovechando mutaciones que ocurren al azar. La gran mayoría de veces el organismo mutado no sobrevive, pero en otros determina alguna ventaja que logra consolidarse en el tiempo. Entonces, la evolución acelera.
¿QUÉ LE PASA A LA I+D? Por: Luis Sanz Menéndez
El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha publicado los resultados de la estadística de I+D correspondiente a 1999. El gasto interno en I+D presenta un crecimiento del 6% respecto al año anterior, alcanzando la cifra de 831.000 millones de pesetas, sin embargo, su peso retrocedió una centésima sobre el PIB hasta el 0,89%. El dato es sorprendente, pero sólo para aquellos que no conocen las estadísticas de I+D. No quiero discutir la insoslayable necesidad de un mayor esfuerzo por parte del Estado y las empresas en la I+D, sino simplemente dar algunas respuestas parciales a cómo los procesos de medición, y lo que éstos reflejan, pueden producir paradojas. El Estado ha hecho en los últimos años un esfuerzo en el incremento de las partidas presupuestarias destinadas a la I+D (la denominada función 54). Entre 1998 y 1999 los créditos presupuestarios destinados a I+D crecieron en un 46 %, bien es verdad que, excluyendo las partidas presupuestarias destinadas a créditos reembolsables para las empresas (capítulo VIII), este crecimiento alcanzó algo más del 12%. ¿Cuál es el problema? Debe recordarse que desde 1994 los datos detallados en I+D sólo se obtienen en años impares, siendo los correspondientes a años pares estimaciones y así se reflejan en las estadísticas del INE. La estimación de gasto en I+D para 1998, significó un crecimiento estimado del 16,7 %. Pues bien, una posible explicación de los pobres resultados de 1999 estaría en los procedimientos para realizar las estimaciones; se podría pensar que, en 1998, se sobreestimó el gasto y que, cuando se ha realizado la medición en 1999, se han compensado los efectos de la sobreestimación del año anterior. Pero tras este problema meramente técnico hay otros sustantivos, dado que el incremento de los fondos procedentes de los Presupuestos Generales del Estado, cuyo destino es la I+D, parece tener efectos muy limitados en las macromagnitudes del gasto en I+D. Repasemos algunas de las posibles explicaciones y las soluciones que quedan en manos directas del sector público. La primera es que las empresas, que reciben los créditos reembolsables , los consideran como financiación propia y, dada su naturaleza de financiación para el desarrollo de procesos de fabricación, no la consideran I+D propiamente dicha, por lo que no la incluyen en el cuestionario de I+D del INE. Esto explicaría por qué la ingente cantidad de recursos que se prestan a las empresas no aparece transformada en macromagnitudes estadísticas. En 1998 y 1999 se presupuestaron casi 350.000 millones de pesetas en capítulo VIII de los Presupuestos, y el gasto en I+D ejecutado por las empresas, entre 1997 y 1999, según la estadística del INE, solamente creció en 105.000 millones. La segunda explicación, y más relevante para la acción, se encuentra en la composición del gasto en I+D; esto es, qué se incluye en el mismo: casi un 60 % del mismo son retribuciones. El montante total es el resultado de multiplicar el número total de investigadores y personal de I+D y por sus respectivos
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salarios. Aquí está la clave del estancamiento de las macromagnitudes, pues la evolución de esta variable no depende de la marcha de la función 54, salvo para los OPIS. Más del 60% del personal de I+D y el 76% de los investigadores se encuentran en el sector público (universidades y centros de investigación). Las retribuciones de los empleados públicos, como fruto de las necesidades de convergencia económica en el euro y reducción del déficit, han ido perdiendo anualmente poder adquisitivo y peso con relación al PIB. Así observamos incluso que a pesar de que el gasto crece en términos reales, sin embargo pierde peso con relación al PIB, ante la evolución extremadamente favorable de éste. Por otro lado, el número de investigadores ha crecido sistemáticamente, se ha pasado de 80.000 personas empleadas en I+D, en 1995, a más de 102.000 en 1999; un 28% de crecimiento. Sin embargo, los que se integran en el sistema de investigación, los que hacen crecer las cifras, lo suelen hacer con becas o contratos de bajo nivel retributivo, claramente inadecuados a la vista de las inversiones de capital humano realizadas. Así pues, aunque ha crecido el gasto presupuestario en I+D, sin embargo, la masa salarial está estancada y retrocediendo su peso con relación a la I+D. La evolución de la retribución media, en descenso en términos reales desde 1993, confirma esta explicación. Las lecciones de este análisis nos ofrecen ideas para conseguir un mejor resultado en las magnitudes de gasto I+D: más investigadores (e inversiones en I+D), pero también investigadores con salarios más próximos a los de los colegas de otros países de la UE, con condiciones profesionales y con una carrera investigadora estable, pero no necesariamente funcionarial. Hay que recordar que la única vez en la historia de España, entre 1983 y 1989, en que el gasto de I+D registrado creció radicalmente no fue tanto el resultado de la expansión de los fondos de la función 54, como el resultado de tres procesos asociados al aumento del número de investigadores y de sus condiciones retributivas: un cambio de posición institucional de personas que estaban en precario en el sistema universitario (los penenes que tras la idoneidad pasaron a ser titulares) con el consiguiente aumento de sus retribuciones; un significativo aumento de plazas nuevas de investigador en el CSIC y otros OPIS; y la expansión de plazas de profesores universitarios derivada del crecimiento del sistema de universidades. En definitiva la guerra que los sucesivos gobiernos, socialistas y populares, libran contra la magia de las estadísticas de I+D españolas está perdida hasta que no aumentemos el número de investigadores y sus retribuciones a niveles similares a los de la media de la UE. [Nota] *Luis Sanz Menéndez es investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
LA LIBERTAD SILENCIADA Por: Fernando Torres Pérez
¿Dónde? Pues ni en Afganistán ni en cualquier otro país extraño y lejano. Aquí y ahora. Algo bien real. La jerarquía de nuestra Iglesia está acallando a los teólogos, reduciéndolos al silencio. Poco a poco. Pero
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los hechos son los hechos. Lo que sucede es que esos hechos no salen a la luz a causa del medio que la Iglesia ha escogido últimamente para reducirlos al silencio. Cada vez hay menos acusaciones o procesos públicos. Eso pertenece al pasado. Ahora los métodos son otros. Tampoco es un ataque general contra los teólogos. Se dirige contra algunos. Contra aquellos que han querido sacar todas las consecuencias del Concilio Vaticano II, que han ido haciendo su teología como reflejo y resultado de la experiencia de fe de tantas comunidades cristianas que se han esforzado por comprometerse en la construcción aquí y ahora del Reino de Dios en diálogo abierto con este mundo y esta sociedad. Por eso la actitud de la Iglesia jerárquica preocupa y duele más. Se están podando las ramas más vigorosas de la Iglesia, allí donde se produce una cualidad excepcional de testimonio cristiano. El procedimiento es muy simple. Un buen día, el teólogo de turno recibe una carta. Viene de su obispo o de su superior religioso. La carta es personal porque generalmente existe ya una relación previa de conocimiento mutuo, incluso de amistad, entre ambos. En esa carta y con palabras de amigo se le comunica que de la Santa Sede se han recibido unas quejas concretas sobre su último libro o artículo. Y se le envían adjuntos unos folios en los que figuran las objeciones a las que el teólogo debe responder cuanto antes. Por ninguna parte aparecen los criterios con los que se ha leído la obra y quién ha sido el acusador. El superior u obispo de turno pide, por supuesto, al teólogo que guarde silencio y que responda cuanto antes al cuestionario. El superior u obispo tiende a colocarse en un lugar neutral. Entiende que sólo hace de transmisor. El proceso continúa con el envío de la respuesta, razonada y pensada las más de las veces en la presencia del Señor, porque la inmensísima mayoría de nuestros teólogos son hombres y mujeres de profunda fe, al superior jerárquico de quien se recibió. El o ella se encargará de enviarla por el conducto jerárquico adecuado hasta su origen (¿no suena todo esto más propio del mundo militar que de la comunidad cristiana?). Allí, la respuesta, suponemos, es evaluada. El proceso puede continuar con nuevas objeciones y nuevas respuestas, hasta que se proceda a tomar la decisión final, que le será comunicada al sujeto «juzgado» por su superior jerárquico. Todo el proceso se realiza a través de intermediarios. El teólogo nunca se enfrentará directamente a los que le juzgan. En el fondo la jerarquía eclesial no reconoce al teólogo o teóloga la suficiente entidad en cuanto individuo como para constituirse como persona en todo este proceso. Son partes de una institución jerárquica. Al final es un asunto de obediencia que debe resolverse entre el superior inmediato jerárquico y el súbdito. En realidad, el problema es más del superior que del teólogo «juzgado», por no saber ejercer adecuadamente su autoridad y controlar como debiera a sus súbditos. Se podría decir que la Santa Sede no ha hecho más que un servicio pastoral: ayudar al superior jerárquico de nuestro teólogo a cumplir con su deber de garantizar la comunión eclesial y de mantener a todos sus súbditos en un rebaño. El proceso a veces termina en condena: la prohibición de enseñar o/y de escribir sobre determinados temas. Pero la Santa Sede no será la que mande ni lo uno ni lo otro. Será el superior jerárquico inmediato del teólogo o teóloga el que deba tomar la decisión, urgido eso sí por la autoridad superior, y comunicársela al súbdito. En caso de que el proceso no termine en condena, provocará ciertamente un daño psicológico en la persona. Desde ese momento, el sujeto «juzgado» se sentirá controlado y vigilado. Y lo será. Lo más probable es que en adelante se haga a sí mismo la censura, evitando escribir de esto o negándose a hablar de aquel tema. Para no provocar. Hay que ser muy libres de espíritu para seguir escribiendo y diciendo lo que uno realmente piensa cuando en ocasiones el pan de cada día
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depende de esa cátedra que los de arriba te pueden quitar cuando menos te lo pienses. Este proceso lo sufren los afectados en silencio. Por amor a la Iglesia. Y por imposición de sus superiores. Me quito el sombrero delante de ellos y ellas y digo: «¡Chapeau!». Pero a mí nadie me ha impuesto silencio y creo que debo hablar. En su nombre. Para ser voz de los que no tienen voz. Por amor a esta Iglesia a la que siento de verdad como mi casa y que, como dice la plegaria eucarística V/b, debe ser, quiero que sea, «un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz». No es uno sólo ni una sola los que están en esa situación. Son más, bastantes más. No me atrevo a poner nombres por respeto a ellos, que han decidido guardar silencio (a veces no tanto por ellos mismos cuanto por el bien de los centros en los que enseñan e investigan, que también los centros están bajo vigilancia). De los mejores, pocos se han salvado de esta experiencia. Hace unos años tuve la oportunidad de entrevistarme con el cardenal Tarancón. Ya estaba jubilado y se sentía libre para decir lo que pensaba. Recuerdo que una de las cosas que dijo era que para saber lo que pensaba la jerarquía no había que ir a los documentos sino a los nombramientos y a su forma de actuar. Aplicando ese criterio, se llega a la conclusión de que la jerarquía eclesiástica de este tiempo no desea una comunidad de personas libres. Una comunidad de ese tipo es muy difícil de gobernar. Hay que dialogar mucho. Es difícil llegar a acuerdos. Prefieren la imagen del rebaño o de los peces en la red. El jerarca se identifica a sí mismo con el pastor o con el pescador. Al resto, a nosotros, nos toca apenas ser ovejas o peces atrapados en la red, sin posibilidad de encontrar nuestro camino. No queda más remedio que seguir a los jerarcas, iluminados, dicen, por la presencia del Espíritu. En una sociedad de ese tipo, es normal que se pretenda silenciar a los que piensan y se expresan con libertad. Porque, no nos engañemos, a nuestra jerarquía actual no le gusta en modo alguno la imagen de la orquesta sinfónica para hablar de la Iglesia. Ni siquiera les gusta la imagen del canto polifónico. Lo que les gusta es el canto a una sola voz. Así se descubre rápidamente a los que se salen del único camino existente. Se les puede señalar claramente e invitarles de muchas y variadas maneras a que vuelvan al redil, al coro. En el fondo, el Concilio Vaticano II todavía no ha calado del todo en la mente de la jerarquía eclesial. No quiero decir que no haya honradas excepciones. Pero en cuanto cuerpo no terminan de sentirse cómodos con una sociedad que, como decía Pablo VI en la Octogessima adveniens, experimenta «una doble aspiración más viva a medida que se desarrolla su información y su educación: aspiración a la igualdad, aspiración a la participación, formas ambas de la dignidad del hombre y de su libertad» (n. 22) y «trata de promover un tipo de sociedad democrática" (n. 24). ¿Será que esas palabras no valen para la comunidad cristiana? Es tiempo, por tanto, de denunciar sin miedo esta situación. Para que sepamos a qué atenernos. Para que no seamos como esos ciudadanos de algunos países donde se practicó largamente el racismo o la intolerancia y luego dicen que no sabían nada. Es tiempo de denunciar el uso y abuso de la obediencia como servilismo a la jerarquía eclesiástica que se cree dueña en exclusiva del Espíritu y que no se siente obligada en absoluto a escuchar y aprender de los otros carismas eclesiales. Es tiempo de rebelarse en nombre de la obediencia al Espíritu para que no hagan de la Iglesia un lugar de esclavitud. Es tiempo de luchar por la libertad de los hijos de Dios. Es tiempo de hacer algo porque, si no lo hacemos, cada vez nos quedaremos más encogidos. Cada vez los niveles de auto-censura serán mayores para evitar provocar a los que están arriba. Cada vez será mayor el silencio. Cada vez mayor el miedo. Y una Iglesia donde existe el miedo, donde las personas no se atreven a hablar con libertad tiene muy poco o nada que ver con el Evangelio de Jesús.
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[Nota] *Fernando Torres Pérez es sacerdote y director de Publicaciones Claretianas. El autor, uno de los más altos responsables de la orden claretiana en España, critica abiertamente en su artículo el pensamiento único de la jerarquía de la Iglesia Católica y explica el proceso de enmudecimiento al que se somete a los teólogos discordantes. Por su innegable interés, como documento testimonial sobre el funcionamiento de la actual ICAR, es por lo que la Redacción de El escéptico Digital ha decidido incluirlo en el presente número. Consideramos que, en este sentido, no tiene desperdicio.
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